SINOPSIS En la lejana Europa del Este en la antigua república de Zubrowka, existió alguna vez el Gran Hotel Budapest. Un renombrado escritor recuerda su estancia en una época pasada y los cuentos que escucho de su viejo propietario. Narran la aventura de Gustave H., un legendario conserje que en el periodo de entreguerras establece una profunda amistad con Zero Mustafa, un aprendiz de botones. Ante el fallecimiento de una de sus ancianas amantes, Gustave se convierte en el heredero de una pintura invaluable, motivo de la discordia que termina por convertirlo en el objetivo de un grupo de fascistas y prófugo de la ley.
THE GRAND BUDAPEST HOTEL [2014]
Especial de Fichas de Cine Fecha de Estreno: 6 de Marzo 2014 Duración: 99 minutos Genero: Aventura / Comedia Director: Wes Anderson
Fotografía: Robert Yeoman Guión: Wes Anderson / Hugo Guinness Música: Alexandre Desplat Edición: Barney Pilling
The Grand Hotel Budapest / Especial de Fichas de Cine
Anclado sobre una colina, en medio de un paisaje montañoso, el Gran Budapest no solo es la imagen de un cuento, sino de la utopía del director por encontrar mundos mágicos y atrayentes, de arquitectura maravillosa, de un pasado que fue pero ya no existe.
Los decorados del hotel están estrictamente cuidados en cuanto a proporciones reales de su estilo neo barroco, llenos de bellísimos ornamentos de herrería y mobiliario Art Noveau, como la entrada del hotel con la presencia dominante de su pérgola acristalada.
Los fondos que rodean al hotel son verdaderos trabajos artísticos de pintura, los cuales encuentran inspiración en el trabajo de Caspar David Friedrich, cuadros que destacan los paisajes montañosos, nublados y coloridos de la más profunda Europa del Este.
Pese a que dominan los elementos Art Noveau y mobiliario clásico hecho a mano, el equipo de diseño creo una armoniosa y ambigua combinación con detalles de Art Deco, pequeños rasgos geométricos que rompiesen con el sentido tan orgánico del hotel.
A
real del espacio mientras se desenvuelven dentro de él. Este aspecto, esta simulación de la arquitectura, es mucho más habitual dentro del mundo del teatro que del cine, y se ha convertido en un sello de identidad hacia el trabajo de Anderson. No es raro ver aparecer y desaparecer a los actores dentro de escena de maneras cómicas y caricaturescas, empleando un intrincado mapa que no se oculta tras bambalinas sino por el frente de la cámara. Pese a estas cualidades, el campo en relación a la arquitectura donde más destaca el trabajo de Wes Anderson es sin embargo su manejo sobre “espacio fílmico”. Por lo general, a la mayoría de los cineastas les resulta imposible reflejar la totalidad del espacio de sus grabaciones por cuestiones técnicas, de presupuesto o porque solo ciertos “fragmentos” de la realidad les son útiles para contextualizar su obra. La noción de percibir un solo espacio coherente suele ser producto del proceso de edición, donde se engaña al espectador mediante saltos y cortes de escenas.
nalizando los maravillosos, y absolutamente cuidados al detalle, decorados de “El Gran Hotel Budapest” no resulta descabellada la declaración de parte del director Wes Anderson sobre que una de sus metas alguna vez fue convertirse en arquitecto. Si bien en pleno 2015, por el prestigio de su estética ha diseñado el Bar Luce en la ciudad de Milán bajo el encargo de Prada, es dentro del mundo fílmico donde mejor se desenvuelve, siendo quizás el director que más recelo guarda al ámbito espacial dentro de sus películas, rebasando por mucho a otros autores como Ridley Scott o Steven Spielberg, quienes en mi opinión abordan a la arquitectura de manera más superficial y como un complemento extraordinario para sus narrativas. Wes Anderson va mucho más allá de un sentido atmosférico y contextual. Todas sus cintas se basan y centran en un solo, hermético y muy bien detallado escenario creado para el proceso de filmación. Dentro, los actores no solo actúan un rol o un papel, sino que experimentan la vivencia
The Grand Budapest Hotel / Especial de Fichas de Cine
Para aumentar la sensación de un cuento, el director recurre a la creación de ilusiones ópticas mediante técnicas de filmación antiguas. Crea escenografías con un alto sentido teatral, cuya inspiración proviene de las películas clásicas del cine mudo.
Las ilusiones ópticas no solo le permiten al director la creación de escenarios maravillosos a bajo costo, sino que sus actores se encuentren en situaciones sobrehumanas, aventuras donde el riesgo y la magia solo son reales para el espectador.
El componente teatral en el cine de Wes Anderson le permite utilizar el espacio de forma coral y escenográfica, con tramoyas y bambalinas imperceptibles donde los personajes se mueven dentro de un engranaje que termina por darle un aire cómico al filme.
Para representar a sus villanos, el director recurre tanto a un minimalismo que habla por sí solo en sus imágenes, como por insertarlos dentro de una estética más oscura, llena de sombras y contrastes que se oponen al colorido y la felicidad del resto.
Para Anderson esto no resulta así. El no engaña al espectador, el “se mueve” de manera real dentro del espacio de sus filmaciones. Con la cámara realiza los mismos desplazamientos que sus actores y nos muestra la totalidad del espacio de sus escenas. Prefiere antes que cortes y saltos en la edición, acercamientos, alejamientos, seguimientos sobre sus actores, así como escenas más complejas donde realiza curiosas coreografías que no solo muestran el control que posee de sus locaciones sino la virtuosidad de su técnica para manejarse espacialmente. Estéticamente su trabajo resulta inconfundible. Pero más allá de que su arte solo sea un atractivo visual, también es un recurso con el cual complementa sus narrativas. Su explosión de color, su estilo vintage, sus decorados teatrales, sus paisajes pintorescos, la perfecta simetría de sus elementos, hacen que cada toma sea un cuadro impecable, que los espectadores miran en secuencia como el pasar de las hojas dentro de un cuento de fantasía.
Un Hotel Perdido en la Montaña Enclavado dentro de las profundas tierras de Europa del Este, dentro de un país imaginario pero palpable, el Gran Budapest se muestra a la vista con la perfección de sus proporciones neo barrocas y color inconfundible. Es, como las clásicas utopías, un ideal inalcanzable, de un mundo vintage por parte del director que rinde tributo a la nostalgia, a un pasado más civilizado donde los modales reflejaban más que solo educación, sino la humanidad de sus personas. Este sentido de la nostalgia podemos apreciarlo en todos los aspectos de diseño del hotel, cuyos rasgos se encuentran inspirados en las construcciones de la ciudad de Viena, Praga y la propia Budapest. Contrario a su nombre, el hotel encuentra sus mayores referencias con el Gran Hotel Pupp en la ciudad de Carisbad en la República Checa, siendo sus interiores filmados en Gorlitz, Alemania, dentro del centro comercial Gorlitzer Warehouse propio del Art Noveau.
The Grand Hotel Budapest / Especial de Fichas de Cine
El director plantea la historia como una matrioska rusa, compuesta por diversas capas a través del tiempo. A mayor profundidad, los rasgos fantasiosos aumentan. En su primer capa, vemos un presente lleno de nostalgia y soledad, donde lo irreal solo existe en un libro.
En un segundo momento presenciamos la realidad de 1985, de papeles tapices, colores pastel y muebles de catálogo. Grabada en 1.85:1 (16:9) de pantalla ancha, nos habla de una realidad donde la fantasía ha sido reemplazada por la presencia de la televisión.
Una tercera la capa acontece en 1968, llamativa a la vista al estar grabada en formato anamorfico 2.35:1 (12:5): De ángulo abierto y composiciones panorámicas, posee una paleta chirriante de colores donde la magia del hotel descansa tras la envolvente de sus formas.
La cuarta capa, la de la fantasía, sucede en el año de 1932. Con una inconfundible proporción 1.37:1 (4:3) al estilo puro del Hollywood clásico, está llena de colores fuertes y personajes caricaturescos que se apretujan como entre las pastas gruesas de un gran libro.
Para complementar la fantasía, los escenarios al exterior del hotel debían de ser igual de coloridos, y sobre todo, tenían que hacer ver a toda la composición como si fuera salida de una vieja postal. Todos fueron elaborados mediante viejas técnicas de pintura, cuya inspiración se encuentra dentro del trabajo de Caspar David Friedrich, paisajista perteneciente al romanticismo del siglo XIX, cuyos cuadros son verdaderas alegoría hacia el entorno natural de la Europa del Este, donde predominan las montañas cubiertas por niebla y un colorido contratante. A primera vista, esta lealtad de parte de Wes Anderson hacia los medios analógicos dentro de una época digital podriá sonar desafiante y contraproducente hacia los resultados que se pueden obtener. Sin embargo esta decisión le permite obtener a la cinta una gran sensación de intimidad y tacto que ninguno de los efectos digitales actuales consigue lograr aun con certeza. El objetivo era que el espectador se sintiese como si estuviera dentro de la cinta.
Aunque los decorados de cartón-piedra y mamparas están cuidados al detalle, en ellos se puede apreciar el desgaste del tiempo. Debían ser convincentes no solo por la elegancia y perfección de sus formas, sino el brillo perdido de sus elementos de herrería, por el desgaste de su uso y hasta por los rastros de suciedad no atendidas. Esta presencia de medios analógicos sobre los digitales es tanto un homenaje al cine clásico de Hollywood como un recurso fílmico encaminado a crear ilusiones ópticas. Anderson homenajea sobre todo al cine mudo, con tomas donde solo se aprecian las siluetas de sus actores, realizando acciones cómicas al fondo de sus planos. Prefiere exagerar situaciones corporales antes que restarles presencia en cámara, como el escape de la prisión el cual no es más que una gran coreografía cómica en distintos planos. Escenas como el abordaje al tren o los teleféricos por los protagonistas están claramente influenciados por el carácter escénico del cine de Georges Méliès.
The Grand Budapest Hotel / Especial de Fichas de Cine
De un rosa pastel inconfundible, el Gran Budapest no es otra cosa más que un gran modelo a escala realizada para la filmación. Inspirada en el Grand Pupp en Carisbad, República Checa, recrea sus formas neo barrocas de estilo “vienes” de principio de siglo 20.
Para la década de los 60's el Gran Budapest ha perdido su colorido y riqueza en formas. Adquirido por el estado, sus valores estéticos responden a un deseo de estandarización por parte del gobierno comunista, el cual busca la igualdad de toda la Europa del Este.
El vestíbulo es el corazón del hotel durante la película. Dentro de su pasado es un espacio muy amplio, lleno de aperturas de luz natural, de colores dominantes y que llenan el vacío, mobiliario que refleja su gran vitalidad y aire de sofisticación.
Tras su estandarización, el hotel se vuelve un espacio más compacto y sin embargo solitario. La paleta de colores cambia hacia tonos ocres y amarillos, de paneles de madera barata, plafones de luz artificial, así como escasos muebles hechos en serie y sin alma.
Dentro de la historia, el hotel también se vuelve un medio con el cual criticar la aparición de los movimientos fascistas, cuyos emblemas y estéticas invasivas llenan el vestíbulo de un aire siniestro. Pese a lo corto de las tomas, el espacio se expande más allá de la vista.
Aunque se trata de una toma más amplia, el vestíbulo de los 60´s se aprecia contenido y empequeñecido. Cubierto por letreros que pretenden reemplazar al personal, el hotel posee un aspecto feo y deteriorado, una espiral de decadencia que lo llevara a su muerte.
The Grand Hotel Budapest / Especial de Fichas de Cine El elemento que más se repite dentro del diseño de la cinta quizás sea este mismo sentido de ilusión encaminada hacia la nostalgia. Aun desde las primeras tomas el director se encarga de transmitirnos que lo que estamos a punto de ver no es otra cosa que la imaginación de un relato en boca de uno de sus protagonistas. Somos tan conscientes de ello, como del nombre del país inventado donde sucede la trama. Sabemos que la historia que se narra no es la nuestra y que las coincidencias son un medio de agilizar el guion. Sin embargo la ilusión es tan real que nos sentimos abrumados cuando esta desaparece de nuestros ojos. La desaparición de la ilusión ocurre de manera gradual, fría e irreversible, a medida que el hotel cambia a lo largo del tiempo. Protagonista absoluto de la cinta, el Gran Budapest se transforma de un palacio neo-barroco a un orden moderno y funcionalista. Su colorido es reemplazado por la uniformidad del ocre, y en sus interiores aquel espacio amplio bañado en luz natural es reemplazado por paredes y falsos plafones que reducen su espacio, iluminados mediante una fría aunque más abundante luz artificial. La magia de sus espacios desaparece a medida que también lo hacen sus protagonistas carismáticos. Se vuelve el eco de un tiempo mejor, hasta que el sonido se deja de escuchar y lo único que resta son letras dentro de un libro de pasta dura. Anderson mediante su trabajo más reciente nos presenta que su estilo se ha convertido en uno maduro, donde sabe combinar estilos y emociones sin conflicto. Nos introduce al cuento de un niño, con momentos dulces e indulgentes, pero no se inmuta en mostrarnos escenas de suma violencia o crudeza, de intimidad sexual con rasgos parafílicos. Sabe y no duda en mostrar la dualidad que hay dentro del ser humano. Nos hace anhelar una época más elegante y llamativa, pero no se corta en hacernos ver sus ansias por el conflicto dentro del periodo de entre guerras. The Gran Budapest Hotel es sin lugar a dudas una rareza dentro del cine contemporáneo, una obra que nos muestra que la creatividad y el ingenio no están ligados a la técnica, sino a la destreza de un autor para narrarnos una historia. Es un recuerdo hacia el modo de hacer cine más simple pero más honesto, nostalgia de una época que fue y de la que quizás, hemos recuperado su magia. Ra87
La falta de educación no es mas que una expresión del miedo. Las personas temen no conseguir lo que quieren. La persona mas horrible y falta de atractivo solo necesita ser amado, y se abrirá como una flor.
El Cineasta Arquitectónico Wesley Mortimer Wales Anderson es un director, guionista, actor y productor de películas estadounidense, nacido el 1 de Mayo de 1969 en la ciudad de Houston, Texas. De pequeño tuvo sus primeros acercamientos mediante una cámara súper 8 dentro del teatro de la escuela. Estudio la carrera de Filosofía en la Universidad de Texas, donde conoció a Owen Wilson, junto con el cual escribiría su primer cortometraje “Bottle Rocket”, y que en 1996 se convertiría en largometraje, iniciando una gran relación creativa entre ambos. Su siguiente filme “Rushmore” (1998) contaría la presencia del inconfundible Bill Murray, quien de ahí en adelante aparecería en todas las películas del director. No fue hasta “The Royal Tenenbaums” en 2001 que el éxito del director exploto ante el gran público, recaudando grandes cifras y siendo nominado por la Academia Americana a Mejor Guion Original. Tras este éxito le siguieron cintas como “The Life Aquatic with Steve Zissou” (2004) y The Darjeeling Limited (2007), pero no fue hasta su película de animación “Fantastic Mr. Fox” (2009) que volvió a ser nominado por la Academia. El estreno de “Moonrise Kingdom” en 2012 supondría su establecimiento como un favorito recurrente de la crítica, así como un director con un sello y personalidad propia.