Pluma Volumen 4

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Pluma

Volumen 4

Septiembre 2018


¿Qué es la muerte? La pregunta es de carácter científico. La ciencia occidental mantiene que una «línea plana» en un electroencefalograma significa el cese de la actividad cerebral y de los latidos del corazón, y por lo tanto representa la muerte. Pero la explicación de la muerte como una nada en la conciencia no es un descubrimiento científico. Es una noción conceptual. Se han dado muchos casos de personas que han revivido tras «dar plano» durante algún tiempo, y que han explicado intensas experiencias subjetivas.

Introducción de Robert A. Thurman al Bhardo Thos Grol (conocido como Librto tibetano de los muertos).


Dedicado a Cancer Monrovia


Vuelta a casa Yo creo en un mundo diferente, un mundo lleno de color Donde sumergirnos cuando estamos tristes. Un mundo subjetivo y lejos de lo físico que nos limita. Kyen A su alrededor, el mundo se desmoronaba. El cielo entero era un mar de nubes grises de diferentes tonalidades. Los truenos rugían más allá, mucho más allá, amenazando con irrumpir con una brutalidad arrasadora. Todo había perdido el color y la luz. La tierra, la vegetación, el aire mismo se habían tornado grises como rocas, y en el aire se saboreaba ceniza. El silencio se había impuesto al sonido por lo general —un silencio ensordecedor, capaz de introducirse por tus oídos y presionar desde dentro en una arremetida de dolor y vacío—, aunque el segundo resistía en pequeños estertores... ...como la agitación de las hojas de los árboles ante el viento huracanado que lo zarandeaba todo... ..., como en la tormenta eléctrica, torva y lejana... ..., como en la respiración del chico y su perro, escondidos tras los arbustos. El primero había sido alcanzado por un proyectil en un costado, y tenía los ojos cerrados y los labios fruncidos en un intento por alejar el pensamiento de ceder al sufrimiento y gritar. No quería alertar a los pájaros negros, que acechaban


el mundo como cuervos excesivamente ambiciosos —¿un mundo entero como botín? Demasiado para cualquier criatura—. Revoloteaban, dejando estelas de tonalidades moradas, alrededor de ese lado del diminuto planeta, horadando las nubes a su paso. El perro a su lado, un cachorro de Braco de pelo corto que hubiera sido de color marrón, lo miraba con ojos cansados, agazapado y gimiendo tan silenciosamente como le fuera posible. Como si el gris imperante fuera el filtro de una película, tanto su compañero como él se habían impregnado de esa triste tonalidad. Sus ojos, que antaño oscilaban entre un gris pálido y un azul helado, se habían acabado decantando por la primera opción. Los dos soles vacíos que servían de estrellas principales en su sistema planetario se empequeñecían a un ritmo casi imperceptible, pero el subconsciente no dejaba de alertarlos de que estaba ocurriendo. Lento e inexorable, pero con unas consecuencias catastróficas. ¿Pero qué más daba? Todo había terminado. Estaban rodeados y heridos, y ambos estaban cansados. Muy cansados. Después de toda una vida de triunfos y derrotas, de sorpresas y decepciones, de aciertos y de errores y de mucho, mucho aprendizaje al respecto. Después del deber y del amor, habían llegado hasta ese punto. Un niño de más o menos un metro de altura y su perro, yacentes tras los arbustos incoloros, controlando su respiración para que sus jadeos fueran seguros. Y los pájaros negros sobre el mundo los esperaban.


—¡Nadie me dijo que sería así! —se quejó el haya anciana a su izquierda—. Me mentisteis. El niño dejó escapar una risa podrida por la tos. El perro levantó la cabeza y las orejas, alerta, pero no tardó en bajarlas cuando dejó de toser. —Así es la vida —divagó en un susurro, y pareció querer reír de nuevo, pero no tuvo fuerzas—. Muchas de nuestras decisiones se basan en mentiras, haya. Uno se acostumbra. —Los árboles tenemos un dicho para ello, o eso creo. —Se quedó en silencio. —¿Y bien? —Ya está. Los árboles nos comunicamos entre nosotros así, en silencio. ¿Alguna vez has visto hablar a dos árboles sobre el tiempo? —Tampoco lo había oído hablar conmigo. —Somos tímidos. Haber iniciado una conversación... El chico volvió a toser. —Si sobrevivimos —siguió el árbol—, te lo recomiendo. Cada especie de árbol tiene su propio acento. Algunos son muy divertidos. Probablemente, si fuera un humano ahora podría verse en su rostro una de esas sonrisas soñadoras capaces de imbuirte de la más pura de las felicidades. Tal vez estaba llevando a cabo el equivalente de los árboles, porque el joven herido se sintió alegre por unos instantes, y muy unido al sentimiento que desprendía. Es curioso cómo hasta en el fin uno puede tener ganas de sonreír si está bien acompañado.


Los ojos del perro se posaron en él. Sus largas orejas gachas. Lo había visto tan grande y alargado, tan musculoso y fuerte, que ahora le parecía una broma en comparación. Lo mismo debía de ocurrirle al animal cuando le miraba. —¡Oh, oh! —interrumpió sus pensamientos el árbol. Sus hojas temblaban—. Que caen, que caen. Por un momento, el niño deseó que se refiriera a gotas, que la tormenta que llevaba tanto tiempo anunciándose se hubiera materializado; que, por una vez en su vida, los miedos intangibles, esas bestias que acechan en el umbral, se mostraran de forma manifiesta. Pero no era así. —¡Los pájaros! Hay uno que se está acercando mucho. Le temblaba hasta su voz arbórea, y no era para menos. Estaba hablando de los únicos seres que mantenían el color en esa situación: un negro insondable y enloquecedor, seguido por el morado de su estela. —Por si alguien pregunta, voy a callarme a partir de ahora, que no hay ser que preste atención a un árbol silencioso. Un placer haber conversado con vosotros. Y se calló. El silencio pudo así dar otro paso adelante. El pájaro aterrizó, y un trueno lo recibió lejos, tal vez desde más allá de las nubes. Ésa no sería la única recepción que recibiría; de eso se encargaría el chico, que agarró una rama firme del suelo y la usó para incorporarse. Había usado la misma fuerza para agarrarse a la barra


el día de su muerte. El Braco le miró con sus largas orejas caídas y se levantó con la voluntad de seguirle, pero su compañero lo detuvo. Obediente, se quedó tras el arbusto, observando cómo el joven andaba cojeando en dirección a la criatura que le aguardaba. Había que tener cierta imaginación para llamar a ese monstruo “pájaro”. Completamente azabache, su cuerpo medía unos dos metros, y estaba compuesto simplemente de alas acabadas por abajo en dos soportes y una protuberancia al frente que ejercía de cabeza, como una grulla de papiroflexia. Las alas se prolongaban hacia arriba y, en su centro, ligeramente al frente con lo que podían ser considerados cuernos. Tenía ojos, pero no podías verlos; sólo sentirlos. Estaban clavados en su enemigo, en ese chico al final de su larga vida, que los había derrotado varias veces tras su muerte, y que se enfrentaría a ellos una vez más. Y perdería antes de ofrecer resistencia. Cuando se colocó a unos pocos metros de la criatura, cuya cabeza tenía un segundo módulo sobre el pico que aparentaba una capucha, el niño comenzó a desvanecerse, a convertirse en polvo gris y a ser arrastrado por el viento salvaje. El pájaro lo vio perder, rendirse al final de tantas cosas, soltar los mandos y abrazar el descanso final, la consecuencia lógica al rumbo que había tomado su vida. El perro quiso aullar, pero no era el momento. Aunque sabía que el siguiente sería él, aún albergaba esperanzas. Tuvo que reprimir todos sus sentimientos, todo el


dolor y la desesperación de ver a su compañero —que no su amo— desaparecer para siempre. Quería tocar su mano con el hocico y empujarla arriba en señal de apoyo. Quería acariciar sus piernas con su lomo. Quería sonreírle una vez más, tranquilizarlo en sus últimos segundos. Pero se quedó allí, cobarde tras el arbusto, valiente según aquel que había puesto fin a su existencia. Nunca hubiera imaginado el nacimiento como una experiencia tan aterradora.

Victor Vidal


MINERVA Acababa de mudarse justo detrás de mi casa una chica, nueva en el vecindario, cuyo patio trasero daba con el mío. Al asomarse por la ventana podía verme, y yo la veía; colocando cajas, libros en la estantería, velas en el escritorio. Dos semanas tardamos en coincidir en el patio, cada cual en el suyo, pues era invierno y no salía yo más que para fumar, a veces embobado con la higuera que plantó mi madre al fallecer, otras mirando a su ventana. No fue mía la iniciativa cuando ella me sonrió, ni fue mía la iniciativa cuando se la devolví. Una noche, pasadas las fiestas de Navidad, interrumpió mi lectura una piedrecita en la ventana, ella en mi jardín reclamaba mi atención, fijamente la miré y baje, sin articular palabra. Al bajar, ella ya no estaba. Me encendí un cigarro y tres minutos tardó en asomarse a su ventana, me había dejado la puerta abierta decía, sus padres estaban durmiendo decía, la miré fijamente, me acabé el cigarro y subí, sin articular palabra. No me quiso decir su nombre pero me pidió que le llamase Minerva, no me dijo nada más, me besó y acto seguido se desnudó; desnuda y con el nombre de una diosa, irresistible. No dormí en su casa, cerca de la madrugada me contó cosas sobre ella; su padre murió siendo ella joven, ahora vivía con su madre y la pareja de ésta, un buen tío por


lo que decía pero algo gilipollas, como todos los que se follan a la madre de uno imagino. Estaba estudiando filología alemana y le gustaba escribir en sus ratos libres, relatos cortos a veces y poemas en su mayoría. Coincidimos en nuestro placer por la escritura y me pidió que le escribiera un poema en un diario el cual no me quiso mostrar el resto de páginas, le escribí los últimos versos de uno de Bukowski “A esa puta que se llevó mis poemas”; irónico que ella se llevase ese poema. Habló bastante sin desviar su mirada de la mía, y la mía ocasionalmente lo hacía, parándose primero en sus labios y en el lunar de su cuello después. Me dio un beso en la frente, me vestí y me marché. Días más tarde coincidimos en el patio también, yo fumaba con más frecuencia para verla y ella, bueno, ella parecía que le gustaba asomarse a la ventana más de lo normal. Dos semanas tras conocernos mis padre y su pareja se marcharon un fin de semana a una casa rural en los Pirineos Aragoneses con motivo de la celebración de su undécimo aniversario, como cualquier chico de diecinueve años monté una fiesta. Invité a los de mi clase, a mis amigos de siempre, a un grupo de colegas de Gerona a los que les ofrecí estancia; las personas las cuales invitaban mis amigos eran bien recibidas y, como no, la invité a ella también. Mi casa es grande, tres pisos, dos patios y una terraza, cabíamos todos. Cada uno trajo alcohol para uno mismo, algunos grupos hicieron botes entre ellos pese a que la suma total


del alcohol era muy superior a la que podíamos ingerir, la marihuana era abundante también y solo unos pocos, y sin compartirla, trajeron cocaína y LSD. Eran las doce de la noche y estaba todo montado, éramos cerca de treinta personas, no había saludado a todo el mundo aún pues cada cual estaba ya bebiendo, dejé todo lo claro posible que habían cinco habitaciones en el piso de arriba para quienes quisieran follar o pasar la noche después, la nevera de la cocina no se tocaba y si alguien se encontraba mal se acudiera a mi el primero; a las dos ya había gente follando en la terraza. Estaba yo hablando con ella, Minerva, así se presentó también ante mis amigos, llegó algo tarde y no se reparó demasiado en su presencia. Se nos acercó entonces, cuando quizás estábamos demasiado cerca como para seguir hablando, una amiga que me apartó de ella un momento. A decir verdad es amiga de mi ex novia, parece ser que ésta se encontraba demasiado mal por haber bebido mucho, al verla era cierto que estaba mal; ella es pelirroja, con unos ojos verdes impenetrables y unos incisivos de esos que deseas que te muerdan. La quise subir a mi habitación para ver si se calmaba un poco y se le pasaba la borrachera, pero mi habitación estaba ocupada por lo que fuimos a la de mis padres. Me abrazó y me susurró al oído que no era cosa del alcohol, que llevaba un par de rayas y acto seguido, justo cinco dedos bajo la oreja, clavó esos incisivos que rápido pusieron en éxtasis mi sistema límbico; acabamos follando en la habitación de mis padres, con el jarrón


que compraron en Mallorca como testigo y las marcas en mi cuello y espalda como consecuencia. Bajamos ambos y yo seguí bebiendo, ella se marchó con un par de amigas, no habían salido por la puerta que ya se lo estaban contando. Se hicieron las cuatro y media, la música seguía alta, y la gente estaba ocupada con juegos cuya finalidad era beber; llamé a Minerva, me apetecía algo de afecto, había bebido demasiado quizás, me lo cogió y me dijo que quedábamos en mi habitación. Al subir no había nadie, en lo que buscaba su contacto para llamarla de nuevo oí como una piedrecita golpeaba mi ventana, me asomé y era ella, le dije que me esperase, y bajé. Ella no dijo nada. Al bajar ella ya no estaba, me conocía esa jugada, me encendí un cigarro y esperé a que se asomase a su ventana, al verla ambos nos miramos, su mirada era impenetrable esta vez, dulce pero en alerta como si de una madre loba se tratase, su rostro mostraba una expresión serena esbozando una media sonrisa, dejé el cigarro a medias rompiendo las paralelas que formaban nuestras miradas y subí, la puerta de su casa estaba abierta. Al subir yo ella no estaba, la volví a llamar pero no respondía. Bien chico -dijo el agente con un tono solemne- he anotado lo dicho y ha quedado grabado. Decirte que hayamos a Cristina muerta en la guardilla de su casa, colgada de una soga. La autopsia indica que lleva fallecida desde hace dos días, verás, es imposible que hubiera acudido a tu fiesta. Se te enviará una carta dentro de poco -aquí parece que se le rompe ligeramente la voz,


quizás el confía en que soy en esto víctima tambiéncon indicaciones para acudir de nuevo a comisaría y volver a declarar ante el inspector jefe, entonces se te investigará y solo después se te entregará una citación judicial. No podía creer lo que estaba pasando, Cristina..., Minerva... debía encontrar algo que me demostrase que existía, saber lo que pasó, debía encontrar el diario en el que escribí el poema. Alex Mañé.


soy un acuario con un pez globo en el vientre (recuerdo a Rita Chirian) y preguntaste si existían las mariposas nocturnas, y yo quería contarte sobre una noche y mis rodillas tornándose dos caras internas de una sandía, acerca de estar a cuatro patas en el asiento trasero de un monovolumen y volver a ser virgen de nuevo, que quieran coserte la boca con una aguja de bordar, y el hilo que inflama, sobre la esquirla de un hueso que no existe bajo el ombligo y pensar: soy un acuario con un pez globo marrón en el vientre, acerca de descubrirte un animalito errante durante el orgasmo de un hombre-perro y el contacto curioso y bañado de saliva y el semen impacien te, otra embestida, y una nuez susurrando ¿duele? ¿acabo? y otra embestida ¿eres impenetrable? (...) no era una pregunta, sobre los hilillos de saliva y cuando todo es líquido y rebosante y cae sobre el glúteo como cera de vela, acerca de los peligros de una sonda a tu vagina y las preguntas como¿duele tanto de verdad? ¿notas el aleteo todavía vivo? es la venganza de los pulpos y el párroco del barrio gritando: ¡llorarás sangre!, sobre el fin de los eufemismos y el quiste ya muy amarradito a tu ovario, sobre no querer estornudar, ni defecar, ni engullir píldoras, ni sexo que


se hunda, quiero contarte una pequeña historia sobre este ovario cinco veces más viejo y una doctora confusa escribiendo: dismonorrea, quizá empiece aquí la historia de la versión moderna de la histeria, con dos criaturas de alas traslúcidas desplegando sus alas sobre una película radiográfica, riendo bajito y arrastrándose hacia el intestino, quiero contarte sobre repetir una y otra vez: mis sueños son de esmalte. Andrea Bescós



Punto de fuga El techo es solo una sugerencia En cualquier espacio En cualquier momento Surge aquel recuerdo de nadie provincial de donde no había yoes. Entonces los ecos invisibles, prenden color Prismas, rotaciones, toroides; Música, vacío, vibraciones, vacío, música, , Estelas, Brotes, bailan ciclos Ríos de tiempo como caballos Un agujero en la pared, una forma antigua del ser contempla las estrellas por primera vez. Percata un intruso, que posee un yo Suelo sin resistencia Un mar,

encandece Giroscopios, estroboscopia (salto) Caída reversa, Se cruzan capas Se cruzan capas


Ahora pasa un tren Parece que ahora estoy sentado en una estación. (percato) Mierda, he perdido el tren‌

Fausto Amole


Civilizarse

, desde cierto punto de vista, es debilitarse: Si somos seres que, hablando en términos de evolución, nos acostumbramos a lo que nos rodea en la medida de lo posible y a su debido tiempo, creándonos más comodidades (necesidades), desnaturalizándonos –si es eso posible no hablando metafóricamente–, tomamos partido en nuestro proceso azaroso creyéndonos conscientes del mismo, cuando a duras penas solo lo sabemos. Para todo tenemos una “-logia”, y como no, para esto también: El campo de la biología, la ciencia de la genética, arde en deseos de mutar lo que se es –esto no debe confundirse con: “Querer jugar a ser dios”, pues jugar es ser dios y el pecado del exceso de curiosidad no es un juego–. En una exposición (+Humanos), dado el trasfondo científico/tecnológico actual, se pretende dar a conocer al espectador el gran abanico de posibilidades que se le pueden llegar a presentar en un futuro no muy lejano. Cuando terminé la visita me sentí abrumado a la vez que maravillado. Pensé: ¡Wow! ¡No tenemos límites! Podemos hacer verdaderas genialidades. (A propósito, el anti-sistema tiene algo que agradecer al capitalista liberal en cuanto a precursor económico de dicho trasfondo: Demuestra que no tenemos límites... Somos realizadores tanto de distopías como de utopías, ergo no son ni distopías ni utopías). Por lo que al beneficio respecta admiro a la ciencia, pienso que debería ser su única preocupación. (Siempre y cuando se hayan preguntado los científicos que es be-


neficioso: Hay que entender aquí a Heidegger cuando dice que “La ciencia no piensa”). Después de alucinar me asaltaron dudas como estas: ¿Perderemos el sentido de lo que es ser humano? ¿Acaso lo hemos llegado a comprender? ¿No será ser humano una simple delimitación? ¿Pretendemos, por nuestra obstinada repulsión a la realidad, huir de nuestra condición animal? Algunos podrían justificar la deriva de los acontecimientos, así:”¡Pero el logos forma parte de la physis! Ninguna de sus acciones puede ser tildada de antinatural.” Y eso no descartaría que pueda llegar a ser un error pensar lo pensante como un ente que traduce objetivamente lo que es percibido al entendimiento. Sin un enfoque agudo de nuestras facultades, se convierten en distorsiones –pensé–. La neutralidad es la bandera con la que se convencen los doctos de ser portadores de la verdad. Quieren dar a entender que se caracterizan por no dejarse llevar cuando se dedican a intentar demostrar teorías, depurándolas mediante su método sagrado. Del mismo modo en que se cree en el profeta, se cree en el científico; ambos me dicen: “No soy yo quien habla... Tan solo soy un medio de comunicación a través del cuál, habla lo divino.” Con estas afirmaciones no llamo a quemar laboratorios, simplemente quiero que sus sacerdotes extirpen de su pasión –de su labor– toda religiosidad, todo totalitarismo. Que se re-entiendan. A Albert Camus le hubiese encantado verles admitiendo lo que hay de contradictorio en ansiar razonar un mundo irrazonable. Vuelvo al enfoque


agudo: Podría ser, por poner un ejemplo, que nuestro intelecto “esté pensado” más bien para sobrevivir, que no para vivir y entender la vida. Puede que sea como el olfato de un perro cuando discierne si algo es comestible o no... Casi por inercia... Cuando nos reconocemos absurdos, se saben las metas colectivas, no como un deber beneficioso, sino como una obligación impuesta por otro, una dictadura de la otredad: Un derroche de instantes. Es entonces cuando se puede llegar a apreciar la meta que nunca será totalmente alcanzada, un entrenamiento eterno al que debemos agradecer el mantenernos ocupados: Llegar a ser lo que se quiere ser (es decir: Ser lo que se es). Descubrirse violín y esforzarse por volver a ser madera –un anhelo Rimbaudiano– (aquí, la “democracia” se restringe a unas mínimas necesidades de manada y a la pura amistad, tal vez a la “asociación de egoístas” de Max Stirner). I Parece lluvia. Del pino caen las gotas. Sopla. Es viento. II Abajo: “Smartphone.” Siempre va cabizbajo. Arriba: Pino. Veinte años han pasado desde que salió a la luz “Ok Computer” de Radiohead y, desoyéndolo, masivas


miradas resignadas se posan sobre la pantalla de un “smartphone” que libra de tener que ser uno mismo “smart”, o, simplemente de tener que ser uno mismo. Volvamos a Rimbaud: –Nos equivocamos al decir: “Yo pienso”: Deberíamos decir: “Alguien me piensa.” (...) Yo es otro.– En el caso que nos atañe, ese alguien ha hecho algo que nos piensa. Cabe destacar aquí que internet no reemplaza algo exclusivo del libro: El libro es una herramienta que esencialmente comunica –como internet, pero...– con profundidad. Si internet es una parlamento mediocre, un gallinero; los libros –sublimes– son silencios pensantes y sensibles que se instauran en una conversación. Bromeando seriamente podríamos decir que lo que hay de genial en internet es el hecho de poder compartir –tal vez ilegalmente– libros con usuarios bípedos implumes y de uñas planas de todo el astro. Aunque trágicamente nunca podamos llegar a comprender un pensamiento ajeno tal y como su autor lo entiende, aunque solo seamos invitados por mucho que queramos ser inquilinos en su ser, podemos alcanzar mucho más que la superficie, que la capa terrestre de un planeta desconocido. Pero para ello hay que integrar en uno mismo esa característica tan oriental y tan necesaria remarcada por Cioran, hay que desnudarse de convicciones: En contra de lo que occidente con su religiosidad totalitaria ha transmitido infectando lo que orgullosamente reclama como su cuna, no es más sabio quien más sabe, y dado que esto se ha convertido en


tópico, se lo acostumbra a mirar por encima del hombro. He oído decir a muchos cínicos que desvirtúan el término, cosas como esta: “¡No podemos estar siempre en guardia! ¡Nos volveríamos locos!” ¿No sería acaso una locura que el cantautor Manu Chao tuviera razón cuando canta: “Todo es mentira”? ¿No sería en ese caso más cuerdo quien desconfiara hasta que tuviera razones para confiar en algo? Hoy –como ayer y mañana– es más importante que nunca dejar de hacer pop barato para enriquecerse, para entretenerse, y seguir aullando excepcionalmente para hacer arte, como lo hizo Radiohead hace 20 años. Debilitarse, en términos humanos, es simple y llanamente “buscar el poder fuera”, su antítesis: Fortalecerse, se basa en “buscar el poder sobre uno mismo”. ¿Hay algo más poderoso fuera de uno mismo que el dinero hoy en día? El dinero: La corona. El banco: El rey. ¿Para que cortarle la cabeza al banquero de nuevo y dar al verdugo el derecho de revalorizar materia, de re-nombrar algo que, al fin y al cabo, sigue siendo una corona? ¿Para que seguir debilitándonos? Las palabras son nuestras enemigas cuando permiten que el hecho de llamar a algo corona signifique dotarlo así de poder. Erich Fromm diría: “Las palabras no tienen realidad en sí mismas, sino que en el contexto en que se emplean y en las intenciones y carácter de quien las emplea. Si se interpretan parcialmente, sin perspectiva de fondo, no comunican, sino que ocultan las ideas.” Si entendiéramos lo peligrosas que son las palabras, tal vez un si-


lencio maravilloso se instauraría y, meditaríamos a fondo sobre si lo que decimos es lo que queremos decir: Tocaríamos el fondo de la piscina de cada palabra. Un ejemplo: Hasta hace no mucho, cuando me encontraba en un texto de Nietzsche con la palabra “desprecio”, no lograba escudriñar más que una cara de asco que se aparta del objeto que despierta repulsión –gesto no demasiado alejado del odio–. Ahora, tras empezar a deshacerme de mis convicciones al respecto, veo con claridad lo simple que era fijarse en que esta compuesta por la palabra “precio” de forma negativa. Es decir: No apreciar, no valorar, o si se prefiere: No tener en cuenta. ¿Como se le puede dedicar una mueca rabiosa a algo que ni siquiera se tiene en cuenta? De los que buscan el poder fuera con más intensidad que los que lo hacen porque piensan que no les queda otra, podemos decir que encontrar dicho poder es tener poder sobre los demás – o simplemente dominarlos– ¿Que significa eso? Primordialmente se trata de ser alguien a quien se tiene en cuenta para dar y quitar valor a algo. –¿Como nos va a poder chantajear el verdugo si no?– (Paréntesis):–¿Porque es el dinero lo que más se valora?–Esta sería una pregunta explosiva que deberían hacerse los que vuelven cansados de trabajar si dudan de lo que hasta ahora han dado por supuesto. Ahora alguno se puede preguntar: –Si me he forjado personalidad soldando convicciones que he ido “pensando” a lo largo del camino, ¿porque debería ahora deshacerme


de ellas?– Y Cioran le diría: “Solo tiene convicciones quien no ha profundizado en nada.” O tal vez le diría que no es lo mismo tener opiniones que convicciones. El HOMBRE que ha dado valor al dinero ha copiado –y pegado encima– un mecanismo: “Doy valor a algo que “da” poder a quien lo posee, disipando así la idea de que soy yo, el valorizador, el que tiene dicho poder. Disipando así también la idea de que el poder es ser algo que vale, no atesorar algo que he decidido que vale.” –Recuérdese que una decisión se convierte en norma cuando todas las partes implicadas, incluso a desgana, asienten.– A quien guste de manifestarse para poder decidir, a quien no pueda parar de gritar e insultar cuando lee el periódico pensando cuán distinto sería todo si el o ella legislara, quiero decirle: Es muy difícil, lo se, pero olvídate. Cuando pienso en mi padre, a veces me viene a la cabeza una locución latina que le encanta: “Facit indignatio versum.” Literalmente: “La indignación hace versos”. Pero hay que entender de una vez por todas, para no repetir este círculo vicioso el cuál “el del palco” ya ha aprendido a mantener bajo control, que aunque la indignación haga versos, no los termina. Y que mejor forma de terminar este aullido, este cabreo –forma más popular de llamar a la indignación– que con esta frase de Nietzsche: “Donde no puedas amar, pasa de largo.” Adrià Masero


Viaje a Laos Después de Bajar del avión, salir del aeropuerto, ir a la ciudad, ir al hotel, ir a comer, ir a dormir (si el jet lag me deja), despertarme (sin dormir). Me paseo por las calles, tiendas, gente que habla, gritos, olores, aroma, y ruido, y movimiento, Ginsberg vete. Empecemos, cojo un taxi, o una moto, o una mini van, o una bici, no sé, no he estado ahí, es lo que dicen los blogs de viajes. Me dirijo al templo, Pha That Luang, donde está la gran escultura del Buda tumbado, la Estatua del Descanso de Buda, no sé si es eso realmente, es lo que dice Google. Lo siento Thibault. Vaya pedazo de estatua, que calor hacer, malditos judíos, pero es oro de verdad, putos budistas son ricos, como el ISIS, Galaboda Athethe Gnanasara, es broma. Lo siento Thibault. Me he equivocado, voy a Xien Khuan, a ver las esculturas, esto es la puta hostia, la verdad es que viajar solo mola Miguel, da miedo, pero igualmente ¿siempre estamos solos no? Realmente no he ido a ningún sitio Pessoa Mulet Barbott. Las esculturas son el pasado, el presente, el puente, yo soy el puente, yo soy Die Brüke, yo soy el Übermench, yo soy Zoroastro, yo soy la nada, yo soy la existencia de la nada, yo soy la libertad. Dios que calor hace aquí y en Laos como me dicen Google y el blog de viajes. Voy a Vang Vieng. Esto es la hostia, el súper río Nam Song. No es el Ganges, pero hay muertos igual, todos los ríos son el Leteo. Me pa-


seo un rato, me baño, ando, duermo y como. Por el camino veo pescadores, y veo pescado, y veo barcos y casas, y niños y animales. Yo busco la paz pero la paz no es algo que esté en Laos, en Nam Song, en Vang Vieng, la paz está en mí, eso es el atmán y eso eres tú. Realmente estos lugares no son los que crearon a Buda, son animistas, lo fueron, el gobierno lo niega, Buda no. Pero han modificado su tierra, la ha budeizado, la han transformado y la han recreado, han creado el nirvana. No es el paraíso, el paraíso está en mi, como diría otra vez mi amigo Pessoa Mulet Barbott. Ellos viven en paz, o no. Les hemos fastidiado la vida, yo no, mis jefes, mis patrones, mis creadores, y ahora también a nosotros. Antes teníamos monasterios, Montserrat, ahora tienen scooters y nosotros tenemos Ryanair. Nadie tendría que habitar en sus templos, ni visitantes ni ellos-nosotros. Esos lugares están habitados por el tiempo, por la memoria, por la historia, por la tradición. Ya lo he dicho, ellos son Die Brüke, al igual que yo. Son la historia y juntos somos el presente, el ejemplo y la prueba del pasado y el indicio del futuro. En ellos vive la paz, en ellos vive el bien, en ellos vive la vida, y en ellos hay muerte. Veo varios templos en diferentes zonas del país, veo diferentes personas rezando, haciendo ofrendas a sus Budas, o dioses, o piedras talladas en el siglo XIV, pintadas de oro y vestidas con ropas color azafrán. Los unos dan y los otros no se mueven, los primeros no reciben y los otros sí. Es su atmán quien se lo da, es su cogito, es su


sistema inconsciente libre de censura, reciben la nada y con la nada crean, con la nada existen y con ella son. Finalmente me paseo por Vat Phou, las grandes llanuras verdes son mi vacío, mi vacío personalizado, ¿verdad Nishitani? Lo siento Thibault. Pienso en todo, ¿qué es todo? En vivir, en morir, en el amor, en el odio, y en la felicidad, y en la depresión, pienso en los niños que cada mañana se ríen al verme pasar cuando desayuno, tú me comprendes Miguel. Realmente todo esto es verdad, ¿qué es verdad? La verdad es lo que es y no lo que no es, como diría San Agustín, o Santo Tomás. Ellos saben lo que es y lo que no es. Nosotros no sabemos nada, pero no importa. Me encuentro en la pradera frente al templo, en la naturaleza, en el templo, pero a la vez me siento fuera de él. ¿Cuál es la diferencia? La roca está fuera, pero aquí está ordenada. Fuera también está ordenada, simplemente con otro orden. Este ha sido un gran viaje, no lo voy a olvidar, no olvido nada, tampoco recuerdo nada, lo tengo todo, todo es yo y yo soy todo, eso es el atmán y eso eres tú. Holy Laos! Holy Buda! Holy Vientian! Holy Pha That Luang! Holy Vang Vieng! HolyXieng Kuan! Holy Vat Phou! Holy Pak Oer! Holy Miguel! Holy Thibault! Holy Pessoa Mulet! Holy Holy! Holy Pluma! Diego Rosado


Sonatina absurda seré breve y lacónico porque los tiempos lo exigen qué exigen los tiempos aún aún exigen los tiempos tiempos de espera tiempos de venta tiempos tiempos de consumo tiempos tiempos de hondura tiempos tiempos de conejos tiempos tiempos de madriguera tiempos tiempos que en la panadería hornean tiempos tiempos rellenos de azúcar y sonrisa de infarto tiempos tiempos de mescolanza grieta y fritura de tiempos tiempos de herejía deshecha a cada paso tiempos estampa de roquefort a cada paso del tiempo estampa de tiempo a cada tiempo tiempo


la filosofía no tiene ninguna capacidad propositiva tiempo tiempo axiomático tiempo proposicional tiempo el hombre muere lleno de azúcar tiempo avanza la bollería pero muere el tiempo tiempo la literatura es poco más que tiempo tiempo me pide mucho tiempo y yo no tengo tiempo tiempo me pedís tiempo y yo no tengo tiempo tiempo la señora del cuarto ya no tiene tiempo tiempo nunca aprendí a escribir tiempo nunca supe como rezar tiempo tiempo que no supe liturgia de tiempo intenté hacerlo de otra forma pero me dijeron que tiempo cuando por lo tanto me acerqué resultó que tiempo al final por lo tanto me quedé con tiempo


por lo que le dije que deberíamos tiempo y así en silencio no quedo más que tiempo metánoia radical de cada paso tiempo tiempo a nadie le importa tiempo la fritura regresiva ha declamado con tiempo seré breve y lacónico porque los tiempos los exigen tiempo qué exigen los tiempos aún aún tiempo retrógrado reaccionario que necesita tiempo nada más y nada menos pero sólo tiempo intenté al fin que tiempo y sólo resultó que tiempo el azúcar es algo así tiempo y sólo al principio tiempo que dije que no tiempo y sí porque tiempo


ya que duda tiempo duda lateral pero tiempo hasta que tiempo y entonces tiempo sรณlo un tiempo de y tiempo un poco tiempo sรณlo tiempo tiempo

Tien-con-un-yen


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Colaboradores: Victor Vidal Alex Mañé Andrea Bescós Fausto Amole Adrià Masero Diego Rosado Tien-con-un-yen Editores: Diego Rosado Miguel Almança



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