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José Manuel Muñoz Muñoz ............................... Pag
Siempre Azul
n Murcia, gozamos de una gran di-
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Eversidad de cofradías, más antiguas, más jóvenes, con más o menos cofrades, etc., pero ninguna con la idiosincrasia de la Cofradía del Santísimo Cristo del Amparo y María Santísima de los Dolores. Buen ejemplo de ello es nuestro querido trono del “Encuentro en el camino del Calvario”, fundado en 1996, que este año celebra su XXV Aniversario y que si Dios quiere recorrerá, bajo las órdenes de su cabo de andas Emilio Salas, las calles de nuestra Murcia en la tarde-noche del Viernes de Dolores de forma mucho más especial.
Haciendo un breve recorrido de estos años como nazareno estante de este trono, me gustaría empezar recordando a varias personas que ya no están físicamente, pero sí en espíritu, y que durante muchos años nos han acompañado en el devenir de este gran grupo humano, ayudando a que seamos mejores nazarenos, personas, y que miremos siempre por el que sufre a nuestro lado. Como compañero no puedo olvidarme de Antonio Cárceles (q.e.p.d.), un nazareno de los pies a la cabeza que dejó una huella imborrable. Y como guía de cualquier nazareno azul, es imposible olvidar a Ángel Galiano (q.e.p.d.), eterno presidente de esta Cofradía que se desvivía por hacer-
la cada día mejor y más grande. También quisiera hacer una mención especial a otras dos personas que han trabajado de forma incansable por nuestra hermandad, como son César Rocamora y Antonio Zambudio, dos ayudantes de Cabo de Andas muy temperamentales pero de un gran corazón.
Mi andadura en el Encuentro en el camino del Calvario empezó al año siguiente de su fundación, a raíz de la salida de un compañero y desde entonces siempre he ocupado el segundo puesto de la vara delantera izquierda. He recibido honores de Nazareno distinguido del paso en 2002 y de la Cofradía en 2004, pero lo más importante es que he tenido la suerte de poder disfrutar al lado de grandes nazarenos y amigos con los que comparto otras hermandades nazarenas, al igual que con mi hermano Pablo que tan bien defiende la punta-vara derecha. Y, por supuesto, con mis hijos Javier y María que desde muy pequeños me han acompañado ya sea detrás del paso o en la Hermandad infantil.
Muchos, muchos compañeros han ido entrando y saliendo del grupo por diferentes motivos como lesiones, traslados, incluso herencias de padres a hijos que, a día de hoy, nos han dejado a unos pocos como los “antiguos del paso”, pero ahí seguimos, al lado de nuestro querido Cabo de Andas emérito José Isidro Salas, ayudando a que el legado que deja a su hijo Emilio sea igual o mejor que antes. llamábamos “las cabezas”, unos bustos de la Verónica tallados y policromados por el mismísimo escultor del paso Gregorio Hernández Henarejos. O la emoción con la que nuestra querida camarera del paso Mª Teresa Sabater recogía el detalle con el que agradecíamos su amor por nuestras imágenes y que tanto se curraba cada año José Isidro. Podría recordar aquellas tardes que pasábamos en la Iglesia de San Nicolás sacando las imágenes y subiéndolas al trono para después colocar las tulipas, el paño de la Verónica, la cruz del Cristo y orientar de nuevo los focos para que días más tarde los floristas pudieran engalanar el trono para el desfile procesional. O los almuerzos del mismo Viernes de Dolores con mi gran amigo y nazareno Ángel Pina, junto a nuestros hijos y algún otro compañero que cada año nos acompañaba, o los detalles de última hora que ese mismo día le compramos a Mª Ignacia en el puesto de la Cofradía situado a la entrada de la Iglesia de San Nicolás de Bari.
Ahora, como mandan los cánones, estoy deseando que mi hijo, al que le he podido inculcar mi pasión por la Semana Santa de Murcia y por los nazarenos azules, coja el relevo y continúe con el esfuerzo de engrandecer este maravilloso trono y su grupo humano. ¡Feliz XXV Aniversario, Nazarenos del Encuentro!
José Manuel Muñoz Muñoz Estante del paso del Encuentro
Tengo muchos y grandes recuerdos desde finales de los 90 o principios del siglo XXI hasta hoy. Podría recordar aquellas cenas de gala que celebrábamos en el Ranga o en el Juanito donde nuestro Cabo de Andas entregaba cada año a dos compañeros, como distinción más significativa, lo que 80