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Capuchinas de Murcia ......................................... Pag
El Señor del Gran Poder de Murcia, recibe en audiencia a las Monjas Capuchinas del Malecón
uestro Padre Jesús: gracias por
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Npermitirnos estar en tu presencia.
Lo primero que nos brota del corazón, es repetir aquellas mismas palabras del centurión romano: “Señor no somos dignas de estar en tu presencia”. Es verdad, no tenemos derecho, pero sí necesidad. Hoy queremos compartir contigo nuestras penas y alegrías, porque las penas compartidas son medias penas y las alegrías se duplican.
Nosotras como todo ser humano tenemos hambre de libertad. Queremos que Tú Señor del Gran Poder nos enseñes la manera de ser verdaderamente libres.
Ya hace mucho tiempo un gran apóstol, San Pablo de Tarso nos dijo dirigiéndose a un grupo de cristianos de Galacia: “Hermanos vuestra vocación es la libertad” (Gálatas 5,13). Pero hoy tenemos que confesarte que muchas veces confundimos la libertad con el libertinaje o abuso de ese GRAN REGALO que Tú nos diste al crearnos. Por eso de nuevo te suplicamos que nos enseñes algún camino para vivir en Ti, que eres el origen y meta de la verdadera libertad.
Tienes razón al decirnos que nos acerquemos a Ti todos los que estamos cansados y agobiados que Tú nos confortarás y aliviarás (San Mateo 11,2-8). Si es verdad la llave para entrar en tu presencia es el silencio. Esta llave del silencio es algo que enriquece a todos; se parece al sol y al agua, porque el sol no alumbra a sí mismo, ni el agua cae para sí misma. En el interior de cada uno Dios nos espera para darnos la bienvenida.
Pero por lo general no nos gusta el silencio, y eso ¿a qué se debe? Es que el silencio nos encara con nosotros mismos. Por eso buscamos llenarnos de medios de comunicación para vivir hacia extra y evitar de esa manera tenernos que encarar con nosotros mismos. Al actuar así estamos renunciando a ser libres y lo que conseguimos es vivir buscando fuera lo que tenemos dentro.
Esta verdad la comprendió maravillosamente aquel gran hombre que se llamó Agustín de Hipona. Él como muchos otros buscaba la libertad que es Dios, viviendo hacia fuera. Pero Dios que no nos pierde de vista ni de día ni de noche, un día se compadeció de Agustín y le preguntó: Agustín ¿por qué buscas fuera lo que tienes dentro? Fue en aquel momento cuando aquel hombre valiente cogió la llave del silencio y viajó a lo más profundo de su ser y allí pudo saborear que Dios lo había hecho para él y
que solo en Dios podía encontrar su libertad o plenitud.
La libertad tiene un precio, no se compra con oro o plata y menos con euros, dólares o libras esterlinas. Solo la podemos comprar con la moneda de una rebelión. Digo rebelión, no revolución. ¿Cuál es la diferencia?
Una persona revolucionaria es aquella que no está de acuerdo con las estructuras y sistemas sociales. En una palabra, la que no está de acuerdo con el gobierno.
Mientras que hacer una rebelión es no estar contento o contenta con uno mismo en su interior. Para realizar esta aventura necesitamos silencio, para poder viajar a esa franja interior donde cada uno nos podemos encontrar, no como nos gustaría ser, sino como somos a los ojos de Dios. car a Dios. Es esta la diferencia que tiene la religión cristiana. Las demás religiones buscan a Dios con todo su ser y para ello oran, ofrecen sacrificios, imploran poder llegar a su Dios.
Nosotros los cristianos no buscamos a nuestro Dios. Simplemente tratamos de creer y comprender, que es Dios el que nos busca a nosotros, por eso se hizo hombre para venir a buscarnos y a convivir en nosotros y entre nosotros.
Por eso al Señor del Gran Poder de Murcia muy bien le podemos llamar
“Dios hecho hombre entre nosotros”
Reverendas Madres Clarisas Capuchinas de Murcia
Es en la oración silenciosa donde vamos a comprender que ser cristiano no es bus-