2007 / 01 Cultura - Patrimonio - Territorio
finisterra
Revista del Programa integral de Rehabilitaci贸n de Areas Hist贸ricas de Cochabamba - PRAHC/UMSS
Revista del Programa integral de Rehabilitación de Áreas Históricas de Cochabamba PRAHC-UMSS Instituto de Investigaciones de Arquitectura Facultad de Arquitectura Universidad Mayor de San Simón
Directora PRAHC-UMSS: Arq. Marina Sturich Equipo editorial: Marina Sturich Vladimir Andia Bianca De Marchi Andrés Loza Diagramación y fotografía: Andrés Loza Derechos reservados: PRAHC-UMSS, mayo 2007 .
PRAHC-UMSS
Esta publicación se realiza en el marco del convenio de cooperación entre la Universidad Mayor de San Simón y el “Conseil Interuniversitaire de la Communauté française de Belgique”
Los artículos son de entera responsabilidad de sus autores.. Finisterra no comparte necesariamente las opiniones vertidas en los mismos.
Indice
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Francisco M. Vélez Pliego
Notas para el Estudio de los Proyectos de Renovación Urbana de los Centros históricos
Edson Cabrera Quispe
El Ejercicio de “Lo Político” y la Plataforma Social Territorial
Luis Moya S.
Poder y Asentamientos Urbanos en la Colonia
Rolando Salamanca C.
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Espacio-Cultura-Patrimonio: una reflexión conceptual de la valoración de lo mestizo en Cochabamba
Bianca de Marchi Moyano
El Ordenamiento Territorial en Bolivia
Presentación Finisterra es una revista académica publicada por el Programa integral de Rehabilitación Áreas Históricas Cochabamba (PRAHC-UMSS), como espacio de difusión de sus diversos procesos reflexivos y académicos. Se trata de un intento por enriquecer el debate en las problemáticas patrimoniales, culturales y territoriales, trabajadas desde 1998 en el marco de la Universidad Mayor de San Simón y en constante interacción con las poblaciones locales de la región. La compilación de documentos que se presenta en la siguiente revista académica, es una recopilación de trabajos significativos generados durante el transcurso de las tres primeras versiones de la Maestría de Gestión del Patrimonio y Desarrollo Territorial (MGPDT), desarrollada bajo la tuición del Programa integral de Rehabilitación Áreas Históricas Cochabamba (PRAHCUMSS) desde el 2003, como un espacio de investigación y formación de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Mayor de San Simón y el Instituto de Investigaciones de Arquitectura, en el marco del Convenio CIUF-UMSS Actividad Nº 6¹.
profesionales especializados en un contexto de educación pública, a fin de evitar que los interesados en la profundización de estas temáticas se vean obligados a buscar ofertas académicas fuera de las fronteras de nuestro país. Así, bajo la premisa de coadyuvar al logro de una gestión de calidad de los recursos culturales, se creó un primer programa de MGPDT, a fin de generar recursos humanos calificados en materia de interpretación, catalogación, manejo de la información, preservación, planificación, gestión y otras áreas ligadas al patrimonio, en el marco de los contextos locales y aplicando nuevas tecnologías de información y comunicación. En este contexto, la presente publicación busca difundir la producción generada a partir de los trabajos y reflexiones producidas en las versiones 2004, 2005 y 2006 de la MGPDT, priorizando la temática de los “Procesos Territoriales. Lógicas Socio-económicas de Organización Territorial”, como un primer acercamiento a las líneas de investigación propuestas por el PRAHC-UMSS.
En este marco institucional y a partir de la propuesta 20032007 del programa, se priorizó la organización y realización de actividades formativas de tercer ciclo, en la búsqueda permanente de promocionar acciones de producción intelectual y servicios que contribuyan al desarrollo sustentable regional, generando respuestas alternativas a las necesidades de los contextos locales.
Esta problemática profundiza el eje III del documento “Hacia el fortalecimiento del programa de investigación del PRAHC-UMSS. Ejes y líneas de investigación”, que sin lugar a dudas contiene un tema de actualidad, generador de discusiones y tensiones no sólo académicas sino sobre todo sociales, de ahí que haya sido pensado como un espacio pertinente de inicio para la serie de publicaciones que se ¹ Se trata de un convenio que ha desarrollado desde el año 2000 inicia bajo el nombre de Finisterra. diversas actividades de investigación
Esta decisión también partió de cubrir los requerimientos de una oferta de formación en los campos de la Cultura y el Patrimonio, hasta entonces ausentes en los programas de grado y postgrado bolivianos. Por esto, la propuesta se convirtió en una respuesta a la responsabilidad de formar
Así, se busca aportar al debate de la generación de proyectos de desarrollo que estén relacionados con las sociedades y los saberes locales, superando algunos ámbitos, académicos y profesionales, en los que se observa al territorio tan solo como un simple soporte físico espacial,
y capacitación, a partir del apoyo de las Universidades Francófonas de Bélgica.
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como Salamanca diría: un contenedor. En este sentido, se extracta el siguiente posicionamiento: [Se] plantea el análisis de lógicas socio-económicas de construcción territorial y de los soportes y formas territoriales que se generan en el marco de la dialéctica sociedad-espacio. Cuenta tenida que el territorio no es meramente un soporte, una superficie sobre las cual se ubican y desarrollan actividades, resulta clara la necesidad de contemplar la historicidad de su construcción y las temporalidades de los procesos territoriales. La historia no como simple dato o antecedente sino como rugosidad e inercia dinámica. A partir de lo mencionado, la publicación presenta documentos, que más allá de ser una referencia bibliográfica, buscan generar espacios de construcción y reconstrucción de enfoques y paradigmas vinculados a la problemática abordada. En este contexto, los trabajos incluidos son los siguientes: Notas para el estudio de los proyectos de renovación urbana de los centros históricos. El ejercicio de “lo político” y la plataforma social territorial Poder y asentamientos urbanos en la colonia Espacio-cultura-patrimonio: una reflexión conceptual de la valoración de lo mestizo en cochabamba El ordenamiento territorial en bolivia Las tendencias actuales de planificación conservación de los centros históricos
y
El primer artículo es un adelanto conceptual de la tesis doctoral de Francisco Vélez Pliego, en el que sugiere una serie de nociones para el análisis de los centros históricos, desde una lectura urbana marxista en el contexto de flujos y tecnologías que hacen a la actualidad mundial. Así construye el concepto de “formas de producir la ciudad”, que busca profundizar las diversas articulaciones de los actores sociales para originar espacios habitables en relación a sus propias diferencias, configurando así el territorio de una manera particular. El segundo texto, escrito por Edson Cabrera, a partir de un ejemplo concreto y cercano a la realidad del municipio de Cochabamba, plantea una interpretación de la conformación de plataformas a nivel político/territorial 4
desde las nociones de B. Arditi, a partir de un conjunto de demandas sociales y con trasfondo cultural. Se apoya en la idea de que el territorio es parte de la creación de los movimientos sociopolíticos, en función de la participación y la autodeterminación de grupos marginales al poder formal. Luis Moya, en el tercer artículo, aborda la problemática del territorio urbano desde un análisis de los procesos de organización del espacio habitable en las ciudades de América Latina durante su desarrollo colonial, a partir de la racionalidad occidental (vinculada a la acumulación capitalista originaria) como responsable de la organización del espacio habitable, tomando el caso específico de las ciudades de Potosí y La Paz. De esta manera se sientan las bases de los efectos del poder y del discurso como los organizadores fundamentales del espacio, el territorio y la vida de la sociedad colonial. El cuarto artículo, desarrollado por Rolando Salamanca, propone una reflexión conceptual sobre las “formas” que adquieren los significantes espacio, cultura y patrimonio, en el contexto de la reconstrucción histórica de los momentos constitutivos regionales, desde sus realidades y las apropiaciones en torno a lo patrimonial, como construcción de identidad y provocación de imaginarios de futuro. En este marco, se aborda un primer esbozo de análisis histórico de Cochabamba como espacio de mestizaje, aplicando la construcción conceptual propuesta. Finalmente, Bianca De Marchi en el último documento ensaya una reflexión crítica sobre la aplicación boliviana del Ordenamiento Territorial, como herramienta política y de planificación oficial del Estado, haciendo énfasis en sus problemáticas relacionadas a la ausencia de una lectura cultural, como espacio de conflicto y tensiones de la actualidad social de Bolivia. Cabe mencionar que se trata de primeras aproximaciones cuyo fin es alimentar los espacios de discusión que la problemática territorial supone en el contexto local, regional, nacional latinoamericano, así como el posicionamiento del PRAHC-UMSS en su accionar desde el ámbito universitario hacia la sociedad.
Equipo PRAHC-UMSS
Notas para el Estudio de los Proyectos de Renovación Urbana de los Centros históricos Francisco M. Vélez Pliego¹
A
partir de la segunda mitad del siglo XX, las ciudades latinoamericanas enfrentaron el reto de una dinámica demográfica caracterizada por el crecimiento, natural y social de la población urbana; con ello, la necesidad de proveer a un cada vez mayor número habitantes de empleo, salud, educación, servicios básicos. Uno de los rasgos más visibles de este proceso fue la intensa migración campo-ciudad auspiciada, por un lado, por las transformaciones socioeconómicas en las economías agrarias de la región y por otro, como parte de la búsqueda de la población rural de estos satisfactores. Este rápido crecimiento y sus consecuencias dieron la pauta para que un conjunto de disciplinas pertenecientes a las ciencias sociales y a las humanidades analizaran y abordaran los perfiles y eventuales consecuencias de este acelerado proceso de urbanización². Las disciplinas que han tomado como objeto de estudio a la ciudad son diversas: la historia, la antropología, la economía, la sociología entre otras, todas ellas han establecido campos de investigación específicos buscando analizar los motivos y las formas a través de las cuales los seres humanos nos organizamos en asentamientos; se han interrogado sobre las formas de su producción, su apropiación, de la organización de actividades económicas y sociales que se concentran en ellas a lo largo de la historia. Así, uno de los aspectos medulares que atañen a la urbanización es la relación que guarda la misma con las transformaciones físicas y sociales de los centros históricos de las ciudades occidentales. La discusión de fondo se refiere a la manera en que consideramos que se ha venido resolviendo la relación entre sociedad y territorio y
materializándose bajo cierta forma a lo largo del tiempo; es decir, la comprensión de la ciudad histórica debe partir de la idea de que se trata de un objeto de estudio cuya naturaleza involucra procesos sociales, culturales, jurídicos y necesariamente económicos, que se traducen en configuraciones particulares de producción del suelo urbano y de los inmuebles, de su consumo y apropiación con arreglo a las circunstancias prevalecientes en diversas épocas. En este contexto, los centros históricos son desde una perspectiva espacios que se producen y consumen permanentemente con arreglo a las características que impone el proceso económico y las relaciones sociales dominantes contemporáneas; por otro lado, los habitantes se reapropian de ellos en conformidad con los modos de vida, patrones de comportamiento y tradiciones de los diversos grupos y clases que constituyen una sociedad. Ambas dimensiones solo son separables en términos ¹ Docente de la MGPDT de la UMSS, Titular del Instituto de analíticos pues en realidad se amalgaman constituyendo el Investigador Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, de la complejo universo que denominamos ciudad. Benemérita Universidad Autónoma
Puebla, integrante del Área de La ciudad actual, en este sentido, está inserta en las de Estudios Regionales e integrante del cuerpo académico “Sociedad, Ciudad modificaciones de las relaciones entre lo global y lo local, y Territorio en Puebla (XVI-XXI)” por ello es preciso considerar, al momento del análisis actual, la importancia relativa que ha cobrado como espacio Por el momento el concepto de de disputa en la transformación del funcionamiento ²urbanización lo utilizamos para al proceso mediante el cual económico mundial; al respecto hay que señalar que la referimos se produce un incremento constante ciudad, o mejor dicho las ciudades, se han constituido en el de la proporción de población que en áreas urbanas en un universo escenario central de los discursos y acciones de los diversos reside determinado, por ejemplo a escala de actores económicos, políticos y sociales. En buena medida un país, región o municipio. esta situación se está desarrollando en razón de la disolución de la nación como referente territorial de la 5
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actividad económica, de los indicadores promovidos para evaluar la competitividad y la productividad, pero también porque las condiciones materiales en que se desarrollan los procesos de producción y reproducción del capital en la globalización se han modificado. Las ciudades han sido un sitio privilegiado para la acción política, económica y social; para la concertación de proyectos y programas de los gobiernos, locales y nacionales, y de los inversionistas inmobiliarios privados. En la actualidad los actores que han hecho de los equipamientos, servicios, infraestructuras, viviendas -en síntesis de los elementos constitutivos de las urbes- un objeto de inversión, sobrepasan a los tradicionales grupos locales. En nuestra perspectiva, el análisis de las circunstancias y formas en que se ha producido esta expansión de la inversión privada obedecen fundamentalmente a la redefinición de las condiciones de funcionamiento del capital en general y del sector inmobiliario en particular. Dado que concentran lo fundamental de los soportes sociales de: producción, comercialización, comunicación; y también los espacios de formación de los recursos humanos orientados a la innovación tecnológica, la gestión, entre otros tantos temas que están directamente vinculados al tipo de competitividad y productividad que la forma de globalización contemporánea demanda, esta expansión de la inversión privada tiene diversas implicaciones con respecto a la disminución en términos absolutos y relativos del costo de la fuerza de trabajo y la superación constante de los límites impuestos a la velocidad de rotación del capital, ambos ejes sobre los que gravitan los esfuerzos de adecuación del funcionamiento de la economía globalizada; finalmente en la medida en que las ciudades han sido sede del poder político, de las instituciones del Estado y su espacio de actuación privilegiado, las reformas impulsadas por el neoliberalismo introducen un conjunto de modificaciones al sistema de actores que la producen, a las formas de su consumo y apropiación. ³
Nos referimos a los llamados efectos positivos de la aglomeración o externalidades que favorecen la concentración y organización del trabajo, la circulación de los bienes y servicios producidos y su consumo.
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Las ciudades y sus entornos regionales, son una fuerza productiva compleja³ que gravita en los más variados escenarios de la economía. Por esta razón estos espacios son repensados constantemente en todas sus dimensiones en la perspectiva de los diversos actores que los habitan, una de estas dimensiones atañe a la manera que se diseñan no solo físicamente los ámbitos urbanos en los que se interviene sino también las herramientas técnicas, jurídicas,
económicas y culturales que hacen viable la realización de las intervenciones mismas. Ambos aspectos, diseño físico y montaje de las operaciones, se adecuan y moldean el funcionamiento de la inmobiliaria. En las nuevas circunstancias de las economías nacionales y sus formas de inserción en el proceso de globalización, dos rasgos esenciales están incidiendo en la transformación tanto de las ciudades como de la inmobiliaria, por un lado el retiro sistemático de las inversiones públicas en materia de infraestructura y servicios urbanos y, por otro lado la integración transnacional de los procesos productivos y de servicios auspiciando tanto la desterritorialización de las actividades económicas como su especialización espacial. La globalización está asociada también a las consecuencias de orden social y cultural que trae aparejadas, una de cuyas materializaciones son las ciudades. Éstas, sus procesos de producción y consumo, al convertirse plenamente en objeto de inversión del capital privado están siendo redefinidas de conformidad con las normas y circunstancias que aseguren las tasas de ganancia correspondientes. El Estado neoliberal, cuando abandonó los temas de interés social convirtiéndolos en objetos de producción y comercialización privada -agua potable, basura, mercados públicos, transporte colectivo, alumbrado público, drenaje y alcantarillado, plazas y jardines, en muchas lugares son ya parte de los negocios privados- redefinió los términos tanto de su producción como de consumo, pero también incorporó nuevos actores y mediaciones en las relaciones entre gobernantes y gobernados. El acceso a estos servicios dejó de ser un derecho social, las condiciones de rentabilidad prevalecientes determinaron las tarifas de esos servicios, sujetas cada vez más a la oferta y la demanda del mercado y menos a las regulaciones establecidas por los gobiernos. Las responsabilidades del Estado se modifican, su reforma supone nuevos pactos sociales surgidos de las tensiones que se generan entre los gobernantes y los grupos y clases, en el complejo de responsabilidades anteriormente asumidas por los gobiernos. En el ámbito cultural, los intentos de globalización de los patrones de consumo presionan los mercados internos; textiles, mobiliario público y privado, la comida, las artesanías, en síntesis la moda y el gusto están siendo constante y masivamente transformados. El intercambio
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de todo tipo de bienes, legal o ilegalmente introducidos a los países, provoca el desplazamiento de aquéllos producidos localmente. El patrimonio edificado y otras expresiones culturales de carácter urbano enfrentan también las reglas del mercado globalizado auspiciando la reapropiación de la ciudad y del patrimonio bajo las nuevas reglas de consumo promovidas por la renovación urbana, sus bogas y símbolos. Los territorios urbanos segregados tradicionalmente, son objeto de renovación con el concurso de inversionistas privados. En el caso de los centros históricos estas intervenciones culminan, la mayoría de las veces, con la expulsión de los antiguos pobladores, como resultado de los proyectos urbanos desarrollados. La ideología de la globalización que anima estas acciones radica en el convencimiento de sus promotores de que es posible implantar, a escala planetaria, un pensamiento único que coloca al mercado como el factor capaz de igualar al conjunto de las sociedades; es decir, los defensores de la globalización neoliberal sostienen la tesis de que únicamente a través de él, además de favorecer el acceso de la población al conjunto de bienes, servicios y satisfactores, es posible regular al conjunto de las relaciones humanas. Esta tesis, a pesar de ser contraria al reconocimiento discursivo de los principales actores de la vida económica y política internacional, que postulan su aceptación de la diversidad cultural, política, étnica, religiosa, de las sociedades actuales, en realidad mantiene la presión hacia la eliminación de las prácticas sociales y bienes, materiales o intangibles, que no encuentren salida en el mercado globalizado. Los impulsores de la globalización buscan sujetar a la totalidad de los valores y prácticas las reglas de la oferta y la demanda, en este contexto se ubica la compleja batalla cultural por la preservación del patrimonio y la cual atraviesa modos de vida, patrones de comportamiento social, procesos de selección de los valores de la sociedad, de las obras de arte, de los bienes edificados y urbanos. Por las razones anteriormente expuestas, para comprender los conflictos urbanos actuales y en particular los protagonizados por los ciudadanos en defensa de sus bienes culturales y del patrimonio edificado y urbano y -de manera más general- de sus modos de vida, es necesario desarrollar una visión más compleja de sus ritmos y de las mentalidades que forja el quehacer cotidiano de sus residentes, de las tensiones que se están produciendo a partir de la diversidad de transformaciones que enfrentan
estos residentes como resultado de la reorganización de los procesos de producción y consumo auspiciados por la globalización. Para poder desplegar esa visión compleja es necesario interrogarnos sobre algunos elementos que deben formar parte del análisis. En primer término sobre la relación entre las modificaciones que están ocurriendo en las formas y requerimientos de funcionamiento del capital y sus expresiones espaciales. En efecto, si la urbanización, entendida en su dimensión social, política y económica , es una forma de reconocer en las ciudades y su crecimiento constante la expresión territorial de las condiciones de reproducción de las relaciones sociales capitalistas; ¿de qué manera las formas específicas de tales interrelaciones en diversas épocas son reconocibles en la urbe? Si este punto de partida es correcto ¿cuál la lectura espacial actual del ámbito urbano, dadas las transformaciones ocurridas en la materialidad de las condiciones de producción, reproducción y consumo del capital en la globalización contemporánea? Como señala Abramo: Este regreso a un tema que marca los estudios urbanos de los años setenta se justifica ampliamente por las interrogantes que plantean los cambios que tocan actualmente las ‘funciones’, las prácticas, las políticas y las formas urbanas: La crisis del fordismo y la emergencia de nuevos proyectos de sociedad (postfordismo, neo-fordismo, etc.) ha puesto a la orden del día la interrogante de la relación entre lo urbano y el capital o, según los términos de Scott, entre urbanización e industrialización. (1995) Sin embargo, a diferencia de los años setenta esta relación debe ser problematizada de manera distinta, debe evitar abordarse desde una perspectiva general con una lógica que ignora la historicidad de las formas de funcionamiento del capital, al contrario deberá buscar revisarse la manera en que los temas planteados por la reorganización de los procesos de producción y consumo se desarrollan en condiciones materiales específicas, de las ciudades en primer término, de las regiones y los países, sobre todo, a partir de los actores sociales concretos. Para autores como Sassen (1995), uno de los rasgos de la mundialización de la actividad económica es que la dispersión geográfica de los actuales proceso productivos, que se ha vuelto posible gracias al desarrollo de las nuevas
Abordar de esta manera la urbanización supone sobrepasar la vertiente ecológico/funcionalista circunscrita a la variable demográfica.
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tecnologías de la información y de la comunicación a distancia, posibilita, e incluso hace necesario una concentración continua del control, la propiedad y la apropiación de la ganancia por lo que el análisis de las ciudades requiere revisar sus circunstancias a la luz de los servicios que demandan las industrias dominantes, de las infraestructuras relacionadas con sus funciones y actividades, del tipo de calificación y competencias requeridas en los empleos que ofrecen entre otros temas asociados. La emergencia de las llamadas “ciudades globales”; unas cuantas de las cuales se constituyen en las líderes de un complejo de espacios urbanos que cuentan con la infraestructura y los servicios altamente especializados que estos procesos de concentración y control demandan y que son considerados como factores de localización de las corporaciones multinacionales que comandan la dinámica actual de acumulación, forman parte de lo que ha sido conceptualizado como “nodos” de un sistema, de una red que posibilita los flujos financieros, de información y tecnología (SASSEN, 1995), se apoyan en una red de “tecnópolis” (CASTELLS y HALL, 1994) que concentran las capacidades, instalaciones y recursos humanos, para producir las innovaciones que el capital industrial del siglo XXI está demandando. La urbanización ya no en su dimensión demográfica tradicional, tampoco en su relación histórica industrialización-urbanización, sino en su redefinición como complejo tecnológico, cultural, económico, político que posibilita la centralidad de la ciudad, particularmente considerada, en su articulación con los procesos globales de flujos de información, financieros, de bienes y servicios tecnológicos emerge como el paradigma de la transformación urbana actual. Los nuevos procesos de urbanización resultantes de las tendencias profundas de globalización de la economía e informacionalización de las sociedades, se articulan a las formas espaciales existentes para producir la nueva estructura que caracteriza nuestra época. Esta articulación se manifiesta de forma particularmente clara en las viejas ciudades europeas, en proceso de profunda reorganización funcional, cultural y espacial (BORJA y CASTELLS, 1998: 56).
A pesar de que en general son distinguibles en estos procesos elementos comunes en cuanto al tipo de equipamientos promovidos (sistemas multimodales de 8
transporte), de infraestructura de comunicaciones (fibra óptica, servicios satelitales), o servicios tecnológicos de apoyo (telefonía, computacionales, centros de comunicación virtuales), diversidad de ofertas de alojamiento (vivienda, hotelería, centros de recepción), grandes superficies comerciales de bienes de consumo, entre muchos otros temas identificables, es un hecho que las formas específicas que asume la reestructuración de las regiones y áreas urbanas solo es legible a la luz de la revisión de las condiciones y formas de articulación de los actores locales. En este contexto han cobrado cada vez mayor relevancia las acciones de renovación urbana de los centros históricos de las ciudades contemporáneas las cuales se han constituido en referentes territoriales de procesos de segregación urbana. La segregación urbana: una realidad histórica La existencia de áreas, abandonadas por sus propietarios originales y que son transformadas para otros aprovechamientos, a veces acelerando su deterioro, no es un hecho novedoso en la historia de las ciudades. Engels, por ejemplo, en su descripción de la ciudad de Manchester, en el periodo en el que esta ciudad vivió el paso de la manufactura a la gran industria y los efectos centralizadores que produjo, ya refería la salida de los antiguos moradores de la viejas áreas urbanas produciendo nuevos espacios residenciales alejados de los centros fabriles en proceso de constitución y dejando estas viviendas para la población obrera (1984: 322). Para los estudios sociológicos animados por la escuela de ecológica de Chicago la persistencia de áreas urbanas segregadas y deterioradas, entre las que se encuentran las zonas más antiguas de las ciudades, así como el desplazamiento constantes de la población residente de una zona a otra de la ciudad, son el resultado de un proceso natural de substitución-sucesión que se produce como resultado de la competencia entre los diferentes grupos sociales por ocupar las diversas áreas. En este proceso, en el que los grupos se diferencian entre sí por sus ingresos, características étnicas y raciales, preferencias, gustos y costumbres, también lo hacen espacialmente, “…la ciudad viene a parecer un mosaicos de mundos sociales en que es brusca la transición del uno al otro” (BASSOLS, 1988: 174) A diferencia de este enfoque, abordamos los cambios observables considerando que son el resultado de
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modificaciones constantes en las condiciones sociales, económicas y políticas de producción, consumo y apropiación de la ciudad. Nuestro enfoque atiende a lo señalado por Harvey en el sentido de que las formas espaciales no son: …objetos inanimados dentro de los cuales se despliegan los procesos sociales, sino como cosas que contienen procesos sociales en la misma medida que los procesos sociales son espaciales” (1979: 3) Una aproximación de este tipo, sin embargo, debe rendir cuenta de la articulación entre prácticas sociales económicas, culturales, políticas- y su materialización como forma urbana. Para la escuela francesa de sociología urbana de inspiración marxista, por ejemplo, la diferenciación espacial observable en las ciudades va a ser objeto de una doble lectura, por un lado en atención a las llamadas “condiciones generales de la producción”, a su estructuración espacial que expresa una división técnica del espacio que corresponde a la división técnica del trabajo; por otro lado, como resultado de la división social del espacio que se expresa bajo la forma de una distribución espacial de las viviendas según las clases sociales (LIPIETZ: 1974, 16; LOJKINE, 1977: 147; POTIER: 75, 43).
Este punto de partida general va a ser rápidamente matizado en el análisis mismo de la realidad urbana particularmente porque los capitales se enfrentan a una materialidad preexistente, ciudad feudal, ciudad colonial, pero sobre todo porque la especificidad de las relaciones que libera el capitalismo se funda en una apropiación privada de los medios de producción y trabajo y de los bienes en general, entre otros del suelo como soporte de las actividades económicas. La competencia por el acceso a la propiedad, tiene sus propias especificidades puesto que como señala acertadamente Lipietz: El capitalismo no es una entidad dotada de razón, sino la estructura que domina y que reproduce la práctica de los agentes privados: los capitalistas. La regulación de estas prácticas privadas que concurren a la reproducción del capital social, es la ley del valor. ¿Existe una ley del valor en el espacio, que regule espacialmente la actividad de los capitalistas individuales? Nosotros veremos que no (1974: 13) La exploración sobre la existencia de una ley de locación del espacio equivalente a la ley del valor para la repartición del capital y del trabajo en las diferentes ramas, en este caso de las diversas actividades y clases sociales en el espacio mismo, va a conducir a dos de los temas mayores del análisis
marxista de la ciudad. En primer término al reconocimiento de los límites y particularidades de la producción de lo urbano en su doble dimensión: la relacionada con la introducción de la infraestructura y servicios calles, redes de drenaje, agua potable, guarniciones, banquetas que hacen posible la existencia del suelo urbano, pero sobre todo los procesos que instituyen la diferenciación entre espacio público que aloja todos estos elementos- y la vinculada con lo privado, las parcelas que se destinan a soportar las actividades económicas y sociales que alberga la ciudad (LIPIETZ, 1974: 24) En segundo lugar al análisis de la diferenciación de los precios de los bienes urbanos, suelo e inmuebles, en este caso al reconocimiento de la renta como un elemento que resulta del proceso de producción del espacio social. Abordar el tema del suelo desde su renta y el carácter de su generación urbana como un momento específico en el proceso de reproducción social (GRANELLE, 1975: 11; LIPIETZ, 1974: 24) va a permitir reconocer al Estado como un actor que despliega una actividad central en su constitución. Sin embargo, como veremos más adelante, el sentido de esta actividad deberá ser esclarecido, en cada momento histórico, a lo largo de los estudios relacionados con las ciudades. La renta del suelo, un referente en las explicaciones de la forma urbana. El estudio de la renta del suelo proviene del pensamiento fisiocrático con Quesnay y Mirabeau en el siglo XVIII (FIDEL, 1988: 13). Los economistas clásicos entre los que destaca David Ricardo a principios del siglo XIX, por su parte, centraron su análisis particularmente en las calidades del suelo y de los rendimientos diferenciales que generan en el ámbito de sus productos, siendo esta una de las variables que permitieron explicar la diferencia de precios de los suelos agrícolas. Von Thûnen (1826), citado en extenso por Derycke (1979: 100-107), va a añadir al análisis precedente de Ricardo dos elementos más que van a gravitar en la renta del suelo, por un lado el carácter de la explotación, intensiva o extensiva de las parcelas y, por el otro, la distancia al mercado como un factor en la determinación del precio del producto agrícola por las diferencias en el costo de transporte y por tanto, va a incorporar la localización como una tercera
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variable en la determinación del precio del suelo y de la distribución de los cultivos en torno al mercado.
fundamentales en su explicación del análisis de la localización.
Marx retomará el análisis de Ricardo (1979: 604) e identificará diversas modalidades de renta del suelo: la “renta diferencial I” que corresponde en lo esencial a factores naturales -calidad del suelo, clima, topografía, entre otros-; la “renta diferencial II” (625) relacionada con la distinta productividad aportadas a través de inversiones en tecnología y abonos agricultura extensiva o intensiva-; la llamada “absoluta” (695) constituida como una suerte de tributo relevado por los propietarios del suelo sobre los utilizadores del mismo, generalizable por tanto a cualquier rama de actividad; finalmente revisará la llamada “renta de monopolio” (703) derivada de la propiedad jurídica sobre el suelo que permite sustraerlo de cualquier actividad económica, sea agrícola o de cualquier otro tipo, aparece como una renta de situación.
Sin embargo, las diversas teorías de la localización que tienen como punto de partida este planteamiento , suponen un suelo neutro e isótropo sobre el cual actúan los diferentes actores en una lógica de consumo y de competencia. La diferencia esencial que las aproximaciones de la escuela francesa de sociología urbana de inspiración marxista establecerán con respecto a estos ejercicios se refiere a un cambio sustancial en la visión del espacio el cual pasa de ser un objeto de consumo a un bien producido socialmente.
Si bien en los dos últimos casos señalados la renta del suelo gravita sobre cualquier tipo de actividad, Marx en particular desarrolla el análisis interesado en la inversión de capital en la agricultura y sus implicaciones (574). Difícilmente se puede construir una analogía a contextos urbanos, al menos por lo que se refiere a las rentas I y II, por cuanto la calidad del suelo construible, es decir que cuenta con el acceso a infraestructura básica- y su aprovechamiento intensivo para fines urbanos densidad de construcción, ocupación y uso- no depende del propietario del solar. Las rentas asociadas aparecen como la resultante de un complejo proceso social en el que la actividad del Estado, introduciendo infraestructura básica y aportando las regulaciones correspondientes en materia de usos, intensidad y tipo de aprovechamientos, va ha contribuir a la definición de los elementos materiales y las regulaciones que sirven de base de las rentas urbanas.
Para una revisión a profundidad de las diversas teorías de la localización ver Derycke: 1979
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A principios de siglo XX, cuando Alfred Weber (1909) formula la teoría de las localizaciones industriales (DERYCKE, 1979: 107) las variables de distancia y costo con respecto a las materias primas y el destino de los productos finales, va a encontrar una correlación entre el crecimiento lineal de la renta urbana y el grado de concentración de actividades económicas en un área determinada de la mancha urbana; así mismo va a encontrar una relación positiva entre los costos de transporte y otras variables como le costo de la fuerza de trabajo y su localización en el espacio que son considerados como parte de la llamada fuerza de la aglomeración y son
El precio del suelo que resulta de esta producción social, más que definirse como un valor de producción, resultante de un trabajo que genera una plusvalía y a la cual se le ajusta una ganancia para obtener como resultado el precio final de la mercancía, se constituye en realidad en una renta absoluta que basa su existencia en la relación jurídica de propiedad y que posibilita a su dueño sustraerla del mercado o ponerlo a disposición de un arrendador o comprador particular, independientemente de la actividad en la que vaya a constituirse en soporte. Por tanto, la renta del suelo emerge como un mecanismo de transferencia de una parte de la plusvalía futura que resulte de la actividad económica o social o de la que se genere a lo largo del montaje de una operación inmobiliaria, teniendo como objetivo la constitución de mercancías urbanas. En sentido estricto la construcción de una teoría de la renta del suelo urbano que permita hacer inteligibles las practicas espaciales de los actores sociales y que ordene su inserción en el espacio urbano no es el camino más adecuado en el análisis de los procesos de urbanización en la medida en que los actores sociales que participan de la inmobiliaria son diversos, no todos adquieren suelo con el objetivo de utilizarlo en un proceso de producción de mercancías urbanas, en realidad sus intereses y expectativas se constituyen y concretan al momento mismo del montaje de la operación. Al respecto coincidimos con lo planteado por Lojkine cuando considera que la competencia anárquica de los capitales individuales que impone una división territorial del trabajo poco tiene que ver con una distribución en el espacio, ordenada y complementaria, de las actividades productivas y sociales, las cuales entran en contradicción con las propias ciudades y sus necesidades de desarrollo.
Notas para el Estudio de los Proyectos de Renovación Urbana de los Centros históricos
En la medida en que el desarrollo de la aglomeración urbana depende estrechamente, nosotros lo hemos ya señalado, de su articulación con un polo de empleo, los modos de implantación de las firmas industriales y de los empleos de oficina van a pesar fuertemente sobre el desarrollo de las ciudades. (LOJKINE, 1977: 170)
En realidad, el planteamiento de Lojkine, sin descartarlo como uno de los ejes explicativos de las urbes, nos remite a otra reflexión, en el sentido de que en las actuales condiciones y dadas las características de las empresas en la globalización, para los corporativos trasnacionales tanto en el ámbito industrial, como en el financiero y los servicios, la densidad relativa de la población residente en las ciudades como consumidores potenciales de los productos y como mercado de empleo, cada vez pesa menos en las decisiones de implantación de las grandes firmas. Estando dadas las condiciones impuestas por la flexibilización de los mercados de empleo, la dependencia planteada por Lojkine habría que revisarla a la luz de los tipos de calificación requeridos, jerarquizados de acuerdo con los segmentos productivos puestos en competencia en la economía globalizada maquila, reciclaje de bienes industriales en desuso, clusters altamente especializados e integrados, centros financieros, entre otros tantos ejemplos-, en este orden de ideas importa menos la densidad poblacional que la densidad de infraestructuras de comunicaciones y transportes, así como los servicios de apoyo tecnológico asociados a estas actividades tal y como han sido identificadas por Sassen, Castells, Hall o Borja entre otros. Pero si no hay una ley general del valor en el espacio ¿cómo se desarrolla la distribución general de la población y sus actividades en el espacio? Por nuestra parte, la explicación la hemos desarrollado a partir de los procesos que denominados “formas de producir la ciudad”, que buscan ilustrar la forma en que se articulan, a cada momento, un conjunto de actores sociales involucrados en estos procesos y a través de los cuales se originan espacios que mantienen diferencias relacionadas con la calidad y cantidad de servicios disponibles, características de la vivienda, entre otros indicadores, que muestran el acceso específico de los grupos sociales a estos bienes y servicios, vale decir, a la ciudad misma. La lectura de la renta del suelo, la realizaremos en el contexto de estas operaciones y como parte de un momento particular dentro de las relaciones sociales que articulan estas operaciones en cada caso de
propietarios del suelo: constructores, campesinos, asalariados, entre muchos otros que participan incidental o estructuralmente de las operaciones inmobiliarias. El concepto de “forma de producción” como una herramienta que inicialmente utilizamos para analizar los procesos de producción de vivienda (VÉLEZ, 1983-1986: 102), y que revisamos su aplicación y capacidad explicativa en el análisis de la expansión física de la ciudad (VÉLEZ, 2003: 33). Dicho concepto ha sido precisado y enriquecido en diversos trabajos y mediante él buscamos hacer inteligible un campo económico-social específico: el de la actividad inmobiliaria en el ámbito particular de la urbe. La herramienta propuesta alude a: 1.- Una determinada configuración de actores sociales que intervienen en el conjunto del proceso de producción y circulación de los bienes inmobiliarios, en la mayor parte de los casos mediante un capital privado o público y cumplen funciones específicas a lo largo del mismo, bajo la égida de un actor dominante que dirige el proceso de conjunto bajo su propia lógica económica y visión sociocultural de la ciudad. 2.- Una modalidad de adquisición o liberación del suelo urbano. 3.- Una forma específica de financiamiento sea a la producción, a la circulación y al consumo de las mercancías inmobiliarias. 4.- Un proceso de trabajo caracterizado por una forma de utilización de mano de obra y con la aplicación de ciertos medios técnicos para la producción de la mercancía. 5.- Un producto definido por el tipo de bien inmobiliario; vivienda, industria, su localización en el espacio, sus características físicas así como su carácter simbólico.
La construcción de esta herramienta obedece a la idea de que para analizar la producción social del espacio urbano es necesario aproximarse a la problemática general de la producción, la circulación y el consumo de los bienes del sector inmobiliario. Toda vez que coincidimos con Bourdieu cuando señala que: ... el mundo social está presente en su totalidad en cada acción "económica", es preciso dotarse de instrumentos de conocimiento que, lejos de poner entre paréntesis la multidimensionalidad y multifuncionalidad de las prácticas, permiten construir modelos históricos capaces de dar razón con rigor y parsimonia de las acciones e instituciones económicas, tal como se presentan a la observación empírica. (2001: 16)
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Con la herramienta conceptual que hemos bosquejado buscamos precisamente hacer inteligibles a los actores que participan de una operación inmobiliaria, en las relaciones y tensiones que se producen, ciertamente en el contexto de intereses económicos en juego, pero cuyas prácticas sociales no se circunscriben estos. El Estado y el desarrollo urbano. Para los estudios de inspiración marxista de los años setenta emanados de la escuela francesa de sociología urbana, la participación de los gobiernos en los procesos de urbanización, en los programas de vivienda, entre otros temas, fue explicada como una forma en que el Estado buscaba establecer condiciones específicas en la reproducción de las relaciones sociales, del material de la fuerza de trabajo requerida por el capital. Al respecto, por ejemplo Portier señalaba: “… La intervención creciente del Estado, […] debe entonces ser analizada en función de la necesidad de la reproducción de las relaciones sociales, en función de las necesidades del capital monopolista” (1975: 23). El Estado aparece como el actor clave que puede, a través del gasto público, promover la producción de infraestructura básica: equipamientos y mobiliario, redes de servicios y viviendas, principalmente. También a partir de las propias regulaciones que emite bandos de policía y buen gobierno, planes de regulación y ocupación del suelo, políticas fiscales que gravan las propiedades inmobiliarias, actos de expropiación, entre otros-, tiene en sus manos la posibilidad de promover la regulación de los diferentes destinos y aprovechamientos que se le dan a las tierras e inmuebles de carácter privado que forman parte de las ciudades. Por esto, en tanto que representante formal de la sociedad, aparece también como el actor capaz de condensar una visión global de las necesidades espaciales del capital y de los otros actores de la vida económica, social y política de una sociedad concreta y por esta razón puede inducir los procesos urbanos por la vía de los recursos que pone en juego, en asociación con algunos de esos actores sociales: constructores, banqueros, propietarios urbanos y/o de suelo agrícola, entre otros. El Estado emerge en el análisis de la escuela francesa de sociología urbana (LIPIETZ, 1974; CASTELLS, 1974; 12
PORTIER, 1975; LOJKINE, 1977; entre otros), con un papel definido el cual se materializa a través de instrumentos, formas y ámbitos de acción. Calificativos tales como “árbitro”, “instrumento del capital”, “instrumento de mediación de los conflictos sociales”, son algunas de las expresiones que se recogen en la literatura de esta época para ilustrar las formas de intervención de las entidades públicas en lo urbano. Estas apreciaciones, sin embargo, se enfrentan a la propia definición del Estado en tanto que forma dinámica de las relaciones de poder en una sociedad particular, es decir que las prácticas observables de sus instituciones deben revisarse a la luz de las propias tensiones y luchas que los actores sociales emprenden para desarrollar y reproducir formas de dominación ideológica, económica y política, para acrecentar la presencia de sus intereses, o para mejorar sus condiciones de vida. En nuestro enfoque es una entidad heterogénea, que difícilmente adquiere perfiles de acción unilaterales por largos periodos, por cuanto su integración, alcances y formas de funcionamiento expresan la cristalización de los acuerdos, siempre temporales, en que los intereses de los grupos y clases sociales son reconocidos y tutelados, mediante reglas del juego definidas para dirimir sus diferencias y regular sus relaciones públicas y privadas. La resultante está siempre sujeta a las tensiones que emergen de los intereses divergentes de estos grupos y clases, a las formas de dominación ideológica y política que se imponen temporalmente en términos de normas e instituciones. Bajo esta perspectiva, la producción social de la ciudad, como uno de los espacios sociales de intervención del Estado, es un proceso político, técnico, económico y sociocultural complejo. Como realidad física, contiene y se organiza como espacio de realización de las actividades económicas y sociales, pero también como forma cristalizada de diferenciación social y de las relaciones de poder político. Las interacciones que determinan la lógica de funcionamiento de las actividades que se desarrollan en la urbe tienen una dimensión espacial que se objetiva generando tensiones de distinta naturaleza. Los inmuebles que la constituyen: el mercado, la plaza, el templo, la fábrica, la vivienda, son ellos mismos producidos, consumidos y apropiados, con arreglo a estas mismas relaciones sociales, sus valores, jerarquías y gustos dominantes.
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La renovación urbana y sus nuevas lecturas El tema central continúa siendo, sin embargo, el problema de la relación entre las condiciones de valorización del capital, su articulación con los espacios y sistemas urbanos. Para la “escuela francesa de regulación” (ABRAMO, 1995) de inspiración marxista: La funcionalidad de la estructura urbana desde el punto de vista de la valorización del capital evoluciona en el tiempo y el espacio en función de las características del régimen de acumulación en vigor… en otros términos cada régimen de acumulación inscribe su especificidad histórica y geográfica en la especialidad urbana bajo la forma de un “régimen urbano”
En opinión de esta escuela al igual que un régimen de acumulación requiere de un conjunto de mecanismos sociales que garanticen su reproducción, las formas particulares de la estructura urbana tienen necesidad de la “regulación urbana” la cual constituye la característica de la producción de la espacialidad así como los mecanismos de su reproducción. Esta escuela presupone que, en las condiciones actuales de a c u mu l a c i ó n , “ f a s e m o n o p o l i s t a - f o r d i s t a ” y particularmente dado el poder de los capitalistas privados individuales, estarían en condiciones de imponer una organización económica social del espacio en la cual: …los capitales deberían liberarse de las reglas establecidas por la configuración socio-espacial existente, rompiendo así con los mecanismos reguladores del régimen competitivo (tributo diferencial exógeno) que hacía imposible el acceso a las ganancias ligadas al tributo de la propiedad urbana. Los capitales haciendo uso del suelo urbano y ofreciendo el espacio construido van a pasar de una actitud pasiva a un comportamiento activo en el juego de la imposición de tributos urbanos. Para realizar esto, los capitales conllevados a proponer nuevas especialidades debiendo obligatoriamente negar la estructura socioespacial existente (ABRAMO, 1995)
Esta lectura se apoya en buena medida en las intervenciones gubernamentales desde diversas áreas urbanas las cuales son conocidas como proyectos de renovación con alcances muy heterogéneos. Estas acciones, sin embargo no son nuevas, en Paris, por ejemplo, desde la década de los veinte se han desarrollado intervenciones en manzanas que forman parte de la ciudad histórica y han tenido como propósito tanto el mejoramiento de las viviendas (COINÉ, 1966) o de manera
más reciente la reutilización de espacios urbanos, como lo fue el proyecto de reestructuración del gran mercado central de Les Halles, que entre otras cosas auspició la inserción de nuevas actividades sociales como el centro cultural George Pompideu, o la reutilización de antiguos equipamientos como lo fue el caso de la abandonada estación de ferrocarril de Orsay, intervención que tuvo como objetivo transformarla en el museo de los impresionistas. En otras ciudades estas acciones han surgido también en circunstancias particulares promovidas en momentos excepcionales, así por ejemplo en el caso de Barcelona (ORTIZ GUITART, 2005), la renovación del área portuaria se inscribió en el proyecto de desarrollo de la villa olímpica al inicio de la década de los noventa, momento en el que aprovechando este evento se canalizaron inversiones significativas, públicas y privadas, para reorganizar y transformar los aprovechamientos de las viejas áreas de carga y descarga, así como las bodegas abandonadas del puerto. En el caso de la ciudad de México, de manera más reciente, se ha promovido, por ejemplo, la recuperación de una extensa área central en torno a la Alameda, zona particularmente afectada durante el sismo de 1985 que golpeó duramente a la ciudad capital, una cantidad importante de inmuebles permanecieron abandonados desde entonces. El proyecto impulsado por las actuales autoridades del gobierno de la ciudad incluye el mejoramiento de áreas públicas, la promoción de inversiones en hotelería, equipamientos y vivienda, procurando la recuperación de estas edificaciones y predios abandonados. Un poco por todos lados, lo mismo en Inglaterra, Italia, España, Francia, Brasil o México, estas intervenciones conocidas como de renovación urbana han puesto en pie estructuras institucionales y formas de acción que comienzan a ser analizadas y las cuales han sido definidas provisionalmente como aquellas operaciones que: Tienen un objetivo preciso que consiste en realizar terrenos 6 viabilizados para el hábitat, actividades y equipamientos urbanos. Afectan a una porción significativa del territorio urbano, que se distinguen de las simples operaciones de construcción. En fin, hacen intervenir a un ordenador urbano, público o privado, que debe realizar las tareas de reestructuración de la propiedad del suelo, de los
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En el lenguaje de los organismos multilaterales el espacio viabilizado es el “terreno construible en viviendas y dotado de redes de servicios primarios” (BANQUE MONDIALE, 1994: 184)
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espacialidad (gracias a la expropiación) y, de otro, daría signos (renta de equipamientos y servicios) a la sociedad de que él el Estado- se compromete a ratificar la nueva espacialidad propuesta por los capitalistas privados (ABRAMO, 1995)
equipamientos y servicios urbanos y de la obtención de los derechos de construcción. (THIERRY, 2002)
Una constante significativa de estas intervenciones se refiere a la intención de revertir procesos de abandono de áreas y predios que resultan del traslado de actividades económicas y sociales a otros espacios urbanos. La generación de estos tipos de espacios en las ciudades tienen orígenes diversos, a veces son el resultado del decaimiento de las actividades económicas que albergaron, en otros casos se debe al desplazamiento de estas mismas actividades a otras áreas urbanas como parte de procesos de especialización espacial, promovidos al modificarse las condiciones normativas en que deben desarrollarse determinadas actividades, tales son los casos, por ejemplo, de las fábricas, del comercio al mayoreo o de los servicios de abastecimiento de carnes y otros productos perecederos. En otras esferas, como las que se relacionan con la vivienda, las condiciones de funcionamiento del mercado inmobiliario han generado formas diferenciadas de acceso a este bien produciendo una heterogénea gama de tipos y localizaciones de vivienda. La persistencia de procesos urbanos que parecen seguir una regularidad relativa, como rasgos comunes del itinerario empíricamente observable en la historia de las ciudades occidentales, como lo son su constante crecimiento físico, el incremento de las poblaciones urbanas, el cambio en las dimensiones y características de las actividades económicas que albergan, los procesos de degradación física de inmuebles y áreas particulares, junto con la disminución del número de habitantes y de viviendas en las zonas más antiguas de las mismas, nos lleva a cuestionarnos sobre las particularidades de estas acciones de renovación que se están emprendiendo auspiciadas y organizadas por los gobiernos mismos. En opinión de la escuela francesa de regulación urbana todas estas intervenciones y sus particularidades están asociadas a la imposición de un “mark up urbano” el cual se enfrenta al reconocimiento social de la nueva espacialidad propuesta por los capitalistas transformándose en un problema crítico. De acuerdo con su razonamiento las operaciones de renovación urbana u otras emanadas de la producción monopolista del espacio requieren de una táctica de validación social.
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Esta táctica consistiría esencialmente de una intervención del Estado el cual requiere, por un lado de eliminar todo riesgo de bloqueo de la operación de negación de la anciana
A diferencia de este planteamiento global que sitúa la problemática en la redefinición más general de las formas de acumulación y reproducción del capital y que continúa considerando al Estado como un instrumento de estas nuevas regulaciones impuestas por el capital, nos situamos en una perspectiva conceptual que se interroga sobre la ciudad y sus transformaciones urbanas contemporáneas, incluidas las acciones de renovación, como expresiones de la forma en que se están reorganizando las inversiones inmobiliarias, redefiniendo la participación de los actores sociales en estos procesos y generando tensiones, en primer término, entre éstos y los grupos sociales que residen en estas áreas objeto de intervención. Además suponiendo que no se trata de negar las tendencias generales puestas en marcha por la globalización contemporánea, sino de considerar que estas tendencias no se aplican mecánicamente en los países, al margen o con la aceptación pasiva de los actores concretos en cada nación, en cada región. BIBLIOGRAFÍA ÁBRAMO, Pedro 1995 “La régulationet le régime urbains: La structure urbaine, sa reproduction et le capital” en Futur Antérieur 30-3132, agosto-diciembre, puesto en línea enero de 1996 www.multitudes.samizdat.net ANDERSON, Nels 1993 “Sociología de la Comunidad Urbana, Fondo de Cultura Económica”, cuarta reimpresión, México BANQUE MONDIALE 1994 “Document de Politique Générale de la Banque Mondiale”, Logement, Washington, D.C. BASSOLS, Mario, et. al., 1988 México
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efinitivamente, el Estado: “la esfera democrática representativa del Estado liberal ya no es el único lugar de la política” (Arditi 1995:39); cuando la participación social se ejerce, ésta se vuelve en un mecanismo que posibilita demandar y exigir. Los que promueven este ejercicio como práctica democrática a las soluciones, a necesidades o requerimientos son los mismos grupos y estos conglomerados sociales o movimientos practican el ejercicio de poder público (55). Es así que tal ejercicio puede convertirse fácilmente en una plataforma a nivel político basada en un conjunto de peticiones homogéneas, es decir: un movimiento para promover el cambio social a partir de demandas propias. Sin embargo, en la práctica se va demostrando que el territorio es también parte de la creación de dichas plataformas, éste es el planteamiento del presente ensayo. Se trata pues de un espacio interesante para el ejercicio de las exigencias sociales colectivas en función de la participación. A partir de esto se propone discutir y/o relatar un ejemplo concreto y cercano a la realidad de Cochabamba. Con la promulgación de la ley 2150 de "UPAS" el año 2000, el Estado posibilita la intervención sobre la configuración del territorio, mediante la delimitación, supresión, reposición o creación de Unidades Político Administrativas (UPAS) sean estas a nivel cantonal, municipal, provincial o departamental. Es así que desde ese año, de manera formal la mayoría de las unidades territoriales y políticoadministrativas principalmente a nivel municipal y departamental, inician procesos de delimitación, conforme a reglamentos del mencionado marco legal.
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De la misma forma determinadas colectividades organizadas política y hasta étnicamente promueven la creación de nuevas UPAS generalmente municipales, en detrimento de otras mayores. Como resultado de ello los territorios político administrativos se van fragmentando en el país. Un ejemplo interesante en el caso de Cochabamba es el logro de la creación del nuevo municipio de Entre Ríos hace aproximadamente 2 años atrás; hoy también se promueve la creación del Municipio de Shinahota en Tiraque, Icoya Kami en Independencia y San Joaquín de Itocta en Cercado. Se muestran entonces intentos de generar nuevas unidades político-administrativas a partir de las iniciativas locales. A continuación se profundiza el caso de Cercado, como ejemplo de las tensiones y planteamientos que surgen del acercamiento entre lo político y lo territorial. Antecedentes Desde el año 1950, cuando se promovían los primeros planes físicos para la ciudad de Cochabamba (por ejemplo el Plan Regulador) a partir de los cuales se establecieron un conjunto de políticas y programas, se planteaba la conservación de la zona Sur de la ciudad como área netamente rural para fines agro productivos, sin ninguna posibilidad de consolidación urbana. También en el nuevo plan físico (Plan Director) del año 1981 se preveía preservar esta zona como rural y productiva. Sin embargo desde los mismos periodos se fueron notando grandes procesos de migración hacia Cochabamba. La mayoría de los despliegues demográficos venían hacia la
El Ejercicio de “Lo Político” y la Plataforma Social Territorial
urbanidad como resultado de políticas económicas y sociales de los gobiernos de la época. Es así que las áreas del valle central de Cochabamba comenzaron a poblarse, inicialmente desde un perfil de condición rural y consolidaron unidades territoriales cercanas al Cercado. Desde entonces se manifestó la creación de asentamientos concentrados en la zona Sur de la ciudad, a los que las autoridades restaron importancia, al mantenerse como instrumento de interpretación territorial al plan regulador urbano que impedía concebir tales procesos. De todos modos, a partir de los '80, van creciendo los asentamientos humanos en el sector -cada vez con más extensión e incidencia- y ya en los 90's estos asentamientos, específicamente el distrito 8, 9 y 14, después de la aplicación de la Ley de Participación Popular (1995) concentraron mucha población y por lo tanto un amplio potencial político. En la actualidad, las características urbanas casi se han consolidado ya que el sector (por lo menos la parte principal) no cuenta con condiciones para seguir siendo concebido como un espacio predominantemente rural y menos productivo. Han surgido grandes loteamientos y loteadores y se ha fraccionado la tierra, se han abierto calles, construido un gran número de casas, se cuenta con un equipamiento mínimo, se han anulado las áreas verdes (entre viviendas), la contaminación del Río de la Tamborada ha crecido, etc., todo esto en un marco de caos y ausencia de planificación. En consecuencia, la mayoría de la gente que ya consolidó su vivienda en el sector no cuenta con condiciones mínimas infraestructurales. Es evidente que en la zona hay gran deficiencia de servicios básicos. No existen redes de agua, alcantarillado, alumbrado público, transporte, servicios urbanos, etc. Los servicios sociales son mínimos, no existen calles abiertas y los lotes consolidados han sido ubicados sin ningún criterio. Esta realidad promovió -desde la misma ley de participación popular- el reconocimiento de derechos y posibilidad de intervenir en términos políticos en los procesos de planificación a partir de un conjunto de demandas concretas y urgentes. El nuevo municipio Desde el año 1996 se va promoviendo planes participativos de desarrollo en el Cercado. En primera instancia de manera integral para el municipio y después por distritos.
Desde esa época la dirigencia de la zona Sur del Cercado publicitó su realidad en relación a la inexistencia de condiciones mínimas de vivienda, que partió de la evidente ausencia de condiciones rurales y más bien el predominio de intenciones y procesos para consolidar una nueva área urbana. Es así que en torno a la consecución de condiciones de habitabilidad se va demandando el acceso a servicios, a recursos y principalmente la consolidación de nuevos espacios urbanos ante la continua migración existente y el requerimiento de tierras que supone. Esto se contrapone a los controles municipales, burlados por la consolidación cotidiana de nuevos espacios residenciales al margen de la norma. Pese a esto, se mantiene la constante dejadez del municipio en relación a las demandas planteadas por gente de la zona en sus procesos de planificación, tanto en los talleres participativos, como en los pliegos petitorios y otros instrumentos relacionados a la planeación municipal. Más bien de manera autónoma y a partir de la ausencia de servicios y de la consolidación territorial, se promueven la cohesión de grupos dirigenciales, ONG's, colectivos humanos, etc. En este contexto, los distritos han generado la legítima demanda de creación del nuevo municipio: "San Joaquín de Itocta", que busca la independencia en relación al manejo de sus recursos, la administración y las posibilidades de gestión y decisión propia. La propuesta parte de resolver sus necesidades, además de definir sus características futuras de urbanización o ruralización de manera independiente, sin intromisión del Cercado. El proceso de demanda de creación del nuevo municipio ya ha sido aceptado por la prefectura en la gestión previa. Su creación tiene muchas posibilidades de efectivizarse, ya que según comentarios extendidos en la zona, se trataría de un compromiso electoral y firmado por el actual ejecutivo prefectural en su campaña electoral. Análisis Como bien plantea Arditi, el campo político, es decir las definiciones administrativas y el gobierno, ya no son sólo propiedad del sistema formal. En este caso, un conjunto de demandas insatisfechas en la zona Sur de la ciudad de Cochabamba promovieron un nuevo espacio para la política, un escenario para ejercer presión y generar propuestas en el campo de lo político (1995:55).
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El Ejercicio de “Lo Político” y la Plataforma Social Territorial
La demanda de municipalización y los medios que el movimiento social articulado usa en función a estos requerimientos han construido un nuevo poder, sobrepasando la legalidad establecida desde la municipalidad. Es decir, se ha creado un espacio de poder solventado por una plataforma territorial, más allá de la institucionalidad formal política. Las demandas por mayores servicios y autonomía en momentos de la planificación municipal ha sido transportada a otro nivel. La iniciativa popular ha operacionalizado estas exigencias pidiendo la creación del nuevo municipio, sobrepasando el monopolio gubernamental local, ejerciendo y usando como instrumento la misma democracia que permite la concreción efectiva de estos procesos. Desde la alcaldía municipal, el estancamiento por determinados intereses y tal vez la sobrecarga de obligaciones, ha rebasado su capacidad de respuesta, promoviendo el descontento social. En todos los planes de desarrollo, sean urbanos o generales, ha desconocido las demandas de la zona Sur y con ello ha reforzado los nuevos movimientos políticos en ese territorio. Por esto se puede afirmar que la política municipal ha permitido la consolidación del “segundo circuito”, aquél vinculado al ejercicio social de poder colectivo (45) Las demandas ahora territoriales de los distritos del Sur como plantea Offe en Arditi (47) han promovido y fortalecido la representación funcional. La mayoría de los sectores asentados en la zona, son de carácter migrante. Desde el altiplano y valle alto, los campesinos a partir de grupos corporativos en base intereses, se han organizado y han concretado un gran conjunto social. Offe menciona dos tipos de modalidades corporativas “...concurrentes del mercado, como los sindicatos, asociaciones y otros [...] y los beneficiarios o receptores de políticas” (49). En la zona sur se han identificado de la misma forma ambos tipos de grupos corporativos, en este caso conjuncionados, por intereses territoriales y de autogestión. Cabe mencionar que Intrínsecamente la demanda territorial del nuevo municipio no sólo responde a salvar condiciones básicas e infraestructurales. Es posible afirmar que la gran diversidad étnica y social del lugar, promueve la consolidación y búsqueda de una identidad propia. Por esto, el Sur del Cercado ha sido caracterizado de una 20
manera muy diferente al Norte y al mismo tiempo segregada. Es posible que el objetivo implícito en este proceso sea mostrar la fortaleza de una determinada característica cultural o la consolidación de un proceso identitario emergente de características particulares. Lo acontecido se asemeja mucho a lo ocurrido en el país, donde los segregados han tomando el poder formal, promoviendo factores de cambio en pro de sus necesidades e intereses, todo ello a partir de rasgos netamente identitarios y culturales. En ese sentido: Los individuos que participan en [ellos movimiento políticos y sociales] no lo hacen solo como ciudadanos , si no como mujeres, sindicalistas, negros, etc. [...una] compleja trama de grupos políticos en los que los individuos se insertan y, a través de esa inserción, van configurando su identidad. (Arditi 1995:49)
Así, esta puede ser una respuesta interesante al tema de la demanda de territorialidad vinculada a la identidad. En el otro sentido, los procesos de planificación participativa y la misma participación, han posibilitado la consolidación de este “segundo circuito” a partir de las demandas no cumplidas, que son la raíz fundamental del proceso de construcción de este movimiento social y territorial. Por esto, el enunciado sobre la transformación de demandas sectoriales y/o particulares en una posición o voluntad colectiva tiene que ver con las formas de negociación, agregación de requerimientos y resolución de conflictos, que se concretan y prueban. Se afirma entonces que esta transformación de un orden sectorial y hasta individual en una propuesta colectiva, de acuerdo a sus características se efectiviza en el “segundo circuito” para promover "la política mas allá de la política" (ARDITI, 1995) y convertirse en plataforma o movimiento, superior a las voluntades personales que adquiere formas, prácticas y discurso propio. BIBLIOGRAFIA ARDITI, Benjamín 1995 “La política después de la política” en Silvia Bolos (Coord), Actores sociales y demandas urbanas, Plaza y Valdés editores, México.
Poder y Asentamientos Urbanos en la Colonia Luis Moya S. “Ya que se trata aquí de transformarlo, es necesario dominar, desterrar el azar. El “Panopticón” será el espacio del control totalitario. Todo será allí, entonces, pesado, comparado, evaluado. Todo será ubicado. Todo será discutido. Todo tendrá un sentido explicitable. El mundo, en ese lugar, será en su totalidad dominado. No hay detalles que el discurso no tome a su cargo.” J.A. Miller, La máquina panóptica de Jeremy Bentham, en Matemas
En el presente ensayo proponemos desarrollar la siguiente hipótesis teórica: la racionalidad occidental de la acumulación capitalista originaria, ha sido la función organizadora fundamental del espacio habitable de las ciudades en América Latina durante la colonia. 1
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"El concepto de discurso puede definirse como un campo más amplio que el de las enunciaciones simples desarrolladas en el lazo social; y, aunque Lacan propone a las conductas y los actos como lo que se establece en el lazo discursivo, sitúa un espacio en el que lo fenoménico se subvierte a la inscripción de enunciados primordiales. Su construcción formalizada supone la posibilidad de superar el plano de las descripciones fenomenológicas del lazo social para h a c e r e m e rg e r l a e s t r u c t u r a inconsciente que se juega implícita en las posiciones del vínculo. Su dimensión social es fundamental" (MOYA, 2004). 2
La ciencia acompaña este proceso en una dialéctica que va produciendo una nueva civilización a la que Lacan llamará "capitalismo de la ciencia" (1988). No puede entenderse la ciencia sin el capitalismo ni este sin la ciencia. Es curioso, pero el discurso filosófico cristiano, produce algo que podría inclusive serle opuesto: la ciencia. La fe y la ciencia comparten un punto de articulación que es la verdad, la cual, desde el método de Descartes deriva de la razón.
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Nuestra alusión a los efectos del poder y del discurso como los organizadores fundamentales del espacio, el territorio y la vida de la sociedad colonial, es ineludible. Es en la organización de los espacios que la racionalidad tiene sus efectos concretos como la manifestación directa del discurso dominante. Para esto nos hemos propuesto ilustrar este proceso abocándonos como modelo al proceso de los asentamientos urbanos en la Potosí del siglo XVI. Es posible que la pretensión de abordar este tema en las dimensiones aquí planteadas requiera un mayor desarrollo; si así fuera nos contentaremos con plantear los elementos principales de nuestra hipótesis, para desarrollar en otra oportunidad y con más amplitud los otros aspectos que pudieran estar pendientes. Algunos antecedentes sobre la racionalidad dominante previa a la conquista y la colonia El discurso que se manifiesta en la conquista, tiene sus orígenes en el pensamiento grecolatino, que sin duda es el fundamento inicial de la racionalidad occidental. Pero está también la vertiente judeocristiana como la influencia más próxima al contexto del proceso de la conquista y la
colonia2. Significativas influencias ha tenido el documento bíblico sobre las sociedades y los individuos de Europa desde los primeros siglos después de Cristo, principalmente durante la Edad Media y el Renacimiento, en la que sus pensadores han podido reelaborar la palabra divina para ofrecerla a los hombres de épocas posteriores. El cristianismo sustentó en gran medida la ideología colonialista por medio del mandato divino de la expansión del reino de Dios sobre la tierra y los procesos de la acumulación primitiva de capital. La conquista de América fue posible en parte por el elemento ideológico que fundamentaba y justificaba el sometimiento y la explotación de esclavos que no eran más que animales de carga, “hombres degradados, perezosos e indignos de la fe cristiana" (GALEANO, 1971). Los reyes católicos de España, la monarquía británica en la línea de la Reforma luterana, pero además las restantes naciones europeas, empezaban a obtener provecho económico de las colonias repartidas por varios continentes, mediante la división internacional del trabajo: España, extraía el oro y la plata, Inglaterra proveía de herramientas, ropa, correas, clavos, picos, espuelas, etc. [cuando no asaltaba en altamar mediante la piratería organizada, los tesoros que los buques españoles transportaban a Europa], Holanda, Francia y Portugal participaban en la cacería y el tráfico de esclavos que obtenían del continente africano. Y los restantes países se beneficiaban con el comercio directo. América Latina era un negocio europeo (Ibíd, 1971).
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La voluntad de riqueza y bienestar se jugaba en el fondo de la hazaña española. La acumulación capitalista en Europa emerge como una práctica en este contexto de la racionalidad, de la voluntad de modernidad. Bajo esta consigna discursiva, España y Europa, no sólo se recuperaron de las guerras medievales sino que expandieron su poderío económico, político, militar y cultural sobre varios continentes. Pero además propició sobre la base de la acumulación de riqueza, el nacimiento de una cultura del bienestar, fuera de las tensiones de las necesidades vitales, hacia la cobertura opulenta de la escala de las necesidades humanas. Racionalidad de la acumulación originaria y asentamientos urbanos El único argumento, la única razón válida en todo orden, que llevó a Colón a descubrir América, fue de tipo económico comercial. Las vías de comercio continentales que conectaban a Europa con las Indias Orientales, resultaban excesivamente largas y costosas y estaban además atestadas de bárbaros, ladrones y pueblos islámicos, de modo que resultaba penosa la actividad comercial de aquellas especies tan necesarias y codiciadas en la vida de los europeos. Las guerras medievales habían desangrado la economía de los países europeos y se buscaba un respiro a través de otras alternativas comerciales. Tan urgente y tan precaria habría sido la situación en España, que la reina Isabel tuvo que vender y empeñar sus joyas para costear la aventura de Colón a las Indias Orientales. Como sabemos Colón nunca llegó al anhelado oriente. De vuelta a España, anuncia a toda Europa las maravillas de un nuevo mundo y es entonces que la sed de riqueza de los europeos, postergada durante los diez siglos de guerras santas medievales, se transforma en una voluntad de acumulación de riqueza sin precedentes. Primero España, luego Portugal, después Francia e Inglaterra a su vez volcaron sus mejores esfuerzos bélicos e ideológico-religiosos a la dominación y la explotación de las riquezas en América Latina, pero además, a la acumulación mercantil capitalista en Europa, que se inicio con la era de la explotación de los minerales a principios del siglo XVI: la plata y el oro. Esta explotación continuó luego con el azúcar y otros productos agrícolas hasta que se iniciaron las guerras independentistas de las
colonias. A lo largo de todo este proceso que duró alrededor de trescientos años la explotación de las riquezas estructuró el espacio habitable cuyas características estuvieron diseñadas en función de la racionalidad de la explotación minera, y más allá, en función de la acumulación de riquezas como fuente de bienestar material. Marx pensaba que la tierra era el medio de producción originario y que de ella se obtenía todas las materias primas. La explotación intensiva de las minas y del espacio agrícola durante la colonia había provisto a Europa de la posibilidad de la acumulación originaria de riqueza más importante de la historia, la cual sustentaría el desarrollo de la hegemonía capitalista posterior, pero además transformaría los espacios locales, regionales, continentales, hasta articular los primeros balbuceos de la economía global. La urbanización en Potosí a expensas de la explotación de la plata Las ciudades que iban emergiendo a partir del descubrimiento de América, van localizando territorios de alta densidad poblacional, coincidiendo con los lugares de yacimientos minerales que las poblaciones nativas explotaban con intenciones de elaboración de objetos rituales y ornamentales, ya en los templos y lugares sagrados, ya como objetos de adorno personal, más que como objetos de riqueza. La primera condición del proceso de la colonia, fue la del dominio militar de las poblaciones indígenas y la segunda, la organización de los recursos en función de la explotación minera. Apenas establecidos en suelo americano, los españoles debieron organizar el territorio en función de la dominación y luego en función de la explotación y el transporte de las riquezas hasta suelo español, pero además el abastecimiento de productos para la subsistencia tanto de los españoles como de los indígenas, por lo que la vinculación caminera de y hacia el centro minero debía también ser sometida a una consideración estratégica. No se puede decir que en este proceso más bien voraz haya una racionalidad meditada para organización urbana; el proceso se da creemos de un modo desenfrenado, violento, forzado por la ambición conquistadora. Aunque Deler (1988) menciona que los modelos urbanos fueron ensayados en la reconquista española de la península
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Poder y Asentamientos Urbanos en la Colonia
Ibérica que había sufrido los embates islámicos, no puede menos que pensarse que en la organización del espacio estuvieron presentes las ideas de una organización militar. Sin embargo estamos de acuerdo con que esta situación pudo ensayarse durante las primeras décadas de la conquista, que fue un proceso absolutamente bélico, de sometimiento de los pueblos indígenas, de doblegación y desestructuración de sus sistemas políticos y sus organizaciones. Las posteriores décadas fueron evidentemente tiempos de consolidación del dominio y una más serena organización de la producción minera y por supuesto de la ciudad. Para Assadourian, este proceso sustentado principalmente por la economía minera “configura una organización territorial del proceso productivo completamente nueva, original en relación a las formas espaciales de ocupación propias de las estructuras del sistema primitivo indígena” (1982). En Potosí, cuya importancia y trascendencia colocaba su estatus de ciudad entre las metrópolis más importantes de la época, un modelo eficaz centralista, organizaba la división entre los españoles y los indígenas. Las Leyes de Indias, pero además una doctrina vigente aseguraba la segregación de indios que vivían agrupados en las llamadas “reducciones”, verdaderos barrios marginales establecidos al margen del centro urbano donde las viviendas circulares se edificaban sin ningún plan ordenador. De ningún modo podía pensarse en calles o veredas rectilíneas, sino en una especie de esparcimiento que la intuición cultural organizaba en los espacios adyacentes a las viviendas. Sectores destinados a los cultivos, pastizales para el pastoreo de llamas y ovejas y bosques desde donde se extraía la madera para la elaboración de herramientas, ruedas hidráulicas -que se construían en los talleres e ingenios para la depuración de la plata- y otros objetos, rodeaban las ciudades y estaban a cargo de los pobladores indígenas, bajo el control del sistema productivo español. Los indios no contaban con propiedades; los terrenos de la periferia central aportaban a los dueños españoles espacios recreativos y rentas por el uso de la producción agrícola, además de los productos alimenticios directos que en ellos eran cultivados por los indios. Más adelante se desarrollaron también obrajes de textiles e ingenios manufactureros que produjeron objetos de uso domiciliario y productos accesorios destinados a la producción minera. En 1595 existían en Potosí 108 24
ingenios exclusivos que se empleaban en la purga de restos minerales para la obtención de la plata. El Río de la Rivera, que atraviesa la ciudad, permitió el desarrollo de la tecnología hidráulica y convirtió al agua en el recurso fundamental del trabajo minero (GISBERT y MESA, 1997). De modo que el esplendor de la ciudad establecía su desarrollo en los márgenes de este río. La extracción, la transformación en objetos, la comercialización de la plata en el mercado europeo determinaba en primer lugar y de un modo dialéctico, los efectos sobre los procesos de organización social, de urbanización y la producción interna del espacio colonial potosino; en segundo lugar, determinaba su diversificación y articulación geográfica con otras regiones mediante el desarrollo de la economía agraria; había que alimentar a esa multitud que arribaba desde Europa para volcarse a la explotación minera: “ese poblamiento de los territorios incultos del norte es un doble proceso, pues la frontera minera se convierte también, casi sincrónicamente, en frontera agraria” (ASSADOURIAN, 1982). Todo esto se dio como una ampliación de las fronteras y de los límites del territorio hacia zonas productivas agrarias, en la medida en que la plata y el oro, atraía a la multitud europea. Las Leyes de Indias aseguraban la protección de los españoles, quienes no debían mezclar su sangre con la de los indios; la ley decía textualmente: “que en pueblos de indios no vivan españoles, negros, mestizos y mulatos” (Ley de Indias, 1563. en GISBERT y MESA, 1997). Prácticamente la separación se establecía en el mismo espacio, dos repúblicas, dos concepciones urbanas y una división social, cuyas consecuencias extenderían sus efectos en los siglos posteriores hasta nuestros tiempos: la de los españoles -los blancos- y la de los indios; los k'haras y los originarios. Los españoles cumplían las leyes de la corona española y se regían por sus autoridades virreinales. Los indios tenían sus propias autoridades y subsistían según sus costumbres ancestrales. El modelo aseguraba también la centralización de los poderes administrativos y políticos, representaba el corazón mismo de la organización social y de la vida pública de la colonia. Deler menciona al modelo denominado ciudad-territorio con tres variables: el modelo centro periferia, el modelo orbital y el modelo aureolar; se trata de planteamientos que parten de la noción de anillos concéntricos que se distribuyen del centro a la periferia, la urbanización española y mestiza, las poblaciones indígenas, ayllus, parten
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de la noción de anillos concéntricos que se distribuyen del centro a la periferia, la urbanización española y mestiza, las poblaciones indígenas, ayllus, reducciones, en las que se encontraban los espacios agrícolas y los márgenes periféricos escasamente poblados y sin uso premeditado. Las tres formas comparten las ideas fundamentales de dominación, segregación, organización del trabajo la encomienda, la intensiva explotación minera la mita- y evangelización. El ordenamiento del territorio conlleva el principio inicial de la producción minera y el de la producción agrícola en los márgenes urbanos y regiones aledañas. El desarrollo urbano era posible mientras las minas expulsaban la plata. Así, los periodos de decrecimiento urbano coinciden con las crisis de la producción minera (1710-1720). Es en Potosí donde se hace evidente la afirmación de Walter Benjamín, según la cual en las ciudades “...las relaciones humanas asumen formas totalmente mercantilizadas” (en KIGMAN, 1995). El siguiente gráfico de la ciudad de Potosí en el siglo XVI muestra una ciudad que en el auge de la explotación de la plata contaba con alrededor de 160.000 "almas", siendo la mayor ilustración de los procesos de urbanización y mercantilización de los asentamientos humanos durante la conquista y la colonia. Gráfico 1. Ciudad de Potosí, Siglo XVI
Se puede observar en el centro citadino donde predomina el asentamiento español, la organización geométrica cuadrada o rectangular y la organización por manzanos que a su vez estructuran vías regulares de desplazamiento, mientras que en los asentamientos periféricos indígenas, las viviendas están distribuidas de manera aleatoria, no configuran vías regulares de desplazamiento y tampoco organizan un espacio geométrico regular, la forma circular de las viviendas (similares a las actuales chipayas), se distribuían bajo una concepción descéntrica. Obsérvese los puntos oscuros que localizan la posición también periférica de las 14 parroquias construidas en los asentamientos indígenas. Llama también la atención la posición estratégica en que queda el Río de la Rivera sin cuyo caudal hubiese sido imposible la depuración de la plata. En estos espacios, afirma Deler, el 10% de la minoría privilegiada, ocupa el 30% del espacio urbanizado y concentra además la calidad y la densidad infraestructural, equipos y servicios urbanos (1988) El papel de la iglesia cumplía una función fundamental en el proceso de dominio de las masas indígenas. La evangelización sin necesariamente habérselo propuesto la iglesia- incidió en la desestructuración cultural y religiosa de los pueblos indígenas, hacia la adopción de nuevas creencias y costumbres de comportamiento, facilitando que la vida cotidiana indígena estuviera volcada en su totalidad a la producción de los minerales. Todo un discurso dominante producía sus efectos sobre un espacio geográfico que podía ser modelado, diseñado, transformado según las necesidades que demandaba la explotación minera. Las zonas de explotación, su geografía, el territorio como tal, la población indígena, estaban a expensas de la manifestación más clara de un poder3. El centralismo urbano contaba con una iglesia también central, pero las reducciones indígenas que en la época virreinal ascendían a un número de 14 en Potosí, contaban cada una de ellas con su propia iglesia. La política evangelizadora asimiló de buen grado la separación de las dos repúblicas, pues encontraba en los españoles ejemplos nefastos para la evangelización de los indios.
Fuente: GISBERT y MESA "Arquitectura andina", Embajada de España en Bolivia, La Paz, 1997.
A fin de complementar lo expuesto, otro ejemplo claro de asentamiento humano y de desarrollo urbano es el de la ciudad de La Paz en el siglo XVI, que replica el mismo modelo centralista. El centro urbano está ocupado por los españoles y las iglesias dispuestas en las reducciones de la
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En su texto sobre la geografía, M. Foucault reconoce que efectivamente esta disciplina se basa en el estudio militar y estratégico de la superficie del suelo: “Es efectivamente de guerra, de administración, de implantación, de gestión de un poder de lo que se trata en tales expresiones” (1976).
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periferia están para evangelizar al pueblo indígena. Gráfico 2. Ciudad de La Paz, Siglo XVI
muestra su manifestación más cruda en el ejercicio de un poder como sometimiento de la voluntad del otro que curiosamente estructura un proceso urbano, desde un mercantilismo a una organización más elaborada capitalista. BIBLIOGRAFÍA ASSADOURIAN, C. 1982 "El sistema de la economía colonial. Instituto de estudios peruanos", Perú. CASTORIADIS, Cornelio. 1984 "Reflexiones sobre el 'Desarrollo' y la 'Racionalidad'”, Ed. Antropos,. Bs. As.. CUERVO, Luis.
Fuente: GISBERT y MESA "Arquitectura andina", Embajada de España en Bolivia, La Paz, 1997.
A manera de conclusiones
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1999 "Paradigmas de planeación urbana y conceptos de desarrollo, en La Ciudad: habitat de diversidad y complejidad", Universidad Nacional de Colombia. DELER, J.-P. 1995 "Ciudades andinas: viejos y nuevos modelos", en Historia y ciudades. Ed. Ciudad. Quito.
El asentamiento urbano en Potosí, puede pensarse como el modelo urbano colonial por excelencia que contiene al menos los tres elementos que definieron las formas de los asentamientos urbanos en el tiempo de la colonia: 1) la necesidad de un dominio y control territorial español desde una perspectiva militar, sobre un espacio y una importante cantidad de indios que debían servir como esclavos al proceso de la explotación de riquezas, en este caso de los minerales, 2) la necesidad de organizar los recursos del territorio pero también separar a la población, bajo formas de segregación para garantizar la explotación y 3) la misión evangelizadora en que la conquista estableció en suelo americano los poderes más significativos de la época de la conquista y de la colonia: el poder de la corona y el poder de la iglesia.
FOUCAULT, M.
La lógica social que define la materialidad de los asentamientos coloniales está estructurada por las formas de pensar de los conquistadores. Estas formas de pensar son precisamente las que desde las influencias grecolatinas y judeocristianas fundamentan la posesión de riqueza y el bienestar como finalidades existenciales en una estructuración discursiva. Este pensamiento esencial
MILLAR en MATEMAS
1971
"Microfísica del poder", Ed. La piqueta, Bs. As.
GALEANO. Eduardo. 1971 "Las venas abiertas de América Latina", Ed. Siglo XXI, Argentina. GIDDENS, Anthony. 1995 "Modernidad e identidad del yo", Ed. Peninsula, Barcelona. GISBERT, T. y MESA, J. 1997 "Arquitectura andina". Embajada de España en Bolivia, La Paz. KINGMAN, E. 1995
"Historia y ciudades". Ed. Ciudad. Quito.
"La máquina panóptica de Jeremy Bentham" MOYA. Luis. 2004 "Ética y subjetivación de la muerte frente al discurso contemporáneo", Ed. Runa, Cochabamba.
Espacio-Cultura-Patrimonio: una reflexión conceptual de la valoración de lo mestizo en Cochabamba Rolando Salamanca C.
Es importante tener en cuenta que en las ciencias sociales y humanas hay siempre varias explicaciones posibles para cada concepto: “En la época victoriana, no se podía mencionar los pantalones en presencia de una señorita. Hoy por hoy no queda bien decir ciertas cosas en presencia de la opinión pública: El capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado El imperialismo se llama globalización Las victimas del imperialismo se llaman países en vías de desarrollo, que es como llamar niños a los enanos. Los pobres se llaman carentes o carenciados o personas de escasos recursos En lugar de dictadura militar se dice proceso. (Eduardo Galeano “Patas arriba-La escuela del mundo al revés")
El objetivo del presente trabajo, es iniciar una reflexión conceptual sobre las “formas” que adquieren los significantes espacio, cultura y patrimonio, en el contexto de la reconstrucción histórica de los momentos constitutivos del espacio regional, sus realidades y las apropiaciones que hacen las sociedades inmersas en ese entorno de patrimonio, como construcción de identidad y la provocación de sus imaginarios de futuro, todo esto en el marco de la construcción de una sociedad, como paradigma inicial. En el contexto del análisis del patrimonio cultural y sus “valoraciones”, se hace importante caracterizar a los componentes que le permitan definirse como “hechos de la realidad concreta”, y es en este sentido que el análisis de la variable espacio adquiere connotaciones importantes en sus dos dimensiones: conceptual y real. Existen dos nociones en el mundo contemporáneo que se han manifestado sobre la concepción del espacio y que parten de principios diferentes. Por una parte, aquella que afirma que el espacio es “sólo el contenedor de actividades” realizadas por el hombre y que por tanto sus características 28
son inmanentes, potencialmente ideales y que sus procesos de transformación son mecánicos (causa-efecto); por otra se define que el “espacio es un producto”, que se construye y reconstruye históricamente, sujeto a leyes, donde el hombre actúa, se desenvuelve en sociedad y en ese sentidoestá inmerso en el territorio. Esta última dimensión conceptual espacio-temporal, es la más próxima a la esencia del espacio como componente social y que debe necesariamente considerarse como un producto histórico, que el humano en sociedad va construyendo y reconstruyendo, por lo que está sujeto a todas aquellas variables que afectan a la construcción histórica de la sociedad y sus lecturas pueden ser verificadas en diversos ámbitos: la economía (el espacio que se produce, circula, se consume y se intercambia), las relaciones sociales (que se construye a partir de clases y categorías sociales), el político (ya que es apropiado en función de las esferas de poder) y el ideológico (comprendiendo que es apropiado de acuerdo a las cosmovisiones o formas de pensamiento). Este carácter “multidimensional” del espacio, nos permite
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afirmar que es un “producto” de la sociedad, que por sus características intrínsecas no perecederas, pude ser reproducido históricamente (no cambia su esencia pero sí su forma), en la medida en que su consumo e intercambio pasan en el transcurso del tiempo de una morfología de reproducción a otra. Esta “forma determinista” de comportamiento espacial en el proceso de producción-reproducción y recreación, no puede de ninguna manera ser comprendida si no se la considera en su “forma dominante”, desde el tipo de organización política ideológica de la sociedad que incide en los procesos de consumo-apropiación e intercambiocirculación, donde las clases o categorías dominantes estructuran las formas de apropiación de los “valores cualicuantitativos de ese espacio concreto”. Rescatando a Gramsci podemos afirmar que el carácter hegemónico de una formación social, determina la apropiación de los productos, en este caso, del producto-espacio. Existe por tanto, una apropiación diferenciada del espacio por clases sociales, categorías o estamentos en su proceso de reconstrucción permanente y dinámica. Esta primera aproximación conceptual del espacio, donde deja de ser un continente de actividades aparentemente inocuas, para comprenderse como un producto que se construye-reconstruye y es apropiado por los hombres de acuerdo a su ubicación en la sociedad en la cual se constituye como ser y hacer de la misma, está ligada profundamente al concepto de cultura. En general la mentalidad clasista occidental visualiza a la cultura desde una perspectiva de carácter “artístico funcional”, alcanzando su objetivación a partir de los “elementos exóticos” que ha producido una determinada sociedad y por la cual se la tipifica, analiza y direcciona. Un grupo social que hace cultura se relaciona entonces con los productos atípicos con que ha sido catalogada, ya sea a través de arte, artesanía, folklore, arquitectura histórica, arqueología o cualquier otra forma de saber humano que ha permitido a la mentalidad dominante encasillar a esa sociedad en su organización mental. En esta concepción no interesa las formas de “construcción real de esa sociedad”, ni sus expectativas, sólo la imagen construida por el que la analiza y su posible clasificación. Es la forma restringida de ver la cultura. En esta concepción, el patrimonio es la expresión física, material o cultural de “ciertos momentos históricos” que
han hecho diferentes a esa sociedad, vista por los ojos de personas extrañas al proceso. Sólo se lo visualiza desde su perspectiva superficial, sin pensar en su carácter estructurador de contenidos significantes para los miembros de su propia sociedad. Por otra parte, si partimos desde un carácter holístico, encontraremos que la palabra "cultura” involucra “la totalidad de lo que ha producido y produce el hombre en una sociedad” en un determinado tiempo y espacio, caracterizada por sus relaciones de pasado y de futuro, complementarios y suplementarios, y su incidencia en la comprensión de la vida misma que trasciende lo efímero, circunstancial y anecdótico del concepto anterior. Esto es entender a la cultura en su perspectiva “multidimensional”, como parte que se compenetra en todas las esferas de la actividad humana y que permite visualizar, valorar y comprender a la sociedad. Este concepto nos puede afirmar la existencia de diferentes dimensiones para explicar a un grupo particular, ya sea desde la economía, política, ideología, ecología, arte y todos los ámbitos que metodológicamente nos podamos imaginar. Es posible por tanto afirmar que en una sociedad existe una cultura económica, política, ecológica, etc. Esta forma multidimensional de ver a la cultura, solo es posible de ser concebida si se la construye desde su “perspectiva histórica”, puesto que una de sus particularidades es su “carácter acumulativo”, es decir que se va construyendo en el tiempo procesualmente. Al permitir que su concepto sea compresible para la sociedad como una categorización significante, la cultura seria un “vacio atemporal” y tendría un carácter puramente empírico; es posible por tanto afirmar -siguiendo a Toynnbee- que la historia de la historia es la de la cultura del hombre. A partir de este concepto podemos comprender el valor del patrimonio. Todo proceso cultural en el marco de la anterior concepción multidimensional, tiene productos materiales tangibles e intangibles, elaborados por el hombre en espacios y tiempos históricos cuyos procesos se van acumulando, creándose y recreándose constantemente, dando una serie de productos reservados al interior de esa sociedad y que se constituye en su patrimonio cultural. Estos productos acumulados históricamente se constituyen en el patrimonio cultural de esa sociedad y adquieren “valor” sólo al interior de ella misma y por tanto
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son propios de su construcción como “identidad histórica” exclusiva del grupo que la construye y valoriza. Es decir, cuando esta valoración es permanente en su interior, se constituye en el imaginario colectivo de la sociedad y adquiere rango de identidad.
espacio desde una nueva perspectiva en su producciónconstrucción y reconstrucción de los imaginarios colectivos y la forma en que las sociedades imaginan su futuro y perviven en sus identidades desde una perspectiva dominada o trascendente.
Por tanto los procesos de valoración de las “totalidades culturales”, definen el carácter de esa misma sociedad y su propia autovaloración con respecto a “otras” colectividades.
Este primer intento de disgregación conceptual, no estaría completo si no intentamos por lo menos teóricamente visualizar el concepto de realidad social y su relación con el trinomio espacio-cultura-patrimonio, en el ámbito de la sociedad boliviana. Caracterizarla es un problema complejísimo, por tanto partiremos de algunos conceptos básicos que hicieron al problema de la construcción cultural.
Esta dinámica de valoración y auto valoración de los productos culturales determinará qué se hace patrimonio cultural cuando el proceso tiene carácter de “permanente”; es decir, cuando sus cualidades de significación han trascendido lo cotidiano y se han introducido en el imaginario social, buscando que la sociedad lo acepte en el pasaje histórico y lo proyecte al futuro cultural. Si el patrimonio es producto de la cultura y ésta de la sociedad en la cual se ha desarrollado, ambos están condicionados por la realidad histórica que los ha determinado y adquieren sus connotaciones; es por tanto lógico pensar que una sociedad de clases tendría en su imaginario colectivo un significado especifico sobre la cultura y su producción patrimonial, dependiendo de su grado de conciencia desarrollado en su proceso histórico o en su caso, en sociedades “fragmentadas”, cada segmento de la sociedad tendrá en su imaginario, diferentes identidades patrimoniales. El valor del patrimonio como producto de la cultura de una sociedad adquiere sentido sólo al interior de la misma y de sus “características constitutivas”. Se trata de esos "momentos constitutivos" de los que habla Zavaleta Mercado. En este marco, es importante relacionar al espacio como parte constituyente de la sociedad, afirmar que es más que un “contenedor” y que es de por sí y en sí mismo uno de sus componentes. Además es producido y reproducido, por tanto es a su vez un resultado que se va rehaciendo en el tiempo, por ser un producto histórico de la cultura y adquirir el rango de patrimonio de la misma. Por ello asume diferentes significados de acuerdo a su cualificación social.
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Es a partir de estas consideraciones que podemos estipular la relación estructural que se presenta entre “espaciocultural-patrimonio”, p ar tiendo de que son construcciones-producto de una sociedad históricamente determinada. Esta afirmación nos permite analizar el
Sin pretender restringir el análisis, es importante partir de alguna premisa básica que nos permita circunscribir el marco analítico para delimitar su problemática, así se asume como el “nodo central” el concepto de “abigarramiento social”, propuesto por René Zavaleta Mercado, para el análisis de la sociedad boliviana y solo como un proceso metodológico de partida. Se explica la incorporación de abigarramiento social, para pensar en la complejidad y el tipo de diversidad cultural del país. “Lo abigarrado social es una condición de disposición de diversos tipos de sociedad que coexisten de manera desarticulada, estableciendo relaciones de dominación y distorsión de una sobre otras” (TAPIA, 2002). Bajo este concepto primordial, el propio Luís Tapia releyendo a Zavaleta Mercado, incorpora la idea de lo “Multisocietal” que deviene de lo abigarrado; así: “Las sociedades multisocietales son aquellas donde coexisten y se sobreponen diferentes sociedades o matrices de relaciones sociales de diversa cualidad y tiempos históricos, en su carácter desarticulado y de duración más o menos colonial en su sobreposición”. En el caso de Bolivia: “Se ha organizado un estado con formato monocultural en territorios donde coexisten diversos modos de producción, diversas formaciones sociales, diversidad de cultura, estructuras de auto gobierno, autoridades locales y regionales, y estructuras diversas de relaciones sociales, que no corresponde al estado supuestamente nacional, pero que tampoco se articulan y sintonizan con los procesos políticos nacionales porque no son reconocidos”. (Ibíd.)
En este sentido, la hipótesis de la que se parte es que no se ha producido un proceso de homogenización de la nación, no se ha construido un Estado-nación, si no que Bolivia es
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un país multisocietal. Este estado-nación incompleto -o si se quiere abigarrado- es siempre multisocietal y aparente en relación a lo que no se conoce ni integra, que en muchos casos desprecia y sin embargo domina. El gobernar un país multisocietal, ha partido de la búsqueda de incorporación de las instituciones políticas y sociales de las otras sociedades, sus producciones culturales y sus sistemas de relaciones sociales en la forma de unidad política monocultural, por lo que crea “estados constantes de desigualdad”. Es en este marco que una sociedad como la boliviana debe pensar en lo multisocietal que ya existe, con criterios de igualdad política entre culturas, sociedades y organizaciones, creando las condiciones de “igualación” con instituciones provenientes de diferentes matrices socioculturales1. El estado dominante boliviano, presenta un imaginario homogéneo a la sociedad, que siempre es ficticio, que reproduce rasgos de dominación y rompe con los otros imaginarios culturales, lo que provoca la no comprensión de la realidad desde una perspectiva homogénea. En síntesis en Bolivia, la cultura dominante, históricamente no ha desarrollado un mundo igualitario y democrático de reconocimiento de los valores de las culturas subalternas, pese que en su forma discursiva, por lo menos desde 1952, fue el "mestizaje" el ordenador de su propuesta, en el sentido de que la unidad debería considerarse en función de lo étnico-cultural (distorsión epistemológica de la cultura), pero siempre en forma restringida en la medida en que no se visualizaron las “otras culturas” y solo se las identificó como “algunos autóctonos”, sin pensar que el propio mestizaje crea “espacios multisocietales específicos” y estas especificidades deberían considerarse también como unidades de análisis. No se analizó suficientemente las formas orgánicas del funcionamiento histórico del mestizaje en el país y sus producciones culturales, regionales, microregionales y locales y por tanto sus imaginarios e identidades. También es importante destacar en grupos multisocietales, que el carácter colonial existe por sus “grados de explotación” y por tanto de producción cultural dominada y esta para sobrevivir ha tenido que desarrollar una serie de estrategias de sobrevivencia a partir de la generación de espacios alternativos de congruencia cultural, que le permite “ocultarse” para estructurar procesos de
producción simbólica alternativa como sobrevivencia. Es a partir de la comprensión de estos espacios de congruencia que podemos ir redescubriendo las variaciones de producción cultural que históricamente se han dado en el país y que para esto, se hace necesaria una relectura de los procesos que van desde lo regional hasta lo local y cuya compresión debe estructurarse en su propia historia, donde el patrimonio se convierte en la estructura semántica de su interpretación. A efectos metodológicos verificaremos a la región de Cochabamba como “unidad constitutiva de análisis”, donde se hace preciso verificar histórica y empíricamente cual es la situación de estos espacios locales-regionales, su constitución y su construcción identitaria. La hipótesis es que: históricamente Cochabamba se ha constituido como el espacio alternativo de congruencia cultural en Bolivia, construyendo nuevas categorías desde su perspectiva de cultura económica y social, política e ideológica, valorizando la estructura política ideológica sobre la económica social, para visualizar los efectos empíricos de la verificación de proyectos identitarios. En este sentido se hace preciso identificar los diferentes periodos por los cuales Cochabamba pasó como espacio regional, definiendo las características de sus “momentos constitutivos”, donde el poder ideológico político le permitió organizarse y proyectar sus sistemas económicosociales y el armado de sus redes de producción cultural, sobre la base de “diferentes espacios de mestizaje” subregionales e incluso locales. Como una primera aproximación podemos determinar cinco grandes “periodos constitutivos de la cultura regional”. - Construcción regional preincaica - Construcción regional incaica - Construcción regional colonial - Construcción regional del estado hacendal - Construcción regional post-revolución nacional Estos cinco periodos definidos a priori -o si se quiere como conocimiento empírico- nos permitirán comprobar la construcción de los poderes locales de constitución cultural y sus diferencias en la consolidación de espacios culturales mestizos, así como de sus características,
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A partir de esta idea la “planificación estratégica participativa” o como se la quiera llamar, podría tener sentido como un instrumento para producir democracia e igualdad en el seno de la sociedad boliviana, considerando sus peculiaridades de producción cultural, sus imaginarios e identidades colectivas, en la perspectiva de crear y recrear la “cultura de futuro”.
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sus imaginarios de futuro y sus consistencias expresadas en la valoración de su patrimonio. De ahí que en la región se logre vislumbrar los vestigios del paso de cada uno de estos momentos discursivos y culturales en el medio físico, en los restos de edificaciones y otros elementos tangibles que correspondieron a su patrimonio y hoy, en función a los nuevas nociones de mestizaje vigentes, asumen un discurso valorativo renovado. Esta lectura histórica, vinculada a lo patrimonial y lo socioespacial, desde un lente relacionado con la cultura, implica la posibilidad de concebir la diversidad presente desde una profundidad temporal indispensable, más cuando se pretende generar visiones prospectivas que incluyan las inquietudes de la misma población. Es a partir de la primera reflexión sobre el espacio, la cultura y el patrimonio que se pretende visualizar un entorno propicio para el desarrollo del país en su perspectiva cultural, condicionando que esta configuración multisocietal pueda tener alternativas con los procesos de “planificación estratégica participativa”, dándoles sentido como instrumentos para producir democracia e igualdad en el seno de la sociedad boliviana, considerando sus peculiaridades, sus imaginarios e identidades colectivas, en el ansia de crear y recrear, la “Cultura del futuro”. BIBLIOGRAFIA ARDITI, Benjamín. 1995
“La política después de la política”, México, Vía Plaza Editores.
SALAMANCA, R. y MOSTAJO, B. 2002
“La imagen en la historia”, UMSS, CochabambaBolivia.
SEN, A., s/a
“La cultura como base del desar rollo contemporáneo”. Revista Diálogo, UNESCO.
TAPIA, Luís. 2002
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“La producción del conocimiento local”, La Paz, Muela del Diablo Editores.
ZAVALETA MERCADO, Rene. 1983 La Paz
“Las Masas en noviembre”, Editorial Juventud,
El Ordenamiento Territorial en Bolivia Bianca De Marchi Moyano
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En este contexto, los objetivos definidos para el OT se vinculan a refuncionalizar el territorio en relación a sus potencialidades (características) y a la regionalización, jerarquizando los asentamientos humanos y orientando las comunicaciones, los equipamientos, servicios básicos y el manejo sostenible de áreas vulnerables (protegidas, TCOs, concesiones y otros). (BENAVIDES, 2001: 11)
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Sobre el tema, se recoge la siguiente cita: “ …el proceso de ordenamiento territorial, como instrumento del Desarrollo Sostenible se aplica en el país a través de diferentes normas no compatibilizadas y de manera completamente descoordinada, por lo tanto requiere de una legislación que permita alcanzar los objetivos de organización territorial que implica”. (MOLINAy RAMOS, s/a: s/p)
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Si se comprende que “entre el medio ambiente natural y la actividad humana hay siempre mediando una serie de objetivos y valores específicos, un cuerpo de conocimientos y creencias, en otras palabras un patrón cultural.” (GAMBOA, s/a: s/p) evidentemente el contemplar estas realidades de manera separada impide ver la relación humanos/cultura/ medioambiente.
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Sobre el tema los precedentes son evidentes “El ordenamiento jurídico del país determina que los recursos naturales son de dominio originario del Estado y que la ley establecerá las condiciones de su concesión y adjudicación a los particulares (Art. 136 de la Constitución Política del Estado).La aplicación de este precepto constitucional se encuentra a cargo de instituciones responsables de la administración de los recursos naturales. En el pasado el accionar de dichas instituciones no fue coordinado entre ellas, otorgando derechos sobrepuestos y aisladamente en el subsuelo, suelo y vuelo”. (BENAVIDES, 2001: 34)
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El presente ensayo busca iniciar una breve reflexión conceptual -contextualizada en el caso boliviano- sobre los temas: espacio, territorio y ordenamiento territorial (OT). En este sentido se desarrollará un breve diagnóstico de la aplicación boliviana del OT haciendo énfasis en sus problemáticas relacionadas a una lectura étnico-cultural. Es necesario mencionar que la primera ley que hizo referencia al Ordenamiento Territorial1 en Bolivia es la Nº 1333 del 27 de Abril de 1992, se trataba entonces de un “instrumento de planificación ambiental” (BENAVIDES, 2001:19). Posteriormente se sigue el siguiente bagaje jurídico referido al tema: La Resolución Suprema Nº 217075 del 5 de Junio del 1997, Normatividad del Ordenamiento Territorial y su Marco Institucional, establece la normatividad e institucionalidad del Ordenamiento Territorial en actual vigencia. Por otra parte los decretos supremos Nº 24122 del 21 de Septiembre 1995, PLUS Santa Cruz y Nº 24363 de 23 de Septiembre 1997, PLUS Pando, instrumentan la aplicación de las normas contenidas en los correspondientes Planes de Uso de Suelo en los departamentos mencionados. Finalmente el MDSP actualmente viene impulsando el Proyecto de Ley de Ordenamiento Territorial, que se encuentra en el Parlamento. (20) Se puede mencionar que se trata de un instrumento de planificación que busca complementar otras dos áreas: estratégica y sectorial. En tal sentido, lo estratégico define “qué se quiere”, lo sectorial “el área prioritaria” y lo territorial “el contexto”; por esto, la definición administrativa y política de este trío debería ser común y retroalimentado permanentemente (18). Evidentemente, esta complementariedad no se ha dado en su aplicación, manteniéndose las tres esferas de planificación separadas y sin encontrar espacios de coordinación en la realidad concreta2.
Estas dificultades de integración en los sistemas de planificación nacional, se reproducen en la concepción misma de OT. Un ejemplo de ello es que en sus lineamientos los problemas detectados relacionados con el manejo de recursos naturales y la ocupación del territorio, se mantienen separados totalmente. Sin embargo ¿es posible imaginar el manejo de recursos naturales sino es en relación directa con la población que se asienta en el territorio? El hecho es que esto encubre una visión cultural3 (monocultural) en la construcción de este instrumento. Lo mismo se evidencia en las definiciones básicas de sus planteamientos: Concepto de Territorio: 'Es el espacio político y administrativamente delimitado, objeto de apropiación y transformación por parte de un grupo humano, en función de sus características biofísicas- ambientales, socioeconómico -culturales y político -administrativas e institucionales' […] Concepto de Suelo: 'el soporte y receptor de impactos de las actividades humanas dirigidas al uso, manejo y conservación de los recursos naturales. Según sus condiciones de uso, el suelo se clasifica en urbano y rural'. (MOLINA y RAMOS, s/a)
Las autoras citadas, Ramos y Molina, señalan que el primer concepto no incluye el “uso de recursos naturales”, lo que supone la prevalencia del Estado4 y sus posibilidades de monopolio ambiental y, en el segundo caso, muestra una reducción en la clasificación propuesta mostrando al suelo como “únicamente un receptor de impactos”. Ambos conceptos se contradicen por ejemplo con las visiones de los pueblos originarios que suponen el territorio como parte sustantiva de su existencia colectiva y por lo tantoelsuelo, subsuelo y entorno ambiental no son simplemente suyos (en tanto propiedad) sino constitutivos de sus relaciones sociales. En este sentido, es posible afirmar que existen posibilidades de definir el territorio de forma más acertada
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en un contexto tan múltiple en términos socioculturales como es Bolivia. Por ejemplo, partir de que “La trascendencia del territorio radica en que éste es el sustrato espacial imprescindible de toda relación humana” (GAMBOA, s/a) y en este marco sólo se accede a él a través de la cultura. Esta concepción tiene que ver con la forma en que se comprende el espacio y ya en términos de OT- con su dimensión política y jurídica. …el espacio es tomado como el lugar de manifestación de cualquier actividad cultural, que va muy ligado con la forma de actividad específicamente humana […]: Una actividad que consiste en transformar materiales mediante una actitud creativa y poblar el entorno con signos cuya misión final es comunicar, mediante un repertorio simbólico consensual, la descripción que de la realidad hace cada comunidad (NORBERG-SCHULZ, 1975: s/p)
Pero además, si el espacio se comprende como las formas “representativas de relaciones sociales del pasado y del presente y por una estructura que queda expresa en las relaciones sociales, a su vez indicativas de procesos y funciones” (HIERNAUX y LINDON, 1993: 103), supone en sí mismo la memoria histórica de los pueblos. Por esto, en el caso Boliviano, el tema territorial supone una carga de memoria íntimamente ligada a los múltiples desarraigos y las relaciones de poder inequitativas existentes, ya que "En el caso de la instancia espacial, por su misma naturaleza material y, en consecuencia, con capacidad de perdurar más que la sociedad que produce las formas espaciales, tiene la posibilidad de influir sobre la totalidad social" (104). Tanta es la polémica que suscita el tema en Bolivia y la dificultad del Estado para asumirlo, que asuntos tales como “las autonomías regionales”5 o la “redistribución de tierras” en la actualidad muestra su vigencia y profundidad. En el primer caso, es posible de nuevo detectar este conflicto cultural. Si se comprende las regiones como “rugosidades”, en términos de Hiernaux y Lindon (1993: 105), ellas suponen territorios construidos como “tiempo histórico que deviene en paisaje (entendido como formas territoriales), como tiempo histórico incorporado en el paisaje actual”. Esto pone a la luz que en el contexto tratado se da el encuentro de dos historias superpuestas, dos lecturas que permanentemente chocan y se confrontan en una guerra por el espacio y su concepción, por un lado el mundo originario/agrario y por otro el occidental/mercantil. Así podemos comprender las
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regiones no sólo desde la problemática (en boga) de las “autonomías”, sino también como la posibilidad de memoria en un territorio y de confrontación política. Evidentemente el OT, comprendido solamente como un procedimiento de asignación económica y de refuncionalización del suelo, parte de supuestos que impiden lograr una lectura cultural del país y del territorio7, empobreciendo así grandemente las posibilidades de aporte de este instrumento en su concepción regional e histórico-cultural. Además es posible abordar otro elemento problemático dentro del tema tratado, las definiciones de lo urbano/rural, ya que de alguna manera, al asumir un instrumento de planificación que define usos de recursos y distribución de población, estas concepciones entran en juego. En este sentido es necesario tomar en cuenta que, en la discusión académica: …el problema presenta dos vertientes muy distintas. Por un lado, está la cuestión de la definición teórica del hecho urbano en contraposición a lo rural, y la enumeración de los rasgos esenciales de la ciudad. Por otro, la definición concreta utilizada en cada país para determinar con fines estadísticos lo urbano, y fijar el límite a partir del cual puede empezar a hablarse de ciudad como entidad distinta de los núcleos rurales o semirurales. (CAPE, 1975: s/p)
En el caso del OT boliviano, estas definiciones se pasan por alto casi suponiéndolas como un mero recurso técnico, reduciéndolas a mapas e incluyendo datos tales como número de asentamientos urbanos y la tasa media de crecimiento de los poblados que permiten suponer flujos migratorios permanentes campo-ciudad (BENAVIDES, 2001: 39), finalmente, se atribuye el hecho a las diferencias de desarrollo entre estas dos áreas: “se debe resaltar la existencia de grandes diferencias en cuanto al grado de desarrollo y a la prestación de servicios entre los ámbitos urbano y rural” (43). Además se menciona: Como se citó anteriormente una característica actual de la distribución de la población boliviana es su composición preponderantemente urbana, como consecuencia de un proceso de urbanización que viene desarrollándose desde los años cincuenta. En efecto, según los resultados de los dos últimos censos, Bolivia para el año 1976 contaba con una población mayoritariamente rural que alcanzaba al 58%, la cual hasta 1992 se redujo al 42.5%. En la actualidad las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística señalan que para el año 2001 (CNPV, 2001), el 64% de la población está concentrada en centros urbanos. (Ibíd.)
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Sobre el tema, el documento de ocupación territorial elaborado por la iniciativa prefectural de Cochabamba la anterior gestión, menciona certeramente: “las políticas de ordenamiento territorial siempre han aparecido asociadas a los requerimientos de reestructuración y recomposición del Estado debido a dos razones fundamentales: primera, porque el territorio es un factor que condiciona directamente la estructura y evolución del Estado, y segunda, porque los fenómenos pueden de hecho influir sobre la ordenación del territorio. De esa manera, en la perspectiva de las nuevas autonomías departamentales, los nuevos gobiernos departamentales y la nueva coyuntura política estatal, el ordenamiento territorial se perfila como un instrumento manipulador del espacio para configurarlo y organizarlo acorde con los intereses colectivos”. (CABRERA y otros, 2005: 3) 6
…región implica una definición 'por su cerramiento o por la proximidad y semejanza de los elementos constituyentes [además supone que] nuestra imagen de los alrededores comprende áreas a las que nosotros no pertenecemos y que no tienen función de metas'. (NORBERG-SCHULZ, 1975: s/p) 7
Una lectura desde esta óptica permitiría: “un análisis de territorio, más específicamente de un recorte territorial que se identifica como región. Si la región es una realidad que carga en sus formas especiales la huella de la modalidad con que las formaciones socioeconómicas anteriores y la presente han considerado el aprovechamiento del territorio, lo cual se traduce en esas formas espaciales únicas e irrepetibles (con lo que la región se hace pasado materializado en presente y también dinámica societaria presente)” (HIERNAUX y LINDON, 1993107108)
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La poca profundización del asunto tiene de nuevo que ver con la invisibilización de los elementos culturales dentro de la concepción de lo territorial, particularmente porque lo urbano se define desde un marco cuantitativo o en cierta medida- desde una lógica económica vinculada a una forma de concebir los asentamientos humanos. En este sentido, Cape menciona …se procura resolver el problema introduciendo un nuevo elemento hasta ahora descuidado, las diferencias culturales y de nivel de desarrollo. No otra cosa significa la siguiente frase: 'La oposición campo-ciudad es permanente, pero esta oposición adquiere sentidos muy diferentes: a cada forma de civilización corresponde una concepción de la ciudad.' En relación con esta idea está la sorprendente, aunque razonable, conclusión que vuelve a reiniciar otra vez todo el problema, introduciendo, además, un margen de subjetividad difícil de medir [...]: 'En todo país existe ciudad cuando los hombres de este país tienen la impresión de estar en una ciudad'. (1975)
También cabe notar que la concepción de desarrollo y pobreza que supone el OT tienen también que ver con esto, implicando mayor pobreza en lo rural y menor en lo urbano. Sin embargo, el ingreso a un mundo citadino vinculado al desarrollo del consumo y de la acumulación no son garantías de mejora de la calidad de vida, menos aún en términos de riqueza cultural. Un ejemplo de esto es el tema ambiental La causa de la crisis ambiental tiene sus orígenes en una economía basada en el concepto de 'crecimiento'. Es decir, una economía de mercado que promueve la competencia y que se funda en la explotación. Una sociedad basada en la producción por la producción es intrínsecamente antiecológica y sólo puede desembocar en un mundo natural radicalmente devorado.[…] El capitalismo está produciendo las condiciones externas para una crisis ecológica (GAMBOA, s/a)
Así se plantea que, las lógicas rurales mal concebidas como “pobres”, tienden a relacionarse con su entorno de manera menos predadora, más aún cuando los grupos humanos mantienen sus raíces culturales originarias. Además, la subestimación de lo rural o su fácil equiparación con la pobreza se vincula con la necesidad del sistema neoliberal de incrementar sus posibilidades de manipulación de los recursos naturales, lo que hace patente en la facilidad con la que el Estado ha cedido concesiones de explotación privadas. 36
A modo de conclusión, es posible revisar las
potencialidades nacionales definidas desde los lineamientos oficiales del OT, ellas se refieren a dos áreas: los recursos naturales y la ocupación territorial. ¿Será que Bolivia no tiene potencialidades culturales, particularmente cuando se parte del análisis del territorio? Con todo lo argumentado previamente es evidente que sí. Sin embargo, el desconocimiento de tales potencialidades no es neutro y responde a una lectura vinculada a nociones oficiales mercantiles, que privilegian la explotación de recursos sin incorporar en ellos a las colectividades que construyen cotidianamente el territorio. A partir de lo expuesto queda claro que hay mucho camino por recorrer en el desarrollo del OT en el contexto Boliviano. Asumir esto es un reto que no sólo debe ser protagonizado por las instancias de poder oficial, sino también por los técnicos planificadores y la misma sociedad como portadora de las identidades que conciben colectivamente el espacio y sus recursos. Sin duda se trata de un instrumento cuya aplicación es determinante al momento de generar procesos de desarrollo sustentable en el país, de ahí la relevancia de su reflexión en el contexto de cambio que actualmente se vislumbra. Bibliografía BENAVIDES, Rolando (responsable) 2001 “Lineamientos de políticas de ordenamiento territorial en Bolivia”, Ministerio de Desarrollo Sostenible y Planificación, Viceministerio de Planificación Estratégica y Participación Popular, Dirección General de Planificación y Ordenamiento Territorial, Unidad de Administración Territorial. CABRERA, Edson y otros 2006 “Propuesta metodológica para Planes de Ocupación del Territorio a Nivel Departamental y Municipal”, Prefectura Departamental de Cochabamba - UOTL CAPE, Horacio 1975 “La definición de lo urbano” Reproducido de: Estudios Geográficos, nº 138-139 en Scripta Vetera: Edición electrónica de trabajos publicados sobre geografía y ciencias sociales GAMBOA M, Juan Carlos s/a “Pueblos indígenas y ordenamiento territorial o la urgente necesidad de ordenar el pensamiento”
El Ordenamiento Territorial en Bolivia
HIERNAUX, Daniel; LINDON, Alicia 1993
“El concepto de espacio y el análisis regional”
NORBERG-SCHULZ, Christian 1975 “El concepto de espacio. El sistema de espacios” en www.monografías.com RAMOS, María Luisa; MOLINA, Patricia s/a “Instrumento del desarrollo sostenible o instrumento de despojo? La propuesta de Ley de Ordenamiento Territorial” (Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo),
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