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Valeria Cervero

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Guillermo Bianchi

Guillermo Bianchi

VALERIA CERVERO (1972)

una parte de este mundo protege su pausa una pausa indefinida, sin brillo sin grandes promesas de amansadores

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querés partir? querés quitar los anzuelos? querés devolver el golpe?

cada espera es la nota de muchos en el silencio la casa de años, su seña tardes de tilos en otra infancia

una parte de este mundo protege su pausa mientras la sombra miente márgenes sin viento

querés llegar? querés retornar descalza? querés más acá nombrarlo?

sin repetirnos volvemos a sernos tal vez abajo

los restos de un cuerpo, la nada de un cuerpo en la marea que despedaza y contiene a la vez

Podría ser la última tarde aquí o tal vez el tiempo se detenga sin pedir permiso. El cielo es allá afuera, casi árido, y esta casa se esfuerza en su tarea de abrigar, de sostener lo suyo. Las risas de los hijos quiebran el volumen que permite entender las voces; la mirada llega sola a cada personaje y la historia es la misma y otra a la vez.

In the mood for love1: insiste la palabra a través de la muerte. La música multiplica el instante y casi invita a olvidar cada tono. Pero el secreto es un hoyo pequeño en un muro que brota.

Cómo saber si me sostiene o si sólo lo creo, por conveniencia o error, por evitar la duda. Todos los tamaños de una pregunta terminan por coincidir en el tono que más tememos. La distancia talla el espacio hacia cada lado de lo que fuimos y aún puedo ver un cuerpo de claridad. Como el sonido del tren a dieciséis pisos de altura

1 Título en inglés de la película hongkonesa Fa yeung nin wa (2000), escrita y dirigida por Wong Kar-wai y conocida en español como Deseando amar o Con ánimo de amar.

en la madrugada. Cuando casi dormimos y confirmamos el amor en su raíz de fe.

La pared fue una puerta que no conocimos y ahora vuelve a serlo. Entrar es entrar a un nuevo lugar, nuevos lugares, parecidos pero no los mismos.

La casa respira de otra manera, dicen. O es nuestro aire el que circula distinto. Habitamos la que ya no es y sólo queda en los recuerdos de los cuatro o en los días de fotos que alguna vez veremos.

Cuál es la casa, entonces? Mamá tampoco está para contarme.

21. La escritura viene y va. Nos moja y deja en el silencio que nos escribe. Un silencio más acá de los árboles y las gotas de lluvia. Un silencio que pone afuera cada sonido del mundo.

28. El poema se escribe a orillas del río. Cada palabra es una piedra mojada que produce sus propias ondas, sus propios recovecos.

34. No es la piedra de Watanabe, pero también recuerda otras resistencias. En medio del río, nos ofrece un descanso y lo aceptamos sin recelo. Piedras más pequeñas la rodean como si fuera una reina en el agua. Sus superficies son pura dureza que seduce.

44. Agua y piedra pueden ser la combinación perfecta. El alma del río está guardada allí, entre las dos. Donde el sonido de una sobre otra invade todo y se lleva las voces de quienes amamos.

Tal vez lo que quede simplemente sea el hueso, el que hizo de sostén todo este tiempo, antes y después de la caída, de la aparición en medio de la tarde –como una maravilla de puro olor a jazmines–, el hueso, en medio de un cielo que no es cielo ni arte. Porque cuántas vidas abarca una vida? Cuánto amor puede guardar un cuerpo? Pero el hueso sigue ahí, en la espera, en la dicha, en el borde de tanto, como el ojo del tigre en la espesura o un destello infinito en el desierto.

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