Lengua y literatura del trópico: del c astell a no imperi a l a l e s pa ñol i n t e r nac iona l Héctor Abad Faciolince
Antes de empezar quisiera decir algo muy breve sobre Spinoza, el benévolo filósofo de origen ibérico de quien esta Cátedra ha tomado el nombre (por feliz sugerencia de Fernando Savater e Isabel Lorda Vidal). Dos filósofos holandeses, Erasmo y Spinoza, abrieron para el pensamiento occidental un camino de serenidad, de no violencia, equilibrio y tolerancia religiosa. Spinoza, en particular, fue bien definido por Bertrand Russell como «el más noble y el más amable de los grandes filósofos. Intelectualmente pudo ser superado, pero éticamente es insuperable». Jorge Luis Borges lo retrató muy bien en los tercetos de un soneto que dirigió a ese judío heterodoxo que se dedicaba a pulir lentes y a pensar en un Dios que era toda la Naturaleza. Ese «Dios de Spinoza», tal vez el único concebible, es el mismo en el que creían Einstein y, quizá, también Borges: 179