Club Pont Grup Magazine "Locura"

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Si alguna de estas manchas te ha parecido una moto, ...

... es que estรกs loco por ellas.

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SUMARIO 7 8 14 pág

EDITORIAL

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LOCOS PROFESIONALES

32

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DENNIS HOPPER EL MOTORISTA ETERNO QUE SE BAJÓ DE LA MOTO Y SE VOLVIÓ LOCO

38

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ADONDE LA LOCURA TE LLEVE

20

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¿QUIÉN ESTÁ MÁS LOCO, EL TIEMPO O NOSOTROS?

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VESPAS QUE VUELAN Y HARLEYS QUE NAUFRAGAN: LOS SUCESOS MÁS BIZARROS JAMÁS PROTAGONIZADOS POR UNA MOTO

52

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UNOS LOCOS MUY CUERDOS

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ES UNA LOCURA Y DEBERÍA ESTAR PROHIBIDO, PERO POR SUERTE NO LO ESTÁ

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AVENTIS DE 95 OCTANOS

66

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600 KM EN UNA MOTO DE 49CC ES INCÓMODO, SI ADEMÁS ES DEL AÑO 62, ES UNA LOCURA.

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MINI MAD-CELINO

¿QUÉ DEMONIOS HAGO SUBIDO EN UNA MOTO DENTRO DE UN TÚNEL DE LAVADO?

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EDITORIAL ¿LOCURA? BUENO, ESO DEPENDE DEL PARABRISAS CON EL QUE SE MIRE Hace años leí en un comic de JoeBar como dos motoristas, mientras conducían un coche, iban alabando la calefacción y el estéreo del vehículo, hasta que uno de ellos se despierta asustado y desde el asiento de un sidecar grita: ¡He tenido una pesadilla horrible! Hay algo en “el cerebro derretido de un motero” como dice el personaje de Christian Debarre, que no va bien, porque pensándolo con frialdad, las desventajas de la moto frente al coche son numerosas, y sin embargo, ahí estamos, pasando frío, mojándonos e intentando mantenernos con todos los huesos intactos. Os presentamos el número 6 de la revista Pont Grup con el título de “Locura”. El tema con una relación más obvia con las motocicletas de todos los que hemos tenido hasta ahora. Viajes, carreras, pruebas, personajes e historias divertidas, porque la cordura es apacible, pero la locura es mucho más divertida.

Chano Coronil D I RE C TO R

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Locos profesionales PO R

Carlos de Javier

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i primo tenía el álbum de cromos de Evel Knivel y yo estaba absolutamente fascinado con ello. Knivel era un tío con aspecto de Elvis que saltaba distancias increíbles en moto. Me gustaba tanto que intenté emularle volando en bici sobre el estanque de mi tío Eugenio. Ésa fue la primera vez que me rompí un hueso y la última que intenté locuras sobre dos ruedas. Evel Knivel fue el primer especialista en moto que tuvo repercusión internacional ya que sus acrobacias, dignas de alguien que no tenía todas las tuercas en su sitio, eran televisadas en todo el mundo. Durante más de diez años intentó todo tipo de peripecias. Pero por lo que se hizo realmente famoso fue por sus arriesgados saltos. Cada uno más difícil que el anterior y siempre jugando cara a cara con la muerte. Durante una entrevista en la NBC en 1973 aseguraba: “(…) no es verdad que me haya roto todos los huesos de mi cuerpo, sólo me he roto 35…”. Knivel tenía tanto hierro en su esqueleto como en su moto y había estado en coma varias veces. No sé qué es lo que me atrapaba tanto de ese personaje. Quizás era su aspecto de súper héroe, enfundado en aquél mono blanco con brillantes estrellas y aquella capita roja. ¡De veras creía que le ayudaba a volar! Quizás era su elegante bastón de puño dorado, aunque seguramente era aquella Harley Davidson con su nombre escrito en el depósito sobre la que parecía capaz de saltarlo absolutamente todo. Ahora es muy normal ver decenas de vídeos de saltos y acrobacias alucinantes en moto. No le quito mérito pero las motos en las que lo hacen pesan menos de 100kg, tienen 50CV y unas suspensiones infinitas. Evel Knivel lo hacía con una Triumph Bonneville T120, una Laverda

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Durante su carrera, Evel voló sobre 13 camiones de reparto de Pepsi, 16 Chevrolet, 13 Cadillac, las fuentes del Caesars Palace de Las Vegas, 16 tiburones vivos y el intento de salto sobre el Snake River Canyon.

American Eagle 750cc y sobretodo con una Harley Davidson XR750 de serie. Motos pesadas y con suspensiones que no estaban diseñadas para eso ni de lejos. De hecho, muchos de los accidentes sucedieron porque los amortiguadores no soportaban el terrible impacto al caer sobre la rampa y Evel salía despedido de los estribos. Una cosa es hacer un caballito y otra es volar más de cuarenta metros por encima de catorce autobuses Greyhound con una Harley de ciento cuarenta kg. Los saltos eran más o menos siempre iguales: una rampa de salto y una de caída. Entre ellas, diferentes distancias y obstáculos. Durante su carrera voló sobre trece camiones de reparto de Pepsi, dieciséis Chevrolet, trece Cadillac, las fuentes del Caesars Palace de Las Vegas (donde casi se mata), dieciséis tiburones vivos (donde casi se mata otra vez llevándose por delante a un cámara) y muchas otras locuras. Pero su momento cumbre, el de mayor esplendor y también insensatez fue la tentativa de salto del Snake River Canyon en Twin Falls, Idaho. Saltar en moto los trescientos metros que separan las

dos laderas del cañón era del todo imposible, así que Evel contactó con una empresa de Chicago que construía cohetes para diseñar una moto con la potencia suficiente para hacerlo. Dough Malewiki diseñó el primer prototipo, el Skycycle X-1, una moto-cohete que acabó en el fondo del río. El experimento casi le arruina, ya que a los elevados gastos de construcción tuvo que añadir la compra de una ladera del cañón para poder lanzarlo. Siete años más tarde, después de muchos saltos y casi matarse varias veces ya tenía listo el Skycycle X-2. Un artefacto que no era ni de lejos, perfecto. De hecho tenía muchos números para fallar y caer al río otra vez pero no tenía más dinero para prototipos. Así que volvió al Snake River Canyon decidido a saltarlo. Como el propietario de la parcela del otro lado del cañón no le permitía aterrizar en su terreno, Knivel le replicó en directo por la NBC minutos antes de saltar: “ya soy un hombre muerto, así que haré el salto y si caigo en tus tierras, dispárame si quieres, pero voy a saltar”. Obviamente la moto-cohete falló estrepitosamente aunque él salió milagrosamente ileso,

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“El fútbol es duro, el rodeo es duro, pero la hierba y la arena son blandas. Tío, caer a 120mph sobre asfalto… éso sí que es realmente duro”. Evel Knivel durante un programa en ESPN.

apenas con unos rasguños. Knivel no fue el único que intentó saltar un río ya que muchos años antes, en 1920, lo intentó Putt Mossman (pionero de los especialistas en moto) en una Indian tetracilíndrica. Otro que había perdido algún tornillo. El bueno de Putt, tenía un show itinerante que consistía en prenderse fuego a lo bonzo y aterrizar en un río. Una noche la moto no arrancó y Mossman se frió como un pollo. Estuvo cuatro meses hospitalizado con quemaduras de tercer grado por todo el cuerpo, no obstante repitió el número por todo el país. “El fútbol es duro, el rodeo es duro, pero la hierba y la arena son blandas. Tío, caer a 120mph sobre asfalto… Eso sí que es realmente duro” dijo durante un programa especial en ESPN. Evel Knivel se retiró después de romperse los dos brazos y quedar conmocionado intentando saltar un acuario lleno de tiburones en 1977. Quizás aquél tremendo golpe en la cabeza le hizo reflexionar. Aquel verano en el que me rompí el brazo no dejé de pensar (sudando y soportando el yeso mientras mis primos de bañaban en la piscina)

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... para alguien cuya vida consistía en saltar diecinueve coches a lomos de una Harley, debía ser una locura trabajar de 9am a 5pm encerrado en una oficina durante toda la vida. Creo que, al fin y al cabo, cada cuál es libre para escoger su locura ¿no?

en cuáles debían ser las motivaciones del hombre bala para intentar aquellas insensateces que desafiaban una y otra vez a la muerte. Me preguntaba qué pasaba por su cerebro cuando decidió que iba a dedicar su vida a intentar saltos imposibles en moto. Cada vez que me dolía el brazo pensaba en si Evel sentía el dolor o no. Si tenía miedo a caerse y quedar malherido, postrado en una cama para siempre. Porque yo sí lo tenía, y mucho. Entonces resolví que estaba loco. Que alguien en su sano juicio no podía planear con tanto detalle y precisión algo tan peligroso arriesgando su vida porque eso sólo lo

hacía alguien que estaba como una cabra. Evel Knivel era un loco profesional. Ahora, cuando me aburro en mi despacho, me acuerdo a menudo de Evel Knivel y pienso en que seguramente para alguien cuya vida consistía en segregar adrenalina enfundado en una especie de traje de Elvis de cuero blanco con estrellas y saltar diecinueve coches a lomos de una Harley, debía ser una locura trabajar de nueve a cinco encerrado en una oficina durante toda la vida. Creo que, al fin y al cabo, cada cuál es libre para escoger su locura ¿no?

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adonde la locura te lleve POR

Miguel Roig

No todos tenemos la voluntad autodestructiva del Chico de la Moto, por eso nadie se resigna a aparcar su moto aunque muchos días no sepa uno adonde ir.

C

uando aún era adolescente un amigo un poco mayor que yo apareció montado en una Kawasaki 1300. Para los años setenta en una ciudad argentina del interior era mucho más de lo que podía caber en nuestros sueños: fantasías pobladas por iracundos Hells Angels que se movían, tan lejos de nosotros, frente a la lengua burlona de Mick Jagger. Más de una vez tuve en mis manos esa moto y recuerdo que cruzaba un viaducto que se elevaba por encima de una interminable secuencia de vías del ferrocarril y miraba hacia el este, la dirección donde se levantaba el perfil de la ciudad sembrado de edificios, y sentía el vértigo de la fuga, la potente certeza de arrancarle al espacio su inmovilidad y de apoderarme del tiempo que se sometía al capricho de la mano en el acelerador.

Cuando años después leí que Jean-Luc Godard había soltado aquello de que el travelling es una decisión moral, yo recordé esa escena y lo comprendí. ¿No tiene acaso la adolescencia una mirada moral? Esa moral choca de frente con lo establecido y ese orden se llama “edad del pavo” porque llamarla edad de la locura no entra en sus planes: tiene la esperanza de que ese adolescente díscolo entre rápidamente a la organizada vida civil. Los locos quedan afuera; los outsiders ya no son recuperables, como los Hells Angels. O como Horacio Quiroga. ¿Conocen a Horacio Quiroga? ¿No? Pues, les sugiero que no se lo pierdan. Era un escritor de finales del siglo diecinueve que ni bien arrancó el veinte se subía a una Harley-Davidson y cubría los trescientos

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Ten fe ciega, no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas.

Horacio Quiroga

De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Horacio sobre su Harley; retrato de Horacio Quiroga; y la Harley del escritor en su casa-museo.

kilómetros que separan Buenos Aires de la ciudad de Rosario para visitar a una amante. Sus biógrafos aseguran que se empecinaba en buscar accidentes en el terreno para desafiarlos en una ruta que por entonces –la segunda década del siglo pasado– tenía un asfalto de cartón, pozos por doquier y zonas anegadas, entre otros sortilegios viales. Quiroga, que se inspiró en Poe y el gótico para escribir cuentos en los que no está ausente lo fantástico, el mundo de las sombras e incluso los vampiros, nació en Montevideo, vivió en Buenos Aires, París y en la selva misionera, junto a las cataratas del Iguazú. Allí también llevó su Harley y, aunque cuesta imaginarlo, uno puede verlo lanzado por senderos selváticos haciendo caso omiso –

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mejor: disfrutando– de las ramas y las hojas que fustigaban su cuerpo y a la máquina. Además de escritor, Quiroga fue fotógrafo, agricultor, juez de paz, diplomático, intentó fabricar carbón, se casó varias veces, fue partero de sus primeros hijos e incluso se ocupó de su educación. Fue todo lo que quiso ser, a toda hora, en todo lugar. ¿No es eso a lo que se aspira en la adolescencia? A todo. La crisis de contingencia llega cuando se asume que no se puede ser todo y se aparca la moto. Y la locura. Quiroga no aparcó jamás su Harley y era una época en la que no había caminos. Él se empeñó en hacerlos. Johnny Strabler, El Chico de la Moto (The Motorcycle Boy) y Rusty Jones están movidos


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Cuando sales, no vas a ningún sitio. Simplemente, vas.

Johnny Strabler

Although it looks like a Triumph motorcycle, Motorcycle Boy (Mickey Rourke) in fact rides a similarly-styled 1981 Kawasaki 440 LTD twin cylinder motorcycle.

por ese mismo impulso. Johnny Strambler es el jefe de una banda de moteros, los BMRC (Black Rebel Motorcycle Club) que arriba de una Triumph cruza California irrumpiendo con violencia en los pueblos y enfrentándose a otras bandas. Marlon Brando es Johnny y la película, como saben, es Salvaje (The Wilde One). El Chico de la Moto es Mickey Rourke y Rusty Jones, su hermano menor en el filme, Matt Dillon. Aquí se llamó La Ley de la Calle, pero su título original es Rumble Fish, el nombre de unos pececillos de colores que hay que mantener en acuarios separados porque, como las bandas, al juntarse se pelean. Esta película es de los ochenta, otra obra maestra de Francis Ford Coppola, en blanco y negro, desde la cual

el maestro conversa con Salvaje a la que le lleva treinta años. Si tienen frescas algunas imágenes en la memoria recordarán a Johnny, el joven Brando, encerrado en un personaje que, a pesar del contexto violento, quiere salir de ese mundo, el del orden, en el que no sabe cómo entró ni por dónde se puede escapar. Cuando la única chica que logra detenerlo un instante le pregunta adonde va, Johnny le responde: “Cuando sales no vas a ningún sitio. Simplemente vas”. El Chico de la Moto, el rey, según reza en los muros de los suburbios (The motorcycle boy reigns), regresa a su ciudad y aparca su Laverda. Su hermano, Rusty Jones, vive bajo su influjo y,

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Es dificil aparcar la adolescencia tan cercana a la locura. Pero al final se cede. Miguel Roig

Rusty James (Matt Dillon) -un adolescente cuyo prestigio en las calles ha crecido bajo la sombra de la legendaria reputación de su hermano mayor, el enigmático y carismático «Chico de la Moto» (Mickey Rourke)-, sueña con ser como su hermano y volver a la época donde las pandillas lo eran todo y donde el «Chico de la Moto» reinaba.

como Johnny tres décadas atrás, se enfrenta con otras bandas en escenas parecidas. Rusty Jones no tiene moto aún, heredará la de su hermano, quien deja reinar ya que muere al toparse con las fuerzas del orden. La película termina con Rusty Jones viendo amanecer montado en la Laverda. No sabe adónde irá. Simplemente irá, siguiendo el mismo destino que buscaba Johnny. Coppola agrega en la película una cita que no se puede omitir: el padre de los hermanos es Dennis Hooper, el jinete que montaba una Chopper

en Busco mi destino (Easy Rider) a finales de los sesenta, en medio de estas dos películas; en medio del camino a ninguna parte y a todas. Es difícil aparcar la adolescencia tan cercana a la locura. Pero al final se cede. No todos tenemos el nervio vital de seres como Horacio Quiroga ni la voluntad autodestructiva de Johnny o del Chico de la Moto. Tal vez será por eso nadie se resigna a aparcar su moto aunque muchos días no sepa uno adonde ir.

La ley de la calle; DVD http://cine.fnac.es/a205272/La-ley-de-la-calle-sin-especificar Salvaje; Blu-Ray http://cine.fnac.es/a899938/Salvaje-Formato-Blu-Ray-sin-especificar Easy Rider: Buscando mi Destino; DVD, Blu-Ray http://busqueda.fnac.es/Search/SearchResult.aspx?SCat=4!1&Search=easy+rider %3A+buscando+mi+destino&sft=1 Cuento de amor, de locura y de muerte; Horacio Quiroga http://www.casadellibro.com/libro-cuentos-de-amor-de-locura-y-demuerte/9788441426665/1818662 Cuentos; Horacio Quiroga http://www.casadellibro.com/libro-cuentos/9788437609591/297357

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VESPAS QUE VUELAN Y HARLEYS QUE NAUFRAGAN: LOS SUCESOS MÁS BIZARROS JAMÁS PROTAGONIZADOS POR UNA MOTO POR

Cristian Campos

EN REALIDAD EL TITULAR EXAGERA, PERO INCLUIR EN ÉL LA PALABRA «SEXO» PARA CONDUCIRTE HASTA ESTAS LÍNEAS HABRÍA SIDO AÚN MÁS RASTRERO. A FIN DE CUENTAS, NO PARECE DEMASIADO DIFÍCIL LIGAR EL CONCEPTO «LOCURA» CON EL MUNDO DEL MOTOCICLISMO, ¿CIERTO? ERROR. EN UN MUNDO EN EL QUE LO RARO ES LA NORMA Y EN EL QUE TODOS LOS FRIKIS DISFRUTAN YA DE SUS QUINCE MINUTOS DE FAMA, DAR CON UN PUÑADO DE NOTICIAS QUE SE ELEVEN POR ENCIMA DEL NIVEL HABITUAL DE SURREALISMO DEL SIGLO XXI SE ANTOJA UNA TAREA TITÁNICA. ¿POR DÓNDE EMPEZAR A BUSCAR? OBVIO: POR EL FÚTBOL.

LA VESPA VOLADORA

Al césped de los campos de fútbol suele caer de todo, desde cabezas de cerdo hasta hamburguesas medio masticadas. Pero el premio al objeto más surrealista jamás lanzado desde la grada de un campo de fútbol se lo lleva sin duda alguna la Vespa que cinco aficionados del Inter de Milán lanzaron en mayo de 2001 desde la segunda gradería a la grada inferior de San Siro durante un Inter-Atalanta de la liga italiana. ¿Pero cómo lograron los radicales del Inter colar una Vespa en el campo? A piezas. Uno no sabe si admirarles la burrez o el espíritu emprendedor, porque eso de ponerse a montar una moto en los lavabos del estadio requiere mucho tesón: al César lo que es del César. Lo bueno: que sólo hubo un herido -la moto- y un damnificado -el propietario de la moto robada, un aficionado del Atalanta-. La moto, por cierto, fue durante unos meses uno de los objetos estrella de la exposición itinerante Pasión en las gradas de Obra Social Caja Madrid.

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Pero ¿cómo lograron los radicales del Inter colar una Vespa en el campo? A piezas. Uno no sabe si admirarles la burrez o el espíritu emprendedor.


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LA MOTO INODORO

La frase «m****a de moto» adquirió un nuevo significado cuando se presentó en público la moto experimental diseñada por la marca japonesa de inodoros Toto. Porque la Toilet Bike Neo funciona, literalmente, con biogás. Biogás obtenido a partir del procesamiento de -lo ha adivinado, querido lector- excrementos animales. Lo cierto es que la Toilet Bike Neo puede ser la moto más ecológica jamás fabricada, pero también es sin duda alguna la más horrenda. Aunque, bien visto, también tiene sus ventajas colaterales: dada una urgencia súbita, el inodoro que la marca Toto ha instalado en lugar del tradicional asiento de espuma evita tener que parar en los peores lavabos de las peores gasolineras del país. De hecho, evita tener que parar, punto. Peor es llevar pañales, como los pilotos del rally Dakar. Lo del rollo de papel higiénico gigante a modo de bandera flameante no parece, eso sí, muy buena idea. Y por si se lo está preguntando, la respuesta es “no”: Toto no produce comercialmente la Toilet Bike Neo. Una pena.

grabó el accidente y el resultado es uno de los vídeos en primera persona más espectaculares de internet: Smith vuela por los aires en lo que parece un triple salto mortal, pero aterriza de pie en medio del cruce, sano y salvo aunque dolorido y, es de suponer, dando gracias al cielo por ser el beneficiario de uno de los milagros del día. En gimnasia artística eso sería un 10. El vídeo puede encontrarse en Youtube con el nombre “The death of my D675 and birth of my Ninja skills: Idiot cager blows red light”. Es decir “La muerte de mi D675 y el nacimiento de mis habilidades como ninja: un cager idiota se come un semáforo en rojo”.

EL NINJA DE LA MOTO

El pasado 28 de enero, Taylor Smith conducía su Triumph Daytona 675 de 2011 por las calles de San Francisco cuando un cager -el término despectivo que muchos motoristas utilizan para describir a los conductores de coche- lo embistió lateralmente tras saltarse un semáforo en rojo. La cámara que Smith llevaba en el casco

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Arriba, a la izquierda, la moto inodoro de Toto en todo su esplendor. Aunque parezca increíble, Toto no comercializa la Toilet Bike Neo. Abajo, un frame del increíble vídeo “The death of my D675 and birth of my Ninja skills: Idiot cager blows red light”.


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¿ES UNA MOTO O UN PAVO REAL?

Hablemos de geoestrategia. La frontera que separa la India de Pakistán es una de las más volátiles del planeta y candidata clara a chispaque-haga-estallar-la-Tercera-Guerra-Mundial. Quizá por eso el cuerpo militar que se ocupa de su control, el BSF (Border Security Force), es considerado desde todos los puntos de vista una fuerza de élite similar a los Navy Seal estadounidenses. Pero los miembros de la BSF no están en este artículo por su habilidad para aniquilar al prójimo, sino por un motivo ligeramente más llamativo. La Border Security Force no cuenta con una banda de música como otros cuerpos militares similares, sino con los Janbaz o Dare Devils indios, un grupo de motociclistas acrobáticos que suelen actuar en fechas señaladas -como el Día de la República India- y frente a dignatarios internacionales. Búsquenlos en Youtube. Si tienen suerte, podrán ver la acrobacia llamada «el pavo real», en la que siete aguerridos soldados de pelo en pecho se suben a una misma motocicleta vestidos con los colores más macarrónicos jamás imaginados y se despliegan en abanico mientras el más afortunado de ellos se calza un casco con un pavo real de plástico a modo de cuerno. Hay que verlo para creerlo.

y nada más lejos de nuestra voluntad que desatar una nueva guerra teológica entre fundamentalistas de una y otra marca. Lo que sí sabemos es cuál es la moto escogida por sus portavoces en la tierra: la Harley-Davidson. O al menos es ésa la marca que mejor ha sabido explotar los intríngulis del marketing logrando que dos Papas, el actual -Francisco- y su predecesor -Benedicto XVI-, firmen tres de sus motocicletas. La primera de ellas, firmada por Francisco, fue subastada hace un año por 275.551 dólares. La segunda, firmada por Benedicto XVI, un Papa con bastante menos tirón mediático que el argentino, fue subastada hace pocas semanas por apenas 52.651 dólares. La tercera, también firmada por Benedicto XVI, puede verse en el museo de la marca en Milwaukee. Amén.

LA MOTO DE DIOS

Si Dios no fuera omnipresente y omnipotente, ¿qué moto escogería para desplazarse de un rincón a otro del Universo? Difícil saberlo

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Arriba, la izquierda, el BSF el Día de la República India. Abajo, detalle de la Harley firmada por el actual Papa Francisco.


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A la izquierda, la Harley-Davidson que fue arrastrada desde las costas de Japón hasta Canadá por el tsunamí que arrasó Hokkaido el 11 marzo de 2011. Abajo, la moto experimental BOXX.

LA MOTO NÁUFRAGA

Y continuamos con la marca Harley-Davidson, que parece producir más noticias delirantes en un sólo año que el resto de marcas en toda su vida. En 2012, una FXSTB Softail Night Train de 2004 apareció, oxidada aunque perfectamente reconocible, en el interior de un container en las costas de la Columbia Británica, en Canadá. La matrícula era japonesa. Su descubridor, Peter Mark, rastreó al propietario de la moto y lo encontró pocos días después. Al parecer, la moto había sido arrastrada por el tsunami que un año antes había arrasado las costas del noroeste de Japón y acabado con la vida de más de 15.000 personas. La moto, que atravesó los 7.000 kilómetros de Océano Pacífico que separan Japón de Canadá, pertenecía a Ikuo Yokoyama. Harley-Davidson le ofreció a Yokoyama restaurar su moto pero él prefirió que esta fuera exhibida, tal cual había sido encontrada, en el museo de la marca. Y si eso no es el mejor anuncio que jamás podría haber soñado Harley-Davidson, que venga Dios y lo vea.

SIEMPRE HAY UN ROTO PARA UN DESCOSIDO

LA MOTO CON CONTROL REMOTO INCORPORADO

Motos experimentales las hay a docenas, pero prácticamente todas ellas son reconocibles como tales. Es decir como motos. Pero la BOXX, fabricada por la empresa de Portland del mismo nombre (boxxcorp.com), es más bien el eslabón perdido a medio camino evolutivo de una maleta con ruedas y una moto convencional. Porque eso es lo que parece la BOXX: una maleta. Sólo que con manillar, ruedas y asiento. La BOXX mide poco menos de un metro de largo, alcanza una velocidad máxima de 56 km/h y tiene una autonomía -es eléctrica- de aproximadamente 129 kilómetros por carga. ¿Su precio? Unos 4.000 dólares americanos. De hecho, Honda ya fabricó una moto-maleta en 1981 con un concepto similar y que se vendió durante un par de años, la Motocompo, ahora objeto de coleccionismo. Otro tema muy diferente es si quieres ser visto subido encima de una maleta con ruedas, pero ése es ya otro cantar.

Reconozcámoslo: a todos nos gusta un buen vídeo de Youtube. ¿Y qué debe tener un vídeo de Youtube para ser considerado como “bueno”? 1. Debe durar aproximadamente un minuto. 2. Debe poder ser comprendido sin necesidad de demasiada reflexión hasta por un niño de cuatro años. 3. Debe ser perfectamente banal, irrelevante e intrascendente. 4. Debe ser gracioso. 5. Tras su visionado, debe provocarte esa desagradable sensación de pérdida absurda de tiempo que te conduce a replantearte toda tu vida con pensamientos depresivos como “¿qué hago perdiendo el tiempo con estas mentecateces cuando debería estar trabajando para pagarle el colegio a mis hijos?”. El vídeo “Motorcycle Garage Door Opener” cumple todos los requisitos antes mencionados. No cambiará tu vida, no lleva a ningún lado, no sirve para nada, ni siquiera puede ser calificado como uno de los mejores vídeos de internet y podrías seguir viviendo perfectamente si no supieras de su existencia. Pero ahora mismo vas a coger tu móvil, abrir Youtube y buscarlo porque es EL VÍDEO DEFINITIVO SOBRE MOTOS Y SEXO. Y una vez visto el vídeo, piensa en lo irónico de la situación: la moto del vídeo incorpora un control remoto con una finalidad muy concreta, pero este pequeño texto también incorpora uno. Un control remoto que ha logrado que tú, apreciado lector, hayas hecho lo que yo quería. ¿Puedo terminar el texto con un emoticono? ;)

;)

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Mini d PO R

Iván Reguera

Nunca me dio miedo, aunque a muchos de los críos del pueblo les intimidaba y a los más pequeños los aterrorizaba. Pero los mayores, los padres, nunca lo vieron como una amenaza. Tampoco las autoridades. Todo lo contrario, era aceptado por casi todos, sobre todo por los golfos de la plaza y por los viejos que hacían la ronda de los vinos y le seguían el juego, ya bastante entonados de cosechero. Todos ellos se iban a casa con sus falsas multas en los bolsillos, que cada noche inspeccionaban sus parientas. O eso imagino yo ahora, pasados tantos años.

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o llamaban Marcelino. Alguien, a saber quién y cuándo, le había puesto ese nombre cuando Ricardo Puerto Revilla, que es como se llamaba y se apellidaba, decidió ser guardia de tráfico. Y decidió hacerlo sobre una Ducati Mini Marcelino. De ahí el rebautizo. Su Mini Marcelino la conocía todo el maldito pueblo. 28 kg. de peso, suspensión delantera invertida, ruedas de cuatro pulgadas y con frenos de disco, escape bajo el motor, arranque a pedal, faro redondo... A Ricardo un día se le cruzaron los cables y decidió dedicarse por entero a su única gran pasión: recorrer las calles del pueblo con su ruidosa Ducati y poner multas a destajo, a diestro y siniestro. Estaba loco, ¿qué esperaban? Eso se supone que hacen los locos. No se le ocurrió mejor profesión que ésa, ningún ideal más alto que aquél. Darle al pedal, acelerar y poner multas como un poseso era su gran sueño. Y lo cumplió. Vaya que si lo hizo. Recuerdo especialmente una de las multas que me puso. Yo salía de mis clases de judo, que detestaba con toda mi alma. Iba vestido con el pesado y áspero kimono, que odiaba todavía más que las clases, y caminaba por la carretera, hacia mi casa. Al día siguiente tenía examen de Latín y no había estudiado nada. Marcelino aparcó su moto con una velocidad casi sobrenatural y se dirigió a mí con su blanco casco de juguete y su libreta de bolsillo Scribe en la mano. − Déjame en paz, Marcelino. Hoy no estoy para bromas. − Tienes que ir por la acera, ¡no por carretera! Le seguí el juego, como hacíamos todos. − No me he dado cuenta, tío. − Por la carretera los coches, por la acera las personas. − Se dice peatones. − ¡Por burlarte 200 pesetas más! − Abusón. Garabateó un “300 ptas” de mala manera, estampó su firma con un bolígrafo Bic verde, arrancó la

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página y me la entregó con admirable diligencia. − Y que no vuelva a pasar, ¿eh? − Vale, pero te has pasado un poco. − Circula. Venga, ¡arreando! Deberían haberle visto. Se metió su minilibreta en el bolsillo derecho de su vieja chaqueta de franela, se sentó en su minimoto y arrancó orgulloso y desafiante. Aquella moto podía parecer de juguete por su tamaño, pero de juguete no tenía nada. Cómo aceleraba la condenada, ¡y qué velocidades alcanzaba para semejante trasto! Hasta los 40 llegaba a coger ese abrelatas. Tras esa multa vinieron más. Si hubiese tenido que pagar aquellas amonestaciones de atrezzo, la cifra se hubiese acercado, fácilmente, al cuarto de millón de pesetas. Muchos pueblos de España tienen sus propios locos, sus Marcelinos. Los pueblerinos suelen aceptarlos como uno más, pero con el plus que lleva el español de nacimiento: la crueldad. Se ríen de él y con él, todo junto, una mezcla insana pero no del todo brutal. Los locos de pueblo, a los que todo el mundo conoce, entretienen, animan, calman la tensión cuando existe. Los locos de ciudad, en cambio, sólo tienen tres opciones: matarse, acabar encerrados o hacerse ricos, como Andy Warhol. El libro más famoso salido de España está protagonizado por un loco. Por algo será. Marcelino jamás faltaba a cualquiera de los festejos que une a todo pueblo que se precie, a los actos que les recuerdan que son pueblo, grupo o colectividad, como se suele decir en las películas americanas. Nunca se perdía, con su Mini Marcelino, las procesiones de Semana Santa y su Cristo agonizante, los carnavales y sus inocentes y pactadas irreverencias, las cabalgatas de Reyes o el desfile de carrozas de las fiestas patronales. En todas ellas circulaba él orgulloso con su moto y se dedicaba a amonestar a los niños que se saltaban las vallas de obra que separaban a los espectadores de los desfiles. También ponía multas a destajo a sus padres, que las aceptaban sin rechistar y con una sonrisa de oreja a oreja. En ningún lugar del

planeta ha puesto nadie una sonrisa al recibir una multa, sólo en el mío. Y si era absolutamente desorbitada les hacía todavía más gracia. Las miradas estupefactas de los visitantes que venían a ver las procesiones y festejos al pueblo eran para verlas. Un poema. Marcelino unía a los lugareños porque con él se reían juntos. Los más estirados, como el hijo de la dueña de la papelería y presunto cronista local, decían que nos mofábamos de él, pero yo creo que no. En fin, el eterno dilema español. Eso es algo que debe juzgar cada uno, y sobre todo los que lo conocimos. No sabría explicar si el sentimiento del pueblo hacia Marcelino era más de afecto que de piedad. Una noche, el pobre Marcelino multó a quien no tenía que multar. Y no me refiero a un policía de verdad, que también los había multado para mayor descojono del pueblo. No, esta vez fue a los malos, a dos moteros macarras, dos “robamotos”, que es como llamábamos a aquellos quinquis. No les hizo ni puta gracia Marcelino, le estamparon su libreta en la cara, le partieron el labio de una hostia, le dieron una brutal patada en los cojones y se llevaron su moto, que cabía en una maleta grande. Pero no se crean que él se amedrentó. Cuando se le pasó el dolor de huevos, se levantó y los siguió corriendo hasta que desaparecieron por la gasolinera, en la entrada del pueblo. El veterano jefe de policía, Clemente, le ayudó a buscarla y a hacer la correspondiente denuncia, pero no hubo nada que hacer. Ni rastro de la Ducati. A partir de entonces, Marcelino empezó a vagar por las aceras del pueblo sin su casco de juguete en la cabeza y sin su libreta Scribe en la mano. Su mirada estaba en otra galaxia. A la gente le daba una pena enorme verle así, aunque algunos pocos se animaron a hablarle y hasta denunciaron de coña a un vecino para que Marcelino fuese a por él, a ponerle una multa. Él se lo agradecía y lo hacía raudo y veloz, pero ya sin la misma diligencia y porte que antes. Sin la misma mirada. Más bien arrastrando los pies y recordando su moto, sus macizas ruedas, sus frenos de disco,

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Muchos pueblos de España tienen sus propios locos, sus Marcelinos. Los pueblerinos suelen aceptarlos como uno más, pero con el plus que lleva el español de nacimiento: la crueldad.


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feliz, a combatir a los infractores. Todos volvimos a ser asados a multas y regañados por Marcelino. Todo volvió a la normalidad. Pero nuestra particular normalidad no duró demasiado. Un año más tarde, hubo otro acto solemne, otro homenaje. Clemente se jubilaba después de treinta años en el cuerpo y en el pueblo. La distinción se la dio el alcalde y entre los asistentes estaba el que sería su sustituto, el nuevo jefe de policía. Era un joven robusto, de pelo negro como el betún, ojos pequeños y recelosos y nacido y crecido en Asturias. No supo hacerse con la simpatía del pueblo. No fue capaz. Más que nada porque él no era nada simpático. Más bien retraído, osco, desagradable, borde. Mala gente. Sólo en cuestión de semanas, tuvo problemas con muchos chavales del pueblo, con los comerciantes y con los pescadores, pero se cebó especialmente con Marcelino. No le entraba en la cabeza que aquel tarado mental se pasease por el pueblo poniendo multas falsas y montando en una moto que, aunque pequeña, podía ser peligrosa. todos los momentos de libertad, de control sobre aquel cacharro del demonio. Gracias a la iniciativa del agente Clemente y de Berna, el dueño del estanco, se organizó una colecta para comprarle otra Marcelino a Marcelino. No tardaron ni tres semanas en reunir todo el dinero necesario para hacerse con una Mini Marcelino Súper, con un bastidor más robusto, un depósito algo más grande, sillín redondeado, motor potenciado, caja de herramientas en lateral derecho del bastidor, nuevo carburador, cambio automático, faro más luminoso... Pesaba algo más: 30 kg. Los críos del pueblo vimos con tremenda envidia aquel regalo, que entregaron en uno de los garajes del Ayuntamiento. No podíamos creer que a aquel chiflado, a aquel descerebrado, lleno de tics y medio tartamudo, le regalaran esa moto que era perfecta para nuestro tamaño. De hecho, las burlas de muchos de nosotros, los chavales, se acrecentaron por culpa de aquella envidia.

Macelino recibió la moto con ropas viejas pero bien planchadas, arreglado y repeinado, con su casco de juguete bajo su sobaco derecho. El viejo Clemente y Berna, acompañados por algunos de los vecinos que habían aportado dinero para la colecta, entre ellos los viejos borrachines de la ronda de vinos, condujeron una sencilla ceremonia. Primero habló Clemente y luego Berna. − Amigo Marcelino, tenemos el honor de entregarte esta nueva moto, con su casco incluido, para que hagas cumplir la ley como lo has hecho, y tan diligentemente, en los últimos años. − ¡Gracias por los servicios prestados, agente Marcelino! Los asistentes aplaudieron, Marcelino dejó su casco de juguete en el suelo, se colocó el nuevo, se aseguró de tener su libreta en el bolsillo, montó en la nueva y reluciente Ducati, arrancó y se dirigió,

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El nuevo se obsesionó con Marcelino. Indagó en su pasado, en su vida junto a su madre y hasta en su informe psiquiátrico. Marcelino sufría esquizofrenia desorganizada, de ahí su lenguaje y comportamiento desorganizados y su fijación con el orden y las multas. Pero no le hicieron falta sus antecedentes psiquiátricos para cazarlo. Fue más fácil, mucho más sencillo: Marcelino no tenía carné de conducir. Ni siquiera el carné más sencillo, el de ciclomotor. Cuentan en la comarca que el nuevo no se podía creer que durante tantos años Clemente y su ayudante, incluso las fuerzas vivas del pueblo, hubiesen dejado a un loco conducir ese trasto, y encima sin poseer ningún permiso. Lo cazó en cuestión de días. Le prohibió volver a montar y habló con su madre para que no volviese a suceder nunca más lo de las multas. No volví a ver a Marcelino por el pueblo. Ni yo, ni nadie. Desapareció. Acabaron internándolo. Desconozco su diagnóstico, nunca lo pregunté. Aunque supongo que murió de una cosa muy común. De tristeza.


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CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS

DUCATI MOTOTRANS MINI MARCELLINO PRIMERA SERIE • 1969-1970 MOTOR Monocilíndrico 2T / fabricado por Ducati, eje del cilindro inclinado 25º hacia delante respecto a la vertical Cilindrada: 47,63 cc Diámetro x Carrera: 38 mm x 42 mm. Potencia máxima: 1,8 CV 5800 rpm Refrigeración: forzada en carcasa mediante aletas de disipación en cilindro y culata Cámara de combustión de casquete esférico Cilindro de fundición especial al níquel Biela de acero especial con rodamientos de rodillos en el eje de la cabeza, y casquillo de bronce en el pie (eje del pistón) Pistón convexo BORGO de aleación ligera especial con faldón de una sola pieza y dos aros de compresión Culata fundida en aleación ligera y finamente aletada DISTRIBUCIÓN Por lumbreras de transferencia ELECTRICIDAD Encendido: Se efectúa por volante magnético del tipo de inductor giratorio Avance: Fijo, equivalente a 15º ± 18º Tensión / Potencia: 6V Bujía: Bosch W225 T1 / Champion L 85 El juego de abertura entre los contactos del ruptor es de 0,3 ± 0,4mm. CARBURADOR La alimentación del carburador se obtiene por gravedad Dell´Orto tipo SHA 14-12 Difusor: 12 mm. Surtido máximo: 55 El depósito de combustible es de fibra de vidrio o metálico, su capacidad es de 2,5 litros, la reserva es de 0,5 litros EMBRAGUE Automático centrífugo por medio del aceite contenido en el cárter motor Lubricación: aceite en cárter 300 cc SAE 30 El nivel exacto puede ser controlado mediante la oportuna varilla incorporada

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en el tapón de entrada del aceite que está montado en la tapa del lado del embrague, éste control se efectúa introduciendo simplemente el tapón en su alojamiento y observando la indicación REFRIGERACIÓN Tanto el cilindro como la culata, están ampliamente aletados para permitir la refrigeración del motor ARRANQUE Por pedales con engranajes siempre en contacto y acoplamiento por trinquete frontal CAMBIO Automático / (Tres velocidades a petición) TRANSMISIÓN Primaria: Mediante engranajes helicoidales Secundaria: por cadena de rodillos Piñón / Corona: 15 Z / 21 Z BASTIDOR Tubo de acero Nº serie: Situado en la parte frontal de la tija Carrocería: Metálica DEPÓSITO 2,5 litros / 0,5 litros en reserva SUSPENSIONES Del: Horquilla telescópica Tras: Rígida a bastidor FRENOS Discos en las dos ruedas NEUMÁTICOS: Las llantas son de chapa embutida Delantero y trasero Pirelli o similar 4,00 - 4 esculpidos Presión de inflado: 1,25 kg / cm² delantero y 1,25 kg / cm² trasero. PESO 27 Kg. con el tanque lleno. VELOCOCIDAD MÁXIMA 40 Km/h. AÑO DE FABRICACIÓN 1969-1970 UNIDADES Aproximadamente 2.500 unidades (entre los dos modelos)


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DENNIS HOPPER

EL MOTORISTA ETERNO QUE SE BAJÓ DE LA MOTO Y SE VOLVIÓ LOCO

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POR

Javi Carro

C

uando uno piensa en un motorista que haya producido un terremoto cultural, la imagen del Dennis Hopper de Easy Rider irrumpe con fuerza. Y cuando uno piensa un personaje público cuyo comportamiento haya sido consistente y entusiásticamente lo más cercano a la percepción común de locura, ahí tenemos de nuevo a Dennis Hopper, todavía con más fuerza. Cuesta imaginarnos hoy lo que supuso Easy Rider en su momento. Estrenada en 1969, recaudó sólo en Estados Unidos más de 41 millones de dólares, cuando únicamente había costado alrededor de 400.000 (es decir, ingresos de un 10.250% más que su coste). Lo cual es sólo una muestra del impacto social que causó la historia de esos dos motoristas, interpretados por Dennis Hopper y Peter Fonda, que recorrían América en moto para acudir al festival del Mardi Gras, viaje que se financiaban con tráfico de cocaína. Fue un hito de la contracultura americana del momento y se convirtió de inmediato en punto de referencia de toda una generación. Básicamente, porque reflejó (si bien exageradamente) la nueva realidad vital de un nuevo grupo de personas. Tal vez la descripción más adecuada de la razón de ese impacto la dio el propio Dennis Hopper, en uno de sus momentos de lucidez: “Nadie se había visto a sí mismo retratado en el cine hasta entonces. Por todo el país la gente fumaba hierba y tomaba LSD, pero como público seguían viendo a Doris Day y Rock Hudson”. Hopper digirió mal la fama que acompañó al descomunal éxito de Easy Rider. En realidad, la digirió muy mal. Podría decirse que fue bajarse de la moto y empezar a trastornarse.

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“Estaba rodeado de groupies y acólitos. Podría haber iniciado por sí solo la resbaladiza pendiente hacia la megalomanía y la grandilocuencia, pero tenía un montón de ayuda”. Peter Biskind


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De él escribió en 1998 Peter Biskind en su libro Easy Riders, Raging Bulls: “Estaba rodeado de groupies y acólitos. Podría haber iniciado por sí solo la resbaladiza pendiente hacia la megalomanía y la grandilocuencia, pero tenía un montón de ayuda”. Y entre esa ayuda, las drogas y el alcohol no faltaron en cantidades sobrehumanas. El propio Hopper lo explicaba así en una entrevista, años después: “Me metía al día medio galón [casi 2 litros] de ron, 28 cervezas y 3 gramos de cocaína. Y eso no era para colocarme, sino para seguir adelante, tío”. Durante cerca de 15 años, y con esa dieta habitual como combustible, Hopper fue con mucha diferencia la figura pública cuyo comportamiento reflejaba mejor la definición común de locura. En una ocasión, aprovechando un rodaje en Texas, realizó en una solitaria carretera del interior el Russian death chair act. Frente a una pequeña multitud de amigos y curiosos, Hopper se sentó en una silla que estaba colocada sobre 6 cartuchos de dinamita. Y los hizo explotar. Un periodista presente escribió que “durante un sencillo y eterno instante, parecía el Coyote, chafado por su propio petardo”. (Existe un vídeo en YouTube que recoge el evento y a Hopper saliendo entre el humo dando alaridos y hablando luego en un tono que, digámoslo así, no es precisamente muy normal). Durante otro rodaje en México, se escapó desnudo hacia la jungla en mitad de la noche. Él lo contaba así: “Estaba convencido de que alguien estaba escuchando mi mente y de que mis amigos estaban siendo gaseados”. La policía mexicana lo encontró masturbándose con un árbol mientras les decía “Soy una galaxia”. Lo metieron en un avión de vuelta a Estados Unidos. Y dentro de él, Hopper creyó que estaba actuando en una película dirigida por Coppola y Wenders en la que el guión le exigía que se escapara de la policía que lo escoltaba. Le pareció ver una señal de acción para empezar

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Hopper digirió mal la fama que acompañó al descomunal éxito de Easy Rider. En realidad, la digirió muy mal. Podría decirse que fue bajarse de la moto y empezar a trastornarse.


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a rodar y abrió la puerta del avión y empezó a gatear sobre el ala. Hopper comentó años después: “Si hiciera eso hoy en día, seguro que me pegarían un tiro”. Estuvo casado varias veces, siempre tormentosamente. La segunda de ellas con Michelle Phillips, vocalista de The Mamas and The Papas. El matrimonio duró exactamente 8 días. Y fue un auténtico desastre, gracias, claro, a Hopper (“Sabes que tu matrimonio no empieza bien cuando tu nueva esposa te pregunta: ¿Has considerado suicidarte?”). Hopper la mantuvo encerrada en casa y atada con unas esposas para que no se escapara, según parece porque pensaba que era una bruja, mientras se entretenía disparando un arma por la vivienda. Así recordaba él mismo ese matrimonio: “Los primeros siete días fueron bastante buenos. El octavo fue el malo”. En el imaginario colectivo, Hopper será siempre el motorista de Easy Rider que a lomos de su Harley recorría Estados Unidos en un viaje de absoluta libertad. En la vida real, y durante muchos años, fue lo más parecido a un loco que podemos imaginar. Aunque, tal vez, sólo estaba buscando en la vida real, y de manera extrema, el mismo sentimiento de absoluta libertad que disfrutó en la película a lomos de su Harley.

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En el imaginario colectivo, Hopper será siempre el motorista de Easy Rider que a lomos de su Harley recorría Estados Unidos en un viaje de absoluta libertad. En la vida real, y durante muchos años, fue lo más parecido a un loco que podemos imaginar.


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¿QUIÉN ESTÁ MÁS LOCO, EL TIEMPO O NOSOTROS?

POR Raúl

Romojaro

CADA AÑO, MILES DE MOTORISTAS DESAFÍAN AL SENTIDO COMÚN Y A LAS INCLEMENCIAS METEOROLÓGICAS PARA DISFRUTAR A SU MANERA DE LAS DURAS Y EXIGENTES CONCENTRACIONES INVERNALES.

M

iro a través de la ventana. Una luminosidad especial en este atardecer reclama mi atención, porque una copiosa nevada tiñe de blanco cada rincón del paisaje invernal. Llegó la anunciada ola de frío polar y sólo puedo recrearme en lo calentito que está ahora uno en casa, el mejor plan posible… ¿o no? Porque mientras que me regocijo en la comodidad del hogar, en ese mismo instante miles de motoristas desafían al General Invierno y regresan a sus lugares de origen desde Tordesillas, en la fría meseta castellana. Han disfrutado, sí disfrutado, de Motauros, una concentración invernal que este año ha acaparado un protagonismo inusitado tras la suspensión de Pingüinos, la más famosa de España y una de las más populares también de Europa entre las de su estilo. Desde hace más de tres décadas, con el único paréntesis forzoso de este 2015, la provincia de Valladolid ha acogido a motoristas llegados desde todo el país (y también de fuera de él) que acuden a un evento desafiando al sentido común, a la lógica… Permanecer en nuestra zona de confort pasa por evitar riesgos innecesarios, situaciones desagradables, incluso calamidades… Justo lo que buscan los moteros que dan sentido a estas concentraciones invernales, duras y hostiles pero capaces de enganchar a esos entusiastas que repiten la experiencia año tras año. Unos llegan por carretera en sus grandes máquinas ruteras, otros hacen su viaje por caminos en motos trail, algunos van incluso más allá cubriendo cientos de kilómetros en ciclomotor… Llegan al centro de España desde Cantabría, Andalucía,

Levante, Cataluña, Asturias, Galicia, en solitario o acompañados, todos soportando el rigor invernal y las complicaciones de unas carreteras en condiciones bastante delicadas. ¿Es locura o pasión por la moto? ¿Son las dos cosas lo mismo? Porque el desafío no termina con el propio viaje, que por supuesto tendrá el de retorno quizá igual de exigente o incluso más. En Pingüinos, o en Motauros este año o en Elefantes para aquéllos que viajan a la legendaria concentración europea, la convivencia es el motor de esta maravillosa quimera y eso significa vivir con intensidad el fin de semana en las zonas de acampada. Así que el cobijo de esa frágil tienda, suficiente ropa de abrigo, una buena fogata y, sobre todo, el calor de los compañeros para combatir temperaturas casi siempre bajo cero (salvo algunos años que se han mostrado más benignos) e incluso las nevadas. Parece que no hay nada que no pueda neutralizar un caldo caliente, una buena carne a la parrilla, la música de los conciertos o una copa cuando la moto está ya aparcada hasta el día siguiente. Pero sobre todo y muy especialmente, el reencuentro con viejos camaradas. Compañeros de ruta y afición que, en muchas ocasiones, tan sólo se ven de año en año reunidos por la concentración, un par de días que esperan durante meses y que da sentido a la superación de tantas dificultades como las que se pueden encontrar. Sufrir para disfrutar no es una locura, es una forma de entender la vida que va más allá de la comprensión de la mayoría.

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“ES UNA LOCURA Y DEBERÍA ESTAR PROHIBIDO, PERO POR SUERTE NO LO ESTÁ”

PO R

Chano Coronil

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“Tienes que entrar en una dimensión diferente, porque es algo increíble. Hay tres o cuatro puntos durante la vuelta que son realmente de locos. Simplemente debes pilotar la moto sin pensar, porque si algo fuera mal… Je, je, je”. Valentino Rossi.

EL DOCTOR OBSERVA AL PACIENTE SENTADO EN EL SOFÁ. LLEVA YA UNOS MINUTOS CON ÉL, Y NO TIENE CLARO SI ESTÁ LOCO DE VERDAD O SIMPLEMENTE ES UN ADICTO A LA ADRENALINA. Doctor: Desde 1907 más de 245 personas han fallecido en el TT ¿Por qué no participas en carreras en circuito permanente? Paciente: No tendría tanto éxito. Doctor: ¿Por? Paciente: Creo que tengo más huevos que talento. Doctor: ¿Nunca piensas en los accidentes? Paciente: Bueno, si no te estrellas, es que no lo estás intentando suficiente. Doctor: Entiendo, dime ¿te gusta vivir? Paciente: Claro, a quién no, cuando tuve el accidente durante el TT del 2010… la sensación de que todo iba mal y que no iba a poder controlar la moto a unos 200 K/h fue insuperable. Ése

fue un subidón auténtico. Esos pocos momentos entre estar en control de lo que estaba pasando, y chocar y casi matarme… fueron súper intensos. Esa sensación de peligro. Ese sentimiento no se puede comprar con dinero. Doctor: ¿Crees que ese “subidón”, como tú le llamas, justifica todo esto? Paciente: Es que si las carreras fueran seguras, todo el mundo correría. Doctor: Háblame de tu familia, de tus padres. Paciente: Soy un miembro de la familia Dunlop. Correr es lo que hacemos en mi familia. Mi padre y mi tío corrían, ambos murieron en accidente. 36 horas después de la muerte de mi padre, gané la carrera para la que él también estaba entrenando. Mi hermano también corre.

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Quizás desde fuera pueda parecer una locura, la gente piensa que somos unos lunáticos, pero cuando vas en la moto, sólamente estás montando en moto, haciendo lo que sabes hacer bien. Doctor: Ganaste 26 veces en Manx.

“Hay una cosa en común en todos los pilotos que corren el TT y es que tienen mirada de locos”. Valentino Rossi, curiosa y paradójicamente apodado El Doctor.

¿Ahora es cuando hablamos de cómo todas estas muertes me hacen sentir?

Doctor: Para eso estamos aquí. Paciente: Murió haciendo lo que amaba. Es mejor que morir a los 52 después de sufrir durante ocho meses como Barry Sheene. Tienes que vivir la vida mientras puedes. Doctor: ¿Tú también quieres morir en un circuito? Paciente: No, claro que no. Siempre me digo a mí mismo voy a esforzarme por estar a mi nivel y cuando estoy a ese nivel, eso es todo, no voy a ir más rápido.

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Paciente: Bueno ahora, con el tiempo en realidad no fue nada, sólo lo que había que hacer en aquel momento. Doctor: ¿Y después de ganar? Hablemos de cómo te sientes. Paciente: ¿Sabes esa sensación de cuando te vas a matar y no te matas? Doctor: En realidad, no. Paciente: No, claro que no lo sabes. El TT es peligroso, claro que lo es, pero ésa es la razón por la que lo hago. Todos los años muere gente, pero nadie les obliga a venir, ¿no es cierto?


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Doctor: ¿Crees que los demás pilotos piensan lo mismo? Paciente: El TT es un lugar peligroso, y si sigues viniendo las posibilidades aumentan hasta que eventualmente, tienes todas las papeletas. Doctor: ¿En qué piensas los días antes de las carreras? Paciente: Disfruto con la idea de que tengo que hacer las cosas bien mientras corro. Si te equivocas, eso es todo. Estoy muerto. Doctor: Que muchas federaciones, entre ella la española, hayan prohibido a sus pilotos participar en la prueba, ¿no te hace replantearte las cosas? Pensar que puede que estés haciendo algo que no deberías hacer. Paciente: No especialmente. Está prohibido porque lo dice un decreto que emitió la Federación Española tras la muerte de Santiago Herrero en 1970.

Doctor: Por eso. Paciente: No, en realidad, no. Sólo que tengo que participar con licencia británica. Es una lástima no poder hacerlo con la de mi país. Doctor: Supongo que sí. También hay muchos pilotos que se han negado a correr en el TT. Desde el 76 está fuera del Campeonato del Mundo. Paciente: Sí, es una pena. Sería estupendo ver a pilotos del Mundial corriendo con los testículos metidos hacia dentro como los tigres. Doctor: Sinceramente, ¿no crees que el TT es una locura? Paciente: Puede que sí, pero no estaría mal si tuviéramos más lugares como la Isla de Man, donde la locura es una tradición. Doctor: Puede que sí, desde luego sería bueno para mi negocio.

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*Este diálogo entre un psiquiatra y un paciente es inventado, pero todas las respuestas que da el paciente son reales y han sido recopiladas de entrevistas a pilotos del TT.


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¿QUÉ DEMONIOS HAGO SUBIDO EN UNA MOTO DENTRO DE UN TÚNEL DE LAVADO? POR

Albi Albarrán

DOS GIGANTESCOS RODILLOS

SUJETANDO LA MOTO CON

DE COLORES ZUMBAN A MÍ

FUERZA, SÉ QUE EL MOMENTO

ALREDEDOR, SOLAMENTE EL

DEL PRIMER CONTACTO ESTA

RUIDO QUE PRODUCEN AL GIRAR

CERCA Y MI CORAZÓN LATE CON

IMPONE UN GRAN RESPETO.

FUERZA. ES EN ESTOS INSTANTES

EL AGUA BROTA DE REPENTE

CUANDO PIENSAS SI FUE UNA

CON GRAN ESTRUENDO. UNA

BUENA IDEA. HASTA AHORA

MEZCLA DE JABÓN Y ESPUMA

TODO HA SIDO ILUSIONANTE

COMIENZA A CAER SOBRE MÍ

Y DIVERTIDO. PLANEAR LA

Y SOBRE LA MOTO EN LA QUE

PRUEBA, IMAGINÁRTELA, BUSCAR

ESTOY MONTADO. EN POCOS

EL LUGAR ADECUADO, RECLUTAR

SEGUNDOS ESTOY EMPAPADO

UN BUEN EQUIPO QUE TE AYUDE

DE ARRIBA ABAJO. CHORROS

A LLEVARLA A CABO, PERO, ¿QUÉ

DE AGUA Y ESPUMA CAEN POR

DEMONIOS HAGO YO SUBIDO

LA VISERA DEL CASCO. AFIANZO

EN UNA MOTO DENTRO DE UN

LOS PIES CONTRA EL SUELO

TÚNEL DE LAVADO?

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A

hora ya no hay vuelta atrás, los rodillos se aproximan extendiendo todo su colorido. Sólo pienso en que los detectores fotoeléctricos que indican a la máquina hasta donde tiene que llegar, hagan bien su trabajo. El primer contacto lo noto al instante en el casco. La presión del rodillo te hace mover la cabeza, pero lo que realmente impresiona es el ruido que se produce al golpear el casco. Enseguida te acostumbras e instintivamente tratas de relajarte pero cuando los rodillos avanzan por las piernas y se abren para llegar a la zona de los brazos, recuerdas que estás haciendo algo que puede ser peligroso y aprietas con fuerza el manillar para contrarrestar la presión que ejercen los rodillos. No quisiera desaparecer engullido por estos rodillos. De nuevo volvemos a la misma pregunta. ¿Qué hago dentro de un túnel de lavado subido en una moto? Y analizándolo con calma, creo que realmente es el mismo punto de locura que me

ha llevado a meterme en una cámara frigorífica a 14 grados bajo cero con ropa interior térmica de moto, o a colgar todo mi peso de un viga sujeto simplemente por la argolla de seguridad de un casco, o incluso a clavar más de cinco tornillos en una rueda y circular con ella comprobando que no pierde aire. Efectivamente ya os habréis dado cuenta, que aburrido de ver siempre las mismas pruebas de motos y productos de la moto, con idénticas estructuras, comentarios e incluso contenidos. Movido por el afán de realizar algo diferente y sobre todo divertido a la hora de probar productos para la moto, me ha llevado a vivir situaciones y experiencias cuanto menos hilarantes, con ese punto de locura que no puede faltar. Por lo tanto, si para probar la impermeabilización de una cazadora de moto con un nuevo producto que ha salido al mercado hay que meterse en un túnel de lavado con moto incluida, no hay ningún problema.

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Si para probar la impermeabilización de una cazadora de moto hay que meterse en un túnel de lavado con moto incluida, no hay ningún problema.


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¿Quién me mandará meterme en estos berenjenales?

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Del mismo modo que permanecer dentro en una cámara frigorífica a 14 grados bajo cero simplemente vestido con la ropa interior térmica casco y guantes no es la manera clásica de probar este tipo de prendas para el motorista, pero sí os puedo asegurar que es una de las experiencias en las que he podido notar cómo poco a poco se va escapando de tu cuerpo cada grado centígrado de calor, mientras toman tu temperatura con un termómetro de pistola y el fotógrafo ya no sabe qué hacer para que su equipo funcione correctamente y no se empañen sus objetivos. Circular en pleno invierno en moto simplemente con esa misma ropa térmica ya me había parecido una pequeña locura no exenta de digamos cierto “fresquito”, pero meterse en esa cámara frigorífica fue ya el remate de la prueba.

Circular en pleno invierno en moto vestido con la ropa interior térmica, casco y guantes ya me había parecido una pequeña locura no exenta de cierto “fresquito”...

En otras ocasiones, al realizar alguna que otra loca prueba como colgarse de la argolla antirrobo de un casco atado a una viga, me lleva

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... meterse en una cámara frigorífica a -14°C fue el remate de la prueba.


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a la misma pregunta que al principio. Da igual la manera en que la formulemos, el contenido es el mismo ¿Quién me mandará meterme en estos berenjenales? Realmente, estoy seguro de que no es la manera más ortodoxa de conocer la resistencia de este antirrobo. Pero seguro que colgarse de él y del casco, fue una de las pruebas de producto más divertidas que he protagonizado. Y qué os puedo contar sobre la sensación de estar suspendido en el aire sólo sujeto por el casco, sin saber si el sistema antirrobo cederá y acabará con tus huesos en el suelo. Éste es otro de esos momentos que permanecerá en la memoria durante mucho tiempo.

Colgarse de un casco no es la manera más ortodoxa de conocer la resistencia de un antirrobo...

Pequeñas locuras para llevar al extremo la resistencia de productos para la moto y el motorista, y así dejaremos descansar a la región de Samarcanda que ya está llena de aventureros viajando en solitario con su moto por el mundo.

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... pero seguro que fue una de las pruebas de producto más divertidas que he protagonizado.


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UNOS LOCOS MUY CUERDOS POR

Mela Chércoles

EXISTE UNA DELGADA LÍNEA ENTRE LA HEROICIDAD Y LA LOCURA QUE EN EL MUNDIAL DE MOTOGP HA GENERADO MUCHO DEBATE CON SITUACIONES COMO LA DE LORENZO EN HOLANDA 2013, CUANDO CORRIÓ SÓLO 35 HORAS DESPUÉS DE SER INTERVENIDO, EN BARCELONA, DE UNA CLAVÍCULA. SIN EMBARGO, DESDE MEDIADOS DEL CURSO PASADO EL CÓDIGO MÉDICO DEL MUNDIAL SE HA ENDURECIDO PARA EVITAR QUE LOS PILOTOS PUEDAN REAPARECER EN CUALQUIER CIRCUNSTANCIA, LO QUE NO IMPIDE QUE MUCHOS SIGAN RECORDANDO LO QUE HIZO EL MALLORQUÍN COMO UNA AUTÉNTICA EPOPEYA.

A

menudo se oye decir, generalmente sin ánimo de ofender, que los pilotos de motos están locos. Quien lo dice lo argumenta con topicazos tales como que de otro modo no se entiende que desafíen las leyes físicas con tumbadas cada vez más increíbles; que se caigan y lo primero que hagan sea ir corriendo a levantar sus máquinas para seguir dando gas; que vuelen a más de trescientos por hora; que acorten los tiempos de recuperación de las lesiones como si no fueran humanos; que si tal o que si cual... El maestro Nieto odia que se le comente algo así y responde siempre recalcando que “en el Mundial de locos nada, porque todo el que se sube a una moto de gran premio tiene la cabeza bien amueblada y sabe perfectamente lo que se trae entre manos y lo que se juega”. Y no le falta razón, así que para equiparar locura con valentía, que es lo más justo, valga el chascarrillo de que los pilotos son unos locos muy cuerdos, lo que es un contraste o antítesis absolutamente intencionado, y que no quita para admitir que hay una delgada línea entre la heroicidad y la locura.

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Lorenzo se fracturó la clavícula izquierda un jueves en un espectacular vuelo a 224 por hora. A falta de quirófanos disponibles en Assen, viajó a Barcelona donde fue sometido a una intervención de dos horas, que acabó a las cuatro de la madrugada del viernes. Volvió a Assen ese mismo día.


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De cuando en cuando hay ejemplos que abren el debate y el más sonado de los últimos tiempos, sin duda, corrió a cargo de Jorge Lorenzo en el GP de Holanda 2013 de MotoGP. La historia suena a ciencia ficción, pero es real como la vida misma… El de Yamaha se fracturó la clavícula izquierda el jueves en un espectacular vuelo a 224 por hora. Fue trasladado al hospital de Assen y allí mismo metió prisa para que le operaran rápido, con la intención de regresar al Gran Premio. Como no había quirófanos disponibles allí, se organizó todo para que pudiera viajar a Barcelona y que el doctor Joaquín Rodríguez le sometiera a una intervención que arrancó a las dos de la madrugada y terminó dos horas después, a las cuatro de la madrugada del viernes. En esa intervención se le fijó la lesión con una placa y ocho tornillos, algo por lo que ya había pasado antes un Lorenzo que, al despertarse, escribió en Twitter que se volvía para Assen ese mismo día, llegando a La Catedral a las seis y media de la tarde. Aún le quedaba pasar un reconocimiento médico en el circuito, a

base de flexiones y otras pruebas de fuerza, que superó a primera hora de la mañana y en el que se le daba el ok para salir al warm up. En esa sesión de veinte minutos ya advirtió de sus intenciones, porque completó once vueltas, terminó octavo y buscó ritmo. ¡Asombroso! Quedaba otro trámite médico previo a la carrera, que también superó, para arrancar duodécimo en la parrilla y terminar quinto esa carrera de MotoGP sólo 35 horas después de ser operado. ¡Brutal! Aquel día Lorenzo fue un héroe para muchos, pero también un insensato para otros. La jugada le salió bien, porque minimizó daños en su pelea por el título con Márquez y Pedrosa, pero el destino fue cruel con él, porque en la siguiente cita, la de Alemania, se volvía a lesionar y allí sí que causó baja y a la siguiente prueba, la de Laguna Seca, compareció mermado. Pero todo aquello no terminó en ese calvario encadenando de tres carreras, porque un año más tarde, al volver a La Catedral, el mallorquín firmó una de las peores actuaciones que se le habían visto y él mismo

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Tras superar las pruebas médicas, arrancó duodécimo en la parrilla y terminó quinto esa carrera de MotoGP sólo 35 horas después de ser operado.


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confesó que había sentido miedo al recordar todo lo vivido la temporada anterior en ese escenario. Muy honrado por su parte reconocerlo, sin duda, y muy humano también. El propio Lorenzo reconocería más tarde que no creía que volviera a hacer algo así y, para evitar la tentación, ya no tendrá opción. Ni él ni ningún otro piloto del Mundial de MotoGP, porque mediada la temporada 2014 se instauró un nuevo Código Médico del Mundial para evitar heroicidades estilo Lorenzo en Assen. El 7 de agosto de 2014, las escuderías mundialistas recibieron una circular del IRTA (la asociación de equipos) con unas modificaciones con las que, a partir de ese instante, se hacían más severos los controles médicos. Las líneas maestras de ese código más duro pasan porque la decisión y la responsabilidad médica de los pilotos es competencia del CMO (el médico local jefe) y es consensuada con el director médico del campeonato (Michele Macchiagodena) y un representante médico de la FIM, lo que supone

mayor participación médica que antes. La evaluación para volver a ser apto para competir tiene lugar en el centro médico del circuito a las 14:00 del jueves previo al GP, y los pilotos deben suministrar informes de sus doctores, mostrando el tratamiento al que han sido sometidos. Los pilotos deben someterse a un tipo de pruebas simples y efectivas que confirmen su capacidad física antes de afrontar una competición. Es responsabilidad del director médico asegurar que dichas pruebas requeridas por el CMO son las mismas para todos los pilotos afectados por las mismas lesiones. Ejemplos: a) Movilidad equivalente o superior al 50% del juego articular de la cadera y rodilla; b) permanecer sobre un pie, tanto izquierdo como derecho, durante al menos cinco segundos; c) cubrir una distancia de veinte metros sin ayuda en un tiempo máximo de 15 segundos; y d) subir y bajar diez escalones en un máximo de 20 segundos. No se permite a los pilotos participar en entrenamientos o carrera al menos 48 horas

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después de que hayan sido sometidos a anestesia general, epidural, espinal o local. En caso de cualquier operación abdominal el periodo de rehabilitación antes de volver a la competición debe ser de quince días a un mes. En el caso de que se sospeche de una conmoción, el piloto será inmediatamente excluido de la competición, al menos durante ese día. Antes de regresar a la competición, el piloto deberá presentar documentación de que regresa en condiciones neurofisiológicas normales. Visto así, parece mucho más serio que lo que había antes, porque muchos pilotos, sin citar nombres en este caso, solían contar que la revisión médica era un pitorreo en épocas pasadas. Y eso ya no pasa. Así que nada de tomar por locos a estos héroes de las dos ruedas capaces de soportar el dolor a un nivel muy superior al que está acostumbrado el común de los mortales comunes, sabiendo, además, que de no estar realmente en condiciones de correr, por ser un peligro para ellos mismos y para los demás, ya no les dejan.


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Aquel día Jorge fue un héroe para muchos, y un insensato para otros. El propio Lorenzo reconocería que dudaba de volver a hacer algo así. Ya no tendrá opción dado que en 2014 se instauró un nuevo Código Médico del Mundial para evitar heroicidades estilo Lorenzo en Assen.

ALPINESTARS MOSTRÓ LOS DATOS RECOGIDOS POR LOS SENSORES DEL MONO ALPINESTARS TECH AIR DE JORGE LORENZO. MEDIANTE ELLOS, SE PODÍA OBSERVAR EN DETALLE CÓMO FUE SU CAÍDA. EN EL GRÁFICO, SE APRECIABA PERFECTAMENTE CUÁNDO SE PRODUCE LA PÉRDIDA DE CONTROL DE LA YAMAHA M1 Y CÓMO POSTERIORMENTE FUE LANZADO POR LOS AIRES TRAS 0,220 SEGUNDOS DE LUCHA CON LA MONTURA. EN ESE MISMO INSTANTE, EL AIRBAG SE DESPLEGABA PARA PROTEGER A JORGE LORENZO.

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TRAS LOS 0,605 SEGUNDOS QUE EL PILOTO PASÓ EN EL AIRE, EL PRIMER IMPACTO LO SUFRIÓ SU HOMBRO IZQUIERDO, EL MÁS DAÑADO EN LA CAÍDA. POSTERIORMENTE RECIBIÓ MÚLTIPLES IMPACTOS EN EL HOMBRO DERECHO, ASÍ COMO EN EL TORSO Y LA ESPALDA. DE NUEVO SE DEMOSTRABA QUE LA EVOLUCIÓN EN LA ROPA DE PROTECCIÓN DE LOS PILOTOS ES CONSTANTE Y QUE ESTA MISMA CAÍDA, AÑOS ATRÁS, SE HUBIESE SALDADO CON ALGUNA OTRA ROTURA MÁS.


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AVENTIS DE 95 OCTANOS PO R

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José María Albert de Paco

harly, un sietemachos de antología, me retó a ir en su Vespino “hasta la esquina y volver”. Y yo, por no aguantar las bravuconadas con que, a buen seguro, me mortificaría en caso de negativa, acepté el reto. Tenía 13 años y era la primera vez que me subía a una moto, pero aquello no fue excusa para que, no habiendo recorrido ni 10 metros, me escurriera con estrépito de comediante. Más aparatoso que la caída fue el relato que empecé a orquestar cada vez que alguien, al verme el brazo escayolado, preguntaba qué, cuándo, dónde. En los días que siguieron al trompazo sólo me hizo temblar el cómo. Así, tras la primera ronda de explicaciones, inexorablemente escoradas hacia la prosa de atestado, fui aliñando el suceso con matices más o menos sensacionalistas y, en cualquier caso, carentes de maldad. El derrape de la rueda trasera pasó a ser un choque contra la cabina telefónica, y de ahí pasé a fabular que, más que “chocar” contra la cabina, me había “empotrado” en ella. Con todo, no acababa de estar satisfecho. Precisaba un elemento que diera a la narración el vuelo definitivo y, sobre

todo, evitara que el protagonista, o sea yo, quedara como un tarugo, así que en una de ésas incluí a una hermosa muchacha que pestañeaba a mi paso, de suerte que yo, arrobado por su gesto, no sólo perdía el juicio, sino también el rumbo. En una versión posterior, la muchacha no estaba a pie de calle, sino que gritaba mi nombre desde un balcón, y aún hubo un postrero desvarío según el cual, al empotrarme en la cabina, se abría la caja de los dineros y los viandantes, lejos de interesarse por mi estado, se hinchaban a coger monedas, y ni siquiera el hecho de que el cúbito me asomara -yeah- por el antebrazo frenaba los afanes de la turba. Con cada una de las firmas que fueron decorando el yeso, se fue engordando la leyenda, en un raro hipérbaton por el que, en realidad, quien suscribía la historia no era yo, sino mis amigos y conocidos, abajofirmantes de un aventis que era en verdad el fruto de su credulidad. En cuanto me quitaron la escayola puse fin a mi carrera de novelista, pero aún hay días en que me pregunto qué fue de aquella muchacha que pestañeó a mi paso, quién sabe si por evitar el riesgo de saber qué fue de mí.

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AVENTIS DE 95 OCTANOS II

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José María Albert de Paco

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Raúl se le han pegado las sábanas y, para arañarle tiempo al tiempo, se pone el casco de moto en el ascensor. Ya en la calle, y mientras corre hacia el lugar donde tiene su scooter, tropieza, cae de bruces y se lastima el codo (luego sabrá que se lo ha fracturado). Una viandante, alertada por sus gimoteos, se acerca hasta él, mas no acierta a explicarse por qué no hay moto alguna en las proximidades. Desconfiada, sigue a lo suyo.

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José María Albert de Paco

asi todas las noticias que informaron del suceso llevaban empotrado en el primer párrafo expresiones como “lo nunca visto”, “ver para creer”, “aunque parezca increíble”... Claims, en suma, que no sólo redoblaban el cáracter insólito de lo ocurrido; además, lo envolvían en el celofán de lo prodigioso, como si aquella aberración tuviera algo de proeza. En el estadio milanés de San Siro, y cuando el partido entre el Inter y el Atalanta tocaba a su fin, un grupo de ultras locales había lanzado una moto desde el anfiteatro a la grada inferior. En su proverbial tosquedad, los aficionados al fútbol han llegado a arrojar a la cancha almohadillas, monedas, mecheros, una botella de Ballantine’s, la cabeza de un marrano lechón... Pero, ¿una moto? ¿Cómo diablos se las ingenia uno para entrar al campo una moto?, me pregunté junto con media humanidad. En los días sucesivos, leí que los hinchas interistas habían robado la moto en los aledaños de San Siro, la habían desmontado y la habían entrado al graderío por piezas.

También se especuló con la hipótesis de que el vehículo perteneciera a un empleado del club, y que estuviera aparcado dentro del recinto. Hubo quien aseguró que los ultras habían accedido al graderío con la moto en marcha, a través de una de las rampas espirales que anillan el estadio. Sea como sea, el sinnúmero de versiones que fueron circulando y la truculencia con que se aliñaron confirieron al motorino estatus de leyenda. Años después, recaló en Barcelona la exposición Pasión en las gradas y, atraído por el título, un remedo de la traducción al español de Fever on Pitch, me acerqué a verla. La muestra incluía fotografías pretendidamente impactantes y objetos alusivos a la demencia consustancial al fútbol. Entre éstos, había un ataúd gualdinegro que había mandado hacerse un hincha del Borussia y la muñeca hinchable que exhibió la afición del Barça en el regreso de Figo al Camp Nou. También estaba el motorino, cuyo asiento acaricié devotamente como si fuera la mano cercenada del primer Terminator.

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AVENTIS DE 95 OCTANOS IV

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José María Albert de Paco

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e llevé a casa. Al llegar, te bajaste de la Vespino y me mostraste el portal por donde te perderías esa noche y las demás.

- Aquí es. Y te besé. Y nos besamos Y nos besamos de nuevo. Otra vez. - ¿Te puedo llamar? Mañana, quiero decir, ¿te puedo llamar mañana? - Pobre de ti que no lo hagas. Bajé por el Paseo de Fabra i Puig, torcí por Miquel Ferrà y, al dejar atrás la Plaza Virrei Amat, tomé la suave pendiente de la Avenida de Borbón, que a la altura de las cocheras tendía a pronunciarse y, algo más arriba, a encabritarse. Tras ese tramo, vendría el descenso hacia San Antonio: Maragall, Córcega, Pau Claris, Aragón, Rocafort... Quiso la casualidad que aquella noche enlazara todos los semáforos en verde, como si la ciudad se me extinguiera por detrás al tiempo que me brotaba por delante. Jamás me había ocurrido nada igual: cruzar Barcelona de norte a sur sin necesidad de detenerme hasta llegar a mi destino. Creí que semejante prodigio era una señal divina, que mientras mi Vespino y yo fuéramos empalmando semáforos en verde en el regreso de tu casa a la mía, tú seguirías a mi lado. Me entregué con denuedo al objetivo, crucial para

la supervivencia de nuestro amor, de recorrer aquellos 8 kilómetros de trama urbana sin pararme en ningún semáforo. Después de todo, si había sido posible aquella primera madrugada, por qué no iba a serlo en lo sucesivo. Al principio todo fue como una seda. Tanto que, de hecho, resultaba más sencillo completar el trayecto de corrido que hacerlo con paradas. Hasta que, llegado un día, los semáforos se desincronizaron y me vi obligado a más de un súbito acelerón, a ralentizar la marcha en espera del cambio de disco, a cruzarlos, ay, en rojo. Se trataba, dicho queda, de no detenerse, de que las ruedas de mi Vespino siguieran girando y, con ellas, siguiera girando el mundo, que para mí, y por aquel entonces, eras tú. Bueno, tú y mi Vespino; no en vano, de ella dependía nuestra dicha; de ella y, a qué negarlo, de mi pericia de piloto. Con el pasar de los días me convertí en un consumado experto en el arte de ensartar semáforos. Es cierto que hubo lances un tanto extravagantes, como la noche en que hube de aguardar a que cambiara a verde desplazándome en círculos, para pasmo de un peatón que por allí pasaba. Debió de ser por aquellas fechas cuando empecé a dejarte en casa más temprano que de costumbre, pues no veía el momento de darte el beso de despedida, poner en marcha mi moto y, al abrigo de la luna, salvar lo nuestro. Comprendo que recelaras, que atribuyeras mis desatenciones y los níveos extravíos que comenzaron a apoderarse de mí, a la existencia de otra mujer. Pero créeme, no había en mis pensamientos nada que no fueran mi Vespino y mil ardides para sobrevolar Barcelona. Ya ni siquiera, en efecto, estabas tú.

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600 KM EN UNA MOTO DE 49CC ES INCÓMODO, SI ADEMÁS ES DEL AÑO 62, ES UNA LOCURA. PO R

Ramón Forcada

Semana Santa de 1974. Cuatro descerebrados de un pequeño pueblo de la provincia de Barcelona, que empezaban a iniciarse en el mundo de la moto, planean lo que en esa época parecía una locura. Quizás lo era. Armados de espíritu aventurero, de cuatro capelinas y cuatro “barretines” (en esa época no era obligatorio ni se estilaba usar casco), deciden emprender un viaje a lo desconocido. Empiezan los preparativos, eligiendo el destino. Muchas propuestas, y al final gana La Capital. El Paseo de la Castellana es el objetivo. El vehículo, evidentemente, la moto. Pero no una moto cualquiera. Había que amplificar la aventura. Dos Moto Guzzi de 49 c.c., una de 65 c.c. y una de 73 c.c. fueron las elegidas. La más antigua, de 1954. La más nueva de 1962. Unas motos en marcha pero sin restaurar. Unas cajas de madera para guardar algunos recambios y prendas de abrigo constituían el equipamiento “pro” necesario para el viaje.

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S

alida desde el centro de Moià, con concentración de curiosos y aficionados, despidiendo a los viajeros cual marineros rumbo a las Américas. Buenos deseos, algunas fotos, y hasta la vuelta. Dirección Lleida, la primera moto dice basta. No habían transcurrido más de 60 km. Gripaje habitual en el modelo. No era cuestión de abandonar tan pronto la aventura y había que reparar. Fácil. Se desmonta el escape, la culata, se saca el cilindro y armados de tela de esmeril bañada en el aceite del propio cárter se procede a un rectificado manual de calidad. Afortunadamente la operación no era complicada, ya que el modelo en cuestión llevaba admisión al cárter a través del cigüeñal, con lo que no había que tocar el carburador. Montaje de nuevo y a correr. La idea era llegar a Zaragoza la primera noche, pero no fue posible. El gripaje se repitió y la

Un banco del Paseo de la Castellana resultó perfecto para extender las piezas y las pocas herramientas necesarias. Un motor de Guzzi 65 c.c. desmontado sobre un banco público un Sábado Santo a las cuatro de la tarde se convirtió en una atracción improvisada. PÁGINA 68

reparación también. La pérdida de tiempo fue tan importante que anocheció antes de Zaragoza. A dormir en una cabaña abandonada, y esperar que al día siguiente la mecánica fuese más benevolente. El segundo día fue un poco mejor en el tema mecánico, pero al llegar a Medinaceli una tormenta de nieve sorprende a los aventureros. Circular en moto era casi imposible. El frío aterrador y el estado de la carretera, peligrosísimo. No queda otra solución, sin pensar en el abandono, que cargar las motos en el tren hasta Guadalajara. Allí las condiciones eran un poco mejores y se pudo llegar hasta Madrid. Entrada por Avda. de América, y visita a La Castellana, destino final. Pero el duende de la mecánica estaba travieso. Otro problema de motor en pleno centro de Madrid obliga a poner la rectificadora en marcha. Esta vez había mejores condiciones


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para trabajar. Un banco del Paseo de la Castellana resultó perfecto para extender las piezas y las pocas herramientas necesarias. No hace falta decir que un motor de Guzzi 65 c.c. desmontado sobre un banco público en el paseo más emblemático de la capital de España, un Sábado Santo a las cuatro de la tarde se convirtió en una atracción improvisada que congregó a un importante número de curiosos. Pensar que había que deshacer el camino recorrido, en las mismas condiciones, era como una losa. La locura. Pero esta vez la reparación fue definitiva. Unos segmentos con demasiado ajuste producían los múltiples gripajes padecidos. Había que aumentar la holgura, pero hacía falta una lima. Cómo no había, la superficie rugosa del banco de La Castellana se convirtió en un abrasivo perfecto para ajustar el cierre de los segmentos. La vuelta, con el problema mecánico solucionado,

fue mucho más fácil. Un poco de lluvia, un poco de hambre, mucho frío y demasiados kms. fueron los principales inconvenientes. Todo superable. No había autovía entre Madrid y Zaragoza. Los vehículos eran lentos y el tráfico exagerado. La falta de unidad de criterio entre las diferentes patrullas de la Benemérita se convirtió en la comidilla de la excursión. Unos decían que las motos debían circular por el arcén, para evitar posibles desgracias. Otros que el arcén era sólo para parada de emergencia y que había que circular por la calzada. Así hasta cinco veces, evitando por suerte ser sancionados. Por suerte o por lástima. ¿Quiénes eran los locos de las Guzzi?. Uno era yo, otro mi hermano y dos amigos. La aventura fue notable para le época, sobre todo teniendo en cuenta la poca o nula información previa al viaje (no había internet) y la cantidad de inconsciencia de que hicimos gala.

La aventura fue notable para le época, sobre todo teniendo en cuenta la poca o nula información previa al viaje y la cantidad de inconsciencia de que hicimos gala. PÁGINA 69


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