VIDA PARROQUIAL El próximo lunes, 7 de noviembre tendrá lugar el primer Consejo Pastoral Parroquial del curso. El próximo martes, día 8, a las 20 h., D. Constantino Nada, profesor del Instituto de Estudios Teológicos de Oviedo, dará una charla sobre: el Sínodo de la Familia y sus desafíos actuales. Lugar: Sala nº 1 de la parroquia
PLEGARIA PARA ESTE DÍA Gente así, felices por la alegría de los vecinos de al lado, quienes tras largos años de búsquedas, esperas, penurias y lágrimas, encontraron, por fin, trabajo. Gente así, cercana y solidaria con la mujer de la calle de enfrente, la que perdió a su marido en accidente, y quedó sola con tres hijos que sacar para adelante. Gente así, indignada ante las injusticias de siempre, que desde siempre, sufren los de siempre.
Necesitamos gente así: gente que no vive de brazos cruzados criticando lo mal que lo hacen los que hacen algo. Gentes que no conquistan, no ganan, casi no producen, apenas gastan, pero sonríen, saludan, preguntan, están cerca y su presencia basta. Gentes que desinflan los conflictos, no guardan rencor eterno, no miran para otra parte, se arremangan los primeros, no se aíslan en sus casas, comparten lo que son y hacen así, de la vida, una casa. Necesitamos gente así.
PARROQUIA CORAZÓN DE MARÍA GIJÓN www.pacomargijon.org
Avda. Pablo Iglesias, 82
985 37 09 44
EL RINCÓN DEL PÁRROCO
Domingo XXXII ITiempo Ordinario Ciclo C 6-11-2016
NEGAR LA RESURRECCIÓN es negar el sentido de nuestra existencia. No somos seres sin destino, sin origen, sin guía en el camino. De Dios salimos y a Él volveremos. Dios creador es nuestro principio y fin, nuestro origen y meta. Precisamente acabamos de celebrar el Día de los Fieles Difuntos con su Triduo correspondiente que terminamos ayer. Celebramos su final victorioso, su existencia resucitada. Celebramos su vida nueva y definitiva, y al hacerlo, recordamos nuestro destino: volver al Creador cerrando el círculo de nuestra existencia como hicieron los fieles difuntos, oramos para que así sea. Esta resurrección es la que niegan los saduceos que pretenden burlarse de Jesús en el evangelio de hoy al plantearle el caso de los siete hermanos que se casan con la mujer sin tener descendencia. Se basan en el falso presupuesto de que la vida futura será la continuación (milagrosa y potenciada) de esta vida y Jesús no acepta esto. La vida eterna no es una salida del sepulcro para recomenzar la vida anterior. Una cosa así sería ridícula, absurda, cruel de parte de Dios. La vida en Dios es una condición completamente nueva. Quizá hoy no se cuestiona la resurrección tanto como antes, pero sí es cierto que la muerte es un tema tabú, nos cuesta hablar de ella. Señor, hoy nos invitas a mirar más allá, sabiendo que la muerte forma parte de nuestro camino pero sin olvidar que es un tránsito, un paso, pues nuestra meta final eres Tú. Que aprovechemos nuestra existencia, cada día que nos das, para hacer de esta tierra un cielo, un lugar más habitable y acogedor. Como nos dice Jesús, “eres un Dios de vivos”. Danos de esa vida para que nos sintamos cada domingo más resucitados; esto es precisamente lo que celebramos en este día de gozo y descanso semanal. P. Juan Lozano, cmf.
HABLA, SEÑOR, TE ESCUCHO PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE HOY
Tener muchos hijos en Palestina era una bendición del cielo; morir sin hijos, la mayor de las desgracias, el peor de los castigos celestiales... Para evitar esto último, el libro del Deuteronomio prescribía lo siguiente: “si dos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin hijos, la viuda no saldrá de casa para casarse con un extraño; su cuñado se casará con ella y cumplirá con ella los deberes legales de cuñado; el primogénito que nazca continuará el nombre del hermano muerto, y así no se extinguirá su nombre en Israel” (Dt 25, 57). Es la conocida ley del “levirato” (palabra derivada del latín levir, cuñado). Refiere el evangelio de Lucas que se acercaron a Jesús unos del partido saduceo y le hicieron una pregunta capciosa que trataba de poner en ridículo la doctrina de la resurrección y del más allá en la que los afiliados al partido saduceo no creían. Este partido estaba formado por sumos sacerdotes y senadores, la aristocracia religiosa y seglar de la época, conocidos por su riqueza. Por ser ricos admitían como Palabra de Dios sólo los cinco primeros libros de la Biblia, considerando sospechosos los escritos de los profetas que atacaban sin piedad a los ricos y propugnaban una mayor justicia social. Los saduceos, como ricos, pensaban que Dios premia a los buenos y castiga a los malos en este mundo; en consecuencia se consideraban buenos y justos, pues gozaban de riqueza y poder, signos claros del favor divino. Negaban la resurrección y el más allá, pues aceptar la posibilidad de un juicio de Dios tras la muerte, suponía para ellos perder la seguridad de una vida basada en el poder y en el dinero. Los fariseos, por su parte, creían en el más allá que imaginaban como una continuación de la vida terrena, aunque más perfecta, hasta el punto de hablar de una fecundidad fantástica del matrimonio en la otra vida.
1ª lectura: 2 Macabeos 7,1-2.9-14 ”Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se tiene la esperanza de que Dios nos resucitará” 2ª lectura: 2Tesalonicenses 2,16-3,5 “Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo”.
Evangelio de San Lucas 20,27-38
“No es Dios de muertos sino de vivos.”
La esperanza en la vida eterna no es un soporífero, con el que nos drogamos para dejar que el mundo vaya de tumbo en tumbo. Por el contrario, la esperanza en el cielo es el aguijón que espolea al creyente para hacer posible la vida de todos, hasta llegar a la plenitud de la vida eterna. Por eso, la Iglesia, peregrina hacia la casa del Padre, se toma en serio el mundo y la vida de los hombres. Y se pone incondicionalmente a su servicio.
La vida y la muerte, por paradójico que parezca, son dos modos de una misma realidad. En realidad, según Jesús, vivir consiste en ir dando la vida hasta la oblación total en eso que vulgarmente llamamos muerte, pero que, según Jesús, es el acto supremo de la vida (paso de “ésta” a la “otra”); mientras que, según el evangelio, morir es querer vivir mi vida cerrándome a los demás, que es lo que vulgarmente llamamos “aprovechar la vida”. Está claro que el que vive dando la vida, no la pierde, la da. Mientras que el que vive sin querer darla, la pierde con la muerte.