Campo de estacas

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Ramón Cote Baraibar Prólogo de Jorge Cadavid

Programa de mano Pablo Montoya Prólogo de Eduardo Chirinos

Coloquio de los animales

Carlos López Degregori

Hábito del tiempo

CARLOS LÓPEZ DEGREGORI

CAMPO DE ESTACAS

OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN

pesar de que su obra entera nos habla del desasosiego de unas vidas adultas marcadas por la amenaza de muerte, la impresión que tenemos mientras leemos esta poesía es la de que en su raíz está la infancia. No la biográfica del poeta, no la idealizada por la modernidad, ni la edulcorada que nos vende el mercado, sino la traspasada por las fábulas terroríficas de las generaciones que nos nutrimos de cuentos donde había zarzas malignas, princesas muertas, hombres atrapados en el cuerpo de un cerdo o paredes sangrantes, imágenes que hoy horrorizan a los padres políticamente correctos que han desterrado el miedo de las mentes de sus niños. Como Lewis Carroll, Carlos López Degregori nos introduce en un mundo onírico y por tanto simbólico, donde nada es, como podría pensarse, inocente.

CAMPO DE ESTACAS

Carlos López Degregori

Piedad Bonnett

Eduardo Chirinos

COLECCIÓN POESÍA

Prólogo de Fernando Iwasaki

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Nació en Lima, en 1952, y es una de las voces centrales de la poesía peruana contemporánea. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana, licenciándose en Literatura en 1977. Un año después publicó Un buen día, su primer libro. Posteriormente han aparecido Las conversiones (1983), Una casa en la sombra (1986), Cielo forzado (1988), El amor rudimentario (1990), Lejos de todas partes (1994) –que reúne su obra editada hasta ese año–, Aquí descansa nadie (1998), Retratos de un caído resplandor (2002), Flama y respiración (2005). La antología de sus poemas en prosa El hilo negro (2008), Una mesa en la espesura del bosque (2010) y Aguas ejemplares (2013) –una reedición de tres de sus poemarios–. Ha obtenido el primer premio de poesía en los Juegos Florales de la Universidad Javeriana (Bogotá, 1976), el primer premio en la bienal de poesía de la Asociación cultural japonesa del Perú (1990) y el primer premio en el Concurso Internacional de poesía el Olivo de Oro (1997).

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Facultad de Ciencias Sociales

Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Carlos López Degregori Miembros del comité editorial: Giovanni Quessep Ramón Cote Baraibar Federico Díaz-Granados Cristo Rafael Figueroa Sánchez Juan Felipe Robledo Primera edición: diciembre del 2014 Bogotá, D. C. isbn: 978-958-716-???-? Número de ejemplares: 200 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7ª núm. 37-25, oficina 13-01 Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial

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Cuidado de texto: Óscar Daniel Campo Becerra Diseño de pauta gráfica: Ignacio Martínez-Villalba Diagramación: María Victoria Mora Diseño de carátula: Ignacio Martínez-Villalba Impresión: Javegraf

MIEMBRO DE LA

ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA

RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL www.ausjal.org

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana

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CONTENIDO

DE LA MISMA SUSTANCIA DE LOS SUEÑOS Por Piedad Bonnett 9 NOTA DEL AUTOR 13

ESTACAS Los lugares prohibidos 17 Campo de estacas 19 Caja romana 22 Asunta 23 El talento y el amor 24 Aguas ejemplares 25 Siempre es al sur 27 Cicatrices 29 Huidas 31 En una anticipada despedida 33

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Retrato de Aldana entrando por los pies 35 Voces 36 Pasó silbando el viento rojo 38 La giganta 39 Como el más largo y solo camino 40 Autorretrato con girasol 42 Arrojo 44 Una barca de piedra 45 Una mesa en la espesura del bosque 47

LOS ESCONDITES La canción de mi nodriza 51 Arte de la peste 56 A quien debemos temer 61 Nuestra Señora de los Lobos 65 Los escondites 70 Asimetrías 77 Herida de tu herida 82

UN HOYO COMO MIS OJOS A mayor gloria del sol 89 Mi miembro de lana 90 70 centímetros de cuerda 92 Máquina respiratoria 94 Media hogaza de pan 97 Un hoyo como mis ojos 99 Dos madrastras 101 Procedencia de los poemas 103

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D E L A M I S M A S U S TA N C I A D E L O S S U E Ñ O S

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E

L LECTOR que entra a la poesía de Carlos López Degregori debe hacerlo dejando afuera las armas racionales que nos han dado para movernos en un mundo donde todo tiene un nombre y una causa. Solo así, poroso, abriéndose a lo impensado, nadando en otra lógica, tanteando en la oscuridad o cegado por lo que relumbra, podrá el lector ser traspasado por una de las voces más originales de la poesía latinoamericana contemporánea. A pesar de que su obra entera –pues es en verdad ‘una obra’ lo que Carlos López ha construido libro a libro–, nos habla del desasosiego de unas vidas adultas marcadas por la amenaza de muerte, la impresión que tenemos mientras leemos esta poesía es la de que en su raíz está la infancia. No la biográfica del poeta, no la idealizada por la modernidad, ni la edulcorada que nos vende el mercado, sino la traspasada por las fábulas terroríficas de las generaciones que nos nutrimos de cuentos donde había zarzas malignas, princesas muertas, hombres atrapados en el cuerpo de un cerdo o paredes sangrantes, imágenes que hoy horrorizan a los

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padres políticamente correctos que han desterrado el miedo de las mentes de sus niños. Como Lewis Carroll, Carlos López Degregori nos introduce en un mundo onírico y por tanto simbólico, donde nada es, como podría pensarse, inocente. Mundo que a mi modo de ver le debe menos al surrealismo – aunque a veces hay imágenes que podrían remitirnos a la pintura de de Chirico, Tanguy o Max Ernst– que a realidades emanadas de la simbología psicoanalítica, a la literatura gótica, con sus acentos nocturnos, perversos, enfermizos o a las sugerentes atmósferas de los prerrafaelitas y de los expresionistas: 10

Soñé que guardabas cuerpos en un patio. Planto rosas aquí, dijiste mientras me amenazabas con tu pala. Pero no se crea que lo que hace aquí el autor es un juego postmoderno con intenciones eruditas o intertextuales. No: lo que nos entrega López Degregori es un mapa lleno de indicios de algo que solo vislumbramos a medias, de signos ciegos que nos remiten a realidades indescifrables, mudas, como las sugeridas por aquellos postes de huarango que en los arenales de Nazca nos hablan de algo definitivamente perdido. Realidades donde habita lo siniestro, lo monstruoso, lo terrible que duerme en la realidad más cotidiana; en los objetos –una caja de cristal, “una joya marchita”, unas tijeras, un girasol, una piedra– que ocultan una historia, o un tesoro, o un sentido; en los animales –cerdos, hormigas, corderos, cuervos y lobos– y en el bosque de “árboles decapitados”, ese lugar de los cuentos fantásticos tan propio para la crueldad, la desaparición y la amenaza, porque “todo bosque es brutal”. Como en las fábulas, en estos poemas hay una voz que cuenta, un yo que puede ser el de un peluquero o el de un cuidador de cabras, o que a veces, cuando de manera provocadora se confiesa como la de CLD, es probablemente una máscara,

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porque para López Degregori la poesía encubre y descubre al mismo tiempo. Pero también hay un tú al que se habla recurrentemente, que puede ser el yo desdoblado, o tal vez la amada, la muerte, la poesía. Y unas presencias que a veces llevan nombre –Aldana, la Giganta, Asunta– y otras que son solo fuerzas con las que el yo se relaciona. En esa interacción con los otros –o con lo otro– hay siempre algo perturbador: Me muerdes Me extiendes Me silbas Me atraviesas Me toses Me escupes Me ciegas Me anuncias En tu sien descargo mi pistola

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Lo que el poeta nos ofrece son sueños, historias fragmentadas, situaciones imposibles: Tengo dos corazones y hoy salieron por mi espalda abriendo la carne como un remordimiento o una revocación. Pero ante todo, un lenguaje poético que nos remite, tácitamente, a la naturaleza misma de la poesía, donde las palabras carecen de transparencia, no son vehículo que nos lleve sin conflicto a un terreno de ideas o de creencias. Y aunque no hay en estos poemas malabares sintácticos ni mayores experimentos formales, nuestro ejercicio de lectores está marcado en cada paso por el extrañamiento. Todo en la poesía de Carlos López Degregori es antiguo y nuevo a la vez, porque nos devuelve una conciencia atávica que arraiga en un tiempo legendario, mítico, pero con un decir que nos hace nacer otra vez

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a la lengua. Y esto es porque hay un mago que se empeña en las palabras mágicas, en “conjuros inútiles”, en volver a decir abracadabra, como el sabio Próspero que sabía que “somos de la misma sustancia de que están hechos los sueños, y nuestra breve vida está rodeada de un sueño”. PIEDAD BONNETT

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N O TA D E L AU T O R

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A

VEINTE kilómetros de Nazca, en los arenales, hay 240 postes de huarango incrustados en la tierra. El conjunto se llama “estaquería” y es el esqueleto de una antigua edificación de la cultura Paracas. La función de la construcción es un enigma: algunos suponen que fue un observatorio astronómico o un centro ceremonial, pero para el visitante que contempla estos signos exiguos es una experiencia de sobrecogimiento y desorientación, una advertencia antes de ingresar a un reino inferior de recintos incalculables y fronteras esquivas. En 1985, después de recorrer esos parajes, tuve un sueño. En él no había relato ni continuidad, solo un amplio campo lleno de estacas que yo debía guardar como si se tratara de un rebaño. Unos meses después escribí un texto que trataba de recuperar esa experiencia y que titulé Campo de estacas. Publiqué mi primer libro en 1978 y he continuado escribiendo a contracorriente. Casi sin proponérmelo he construido una obra autorreferencial que me gustaría pensar que es algo

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más que una suma de libros y poemas. En algún momento sentí que sabía qué era para mí la poesía; hoy ya no estoy tan seguro y responderé en esta oportunidad con una sola palabra: estaca. Sueño de estacas que son preguntas, que son marcas, que son golpes, que son incisiones en un tierra extraña y árida, que son formas de descolocación porque un poema siempre debe señalar que hay algo que nos excede y que está más allá de cualquier forma de lenguaje. Sueño de estacas que tratan de incrustarse en un territorio de escenas, experiencias y personajes ambiguos e inciertos y que ahora devuelvo en estos 33 poemas, el número de años que tenía en 1985. Campo de estacas no debe verse como una selección de textos que considero mejores o más representativos. Simplemente son algunos poemas que han fijado mis años: unos postes entre muchos otros postes de huarango que suenan con el tumulto del aire arisco y seco que viene del mar y se arremolina en la arena del desierto. CLD

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ESTACAS

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LOS LUGARES PROHIBIDOS

El horno porque allí guardan los zapatos de mi padre. La cama porque hay duendes debajo y han cavado una mina solo para extraer respiración. Con el sol hallaba sus restos sus guijarros y aprendí que el placer y la arena son metáforas.

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Un guisado de coles que mi hermana envenenó. El caballo devastado sus relinchos y galope bajando con furia por la acequia. Todo un año no escuché leía El tesoro de la juventud me masturbaba como se riega la curiosidad o lo invisible. Siniestra una caja de cristal que todavía conservo. Una impecable educación.

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El cabello de mi prima Lucía tres noches durmiendo una manzana para hechizar a quién. Las ciento ochenta perlas del collar de mi madre. Las tijeras de Ramiro el peluquero. El pozo. El siervo. El sapo. 18

Demasiado tiempo para escribir pocos poemas para ser esencial. La poesía abusa del más fuerte. (De Una casa en la sombra)

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PROCEDENCIA DE LOS POEMAS

Los poemas de este libro aparecieron publicados en Una casa en la sombra. Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1986. Cielo forzado. Lima: Seglusa / Colmillo blanco, 1988. Lejos de todas partes. Lima: Universidad de Lima, 1994. Aquí descansa nadie. Lima: Colmillo blanco, 1998. Retratos de un caído resplandor. Lima: Santo Oficio, 2002. Flama y respiración. Lima: Universidad Católica, 2005. A quien debemos temer. Lima: Universidad Católica, 2008. Una mesa en la espesura del bosque. Lima: Peisa, 2010. Los textos de la sección “Un hoyo como mis ojos” son inéditos.

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Campo de estacas se compuso con tipografĂ­a de la fuente Granjon. Se terminĂł de imprimir en los talleres de Javegraf en el mes de diciembre del 2014.

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Ramón Cote Baraibar Prólogo de Jorge Cadavid

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Coloquio de los animales

Carlos López Degregori

Hábito del tiempo

CARLOS LÓPEZ DEGREGORI

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OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN

pesar de que su obra entera nos habla del desasosiego de unas vidas adultas marcadas por la amenaza de muerte, la impresión que tenemos mientras leemos esta poesía es la de que en su raíz está la infancia. No la biográfica del poeta, no la idealizada por la modernidad, ni la edulcorada que nos vende el mercado, sino la traspasada por las fábulas terroríficas de las generaciones que nos nutrimos de cuentos donde había zarzas malignas, princesas muertas, hombres atrapados en el cuerpo de un cerdo o paredes sangrantes, imágenes que hoy horrorizan a los padres políticamente correctos que han desterrado el miedo de las mentes de sus niños. Como Lewis Carroll, Carlos López Degregori nos introduce en un mundo onírico y por tanto simbólico, donde nada es, como podría pensarse, inocente.

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Piedad Bonnett

Eduardo Chirinos

COLECCIÓN POESÍA

Prólogo de Fernando Iwasaki

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Nació en Lima, en 1952, y es una de las voces centrales de la poesía peruana contemporánea. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana, licenciándose en Literatura en 1977. Un año después publicó Un buen día, su primer libro. Posteriormente han aparecido Las conversiones (1983), Una casa en la sombra (1986), Cielo forzado (1988), El amor rudimentario (1990), Lejos de todas partes (1994) –que reúne su obra editada hasta ese año–, Aquí descansa nadie (1998), Retratos de un caído resplandor (2002), Flama y respiración (2005). La antología de sus poemas en prosa El hilo negro (2008), Una mesa en la espesura del bosque (2010) y Aguas ejemplares (2013) –una reedición de tres de sus poemarios–. Ha obtenido el primer premio de poesía en los Juegos Florales de la Universidad Javeriana (Bogotá, 1976), el primer premio en la bienal de poesía de la Asociación cultural japonesa del Perú (1990) y el primer premio en el Concurso Internacional de poesía el Olivo de Oro (1997).

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