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Celebraciones, sabores y sonidos
una parcelación en Quirama, cuenta que los que viven allí, “a veces sienten que están guadañando, salen y meten el grito diciendo que, ‘¿qué es el ruido?’, ‘¿están talando el bosque o qué?’”. Al final, nos dice “resultamos de mayordomos de ellos”.
En cierto sentido, hoy la promesa de desarrollo se está haciendo realidad para el oriente antioqueño, obras de gran importancia territorial están tomando lugar en la región, pero en el proceso vemos cómo las personas originarias del territorio están afrontando consecuencias que ponen a prueba sus prácticas de sobrevivencia. La preocupación general evidenciada en las siete veredas que recorrimos tiene que ver con una valorización desproporcionada de la tierra que no deja espacio para las viejas formas de habitar el campo; asistimos pues a un momento en el que pareciera no haber cabida para las gentes del pasado.
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Por: Guillermo Federico Rey Sabogal
Para poder hablar de las prácticas comunitarias que se dan en el Núcleo Zonal Agua Claras y que han permitido la integración sobre todo de sus miembros nativos durante mucho tiempo, merece la pena considerar tres aspectos vitales que aglutinan a la comunidad: las celebraciones, las comidas y la música. Estos tres aspectos logran vincular el espacio de la vida individual, de la familiar, de la vecindad, e incluso la comunidad veredal, porque sacan a flote lo mejor de cada uno de sus miembros, desde sus conocimientos y saberes heredados y ensayados hasta el aprendizaje de nuevos quehaceres que construyan comunidad. De ahí que las maneras de hacer, cocinar, celebrar y hasta percibir la música se constituyen en propiedades intangibles en la búsqueda de resistencia cultural a través de sus propias manifestaciones.
Las maneras de hacer estas celebraciones, comidas y músicas encuentran asidero en sus propias estructuras elementales que las constituyen, y que permanecen y se difunden por todas las veredas del Núcleo Zonal, de ahí que funcionen como adherente, a pesar de las transformaciones que las ponen a prueba constantemente.
A lo largo de las siete veredas
documentadas se cuentan historias de lo que fue y de lo que es ahora el funcionamiento de estas prácticas, en un ir y venir por la memoria que denotan los vestigios que las estructuran a través de las transformaciones. Por ello, hablemos de dos prácticas que pueden pensarse como reminiscencias de lo que ahora llamamos las Juntas de Acción Comunal, que como vestigios, funcionan a la par de esta organización relativamente moderna: las romerías y el convite. igual manera, la comida tomaba gran protagonismo al servirse para recibir a los participantes de las romerías al finalizar el recorrido y como espacio para propiciar el encuentro, la interacción y el compartir. La institucionalización de la vida religiosa a través de las juntas de las fiestas de cada patrono, ha permitido disgregar y transformar un poco el uso de esta práctica, en celebraciones más complejas que han perdido un poco el itinerario desarrollado en las veredas.
Las romerías El convite
Se refieren a actividades que colectivizan la creencia católica para conmemorar su fe a través de recorridos, a manera de procesión, al interior de la vereda. Generalmente, son organizadas por los colectivos de feligreses de cada parroquia o junta de las fiestas religiosas. A sus recorridos que podían durar hasta 3 o 4 días asistían todos los grupos etarios, convirtiéndose en un ritual de integración comunitaria a través de la fe. A esta práctica venida de las celebraciones católicas se les agrega la música de las bandas de las procesiones en algunos casos, y en otros más particulares, la música de guitarra (Trujillo, 2018, p. 95). De Acerca del convite se han hecho algunas precisiones en un apartado anterior; de este se resaltaba el constituirse plenamente como práctica comunitaria de integración en pro de la solución de alguna necesidad colectiva, familiar y/o comunitaria. A este rasgo de necesidad se sumaba el marcado sentido de pertenencia de las personas que gestionaban lo necesario para sobrepasar sus carencias, en ocasiones superando dificultades incluso institucionales, como la ausencia del Estado en algunas regiones del país. Para esta parte, interesa destacar que a esta forma de asociación se vinculan otras como la música y la comida, aunque esta vez no solamente como
catalizador, sino, en el caso de la comida, como productos de venta para la recaudación de dinero en pro de dar solución a los requerimientos comunitarios.
La venta de empanadas, pasteles, tamales, fritanga, Tapetusa, y todo el proceso de hechura de estas, también se construye comunitariamente, pues el excedente se transforma en la infraestructura necesitada en la comunidad. Los procesos culinarios se delegan a las familias con tradición de saberes en la cocina, pero integran a todos los miembros que deseen aportar a través del aprendizaje de estos conocimientos que se colectivizan en función de la misma comunidad. Mientras tanto, la música ameniza como bien colectivo, cada una de las actividades a realizarse, pues el convite tiene varios momentos, unas referidas a la preparación de los eventos de recaudación y gestión, y otros referidos a la construcción en sí de cada parte de la infraestructura. Desde niños y mujeres embarazadas que llevan rocas desde el río hacia la futura cancha, hasta adultos que labran la tierra reconvertidos en obreros de cemento y ladrillo que transforman un cultivo de tomates privado en una nueva escuela para los hijos de todos sus vecinos. De igual manera que la romería, el convite ha quedado relegado de manera paulatina a la gestión veredamunicipio-gobernación que realizan las Juntas de Acción Comunal de cada vereda. Estas han integrado estas prácticas de manera más sistematizada a la consecución de recursos e infraestructura requerida en sus veredas, y además, para la organización de las fiestas patronales y todo lo que estas requieren.
Esto nos lleva a la siguiente forma de reunión integradora de la comunidad, con fechas y espacios claros dado los calendarios festivos católicos: las fiestas patronales que adoptó cada vereda. Entre estas encontramos: conmemoración del día de la Santa Cruz el 3 de mayo en El Cerro, fiestas a la Virgen María Auxiliadora el 24 de mayo en Samaria, fiestas a la Virgen del Perpetuo Socorro en La Sonadora el 27 de junio, fiestas a la Virgen del Carmen el 16 de julio, altar y feria de San Isidro en Aguas Claras en el mes noviembre, Presentación de la Santísima Virgen el 21 de noviembre en en El Cerro y La Milagrosa. Estas celebraciones conllevan una organización previa, una recaudación de fondos, un orden de los eventos y demás parafernalia, como las salves, los juegos pirotécnicos, los arreglos florales, la procesión y
el contrato de bandas marciales, además de orquestas y/o papayeras en algunos casos. De igual manera, la comida transversaliza los eventos integradores, el sancocho de gallina de campo, las empanadas, la fritanga, y el licor artesanal llamado Tapetusa, a base de caña y con anisados en algunos casos.
La Virgen María Auxiliadora en Samaria
El otro caso extraordinario en la vereda, fue cuando construimos, que ya teníamos las tres aulas bien bonitas, construimos un Nicho para la Virgen, y en una reunión nos pusimos de acuerdo sobre qué Virgen. La mayoría dijimos: “La María Auxiliadora”. Empezando por la familia Vargas, que era muy devota a la María Auxiliadora, y Don Argemiro Restrepo. Le hicimos un Nicho a la virgen muy bonito. Entonces, trajimos al padre, al párroco de aquí, Don Ramón Arcila, lo trajimos desde Sabaneta. Que se fue en 1956 de aquí para Girardota, y de Girardota pasó a Sabaneta. Entonces, lo trajimos para que nos hiciera una misita y nos bendijera la María Auxiliadora. Y entonces, allá no se nos fue solamente los campesinos, sino el pueblo entero se fue para allá. Porque como él era Santo. Él era un tipo carismático. Él fue cura aquí como 30 años. Se nos fue el pueblo para allá. Imagínese que tuvimos que coger todos los adultos y los muchachos desde los 15 años que nos pudieran y que nos ayudará a separar. Porque la gente era: “¡que es que ahí está el padre Arcilla!”. “No, necesito que me toque el padre a mí”. “Qué es que el dolor mío es aquí”. Que le sobara y le echara la bendición. Así que, la persona que quería arrimar a verlo tenía que arrimar hasta donde él. Tenía que ser de a uno, pero ¿cómo hacíamos? Eso fue muy difícil. No hubo una vereda que hiciera algo parecido (G.
Martínez, comunicación personal, 09 de octubre de 2019). Con relación a las celebraciones patronales, la música requerida puede ser de dos tipos: una banda marcial que sigue a la procesión y que interpreta desde valses italianos hasta ritmos fúnebres, manteniendo la liturgia necesaria por el fervor religioso mientras recorren los recovecos de la vereda; o bien, una orquesta que ameniza la víspera de la fecha culmen del patrono; así, interpretará la música que representa el festejo más prominente de la comunidad, por ello este formato de agrupación debe seleccionarse colectivamente y con anterioridad. En este proceso, entran en juego los gustos musicales de las generaciones antiguas y las nuevas, aunque por lo general, se pretende una orquesta que interprete música bailable, parrandera y pachanguera, que invite a la comunidad a estar feliz durante toda la
noche, consumiendo los productos preparados para el evento. Otra modalidad venida de la lírica católica se refiere a la ejecución de las salves, que son principalmente cada uno de los días del novenario hacia la santa patrona de la vereda. La salve está compuesta por las oraciones y rutinas requeridas día a día, pero que se le otorga a cada estamento vital de la vereda, impregnándolo de las propiedades características de cada agrupación, tales como: los jóvenes, la parroquia, la Junta, la escuela o alguna familia con marcada tradición religiosa. Cada grupo queda a cargo de convocar a sus integrantes y a entregar funciones y acciones para su día. La pólvora y los globos caracteriza a los más jóvenes, mientras que las de mayor contenido litúrgico corresponde al salve de la parroquia.
Historia del Cristo de El Cerro Bonifacio
Bueno, primero, había una cruz que entre todos la subimos. Un día, yo pensando: “¡Qué tan bueno poner ahí un Cristo!”. Y ya, no le dije a nadie. Un día llamé a un sacerdote, que es amigo mío, y le dije: “Padre, usted porque no me colabora para conseguir un Santo Cristo para ponerlo ahí en El Morro”. Me dijo: “Sí, claro que sí”. Otro día me llamó y me dijo: - “Ramiro, yo ya averigüé el Cristo y le vale millón quinientos. Usted verá si quiere o pida a toda la comunidad”-. Yo dije: - ¡qué va! Mi Diosito me ha socorrido a mí-, ¡hágale! Entonces, un día me fui a la terminal, y ahí me estaba esperando el padre, y fuimos al taller de la curia. Entonces, allá negociamos el Cristo y ya, me lo hicieron. Y ya después le dije aquí a la gente para hacerle el ranchito allá arriba. Fuimos se inauguró. Le hicimos una misa allá. Cuando un día, ¡cómo te parece! Que estos bandidos se llevaron el Cristo. Entonces, yo llamé al padre y le conté: -»se llevaron el Cristo estas groserías»- , pero me dijo: -»ve, ¿cómo así? Vamos a conjurarlos»-. Y otro padre de El Carmen lo conjuró también. Otro padre de El Carmen llamó a otro que tiene mucho carisma y me mandó a decir: - «Dejé que él aparece, cuando menos piense, el Cristo llega y se lo traen a la casa a usted, se lo van a traer a la casa»-. Yo dije: Bueno, pueda ser que aparezca. Un día me llamó Noé y me dijo: - «Don Ramiro, ¿cómo le parece? Unos muchachos que estaban por ahí recogiendo orquídeas, encontraron al Cristo, ¿qué hacemos? ¿Ponemos la
denuncia o qué?»-. Y yo dije: - No, que me lo traigan aquí a la casa o que me digan adónde voy -. Entonces, cuando un día llegué de trabajar, cuando lo encontré aquí en la casa, en la puerta, como me había dicho el sacerdote. Entonces, yo hablé con el padre Jaime, para volverlo a organizar, pues estaban las manitos y las piecitos rayados. Entonces, ya lo llevé a Medellín y lo arreglaron allá, y quedó normal. Volvimos y lo pusimos, y allá fue el padre Jaime a bendecirlo (R. Castañeda, comunicación personal, 11 de octubre de 2019). También encontramos las fiestas del campesino, que como su nombre lo indica, constituye una celebración de retorno a la tierra que les da año a año, para iniciar la temporada de cosecha de algunos productos, o sencillamente como momento y espacio de sublimación a través de la música, el baile, la comida, y toda la producción que estos conllevan. Como fiesta descentralizada conservaba ciertas características que permitían celebrar con arraigo los eventos y actividades que denotan el ser campesino. Actualmente, tal celebración se integra al resto de veredas del municipio en una celebración que se realiza en la cabecera municipal y que sirve como escenario de exposición de las prácticas, costumbres, saberes culinarios y musicales ante el resto de la comunidad campesina, pero también demás visitantes y habitantes de El Carmen y otros municipios.
Por otro lado, los músicos en tarima para la espectacularización que trae la competencia y diferentes concursos, así como la idea de atraer a más personas, van en detrimento de la muestra veredal de estos saberes, restringiéndolos a una o dos canciones por agrupación veredal, como argumentan los músicos entrevistados. En este proceso de recentralización de la fiesta del campesino, el desánimo
a la participación de los nativos de las veredas también responde a las complejidades burocráticas y financieras que involucra a la gestión de las Juntas de Acción Comunal, como expresan las mujeres que dejaron de participar en la hechura de los productos desde hace varios años. De todas formas, es el momento para festejar sin medida, la ingesta de licor artesanal y de comidas impregnadas de la memoria ancestral de la vida campesina estimula su propia conservación, aunque esencialista, es también actualizadora.
Otra época de celebración comunitaria es la que se refiere a las fiestas decembrinas que conmemoran la natividad anualmente, iniciándose con una novena diaria hacia el Niño Jesús. Aquí la preparación de la natilla y los buñuelos se vuelven comunitarios mientras cada gran familia coordina, para su propia novena, una variada oferta de atenciones que van desde la preparación de dulces y comida relacionada con la festividad decembrina, hasta juegos, rifas y dinámicas que favorecen la integración de todos los participantes.
De ahí que los chicos construyan un recorrido de novenas por toda la vereda, degustando esos entremeses que ofrecen los anfitriones, tales como dulces de tomate de árbol, de naranja agria, de sidra, de coco, etc. mientras cantan los villancicos y rezan las oraciones propias de la navidad. Pero además, se centraliza una gran novena en la escuela o espacio comunal, en esta, también se acumulan entre rifas y juegos teniendo como momento diferencial la entrega de regalos a los niños que han participado en ella teniendo previa inscripción.
Con relación a celebraciones con un carácter más privado, encontramos las fiestas de cumpleaños, matrimonios, días de la madre y del padre, entre otras celebraciones que requieren comidas más específicas y músicas más complejas. Entre sancochos de gallina de campo, sudados de carne y frijoles con diversidad de revueltos, las familias se agrupan alrededor de innovadoras cocinas que mezclan el horno estufa de leña de leña con las nuevas cocinas integrales. Los que son a leña traen consigo las memorias de antaño a través de los sabores específicos que genera la combustión de diversas maderas en los alimentos.
El pandequeso campesino con chocolate en estos hornos contienen esa reminiscencias de una vida difícil que ha quedado atrás, conociendo los daños de estos humos, a pesar de direccionarlo con chimeneas, ya cocinar en ellos se convierte en un evento especial para la familia donde
todos aportan. Desde el que consigue la leña hasta el que sirve los platos, pasando por los recolectores de los aliños y el que sacrifica a la gallina, todo venido de las granjas y huertas caseras. Pero también, dependiendo la tradición familiar y sus gustos, y la envergadura de la conmemoración, contratan músicos de cuerdas para que los hijos les bailen alrededor a sus madres en su día homenaje, por ejemplo.
En todos estos eventos las comidas juegan un papel preponderante, no solo en el campo nutricional como tal, sino en el integrador y en el pedagógico, pero sobre todo, en la conservación de saberes y como motor de las reformas veredales. A la frase de que a punta de empanadas se construyeron todos los espacios colectivos de las veredas, sigue siendo poca forma de describir la importancia de este dispositivo en la consecución de objetivos comunales y familiares. Era el motor de las romerías y de los convites y ahora lo es de todos los eventos organizados por las Juntas de Acción Comunal, hasta las formas de sobrevivir y sacar adelante a varias familias. Por ejemplo, en esta misma lógica de subsistencia, encontramos a la realización y venta de la morcilla casera, tortas para fiestas y el licor artesanal (Tapetusa). Todas impregnadas de conocimientos que recogen años de tradición en riesgo de extinguirse si no se documentan y se les da la importancia que las amenazas reales y externas le quitan.
Receta Tapetusa
Uno pone a vinagrar una cantidad de agua y se le echa panela; pero que sea regional. ¡Entre más perillúa mejor! Traída del monte. Se le echa una cantidad de agua y de panela, la pone en un barril de agua a vinagrar unos 15 ó 20 días hasta que de punto. Cuando ya está a punto, uno arma el alambique y empieza a meterle leña y a sellar esto bien, porque esto es puro sudor. Y a meterle candela. Hasta que el agua llegue al alambique. Hasta que por el alambique salga otra agua un poquito más fría, más tibiecita. Pero no dejar que el alambique se sobrecaliente por encima. Ahora mismo le estoy echando anís estrella. Eso le da coto o mamas. Entre más coto o mamas, más ligero vinagra porque queda el asiento de vinagre ahí para la siguiente tanda.
Receta de la Morcilla
Ya hace varios años hago la morcilla. De hecho cuando la niña estaba pequeña, yo estaba haciendo la morcilla para ayudarle al esposo con el estudio. Y la dejé de hacer porque entré a trabajar a las flores pero la gente me seguía pidiendo morcilla, así que bueno, ahora me está quedando mucho mejor. Cada 20 días hago unas 50 libras. La gente me va diciendo que le eche esto y aquello, y así a la gente ya le sabe el gusto mejor y me compra más. Yo lo aprendí un poco de las hermanas mías. Yo voy y compro los menudos los lavo con mucho limón y al otro día lo dejo en la nevera. El día anterior, cocinamos el arroz. Si es para tres menudos, usamos 10 libras de arroz y 3 olladas de papas en la olla a presión grande de 8 litros. Y ya la papa se cocina y la migamos al otro día. Al arroz se le echan los aliños, lo que es la sal y el comino molido, la cebolla picada en rama y blanca de huevo. También le echamos ‘el empella’ que venden en las carnicerías. Eso es lo que les da el gusto. Por ejemplo a 3 menudos le hecho 5 libras de ‘empella’. Queda más sabrosita y más buena. La ponemos fuego alto, y se demora entre tres o cuatro tandas, y la saco, luego se reposa. Los vecinos nos la piden por el whatsapp de mi hija, porque yo tengo un celular de los sencillos (B. García, comunicación personal, 11 de octubre de 2019).
Con los efectos de los nuevos modos de cultivar, que cambian las maneras de cocinar y comer, encontramos en riesgo la diversidad de los frijoles en sus especies, además de las variedades de uso de la sidra o guasquilas, de las coles, o las papas y sus dificultades intrínsecas de protección a su fruto. Además, la competencia de los productos foráneos no les permite a las nuevas generaciones concebir el sustrato alimentario y ancestral de las
plantas cultivadas desde siempre por sus familias y vecinos. Son extraños los jóvenes que disfrutan de unos frijoles con coles o con guasquilas, así como es extraño encontrar frijoles cachetones en veredas diferentes a El Cerro o La Milagrosa, pero más extraño es encontrar a sus adeptos comensales. El cargamanto es el frijol rey, no solo del Núcleo, el municipio, la subregión o el ámbito nacional. El fríjol cargamanto de El Carmen de Viboral ha sido campeón mundial entre sus especies y afines, es un orgullo regional: debe brillar y sonar al contacto. Entre sus formas, se esconden rasgos propios de las más de 32 mil especies de frijoles existentes (J. Carreño, comunicación personal, 24 de octubre de 2019).
En todas las siete veredas, a manera de resistencia, encontramos huertas constituidas, que pueden tomarse como testimonio de lucha contra los errores propios de las maneras de cultivar que les costó la vida a muchos, por el uso indiscriminado de compuestos tóxicos para mejorar las cosechas y combatir las plagas. También lucha por el agua y los costos del uso del suelo que les ha pertenecido desde siempre, a través de producir su propio alimento, con un excedente para distribuir sus productos a los nuevos clientes con nuevas maneras de consumo responsable, ofreciendo, no solo el producto, sino el conocimiento para que se difunda. Cultivando en círculos, procesando sus propios compostas, plantando barreras orgánicas que defienden y recuperan el hidrógeno del terreno, todo esto, sin usar productos tóxicos que vuelvan a envenenar a la tierra como sucedió antaño. Resisten desde la agroecología postmoderna, pero que siempre estuvo ahí como epistemología vital ancestral, destruida por las expansiones productivas transnacionales: se recuperan estos conocimientos para re-existir.
Por otro lado, la música de cuerdas también resiste, y sus músicos empíricos salvaguardan y difunden ese conocimiento como se ha hecho siempre: tocando y escuchando. Encontramos estos valores musicales como la muestra del espíritu que cataliza la vida festiva de las gentes de estas veredas y su arraigo a la tierra. Los mayores adoran esta música que corresponde una variedad en sí, que caracteriza como música campesina, que va desde boleros y tangos hasta merengues y sones, pasando por rancheras, corridos, carrilera, pachanguera, parrandera, bambuco, cumbias, torbellinos, valses y vallenatos. De igual manera, los
instrumentos que han sido usados por estos músicos son la guitarra, el tiple, el requinto, la lira, la raspa o guacharaca, y por último, y más que importante, la voz. Los músicos nos dieron cuenta de este conocimiento en las veredas, pero que se ha fragmentado, son realmente pocos los que continúan tocando y ensayando, ganándose la vida con este arte. Hablamos de conocimientos empíricos que se aprendieron haciéndose, bajo unos usos que fomentaban la unión de la familia y la comunidad, desde las serenatas de enamorados y días de la madre hasta las parrandas familiares y los festivales comunitarios, pasando por las consabidas romerías y convites y las contrataciones en las diferentes veredas y municipios cercanos.