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La familia no tenĂa ni idea, pero a partir de aquel dĂa la vida de todas las suricatas estaba a punto de cambiar. De un momento a otro iba a nacer Pepe.
Apenas abrió los ojos, el mundo le pareció un lugar sorprendente, extraño, nuevo. Lo miraba todo con la misma excitación con la que se abre un regalo el día de Navidad.
No dejaba pasar ningĂşn detalle sin retenerlo en su memoria, ni olvidaba preguntar cada palabra desconocida, que anotaba despuĂŠs en su cuaderno con el cuidado de quien toca las alas de una mariposa y la emociĂłn de quien entierra su tesoro en un playa desierta.