Caperucita y el temible y terrorífico Lobo

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Érase una vez, en un lugar lejano, una niña muy buena y querida por todos. La llamaban Caperucita Roja porque su mamá, que era modista, le había regalado una caperuza roja. ¡Ella en realidad quería que le regalaran un perro para su cumpleaños! Pero bueno... no le vino mal la capa porque, a pesar de que era verano, había algo de viento.

Su abuelita estaba enferma, por eso su madre le pidió que le llevara una canasta con comida y le dijo que no se apartara del camino porque en el bosque vivía el... temible y terrorífico Lobo.



Mientras caminaba, cantaba: Verde bosque de los deseos, voy a pedir a los cuatro vientos, concedeme lo que mรกs quiero, tener un perro elegante, con dos orejas y buen talante, que me abrigue con su pelaje, y me cuide mientras duermo.


De pronto se encontrĂł con un animal con mucho pelo, cuatro patas, una cola larga, dos orejas puntiagudas y unos dientes blancos y brillosos como perlas.


Ella se acercó, pero él se acercó mucho más. Para pegarle un mordiscón.

Y... —¡¡¡NOOOO!!! –gritó Caperucita. El Lobo se asustó tanto que casi se desmaya.



—¡Atrevido! –dijo la niña. El Lobo que hablaba, porque esto es un cuento, le respondió.

—¡Atrevido YOOO! Los animales del bosque somos así. ¿A dónde vas, pequeña? —A la casa de mi abuelita –dijo la niña. —¿Querés que caminemos juntos? –le preguntó la fiera. La fiera ya podía imaginar la olla eléctrica que usaría, porque ya no cocinaba con leña: él quería proteger su hogar, el bosque.

—Sí, es una buena idea –dijo Caperucita–, además me podés proteger del... temible y terrorífico Lobo. El Lobo se quedó un poco desorientado, pensó que a la niña le hacían falta anteojos.

Se afiló las garras, un poco por coqueto y otro poco para prepararse para la degustación.



—¿Cómo te puedo llamar, animal lanudo con olor a pantano? —¡No tengo olor a pantano! ¡Me bañé hace un mes y... no tengo nombre!, aunque algunos me llaman "Lobo". —¡Qué gracioso! ¡Un perro que se llama "Lobo"! –reía a carcajadas Caperucita. El Lobo se miró en un charco de agua y se sintió confundido. Nadie nunca jamás en la vida le había dicho que podía ser un perro.

—¡Pero a mí me dicen LOBO! –gritó el animal. —Yo tengo un amigo que se llama León... ¡y no es un león! –le dijo Caperucita. Y en este momento, el Lobo sufrió una crisis de identidad, hasta pensó en hacerse un ADN.




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