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El asesinato de Sánchez Cerro en la novela histórica
el escritor guillermo tHorndiKe reconstruYe en un capitulo de su oBra el aÑo de la BarBarie el asesinato del entonces presidente luis m.sÁncHez cerro por un aprista en 1933.
"Había concluido el desfile. Sánchez
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Cerro descendió desde la tribuna oficial. Estaba de uniforme. Sonreía, agradecía los aplausos, caminabapausadamente. Tras él, igualmente sonrientes, iban el presidente del Consejo de Ministros, José Matías Manzanilla, y el coronel Antonio Rodríguez, jefe de la Casa Militar.
El oficial de estribo teniente Elías Céspedes, tieso y elegante, miró a su alrededor, picó espuelas levemente e hizo caracolear a su caballo. El Presidente acababa de abordar el reluciente Cadillac descubierto, y el oficial dio la ordende avanzar. El regimiento escolta se puso en marcha, con las lanzas en alto, abriendo el cortejo presidencial. (...)
Raúl Rodríguez Martínez, chofer del Presidente, conducía lentamente. (...)
En esos momentos, el aprista LeopoldoPita estrechaba la diestra de un joven vestido de negro llamado Abelardo Mendoza Leyva y le deseaba buena suerte. (…)
Román Morales, un fornido moreno de Supe, aplaudía y lanzaba vivas al dictador. Era un fanático sanchezcerrista y quería ver de cerca de su caudillo.
Al llegar a la puerta del Hipódromo, Sánchez Cerro agitó una mano, respondiendo al saludo de la multitud. El chofer Rodríguez Martínez pisó freno. (…)
Abelardo Mendoza Leyva se infiltró entonces entre los soldados, corrió junto al automóvil, como si quisiera estrechar la mano del dictador y disparó. (…)
Román Morales aplaudía a su Presidente cuando sonó el primer disparo. Entonces distinguió a Mendoza Leyva que seguía apretando el gatillo. Se arrojó sobre él, por la espalda, y lo cogió de los brazos inmovilizándolo.
Rodríguez Martínez enganchó en segunda y aceleró violentamente. Decidió ir a la Clínica Delgado, quizá porque a ese sitio lo había conducido después del atentado de Miraflores. Jadeante, los ojos vidriosos, Sánchez Cerro había enmudecido.
-¡No, no, no!- exclamó el presidente del Consejo-, al Hospital Italiano, pronto,se está muriendo! (…)
El cabo Rodríguez se abalanzó sobre Mendoza, que se debatía impotente entre los fornidos brazos de Román Morales y le descargó un feroz culatazo en la cabeza. En ese momento estalló el tiroteo y el cabo Rodríguez cayó muerto.
Ahora Ramón Morales sostenía al inerte Mendoza, privado del conocimientopor el golpe. Alzó la vista y vio a un investigador que descerrajaba un tiro en la frente del aprista. Lo dejó caer y observó cómo los soldados seguían disparándole al cadáver y hundiéndole sus bayonetas y sus lanzas”.
De: Thorndike, Guillermo. El año de la barbarie. Perú 1932. Lima: Mosca Azul Editores, 1973 (3ª edición), pp, 271-275.