La alcuza y la orza casi vacías
“COSAS PEQUEÑAS” Un vaso de agua gratis, dos minutos ayudando a atravesar la calle, un objeto menos en nuestros en seres, unas monedas que ni van ni vienen, una sonrisa al que siempre está triste, un día de ayuno consciente, unos refrescos menos en nuestros sudores, esas tardes con grupos marginales, unas caricias a los que nunca las tienen, unas horas escuchando soledades, una compra menos en nuestros haberes, son cosas pequeñas, pero desencadenan la alegría de hacer, descubren la fuerza del compartir y mantienen vivo el rescoldo de tu querer y nuestro deber. Al fin y al cabo, actuar sobre la realidad, y cambiarla aunque sea un poquito, es la única manera de saber y mostrar que la realidad es transformable, y que tu Reino es posible... ¡y viene! Señor de la historia y de la vida, no sea yo quien menosprecie y deje sin hacer las cosas pequeñas de cada día.
Sarepta quedó inmortalizada por el gesto deslumbrante de una viuda pobre. Cargada de años, de pobreza y de sensibilidad social, esta mujer se ha convertido en el icono brillante de la generosidad. El domingo pasado tuvo lugar la colecta a favor de Cáritas parroquial. En medio de una aguda crisis económica, como la que estamos padeciendo, es reconfortante pertenecer a una comunidad parroquial como la nuestra tan sensible al problema del desempleo y del empobrecimiento subsiguiente. Desde esta hoja parroquial brota incontenible una felicitación honda y sincera hacia una comunidad cristiana, la del Corazón de María, que sabe compartirlo que tiene, incluso en momentos de escasez, como el actual. Felicidades a todos por demostrar que vuestro corazón es más grande que vuestro bolsillo. Felicidades en nombre de todos los “prójimos” hacia los que apuntaba el evangelio del pasado domingo por prestarles rostro y sonrisa con vuestra generosidad. Y, como hizo Dios con la viuda pobre, que Él no permita que nunca falten en vuestra orza ni en vuestra alcuza el aceite y la harina de lo más necesario para vivir.
HABLA, SEÑOR, QUE TU HIJO ESCUCHA Lectura del primer libro de los Reyes:
1R 17,10-16
En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda 1º Libro de los Reyes que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por 17, 10-16 favor, tráeme un poco de agua en un jarro La orza de harina no se para que beba.» vació, como lo había Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por dicho el Señor por medio favor, tráeme también en la mano un trozo de Elías. de pan. Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña, Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.>’ Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.”» Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.
Lectura del santo evangelio según san Marcos: …Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a los discípulos> les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir»
Mc 12,38-44
El pasado día 1 celebramos la Fiesta de todos los Santos. Te ofrecemos para tu reflexión algunos caminos de santidad que a ellos les llevó a la felicidad. Son caminos que transitan por el día a día. Sé santo en la vida ordinaria. Felices quienes caminan humildemente junto a su Dios y a los demás, sin más deseos ni recompensas que sus desvelos. Felices quienes han recibido la llamada a la compasión, a la solidaridad, a la dulzura. Felices quienes se entregan a la tarea encomendada con la convicción, la fuerza y la entrega de sus manos y su corazón. Felices quienes se sienten cercanos a toda la humanidad, quienes no se quedan aislados en su pequeño grupo, reduciéndolo a una pequeña secta de elegidos. Felices quienes reciben una misión, ante la contemplación de las necesidades de los demás, de su dolor, de su miseria, y se dan por entero, sin pedir nada a cambio. Felices quienes no se sienten fundadores, ni “padres” o “madres” de nadie, sino hermanos pequeños de los más débiles y olvidados. Felices quienes no anhelan recibir honores, ni privilegios, ni templos, ni casas de peregrinación, sino ser sencillamente ellos mismos, renunciando a cualquier tipo de riqueza. Felices quienes no desean figurar, ni ser reconocidos, sino que su máxima dignidad es servir, adquiriendo así el sello indeleble de la fidelidad y la entrega por amor. Miguel Ángel Mesa Bauzas