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EDITORIAL. El legado de Nicanor Parra en Iberoamérica
EDITORIAL
El legado poético de Nicanor Parra en Iberoamérica
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De la mano de las Jornadas Universitarias de Poesía, derivadas del Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Ulrika ha emprendido una muy propia indagación en torno a la poesía y al poeta, en sus alcances y limitaciones, en lo que se refiere a la asunción apasionada de una forma expresiva cargada de la experiencia humana. Una forma expresiva que, como todas aquellas otras que se consideran integradas por la literatura y el arte, concita un diálogo con los asuntos propios del ser humano, desde lo estético hasta lo ético, lo filosófico, lo lingüístico, lo místico, el amor, el erotismo, lo político universal, lo cotidiano, lo ecológico… Empezamos, desde esa perspectiva de acercamiento, en el 2017 con la obra de José Emilio Pacheco (1939-2014), de su legado en Iberoamérica, para continuar ahora con el poeta (antipoeta) Nicanor Parra (1914-2018), en el marco de las X Jornadas Universitarias de Poesía.
No es casualidad que en ambos autores la preocupación por la eficacia del lenguaje poético en particular y del lenguaje en términos generales impregne de una u otra manera el todo de sus obras: en ello se emparentan con otro grande de nuestras letras: César Vallejo (1892- 1938). Los tres, desde diversas orillas o con distintos énfasis, dan testimonio del tortuoso y muchas veces ineficaz discurrir de la comunicación y del discurso humano, sobre todo el poético. Vallejo en Trilce lleva al delirio esa encrucijada, Pacheco mantiene esa impronta a lo largo de toda su obra –como bien dejan ver
los ensayos sobre el poeta que escribiesen para la revista Ulrika 59 el español Álex Chico, el colombiano Rodolfo Ramírez Soto y el mexicano Margarito Cuéllar–. Parra, por su parte, publica sus antipoemas abordando desde ellos, como señala acertadamente el poeta y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Niall Binns, la metapoesía (a partir de la ironía), la sociedad capitalista y la fragmentación del individuo de nuestros días, el laberinto de lo erótico y la sexualidad, las preocupaciones metafísicas, lo humano en su esplendor y en su caída… De una u otra manera todo ello es vislumbrado o sugerido en los dos artículos de Binns con los que abrimos el dosier sobre Nicanor Parra que publicamos en el número de Ulrika que el lector tiene entre sus manos y que enriquecen desde su particular lectura Rocío Ágreda Piérola (Bolivia), Fernando Linero, Rodolfo Ramírez Soto (Colombia) y Luis Merino Zamora (Chile)...
Quizá el punto de deslinde de Parra, su rasgo particular, esté cifrado en un aspecto que señala Binns en su libro Semblanzas (Editorial Eneida, Madrid, 2017) y es el de la fragmentación del individuo en nuestra era de «las comunicaciones» y desarrollos tecnológicos e industriales, y el cual se manifiesta en la poesía parriana en la divergencia continua entre el «hablante» del poema y su autor (y aun de su lector). «¿Qué asume cada uno de lo
dicho en el texto? Sabemos lo que dicen sus hablantes poéticos (cambiantes, múltiples y contradictorios) mas no lo que proviene del antipoeta, cuánta es su crítica, cuánta su simpatía y cuánta su ironía…». De esta accidentada (y humana) dicción surge una crítica a la univocidad, ese gesto en el fondo arrogante del poeta que se toma muy en serio frente a los demás seres y lenguajes y que por su marca inequívoca de «autor» es tan caro al mundo de la Academia:
Durante medio siglo La poesía fue El paraíso del tonto solemne. Hasta que vine yo Y me instalé con mi montaña rusa. Suban si les parece. Claro que yo no respondo si bajan Echando sangre por boca y narices…
El antipoeta se distancia así del poeta íntegro (monolítico), de la poesía de pequeño dios (en alusión al poeta como pequeño dios de Huidobro); de la poesía de vaca sagrada (quizás en referencia a Neruda); de la poesía de toro furioso (se dice que pensaba en De Rokha). Sobra decir que lo dicho no sólo implica a la poesía chilena: todos sabemos que en el universo de la poesía hay más pequeños dioses, vacas sagradas y toros furiosos, que antipoetas… Ulrika