YO EL RELOJ ¡Hola, que tal, querido lector! Soy el RELOJ o personaje más interesante de este pueblo. Mi figura es histórica, razón que me brinda mi persona para poder contar a todos los que suben a estas alturas. ¡Pon mucha atención a lo que te voy a contar! Un día del año 1900 me colocaron aquí y con mi personalidad guié a cientos de obreros, bares, comercios y por supuesto, a la Santa Misa, todos de acuerdo con mis campanadas horarias, incluso el primer transporte establecido en este pueblo, diligencia llamada La Veloz, tirada por cuatro caballos y propiedad de Don Francisco Fava. Te cuento todo esto porque a principios del siglo XX, por no existir relojes individuales, YO era un Rey. Continuando con mí historia, el Excmo. Ayuntamiento de La Línea de la Concepción de 1900 me compra a la casa Manuel Santorio de Sevilla por la cantidad de 6.520 ptas. pagaderas en cuatro entregas de 1.630 ptas. en las siguientes condiciones: 1ª a la entrega de mi persona, 2ª a los 6 meses, 3ª los 12 meses y última a los quince meses. También he de decir a título de anécdota, que mi colocación en esta torre costó más que mis propios huesos, pues ascendió a la cantidad de 7.138 ptas. más 155.02 ptas. por derechos de planos. Así quedé instalado gracias a las órdenes del Sr. Arquitecto Provincial, que después de mucho pensar, decidió subirme pieza a pieza ante la dificultad que acarreaba el hacerlo de una vez, debido a mi peso. Así el 1º de Marzo de 1900 y a las órdenes de mi amo el Excmo. Sr. Don Cayetano Ramírez Galuzo, recibí el correspondiente empujoncito bajo la vigilancia de mi cuidador Don Andrés Martínez Fuentes, nombrado por la Casa Consistorial para comenzar a marcar por primera vez en este pueblo las horas que hasta la fecha sigo haciendo, en parte, gracias a los años que dicho personaje dedicó a mis cuidados. Así transcurrieron muchos años, en los cuales, fui testigo de toda clase de acontecimientos acaecidos en mi pueblo, entre los que cito y como más importantes, el incendio del Cursal, Fábrica de Corcho, la Guerra Civil Española, así como de los bombardeos de la Guerra Europea, pudiendo decir que me libré gracias a no se sabe qué, pues una bomba de 500 kilos me cayó a unos 300 metros y la otra a 130 pasos contados. Después de todos estos años, que pasaron sin pena ni gloria en lo que a mí respecta, nos situamos en el año de 1981, en el cual, mi cuidador por aquel entonces el Sr. Arenilla que recibía la cantidad de 4.000
ptas. mensuales por mi cuidado, deja de recibir dicha paga del Ayuntamiento socialista y me abandona. Por este motivo quedo triste y enfermo hasta quedar totalmente parado, lleno de telarañas y suciedad, paso dos años sin que mi pueblo me vea funcionar. A finales de 1982, en una antesala de una vigilia, se habla de comprar un reloj nuevo, y es cuando ante semejante injuria hacia mi persona, surge mi salvador, un adorador nocturno que nunca tuvo contacto alguno con relojes y que ante aquel atropello, decide al día siguiente verme de cerca en mi atalaya junto al campanario. Su expresión al verme fue: ¡A este lo resucito yo por el amor de Dios! Efectivamente, empieza el trabajo, me quita la suciedad, me lava la cara, me engrasa los huesos paralizados y comienzo a funcionar penosamente; aquello ya tenia vestigios esperanzadores; me paro, vuelvo a funcionar, adelanto a veces, atraso otras, no camino bien, mi cuerpo envejecido ha cumplido 82 años, pero mi protector no se desanima y a sus setenta y tantos años, y enfermo del corazón, sube todos los días los 54 escalones que tiene la torre, para ayudarme a seguir funcionando, sin embargo él no está satisfecho con mi proceder. El pueblo y mi amo el Ayuntamiento me ven funcionar y con el solo objeto de quitarse la tutela, me donan a la parroquia por acuerdo de la comisión municipal socialista. El 30 de Julio de 1982 en el periódico local podía leerse el siguiente titular: El Ayuntamiento cede a la parroquia el reloj que está en su fachada. Pasan algunos años y no satisfecho mi cuidador, un día de Julio de 1989, me para, me desnuda, me quita el eje principal que es de hierro macizo y lo suplanta por uno de bronce hueco y ligero, me encasquilla trócolas y otros ejes pequeños y me ajusta el martillo o bejajo, todo esto, asesorado por su propia intuición. Después de seis días de obra y en los que dejo de prestar servicio a mi pueblo, llega la hora de la verdad y como si de una bendición se tratara, comienzo funcionar suave, alegre y ligero como si no hubiesen pasado los años por mi. Mi protector queda satisfecho de su obra y yo en agradecimiento me comprometo a funcionar otros cien años más, pues mi rejuvenecimiento me ha llenado de euforia y alegría. Mi protector, tan alegre está, que me considera una reliquia y espera que cuando él falte, siga yo teniendo el cuidado que merece tan preciado tesoro. Pasan algunos años más y continúo funcionando con toda precisión y con muy poca fuerza doy mis 336 campanadas diarias o por si fueran pocas, mis 122.640 anuales.
Mi cuidador enfermo y viejo ha dejado de subir a la torre, y ha delegado en otro adorador, pero no me pierde de vista y de vez en cuando sube a hacerme una visita, me engrasa y me alienta a continuar. Mi nuevo cuidador me ve casi todos los días, no me falta la cuerda, me cuida con esmero y delicadeza, Dios quiera que los cuidados de mi futuro sean igual que mi presente y que con la ayuda altruista de estos mis cuidadores, pueda seguir siendo útil muchos años más. Por último solo espero que me pinten la cara, pues mis números apenas ya no se aprecian y es lo único que me falta para estar presentable y guapo ante el siglo XXI. La Línea de la Concepción a 28 de octubre de 1994. Autor: J.R.L.