ANEXO 9 LIBRO
“SAN MARCELINO CHAMPAGNAT. EXPERIENCIA DE DIOS, VIDA MÍSTICA” Manuel Mesonero Sánchez (Págs. 61 a 72) SIGNIFICADO DE SU NOCHE OSCURA: “LA DIVINA PROVIDENCIA DISPONE CON CUIDADO” El sufrimiento es una experiencia esencial de la vida. No podemos evitarlo. Los santos han convertido este dolor en medio eficaz de unión con Dios. Ellos han encontrado en esas circunstancias, dolorosas y absurdas, un significado desde la fe. Realmente Marcelino experimentó a Dios en medio de sus contratiempos. 114
La dinámica de la fecundidad apostólica que los evangelios nos presentan es la del grano de trigo que tiene que morir para dar vida. Esta lectura de la fecundidad del sufrimiento fue la que hicieron los apóstoles de la muerte de Cristo: “¿No era necesario que el Cristo padeciera esos sufrimientos y entrara así en la gloria?” Los santos explican la realidad de sus dolores de una manera que le resulta extraña a la teología, que afirma que Dios ni es autor del mal ni nos envía los sufrimientos. Ellos ven en sus dolores un modo de cooperar con la redención del Señor. Marcelino, refiriéndose a esta noche oscura, comenta: -“Todos estos contratiempos me afligen de verdad, pero no me sorprenden, pues hasta pienso y digo que no estamos al final de las pruebas. Estoy incluso seguro de que la divina providencia DISPONE CON CUIDADO todavía algunas más. Pero me atrevo a decirlo, con tal que Dios no me abandone. ¡Bendito sea su santo nombre!, yo nada temo. Llama meros contratiempos a lo que hemos considerado unas circunstancias tan adversas como para acabar con el naciente instituto y con él mismo. Su sabiduría interior le hace ver que estos sucesos son preparados por Dios, que es providente y permite todo para bien de los que ama. El verbo ménager, que es el término original francés que usa Marcelino, indica disponer con cuidado un acontecimiento. Con su lenguaje los santos relacionan el sufrimiento con la acción de Dios. Y así las pruebas son señal de vocación y de bendiciones. Y ahondando en esta experiencia del sufrimiento, por el que también pasó Teresa de Calcuta, en su noche oscura prolongada a lo largo de muchos años de su vida, concluye: -“Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control y podemos confiar plenamente en Él”. Volvemos sobre esta visión coincidente del sufrimiento como gesto del cariño de Dios para quien lo padece. Esta purificación hace al creyente más conocedor de la acción