Casos difíciles
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Maraña
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Con las manos en la masa
13
Casimira canta
19
Inspiración
23
Sin comentarios
27
Sin palabras
31
Melancolía
35
Casicasi
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Casimira Silvina Rocha
Ilustraciones: Gerardo Bar贸
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Casos difíciles
Casimira, la maga, parecía tan normal como cualquier otra persona. No usaba un vestido de tul bordado de estrellas, ni bonete y, menos que menos, una varita. Casimira provenía de una familia de magos. Podría haber sido médica o bailarina, sin embargo, Casimira había elegido la magia como carrera y era muy buena en ella. En la puerta de su casa había un cartel que rezaba: "Especialista en casos difíciles". Por ejemplo, si un perro y un gato se llevaban “como perro y gato” y debían convivir en la misma casa, Casimira con un dedo en el entrecejo y arrugando los ojos decía: Por la carcha, por la estinga, por la tincha y concarrás Que este perro y este gato sean felices siempre en paz.
Y, ¡chau, picho! se solucionaban los problemas. Si un chacarero necesitaba asegurarse lluvias para no perder su cosecha, contrataba a Casimira. 5
Entonces, rodeada de girasoles y con un dedo en el entrecejo repetía: Por la gunta, por la basa, por la charta y por la teva Cuatro días quiero sol y que cada cinco, llueva.
El hombre, entonces, lograba conciliar el sueño, seguro de que los girasoles danzarían en redondo bajo el sol y que, exactamente al quinto día, el agua caería sobre las sedientas plantaciones. Uno de los casos más complejos que le tocó resolver a Casimira fue el de hacer volar a una niña. El padre quería hacerle ese regalo, el día de su noveno cumpleaños. Casimira estuvo largo tiempo pensando el conjuro, hasta que lo consiguió. Inspiró profundo y dijo: Por la quircha, por la teña, por la macha y por el zape, con la paqui y el darita por la truñi, pirche y barle, con frutiche y el tecari por el zoñi y el concare, que Teodora en su cumple de regalo de su padre como mosca o polilla, como nube o como ave con los vientos por los aires leve lento, lindo y suave.
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Así, la niña obtuvo el mejor regalo de cumpleaños de toda su vida. Sobrevoló rasante por el techo de su casa saludando a los vecinos y terminó posada en la punta de la magnolia. En el recorrido, apagó, de paso, las velitas de la torta. Así se ganaba la vida Casimira, con prodigios imposibles, de esos que no se pueden resolver con trabajo y perseverancia, y que solo ella conseguía hacer realidad.
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