Cuentan que hace mucho, mucho tiempo...

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ÍNDICE 07 - PRÓLOGO 08 - LA CREACIÓN DEL MUNDO (GUATEMALA) 14 - EL CALEUCHE (CHILE) 24 - LA SOMBRA DEL ALMA (PARAGUAY / ARGENTINA) 32 - LOS SIETE TRUENOS (MÉXICO) 40 - UNA HUELLA EN EL CIELO (ARGENTINA) 46 - EL CAIMÁN Y EL FUEGO (VENEZUELA /BRASIL) 54 - EL TERRIBLE MAPINGUARÍ (BRASIL / BOLIVIA / PERÚ / COLOMBIA) 60 - GÓOS, LA BALLENA (ARGENTINA / CHILE) 66 - UN ZORRO EN HANAN PACHA (PERÚ / BOLIVIA / ARGENTINA) 74 - UN TROZO DE LUNA (URUGUAY) 80 - UNA HISTORIA DE VAMPIROS (BOLIVIA) 86 - EL FIN DEL MUNDO... Y UN NUEVO AMANECER (COLOMBIA)

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MONJA BLANCA (FLOR NACIONAL DE GUATEMALA)

L C

os quichés tienen un libro llamado Popol Vuh, y para ellos es sagrado porque recopila relatos muy, muy antiguos de su pueblo, relatos que fueron pasando de boca en boca, de abuelo a padre, y de padre a hijo, y de hijo a nieto, y así. Y claro, como corresponde, la primera historia del libro es la más antigua: la creación de los seres vivos y el mundo que los rodea. “Así fue en verdad como se hizo la creación de la Tierra”, dice el Popol Vuh. Según sus páginas, en el comienzo de los comienzos todo era oscuridad y quietud, solo existía un enorme mar de aguas inmóviles y, sobre él, la extensión del cielo, vacía. Lo único que iluminaba aquella noche eterna era la claridad que rodeaba a los dioses Tepeu y Gucumatz, los Progenitores, que estaban en el agua ocultos bajo plumas verdes y azules. Allí pensaron, conversaron y meditaron acerca de crear un mundo para habitarlo con seres que los invocaran y los alabasen. ¡Canciones que cantaran sus nombres! La idea les gustó muchísimo, así que pusieron manos y poderes a la obra.

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EL CALEUCHE

COPIHUE

(FLOR NACIONAL DE CHILE)

Basado en una leyenda chilote

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n los ojos del viejo se veía el mar. O al menos eso creía Lahuén. Sus seis años ya le daban derecho a pensar lo que anidaba en la vista de otro. Pero este no era cualquier otro. No. Era el anciano de la isla, de Chiloé. Era el viejo Huichaquelén. Lahuén conocía el mar. —¡Pincoya ha bailado! ¡Pincoya ha bailado! Cuando algún isleño lanzaba aquel grito, el niño sabía que la protectora de las aguas había anunciado buena pesca. Y siempre que esto sucedía, su madre lo llevaba a despedir a su padre y a su hermano, quienes se embarcaban con los demás hombres de la comunidad para traer cuanto pescado y mariscos pudiesen. Todos saltaban a sus dalcas1, y Lahuén los observaba hasta que se perdían en el horizonte. Todos los hombres menos uno: Huichaquelén. El anciano era un misterio.

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PASIONARIA

(FLOR NACIONAL DE PARAGUAY)

M C

imbi y Pycasu eran dos niñas muy amigas, las más amigas de la tribu. —Tendríamos que haber sido hermanas –solía decir Mimbi. —Y gemelas, como los arandu3 –solía completar Pycasu. Los arandu, como los llamaban ellas, eran Tatapytu y Ayecuataché, los hechiceros de aquella comunidad guaraní. Ambos tenían una cabaña-templo en el centro de la aldea. ¿Cuánto conocían estas amigas inseparables a los hechiceros gemelos? Mucho. Y más también. Es que ellas eran muy, muy traviesas. Terminaban de salir de un buen lío y volvían a meterse en otro. Y por eso eran llamadas constantemente a la cabaña-templo para ser advertidas. Aquella vez fue una de esas. La mañana comenzaba calurosa, lo que presagiaba una tarde aún más calurosa. Como de costumbre, Mimbi encontró a su amiga sentada en el umbral de su casa, golpeando su querido takuapu4 contra el piso de tierra.

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