Finisterra nº2

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finisterra Programa integral de Rehabilitaci贸n Areas Hist贸ricas Cochabamba PRAHC/UMSS


Revista del Programa integral de Rehabilitación Áreas Históricas Cochabamba PRAHC – UMSS Facultad de Arquitectura y Ciencias del Hábitat Universidad Mayor de San Simón Compiladores Marina Sturich Directora PRAHC UMSS Camilo Kunstek Investigador PRAHC UMSS

Fotografía Equipo PRHAC UMSS (Pag. 10, 11, 12, 13, 36, 47, 50, 57, 60, 67 y 72) Artículo Luz Ordoñez Fotografías. Archivo fotográfico de la película “Vidas lejanas” cinecefirofilms.com (Pag. 31) Artículo Camilo Kunstek Fotografías Fundación Educativa Cigarra (Pag. 24) Derechos reservados: PRAHC UMSS, abril 2011 Página web: prahc.umss.edu.bo Esta publicación se realiza en el marco del Convenio UMSS ASDI, a través del Proyecto FC21. Los artículos son de entera responsabilidad de sus autores. Finisterra no comparte necesariamente las opiniones vertidas en los mismos. Diseño y Diagramación: Eliana Medrano Soria

Impreso en Gráfica Abba junio, 2011 PRAHC-UMSS


indice Pág. Presentación Bianca de Marchi Moyano

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De la teoría a la praxis; experiencias adquiridas con el PRAHC- UMSS Juan Jose Villarroel Claros, Amilcar Sarabia Severiche

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“SAPANA: Reconociendo nuevos actores en la construcción territorial y cultural, desde los espacios educativos” Camilo Kunstek Salinas

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Lo local frente a lo global Del huayño al mix folklórico Luz M. Ordóñez Villagómez

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Resistencias y transformaciones en la gestión territorial de la comunidad de Antakahua Municipio de Tapacarí –Cochabamba Ramiro G. Arze Camacho

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Transformaciones agrarias, estructuras de poder y territorio en los valles centrales de Cochabamba: una mirada histórica Humberto Solares S.

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Territorios y Cultura Marina Sturich Tamain

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La mirada histórica y la construcción territorial de la profundidad histórica a los proyectos de territorio Andrés Loza Armand Ugón

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PRESENTACIÓN El Programa integral de Rehabilitación Áreas Históricas Cochabamba (PRAHC-UMSS) tiene el gusto de presentar el segundo número de su revista Finisterra. En él se reúnen diferentes artículos escritos por investigadores e investigadoras que forman parte y/o colaboran estrechamente con del equipo del Programa. Así, se trata de propuestas que permiten ver el fruto de un diálogo con los actores sociales en terreno y con su historicidad, no concebidos como objetos observados de cuyo análisis se extraen teorías explicativas, sino como instancias involucradas y comprometidas en la misma producción de conocimiento y en la transformación social, desde una dinámica procesual y crítica. Si la primera versión de Finisterra se concentró en la producción de la Maestría de Gestión del Patrimonio y Desarrollo Territorial (MGPDT, cohortes I a III) y en el desarrollo del eje temático: “Procesos territoriales. Lógicas Socio-económicas de Organización Territorial”, este segundo número permite una aproximación relacionada con procesos investigativos en curso y ya desarrollados, que se proponen abordar el territorio como una construcción social desde un ángulo histórico/ cultural, donde el límite entre teoría y práctica no están predefinidos, haciéndose parte de una misma lógica de trabajo y de diálogo con y en la sociedad. En coherencia con esta idea, la presentación de artículos se ordena tratando de mostrar una gama de tesituras, que parten de elaboraciones con una alta carga vivencial y de terreno, para llegar hasta esfuerzos de teorización complejos y profundos.

Así, se subraya una pluralidad y diversidad de enfoques que le permiten al PRAHC-UMSS discutir y proponer avances desde la “transdisciplinariedad” (como lo va a mostrar Marina Sturich, directora del Programa, en su artículo de la presente revista) El documento inicia con un primer texto escrito por Amilcar Sarabia y Juan Jose Villarroel, bajo el título “De la Teoría a la Praxis. Experiencias Adquiridas con el PRAHC- UMSS”. Se trata del relato de una experiencia vívida, capaz de involucrar e interpelar a los lectores y las lectoras sobre la complejidad y la riqueza de las primeras aproximaciones de un investigador debutante con los actores locales. Dos aspectos de crítica saltan a la vista: por un lado la denuncia de un sistema de formación universitario incapaz de dotar a sus estudiantes de instrumentos de diálogo e investigación frente al contexto social; y la pobreza de un enfoque arquitectónico dominante en el medio, donde lo “material”, reducido a lo constructivo, impide comprender las relaciones entre los productos arquitectónicos, la territorialidad en la que se constituyen los sujetos que los construyen y las estructuras sociales. Así, se trata de una propuesta de “sistematización”, en tanto se remite a la práctica desde sus términos y su comprensiones, para generar una teorización que se reencadene en la realidad dinámica. En este mismo espíritu de sistematización, el artículo “Sapana: reconociendo nuevos actores en la construcción territorial y cultural, desde los espacios educativos” de Camilo Kunstek, nos muestra la recuperación de una experiencia educativa alternativa desarrollada en el municipio

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de Punata (Cochabamba-Bolivia), con una alta carga de creatividad pero también de recuperación identitaria territorializada, a partir de su particularidad oral, “contada” y relatada desde las comunidades y reesenificadas por los niños y las niñas. El texto retoma elementos del desarrollo de la tesis de maestría del autor (MGPDT 4 versión), pero mantienen el espíritu de diálogo con un entorno social donde las generaciones y la movilización de la memoria se convierten en los principales motores de reterritorialización. Partiendo de un entorno socio-territorial también andino y de los valles cochabambinos, pero incorporando las dinámicas globales y de mercado cultural en su análisis, Luz Ordoñez propone el artículo: “Lo local frente a lo global. Del huayño al mix folklórico”, que toma como eje de discusión la producción de un nuevo estilo musical, escénico y audiovisual: “…una suerte de hibridación musical entre la cumbia villera, el huayño boliviano y el huayno peruano [que] se ha denominado ‘cumbia zapateado’” en palabras de la autora. La reflexión no sólo permite incorporar la reflexión de las relaciones entre lo local y lo global sobre comercialización de los productos culturales, sino además pensar en la investigación socio-territorial a partir de otros campos y representaciones, relevantes y significativos, como la música, la lírica popular, el uso y la adaptación de las nuevas tecnologías, del “hipertexto”, etc. El siguiente artículo, de Ramiro Arze, bajo el título: “Resistencias y transformaciones en la gestión territorial de la comunidad de Antakahua, Municipio de Tapacarí –Cochabamba”, invita también a pensar en lo local/global, pero esta vez desde las transformaciones de la configuración misma del territorio productivo y vivencial, contrastando dos casos de estudio donde el autor se ha movilizado como investigador. Los múltiples elementos puestos en discusión, como las presiones del mercado, la proximidad o no respecto al eje

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carretero, la presencia de la iglesia evangélica, entre otros, permiten que el artículo genere una mirada compleja y rica de la articulación cultura/territorio/economía, donde dos palabras: “originario” y “espiritualidad” se posicionan como betas de debate. La dinámica de los sistemas de producción agrícola cochabambinos, pero también su “informalidad” contemporánea enraizada en la economía terciaria, son abordados desde un enfoque histórico/territorial por Humberto Solares, quien recupera sus múltiples investigaciones en el artículo: “Transformaciones agrarias, estructuras de poder y territorio en los valles centrales de Cochabamba: una mirada histórica”. El artículo permite un paneo diacrónico y crítico sobre la formación territorial cochabambina, comprendida como resultado de múltiples mutaciones, desde antes de la presencia del incario hasta nuestros días, que se hallan determinadas y determinan las estructuras sociales de poder, su actual dispersión como proyecto societal y de gestión de los recursos naturales, de la producción y de la fuerza de trabajo. La coherencia del trabajo y de los elementos dispuestos para el análisis, muestran la riqueza de la incorporación de un análisis histórico que supera lo descriptivo. Si existen dos vertientes que se plantean para interpretar al territorio, una que subraya lo económico-productivo y otra lo cultural, ambas se muestran como partes de una misma complejidad en el artículo “Territorios y Cultura” de Marina Sturich, quien muestra la trascendencia del rol que puede (y debe) asumir la universidad pública como instancia capaz de provocar debates y conocimientos compartidos y dialógicos con la sociedad. La noción de patrimonio va a jugar como articuladora, ya que él va a ser presentado no como motor económico y de desarrollo en tanto “bien” comercializable, sino como territorialidad puesta en práctica en la vivencia de las familias


que recorren y construyen espacios discontinuos, multiescalares, que marcan la permanencia y la transformación de su bagaje cultural. Finalmente, el artículo de Andrés Loza: “La mirada histórica y la construcción territorial. De la profundidad histórica a los proyectos de territorio” nos permite ingresar en una reflexión teórica, rica y coherente, que bien permite ordenar y sostener el aporte de los anteriores autores y autoras de esta segunda versión de Finisterra. Así por ejemplo, cuando Marina Sturich menciona la poca relevancia que logra la universidad en la actualidad frente a un contexto complejo y su responsabilidad de incorporarse en las dinámicas territoriales horizontalmente, está denunciando el conocimiento funcionalista y tecnocrático que menciona Loza en este último texto y que sigue reduciendo las lecturas y acciones sobre lo territorial, por su rigidez mono disciplinaria, anacrónica y acrítica.

propone el PRAHC-UMSS como paradigma de universidad pública, rica en su capacidad múltiple y de diversidad de enfoques, pero guardando la coherencia del compromiso con y en el territorio desde sus actores y su historia.

Bianca De Marchi Moyano Investigadora PRAHC UMSS Doctorante UCL

Así también la propuesta de tres “temporalidades estructuralmente articuladas” frente a la discusión territorial señaladas en este artículo final (1. Dinámica de las estructuras sociales, 2. Soportes materiales y formas territoriales, y 3. Representaciones territoriales) permiten comprender el diálogo entre el análisis histórico que propone Solares (concentrado en la primera dimensión de esta articulación); con las lecturas sobre lo arquitectónico, la gestión urbana y territorial presentes en los textos de Amilcar Sarabia/Juan Jose Villarroel y de Ramiro Arze (en la segunda dimensión); y con los discursos y la producción de sentidos desde y sobre el territorio a partir de las formas de representación abordadas por Camilo Kunstek y Luz Ordoñez (articulando la tercera dimensión de temporalidad). Por lo mencionado, esta nueva versión de Finisterra muestra el proceso investigativo, pero al mismo tiempo de acción y formación, que

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De la teoría a la praxis; experiencias adquiridas con el PRAHC- UMSS

De la teoría a la praxis; experiencias adquiridas con el PRAHC- UMSS Juan José Villarroel Claros, Amilcar Sarabia Severiche El siguiente artículo es la compilación de experiencias adquiridas, en un ámbito laboral poco común para el arquitecto, dentro de un grupo interdisciplinario, con el Programa Integral de Rehabilitación Áreas Históricas Cochabamba (PRAHC-UMSS), en el marco del Convenio con el Consejo Interuniversitario de la Comunidad Francesa de Bélgica (CIUF), a través de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), en su Programa 3 Proyecto: “territorialidades”, prácticas y estrategias en la construcción intercultural del territorio, Convenio UMSS-CIUF P3. La finalidad es mostrar, desde la perspectiva vivencial, el modo de afrontar los desafíos presentados a lo largo del trabajo. Es posible que, por el contexto prefigurado que se tiene de las actividades realizadas, éstas sean de cierto modo equiparables con experiencias adquiridas en el campo habitual de la arquitectura; la diferencia tácita es el contexto y el fin para el que está destinado el trabajo, ya que, en raras ocasiones, se hace que el arquitecto participe de proyectos de investigación, debido a una formación carente de incentivos que promuevan la generación de conocimientos y su difusión, a la vez que se refuerza la idea de la arquitectura ligada a la construcción o al diseño; Cochabamba se ha convertido en una ciudad de muchas edificaciones faltas de representatividad, de identidad y, en muchos casos, de plástica1. La oferta de servicios profesionales en permanente decrecimiento, con un abanico de opciones muy cerrado, sumada a la baja capacidad de 1 2

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absorción de un mercado profesional, que no puede dar trabajo a una multitud de arquitectos enfocados todos a un mismo rubro, la construcción, ha provocado que esta carrera ponga en tela de juicio su capacidad de profesionalizar gente en otras áreas de la disciplina, lo que debe llevar a la exploración de nuevos espacios de empleo y considerar la investigación como una alternativa. Esta opción ha sido fortalecida en los últimos tiempos, pues el decreto 28421, del 21 de octubre del 2005, establece que los recursos del impuesto directo a los hidrocarburos (IDH) sean destinados a la investigación científica y tecnológica y a la innovación en el marco de los planes de desarrollo y producción nacional, departamental y local; esta tarea puede ser un claro aporte a la sociedad, siempre y cuando responda a las necesidades de ésta, como se estipula en los artículos 91 y 103 de la Constitución Política del Estado2 La primera experiencia Mochilas listas, herramientas de trabajo revisadas, alimentos empacados... y emprendemos viaje; luego, instalados ya a muchos kilómetros de casa, nos preguntamos y... ahora por dónde empezamos? A pesar de que los investigadores tienen todo programado, para nosotros la duda continúa, tableros en mano, reluciente flexómetro y ninguna idea del cómo iniciar la tarea; así suele ser el primer día de trabajo en campo, ése es el panorama que vemos (sobre el cual nos hallamos) la primera vez, y es que, fuera de la experiencia laboral previa, los años de estudios o la planificación prevista

Plástica es el arte de plasmar y modelar la materia para darle una determinada forma, ungiendo la forma, el material y el color de manera armoniosa. “Reflexiones sobre integración plástica”; Dra. Arq. Marta Olivares Correa, Investigadora Cenidiap. Temas de Debate, Boletín PIEB (Feb. 2007), “Educación superior en Bolivia” pág. 4

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por el equipo, aunque se prefiguran las posibles adversidades, no preparan para hacer estudios de viviendas en nuestras comunidades rurales, ni siquiera en las afueras del centro urbano. Los jóvenes profesionales no están preparados para este tipo de experiencias y, cuando se encuentran adentrados en una realidad heterogénea en saberes y costumbres, donde lo cotidiano supera su significado, comienzan a darse cuenta de cuán poco les han sido explicados estos aspectos de su propia realidad; conocen lugares donde la construcción surge de la necesidad básica y primaria de cobijo y no de la moda, del último estilo en boga; la gente aprende a construir observando y emulando el modelo de generaciones anteriores, manchado a veces por toques de “modernidad” contrastante,… y persiste la pregunta... por dónde empezamos? El joven arquitecto baja el tablero, rodea la vivienda, revisa los alrededores, verifica que no haya perro ni toro (importante), y decide empezar. Las tareas han sido asignadas, se reorganiza el equipo en campo, alguien designado tomará las fotografías, otro dibujará (una planta, el emplazamiento, las elevaciones, algunos cortes);

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se planifica la medición y alguno se arriesgará a utilizar el rudimentario teodolito de la facultad que, a gruesos cálculos, habrá acompañado ya a varias generaciones de colegas; nada es del todo recto y los ángulos no son de 90 grados… manos a la obra!... el tiempo no es nuestro aliado. Nada es como uno espera, no importa si es el mismo lugar, siempre cambia; el maravillarse siempre es posible, el paisaje, el recorrido, la altura, la distancia y nuestra capacidad para superarla. En el momento de comenzar las mediciones, es la escala y la proporción lo que sorprende, adiós al viejo texto y a su relación altura-hombre promediado en un conveniente 1,73m; adiós también a las normas que dictan los estándares antropométricos; las más de las veces, la principal preocupación que tiene el joven arquitecto, en el momento de digitalizar el relevamiento, es encontrar la fachada principal; acostumbrados al orden urbano, de la ciudad, donde siempre hay una cara para mostrar, esto parece escapar de todos los principios tradicionales de la disciplina; en muchas ocasiones, la búsqueda resulta infructuosa, todas las “caras” de la casa son visibles, no hay medianeras, no están encerradas, no hay ”fachada principal”.


De la teoría a la praxis; experiencias adquiridas con el PRAHC- UMSS

Las plantas arquitectónicas parecen escapar de las “doctrinas” funcionales; si es que se trata de definir la función principal de un ambiente, las opciones pueden ser muchas y a veces dependen exclusivamente de la hora del día en que se lo usa. Al final de cuentas, todos los principios aprendidos en un dogma que predetermina lo correcto y lo incorrecto, pasan por alto este modo de organización; el espacio, el ambiente se satura de funciones, éstas se superponen, se acomodan en las distintas horas y posibilidades de la pobreza; eventualmente, si la economía familiar y el tiempo lo permiten, se construye un nuevo ambiente, que no siempre es el más propicio o el mejor ubicado, desde nuestra lógica. La participación en equipo es fundamental, la distribución del trabajo dentro del territorio de análisis es inevitable y requiere eficacia; además, el relevamiento sólo es una parte de un proceso mayúsculo de investigación. Por lo general, la división de grupos se realiza por especialidad y por el dominio del idioma del lugar; en el transcurso de las labores, será necesario aprender algo del oficio del compañero; además, las caminatas suelen ser largas y permiten conocerse fuera del marco laboral y reforzar así la dinámica del equipo. El trabajo y las comunidades Antakahua (Tapacarí) Emprendemos el viaje a Antakawua, Tapacarí, 3

comunidad ubicada en el ayllu Aransaya, en el cantón Ch’alla, provincia Tapacarí, en el departamento de Cochabamba. En su mayoría, se trata de predios irregulares que, en su interior, albergan construcciones que parecieran haber sido dispuestas al azar, según las irregularidades del terreno, o por aprovechar los muros del vecino o un pequeño espacio libre; pero al final, la arquitectura forma parte del paisaje. Se descarga el equipo y hay que empezar el trabajo, pero la intermitente lluvia no permite que se realicen más que unos cuantos trazos, las hojas de papel sobre los tableros se humedecen, debemos ponernos a buen resguardo! La lluvia continúa por horas, se pone en marcha un plan alternativo para poder afrontar esta sorpresa del clima, y se decide que, si el mal tiempo persiste, se cambiará la estrategia y se utilizarán acetatos con marcadores indelebles, …tal vez funcione...! Pronto el clima se pone a favor, y se divide el grupo en parejas; mientras el primero efectúa entrevistas, el segundo realiza los croquis de la vivienda; luego, una vez concluida la entrevista, el primer integrante ayudará con el relevamiento, anotando los datos y/o sujetando el otro extremo de la huincha. El trabajo ha sido arduo durante la jornada, pero aún resta el trabajo nocturno; los jilacatas3 llegan a la sede comunal, continuamos las entrevistas y el

Autoridad tradicional, encargado del cuidado de los cultivos y parcelas.

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armado del equipo (computadora y data display) y proyectamos una imagen satelital sobre un muro; el trabajo se hace más ameno, primero nos muestran dónde viven, luego cuál es el total de sus terrenos; es admirable la capacidad de ubicación en el espacio que tienen; nos explican su gestión territorial, cuáles son las aynokas4; conjuntamente a su exposición, nosotros vamos graficando cada sector, anotando todos los datos pertinentes. Las viviendas más alejadas son el mayor reto, hay que cargar los instrumentos (teodolito, estadal, tableros, huinchas y flexo), mirando el cielo y rogando que el clima continúe sin chubascos; sin embargo, justo al concluir el segundo día de trabajo, los truenos y el cielo oscuro hacen que se apresuren las actividades. Minutos más tarde, los cerros se pintan de blanco, las calles y las cubiertas

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lo mismo, el lugar se convierte en un cuadro hermoso que invita a retirarse para continuar el trabajo bajo techo. Se establecen los límites del terreno, con datos del teodolito, se hace el levantamiento de plantas, cortes y elevaciones arquitectónicas, todo esquemático y a proporción; se llena todo de datos y números, de medidas; se va elaborando el producto parcial con los datos que se obtienen del trabajo de campo; la siguiente etapa es la digitalización y sistematización de los datos recabados en el trabajo de campo. Chimboata (Carrasco) Como en la experiencia anterior, nos dispusimos a enfrentar un nuevo reto, el levantamiento de

Aynoka: Sistema comunal de rotación de cultivos, es la delimitación comunal de áreas de cultivo más o menos extensas, donde cada familia de la comunidad posee varias parcelas distantes entre sí. Cada aynoka es cultivada durante tres años, bajo un esquema de rotación de cultivos, para entrar en descaso por diez a doce años


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datos de los predios de la parte “urbana” de la comunidad de Chimboata, en el municipio de Pocona, ubicada a 145 Km. de la ciudad de Cochabamba; luego vendría la posterior digitalización de los datos, que permitirían analizar las características urbano-arquitectónicas de este centro poblado. Realizamos una primera incursión en el lugar, con el fin de conocer y presentarnos a los residentes, de averiguar los nombres de los propietarios y qué predios pertenecían a esas personas y explicarles los motivos de nuestra visita. Al retorno, se comenzó a diseñar un plan de trabajo previo al trabajo de campo. La experimentada responsable del trabajo de campo, dirige la propuesta, y así se planteó un sistema de codificación de inmuebles y manzanos, además de un sistema de codificación fotográfica; también se diseñaron tres fichas de relevamiento: de manzanos, de predios y de fotografías para proporcionar datos ordenados, completos, y poder llevarlos al proceso de sistematización y digitalización. Se utilizó la fotografía como herramienta clave e indispensable en el trabajo de campo y de apoyo

fundamental en el momento de la digitalización; se fueron tomando sistemáticamente fotografías, empezando por las fachadas, el ingreso al predio, la vivienda; luego, se fotografiaron los pasillos, el interior de las habitaciones, ordenadas en el sentido de las agujas del reloj; finalmente, se fotografiaron los componentes del piso, el techo y los aleros, colocando el flexómetro extendido para captar con las fotografías detalles y tener relación de escala, aprendizajes que vienen de la arqueología. Para mayor eficiencia, conformamos cinco grupos de trabajo, cuatro frentes encargados del relevamiento arquitectónico y fotográfico de los predios, y un frente encargado del levantamiento de datos de áreas periféricas y manzanos, además de aquellos predios que contaban con lote, zona de sembradío o patios de considerable magnitud; cada grupo de trabajo estuvo conformado por dos personas y una de ellas debía hablar quechua necesariamente, para interactuar de forma fluida con los propietarios y explicar claramente el objetivo del trabajo. Esta persona estuvo a cargo, también, del relevamiento fotográfico y debía apoyar en el relevamiento arquitectónico. El otro integrante del grupo debía ser un arquitecto que

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estuviera a cargo del relevamiento, de la toma de medidas y ángulos, de la graficación y del relevamiento arquitectónico en general; el grupo, encargado del relevamiento topográfico estaba conformado por un especialista en el manejo del teodolito, un estadero5 y un encargado del relevamiento fotográfico. Los responsables del trabajo de campo consolidaron grupos de trabajo y los capacitaron para la implementación de las fichas de relevamiento; además, hicieron recomendaciones sobre los datos indispensables que debían ser reflejados en dichas fichas. Emprendimos el viaje a Chimboata, luego nos instalamos e inmediatamente comenzó el trabajo, ordenado y meticuloso; cada quien se dirigió a las manzanas que tenía destinadas y se inició el concienzudo trabajo de relevamiento arquitectónico y fotográfico, de toma de medidas exteriores e interiores, parciales y totales, anchos de muro y diagonales en todas las habitaciones, alturas, etc., datos que no podían faltar. Con la guía de las fichas, procedimos a anotar los detalles, como el material de pisos, muros, cubiertas, etc.; un trabajo que, a medida que transcurren las horas, parece interminable; sin embargo, al final del día, cuando el equipo se reunía y mostraba lo realizado en la jornada, veíamos que, en conjunto, la meta de relevar todo el centro poblado no había sido inalcanzable. Cinco días habían trascurrido desde nuestro arribo, y ya estábamos culminando detalles, niveles exteriores, anchos de vía; nos encontrábamos revisando que no faltara algún dato importante, como las diagonales de las calles, anchos de acera; ninguna medida resultaría innecesaria o prescindible, teníamos presente que, en el momento de la digitalización, cuantos más datos existieran, mejor resultaría el trabajo. 5

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El cansancio se dejaba ver en los rostros, pero también la satisfacción de haber logrado el objetivo planteado; habíamos culminado el trabajo de relevamiento, más de cincuenta predios relevados, y éramos conscientes de que esto era sólo la primera parte de objetivo. Sistematización de datos y digitalización En la segunda fase del trabajo, el equipo se organizó y confrontó los datos obtenidos en campo. La responsable supervisó las tareas y todos ordenamos los datos del levantamiento de los predios urbanos del poblado de la comunidad de Chimboata; luego, procedimos con su sistematización; los planos y las fichas llenadas en campo fueron el material de base, organizados por predios y manzanos; de la misma manera, organizamos las fotografías digitales. Se comenzó digitalizando las plantas arquitectónicas y, con ellas, las planchetas de manzano. Una vez concluida la etapa de digitalización de plantas, continuó la digitalización de fachadas, cortes y planos de cubiertas; como se contaba con las respectivas fachadas y cotas de nivel, armamos posteriormente las tiras de fachadas. La información de la infraestructura de la vivienda, de los elementos tecno constructivos, datos de propiedad de la vivienda, del uso actual y el original, etc. fue digitalizada en fichas adjuntas a los planos de relevamiento. Este trabajo, quizás “normal” para los profesionales con experiencia en estos temas, fue un descubrimiento y un aprendizaje valioso para los arquitectos jóvenes que conformamos el equipo. El profesional arquitecto y las responsabilidades sociales Se hace necesario reflexionar sobre el contexto en el que se desarrolla este tipo de proyectos y su

Estadero: El que lleva el estadal (Medida de longitud que tiene 4 varas, equivalente a 3,334 metros).


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estrecha relación con los cambios asumidos por la sociedad boliviana dentro de la estructura de su aparato estatal; debemos preguntarnos cuál es el perfil profesional del arquitecto en la actualidad y su adaptabilidad a todos los escenarios locales y nacionales; se espera que las herramientas necesarias para desempeñar esta y muchas otras actividades sean ofrecidas por la universidad, que la transición de lo “académico” a lo “laboral” no sea un salto tan abrupto, que los conocimientos adquiridos y ampliados sirvan para que el nuevo profesional se desenvuelva sin problemas en el ámbito laboral y que ese nuevo profesional conozca su realidad. Para ello, será necesario que las viejas posturas sean desechadas. El viejo arquetipo de arquitecto “constructor urbano”, que sólo dirige su trabajo a determinadas clases sociales y que se considera como un “artista” formal, ya que desarrolla un enfoque supuestamente “estético-formal”, adquiera profundidad en sus miradas, desde un eje científico-técnico. Ha llegado la hora de que abandone la exclusiva mirada de generador de productos de consumo. Por un mínimo de consideración, debe desaparecer este enfoque unilateral de la formación o por lo menos enseñar ambos enfoques. El arquitecto debe plantearse el reto de constituirse en un sujeto de aporte en áreas comunitarias, más que en proyectos individuales, como …”gestor de soluciones espaciales sostenibles que promuevan la creación de proyectos útiles a la sociedad en su conjunto, capaz de investigar y mejorar propuestas formales, pero también técnicas de materiales y por sobre todo respetuoso del otro, no como el “interprete” de necesidades ajenas; un profesional pensante”.6

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Informe Investigación Gestión 2004 - Marina Sturich, Instituto Investigaciones Arquitectura

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“Sapana: Reconociendo nuevos actores en la Construcción Territorial y Cultural, desde los espacios educativos”

“SAPANA: RECONOCIENDO NUEVOS ACTORES EN LA CONSTRUCCIÓN TERRITORIAL Y CULTURAL, DESDE LOS ESPACIOS EDUCATIVOS” Luis Camilo Kunstek Salinas El presente artículo recoge la experiencia de trabajo de ocho años, desde el 2000 a 2008, en el Municipio de Punata, trabajo desarrollado en los campos de la educación, la gestión cultural y el medio ambiente, que hoy me permito presentar a partir del proceso de investigación y elaboración de mi Tesis en el marco de la Maestría en Gestión del Patrimonio y Desarrollo Territorial, implementada por el PRAHC- UMSS. Este trabajo de investigación y el trabajo de campo posterior han servido de punto de partida para el nuevo reto que nos hemos propuesto: vincular la gestión del patrimonio a los espacios educativos. Hoy en día, la realidad nacional presenta un escenario en el que la gestión de los procesos de valoración de la diversidad cultural está en el centro de la gestión de políticas públicas. Desde el Plan Nacional de Desarrollo se reconoce a Bolivia como un país con sustantiva diversidad cultural y lingüística, que no ha establecido ni fomentado una educación intracultural e intercultural con base comunitaria, probable causa de los problemas de discriminación irresueltos en nuestro país. La diversidad étnica, cultural y lingüística, y la capacidad movilizadora de los movimientos sociales y de los pueblos indígenas se presentan, desde una lectura nacional (remarcada en el PND1), como potencialidades de desarrollo, ya que ambas responden a una capacidad de participación social que hace referencia a soportes culturales concretos de cada grupo social; estos nuevos elementos son temas centrales 1

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de la nueva definición de educación que plantea el Plan Nacional de Desarrollo, en su capítulo “Estrategia Bolivia Digna”. Frente a este nuevo escenario y conceptualización del rol de la cultura en la educación, se abren posibilidades para consolidar procesos que, desde líneas similares, han estado trabajando en busca de una educación íntimamente relacionada con los referentes culturales del contexto. El año 2001, en el municipio de Punata, se plantea un proyecto que recupera una experiencia de trabajo en actividades artístico educativas, que parte de la vinculación de referentes culturales (tradición oral), con escenarios educativos formales, y que propone metodologías para dinamizar los procesos de enseñanza – aprendizaje a partir de relecturas y reapropiaciones de la tradición oral y memoria colectiva de los pueblos, aportando además evidencia de la influencia de estos procesos en las construcciones territoriales de las comunidades campesinas. Como línea narrativa para entender este proceso, el artículo recupera de forma crítica la experiencia del Programa de “Sensibilización - Cuenta Cuentos” que, desde sus postulados teórico – prácticos, abre la posibilidad de resignificación de la tradición oral, dinamiza espacios de expresión y creatividad infantil y propone un reencuentro con el medio ambiente, a través de los procesos de enseñanza - aprendizaje que los niños, niñas, docentes y educadores del Municipio de Punata construyen en el Centro de Expresión y Creatividad

Plan Nacional de Desarrollo

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“Sapana: Reconociendo nuevos actores en la Construcción Territorial y Cultural, desde los espacios educativos”

Infantil Arnoldo Schwimmer; este programa, además, proyecta una re-configuración de la relación cultura - escuela, a partir de la recuperación del cuento de tradición oral como herramienta educativa. Este artículo propone un acercamiento a dicha experiencia y presenta los resultados de la investigación2 desarrollada en el marco de la Maestría en Gestión del Patrimonio y Desarrollo Territorial3, con el objetivo de fijar parámetros teóricos y metodológicos que sitúen el proceso dentro de las discusiones sobre el rol de la cultura en los procesos de enseñanza-aprendizaje, y de abrir nuevos escenarios de reflexión y de práctica sobre la gestión cultural y educativa. Para guiar la discusión, planteamos la pregunta general “¿La interacción entre la recuperación de la tradición oral y la expresión – creatividad permite la construcción de espacios de resignificación cultural en los procesos de enseñanza – aprendizaje desarrollados por los niños y niñas de la comunidad de Thaqo?” Las conclusiones y los resultados a los que llega la tesis, que son la base para el presente artículo, abren un escenario de reflexión y reconstrucción de una propuesta metodológica llevada a la práctica en el Municipio de Punata, ubicado a 45 Km., de la ciudad de Cochabamba; es una experiencia de construcción de herramientas educativas a partir de los cuentos de tradición oral, aplicadas en diferentes espacios educativos y de gestión del patrimonio. ¿DESDE DÓNDE LEEMOS ESDUCATIVOS, LA CULTURA?

LOS

PROCESOS

Rescatando el sentido antropológico de cultura, ésta se puede entender como los cuentos de 2 3

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tradición oral, los juegos y la creatividad de los seres humanos, que son parte de cualquier discusión sobre cultura. Aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y ( ) otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad (Tylor citado en Quispe; 2009; 29) Se deben considerar espacios donde la tradición oral hace referencia a la memoria, a la herencia, y a la posibilidad de construcción de nuevos referentes o productos culturales que se dan en la puesta en juego de la expresión y creatividad de los niños y niñas. En este marco, se entiende la educación como ese espacio de construcción y reconstrucción del todo complejo, además de los mecanismos de transmisión y resignificación de los referentes sociales; a partir de ello, se vincularán la tradición oral, la expresión y la creatividad como parte de la cultura y, por lo tanto, parte de cualquier proceso educativo. El ámbito educativo aporta un nuevo enfoque que incorpora los referentes cotidianos de los sujetos, en una nueva visión de la educación que vuelca su mirada hacia los procesos sociales y culturales que tienen lugar en toda actividad humana; es en este escenario donde es posible un encuentro diferente entre la cultura y la educación, encuentro que recupere la dimensión de reconstrucción y resignificación de una sobre otra. Esta visión de educación plantea que este proceso constante de la vida de los seres humanos implica tanto una praxis social como un proceso de reflexión, y resalta el carácter activo del aprendizaje como “…fruto de una construcción personal, en la que no interviene solo

Tesis de Maestría “SAPANA, Un acercamiento de la Gestión del Patrimonio a la Educación”, abril 2008 La Maestría es parte de los cursos de Posgrado ofertados por el PRHAC UMSS


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el sujeto, sino que los agentes culturales son piezas imprescindibles para esa construcción personal”. (COLL. 1994: 15). La propuesta SAPANA, que se analiza en este artículo, toma en cuenta la educación que pone énfasis en el proceso, “No se preocupa tanto de los contenidos que van a ser comunicados ni de los efectos en término de comportamiento, cuanto en la interacción dialéctica entre las personas y su realidad; del desarrollo de sus capacidades intelectuales y de su conciencia social” (KAPLÚN, en BELTRÁN, 2001:76). Al reconocer que la educación pone en juego una serie de elementos que componen el cotidiano de los actores del proceso, se reconoce también la estrecha relación entre cultura y educación. Ahora, el desafío está en cómo incorporar estos elementos culturales en los procesos educativos, rompiendo las ideas escolásticas de considerarlos como contenidos, y centrar los esfuerzos en incidir en el campo metodológico, construyendo procesos interculturales y de respeto de la diversidad. Bolivia presenta una gama importante de experiencias de procesos que intuyen y buscan este acercamiento, y que además evidencian la riqueza educativa de la tradición oral; en el libro “Ahora les voy a contar”, de Denise Y. Arnold y Juan de Dios Yapita, se muestra la recuperación de los saberes tradicionales en los niños y niñas de Qaqachaka; en él, se resalta la constatación de “...un amplio conocimiento de la flora que crece en el ayllu. Hemos observado también en la vida cotidiana que los niños son los pastores principales de las manadas de ovejas, llamas, alpacas y cabras... [Conocen]... con precisión qué flores y yerbas son buenas y cuales son malas para su salud en sus manadas...” (ARNOLD, YAPITA 1996: 165).

Los niños y niñas conocen las costumbres y tradiciones de su región y son capaces de desenvolverse cuando tienen que realizar sus diferentes actividades, como las de pastoreo o el cuidado de los hermanos menores en la ausencia de los padres; este cúmulo de saberes tiene escenarios diferentes a los de la educación formal y pasa más bien por circuitos de transmisión oral dentro de la familia. Estos escenarios y circuitos construyen sus propias herramientas (cuentos, canciones, juegos); en el caso de esta investigación, se analiza el cuento, como tradición oral y como uno de los saberes propios de la vida del niño o niña, pues proviene de su propio contexto. “El cuento contado por un campesino tiene su verdad y su mensaje. Es cierto que está inmerso en un ambiente mítico. Pero en realidad es el propio mito que condensa esta verdad y este mensaje” (MALDONADO 1980: 13). Teresa Alem y Mario Rodríguez plantean la construcción de una pedagogía de la diversidad como mecanismo para la construcción de las relaciones de interculturalidad; la propuesta, entre varios elementos, destaca la vinculación entre cultura y educación: “Recuperar la singularidad como forma de vida en comunidad: Se trata de recuperar y potenciar la singularidad de cada persona y de cada cultura, pero en un sentido de comunidad. Eso permite el potenciamiento de lo diverso pero como factor para mejorar la convivencia entre diversos” (ALEM, RODRÍIGUEZ: 1997: 130) En la propuesta de la SAPANA, este rol es potenciado por la recuperación de los espacios de oralidad, producto de la puesta en juego de las herramientas a las que hacemos mención

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en párrafos anteriores. En el caso particular que analizamos en este trabajo, los espacios de oralidad son entendidos como los espacios que materializan la recuperación de los cuentos de tradición oral y que se vinculan a los recursos pedagógicos de la propuesta educativa con los referentes de memoria colectiva. Estos espacios recuperan nuevamente las dimensiones individuales y colectivas de la educación y de la cultura, reafirman la imposibilidad de un encuentro intercultural sin el concurso de la memoria y aleja de las concesiones de lo fugaz, para recuperar la importancia del sentido de permanencia y pertenencia para el trabajo con niños y niñas. En la base de esta discusión, están las metodologías de enseñanza - aprendizaje, ya que, según sean pensadas éstas y según cómo se defina y encare el proceso, construyen espacios que permitan construir esta permanencia y la valoración del otro desde sus particularidades y su memoria. El otro elemento clave en estos procesos que tiene que ver con la materialización y representación de la tradición oral y sus herramientas se refiere a cómo se entienden las relaciones entre espacio, cultura y creatividad de los grupos sociales; es decir, se intenta desentrañar los procesos de producción simbólica y su presencia en la memoria cultural de los niños y niñas. “El territorio es espacio construido por el tiempo, toda región o toda localidad es producto del tiempo de la naturaleza y del tiempo de los seres humanos y los pueblos” (RESTREPO) Estas conceptualizaciones permiten situar la discusión en concepciones del espacio que van más allá de considerar éste sólo como el continente o el vacío en el cual tienen lugar las interacciones de los seres humanos con los objetos que están dispuestos en el espacio. Por el contrario, se trata de reconocer que tanto actores como objetos interactúan, pero además influyen

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unos en otros; así el espacio es construido por las relaciones de los actores sociales y éstos son condicionados por las limitaciones y posibilidades que el espacio les propone. Las relaciones entre espacio y sujetos, en el seno de la gestión cultural y patrimonial, plantean las posibilidades de que la re-configuración espacial de una comunidad como Thaqo pueda abrirse a las manifestaciones de los niños y niñas; por otro lado, se intenta responder a cómo estos niños y niñas pueden incidir en la configuración espacial de su comunidad. A partir de ello, las posibles re-configuraciones de la memoria, de la cultura, de la educación y de la gestión tienen y constituyen espacios nuevos en la comunidad; sin embargo, son las dinámicas y los procesos que construyen estos espacios los que dan cuenta de la posibilidad de intervención en la comunidad. Para tener un cierre discursivo en la concepción de espacio, se retoman las concepciones de Milton Santos, que de forma clara entiende este binomio espacio – relaciones sociales como: “Dicho en otros términos el espacio se define como un conjunto de formas representativas de relaciones sociales del pasado y del presente y por una estructura que queda expresa en las relaciones sociales, a su vez indicativas de procesos y funciones.” (HIERNAUX; LINDON: 1993; 103) Se trata de ver e identificar los procesos que permiten que en la comunidad de Thaqo existan espacios para la oralidad y los cuentos, y si éstos se dan en lugares con tal objetivo; además, se debe constatar si la demanda creada por los niños y niñas reconstituye espacios de oralidad que permitan contar los cuentos a una generación nueva.


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LA TRADICIÓN ORAL EN LA COMUNIDAD DE THAQO. La transmisión o la memoria, entendidas como la permanencia y pertenencia de los cuentos, no es un proceso aislado de la comunidad y sus interacciones; más bien, responde a la configuración de los roles, actividades y lugares de la comunidad, ya que la presencia de los cuentos en la memoria de los adultos y la posibilidad de que dicha memoria sea transmitida a los niños y niñas dan cuenta de espacios abiertos a la oralidad; ello supone el encuentro de los miembros de la comunidad, en lugares o espacios que responden a esta necesidad de encuentro, y, por tanto, la configuración de las relaciones de la comunidad. “En los años de trabajo en Punata creo que he podido ver dos espacios fundamentales: el entorno familiar y el comunitario pero los dos de manera informal.” (Entrevista Berny Salinas 23-112009) El cuento está vinculado a la narración, lo que supone espacios de encuentro que, como dice Aguiló, por lo general se circunscriben a espacios adultos. (CAMACHO; 1996); sin embargo, estos escenarios descritos por Camacho han sido reemplazados o tienen otros objetivos en la comunidad de Thaqo, o simplemente están desapareciendo las personas que los articulan; como sostienen Justo Salazar y Reynalda Almanza“…los que saben los cuentos son los abuelitos los mayores pero ya no están, se han muerto, no quedan muchos; ellos sabían de las historias…” (Entrevista Justo Salazar y Reynalda Almanza 24 -11-2009). Esta realidad habla de una ligazón de la memoria de la comunidad con los adultos mayores, que están dejando este mundo sin la posibilidad de reproducir y transmitir estos cuentos. A este escenario, se suman las nuevas formas de trabajo

y las ocupaciones que desarrollan los habitantes de la comunidad, que afectan la disponibilidad de tiempo para contarse historias que hablan de otros tiempos. “Algunas personas nos recibían bien otras no tan mal; pero yo creo que por el tiempo no nos querían contar, estaban trabajando pero otros nos recibían bien y nos contaron cómo era que se hacían los juguetes y varios cuentos del atoj y del conejo”. (Entrevista Jorge Salazar 24-11-2009) Estos testimonios dan cuenta de un proceso previo a la experiencia de la SAPANA en la comunidad de Thaqo, proceso en el cual se están perdiendo los cuentos, junto a los espacios para la narración; lejos de hacer una valoración cuantitativa de la importancia de estos espacios, los testimonios demuestran que los cuentos permanecen en la memoria de los pobladores Thaqo: “Antes la gente se reunía en los canchones, en las puertas de las casas y ahí nos contábamos historias, ahora la gente ya no se reúne,…solo a veces vienen a mi tienda y ahí se chismea de lo que hace la gente, los niños ya no juegan, todo es ir a la cancha de fútbol y los jóvenes se van a las fiestas”… (Entrevista Justo Salazar y Reynalda Almanza 24-11-2009) Otro elemento central en la transmisión de la tradición oral, sobre todo de los cuentos, es el lenguaje; Punata es un Municipio altamente bilingüe y, por ello, no es de extrañar que los cuentos se hayan transmitido en quechua, que es en muchos casos la lengua materna de los niños y niñas de la comunidad de Thaqo. “El quechua es básicamente una lengua oral de ahí su riqueza en los cuentos de tradición oral y la relación con los niños, su lengua materna les daba un referente más de valoración hacia su contexto cultural”. (Entrevista Berny Salinas 23-11-2009)

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La riqueza de la narración en quechua abre las posibilidades a la recuperación de los cuentos “Es más bonito cuando te cuentan en quechua, la picardía es otra, además son más largos, los niños se acuerdan más detalles, y cuando actúan improvisan más, al público también les gusta más”. (Entrevista Zulma Laime4 23-11-2009) En el análisis de las entrevistas, resalta que la transmisión de la tradición oral (cuentos) en la comunidad de Thaqo está ligada a tres elementos: los lugares, la memoria y el idioma; es la interacción de estos elementos la que, desde la perspectiva de los pobladores de Thaqo y de los educadores del CECIAS y de la FEC5, ha permitido que estos cuentos puedan ser narrados hoy. Un cuarto elemento son; los actores que participan en la transmisión de los cuentos de tradición oral; por inferencia, se puede citar a los adultos como los actores considerados dinamizadores de la tradición oral, como cita Camacho y refuerza la experiencia de la comunidad de Thaqo; sin embargo, en la aplicación de la metodología SAPANA, el rol que juegan los adultos, sean estos mamás, papás, tíos y/o abuelitos, es más bien de depositarios de la tradición oral. “Les pedíamos a los chicos que se vayan a hacer contar con sus papás con sus abuelos o tíos y se hacían contar entonces nos venían a contar y nosotros los teníamos que grabar para que no se pierdan en los talleres grabamos en casetes y los guardamos.” (Entrevista 20-11-2009 Jorge Salazar6). El rol que tienen los adultos es el de conservar la memoria, una memoria estática guardada que existe pero que no se manifiesta; son los niños y niñas los que recogen esa memoria, la activan y luego desarrollan acciones en la comunidad 4 5 6 7

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Educadora del CECIAS, miembro de la Comunidad Taqho Fundación Educativa Cigarra Educador del CECIAS, miembro de la Comunidad Taqho El equipo La Cigarra -espacio creativo- conforma hoy la Fundación Educativa Cigarra.

para recordar los cuentos; ellos demandan un contacto con ese patrimonio que está, que se mantiene en el idioma, pero que se aísla de las nuevas generaciones. Esta dinámica plantea la irrupción y el protagonismo de un nuevo actor, como dinamizador de la tradición oral: los niños y las niñas, quienes desempolvan esa memoria, la traen al presente y la re-significan. La irrupción de los niños y niñas, como actores, en el proceso de transmisión de la tradición oral abre también la posibilidad a la re-significación de los mismos, además, el proceso es mediado por jóvenes de la comunidad (Los educadores del CECIAS, en su mayoría jóvenes de Thaqo); estos nuevos actores aportan con visiones nuevas que se plasman en procesos creativos y expresivos. PROCESOS DE EXPRESIÓN Y CREATIVIDAD -ESPACIOS DE RE-SIGNIFICACIÓN DEL PATRIMONIO ORAL Para analizar los procesos de expresión y creatividad que desarrollan los niños y niñas de la comunidad de Thaqo, es necesario indagar y recorrer el itinerario de los procesos que se generan en la comunidad, cómo llegan y a qué inquietudes responden. El CECIAS es una institución educativa que ha sido creada bajo un convenio interinstitucional suscrito entre la Fundación Arnoldo Schwimmer (FAS), el Gobierno Municipal de Punata y La Cigarra – espacio creativo-7, con el propósito “de construir un espacio de expresión creativa y recuperación de nuestra tradición oral con los niños y niñas de Punata”. (Convenio Interinstitucional; 2004: 1) En 4 años (2004 – 2008) de funcionamiento, el Centro de Expresión y Creatividad Infantil Arnoldo


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Schwimmer8 ha acogido a niños y niñas, jóvenes y docentes de Punata y municipios vecinos; todos ellos participan en los distintos programas y actividades que el Centro propone a la población del valle alto cochabambino, como lo muestran los informes de gestión:

de la continuidad del programa; en el caso de la comunidad de Thaqo, los niños y niñas han participado hasta en 5 talleres en el CENTRO, pero, si a ello se suman sus participaciones con sus Unidades Educativas, la idea de continuidad del proceso es aún mayor. El rescate de los cuentos de tradición oral supone un proceso que los niños y niñas desarrollan en los talleres del Centro Arnoldo Schwimmer; se establece una lógica secuencial que comienza en el momento de su ingreso y culmina en un producto o en la representación de los cuentos en un espacio de encuentro con la comunidad, que es entendido como la clausura del taller. El proceso al que se hace referencia puede entenderse como el recorrido que cada niño y niña hace por los ambientes o talleres del CECIAS, acompañado de sus cuentos:

El cuadro presenta de manera cuantitativa la capacidad de convocatoria y la presencia que ha tenido el CECIAS, y por lo tanto la propuesta SAPANA, en el Municipio de Punata, y da cuenta 8 9

A continuación, se presenta una descripción de los objetivos de cada uno de los talleres o ambientes del CECIAS; la descripción es recuperada del documento ’’Sistematización’’, elaborado por Zulma Laime – educadora del CENTRO -, durante el proceso de formación en el programa INFE9.

CECIAS por su sigla. La educadora es becada por el CECIAS a Completar el curso de Formación de Educadores del Instituto Nacional de Formación en Educación Alternativa

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1 Tradición oral Este primer taller permite recuperar, identificar y seleccionar los cuentos, juegos, canciones y saberes con los que se trabajará en los demás espacios; todo el proceso se inicia en este ambiente, que permite enriquecer el rescate de la tradición oral y estimular la expresión oral que posibilita el trabajo.

2 Ambiente Este taller funciona como un espacio transversal, encarna el pilar de Medio Ambiente de la propuesta SAPANA y, en la práctica, se entrecruza con el taller de tradición oral. Se trabajan huertos pequeños con abonos orgánicos y se comparten los saberes y costumbres de la siembra que posee la comunidad.

3 Muñeco cuentacuentos Este ambiente o taller es el dinamizador del proceso de resignificación. En él se plantea a los niños y niñas el desafío de de-construir y reconstruir el cuento para poder representarlo en una obra de títeres. En este ambiente, se recrea el cuento, se fortalece el quechua, se recoge la cotidianidad de la comunidad y se devuelve el cuento a la comunidad, en un escenario destinado a compartir experiencias; así se consolida

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un nuevo espacio de oralidad que redescubre la tradición y la memoria desde la mirada de los niños y niñas.

4 Kaypi Kuyukunaq (percusión) El objetivo central de este ambiente es el de ser soporte en el desarrollo del trabajo en grupo y en la coordinación motriz; trabaja la coordinación, el ritmo y las dinámicas de grupo, para que los procesos colectivos se desarrollen con mayor fluidez.

5 T´uru Maki (Cerámica) Este ambiente recupera todo el proceso de la elaboración de la cerámica, desde la extracción de la arcilla hasta el pintado de la pieza; nuevamente, se trata de una representación del cuento de tradición oral o de algún conocimiento de la comunidad.

6 Mundo de colores Este taller permite conocer diferentes técnicas y soportes para la expresión gráfica; así el niño o niña plasma de forma gráfica escenas y escenarios de los cuentos; pinta su comunidad, su casa, es decir, representa su espacio cotidiano como escenario de los cuentos.

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4.- NUEVOS ACTORES EN LA GESTIÓN CULTURAL, APARTIR DE LOS PROCESOS EDUCATIVOS Enseñanza – aprendizaje y cultura Ésta es una relación que se construye, que es parte de un proceso y que se sustenta en las interacciones de diferentes actores; es en esencia una propuesta de gestión que articula sueños, demandas, necesidades y potencialidades, a partir de la construcción de espacios de encuentros; si bien no se individualizan los procesos que los actores viven y sienten, se centra la atención en el proceso colectivo que supone el intercambio y la reconstrucción de referentes culturales. El proceso de construcción metodológica es la interacción cotidiana entre los actores del proceso de construcción de la SAPANA, interacción que va trenzando voluntades, conocimientos y sentimientos; ello supone que la gestión no está alejada de los procesos propios de la interacción social; en este caso, no deja de responder a una necesidad educativa puntual y, prueba de ello, es la incorporación en el POA municipal de una partida de programas de Expresión y Creatividad en el rubro de educación. Es la irrupción de los cuentos de tradición oral en espacios educativos la que desencadena y aporta procesos de valoración social a los saberes y referentes culturales de los niños y niñas de Thaqo; así, se abre la posibilidad de un nuevo escenario de revalorización cultural y se dota a la educación de una herramienta pedagógica de un potencial único y acorde con los procesos actuales de construcción de escenarios interculturales. Son escenarios que responden a dos elementos planteados en la discusión de esta investigación: la memoria, como referencia y pertenencia a un grupo social que se engrana con singularidad o creatividad, y la posibilidad de cambiar, de construir nuevos referentes y de repensar

la pertenencia; ambos elementos permiten el reconocimiento y el encuentro con el otro, que pertenece a un grupo social y que tiene la capacidad de cambiarlo y de aportar algo a la relación intercultural. Rescate de cuentos de tradición oral, expresión y creatividad En el centro de toda la propuesta, se debaten y recrean las relaciones entre los procesos de expresión y creatividad y se propicia el rescate o revalorización de los cuentos de tradición oral; se brinda la posibilidad de que la memoria se reencuentre con los actores, y de que los cuentos se reencuentren con los espacios de la comunidad. En este sentido, el educador asume la tarea de propiciar un encuentro con la tradición oral, concepto que va más allá de la participación activa en el proceso; en realidad, el educador facilita el diálogo entre actores y saberes en un espacio intercultural. El tema de la expresión y creatividad pasa por un camino similar, ya que no se trata de dos procesos diferentes o alejados de la tradición oral, como ya se ha explicado al describir los talleres educativos de la metodología SAPANA; el taller se construye como un espacio de encuentro con los cuentos (memoria) y en él se desarrollan los procesos creativos (presente) para representar dichos cuentos en un escenario (las clausuras); así se cierra un ciclo de encuentros. Este recorrido breve por los planteamientos de la SAPANA permite enfatizar una lógica de intervención basada en procesos y encuentros, que da cuenta de una propuesta de gestión del patrimonio que parte de la base (lo privado, lo íntimo, lo formal, lo cotidiano) y se va abriendo en una construcción conjunta hacia lo público, lo masivo, y que abarca y redefine, además,

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los espacios y los actores de la gestión cultural, haciendo de ésta un ejercicio cotidiano de diálogo y encuentro. La experiencia de esta investigación permite ver y leer un proceso de gestión del patrimonio oral en un espacio concreto y con actores involucrados en todo el proceso; además, permite vislumbrar vínculos y relaciones entre este patrimonio y los espacios de la comunidad; ahora, es un reto dar continuidad al presente trabajo considerando e indagando las posibles relaciones de la tradición oral, en tanto espacios de identidad, con construcciones de procesos educativos más inclusivos y participativos.

BIBLIOGRAFÍA AGUILÓ, Federico 1980 “Los cuentos ¿Tradiciones o vivencias?” Ed. Los Amigos del Libro ALEM, Teresa; RODRÍGUEZ, Mario 1997 “Educación y diversidad” Ed. Programas de Comunicación y Educación Popular PROCEP BELTRÁN, Luis Ramiro 2001. “Estrategias de comunicación educativa para el desarrollo” Módulo 7. ERBOL. Bolivia. GUARDIA, Marcelo 1997 “Mediaciones en la mira: Culturas populares, recepción, educación y desarrollo” Revista Contribuciones, Buenos Aires. HALL, Richard H. 1996 “Organizaciones: Estructuras, procesos y resultados” Ed. Pretice Hall Hispanoamérica S.A. México. KEESING, R. 1996 “Teorías de la cultura”, en Velasco, H.M. (comp.), Lecturas de antropología social y cultural, Cuadernos de la UNED. Madrid. MONTAÑO, Guillermo Edson “La comunicación participativa en el aula escolar, basada en el contexto cultural: Una experiencia de lectura de la Reforma Educativa”. La Paz, Ed. UCB. PRIETO, Castillo Daniel “El derecho a la imaginación”. Argentina, Ed. Paulinas. RENGIFO, Grimaldo 2005 “Cosmovisión y cultura educativa andino amazónica”. Lima PRATEC SENGE, Meter M. 1990 “La quinta disciplina: Cómo impulsar el aprendizaje en la organización inteligente”. Ed. Granica.

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VINCENT, Nicolás; QUINTANILLA, Sandra; PUMA, Alfredo 2004 “Antología de historias orales de Tinkipaya”. Programa de investigación estratégica en Bolivia. La Paz. DOCUMENTOS FUNDACIÓN EDUCATIVA CIGARRA 2006 Sapana III, Cochabamba Bolivia 2007 Mejía, Mario: “El contexto de la Gestión Cultural en Centroamérica: bases para el currículo” . PROGRAMA DE SENSIBILIZACIÓN CUENTA-CUENTOS La Cigarra -espacio creativo-. KUNSTEK, Camilo 2008 Tesis de Maestría, “SAPANA, Un acercamiento de la Gestión del Patrimonio a la Educación”. Maestría en Gestión del Patrimonio y Desarrollo Territorial 4 Versión PRAHC - UMSS QUISPE, Marilú 2009 Los patrones de crianza de niños y niñas en la comunidad campesina andina de RoccotoCusco-Perú http://bvirtual.proeibandes.org/bvirtual/docs/ tesis/proeib/Tesis%20marilu%20cusi.pdf

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Lo local frente a lo global Del huayño al mix folklórico

Lo local frente a lo global Del huayño al mix folklórico Luz M. Ordóñez Villagómez Cambia, todo cambia, dice el estribillo de una canción de la desaparecida cantante argentina Mercedes Sosa. Y estos cambios se perciben más si hablamos desde el contexto de la globalización cultural, puesto que la cultura no es estática, siempre está en continuo movimiento de intercambio, de aprendizaje y de reconfiguración. Néstor García Canclini nos presenta un interesante análisis para comprender los andamiajes de la cultura entre la globalización y el mercado, cuya definición tiene dos palabras: “ culturas híbridas”, y son precisamente estas hibridaciones culturales las que en Bolivia están dando lugar a un nuevo fenómeno musical, que nace de lo tradicional y de la influencia de la internacionalización de otros estilos de música de países vecinos como Perú y Argentina. La globalización y la cultura La globalización es un proceso con múltiples dimisiones e implicaciones, de las que, sin duda, la dimensión económica es una de las aristas más importantes, pues resalta en los diferentes estudios y análisis realizados por diferentes investigadores. Pero lo cierto es que, la globalización es un fenómeno que afecta de gran manera a la dimensión socio-cultural , pues, por ejemplo, ha invadido el campo de los valores culturales, no sólo con mensajes, sino con objetos de elevada complejidad tecnológica, cuyos efectos se sienten y nos llegan de igual manera a todos los sectores sociales (desde los más sofisticados hasta los más humildes); a diario, nos bombardean con mensajes del mundo global, donde lo imaginario se materializa en formas, valores y hábitos de vida cada vez más alejados de las tradiciones

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locales. Algunos autores, como Beck, afirman que la globalización ha dado lugar a pérdidas del quehacer cotidiano, introduciéndonos en formas de vida transnacionales (1998, citado por Rodríguez, Solares y Zabala, 2009) Si la globalización es leída desde lo económico, a partir de la formación de un mercado global y de la difusión de una tecnología global, . Desde la cuestión cultural, “a partir de los años noventa, la cultura aparece vinculada a la formación de un mercado global o el aumento del consumo cultural, como resulta de una igualmente creciente preocupación por repensar los temas culturales en el contexto de la globalización. Sin embargo la cuestión no es tan simple, en la medida que se reconoce que la dimensión cultural afectada por los procesos globales se complejiza en el contexto de un cambio de época, es decir, el agotamiento de la modernidad y la emergencia de un nuevo paradigma a partir de la denominada posmodernidad” (Harvey 1998) Dado que la cultura es todo saber y conducta aprendida, en contraposición a lo simplemente heredado biológicamente (Albó: 2007), cultura es, por tanto, el conjunto de rasgos adquiridos y transmitidos de unos seres humanos a otros mediante el aprendizaje. Esta capacidad de crear, transmitir, aprender y acumular cultura es resignificada a través de la globalización y se expresa con mayor fuerza en uno de los elementos más importantes de la dimensión simbólica, el folklore, y, dentro de ella en la música. El impacto de la globalización en la música, como Robertson anota, es un fenómeno “cuyo inicio

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podríamos identificar con el auge de los massmedia y el uso masivo de la reproducción del sonido durante la segunda mitad de este siglo, ha generado un proceso de transformación definitiva del tradicional folklore. Su efecto más llamativo es que ha dejado de ser una manifestación de lo local o nacional”, para convertirse o abrirse paso hacia una música de mundo, que puede ser pensada como elemento material e identitario –ideológico. Material por una suerte de subordinación de la música al mercado, convirtiéndola en un género más dirigible y aceptable mercantilmente. Pero al mismo tiempo, para contrarrestar el efecto de la globalización en la música puede darse como una reposición de lo particular frente a lo universal, dando lugar a lo que algunos autores llaman “glocalización”, una suerte de resistencia de identidades. Robertson prefiere hablar de "glocalización", para destacar que el proceso de globalización consiste, al menos en su dimensión cultural, en una creciente integración y en el intercambio de las culturas locales, que se producen en el marco de la progresiva conciencia de su relación con lo global, como referente general de los acontecimientos sociales. (1998, citado por Steingress) “La cumbia zapateado” hibridación musical

como

fruto

de

la

En todo el mundo, se han producido procesos híbridos que han combinado la herencia musical de tradición ancestral con ritmos y sonoridades nuevas, dado que el proceso de resignificación de identidades culturales es dinámico. La música es un lenguaje universal, se dice, pero también es cierto que existen lenguajes de elite y lenguajes subalternos dentro del género musical de cada cultura. Uno de los géneros subalternos en Bolivia es el huayño, interpretado por instrumentos musicales como el charango y la guitarra, y por vocalistas, en su mayoría,

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cholitas (mujeres campesinas) que cantan en quechua y en castellano. Estos grupos nunca habían traspasado las fronteras de nuestro país; su producción musical siempre se ha restringido al territorio local suburbano-campesino. En este sentido, lo subalterno se estaría nutriendo de lo dominante para salir a flote. Hopenhayn afirma que “no hay identidades que resistan en estado puro más de unas horas ante la fuerza de estímulos que provienen de todos los rincones del planeta” (1995) y es así que, por efecto del mercado y por la “internacionalización” de la cumbia chicha, de la cumbia villera argentina y del huayno peruano, se ha dado un interesante fenómeno en el mundo musical boliviano, pues han emergido varios grupos musicales en Cochabamba integrados por cholitas, que interpretan el tradicional huayño boliviano con un aderezo comercial adicional; han creado una suerte de hibridación musical entre la cumbia villera, el huayño boliviano y el huayno peruano que se ha denominado “cumbia zapateado” Esta picaresca y contagiosa mezcla de ritmos es el son con el que se mueve la ciudad; se escucha en las fiestas, en los medios de transporte, en, las ferias, en los medios de comunicación, sobre todo en la radio, y en las fiestas populares de los fines de semana, a las que acuden personas de diferentes estratos sociales, pero sobre todo de la clase media, fronteras antes nunca alcanzadas por este tipo de género considerado subalterno. “Estamos forjando nuevos valores de identidad,” afirma Beimar, representante musical de “Las Sabrositas”. Éste podría denominarse el son “popular urbano”, quizás inconscientemente, una suerte de género que se opone a lo folklórico campesino; se podría hablar de la emergencia de un nuevo sentido de lo popular, como lugar de mestizaje y de reapropiaciones o leerse como una “dinámica autoidentificadora” de resistencia. Esta nueva creación, que mantiene la esencia del viejo romance suburbano, ahora se pone al servicio de


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un nuevo segmento mucho más amplio que crece y se enfrenta al mercado global. Desde este punto de vista, la globalización puede operar en dos vías, como afirma Arenas: en “lo local intervenido, pero también en la potencialización de lo local” (1995) La cholitas transformes La identidad cultural es un sentido de pertenencia y diferenciación. Es precisamente ese “sentido de pertenencia el que permite a las personas su identificación como parte de algo y de alguien que se construye históricamente como un nombre, apellido, comunidad, nación específica, el sentido de diferencia permite observar en otro su forma y oponerla a la propia, fenómeno en que

surge la imagen de lo distinto, lo ajeno y no por consecuencia inmediata, la idea de sí mismo” (Galindo 1997, citado por Mac Gregor) El elemento simbólico que otorga a estos grupos musicales el sentido de pertenencia y diferenciación frente a los “otros”-además de las raíces del ritmo que interpretan- es sobre todo la vestimenta de la mujer; las polleras aportan identidad cultural y facilitan el fenómeno de la reapropiación. Las vocalistas de estos grupos son en su mayoría jovencitas “chotas” (denominativo popular salido del quechua para identificar a las mujeres vestidas al estilo occidental) ) que se transforman

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en cholitas para poder interpretar su música; sin embargo, han estilizado la vestimenta; lucen polleritas cortas de colores vistosos, trenzas largas adornadas, flequillo, zapatillas de tacón, elementos que les proporcionan un estilo nuevo de presentación (optando por una presentación más vendible en el mercado). Además, acompañan las interpretaciones con un baile sensual, de movimientos rápidos de cadera, han cambiado el tradicional zapateo por el meneo sensual de la cintura y de los hombros, al estilo de la cumbia villera y del caporal boliviano, y dejan ver sutilmente las enaguas (algo que las tradicionales cholitas no harían con tanta desenvoltura). “Las Sabrositas”, “Las Consentidas”, “Las Misteriositas”, “Las Florcitas de Cliza”, “Las Vanidosas”, son algunos de los nombres de estos grupos musicales, que han logrado participar en conciertos junto a grandes grupos musicales como los Kjarkas -por mencionar alguno del ámbito local-. El mercado ha obligado a que estos grupos innoven su estilo, en una fusión musical, para poder competir en el mercado global. “Mil suspiros”,1 entre lo tradicional y lo nuevo. Sus voces aún nos recuerdan a las tradicionales cholitas copleras2, sus melodías aún mantienen la esencia melancólica que caracteriza a la cultura quechua andina, le cantan al desamor y a los llantos y a la vida cotidiana en general: “Yo lucharé por ti, yo sufriré por ti, porque eres tú mi único y gran amor,” dice uno de los grandes éxitos de Las Sabrositas, “Te quiero & te quiero,” dice otro de Las Misteriositas, “Ladrona de amor,” dice otro de Las Consentidas. Temas musicales que se pueden escuchar y ver en diferentes confines de la tierra, gracias a los alcances de la nuevas tecnologías de la comunicación, con tan sólo ingresar en la página de internet de “You Tube”, 1 2 3

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donde podemos observar, además, escenas de conciertos con públicos diversos.3 Existen fanáticos que escriben desde distintos lugares del mundo como, como Inglaterra, España, Brasil, etc., elogiando la música de nuestros grupos musicales. Esta nueva creación, que mantiene la esencia del viejo romance suburbano, ahora se pone al servicio de un nuevo segmento mucho más amplio, con el impulso mercantil de las NTIC. No hay duda de que la globalización ha dado lugar a intensos procesos culturales, de que ha afectado a las culturas locales así como a los mecanismos a través de los cuales los portadores de la cultura construyen y redefinen sus propias identidades. Incluso lo popular, lo étnico, lo campesino, por citar algunas categorías, hoy en día ya han redefinido su sentido conceptual, dando lugar nuevas concepciones y ampliando su visión. En la actualidad, si bien la cultura popular es fruto de diferentes etapas o huellas históricas, también responde a modelos económicos y sociales vigentes. “La cultura popular […], de orígenes campesinos o rurales, asentada en enormes megalópolis”. Las hibridaciones musicales siempre se dan en doble sentido: la cultura popular incorpora elementos externos y o a la inversa “Cultura que reproduce iconografías del arte culto y la cultura global incorpora imágenes tradicionales y folklóricas. La cultura popular, originada en tradiciones populares, es resemantizada y apropiadas con otros fines perseguidos por la industria cultural, por los medios masivos y por las nuevas tecnologías” (Lobeto: 2004). Por efecto de la globalización, en el mundo musical, ya resulta difícil pensar y hablar de formas puras, incontaminadas, pues nos encontramos en procesos intensos de intercambio constante; lo

Título de un tema musical del grupo “Las consentidas” Las coplas son interpretaciones de canciones populares –campesinas suburbanas, interpretadas por cholitas en ocasión de diferentes fiestas como el carnaval, San Andrés, Todos Santos, etc. Existen vídeos en Yo Tube que muestran a estas agrupaciones en conciertos en el extranjero, como Argentina, donde la gente corea sus músicas, cual artistas de fama internacional.


Lo local frente a lo global Del huayño al mix folklórico

único que pueden hacer las culturas locales, como resistencia a la homogenización o mundialización cultural, es lanzar su particularidad y revalorizarla, aceptada ya como valor global. Como García Canclini afirma, la identidad debe ser definida no sólo desde el punto de vista socioespacial, sino también desde la perspectiva sociocomunicacional (1994) Bibliografía ALBÓ, Xavier 2007. “Por una Bolivia plurinacional e intercultural con autonomías”. La Paz. PNUD.

LOBETO, Claudio 2004 “Cultura popular: hacia una redefinición. Instituto Internacional de desarrollo” Universidad de Buenos Aires. ROBERTSON, Roland 1998 En: Steingress, Gerhard. “La Hibridación transcultural como clave de la formación del Nuevo Flamenco (aspectos históricossociológicos, analíticos y comparativos”. Universidad de Sevilla. España. RODRÍGUEZ, Gustavo, SOLARES, Humberto y ZABALA, Lourdes 2009 “Vivir divididos. Fragmentación urbana y segmentación social en Cochabamba”. La Paz. PIEB; FAM-Bolivia; Gobierno Municipal de Cochabamba.

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GALINDO, Jesús 1997 “Sabor a ti. Metodologías cualitativas en investigación social”. Ed. Universidad veracruzana. Veracruz. En: Mac Gregor, José. Identidad, esa pertenencia que se crea y que no se destruye, sólo se trasforma. Memorias del encuentro bilateral, México- Bolivia. GARCÍA CANCLINI, Néstor 1994 “Culturas híbridas, Estrategias para entrar y salir de la modernidad”. Buenos Aires. Paidos. HOPENHAY, Martín 1995 “Ni apocalípticos ni integrados, aventuras y pluralidad cultural”. Universalismos y particularismos. En Fermentun Nº 6-7. Caracas. HARVEY, David 1998. “La condición de la posmodernidad” Buenos Aires. Amorrortu.

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Resistencias t Transformaciones en la Gestión Territorial de la Comunidad de Antakahua, Municipio de Tapacarí - Cochabamba

Resistencias t Transformaciones en la Gestión Territorial de la Comunidad de Antakahua, Municipio de Tapacarí - Cochabamba Ramiro G. Arze Camacho Al realizar la investigación como parte del equipo del proyecto “territorialidades” P3 del PRAHCUMSS, en asociación con el Centro AGRUCO, se constataron varias características referentes a la vida en las comunidades, a su capacidad de transformación y de cambio, altamente dinámicas. Se pudieron observar muchos componentes en los tres ámbitos de vida material, social y espiritual, que giran en torno a los sistemas socioeconómicos, socioculturales y de organización social, además de otras tensiones y conflictividades internas y externas. El presente ensayo pretende realizar un análisis en torno a un tema latente en muchas comunidades campesinas y originarias; es el referido a las transformaciones en la gestión territorial y sus implicancias en las interrelaciones de la vida cotidiana en las comunidades andinas; en dicho estudio, se analizan dos casos particulares con contigüidad territorial, pero de efectos de transformación territorial distintos: , el primero, la comunidad de Japo K’asa, en el Ayllu Majasaya Mujlli, del Municipio de Tapacarí, que presenta cambios radicales en gestión de su territorio; , el segundo, la comunidad de Antakahua, en Ayllu Aranzaya, del mismo municipio, que a pesar de sus presiones internas y externas se viene resistiendo a dichas transformaciones. En primer lugar, realizaremos una breve conceptualización del territorio y de la teoría del cambio social, para entrar después de lleno en el análisis de las experiencias. Del concepto de Espacio y Territorio El territorio y el espacio se han convertido en un ámbito de análisis y estudio de gran importancia,

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dado que en ellos suceden todas las prácticas, interacciones subjetivas e intersubjetivas que, en definitiva, muchos autores consideran como una construcción social. En ese orden de cosas, la comprensión de estos conceptos va mas allá de lo que tradicionalmente se comprende como límites políticos administrativos; además, se abren otros ámbitos de análisis con una visión más integral de territorio. Resulta importante diferenciar el concepto de espacio y de territorio, debido a que en algunos casos se tiende a comprender como un mismo concepto. Así, Milton Santos (1997), citado por Montañez (2000), propone concebir el espacio como un conjunto indisociable de objetos y de sistemas de acciones. Los sistemas de objetos no ocurren sin los sistemas de acciones y estos últimos no suceden sin los primeros. El espacio es así construido históricamente. En este momento, existe una diversidad de acepciones y conceptualizaciones de la comprensión de territorio que, en definitiva, no llegan a acuerdos finales que concluyan en un concepto consensuado. Sin embargo, a través de algunas experiencias, existen ciertas conceptualizaciones que vienen a fortalecer el entendimiento y la comprensión del territorio. En investigaciones etnográficas y antropológicas, Delgado (2005) nos dice que: “Las dinámicas de construcción de territorio son complejas y heterogéneas, ello por los distintos sectores que tienen presencia en el mismo y los distintos intereses que tienen; por eso un territorio se construye mediante juegos de superposición

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de intereses, en las relaciones y apropiación se desarrollan tensiones y distensiones de poder; en la lucha de la apropiación del territorio se reconfiguran constantemente las relaciones; en ese territorio los intereses pueden converger (pactos, alianzas, etc.) y divergen (pugnas, conflictos, etc.), todo ello se entrecruza en la dinámica del desarrollo”. Entonces, podríamos afirmar que el territorio, por ser el espacio geográfico objetivado y consciente, y por ser una constante en la subjetividad de los grupos humanos, genera la base para el desarrollo. Es por ello que un territorio se construye mediante juegos de superposición de intereses, de tensiones y distensiones de poder; los territorios convergen y divergen, se entrecruzan. En las dinámicas de desarrollo, esto aparece con mayor evidencia; como clásicamente estamos habituados a

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establecer límites (entre una etnia y otra, entre un grupo con identidad cultural y sus vecinos, etc.), lo que podríamos denominar "territorialidad del desarrollo" no se establece a menudo en los territorios, sino en las conexiones entre ellos, en sus juegos de superposición y conflicto. Tampoco habrá que olvidar el carácter sagrado del territorio, que en los hechos implica la incorporación de elementos mistificados a lugares de referencia como cerros, ríos, o piedras, que adquieren una connotación del relacionamiento con la espiritualidad del ser humano (Zapata 2000). En ese sentido, lo que caracteriza a los territorios, en tanto productos sociales e históricos, es que tienen un principio y un fin en el tiempo, que se transforman, que se diluyen, pero que dejan alguna huella. Se entiende el territorio en


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su connotación amplia y multidimensional, que invita a que ahora, en estos tiempos de cambios profundos, dicho territorio adquiera relevancia y trascendencia política, cultural y económica, ya que también se convierte en el escenario del ejercicio del poder local. Transformaciones socioculturales Se suele entender que las transformaciones en todos los campos son innatas a toda sociedad. Existen distintas teorías tanto antropológicas, como sociológicas y económicas que nos ayudan a comprender los cambios y las transformaciones. Por un lado, está la teoría del cambio sociocultural (Reguillo 1996, citado por Calisaya 1999), que nos dice que todo nuevo orden es producto de una crisis interna o externa al grupo social que protagoniza el cambio. En el mismo orden, Albertoni, citado por Calizaya (1999), interpretando las transformaciones sociales a partir de la crisis, afirma que “el movimiento y dinamismo constantemente recrea la vida social según factores internos y externos. El desorden delimita los alcances de un nuevo orden, fijando de alguna manera las fronteras de lo posible”. Desde un enfoque historicista, Braudel (1992) nos plantea la existencia de tres fenómenos que suceden: de corta, mediana y larga duración; el autor considera importantes los fenómenos de larga duración, porque son los que permanecen en el tiempo y están consolidados al hacerse parte de la vida cotidiana. El otro campo teórico es el referido a las dinámicas internas y externas presentes en la interrelación entre lo local y lo global, dinámicas que modifican ciertos elementos del pasado y aprehenden otros nuevos. Resistencias, Tensiones y transformaciones de la gestión del territorial1 1

a) Breve contextualización histórica. La existencia de la otra Bolivia, representada por los indígenas y campesinos, es evidente en todas las esferas y en los distintos periodos históricos acaecidos desde la colonia. Esta otra sociedad persiste y se mantiene mediante diferentes mecanismos de resistencia y ofensiva. Una de las entidades de resistencia la encontramos en el ayllu, como forma organizativa, social y territorial ancestral de los pueblos andinos. Michaux, et al, citado por Pabón, menciona: “La colonia y posteriormente el Estado republicano, produjeron grandes transformaciones en los ayllus andinos imponiendo divisiones o agrupaciones administrativas y territoriales arbitrarias- que no representaban la Marka y las mitades antiguas, Hurin y Haran- usurpando tierras comunitarias en beneficio de los terratenientes criollos. Ciertas regiones fueron afectadas por su aislamiento, la resistencia de sus habitantes, o su ubicación poco estratégica. Todos los ayllus, sin embargo, se vieron mutilados de parte de su población que se extendía de forma discontinua en distintos pisos ecológicos, desde la puna hasta los Yungas y valles templados” (2009: 2). Estos aspectos muestran varias transformaciones en gestión territorial sufridas por las comunidades alto andinas en distintos periodos históricos, en las que el ayllu permaneció y resistió con algunas modificaciones superficiales. Varias investigaciones, de Harris (1987), Platt (1996), Rasnake (1992), entre otros, coinciden en señalar que los ayllus pueden ser concebidos socialmente como un grupo de personas vinculadas entre sí por diferentes lazos de parentesco reales o ficticios, que comparten un territorio, el cual puede ser de tipo continuo o discontinuo. El parentesco en el ayllu posee una definición bastante amplia, ya

Se entiende por gestión territorial la forma en que el conjunto de pobladores o comunarios administran y manejan su territorio y los recursos que éste posee (suelo, agua, plantas, y animales). (CIPCA-Beni, 2005)

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que no sólo abarca a aquellos que poseen lazos sanguíneos, sino a otros miembros vinculados, por ejemplo, por medio de compadrazgo; estos lazos se extienden a la vida material, es decir, a los cultivos, a la chacra, a los cerros y a sus deidades, lo cual amplía la existencia de denominadores culturales comunes que reafirman la identidad de quienes son parte del ayllu.

Esta “polaridad paradójica” entre comunión y división que menciona Albó habría sido modificada por el sistema de haciendas, por la reforma agraria o por los pueblos de vecinos ubicados en el interior de algunos ayllus.

Pacheco, citado por Pabón 2009, realizando una clasificación de los ayllus en Bolivia, hace referencia a la existencia de ayllus poco fragmentados, ayllus fragmentados, comunidades indígenas de ex hacienda y comunidades con nuevas identidades. A partir de estas categorías, los autores hacen referencia a la fortaleza o debilidad identitaria, organizativa y de conservación de la gestión que tienen unos u otros ayllus. Afirman, por ejemplo, que las comunidades de ex hacienda, al ser resultado de la reforma agraria de 1953, no han perdido su identidad étnica.

Como bien decíamos líneas arriba, todas las sociedades tienden a su transformación, ya sea por efecto de crisis internas o externas o por efecto de las dinámicas sociales, económicas o socioculturales, propias de la relación local y global. Así, hoy en día, las comunidades y ayllus de la zona andina de Cochabamba vienen experimentando transformaciones en cuanto a la gestión territorial.

En los ayllus y comunidades, existe la tendencia al fraccionamiento territorial y social. Las dinámicas demográficas, la fecundidad y mortalidad, los procesos migratorios, así como las estrategias matrimoniales, son algunas de las causas de conflicto interno permanente. Xavier Albó entiende el conflicto como sinónimo de faccionalismo, “que expresaría la tensión entre el polo solidario y el polo divisivo que muestra a la vez la coherencia entre esta aparente paradoja y los esquemas mentales y organizativos tradicionales de la cultura aymara” (1985). La interpretación de lo comunitario y lo divisivo, según Albó, está interiorizada profundamente por el aymara y se expresa en las estructuraciones de su organización social y de su esquema mental. Desde esa perspectiva, se entiende por ejemplo la unión dual hombre y mujer, la división de parcialidades entre el Hanan y el Hurinsaya. 2

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b) La experiencia de Japo K’asa, del ayllu “Majasaya Mujlli”

La primera experiencia se presentó en la comunidad de Japo K’asa, del ayllu Majasaya Mujlli, Cantón Challa, Municipio de Tapacarí, allá por el año 1999-2000, donde decidieron acabar con el sistema ancestral de las Aynokas,2 para convertirse en propietarios parcelarios de la tierra. Esta decisión trajo como efecto grandes cambios en el resto de las actividades productivas complementarias, como la ganadería y la producción de artesanías, dado que los comunarios no podían criar gran cantidad de ganado ovino y camélidos porque cada afiliado sólo podía pastorear en la parcela que le había sido asignada, cuya área obligaba a reducir la crianza. Esto a su vez obligó a reducir la producción artesanal de tejidos, como aguayos, p’ullus, ch’ulos, etc. En su momento, la gran mayoría de los comunarios de Japo K’asa manifestaba su satisfacción con el cambio que habían logrado al parcelar la tierra, ya que podían producir en sus propios terrenos y escoger el tipo de cultivo; con ello pensaban disminuir el desgaste físico y la pérdida de tiempo que suponía recorrer grandes distancias para realizar las faenas agrícolas y

Sistema comunal de rotación de cultivos; es la delimitación comunal de áreas de cultivo más o menos extensas, donde cada familia de la comunidad posee varias parcelas distantes entre sí. Cada aynoka es cultivada durante tres años, bajo un esquema de rotación de cultivos, para entrar en descaso por diez a doce años.


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ganaderas en las tierras comunitarias. c) El caso de Antakahua, Ayllu Aranzaya En la comunidad de Antakahua, del Ayllu Aranzaya, Cantón Challa del Municipio de Tapacarí, se presenta un efecto contrario, que va más allá de una simple decisión de cambiar la gestión territorial ancestral. Existen muchas variantes que nos ayudan a comprender por qué en la comunidad de Antakahua persiste el manejo y la gestión del territorio de la aynoka. Al respecto, planteamos las siguientes hipótesis: La situación físico-geográfica de la comunidad, en la que se manejan espacios con micro climas de puna y cabecera de valle, contribuye a diversificar su producción agrícola; la producción de tubérculos andinos y granos, como la cebada y la avena, propios de la puna, se combina con la producción de haba, arveja y trigo, propios de la cabecera de valle. Aspecto central que permite entender la resistencia a que desaparezca la aynoka, puesto que, en la redistribución de tierras, una parte de la comunidad quedaría beneficiada con tierras buenas, mientras que otra parte quedaría perjudicada con tierras menos productivas para el cultivo (como grandes pendientes, zonas rocosas, etc.). Asimismo, los comunarios son conscientes de que un parcelamiento individual de la tierra necesariamente significaría la reducción de la crianza de ganado camélido y ovino, ya que cada comunario tendría que pastorear sólo en la fracción de su parcela. Otra de las variantes que sustentan las “resistencias locales” es la incorporación militante de sus autoridades tradicionales y sindicales al discurso, lineamientos de reivindicación y valoración de las prácticas, saberes, conocimientos y reconstitución de los pueblos originarios, planteados por el CONAMAQ (Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qollasuyo), entidad que surge hacia finales 3

de los años 90, como estrategia política, por la interpelación que los pueblos indígenas y originarios realizan al Estado, y como contrahegemonía política a la CSUTCB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia). De esta forma, consideramos, las autoridades y dirigentes de Antakahua asumieron la responsabilidad de hacerse cargo del Consejo Regional de Ayllus de Cochabamba, que tiene como presidente a Victoriano Pillco, líder originario de la comunidad Antakahua. Otro de los hechos que sustentan la resistencia y el fortalecimiento como comunidad que reivindica sus prácticas ancestrales originarias, es la solicitud del proceso de saneamiento ante el INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria), el Viceministerio de Tierras y SAN-TCO (Tierras Comunitarias de Origen). El trámite iniciado por Antakahua se encuentra en la etapa final de consolidación, aspecto que sustenta la idea de que existen consensos de organización social interna para fortalecer la gestión del territorio tradicional y ancestral de los ayllus. Otro aspecto importante es la fuerte presencia en la comunidad de las iglesias evangélicas,3 que influyen en un determinado número de prácticas tradicionales. Las iglesias, al considerar como prácticas paganas los rituales y las tradiciones y al dar mayor valor a la productividad, modifican poco a poco la forma de pensar de la gente del lugar. Los comunarios que pertenecen a estas iglesias son los que están más vinculados con agentes externos y en permanente interacción con sus redes familiares en Cochabamba, Oruro, el Trópico y los Yungas. Por tanto, al estar insertos y relacionados de mejor forma con la economía de mercado, son los que más presionan para que se transforme la gestión territorial en la comunidad. Por último, otro aspecto que influye determinantemente en la comunidad para que exista un cambio en la gestión del territorio, son las

Entre algunas de las iglesias con mayor presencia y adeptos en la comunidad, se encuentran la “iglesia de Dios Reformada”, la iglesia “Pentecostal” y los” Metodistas”.

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dinámicas migratorias temporales y permanentes de los miembros familiares, quienes, al estar involucrados en nuevas experiencias relacionadas con la cultura, economía, y formas de gestión del territorio, observadas en otros espacios y contextos territoriales urbanos, pretenden incorporar y reproducir estos nuevos modelos de gestión territorial y de prácticas en su comunidad de origen. Aspecto que demuestra la interacción entre lo local y lo global, que permanentemente opera entre los flujos territoriales.

Análisis

Así, las dos experiencias ejemplificadas nos demuestran dos momentos distintos acaecidos en un tiempo y un espacio determinado. La transformación de Japo K’asa, del ayllu Majasaya, se presenta en un momento en el que en Bolivia seguían imperando las políticas neoliberales (fines de los años 90s), a lo que se suman muchos otros aspectos, como la cercanía de la comunidad a la carretera; esta vía facilita el flujo constante de personas y de mercancías, es decir, es una vía de que permite un constante flujo, comercio, comunicación e intercambio; además, las migraciones de colonización que empezaron a salir hacia el trópico cochabambino a fines de los 70 y principios de los 80s, permitieron contextualizar una nueva forma de gestión del territorio parcelaria, que finalmente replicaron en su comunidad de origen. Si bien la comunidad no resistió los embates de la lógica de la globalización, podemos afirmar que persisten estrategias de subsistencia propias de la comunidad, que permiten reestructurar un modo de vida acorde con la realidad y coyuntura modificadas.

En Bolivia, las transformaciones en gestión territorial se han venido presentando en muchos periodos históricos, marcados por la llegada de los Incas, las reducciones de los españoles y la constante tensión entre Estado Republicano y comunidades originarias; los primeros trataron de convertir las comunidades en haciendas y con ello transformar estructuras organizativas, sociales y económicas;

En la comunidad de Antakahua, Ayllu Aranzaya, existen muchos componentes que deben ser analizados, dado que se incorpora el elemento de la resistencia a la transformación en la gestión territorial, resistencia que implica la complementariedad en otros ámbitos como el cultural, político, social y económico de las comunidades de ayllu. Esto se refleja en

Así, las tensiones internas que se observan en la comunidad se refieren a la presión que viene ejerciendo una parte de los comunarios al tratar de conseguir la redistribución de tierras de forma parcelaria; la otra parte considera necesario mantener el sistema comunal de manejo territorial, la “aynoka”, porque el cambio implicaría la desestructuración del actual manejo y gestión territorial integral consistente en la producción agrícola y pastoreo comunal. Por ello, consideran que todo debe continuar en equilibrio, ya que un cambio en la gestión del territorio significaría ingresar en ámbitos desconocidos que crearían nuevos conflictos internos. Por lo tanto, las tensiones que se manifiestan en Antakahua no hacen más que mostrarnos la forma en que todas las comunidades andinas, en su dinámica, interactúan con elementos relacionados con su modo de vida.

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los segundos lucharon por conservar la posesión de dichas tierras; luego vinieron la reforma agraria de 1953, las reformas neoliberales, y por último el proceso reconstituyente del 20094; todos estos hitos nos plantean la idea de una superposición de hechos, acontecimientos, revoluciones y contrarrevoluciones, en tiempo y espacio, que transformaron de forma superficial, parcialmente en algunas comunidades y totalmente en otras, la gestión territorial.

Instalación de la Asamblea Constituyente (2006-2008) para la consolidación de la Nueva Constitución Política del Estado (2009), en la que están incorporados los derechos de los pueblos indígenas originarios y campesinos y en la que se respetan las formas locales de gestión del territorio.


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las estrategias locales de resistencia a la transformación que están expresadas en otro tipo de prácticas locales, que van más allá del manejo de las aynokas, por ejemplo, en expresiones rituales, festivas, en los ámbitos locales de economía de reciprocidad, en el intercambio a través del trueque, en el ayni familiar, en los lazos de parentesco y compadrazgo; estas prácticas se consolidan en distintos espacios territoriales, siguen operando en la comunidad y conviven con lógicas de la globalización, como el incursionar en la economía de mercado o a través de expresiones culturales como la música, las fiestas u otras modas que se crean y recrean en interacción con lo global. Estas resistencias nacidas desde las prácticas locales tradicionales, en el caso de la comunidad de Antakahua, permiten construir una identidad que resignifica (López, 2010) sus estrategias de subsistencia y permite cierta autonomía en la gestión territorial. Si bien existen tensiones internas en torno a la conservación o transformación en la gestión territorial, éstas son resueltas en el ámbito de “la polaridad paradójica”: “comunión y división”; Albó (1985) nos habla de esta dualidad, presente en tanto exista un otro con el que se discuta, tiempos del “ch’ajway” (discusión, confrontación), con el que se deban lograr consensos y tiempos de paz y de armonía comunales. Las dinámicas de la globalización son procesos que están presentes en muchos ámbitos de la vida social, material y espiritual en la mayoría de las comunidades del país. Por tanto, las comunidades no están exentas de una serie transformaciones y cambios en todos los campos de la vida cotidiana. El reto de muchas comunidades de ayllu, que por siglos resistieron y conservaron su gestión territorial en distintos tiempos y espacios determinados, es que puedan interactuar con elementos de la dinámica de la

globalización de forma estratégica, incorporando y desechando algunos elementos en el ejercicio de su gestión; son ámbitos en que la comunidad viene buscando su propio desarrollo endógeno; esto no significa la pérdida de sus conocimientos, de sus prácticas locales y de sus formas de gestión, sino que, desde lo local y desde el ayllu, se viene construyendo y demostrando a la sociedad global estas resistencias y formas de gestión territorial, como alternativas de la sociedad para responder a los modelos de gestión hegemónicos. Bibliografía Albóo Xavier 1985

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Transformaciones agrarias, estructuras de poder y territorio en los valles centrales de Cochabamba: una mirada histórica

Transformaciones agrarias, estructuras de poder y territorio en los valles centrales de Cochabamba: una mirada histórica Humberto Solares S. I Existe una larga polémica, todavía muy lejos de ser resuelta, en torno a la cuestión de los territorios. Los geógrafos reivindican que esta temática les pertenece por completo, pero muchas disciplinas como la antropología, la economía, la etnología, por citar unas pocas, ponen en tela de juicio esta pretensión. En todo caso, ni siquiera en el campo de la geografía existen voces unánimes respecto a la noción de territorio. Diversos estudiosos suelen guiar sus concepciones por una u otra de dos vertientes posibles: el territorio tomado como “espacio geográfico”, es decir, como un fragmento de la corteza terrestre que además de recursos naturales contiene localizaciones y lugares1; o el territorio tomado como un componente estructural de toda forma de organización económica, social o cultural que desarrollan las sociedades en diversos momentos de su devenir histórico2. Autores como Henri Lefevbre, Manuel Castells y muchos otros han desarrollado aportes importantes dentro de esta segunda tendencia, aunque hacer referencia a los mismos nos desviaría significativamente del tema que venimos tratando. Sin embargo, no es conveniente pasar de largo contribuciones fundamentales como las del geógrafo David Harvey quien, en los años 70, publicó una obra que tuvo repercusiones profundas en el campo académico latinoamericano y anglosajón3. Remitiéndonos a lo que es de nuestro interés, podemos decir que uno de los logros del 1 2

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citado autor es la vinculación que establece realiza entre modelos de ingreso, acumulación de capital y territorio. Si bien, lo esencial de su análisis se limita al ámbito urbano, no por ello los conceptos que desarrolla se circunscriben a este campo. Harvey sugiere que los modos de “funcionamiento normales” del sistema urbano, las prácticas cotidianas y las particularidades del urbanismo “como modo de vida”, tienden cada uno, en sí mismo (y esto vale para el territorio), a producir y reproducir una distribución regresiva del ingreso real, que beneficia en forma sostenida a quienes acumulan capital y riqueza a expensas de quienes soportan pobreza, igualmente, en forma persistente. El citado autor afirma que la ciudad (también el territorio) capitalista es una suerte de máquina generadora de desigualdades, que crea así un terreno fértil para el empeoramiento acumulativo de las injusticias. Esta concepción de la relación ciudad-sociedad, extensible naturalmente a la relación sociedad-territorio, muestra que dicha relación no se limita a la proyección de las estructuras sociales en el espacio, sino a la “modelación” de dicho espacio por las fuerzas económicas, sociales y culturales. Estas fuerzas incorporan a la magnitud física urbana y territorial la naturaleza contradictoria de las formas diversas de distribución-apropiación de la riqueza social y los ejercicios de poder que las sancionan y las hacen perdurables.

Mazurek, Hubert: Espacio y Territorio, instrumentos metodológicos de investigación social, 2006, PIEB, La Paz. Uno de los gestores de esta noción fue Milton Santos (“A natureza do Espaço”, 2006, Editora da Universidade de Sao Paulo), quien considera que el espacio (en este caso el territorio) podría ser considerado a partir de un conjunto de fijos y flujos. Los primeros se refieren a los condicionantes naturales e incluso artificiales (la arquitectura y el urbanismo) que reciben el impacto de los flujos productivos, de circulación de bienes, demográficos, culturales y otros, estableciendo interacciones, que terminan tejiendo “configuraciones territoriales” donde se desenvuelven complejas e innumerables relaciones sociales. Se trata de “Social Justice and the City”, 1973. Esta obra hizo su parición en América Latina a inicios de los años 90, se trata de: Urbanismo y Desigualdad Social, 1989, Siglo XXI, Madrid.

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Justamente este rasgo, la desigualdad en los ritmos del desarrollo, es el componente principal de la realidad territorial en Bolivia y en Cochabamba. Circunscribiendo nuestra atención a este último caso, diremos, sin necesidad de apelar a despliegues estadísticos, que los cuadros de desigualdad entran por los ojos. Así, los Índices de Desarrollo Humano de los Municipios de Bolivia en el año 2004 revelaban que la ciudad de Cochabamba ostentaba el IDH más alto, pero, en contraste, existían municipios, principalmente en la zona limítrofe con los departamentos de Oruro y La Paz, cuyos índices se situaban entre los más bajos del país e incluso del continente. Los restantes municipios exhibían situaciones de modesto desarrollo y pobreza matizada con pequeños maquillajes en un innumerable cuadro de gradaciones, donde los más afortunados fluctuaban entre más del 50 y casi un 70 % de habitantes pobres, los discretamente afortunados sobrepasaban el 70 y se aproximaban al 90 % de dicha condición, y otros que mostraban, sin retoque, el drama de la pobreza generalizada con más del 90 e incluso el 100 % de incidencia. Ciertamente que una comprensión aceptable del territorio no puede pasar por alto este fenómeno. Sin duda, las clásicas descripciones funcionalistas del territorio no son suficientes para proporcionar explicaciones medianamente consistentes, y menos todavía los despliegues que acumulan datos cuantitativos o suman hechos cualitativos, incluso soportados por aparatosos esfuerzos de investigación-acción participativa, pero sin abandonar su tono descriptivo y su pobreza analítica. Las cuestiones anteriormente abordadas, en realidad, sólo pueden ser comprensibles dentro de una perspectiva histórica que relacione la constitución territorial con procesos de dicho signo. Cuestiones como la relación campociudad, la emergencia de la economía de 4

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mercado y los embates de la modernización sobre las estructuras y las superestructuras de las sociedades tradicionales se convierten en factores que han modelado los territorios y las ciudades en términos determinantes, pero que sin embargo gravitan muy poco en los sesudos diagnósticos de planificación territorial. En lo que respecta a Cochabamba, la comprensión de sus configuraciones territoriales y la riqueza de sus territorialidades pasan ciertamente por el análisis de los factores antes anotados. Al respecto, podríamos sugerir que, particularmente el territorio de los valles centrales del departamento, ha experimentado a lo largo de su tiempo histórico, por lo menos, el impacto de tres grandes transformaciones agrarias4 que han modelado y definido los roles del ámbito geográfico involucrado y de sus habitantes respecto a los poderes estatales y sociales que los impulsaron. Sin embargo, debemos dejar en claro que la posesión de los recursos naturales, incluida la tierra, la conversión de estos recursos en insumos útiles para reproducir socialmente la vida y el control que algunas clases sociales y el Estado ejercen para beneficiar más a unos que a otros (ésta es la base de toda estructura de poder), se constituyen en los factores principales que dan forma al territorio, de tal suerte que su “imagen”, su “estructura física”, sus “imaginarios”, su “identidad” e incluso la riqueza de sus territorialidades no son ajenos a estas determinaciones estructurales. En el caso que nos ocupa, los componentes estructurales de la construcción territorial no son otros que las formas históricas de tenencia de la tierra, el riego y los restantes recursos naturales, la disposición de dichos recursos (que persigue la apropiación-acumulación del excedente agrícola y del plustrabajo campesino bajo una u otra finalidad social y estatal) y, finalmente, las

Para los fines de este trabajo, consideramos el término “transformación agraria” no necesariamente como una simple reconfiguración catastral de la propiedad de la tierras, como es el caso de una reforma, sino como un cambio en la estructura agraria misma, lo que involucra tanto cambios significativos e incluso radicales en la estructura de la tenencia de la tierra y el control de los recursos naturales, como en las finalidades de la producción, el destino que se da a la misma, la correlación de fuerzas sociales, la capacidades de ejercicio de poder que emerge de estas transformaciones y la estructura socio-espacial que resulta de todo ello.


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redes y estructuras de poder que hacen posible la materialización espacial de las finalidades antes mencionadas. Con este antecedente, brevemente, examinaremos las transformaciones agrarias constitutivas de configuraciones territoriales ya mencionadas, aunque, por los límites del presente trabajo, sin pretender ser exhaustivos, es decir, apenas delineando los aspectos más significativos. II Los valles cochabambinos responden a una larga memoria histórica como ámbitos paradisíacos de excepcional fertilidad y benigno clima, alabado por propios y extraños. Estos atributos, según Guillermo Urquidi,5 parecen girar en torno a la hipótesis geológica de que dichos valles, en tiempos remotos, formaron un gran lago o más de uno, hoy rellenado por depósitos diluviales y aluviales (arenas, arcillas, gravas) y por una gran acumulación de sedimentos provenientes de la erosión de la Cordillera del Tunari y otras cadenas montañosas. Ello hace suponer que, en tiempos prehistóricos, estos valles tuvieron un paisaje lacustre, cuya extinción todavía no ha sido suficientemente explicada6. Sea como fuere, lo cierto es que estos valles, originalmente cubiertos por bosques, desde tiempos anteriores al dominio incaico, tuvieron fama de ser verdaderas despensas naturales de alimentos, en especial de maíz, “el cereal de los granos de oro”, como lo llamaron muchos cronistas7. Estas condiciones, favorables para la proliferación espontánea de gramíneas como el maíz, hicieron posible la existencia de asentamientos humanos en los valles desde tiempos remotos. José Macedonio Urquidi8 desarrolla una descripción somera de la

toponimia aborigen de los diversos sitios de valle y de restos de cerámica y otras piezas arqueológicas que vinculan estos testimonios con las culturas de la meseta andina. El Museo Arqueológico de La Universidad Mayor de San Simón tiene abundante material que prueba exhaustivamente su procedencia de estos valles. La cuestión de cómo tales objetos se encuentran en forma abundante en estos valles, incluidos enterratorios y vestigios de centros ceremoniales, parece vincularse con la hipótesis ampliamente difundida sobre el control vertical de un máximo de pisos ecológicos que sugiere John Murra, interpretando las lógicas desarrolladas por las economías andinas9. De estos vestigios de los primeros habitantes y de las teorías que los explican10, se puede deducir una primigenia configuración territorial de los valles, particularmente del Valle Central y Bajo, caracterizado por una presencia multiétnica que comparte pacíficamente esta geografía y sus recursos naturales, desarrollando formas de intercambio y redistribución no siempre guiadas por razones económicas, sino también por prácticas ceremoniales y lógicas de parentesco que vinculan tales asentamientos con similares, tal vez más densos, en diferentes emplazamientos de la meseta andina, del lago Titicaca e incluso de las orillas del océano Pacífico. El marco natural de los valles está apenas alterado por siembras de maíz y pequeños núcleos aldeanos, -uno de ellos, Canata, donde se establecería más adelante la ciudad de Cochabamba-, establecimientos que se presume estaban escasamente conectados entre sí, pero que desarrollaban intensos flujos de comunicación y transporte de bienes alimenticios con sus comunidades étnicas de origen, situadas en territorios de altura, o con otras que

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Urquidi, Guillermo: Monografía del Departamento de Cochabamba, 1954, Municipalidad de Cochabamba. No obstante, aún quedan vestigios de esta época remota, incluido el nombre de Cochabamba, derivación de kocha (bofedal o laguna) y pampa (plano húmedo o pantanoso). Sin embargo, la benignidad del clima y la abundancia de acuíferos parece ser más fruto de una entretejida articulación entre memoria histórica larga y mitología. Gonzalo Navarro (Contribución a la clasificación ecológica y florística de los bosques de Bolivia, 2002 Ecología y Conservación Ambiental Nº 2, Fundación Patiño, Cochabamba), considera que los valles centrales del departamento, y particularmente el Valle Central, presentan en realidad ambientes secos y propensos a las sequías periódicas, por lo que resulta crucial el rol de la vegetación para mejorar las condiciones de humedad y temperatura. La destrucción de los bosques naturales, sin duda, acentuó las condiciones de sequedad medioambiental. 8 Urquidi, José Macedonio: El origen de la Noble Villa de Oropesa, 1950, Imprenta Universitaria, Cochabamba. 9 Murra, John V: Formaciones económicas y políticas del mundo andino, 1975, IEP, Lima. 10 Ver: Golte, Jurgen: La racionalidad de la organización andina, 1980, IEP, Lima y Troll, Carl y Brush, Stephen: El eco-sistema andino, 1987, Hisbol, La Paz.

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eventualmente ocupaban tierras bajas, desde las que se organizaba la circulación de la preciada coca, un objeto ceremonial por excelencia. El resultado fue una ocupación fragmentaria del territorio, el predominio de dispersión demográfica, la existencia igualmente dispersa de una agricultura no intensiva, y donde no existen evidencias de formas de apropiación del excedente agrícola, sino apenas prácticas de reciprocidad, cuyo objetivo es lograr un balance alimenticio equilibrado entre pueblos situados en diversos nichos ecológicos. No es posible reconstruir la especificidad de las relaciones de producción y circulación de bienes agrícolas que tenían lugar es este territorio, puesto que las mismas fueron borradas por la posterior ocupación inca e ibérica; no obstante, es posible arriesgar la idea de que la economía predominante se dirigía a la producción y consumo de valores de uso bajo formas equitativas de distribución del excedente, sin ninguna connotación mercantil significativa, siendo éste seguramente el rasgo principal del territorio organizado por esta dinámica. III La invasión inca en algún momento de la primera mitad del siglo XV, durante el reinado del Inca Tupac Yupanqui, introdujo transformaciones importantes en la estructura económica preexistente y en el paisaje territorial antes descrito. Varios autores, no sólo para el caso de estos valles, sino de otros territorios, afirman que la política de expansión del Imperio Incaico se apoyaba en una estrategia demográfica de desalojo de los habitantes originarios y la colonización de los territorios conquistados por pueblos trasladados para este efecto desde confines distantes del propio Imperio. Esta práctica permitía la extinción de cualquier forma de resistencia, en tanto la

distribución de tierras en favor de los relocalizados garantizaba la paz social en las tierras recién incorporadas a este dominio estatal. Los incas suprimieron las antiguas formas de asentamientos y de explotación de la tierra y las sustituyeron por formas intensivas y expansivas de explotación, particularmente del maíz y diversas legumbres, en los valles, y tubérculos, en las alturas. Sin entrar en mayores detalles de todo lo anteriormente anotado y otros aspectos que han sido abordados por varios autores11, nos limitamos a anotar que esta expansión que se consolidó en el reinado del Inca Huayna Kapac implicó la emergencia de una empresa agraria en gran escala, que supuso introducir, no solo fuerza de trabajo relocalizada (los mitimaes), sino sometida a relaciones de producción diferentes a las primigenias. Aparecieron instituciones como la mita, el yanaconazgo, el tributo en favor del Inca, la confiscación de tierras de las comunidades originarias y el repartimiento de las mismas (los suyos) en favor de caciques locales que gobernaban las poblaciones de mitimaes. Se trata entonces de un gran esfuerzo estatal para organizar la producción en gran escala orientando la extracción de los excedentes agrícolas a apoyar la finalidad política de expansión del imperio y no sólo a requerimientos alimenticios básicos. Según Watchel12 y Espinoza,13 se sabe de la presencia de más de 14.000 agricultores sólo en el Valle Central, que específicamente se dedicaban a trabajar, en calidad de mitayos, las tierras confiscadas para sí por el Inca Huayna Kapac. Esta enorme disponibilidad de fuerza de trabajo permitió la organización de un “vasto archipiélago” estatal dirigido a la producción de maíz en gran escala, vinculadas a las necesidades del ejército Inca, empeñado en la conquista de nuevos territorios, entre ellos los de los aguerridos Charcas, haciendo posible este suministro,

11 Se puede consultar para este efecto a: Gordillo, José y Del Río, Mercedes: La Visita de Tiquipaya, 1993, UMSS-CERES, Cochabamba. 12 Detalles de este proceso se pueden ver en Watchel, Nathan: Los mitimaes de Cochabamba: la política de colonización de Wayna Kapac, 1981, Revista Boliviana de Historia, I/1, La Paz. 13 Espinoza, Waldemar: Temas de Etnohistoria Boliviana, 2003, UMSA-Colegio de Historiadores de Bolivia, La Paz.

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alimenticio que el Imperio se extendiera hasta el Norte de la Argentina y las costas del Océano Pacífico, pero también, se pudo aliviar el hambre de otras regiones del vasto dominio incaico, golpeadas por desastres naturales u otras contingencias diversas. Un testimonio de este enorme emprendimiento agrícola es el gran complejo de almacenamiento de maíz existente todavía en la zona de Cotapachi (Quillacollo), donde se han registrado restos de unas 2.500 qollcas14 que, a grosso modo, pudieron haber tenido la capacidad para almacenar hasta 25.000 toneladas del cereal.

originarios, así como su reemplazo por mitimaes; el reparto de las tierras confiscadas en favor de las nuevas comunidades y la selección de las más fértiles en favor del Inca. Con todo ello, se organizó un sistema de explotación del maíz extensivo e intensivo, logrando grandes cosechas que se vinculaban a la estrategia de expansión militar que lleva a cabo Wayna Kapac. Estos logros son posibles por el sometimiento de la fuerza de trabajo agrícola a un régimen de explotación y captación del plustrabajo en gran escala, a través de las obligaciones del tributo y del trabajo gratuito (mita) en las tierras del Inca.

Resumiendo, la presencia del Estado Inca en los valles centrales supone: el desmantelamiento de las antiguas formas productivas aisladas, dispersas y étnicamente diferenciadas; la sustitución de dichas formas de producción por un orden estatal que se apropiaba de los recursos naturales del valle y promovía el éxodo forzado de los habitantes

El territorio resultante contiene la dimensión material de estas determinaciones, es decir, por una parte, cientos de hectáreas de bosque en las partes planas del valle y en las laderas suaves

14 Las qollqas son esencialmente depósitos de almacenamiento de maíz de planta circular que reposa en un basamento de piedra, con unos 3.00 metros de diámetro y una altura promedio de 2,40 metros coronada por una cubierta de paja y barro (Opinión, 18/05/2008), cuya capacidad de almacenaje era de unos 10 m3, aproximadamente.

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convertidas en maizales, por otra parte, sistemas de riego artificial (acequias) que irrigan estas plantaciones aprovechando los arroyos que descienden de la cordillera y las aguas del río, que será conocido más adelante, como Rocha; todo ello, en el marco de lo que viene a constituir la primera gran transformación agraria que sufren los valles centrales, cuyo paisaje asume por primera vez los tonos y las características resultantes de la drástica ampliación de la frontera agrícola, los sistemas de almacenamiento de granos, el nuevo régimen de tenencia de la tierra y el delicado equilibrio que se establece entre mitimaes agricultores y el poder coercitivo del Imperio. IV La segunda transformación agraria, cuyos efectos se prolongan hasta la primera mitad del siglo XX, se inicia con la presencia española en los valles, según Barnadas15, en la década de 1530, época en la que se van estableciendo los primeros asentamientos de población hispana, que se beneficia del régimen de mercedes y encomiendas. Sin embargo, de acuerdo con Gordillo16, la nueva estructura agraria fue tomando forma con la aplicación de las reformas toledanas, es decir, en el contexto de la enorme empresa que supuso incorporar las riquezas potosinas al naciente mercado mundial capitalista. Fueron, sin duda, la eclosión de la minería de la plata en Potosí y el rápido poblamiento del centro minero los factores que cambiaron drásticamente este panorama. La cuestión del abastecimiento a dicho centro abrió paso a una expansión mercantil sin paralelo: el maíz, que nutría la fuerza de trabajo minera, y el trigo, que se aclimató fácilmente a las condiciones del valle y que era la base alimenticia de los españoles, se amalgamaron para establecer las sólidas bases de una nueva forma de explotación de la tierra. De esta manera, se

sustituyen las relaciones de producción impuestas por el Incario, -donde todavía predominaban los valores de uso-, por otras, donde la emergencia de los valores de cambio modifica totalmente el sentido de la distribución y circulación de estos bienes. Bajo estos auspicios, raudamente se puso en marcha una estructura agraria dominada por encomenderos, que impusieron duras condiciones de trabajo a la población aborigen. Sin embargo, los continuos pleitos por tierras, los abusos cometidos por dichos personajes y la necesidad de garantizar un suministro regular de granos a Potosí, abrieron paso a la necesidad de proveer seguridad jurídica al poseedor hispano de la tierra y de dar forma escriturada a dicha posesión, así como la necesidad de dotar a la actividad agrícola de una infraestructura urbana que le sirviera de manto de protección, que fuera sede de los poderes reales que legitimaban su labor colonizadora y que se convirtiera en plaza comercial desde donde se organizaran en forma más adecuada las exportaciones de granos al mercado potosino. El resultado fue la emergencia de las haciendas y la fundación de la Villa de Oropesa. Más allá de la larga sucesión de innumerables episodios y complejidades que envuelven este proceso, lo trascendental no son tanto las facetas percibibles y las abultadas descripciones de peculiaridades de estos hechos como la identificación de las fuerzas menos visibles que fueron modelando el nuevo territorio resultante. Con relación a esto último, sobresalen un par de factores de indudable gravitación: la constitución de un mercado de alimentos que, tomando como eje la necesidad de abastecimiento de la urbe potosina, propició la mercantilización de la producción agropecuaria de vastos territorios, incluidos los valles de Cochabamba; y la consagración de la propiedad privada de la tierra, extensión de la privatización de los medios de

15 Barnadas, Josep: Charcas, orígenes históricos de una sociedad colonial, 1973, CIPCA, La Paz. 16 Gordillo, José: El origen de la hacienda en el valle bajo de Cochabamba. Conformación de la estructura agraria, (1550-1700), 1987, CEP-UMSS, Cochabamba.

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producción, que serán el cimiento del capitalismo en tierras americanas. Ambas circunstancias definen la naturaleza de las nuevas relaciones de producción, dan paso a un mercado de trabajo servil y lo que es más significativo, proveen a los bienes producidos un valor de cambio que pasa a ser mediado por una economía de mercado, donde el producto agrícola o pecuario convertido en mercancía se cambia por el abstracto de la moneda, a través del cual se adquieren otros bienes. Así van debilitándose y tendiendo a convertirse en un fenómeno marginal la economía del trueque, el reparto y la reciprocidad que practicaron los primigenios habitantes vallunos.

de usurpación de las mismas y de los fraudes legales (las visitas y recomposiciones reales17) que ejercitan los flamantes hacendados para expandir sus heredades. El afán mercantil de ampliar la frontera agrícola introduce prácticas de quema del bosque nativo que aún hoy perduran. La emergencia de una red de senderos y caminos de acémilas para vincular los espacios de producción con los mercados anulan los antiguos “caminos del Inca” y el sentido de complementariedad vertical de los pueblos andinos; en fin, la drástica transformación del valle de idílicas kochas y sombreados bosques se inicia con esta segunda reforma agraria.

El territorio sufre radicales cambios con relación a los antiguos asentamientos de diversos pueblos andinos o la más contemporánea presencia del estado inca: los remanentes de los bosques nativos tienden a desaparecer y la tierra se fracciona, primero en encomiendas y luego en haciendas; los recursos hídricos, distribuidos por sistemas de acequias sabiamente dispuestos, son reconfigurados bajo la determinación de los novísimos intereses privados, incluso el río Rocha es desviado de su curso natural para irrigar tierras de hacienda; el imperio de la economía de mercado estimula la concentración de la población bajo la forma de aldeas rurales y de una ciudad dominante (la Villa de Oropesa) donde las operaciones de intercambio comercial florecen rápidamente. Las relaciones de producción que se establecen en el interior de las haciendas legitiman las condiciones serviles de explotación y permiten la captación directa de plustrabajo, el mismo que se monetiza en los mencionados mercados de alimentos, dando paso a su vez al persistente proceso de desarrollo desigual que ostentan las nuevas estructuras territoriales. Las formas caprichosas de división de la tierra son testimonio de los retorcidos procesos

La debilidad de la estructura agraria impuesta por el estado colonial fue su extrema dependencia de la economía minera. La declinación de la minería potosina, a partir de las décadas finales del siglo XVII, introdujo cambios trascendentales en el panorama trazado. La clase terrateniente no pudo encontrar una alternativa económica equivalente para sustituir el mercado potosino por otro de rango similar. Esto determinó la caída sostenida del comercio de harinas a lo largo del siglo XVIII y el paulatino giro de la economía hacendal hacia alternativas no productivas, donde negocios organizados en torno a la recolección del diezmo eclesiástico y el repartimiento de manufacturas de ultramar, pero sobre todo el arriendo de tierras, relativizaron el rol del hacendado como gestor del proceso productivo, cediendo paso a la extinción del régimen de yanaconazgo y la transformación, a veces compulsiva, del antiguo yanacona en arrendero de tierras, y por tanto perpetuo deudor de moneda en favor del hacendado18. Sin embargo, dicho arrendero, -condición a la que se incorporan numerosos indios sin tierra o forasteros19-, obligado a monetizar por cuenta

17 Las visitas de tierras eran mecanismo de censo de tributarios indígenas y catastro de tierras para poner orden respecto a las disputas entre españoles y entre éstos y comunidades indígenas por la posesión de tierras y fuentes de agua. Las recomposiciones que se realizaban en el curso de estas visitas eran una suerte de dictámenes sobre la posesión de las tierras y otros recursos naturales en litigio, que invariablemente favorecían a los hacendados españoles o a sus herederos criollos. 18 Un estudio pormenorizado de estos procesos se puede encontrar en Larson, Brooke: Economic Declines and Social Change in an Agrarian Interland in the late Colonial Period, 1978, Columbia University; y en: Explotación agraria y resistencia campesina en Cochabamba, 1982, CERES, Cochabamba. 19 los forasteros eran indios que huían de los pueblos reales para evadir la mita, encontrando en los valles de Cochabamba una alternativa exitosa para este cometido.

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propia la producción agrícola de la tierra arrendada para poder honrar la obligación semestral o anual de dicho arriendo, desarrolla rápidamente estrategias mercantiles, siendo la más exitosa el afianzamiento de las viejas prácticas feriales en emplazamientos geográficos estratégicos. Dicha estrategia tiene dos efectos sobre el territorio: por una parte, la estructuración paulatina de un sistema de ferias campesinas desde la segunda mitad del siglo XVIII (Cliza, Cochabamba, Quillacollo) y la intensificación de torrentes migratorios de indios forasteros que evaden los tributos coloniales y se insertan en dichas ferias como artesanos y otras ocupaciones. Este último rasgo incentiva un proceso sostenido de mestización de la población valluna, como forma de evitar el tributo colonial aplicado a los aborígenes, que reclama, en consecuencia, parentescos imaginarios con los españoles. El resultado es una mayor parcelación de la tierra como efecto de las prácticas del arriendo, el potenciamiento de pequeños pueblos que se

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convierten en prósperos asientos feriales y la consolidación de barrios populares de artesanos, chicheras y comerciantes de feria en la ciudad de Cochabamba. En suma, el poder de los antiguos encomenderos, luego asumido por los hacendados, fue siendo sutilmente compartido por nuevos actores sociales: los arrenderos que encontraron en la alternativa del mestizaje la llave que les permitió controlar el floreciente mercado interno regional que habían logrado estructurar. Con el advenimiento de la República, esta estructura agraria y territorial se mantuvo intacta. Los grandes hacendados criollos que adquirieron tierras o las heredaron de sus ascendientes españoles, gradualmente, se erigieron como la nueva elite dirigente, en tanto las relaciones de producción en las grandes propiedades se mantuvieron sin variantes y el régimen de arriendo se fue acentuando cada vez más. Las políticas agrarias republicanas del siglo XIX tuvieron como objetivo privatizar la tenencia


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de la tierra rural y acabar con el régimen de propiedad comunal o colectiva. El punto alto de tales disposiciones fue la Ley de Exvinculación de 1874, que intentó “desvincular” a los campesinos de sus comunidades a través de la conversión de los comunarios en propietarios privados de las tierras de uso común, previa inscripción de dichas tierras en los catastros rústicos, o a través de la venta a terceros. El objetivo era crear compulsivamente un mercado de tierras que favoreciera la expansión del latifundio a costos mínimos. La respuesta campesina se hizo escuchar a través de grandes revueltas que convulsionaron el altiplano boliviano y otras regiones andinas. Sin embargo, los valles cochabambinos permanecieron en calma y las operaciones de recatastro y venta de tierras se llevaron a cabo en forma pacífica. Lo que ocurría, a diferencia de similar situación en las tierras altas, es que, hacia la segunda mitad del siglo XIX, la propiedad hacendal estaba muy retaceada por el régimen de arriendo, particularmente en provincias como Punata, Cliza, Quillacollo, Arani, etc. donde, de alguna manera, los antiguos arrenderos lograron inscribir en el catastro pequeñas parcelas de tierra en propiedad, al mismo tiempo que, concluidos los grandes negocios de exportación granos y harinas hacia Potosí desde fines del siglo XVII, los grandes hacendados no tenían especial interés en incrementar sus tierras, sino en afianzar el régimen de arriendo. Todo esto facilitó que, hacia fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, la pequeña propiedad agrícola en los valles centrales se fortaleciera y se expandiera, aunque no necesariamente esta tendencia se reprodujera en las provincias altas, en Tarata o en denominado Cono Sur. Un factor determinante para el potenciamiento de un campesinado independiente en dichos valles

fue su entronque en la economía de la chicha. De esta manera, la articulación entre la pequeña propiedad maicera -elaboración de chicha- y el mercado interno urbano-regional de la misma, se convirtió en la fuerza efectiva que pasó a modelar el territorio resultante, cuyos rasgos principales se refieren, por una parte, a la intensificación de tendencias de minifundización de las unidades productivas, por la proliferación de pequeñas propiedades en los perímetros de las antiguas grandes haciendas; por otra, al florecimiento de la actividad ferial, incluso asistida por un sistema ferrocarrilero (el Tren del Valle), que acelera la circulación de mercancías y agentes económicos, estimulando la mercantilización acelerada de la producción del maíz y consiguientemente, la profundización de la división del trabajo entre piqueros o pegujaleros –como se llama a los pequeños agricultores20-, es decir, los productores directos, y comercializadores de los derivados del maíz (el muko y la chicha), generalmente a cargo de las mujeres de los productores (las chicheras), quienes se convierten en eximias comerciantes urbanas y de ferias provinciales, pasan a dominar en forma eficaz todo el circuito económico del maíz a nivel departamental. Por todo ello, el paisaje valluno se colmata con pequeñas propiedades divididas por acequias y eucaliptos, de infinidad de senderos de acémilas, vías férreas, de carreteras que se convierten en el sistema circulatorio de una economía de mercado en expansión (el sistema ferial) y de plazas de mercado (las ferias), donde se oferta y se compra no sólo chicha, sino infinidad de objetos artesanales y producción agrícola variada, tanto local como de zonas distantes. En fin, la ciudad, gracias al impulso de esta economía y la captación, a través de un abultado régimen impositivo, del abundante excedente agrícola que genera la misma, aspira a la modernidad y de hecho, configura su

20 Los piqueros o pegujaleros se convierten en tenaces defensores de la propiedad privada de la tierra adquirida con mucho sacrificio y constituyen en realidad un estrato de campesinos libres de las ataduras feudales que sufren los colonos arrenderos de tierras de hacienda. El alcanzar esta condición, gradualmente se convertirá en la aspiración y el objetivo de las luchas por la tierra que librarán los colonos a partir de la década de 1930.

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centro comercial a costas de deformar y destruir su antiguo centro histórico, en tanto, planifica con inspiraciones lecorbusierianas la prometida “ciudad-jardín”. En contraposición, también emerge una “otra ciudad” donde se apiñan algo más de un millar de chicherías, barrios populares de artesanos y un floreciente comercio ferial que se convierte en el verdadero motor económico de la creciente urbe. Esta temprana dicotomía, entre la materialización de oasis modernistas rodeados por las estructuras ambientales de la tradición, revela la contradicción no resuelta entre el poder hacendal todavía vigente y las fuerzas populares en ascenso. V El panorama trazado sufre una interrupción brusca con la emergencia de lo que podemos considerar una tercera transformación agraria, que formalmente se sancionó el 2 de agosto de 1953 bajo la denominación de Ley de Reforma Agraria. La abundante bibliografía que existe al respecto en torno a este acontecimiento nos inhibe de realizar una descripción de estos hechos. Sin embargo, vale la pena llamar la atención sobre el hecho de que la mencionada medida significó el triunfo de la tendencia privatizadora de la tierra reivindicada por el viejo estado oligárquico, pero también por las masas de colonos arrenderos de los valles, que deseaban convertirse en piqueros, en contraposición con la idea del retorno a la propiedad comunal que reivindicaban poblaciones aymaras. La Reforma, en realidad, se redujo a la expropiación de las tierras de hacienda y su distribución gratuita en favor de los antiguos colonos sometidos a relaciones de servidumbre social y laboral. El Estado dio por cumplida su tarea con esta concesión, y evitó comprometerse con cualquier orientación técnica o apoyo financiero eficaz.

Este acto, aparentemente de connotación más administrativa, en realidad dio paso, en el caso de Cochabamba, a una recomposición profunda de su estructura de poder por el desplazamiento de los terratenientes tradicionales y de su sustitución, surgió un abigarrado bloque de poder que, todavía hoy, no logra decantarse en la emergencia de una elite visible que ejerza su hegemonía en forma nítida21. De todas maneras, ello no impidió que dicha recomposición consolidara un modelo de acumulación basado en la tradicional apropiación-expropiación del plustrabajo campesino. Las aguerridas huestes de excolonos, organizados sindicalmente para conquistar la propiedad del pegujal y mantenerla en su poder, fueron fácil presa de las fuerzas del mercado. Los astutos piqueros y sus mujeres, con una larga experiencia en las lides comerciales, no se involucraron demasiado en estas movilizaciones, prefirieron convertirse en gremiales (feriantes no productores), que y dirigieron su esfuerzo organizativo al objetivo de apoderarse de las ferias. De esta forma, florecieron los sindicatos de pequeños comerciantes de todo género y los similares de transportistas, que se adueñaron de los espacios feriales y las plazas de mercado, impidiendo que los excolonos productores pudieran tener acceso a los centros de comercialización de alimentos. Así, emergió un próspero estrato de intermediarios que, en pocas décadas, amasó importantes fortunas merced a su habilidad para controlar rígidamente los canales de distribución y circulación de los bienes agrícolas y pecuarios, mecanismo a través del cual impuso precios bajos a la producción campesina y ofertó con utilidades abultadas al consumidor final. Una consecuencia que resultó funcional a este proceso fue la expansión del comercio ferial a lo largo y ancho de la dilatada geografía departamental y su fortalecimiento en los centros urbanos principales, promovió una intensa

21 Ver, a este respecto, el interesante trabajo de José Gordillo, Alberto Rivera y Ana Evi Sulcata: ¿Pitaq kaypi kamachiq? Las estructuras de poder en Cochabamba, 2007, UMSS-Dycit-Cesu/ PIEB, La Paz.

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terciarización de la economía urbana. A lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX, el crecimiento de la informalidad económica, que acompaña al estilo ferial de hacer negocios, sufrió una expansión imprevisible.

donde estilos arquitectónicos dispares y gustos sociales heterodoxos intentan, desde ángulos opuestos, recrear visiones de ciudad modernapostmoderna y simultáneamente, expandir la forma ferial de organizar el espacio urbano.

De esta forma y paulatinamente, la economía de mercado se fue expandiendo y penetró en la cerrada economía campesina, la misma que gradualmente se vio obligada a sacrificar su capacidad de autoconsumo en favor de nuevas expectativas consumistas, que la hacen depender cada vez más del intercambio monetario para satisfacer sus necesidades más esenciales. Paralelamente, la ausencia de una mínima capacidad e incentivo para elevar el nivel técnico de la producción parcelaria, la existencia de obstáculos insuperables para acceder al crédito agrícola y la presión demográfica de la familia sobre la tierra, aceleraron la minifundización, agravando la condición de pobreza del pequeño productor y estimulando la expulsión de masas de campesinos pobres hacia los principales centros urbanos, o hacia las zafras cañeras, de soya y otros en Santa Cruz y el Norte argentino, con incursiones al Brasil y los más afortunados, en los años 90, a Europa.

El saldo de este drama es que los valles centrales, hace muchas décadas, dejaron de ser “el granero de Bolivia” y tal situación permanecerá invariable en tanto no se comprenda que la única alternativa de modificar el panorama trazado y las fuerzas estructurales que lo sustentan reposa en la tarea de revertir la presencia del minifundio como unidad productiva y reemplazarla por alternativas que permitan a los productores campesinos enfrentar con mayor ventaja las, hasta ahora, perversas fuerzas del mercado y que hagan factible la articulación entre desarrollo agrícola y desarrollo industrial.

En términos territoriales, los grandes modeladores del espacio valluno son: el intercambio desigual campo-ciudad elevado a la categoría de sólido pilar estructural del modelo de desarrollo adoptado y la captación monetizada del plustrabajo campesino que nutre la densa red de informalidad urbana. El paisaje resultante, si es posible resumir, se expresa en un grado extremo de despedazamiento de la tierra productiva y la persistente pobreza campesina, en un extremo; y en otro, las fuerzas de un modelo capitalista atrasado que estimula simultáneamente la informalidad y la modernidad bajo infinitas formas de hacer circular el dinero en forma improductiva. El resultado es esa suerte de mezcolanza morfológica que caracteriza la imagen urbana de Cochabamba,

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Territorios y Cultura

Territorios y Cultura Marina Sturich Tamain

Según los planteos de Gilberto Giménez1, el término territorio remite a cualquier extensión de la superficie terrestre habitada por grupos humanos, la cual está delimitada o puede ser delimitable en diferentes escalas: local, municipal, regional, nacional o supranacional. El territorio, por principio, no es un espacio virgen, indiferenciado y neutral que sólo sirve como mero contenedor de la vida social y cultural, sino que se trata siempre de un espacio que ha sido valorizado ya sea instrumentalmente (bajo el aspecto ecológico, económico o geopolítico), o culturalmente (bajo el ángulo simbólico-expresivo). Esto nos habla del sentido activo de la intervención del hombre sobre el territorio para mejorarlo, transformarlo o enriquecerlo. “Bajo esta perspectiva suele hablarse incluso de ‘fabricación del territorio’, lo que está sugiriendo que en el mundo moderno el territorio es cada vez menos un dato preexistente y cada vez más un producto, es decir, el resultado de una fabricación”. Complementariamente, el patrimonio cultural expresa la identidad de nuestros pueblos como una dimensión de su reproducción social; esta noción no se circunscribe al pasado, sino que es aplicable también al patrimonio que vamos creando día a día. En los últimos años, se ha producido un notable incremento en las investigaciones sobre temas de patrimonio, sin embargo, éstas no han conseguido crear una plataforma que concrete procesos de formación y acción basados en la relación cultura-territorio. Asimismo, tampoco se 1 2

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ha podido articular la interacción efectiva entre la academia y los responsables del diseño y ejecución de las políticas. A lo largo de la historia los hombres han tenido que darle nombre al espacio, adjudicárselo, sea en propiedad o en usufructo, medirlo y ponerle límites y fronteras. Así, el espacio se vuelve territorio, lugar conocido y familiar que se convierte en atributo y referente de identidad cultural. Podemos hablar de las relaciones entre un grupo social y su territorio en términos de las relaciones de poder que lo definen y delimitan, de las instituciones que lo articulan y moldean, de la forma como se refieren los individuos a él y lo integran a su cultura y a su visión del mundo, de la manera en que lo transforman y modifican, o de cómo los límites físicos limitan el juego del poder y las propias relaciones sociales2. El hecho de involucrar a las universidades activamente en estos temas, sin duda genera mecanismos trascendentales que otorgan a la investigación y formación un rol activo en los procesos de producción territorial, en los procesos económicos, en la visión de uso social, de producción comunitaria y de disfrute colectivo. La formación no puede restringirse a un estricto proceso de enseñanza, debe concebirse como un proceso de transferencia y desarrollo cultural, donde las universidades posean un rol categórico en los supuestos de la relación cultura-territoriodesarrollo.

Gilberto Giménez, Estudios sobre las Culturas Contemporáneas - Época 11. Vol. II. Núm. 4, Colima, diciembre 1996, pp. 9-30 José Trinidad Chávez Ortiz Qué lejos estoy del suelo… apuntes sobre el espacio, el territorio y la Memoria - No. 4 CUADERNOS DE TRABAJO - MATERIAL DIDÁCTICO PARA FORMAR SOCIÓLOGOS - TERRITORIO, PATRIMONIO Y CIUDAD División de Ciencias Sociales Departamento de Sociología y Administración Pública Academia de Teoría e Investigación Sociológicas. Talleres Gráficos de la Universidad de Sonora

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Por otra parte, hablar sobre el espacio en el que se desarrollan las relaciones sociales, la vida cotidiana, como una construcción socio-cultural, representa abandonar las miradas que presentan al territorio como algo dado espontáneamente. Estas construcciones sociales, los territorios donde se desarrollan las diferentes estrategias, las denominaremos “territorialidades”; son el producto de diferentes grupos sociales, de distintos procesos y de cada coyuntura del proceso histórico. En incontables casos, nacen como estrategias familiares, que van ensanchando su accionar desde la familia nuclear a la familia ampliada y, a partir de allí, a las comunidades. Estas estrategias “exitosas” - aunque este es un término relativo devienen en la construcción de “territorialidades”. Las territorialidades son construcciones socioculturalmente diseñadas, discontinuas en el tiempo y en el espacio, ágiles y versátiles, como la misma realidad socio-cultural. Sus “patrimonios”, sus conocimientos, generan la estrategia, pero la política económica nacional e internacional va a poner los límites, las condicionantes y determinantes. Debemos posicionar la discusión territorial como fundamento imprescindible en todo debate, partiendo de la reflexión sobre la relación sociedad-espacio y de la asimilación crítica de las metodologías para la investigación y acción territorial. En la mayoría de las lecturas y proyectos, uno puede observar planteos que enuncian al patrimonio como “motor de desarrollo”; no se niega la posibilidad, pero, si no debatimos previamente sobre los distintos enfoques del tema, no podremos ser coherentes al plantear estrategias alternativas pensadas, dirigidas y gestionadas con los cotidianos propietarios de este patrimonio; no podremos consolidar la idea de que los beneficios lleguen efectivamente a la

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comunidad local. Estas estrategias deben esbozarse como opciones respetuosas del contexto socio-cultural que las genera, del medioambiente y de las cosmovisiones locales, en resumen, de la cultura. Deben ser pensadas con enfoque de desarrollo comunitario, transdisciplinario, integral e inclusivo. Sólo entonces podrán constituirse en una posibilidad de mejora de las condiciones de vida, en un “motor” del desarrollo. Por otra parte, el patrimonio cultural contiene un cometido educativo por su valía intrínseca, pues revela parte del proceso histórico de alguna sociedad, en alguna coyuntura determinada; es el producto y la explicación de un fragmento del proceso socioeconómico, de nuestro propio proceso, de nuestra historia, de aquello que ha hecho que hoy seamos así y no de otra manera. Es un “trozo” de nuestra construcción colectiva en el devenir histórico, una parte conformante del desarrollo de una perspectiva, de una ética más amplia e íntegra como lo es la cultura. Resulta innegable el valor que tiene su conocimiento para los protagonistas locales y, sobre todo, para las futuras generaciones; esta sabiduría y la revalorización de su patrimonio, de sus propios procesos históricos, resultan instrumentos cardinales para proyectarse prospectivamente al futuro. Esta perspectiva implica abandonar las posturas “culturosas” sobre la cultura, o las posturas “tecnócratas” sobre el territorio. Hay que dejar de considerarlos como “bienes” o como “soporte material”, respectivamente; es necesario reconceptualizarlos como frutos de la construcción social. Por ello, me pregunto, ¿Las “territorialidades” son un patrimonio local, como construcciones, como herramientas, como estrategias?


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Durante muchos años, la cultura no fue considerada en los quehaceres ligados al desarrollo, pero, paradójicamente, es la cultura la que ha influido en los procesos de cambios sociales y económicos de las diversas sociedades. Ambos paradigmas sostienen posiciones enfrentadas en su teoría y praxis, fuertes debates conceptuales respaldados por posturas ideológicas antagónicas, por enfoques de desarrollo distintos. “En última instancia el desarrollo puede ser definido en términos culturales y el florecimiento de la cultura es el fin más alto del desarrollo […] La creatividad cultural es la fuente del progreso humano, siendo la diversidad cultural el tesoro más rico de la humanidad y vital para el desarrollo”3

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En los últimos años, el debate sobre la cultura se encuentra en una constante dinámica de transformación, sostenida al ritmo de los cambios que sufren nuestras sociedades por los efectos del neoliberalismo y la globalización. En poco tiempo, se han renovado e incorporado conceptos, se han desplomado dogmas y han surgido otros interrogantes en el ámbito de la cultura latinoamericana. Por otra parte, sus gestores deben actuar en realidades socio-económicas cada vez más duras e injustas, tratan de adecuarse a estos nuevos escenarios. Sin embargo, queremos ir más allá, estamos hablando del territorio, de la integralidad de sus componentes en acción, de sus saberes, de su tecnología, de sus actores, de sus elementos

World Commission on Culture and Development; UNESCO’s Programme for Culture; Swedish National Commission for UNESCO 1998: 1-2 –Trade. Propia

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patrimoniales también (reconocidos o no por “los otros”, pero reconocidos por sus propietarios y gestores), de su producción, de sus lógicas y de sus representaciones; este “territorio” es su patrimonio. No ese patrimonio muerto y renacido, restaurado y revivido a la fuerza muchas veces, cuyas significaciones han cambiado; estamos hablando de ese patrimonio vivo, de construcción y de consolidación cotidiana, activo, cambiante, ágil como la cultura misma. Considerando el rol de las universidades como actores importantes en los procesos de transformación y cambio, resulta trascendental analizar el sentido de la investigación como dispositivo transversal, aportador al conocimiento local y propositivo en sus contribuciones al cambio. Entonces, surge la interrogante central de todo plan de investigación: pensar qué tipo de políticas podrán promover el desarrollo, podrán ser respetuosas y capaces de contribuir al desenvolvimiento y crecimiento de las culturas, y por ende al desarrollo de los territorios y las territorialidades. Ello evita caer en la generación de políticas que muchas veces han resultado ser la cobertura “culturosa” de un simple proceso de comercialización de “productos culturales”, que en la mayoría de los casos rinden beneficios a propietarios privados de poderosas “industrias culturales”, pero no a la misma) gente, único propietario real de ese patrimonio.

Estos procesos demandan una nueva “mentalidad” y otro método en los procesos de toma de decisiones; durante varias décadas, las teorías sobre la construcción de la ciencia social en Latinoamérica se basaron en las lecturas a través de los enfoques sectoriales y, desgraciadamente, en la sumatoria de conocimientos, con grados de especialización a veces extremo. El conocimiento compartimentalizado de la realidad, lejos de interpretarla, la secciona, la separa por áreas, a pesar de que los problemas son integrales, articulados, pues no existen los problemas “sectoriales”. No puedo sumar A más B y más C para comprender una realidad y aportar estrategias alternativas de solución.

Sin embargo, si nuestra hipótesis plantea que estas “culturas” producen y gestionan las “territorialidades”, entonces, por las condiciones, estas estrategias y sus construcciones se ven obligadas a ser cada día más sagaces y versátiles; deben capturar los nuevos nichos capitalistas para sobrevivir, deben articular formas de producción capitalistas, con pre-capitalistas,

Bajo el lente de estos enfoques, el “objeto patrimonilizable”, sea casa o castillo, ha devenido en clasificarse como “tangible” y, por otro lado, la gastronomía, los bailes, las lenguas, etc., se han clasificado como objeto “intangible”. Esta división, obviamente, le quita toda la integralidad a cualquier hecho patrimonial, lo aísla, lo descontextualiza, lo escinde y lo interpreta desde

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deben migrar, deben asegurar la sobrevivencia y la reproducción del grupo. Y ahora, con los postulados de la globalización neoliberal, deben arriesgarse en nichos cada vez más distantes, aunque no se abandona la estrategia familiar de construcción económica “ampliada” y cada nicho cumple su función, desde los pisos ecológicos tradicionales de la economía andina, ahora combinados con los nuevos nichos creados por el capitalismo, las ciudades, hasta los más nuevos y distantes generados por el modelo neoliberal. Estas “territorialidades” tienen su origen, por ejemplo, en Antakahua4, pero comprenden también “puestos” estratégicos en las ciudades de Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra, o Buenos Aires, y actualmente poseen un “puesto”, una “chujlla,”5 en Madrid o Bérgamo.

Comunidad Originaria Antakahua-Gira-Gira, Ayllu Aransaya, Municipio Tapacarí, Departamento Cochabamba – Bolivia. Cabaña, vivienda secundaria en determinado nicho ecológico.


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una visión de clase o, peor aún, desde una ideología determinada. Retomando las viejas y funcionales posturas “sectoriales”, solemos hacer una disección de la realidad, partimos los bienes patrimoniales con un bisturí. Cada uno, según su especialidad y miope ante la totalidad que la condiciona, le da a cada parte razón de existir, miope ante los problemas que puede generar la supuesta solución disciplinar. Una vez seccionado y aislada la parte, se construye la parafernalia correspondiente y obviamente se la vende, se la comercializa. Su respaldo pseudosocial se ampara en que, con ello, genera nuevas actividades, genera opciones de empleo, etc., pero lo real es que, en la mayoría de los casos, la “industria cultural” montada para comercializar este producto no es gestionada, ni tampoco destina los beneficios obtenidos precisamente a la comunidad. Paradójicamente, durante décadas, se enfocaron de este modo los análisis y se plantearon también sectorialmente las soluciones; luego, evolucionamos hacia la multidisciplinariedad, pero, por medio de este enfoque, los análisis y soluciones sectoriales son “sumados” en un solo volumen, y lo único que comparten es la introducción y las tapas. A posteriori, se da un gran desarrollo en cuanto a las técnicas de la investigación, la acción y la participación, pero también podemos percibir que sus frutos tampoco son “sumables”. El problema de fondo es metodológico, es de entendimiento, es de enfoque, es de riqueza de debate ideológicoteórico y conceptual; sólo este respaldo –lejano de los peligrosos pragmatismos- puede generar investigaciones y acciones con propuestas metodológicas integrales, reflexivas y dinámicas, que no se conviertan en “recetarios inmóviles”. Desafortunadamente, durante muchos decenios, se han encarado las cuestiones del territorio y, lo

que es peor, las de la cultura, desde estas miradas. Y no es necesario a estas alturas hacer muchos esfuerzos para ver estas contradicciones, nos basta con releer nuestros propios planes sectoriales de desarrollo o nuestras políticas aisladas y descontextualizadas sobre “cultura” y patrimonio. Nos basta con ver las estructuras académicas, las materias y contenidos que aún hoy se desarrollan en nuestras universidades; todavía siguen el principio de las sumatorias, desarticuladas, inconexas, acríticas, poco precisas, sin enseñanza ni debate sobre los distintos enfoques, sin teoría metodológica. Si analizamos los planteos sobre la pluridisciplinariedad, veremos que ésta propone el estudio del “objeto” de una sola disciplina con la concurrencia de varias disciplinas simultáneamente. Según estos planteos, el objeto de investigación saldrá “beneficiado” por la unión de varias disciplinas. Teóricamente, el conocimiento del objeto -dentro de su propia disciplina- se profundiza con la aportación pluridisciplinaria. Resulta evidente que los enfoques pluridisciplinarios superan al de las disciplinas, pero su intención queda constreñida en el marco de la investigación disciplinaria. Posteriormente, se introducen las visiones sobre interdisciplinariedad, se trata de una mirada diferente, de la transmisión de métodos de una disciplina a otra; por ello, la interdisciplinariedad supera las lecturas disciplinares pero, aun así, su meta queda inscrita en los marcos de la investigación disciplinaria. Posteriormente, germina el enfoque de la transdisciplinariedad, que implica una lectura simultánea de las diferentes disciplinas y más allá de toda disciplina. Los tres aspectos fundamentales de la transdiciplinariedad son: los niveles de realidad, la lógica del tercero incluido y la complejidad; con ellos, se determina una metodología de investigación con enfoque transdisciplinario. Evidentemente, la “lógica del tercero incluido” replantea las posturas del investigador y las de los

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sujetos sociales con los que se está trabajando, por ello es respetuosa de sus conocimientos e inclusiva. En todo este debate, las universidades juegan un rol determinante, pues no sólo estamos impartiendo conocimientos, estamos impartiendo visiones y enfoques para leer la realidad. Desgraciadamente, estas visiones vienen en envoltorios cerrados y aún existen miles de técnicos y profesionales que piensan que su accionar “técnico” es neutral y apolítico. En todo momento, estamos hablando de “cultura viva”, cultura en permanente cambio, cultura de y para lo cotidiano, para la música, las tradiciones orales, la gastronomía, las fiestas, la pintura, la vestimenta, para nuestro modo de entender y de mirar el mundo; se trata de una percepción

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construida a partir de cómo lo comprendieron nuestros antepasados, cómo lo valoraron; en resumen, estamos hablando de Cultura como elemento de identidad y de Cultura como elemento de cambio. “Hemos entrado en la era de la economía global, basada en el conocimiento y motorizada por la innovación, que conjuga un formidable potencial productivo con un no menos formidable potencial destructivo y con la inestabilidad multiplicada. La centralidad del conocimiento y las dificultades para manejarlo constituyen la clave de bóveda de muy diversos conflictos y de nuevas divisorias entre clases, naciones y regiones; ciertos viejos poderes se diluyen y otros se afianzan, mientras emergen poderes y cuestionamientos nuevos. En ese marco, América Latina pugna por construirse


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un nuevo lugar en el mundo. En semejante panorama, una condicionante fundamental del futuro del continente será la evolución que vivan sus universidades públicas. Estas no sólo son las principales transmisoras del conocimiento avanzado sino también sus grandes creadoras; el papel de esas universidades en la investigación latinoamericana es en términos relativos muy superior al que se observa en los países industrializados. Además, la Universidad Latinoamericana constituye una institución original, fruto de una construcción histórica específica, cuya tradición la liga tanto a la crítica del conocimiento -de sus contenidos y de sus usos- como a la búsqueda de caminos propios para el desarrollo latinoamericano. Pues bien, quizás nunca en nuestra historia hemos necesitado con tanta urgencia como hoy capacidades para generar, transmitir y usar masivamente conocimientos del más alto nivel en formas críticas y originales. Razón no menor para creer esto es justamente el propio proceso de globalización, frente al cual la debilidad en materia de creación, transmisión y utilización de conocimiento equivale a una condena a seguir pautas ajenas. Cuánto más adaptadas son éstas a realidades particulares, más ineficiente puede resultar seguirlas en América Latina; sin nuestras universidades actuando como generadoras activas de conocimiento, demasiados problemas específicos de la región quedarán en el limbo de las preguntas por nadie formuladas.”6

avasallar muchas veces por lo urgente, por un ciego pragmatismo de soluciones improvisadas, y no tiene tiempo para “teorizar”; lo peor es que muchas veces no tiene tiempo para leer. Bibliografía Gilberto Giménez 1996 “Estudios sobre las Culturas Contemporáneas” - Época 11. Vol. II. Núm. 4, Colima, diciembre. José Trinidad Chávez Ortiz 2007 “Qué lejos estoy del suelo… apuntes sobre el espacio, el territorio y la Memoria - No. 4 CUADERNOS DE TRABAJO - MATERIAL DIDÁCTICO PARA FORMAR SOCIÓLOGOS - TERRITORIO, PATRIMONIO Y CIUDAD”. División de Ciencias Sociales Departamento de Sociología y Administración Pública Academia de Teoría e Investigación Sociológicas. Talleres Gráficos de la Universidad de Sonora. World Commission on Culture and Development 1998 UNESCO’s Programme for Culture; Swedish National Commission for UNESCO: 1-2 –Trade. Propia. La Universidad Latinoamericana del Futuro 2001 Tendencias, Escenarios, Alternativas / Rodrigo Arocena y Judith Sutz. Universidad de la República Oriental del Uruguay / Colección UDUAL 11 / Primera edición: 2001 © Unión de Universidades de América Latina- Edificio UDUAL, Circuito Negroponte - Ciudad Universitaria, México. ISBN: 968-6802-19-3/ Impreso en México.

Debemos ser capaces de leer y accionar sobre los fenómenos sociales en su articulación dinámica, en la relación entre el mundo académico y el mundo político; a veces, este último no puede usar el conocimiento de la academia porque le llega demasiado tarde, cuando el problema a investigar ya no existe. Y al contrario, también suele suceder que el mundo político se deja 6

La Universidad Latinoamericana del Futuro, Tendencias, Escenarios, Alternativas / Rodrigo Arocena y Judith Sutz. Universidad de la República Oriental del Uruguay / Colección UDUAL 11 / Primera edición: 2001 © Unión de Universidades de América Latina- Edificio UDUAL, Circuito Negroponte - Ciudad Universitaria, México 2001. ISBN: 968-6802-19-3/ Impreso en México.

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La mirada histórica y la construcción territorial de la profundidad histórica a los proyectos de territorio

La mirada histórica y la construcción territorial de la profundidad histórica a los proyectos de territorio Andrés Loza Armand Ugón En el contexto actual, la velocidad e intensidad de los intercambios, la influencia determinante de las nuevas tecnologías de la comunicación e información, la reducción de las distancias y la movilidad creciente parecen conducirnos a la verificación de la constitución de espacios indiferenciados. Sin embargo, desde distintas posiciones, se manifiesta una recurrente preocupación por la valoración del conjunto de particularidades que hacen a cada sociedad, a cada territorio. La reivindicación de lo particular adquiere connotaciones diversas, que dan cuenta de la multiplicidad de proyectos y que no necesariamente suponen una oposición al proyecto hegemónico o a la construcción de nuevas alternativas. En este marco, la preocupación por la historia de los territorios parece haber cobrado nuevas relevancias y alcances. El recurso al conjunto de valores que hacen a la identidad y la memoria de los territorios se constituye en una de las estrategias recurrentes para dar cuenta de las particularidades que hacen a la originalidad de cada territorio en el contexto mundial. Sin embargo, generalmente, se trata de una lectura particular de la historia que no busca comprender la profundidad histórica de la construcción territorial, sino identificar ciertos atributos y valores que puedan ser intercambiados en el mercado mundial de las imágenes. El hecho de que cada sociedad pretenda valorizar su historia no tiene en sí una connotación negativa, podríamos pensar que es todo lo contrario. Sin embargo, todo el optimismo que puede generar la tendencia a la recuperación de los recursos histórico-tradicionales se desmorona ante la evidencia de que dicha recuperación no implica la valorización de las culturales locales, sino su

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enajenación, su perversión, su reducción a una serie de clichés intercambiables. En esto, tiene mucho que ver tanto el desarrollo espectacular de las actividades turísticas como la hegemonía de un discurso y una práctica patrimonialista que favorece la descontextualización de los recursos histórico/ patrimoniales, que atribuye valores intrínsecos y que abre el camino a una competencia encarnizada. La preocupación por la comprensión de los procesos históricos de construcción territorial no sólo se enfrenta a la paradoja de mostrarse original para incorporarse en las redes globales, que a su vez desnaturalizan la relación del sociedad/espacio y que homogenizan los valores y significaciones sociales, sino que se enfrenta también a los propios límites teórico-conceptuales, a partir de los cuales se organiza la práctica de la planificación y el ordenamiento territorial, y a la preponderancia de la dimensión física del territorio sobre su condición de construcción social. En este sentido, la discusión que aquí planteamos hace hincapié en la problemática específica que supone la consideración de las variables históricas en el estudio de las dinámicas territoriales. Se trata de aproximarse a la comprensión de las dinámicas a partir de las cuales los territorios han sido y son construidos, modelados y dan cuenta de identidades particulares. Desde esta perspectiva, el objetivo no es la exaltación de ciertos valores históricos, sino el reconocimiento del conjunto de valores históricos e identitarios que definen la particularidad de cada territorio y que podrían ser movilizados en torno a nuevos proyectos de territorio.

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La mirada histórica y la construcción territorial de la profundidad histórica a los proyectos de territorio

La profundidad histórica del territorio Si partimos de considerar que el territorio es una construcción social, síntesis históricamente determinada de la relación espacio/sociedad, resulta clara la necesidad y pertinencia de considerar en su análisis las condiciones históricas de dicha construcción. La dificultad se presenta cuando las referencias desde las cuales pensamos la constitución de nuestros territorios se modifican constantemente y afectan de manera casi simultánea a las distintas escalas en las cuales se desarrollan nuestras prácticas espaciales. Por tanto, más allá de las transformaciones verificables que dan cuenta de las nuevas dimensiones que adquiere la cuestión territorial, lo cierto es que la misma idea de territorio y de territorialidad continúa jugando un rol importante en nuestras sociedades. Las referencias territoriales juegan todavía un rol determinante en la definición de nuestras identidades individuales y colectivas. Es así que, aun cuando por un lado se verifique la modificación de las prácticas espaciales, que alcanzarían una escala global, y de los mismos soportes territoriales, condenados aparentemente a la indiferenciación, por otro, cada sociedad reivindica su diferencia y busca valorizarla. Es necesario entonces sobrepasar los límites que imponen los discursos hegemónicos y analizar las condiciones particulares que definen tanto la articulación, norma de un mundo globalizado, como la multiplicidad de estrategias y prácticas que pretendiendo o rechazando dicha articulación, se traducen en experiencias concretas del territorio. La incorporación de la dimensión histórica en el análisis de las dinámicas territoriales adquiere en este contexto nuevos alcances que suponen trascender el fetichismo historicista y enfocarse en la comprensión de los fundamentos históricosociales que hacen a la constitución de nuestros territorios actuales. Asi, se logra generación de conocimiento y, por sobre todo, dinamización

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de ese conocimiento, para la generación de las condiciones que permitan un posicionamiento social y político, y la construcción de nuevos proyectos territoriales. Desde esta perspectiva, resulta inobjetable la necesidad de transformar la visión tradicional a partir de la cual la práctica del urbanismo y la planificación territorial han enfocado la cuestión histórica. Cuando hablamos del espesor o la profundidad histórica del territorio, hacemos referencia a las dos dimensiones que le son constitutivas: la de los soportes y formas territoriales y la de las relaciones sociales que determinan su existencia y significación. Es decir, no se trata de la historia de los objetos o soportes materiales, si es que esto es posible, sino de los factores que definen la relación hombre/mujer-espacio en un momento y lugar determinado. Cambio de perspectiva necesario que antepone el carácter social de la construcción territorial a la materialidad de los objetos que la configuran. En lo territorial, la historia de la materia es social. En este sentido, Brunet señala que « …si el territorio es producido, es necesario interesarse a la vez en sus productores y en sus obras. En los actores del territorio y en las formas de éste » (2004: 26). Desde las posiciones que consideran al espacio como soporte material, se ha resaltado que la instancia espacial pone en evidencia los procesos históricos del territorio, en cuanto éste, a través de sus formas, sobreviviría a las transformaciones sociales, al paso de los modos de producción. Se instala, así, una doble problemática: la de la abstracción de las condiciones sociales de la producción territorial y la de la temporalidad de las transformaciones territoriales. Claudicación frente a lo evidente. Las condiciones de materialidad y de permanencia relativa constituirían a los soportes y formas territoriales en manifestación irrecusable de la historicidad de los territorios. Congelamiento de la historia, porque


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cada objeto territorial adquiere un valor intrínseco que lo relaciona con un momento dado, el de su producción, y lo enajena tanto del sistema en el que se inserta actualmente como de las condiciones sociales que definen su existencia/ permanencia, y por tanto de su devenir histórico. Pretender que lo material se diferencia de lo social a partir de la verificación de su permanencia física es caer en un reduccionismo inocuo. Hay que considerar que las transformaciones sociales, los cambios de los modos de producción, no suponen, por lo menos no inmediatamente, la desaparición de las prácticas correspondientes a modos y formas de producción anteriores. Es decir, la historia de los territorios releva también la permanencia rearticulada de prácticas, usos y relaciones sociales “pasadas”. Si reparamos en el concepto de formación social, que nos aproxima a la comprensión de las dinámicas históricas de sociedades concretas, la pretensión de colocar al “espacio-físico” como instancia que permitiría dar cuenta de los procesos históricos de construcción territorial es totalmente relativa. Lo que se quiere remarcar es que, si bien los soportes materiales pueden perdurar a lo largo de la historia, lo cual ya es un dato significante, las dinámicas en las que se insertan y las nuevas significaciones sociales que adquieren suponen su transformación. Su condición de construcción social determina su existencia/permanencia, en el sentido en que “El territorio es el lugar (locus) donde la intersubjetividad se ha producido, es la determinación no espacial del espacio y es aquí donde la materia comienza a tener historia” (Zavaleta, 1986: 39). El paradigma funcionalista/positivista que ha dominado la práctica de la planificación urbana y territorial, y que en muchos casos continúa haciéndolo, nos ha condenado a no ver sino lo evidente. En esta línea, el “análisis” de la historia de los territorios se resume a la verificación de la permanencia de determinados soportes y/o formas territoriales. Descripción de los procesos de

evolución formal de las estructuras territoriales que inmediatamente es sometida a una evaluación valorativa entre lo que es digno de permanecer y aquello que está destinado a la desaparición. En muchos casos, visión romántica que extrae los objetos territoriales de su contexto y glorifica las virtudes técnicas de su realización. Realidad que, por otro lado, continúa determinando el debate a propósito de la cuestión patrimonial y que privilegia una “visión experta”, supuesta portadora de una sensibilidad específica que a la larga no define sino el fetichismo del objeto patrimonial y su enajenación socio-territorial. Problema de significaciones aún irresoluto. Recuperar en el análisis histórico la complejidad de lo territorial demanda ir más allá de la verificación de lo que permanece o de lo que ha desparecido, ambos datos significantes del continuo proceso de construcción territorial. En esta intención traemos a la discusión dos conceptos forjados por Milton Santos: el de rugosidad y el de inercia dinámica. Santos denomina como rugosidad aquello que “…permanece del pasado, como forma, espacio construido, paisaje, lo que resta del proceso de supresión, acumulación, superposición, a través del cual las cosas se sustituyen y acumulan en todos los lugares” (2000:118). Lo fundamental aquí no se encuentra en aquello que permanece o no, sino precisamente en los procesos que definen la permanencia, en las negociaciones que determinan en un momento dado los roles y significados sociales que adquieren los objetos territoriales. “Cuando la sociedad actúa sobre el espacio, no lo hace sobre los objetos como realidad física, sino como realidad social, formascontenido, es decir, objetos sociales ya valorizados a los cuales la sociedad busca ofrecer o imponer un nuevo valor” (Ibíd.:91). Por otro lado, lo que permanece del pasado es fragmentario; permanecen los objetos, pero no los sistemas en los cuales se insertaban, éstos se

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han actualizado. En este sentido, Santos habla de “espacio construido” y no de “espacio” a secas, porque, para él, espacio es siempre presente1. De esta manera, las rugosidades son a la vez pasado y presente, formas territoriales pasadas que se actualizan constantemente. La noción de rugosidad se encuentra así ligada a otro concepto que da cuenta de esta dinámica, el de inercia dinámica. Santos recurre a la noción de Sartre de lo práctico-inerte y señala: “El proceso social está siempre dejando herencias que acaban constituyendo una condición para las nuevas etapas. Una plantación, un puerto, una carretera, pero también la densidad o la distribución de la población participan de esa categoría de prácticoinerte, la práctica depositada en las cosas, hecha condición para nuevas prácticas”(Ibíd.:118). Así, las rugosidades son a la vez inercias dinámicas, condicionamientos sobre los procesos actuales y futuros. La historia de los territorios, de las relaciones socio-espaciales, se define a partir de recomposiciones sucesivas. Recuperar la dimensión histórica del territorio significa comprender los procesos que determinaron esas recomposiciones en cada momento de la historia social. Es decir, identificar cuáles son las formas heredadas, los condicionamientos que estas formas suponen, las significaciones sociales que adquieren, y que definen su permanencia, rearticulación o desaparición, y las acciones que determinan la constitución de nuevos sistemas socio-espaciales, resignificación de lo dado y producción de nuevos objetos y formas territoriales. Otro concepto que nos puede ser útil es el de invariante estructural. Magnaghi (2003) señala que, en el léxico de la planificación territorial, el concepto de invariante « …designa la posibilidad/ necesidad de identificar los caracteres de la 1 2

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identidad de los lugares, que garantizan su preservación y su crecimiento a lo largo de los diversos procesos de transformación » ” (71). Magnaghi introduce el término de invariante estructural en el marco de la reflexión a propósito de la imperativa necesidad de identificar las particularidades que hacen a cada territorio en función de la generación de nuevos proyectos territoriales alternativos. Frente a los procesos de homogeneización de los soportes y valores territoriales, aquello que genéricamente se ha denominado como desterritorialización, se plantea la urgencia de identificar/recuperar los caracteres que definen las identidades territoriales. Se trata de identificar lo que él define como el “estatus de los lugares”2. Sin embargo, más allá de la fundamental dimensión estratégica que adquiere, la noción de invariante nos permite aproximarnos a la identificación del conjunto de valores territoriales que reivindican su permanencia a lo largo del constante proceso de territorialización. Valores que no solamente hacen referencia a los soportes materiales sino a los sistemas sociales (económicos, políticos, culturales) que determinan su permanencia rearticulada. En este sentido, el concepto de invariantes presta especial atención a los procesos de larga duración que definen las construcciones territoriales actuales. De esta manera, el concepto de invariantes estructurales no debe tomarse simplemente como un concepto operativo que permitiría la identificación de los valores que hacen a la construcción de las identidades territoriales, sino que, así lo creemos, deben explorarse sus funciones analíticas, para la comprensión de los procesos territoriales. Lo fundamental es que las invariantes nos llevan a cuestionarnos sobre los roles estructurales que juegan determinados

“El espacio está formado por un conjunto indisoluble, solidario y también contradictorio, de sistemas de objetos y sistemas de acciones, no considerados aisladamente, sino como el contexto único en el que se realiza la historia” (Ibíd.: 54). Más adelante señala: “El espacio es la síntesis, siempre provisoria, entre el contenido social y las formas espaciales” (91). “El Estatus del lugar resulta de la descripción y de la codificación de las características identitarias del territorio. Es esta descripción que permite elaborar el sistema de reglas de transformación del territorio, destinadas a valorizar su especificidad y de no concebirla más como una página blanca o como un soporte técnico, destinado a regular el uso de la propiedad o a definir zonas funcionales, sino como un lugar cargado de historia, de signos, de valores, que se trata de enriquecer y de transmitir a las generaciones futuras ” (Magnaghi, 2003 : 65).


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objetos, formas y sistemas territoriales a lo largo del proceso histórico. Resulta claro que estos conceptos determinan la necesidad/urgencia de explorar caminos alternativos para la comprensión de los procesos históricos de construcción territorial. Lo que significa sobrepasar la perspectiva “tradicional” a partir de la cual se identifican valores históricoterritoriales haciendo totalmente abstracción de las condiciones sociales de su producción y permanencia. En este sentido, recuperar la complejidad de las dinámicas que determinan el proceso histórico de construcción territorial supone la búsqueda de “nuevos” enfoques teóricometodológicos, la incorporación de nuevas herramientas y, necesariamente, la instalación de un diálogo interdisciplinario que permita trascender las fronteras en las cuales se desarrolla la práctica del urbanismo y la planificación territorial.

Hacia la reconstrucción de los procesos territoriales Reconstruir las dinámicas históricas del proceso de construcción territorial significa profundizar en la complejidad que dicho proceso implica. En este sentido, es necesario dar cuenta de la multidimensionalidad, de las articulaciones y de los dinamismos que determinan la realidad, una realidad concreta e históricamente determinada. Una concepción dinámica de la realidad que, en términos de Zemelman (1989), debe considerar la “articulación de procesos que se desenvuelven en diferentes niveles y diversas dimensiones espaciotemporales” (…). Desde esta perspectiva, la intención de reconstrucción de los procesos histórico-territoriales debe aproximarse a la comprensión de la multiplicidad de dimensiones espacio-temporales, de acciones y estrategias que caracterizan a cada momento histórico, su realización. Lo que de alguna manera, significa trascender los límites impuestos por lo que

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denominaremos como la “historia oficial”. Esto tiene una significación particular cuando hablamos de los procesos territoriales, puesto que generalmente la atención se focaliza sobre las realizaciones de los sectores socialmente hegemónicos. La concepción dinámica de los procesos reales nos previene sobre la necesaria relativización de las estructuras teórico-conceptuales y nos enfrenta a la necesidad de profundizar en el conocimiento de las prácticas concretas de los distintos actores en cada contexto histórico. En este sentido, consideramos que es importante determinar cuáles son las leyes y estructuras generales, invariantes, que caracterizan a cada formación social, sin embargo, la identificación de éstas no se desprende exclusivamente de estructuras teórico-conceptuales definidas a-priori, sino de la problematización de los procesos y dinámicas concretas. Bourdieu (2000) señala que “…no se puede asir la lógica más profunda del mundo social sino a condición de sumergirse en la particularidad de una realidad empírica, históricamente situada y fechada, pero para construirla como “caso particular de lo posible”(…) se trata de intentar asir lo invariante, la estructura, en cada una de las variantes observadas” . Un problema particular se presenta cuando hablamos de la comprensión de los procesos históricos, puesto que nuestra relación con la realidad histórica se encuentra recurrentemente condicionada a la utilización de fuentes que priorizan uno u otro aspecto de la historia social, y que, por lo tanto, vienen cargadas de significaciones ideológicas, políticas y culturales. Condición que ya es un dato significante y que, en función de la reconstrucción de los procesos histórico-territoriales, demanda la consideración de, al menos, tres principios metodológicos: La problematización y reconstrucción de los procesos históricos. Tendiente a la constitución de

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nuevos ángulos de lectura histórica, que pretenden la reconstrucción y rearticulación de las distintas visiones y posiciones existentes. Recuperación de aquellas lecturas que han quedado subsumidas por la imposición y reproducción de los valores hegemónicos. No se trata de generar una “contra historia”, reduccionista en tanto ideológicamente condicionada, sino precisamente de problematizar lo que se manifiesta como aparentemente evidente. Problematización que, por otro lado, implica reconocer, como señala Choay siguiendo a de Certeau, que “el pasado, aún el más material, aparece para nosotros solamente a través de los lentes del presente, es decir las problemáticas en las cuales estamos comprometidos aquí y ahora » (Choay, 2006 :8-9). Lectura procesual. En el sentido de comprender la historia no como una acumulación de eventos, sino como un proceso en el que los dinamismos se encuentran articulados. Procesualidad que supone pensar la totalidad como algo en constante construcción, “La totalidad está siempre en movimiento, en un incesante proceso de totalización (…) toda totalidad es incompleta porque siempre está buscando totalizarse” (Santos, 2000: 100) Dinámica de las prácticas concretas. Comprender la historia no solamente a partir de las estructuras generales de la sociedad, sino articulando estas estructuras con las prácticas concretas de sujetos individuales y colectivos. Tapia (2002), analizando la obra de Zavaleta Mercado, señala que “se trata (…) de la historia hecha por los sujetos, y no de una historia que transcurre en el seno de estructuras que no deben su origen y permanencia a los acontecimientos y prácticas que llenan esos espacios que subsumen la vida de los sujetos sin incorporar los resultados de su movimiento social y político”. Preocupación, que de alguna manera, se encuentra con aquella de de Certeau a propósito de las prácticas cotidianas y de las


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dinámicas que diferencian la estrategia de las tácticas3. Otra de las cuestiones a considerar en el análisis de las dinámicas territoriales es la existencia de diversas temporalidades. Multitemporalidad que no solamente hace referencia a los distintos tiempos sociales que se articulan en una coyuntura específica, sino también a los ritmos diferenciales que se manifiestan en el proceso de construcción territorial. A partir de los conceptos de rugosidades e inercias dinámicas, podemos inferir la existencia de tres temporalidades estructuralmente articuladas:

estructuras sociales, los soportes y formas territoriales. “Se constata, en efecto, que, según el caso, ellas (las representaciones) tienen un destino transgeneracional, o están por el contrario ligadas a un episodio particular, él mismo condicionado por hechos circunstanciales, generalmente la intervención de una nueva tecnología o de un hecho histórico. Es así que podemos identificar actualmente, dotadas de toda su operatividad, representaciones que tienen su origen en épocas pasadas » (Mannoni, 2006 : 79).

2/ Soportes materiales y formas territoriales. Dadas las condiciones de su materialidad, éstas no se modifican en los mismos tiempos que las estructuras sociales. Aun cuando se pueda verificar la permanencia de su existencia material a lo largo de la historia, sus significaciones y roles sociales se modifican constantemente.

La consideración de esta multitemporalidad nos conduce a la complejización de los términos a partir de los cuales pensamos los procesos territoriales, puesto que tanto los objetos como las prácticas territoriales adquieren nuevos elementos para su contextualización que intentan dar cuenta de los dinamismos complejos que definen su existencia. Sin embargo, es necesario de manera concomitante considerar las múltiples escalas que se encuentran articuladas en la producción territorial. En este sentido, “El problema más complejo consiste en reconocer cual es la escala más significativa de operación de cada fenómeno, y entender las maneras en que se transmiten los movimientos de unas escalas a otras. Será indispensable identificar no solamente los mecanismos de transmisión de los movimientos de las diferentes escalas, sino también el tipo de relaciones que establecen entre sí: competencia, exclusión, complementariedad, indiferencia, marginación, etc.” (Cuervo, 2000:74)

3/ Representaciones territoriales. El conjunto de representaciones sociales que se generan en torno al territorio en sus diferentes escalas juegan un papel importante en la dinámica de los procesos territoriales. Estas representaciones, el simbolismo y las significaciones de las cuales se encuentran cargadas, no se modifican necesariamente a los mismos ritmos que las

Una preocupación central hace referencia a las pequeñas escalas, lo micro, puesto que gran parte de los estudios históricos del territorio privilegian los “grandes territorios”, las “grandes transformaciones”. Las prácticas concretas y las transformaciones que éstas generan en los niveles locales se encuentran recurrentemente excluidas. Ello no significa que debamos focalizarnos

1/ Dinámica de las estructuras sociales. Temporalidad determinada por los procesos de transformación histórica de las estructuras sociales, en cuanto a la modificación de las relaciones sociales de producción, del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, de las formas de regulación y control político e ideológico, etc., Cuya comprensión demanda, como hemos señalado, el estudio de la dinámica de las prácticas concretas.

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“Sin lugar propio, sin visión globalizante, ciega y perspicaz como estamos en el cuerpo a cuerpo, sin distancia, la táctica está determinada por la ausencia de poder como la estrategia está organizada por el postulado de un poder” (1990: 62).

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exclusivamente sobre estas últimas, sino que su incorporación en la reconstrucción histórica debe permitir precisamente comprender cómo se articulan las distintas escalas. El recurso a lo micro, a lo cotidiano, no supone, o no debe suponer, la abstracción de las estructuras socio-territoriales, sino que debe dotar a éstas de un contenido específico, el de las prácticas territoriales. Se trata de un problema fundamental, puesto que demanda en todo momento la comprensión de la dialéctica entre estructuras y prácticas. Roger Brunet (Op. Cit.) nos recuerda que “Detrás de la apariencia de las « regularidades » y de las « semejanzas» de las formas, se encuentran verdaderas leyes cuyo vigor impone un esfuerzo de rigor en el pensamiento del espacio geográfico. No se trata de leyes caídas de no se sabe dónde e impuestas por no se sabe quién, sino de leyes de la acción humana que se ejercen sobre el medio en función a objetivos definidos. Es de la observación, de la práctica que podemos inferir la teoría » (55). La aproximación a lo micro, a lo cotidiano, en el marco del análisis histórico, nos enfrenta a otro problema: nuestra mirada sobre los procesos cotidianos se encuentra siempre mediada por una serie de filtros que determinan el grado de aproximación al conocimiento de sus dinámicas. Dichos filtros no hacen solamente referencia al conjunto de materiales (documentos, cartografía, imágenes, etc.) con los que recurrentemente se trabaja, sino al hecho de que, aun cuando se privilegie el “relato histórico” surgido de un contacto directo con los actores sociales, este relato denota una importante carga simbólica que está condicionada por el presente y/o el futuro. “Les reliques verbales dont le récit est composé, liées à des histories perdues et à des gestes opaques, sont juxtaposées dans un collage où leurs rapports ne sont pas pensés et forment, de ce fait, un ensemble symbolique” (de Certeau, 1990 :161).

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Tomando en cuenta los recaudos necesarios, la recuperación de la dimensión de lo cotidiano abre otra vía de análisis que nos confronta a la forma concreta en que los procesos históricos son aprehendidos y reinterpretados por el conjunto de sujetos sociales. Pero no solamente esto, sino también la identificación de los procesos que, ausentes de una historiografía general, marcan el devenir histórico de grupos sociales y colectividades específicas. En esta perspectiva, la pretensión de generar nuevas lecturas de los procesos de construcción territorial requiere la puesta en marcha de una visión crítica tendiente a la problematización y contextualización de las dinámicas territoriales. Tarea que se aplica tanto al estudio de las distintas fuentes históricas como a la reconstrucción histórica a partir de fuentes primarias. Esto significa poner en marcha un conjunto de herramientas que permitan la generación de nuevas lecturas, lo que implica necesariamente transgredir los límites disciplinarios que tradicionalmente han caracterizado al urbanismo y al ordenamiento territorial. El diálogo interdisciplinario puede aportar mucho, pero también es necesario cuestionar y profundizar en las múltiples posibilidades que las herramientas ya adquiridas pueden ofrecer, entre ellas la cartografía, el paisaje, el análisis morfológico, etc.. La pretensión de la comprensión de la dinámica de las prácticas concretas demanda esta búsqueda constante. Toda esta reflexión, evidentemente abstracta, nos lleva a cuestionarnos sobre la implicación de la dimensión histórica en la construcción de las identidades territoriales y las territorialidades. Discusión que es de toda actualidad y que puede permitirnos observar las posibilidades y perspectivas que el análisis de los procesos territoriales puede aportar en la coyuntura actual.


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Memoria, identidad y proyectualidad territorial La recuperación de la dimensión histórica de la construcción territorial, en función no solamente de su comprensión sino de su dinamización, determina la necesidad de incorporar en el análisis el conjunto de elementos y factores a partir de los cuales los distintos actores sociales incorporan, interpretan y asimilan los hechos y procesos históricos. Se trata de pasar de la “simple” constatación de las transformaciones territoriales en el curso de la historia a su problematización en un contexto y una coyuntura social determinada, y, más allá, a determinar las posibilidades de construcción de nuevos proyectos territoriales. Una las cuestiones importantes es llegar a comprender de qué manera, bajo qué criterios y mecanismos, la dimensión histórica del proceso de construcción territorial se articula en una coyuntura específica determinando la constitución de territorialidades, de identidades territoriales, de proyectos territoriales. Una de las primeras nociones que entran en discusión es la de la memoria colectiva. Al respecto, Di Méo (2001) señala que « La elección de los hechos y lugares de la memoria, realizada por las sociedades locales, regionales o nacionales en la intención no confesa de consolidar su identidad (sobre todo territorial) en el presente, y por tanto favorecer su regulación y reproducción, no se efectúa al azar » (:55). Desde esta perspectiva, la memoria constituye ya una reconstrucción de la historia, que determina la adopción de una lectura particular de ella a partir de la selección de los valores históricos que “deben” ser retenidos por la sociedad en cuestión y que, por lo tanto, constituyen referentes indispensables de la construcción identitaria. Se podría argumentar que se trata de una visión “parcial” de la historia y que, por lo tanto, su estudio no nos permitiría tener sino una lectura fragmentaria. Sin embargo, se trata de algo mucho más complejo, puesto que la visión histórica que se desprende de la constitución

de la memoria colectiva funciona como una unidad “coherente” en la medida en que otorga una explicación global y un sentido práctico. No se trata de una elección (de acciones, objetos, lugares, etc) arbitraria, sino de una construcción que se define en el marco de las luchas sociales; es decir, se trata de la construcción de hegemonías, que tiende a legitimar una determinada visión/ división del mundo social actual. Esto no significa que la memoria sea una construcción exclusiva/acabada de la clase o de un grupo socialmente hegemónico, sino, precisamente, una construcción dinámica que articula, aun cuando subsumiéndolas, lecturas diversas, y en muchos casos divergentes, de la historia. Por lo que es necesario reconocer que, en el marco de una sociedad, existen diversas memorias, derivadas no solamente de lecturas diversas de la historia, sino, y podríamos decir ante todo, de diversos proyectos hacia el futuro. La preocupación por la comprensión de lo que denominamos la « profundidad histórica del territorio” adquiere en este marco un sentido específico, donde lo fundamental no es una historiografía del territorio (aún cuando ella esté presente), sino la manera en que los recursos y valores territoriales se incorporan como referentes de las representaciones y prácticas territoriales. Y más allá, cuáles son las representaciones territoriales que se encuentran incorporadas en las memorias colectivas. La problemática que articula la cuestión de la memoria, de las representaciones territoriales, de la construcción histórica del territorio y, en definitiva, de las identidades territoriales, adquiere una connotación particular en el contexto actual a escala mundial. Contexto que da cuenta de una tensión entre la estandarización de los valores y significaciones territoriales y la reivindicación de lo particular, es decir, de la diferencia. Conflictualidad manifiesta en lo que se ha venido a denominar como desterritorialización , por un

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lado, y reterritorialización, por el otro. Magnaghi plantea que la “nueva” lógica dominante atenta contra la constitución de los territorios como tales, al considerarlos como meros soportes para su despliegue, lo que genera un proceso de desterritorialización: “El desconocimiento progresivo respecto al conjunto de condiciones territoriales (desterritorialización) genera una ignorancia creciente de la relación primordial que liga el establecimiento humano a su medio ambiente. Dicho de otra manera, el implica una amnesia territorial y nos condiciona a vivir en sitios indiferenciados, cuyo rol se limita a servir de soporte a las funciones de una sociedad instantánea, que súbitamente ha roto toda relación con la historia y la memoria de los lugares” (Op. Cit..:16). Se pone así de manifiesto un proceso que borra, o por lo menos difumina, los referentes territoriales propios a cada sociedad, y que contribuyen a su particularización, referentes en tanto objetos territoriales, pero, sobre todo, en

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tanto significaciones sociales. “Desterritorialización, es a menudo, otra palabra para significar extrañeza, que es también desculturización” (Santos, 2000: 279). De manera concomitante se evidencia una tendencia contraria que da cuenta de la importancia que los territorios locales adquieren como fundamentos esenciales en la construcción de las identidades sociales. En este sentido, M. Santos nos recuerda que: “El orden local, que “reterritorializa”, es el del espacio banal, espacio irreductible… porque reúne en una misma lógica interna todos sus elementos: hombres, empresas, instituciones, formas sociales y jurídicas y formas geográficas (…) Cada lugar es al mismo tiempo, objeto de una razón global y de una razón local, que conviven dialécticamente” (Ibíd.:290). En este contexto, las múltiples transformaciones que caracterizan nuestro presente generan un sentimiento de inestabilidad y, en este sentido, una búsqueda de referentes que permitan asegurar una posición social, cultural, territorial.


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Los referentes históricos parecen adquirir un rol determinante como indicadores de coherencia, notablemente territorial. Sin embargo, la simple recuperación de dichos referentes implica el peligro del ostracismo; y aquí lo fundamental es comprender que, aun cuando los valores históricos puedan ser los fundamentos de nuestras identidades territoriales, la “identidad” se define a cada momento, es decir es “presente”. Desde esta perspectiva, la preocupación por la comprensión de la profundidad histórica del territorio apunta a poner en evidencia el conjunto de recursos/valores territoriales que, comprendidos en su procesualidad favorezcan el diálogo y el debate social. Recordando que “Del pasado uno no puede liberarse sino cuando lo destruye o, al menos, cuando lo puede comprender en su ultimidad material y convertirlo en un tributario del presente en lugar de que sea su amo” (Zavaleta, 1986: 58). Una cuestión fundamental, cuando hablamos de la recuperación de los fundamentos que hacen al territorio, es que más allá de la verificación de un contexto global particularmente agresivo, los procesos actuales dan cuenta de la multiplicidad de intercambios. Es necesario, sin embargo, observar que, cada vez con más fuerza son los valores hegemónicos los que se imponen, transformando de manera acelerada nuestros territorios; “el orden originario de los vectores de la hegemonía crea, localmente, desorden, no sólo porque conduce a cambios funcionales y estructurales, sino especialmente porque ese orden no contiene un sentido. El objetivo de ese orden –el mercado global- es una auto-referencia porque su referencia es el propio mercado global” (Santos, 2000:285). Esto determina la urgencia de una reflexión a nivel de las sociedades locales sobre cómo gestionar este conflicto, lo que por su lado implica un verdadero ejercicio de y hacia la autodeterminación, en el sentido en que “la autodeterminación no puede significar la desaparición de las determinaciones externas;

significa en cambio la elaboración del propio objetivo o voluntad de uno mismo en el seno de las determinaciones externas o sea que se las soslaya porque se las conoce” (Zavaleta, 1986:68). En este marco, el concepto de “status del lugar”, propuesto por Magnaghi, alcanza particular relevancia. Aquí, sus funciones operativas sobrepasan sus funciones analíticas, porque la identificación del “status del lugar” es, ante todo, una invitación a la acción. Poner en evidencia los elementos que hacen a la identidad del lugar y reconocer la estrecha relación que se establece entre la sociedad y su territorio forma parte ya de la formulación de un “nuevo” proyecto socioterritorial. En este sentido, “El estatus de los lugares no se limita a registrar su significación común ; él implica elecciones a favor de una valorización del patrimonio que exige a su turno la selección, la designación y la valorización de los actores y las energías sociales locales susceptibles de contraer « pactos » de sostenibilidad » (Magnaghi, Op. Cit.. :67). De las representaciones sociales a la construcción de herramientas para la generación de proyectos territoriales alternativos En esta perspectiva, la recuperación del espesor histórico del territorio forma parte de un esfuerzo por dar cuenta de la complejidad de los procesos territoriales, de los factores que determinan, a cada momento y en cada lugar, la relación que se establece entre sociedad y espacio. Lo que significa repensar las prácticas tradicionales que han caracterizado, y que caracterizan todavía, a la planificación urbana, a la planificación territorial, y que, en muchos casos, dan cuenta del cortocircuito, de la comunicación fallida, entre lo que se debate en los ámbitos científicos y la práctica misma de la planificación, del ordenamiento territorial. Crítica que hace al conjunto de herramientas aplicadas tradicionalmente, tanto para la diagnosis como

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para la definición proyectual, y que demandan la necesidad de profundizar en la búsqueda de herramientas que permitan dar cuenta del conjunto de elementos, objetos, prácticas socio-productivas, culturales etc. que definen la especificidad de un territorio y que lo particularizan a la vez que le dan una coherencia. Cuando todo nos señala que lo territorial se juega más allá de los simples soportes materiales, de su organización funcional, la carencia de los recursos puestos en marcha en la planificación territorial dan cuenta de un profundo desfase. La incorporación de las dinámicas culturales de los procesos de significación y valorización, de generación de representaciones y de los roles que juegan en la construcción territorial, nos confrontan, en términos generales, a dos cuestiones esenciales: 1/ La necesidad de explorar las distintas vías teóricas y metodológicas en función a recuperar y comprender cómo se generan las representaciones territoriales y cuáles son los roles que juegan en la construcción del territorio. Lo que implica la aproximación a las prácticas cotidianas que producen y representan al territorio, pero también comprender su articulación con las dinámicas que caracterizan a las distintas escalas territoriales. Estas tareas demandan un trabajo interdisciplinario intenso y abierto, destinado a la puesta en común tanto de los enfoques de análisis como de las herramientas pertinentes. 2/ Repensar las funciones y los alcances que tienen las representaciones territoriales con las que tradicionalmente se trabaja en la planificación territorial. Crítica esencial a la representación cartográfica, que nos condena a observar al territorio desde un solo punto de vista, “El territorio de los lugares es reducido a un espacio isótropo, euclidiano, soporte abstracto de funciones y objetos. La construcción de una segunda naturaleza, artificial, constituye el referente de esas cartas. Su representación se

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resume a una descripción cuantitativa y abstracta de las características extrínsecas de los lugares (posiciones, dimensiones, funciones)” (Ibid.). La crítica se extiende también a la aplicación de los SIG, que en muchos casos pretende imponerse como la única representación posible de nuestros territorios, sin comprender que generalmente lo esencial de la construcción territorial se le escapa por todos lados. La búsqueda de “nuevas” formas de representación y de “nuevas” herramientas es una tarea fundamental, que no significa desechar lo que ya se ha acumulado sino reconstruirlo. Nuevas representaciones que nos permitan « la puesta en marcha simultánea de una multiplicidad de modos de descripción, de información, de narración y de representación, ligando la informática y las técnicas de punta con los procedimientos más tradicionales » (Ibíd. 68). Ahora bien, uno de los retos importantes es la construcción de representaciones y de herramientas que faciliten el debate social contribuyendo a una mayor implicación de los diversos actores sociales en la planificación, generación y gestión de proyectos territoriales. Sin embargo existe un problema de comunicación, puesto que el predominio de una codificación técnico-científica condiciona la pretensión de profundizar los niveles de participación social, participación que debe favorecer el empoderamiento de los actores sociales. En este debate, la puesta en evidencia del espesor histórico de los territorios implica un esfuerzo hacia la construcción de representaciones territoriales alternativas que permitan incorporar la diversidad de lecturas existentes y reconocer el conjunto de valores históricos que se articulan en la constitución de las identidades territoriales. Representaciones que traspasen los límites normativos de la noción de patrimonio, ampliándola y contextualizándola, en cuanto el sentido del patrimonio « es indisociable de un proceso temporal y de un horizonte local, de un posicionamiento en el


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mundo, de una relación viva de aquellos que habitan con su pasado … » (Choay, 2006: 322). Así, la problematización de los procesos históricos de construcción territorial constituye una tarea compleja, pero necesaria, que, a partir del estudio de las transformaciones territoriales, se cuestiona sobre los roles y significaciones sociales de los recursos/valores territoriales (en tanto rugosidades e inercias dinámicas) y plantea los principios para su dinamización en función de la construcción colectiva de nuevos o alternativos proyectos territoriales. Tarea que no hace sino comenzar y que supone la reivindicación de nuevas utopías y escenarios de acción estratégica4.

Mannoni, Pierre 2006 Les représentations sociales. Que sais-je? 3329. PUF. Paris. Santos, Milton 2000

La naturaleza del espacio, técnica y tiempo, razón y emoción. Editorial Ariel. Barcelona

Zavaleta René 1986 Lo nacional popular en Bolivia. Siglo XXI Editores. México Zemelman, Hugo 1989 Crítica epistemológica de los indicadores. Jornadas 114. El Colegio de México. México.

Bibliografía Brunet, Roger 2004

Magnaghi, Alberto 2003 Le projet local. Collection architecture+recherches 44. Pierre Mardaga. Liège.

Le développement des territoires. Formes, lois, aménagement. Collection « Monde en cours ». Éditions de l’Aube. France

Choay, Francoise 2006 Pour une anthropologie de l’espace. Collection « La couleur des idées ». Éditions du Seuil. France Cuervo, Luis 2000

« Economía y ciudad : algunas propuestas teóricas » en Repensando a experiência urbana da América Latina: questoes, conceitos e valores. Compiladora: Ana Clara Torres Ribeiro. Grupo de trabajo: Desarrollo Humano. CLACSO. Online 01/09/2007 <http://www.clacso.org/wwwclacso/ espanol/html/libros/urbano/urbano.html>

de Certeau, Michel 1990 L’invention du quotidien. 1.Arts de faire. Collection Folio/Essais. Editions Gallimard. France. Di Méo, Guy 2001

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Géographie sociale et territoires. Nathan. Paris

« La definición de ese escenario no se basa en la visión de un futuro que sería inventado a detalle, o sobre la proyección de un deseo, sino sobre la interpretación de un futuro abierto» (Magnaghi, Op. cit. :80).

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