GUARDIANES DE MEMORIA. EL CAMINO HACIA LA DEMOCRACIA

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escritor Guillermo Barrantes

Soy escritor y guionista argentino, apasionado por la ciencia ficción, el terror y la fantasía. Nací en Buenos Aires en 1974.

En esta editorial publiqué los libros de cuentos Gritos lejanos y Las vueltas de la Muerte, así como también los libros álbum Cuentan que hace mucho, mucho tiempo…, Cuentan que ocurrió en una noche de brujas y A Kaia no le gusta la guerra. También fui el autor de la primera aventura de Lucio Astegiano, la novela: Malvinas. Tras los rastros de un misterio

Como guionista soy co-autor de la primera serie de terror de Disney, Tierra incógnita, y autor de Ecuación: los malditos de Dios, película que tuvo el apoyo del INCAA y que dirigió el argentino Sergio Mazurek.

También participé en muchos programas de radio y televisión. Actualmente conduzco, junto a Diego Ruiz Diaz, “De fábula” por Nacional Folklórica.

ilustrador Lorena Méndez

Nací el 26 de junio de 1970 en Viale, Entre Ríos. Me crié en el monte y en el campo, donde se contaban muchas historias y relatos orales, algunas fantásticas y otras más realistas. Ese contacto con la naturaleza me llevó a la observación y a detenerme en los pequeños detalles, utilizando el dibujo como un modo de contemplación y disfrute, siendo testigo maravillada del devenir de los cambios en la naturaleza y sus movimientos. Estudié en la Esc. de Artes Visuales de Paraná y en la Facultad de Humanidades y Artes de Rosario, donde resido parte de mi tiempo. Ahora de grande, sigo disfrutando de la naturaleza, me gusta recorrer territorios con arroyos, ríos y flora y fauna nativa, con lápiz y papel en mano.

Guardianes de la memoria

El camino hacia la democracia

Guillermo Barrantes

Ilustraciones

Lorena Méndez

Guillermo Barrantes, 2022. Quipu, 2022. Lorena Méndez, 2022. Quipu, 2022.

1a edición: 2023.

Murcia 1558, Buenos Aires

Tel: +54 (11) 5365-8325 consultas@quipu.com.ar www.quipu.com.ar @quipulibros /QuipuLibros

Dirección Editorial: Macaita

Edición: Andrea Morales

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Libro de edición argentina

Printed in Argentina

Barrantes, Guillermo

Guardianes de la memoria. El camino hacia la democracia / Guillermo Barrantes ; Ilustrado por Lorena Méndez. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Quipu, 2023.

112 p. : il. ; 21 x 14 cm. - (Verde histórica)

ISBN 978-987-504-502-6

1. Historia Argentina. 2. Democracia. 3. Dictadura Militar. I. Méndez, Lorena, ilus. II. Título. CDD 982

En Quipu creemos en el trabajo creativo de todos los que participan en la creación de este libro que hoy llega a tus manos. Por eso queremos agradecerte por respetar las leyes de copyright y derechos reservados al no reproducir, escanear, fotocopiar ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso.

Esto nos permite seguir publicando y nos ayuda a respaldar a los autores, ilustradores, editores y a todos los que trabajamos en Quipu para que más lectores puedan descubrir historias maravillosas. ¡Gracias!

Impreso en Argentina con Papel de Fuentes Mixtas y manejo responsable.

©

Guardianes de la memoria

El camino hacia la democracia

Guillermo Barrantes

Índice 1. El principio del fin 15 2. Basilia 21 3. Oasis 29 4. Tren fantasma 37 5. La octava maravilla 47 6. El primo 57 7. El coleccionista 65 8. Sombras del pasado 73 9. El faro del fin del mundo 85 10. La pata de mono 91 11. El conjuro de la democracia 97 Recursos para seguir la lectura (Códigos QR) 103

PARA TENER EN CUENTA ANTES DE COMENZAR LA LECTURA

Esta novela no busca contar los datos más duros ni técnicos de la última dictadura cívico-militar que ocurrió en Argentina, sino las historias de personas que la vivieron.

Como recurso extra, hemos agregado una sección de enlaces al final del libro para que aquellos que lo deseen conozcan más sobre la época y el proceso posterior que llevó al actual estado de democracia del país. Encontrarán artículos periodísticos, videos, blogs, documentales y más para seguir aprendiendo y no olvidar un hecho que marcó no solo nuestra historia sino nuestra identidad como argentinos.

Cada recurso, además, está señalizado con el número de página donde se encuentra el enlace y el texto relacionado en negrita para mayor facilidad.

Esperamos que les guste la novela tanto como a nosotras y que los recursos extra acompañen su lectura.

Las editoras.

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A Dante y a Romina, donde siempre encuentro libertad y refugio.

"¡Cuántos días desolados transcurrieron en aquel banco del parque! Pasó todo el otoño y llegó el invierno. Terminó el invierno, comenzó la primavera […] y paulatinamente empezó a correr con mayor calidez y energía la savia en los árboles y las hojas empezaron a brotar; hasta que en pocas semanas, los últimos restos del invierno se retiraron del parque Lezama hacia otras remotas regiones del mundo".

Sobre héroes y tumbas, Ernesto Sabato.

1. El principio del fin

Cualquiera diría que Lucio, ahí, asomado por la ventana de su cuarto, observaba los movimientos nocturnos de su barrio; los cuales, por cierto, no eran ni muchos, ni muy trepidantes: un grupo de jóvenes reunidos en la esquina, un auto estacionando a mitad de cuadra, una moto de delivery saliendo de la pizzería, una muchacha esperando que su perro termine de hacer pis en el árbol de don Emilio (pobre hombre, se vivía quejando de que los perros siempre “bautizaban” su sauce) y las luces de la paragüería apagándose, para que dos minutos después saliera de ella Alcira, echara llave a la puerta del local y se alejara lentamente

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apoyándose en su bastón. Desde chico, Lucio sospechaba que esa, la de Alcira, debería tratarse de una de las últimas paragüerías del mundo. O tal vez la última.

Pero la verdad era que aquella noche, como varias de las últimas, Lucio se asomaba a la ventana con la mirada perdida, no en los débiles latidos barriales, sino en el paisaje de su memoria, deteniéndose específicamente en los momentos vividos en Malvinas.

Y sobre todo pensaba en ella, en Eleonora.

Habían acordado hacerse una videollamada noche por medio. Era una manera de seguir juntos, de tender un puente virtual entre sus hogares: ella en Malvinas y él en Buenos Aires. Así que noche por medio, Lucio se asomaba por la ventana de su habitación y, esperando ese momento que tanto deseaba, miraba sin mirar. Y hoy, encima, tenía algo importante que contarle a Eleonora.

Su celular comenzó a emitir los acordes de la ópera Madame Butterfly. ¡Videollamada entrante!

Solían conversar durante media hora. Si fuera por ellos se quedarían hablando toda la noche, pero sus padres solían interrumpirlos. Además, después de ese lapso de tiempo, más o menos, la conexión comenzaba a fallar. La señal de Internet en las Islas Malvinas no era muy buena.

Eleonora se veía preciosa. En realidad, él siempre la veía así. Su melena enrulada y pelirroja parecía arder en la pantalla del celular. Y su mirada... Esos ojos entre azules y grises prometían guardar todos los misterios del universo.

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Era como si después de tanto observar el cielo de las islas, hubieran atrapado el color de los eternos nubarrones que las surcaban.

—Hoy Smaldore nos volvió a hablar de Malvinas –dijo Lucio, de pronto, temiendo olvidar eso que tanto quería contarle.

—Ese es el profesor de Historia, ¿no? –le preguntó Eleonora mientras le daba un sorbo a su sopa instantánea–. ¿El que te mencionó al Junella? ¿El mismo al que le debemos habernos conocido?

—Sí, sí, el mismo. Me volvió a sorprender con uno de sus comentarios. ¿Sabías que la Guerra de Malvinas se desató cuando acá gobernaba una dictadura?

—Creo haber leído algo de eso. Hubo golpes de Estado en muchos países de Latinoamérica.

—Smaldore dijo que Argentina soportó muchos intentos de golpe de Estado, y que se concretaron seis. El último originó la dictadura militar que gobernaba durante el conflicto de las islas. Esa fue la peor dictadura de todas. Pasaron cosas muy feas en mi país durante esos años. Miles de personas desaparecieron, y de muchas de ellas nadie volvió a saber nada. El profe usó una definición para todo ese espanto... terrorismo, dijo... sí, terrorismo de Estado.

—Qué terrible, Lucio. Y las islas Malvinas... ¿tuvieron algo que ver en todo eso?

—Claro. Esos mismos militares que estaban en el poder fueron los que captaron a chicos de dieciocho, diecinueve,

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veinte años, les pusieron rifles en las manos y los mandaron a enfrentar a los ingleses. Pensaron que así, mediante una guerra… mediante algo heroico, borrarían las atrocidades que habían hecho, y entonces seguirían gobernando.

—¿Heroico? ¿Por qué no combatieron ellos, esos militares de alto rango? –preguntó Eleonora, enojada, en la pantalla–. Los únicos héroes fueron esos pobres soldados, esos chicos... como Marcos.

—Y también las personas que los amaban, que los esperaron en vano... como Nancy.

El pequeño retraso en la señal, no hizo más que profundizar el silencio entre ellos después de mencionar esos dos nombres. Tarde o temprano, deberían enfrentarlo, deberían hablar de eso... de lo que habían descubierto en las islas, del profundo lazo que los unía. Pero Lucio sentía (y estaba seguro de que Eleonora también) que aún no se encontraban preparados para procesar todo lo que eso significaba.

—Fue el principio del final –dijo Lucio rompiendo la tensión.

—¿Qué?

—Eso fue lo que dijo Smaldore, que la Guerra de Malvinas se convirtió en todo lo contrario a lo que esperaban los militares. En vez de borrar, resaltó la oscuridad en la que estaba metida Argentina. La gente no aguantó más y estalló. Algunos incluso dicen que la guerra derrotó a un bando mucho más aterrador que los batallones ingleses: los dictadores.

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La imagen de Eleonora se pixeló. Sus rulos se transformaron, por un instante, en cristales de sal roja. Sus ojos, en pequeñas baldosas de un santuario. Luego, su hermosura volvió a fluir. La conexión comenzaba a fallar.

—...el precio fue muy alto. –Ella terminó una frase que había iniciado en aquel “lapsus” de la señal.

—Sí. Y todavía quedaron rastros, Ely... como ecos de aquel tiempo horrible. Todavía se sigue hablando de lo que pasó. Incluso en mi casa. Recién, durante la cena, cuando me puse a dar detalles sobre la clase de Smaldore... no sé... fue como si hubiera pasado un fantasma. Mi papá dejó de comer, y eso que mi mamá había cocinado guiso de lentejas, que a él le encanta. Nos pidió perdón y se levantó de la mesa. Y estoy seguro de que era por...

—Lucio... ¿podemos hablar?

Era la voz de su mamá. Acababa de entrar a la habitación. El gesto en su rostro indicaba que quería conversar de algo importante. Lucio se despidió de Eleonora, cuya imagen se había vuelto a pixelar, deteniéndose cuando se preparaba a darle un nuevo sorbo a su sopa.

Su mamá se sentó en la silla junto a la mesita que usaba como escritorio. Corrió un poco la carpeta, que aún seguía abierta en el ejercicio de Matemáticas que lo estaba volviendo loco, y apoyó una taza humeante. No era sopa instantánea. Seguro que era un té raro, de esos que le gustaban a ella. Por el aroma era el de frutos rojos. Él se sentó en su cama, la cual, a pesar de los constantes pedidos

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maternos, seguía deshecha. Lucio esperó el reto, pero este nunca llegó. La razón de la charla era realmente importante.

—¿Te acordás de la tía Basilia?

Lucio se quedó mirándola, tratando de entender la pregunta.

—Bueno, en realidad no podés acordarte –se corrigió ella– …pero sabés de quién te estoy hablando, ¿no?

Lucio afirmó con la cabeza.

Su papá era el menor de tres hermanos. Uno era el tío Lisandro, que vivía en el mismo barrio; de la pizzería, tres cuadras en dirección a la estación de tren. Y la otra era la tía Basilia, la mayor de los tres. Ella había muerto antes de que él naciera. Por eso era imposible que la recordara.

—La tía –continuó su mamá– …fue una de las víctimas de la última dictadura militar.

Lucio no podía creerlo. Nunca se lo habían dicho. La verdad era que de la tía se hablaba poco y nada. Él sabía que había muerto joven, de una extraña enfermedad, de la cual jamás le dieron muchos detalles. Ahora entendía por qué. Y también entendía perfectamente la reacción de su papá en la cena.

En ese instante, el que se asomó por el umbral de su habitación fue, justamente, su papá. Sostenía una caja floreada. Y si bien su mirada parecía algo cansada, triste, lucía una pequeña sonrisa.

—Voy a calentar el té –dijo, de pronto, su mamá, llevándose la taza y dejándolos solos.

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2. Basilia

Lucio había visto muy pocas fotos de su tía Basilia. Dos o tres en un viejo álbum familiar, y una que colgaba en la pared del pasillo de la planta alta. Pero en esa caja floreada su papá guardaba varias que él no conocía. En la mayoría posaba con un chico pequeño, que no tendría más de seis o siete años.

—Ese soy yo –le dijo su papá–. Jugábamos mucho con Basi.

Lució tomó una foto de la caja. En ella estaban los tres hermanos jugando a las cartas. Su papá seguía hablando.

—De vez en cuando, Lisandro se nos unía, pero él siempre fue más serio, parecido a tu hermano.

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