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Escritos estudiantes Institución Educativa Santa María

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Bibliografía

Bibliografía

menor medida), el trabajo técnico en empresas con asentamiento en las cercanías o en el municipio, etcétera. Con la crisis de la agricultura y el afianzamiento de nuevos escenarios económicos y laborales, se dio paso a otras formas de explotación del suelo. La ganadería no llegó a desarrollarse en proporciones desmesuradas, pero mantuvo cierta importancia. De manera más notoria, durante las últimas dos décadas, se viene fortaleciendo el uso residencial del suelo, a través de unidades cerradas y parcelaciones de gran extensión, este hecho está, apenas, en consonancia con el auge inmobiliario vivido en el oriente antioqueño en las últimas décadas.

Los lotes que cayeron en desuso tras la crisis de la agricultura, gradualmente han venido a convertirse en parcelas para la construcción de residencias, derivando en un poblamiento del sector más acelerado, hecho que ha tenido consecuencias de distinto orden. Entre las principales dificultades surgidas con esto, se encuentran la imposibilidad de integración de los nuevos residentes a las dinámicas propias de la vida veredal y comunal, y otra serie de disputas relacionadas con el estilo de vida y la forma particular que nativos y los nuevos pobladores tienen de habitar lo rural. Durante mucho tiempo se fortaleció una amplia tradición organizativa e integradora de la comunidad alrededor de las Juntas de Acción Comunal. Hoy, esta forma de asociación enfrenta dificultades relacionadas con el desinterés de los habitantes de las veredas (de manera más marcada en los nuevos residentes) o el inconformismo frente a las decisiones o gestiones adelantadas por ellas. Sería impreciso hablar de un rompimiento total de las comunidades, pero destaca la pérdida de solidaridad que hasta hace un par de décadas implicaba ser vecinos y que en el pasado permitió realizar obras que siguen siendo referentes debido al trabajo aunado que entrañaron. Actualmente, es un reto mantener vivo el espíritu de apoyo mutuo y el sentido de pertenencia por el cuidado de la vereda y la atención de las privaciones que hoy se presentan, aunque, por supuesto, están lejos de ser aquellas que movilizaron de manera amplia las comunidades hace algunos años.

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La alimentación era un poco básica pero sana y libre de venenos, fumigaciones, conservantes, colorantes y demás cosas que en la actualidad llevan muchos de los productos que compramos. Aunque los mercados y alimentos procesados, empacados o listos para el consumo han traído facilidad y comodidad en las personas, ya que no tienen que cultivarlos ni hacerles el proceso de preparación, desafortunadamente estos alimentos traen graves consecuencias para el cuerpo humano, pues, en algunos casos, estos producen enfermedades e incluso la muerte.

En cambio, en el pasado, cada familia tenía en su casa su huerta o siembra de alimentos como lo era el maíz, el frijol, las papas, entre otros que hacen parte de la agricultura, pero se cultivaban de manera orgánica sin que se utilizara algún tipo de fumigación en la siembra y ningún tipo de conservantes o productos nocivos para la salud, no se empleaban ni en el proceso de cada alimento ni en la siembra o cultivo de este. Cada integrante de la familia se encargaba de algo en especial en la agricultura, cada alimento, o en su mayoría, era consumido y utilizado para alimentación de cada integrante del grupo familiar.

Algunos de los alimentos que se consumían eran las arepas de mote, la mazamorra pilada (se cultivaba el maíz y se procesaba de manera diferente para conseguir así las llamadas arepas de mote o la llamada mazamorra pilada), el fríjol, las guasquilas, las vitorias, entre otras. En conclusión, la alimentación ha cambiado significativamente, tanto los hábitos, como su preparación, e incluso su consumo.

Por: Mariana Villada González

Por: Manuela Jiménez Arbeláez.

Al salir a caminar oigo un susurro a mi espalda, es el campo que me dice ¡que viva la libertad! Libertad que solo se vive en un lindo campo, lleno de flores y frutas y una plena tranquilidad. Veo rosas, girasoles, turquesas y margaritas y al aspirar su dulce olor me sacan una sonrisita. También puedo observar a mis amigos vecinos que se levantan temprano a cuidar a sus animalitos. Solo gente luchadora es la que yo veo a diario que como verdaderos campesinos trabajan a pesar de su salario.

No todo ha sido perfecto, pero hay que rescatar que somos un municipio lleno de variedad. Variedad en los sabores, olores y sueños, pues como lo sabemos hay miles de proyectos. Ojalá que en un futuro podamos avanzar pero no en tecnología sino en personalidad que ayudemos a la tierra, cultivemos y seamos paz, y que juntos construyamos un hermoso y grande hogar

Para mi abuela todo antes era campo. Mi campo se ha convertido en edificios y centros comerciales con todos los coches aparcados y un sinfín de parcelaciones. Antes no había más que huertas y, como mucho, un poco más al fondo un caserón destartalado que pertenecía a una familia que vendió sus tierras y se fue.

La abundancia de terreno sin asfaltar permitía que de niños “pudiéramos correr por la calle jugando a la pelota sin tener que estar pendientes de los carros” y la baja densidad de población hacia posible que la gente dejara la puerta abierta de sus casas porque todo el mundo se conocía y no había peligro. En el campo se podían ver las más variadas cosas, desde gritar y rodar por una manga, a ir tras el arado de las mulas, y cuando no se podía arar se hacían muchas otras labores manuales que eran muy necesarias para la buena marcha de una vida buena y labradora.

Es muy triste ver que hoy en día nadie quiere la tierra. Por ejemplo, en mi familia cuidábamos mucho el campo, pero ahora el que lo cuida, lo hace por interés monetario. Si hay presupuesto se cuida, si no que quede feo, contaminado y lleno de cosas malas. Son muchos factores que me deprimen por ver esta situación así, me duele el campo, me duele la vida pero más me duele esta población de víboras destructoras y modernizadas.

Por: Manuela Jiménez

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