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“Nadie me quita la vida sino

Javier Crespo López

EsteJuevesSantoseráelprimerañoquesaldréenprocesióncomoAbaddelaCofradíadel Santísimo Cristo del Refugio. Espero con ilusión ese momento. Sois muchos los que me habéis hablado de la intensidad y de la profundidad interior con la que se vive ese acto de acompañar por nuestras calles la sagrada imagen de nuestro Señor crucificado. A todos nos impactó el video realizado con motivo del 80 aniversario de la fundación de la Cofradía. Realmente de una belleza tal que tocaba las fibras más sensibles del alma. En pocos minutos qué bien supisteis reflejar lo que sucede en poco más de dos horas. Este año, si Dios así lo permite, veré la realidad de lo reflejado en ese video con mis propios ojos, me uniré a ese recogimiento, a la contemplación de ese Cristo sufriente que pasa ante las miradas de tantos, a esas oraciones que muchos corazones musitan entre cánticos que se elevan en la oscuridad de la noche. Y elevaré yo también mi agradecimiento a Dios ante el acto de amor más grande que nos ha manifestado: el Hijo entregado alamuertepornuestrasalvación,quepierdesuvidaparadarnoslaVida.

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Pocas horas antes de esta procesión del Silencio tiene lugar, en nuestro templo parroquial de san Lorenzo y en todas las iglesias, un acontecimiento que ya no es solo una preciosa imagenque nosconmueveynosllenadedevoción,yanosonsolounossignosque nosrecuerdanel sacrificio del Redentor sucedido en el pasado, sino algo más. ¿De qué acontecimiento se trata?

¿Quéesesealgomás?Setratadealgovivoquetraspasaeltiempoyelespacio;másbiendeAlguien vivo que se hace presente de una manera única, real, y busca nuestro encuentro, se nos da: Cristo Eucaristía. Cobra entonces pleno sentido el acto de procesionar: es respuesta, es expresión de fe y deamoranteelAmorquesenosentrega.

Lo ocurrido en la cena pascual aquel primer Jueves Santo en el Cenáculo de Jerusalén resulta fascinante. Deseaba Jesús ardientemente celebrar esa pascua con sus discípulos. Libre y voluntariamente, con mansedumbre y amor infinito, el Hijo de Dios se apresura a consumar la redención de los hombres, y su entrega en la Cruz por nosotros los hombres es realizada ya de un modo anticipado el día anterior en el Cenáculo. Si, "comed, este es mi cuerpo entregado... bebed, esta es mi sangre derramada por vosotros". Por eso, la Misa que se celebra el Jueves Santo tiene algo especial: nos traslada al Cenáculo de Jerusalén, o más bien, aquel Cenáculo viene a nosotros, o mejoraún,cadacomunidadcristianaseconvierteenestedíaenunCenáculo.

El Jueves Santo Jesús mostró a los apóstoles reunidos, aunque no lo entendieran todavía, elsentidodesupasiónydesumuerte,lesintrodujotambiénenelsentidodelanuevaPascuaydela Resurrección.“Habiendoamadoalossuyosqueestabanenelmundo,losamóhastaelextremo”(Jn 13, 1). Hasta el extremo no es sólo la muerte de cruz, sino hasta el extremo de la Eucaristía. En efecto, esa entrega de Cristo se renueva en cada Misa. ¿Cómo no asombrarnos y corresponder a esteSeñorquesenoshaentregadoparasiempreenelsacramentodesuCuerpoydesuSangre?

SalimosalacalleconnuestroCristodelRefugionadamáscelebrarlaMisadelaCenadel Señor, recién comenzado el sagrado triduo pascual. Al contemplar una vez más la imagen de este Jesús nuestro, su rostro sereno y paciente, seamos conscientes hasta donde alcanza el extremo de su entrega, el infinito deseo de amor que tiene de cada uno de nosotros: hasta el extremo de que todosuserhumanoydivinopermanececadadíaparaseralimentodenuestravida.

Quiero terminar felicitando a todos los Cofrades, al Hermano Mayor con su Junta directiva. Que Dios os recompense por todo el trabajo que realizáis, por el tiempo y la dedicación a la Cofradía, por el servicio que prestáis a la Iglesia. En esta Semana Santa Dios derrame sobre todosabundantegraciaybendición.

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