Boticas y boticarios jesuitas en Santafé y las misiones de la Orinoquia

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en el siglo xv i, con la fundación de la Compañía de Jesús, se fortaleció la indagación científica y social. Esta comunidad religiosa se centró en destinos periféricos,

boticas y boticarios

viajando a lugares recónditos con su mensaje evangélico y, adicionalmente,

jesuitas en santafé

con un espíritu característico de curiosidad y sistematización. Evidencia de

y las misiones

ello en el Nuevo Reino de Granada es la extensa cartografía fluvial que pro-

de la orinoquia,

dujeron los misioneros jesuitas en sus viajes a las selvas, lejos de las ciudades

nuevo reino

principales, en donde instauraron sus bases operativas y establecieron la bo-

de granada

tica de Santafé en 1616. Esta obra ofrece una visión completa del aporte de la Compañía de Jesús al estudio de la medicina y la farmacia en el Nuevo Reino de Granada, par-

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Quaderno de Inventario de la Botica y avalúo de los bienes, y efectos de la Botica de este Colegio Máximo elaborado en 1767, documento pleno de referencias explícitas a medicamentos y otros específicos de particular interés para la historia de la medicina americana. Con esta obra se cierra un ciclo de estudio de las áreas científicas desarrolladas por los jesuitas ilustrados a través de la Universidad Javeriana colonial. ¶

jesuitas en santafé y las misiones de la orinoquia,

ticularmente en Santafé y las misiones de la Orinoquia, durante los siglos xvii y xviii. Además, presenta por primera vez la versión integral del

boticas y boticarios

nuevo reino de granada

josé del rey fajardo, s. j. alberto gómez gutiérrez, ph. d.

1616-1767

Colección archivo histórico javeriano

Paupertas ſapiens.

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.

• jo sé del r ey fa jar d o , s . j. • al b erto g óm ez gu t i ér r ez , ph. d.




Paupertas Ĺżapiens.

Archivo HistĂłrico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.



Gran Canciller P. Arturo Sosa Abascal, S. J. Vice-Gran Canciller P. Carlos Eduardo Correa, S. J. Rector P. Jorge Humberto Peláez, S. J. Vicerrector Académico Luis David Prieto VICERRECTOR de Investigación Luis Miguel Renjifo Vicerrector de Extensión y relaciones interinstitucionales P. Luis Fernando Álvarez, S. J. Vicerrector del Medio Universitario Luis Guillermo Sarasa, S. J. Vicerrectora administrativa Catalina Martínez de Rozo Secretario General Jairo Humberto Cifuentes Madrid Director del Archivo Histórico Javeriano P. Jairo Bernal Parra, S. J. Subdirectora del Archivo Histórico Javeriano Alma Nohra Miranda Leal



• Boticas y boticarios jesuitas en Santafé y las misiones de la Orinoquia, Nuevo Reino De GRANADA 1616-1767



• Boticas y boticarios jesuitas en Santafé y las misiones de la Orinoquia, Nuevo Reino De Granada 1616-1767 • José del Rey Fajardo, s. j. • Alberto Gómez Gutiérrez, Ph. D.


Paupertas ſapiens.

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.

Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © José del Rey Fajardo, S. J. © Alberto Gómez Gutiérrez Primera edición: septiembre de 2020 Bogotá, D. C. ISBN (impreso): 978-958-781-495-8 ISBN (digital): 978-958-781-496-5 DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.9879587814965 Número de ejemplares: 300 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 1301, Bogotá Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4205 www.javeriana.edu.co/editorial Corrección de estilo Rodrigo Díaz Lozada Diagramación y montaje de cubierta Camilo Gómez y Diego Cortés, Boga Visual Diseño de cubierta Boga Visual Impresión Xpress Estudio Gráfico y Digital Pontificia Universidad Javeriana. Vigilada Mineducación. Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento como personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.


Las ideas expresadas en este libro son responsabilidad de sus autores y no comprometen las posiciones de la Pontificia Universidad Javeriana. Rey Fajardo, José del, S. J., 1934-, autor    Boticas y boticarios jesuitas en Santafé y las misiones de la Orinoquia : Nuevo Reino de Granada 1616-1767 / José del Rey Fajardo, S. J., Alberto Gómez Gutiérrez. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2020. 560 páginas; 24 cm Incluye referencias bibliográficas. ISBN: 978-958-781-495-8 (impreso) ISBN: 978-958-781-496-5 (digital)    1. Jesuitas en Colombia - Historia - 1616-1767 2. Farmacias - Historia - Colombia - 1616-1767 3. Farmacéuticos Historia - Colombia - 1616-1767 4. Misiones jesuíticas - Historia - Región de la Orinoquía (Colombia) - 1616-1767 I. Gómez Gutiérrez, Alberto, 1958-, autor II. Pontificia Universidad Javeriana. Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J. CDD 271.530861 edición 21 inp 01/07/2020

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.



Contenido

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Agradecimientos

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Prima alberto gómez gutiérrez

47

Introducción josé del rey fajardo, s. j.

63

Capítulo 1 Boticarios jesuitas en el Nuevo Reino de Granada josé del rey fajardo, s. j.

77

Capítulo 2 Boticas misionales: centro y periferia josé del rey fajardo, s. j.

109

Capítulo 3 Haberes bibliográficos de los jesuitas relativos a la botica josé del rey fajardo, s. j., y alberto gómez gutiérrez

167

Capítulo 4 Flora y fauna en las misiones josé del rey fajardo, s. j.

271

Epílogo Fuentes para el estudio de la obra jesuítica en el Nuevo Reino de Granada y Venezuela alberto gómez gutiérrez


285

Anexo 1 Quaderno de Inventario de la Botica y avalúo de los bienes y efectos de la Botica alberto gómez gutiérrez (ed.)

355

Anexo 2 Inventarios de boticas coloniales en Santafé y el Nuevo Reino de Granada alberto gómez gutiérrez

409

Anexo 3 Primera cátedra neogranadina de medicina alberto gómez gutiérrez

421

Anexo 4 Los rectores de la Universidad Javeriana colonial josé del rey fajardo, s. j.

527

Anexo 5 Los directores de estudios superiores en la Universidad Javeriana colonial josé del rey fajardo, s. j.

547

Anexo 6 Superiores de la misión de los Llanos y el Orinoco josé del rey fajardo, s. j.

555

Los autores


Agradecimientos

Los autores agradecen el apoyo, aportes y comentarios a esta obra del padre Jairo Bernal Parra, S. J., director, Alma Nohra Miranda Leal, subdirectora, y Ricardo Andrés Blanco Quijano, historiador y paleógrafo, del Archivo Histórico Javeriano; de Carlos Gómez Restrepo, decano de la Facultad de Medicina, y de Fernando Suárez Obando, director del Instituto de Genética Humana en la misma facultad; de Nicolás Morales Thomas, director de la Editorial, y de Marcel Roa, coordinador del proyecto, todos de la Pontificia Universidad Javeriana. Asimismo, agradecen la generosa colaboración de José Antonio Amaya y Luis Enrique Rodríguez Angulo, de la Universidad Nacional de Colombia, y de Francisco Flórez Vargas, del Archivo General de la Nación.

15.



Prima Alberto Gómez Gutiérrez

Los médicos del país, en su mayoría, no se han fijado hasta ahora sobre esto; al contrario, han desdeñado los remedios populares, y aún no ha sido raro que se mofen de los curanderos indígenas, sin advertir que casi todas las aplicaciones terapéuticas de los agentes naturales han sido empíricas en su principio, y que muchos de los remedios de más poderosa actividad de que al presente se gloria la ciencia han sido antes remedios empíricos de nuestro pueblo, acogidos con entusiasmo y preconizados después por la sabiduría de ultramar. Florentino Vezga 1

Se podría considerar que la historia de los medicamentos se inicia con la historia de la humanidad, cuando un eventual recurso vegetal, animal o mineral sirvió al hombre prehistórico para calmar sus primeras dolencias. Posteriormente, al transcurrir el tiempo y forjarse cada una de las culturas primitivas, se habrá dado el transcurso entre el azar y la tradición en el dominio de la terapéutica, pasando de la casualidad a la causalidad, de la ignorancia 1  Florentino Vezga, Botánica indígena [Memoria sobre el estudio de la botánica en la Nueva Granada] (Bogotá: Minerva, [1861] 1934), 193-194.

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al conocimiento y, posteriormente, a la sabiduría, cimentando las bases de la terapéutica empírica y de la terapéutica científica. La mayoría de las culturas del planeta han recorrido este necesario tránsito en el que, a partir de un instrumento holístico y primario de percepción humana que se puede asimilar a un hipotético “macroscopio”, se fue derivando paso a paso hacia una inspección cada vez más reduccionista y puntual, emblematizada por el microscopio —instrumento barroco del siglo xvii aún vigente, pero ya rezagado en términos de su poder de resolución—2. Poco a poco, a través de los tiempos y las culturas, se fue consolidando un conocimiento que se registró en obras médicas y farmacopeas tan emblemáticas como el corpus de Hipócrates y sus discípulos, los tratados de Galeno, y las materias médicas, o herbolarios, de Dioscórides y autores subsiguientes. Estos últimos derivaron en recetarios producidos típicamentepor las órdenes religiosas que asumieron el cuidado del cuerpo y alma de los enfermos. Del mismo modo, para atender cuerpo y alma, los pueblos considerados hoy más primitivos desarrollaron su propia materia médica y sus propios herbolarios en una disciplina que se ha dado en denominar, desde una perspectiva eurocéntrica, como “etnobotánica”, a cargo de sabedores locales de múltiples identidades: chamanes, jaibanás, brujos, curanderos, curacas, piaches, teguas, entre otras denominaciones, así como de los sabedores de origen africano3. 2  Para una revisión de este tránsito en diferentes culturas en la historia de la humanidad, véase Alberto Gómez Gutiérrez, Del macroscopio al microscopio. Historia de la medicina científica (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana / Academia Nacional de Medicina, 2002). 3  Para una revisión sobre las prácticas terapéuticas indígenas y africanas, véase Florentino Vezga, Botánica indígena; Virginia Gutiérrez de Pineda, Medicina tradicional de Colombia: el triple legado (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1985); Santiago Díaz Piedrahita, “El uso popular de las plantas a la luz de los documentos de la Expedición Botánica”, Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales 16, n.o 63 (1988): 23-26; Francisco Guerra, La medicina precolombina (México: Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1990); Mauricio Pérez Gil, ed., El medicamento en la historia de Colombia (Bogotá: Schering-Plough, 1997); Adriana Maya, “Botánica y medicina africanas en el Nuevo Reino de Granada, siglo xvii”, Historia Crítica, n.o 19 (2000): 24-42; 18.


• prima

Los recetarios religiosos surgieron, así, de una tradición europea, en la que las órdenes medievales de dominicos y franciscanos fueron las primeras en abrir la puerta a la botánica ilustrada y popular en sus territorios, tanto como a la alquimia proveniente de la tradición árabe4. En el siglo xvi, con la aparición en escena de la Compañía de Jesús, se fortaleció la indagación científica y social en una comunidad que se centró en destinos periféricos, viajando a lugares recónditos con su mensaje evangélico, y también con un espíritu característico de curiosidad y sistematización. Evidencia de ello en el Nuevo Reino de Granada es la cartografía fluvial extensa que produjeron los misioneros jesuitas en sus viajes a las selvas, lejos de las ciudades principales, en donde establecieron sus bases operativas. Tal vez la obra más emblemática en este sentido haya sido El Orinoco ilustrado. Historia natural, civil y geográfica de este gran río y de sus caudalosas vertientes. Gobierno, usos y costumbres de los indios, sus habitadores, con nuevas y útiles noticias de animales, árboles, frutos, aceites, resinas, yervas, y raíces medicinales, y sobre todo se hallarán conversiones muy singulares a [nuestra] Santa Fe y casos de mucha edificación, escrito por José Gumilla, S. J., y publicado en 1741, con una segunda edición española en 17455 y una tercera, también en España, en 1791, cuando los jesuitas habían sido ya expulsados de ese y otros reinos, y de todas sus colonias. Pero antes de este hito de la comunidad jesuita, ejemplo de la antropología temprana avant la lettre, se habían dado ya otros casos de indagación del mundo y las culturas americanas y afroamericanas en esta misma comunidad religiosa en cabeza de José de Acosta, S. J., y de Alonso de Sandoval, S. J. El primero de estos jesuitas precursores publicó a finales del siglo xvi tres textos fundacionales en este dominio: De Natura Novi Orbis (1589), De Emilio Quevedo, coord., Historia de la medicina en Colombia. Prácticas médicas en conflicto (1492-1782) (Santander de Quilichao: Tecnoquímicas, 2007); Richard Evans Schultes y Robert F. Raffauf, El bejuco del alma. Los médicos tradicionales de la Amazonía colombiana, sus plantas y sus rituales (Bogotá: El Áncora / Fondo de Cultura Económica, 2014). 4  Gómez Gutiérrez, Del macroscopio al microscopio, 99-124. 5  Publicación original en la Biblioteca Digital Aecid, http://bibliotecadigital.aecid. es/bibliodig/es/consulta/registro.cmd?id=929

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procuranda Indorum salute (1589) e Historia natural y moral de las Indias: en que se tratan las cosas notables del cielo y elementos, metales, plantas, y animales dellas y los ritos, y ceremonias, leyes y gobierno, y guerras de los indios (1590)6. Por su parte, el padre Sandoval, tutor en Cartagena de Pedro Claver, S. J., publicó sus indagaciones y percepciones sobre las comunidades africanas que él llamó etíopes y que llegaban a este puerto por primera vez, en su obra Naturaleza, policía sagrada i profana, costumbres i ritos, disciplina i catecismo evangélico de todos los etíopes (1627). Una segunda edición fue publicada en 1647 con el título De Instauranda Æthiopum Salute. Historia de Ætiopia, naturaleza, policía sagrada y profana, constumbres, ritos y catechismo evangélico, de todos los aetíopes con que se restaura la salud de sus almas7, aunque esta solo incluyó la primera parte de la primera edición, bajo el título “De la naturaleza, policía sagrada y profana, costumbres, abusos y ritos de todos los Etiopes que se conocen en el mundo: y de otras cosas notables, que se encuentran en sus Reinos. De su esclavitud, predicación en ellos del Apóstol S. Tomé. De sus Santos, y Varones ilustres”8. Estas dos fuentes jesuitas sobre los usos y costumbres de indígenas y africanos en América eran buen complemento en esos días de cuatro obras centradas propiamente en la historia natural americana, dos de cuyos autores habían pasado al Nuevo Mundo en viaje de exploración. Las dos primeras obras fueron redactadas por Nicolás Monardes, médico y botánico sevillano, quien compiló en su ciudad natal la información que llegaba allí de puertos americanos, bajo los títulos de Diálogo llamado Pharmacodilosis o declaración medicinal (1536) y De simplicibus medicamentis ex occidentali India delatis quorum in medicina usus est [Historia medicinal de las cosas que traen de nuestras Indias occidentales y sirven de medicina] (1565-1574). 6  Publicación original de esta última en la Biblioteca Digital Aecid: http://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/consulta/registro.cmd?id=1014 7  Publicación original en el Repositorio Institucional Eafit: https://repository.eafit. edu.co/handle/10784/1093 8  Para una relación de los contenidos de esta obra, véase Eduardo Restrepo, “De Instauranda Æthiopum Salute: sobre las ediciones y características de la obra de Alonso de Sandoval”, Tabula Rasa, n.o 3 (2005): 13-26. 20.


• prima

Los autores que sí atravesaron el Atlántico con intención de ilustrar los fundamentos de la medicina americana en el siglo xvi fueron Gonzalo Fermández de Oviedo, conquistador y naturalista madrileño, con De la natural hystoria de las Indias (1526)9, y Francisco Hernández, médico y botánico toledano, con sus Quatro libros de la naturaleza, y virtudes de las plantas y animales que están recevidos en el uso de Medicina en la Nueva España, y la Methodo, y correccion, y preparacion, que para administrarles se requiere con lo que el Doctor Francisco Hernández escrivio en lengua latina. Muy útil para todo genero de gente que vive en estancias y Pueblos, do no ay Medicos, ni Botica (1615), escrita inicialmente, como se ve, en latín. Esta obra fue traducida al español “y aumentados muchos Simples, y Compuestos y otros muchos secretos curativos, por Fr[ay] Francisco Ximenez [natural de la villa de Luna del reino de Aragón], hijo del Convento de S[anto] Domingo de Mexico”10, y publicada en México, en casa de la viuda de Diego López Davalos, y puesta en venta en esa misma ciudad americana en la tienda de Diego Garrido, en la esquina de Tacuba, y en la Portería de Santo Domingo. Este era el principal contexto literario de la farmacognosia americana en el paso del siglo xvi al siglo xvii. Además de estos textos de referencia, deben considerarse las fuentes adicionales, impresas y manuscritas, registradas en boticas y bibliotecas médicas y farmacológicas contemporáneas en América hasta finales del siglo xviii: estas pudieron haber circulado igualmente en el Nuevo Reino de Granada e incidir en la terapéutica local11. 9  Publicación original en la Biblioteca Digital Mundial, https://www.wdl.org/es/ item/7331/ 10  Publicación original en la Biblioteca Digital Real Jardín Botánico de Madrid, http://bibdigital.rjb.csic.es/spa/Libro.php?Libro=4961 11  Véase, por ejemplo, José Antonio Amaya, “El aporte del diplomático sueco Hans Jacob Gahn (1748-1800) a la formación de la biblioteca de historia natural de José Celestino Mutis”, Historia Crítica, n.o 10 (1995): 39-70; Ana María Huerta Jaramillo, “Los boticarios en Nueva España (siglos xvii y xviii), el caso de Puebla”, Elementos 19, n.o 3 (1993): 46-53; Félix Martín Verdejo, “La vida y la biblioteca de Bernabé García, boticario rural del siglo xviii”, Asclepio 56, n.o 2 (2004): 113-167; Olivia Moreno Gamboa, “Las obras científicas del inventario de la librería de Luis Mariano Ibarra (1750)”, Estudios de Historia Novohispana, n.o 37 (2007): 169-196; Paula Ronderos, “El arte de boticario 21.


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De boticas y boticarios Una vez expuestas estas fuentes primarias, y antes de tratar el tema que se desarrollará con algún detalle en la presente obra sobre las boticas y los boticarios jesuitas en el Nuevo Reino de Granada, debe considerarse la lenta evolución de la farmacia y de la farmacopea americanas. Las boticas y las farmacopeas coloniales, tanto como la bibliografía médica que les sirvió de referencia en el Nuevo Reino neogranadino, han sido tratadas de manera, diríamos, específica, por muy pocos historiadores colombianos. Entre ellos, cabe citar a los siguientes en orden alfabético: José del Rey Fajardo, S. J., Santiago Díaz Piedrahita, Luis Carlos Mantilla O. F. M., Guillermo Maldonado Pérez, Adriana Maya, María Eugenia Osorio Oliveros, Roger Pita Pico, Estela Restrepo Zea, Javier Rivera Sandoval y Paula Ronderos12. durante la primera mitad del siglo xvii en el Nuevo Reino de Granada”, Fronteras de la Historia, n.o 12 (2007): 175-196. 12  José del Rey Fajardo, S. J., “La botica y los boticarios de los jesuitas en Santafé de Bogotá (1616-1767)”, Procesos Históricos. Revista de Historia y Ciencias Sociales, n.o 32 (2017): 103-119; Santiago Díaz Piedrahita, “El uso popular de las plantas a la luz de documentos de la Expedición Botánica”, Revista de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales 16, n.o 6 (1988): 23-26; Santiago Díaz Piedrahita y Luis Carlos Mantilla R., O. F. M., La terapéutica en el Nuevo Reino de Granada. Un recetario franciscano del siglo xviii (Bogotá: Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 2002); Guillermo Maldonado Pérez, La botica de los pobres (Bogotá: Fondo Cultural Cafetero, 1991); Adriana Maya, “Botánica y medicina africanas en el Nuevo Reino de Granada, siglo xvii”, Historia Crítica, n.o 19 (2000): 24-42; María Eugenia Osorio Oliveros, Curar el alma y medicar el cuerpo: ciencia médica jesuita en el Nuevo Reino de Granada (XVII-XVIII). El caso de la Botica del Colegio Máximo de Santafé, monografía para optar al título de historiadora, Universidad de los Andes, 2011; María Eugenia Osorio Oliveros, “La botica neogranadina de la Compañía de Jesús: un laboratorio para explorar prácticas médicas en la provincia de Santafé, primera mitad del siglo xviii”, Historia y Memoria, n.o 6 (2013): 143-169; Roger Pita Pico, “Las boticas en el Nuevo Reino de Granada a finales del período colonial: el lento camino hacia la modernidad”, Medicina 37, n.o 3 (2015): 223-241; Estela Restrepo Zea, “Enfermedades y medicinas. Tres conceptos terapéuticos en el Nuevo Reino de Granada. 1550-1680”. En Mauricio Pérez Gil, ed., El medicamento en la historia de Colombia (Bogotá: Schering-Plough, 1997), 82-119; Estela Restrepo Zea, “La farmacia ilustrada”. En Mauricio Pérez Gil, ed., El medicamento en la historia de 22.


• prima

Todos ellos han hecho aportes significativos a un estudio que todavía requiere reflexiones sucesivas e iterativas. La presente obra retomará algunos aspectos registrados en estas fuentes secundarias, con un eje definido: la labor de los jesuitas en las boticas coloniales, una de sus instituciones menos difundidas a la fecha. Con este propósito en mente, conviene partir de la primera evidencia de una botica en el Nuevo Mundo, tal y como fue documentada por la historiadora Restrepo Zea para el primer viaje de Colón: “Es conocido que el 3 de agosto de 1492 embarcaron con el Almirante el físico Alonso y los maestres Diego y Juan Sánchez, que eran médico, boticario y cirujano, respectivamente”13. También en su tercer viaje, Colón fue autorizado a “llevar un médico, un boticario y un herbolario”14. Después de estos primeros antecedentes a finales del siglo xv, y apenas diez años después del descubrimiento de América por los europeos, cuando se consolidaban sus primeros asentamientos en estas tierras en el año 1502, […] don Nicolas de Obando, gobernador en La Española y Tierra Firme, llegó a Santo Domingo en compañía de un físico, un boticario y un herbolario y con algunos instrumentos necesarios para el ejercicio del arte. En Colombia (Bogotá: Schering-Plough, 1997), 82-119; Javier Rivera Sandoval, “De todo como en botica. Balance de los productos ofrecidos en las boticas de los hospitales de la orden San Juan de Dios en los puertos neogranadinos del siglo xviii”, documento inédito presentado al Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2011; Paula Ronderos, “La labor del boticario durante la primera mitad del siglo xvii: ética y técnica en el Nuevo Reino de Granada”, documento inédito presentado al Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2006; Paula Ronderos, El dilema de los rótulos. Lectura del inventario de una botica santafereña de comienzos del siglo xvii (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2006); Paula Ronderos, “El arte de boticario durante la primera mitad del siglo xvii en el Nuevo Reino de Granada”, Fronteras de la Historia, n.o 12 (2007): 175-196. 13  Restrepo Zea, “Enfermedades y medicinas”, 57. 14  Ibid. 23.


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el mismo año, y con destino al hospital recientemente constituido, el Adelantado trajo consigo una caja de madera que guardaba en botes o vasijas vidriadas “8 libras de cañafístola, 4 onzas de ruibarbo, 8 libras de gerapilca, 4 libras de bendita, media libra de agarico, 1 libra de acíbar, 1 libra de azafrán, media libra de canela, lo mismo de clavo, pimienta y jengibre, 1 arroba de almendra [...], 1 almirez o mortero de metal con su mano, 1 paila de latón, 1 zeringa de cobre, 1 estuche de cuero con herramientas de cirujano, 2 canutos para polvos y para aguja, 1 ingenio o instrumento para recortar papel y 1 descarnador o instrumento de acero para despegar la encía de la muela o diente que se quiere sacar, 1 botador para sacar muelas, 1 balanza y 1 mazo”15.

Esta relación podría considerarse como el primer inventario americano de una botica europea en el siglo xvi. En 1513 se dispusieron sumas importantes para el establecimiento de médicos y boticarios en Santa María la Antigua del Darién, incluyendo a un boticario explícito, Francisco de Cota16. Al cerrarse este siglo, lleno de aventuras militares y conquistas de gentes, almas y territorios americanos, el capitán Bernardo de Vargas Machuca, radicado en Santafé y autor de la Milicia y descripción de las Indias (1599), relataba sus hallazgos de plantas terapéuticas locales, identificando medicinas y experimentando […] todas estas, algunas sabidas de los indios como tan grandes herbolarios y otras adquiridas con la experiencia, como cada uno lo hará, descubriendo nuevos medicamentos [...] para la salud de sus soldados que donde 15  Ibid., 56. 16  Andrés Soriano Lleras, La medicina en el Nuevo Reino de Granada, durante la conquista y la colonia (Bogotá: Biblioteca de Historia Nacional, 1972), 58. 24.


• prima

no hay médicos todos podemos tener voto, y aún donde los hay, por simples los medicamentos que aplicamos, sin usar de compuestos, que es cosa que requiere particular estudio17.

Además de estos antecedentes referidos por los historiadores citados, una buena serie de libros y artículos de contexto han tratado de manera puntual la historia de la medicina neogranadina. Entre todos estos se destaca la obra de Rafael Martínez Briceño y Guillermo Hernández de Alba, por presentar una interesante transcripción hilada de fuentes primarias relativas a la farmacopea y a la bibliografía médica colonial a partir de publicaciones y documentos manuscritos originales conservados en la Biblioteca Nacional y en el Archivo General de la Nación18. En razón a su particularidad y utilidad para la presente obra, se incluye a continuación un listado de veinte obras médicas que se hallaron en la Biblioteca Nacional de Colombia y que fueron referenciadas por Rafael Martínez Briceño como “de autores españoles […] en su mejor periodo, o sea en la Edad de Oro”19, aunque, debe anotarse, hay algunas de autores no españoles, como Guy de Chauliac o Giambattista Morgagni20; todas ellas se acompañan con el año de publicación de la edición respectiva entre paréntesis: 1. Incunable veneciano publicado por [ Johann] Herzog en 1500 con textos de los siguientes autores: a.  Maimónides Aforismos b.  Juan Damasceno Aforismos 17  Bernardo Vargas Machuca, Milicia y descripción de las Indias (Madrid: Victoriano Suárez, [1599] 1892), 139-140. 18  Rafael Martínez Briceño y Guillermo Hernández de Alba, De Hipócrates a Pasteur: contribución para la Historia de la Medicina Colombiana (Bogotá: Ediciones Sol y Luna, 1966), 8. 19  Ibid. 20  Ibid., 39-82. 25.


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c. d. e. f.

Hipócrates Hipócrates Hipócrates Hipócrates

g. h. i. j.

Hipócrates Hipócrates [Hipócrates] [López de Corella]

Libro de los secretos Libro de los pronósticos Capsula deburnea Libro de los elementos o de la naturaleza humana Libro del aire, el agua y los lugares Libro de los medicamentos Libro de los insomnios De la curación de la piedra

2. Bartolomé Anglico Libro de las propiedades de las cosas (1519) 3. Moisés Maimónides Guía de los que dudan o de los perplejos (1520) 4. Gilberto Anglico Compendio de medicina de las enfermedades universales (sin fecha) 5. Marco Gatinaria Libro de la curación de las enfermedades particulares [incluye: Blas Astarius – Libro de la curación de las fiebres; César Landulfus – La curación de las mismas; Sebastián Aquilanus – Tratado del Morbo Gálico / Tratado de la fiebre sanguínea] (1525)

26.

6. Galeno

Libro de los signos y los pronósticos (1556)

7. Guy de Chauliac

Cirugía mayor (1585)


• prima

8. Andrés Antonio de Castro Libro de la curación de las fiebres acompañado de tres libros u opúsculos de las propiedades de los medicamentos simples, y de las cualidades de los alimentos que sirven para la nutrición (1636) 9. Paulo Zacchias

Cuestiones médico-legales (1751)

10. Giambattista Morgagni Libro de los sitios y causa de las enfermedades investigadas por medio de la anatomía (1762) 11. Cayo Plinio Segundo Historia natural. Treinta y siete libros (1524) 12. Fray Jesús María Joseph

Metáfora de medicina y cirugía (1536)

13. Luis Lobera de Ávila

Vergel de sanidad [1542]

14. Luis Lobera de Ávila

Remedio de cuerpos humanos [1542]

15. [Luis Lobera de Ávila] Libro de pestilencia [1542] Colofón (1542) 16. Martín del Río, S. J.

Disquisiciones sobre la magia (1604)

17. Juan Valverde de Amusco

Anatomía del cuerpo humano (1608) Plancha de anatomía (1608)

18. Andrés de Laguna Dioscórides. Acerca de la materia médica (1636) 19. Nicolás Tulp

Observaciones médicas (1652) 27.


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20. Gaspar de Reyes Franco Campo eliseo de agradables cuestiones (1661) Martínez Briceño cita también las publicaciones que, a su modo de ver, fueron esenciales en la historia de la medicina griega, romana, alejandrina, árabe y judía, cerrando con la Edad Media y el Renacimiento21, y lamenta no haberlas encontrado todas en la Biblioteca Nacional de Colombia en el curso de su indagación. También estas se listan a continuación, para referencia: Hipócrates Del régimen; Del pronóstico; Las prenociones de Cos; Las predicciones; El libro de los aforismos; De las heridas y úlceras; De las heridas de la cabeza; De las fracturas y luxaciones; De las fístulas; Tratado de las epidemas; De los aires, las aguas y los lugares; Juramento Galeno Del uso de las partes del cuerpo humano; De las fiebres; Del pulso; El arte médico; El método de curar Cornelio Celso De las artes; Historia de la medicina Rhazes Compendio de medicina; Aforismos médicos; Libro de la pestilencia Avicena

Cánon médico

Abulkazim [Tratado]

21  Ibid., 9-38. Martínez Briceño se centró en su análisis en las obras relacionadas con la medicina legal y la medicina psiquiátrica a partir de la obra de Paulo Zacchias en el siglo xviii; estas no se incluyen en el presente extracto.

28.


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Averroes [Comentarios a Galeno] Maimónides [Comentarios a Hipócrates]; Tratado de los venenos; [Higiene]; Guía de los que dudan Pedro de Abano

Conciliador de las controversias

Gabriel Falopio

Libro de los tumores

Gilbertus Anglicus

Compedium medicinal / Laura anglicana

Bernardo de Gordon

Lilium medecinae

Guy de Chauliac

[Chirurgia magna]

Bartolomeus Anglicus

De las propiedades de las cosas

Andrea Vesalio

De humani corporis fabrica

Ambroise Paré [Monstruosidades]; Sobre las enfermedades simuladas; [Dictámenes médico-legales] William Harvey Exercitatio anatomica motu cordis et sanguinis in animalibus G. B. Morgagni De sidibus et causis morborum per anatomen indagatis Paulo Zacchias

Quaestiones medico-legales

Tal vez sea importante considerar en este punto que hoy se conservan aún en las bibliotecas de la Pontificia Universidad Javeriana (como reducto de la biblioteca colonial de los jesuitas que se presenta más adelante), 29.


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al menos dos textos antiguos útiles al diagnóstico y tratamiento de enfermedades. Estos son: Canones universales, de Johannis Mesue, en una edición incunable de 1497, y De materia medica, de Dioscórides, en una edición de 1549. Después de referirse a la medicina de los siglos xviii y xix, Martínez Briceño y Hernández de Alba hacen, en sus propias palabras, […] una contribución desde luego original por la novedad y trascendencia de las noticias y documentos que por primera vez se publican, para rectificar errores y servir de complemento a trabajos monográficos dignos de mérito, debidos a la autoridad de científicos nacionales como Florentino Vezga, Pedro M. Ibáñez [...], Juan B. Montoya y Flórez, Andrés Posada Arango, Emilio Robledo, Antonio Gómez Calvo, Rafael Ucrós, Luis Cuervo Márquez, Juan N. Corpas o el historiador Luis Augusto Cuervo entre los ya desaparecidos. [Con base en estos buscaban dar] a conocer parte importante del fruto de muchos años dedicados al manejo de papeles antiguos, en archivos públicos y privados [...], así como el más dilatado y trascendental estudio de la farmacopea criolla22.

Ahora bien, más allá de una breve relación de una docena de médicos procedentes de universidades españolas y portuguesas que se alternaron o sucedieron en el ejercicio de la medicina, desde Francisco Díez en 1573 hasta Pedro Fernández de Valenzuela —autor, de acuerdo con Martínez Briceño y Hernandez de Alba, de un manuscrito titulado Tratado de medicina y modelo de curar en estas partes de las Indias, “indudable primicia científica del Nuevo Reino de Granada” a comienzos del siglo xvii—23, y entre las noticias y documentos anunciados por Martínez Briceño y Hernández 22  Ibid., 97-98. 23  Ibid., 99-100. 30.


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de Alba, se encuentran los soportes de la primera cátedra de medicina en el Nuevo Reino en 1636, en las instalaciones del Real Colegio y Seminario de San Bartolomé, regentado por los jesuitas, a cargo del licenciado Rodrigo Enríquez de Andrade24, médico graduado en la Universidad de Alcalá de Henares al servicio del arzobispo fray Cristóbal de Torres, fundador del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en 1653. En 1640, el arzobispo Torres había determinado el establecimiento de la primera botica pública en Santafé a beneficio de los pobres, a cargo del licenciado Enríquez. No era esta, sin embargo, la primera botica en el Nuevo Reino de Granada25. Una somera relación de boticas y boticarios en este territorio permitirá sustentar esta última apreciación, puesto que se han reportado más de veinte boticas en el Nuevo Reino de Granada entre 1564 y 1817: Tabla 1. Boticas y boticarios en el Nuevo Reino de Granada: 1564-1817 Fecha(s)26

Localidad

Boticario(s)

1564

Santafé

Botica del Hospital27 de San Pedro [de Jesús, María y José]*

1576

Tamalameque

Francisco Gómez Rendón

1595

Santafé

Luis de la Torre; Pedro Gómez

24  Para una relación detallada de esta primera cátedra y complementos biográficos sobre Enríquez de Andrade, véase el anexo 3 en la presente obra. 25  Para una relación de las boticas en operación en el Nuevo Reino de Granada, véase Ronderos, “La labor del boticario”; Ronderos, El dilema de los rótulos. 26  Las fechas registradas en esta tabla corresponden a los años en que se reporta el funcionamiento o fundación de cada una de las boticas referidas en diferentes fuentes. 27  Se considera que cada hospital fundado en el Nuevo Reino de Granada, a partir del primer hospital de la Orden San Juan de Dios en Santafé (denominado luego Hospital de Jesús, María y José, y, en 1635, Hospital San Juan de Dios), debió de contar con un recinto que habría tenido las funciones de “botica” institucional. No se incluyen en esta relación los nombres de los boticarios asociados a las boticas de órdenes religiosas —San Juan de Dios, Jesuitas, Dominicos, etc.—, y se indican con un asterisco las boticas de las cuales se conoce un inventario.

31.


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Fecha(s)

Localidad

Boticario(s)

1600

Zaragoza

Diego Ordónez de Taboada

1603/1604

Santafé

Diego Gómez de Alvarado; Francisco de Arteaga; Bernardo de Herrera; Diego Ordónez de Taboada*

1613

Pamplona

Pedro Gómez de Andrada

1614

Santafé

Pedro Gutiérrez de Carvajal; Bernardo de Ferrera

1616

Santafé

Bartolomé de Oro

1616

Santafé

Botica del Colegio Máximo de Santafé [Compañía de Jesús]

c. 1620

Santafé

Pedro López de Buiza*

1634

Cartagena

Francisco Sánchez; Juan de Cueto; Rafael de Mogneymes

1635

Santafé

Botica del Hospital San Juan de Dios

1636

Santafé

Rodrigo Enríquez de Andrade [fray Cristóbal de Torres]

1650

Santafé

Antonio Enríquez

1761

Santafé

Botica del Convento del Rosario

1761

Santafé

Botica del Convento de San Francisco*28

1763

Santafé

Botica del Convento de Predicadores (del Rey, Intro.)

1764-1817

Santafé

Antonio de Gorraez

1771

Santafé

Botica de la Plaza Mayor (pretendida por Gastelbondo)

1776

Cartagena

Nicolás del Villar*

1777

Santafé

Botica de Santo Domingo

1799

Santafé

Miguel de la Isla*

1799

Santafé

Antonio Enríquez

1799

Santafé

Botica de los Dominicos

28  Inventario en Díaz Piedrahita y Mantilla, La terapéutica en el Nuevo Reino, 175-186. 32.


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Fecha(s)

Localidad

Boticario(s)

1799

Cartagena

Felipe de Antadilla

1817

Santafé

Pablo Fernández de la Reguera

Desafortunadamente, a la fecha solo se conocen los contenidos de una fracción menor de las boticas neogranadinas, y estos son esenciales para entender y contrastar su verdadero alcance e impacto en su tiempo. En el anexo 2 se presentan tablas comparativas de la diversidad y la proporción de cada una de las sustancias en uso en cinco boticas diferentes: Diego Ordóñez de Taboada (Santafé, 1608), Jesuitas (Santafé, 1767), Nicolás del Villar (Cartagena, 1776), San Juan de Dios (Cartagena-Santa MartaPanamá-Portobelo, 1777) y Miguel de Isla (Santafé, 1799). La historiadora Ronderos refiere, en su trabajo sobre la más antigua de estas cinco boticas, que “en el siglo xvii había una primacía de los vegetales (79 %), seguidos por sustancias derivadas o parte animales (12 %), y finalmente las sustancias de origen mineral (9 %)”29. Estos porcentajes deben ser evaluados a la luz de nuevas aproximaciones estadísticas, ampliando el universo boticario colonial. Una comparación de las boticas neogranadinas con las boticas españolas en la primera década del siglo xvii30 revela que el número de contenedores era muy similar, con diferencias significativas solo en cuanto a “redomas”31 (más de cien en Valladolid y menos de diez en Santafé) y “botes y burnias”32 (un poco más de doscientos en Valladolid y más de trescientos en Santafé). Adicionalmente, solo en cuanto a recipientes, la botica santafereña de la referencia presenta categorías especiales de contenedores que no se hayan referidos en la de Valladolid, como valencianas, xaroperas, dadillos,

29 Ronderos, El dilema de los rótulos, 86. 30  Ibid., 102. 31  Recipiente de cerámica o de vidrio provisto de un asa, ancho en su base y estrecho hacia la boca, útil para escanciar líquidos. 32  Pequeños contenedores con tapa.

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frascos y cubiletes, que pueden revelar la existencia de preparaciones y dosificaciones particulares en el Nuevo Reino de Granada. Un ejemplo suplementario permite poner en evidencia el desarrollo de la farmacéutica colonial en el Nuevo Reino de Granada: se trata de la botica santafereña de la orden de los franciscanos. A mediados del siglo xviii, en el mes de febrero de 1761, llegó José Celestino Mutis a Santafé, en calidad de médico del nuevo virrey Pedro Messía de la Cerda. Se inició así, con este botánico y facultativo formado en las más altas escuelas españolas, una nueva era en la medicina ilustrada a escala local. Pocos meses después de su llegada a Santafé, Mutis reporta su visita a Juan Antonio Villalonga, hermano franciscano y ayudante de la enfermería en el convento de su orden, quien poseía, de acuerdo con el concepto del propio Mutis, “un más que mediado conocimiento de las plantas de esta tierra y de las virtudes con que las estiman las gentes”33. Además del hermano Villalonga, de origen expósito en esta comunidad, otros religiosos franciscanos se ocuparon de la botánica en el Nuevo Reino de Granada. Tal fue el caso de fray Diego García, a quien Mutis agregó a la Expedición Botánica en razón a su conocimiento de plantas, animales y minerales en este territorio. Además de tener un conocimiento, diríamos, “académico” de las ciencias naturales, fray Diego sabía aplicar preparaciones botánicas y animales con efecto terapéutico. En medio del amplio espectro que caracterizó a esta y otras comunidades religiosas, surgían circulares y admoniciones de los provinciales a cargo, como la que redactó en 1806 el provincial fray Gaspar de Padilla contra los eventuales abusos de que había tenido noticia. Decía así fray Gaspar: Que no pudiéndose tolerar el pernicioso abuso que se ha introducido, de que algunos religiosos sin estudios ni conocimiento se entrometan a curar enfermos, haciéndose cargo de ellos hasta llegar a recetar sangrías, purgas y otros medicamentos peligrosos, que aún los

33  José Celestino Mutis, Diario de observaciones (1760-1790) (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1957), 122.

34.


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facultativos temen y se recelan aplicar: se ordena que en adelante ningún guardián permita a los tales religiosos semejante ejercicio, si no es en caso de extrema necesidad en que lo exija así la caridad, y concurriendo de parte del religioso la ciencia necesaria34.

Y “la ciencia necesaria” estaba registrada en los recetarios que estas órdenes religiosas venían configurando y actualizando desde la Edad Media. Un buen ejemplo es, justamente, un recetario franciscano manuscrito del siglo xviii, publicado por primera vez en el año 2002 por la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales para el centenario de la Academia Colombiana de Historia, a cargo del botánico Santiago Díaz Piedrahita y del padre franciscano Luis Carlos Mantilla, O. P., ambos historiadores35. En esta obra, Díaz Piedrahita refiere que este recetario se había derivado de la obra pionera Tesoro de medicinas, publicada en México en 1672 y atribuida a Gregorio López, luego aumentada y corregida allí mismo en 1674 por Matías Salcedo Mariaca y José Díaz Brizuela. Pero Díaz Piedrahita postula también una segunda fuente para el recetario franciscano: el Florilegio medicinal del padre Johann Steinhoffer, S. J., publicado en México en 1712 y “reimpreso en España por orden de la Corona para que fuese distribuido en forma gratuita en todas las misiones Jesuitas de América”36. Los recetarios de las órdenes religiosas americanas se convirtieron así, progresivamente, y gracias a las comunidades de cada región atendida y estudiada, en repositorios híbridos del saber europeo y del saber americano. El grupo de historiadores de la ciencia liderados por Emilio Quevedo se viene pronunciando desde 2007, con fundamento en fuentes primarias, sobre las vicisitudes en el desarrollo de las instituciones hospitalarias y sobre las categorías de médicos y cirujanos en los periodos de la Conquista y 34  Luis Carlos Mantilla, Los franciscanos en Colombia (1700-1830), tomo iii (Bogotá: Universidad San Buenaventura, 2000), 692. 35  Díaz Piedrahita y Mantilla, La terapéutica en el Nuevo Reino. 36  Ibid., 52. 35.


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la Colonia del Nuevo Reino de Granada, así como en torno a la regulación de la práctica médica por parte de la Real Audiencia, el protomedicato y el protobarberato37. Para justificar una vez más el propósito del presente trabajo sobre boticas y boticarios jesuitas neogranadinos, es importante considerar que este magnífico grupo multidisciplinar de historiadores, autores de una obra de aliento como es la Historia de la Medicina en Colombia en varios tomos, haya dejado por fuera la necesaria elaboración detallada y crítica sobre la evolución y el establecimiento de las farmacias en esos días. Un solo subtítulo en el periodo de 1605 a 1720 atiende esta dimensión de la terapéutica colonial: “Boticarios, visitas y disputas”, y este se desarrolla en cuatro cortos párrafos en torno a una sola disputa de tres boticarios cartageneros —Francisco Sánchez, Juan de Cueto y Rafael de Mogneymes— con […] el cirujano latino Martín Sánchez de Velasco, quien afirmaba poseer un nombramiento del Rey como ‘cirujano Mayor examinador y visitador de barberos cirujanos y boticarios [...] y algebristas y comadres de la ciudad de Cartagena y su provincia’, nombramiento que, además, habría sido ratificado por el cabildo de la ciudad38.

De resto, solo se mencionan entre líneas algunos aspectos de la farmacopea neogranadina en manos de boticarios aislados en ese mismo periodo, tanto como de los médicos que disponían de esta para su recurso personal. Un buen ejemplo de la invisibilidad de los boticarios en la historia de la medicina en la actual Colombia es el pie de imagen de la ilustración que aparece en la página 177 del tomo i de la obra enciclopédica de Quevedo y colaboradores: esta muestra una portadilla manuscrita hallada en el Archivo General de la Nación cuyo descriptor se cita como “Gaspar Martínez de Miruela (sic), médico que solicita que en Tunja no dejen ejercer 37 Quevedo, Historia de la medicina, 96-249. 38  Ibid., 179-180, basado en agn, Colonia (1634), Médicos y Abogados, legajo 6, fols. 882 r.-883 r.

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la profesión de médico sino a los graduados, 1619”. El texto que la acompaña dice: “Ante la habitual carencia de médicos en las ciudades del interior, era común el ejercicio del oficio por prácticos carentes de títulos, pero con gran reconocimiento social. Bien establecido el aparato colonial, eran frecuentes los pleitos de los médicos graduados en torno a la presentación pública de los títulos ante cabildos y reales audiencias”. Pero la portadilla manuscrita original dice así: “El Licen[ciado] gaspar martin[e]z de / miruena medico / sobre / que en la ciu[dad] de tunja no curen / ningunas personas sin títulos / ni estar gradua[da]s ni tengan / Voticas sin examen”39. Nada sobre las “voticas” en la referencia y en la mente de estos historiadores. Al iniciar el siglo xix, aún en medio de un proceso de desarrollo y regulación positiva y negativa de los médicos (protomedicato), de los cirujanos (protobarberato) y de los boticarios (¿protoboticariato?), José Celestino Mutis se pronunció el miércoles 3 de junio de 1801, más de cuarenta años después de haber llegado a Santafé, sobre “el deplorable estado de [la medicina, la farmacia y la cirugía] en todo este Nuevo Reyno”40. Esta no era una opinión nueva: ya en 1778, Sebastián López Ruiz, médico de la Universidad de San Marcos de Lima nacido en Panamá, había respondido en estos mismos términos a una comisión del virrey Manuel Antonio Flórez, “para corregir los abusos de los Boticarios que dispensaban medicamentos recetados de manos poco diestras, o por lo regular mal preparados”41. Este deterioro de la salud pública en la transición del siglo xviii al xix obedecía tal vez a la enorme distancia de estos territorios de una masa crítica suficientemente formada y dinámica como lo fue la europea para los europeos en Europa en esos mismos años. Y este distanciamiento se agravaba en la medida en que los pocos médicos ilustrados que pasaban a la España americana se desencantaban con este mismo hecho y regresaban a su casilla de salida. A finales del siglo xviii, por ejemplo, había salido ya de Santafé y regresado a España don Jayme Navarro, un médico muy apreciado de Mutis 39  Ibid., 177. 40  Martínez Briceño y Hernández de Alba, De Hipócrates a Pasteur, 134-168. 41  Restrepo Zea, “Enfermedades y medicinas”, 102.

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y su segundo en la comitiva del virrey Messía de la Cerda. Este facultativo era miembro, como Mutis, de la Sociedad de Nuestra Señora de la Buena Esperanza en Madrid42, y era él quien aseguraba el desarrollo de la consulta médica en Santafé en cada ausencia de Mutis, cuando este salía en comisiones botánicas y mineralógicas. Además de Navarro, Mutis menciona un segundo caso excepcional en su representación sobre el estado de la medicina, farmacia y cirugía en 1801: el de Antonio Gorraez, “boticario de profesión, y legítimamente aprobado en ella, hizo sus estudios con singular aprovechamiento en la Botica de Santo Domingo, bien dirigida y administrada hasta el fallecimiento de su insigne boticario y maestro, el Hermano fray José Mange, instruido y aprobado en el Hospital General de Zaragoza”. No solo su formación era legítima y singular: Gorraez servía […] al público con su oficina [con] su aplicación y larga práctica de treinta y cinco años, con la no pequeña ventaja que le suministra su principal profesión [de médico, franqueando] con laudable caridad y paciencia a la puerta de su casa el diario socorro de recetas y remedios a innumerables pobres desvalidos, que no pueden lograr su consuelo y despacho de los otros médicos ocupados con la de más alta jerarquía43.

Antonio Gorraez fue así un modelo ejemplar para Mutis, y también para los boticarios del Hospital San Juan de Dios, en particular para fray José Bohórquez, “también legítimamente aprobado, cuya instrucción en la farmacia y operaciones químicas comunes, de la época anterior a los profundos conocimientos de la presente, sería muy suficiente para surtir su botica

42  Véase Jaime Bernal Villegas y Alberto Gómez Gutiérrez, A impulsos de una rara resolución. El viaje de José Celestino Mutis al Nuevo Reino de Granada, 1760-1763 (Bogotá: Universidad Javeriana / Universidad del Rosario, 2010). 43  Martínez Briceño y Hernández de Alba, De Hipócrates a Pasteur, 143. 38.


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de las drogas compuestas, cuando faltaran algunas de las que nos vienen por el comercio”44. Como se puede apreciar, no todos los terapeutas ilustrados abandonaban el Nuevo Reino de Granada, pero la presencia de unos pocos, de Gorraez por ejemplo, era insuficiente para atender a médicos y pacientes, y a la vez formar debidamente a los nuevos facultativos en ambas ramas del conocimiento. Por esta razón, en su informe al virrey al iniciar el siglo xix, Mutis propuso la sustitución de las cátedras de farmacia y química por una de botánica, entre las previstas en el nuevo plan de formación en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, puesto que las primeras y sus “necesarios instrumentos, oficinas y profesores [exigían] mayores gastos de los que [podía] soportar el fondo [...] sobre que [contaba] este proyecto”45. Un antecedente importante, que da cuenta del prestigio de Antonio Gorraez, es el resultado de la comisión recibida por Jayme Navarro de inventariar y avaluar los materiales y medicamentos que componían la botica de los jesuitas. En efecto, en el mismo año de la expulsión de la Compañía de Jesús de los territorios neogranadinos, cuando un médico local, Juan José Cortés, pretendió hacerse a la administración de esta nutrida botica, Navarro firmó el 15 de noviembre de 1767 su inventario y avalúo, que concluyó recomendando a Antonio Gorraez (y no a Juan José Cortés) para asegurar su adecuada administración en ausencia de los jesuitas. Esta botica y sus correspondientes boticarios en la Compañía de Jesús son justamente el eje de la presente obra. Así, no vamos a avanzar más en este preámbulo y, antes de seguir atentamente las descripciones y elaboraciones asociadas a las boticas y boticarios jesuitas que presenta en este volumen el padre José del Rey Fajardo, S. J., debe reiterarse que los medicamentos y otros específicos no se encontraban solamente en las boticas oficiales o no oficiales del Nuevo Reino de Granada; todo facultativo y todo curador empírico habría tenido naturalmente acceso a sus propias preparaciones, simples o compuestas, para el beneficio de los enfermos que debía tratar.

44  Ibid. 45  Ibid., 153. 39.


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Con esta advertencia se puede concluir en este punto que el estudio de las boticas y los boticarios requiere todavía tratamientos específicos e independientes, tal y como se presentan aquí, para proceder, poco a poco, a la necesaria construcción colectiva de síntesis que permitan lograr una apropiada comprensión de la farmacognosia americana y sus aportes al concierto global.

Referencias Documentos de archivo Archivo General de la Nación (agn) Colonia (1608), Testamentarias de Cundinamarca, tomo 28 (ff. 1-203): Inventario de la botica de Diego Ordóñez de Taboada. (1634), Médicos y Abogados, legajo 6 (ff. 882 r.-883 r.): Sánchez de Velasco, Martín, cirujano y boticario. Informe sobre sus visitas a boticas de Cartagena [Disputa de tres boticarios cartageneros, Francisco Sánchez, Juan de Cueto y Rafael de Mogneymes, contra el cirujano latino Martín Sánchez de Velasco]. (1771), Médicos y Abogados, tomo 2 (ff. 892-894 v.): El Doctor Alexandro Joseph Gastelbondo sobre que se le permita proveer y poner plaza en esta capital, la tienda de botica que avia en ella. (1776), Miscelánea, tomo 55 (ff. 792 r.-799 v.): Inventario y avalúo de los medicamentos de una botica establecida en la ciudad de Cartagena. (1777), Conventos, tomos 29 (ff. 213-226), 34 (ff. 592-617), 36 (ff. 292-312), 52 (ff. 954-957): Inventario de las boticas de cuatro hospitales de la orden de San Juan de Dios en los puertos neogranadinos del siglo xviii. (1793-1795), Médicos y Abogados, tomo 2, (ff. 47-71): Joseph Miguel de Avila vecino de esta capital sobre lo ocurrido con el Ylustre Cavildo que le ha impedido poner botica publica, y quiere que practique mas tiempo. 40.


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(1799), Médicos y Abogados, tomo 2 (ff. 870 r.-879 v.): Tarifa de los precios a que se deben vender los medicamentos simples y compuestos en las boticas de esta capital de Santafé, formada de orden del Superior Gobierno, por Don Miguel de Isla. (1806-1809), Médicos y Abogados, tomo 2 (ff. 557-562): Visita de botica practicada en este año por el señor regidor decano don Fernando Benjumea y el médico don Honorato Vila.

Archivo Histórico Nacional, Madrid (ahnm) [Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco (ahjjmp)] Clero-Jesuitas (1767-1768), legajo 955, documento 3: Quaderno de Inventario de la Botica y avalúo de los bienes y efectos de la Botica de este Colegio Maximo; y entrega que de ella se hizo para su administración, y manejo a Don Antonio Gorraez, con la intervención de don Jayme Navarro, interim […] por S[u] M[ajestad] otra cosa se manda. (41 folios).

Biblioteca Nacional de Colombia (bnc) Raros y Curiosos (1778), libro 169, f. 122 v.: López Ruiz, Sebastián José. Estudio para proponer correcciones a los abusos de la medicina y de la farmacia como también a los profesores que las ejercitan.

Fuentes impresas Alzate Echeverri, Adriana María. Suciedad y orden. Reformas sanitarias borbónicas en la Nueva Granada 1760-1810. Bogotá: Universidad del Rosario / Universidad de Antioquia / Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2007. Amaya, José Antonio. “El aporte del diplomático sueco Hans Jacob Gahn (1748-1800) a la formación de la biblioteca de historia natural de José Celestino Mutis”. Historia Crítica, n.o 10 (1995): 39-70. Bernal Villegas, Jaime y Alberto Gómez Gutiérrez. A impulsos de una rara resolución. El viaje de José Celestino Mutis al Nuevo Reino de Granada, 17601763. Bogotá: Universidad Javeriana / Universidad del Rosario, 2010. De Zubiría, Roberto. La medicina en el descubrimiento de América. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992. 41.


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Introducción josé del rey fajardo, s. j.

La colonización de los espacios americanos fue una tarea ímproba y lenta, sobre todo en los terrenos relativos a la salud y a las enfermedades, como lo atestiguan las condiciones alarmantes de insalubridad y, de manera especial, las pestes y epidemias recurrentes. De ahí la importancia que adquirieron las boticas y por ende la producción de medicamentos, en lo que las órdenes religiosas desarrollaron una loable labor1. Desde sus orígenes mostraron los jesuitas honda preocupación por las boticas2, no solo por el mandato de sus Constituciones3 sino porque

1  Véase Pedro María Ibáñez, Memorias para la historia de la medicina en Santafé de Bogotá (Bogotá: Imprenta Nacional, 1968); Adriana María Alzate Echeverri, Suciedad y orden. Reformas sanitarias borbónicas en la Nueva Granada 1760-1810 (Bogotá: Editorial Universidad de Antioquia, 2007); Javier Rivera Sandoval, De todo como en botica. Balance de los productos ofrecidos en las boticas de los hospitales de la orden San Juan de Dios en los puertos neogranadinos del siglo xviii (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2011). 2  J. L. Valverde, Presencia de la Compañía de Jesús en el desarrollo de la farmacia (Granada: Universidad de Granada, 1978). 3  Ignacio de Loyola, Constituciones de la Compañía de Jesús. En Obras de San Ignacio de Loyola (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1991), parte III, capítulo 2, nn. 303, 304, 305, donde insiste: “[...] y es bien que los Coadjutores temporales, si no los saben, aprendan estos oficios”.

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así lo evidencia la historia de la Compañía de Jesús en todo el mundo4. Aduciremos solamente el testimonio de unos expertos, quienes resumen así su estudio: “La Compañía de Jesús tuvo en España una gran importancia como difusora de la cultura y entre esa cultura estaba la ciencia y dentro de ella la medicina y los medicamentos y, como es lógico, tenían botica en muchas de sus Casas, y eran llevadas con garantías científicas más que suficientes como lo demuestran la Bibliografía farmacéutica de que disponían en sus Boticas, y también en sus inventarios”5. Antes de entrar en materia debemos advertir al lector que el complicado mundo de la medicina y la farmacia en los tiempos coloniales fue difícil y controlado por los organismos oficiales, y es evidente que conforme se vayan abriendo nuevas investigaciones locales se irá enriqueciendo el conocimiento de esta controversial disciplina. Las fuentes originarias. Las fuentes principales para este estudio radican fundamentalmente en los Catálogos de la Provincia del Nuevo Reino (1610-1761), documentos que cíclicamente recogían la actividad de cada uno de los miembros de esta jurisdicción. Gracias a esa documentación hemos podido trazar la primera síntesis biográfica de tan notable oficio6. Otra ruta de interés serían las Cartas Anuas, colección de escritos oficiosos que recogían y reseñaban la actividad de las instituciones en pro de la ciencia, la educación, la promoción espiritual y social, tanto de las sociedades neogranadinas como del complejo mundo indígena que habitaba los grandes espacios geográficos de la Orinoquia7.

4  Véase, por ejemplo, Guillermo Furlong, S. J., Historia social y cultural del Río de la Plata 1536-1810. El trasplante cultural: ciencia (Buenos Aires: Tipográfica Editora Argentina, 1969), 303-352. Para los boticarios, véase 322 y ss. 5  Rosa María Basante Pol y Ramón Gracia Ada, “La botica del Colegio Imperial de Madrid”, Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Farmacia 33, n.o 132 (1982): 219-221. 6  arsi, Provincia Novi Regni et Quiti, 3, 4, 5. 7  Hasta el momento han conocido la luz pública los volúmenes II y III. Próximamente aparecerá el I. José del Rey Fajardo y Alberto Gutiérrez, eds., Cartas Anuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada. Años 1638 a 1660 (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2014); 48.


• introducción

De igual forma, es necesario recurrir a la correspondencia mantenida por los padres generales de la Compañía de Jesús con los Provinciales del Nuevo Reino de Granada, pues significa la visión de las autoridades romanas sobre tan interesante proyecto8. También son de importancia capital los expedientes levantados por los comisarios regios que llevaron la tarea de inventariar todos los bienes de la Manzana Jesuítica tras el decreto del rey Carlos III, el 1.º de agosto de 1767, por el que expatriaba de todos sus dominios a los miembros de la Compañía de Jesús9. Es lógico que se encuentren expedientes en el Archivo General de la Nación sobre los más diversos problemas que suscitaron las boticas en Bogotá. A través del estudio de dichos expedientes se puede llegar al conocimiento de algunos de los boticarios. En el caso concreto de los misioneros de la gran Orinoquia, estos eran conscientes de que la Universidad era el espacio idóneo para realizar sus consultas y mantener la correspondencia científica con sus corresponsales bogotanos, como lo evidencian, por ejemplo, los envíos del P. Gumilla al “hermano Juan de Agullón, boticario, médico y excelente químico del colegio máximo”10, así como también su intercambio epistolar con un médico de Santafé de Bogotá11. José del Rey Fajardo y Alberto Gutiérrez, eds., Cartas Anuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada. Años 1684 a 1698 (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2014). 8  apt, leg. 132. 9  ahn, Jesuitas, leg. 955, Autos de extrañamiento y ocupación de Temporalidades de los Regulares de la Compañia del Colegio Maximo de la ciudad de Santa Fee en que fue comisoanado del Fiscal Pretector desa Real Audiencia don Francisco Antonio Moreno y Escandon. El Informe final data del 28 de octubre de 1767. Para los inventarios de la Manzana Jesuítica nos remitimos a nuestro libro: José del Rey Fajardo, Expulsión, extinción y restauración de los jesuitas en el Nuevo Reino de Granada (1767-1815) (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2014), 156 y ss. Para el Colegio Mayor de San Bartolomé, anb, Curas y Obispos, 43, fols. 40-88. 10  Joseph Gumilla, El Orinoco ilustrado y defendido [...]. Segunda impression, revista y aumentada por su mismo autor, y dividida en dos partes (Madrid: Manuel Fernández, 1745), 399. 11  Ibid., 446: “Dudó un gran médico que vivía en Santa Fe de Bogotá, pidióme, y le remití cantidad de dichas hojas [la espadilla o espadín (Crotolaria stipularia)], y como llegasen secas, 49.


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Otra fuente de exploración para los científicos tuvieron que ser los diccionarios y vocabularios elaborados por los misioneros como norma de consulta para identificar las plantas y su denominación tanto indígena como castellana12. En este contexto, es interesante anotar la observación del misionero Felipe Salvador Gilij a este respecto: “De hacer un libro en este estilo, cuánto se podría decir. No hay acaso en el mundo otra región que abunde más que América en simples escogidísimos, aptos para curar las enfermedades humanas. De allí nos vienen la quina, de allí la zarzaparrilla, el salsafrás, el copaiba, y otras cien drogas, de que hoy abunda la Italia”13. En última instancia, se trataba de una experiencia acumulada tanto por la observación directa del modo de actuar de los indígenas, sobre todo de los piaches14, como por las reflexiones de los españoles allí residentes15, las recopilaciones y los ensayos llevados a cabo por los propios misioneros16. por la gran distancia, dobló la cantidad, y después de suficiente infusión, hizo el cocimiento, y surtía en aquel temperamento frío el mismo buen efecto que en el cálido, cual es el de nuestras Misiones”. 12 José del Rey Fajardo, La Universidad Javeriana, intérprete de la “otredad” indígena (siglos xvii-xviii) (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2009). 13  Felipe Salvador Gilij, Ensayo de historia americana, o sea historia natural, civil y sacra de los reinos y de las provincias españolas de tierra firme en la América meridional, 2 vols. (Caracas: Academia Nacional de Historia, 1965) [traducción al castellano de Antonio Tovar a partir de la obra original en italiano titulada Saggio di storia americana o sia Storia naturale, civile, e sacra de regni, e delle provincie Spagnuole di Terra ferma nell’ America meridionale, 4 vols. (Roma: Luigi Perego, 1780-1784)], 76. 14  Véase Gilij, Ensayo de historia americana, ii, 88-101. 15  La presencia de la Expedición de Límites de 1750 también facilitó la comprobación de las pócimas tropicales con la ciencia médica de entonces (Gilij, Ensayo de historia americana, ii, 79). 16  La lectura de ciertos capítulos de El Orinoco ilustrado y del Ensayo de historia americana nos revela la preocupación de los misioneros por el intercambio de información sobre la ciencia médica de entonces (Gilij, Ensayo de historia americana, ii, 79; Gumilla, El Orinoco ilustrado, 360-457). Gilij, Ensayo de historia americana, ii, 78: “Mis lectores se darán cuenta 50.


• introducción

Llama la atención el hecho de que una vez conocida en Europa la edición de El Orinoco ilustrado, sus aportes medicinales fueron recogidos por madame Fouquet, quien “añadió a los remedios comunes en Francia los que diligentemente recogió de la obra del P. Gumilla”17. También queremos resaltar la obra de Paula Ronderos El dilema de los rótulos, porque afronta con nitidez documental el mundo de la farmacia y los fármacos a comienzos del siglo xvii y la botica de Diego Ordónez de Taboada18. Ciertamente, estamos ante un certero libro de consulta para entender la botica y los boticarios neogranadinos. La ubicación. La sede en donde los miembros de la Compañía de Jesús realizaron su mejor proyecto neograndino ha sido denominada la “Manzana Jesuítica”, y formó parte de la vida de la Plaza Mayor de Santafé de Bogotá. Formulamos esta proposición porque dentro del imaginario histórico bogotano tres instituciones parecieran asumir el liderazgo representativo: la Universidad Javeriana19, el Colegio Mayor de San Bartolomé20 (que es

perfectamente de que yo en la descripción de los remedios orinoquenses hablo siempre de aquellos que usan los misioneros”. Véase Evaristo Eduardo De Miranda, O descobrimento da Biodiversidade. A ecologia de índios, jesuítas e leigos no século xvi (Sao Paulo: Edições Loyola, 2004). 17  Gilij, Ensayo de historia americana, ii, 76. 18  Ronderos, El dilema de los rótulos. 19  Juan Manuel Pacheco, “La Universidad Javeriana de Santafé de Bogotá durante la época colonial”. En José del Rey Fajardo, ed., La pedagogía jesuítica en Venezuela. I (San Cristóbal: Universidad Católica del Táchira, 1991), 7-111. 20  Daniel Restrepo y Guillermo y Alfonso Hernández de Alba, El Colegio de San Bartolomé. i. El Colegio a través de nuestra historia, por el P. Daniel Restrepo, S. J.; ii. Galería de hijos insignes del Colegio, por Guillermo y Alfonso Hernández de Alba (Bogotá: Sociedad Editorial, 1928); William Jaramillo Mejía, Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1996). 51.


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periférico a la Manzana) y la iglesia de San Ignacio21. Sin embargo, la realidad jurídica presenta otra visión que es necesario precisar. Si descendemos a los detalles, tenemos que señalar qué instituciones que hacían vida en la Manzana Jesuítica dependían jurídicamente del denominado “Colegio Máximo”22, a excepción de la Curia Provincial, que era la sede donde residía el provincial de la Provincia jesuítica del Nuevo Reino de Granada y su equipo asesor, y por ende se erigía como el cerebro rector de todos los proyectos que se desarrollaban en los amplios terrenos que configuraron la entidad jurídica del mismo nombre. Sus dimensiones las definen las actuales repúblicas de Colombia, Venezuela y República Dominicana. Y durante el siglo xvii también de Ecuador y Panamá. Así pues, si exceptuamos la Curia Provincial, el concepto de “Colegio Máximo” abarcaba las siguientes entidades: En primer lugar, la Residencia de los jesuitas, que estaba integrada por el rector, el correspondiente claustro profesoral de la Universidad Javeriana, al que se debe añadir todos los agentes que laboraban en la totalidad de la Manzana, y la comunidad de todos los estudiantes jesuitas que cursaban sus estudios en esta Casa de los Saberes. En segundo término, todo el complejo mundo que se cobijaba al amparo de la Universidad Javeriana: las facultades de Teología23, Artes24,

21  La iglesia de San Ignacio en Bogotá, 1610-2012 (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2012); Mario Herrán Raquero, “Fundación del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús y el Colegio de San Bartolomé en el Nuevo Reino de Granada”, Revista de Historia de la Educación Colombiana 1, n.o 1 (1998): 9-35. 22  Herrán Raquero, “Fundación del Colegio Máximo”. 23 José del Rey Fajardo, Los precursores de la ‘Sociedad del conocimiento’ en la Javeriana colonial (Bogotá: Editorial El Búho, 2010). 24 José del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote, La enseñanza de la filosofía en la Universidad Javeriana colonial (1623-1767) (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2010).

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• introducción

Jurisprudencia25, Lenguas26 y los estudios primarios. De igual forma, estaban adscritas dependencias como la Biblioteca27 y otras entidades. Otro conglomerado lo constituía el cuerpo de jesuitas encargados de que el templo de San Ignacio tuviera significación dentro de la ciudad, a través de la complicada red de organizaciones eclesiásticas que procuraban la promoción espiritual y moral de sus asistentes. El último estamento lo configuraban todas esas personas anónimas que constituían el sostén de las infraestructuras que debían garantizar el perfecto desarrollo de todas las instituciones que tenían vida dentro de la Manzana, como la enfermería, la botica28, la imprenta29, las haciendas y el orden y disciplina internos. Como la enfermería solo cumplía funciones para los jesuitas, pensamos que es una entidad ajena, en este momento, a las líneas que dedicamos a la botica. Si quisiéramos graficar todos esos estamentos a través de una realidad concreta, nos remitiríamos a las informaciones que ofrece el catálogo de la Provincia del año 175130. En la comunidad del Colegio Máximo residían 25 José del Rey Fajardo, La Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Javeriana 17061767 (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Jurídicas, 2012). 26  José del Rey Fajardo, La Facultad de Lenguas de la Universidad Javeriana colonial y la República de las Letras neogranadinas (Bogotá: Editorial El Búho, 2010). 27 José del Rey Fajardo, La biblioteca colonial de la Universidad Javeriana de Bogotá (Caracas: Miguel Ángel García e Hijos, s. f. [Universidad Católica del Táchira 2001]). 28  María Eugenia Osorio Oliveros, Curar el alma y medicar el cuerpo: ciencia médica jesuita en el Nuevo Reino de Granada (xvii-xviii). El caso de la Botica del Colegio Máximo de Santafé, monografía para optar al título de historiadora, Universidad de los Andes, 2011. 29  Eduardo Posada, Bibliografía bogotana (Bogotá: Biblioteca de Historia Nacional, xvi, I, 1917), 441-442; Luis A. Cuervo, “El primer año de la Imprenta en Santafé”, Boletín de Historia y Antigüedades, n.o 30 (1943): 874-877. Véase también Revista Javeriana, n.o 20 (1943): 245-247; Álvaro Garzón Martha, Historia y catálogo descriptivo de la imprenta en Colombia (1738-1810) (Bogotá: Gatos Gemelos Comunicación, 2008). 30  arsi. N. R. et Q., 4, fols. 298-298 v.

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42 sacerdotes, 13 estudiantes jesuitas y 19 hermanos coadjutores, lo que arroja un total de 74 personas. El estamento directivo de toda la Provincia del Nuevo Reino lo formaban cinco personas directas (el provincial, el secretario y su adjunto, el procurador de Provincia y su ayudante) y cuatro consultores que también se ocupaban de otras tareas. El claustro de la Universidad Javeriana convocaba al rector, dos profesores de teología escolástica, uno de moral, uno de artes, dos de lenguas (y uno en tiempos pretéritos, catedrático de lengua chibcha) y algunos asesores espirituales. Aquí hay que anexar al hermano coadjutor que enseñaba en la escuela de primeras letras. Los servicios religiosos del templo de San Ignacio eran atendidos de forma permanente por once sacerdotes bajo la dirección de un coordinador. Toda la gestión económico-administrativa descansaba sobre siete sacerdotes y cinco hermanos coadjutores, amén del coordinador. El mantenimiento de las infraestructuras corría a cargo de trece hermanos coadjutores, entre los que debemos mencionar al boticario y su ayudante, al carpintero, la botica y su ayudante y a veces el impresor. En el caso concreto del Nuevo Reino de Granada, hubo arquitectos, ebanistas, pintores, impresores y boticarios que con su labor callada supieron enriquecer el complejo arquitectónico de la Manzana que estudiamos y generar sus imitaciones en los grandes espacios geográficos que separaban el océano Pacífico del Atlántico31. En consecuencia, la Botica era una dependencia del Colegio Máximo, pero ello no excluye que sus preocupaciones intelectuales fueran ajenas a los hombres de la Academia, sino que se puede verificar un mutuo enriquecimiento a la hora de buscar soluciones.

31  Citaremos dos ejemplos: Patricia Rentería Salazar, Arquitectura en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá. Modelos, influjos, artífices (Bogotá: ceja, 2001); Johannes Meier, ed., Jesuiten aus Zentraleuropa in Portugiesisch- und Spanisch-Amerika. Ein bio-bibliographisches Handbuch mit einem Überblick über das aussereuropäische Wirken des Gesellschaft Jesu in der Frühen Neuzeit. Band 3: Neugranada (1618-1771), de Christoph Nebgen (Münster: Ashendorf, 2008).

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• introducción

Las dimensiones de la botica fueron apropiadas. La habitación del boticario era la número 93, “que se compone de dos piezas capaces”32. La número 94 correspondía a la botica del Colegio33. La número 95 es la puerta “que sale de la cocina de enfermería, al tránsito o corredor y hace frente con La Botica”34. La número 99 “es la puerta principal de la botica la que respecto a ir inventariada por separado, se omiten incluirla aquí, y se anota para que conste”35. La habitación 100 “está al otro lado de la botica y le pertenece a ella, tiene sus dos ventanas de madera”36. “Otra pieza de Ladrillo y adobe cubierta de teja con su puerta de madera contigua a la antecedente que parece tener la destinada para cocina de la Botica”37. Deducimos que la botica quedaba sobre la calle 10, justo después de la iglesia. Sin embargo, es necesario precisar que esa descripción data del siglo xviii, pues el 7 de febrero de 1699 escribía el general de los jesuitas al provincial del Nuevo Reino: “Hallandose tan accomodado el Colegio con el ingresso destos y otros menores legados debo ordenar el que se fabrique lo mucho que falta para entregar la fabrica segun la planta porque segun se nos avisa ni hai enfermeria, ni piessa para la botica, ni las officinas necessarias”38. Fecha de inicio de la botica. Antes de proceder al estudio del tema propuesto, se imponen algunas observaciones críticas que ilustran la mejor comprensión de la personalidad jurídica en que se insertaba la botica y algunas consideraciones sobre la formación profesional de sus gerentes. 32  Archivo Nacional de Colombia, 1767, octubre 28, Santafé, Autos, extrañamiento y ocupación de temporalidades de los regulares de la Compañía de Jesús del Colegio Máximo de la ciudad de Santafé, en que fue comisionado el fiscal protector de la real Audiencia, Francisco Antonio Moreno y Escandón. 33  Archivo Nacional de Colombia, 1767, octubre 28, Santafé, fol. 240. 34  Ibid. 35  Archivo Nacional de Colombia, 1767, octubre 28, Santafé, fol. 242. 36  Ibid. 37  Archivo Nacional de Colombia, 1767, octubre 28, Santafé, fol. 243. 38  apt, leg. 132, fol. 139 v.

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Con respecto a la fecha del inicio de la botica jesuítica en Bogotá, no la hemos podido precisar, pero, según Esteve Barba, habría comenzado a funcionar hacia 1618 y “fue la única autorizada —según el mencionado autor— hasta que el Convento de Predicadores abrió otra en 1763”39. Precisamos que se trata de una botica institucional. Tampoco la historiografía moderna bogotana ha dilucidado este problema. Alfredo Iriarte sitúa el origen de la botica jesuítica hacia 163140; Andrés Soriano Lleras resalta la colaboración de la botica del Colegio Máximo en algunas calamidades públicas, como la sufrida en tiempos del arzobispo Bernardino de Almansa41, y Francisco Guerra fija la fundación de la botica jesuítica en 161842. Sin embargo, tenemos noticia de la existencia de la botica ya en 1616 —antes de que se iniciara la Universidad Javeriana— y de su boticario, que fue el H. Francisco Gonzalo43. 39  Francisco Esteve Barba, Cultura virreinal (Barcelona-Madrid, Salvat Editores, 1965), 784-785. 40  Alfredo Iriarte, Historia de Bogotá. Tomo III: Conquista y colonia (Bogotá, 1989), 43: “También se cuenta con datos acerca de la existencia de una botica en la Plaza Mayor (1631), atendida por su propietario, Pedro López, de la que abrieron los jesuitas por esa época y la que necesariamente debía poseer el hospital”. 41  Andrés Soriano Lleras, La medicina en el Nuevo Reino de Granada, durante la conquista y la colonia (Bogotá: Biblioteca de Historia Nacional, 1972), 1092: “Se improvisaron hospitales, puestos de socorros con medicinas, alimentos y graneros públicos. La botica de la Compañía de Jesús no llegó a cerrarse ni de día ni de noche mientras duró la calamidad”. La cita es de Patiño Camargo. Es una lástima que Soriano Lleras no haya puesto las fuentes individualizadas, pues posee una excelente información documental. 42  Francisco Guerra, “La medicina en el Virreinato de Nueva Granada”, Hojas de Cultura Popular Colombiana, n.º 42 (1954): “La existencia de boticas en la Audiencia de Santa Fe data desde los primeros años del siglo XVII, hacia 1618, pues la primera vino con los jesuitas y fue la única autorizada por el protomedicato, hasta que en 1763 se abrió otra botica de carácter ya público, propiedad del Convento de Predicadores y atendida por fray Juan José Mange, individuo de la misma orden”. 43  arsi. N. R. et Q., 3, fol. 21 v. Catálogo de 1616. El catálogo de 1623 (fol. 45 v.) reseña a Francisco Gonzalo en el mismo cargo. Había nacido en Durón (diócesis de Sigüenza) e

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También debemos afirmar que desde sus inicios los jesuitas neogranadinos funcionaron con el “botamen farmaceútico”, es decir, el escudo o la heráldica farmaceútica de la Compañía de Jesús: jhs con la cruz arriba y los tres clavos debajo. El color era azul y todos los recipientes eran de barro44. Los conflictos legales y canónicos de las boticas religiosas. Desde los inicios del siglo xvii surge un movimiento de oposición a las boticas religiosas por parte de la autoridad eclesiástica. En 1637 el papa Urbano VIII prohibió a los religiosos la venta de medicinas, y su elaboración debía circunscribirse al ámbito de su comunidad. Posteriormente, entre 1687 y 1692 se suceden disposiciones canónicas que prohibían a los religiosos ejercer como boticarios. En 1722 el papa Inocencio XII mantenía la prohibición de las ventas, con excepción de los Hermanos de San Juan de Dios45. Sin embargo, debemos reconocer que esas disposiciones no fueron cumplidas en América, como lo demuestra su proliferación. Por otro lado, la presencia de la botica no dejó de tener sus adversarios por la competencia comercial. Federico González Suárez hace referencia en su Historia del Ecuador a las pingües ganancias que tenían las boticas jesuíticas tanto en Quito como en Santafé46. Desconocemos sus fuentes, pero es interesante conocer la argumentación del P. José Jouanén. Al respecto cita una carta del P. General en la que se afirma: “El P. Martínez Rubio siendo Rector de Quito, en 1684, puso botica por estar la de la ciudad muy mal parada, corrompidas las medicinas

ingresado en la Compañía de Jesús el 24 de febrero de 1608 (arsi. N. R. et Q., 3, fol. 45 v.). En 1628 mandaba el general de la Orden despedirlo (arsi. N. R. et Q. Epistolae Generalium, fol. 303 v. Carta del General al P. Ayerbe. Roma, 2 de febrero de 1628). 44  M. E. del Río Hijas, “Enfermerías y boticas en las casas de la Compañía en Madrid siglos xvi-xix”, Archivum Historicum Societatis Iesu, n.o 64 (1995): 46. 45  Véase María Cristina Vera de Flachs y Carlos Page, “Textos clásicos en la botica jesuítica del Paraguay”, Cuadernos del Instituto Antonio Nebrija, n.o 13 (2010): 117-135. 46  Federico González Suárez, Historia general de la República del Ecuador. v (Quito: Imprenta del Clero, 1894), 260.

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y también en manos de un ignorante, que con desconsuelo y peligro grande de los sujetos, trocaba las recetas”47. Y el 24 de septiembre de 1695 le escribía al rector de Quito el superior supremo de los jesuitas en Roma: “Siendo las boticas tan necesarias en los colegios de Santafé y de Quito para la salud de los Nuestros”, establece las normas para la venta de sus productos y en el fondo desea evitar cualquier especie de negociación. Y concluye: “El P. Calderón trabaja mucho para conseguir dos buenos boticarios, y que estos enseñen a otros”48. La actuación de la botica. Hasta el momento el mejor estudio que conocemos de la botica de los jesuitas de Bogotá se debe a la historiadora María Eugenia Osorio Oliveros, que permanece lamentablemente inédito49, con una publicación parcial preliminar50. Varias razones nos inducen a pensar que debía tener reputación. Una, porque la preocupación por los estudios sobre la salud motivó la enseñanza de la medicina en la Javeriana, el 1.º de abril de 1636, bajo la dirección de don Rodrigo Enríquez de Andrada, médico graduado en la Universidad de Alcalá51. Otra, porque su institucionalidad se mantuvo a lo largo de la biografía colonial de esta universidad y fue lugar de experimentación de las fórmulas tanto del Viejo como del Nuevo Mundo; la personalidad profesional de algunos de sus directores nos induce a pensar que científicamente estaban bien preparados. Finalmente, a ella remitían los misioneros lo que consideraban podía ser útil para su mejoramiento; así lo evidencian, por

47  Citado por José Jouanén, Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. i (Quito: Editorial Ecuatoriana, 1941), 281-282. 48  Ibid., i, 282. 49  Osorio Oliveros, Curar el alma. 50  María Eugenia Osorio Oliveros, “La botica neogranadina de la Compañía de Jesús: un laboratorio para explorar prácticas médicas en la provincia de Santafé, primera mitad del siglo xviii”, Historia y Memoria, n.o 6 (2013): 143-169. 51  También referido como Rodrigo Enríquez de Andrade en algunas fuentes. Para más información, véase Juan Manuel Pacheco, Los jesuitas en Colombia. i (Bogotá, 1959), 538-539. 58.


• introducción

ejemplo, los envíos del P. Gumilla al “hermano Juan de Agullón, boticario, médico y excelente químico del colegio máximo”52. En verdad, es necesario entender el contexto en que se desarrollaron en América las boticas jesuíticas y para ello apelamos el criterio de Basante Pol: “La Compañía de Jesús tuvo en España una gran importancia como difusora de la cultura y entre esta cultura estaba la ciencia y dentro de ella la medicina y los medicamentos, y como es lógico, tenían botica en muchas de sus Casas, y eran llevadas con garantías científicas más que suficientes como lo demuestra la Bibliografía farmeceútica de que disponían sus Boticas, y también sus inventarios”53. Debemos confesar que la documentación neogranadina es muy parca cuando se asoma a este tema. Pareciera que solo se hace alusión a la botica en las grandes crisis sanitarias. La famosa peste de Santos Gil54 la describen las Cartas Anuas: “No había contagio como éste; pegábase de sólo llegar al enfermo, de tocarle, de respirar el aire de la sala y aun de la cuadra en que estaba, los vestidos, las camisas, las camas, la ropa y platos de su comida, todos quedaban infestos”55. Y cuando toca el tema de la botica dice: “Nuestra casa de Santa Fe gastó en esta ocasión gran suma de ducados en limosnas y estuvo nuestra botica patente a los pobres; y no solo esto, pero el Padre de la cofradía de los indios puso despensa pública en que se daba lo necesario a los de el pueblo y a esto acudían algunos piadosos del lugar con limosnas más que medianas”56. 52  Gumilla, El Orinoco ilustrado, 399. 53  R. M. Basante Pol y R. García Ada, “La botica del Colegio Imperial de Madrid”, Boletín de la Sociedad Española de la Historia de la Farmacia 33, n.o 132 (1982): 219-221. 54  Véase “La peste de Santos Gil”. En Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, escrita sobre documentos auténticos. i, de José Manuel Groot (Bogotá: Casa Editorial de M. Rivas y Cía., 1889), 286 y ss.; Pedro María Ibáñez, Crónicas de Bogotá (Bogotá: Biblioteca de Historia Nacional, 1913), 172 y ss. 55  apt, Fondo Astrain, leg. 4. Relación Annua de la Provincia del Nuevo Reino de Granada desde el año de 1655 hasta el de 1660, fol. 26 v. 56  Ibid., fols. 31 v.-32. 59.


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Una confirmación de este modus operandi de las boticas jesuíticas americanas la verificamos en la ciudad argentina de Córdoba cuando por las mismas fechas certificaba: “Sirvió de socorro universal nuestro colegio de Córdoba, siendo que nuestro Hermano boticario apenas pudo descansar un rato, porque el Padre rector había ordenado que no sólo se diesen víveres de balde, sino también todas las medicinas necesarias, además ropa, colchones, frazadas en abundancia”57. El 2 de abril de 1767 firmaba y promulgaba el rey de España, Carlos III, una Pragmática Sanción por la que expatriaba de todos sus dominios a más de 5000 miembros de la Compañía de Jesús. En el caso específico del Nuevo Reino de Granada se truncaba la biografía de una institución religioso-cultural que se había enraizado en tierras patrias desde los albores del siglo XVII, y cuya acción espiritual, educativa, social y económica formaba parte no solo de ciudades como Bogotá, Cartagena, Mompox, Honda, Tunja, Antioquia, Mérida, Maracaibo, Coro, Caracas, Isla de Santo Domingo y territorios de Guayana, sino que además había contribuido eficazmente al conocimiento humano, geográfico y científico de grandes regiones de nuestra Orinoquia58. Así se explica la instrucción del modo como se deberán realizar los inventarios y el interrogatorio a que deberán ser sometidos los “Procuradores”59, las normas para inventariar libros, bibliotecas y papeles

57  Carlos A. Page, El Colegio Máximo de Córdoba (Argentina) según las Cartas Anuas de la Compañía de Jesús, 1609-1767 (Córdoba: s. e., 2004), 119. 58  “Pragmática sancion de su Magestad, en fuerza, de Ley, para el estrañamiento de estos Reynos á los Regulares de la Compañia, ocupacion de sus Temporalidades, y prohibicion de su restablecimiento en tiempo alguno, con las demas precauciones que expresa”. En Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. iii, de José del Rey Fajardo (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1974), 103-109. 59  Instrucción del modo con que deben hacer los Comisionados los Inventarios de los Papeles, muebles, y efectos de los Regulares de la Compañía, y Interrogatorios por el qual deben ser preguntados sus Procuradores (Madrid, 7 de abril de 1767). Cfr. del Rey Fajardo, Documentos jesuíticos, iii, 113-118. 60.


• introducción

personales60; o el uso que deberá darse a las boticas61, a las imprentas62 o a los edificios que habían servido a la educación tanto del pueblo español como del americano63. Una vez que fueron incautados los bienes de los expatriados se entregó la administración de la botica a D. Antonio Gorraez, con la intervención de D. Jayme Navarro, con un salario de seiscientos pesos para los dos. La botica fue tasada en 20 141 pesos con cinco reales. Desconocemos el resultado de su posterior administración.

60  Instrucción de lo que se deberá observar, para inventariar los libros, y Papeles existentes en las Casas, que han sido de los Regulares de la Compañía, en todos los Dominios de S. M. (Madrid, 23 de abril de 1767). Cfr. del Rey Fajardo, Documentos jesuíticos, III, 118-121. 61  Real Provision de S. M. A Consulta del Consejo, en el Extraordinario, aplicando las Boticas, existentes en las Casas de Regulares de la Compañía a Hospitales, Hospicios, Inclusas, y otras Casas de misericordia, que estén bajo de la Real Protección (Madrid, 22 de septiembre de 1767). Cfr. del Rey Fajardo, Documentos jesuíticos, III, 135-136. 62  Carta circular, sobre que se haga Inventario de los Pertrechos de las imprentas que tenian los Regulares de la Compañía (Madrid, 14 de octubre de 1767). Cfr. del Rey Fajardo, Documentos jesuíticos, iii, 139. 63  Real Provisión, de los Señores del Consejo en el Extraordinario, a consulta con S.M., para reintegrar a los Maestros y Preceptores seculares en la enseñanza de las primeras Letras, Gramática y Retórica, proveyéndose estos Magisterios, y Cátedras a oposición, y estableciendo viviendas, y casas de pupilage, para los Maestros y Discípulos en los Colegios donde sea conveniente, informando por menor al Consejo (Madrid, 5 de octubre de 1767). Cfr. del Rey Fajardo, Documentos jesuíticos, iii, 136-139. 61.



en el siglo xv i, con la fundación de la Compañía de Jesús, se fortaleció la indagación científica y social. Esta comunidad religiosa se centró en destinos periféricos,

boticas y boticarios

viajando a lugares recónditos con su mensaje evangélico y, adicionalmente,

jesuitas en santafé

con un espíritu característico de curiosidad y sistematización. Evidencia de

y las misiones

ello en el Nuevo Reino de Granada es la extensa cartografía fluvial que pro-

de la orinoquia,

dujeron los misioneros jesuitas en sus viajes a las selvas, lejos de las ciudades

nuevo reino

principales, en donde instauraron sus bases operativas y establecieron la bo-

de granada

tica de Santafé en 1616. Esta obra ofrece una visión completa del aporte de la Compañía de Jesús al estudio de la medicina y la farmacia en el Nuevo Reino de Granada, par-

1 6 1 6 - 1767

Quaderno de Inventario de la Botica y avalúo de los bienes, y efectos de la Botica de este Colegio Máximo elaborado en 1767, documento pleno de referencias explícitas a medicamentos y otros específicos de particular interés para la historia de la medicina americana. Con esta obra se cierra un ciclo de estudio de las áreas científicas desarrolladas por los jesuitas ilustrados a través de la Universidad Javeriana colonial. ¶

jesuitas en santafé y las misiones de la orinoquia,

ticularmente en Santafé y las misiones de la Orinoquia, durante los siglos xvii y xviii. Además, presenta por primera vez la versión integral del

boticas y boticarios

nuevo reino de granada

josé del rey fajardo, s. j. alberto gómez gutiérrez, ph. d.

1616-1767

Colección archivo histórico javeriano

Paupertas ſapiens.

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.

• jo sé del r ey fa jar d o , s . j. • al b erto g óm ez gu t i ér r ez , ph. d.


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