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2. FUNDAMENTACIÓN

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7. SÍNTESIS

7. SÍNTESIS

Derechos humanos

Las necesidades básicas insatisfechas de las personas son una constante en América Latina. Se identifican con facilidad en la falta de acceso a la vivienda, al territorio, a la educación, al agua, al saneamiento, al empleo digno, al disfrute del arte y la cultura, etc. Pero pocas veces estos problemas se asocian con la violación constante de los derechos humanos más elementales, salvo cuando son consecuencia directa de enfrentamientos violentos.

El hecho de que, durante generaciones, una familia no pueda satisfacer sus necesidades de sobrevivencia digna más elemental, es un gran problema estructural que tiene raíz en la conformación misma de independencia de los países de la región. Por lo tanto, los Derechos Humanos se violan sistemáticamente en América Latina.

Cuando los partidos políticos discuten propuestas para subsanar en parte estas dificultades, lo hacen generalmente sin incluir en el proceso a quienes serán, eventualmente, beneficiarios(as) de esas acciones. Asimismo, esto atenta contra los Derechos Humanos de estos grupos y personas, ya que se define su futuro sin tener en cuenta su propia forma de ver la vida. Su vida.

Racismo y Democracia

La participación plena de los (las) ciudadanos(as) en los partidos políticos de América Latina es una deuda histórica y una debilidad de la democracia interna de los países. Las estructuras han ignorado sistemáticamente, por omisión o deliberadamente, las particularidades históricas, sociales y culturales de sus poblaciones afrodescendientes.

Es importante mencionar que, en algunos países, se han venido produciendo avances constitucionales y/o legislativos muy significativos que han permitido que estas poblaciones tengan un importante espacio de proposición y debate. Pero esa participación, en la mayoría de los casos, no ha perdurado en el tiempo, y no se ha incluido este debate al interior de los partidos. Otro aspecto problemático es el retroceso en la aplicación de las acciones y políticas públicas que ha ocurrido en varios países.

Los partidos políticos son reflejo de las sociedades en las que se manifiestan; por lo tanto, son multiplicadores de sus virtudes y defectos. El racismo es parte sustantiva de las culturas de las sociedades de América Latina, y sus democracias son tan inclusivas como ese racismo les permite ser.

Los períodos electorales absorben casi toda la energía de las estructuras políticas. Por lo tanto, el análisis y la síntesis, así como las respuestas a las necesidades coyunturales, se reducen al corto y mediano plazo.

Todas las dificultades expresadas, y otras, dejan fuera la esencia de las necesidades y anhelos de las personas, lo que limita aún más su derecho inherente a participar en la discusión y elaboración de políticas. La desconfianza de los pueblos en las formas tradicionales de hacer política, cada vez más profunda, debería ser incentivo suficiente para que ocurran cambios que sean lo suficientemente innovadores, profundos y transparentes.

Hay posturas relacionadas con la voluntad de participación de los pueblos, particularmente en relación con la juventud, que dejan en descubierto que las personas no están dispuestas a participar. Pero esto puede cambiar cuando la ciudadanía se da cuenta de que puede formar parte del proceso. La participación ciudadana es tan amplia y profunda como cuán democrático quiera o necesite ser un partido político.

Equidad y Democracia

Los países de América Latina firmaron la Declaración y Plan de Acción de Durban, lo que, sin duda alguna, fue un hito en más de un sentido, ya que este compromiso es el resultado de la síntesis y la incidencia de los colectivos de la región como protagonistas, proponentes y articuladores firmes a la hora de mantener coherencia ante los Estados. Estos, a su vez, mantuvieron el compromiso asumido en la pre-Conferencia de Santiago de Chile de diciembre del 2000.

“…13. Reconocemos que la esclavitud y la trata de esclavos(as), en particular la trata transatlántica de personas, fueron tragedias atroces en la historia de la humanidad, no solo por su aborrecible barbarie, sino también por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la esencia de las víctimas, y reconocemos asimismo que la esclavitud y la trata de esclavos(as), especialmente la trata transatlántica de esclavos(as), constituyen, y siempre deberían haber constituido, un crimen de lesa humanidad y son una de las principales fuentes y manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia, y que los (las) africanos(as) y afrodescendientes, los (las) asiáticos(as) y las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas de esos actos y continúan siéndolo de sus consecuencias;

14. Reconocemos que el colonialismo ha llevado al racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia, y que los (las) africanos(as) y los (las) afrodescendientes, las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas del colonialismo y continúan siéndolo de sus consecuencias. Reconocemos los sufrimientos causados por el colonialismo y afirmamos que, dondequiera y cuandoquiera que ocurrieron, deben ser condenados y ha de impedirse que ocurran de nuevo. Lamentamos también que los efectos y la persistencia de esas estructuras y prácticas se cuenten entre los factores que contribuyen a desigualdades sociales y económicas duraderas en muchas partes del mundo de hoy”5

Se puede asegurar que los avances de los últimos tiempos se encuadran en estos conceptos de reconocimiento de la deuda humana acumulada y responden a esos momentos históricos. Pero son muy claras las ausencias y evidentes los retrocesos.

En muchos países nunca se avanzó con convencimiento hacia una amplia participación. Donde se intentó, no se sustentó con el tiempo.

Si los (las) protagonistas no son una constante en la ecuación de la elaboración de políticas, la participación y los diseños de políticas sociales y culturales no son reales ni pensados en “otros(as)” desde una perspectiva hegemónica. Por lo tanto, la Declaración y Plan de Acción de Durban es solo un enunciado que todavía está vigente.

Está claro que las cosas no están bien. Reconocemos que el racismo y la discriminación étnico-racial son un flagelo inaceptable, pero no hemos emprendido ni caminos ni medidas que nos inviten a todos(as) a pensar en conjunto cómo crear sociedades menos injustas, más sanas, menos excluyentes y más solidarias.

5 Declaración de la III CMRDX – Durban 2001

Las sociedades son diversas y en ello radica su riqueza humana. Una de las consignas para pensar en nuevos paradigmas debería ser “Somos diferentes, pero sin embargo, iguales”. Los partidos políticos tienen que iniciar procesos introspectivos, sin parálisis, que les permitan alcanzar la equidad, donde la meta no sea solo fabricar frases de campaña, sino crear espacios de elaboración de propuestas y proyecciones con equidad étnico-racial.

Para esto no hace falta vivir en asamblea y consulta permanente. Es necesario crear ámbitos, o fortalecerlos si ya existen, en los que se canalicen los asuntos locales, regionales y nacionales desde esta perspectiva.

La igualdad de oportunidades debe ser el objetivo primordial que permita la construcción de equidad y democracia.

El racismo estructural e institucionalizado es parte de la raíz cultural de América Latina. Por lo tanto, nos afecta a todos(as) y no es un asunto de derecha o de izquierda, religioso o ateo; es racismo, y su herramienta ejecutora es la discriminación étnico-racial. Por eso es necesario identificarlo, conocer sus causas, reconocer su existencia y el daño que provoca.

Como parte de las sociedades, los partidos políticos también son multiplicadores del flagelo en la medida en que no asuman su parte de responsabilidad para continuar recorriendo los senderos de cambio.

Para abordar y conocer estos temas, se hace más que necesario incluirlos seriamente en la agenda interna, tanto en términos de aprendizaje teórico, como en el compromiso y las buenas prácticas.

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