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José Antonio Roca y Boloña
el pRoGReSo catÓlIco
como anuncia su primera plana, este periódico mensual tuvo orientación religiosa y social. Fue dirigido por el sacerdote Juan ambrosio Huerta de 1860 a 1862. entre sus redactores se encontraban pedro José calderón, evaristo Gómez Sánchez, nicolás de piérola y el sacerdote limeño José antonio Roca y Boloña (1834-1904). en sus páginas se publicaron documentos oficiales, crónicas y estudios filosóficos, entre otros.
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Monseñor Antonio García, que presidia la comisión del Cabildo de Lima, preparó un discurso para ser pronunciado en La Oroya al recibir los restos de monseñor Tovar y allí incluyó amargos juicios sobre quienes habían hostilizado al ilustre muerto. No llegó a leer este discurso por la oposición de cuatro miembros del Cabildo y, según se dijo, por el veto del prefecto de Junín, pero él fue publicado en La Prensa de Lima.
Tovar fue, en el campo de las ideas, un batallador. Se inició en el periodismo para enfrentarse a un decreto dictatorial en 1866 y luego combatió por el poder temporal del papa, por la definición dogmática de la infalibilidad pontificial, por Pío IX, por la Roma del Vaticano, por la Santa Sede, por la religión católica. Especial interés reviste su refutación absoluta del llamado “catolicismo liberal” al que llamó “secta anticristiana” y “uno de los más serios peligros para la Iglesia y para la sociedad en los presentes tiempos”. En defensa de sus puntos de vista no titubeó en polemizar con el decano del Colegio de Abogados José Antonio Barrenechea, con Celso Bambarén en la Universidad de San Marcos, con Vigil, con los periodistas adversarios, especialmente de El Nacional y El Heraldo. Dentro de su producción netamente piadosa destácase su novena en honor del patriarca San Joaquín, sus nueve meditaciones sobre la Inmaculada Concepción, sus treinta y una meditaciones para el mes de María y una pastoral inspirada en el libro de Brunetiére sobre la bancarrota de la ciencia.
Hubo otra fase de la producción intelectual de Tovar: la de índole patriótica. Sintió intensamente los vaivenes del destino de su país e hizo suyas las glorias del Dos de Mayo de 1866 y las tribulaciones de la guerra con Chile. Una de sus más celebradas piezas oratorias tiene un estrecho ligamen con ella: la oración fúnebre que pronunció en homenaje a los caídos de San Juan y Miraflores en el servicio religioso organizado por la Municipalidad de Lima en enero de 1884, es decir poco después de que se marchara el ejército de la ocupación. Este testimonio, de por sí, evidencia la justicia con que la Real Academia de la Lengua lo designó como su miembro correspondiente. En el homenaje que la Academia Peruana de la Lengua organizara para conmemorar el centenario de su nacimiento, Guillermo Hoyos Osores expresó al referirse a tan imperecedera obra maestra: “El dolor de la nación abatida, la honda tristeza de las almas, la gloria de los caídos en la batalla, el amor a la Patria tanto más querida cuanto eran más crueles sus pesares, la poesía de la tradición y de la tierra nativas, el sentido heroico del sacrificio, el misterio de la muerte, la dulce serenidad del sentimiento religioso y la suprema oración de la esperanza cristiana encuentran su acabada expresión literaria en formas del más noble estilo donde se encierra una emoción profunda y contenida. No hay en ellas un vocablo ni un matiz que rompan la armonía ni la dignidad perfecta del discurso”.
JoSÉ antonIo Roca Y Boloña.- José Antonio Roca y Boloña nació en Lima el 12 de noviembre de 1834. Su origen fue guayaquileño. Alumno del Colegio Guadalupe, en el que contó entre sus condiscípulos a Manuel Pardo, abandonó halagüeñas perspectivas comerciales y sociales para ingresar al Seminario de Santo Toribio donde fue, a la vez, alumno y profesor. Periodista combativo en El Católico, El Progreso Católico, La Sociedad y El Bien Público (este último, órgano de publicidad por él fundado), catedrático en la Facultad de Teología, provisor de la Curia Eclesiástica, presidente de la comisión encargada de celebrar el centenario de Santa Rosa en 1886, director del Colegio de Santo Tomás de Aquino, Piérola nombrole dignatario del Cabildo de Lima en 1898. También desempeñó otras funciones de carácter nacional. Fue presidente de las ambulancias de la Cruz Roja durante la guerra con Chile, diputado al Congreso de 1884 (en cuya tribuna contribuyó con su palabra a que se aprobara el Tratado de Ancón), miembro correspondiente de la Real Academia de la Lengua.
La fama de monseñor Roca y Boloña estuvo ligada, sobre todo, a su gran talento como orador. Dentro de su vasta producción en la tribuna descollaron sermones, panegíricos, discursos
sobre el matrimonio, disertaciones académicas, oraciones fúnebres y piezas patrióticas. Entre los panegíricos descuella el de San Francisco de Asís. Como académico, dedicó un discurso a Dios y otro a la palabra. No hubo casi personaje notable que al morir no diera ocasión a alguna de sus elocuentes oraciones fúnebres: Mateo Aguilar, José Gálvez Egúzquiza, José Balta, Manuel Pardo, Grau. El discurso que pronunció en 1890 con motivo de la traslación de los restos de los héroes de la guerra con Chile, rivaliza en méritos con el de Manuel Tovar seis años antes y aparece como uno de los documentos capitales de la profusa literatura patriótica que esa contienda suscitó. Su último sermón fue el 8 de diciembre de 1898 en la imposición del palio sacerdotal precisamente a su antiguo amigo Manuel Tovar.
La edad, la ceguera y los achaques lo condenaron luego a retirada y dolorida vida. Falleció el 29 de julio de 1914. la FaMa de MonseÑor roca y boloÑa estuvo liGada, sobre todo, a su Gran talento coMo orador. dentro de su vasta producción en la tribuna descollaron serMones, paneGíricos, discursos sobre el MatriMonio, disertaciones acadÉMicas, oraciones FÚnebres y pieZas patrióticas.
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[ adenda: breves notas relacionadas con la educación, la ciencia y la cultura entre 1895-1933 ]
capítulo 6 ● I Chocano ● El regreso de Chocano y su coronación. El debate sobre las dictaduras organizadoras ● El Hombre Sol y el asesinato de Edwin Elmore ● Chocano entre 1928 y 1933 ● II Enrique López Albújar ● III Clemente Palma y el diputado Corrales ● IV Manuel Beingolea