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Juan Antonio De Heras y Tudela ....................... Pag

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dEnarios dE Plata

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Entre Ángeles y Pasiones

ebo serles sincero. No ha resulta-

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Ddo tarea sencilla la redacción de este texto. Es cierto que no es la primera vez que he tenido el privilegio de escribir un artículo para ‘Los Azules’, revista que se ha convertido en un auténtico referente gracias al esfuerzo colectivo de la Real y Venerable Cofradía del Stmo. Cristo del Amparo y María Santísima de los Dolores y a la brillante dirección editorial de mi admirado Antonio Barceló. Pero no es menos cierto que es la primera y única ocasión –nunca podrá repetirse– que mi firma lleva acompañada la honrosa condición de pregonero de la Semana Santa de Murcia.

Aún me pregunto qué méritos habré podido atesorar para hacerme acreedor de un privilegio tan alto. Cualquier justificación que se pudiera esbozar en su defensa, queda empequeñecida con asomarse al quehacer de tantas personas que sostienen con su fe, con su esfuerzo diario y con su plena dedicación, la manifestación más sagrada de nuestras profundas convicciones. Y es que son ustedes, cofrades del Amparo, junto al resto de hermandades de las cofradías pasionarias de Murcia, quienes obran el milagro de situar ante nosotros la imagen más fiel de los momentos cruciales de vida de Jesús, 59

aquellos que enfrentaron su humanidad al sufrimiento extremo, que voluntariamente aceptó por nuestra redención.

En cierto modo, la cofradía del Amparo es una pregonera en sí misma. El cáliz de la Pasión, que porta un ángel que cumplirá en 2022 su décimo aniversario en el cortejo procesional, anuncia el inicio de unos días de intensas vivencias. Incluso en los años en los que las precauciones sanitarias nos han privado de su contemplación, San Nicolás ha seguido marcando el principio de un calendario en el que cuanto somos, y cuanto deseamos ser, se funden en un único sentimiento.

En cualquier caso, vestir la túnica azul no es solo una deseable tradición. Es también un compromiso real con el mundo que nos rodea. A fin de cuentas, prójimo y próximo son dos palabras etimológicamente idénticas, y es esta manera de sabernos concernidos por los demás la que promovió el nacimiento de la propia cofradía, con un espíritu transformador y evangelizador que se convirtió en llamada y vocación para los treinta y tres nazarenos fundadores, con Emilio Salas a la cabeza. Hoy, lo es para todos cuantos han seguido su estela y la de tantas personas que han sabido implicarse a lo largo del tiempo. Algunas ya no están con nosotros, pero nunca dejarán de acompañarnos, al igual que su legado.

Confieso sin esconderme, que al Amparo le debo buena parte de mi preparación interior para afrontar la responsabilidad de pregonar una Semana Santa tan especial como la de Murcia, en un contexto como el que venimos padeciendo desde que la pandemia hiciera presa en nuestra existencia. Nunca, desde la Guerra Civil, habíamos conocido una suspensión total de las procesiones, más allá de las puntuales visitas de la lluvia en días concretos de este calendario. Siendo esto muy duro, más lo ha sido la despedida anticipada de tantos seres

queridos y las secuelas físicas, económicas y emocionales que este enemigo invisible y global ha venido ocasionando.

Sin embargo, la vulnerabilidad que se nos ha manifestado como cierta, cuando el ser humano soñaba con arrancarle a la ciencia el secreto de la inmortalidad, nos sitúa exactamente en el punto en el que toda reflexión se vuelve hacia la única dirección correcta, pues todo cuando poseemos nos ha sido prestado y todo cuanto tememos queda atrás si caemos en la cuenta de que Cristo ha resucitado.

Confiar en el único y verdadero Dios que nos ampara, topa en demasiadas ocasiones con la engañosa soberbia, convertida en un indómito foco de resistencia. No es fácil ser humilde, tan dados como somos con frecuencia a caer en la tentación de situarnos en el centro del universo, en esa especie de «yocentrismo» que nos lleva a pensar que todo órbita alrededor de nuestra torpe visión de la realidad.

Pero en este calvario que quedará para la historia como una guerra mundial secuenciada en olas víricas, se nos ha puesto a prueba en la solidez de nuestro Credo. Si algo han demostrado estos duros meses ya pasados –aunque nos queden incertidumbres por afrontar– es que las Cofradías y, entre ellas de un modo muy especial la que protagoniza un Viernes de Dolores de azul tan intenso como mariano, es que sale al encuentro como la Verónica, para imprimir con el paño de sus actos el semblante del Gran Poder. Lo hace, además, de muy diversos modos, tal y como atestiguan estas mismas páginas, a poco que nos detengamos en la profusión de actividades que refleja la memoria anual que se incluye en la revista. Lo hace, además, situando el corazón inmaculado de María en la presidencia de cada una de estas actuaciones y en el centro de la reflexión a la que nos conduce el pregón que en honor de la Purísima se convoca y que, el pasado mes de diciembre, nos obsequió con una bellísima, entrañable y profunda intervención de Luis Alberto Marín.

Así pues, sea la confianza plena de María la mejor embajada para orientar nuestra andadura. Su dolor ante la flagelación, el escarnio, la crucifixión y la muerte de su único Hijo, que en la cruz redentora nos la entregó como Madre a través del apóstol más querido, para que su intercesión siempre sea Amparo, para que su fe siempre sea certeza de resurrección, sea también el ejemplo a seguir.

Eso, y no otra cosa, debe ser nuestro pregón permanente. A eso, y a no a otra cosa, se entrega con pasión esta cofradía, su consiliario, su junta de gobierno y quien la preside, mi buen amigo Ángel Pedro Galiano. Y por ello, no puedo sino expresar mi profundo agradecimiento a todos ustedes, cofrades del Amparo, a quienes saludo especial, desde el profundo deseo de que San Nicolás vuelva a ser el principio de unos días intensos, con la ilusión renacida del regreso de las procesiones a su tradicional carrera. Ello será, también, la muestra de que un nuevo tiempo se abre ante nosotros. Con fe y con determinación, lograremos que se convierta en una oportunidad para reforzar el sentido pleno de la vida y el verdadero significado de la hermandad que nos une y que nos convoca.

Juan Antonio De Heras y Tudela

Pregonero de la Semana Santa

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