ISSN: 179-44422
EDICIÓN ESPECIAL
ISSN: 179-44422
EDICIÓN ESPECIAL
Codirección General: Manuel Muñoz, Federico Díaz Duarte
Dirección Editorial:
Manuela Cardozo Arenas, Julia Ramírez De Valdenebro
Coordinadora de Relaciones Alejandra Toscano Neira
Directora de Diseño: Ana María Quintero Ramírez
Coordinación de Redes Sociales: Valeria Tapiero, Marisol S. Sáenz, Natalia Jassaii
Miembros del Comité Editorial: Dana Isabela Ávila Argüello, Úrsula Diazgranados, Natalia Matiz Madriñán
Contacto
Correo: revistacodigojaveriana@gmail.com Instagram: @codigorevista
Si las revistas están muriendo, nosotros somos un enfermo terminal. Testarudamente nos rehusamos a morir y no hay mejor tarea en la enfermedad que recordar lo andado.
Revista Código Javeriana se gestó entre estudiantes de Derecho interesados por hablar de política, actualidad y opinión desde formatos no tradicionales: mentes que en los 90’s buscaron construir una plataforma crítica y artística desde la cual pensar el mundo, como una forma de desterritorializar la política y habitarla desde otros espacios. Hace 30 años, ellos dieron a
luz una revista estudiantil que hoy ha transitado lentamente desde las manos de abogados y politólogos hasta caer al frente de un grupo de literatos entusiastas.
Hoy, Revista Código se quitó la corbata y acogió la pluma, ingresando al mundo interdisciplinar: poetas que hablan de ley y abogados que escriben poemas. La vida como un todo, la integración crítica de la multiplicidad: somos una barrera contra la sectorización, la polarización y la discriminación. Colectivizamos nuestro andar. En un mundo fragmentado, la interdisciplinaridad es pensar en puentes, unir fronteras, forjar vínculos, crear diálogos. Es sanar: si estamos enfermos, recordemos que toda dolencia es señal de cambio, de metamorfosis; la formación de nuevos códigos, como las plantas, en crecimiento.
Dando continuidad a la preocupación de publicaciones anteriores por aquello marginal e invisibilizado, como adelanto de nuestra próxima edición, “Enredaderas: naturaleza en conflicto”, y en el contexto de la FILBo 2024, Revista Código presenta “PENSAMIENTO”. En un afán tal vez ingenuo por dejar hablar a la naturaleza en sus propios términos, y de la mano con tres autoras de una potencia singular, estos textos se erigen como un reclamo al enmudecimiento institucional de la planta y se proponen como un habla contrahegemónica a partir de ella. Es necesario dejar de hablar por y empezar a hablar con (si acaso eso es posible). Hablar desde la maleza, desde la alimaña, desde lo pequeño. Hablar naturaleza.
FOTOGRAFÍA POR / REBECA HERNÁNDEZ
FOTOGRAFÍA POR / EMMA PY
Tatiana Ortiz es una poeta en proceso de finalizar la carrera de Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana. Su primer poemario, Funerales verticales, fue publicado en 2023. Es bogotana pero no le gusta la changua. Escribe desde lo pequeño, la naturaleza, la pérdida y las heridas del lenguaje. Ama los mochis de caramelo salado, el collage y los gatos. En sus tiempos libres le gusta secar flores.
POR / TATIANA ORTIZ
El murciélago que recogí en el patio no volará más. Sus alas fueron mordidas por los gritos que lo llamaron alimaña.
POR / PILAR ESPITIA
DURÁN, PH.D.
Me decían que eras maleza: que lo mejor sería desenterrarte de tu maceta y permitir que otra planta de mejor reputación creciera en tu lugar.
Profesional en Estudios Literarios (2009) de la Pontificia Universidad Javeriana, y Doctora en Letras y Literaturas Hispánicas (2018) de Stony Brook University, en Nueva York. A lo largo de su trayectoria académica se ha distinguido por su interés en la literatura medieval, la literatura de las llamadas Modernidades Tempranas, y la literatura colonial. Ha publicado algunos artículos y capítulos de libros en donde articula la teoría feminista, queer y ecocrítica con la interpretación de diferentes textos literarios.
Me decían que eras maleza: que lo mejor sería desenterrarte de tu maceta y permitir que otra planta de mejor reputación creciera en tu lugar. Pero ellos no te habían visto aparecer así, de la nada, con el sigilo de quien llega como si siempre hubiera estado presente. Una mañana soleada, te desplegaste erguida y altiva entre unas suculentas bajitas que te miraban con envidia. Ellas te habían echado a un rincón de la maceta en el que era casi imposible respirar. Pero tú sonreías desde lo alto, y con tus tres pétalos de color verde y violeta, querías atrapar el sol con la boca. Te imaginé como una palma en medio del desierto que, al paso de los desamparados y sedientos, ofreces tu sombra como sosiego.
Con la llegada de la noche, noté que habías cambiado: tu cabeza triforme ahora estaba gacha; tu cuerpo fino recostado contra la pared. Pensé que estabas muriendo: ya fuera porque no se me ocurrió darte de beber a la hora adecuada; ya porque las suculentas te hallaban muy atrevida y habían conspirado para que tu vida se apagara. Pero al otro día, ahí estabas otra vez: con el tacto de la primera luz del sol, te abriste lenta y decorosa, sin que la mirada pudiera reconocer que esa misma planta había estado ayer agazapada y triste. Ahora eras un poco más alta que el día anterior y, además, habías convocado a una de tus hermanas para que te hiciera compañía. ¿Cómo era posible que de un día para otro cambiaras con tan severa lentitud? ¿Cómo habías llegado a mi vida para que yo me congraciara con la naturaleza?
Luego supe tu nombre: los científicos te llaman oxalis triangularis o tetraphylia; en el lenguaje coloquial de las tierras de América del Norte te llaman trébol falso (false shamrock), pero no considero que eso sea justo. Eres tan trébol y tan de buena suerte como cualquiera de tus familiares. Luego, encontré el nombre que te dan en México: planta mariposa, Cupido o la planta del amor. Ese nombre resonaba mucho más con tu verdad. En efecto, eras tú: alma, amor y mariposa en un solo cuerpo que respira con el latir de la tierra. Una planta que un buen día me abandonará y saldrá a volar por mi ventana: el viento te arrastrará con suavidad por los aires para que vayas en búsqueda de tu amado y así probarás que no eras ninguna maleza.
FOTOGRAFÍA POR / REBECA HERNÁNDEZ
Nació en el corregimiento San Antonio del Chamí, Mistrató, Risaralda, 1993… Estudió Agroindustria en UNISARC, miembro del Comité de Jóvenes Caficultores “Empalme generacional”, de la Asociación de Productores de Café de Alta Calidad. (ASOJARDIN CAFÉ). Hija de pequeños caficultores.
Actualmente es estudiante de Estudios Literarios de la Universidad Javeriana, donde hace parte del colectivo Tinzi.
El título más grande que tengo es el de ser mujer, campesina y afrocolombiana. Me reconozco encuerpada, en la raíz pivotante de los territorios.
POR / MELIA ALZATE
Quién habita este agosto sobreviviente la misma pesadilla ¡oh cayetana! que marchites la que veo.
Cae la fumigación ancha y afanada y potente chasqueándose la vida.
Cae el Glifosato con la licencia para asesinarnos.
Se apagó el color verde tierra verde madre verde ser.
Hasta el nacimiento que se asoma a la tierra está envenenado.
Qué nube tan ambarina viscosa rancia vomitando fiebre.
El sistema nervioso revuelto cojo taqueado en cáncer.
El mínimo vital desgranado sobre una ojera morada.
Todo este campo remolcado, y en ruidos de motor se requema la alegría mi alegría.
Encima de la piel sobrevuelan las máquinas abriendo desde arriba la cremallera del decreto.
¿A dónde va ese saltamonte por este monte tan envenenado?
¿A dónde va ese gusano que no alcanzó a ser mariposa, tan envenenado?
¿A dónde las abejas después de untarse en polen con alas congeladas y tan envenenadas?
¿Y estos sentidos de mujer? Nadando en vaho sin orilla con dolor afuera y adentro tan envenenados.
Inundada mi vida las vidas se apilan los cuerpos fumigados enfermos como una montaña.
Sobre las espaldas zanjadas todos solos cargamos caminos muertos.
Qué vida hay sin matria cuando la selva suda en un estado de coma.
Hasta la fuente llora una tristeza envenenada y en todas esas cenizas mis cenizas leña y carne habitadas por el masculino glifosato.