Anexo 6

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ANEXO 6 Libro: Un mes con el pan de Marcelino

DÍA 6. AMAR Y HACER AMAR “Vamos en búsqueda de una nueva sabiduría: la del amor” EPV, 82 Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Dedicamos esta meditación a cinco seguidores de Jesús que por los caminos trazados por San Marcelino, siguieron sus huellas y llegaron a ser testigos luminosos de su amor hasta dar la vida: el Hermano Henri Vergés, Marista mártir de Argelia, y los Hermanos Miguel Ángel Isla, Julio Rodriguez, Fernando de la Fuente y Servando Mayor, Maristas mártires del Zaire y de todo el Pueblo de Dios. 106

SAN MARCELINO NOS INVITA “Queridísimos, muy amados, muy queridos Hermanos: Amémonos unos a otros. No podría emplear otro lenguaje más cercano a mis gustos y mis afectos, si interrogo a mi corazón, a mis sentimientos, a la pena que me causa la más pequeña de sus desgracias, a sus dificultades que son las mías, a todos mis años de preocupación, todo ello me responde que puedo con atrevimiento y sin temor, dirigirles las palabras que el discípulo amado pone al inicio de todas sus cartas; amadísimos, amémonos unos a otros, porque la caridad viene de Dios”. “Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros, como yo los he amado” ¿Por qué lo llama Jesucristo “su” mandamiento?: Porque Jesús es amor, vino del cielo a traer a los hombres la paz, el amor, y antepone este mandamiento a todos los demás. Porque nos lo enseñó no tanto con sus palabras como sus ejemplos: su vida entera fue un acto de amor al hombre. Porque todos los mandamientos se encierran en éste, toda la ley se reduce al mandamiento del amor “Ama y haz lo que quieras.” Porque la religión de Jesucristo es religión de amor, y en el amor se encierra toda la religión. Por el amor, los hombres son hijos de Dios, son todos hermanos: todos forman un solo pueblo, una sola Iglesia, una sola familia, un solo cuerpo. Si suprimimos el mandamiento del amor, todo este hermoso edificio se viene abajo. Porque el amor es el distintivo de los discípulos de Jesús, que nos dijo: “En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se tienen amor unos a otros.” Porque este mandamiento durará eternamente, mientras que todos los demás han de cesar: “El amor no pasará jamás.”


MEDITACIONES PARA NUESTROS DÍAS “Amar a Dios y hacerlo amar, esa debe ser la vida de un hermano.” “No es posible realmente, conversar a menudo con Jesús, sin adquirir su espíritu, sin parecerse a Él.” Esto siempre sucede cuando nos referimos al amor, pues “cuando se ama mucho a alguien se nos va pegando el acento.” Es una consecuencia del amor. Por eso “amar y hacer amar a Jesús” fue la pasión de San Marcelino y el horizonte de su misión. “Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.” El amor al prójimo es la prueba de nuestro amor a Dios y el miedo más eficaz para hacerlo crecer: “Estar a la escucha de Dios en presencia del pobre abrirá el corazón del hombre y le llevará a buscar un encuentro personal siempre nuevo con Dios. Ese encuentro que Dios solicita, Él, que no deja de buscar a todo hombre y a todo el hombre, continuará en el camino diario que transforma progresivamente la vida del que acepta <<abrir la puerta>> a Dios mismo, que humildemente toca. El hombre que acepta cambiar su modo de vivir para poder adoptar el que Dios mismo nos ha mostrado en las palabras de Cristo, se pondrá al servicio del bien común, de la promoción integral de todos los hombres y de todo hombre en particular. Liberado progresivamente de temores y ambiciones meramente materiales, iluminado sobre las consecuencias posibles de sus propios actos, sea cual fuere el lugar que ocupa, el hombre que acoge la presencia de Dios en todos los SPECTOS de su vida, se transformará en agente de la civilización del amor. Discretamente, en lo más profundo, su trabajo asumirá un carácter de misión, en la cual tiene el deber de ejercer y desarrollar sus talentos; de contribuir a la reforma de las estructuras y de las instituciones; de adoptar un comportamiento de calidad que estimule a los que le rodean a actuar del mismo modo, y de encaminarse esencialmente al servicio de la dignidad de la persona humana y del bien común. Se puede decir, en cierto modo, que cada cual es responsable de los demás. Esta es una de las tonalidades del llamamiento al amor que Dios no deja de hacer razonar. Es tarea de cada uno, en circunstancias a veces difíciles y que pueden incluso traer consigo un sufrimiento cercano al de testigo-mártir; sabiendo que es posible apoyarse en la fuerza de Dios que nos promete su ayuda si lo colocamos en el centro de nuestra vida.”

ITINERARIOS DE PROFUNDIZACIÓN DE LA VOCACIÓN LAICAL MARISTA

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PARA REZAR JUNTO A LA FUENTE “¿Dónde están mis manos en la tierra? Manos que se unen para orar, Manos que acaricien bondadosas, Manos que disciplinen amorosas, Manos que se eleven hacia mí. ¿Dónde están esos pies que se acercan presurosos, Y silenciosos dejan huellas a seguir, Que acompañen el cansado en el camino, que los siguen incansables hacia mí?

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¿Cómo puedo yo llegar al hombre si no estás tú ahí para anunciar? ¿De quién es la voz que oí en la noche, Decir: “Heme aquí para hacer tu voluntad”? ¿Cómo puedo yo expresarles mi ternura, Si no estás tú presente para amar.”


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