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Martín Adán
LOS HERALDOS NEGROS
Este poemario de César Vallejo fue escrito de 1915 a 1918. Consta de seis secciones, de tono desigual. Entre los temas predominantes se encuentran el dolor humano, el sufrimiento y la pasión. Aquí se ve la influencia en Vallejo de otros poetas, como el nicaragüense Rubén Darío, el uruguayo Julio Herrera y Reissig y los peruanos Chocano y Valdelomar. Otros poemas tienen una voz claramente original que anticipa lo que sería su obra cumbre, Trílce (1922). dedicó poco después a una vida de bohemia que incluyó el alcohol y las drogas, pero no lo alejó de la creación literaria. Ganó entonces el concurso organizado por la Sociedad Entre Nous con su relato “Más allá de la vida y de la muerte”.
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En 1922 apareció en Lima (con un vislumbre y una valentía heroicos en aquella época) su libro de poemas Trilce con prólogo de Antenor Orrego, su admirador y consejero de muchos años. Esta publicación produjo desconcierto. ”El libro ha nacido en el mayor vacío” escribió entonces Vallejo al mismo Orrego. Y agregó estas bellísimas palabras: ”Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizá, siento gravitar sobre mí una hasta hoy desconocida obligación sacratísima de hombre y de artista, ¡la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad. Me doy en la forma más libre que puedo y esta es mi mayor cosecha artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad! ¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no se traspasara esa libertad y cayera en libertinaje! ¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para mi pobre ánima viva”. A Trilce siguieron en 1923 la colección de relatos y cuentos titulada Escalas melografiadas así como la narración Fabla salvaje. El 17 de junio de 1923 emprendió viaje a Europa. El juicio que se le promoviera en Trujillo no había terminado (1) .
A partir de julio de 1923 empezó para Vallejo en París una existencia acechada por la miseria. Hizo traducciones, envió crónicas a las revistas de Lima Variedades y Mundial y a El Comercio. Viajó a España, publicó con Juan Larrea la revista Favorables París Poema y en 1928, atraído por el comunismo, hizo su primer viaje a la Unión Soviética. Junto con Georgette Philippart, que tenía entonces algunos medios económicos y que fue la esposa y la compañera en los últimos años de su vida, realizó en 1929 la segunda visita a Rusia,
En 1930 apareció en Madrid la segunda edición de Trilce con prólogo de José Bergamín y un poema-salutación de Gerardo Diego. Este hecho señaló el descubrimiento de Vallejo en España. Sindicado como militante del Partido Comunista junto con Armando Bazán y Juan Luis
(1) Cuando en 1926 la revista Perricholi inició una encuesta titulada "¿Cuál es, en su concepto, la figura literaria más grande que ha tenido el Perú?", el autor de la presente obra, entonces muy joven, tuvo la audacia de señalar, el único entre todos los que intervinieron en estos reportajes, los nombres de César Vallejo y José María Eguren. (Las respuestas han sido reproducidas en Fénix Nº 9, Lima, 1953.)
FUE UNO DE LOS PRINCIPALES POETAS CONTEMPORÁNEOS DEL PERÚ, DE VERSOS MUY PERSONALES Y DISíMILES. MARTíN ADÁN (1908-1985)
Su nombre verdadero era Rafael de la Fuente Benavides. Según José Carlos Mariátegui, su seudónimo fue inspirado por la teoría de Charles Darwin, como una transición entre el mono Martín, un personaje del cine mudo y Adán, personaje bíblico. Nació en la ciudad de Lima y estudio Letras y Derecho en la Universidad Mayor de San Marcos. Trabajó en el Banco Agrícola durante unos años y luego, por encargo de la Biblioteca Nacional, inició la preparación de un diccionario crítico-bibliográfico de la literatura peruana,
Velásquez, fue obligado en diciembre de aquel año a abandonar el territorio francés, y se trasladó a Madrid.
En su primer libro poético, Los heraldos negros, hay huellas de Rubén Darío, quizá de algunos simbolistas franceses que conoció por antología de Diez Canedo y, sin duda, de Herrera y Reissig; pero, al mismo tiempo, aparece un poeta completamente liberado, en plena posesión de sí mismo, con temas y expresiones nacionales, regionales, populares o indígenas y, a la vez, con un romanticismo esencial, o sea un sentimiento trascendente de desolación mística, una angustia metafísica que expresa un dolor inmenso y un hondo acento de solidaridad humana. Pero si Los heraldos negros fue la pugna entre una estética que venía del pasado y otra que otea el futuro, Trilce (aunque quizá tiene algún reflejo de las innovaciones formales aportadas por el ultraísmo) es una violenta ruptura con toda imitación o influencia literaria, una liberación audaz de los cauces usuales del metro y de la rima, a la vez que de la sintaxis y de la lógica aparente. De la “pureza poética” de Trilce a través de su descoyuntado idioma, de su armazón esquelética ha hablado José Bargamín y José María Valverde ha dicho que en el lenguaje de Vallejo las palabras se encuentran en un estado que bien podríamos llamar radioactivo, disparándose y saltando de su lugar de clasificación a otros, salidas de sus casillas, con una fuerza de sugestión fantástica y emotiva. Vallejo exhuma palabras antiguas (con lo que evidencia su conocimiento de algunos clásicos del idioma) o inventa otras nuevas o utiliza, de un lado, términos científicos o técnicos y, de otro, expresiones populares y de la vida cotidiana. Pero para él el atuendo verbal no importa. Trata de reducir el lenguaje a lo indispensable para alcanzar un meollo o entraña esencial. Su estilo, brotado del candor y la iracundia, tiene un sentido genésico para las palabras que usa. Pero debajo de todo ello balbucea una vital emoción humana, se arremolinan recuerdo e imágenes subconscientes, aparecen las huellas de estupendos fracasos, refléjanse experiencias de pobreza, prisión y soledad en una vida que no tiene sentido, donde priman el dolor y la angustia que sumen a los hombres en triste orfandad, un mundo hostil cuyo alquiler todos quieren cobrar, unidos al dulce recuerdo de la infancia y del hogar arrebatados por el tiempo y a una solidaridad esencial con los que sufren y con los que son oprimidos Muchos poemas son autográficos; pero estos motivos son una casual para descender a las entrañas más profundas del ser. Hombre de su tiempo, Vallejo se apasionó por las cuestiones sociales a partir de 1928 y él, tan personal y casi anárquico (sedicioso nato, insurrecto total lo llama Juan Larrea) militó en la organización revolucionaria. En artículos y crónicas y también en libros como El tungsteno y HoMbre de su tieMpo, valleJo se apasionó por las cuestiones sociales a partir de 1928 y Él, tan personal y casi anÁrQuico (sedicioso nato, insurrecto total lo llaMa Juan larrea) Militó en la orGaniZación revolucionaria.
que no llegó a completar. Obtuvo un doctorado en 1938, con la tesis “De lo barroco en el Perú”. Pocos años después se apartó de toda responsabilidad social y se dedicó a la bohemia. Más tarde pasó a un hospital de reposo, donde recibió en 1956 su nombramiento a la Academia Peruana de la Lengua y el Premio Nacional de Literatura de 1974. Su principal obra fue La casa de cartón (1928), un relato a manera de novela que se convirtió en una obra de vanguardia. Tres años después escribió uno de sus poemas más importantes: “Aloysius Acker”, que revisó en varias oportunidades. Durante su trayectoria publicó La rosa de la espinela (1939); Sonetos a la rosa (1941); Travesía de extramares (1950), poemario por el que recibió el Premio Nacional de Poesía de 1946; Escrito a ciegas (1961); La mano desasida (1961); Canto a Machu Picchu (1964), Premio Nacional de Poesía de 1964; La piedra absoluta (1966); Mi diario (1966-1967); y Diario de poeta (1966-1973).