Espacios memoriosos (ensayos y entrevistas)
Esta publicación fue financiada con recursos federales, a través del Programa de Apoyos a la Cultura en su vertiente Apoyo a Instituciones Estatales de Cultura 2019. Este programa es público ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa.
Muñoz Palos, Miguel Ángel autor Espacios memoriosos (ensayos y entrevistas) / Miguel Ángel Muñoz Palos. -Cuernavaca, Morelos : Fondo Editorial del Estado de Morelos, 2019. 124 páginas. ISBN 978-607-8658-14-5 (Fondo Editorial del Estado de Morelos) 1. Artistas – Entrevistas 2. Arte – Entrevistas LCC BH301.C84
DC 153.35
Imagen de portada: Ignacio Iturria, detalle de la obra en acrílico sobre papel, 2017. Detalles en páginas interiores: Leonel Maciel, tinta sobre papel, 1994. Coordinación editorial: Montserrat Orellana Colmenares Revisión: Eduardo Oyervides y Elizabeth Pérez Trigo Diseño y formación: Jade Gutiérrez Cuidado de la edición: Ángel Cuevas D.R. © 2019, por el texto: Miguel Ángel Muñoz Palos D.R. © 2019, por la edición: Secretaría de Turismo y Cultura Fondo Editorial del Estado de Morelos Calle Miguel Hidalgo 239 Colonia Centro 62000 Cuernavaca, Morelos http://turismoycultura.morelos.gob.mx ISBN: 978-607-8658-14-5 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin el previo y expreso consentimiento por escrito de los editores. Impreso y hecho en México
Espacios memoriosos (ensayos y entrevistas) Miguel Ă ngel MuĂąoz
Para Maricela SaldaĂąa, puente de luz entre la poesĂa y la pintura.
I. Argumentos plรกsticos
Roger von Gunten: los instantes de la memoria
El impulso de pintar no procede de la observación, ni tampoco del alma (que probablemente es ciega), sino de un encuentro. John Berger
La pintura es un signo poético. Todo en ella permanece y se transforma. Color, forma, figura, espacio, confirman el cambio, el ritmo y el movimiento. Este equilibrio pictórico y radical lo descubro en la obra de Roger von Gunten. En Picasso es revelación; en Juan Gris, el abismo puramente estético; en Von Gunten, conquista inédita cuyo valor más sagrado es entender la pintura, aquello que no se puede decir con palabras; es un espacio puro, sin límites. El arte de Von Gunten impresiona, domina nuestra mirada por su espacio imaginario: más que acrílicos sobre múltiples materiales, sus cuadros son la pintura misma. No quieren integrar un discurso vanguardista sino recuperar un espacio imaginario, un diálogo continuo con su propia obra, “sobre todo en la delicadeza –dice Luis Cardoza y Aragón– de sus caseínas, que suelen ser admirables, nos da un eco suave, como vegetal, de diluido expresionismo germánico. Es dueño de un estilo”.1 En su pintura hay una mirada despierta que está interrelacionada en su totalidad en un juego poético sorprendente, inédito. Y la figura, la atmósfera, el vacío, Luis Cardoza y Aragón, Pintura contemporánea de México, Editorial Era, México, 1974.
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los sentidos, gritan lo mismo: espacio que encuentra presencias. Rítmica vibración estética, diría Octavio Paz. Para Roger, la pintura no sólo es comunicación. Es también acción, intervención selectiva en un caos expresivo a través de las formas; una calidad nueva que se alcanza en el momento mismo de la realización de la obra. La trayectoria de Roger von Gunten (Zurich, Suiza, 1933) es un caso excepcional en el arte mexicano. Se dio a conocer en la década de los sesenta y, más de cincuenta años después, sigue este mismo camino, sin que haya mermado el interés por lo que hace. En este sentido, Roger, habiendo fijado su identidad artística inicial en una concepción analítica de la pintura, no ha dejado de evolucionar. En primer lugar, durante los años de 1960, afrontando una dimensión más expresionista y barroca de lo pictórico, de atmósfera muy romántica; y, más tarde, durante los ochenta, depurando de manera sustractiva su lenguaje, hasta transformarlo en una visión cada vez más vitrificada. En realidad, desde hace más de veinte años Von Gunten ha alisado la superficie pigmentada, no sólo convirtiendo las figuras y los gestos en apenas una impronta patinada, sino neutralizando los campos de color, que parecen barridos cromáticos. Durante estas dos décadas, Von Gunten se especializó en un modo de representación donde la figura es el pretexto, pero casi nunca parte de una convención pictórica donde el espectador pueda identificar y aislar referencias actuales en esa categoría de la historia del arte. Sabemos que sus pinturas son personajes, pero no siempre estamos seguros de cómo los vemos o, mejor dicho, cómo los descubrimos. Una de las motivaciones más convincentes que hay detrás de su obra es la confrontación con el abismo que hay entre la figuración como categoría de la historia del arte y como forma de experimentar su contexto plástico y de belleza. “La historia de la pintura occidental respondió siempre al canon clásico, cuyo valor artístico se cifraba en la plasmación de la belleza”, dice
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Francisco Calvo Serraller.2 Von Gunten no sólo busca la belleza, la figura, el paisaje, sino toda una vinculación estética y poética en cada uno de sus cuadros. Vida en el bosque (1975), Hongo visto por debajo (1986), Paisaje con ser de otro mundo (1984), Jama 1 (1988) o Desnudos en el palacio del corazón (1992) son, sin duda, la síntesis visual de su universo pictórico, el cual se pudo ver en dos grandes exposiciones retrospectivas: Roger von Gunten, en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México (1978) y Roger von Gunten. Lo visual y lo visible, en el Palacio de Bellas Artes (1989). Sin embargo, frente a lo que pudiéramos llamar variantes de la generación de la Ruptura, de gestos matéricos como los de Lilia Carrillo o expresionistas como los de Fernando García Ponce y José Luis Cuevas, la pintura de Roger von Gunten destaca porque tiende hacia la tradición figurativa, asimilada a través de la naturaleza y el paisaje europeos, figuración que alcanza pronto un elocuente lenguaje formal. “Extraer de la moda –dice Baudelaire– lo que ésta puede tener de poético en lo histórico, obtener lo eterno de lo transitorio”.3 Sin duda, Von Gunten lo sabe, pues actúa, interviene, traduce de la naturaleza y de su propio mundo los estímulos visuales que le suscita el objeto estético. Se trata de exponer la naturaleza a partir de “la petite sensation”, de las “sensaciones cromáticas que desata la luz”4 y que son la causa de las potentes figuraciones formales que crean las pinturas de Von Gunten. Desnudos, plantas, paisajes, hongos, signos vitales que mueven y nutren su espacio visual. Para él, el acto de pintar, al menos a partir de los años setenta, sucede en un espacio imaginario y –al igual que Paul Klee– trata sobre ocupación frontal del tiempo, o mejor dicho, de la manifestación de un determinado comportamiento respecto 2 Francisco Calvo Serraller, Los géneros de la pintura, Editorial Taurus, Madrid, 2005.
Charles Baudelaire, Salones y otros escritos sobre arte, Editorial Visor, Madrid, 1996.
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John Berger, El tamaño de una bolsa, Editorial Taurus, Madrid, 2001.
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al acto de pintar que se concreta en el tiempo. Este planteamiento, que es obvio en algunas series, a partir de ese acto fundamental complica las obras, con aglomeraciones poéticas de todo tipo, en las que la figuración convive con el desorden aleatorio, es decir, la unidad del cuadro se complementa con la fragmentación; los símbolos y los alfabetos se transforman, en ciertos momentos, en figuras específicas. Por ello, el arte de Von Gunten brota: es visión de la memoria. Cada forma parte de cierto equilibrio. Baudelaire diría que “el equilibrio es forma y viceversa”.5 Afirma Von Gunten: “El tiempo medido no tiene mucho que ver, pero es un combate con armas ligeras brillantes, puntiagudas. No es, como en la tela, asunto de aguantar y sostenerse, surgir a pesar de todo. No quiero decir que el dibujo se hace en un par de horas o no se hace. Parece que se hace en un par de horas o no se hace. Es un asunto de nitidez, de concentración, de enfoque impecable…”6 Parece que Roger no puede hablar de la pintura sino de una parte de su contenido, de la pintura con su complemento que es el dibujo, de la línea breve, del trazo libre, de lo total en sus creaciones. Cuando habla de nitidez o de enfoque impecable, se refiere a una concentración del acto pictórico. Von Gunten pretende, por un lado, partiendo de su concepción, hablar de un nirvana imaginario dentro de su trabajo. Esto es, un nirvana donde se efectúa la total extinción de la individualidad sin pérdida de la conciencia en la unión con el universo. En los cuadros de Von Gunten es necesario encontrar no la totalidad de una obra por sí misma sino de la consecuencia reflexiva de un proceso, el tener conciencia de proponer algo, de crear nuevas imágenes: “Para mí hay una relación estrecha entre el dibujo 5 Charles Baudelaire, El pintor de la vida moderna, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, Murcia, 2000.
Todas las citas identificadas o atribuidas a Roger von Gunten que aparecen a lo largo de este ensayo están publicas en el suplemento Sábado, 1114, de Unomásuno, sábado 6 de febrero de 1999.
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y un cuadro. Rechazo las transposiciones no compensadas; es decir, hacer un boceto chico y luego `pintarlo en grande´, o querer hacer un óleo como si fuera un guache. Como si diera lo mismo”. Esta conciencia reflexiva se apoya en una visión personal, previa al acto creativo, pero al mismo tiempo es una visión plástica de sí misma. “Una línea sueña”, dijo en cierta ocasión Paul Klee; las líneas, cuando son esbeltas, forman cuerpos que se despliegan en el espacio y nos invitan a soñar en el vuelo. “Debe observarse que toda forma esbelta –dice Bachelard– tiende hacia la altura, hacia la luz. La forma es un impulso formado que se despliega en el aire, pero en el aire luminoso”.7 Su obra de los años ochenta y noventa es una secuencia de sustracciones y reconstrucciones espaciales de resuelta voluntad antivolumétrica, obstinadas en la búsqueda de una cierta pureza formal como contenido de la obra. Esta pureza se traduce en el equilibrio cromático que limita al extremo la dimensión material. El espacio se transfigura en un haz de luz. Conteniendo siempre el gesto expresionista, sin embargo, Von Gunten recurre en ocasiones al gesto mental o al raspado para alterar la aparente planitud de sus superficies y conseguir, de este modo, ese eficaz impacto lírico subrayado tan a menudo por la crítica. Hasta la década de los noventa, su pintura incluirá zonas cubiertas de color y goteamientos claramente marcados, mientras que desde entonces y durante casi toda la década del 2000, los colores se hacen más tenues, aparece una pintura vaporizada y, en suma, se da una visión más desmaterializada que las anteriores, fruto de ese despojamiento más teórico y que se va convirtiendo poco a poco en más sutil y poético, simplemente por la madurez de la pintura. Los grises, sienas, azules, rojos, verdes, la degradación más oscura de tonalidades e incluso la condensación cremosa de pigmentos nos inducen a pensar en una reflexión severa por parte del
7 Gaston Bachelard, La tierra y los ensueños de la voluntad, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
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artista sobre las raíces de la figuración y la problemática conceptual del arte contemporáneo. Ocres y azules sesgados por construcciones limitadas en negro, de remotas reminiscencias geométricas, alejan esta obra de periodos aparentemente más serenos donde el protagonista del blanco transmitía plácidas sensaciones cromáticas. El espacio y la luz o la saturación cromática que gradúa los propios efectos lumínicos en ese nuevo espacio fantaseado, la obra, se convierten en los protagonistas que ordenarán, en la superficie neutra de la tela, las tensiones plásticas y visuales que las formas estéticas por sí mismas sean capaces de generar. La pintura de Roger von Gunten genera formas esbeltas que celebran el dinamismo espacial no sólo por su naturaleza sino hasta por su, a veces, prodigiosa manera de evocar lo luminoso del aire, como ocurre en algunas piezas de los años noventa. No se trata de un acto de reconocimiento, sino más bien de un proceso constante donde observar los propios límites perceptivos y contemplar la textura, el color y la superficie de una pintura llena de imaginarios poéticos. “Es preciso –dice Albert Ràfols-Casamada– trabajar en profundidad, aunque la pintura sea una superficie plana recubierta de colores y el dibujo una provocación de grafito sobre el papel en blanco”.8 El conjunto de la obra de Von Gunten posee un tono inconfundible: una suerte de armonía entre razón y equilibrio, entre la tensión producida por la realidad y la belleza inherente a la estructura de color. Es como si el artista, en una poética que se convirtiera en sumamente personal, mitigara el dramatismo de algún contenido –por ejemplo, en el cuadro Plantas en una barranca (2008)–, mediante la belleza intrínseca de los colores y las formas, o pusiera formas inéditas a un paisaje, una luz, un espacio no determinado.
Albert Ràfols-Casamada, El asombro de la mirada. Convergencia de textos, Editorial Síntesis, Madrid, 2010.
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Por otra parte, estas formas figurativas imaginarias que tratan de manifestar el dinamismo de lo aparentemente estático se corresponden con una categoría fundamental para la estética y el arte contemporáneo, la categoría de lo sublime. Las figuras de las pinturas de Roger –cuerpos que se despliegan en el espacio– consisten, por tanto, en la manera en que patentiza o revela el dinamismo oculto en la magnitud. No depende de la comprensión de un objeto por medio de categorías: se trata sólo de concebir la representación del objeto. Al ver las creaciones de Von Gunten se nos permite construir mundos diversos: poetas entre pericos, ballenas que brincan entre ola y ola, pájaros sobre volcanes, desnudos en medio de paisajes. Las figuras retorcidas o tensas, convulsas siempre, expresan movimientos contradictorios que buscan y que encuentran un significado. Crean un mundo de formas. El arte de Von Gunten se debate entre la composición estricta de las formas y el dinamismo de la materia y el color, con lo que logra un equilibrio propio de las constantes de su obra madura. Ahí entendemos la enorme importancia de la asociación dibujo-pintura en el campo estético de Von Gunten. Sólo a partir de esto se fundamenta la creación pictórica en un plano autónomo. En la obra de este pintor encontramos la reinterpretación del uso del color, de la composición. En esta idea de la creación y de la pintura en relación con la estética, con lo bello y sublime, descubro un elemento fundamental de su proceso pictórico: la construcción de un hábitat donde sus personajes se desarrollan. El pintor como creador, como transformador de la pintura a través de la imaginación, en cada cuadro construye formas definidas que están en perpetuo diálogo con un espacio vacío en envolventes movimientos, de ahí su definición. Von Gunten nombra, disuelve imágenes en el espacio; no traduce, profana. La obra de Roger hila frágiles geometrías que mantienen el horizonte, composición y destrucción (como en la línea que va de Turner a Monet). Para Giorgio Morandi hay reacciones antagóni-
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cas que crean la unidad del cuadro. Von Gunten crea cuadros de atracción visual que mueven la imagen hacia la poesía con fuerza magnética evocadora de síntesis estéticas. La pintura se proyecta en universos dobles: forma y confronta. De esta manera, la tela en blanco le devuelve a Von Gunten la pasión privilegiada que le permite crear nuevas superficies. Presumiblemente, el lienzo es el único lugar que posibilita e invita a la creación. Pero Von Gunten hace posible su idea en cada línea: la pintura que no acepta condiciones sino que hace valer su propio impulso mágico y concreto: la explosión final, el espacio que regresa al cuadro, eclipse definitivo que merece el calificativo de vertiginoso. Su obra reciente, que va de finales de 1998 a 2011, consta de acrílicos sobre tela, dibujos, grabados (todas las técnicas gráficas) y escultura. Forman un conjunto complejo. Una síntesis más completa, profunda y refinada que puede ser interpretada como una forma cabal de quedarse progresivamente con lo más esencial, pero también como una mejor integración entre los lenguajes y, sobre todo, una manera de actualizar la materia y el espíritu de la pintura tradicional. Ha revisado la complejidad textual de su obra de finales de los setenta y principios de los ochenta, transformando la superficie de la pintura en una depuración total del color y la figura, entrelazadas y entrecruzadas, o bien, creando superficies poco emplastadas sobre las que sitúa sus figuras, como en sus cuadros Pasaje árido con río con pez (2008), Flor de humedal (2008), Escena con una manzana (2008), Nadadora bajo el agua (2009), Pandemonium (2009). En sus pinturas Von Gunten inventa formas nuevas de cuya asociación se define la figura que constituye su signo gráfico distintivo. La forma, en definitiva, es el logro de una amplia trayectoria, constante y ardua, sobre una gama reducida de elementos cardinales que califican la obra terminada: color, textura y trazo. El color impone un ritmo pictórico que, en contrapunto, lo domina todo. La textura hace expresiva la superficie pictórica. El trazo impone el
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signo del artista en el concepto teórico, logrando por momentos una “sublime belleza”, como quería Lyotard.9 Su obra última denota una madurez y el dominio depurado y sabio del oficio. Una madurez que da la vida, el éxito, la lucidez en las ideas, el paso de los años. Una plenitud total, una vida, en fin, dedicada al arte. Esta época creativa reciente –que va de 2008 a 2012– constituye un eslabón fuerte, no lineal pero sí intensivo, en su ya dilatado proceso creativo que abarca casi sesenta años. En retrospectiva, la obra de Von Gunten es y siempre ha sido una búsqueda interna, espiritual o simplemente un anhelo de verdad. El artista aúna mundo y obra, equilibrio y dinamismo interno, control y depuración expresiva de la figuración –color sometido por unas variaciones poéticas–. Nos encontramos frente a una figura que imagina y siente el pensamiento de los tiempos, y ahí está la emoción: la música que ilumina lo oscuro del yo, las cosas que raramente vemos, pero que Roger hace visibles. “También yo pertenezco –dice Charles Lamb– a la categoría de las personas dotadas de una inteligencia imperfecta: les basta con el fragmento, con el sencillo detalle de una verdad”. Sin duda, Roger von Gunten pertenece a este tipo de creadores.
Jean-Francois Lyotard, Lecons sur I’ Analytique du Sublime, Galilée, París, 1991.
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