Los cibernavegantes son como los poetas, como los artistas: no tienen fronteras. Cada día recorren nuevos caminos, reinventan su arquitectura interior. Asimismo, son exploradores del tiempo, cabalgan en corceles del futuro, son timoneles de sí mismos y de encantadas redes lumínicas; como también son responsables de un destino inexorablemente común, cerniéndose sobre la cosmonave Tierra: el extraordinario incremento de la complejidad, su tendencia al desorden, junto a la fascinante, aun cuando inquietante nueva dimensión de existencia en el emergente Ciberespacio.