Anexo 15

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ANEXO 15 LIBRO

UN MES CON EL PAN DE MARCELINO Día 28: En la escuela de María “María es fuente de enseñanzas religiosas.” Evangelii Nuntiandi 53

Fijando sus ojos en la Madre, San Marcelino quiso vivir bajo su amparo, encontrando en ella una Maestra de vida que nos acerca al Señor. Por eso, al iniciar su obra, deseó que sus hijos recordaran dos características que consideraba los cimientos de la Congregación: “Crecer a la sombra de la cruz de Jesucristo y bajo el amparo de María. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué nos quiere enseñar? Que el espíritu del Instituto es un espíritu de humildad y sencillez; que la vida de los hermanos, ha de intentar reflejar la de María, de modo especial su humildad y su caridad ardiente, viviendo abrasados de amor a Jesús.” Esto es vivir en la Escuela de María.

Nos dice San Marcelino “María se pasó la vida entera estudiando a Jesús, meditando sus misterios, escuchando sus palabras. Desde el nacimiento del Salvador hasta su muerte, no le perdió de vista ni un solo instante, intentando sobre todas las cosas comprenderlo con su mente y su corazón continuamente, pues era el objeto de su amor: En pos de la Madre de Dios, los verdaderos hijos de esta congregación están siempre junto a Jesús y ponen especial empeño en meditar su vida y misterios.” “Si considera que los miembros de la Sociedad de María son demasiado imperfectos como para tomarlos por modelos, ponga los ojos en aquella que puede ser modelo para los perfectos y para los imperfectos, y que además ama a todos: a los perfectos porque llevan a los demás hacia el bien; y a los imperfectos, porque sobre todo por ellos y para ellos, fue elevada a la sublime vocación de ser nuestra Madre. Así pues, si se considera perfecto, debería agradecer a los pecadores el regalo de proporcionar a toda la humanidad una Madre tan buena, tan amable.” “Junto con la salud, la mayor y la única condición que se necesita para entrar en nuestra casa es la buena voluntad y el sincero deseo de agradar a Dios. Venga con esta disposición y será recibido con los brazos abiertos. Hará el bien en nuestra casa, María nuestra Buena Madre lo protegerá y la tendrá como Primera Superiora y Reina del Cielo.”

ITINERARIOS DE PROFUNDIZACIÓN DE LA VOCACIÓN LAICAL MARISTA

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Meditaciones para nuestros días Una “escuela de amor” es el proyecto de San Marcelino, el que anhela para todos sus hijos, para todos los lugares donde con su espíritu se intenta educar y acompañar a quienes lo necesitan. Una escuela donde María es la principal educadora y donde todos nos sentimos discípulos, hermanos e hijos muy queridos. El <<sí>> de María es para todos los cristianos una lección y un ejemplo de obediencia a la voluntad del Padre, un camino y un medio de seguimiento de su Hijo. María de Nazaret, fue algo del todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad alienante, antes bien fue mujer que no dudó en proclamar que Dios es defensor de los humildes y de los oprimidos y derriba sus tronos a los poderosos del mundo.

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“María, sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio: situaciones que no pueden escapar a la atención de quien quiere secundar con espíritu evangélico las energías liberadoras del hombre y de la sociedad; y no se le presentará María como una madre celosamente replegada sobre su propio Hijo, sino como mujer que con su acción favoreció la fe de la comunidad apostólica en Cristo y cuya función maternal se dilató, asumiendo sobre el calvario dimensiones universales. La santidad de la Virgen nos mueve a levantar los ojos a María, que brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad. Virtudes sólidas, evangélicas: la fe y la dócil aceptación de la Palabra de Dios (cf. Lc 1,2638;1,45;11,27-28; Jn 2,5); la obediencia generosa (cf. Lc 1,38); la humildad sencilla (cf. Lc 1,48); la caridad solícita (cf. Lc 1,39-56); la sabiduría reflexiva (cf Lc 1,29.34;2,19.33.51); la piedad hacia Dios (cf. Lc 2,21.22-40.41), agradecida por los bienes recibidos (Lc 1,4649), que ofrecen en el templo (Lc 2,22-24), que ora en la comunidad apostólica (cf. Hech 1,12-14); la fortaleza en el destierro (Cf. Mt 2,13-23), en el dolor (cf. Lc 2,34-35.49; Jn 19,25); la pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor (cf. Lc 1,48;2,24); el vigilante cuidado hacia el Hijo desde la humildad de la cuna hasta la cruz (cf. Lc 2,1-7; Jn 19,25-27); la delicadeza solidaria (cf. Jn 2,1-11); la pureza virginal (cf. Mt 1,18-25; Lc 1,26-38); el fuerte y casto amor familiar. Éstos son sólo ejemplos, sin embargo, en ellos aparece claro cómo la figura de la Virgen no defrauda la esperanza profunda de los hombres de nuestro tiempo y les ofrece el modelo perfecto del discípulo del Señor: protagonista, peregrino, promotor de la justicia que libera al oprimido y de la caridad que socorre al necesitado, pero sobre todo testigo activo del amor que edifica a Cristo en los corazones.” María es la pedagoga que nos trae y nos lleva hacia su Hijo, llena del Espíritu, acerca a nosotros un nuevo Pentecostés a estas tierras sedientas de aires nuevos, de soplos de Dios vitales y renovadores. “Mientras peregrinamos, María será la Madre educadora de la fe. Cuida de que el Evangelio nos penetre, conforme nuestra vida diaria y produzca frutos de santidad. Ella tiene que ser cada vez más la pedagoga del Evangelio en América Latina para


que él se haga más carne, más corazón. Esta es la hora de María, tiempo de un nuevo Pentecostés que ella preside con su oración.” “María es fuente de enseñanzas evangélicas. A ella, la bienaventurada, la dulcísima, la humildísima, a ella dirigimos la mirada implorante, como amorosa maestra de vida.”

Para rezar junto a la fuente “María, tú que aceptaste que Dios entrara en tu vida y cambiara tus planes, Enséñanos a buscar con fe lo que Dios nos pide. María, tú que eres dichosa Por haber creído en la Palabra del Señor,

Enséñanos a mirar con ojos de fe

los acontecimientos de nuestra vida.

María, tú que proclamaste que el Señor destruye los planes de los soberbios y encumbra a los humildes,

Enséñanos a descubrir los caminos de Dios

en las situaciones injustas de nuestro mundo.

María, tú que asumiste el dolor en tu vida Como camino de fidelidad a Dios,

Enséñanos a aceptar con fe

los sufrimientos de cada día.

María, tú que eres dichosa porque supiste Hacerte pequeña ante Dios y ante los hombres,

Enséñanos a poner al servicio de todos

lo que somos y lo que tenemos.

María, el Señor hizo en ti maravillas Porque te dejaste modelar por Él,

Enséñanos a comprender que Dios también

escribe recto en renglones torcidos.

María, mujer sencilla y discreta Entre los humildes de Nazaret,

Enséñanos a descubrir el paso de Dios

en nuestras vidas.

María, que intercedes ante tu Hijo en Caná,

Enséñanos a esperar la hora de Dios.

María, que fuiste fiel hasta en la cruz,

Enséñanos a amarte e invocarte como nuestra Madre.”

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