escritora
ilustrador
Es argentina y vive en Neuquén. Ha publicado más de 50 obras de literatura infantil y juvenil y ha recibido distinciones en nuestro país y en el exterior. Ha publicado también en Colombia, Perú, Chile, Brasil, México y España. Ha obtenido diversos premios Finalista del Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y juvenil NormaFundalectura, Premio Nacional Fantasía Infantil, 3er Premio Internacional Anaya, lista de honor de ALIJA, Premio Pregonero de la Fundación El Libro, por su labor de difusión de la literatura infantil y juvenil en 2002. En 2014, candidata argentina (presentada por ALIJA-IBBY) al Premio Hans Christian Andersen que la organización IBBY entrega cada dos años.
Nació en Buenos Aires en 1981. Técnico en Bellas Artes en 2003, fue autor e ilustrador de los más variados estilos. Trabajó en el Teatro Colón, para agencias de publicidad y para importantes editoriales tanto nacionales como internacionales. También participó en varias exposiciones. Entre ellas, formó parte del catálogo When cows fly, Argentina País Invitado de Honor en la Feria del libro de Bologna, Italia, 2008. Obtuvo distintos reconocimientos por sus trabajos. Entre ellos: Premio por la ilustración de Había una vez... ¿y después? Finalista, en 2013, del premio Le Prix Jérôme Main Caisse d’Epargne Normandie con Chaparrón, álbum que escribió e ilustró. Además, Chaparrón fue seleccionado por la Association pour le developpement de l´eveil, por Bibliothéque municipale y por el Curieux Voyageurs como uno de los libros favoritos de 2014.
María Cristina Ramos
Federico Combi
SERIE AMARILLA POESÍA
María Cristina Ramos Ilustraciones de Federico Combi
Ayayay de la que sueña La liebre estaba soñando entre manojos de nube. —Ayayay –dijo, olfateando las patitas de un querube. —Ayayay –dijo el querube y trepó a la luna nueva; la liebre, que despertó, se volvió para su cueva. De su aventura contó a sus hermanas pequeñas. —Ayayay –decía al contar con ademanes y señas. —Ayayay –dijo la madre-, ¡este cuento que nos cuentas! —Ayayay, que es la verdad –dijo la liebre, contenta. Con paso calmo la madre vino a medirle la fiebre: en ángeles y en querubes, nunca creyeron las liebres.
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Laberintos —¡Ayayay! –dijo la sombra, y luego se persignó, cuando descubrió al silencio en larga conversación. —¡Ayayay! –dijo la nube cuando a la bruma encontró jalando, como quien roba, un laberinto de sol. —Ayayay –dijo la garza perdida en el totoral, cruzando los cien senderos que rodeaban el nidal.
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—¡Ayayay! –dijo un silbido que, en su propia vecindad, se enredó con las escalas que había tendido el zorzal. —Ayayay –dice el jilguero, mientras comienza a tejer hebritas de lana blanca por los que van a nacer. —Ayayay –digo y despinto con la puntita del pie la senda del laberinto que me ha alejado de usted.
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Tiburón —¡Ayayay! –se oyó en un llano poco profundo del mar, junto al bosque de las algas, casi a orillas del coral. Todos los ojos buscaron el rumbo del ayayay y encontraron la mirada del tiburón general. De todos el más temido, el más feroz animal que habitaba esos confines, los claroscuros del mar. La noticia corrió fresca mojada en brillo de sal; los pulpos se sonreían, se reía el calamar.
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Porque a señor tan temido, ¿cómo se le va a escapar un ayayay lastimero en la azul inmensidad? El tiburón tronó un grito que llegó hasta mi ciudad, que está casi en cordillera, muy alejada del mar. Y cuando abrió la bocaza salió, sin mirar atrás, un pececito de luna que se escondió en el coral. —Ayayay –dicen que dice cuando lo vuelve a contar.
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Diablos El diablo mirando el agua se detuvo en el reflejo. —¡Ayayay! –dicen que dijo su voz de lagarto viejo. —¡Ayayay! –dicen que dijo, subió al caballo y partió. Al trotecito, brillaba con extraño resplandor. El zorro que lo veía fue al agua con timidez. —¡Ayayay! -dijo, mojando las puntitas de los pies. Y se fue a su madriguera, y no se lo ha vuelto a ver sino en las sombras calladas que espiga el anochecer. Ayayay –dicen– dijeron presas de mucho estupor. ¿Qué habrán visto que salieron tan apurados los dos? Estos dos que no vacilan ante una calamidad y que riegan cada noche sus semillas de maldad. 14
¿Vieron la araña del agua que teje siempre un telón, maravilla de cien hilos que nadie teje mejor? Es una araña que labra lo que nadie quiere ver; lo sujeta en dos estacas: la del mal y la del bien. ¡Ayayay! Y es que el tejido te muestra una sola vez lo bueno que sería el mundo, si el mundo anduviera bien. 15