Domingo 21 abril

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Cuando Jesús salió del Metro, la plaza estaba abarrotada por una gran multitud que quería verle y escucharle. Se subían a las farolas y encima de los coches. En su mayoría eran parados, inmigrantes y marginados que se abalanzaban sobre Él. — ¡Mira, Maestro, cómo estamos. Ni uno de la familia tiene trabajo! — Ayúdame, Jesús. Estoy sin papeles —le gritó un joven negro. — ¡Te necesito! -exclamó una mujer de la calle. Los discípulos tenían que apartar a la gente y abrirle camino. Llegaron a un parque cercano, donde mandó a todos sentarse en el suelo. Y les habló de esta manera: “Venid a mi todos los que estáis angustiados y sobrecargados con la crisis, soledad y falta de sentido en la vida, porque yo os aliviaré, que soy manso y humilde de corazón. No temáis, porque en mi reino los últimos son los primeros y los primeros últimos. No hagáis como los políticos que os engañan como encantadores de serpientes………. “Tampoco os fieis de tantos predicadores que dicen hablar en mi nombre y no cumplen lo que proclaman o convierten sus iglesias en guetos exclusivos, reducen la religión a un montón de normas, y se olvidan del corazón del hombre, mi verdadero templo. No hagáis como los banqueros que especulan con el dinero de los pobres y, después de haberles cobrado por un piso durante toda la vida, cuando vienen las vacas flacas y les es imposible seguir pagando, se quedan con lo cobrado y con el piso. Ni como los corruptos de la Administración que, después de elegidos para servir al pueblo, se apropian del dinero público en propio beneficio. Vosotros no pongáis vuestro corazón en el dinero, ni en la cuenta corriente, ni en los bonos del Estado o vuestro plan de pensiones, sino en ese tesoro escondido y la piedra preciosa que nadie os puede arrancar ni robar. Amad a vuestros enemigos y luchad por la paz y la justicia en el mundo. Ser auténticos hoy día supone llevar una gran cruz. Pero no os preocupéis, que yo la he vivido primero y camino codo con codo a vuestro lado. Luchad por la conservación de este planeta que mi Padre sembró de ríos, mares, montañas, flores, frutos y animales, y ahora lo estáis convirtiendo en un basurero. Repartíos y multiplicad equitativamente los bienes de esta Tierra como yo hice con los panes y los peces. Cambiad vuestro concepto de “realización” o “felicidad”, que está no en el poseer, poder, en la fama y el éxito, sino en el despertar por dentro y en el “ser”. No aplastéis a las mujeres ni explotéis a los niños, pues yo me rodeé de ellos. Amaos los unos a los otros y buscad el reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”. Así dijo. La gente empezó a aplaudir y cantar. Pero de pronto se presentaron los antidisturbios alegando que aquella manifestación era ilegal, y porque alguien había soplado que era una concentración de indignados, anti-sistemas o inmigrantes sin papeles.

Cuando iban a detenerle, Jesús se escabulló entre la multitud. Alguien comentó: —Habla como quien tiene autoridad. (Por Pedro Miguel Lamet)

“Ser cristiano es vivir como si el Cielo empezara mañana. Cuando uno siente la tensión de que existe la vida eterna, cambia absolutamente la perspectiva de cómo son las cosas. Uno decide y elige de forma diferente, mira la vida con otros ojos que son los ojos del Evangelio. Y eso es la transmisión de la fe”, decía la escritora Carmen Pellicer. Como cristianos creemos en la vida para siempre. Pero, ¿qué vida? Una vida que es una relación desbordante con Dios, que nos sigue regalando su Amor. Los cincuenta días de la Pascua son una prolongación de la fiesta de la Resurrección del Señor Jesús que nos abre este bello horizonte de un mundo nuevo, de una esperanza nueva, de un amor nuevo y diferente. El dibujo de Patxi, nos muestra el triunfo de Jesús sobre la muerte y el mal. El Resucitado lleva la bandera blanca, color de la Resurrección. Es un tiempo de alegría, de gozo, así como una invitación al perdón y a la paz. La Iglesia entera, la comunidad cristiana, se alegra con el triunfo de Jesús.


La figura del pastor era muy familiar en Israel. Moisés, Saúl, David y otros líderes habían sido pastores. Al pueblo le agradaba imaginar a Dios como un «pastor» que cuida a su pueblo, lo alimenta y lo defiende. Con el tiempo, el término «pastor» comenzó a utilizarse para designar también a los jefes del pueblo. Sólo que éstos no se parecían siempre a Dios, ni mucho menos. No sabían cuidar al pueblo y velar por las personas como lo hacía él. Todos recordaban las duras críticas del profeta Ezequiel a los dirigentes de su tiempo: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí

SALMO AL PASTOR BUENO Tú, Dios mío, eres mi pastor; contigo nada me falta. Me haces descansar en verdes pastos, y para calmar mi sed me llevas a tranquilas aguas. Me das nuevas fuerzas y me guías por el mejor camino, porque así eres tú. Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me llenas de confianza. Aunque se enfaden mis enemigos, tú me ofreces un banquete y me llenas de felicidad; ¡me das un trato especial! Estoy completamente seguro de que tu bondad y tu amor me acompañarán mientras yo viva, y de que para siempre viviré donde tú vives.

RECUERDA…….. ...que el domingo, 5 de mayo, celebraremos en nuestra parroquia el “día del enfermo”. La misa comenzará

¡¡¡¡a las 12,15!!!!. Se dará la Unción a las “personas mayores o enfermos graves” que lo deseen.

Inscribirse previamente en la parroquia para poder organizarnos. Al finalizar la Misa habrá un refrigerio .

mismos! No fortalecéis a las ovejas débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis a las perdidas, sino que las habéis dominado con violencia y dureza». El profeta anunciaba un porvenir diferente: «Aquí estoy yo, dice el Señor, yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él». Cuando en las primeras comunidades cristianas comenzaron los conflictos y disensiones, los seguidores de Jesús sintieron la necesidad de recordar que sólo él es Pastor Bueno. Felizmente, hubo un escritor que compuso una bella alegoría para presentarlo como el pastor modelo, capaz de desenmascarar a todos aquellos que no son como él. Jesús había actuado solo por amor. Todos recordaban todavía su entrega a las «ovejas perdidas de Israel»: las más débiles, las más enfermas y heridas, las más descarriadas. El pastor bueno siempre trata a las ovejas con cuidado y amor. El pastor que se preocupa de sus propios intereses es un «asalariado». En realidad, «no le importan las ovejas» ni su sufrimiento. Jesús no había actuado como un jefe dedicado a dirigir, gobernar o controlar. Lo suyo había sido «dar vida», curar, perdonar. No había hecho sino «entregarse», desvivirse, terminar crucificado dando la vida por las ovejas. El que no es verdadero pastor, piensa en sí mismo, «abandona las ovejas», evita los problemas, «huye». La alegoría del «buen pastor» arroja una luz decisiva: quien tenga alguna responsabilidad pastoral ha de parecerse a Jesús. (J.A.P.)


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