Joshua M. Rosenthal
La sal y el Estado colombiano es un estudio histórico sobre La Salina, ubicada en el piedemonte llanero entre los límites actuales de los departamentos de Boyacá y Casanare, al oriente del Estado colombiano. Joshua M. Rosenthal, su autor, muestra cómo, entre 1821 y 1900, la sal, el dinero y la vida misma pasaban de los conservadores a los liberales, del federalismo al centralismo, de la Gran Colombia a la República de Colombia, de las guerras civiles a las épocas de relativa estabilidad política. Su minucioso trabajo de archivo le permite ilustrar el modo en el que una sociedad local está fuertemente condicionada por su economía. Específicamente, por la obtención de un mineral y su auge, por el monopolio comercial de una renta colonial y por la decadencia que causó el abandono de La Salina en la región. En la lucha por el control de su monopolio se traza, sin duda, el destino de la nación colombiana.
JOSHUA M. ROSENTHAL
La sal y el Estado colombiano
La sal, ese elemento que hoy parece confinado a los límites de la cocina, ha tenido desde siempre diversas aplicaciones en la agricultura, la ganadería y la conservación de los alimentos, lo que la convierte en un producto de primera necesidad. En Colombia hasta finales del siglo XIX, fue una de las fuentes más importantes de rentas fiscales del Gobierno nacional, ya que era fácil de producir y generaba grandes ganancias. Durante esta época, las minas de sal de Zipaquirá, Nemocón y La Salina fueron los baluartes de una economía inestable que dependía de su producción.
la sal Y EL ESTADO COLOMBIANO Sociedad local y monopolio regional en Boyacá (1821-1900)
Joshua M. Rosenthal Traducido por Mariana Serrano Zalamea
Joshua M. Rosenthal estudió Historia en la Wesleyan University y se doctoró en Historia de la Columbia University. Es autor de Salt and the Colombian State. Local Society and Regional Monopoly in Boyacá, 1821-1900 (University of Pittsburgh Press, 2012). Además, ha publicado varios artículos, entre los que se destancan “La historia fiscal de Boyacá (1863-1886) en las cuentas del federalismo colombiano” (2019), “Conditional Clemency after the Golpe de Melo of 1854. Constitutionalism and tradition in early republican Colombia” (2017) y “The Indultados of Tescua: Criminal Rebellion and Judicial Reckoning during the War of the Supremes” (2012). También ha escrito varios ensayos sobre el arte afrobrasileño de la capoeira. Actualmente se desempeña como profesor de Historia en la Western Connecticut State University.
Imagen de cubierta: Cocuy: Mapa del cantón. AGN, Mapas y Planos, Mapoteca n.o 4, ref. 94 a.
LA SAL Y EL ESTADO COLOMBIANO
LA SAL Y EL ESTADO COLOMBIANO Sociedad local y monopolio regional en Boyacรก (1821-1900)
Joshua M. Rosenthal Traducido por Mariana Serrano Zalamea
Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Joshua M. Rosenthal Este libro fue el ganador de la convocatoria Becas para traducir y publicar obras escritas en lenguas diferentes al español sobre temas colombianos de la segunda fase de la Convocatoria de Estímulos 2019 del Ministerio de Cultura. Título original: Salt and the Colombian State: Local Society and Regional Monopoly in Boyacá, 1821-1900 Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2012
Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 13-01 Teléfono: 320 83 20 ext. 4205 www.javeriana.edu.co/editorial editorialpuj@javeriana.edu.co Bogotá, D. C. Traducción: Mariana Serrano Zalamea Corrección de estilo: Álvaro David Urrea Ramírez Diagramación y cubierta: Carmen Villegas Imagen de cubierta: Cocuy: Mapa del Cantón. Archivo General de la Nación, Mapas y Planos, Mapoteca n.o 4, ref. 94 a Impresión: Javegraf MIEMBRO DE LA
Primera edición en español: Bogotá, D. C., febrero de 2020 ISBN (impreso): 978-958-781-450-7 ISBN (digital): 978-958-781-451-4 DOI: https://doi.org/10.11144/ Javeriana.9789587814514 Número de ejemplares: 400 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia
RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA
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Pontificia Universidad Javeriana, vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación Rosenthal, Joshua M., autor La sal y el Estado colombiano : sociedad local y monopolio regional en Boyacá (1821-1900) / Joshua M. Rosenthal ; traducción, Mariana Serrano Zalamea ; prólogo, Renzo Ramírez Bacca. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2020. 232 páginas : ilustraciones, mapas y tablas ; 24 cm Incluye referencias bibliográficas. ISBN : 978-958-781-450-7 Título original: Salt and the Colombian State: Local Society and Regional Monopoly in Boyacá , 1821-1900 1. Salinas - Historia - Boyacá (Colombia) –Siglo XIX 2. Industria de la sal - Historia - Boyacá (Colombia) - Siglo XIX 3. Monopolios - Política gubernamental - Historia - Colombia - Siglo XIX 4. Colombia - Historiografía - Siglo XIX I. Serrano Zalamea, Mariana, traductora II. Ramírez Bacca, Renzo, prologuista III. Pontificia Universidad Javeriana CDD 338.27632 edición 23 inp
11/02/2020
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana. Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no comprometen a la Pontificia Universidad Javeriana.
Contenido Figuras
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Tablas
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Agradecimientos
11
Nota sobre las fuentes
13
Prólogo
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Renzo Ramírez Bacca La sal y el Estado colombiano
19
Un monopolio de la sal
21
El Estado
24
Boyacá y Colombia
27
Cambio y comunidad en La Salina
39
Una institución local
52
El declive económico de La Salina
59
La comunidad después de 1836
69
La producción de sal para el Ministerio
75
Introducción
75
Cocinando sal
76
Loza, leña, tierra y mano de obra
91
Conclusión
103
Los monopolios del Ministerio y del mercado
105
Introducción
105
Un “monopolio” local
116
Contrabando
141
Conclusión
143
La Salina y la historia de Colombia hasta 1857
145
Introducción
145
La República temprana y la Guerra de los Supremos
146
La Salina a mediados de siglo
153
Conclusión
169
La Salina, Boyacá y Colombia después de 1857
171
La Salina y el federalismo
173
La rebelión en Boyacá, 1871
178
Sal, liberalismo y desarrollo
184
La guerra de los Mil Días: La Salina se pierde de vista
199
El significado de La Salina en el siglo xix
202
Referencias
209
Archivos y colecciones
209
Periódicos
209
Memorias
210
Otras fuentes primarias publicadas
210
Fuentes secundarias
213
figuras FIGURA 1. Salina de Chita, 1806
18
FIGURA 2. La cordillera Oriental hasta 1856
31
FIGURA 3. Cocuy: Mapa del cantón, 1825
37
FIGURA 4. Instrucciones para ensamblar un sartén comprado
en Liverpool en 1881
80
FIGURA 5. “Planes para el Puente Zapo, 1865”
121
FIGURA 6. “Planes para el Puente Zapo, 1880”
121
FIGURA 7. “Antiguo Virreinato de la Nueva Granada,
hoy Estados Unidos de Colombia y República del Ecuador”
172
Tablas TABLA 1. Población en departamentos seleccionados
y en Colombia, 1810-1905
29
TABLA 2. Contribuciones especiales de 1823
35
TABLA 3. Profesiones por cantón en Boyacá en 1845
35
TABLA 4. Estimaciones demográficas de La Salina
60
TABLA 5. Los aportes de 1823 y la población en 1835
62
TABLA 6. Ganado en La Salina y en pueblos comparables,
un cantón de El Cocuy, 1859 TABLA 7. Recaudación de impuestos en La Salina
65 67
TABLA 8. Promedio de envíos y ventas mensuales de sal producida
en La Salina (en kilogramos)
84
TABLA 9. Sal vendida antes y después de la introducción
de la producción abierta (en kilogramos)
85
TABLA 10. Precios y tamaños de las cerámicas en Múneque
y en Agua Blanca
92
TABLA 11. Rentas nacionales, 1827-1851 (en pesos)
108
TABLA 12. Rentas nacionales, 1851-1909 (en pesos)
111
TABLA 13. Producción media y beneficios en diferentes salinas
del Ministerio, 1855-1897 TABLA 14. Compras de sal en La Salina, mayo de 1843
122 124
TABLA 15. Solicitudes de compra de sal, julio 4 de 1874
(en kilogramos) TABLA 16. Tamaños de las solicitudes de compra, 1843 y 1874
135 135
TABLA 17. Pedidos y ventas en La Salina, julio y agosto de 1874
(en kilogramos) TABLA 18. Rentas nacionales, 1905-1909 (en pesos)
137 202
Agradecimientos Con sentimientos de gratitud presento la edición en español de este estudio sobre la historia de La Salina de Chita. Al preparar el manuscrito para la traducción, solo realicé algunas revisiones menores a la edición en inglés, que fue publicada en 2012. La mayoría de estos cambios supuso la corrección de los errores encontrados en el original. En unos cuantos apartados, estas modificaciones se hicieron como respuesta a provechosas críticas hechas en las reseñas publicadas. Expreso mi gratitud a aquellos que se tomaron el tiempo de leer el trabajo y de ofrecer comentarios sesudos. Desafortunadamente, no logré hacerles seguimiento o responder adecuadamente a esas útiles sugerencias. También suprimí varios pasajes que contenían descripciones elementales sobre la historia de Colombia que eran necesarias para los lectores anglófonos. Cuando asumí este proyecto tuve enormes deudas. Desde la investigación de archivo inicial que comenzó en 1994, hasta la disertación doctoral finalizada en 2001 –que luego derivó en el libro publicado en 2012– recibí la ayuda y el apoyo de muchas personas. Espero haber agradecido a todos los académicos, colegas, amigos, bibliotecarios y archivistas de Colombia y Estados Unidos que me brindaron su apoyo generoso y su asesoría durante este proceso. Para evitar la reiteración, y con el temor de omitir tantos e importantes nombres de aquellos que colaboraron conmigo durante los últimos años, no mencionaré a los cientos de personas sin las cuales no habría podido escribir este trabajo. Ellos saben quiénes son y espero que entiendan cuán agradecido estoy por su apoyo y contribución. Muchos de los aspectos rescatables de este trabajo reflejan su apoyo y sugerencias. Por mi parte, asumo la responsabilidad de todos los errores presentes en este libro. Algunas instituciones fueron importantes por el apoyo que le proporcionaron a este proyecto: la Western Connecticut State University, especialmente el Departamento de Historia; el Comité de la Gran Colombia del Seminario sobre Historia Latinoamericana (clah, por sus siglas en inglés); la sección de Colombia de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (lasa, por sus siglas en inglés); el Centro de Estudios Latinoamericanos David Rockefeller de la Universidad de Harvard; la Asociación de Colombianistas; el Archivo General de la Nación; la
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Biblioteca Luis Ángel Arango; y la Biblioteca Nacional. También quiero agradecerles a Edwin López Rivera y a Salomón Kalmanovitz, quienes me invitaron a formar parte de un proyecto de historia fiscal durante el federalismo que me permitió revisar de nuevo la historia boyacense y sus fuentes. Igualmente, quiero extender mis agradecimientos a todas las personas vinculadas al programa de Historia de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (uptc). Esta universidad fue un lugar de acogida intelectual mientras llevaba a cabo mi investigación inicial y ha sido muy placentero renovar mi vínculo con su programa. Estoy en deuda con Javier Guerrero Barón, Isidro Vanegas y muchos otros que hicieron posible esta edición. Finalmente, quiero agradecer el apoyo inquebrantable de Samara, Zeke y Amber. Este libro fue posible gracias a la Beca para traducir y publicar obras escritas en lenguas diferentes al español sobre temas colombianos de la segunda fase de la Convocatoria de Estímulos 2019 del Ministerio de Cultura y al equipo de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana.
JOSHUA M. ROSENTHAL
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Nota sobre las fuentes En el proceso de escritura de este trabajo usé las citaciones y las referencias bibliográficas que cumplen con los estándares de la academia y las practicas historiográficas de los materiales colombianos más importantes, pero los lectores cuidadosos podrían encontrar algunos pasajes en los que puedo quedarme corto en esta empresa. Las citaciones de los documentos del Archivo General de la Nación de Colombia (agn) incluyen el número de folio sin información adicional. Con frecuencia, estos legajos contienen varias páginas para cada número, lo que vuelve impreciso tal sistema. Aquellos que utilicen esas notas como una guía deberán encontrar el número preciso del folio y trabajar sobre las páginas que le siguen. Adicionalmente, las citaciones reflejan la catalogación usada a mediados de los años noventa. En la medida en que los Fondos de Gobernaciones y las Gobernaciones varias han sido traspasados al sistema de microfilms, sería necesario consultar el índice para determinar la ubicación de los volúmenes provinciales en el fondo más amplio. Creería que las guías antiguas aún están disponibles en el agn. Finalmente, a menudo fue difícil, e incluso imposible, discernir la autoría cuando se trató la correspondencia de La Salina, objeto de mi investigación, pues mucha de esta fue copiada y reenviada. Esto derivó en que mi reconstrucción de los hechos está referida a correos oficiales, más que a individuos particulares. Confío en que esta falla no haya generado inexactitudes históricas, pero es necesario reconocerla y esperar que los lectores la excusen.
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Prólogo La sal es un producto de uso ancestral en el altiplano cundiboyacense, es la base de la dieta alimenticia de sus pobladores y es un elemento importante de intercambio comercial. No por otra razón, la problemática sobre su explotación y monopolio es recurrente para el análisis histórico regional, en particular cuando este producto es visto como un factor económico que le interesa al Estado republicano colombiano, en su intención de controlar su comercio; de hecho, esta es una práctica heredada del Virreinato de la Nueva Granada. Esa intencionalidad monopolista estatal, que representó el 10 % de los ingresos federales durante el siglo xix y, por ende, contribuyó a la construcción del naciente fisco republicano, es el objeto de interés de Joshua M. Rosenthal en el presente libro.1 Este autor enfoca su investigación en La Salina de Chita, ubicada en el otrora Cantón de El Cocuy y actualmente en la provincia de Casanare. El “pueblo de la sal” –como lo conocieron los primeros avanzados ibéricos, y que luego se convirtió en la encomienda de Chita– era una localidad con una población cercana a los 1000 habitantes. Esta salina es abordada por el autor desde los referentes hispánicos iniciales, pero en función de ver cómo su producción constituyó un ingreso importante para el fisco nacional y cómo se administró, además de otros recursos complementarios de la época, como la cerámica, la madera, la tierra y la mano de obra. La perspectiva institucional –caracterizada por un Estado débil– en torno al control de la fabricación de la sal y la respuesta de ese entorno local y sus resultados son considerados por Rosenthal a partir de la política fiscal propiamente dicha y de su implementación. Además, este autor considera las respuestas regionales y locales frente a dicho control y el contexto de la política nacional en el que interactúan ministros, empleados, empresarios, contratistas, habitantes locales, comunidades y trabajadores migrantes. Rosenthal analiza esa intervención del naciente Estado republicano en el ámbito local en el que, de hecho, la explotación de sal fue su atractivo principal. 1 La versión en inglés se titula Salt and the Colombian State: Local Society and Regional Monopoly in Boyaca, 1821-1900 y fue publicada por la University of Pittsburgh Press en 2012.
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RENZO RAMÍREZ BACCA
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Sin embargo, esta intervención no siempre fue exitosa, por el contrario, el acercamiento y la relación entre los agentes estatales y las prácticas locales fue frustrante. En especial, por un interés que buscaba gestar un verdadero proceso industrial que llevara la modernidad económica a La Salina. Hay que destacar que, después de los ingresos por los conceptos de aduana y tabaco, las salinas fueron el tercer renglón de rentas del Estado, por lo menos hasta mediados del siglo xix. Una vez estuvo en condiciones de monopolio estatal, la sal ocupó el segundo renglón, después de los ingresos por aduanas, durante la segunda mitad del siglo xix. Esto sin desconocer la discusión en torno al papel monopolista del Estado y el potencial de los conflictos entre los estados federados, que por esta época se dirimían. Este papel siempre fue discutido por los intentos de regulación del mercado y las consideraciones críticas del entorno local, que terminaron en una dicotomía extrema entre los que estaban a favor de la administración y los que no, considerados inmorales o criminales. En palabras de Rosenthal, “el discurso de la primacía del Estado fue en sí mismo un intento fallido de construcción del Estado”, que en la práctica se usaba para la compra del producto y para aumentar su precio oficial en el mercado regional. Hay que señalar que La Salina ocupaba el tercer renglón regional en ventas de sal, después de Zipaquirá y Nemocón. El producto de esta localidad era de los más requeridos y, en consecuencia, también lo eran su fabricación y venta ilegal. No por otra razón, en este libro se ofrece el estudio de un contexto en el que converge la ya mencionada monopolización en la producción y el comercio del Estado, la especulación inflacionaria de los comerciantes, y el contrabando con un producto a menor precio, contra los cuales el Estado se muestra ineficiente. Rosenthal ubica a La Salina en el contexto de la historia política colombiana, partiendo de la Gran Colombia, la República Temprana y la Guerra de los Supremos, o Guerra de los Conventos (1839-1841), en la que estuvieron involucrados boyacenses y casanareños, y, por ende, los pobladores de La Salina. Esa guerra implicó actualizar los planes de la administración directa, en un escenario en el que los contratistas de sal fueron figuras y políticos notables, según los cambios políticos y las rebeliones de mediados y de la segunda mitad del siglo xix. La importancia fiscal y el monopolio de la sal, desde el nivel central, aclara el porqué de las contradicciones bipartidistas, los cambios político-administrativos, las revueltas regionales, el liberalismo radical, la Regeneración y la Guerra de los Mil días (1898-1902), eventos que se van a ver reflejados en el ámbito local. Este libro es un esfuerzo de su autor por colocar el ámbito local en el contexto de lo nacional, pero, en especial, en los grandes hitos de la historiografía decimonónica colombiana. Recordemos que en los albores del siglo xx el papel del Estado, a través del Ministerio de Finanzas, comienza a decaer y su
PRÓLOGO
importancia se opaca. Las redes de influencia y contratación encuentran nuevos canales y, por ende, su acervo documental decrece, a la luz crítica del historiador. Rosenthal finaliza su monografía resaltando la innegable importancia de La Salina de Chita en la historia nacional y regional, a partir del papel liderado por el Estado y su intencionalidad monopolista evidenciada a lo largo del siglo xix. Lo anterior, a modo de síntesis y conclusión. Es evidente que la decadencia de la sal estaría relacionada con otros fenómenos de modernización y tecnologización provenientes de EE. UU. o Europa, lo cual transformaría el mercado, al tiempo que su sobrevivencia se daría en el vaivén de la adaptación de los modos de su producción y comercialización. El autor se apoya en un buen y valioso acervo documental primario proveniente del Archivo General de la Nación, además de reportes y memorias oficiales del Ministerio de Hacienda y Fomento, relatos de viajeros y periódicos, y de investigaciones previas, como las de Anuar Hernán Peña Díaz, Martín Javier Plazas Pérez y José de Jesús Fuentes Cómbita, entre otros autores y fuentes secundarias clásicas que le permiten reconstruir el contexto histórico nacional. renzo ramírez bacca
Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín
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Figura 1. Salina de Chita, 1806 Fuente: Ignacio Caicedo. agn, Mapas y Planos, Mapoteca n.o 4, ref. 130 a.
La sal y el Estado colombiano En 1806, cuando Ignacio Caicedo dibujó un boceto de La Salina de Chita, ubicada en el occidente de Colombia, no se preocupó por representar a este pueblo, pues eso no era de su interés. En su calidad de administrador que supervisaba la venta de sal, controlada por el monopolio real, a Caicedo le preocupaba, sobre todo, documentar la producción de la sal, más que describir cualquier otro aspecto relacionado con la vida local. Actualmente conservado en la Mapoteca del Archivo General de la Nación (agn), su boceto refleja algo de la topografía del valle circundante, que antes había sido cortado por las aguas torrenciales del río Casanare al crear un paisaje que iba desde las tierras altas de Boyacá hasta las llanuras del Casanare. Caicedo ubicó a la iglesia en ruinas y otros edificios en el trasfondo, y resaltó los elementos relacionados con la producción de la sal en el centro. Aquí y allá, dibujó a las mulas a veces cargadas y jaladas por los muleros, o pastando con libertad. Había pilas de maderos más altas que una persona, y hombres cortando y cargando madera. Bajo el refugio de un cobertizo abierto, una figura se inclinaba hacia un horno en donde la salmuera se cocinaba lentamente en las tortas de sal características de la región. En otro punto, la gente se agachaba sobre un pozo alimentado por una vertiente, siendo esta la razón inicial por la que los primeros pobladores se establecieron en este lugar aislado. Algunas vertientes similares salpican el altiplano cundiboyacense que se extiende al nordeste de Bogotá. Muchas de ellas fueron usadas para producir sal antes de que los españoles llegaran a América, pero pocas eran tan naturalmente ricas como La Salina de Chita o aquellas cercanas a la vereda de Córdoba. Para Caicedo y sus sucesores republicanos, esta abundancia natural era al mismo tiempo estimulante y frustrante. Cuando Caicedo observó la producción de sal en La Salina, imaginó más lo que debería ser que lo que era en realidad.1 1 Para algunas notas adicionales de Caicedo, véase el Archivo General de la Nación de Colombia (agn), Sección Colonial (sc), Fondo Salinas, legajo (de aquí en adelante abreviado como leg.) 7, fols. 297-301, septiembre a diciembre de 1806. Los esfuerzos de Caicedo coinciden con el esfuerzo de la Expedición Real Botánica dirigida por José Celestino Mutis en 1783, véase Jorge Orlando Melo “La idea del progreso en el siglo xix, ilusiones y desencantos, 1780-1930”, en Revista de Estudios Colombianos, 36 (2010): 16-29.
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JOSHUA M. ROSENTHAL
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Alexander von Humboldt había visitado las grandes salinas de Zipaquirá en 1801 y luego publicó una descripción de los trabajos, complementada con recomendaciones para realizar mejoras. Esto generó un esfuerzo concertado para aumentar la eficiencia y la rentabilidad de la producción de sal en la Nueva Granada. El informe de Caicedo dirigido al virrey tenía un tono similar. En él, Caicedo elaboró varias propuestas para mejorar los trabajos, pero la más ambiciosa era aquella dibujada con líneas punteadas: un muro más alto que una persona y lo suficientemente ancho como para caminar sobre él sería construido en las orillas del río Casanare. La adición propuesta protegería a las vertientes de la creciente del río durante los cuatro meses de la estación lluviosa, cuando el Casanare desbordado arrasa con los brotes de la estación seca, lo que dificultaba o incluso hacía imposible la producción de sal. Un muro resolvería este problema y permitiría la continuidad de su producción a lo largo del año, lo que generaría más ingresos para el tesoro real. De esta manera, Caicedo proponía que el Estado incrementara su presencia material en este lugar apartado. En las décadas siguientes, los sucesores de Caicedo en el Ministerio de Hacienda republicano hicieron propuestas similares hasta que, algunos años más tarde, su visión a futuro se cumplió. En 1836, el Ministerio supervisó la construcción de un muro como el que Caicedo había proyectado. Inclusive, el Ministerio costeó las mejoras en las carreteras locales, la construcción de un almacén y nuevos hornos para cocinar la sal. La meta era crear una industria rentable que funcionara todo el año. En 1837, un funcionario entusiasta escribió que “en la parroquia de La Salina de Chita del Canton del Cocuy hay una mina de Sal de la propiedad del Estado la que sin duda alguna vale un millón de pesos”.2 En sentido estricto, su cálculo era correcto. En esa época, La Salina enviaba más de un millón de pesos al Ministerio, pero tomaba mucho más tiempo del que cualquiera hubiera previsto. Además, los funcionarios del Ministerio estimaban que una suma que excedía con creces el millón de pesos había sido usada para financiar la producción de sal o para sostener las tareas administrativas relacionadas con esta. A pesar de estas frustraciones, los administradores crearon una burocracia en La Salina que amplió la intervención del Estado en la industria de la sal, organizó la compra de tierras y supervisó otros proyectos de construcción. El involucramiento del Ministerio en la industria insertó al pueblo de La Salina en los ritmos variados de la economía nacional y de la historia política a lo largo del siglo. Un informe emitido después de la guerra de los Mil Días (1899-1902) que describía al pueblo en 1904 subrayaba que las únicas cosas que aún permanecían allí eran aquellas que eran muy difíciles de destruir o las que no valían nada.3 La visión de Caicedo había sido hecha realidad, y luego destruida. 2 “Informe relacionado a los datos estadísticos”, agn, Sección Repúbica (sr), Gobernación de Tunja, leg. 23, fol. 41, enero de 1837. 3 Calvo, “Informe del administrador de las salinas de Chita y Múneque”, en Memoria de Hacienda de 1904, sección 2, ii.
Teniendo en cuenta que la historia de La Salina arroja más preguntas sobre la concreción del Estado que sobre su dimensión teórica, su abordaje supone una perspectiva que encuentra los fundamentos de la historia en la realidad de la vida material, más que en las abstracciones. La producción de sal del mundo preindustrial se adapta bien a una investigación práctica sobre la construcción del Estado, pues lugares como La Salina han sido los epicentros del poder estatal a lo largo de la historia de la humanidad. Marcando un contraste con su estatus contemporáneo como un producto barato y abundante, la sal era un artículo valioso en el mundo preindustrial, lo que la convertía en un objeto atractivo para la tributación. La sal –o, más precisamente, los monopolios ejercidos sobre su producción y su venta– era un elemento importante en la historia global de los Estados y de la construcción del Estado. El comercio y los monopolios de la sal fueron cruciales en la Mesoamérica precolombina, en la China imperial y en la modernidad temprana de Francia, para citar unos pocos ejemplos. Al analizar la historia global de la sal, S. A. M. Adshead plantea que “las administraciones de la sal pertenecen a la adolescencia o a la senectud del poder central”.4 Según esta clasificación, la supervivencia del monopolio durante décadas reflejaba tanto las prácticas seniles de la España imperial como la inmadurez republicana. En otras palabras, el planteamiento de Adshead predice continuidades, que ciertamente fue lo que sucedió. Cuando otros países hispanoamericanos republicanos se apartaron de los impuestos de la sal, en Colombia el Gobierno mantuvo el control del monopolio sobre su producción. En algunas partes del país, el monopolio sobrevivió a las reformas neogranadinas de mediados del siglo xix y al liberalismo económico del federalismo. Si bien varios factores contribuyeron a la pervivencia de este modelo, el monopolio permaneció porque generaba ingresos que el Gobierno nacional necesitaba desesperadamente. Década tras década, la crítica aguda de las élites nacionales y el resentimiento extendido generado por la tributación no fueron suficientes para superar la realidad fiscal. Desde la década de 1820 hasta 1900, los beneficios que el Ministerio obtenía por la producción de sal representaban cerca del 10 % de la renta de la Hacienda, y así lo fue de manera consistente. Las aduanas producían mayores rentas que el monopolio sobre la sal, pero el consumo fluctuaba cada año. La estabilidad inherente a las ventas de la sal aumentó el valor del monopolio. Por ejemplo, el Gobierno podía emitir pagarés redimibles por sal como garantía para los préstamos en tiempos de guerra.5 4
S. A. M. Adshead, Salt and Civilization (Nueva York: St. Martin’s, 1992), 178. Sobre el Estado y los monopolios de la sal, véase Kwan Man Bun, The Salt Merchants of Tianjin: State-Making and Civil Society in Late Imperial China (Honolulu: University of Hawai‘i Press, 2001). También véase Mark Kurlansky, Salt: A World History (Nueva York: Walker, 2002). 5 Esta tradición se remonta al nacimiento de la República y perduró durante décadas. Sobre la práctica del Gobierno de cubrir sus deudas domésticas a través de la emisión de pagarés
LA SAL Y EL ESTADO COLOMBIANO
Un monopolio de la sal
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Principalmente, esta renta era producida por un puñado de salinas dispersas a lo largo del altiplano oriental de Colombia. La salina más importante era la de Zipaquirá, donde la Hacienda supervisaba la venta, en promedio, de más de 8 millones de kilogramos de sal al año. Fue en Zipaquirá donde los comuneros, que se rebelaron en parte para protestar en contra de los nuevos monopolios fiscales, acamparon cuando sus líderes contemplaron la posibilidad de apoderarse de una Bogotá indefensa en 1781. Humboldt visitó las salinas cuando recorrió la Nueva Granada, y actualmente muchos visitantes lo imitan cuando van a la nueva Catedral de Sal erigida en la profundidad de los vastos depósitos subterráneos de sal. Aunque la historia republicana de Zipaquirá está por escribirse, logra, aun así, opacar a la de La Salina. El cuidadoso estudio realizado por Anuar Hernán Peña Díaz, Sal, sudor y fisco: el proceso de institucionalización del monopolio de la sal en las salinas de Chámeza, Recetor y Pajarito, 1588-1950, contiene alguna información sobre las salinas de los alrededores de Zipaquirá. En este trabajo, Peña Díaz plantea que las salinas dirigidas por el Ministerio en Chámeza, Recetor y Pajarito proporcionaban una perspectiva ventajosa para examinar los vínculos institucionales entre Bogotá y Casanare. En particular, recalca el papel que jugaba el monopolio en el proceso de centralización institucional. En este trabajo, yo amplío el planteamiento de Peña Díaz en el sentido de que analizo cómo la naturaleza institucional del monopolio fue un elemento importante para la construcción del Estado en mayor escala durante el siglo xix en Colombia. El siglo xix estuvo marcado por disyuntivas y contradicciones. Las promesas radicales de igualdad que estaban implícitas en la Independencia y en las posteriores olas de cambio chocaron con los esfuerzos de aquellos que se sentían responsables de gobernar esa sociedad desregulada y económicamente subdesarrollada. El monopolio de la sal era un modelo de este conflicto. Un Estado poderoso y rico no habría mantenido el monopolio. Otros gobiernos hispanoamericanos, que generalmente no eran más ricos ni poderosos, pusieron fin a sus monopolios de la sal con mayor celeridad. El fracaso de la Hacienda en liberarse de este anacronismo fiscal era un símbolo de sus limitaciones y de su incapacidad para implementar reformas fundamentales que tantas élites consideraban necesarias para el progreso. Incluso, el monopolio de la sal no solo sobrevivió, sino que también creció. Su crecimiento exigió la creación de una burocracia institucional que personificaba el papel contradictorio que redimibles por sal en las salinas de Cundinamarca, véase Luis Fernando López Garavito, Historia de la Hacienda y el Tesoro en Colombia, 1821-1900 (Bogotá: Banco de la República, 1992), 20-21. Para un ejemplo posterior, véase Anuar Hernán Peña Díaz, Sal, sudor y fisco: el proceso de institucionalización del monopolio de la sal en las Salinas de Chámeza, Recetor y Pajarito, 1588-1950 (Bucaramanga: División de Publicaciones uis/Universidad Industrial de Santander, 2008), 212, 226.
6 Para esta discusión abordo las Memorias de Hacienda, que fueron publicadas como volúmenes y gacetas oficiales seriadas, como una presentación novedosa de la acción estatal en la esfera pública. Sobre esto, véase Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflection on the Origin and Spread of Nationalism (Nueva York: Verso, 2006). Sobre el desarrollo de la esfera pública en Colombia antes de la Independencia, véase Víctor Uribe-Urán, “Birth of a Public Sphere in Latin America during the Age of Revolution”, Comparative Studies in Society and History 42, n.o 2 (abril 2000): 425-457. Sobre la historia de los esfuerzos realizados por las “élites modernizantes” para aumentar la “capacidad cognitiva” del Estado, véase el capítulo 2 de Lawrence Whitehead, Latin America: A New Interpretation (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2006). En cuanto a los trabajos que utilizan memorias, véase Malcolm Deas, “The Fiscal Problems of Nineteenth-Century Colombia”, Journal of Latin American Studies 14, n.o 2 (noviembre 1982): 287-328. Sobre el Ministerio de Finanzas en Colombia, véase Luis Fernando López Garavito, Origen y fundamentos de la hacienda y la economía colombianas (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2000). Una serie de estudios son útiles para entender el papel de los ministerios de finanzas: Paul Gootenberg, Imagining Development: Economic Ideas in Peru’s “Fictitious Prosperity” of Guano, 1840-1880 (Berkeley: University of California Press, 1993); Barbara A. Tenenbaum, The Politics of Penury: Debts and Taxes in Mexico, 1821-1856 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1986); José María Dalence, Bosquejo estadístico de Bolivia (La Paz: Universidad Boliviana/Universidad Mayor de San Andrés, 1975); Linda Alexander Rodríguez, The Search for Public Policy: Regional Politics and Government Finances in Ecuador, 1830-1940 (Berkeley: University of California Press, 1985); y Javier Tantalean Arbulu, Política económico-financiera y la formación del Estado: siglo xix (Lima: Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación, 1983). Sobre los antecesores de las memorias coloniales, véase Gabriel Girlado Jaramillo, Relaciones de mando de los Virreyes de la Nueva Granada: memorias económicas, Archivo de la Economía Nacional, vol. 13 (Bogotá: Banco de la República, 1954). En relación con los ejemplos venezolanos, véanse tres trabajos editados por Tomás Enrique Carrillo Batalla: Hemerografía económica del siglo xix (Caracas: Biblioteca de Academia de Nacional de la Historia, 2002), El pensamiento económico de Francisco Aranda (Caracas: Academia Nacional de Ciencias Económicas, 1993) y El pensamiento económico de Santos Michelena (Caracas: Academia Nacional de Ciencias Económicas, 1993).
LA SAL Y EL ESTADO COLOMBIANO
desempeñaba el Estado en el siglo xix. La razón de ser de la burocracia consistía en proporcionarle al Estado las rentas necesarias, aunque su ineficiencia y corrupción dificultaban la ejecución de esta función. Al mismo tiempo, la burocracia era un elemento fundamental para el crecimiento del Estado, particularmente en el ámbito de la recopilación de información. Los informes sobre la producción de la sal y las políticas relacionadas llenaban las páginas de los periódicos oficiales y de otras publicaciones gubernamentales, siendo parte de la discusión pública sobre el papel adecuado del Estado.6 La historia de la producción de sal, del esfuerzo de la Hacienda por controlarla y de las respuestas locales en La Salina recorre tres narraciones entrelazadas entre sí. La primera se relaciona con la forma en que la implementación de la política fiscal moldeaba la vida en La Salina, la segunda se centra en las respuestas regionales frente al control estatal del monopolio, y la tercera es un recuento cronológico de las políticas nacionales en La Salina y en Boyacá. Cada uno de estos relatos se basa en el mismo elenco de personajes, que incluye a los siguientes actores: la Hacienda, sus secretarios y empleados en Boyacá, los empresarios, los contratistas locales, los residentes de La Salina, los trabajadores migrantes y las comunidades en Tundama. Estos tres relatos juntos presentan la
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historia de la acción estatal durante el siglo xix y de la debilidad del Estado como fuerzas que configuran la historia de Colombia, aunque difirieran de lo que se esperaba de los arquitectos del mismo.
El Estado
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En su carácter de análisis de la construcción del Estado, este trabajo contribuye a la literatura que busca ir más allá de la evaluación de su formación en términos de éxito o fracaso. La conceptualización de la formación del Estado relacionada con esta dicotomía inevitablemente conduce a una contradicción en la que, en palabras de Fernando López-Álvez, Latinoamérica es concebida como una región tanto de “Estados débiles con burocracias mal entrenadas”, como de “instituciones centralistas y corporativistas”.7 De hecho, estas contradicciones no lo eran en realidad, sino que eran más bien dos facetas del Estado republicano. Como lo plantea Stacy Hunt, “pocos Estados, si acaso alguno, cumplen con el tipo ideal de Weber en términos absolutos. Al observarlos desde este mito ahistórico, el ‘fracaso’ de los Estados es la regla y no la excepción”.8 La historia de La Salina demuestra que el afán de Hunt de reconciliar las aparentes contradicciones se aplica por igual al dilema descrito por López-Álvez. La institución centralista del monopolio de la sal se caracterizaba por su burocracia mal entrenada y el Estado institucional presente en La Salina no era ni un éxito ni un fracaso. Sin embargo, era un actor histórico significativo. Las herramientas para analizar al Estado de esta manera fueron expuestas por Oscar Oszlak en “The Historical Formation of the State in Latin America: Some Theoretical and Methodological Guidelines for its Study” (La formación histórica del Estado en América Latina: algunas guías teóricas y metodológicas para su análisis). En este ensayo, Oszlak plantea una metodología que distingue entre el Estado en términos abstractos, que es la entidad que busca el monopolio legítimo del uso de la fuerza y la autoridad correspondiente, y el Estado material e institucional, que es una serie interconectada de edificios, burocracias, rutas de correos y otras cosas materiales cotidianas: “El aparato del Estado se manifiesta como un actor social multifacético y complejo, en el sentido de que sus diversas unidades y arenas de decisión y acción expresan una presencia difusa y,
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Fernando López-Álvez, State Formation and Democracy in Latin America, 1810-1900 (Durham: Duke University Press, 2000), 24-25. 8 Stacey Hunt, “Languages of Stateness: A Study of Space and El Pueblo in the Colombian State”, Latin American Research Review 41, n.o 3 (2006): 90. Por supuesto, los desafíos para la estabilidad, que fueron una parte fundamental de la historia de Colombia en varios momentos durante el siglo xx, alimentaron la tendencia de concebir al Estado en términos de su fracaso; véase, por ejemplo, Harvey F. Kline, “Colombia: Lawlessness, Drug Trafficking, and Carving Up the State”, en State Failure and State Weakness in a Time of Terror, ed. Robert I. Rotberg (Washington D. C.: Brookings Institution Press, 2003), 161-182.
9 Oscar Oszlak, “The Historical Formation of the State in Latin America: Some Theoretical and Methodological Guidelines for its Study”, Latin American Research Review 16, n.o 2 (1981): 3-32 (cita, 12). Algunos trabajos recientes que pueden ser útiles para contextualizar al Estado dentro de un contexto político incluyen los de Jeffrey D. Needell, The Party of Order:The Conservatives, the State, and Slavery in the Brazilian Monarchy, 1831-1871 (Stanford: Stanford University Press, 2006) y Roger A. Kittleson, The Practice of Politics in Postcolonial Brazil: Porto Allegre, 18451895 (Pittsburgh, Pensilvania: University of Pittsburgh Press, 2005). El libro de Peter B. Evans, Dietrich Rueschemeyer y Theda Skocpol, eds., Bringing the State Back In (Cambridge: Cambridge University Press, 1985) sigue siendo un referente para examinar al Estado en las últimas décadas. 10 Oszlak, “Historical Formation”, 7. Estoy a favor de estudiar la construcción del Estado, más que su formación, pues la primera describe la labor involucrada en el proceso, mientras que la idea de la formación del Estado implica, sin exactitud, un proceso orgánico. Para un resumen amplio de los múltiples procesos involucrados, véase Nils Jacobsen y Cristóbal Aljovín de Losada, “State- and Nation-Building Projects and Their Limitations”, en Political Cultures in the Andes 1750-1950, ed. Jacobsen y de Losada (Durham: Duke University Press, 2005), 69-73. Sobre el Estado, véase Charles Tilly, Coercion, Capital, and European States, A.D. 990-1990 (Cambridge, Massachusetts: Basil Blackwell, 1990); también véase Tilly, “Reflections on the History of European State-Making”; Gabriel Ardant, “Financial Policy and Economic Infrastructure of Modern States and Nations”; y Rudolph Braun, “Taxation, Sociopolitical Structure, and State-Building: Great Britain and Brandenburg-Prussia”, en The Formation of National States in Western Europe, ed. Charles Tilly (Princeton: Princeton University Press, 1975), 3-83, 164-242, 243-327. Otro trabajo significativo es el de Philip Corrigan y Derek Sayer, The Great Arch: English State Formation as Cultural Revolution (Oxford: Basil Blackwell, 1985); también véase Corrigan, “State Formation” y Sayer, “Everyday Forms of State Formation: Some Dissident Remarks on ‘Hegemony’”, en Everyday Forms of State Formation: Revolution and Negotiation of Rule in modern México, ed. Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent (Durham: Duke University Press, 1994), xvii-xix, 367-378. 11 Sobre algunos aspectos generales de este proceso y sobre el valor de la longue durée cuando se trata de analizar la formación del Estado, véase Richard Bonney, ed., The Rise of the Fiscal State in Europe, 1200-1815 (Oxford: Oxford University Press, 1999). Algunos provechosos análisis sobre el Estado en América Latina son: Jeremy Adelman, Republic of Capital: Buenos Aires and the Legal Transformation of the Atlantic World (Stanford: Stanford University Press, 1999); David Rock, State Building and Political Movements in Argentina, 1860-1916 (Stanford: Stanford University Press, 2002); Miguel Centeno, Blood and Debt: War and the Nation-State in Latin America (University Park: Pennsylvania State University Press, 2002); Robert Holden, Armies without Nations: Public Violence and State Formation in Central America, 1821-1960 (Nueva York: Oxford University Press, 2004); y Robert G. Williams, States and Social Evolution: Coffee and the Rise of National Governments in Central America (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1994).
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a veces, ambigua en la red de relaciones sociales”.9 Me inquieta particularmente la tercera de las cuatro etapas de investigación propuestas por Oszlak, que documenta el grado en el cual el Estado desarrolla las instituciones públicas con “(a) una reconocida capacidad de extraer, con regularidad [,] recursos de la sociedad; (b) un cierto grado de profesionalización de sus funcionarios; y (c) un control centralizado en cierta medida sobre sus múltiples actividades”.10 Los historiadores tienden a asumir al Estado como un elemento que solo debe tenerse en cuenta como un eje analítico de un tema más amplio, algo que debe tratarse antes de pasar a otros asuntos, comúnmente relacionados con la cultura política.11 Durante varias décadas, los análisis que han enfatizado el trabajo, las especificidades de clase social y varias versiones de la teoría de la dependencia han cedido terreno intelectual a los análisis del discurso y de la
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identidad, y las contribuciones populares a la política, la formación nacional y la cultura política. Aunque este viraje ha producido una rica comprensión de Latinoamérica como un lugar que tiene una historia política dinámica, no ha aportado una apreciación equilibrada sobre el Estado como un actor histórico ni sobre su construcción como una fuerza histórica.12 El enfoque sobre el Estado, incluso sobre uno aún inacabado, permite adquirir una mirada refrescante sobre la república temprana de Colombia. Más específicamente, la política fiscal, comúnmente analizada en términos de su historia económica, proporciona una rica fuente para observar el contacto entre el Estado institucional y la sociedad.13 Así, la realidad material de la sal y la institución que se desarrolló en torno del monopolio de la misma brindan una base concreta para una discusión que, de otra manera, sería excesivamente teórica.14 Por ejemplo, el Estado colombiano desplegaba notables continuidades pese a las numerosas fluctuaciones políticas. Esta continuidad se hacía manifiesta con mayor claridad a través de la presencia material del Estado institucional dedicado a administrar el monopolio de la sal. La conceptualización de la construcción del Estado como un proceso institucional, que se lleva a cabo mientras se elabora el trazado de su presencia material, proporciona una metodología para moldear de nuevo al Estado como una fuerza histórica importante durante el siglo xix en Hispanoamérica.15
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12 Sobre la cultura política y las diferencias académicas que se desprenden de esta, véase Nils Jacobsen y Cristóbal Aljovín de Losada, “The Long and Short of It: A Pragmatic Perspective on Political Cultures, Especially for the Modern History of the Andes”, en Political Cultures in the Andes, 1750-1950, eds. Nils Jacobsen y Cristóbal Aljovín de Losada (Durham: Duke University Press, 2005), 1-24. También véase Lara Putnam, Sarah C. Chambers y Sueann Caulfield, Honor, Status, and Law in Modern Latin America (Durham: Duke University Press, 2005); Florencia Mallon, Peasant and Nation: The Making of Postcolonial Mexico and Peru (Berkeley: University of California Press, 1995); y Ulrich Muecke, Political Culture in Nineteenth-Century Peru: The Rise of the Partido Civil, trad. Katya Andrusz (Pittsburgh, Pensilvania: University of Pittsburgh Press, 1998). 13 Sobre este tema, véase Fernando López-Alvez, “The Trans-Atlantic Bridge: Mirrors, Charles Tilly, and State Formation in the River Plate”, en The Other Mirror: Grand Theory Through the Lens of Latin America, eds. Miguel Ángel Centeno y Fernando López-Alvez (Princeton: Princeton University Press, 2001), 153-176. 14 El trabajo de Pablo Piccato sobre el honor en la esfera pública durante el Porfiriato en México incluye información acerca de cómo los debates sobre las finanzas públicas, particularmente la deuda inglesa, formaban parte de una historia más amplia; véase Pablo Piccato, The Tyranny of Opinion: Honor in the Construction of the Mexican Public Sphere (Durham: Duke University Press, 2010). Sobre Colombia en este contexto, véase David Bushnell, The Santander Regime in Gran Colombia (Westport, Connecticut: Greenwood, 1970); Christine Hunefeldt, “Reinventing Old Power: State, Tribute, and Indians in Puno”, Fronteras 4, n.o 4 (1999): 11-53; Fernando Botero Herrera, Estado, nación y provincia de Antioquia: guerras civiles e invención de la región 1829-1863 (Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2003); y Alfonso Múnera, ed., Ensayos costeños: de la Colonia a la República: 1770-1890 (Bogotá: Colcultura, 1994). 15 Respecto de los trabajos que analizan tales interacciones, véanse Hillel David Soifer, “The Sources of Infrastrucutral Power: Evidence from Nineteenth-Century Chilean Education”, Latin American Research Review 44, n.o 2 (2009): 158-180; Hillel David Soifer, “Authority over Distance: Explaining Variation in State Infrastructural Power in Latin America” (disertación doctoral, Universidad de Harvard, 2006); Lina Del Castillo, “The Science of Nation Building: A History of
LA SAL Y EL ESTADO COLOMBIANO
La competencia entre los agentes estatales y otros actores era una realidad cotidiana centrada en las recompensas económicas tangibles. Esta competencia tenía lugar en espacios cuidadosamente demarcados y definidos por el Estado institucional como elementos vitales de su infraestructura. Tan pronto las élites se dieron cuenta de que los actores subordinados aprovechaban los nuevos espacios y discursos políticos para promover sus propios intereses, el Ministerio descubrió que los espacios institucionales del monopolio de la sal –los lugares de producción, venta y transporte– se habían transformado en escenarios de resistencia popular. Al igual que en el escenario político, era más fácil definir un espacio que controlar lo que allí sucedía. Pero estos momentos de confrontación demuestran con mayor claridad la utilidad de evitar la catalogación de éxito o de fracaso cuando se trata de la construcción del Estado, pues revelan los diversos roles estatales como una entidad en donde se entreveran el ejercicio del poder y sus instituciones. De esta manera, aunque la bifurcación que propone Oszlak en términos de un Estado abstracto y uno material sea una herramienta útil para el análisis, esta distinción no opera en la vida real. En la experiencia de las personas que vivían en La Salina, el Estado institucional no era una abstracción, sino una práctica diaria. La cuestión de la legitimidad del Estado, tan proclive al análisis teórico en la academia, era un asunto de beneficios y de precios que los compradores pagaban por la sal.
27 Boyacá y Colombia El papel del Estado en Colombia debe analizarse a partir del contexto más amplio de la literatura sobre el siglo xix referida a los partidos políticos, las guerras civiles, el regionalismo y, más recientemente, la etnicidad.16 En términos de un evento histórico particular que definiría el siglo, como sucedió con el gobierno de Juan Manuel de Rosas en Argentina o la Revolución mexicana, la incipiente República de Colombia se definía por el regionalismo fruto de su topografía Geographic Sciences in Colombia, 1821-1921” (disertación doctoral, Universidad de Miami, 2007); y Meri Linnea Clark, “Education for a Moral Republic: Schools, Reforms, and Conflict in Colombia, 1780-1845” (disertación doctoral, Universidad de Princeton, 2003). También véase Jeremy Adelman, “Unfinished States: Historical Perspectives on the Andes”, en State and Society in Conflict: Comparative Perspectives on Andean Crises, eds. Paul W. Drake y Eric Hershberg (Pittsburgh, Pensilvania: University of Pittsburgh Press, 2006); y Cecilia Méndez, The Plebeian Republic: The Huanta Rebellion and the Making of the Peruvian State, 1820-1850 (Durham: Duke University Press, 2005). 16 Véanse Nancy P. Appelbaum, Muddied Waters: Race, Region, and Local History in Colombia, 1846-1948 (Durham: Duke University Press, 2003); James E. Sanders, Contentious Republican: Popular Politics, Race, and Class in Nineteenth-Century Colombia (Durham: Duke University Press, 2004); Aline Helg, Liberty and Equality in Caribbean Colombia, 1770-1835 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2004); Marixa Lasso, Myths of Harmony: Race and Republicanism during the Age of Revolution, Colombia 1795-1831 (Pittsburgh, Pensilvania: University of Pittsburgh Press, 2007). También véase Brooke Larson, Trials of Nation Making: Liberalism, Race, and Ethnicity in the Andes, 1810-1910 (Nueva York: Cambridge University Press, 2004).
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fragmentada, constituyéndose en un factor que desafiaba la construcción del Estado y la conceptualización académica sobre su formación.17 Sin embargo, el énfasis sobre los monopolios fiscales proporciona un método para delimitar el alcance del Estado institucional. La burocracia ministerial era un archipiélago diseminado a lo largo del desafiante territorio colombiano, constituido en juntas regionales, oficinas, contratistas, subcontratistas y centros de acopio unidos de manera precaria por rutas de correo y caminos de herradura.18 La red que unía las partes de este archipiélago estaba diseñada para pasar instrucciones desde el centro a la periferia, mientras llevaba información y registros en la otra dirección; estas islas de la burocracia estatal también eran supuestos puntos a través de los cuales el Estado irradiaba su autoridad y control. Sin embargo, en la práctica, estas islas recurrentemente se convertían en puntos focales que desafiaban la autoridad estatal. La Salina era un lugar como el descrito arriba, y la correspondencia constante que escribían los empleados de la Hacienda permite documentar dos dinámicas importantes. En primer lugar, los beneficios de la renta de la sal debían estimular la actividad comercial, pero el monopolio exigía que se ejerciera un control estatal sobre la mayor cantidad de recursos locales posible y de una manera tan agresivamente antiliberal, que terminaba limitando los mercados.19 En segundo lugar, las élites, bien fueran críticos o empleados ministeriales, buscaban promover simultáneamente el progreso, tanto moral como económico, de manera combinada. En La Salina, estas dinámicas se entrelazaban comúnmente, lo que aumentaba las espectativas y las frustaciones. Esta historia habría sobresalido en cualquier región, pero el hecho de que hubiera tenido como escenario a Boyacá, una de las regiones colombianas más pobladas, le da aún más relevancia. La historiografía boyacense no se ha desarrollado mucho, siendo este un factor que debe tenerse en cuenta cuando se intenta avanzar sobre el análisis de la heterogeneidad interna de Boyacá y el papel que desempeña en la política nacional. Pese a que la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja ha publicado estudios regionales bien 17 Para un panorama amplio sobre estos temas y sobre la política, véase Fernán E. González, “A Propósito de ‘Las palabras de la guerra’: los comienzos conflictivos de la construcción del estado nación y las guerras civiles de la primera mitad del siglo xix”, Estudios Políticos 24 (julio-diciembre, 2004): 37-70. Para una discusión sobre este subdesarrollo, véase Botero Herrera, Estado, nación y provincia de Antioquia: guerras civiles e invención de la región 1829-1863 (Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2003). 18 Sobre las aduanas como manifestaciones aisladas del Estado, véase Jane Rausch, Colombia: Territorial Rule and the Llanos Frontier (Gainesville: University Press of Florida, 1999), 133. 19 Marco Palacios describe el proceso en el cual “la libertad contractual nominal, celebrada por el liberalismo, terminó suscribiendo las obligaciones feudales” (Palacios, Between Legitimacy and Violence: A History of Colombia, 1875-2002, trad. Richard Stoller [Durham: Duke University Press, 2006], 13). El proceso en La Salina se destaca por su intensidad y por los detalles de los que disponemos.
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documentados e investigados, la mayoría basados en las fuentes del Archivo Regional de Boyacá, aún se requiere trabajo para que la historiografía boyacense equipare los niveles que existen en otras regiones.20 A menudo, Boyacá es retratada como una región que recibió la historia en lugar de generarla, en un marcado contraste con Antioquia, Cauca, Santander o el Caribe, pero su tamaño en sí mismo implica que nunca pueda estar ausente por completo de otros asuntos nacionales (tabla 1). Una aproximación a La Salina ilumina la historia de Boyacá, y una aproximación a Boyacá ilumina la historia de Colombia en su totalidad. Tabla 1. Población en departamentos seleccionados y en Colombia, 1810-1905 Año 1810
Departamento Antioquia
Boyacá
Cauca
Cundinamarca
Santander
111 000
231 000
200 000
189 000
237 000
Colombia 1 309 000
1835
159 000
288 000
210 000
255 000
280 000
1 571 000
1843
190 000
332 000
269 000
288 000
324 000
1 814 000
1851
243 000
381 000
312 000
319 000
382 000
2 094 000
1870
366 000
499 000
435 000
414 000
433 000
2 713 000
1887
520 000
615 000
635 000
550 000
565 000
3 666 000
1898
620 000
685 000
800 000
630 000
640 000
4 262 000
1905
897 000
503 000
765 000
631 000
550 000
4 144 000
Fuente: Jorge Orlando Melo, “La evolución económica de Colombia, 1830-1930”, en Manual de historia de Colombia, 4.a ed., ed. Jaime Jaramillo Uribe, 3 vols. (Bogotá: Tercer Mundo, 1992), 2:138. Nota: esta tabla no incluye a Bolivar, Tolima, Magdalena o Panamá, la cual se separó de Colombia en 1905.
En este sentido, este trabajo es un intento por incorporar la historiografía regional de Boyacá a la historia nacional. Como sucede con otras regiones, Boyacá era una amalgama de microrregiones y las ideas sobre la identidad regional fueron una construcción social. Desde una perspectiva nacional, con frecuencia Boyacá quedaba agrupada con Cundinamarca y Santander como la cordillera Oriental.21 Durante el siglo xix, algunas veces Boyacá formaba pareja
20 Véase, para una información básica, Gustavo Humberto Rodríguez R., Boyacenses en la historia de Colombia, bocetos biográficos (Bogotá: Jurídicas Wilches, 1994) y Javier Ocampo López, Historia del pueblo boyacense: de los orígenes paleoindígenas y míticos a la culminación de la independencia (Tunja: Instituto de Cultura y Bellas Artes de Boyacá, 1983). 21 Anthony McFarlane utiliza esta definición en Colombia before Independence: Economy, Society and Politics under Bourbon Rule (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), 40. Marco Palacios también usa esta manera de agrupar mencionando “cuatro grandes regiones económicas –Antioquia, la costa Caribe, la región centro-oriental, y el suroeste” (Between Legitimacy and Violence, 5). Aquileo Parra, el ministro de finanzas en 1873, utilizaba este agrupamiento en una discusión sobre desarrollo económico, al referirse al “comercio interior de los tres estados” (Memoria de Hacienda y Fomento de 1873, 74-83).
29
con Santander como “el Norte”.22 Aunque las tres provincias compartían un número de tratados y se vinculaban entre sí por el comercio interregional, al ser examinadas de cerca, la noción de que la cordillera Oriental conformaba una única región pierde gran parte de su significado, al igual que la idea de que Boyacá en sí misma era internamente homogénea.23 Además de la complejidad de estos asuntos, las fronteras políticas de la región fueron alteradas varias veces durante el siglo xix. Después de la Independencia, el área era la provincia de Tunja. A mediados del siglo, en la medida en que proliferaron una serie de provincias más pequeñas, Boyacá estaba compuesta por la provincia de Tunja y por la provincia de Tundama. En 1857, el Estado de Boyacá se conformó a partir de la unificación de Tunja, Tundama, Casanare, y los cantones de Chiquinquirá y Moniquirá, a partir de la antigua provincia de Vélez (figura 2).24 A lo largo de este trabajo se usarán las designaciones de Boyacá y Tundama.
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22 Por ejemplo, véase el decreto que restablecía el Departamento Militar del Norte que comprendía a Santander y Boyacá (Gaceta Oficial, 30 de septiembre, 1859). 23 Por ejemplo, la cordillera en ambas partes de la frontera de Boyacá y Cundinamarca es, prácticamente, geográfica, demográfica y económicamente imperceptible; véase Manuel Ancízar, Peregrinación de Alpha, 2 vols. (Bogotá: Fondo de promoción de la cultura del Banco Popular, 1984), 2:65. William McGreevy informa que el costo por kilómetro del envío de carga entre Bogotá y Tunja era uno de los más baratos en Colombia durante el siglo xix; véase McGreevy, An Economic History of Colombia 1845-1930 (Cambridge: Cambridge University Press, 1971), 43-45. Sobre la diversidad interna de Boyacá, véase la división en doce regiones planteada por Orlando Fals Borda, El hombre y la tierra en Boyacá: bases socio-históricas para una reforma agraria (Bogotá: Ediciones Documentos Colombianos, 1957), 9-14, 148-160. Para un trabajo que utiliza un contexto regional más amplio, véase Luis Javier Ortiz Mesa, Fusiles y plegarias: guerra de guerrillas en Cundinamarca, Boyacá y Santander, 1876-1877 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2004). 24 La adición de una delgada franja que unía a Boyacá con el Magdalena, una extensión de partes agregadas de Vélez, tuvieron lugar más tarde; véase Pinto, “División política”. Sobre los intentos de fomentar el asentamiento en el occidente de Boyacá, véase Aristides Ramos Peñuela, “Colonos, empresarios y vagos: experiencias fronterizas en el Carare en la primera mitad del siglo xix”, Fronteras 2, n.o 2 (1998): 65-92. Además de la complejidad de conceptualizar la región política, en varios momentos Casanare formó parte y fue regido por el gobierno situado en Tunja (1821-1832, 1857-1868, 1889-1892 y 19111975), mientras que en otros momentos fue gobernado directamente por Bogotá, Jane Rausch, The Llanos Frontier in Colombian History 1830-1930 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1993), 297.
LA SAL Y EL ESTADO COLOMBIANO
Río
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´
´ ´ Salinas del Ministerio
31 Figura 2. La cordillera Oriental hasta 1856 Fuente: elaboración propia.
A una altitud de 1500 metros por encima del nivel del mar, La Salina estaba ubicada más abajo que la mayoría de las poblaciones boyacenses, que se concentran entre los 1900 y los 3000 metros. Hoy se ubica justo en la frontera entre Boyacá y Casanare. Durante los años en que se realizó este estudio, estaba asentada en Boyacá, mientras que en la actualidad está en una pequeña porción de Casanare acuñada entre Boyacá y Arauca. Situada en el límite de lo que era entonces una frontera abierta, La Salina y su historia recibían la influencia de la proximidad de Casanare, particularmente de la ganadería, y la promesa perenne de los llanos como un lugar de naturaleza y de personas indómitas. Para los arquitectos principiantes de la Hacienda, Casanare resultaba de la unión entre la enfermedad y un desierto indómito que no valía la pena dominar bajo la eterna promesa de una naturaleza pródiga. Con el mismo nivel de importancia, el comercio y la política unían a La Salina con la cordillera, los cantones y los distritos de Santa Rosa, Sogamoso, El Cocuy y Soatá, que conformaban Tundama, y Santander, creado en 1857 a partir de la unificación de Socorro,
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Soto, Pamplona, García Rovira y algunas partes de Vélez.25 El comercio de la sal estableció conexiones directas entre La Salina y algunas partes de Santander, específicamente García Rovira, que era un abastecedor clave. Adicionalmente, los vínculos institucionales conectaban La Salina con Tunja y Bogotá. El resultado fue una historia definida, en parte, por las intersecciones complejas y por las fuerzas contradictorias de estas tres orientaciones: la local, la regional y la nacional. Al reconocerse estas tres dimensiones, se corrige la tendencia de ver a Tunja y sus alrededores como representativos de la totalidad de Boyacá.26 En la academia, en la literatura y en la cultura popular, el Boyacá monolítico es retratado como la cuna de un campesinado que, aunque era pasivo en términos generales, se volvía violento cuando recibía provocaciones –una proeza que solo el clero conservador de la región podía lograr–.27 Aunque existieran algunas bases que sustentaban este estereotipo, fusionar a Tunja y sus alrededores con la totalidad de Boyacá opacaba la realidad de la diversidad interna y de la rivalidad intraprovincial. Este análisis homogeneizante de Boyacá encajaba con la visión de que la totalidad de esta región había alcanzado su cúspide en el siglo xvii, para luego comenzar un declive de 400 años.28 Esta concepción tiene una larga estirpe. Germán Colmenares inicia su análisis sobre la Tunja colonial explicando el grado de dificultad que supone transmitir la importancia y el esplendor de la ciudad en sus primeros años.29 El viajero francés Gaspard-Théodore Mollien visitó la ciudad y en su recuento, realizado en 1823, planteaba que esta gloria se había desvanecido hacía tiempo: Tunja, antes de que llegaran a estas regiones los conquistadores españoles, era ya una ciudad muy principal, tan importante en Cundinamarca como Cuzco, en el Perú […].
JOSHUA M. ROSENTHAL
Hoy no es más que una ciudad muerta. Tunja carece de atractivos; no hay gente, no 25 Sobre los cantones de la república temprana, véase Richard Stoller, “Liberalism and Conflict in Socorro” (disertación doctoral, Universidad de Duke, 1991). 26 En su ensayo sobre el Estado colonial, Magnus Mörner también hace una pequeña distinción entre la ciudad de Tunja y la provincia de Tunja; véase Mörner, Region and State in Latin America’s Past (Baltimore, Maryland: John Hopkins University Press, 1993), 24-29. 27 Algunos ejemplos son las novelas de Eduardo Caballero Calderón, Siervo sin tierra (Madrid: Ediciones Rodas, 1973); y El Cristo de espaldas (Nueva York: Macmillan, 1967). 28 El declive de la industria textil era el centro de esta decadencia. Para el argumento de que el declive comenzó en la segunda mitad del siglo xviii, véase Alfonso Múnera, El fracaso de la nación: región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1821) (Bogotá: Banco de la República/El Áncora Editores, 1998), 35. Para el argumento de que el declive fue posterior a la Independencia, véase Luis Corsi Otálora, Boyacá: Atlántida andina (Tunja: Academia Boyacense de Historia, 2005); y Hermes Tovar Pinzón, “La lenta ruptura con el pasado colonial (1810-1850)”, en Historia económica de Colombia, ed. José Antonio Ocampo (Bogotá: Siglo XIX, 1987), 87-118; y Maurice Philip Brungardt, “Tithe Production and Patterns of Economic Change in Central Colombia, 1764-1883” (disertación doctoral, Universidad de Texas, 1974). 29 Germán Colmenares, La provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada: ensayo de historia social (1539-1800) (Tunja: Publicaciones de la Academia Boyacense de Historia, 1984), 9.
no hay nada de nada.30
Algunas décadas después, Manuel Ancízar compartió una afirmación más elaborada, aunque igualmente pesimista: “¿Qué le ha quedado, pues, a Tunja, ciudad sin artes, sin agricultura, sin comercio propiamente dichos?”. Luego elaboraba esta miraba:
LA SAL Y EL ESTADO COLOMBIANO
goza de Buena temperatura, no tiene aguas abundantes y buenas; en una palabra, allí
Tunja es para el granadino un objeto de respeto, monumento de la conquista y sus consecuencias, que es la edad media de nuestro pais, y una especie de osario de las antiguas ideas de Castilla esculpidas y conmemoradas en las lápidas de complicados blasones puestas sobre las portadas de las casas, o viviendo todavia dentro de los conventos, es decir, fuera del siglo y extrañas a todo comercio humano con el cual ha cesado de armonizar: mansión de hidalgos a quienes la revolución republicana cogió de improviso, y la aplaudieron sin echar de ver que les traía el final politico de los privilegios y el término social de las ejecutorias.31
En sus Memorias de 1831, José Ignacio de Márquez escribió en términos generales acerca de los perjuicios económicos generados por las importaciones baratas de textiles, y daba el ejemplo de la ruina de la cordillera Oriental: En efecto, esta esecsiva libertad ha hecho bajar considerablemente el precio de aquellos jeneros, y los nuestros no han podido competir con ellos. Así es que no tienen espendio, y los pueblos se han visto en la dura necesidad de abandonar sus fábricas, de donde ha resultado igualmente la baratía, ó mas bien el casi ningun consumo de las materias primeras con perjuicio de la agricultura, y de la cria de Ganado lanar. Si hay algunos que duda de esta verdad no tiene mas que recorrer las industriosas provincias del Soccoro, Tunja, Bogotá y Pamplona, ántes bastante productoras y hoy abandonadas y pobres.32 30 Gaspard-Théodore Mollien, Viaje por la República de Colombia en 1832, intro. Carlos José Reyes (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1992), 117. 31 Ancízar, Peregrinación de Alpha, 2:56-57. Para una discusión sobre las visiones de la élite y la etnicidad en la cordillera Oriental, véase a Frank Safford, “Race, Integration, and Progress: Elite Attitudes and the Indian in Colombia, 1750-1870”, Hispanic American Historical Review 71, n.o 1 (Febrero 1991): 1-33; y Glenn Thomas Curry, “The Disappearance of the Resguardos Indígenas of Cundinamarca, Colombia, 1800-1863” (disertación doctoral, Universidad Vanderbilt, 1981). Frank Safford considera que “especialmente, Colombia hizo un pequeño progreso económico en la primera mitad del siglo de la Independencia” y que “la gente de [Boyacá] era la más pobre de Colombia” (Safford, “Commerce and Enterprise in Central Colombia” [disertación doctoral, Universidad de Columbia, 1965], 28). Para un panorama amplio, véase Inés Pinto Escobar, Progreso, industrialización y utopía en Boyacá: el caso de la Siderúrgica de Samacá (Tunja: Publicaciones de del Magíster en Historia, uptc, 1997). 32 José Ignacio de Márquez, “Exposición del Secretario de Hacienda a la Convención sobre los Negocios del Departamento”, en Memoria de Hacienda y del Tesoro y de la Nueva Granada y
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JOSHUA M. ROSENTHAL
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En 1830, el intendente de Tunja se refería a la situación y presentaba un ambicioso plan para revitalizar la manufactura. También citaba la ausencia de industria en torno a Tunja, señalaba que el único vínculo económico estaba ligado a la agricultura o al papel de la ciudad como capital y mencionaba, particularmente, los salarios que les pagaban a los funcionarios del Gobierno. Él proponía que este apoyara el establecimiento de una fábrica que produjera ropa de lana, para estimular la manufactura, la crianza de ovejas y otras mercancías.33 Soban no recibió ningún apoyo para su propuesta. La principal actividad de la región era la agricultura, sobre todo aquella dedicada a los cultivos de consumo local, aunque también había algo de cría de animales. Adicionalmente, el ganado de Casanare era llevado a Bogotá, en donde era engordado después del arduo viaje desde los llanos, y se lo preparaba para su eventual consumo en Santander o Cundinamarca. La sal era un elemento clave en esa industria. En un estudio sobre la industria boyacense, Agustín Codazzi mencionaba la producción de calzado, sombreros, miel, cera, productos de caña de azúcar (sobre todo aguardiente) en las áreas de altitud baja, cerámicas –incluidos los azulejos–, madera preparada y objetos de metal que eran producidos por unas pocas docenas de herreros.34 Su optimismo sobre las posibilidades de la economía regional no le impidió hacer descripciones con toda franqueza, como la afirmación de que en cuanto a las “manufacturas” de Miraflores, en el Valle de Tenza, “propiamente hablando no las hay. Todo en este cantón está por crear. Apenas tejen cien piezas anuales de lienzo de algodón, exportando la mitad, que representa un valor de 300 pesos”.35 La Salina, en el cantón de El Cocuy, se destacaba. Un impuesto especial sobre la riqueza individual, establecido en 1821, pero solo cobrado en Boyacá Colombia, siglo xix, eds. Adolfo Meisel y María Teresa Ramírez (Bogotá: Banco de la República, 1831), 7. En 1833, el periódico El Constitucional de Boyacá se quejaba de que los textiles importados habían perjudicado la manufactura textilera regional, que había florecido en el pasado. El Constitucional de Boyacá, enero 27, 1833. 33 agn, sr, Ministerio de Hacienda, leg. 254, fols. 445-446, julio de 1830. Soban planeaba vender participaciones en la compañía para financiar la compra de maquinaria y para traer asesores técnicos de los Estados Unidos y de Europa. También buscaba la protección de un mercado doméstico, pero la nota al margen de su propuesta, que era una forma común de comunicación interna, citaba a la Constitución para explicar que la rama del Ejecutivo era muy débil en esta materia. Sobre algunas garantías similares para proteger la industria doméstica, véase Safford, “Commerce and Enterprise”, 149. Sobre ciertas medidas parecidas, véase David Sowell, The Early Colombian Labor Movement: Artisans and Politics in Bogotá, 1832-1919 (Filadelfia: Temple University Press, 1992), 18. 34 Agustín Codazzi, “Estado de Boyacá”, en Geografía física y política de la Confederacíon Granadina, eds. Camilo A. Domínguez Ossa, Augusto J. Gómez López y Guido Barona B., vol iii (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2003). Luis Ospina Vásquez también menciona las cerámicas en Sogamoso en Industria y protección en Colombia, 1810-1930, 4.a ed. (Medellin: faes, 1987), 259. 35 Codazzi, Geografía física y política, 3:176.
Tabla 2. Contribuciones especiales de 1823
Cantón
Poblacióna
Pesos recolectadosb
Individuos gravados
Individuos gravados con relación al porcentaje de la población del cantonal
Pago individual promedio (pesos, reales)c
Santa Rosa
23 221
1341
497
2,0
2p6r
Soatá
27 683
1230
503
1,8
2p3r
Sogamoso
30 592
1552
419
1,4
3p6r
El Cocuy
20 220
792
293
1,5
2p6r
Tenza
28 506
1449
612
2,1
2p3r
Garagoa
12 893
655
252
2,0
2p5r
Total
143 115
7019
2576
1,8
2p6r
LA SAL Y EL ESTADO COLOMBIANO
hasta 1823, es un punto de referencia para comparar la economía de El Cocuy con el resto de Boyacá. Por cantón, Sogamoso tenía el promedio más alto de pago en la contribución, seguido de El Cocuy, Santa Rosa y Garagoa, con Soatá y Tenza cayendo por debajo de la tasa provincial (tabla 2).36
Fuente: los valores poblacionales en esta y en las tablas siguientes provienen del censo de 1835. Nota: la legislación fue aprobada en 1821, pero los cobros tuvieron lugar solo en 1823. a
Las cifras de la población solo incluyen los distritos que estaban reportados en la recaudación de impuestos,
no la totalidad de la población de Boyacá. b
En pesos.
c
Por individuo, en pesos y en reales.
35
Un análisis por distrito realizado en 1845 agrega información a este perfil sobre el trabajo en cada cantón. Los Cantones del Centro, Santa Rosa, Sogamoso y Tenza, tenían crisis ocupacionales acordes a los centros comerciales y de producción artesanal (tabla 3). Tabla 3. Profesiones por cantón en Boyacá en 1845 Boyacá occidental Cantón
Propietarios
Trabajadores
Comerciantes
Artesanos
Centro
2940
6039
630
1443
Leyva
1700
2310
118
59
Ramiriquí
1923
6095
145
163
Total
6563
14 444
893
1665 Continúa
36 David Bushnell establece la tasa comenzando en 1 % y decreciendo a 0,033 %, al mismo tiempo que la riqueza individual aumentaba; véase Bushnell, The Santander Regime in Gran Colombia (Westport, Connecticut: Greenwood, 1970), 81-83. Estos datos muestran un rango que iniciaba en 0,5 %, gravados de las fortunas más pequeñas con una leve disminución en el porcentaje en que el patrimonio aumentaba. Para un listado que detalla las contribuciones individuales por municipalidad, véase agn, sr, Intendencia de Boyacá, leg. 2, fols. 454-632, junio-agosto de 1823.
Boyacá occidental Cantón
Propietarios
Trabajadores
Comerciantes
Artesanos 103
Tundama El Cocuy
1620
2065
60
Santa Rosa
835
3130
600
471
Soatá
334
3430
124
179
Sogamoso
4375
8085
1343
1520
Total
7064
16 710
2127
2273
Garagoa
379
3668
52
40
Tenza
403
6345
360
996
Total
782
10 013
412
1036
Valle de Tenza
Fuente: agn, sr, Gobernación de Tunja, leg. 30, fols, 469-568, octubre-noviembre de 1845; 88 respuestas al cuestionario titulado “Cuadro que manifiesta que prod. de la agricultura, ganaderia, industria, minas en el distrito de […]”.
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El Cocuy era uno de los cantones en Tundama y sus zonas montañosas habitables estaban densamente pobladas (figura 3). Los pueblos de El Cocuy se ubicaban a más de 2000 metros por encima del nivel del mar, excepto Espino y La Salina, que estaban a 1994 y 1439 metros, respectivamente.37 Codazzi describía el clima en el cantón de El Cocuy como frío y sano y en muchas partes templado; aunque La Salina era más caliente por su menor altitud, se consideraba que, aun así, su clima era saludable. Las bases económicas de El Cocuy eran los cultivos típicos de la zona de montaña: papas, maíz y fríjoles. En los municipios de El Cocuy, Chita, Güicán y Chiscas, abundaban las ovejas y las cabras. La industria local incluía la producción en pequeña escala de textiles y dos forjas. El cantón comerciaba con sus vecinos, los indígenas tunebo del oriente de Boyacá y Santander, y con la distante Bogotá. Se traían los productos manufacturados de Santander o de Bogotá, los productos agrícolas de los climas más calientes y el ganado de Casanare. El trigo, los textiles artesanales y la sal también se exportaban. Nada de esto era indicio de una economía fuerte, pero Codazzi era optimista sobre el futuro del cantón. Manuel Ancízar, quien viajó con la Comisión Corográfica, también era optimista sobre El Cocuy como parte de Tundama, un área madura con un potencial de “163 000 habitantes, de los cuales el mayor número es de blancos y bien conformados, y el resto de indios pacientes, vigorosos, en quienes la rutina parece hacer los oficios del alma, y la humildad ser el compendio de todas sus virtudes”.38 Ancízar, incluso, se refería con optimismo a Chita, pueblo vecino de La Salina y del cual se desprende su nombre oficial, y que varias veces a lo largo del 37 Codazzi, Geografía física y política, 3:259, 45. Ibid., 3:224. 38 Ancízar, Peregrinación de Alpha, 2:49; véanse sus comentarios sobre el mestizaje racial en 1:228 y 2:105.
El distrito entero cuenta poco más de 7900 vecinos blancos, robustos y firmes de mejillas firmemente iluminadas, consagrados a la agricultura en pequeño y a la cría de ovejas, que suministran la excelente lana de que los naturales fabrican bayetas y ruanas muy durables y de buen tejido. El pueblo, como todos los antiguos que fueron de indios
LA SAL Y EL ESTADO COLOMBIANO
siglo fue descrito como “problemático”. Sus alabanzas, sin embargo, las hacía en los términos raciales de la época:
se resiente de su origen, y lo demuestra en el desarreglo de las calles y pésima disposición de las casas; pero en cambio las gentes son de índole sana y trato sencillo, virtudes que, unidas al amor al trabajo, constituyen una población moralmente inmejorable, aunque ajena a las superficialidades de la ponderada cultura de otras naciones.39
En este sentido, El Cocuy se asemejaba a los cantones de Santander y tenía un potencial similar. Sin embargo, tal desarrollo se sustentaba en un futuro cada vez más lejano. De hecho, durante todo el siglo xix la producción de sal de La Salina fue la industria más importante del cantón. En este mundo pauperizado, lleno de promesas y decepciones, se desarrolló la historia de la sal y del Estado.
37
Figura 3. Cocuy: Mapa del cantón, 1825 Fuente: Mapas y planos, Mapoteca n.o 4, ref. 94 A.
39 Ibid., 1:248.
Joshua M. Rosenthal
La sal y el Estado colombiano es un estudio histórico sobre La Salina, ubicada en el piedemonte llanero entre los límites actuales de los departamentos de Boyacá y Casanare, al oriente del Estado colombiano. Joshua M. Rosenthal, su autor, muestra cómo, entre 1821 y 1900, la sal, el dinero y la vida misma pasaban de los conservadores a los liberales, del federalismo al centralismo, de la Gran Colombia a la República de Colombia, de las guerras civiles a las épocas de relativa estabilidad política. Su minucioso trabajo de archivo le permite ilustrar el modo en el que una sociedad local está fuertemente condicionada por su economía. Específicamente, por la obtención de un mineral y su auge, por el monopolio comercial de una renta colonial y por la decadencia que causó el abandono de La Salina en la región. En la lucha por el control de su monopolio se traza, sin duda, el destino de la nación colombiana.
JOSHUA M. ROSENTHAL
La sal y el Estado colombiano
La sal, ese elemento que hoy parece confinado a los límites de la cocina, ha tenido desde siempre diversas aplicaciones en la agricultura, la ganadería y la conservación de los alimentos, lo que la convierte en un producto de primera necesidad. En Colombia hasta finales del siglo XIX, fue una de las fuentes más importantes de rentas fiscales del Gobierno nacional, ya que era fácil de producir y generaba grandes ganancias. Durante esta época, las minas de sal de Zipaquirá, Nemocón y La Salina fueron los baluartes de una economía inestable que dependía de su producción.
la sal Y EL ESTADO COLOMBIANO Sociedad local y monopolio regional en Boyacá (1821-1900)
Joshua M. Rosenthal Traducido por Mariana Serrano Zalamea
Joshua M. Rosenthal estudió Historia en la Wesleyan University y se doctoró en Historia de la Columbia University. Es autor de Salt and the Colombian State. Local Society and Regional Monopoly in Boyacá, 1821-1900 (University of Pittsburgh Press, 2012). Además, ha publicado varios artículos, entre los que se destancan “La historia fiscal de Boyacá (1863-1886) en las cuentas del federalismo colombiano” (2019), “Conditional Clemency after the Golpe de Melo of 1854. Constitutionalism and tradition in early republican Colombia” (2017) y “The Indultados of Tescua: Criminal Rebellion and Judicial Reckoning during the War of the Supremes” (2012). También ha escrito varios ensayos sobre el arte afrobrasileño de la capoeira. Actualmente se desempeña como profesor de Historia en la Western Connecticut State University.
Imagen de cubierta: Cocuy: Mapa del cantón. AGN, Mapas y Planos, Mapoteca n.o 4, ref. 94 a.