Anexo 2

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ANEXO 2 CIRCULAR

«COMPAÑEROS MARAVILLOSOS» DE SEAN SAMMON

(Parte II “Las comunidades religiosas como grupos” págs. 41 a 51)

PARTE II LAS COMUNIDADES RELIGIOSAS COMO GRUPOS

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Los miembros del 20º Capítulo nos lanzaron el reto de hacernos responsables de que nuestras comunidades maristas sean lugares donde haya un crecimiento humano y espiritual. Sabemos que no es una tarea fácil de emprender, pero podemos descansar confiados en que Dios nos dará los dones y gracias necesarios para completar la labor. La psicología puede proporcionarnos algún apoyo en este terreno. En los años que siguieron al Concilio Vaticano II, muchos de nuestros hermanos encontraron en esa ciencia una fuente de mayor conocimiento personal. También les llevó a entender con más profundidad las dinámicas que funcionan en la vida comunitaria y en cualquier otra parte. Siendo cierto que la psicología ha sido una ayuda para vivir en comunidad con más plenitud, en estos últimos años los sociólogos nos vienen recordando que ellos también tienen algo que decir sobre el particular. La psicología tiende a centrarse en el individuo, en tanto que la sociología se orienta hacia el grupo. Por esta razón, es posible que en ésta encontremos una visión más completa que la que ha ofrecido la psicología, de cara al conocimiento de la realidad comunitaria.

Los grupos Un grupo existe cuando tres o cuatro personas no relacionadas entre sí se reúnen e interactúan de una manera estable. Por tanto, una dimensión importante de toda comunidad marista la constituye esa propia realidad de que es un grupo. Hay grupos de todas las formas y tamaños, y sirven para una diversidad de propósitos. Por ejemplo, cuando un hombre desempeña su empleo pertenece a un grupo de trabajo. La tarea común que le ha reunido a él y a sus colegas da la definición de ese tipo de comunidad. Los sociólogos nos dicen que también se puede definir un grupo por el grado de compromiso que requiere. En una comunidad intencional, pongamos por caso, uno se compromete libremente a vivir, trabajar, orar y recrearse con un determinado grupo de personas, en tanto que en una asociación invertimos sólo una cierta parte de nuestros recursos en el grupo para alcanzar una meta o un objetivo concretos. En el pasado parece que no había otro tipo de comunidad religiosa que el de la co-


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