Año XXX • Número 7242 • Miércoles, 16 de septiembre de 2009
Doctrina Un intento de superar las tesis opuestas sobre situación del heredero del heredero
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Práctica Forense
Reseña de Jurisprudencia
Guía de recursos en la jurisdicción civil
De lo civil
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TRIBUNA LA LEY 14017/2009
sumario
El tiempo y el Derecho Rafael DE MENDIZÁBAL ALLENDE
El tiempo y el Derecho Por Rafael de Mendizábal Allende
Magistrado Emérito del Tribunal Constitucional
En el Derecho, ciencia de lo divino y de lo humano, el espacio y el tiempo actúan como coordenadas de todas las situaciones imaginables, y la imaginación jurídica apenas tiene límites. El tiempo, ingrediente de todos los guisos jurídicos, actúa en los más diversos ámbitos. En definitiva, el tiempo es un factor intrínseco en la configuración y construcción de los derechos subjetivos o de la situación jurídica, pero también de la norma jurídica como formulación del Derecho y, por tanto, de la Ley como expresión de la soberanía popular. Publicado en Actualidad Administrativa, n.º 14 de 2009. l tiempo es algo enigmático que siempre ha atraído la atención del hombre, casi hipnóticamente, como el ondular de las llamas o el rumoroso ir y volver de las mareas. Sin embargo, el mundo hasta principios del siglo pasado era espacial. Gracias a la mosca de Descartes se sabía que la situación de cualquier objeto podía ser determinada por tres coordenadas. El espacio era, pues, tridimensional: arriba/abajo, izquierda/derecha, delante/detrás. Lo temporal estaba ligado más a la espiritualidad y a la trascendencia. La vida humana, evidentemente de duración limitada, se contraponía a la otra vida, residenciada en la eternidad. Sin embargo ya SAN AGUSTÍN, una gran cabeza, intuyó que el tiempo era inherente al universo pero no a Dios.
E
Pues bien, en 1902 un joven empleado de la Oficina de Marcas de Berna presentó en sociedad la teoría especial o restringida de la relatividad que en 1919 pasó a ser una teoría general como explicación completa de la gravitación y las aceleraciones que, a su vez, dan lugar al peso de los cuerpos, sin que por otra parte, la luz se escape de la fuerza de la gravedad.Ya desde GALILEO se sabía que un objeto lanzado desde otro en movimiento jamás cae verticalmente sino describiendo una curva. Pues bien, ahora nos dicen que también es
curva la relación espacio-tiempo, dimensiones ambas igualmente relativas. Si el tiempo transcurre más lentamente en función de la mayor velocidad, comienza a ser posible imaginar que se pueda viajar cronológicamente hacia atrás. Con el pelo alborotado, un fiero bigote y una mirada ingenua, Albert EINSTEIN, no muy buen estudiante y nada brillante matemático, introducía un factor complementario en las coordenadas «cartesianas» del espacio tridimensional, el tiempo, el «pasado/futuro», la «cuarta dimensión» que ya había sido descubierta literariamente y bautizada por H. G. WELLS en 1895. Su ecuación más conocida, en cuya virtud la energía es igual al cuadrado de la velocidad de la luz —magnitud constante desde MAXWELL—, multiplicada por la materia, poniendo de relieve la equivalencia de ésta y de aquélla, produjo un impacto como el de NEWTON en el ámbito científico, pero también disparó la imaginación de los grandes escritores y artistas. La progresión de la ciencia, desde la geometría euclidiana hasta HAWKING, guarda cierto paralelismo con el abanico de las manifestaciones artísticas. En efecto, la pintura se hace en dos dimensiones y mediante las rugosidades del techo de la caverna o luego la perspectiva, intenta captar la tercera, la profundidad. Las tres se dan en la escultura y en la arquitectura. El tiempo en cambio constituye el nervio de la música —compás, ritmo, velocidad— pero no es exclusivo de la poesía o literatura. Las tres unidades clásicas, acción sin ruptura de su continuidad con duración real dentro de un mismo lugar, han sido el ideal de la dramaturgia, pero no del cine que juega con el tiempo y el espacio a su placer y conveniencia. A pesar de todo, el tiempo empezó a ser protagonista de cuadros, como Los relojes blandos de Salvador DALÍ donde se dan cita con la curvatura del espacio en plena borrachera de surrealismo o de obras teatrales como El tiempo y los Conway, Yo estuve aquí alguna vez o Llama un inspector de PRIESTLEY. La plaza de Berkeley, escrita para el escenario, pasaría a la pantalla protagonizada por Leslie HOWARD en el papel de un joven norteamericano que, en el Londres actual, se ve repentinamente trasladado al siglo XVIII donde vive una inquietante historia de amor. Pues bien, en el Derecho, ciencia de lo divino y de lo humano, el espacio y el tiempo actúan como coordenadas de to-
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Tribunal Supremo
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