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El Refugio y la Far macia Ayuso

Antonio

Como es sabido, en las antiguas reboticas de las no menos antiguas farmacias, se forjaron proyectos que luego, con el paso del tiempo, se convirtieron en realidad. Es tradición capitalina que el festejo primaveral del “Entierro de la Sardina”tuvo su origen teórico en la rebotica de la farmacia del licenciado Rubio, ubicada en la antigua calle de “Vidrieros” También, al parecer, lo tuvo el “Bando de la Huerta”; y así mismo, el desaparecido “Club Remo” que durante lustros ocupó un espacio lúdico junto al Río, a la entrada del Malecón, fue inicialmente previsto, en 1932, en la rebotica del farmacéutico y exalcalde José Moreno Galvache, ubicada en el número 24 de la Plaza de Camachos.

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Así mismo, la cofradía del Santísimo Cristo del Refugio, que saca a la calle su procesión por lo más céntrico de la capital durante la siempre solemne noche del Jueves Santo, tuvo su germen, y posteriormente su desarrollo, elaboración de estatutos y extremos como el diseño d e las túnicas, proyecto del trono, abono de cuotas e incluso la recogida del preceptivo “ticket”de salida, en la rebotica de la archiconocida “Farmacia Ayuso” ubicada en la C. San Cristóbal, donde prácticamente se ubicó durante años la “oficina”de la cofradía pasional a que me refiero.

La farmacia en cuestión tiene sus orígenes en el edificio adquirido por el exalcalde Enrique Ayuso Bonnemaison, hijo de un modesto comerciante establecido en la calle de la Platería, próximo a “Las Cuatro Esquinas” quien dedicado al negocio bancario, alcanzó con el tiempo una muy próspera situación económica, lo que le permitió la adquisición de dos inmuebles en la citada C. de S. Cristóbal, que unió en un único edificio en cuyos bajos abrió farmacia su hijo, el licenciado Enrique Ayuso Miró, en 1908, dedicando el resto del inmueble a vivienda familiar tal como era habitual a principios del S. XX en prácticamente todas las farmacias de la Región y de España. Ayuso Miró sufrió martirio en diciembre de 1936, durante la II República, por sus ideas conservadoras, incautándosele el establecimiento, que fue devuelto en 1939 a su hijo Enrique Ayuso Serrano. A la muerte de éste, la farmacia la heredó su hijo Enrique Ayuso Giner, último establecido en la C. San Cristóbal pues durante su gerencia se vendió el edificio. Su hijo Enrique Ayuso Hernández, último de la saga de farmacéuticos con ese apellido, mantiene en la actualidad el establecimiento, en otro lugar urbano. La citada farmacia adquirió gran prestigio, que mantuvo a lo largo de su existencia. A ella se refiere frecuentemente la prensa local y regional durante los primeros años del S. XX, como uno de los referentes urbanos, al igual que la Farmacia “Moreno”en la Plaza de Camachos, la “Catalana”en el Plano de S. Francisco y la de Ruiz Seiquer, en la plaza de S. Bartolomé, única superviviente de aquellas, en su misma ubicación urbana.

La Farmacia Ayuso de la C. San Cristóbal ocupaba un amplio espacio, con gran rebotica de forma cuadrangular, cubierta por bóveda acristalada de colores que proporcionaba luz natural a la estancia (En este lugar estuvo oculta, en armario debidamente tapiado, laimagen pasional de

“La Soledad del Sepulcro”durante los años de la guerra civil, pieza que luego estuvo en el domicilio de Concepción Serrano Miró, hasta que el obispo Miguel de los Santos la requirió para el convento de MM. Justinianas, donde actualmenterecibeculto).

Enaquellarebotica,durantelosaños posteriores al final de la guerra civil y siendo propietario de la misma Enrique Ayuso Serrano, tenia lugar a diario una tertulia a la que eran asistentes asiduos, entre otros, el Dr. Ramón Sánchez-Parra García, prestigioso cirujano murciano, el agente de seguros Jesús López Pujol, y el párroco de la cercana iglesia de S. Lorenzo Manuel Nadal Hernández, quienes conocedores del relato que por aquellos años circulaba entre la población, sobre el origen del nombre de la imagen de Cristo crucificado, hasta entonces en la sacristía del citado templo, salvada de los desastres iconoclastas de la contienda, decidieron fundar una cofradía, con el nombre del Santísimo Cristo del Refugio, que desfilaría, a imagen y semejanza de otra, denominada del “Silencio”en Cieza, durante la noche del Jueves Santo, con total austeridad y recogimiento, y con las calles del recorrido a oscuras, alejada del uso del resto de las procesiones murcianas que en diversos recorridos escenifican la pasión, muerte y resurrección de Cristo en la ciudad y su entorno metropolitano durante la Semana Santa.

Recurrieron primero, en una envidiable labor de proselitismo, a los asiduos de la parroquia, luego al barrio y después al resto de la ciudad, encontrando muy buena predisposición por parte de todos. El barrio era un espacio urbano con personalidad entre los demás de la ciudad, en torno a lo entonces conocido como “Las Cuatro Esquinas de S. Cristóbal”(que hoy ha perdido el “apellido”, con actividad y fiestas propias que las gentes del mismo hacían coincidir con el 10 de julio, festividadanualdelsantotitular;fiestasqueen 1921, celebraban los vecinos con verbenas que rivalizaban con las “Noches de la Glorieta” actuando en uno y otro caso la “Banda de Música de la Misericordia” que amenizaba el festejo.

Ciento cincuenta fueron los primeros nazarenos que (según Manuel Ayuso Medina, historiador de la Cofradía) pusieron en la calle la primera procesión, en 1942, la cual transcurrió por un largísimo itinerario, llenando de contenido sacro la noche del Jueves Santo (que describe con todo lujo de detalleselcitadoManuelAyuso Medina,ensu libro “La Procesión del Silencio. 75 años de historia” Publicadoen2017).

La Farmacia Ayuso siguió siendo el centro neurálgico y administrativo de la nueva cofradía. Desde allí salía la correspondencia a los hermanos y a las instituciones. Y allí llegaban las contestaciones a las mismas, simultaneándose el trabajo burocrático con la parroquia, dirigida, como se ha dicho, por el sacerdote Manuel Nadal, ayudado por el eficientesacristánRamónPecci.

En la rebotica de la farmacia Ayuso se concretó la primera Junta Directiva, proponiéndose al obispo diocesano los cargos de libre designación por el mismo (según estatutos), cuyos cargos recayeron, con toda lógica, en los fundadores: el médico Ramón Sánchez-Parra García (Hermano Mayor), el farmacéutico Enrique Ayuso Serrano (Vicepresidente) y Jesús López Pujol (Secretario General). También con toda lógica el párroco Manuel Nadal fue el primer “abad”de la misma. Todos ellos fueron acompañados por el resto de cargos de responsabilidad,elegidosporlacofradía.

Curiosamente, tras los 81 años de vida ininterrumpida de la Hermandad, son los hijos y nietos de los fundadores quienes rigen los destinos de la misma en este de 2023 que nosdisponemosacelebrar.

Figura importante en los primeros momentos de la nueva institución religiosa pasionalfueladelentoncesobispodiocesano

Miguel de los Santos Díaz y Gómara, quien simultaneaba, por decisión de la Santa Sede, la titularidad del obispado de Cartagena y la administración apostólica del de Barcelona, hasta la ocupación de aquella sede metropolitana por el titular designado por el papa Pío XII. Fue él quien dio su visto bueno a la creación de la nueva hermandad, y también quien ayudó económicamente con dádivas personales y préstamos del Obispado, no sólo para la primera salida procesional, sino para la erección del actual retablo del titular, en el lado de la Epístola de templo de S. Lorenzo, participando personalmente en la procesión de 1944, como luego hicieron otros prelados.

Entre las personas que hicieron posible el cortejo del “Silencio Murciano”no hay que olvidar la figura del Gobernador Eclesiástico de la Diócesis José María Álvarez Caparrós, quien durante las largas ausencias del Obispo, por la razón ya expuesta, soportó el peso de las obligaciones episcopales. Con toda seguridad, aunque no podemos afirmarlo, que en los trámites para la fundación de la nueva cofradía, debió visitar la rebotica de la Farmacia Ayuso, asistiendo a alguna de las reunionesprevistas.

Termino como empecé, afirmando que el origen y la organización de muchos eventosdelahistoriadelacapitaldelaRegión, se forjaron en las aún por estudiar reboticas de los farmacéuticos, sobre todo en aquellas cuyos titulares fueron alcaldes a lo largo del S. XX: Antonio López Gómez, Luís López Ambit, José Moreno Galvache y Domingo de la Villa Fernández de Velasco (este último, dueño de la “Farmacia Catalana” en el entorno del Plano de San Francisco, en cuya rebotica se fraguó la conclusión del proyecto de apertura de la Gran Vía Capitalina, sobre lo que tanta tinta y tantas opiniones se han vertido, pero quemerececomentarioaparte).

Debo y agradezco la información recibida para la elaboración de este texto a D. Manuel Ayuso Medina, actual Vocal de Publicaciones de la Cofradía del Santísimo CristodelRefugiodeMurcia.

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