Moradas interiores

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La risa del ahorcado Antología poética Henry Luque Muñoz Prólogo y compilación de Fredy Yezzed

Un vago escalofrío Francisco José Cruz Prólogo de Antonio Deltoro

MORADAS INTERIORES

OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN

N ESTE LIBRO, la mujer va figurando, obstinada, irremediablemente en la modalidad de la expresión. No es juventud lo que se expresa ni mucho menos la poesía es entelequia que se da por hecha. La expresión, que un día rindió su negro fruto en la espuria y alemana palabra Expressionismus, es algo tan arduo, tan quimérico, que solo quien conoce su tortura sabrá testimoniar el destino inconcluso del poema. Y las cuatro poetas que habitan azarosamente este libro la conocen. Todas cuatro alumbran un implícito enunciado: torturar la expresión hasta llegar al pensamiento. Óscar Torres Duque

AMALIA MORENO RESTREPO MARÍA PAZ GUERRERO

MORADAS INTERIORES

Amalia Moreno Restrepo María Paz Guerrero Tania Ganitsky María Gómez Lara

El torso de Venus

TANIA GANITSKY MARÍA GÓMEZ LARA

Elkin Restrepo

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COLECCIÓN POESÍA

Prólogo de Jorge Cadavid y Juan Felipe Robledo

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Amalia Moreno Restrepo María Paz Guerrero Tania Ganitsky María Gómez Lara

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Amalia Moreno Restrepo María Paz Guerrero Tania Ganitsky María Gómez Lara

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Facultad de Ciencias Sociales

Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Amalia Moreno Restrepo © María Paz Guerrero © Tania Ganitsky © María Gómez Lara Miembros del comité editorial: Giovanni Quessep Ramón Cote Baraibar Federico Díaz-Granados Cristo Rafael Figueroa Sánchez Juan Felipe Robledo Jorge Cadavid Primera edición: abril de 2016 Bogotá, D. C. isbn: 978-958-716-921-8 Número de ejemplares: 200 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7ª n.º 37-25, oficina 13-01 Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial

Cuidado de texto: Rafael Rubio Diseño de pauta gráfica: Ignacio Martínez-Villalba Diagramación: María Victoria Mora Diseño de carátula: Ignacio Martínez-Villalba Impresión: Javegraf

MIEMBRO DE LA

ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA

RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL www.ausjal.org

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana

Moreno Restrepo, Amalia, autora Moradas interiores / Amalia Moreno Restrepo [y otras tres] ; prólogo de Óscar Torres Duque. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2016. 128 páginas ; 20 cm ISBN : 978-958-716-921-8 1. POESÍA COLOMBIANA - COLECCIONES. 2. LITERATURA COLOMBIANA. 3. ANIMALES – POESÍA. 4. NATURALEZA EN LA POESÍA. I. Guerrero, María Paz, autora. II. Ganitsky Baptiste, Tania, autora. III. Gómez Lara, María, autora. IV. Torres Duque, Óscar, prologuista. V. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales. CDD C861.08 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. inp

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CONTENIDO

PRÓLOGO Óscar Torres Duque 11

AMALIA MORENO RESTREPO Morada 21 Hoy 22 Llegar a este punto 23 Sobre del ruido 25 La palabra espalda 26 Llegar a un punto 27 Un nombre en piedra 28 Un dolor 29 Un arrimo 30 Una coma sobre las gafas 32 Encadenamientos sobre la libertad 34 Todas las barbas del sabio 36

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Dónde ser 37 Poema a los números rojos del reloj despertador 38 Dame de piedra 39 Pulmonar sobre la espalda 41 Un hueco 42 Anexo 43 Para una gramática de la desigualdad 44 MARÍA PAZ GUERRERO Me repito 47 Es fácil, ella es dos 48 Indira 49 Fausta 51 Tuvo cuatro hijos 52 Arrullas a esa ciega 53 Llega con el incendio entre las manos 54 Cada vez que se va me corto el pelo 55 La fruta anida en su fuego 56 El indigente o las matas 57 El ojo fija el horizonte 58 El espacio es ese lugar 59 Soy el capullo antes de ser mariposa 60 Vive como un animal que espera que lo saquen a pasear 61 Vida de monje 62 Dice: cactus 63 Ya sé vivir como un animal 64 Y si nada es lo que es 65 Muerde la palabra hasta llegar al esqueleto 66

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TANIA GANITSKY Un día no tendré escritura 69 La voz es un lugar oscuro 70 Deseo de ser Piel Roja 71 Tigre de Bengala 72 Los caballos 73 Árbol de sueño 74 Nos conocimos corriendo el riesgo 75 Toco su espalda mientras duerme 76 Aprendizaje 77 La noche se cerraba 78 Nota para el hombre que vi en un sueño 79 Segunda nota para el hombre que vi en un sueño 80 Una abuela me dijo que el amor solo se da 81 Soy el menos animal en el zoológico 82 Ella dibuja 83 Nunca he tenido algo 84 Los tigres atraviesan las flores 85 El pasado hubiera podido ser 86 La nieve es real así el silencio no exista 87 Crecí en una montaña embrujada 88 MARÍA GÓMEZ LARA Emily Dickinson 91 Astillas 93 Conjuro 94 Nocturno 96 Tras costuras 98 Tener cuerpo 99 Mañana 100

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Kachkaniraqmi 101 Después del dolor 103 Don Quijote caído 105 Mudanza 107 Variaciones sobre un tema 110 Octubre 112 Para borrar tu ciudad 114 Preocupaciones 115 Contratono 116 Transformaciones 118 Recuerdas cómo eras cuando te parecías al fuego 119 Ahora a tiempo 121 Antiquietud 123 Sobre las autoras 125

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P RÓ L O G O

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N

O ES LA MUJER lo que escucho en los poemas de Amalia Moreno Restrepo, en los cuales también irrumpen agónicas voces masculinas, pero al fin, en el fin que es este libro, la mujer va figurando, obstinada, irremediablemente en la modalidad de la expresión. Tampoco es juventud lo que se expresa ni mucho menos la poesía es entelequia que se da por hecha. La expresión, que un día rindió su negro fruto en la espuria y alemana palabra Expressionismus, es algo tan arduo, tan quimérico, que solo quien conoce su tortura sabrá testimoniar el destino inconcluso del poema. Y las cuatro poetas que habitan azarosamente este libro la conocen. Todas cuatro alumbran un implícito enunciado: torturar la expresión hasta llegar al pensamiento. Tampoco son los premios ni los libros, publicados o por venir, los que pueden dar contextura a estas escrituras. El de Amalia Moreno Restrepo, Los 16 motivos del lobo (2015), es aquí una ausencia y, sin embargo, sus huellas, más bien en el desierto

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que en la nieve, pueden rastrearse en la violencia y la venganza, en la amargura y el errar casi sin tregua hasta el más inenarrable estatus de fatiga. La del lobo ausente no ha dejado de ser una violencia contenida (o apenas desencadenada encadenada) porque Amalia sabe, y aquí también lo dice, que en la querella entre el hombre y el lobo, o del hombre consigo mismo, tercia triunfal el buitre, el mismo buitre que roe las entrañas de débiles y antiheroicos prometeos. Prometeo lucía como un hombre, con misión de ser humano, pero otros animales menos neutros son mostrados (monstruados) desde una entraña femenina en los poemas de María Paz Guerrero y Tania Ganitsky. La voz de María Paz Guerrero los reconcentra en un interior irreductible a cualquier fatamorgana del afuera: se declara capullo en vez de mariposa, tejedora de su adentro, y si dice “y después vuelo”, ese vuelo cae en el vacío del espacio que abren, como herida, su escritura y la escritura de sus tres nada casuales acompañantes. O se revela la gata en la ventana, ociosa y quieta, que hace indolente contrapunto a la mujer, “presta a morir”, “fuerza que se quema en su centro”, “velocidad”. ¿Quién es el animal?: “Ya sé vivir como un animal”, puede decir la voz que une las palabras con hilos en una jaula, pero no se le escapa que él también (¿y dónde está él, antiguo Prometeo?), que “se come sus gusanos en el tapete”, vive “como un animal que espera que lo saquen a pasear”, o pasea él mismo, monje ansioso por abandonar su clausura, que al llegar a la pradera es ya un toro que “pisa el suelo con los cachos / hiere la arcilla con el hocico”. ¿Quién es más animal aquí, en qué sentido, bordeando que límites para sonar humano, humana, y decir la palabra que sea como el fuego que robara el aquel ladronzuelo? Qué fácil encarnar en esta poesía el esquema de los sexos para decir que la mujer es pájaro o mariposa cuando el hombre es perro, lobo, toro, hiena que “[m]uerde la palabra hasta llegar al esqueleto”. Pero no es fácil, porque todo ocurre adentro, y ese adentro no es útero ni casa ni raíz.

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Así también el silencio persigue la voz de Tania Ganitsky como un perro. De hecho, torturar la expresión consiste en que el silencio les enseñe los dientes a las palabras: “La voz es un lugar / oscuro / tomado por animales feroces”. Y el espacio se abre hacia un lugar, un topos, que es interior, pero que alguien debe comprobar que existe. Y no es fácil comprobarlo cuando afuera no queda nada, como testificó para Panero el Llanero Solitario visitando el sepulcro de Toro Sentado: ni caballos, ni onagros, ni bisontes, testifica también Tania, o Quién Sabe. Al fin y al cabo “[l]os caballos / no iban a vivir tanto tiempo”. Qué dicha o qué infamia un mundo (exterior) en el que afuera solo viven, muertos, animales, y los nombra el silencio de una mujer desde su adentro. ¿Y la pantera? ¿No es ella la enjaulada que habla y mira tras los barrotes un mundo que no existe?, ¿tal como la vio un mann checo, nacido en Praga, judío, que escribía en alemán, en francés y en español? (La misma que soñó a Dante, jalado por otra mujer muerta, y que Borges llamó “leopardo” [lonza] en “Inferno, I, 32”; las panteras, los leopardos, sueñan y hablan, como le habla a Francisco el lobo bueno, el lobo malo, según el poema centenario de Darío que inspira a Amalia Moreno). Jaguares, tigrillos, tigres, tigres, ¿cuál es su pradera, su “acá”?: “Por acá han pasado los tigres. / Mi escritura guarda su desastre” (cursivas mías; ya sabemos cuál es la pradera). Recorro en un factible orden este libro como un safari y me sorprendo ya de tanto encierro de encontrarme el mundo abierto de María Gómez Lara: ruina, tormenta, dolor, todas las quebrazones, tú, él, sin animales. Lo que persiste, sin embargo, kachkaniraqmi, es un yo (de mujer, lo sé porque nació a este mundo el mismo día que Emily Dickinson), un yo que tal vez habla, escribe, tartamudea, pero que es la frontera del mundo en ruinas con su pura materia (de ella), su cuerpo: voz que duele (porque es cuerpo), “[…] poesía que se arma a pedacitos // […] escrita con los huesos con la sangre // [con] los codos las rodillas / los lugares donde vamos a quebrarnos”. No hay en este

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libro voz y escritura más materiales, confesionales, directas hasta llevar el consabido corte (seducción del espacio, del vacío, del silencio que las cuatro comparten) a lo prosaico y al mascullar de la prosa. Su contratono pasa del verso breve, siempre disfórico y con ganas de monotonía, a escenificar la caída en prosa rota, tan rota como el “Don Quijote caído” donde la experimenta, o como en “Ahora a tiempo”, donde una voz rota, o que nos ha acostumbrado a sus profundas grietas (expresivas), nos quiere convencer (ahora) de que no va a quebrarse, de que es hora de no hacerlo, aunque el alma… El alma, le dijo la Szymborska, es más bien una inútil para estas faenas que supone vivir en este mundo (y no en otro): correr armarios, empujar cajas, levantar mesas, caminar con los zapatos apretados: ser extranjera (de este mundo). ¿Y no que el quiebre era el del verso? ¿Y no que el verso es palabra musical, danzante, y no mera cacofonía (del cuerpo)? Si a otras (y otros) el taller les enseña a formular sonoridades y prosodias (en todas las clases de cortes), esta María Gómez Lara, audaz y a contratono, se atreve a escribir (¿en verso?) cosas como estas: “con qué fuerza lograr cargar mis armas oxidadas”, o “mis ojos vieron lo que pudieron les pesaba el hidalgo miraba Don Quijote”, o “urgente apúrate apúrate puede esperar todavía pero corre”, o “era fácil transformar molinos en gigantes lo difícil fue al revés pero es”, o “yo no quería estas astas que me pesan encima”… La disforia, por supuesto, también es un “lenguaje”, pero no cuando se entiende como una anomalía sintáctica o un mero recurso del discurso prosaico; es más una apuesta poética, pura poesía, cuando es pura expresión. Por supuesto que María Gómez Lara también refleja la autoconciencia escritural que hace de Don Quijote un yo (¿femenino?) y de Rimbaud un tú (¿en Doppelgänger?: “habría que abrazar el alba antes / de perdernos otra vez // habría que abrasar el alba / pero le temías al fuego”), y del tú (¿masculino?) un él que “va a correr que no está que nunca estuvo que sus pasos son huellas que se ha ido que no puede quedarse”, y

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de él otro él, pues “vuelvo a él que me mira como el otro él”…, para al final rescatarse y decir yo, materia y cuerpo de derrumbamiento, pero al fin, o al comienzo porque ya voy a volver a comenzar, un yo que es un nosotros que terminará habitando el mundo que no existe: pues quedamos aquí tan de la tierra anclados en el suelo materiales […]

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luego nos deshacemos […]

¿y cómo era ser polvo piel o hueso? después nos recogemos precarios deslucidos […] salimos a la calle […]

andamos en puntillas y de tanto no estar vamos estando.

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Si María Gómez Lara se cuadra con Rimbaud para abrazar y abrasar el alba, aun sabiendo que no hay amanecer (porque siempre se despiertan al mediodía), y esto puede ser llamado un juego (en el sentido wittgensteiniano, el de mostrar, monstruar, zeigen, lo que en realidad es indecible), ese juego ha pasado por sus tres compañeras de diversos y semejantes modos. Es de notar que esta María se encara más de frente con el espacio, suprimiendo del todo la puntuación, mientras que sus compañeras acuden a una puntuación dinámica, los juegos fonéticos, los enunciados del pensamiento y la transgresión textual hacia el silencio. Amalia avanza anunciando moradas interiores (la tutela de la Pizarnik crece desde ella hasta explotar en mil espejos en Tania Ganitsky) construidas con paronimias y aliteraciones, y nos va llenando de su propia perplejidad ante sus palabras y combinaciones sintácticas, fuera de control (“que subsuelo ser yo mismo / que ayer yerto hierba seca / que la garganta grieta / que al cántaro la sed”); combinaciones o juegos que al fin hacen parte de esa “violencia contenida” de que hemos hablado y que está dispuesta a dejar de ser contenida, como lo anuncia el espléndido “ejercicio” semántico-asociativo “Encadenamiento sobre la libertad” (“el pensamiento es libre de la palabra es libre el pensamiento es libre de la palabra libre nada”), porque si lo que prima es un mundo interior, el mundo exterior es una ciudad con sus pelos y señales, sus miserias, sus enfermedades, sus injusticias endémicas y epidémicas, sus resentimientos, sus crímenes, su desigualdad, y la palabra ya quiere romper el cerco, las cadenas que la atan al poema mismo para estallar. Para que su conciencia textual al fin le indique que hay que “caer al margen / que siempre es más hondo”. María Paz Guerrero también sabe que “[e]l espacio es ese lugar”: el lugar; porque si también en sus poemas una ciudad se insinúa, ella no es más que luces de cuarzo, calles infinitas, una “ciudad íngrima” de “cafés, monumentos / barrios”. Allí no

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vive nadie y ella está sola con todas sus “ellas”, su infancia, su madre en la memoria que le dice “me planto en la sangre de mi hija / y le enseño a cantar conmigo / su muerte” y los hombres masculinos que no son más que animales salvajes, parte constitutiva del paisaje de la devastación. Ese mundo ya no existe para Tania Ganitsky, poseída del furor del silencio y porque su lengua y su escritura son un “[…] idioma / [que] siempre se inclinó hacia las cenizas”. Y como en los dolorosos tránsitos de la tutelar Pizarnik, lo paradójico es que el silencio, el verso breve, cortado y sentencioso se va abriendo al verso largo y de flexibilidades abruptas sin llegar a lo prosaico. Vivir en la escritura, vivir calladamente en la escritura, en ese topos originario del silencio, sin embargo imposeíble: fuego, fiebre, desierto, caída del ángel, noche, fracaso. También el pensamiento se escucha jugar con las palabras (“Nada de esto pesa, pasa, aplaza”). Y puesto que “Nunca he tenido algo / que decir. / La poesía es el síntoma / de mi silencio”, todo se resuelve en balbuceo, el balbuceo de “algún verso lejano”, no suyo, porque se espera que un lector —nosotros—, que acaso vive en un mundo que no existe, “tome” el silencio y lo comparta. Eso estamos haciendo ya, querida Tania, nosotros, que creíamos que este libro había sido escrito, y no: fue callado, sufrido, expresado ardorosamente.

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ÓSCAR TORRES DUQUE

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AMALIA MORENO RESTREPO

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MORADA

Pesar la pesadumbre a pesar del pensamiento. Sustraer el ser cerrar los ojos cerrar los puĂąos los oĂ­dos la puerta. A pesar del pensamiento sentir sentado todo el peso.

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MARĂ?A PAZ GUERRERO

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ME REPITO

Me repito por eso soy tantas a la vez tantas que se me escapan tiro una red para atraparlas las cazo una por una cuando una muerde el anzuelo la siento, la amarro a veces la torturo, un poco, nada mĂĄs para que no lo vuelva a hacer: irse de mĂ­.

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TANIA GANITSKY

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Un día no tendré escritura. Sacaré la lengua como los colgados, inútilmente. Nunca dominé la gramática del fuego y mi idioma siempre se inclinó hacia las cenizas. Para entonces habré domesticado el silencio, que me seguirá como un perro.

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MARÍA GÓMEZ LARA

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EMILY DICKINSON

Nací el mismo día que Emily Dickinson casi dos siglos después y las cosas han cambiado un poco desde entonces no tuve su entereza ante el dolor ni su oído sutil para las revelaciones

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vivo en un edificio alto donde no llegan los pájaros sólo un ruido de sirenas que no canta es una ciudad inmensa aquí todos somos Nadie pero no hemos aprendido a guardar el secreto: al caminar regamos nuestra nada en las esquinas

Nací con la piel oscura en un país del trópico y vine a buscarla a este estruendo tan lejano de su voz que se enredaba en las praderas

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la imagino callando en los ladrillos veo sus manuscritos de letras apretadas como ramas de tinta negra que se quiebran en cualquier envoltura en la lista de mercado y se enlazan otra vez para inventar el mundo 92

NacĂ­ un diez de diciembre como ella y no traje ese silencio sin embargo gracias al conjuro de repetir sus versos mientras cambian los semĂĄforos estoy a flote todavĂ­a

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SOBRE LAS AUTORAS

Amalia Moreno Restrepo Nacida en Medellín. Diplomada en Literatura por la Pontificia Universidad Javeriana. La editorial Cardumen publicó recientemente Los 16 motivos del lobo (2015). Su tesis de grado es sobre la obra poética de José Manuel Arango. María Paz Guerrero Nació en Bogotá en 1982. Diplomada en Literatura de la Universidad de Los Andes. Máster en Literatura Comparada de la Universidad de Sorbona (París). Los poemas aquí publicados pertenecen al libro inédito titulado Toda tierra arde.

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Tania Ganitsky Nació en Bogotá en 1986. Diplomada en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana. Máster en Literatura y en Filosofía de la Universidad de Los Andes. Ganadora del Premio Nacional de Poesía Obra Inédita de la Tertulia Literaria Gloria Luz Gutiérrez en 2014, con su libro Dos cuerpos menos (2015). Actualmente adelanta un Doctorado en Filosofía y Literatura en Inglaterra. María Gómez Lara Nació en Bogotá en 1989. Estudió Literatura en la Universidad de Los Andes y tiene un máster en Escritura Creativa en español de New York University. Actualmente cursa un doctorado en el Departamento de Lenguas Romances de Harvard. Ha publicado los poemarios Después del horizonte (2012) y Contratono (2015), libro con el que mereció el XXVII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Creación Joven.

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COLECCIÓN POESÍA

La risa del ahorcado, Henry Luque Muñoz Un vago escalofrío, Francisco José Cruz El torso de Venus, Elkin Restrepo Coloquio de los animales, Eduardo Chirinos Hábito del tiempo, Ramón Cote Baraibar Campo de estacas, Carlos López Degregori Programa de mano, Pablo Montoya Lo que vive y tiembla, antología poética, Hugo Mujica Entrópicos /Entropics, Graciela Maglia, traducido por María Roof El ángel en la hoguera, Augusto Pinilla Llévame como un verso, Luz Mary Giraldo Corazón abismo, Martha L. Canfield Oda a John Wayne. Óscar Torres Duque Heráclito inasible, Jorge Cadavid El don de la renuncia, Juan Felipe Robledo

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Moradas interiores se compuso con tipografĂ­a de la fuente Granjon. Se terminĂł de imprimir en los talleres de Javegraf en el mes de abril de 2016.

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La risa del ahorcado Antología poética Henry Luque Muñoz Prólogo y compilación de Fredy Yezzed

Un vago escalofrío Francisco José Cruz Prólogo de Antonio Deltoro

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OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN

N ESTE LIBRO, la mujer va figurando, obstinada, irremediablemente en la modalidad de la expresión. No es juventud lo que se expresa ni mucho menos la poesía es entelequia que se da por hecha. La expresión, que un día rindió su negro fruto en la espuria y alemana palabra Expressionismus, es algo tan arduo, tan quimérico, que solo quien conoce su tortura sabrá testimoniar el destino inconcluso del poema. Y las cuatro poetas que habitan azarosamente este libro la conocen. Todas cuatro alumbran un implícito enunciado: torturar la expresión hasta llegar al pensamiento. Óscar Torres Duque

AMALIA MORENO RESTREPO MARÍA PAZ GUERRERO

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Amalia Moreno Restrepo María Paz Guerrero Tania Ganitsky María Gómez Lara

El torso de Venus

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COLECCIÓN POESÍA

Prólogo de Jorge Cadavid y Juan Felipe Robledo

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