volumen 10, número 1
enero-junio 2016,
R eseña
Tlalocan
Whilhem A drián C ásarez P érez Universidad Autónoma de Zacatecas «Francisco García Salinas»
iscariot_samael@hotmail.com
issn 1870 - 8196
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Desde su origen el ser humano ha tenido la necesidad de creer, de sentirse protegido, de estar en contacto y comunión con seres superiores que justifiquen su existencia en la tierra. Son innumerables los argumentos, las creencias, las posturas, pero sobre todo las modalidades en las que el hombre ha presentado y representado a sus divinidades. En culturas como la egipcia los entes supremos encarnaban aspectos de la naturaleza, simbolizaban ideas y funciones de poder expresadas mediante complejos y variados arquetipos. La teogonía griega incluía tanto a dioses de poderes sobrenaturales, como a semidioses heroicos e incluso seres mitológicos; entidades abstractas, duales, volubles, timadoras y, en consecuencia, humanizadas. Una gran cantidad de pensamiento moral, cosmológico y mitopoético envolvía a esas divinidades de reminiscencias acuáticas; esto último debido a la trascendencia de las amenazas e intimidaciones que supuso el mar durante la historia griega. Por su parte, el caso de Mesoamérica merece especial atención. Definido por el alemán Paul Kirchhoff en 1943 como la súper área cultural que actualmente comprende la parte meridional de México y otros países como Guatemala, Belice y El Salvador (quienes comparten estructuras y rasgos similares), su población concebía a los seres de culto como poseedores de un poder ilimitado. Según lo describen los códices Dresde, Borbónico, Borgia y la Matrícula de Tributos, tales entes entrañaban fuerzas de la naturaleza con personalidad humana. Así, Ometeotl y Omecihuatl eran respectivamente padre y madre de todas las divinidades; Tezcatlipoca y Quetzalcóatl eran creadores del mundo; Tláloc y Ehécatl eran proveedores de la lluvia y la vida. Cabe resaltar que diversos investigadores prefieren traducir el concepto prehispánico de «Téotl» como señor y no como dios. El nombre de Tláloc proviene del náhuatl clásico y significa «néctar de la tierra»; englo-
ba conceptos básicos como el agua, la lluvia, los terremotos y los rayos. Esta divinidad es una de las más antiguas y veneradas de toda Mesoamérica, tanto en su periodo preclásico como clásico y postclásico; incluso continuó siendo fundamental para las distintas comunidades agrícolas autóctonas. Originaria de la cultura de Teotihuacán, pasó a Tula después de la caída de la ciudad, y de ahí se esparció su culto entre los pueblos nahuas. Los mayas, al tener contacto con los teotihuacanos, adoptaron a Tláloc y lo identificaron en la forma del dios Chaac. En la cosmología tlaxcalteca, Tláloc se casa primero con Xochiquétzal, diosa de la belleza (he aquí un final alternativo de algún número de la historieta, lo cual también simbolizaría la unión del mundo prehispánico con el moderno, así como la restauración del planeta). Finalmente Tezcatlipoca secuestra a Xochiquétzal y Tláloc se casa con Matlalcueye, con quien procrea a Huixtocíhuatl. Una vez contextualizada la implicación que el término de las divinidades y, en específico, los dioses prehispánicos han significado en la cosmovisión del hombre desde la antigüedad, puedo abocarme al motivo de esta celebración: el quinto número del Tlalocan. Historieta donde Tláloc, figura que envuelve misticismo, magia y sabiduría ancestral, persigue junto a Xóchitl y sus tlaloques un propósito concreto: restaurar el balance de los humanos con su entorno natural y, sobre todo, con el agua. Las culturas prehispánicas consideraban a dicho recurso como un elemento indispensable, valioso y divino, dador de limpieza, felicidad y armonía. Concepción disímil a la sociedad moderna, que a pesar de saber su función como proveedor de vida humana, animal y natural, así como impulsor del crecimiento social en todos sus rubros; subestima su cuidado en aspectos como la contaminación y el desperdicio.
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Por lo anterior, es meritorio el esfuerzo que lleva a cabo la Maestría en Ingeniería Aplicada con Orientación en Recursos Hidráulicos de la Universidad Autónoma de Zacatecas para difundir una obra que aborda el cuidado del líquido vital. Su intención, más que buena, es trascendente: Tlalocan se ha convertido en una historieta pionera en abordar temáticas sobre preservación de los recursos naturales y difusión de valores en niños y jóvenes. Un trabajo lúdico, divertido e interesante, bien realizado en su formato de cómic, en el guión y el diseño; aspectos que a su vez podrían enriquecerse y optimizarse con el conocimiento especializado de ilustradores y antropólogos. Es preciso elogiar el riesgo y la iniciativa de efectuar en el primer número un tiraje de ejemplares en lengua náhuatl, lo que patentiza la inclusión de las culturas en este proyecto a través de la palabra. Como amante de las imágenes y de su intención en la vida es importante mencionar que el trabajo está lleno de matices, de luces, de realismo. Una historieta que en sus cinco números plantea tanto la relevancia de los recursos naturales, como lo valioso de emprender una encomienda en la vida. Tal es el caso de Xóchitl, que reclutada por el señor Tláloc tiene como tarea devolver el equilibrio al agua, mientras que cada número le impone una travesía y un reto diferentes: el primero, la búsqueda y la encomienda; el segundo, el encuentro; el tercero, la compañía y la aventura; el cuarto, el rapto, el rescate y la convicción; y el quinto, a juzgar por su distinción con los anteriores respecto a los gráficos y el guión, aborda el caos y el sueño. Por todos esos motivos, Tlalocan es una historieta recomendable no tan sólo para conocedores del ánime o la caricatura, sino para cualquiera que guste de temas antropológicos, ecológicos y sobre sustentabilidad y cuidado del agua. Es grato ver que una maestría enfocada en temas hidráulicos integre a sus inves-
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tigaciones temas antropológicos y de rescate de la cultura. Con ello ha alcanzado algunos de los propósitos de la universidad pública: ser multidisciplinaria, llevar a la práctica las investigaciones de calidad, incentivar y difundir los estudios especializados, encontrar una finalidad social y patente en la población, además de conectar con ella. Tlalocan entraña un ejemplo y una invitación a todas las facultades a trabajar de manera multidisciplinaria por el cuidado de los recursos naturales y el rescate de nuestra cultura antigua, además del fomento a la lectura. Es sobre todo una exhortación a las facultades de antropología, historia, las humanidades en general, a promover o integrarse en proyectos valiosos dirigidos a la concientización; es urgente formar visiones críticas ante el entorno y el significado de la vida en comunión con la naturaleza y los orígenes. Por último, deseo agradecer a Proyecto Editorial de la uaz por su invitación y por catapultar proyectos de esa trascendencia y originalidad. Incito al público a que conozca y disfrute esta iniciativa de rescate que espero llegue a muchos números más. Texto leído durante la presentación del quinto número de la historieta Tlalocan en la Feria Nacional del Libro Zacatecas 2015.