Revista Letrónica de Ventoquipa 15 Febrero 2016
Editores
Alex Hernández
Paco Olvera Pedro Flores
Roberto Torres
Bernardo Marcellín
Contacto
revistaletronicaventoquipa@yahoo.com.mx
Diseño de Portada
Bassie
Fotografía
Felipe Kadik
Contenido 5
Editorial De pinta en Ventoquipa Lo efímero (Paco Olvera)
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Lo efímero, lo permanente…(Alex Hernández)
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Mi recuerdo de Claudia (Pedro Flores)
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La Vitrina Los locos de mi pueblo (Paco Olvera)
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Haciéndole al Cuento Invasión (Felipe Kadick)
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Esperanza (Felipe Kadick)
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El futuro no nos pertenece (Alex Hernández)
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Splendor Solis (Alex Hernández)
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La Sociedad de los Poetas Nonatos Project Management (Alex Hernández)
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Bestiario (Alex Hernández)
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Writer Hero Lo que Steve Jobs me enseñó sobre ser hijo y ser padre
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(Nick Bilton, trad. de Pedro Flores) Mi propia vida (Oliver Sacks, trad. de Pedro Flores)
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Nirvana (Charles Bukowski, trad. de Pedro Flores)
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Al Valle de las Calacas 56
Sobrepoblando el Valle de las calacas (Paco Olvera)
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Calacas a tres voces para Bowie (Flores/Hernández/Olvera)
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Brevísimo homenaje a Michel Tournier (Hernández/Flores)
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Daniel el seductor (Paco Olvera)
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Editorial Eterno: que no tiene principio ni fin. Efímero: de corta duración. Eterno: el tiempo que nos tomó sacar este número 15 de la RLV. Efímero: lo que durará su lectura. Ya en serio, a primera vista pareciera que por definición todas las cosas son efímeras y nada es eterno, si nos colocamos en la escala de tiempo apropiada.
En la gustada sección de “La vitrina”, que como recordamos se refiere a los recuerdos que se ponen en exhibición en una vitrina al modo de los muñequitos de azúcar de los pasteles de cumpleaños, Paco continúa con la reconstrucción de los lugares y modos del Tulancingo de sus juventudes, esta vez por vía del recuento de los “locos” del pueblo.
Pero ya sabemos que desde inicios del siglo XX las certezas se acabaron: todo es relativo y además de naturaleza dual. Ya ni siquiera podemos hablar de forma absoluta de una escala de tiempo apropiada, por la sencilla razón de que el tiempo se convirtió en un concepto difícil de aprehender.
En “Haciéndole al cuento” Felipe Kadik nos regala dos de sus minificciones con su ingenio característico que no deja de sorprendernos. El tema no puede ser más actual: la alteración de la realidad que provocan los visitantes inesperados. Por su parte, Alex Hernández responde al reto de escribir una historia que inicie con la frase cliché “la marquesa llegó a las cinco” en el cuento “El futuro no nos pertenece”, mientras que en “Splendor Solis” se inspira en un tratado medieval de alquimia para narrar el paso de su personaje por las fases de transformación prescritas en el libro.
Pero la Letrónica no es una revista de certezas, sino de convivencia de ideas entre amigos. Lo dijimos desde el principio, no estamos adscritos a ninguna ideología, mafia, escuela ni esquema absolutista, precisamente porque es un remanso para el desmadre, y el desmadre es salirse del cauce. En nuestra reunión de amigos llamada “De pinta en Ventoquipa”, le entraron al tema de lo eterno y lo efímero Paco, Alex y Pedro. Paco parte de la evolución de los medios que han inventado los hombres en su afán de intentar la trascendencia, para reflexionar sobre sus preferencias de los medios físicos sobre los electrónicos. Alex sigue un camino similar en cuanto a hacer un recuento de la historia de los medios para toparse con el callejón sin salida de la entropía de la información. Por su parte, la muerte de una persona muy querida pone a Pedro frente a la paradójica situación de lo eterno y lo efímero de forma simultánea.
La “Sociedad de los Poetas Nonatos” incluye dos listas recopiladas por Alex Hernández: una que reflexiona sobre las distintas escuelas de gestión de proyectos y otra que describe un bestiario medieval personal.
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En el “Writer Hero” Pedro Flores nos ofrece tres traducciones de textos que acompañan su “Recuerdo de Claudia”. El de Nick Bilton se refiere al gozo agridulce de regalar vida a un ser amado desahuciado. El de Oliver Sacks es una gallarda demostración de entereza frente a la muerte. Y el de Charles Bukowski narra con ese realismo tan propio de los norteamericanos la anécdota del
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porque hay Letrónica para rato. Tal vez no eterna, pero si perdurable.
Como resulta inevitable, el “Valle de las calacas” se sigue poblando, de forma excesiva a juzgar por el recuento que hace Paco Olvera. Un artículo especial merece Daniel Ravinovich bautizado como el seductor por Paco, a quien le rinde merecido homenaje y le reconoce como influencia vital fundamental.
Nuestro próximo número, el 16, tendrá como tema central el de la muerte. Como en todos los números, les invitamos a que participen con nosotros con sus textos, dibujos, fotografías, etc. Y que nos escriban a la sección de frutas y legumbres, es decir, que nos manden sus jitomatazos y cebollazos.
No cumplimos con nuestra promesa de retomar nuestro ritmo inicial de publicación. La amenaza que si estamos dispuestos a cumplir es la de continuar con la publicación de la Letrónica,
Los editores.
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hombre que mira desfilar frente a sí el espejismo de la felicidad y la deja pasar.
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De pinta en Ventoquipa Lo efímero Paco Olvera
un largo linaje que nos ha llevado al papel tal y como lo conocemos. La humanidad va de representaciones que imitan la naturaleza, a abstracciones que con menos trazos, representan objetos reales. La escritura como primer gran proceso de abstracción transita desde los pictogramas al uso de grafías que ya en poco se parecen a los objetos que imitaban.
No había sido capaz de comenzar a escribir porque me estaba ocultando detrás de mí mismo. En ocasiones sentimos que nuestro legado merece ser compartido y en otras nos da vergüenza saber que nuestras ideas serán muy seguramente objeto de burla, que son candidatas a ser anacrónicas. No han pasado más de diez segundos y las palabras con las que comencé este párrafo en efecto ya producen mi propia risa y son en efecto “antiguas”. ¿Y de que otra forma podría ser? La eternidad es una sucesión de efímeros instantes, ni los unos ni la otra se detienen a meditar en lo que son, sólo son. Ésta vacía discusión lo sería aún más, si no existieran los medios para tratar de hacer que algunos de esos efímeros momentos, intentaran perdurar por sí mismos, sin formar parte de la estructura parsimoniosa, secuencial y testaruda del paso del tiempo.
Un salto monumental: la imprenta de Gutenberg. Las compilaciones de ideas gráficas y escritas permiten que existan copias en forma mecánica. Las ideas capturadas en los libros pueden compartirse y distribuirse entre más personas. Aunque algunos seguro habrán visto en esto una infame suplantación de un proceso humano, creativo y artístico, por un burdo proceso mecánico. Pero pese a esas objeciones, la verdad es que esta mecanización permitió que RLV 15
Supongo que desde las pinturas de Lascaux, hasta las páginas llenas de garabatos de mi cuaderno “Comando” de “cuadro chico”, hay una línea que busca cumplir un propósito común: la trascendencia. ¿O acaso apenas el gusto de ver plasmadas ideas que tan sólo subsisten en nuestro interior? Pigmentos en los muros de una caverna, piedras labradas, tablas de barro endurecido marcadas con un punzón, tintas estampadas en lienzos de fibras vegetales forman
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proliferasen las bibliotecas, tal vez como un modelo redundante que esta vez sí consiguiera la supervivencia de sus contenidos, a tragedias como las de Alejandría. Los asaltos a lo efímero, los intentos de permanencia son cada vez más efectivos. En un inicio hay una selección en extremo exigente para elegir a los candidatos a la durabilidad, incluso pensada como inmortalidad en forma de libros. Luego se vulgariza, entendida vulgarización como difusión y generosidad, no como un ataque a la exquisitez de la unicidad llevada a extremos excéntricos. Ante la abundancia de capacidad de imprimir, todo es candidato de ser un libro, aunque nadie pretenda leerlo.
prácticamente en variantes de medios sólidos destinados a ser un soporte de trazos estampados con diversos procesos de alteración de su superficie, algunos físicos y otros químicos. Justo en la transición entre siglos la fotografía fue una variante que permitía generar imágenes copiadas de la realidad sin la intervención de la interpretación humana, automatizando la representación de la naturaleza, siendo criticada también como una forma banal y vulgar de la generación de imágenes, que las ponía al alcance de las masas, que las hacía, a decir de algunos en aquel entonces, algo mecánico que estaba divorciado con lo artístico, que “cualquiera” podía hacer. Como si fuera profano que el hombre común buscará hacer transcender sus ideas, su entorno, sus imágenes. Como si los hombres extraordinarios no obtuvieran su condición tan sólo por estar en contraste con los que no lo son. Las imágenes se “revelaban” en los daguerrotipos metálicos, se manifestaban, nos eran dadas a conocer, en cierta forma como una profecía: podíamos intuir como serían pero solamente hasta verlas sabíamos si al momento en que fueron capturadas aparecería algo que no imaginábamos que estaba allí. El proceso Kodak de capturar utilizando una base más fácil de manipular, esta vez del metal a la flexible y transparente celulosa, produjo la ventaja adicional de hacer más de una copia en papel. El milagro de la imprenta se recreó de nueva cuenta. También como preámbulo a la entrada del siglo 20, se comienzan a hacer experimentos para capturar el sonido. Hasta esos momentos, los sonidos sólo se habían capturado por sus descripciones abstractas en forma de escritura, o bien registrando los procedimientos para reproducirlos, como las partituras musicales. Nuevamente, una dependencia absoluta de la RLV 15
Hasta el inicio del siglo 20 las distintas formas de perpetuar nuestra memoria e ideas consistían
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interpretación al leer, y la pericia al ejecutar los instrumentos destinados a recrear los sonidos, muchas de las veces en forma de música. Desde luego que al igual que las recetas de cocina, cada ejecutante ponía su propia colaboración, sazón, sabor, haciéndola única. Tan sólo podemos imaginar cómo se habrá escuchado al muy joven Mozart ejecutando el clavecín en alguna corte europea. Edison y otros comienzan a utilizar sensores, que trascriben las ya intuidas formas de las ondas sonoras viajando por el aire a los medios sólidos usuales: arcilla, cristal o finas láminas metálicas. Con la ayuda de ingenios mecánicos y luego electromecánicos, los sonidos se podían reproducir de estos surcos al hacer vibrar una membrana. Nuevamente las celulosas y acetatos en sus versiones sintéticas permitieron que los sonidos escarbados o grabados en estos medios, pudieran reproducirse de una forma muy aproximada en la que se generaron.
celulosas y acetatos de nuevo con procesos químicos permiten registrar, reproducir, compartir y distribuir las imágenes en movimiento. Se mezclan con el sonido. Se genera la posibilidad de ser testigo de hechos que acontecieron hace tiempo. Los efímeros instantes encuentran una dimensión en la que aspiran a la permanencia, tal vez con un grado de torpeza; la humanidad pensó que incluso aspiraban a cierta eternidad. La forma de compartir y transmitir ha logrado alcanzar distancias cada vez mayores, transformando y mudando las ondas registradas a posiciones cada vez más altas en el espectro electromagnético, viajando invisibles e inaudibles para ser recuperadas y reconstruidas en lugares que alcanzan todos los rincones de nuestro planeta.
Las imágenes fijas tomadas en una sucesión muy cercana, vistas en un transcurso igualmente rápido, aprovechan la persistencia de las imágenes en la retina del ojo y generan la ilusión de reproducir las imágenes en movimiento. Nacen las películas, se proyectan con haces de luz que con diversos ingenios ópticos los llevan de ser disfrutados por un solo individuo a conglomerados de personas en una sala. Las
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Hasta las transmisiones en el espectro radioeléctrico siguen viajando terca e
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infinitamente por el espacio, sólo que ya no están a nuestro alcance, fenómeno que aprovecha Sagan para plantear una ficción en la que inteligencias extraterrestres reciben, decodifican la transmisión de la inauguración de los juegos olímpicos de Berlín y la devuelven con otra información intercalada.
los libros se desgastan, son devoradas por termitas o simplemente desintegradas por procesos químicos antagónicos a aquellos que las originaron. Las imágenes de las impresiones fotográficas se van diluyendo, los surcos de los discos se gastan, el plástico de los discos compactos se maltrata y hace su contenido irrecuperable. Se acumulan en bibliotecas, audiotecas, fonotecas, pinacotecas y otras bodegas donde se intenta almacenar, clasificar y tener disponible toda clase de colecciones. Seguimos buscando triunfar contra el tiempo. ¿Podemos? El sentido de transcendencia es cruel; por un lado se nos presenta como un deber para dar a conocer nuestras circunstancias y nuestros pensamientos, por otro como una vanidad incurable que nos acusa de sentir que somos merecedores de perpetuar nuestras ideas. Hombres comunes y hombres extraordinarios. ¿Es pecado aspirar a serlo? ¿Se es extraordinario sin intentarlo? ¿Alguien leerá este texto alguna vez? ¿Podemos considerar un conjunto de registros electromagnéticos un texto, si sólo es gráfico al amparo de su transformación mediante un monitor? Estoy en medio de un cuarto con los muros tapizados de libros. En torno a mi televisor, discos con grabaciones de audio y video que cubren otros muros, dispuestas cerca de los dispositivos que proyectan sus contenidos. Tal vez nunca fueron leídos por completo, tal vez nunca lo serán. No sé si son preservados por arrogancia, ignorancia o tenacidad. Tal vez sólo es una costumbre inútil de tratar de amasar, preservar y poseer cosas que en realidad son sólo efímeras, pero que han logrado cruzar la barrera del tiempo, unos más que otros. Si está en mi biblioteca, ¿es mío? Si deja de existir un reproductor válido de estos medios, ¿el contenido aún existe?
Los procesos magnéticos de transmisión y grabación hacen los registros cada vez más fieles, pero al mismo tiempo nos generan dependencia de medios externos para reproducirlos. Para leer un libro hemos llegado a depender de ingenios que hacen codificaciones y decodificaciones cada vez más sofisticadas. La dependencia de estos medios para muchos es compensada por la forma tan inmediata, masiva y omnipresente con la que se pueden compartir los contenidos. Ya hablamos de contenidos: letras, imágenes, sonidos y películas. Nos hemos vueltos exigentes con la calidad con la que se registran, pero no deja de ser emocionante escuchar, ver e interpretar eventos que han acontecido hace mucho tiempo, a mucha distancia, al amparo de otras culturas y otras costumbres.
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Los grados de persistencia y duración son variables. Hasta la piedra y los metales son desgastados por el medio ambiente. Las hojas de
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Los libros, los discos que acumulamos en nuestros hogares, pueden ser vistos y tocados. ¿Qué hay del dinero que depositamos? ¿Lo podemos ver o tocar? Confieso que el dinero bancario ya era un concepto abstracto desde que nací, aunque nos daban monedas y billetes, el dinero en el banco nunca fue verificado, parecía natural confiar. Cuando vino la devaluación de 1976, todo mundo decía que nos habían engañado, que habían hecho circular más billetes de los que se podían “respaldar” con oro depositado en las arcas de la nación. ¿Nos arriesgamos si “depositamos” todas nuestras fotos, textos y canciones en un gran banco central? ¿Podría amanecer el día en que nuestras memorias cuidadosamente y cariñosamente depositadas, quedaran fuera de nuestro alcance? ¿O que fueran alteradas y modificada al arbitrio de un “Big Brother” como
describe Orwell en 1984? ¿Esta alteración está pasando ahora mismo en el Internet?
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Creo que mi principal temor de usar los servicios de suscripción está atado a lo abstracto y la débil sensación de posesión que nos crean los objetos físicos. La verdad es que sólo hay argumentos de preferencia: el olor de un libro, la sensación de las cubiertas grabadas de un álbum musical, la menor dependencia de dispositivos eléctricos y electrónicos. Pero ninguno de ellos es algo indispensable para disfrutar de una lectura, admirar una imagen o escuchar una melodía. Tener las cosas por suscripción no nos hace perder la posesión de nuestros preciados tesoros; de hecho, aunque estén confinados en nuestros hogares, no son sólo nuestros, también deben ser de los demás. Tan sólo es el miedo de dar el salto de fe.
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Lo efímero, lo permanente, la complejidad y la entropía Alex Hernández
Primera ronda: la discusión de lo efímero y lo perpetuo con el pretexto de la música
Mi entusiasmo ante el hallazgo encontró punto de contraste cuando lo discutí con algunos amigos en una memorable reunión que por cierto dio origen a este número de la RLV. En unos cuantos minutos quedaron bosquejados una serie de problemas relativos a la preservación de la música mediante el servicio de streaming. ¿Qué pasa si la compañía que ofrece el servicio desaparece? ¿Qué si descatalogan la música que a mí me gusta? Entre ejemplos y contraejemplos de lo que puede pasar con nuestro preciado tesoro que es el escuchar música, llegamos a un punto en el que nos preguntábamos cómo se relaciona la preservación y escucha de la música con lo que por su naturaleza es efímero o perpetuo.
A finales del año 2014 empecé a utilizar los servicios de escucha por streaming, que están transformando la manera en que millones de personas escuchamos música. De repente se abrieron ante nosotros las puertas del equivalente musical de la biblioteca de Babel: millones de grabaciones disponibles de forma instantánea, que por cierto sería imposible escuchar en su totalidad en el transcurso de una vida. Recuerdo que algunos tornamesas muy sofisticados permitían la reproducción en secuencia de varios discos de larga duración, lo que permitía contar con música continua más allá de los 20 minutos aproximados que permitía el L.P. individual. Un sueño guajiro que algunos tuvimos con nuestro primer walkman era poder reproducir más de una cinta en secuencia. La llegada de los primeros reproductores digitales justo permitió poner en un solo lugar físico una serie de grabaciones en secuencia. La llegada posterior del Ipod de 160 Gb me permitió almacenar y hacer portable una colección de cerca de 5,000 cds. Los servicios de la música por streaming llevaban el sueño guajiro a una realidad impensable apenas hace pocos años.
Duración Tecnología de transmisión y preservación Desde los albores de la La producción de música era un acto totalmente humanidad hasta hace efímero, reservado exclusivamente a quienes RLV 15
Etapa Era de la música efímera
En realidad la reproducción de la música por medios mecánicos o digitales es la continuación de un proceso cultural iniciado al menos hace treinta mil años (según se puede ver en las flautas de hueso de las cuevas de Chauvet mostradas en el documental de Werner Herzog “La cueva de los sueños olvidados”) y que supone una transmisión de la música por medios verbales. Permítanme resumir dicho proceso en una tabla que muestre las etapas que identifico de este proceso cultural:
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Etapa
Duración aproximadamente 2000 años (Más de 30,000 años)
Tecnología de transmisión y preservación coincidían en el momento de su ejecución, preservado en la memoria y transmitido de forma verbal.
Era de la notación musical
Desde hace aproximadamente Se desarrollan códigos de notación que permiten 2000 años hasta mediados del cierto grado de reproducción de la música siglo XIX mediante la descripción de la misma de acuerdo a una convención prestablecida. (2,000-2,500 años) Era de la reproducción De mediados del siglo XIX a Mediante ingeniosos mecanismos de analógica principios de la década de los preservación de señales analógicas se hizo 80s del siglo XX posible capturar los sonidos, conservarlos y reproducirlos. (130 años) Era de la reproducción digital De principios de la década de La teoría de información de Claude Shannon y confinada los 80s del siglo XX a los avances en electrónica digital permiten principios de la segunda convertir las señales analógicas en secuencias década del siglo XXI digitales que se pueden capturar, almacenar y reproducir en reproductores confinados, como (30 años) el Ipod. Era de la reproducción digital Desde hace aproximadamente Los avances en capacidad de ancho de banda, de fluida cinco años. procesamiento y de almacenamiento permiten la transmisión en tiempos imperceptiblemente cortos desde grandes almacenes de información hasta reproductores personales portátiles.
La observación de la tabla nos permite especular con algunas conclusiones:
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De forma implícita se muestra que la tendencia corresponde a una mayor eficiencia en la preservación y transmisión de la música: mayor fidelidad y mayores volúmenes de disponibilidad a un menor costo. Cada cambio de paradigma tecnológico representa una mejora cercana a un orden de magnitud. La captura, preservación y reproducción de la música es una situación particular del problema general de captura,
Segunda ronda: la expansión de las capacidades: el escenario de Hawking Sobre esto último, podemos afiliarnos a las observaciones de Stephen Hawking en el capítulo 6 de su libro “El universo en una cáscara de nuez”: Al juguetón título de “¿Será nuestro futuro como Star Trek o no?” le sigue la afirmación, que Hawking se afana en demostrar a lo largo del capítulo: “Cómo la vida biológica y electrónica se seguirá desarrollando en complejidad con un ritmo cada vez más rápido”. RLV 15
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preservación y reproducción de cualquier tipo de información.
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El razonamiento que sigue Hawkins puede resumirse de la siguiente forma: -
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Tercera ronda: la información desaparece porque el sustrato en el que se manifiesta desaparece.
La complejidad de los sistemas que produce la vida en este universo aumentará: “[…]no parece que tengamos que alcanzar un estado estático en la […] complejidad de los sistemas que podamos producir mediante [las leyes que se cumplen en todas las situaciones]. Hace tres mil millones de años se formó la vida en la tierra, con la formación de la partícula de ADN. La tasa de aumento de complejidad ha aumentado en el tiempo. Durante dos mil millones de años aumentó 1 bit por cada cien años. Durante unos cuantos millones de años aumentó gradualmente hasta llegar a 1 bit por año. Hace aproximadamente 8 mil años el lenguaje escrito aumenta drásticamente la capacidad de producir información. Según Hawking, estamos en el umbral del otro “brinco” en la capacidad de aumentar la complejidad de los sistemas, vía la manipulación genética de los seres humanos, que permitirá cuerpos y cerebros más capaces, y la complejidad creciente de los sistemas electrónicos al amparo de la “ley” de Moore (duplicación de memoria y de capacidad de procesamiento cada 18 meses).
Según muestra la experiencia, cualquier civilización desarrolla inevitablemente un lenguaje propio. Como ocurre coincidentemente con todas las llamadas civilizaciones originarias, tarde o temprano dejarán en piedra, en cobre, en corteza de árbol o en otros medios físicos a su alcance el testimonio de sus símbolos lingüisticos. Los restos más antiguos datan de hace 5,000 o 6,000 años: monolitos mesopotámicos amenazados ahora por fanáticos islamistas. Los códices mayas sobrevivieron el paso sin clemencia de las lluvias, los animales de la selva, la indiferencia. Pero no sobrevivieron a las concepciones medievales de la iglesia española católica, que en lo ajeno de lo expresado encontró señales del mal, actuando en consecuencia. Misma suerte que corrieron los códices de otras naciones originarias de América. Apenas se conservan unos cuantos pliegos de aquellas épocas. Por más que el sustrato del pensamiento fueron lienzos vegetales o pieles de animales. Observa Peter Watson en el capítulo 11 de su monumental “Ideas” como el libro estuvo a punto de desaparecer. Un caso emblemático es el de Alejandría. Hacia el año 391 el arzobispo cristiano destruyó la gran biblioteca del templo de Serapis, conservándose el gran Mouseion debido a que contenía textos sagrados cristianos. No corrió mejor suerte con la conquista de Alejandría por parte de los árabes en el año 640. El bibliotecario solicitó la preservación de la biblioteca al califa, quien respondió: “Si el contenido de la biblioteca está de acuerdo con el libro de Alá, en tal caso podemos prescindir de ella pues basta con el libro RLV 15
¿A dónde conduce ese proceso? ¿Qué patrones se manifiestan en este contexto? ¿El de la formación de seres sociales cada vez más complejos e integrados, o el de seres individuales súper humanos con la capacidad para retener grandes recursos de todo tipo para procurar una cada vez mayor complejidad en beneficio propio?
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de Alá. Pero si, por otra parte, no está en conformidad con el libro de Alá, entonces no hay ninguna necesidad en preservarla. Así pues, procedan a su destrucción” 1
de un telegrama cifrado del que nadie conociera la clave. Otra triste conclusión: puede que se preserve el medio físico, pero no hay quien le pueda leer.
Llegamos a una triste conclusión: a pesar de la existencia de los medios materiales de preservación de contenidos, la incuria o el dogma pueden muy bien ponerles en peligro.
Quinta ronda: la manifestación de la entropía La segunda ley de la termodinámica establece que la entropía tiende a aumentar en el tiempo. Pero ¿qué es la entropía? Lo que en términos clásicos se define como “la energía presente en un sistema que no puede utilizarse para producir trabajo”. Esto es, si en un sistema la entropía aumenta hasta llegar a su máximo, entonces el sistema se convierte en un ente homogéneo, lleno de energía inútil.
Cuarta ronda: permanece el sustrato de la información permanezca, pero no la capacidad de interpretarla. Resulta que hay casos en los que aunque se preservan los medios físicos, la civilización en desaparece, o al menos, desaparecen aquellos que tienen el conocimiento para interpretar las piedras y los papiros.
En ese sentido, el aumento de la entropía es un fenómeno natural que implica la homogeneización de un sistema, o visto en otros términos, su deterioro.
En algunos casos afortunados alguien encuentra la manera de descifrarlas Tal es el caso emblemático de los jeroglíficos egipcios, cuyo significado estaría en la oscuridad total de no ser por Champollion que pudo descifrarlos gracias a que pudo interpretar la piedra Rosetta, que resultó en un inesperado diccionario greco-egipcio. Sea también el caso de Yuri Knorosov, que desde San Petersburgo (o en sus tiempos, infaustamente llamada Leningrado) logró descifrar los códices mayas.
Surge entonces una paradoja: por una parte, en una dirección natural avanza una mayor entropía, léase una homologación total, como destino del universo. Por otra parte, avanza una mayor complejidad, acelerada en tiempos recientes, y sin que sepamos a dónde nos lleva. Fred Spier resume así la cuestión: “..la interrogante decisiva parece ser la que gira en torno a la cantidad de energía de que podemos disponer en un futuro inmediato para construir el volumen de complejidad que necesitamos, manteniendo al
Caso diferente es el de los nubios, toda una civilización que escribió en piedra su representación de la palabra. Está a la vista de todos los que pueden ver las inscripciones, pero nada nos dicen hoy en día, tal como si se tratara
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Peter Watson, Ideas. A History of Thought and Invention, from Fire to Freud”, Harper Perennial, 2005
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Eso explica la amenaza natural y continua a nuestros preciados tesoros: la música, según vimos en la primera ronda, y la mayor complejidad de la vida, de acuerdo a los escenarios que plantea Hawking de acuerdo a lo comentado en la segunda ronda.
mismo tiempo la entropía dentro de unos márgenes deseables. Las estimaciones actuales no invitan al optimismo ” Se refiere a las estimaciones de duración de las principales fuentes de energía, cuya proyección es de aproximadamente 100-200 años. Es decir, debemos resolver este problema fundamental entre las siguientes 5-10 generaciones humanas. 2
nazismo. Ante el temor de caer en manos de la Gestapo, pone fin a su vida en 1940. Imaginemos a un nuevo Walter Benjamin que anticipa las consecuencias de este escenario y encuentra la forma de construir un futuro en común que acepte la creciente complejidad. No sería, tal vez, un solo Walter Benjamin, sino una multitud. Si ese fuera el caso, ¿qué música escucharía? ¿Cómo la preservaría? Tal vez fueran casi todas las músicas, de todas las formas posibles.
Epílogo: distopía y utopía Regresemos al escenario de la ronda dos en el cual nos planteamos el escenario de los súperhumanos dominantes. Apenas hace falta decir que este escenario supone una fase extrema del fascismo: el poder de un estado corporativo ajeno a la democracia. Conviene recordar aquí al angustiado Walter Benjamin, quien atestigua el surgimiento de un régimen teatral que promueve la alienación de las mayorías para que sirvan a los “elegidos”. En nuestros tiempos, un mundo en el que los inmensamente ricos estarán en posibilidad de lograr el futuro, de poseerlo, de proyectarse hacia él a través del uso del poder para dirigir en su beneficio la mayor complejidad que supone la alteración genética y la expansión tecnológica de facultades. El resto de la humanidad sería una clase de servidumbre educada, científica, con una vida razonablemente cómoda. Pero al mismo tiempo, controlada y limitada en sus posibilidades.
Con lucidez, el Walter Benjamin que recordamos prevé el horror que se avecina con la llegada del 2
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Fred Spier, “El lugar del hombre en el cosmos”, Crítica, 2011
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Mi recuerdo de Claudia Pedro Flores
en una etapa muy avanzada. Los últimos cuatro años habían sido un largo sufrimiento para ella y había estado tres veces a las puertas de la muerte. Cuando nos vimos en el aeropuerto sentí su presencia iluminada, tal vez debida a la sabiduría adquirida en su larga lucha por la vida. Me admiró su optimismo y disposición al gozo de cada día. Cuando aceptas que la enfermedad que padeces no tiene remedio y te ha probado su poder letal sabes que debes estar dispuesto a terminar en cualquier día. Esa certeza puede hacerte vivir con una alegría y una intensidad inusitadas.
Cuando tenga la suerte de encontrarme a la muerte yo le voy a ofrecer todo el tiempo vivido y este vaso henchido por un distante instante, un instante de olvido.
Rockdrigo González.
28 de noviembre de 2015 Hoy es el cumpleaños de Claudia. Yo esperaba este día con mucha ilusión para hacer un festejo magnífico, que le dijera cuánto la quería y lo importante que era en mi vida, además del agradecimiento que sólo un hombre puede expresar a la mujer que lo ha hecho sentir pleno y feliz. El pasado 7 de febrero de ese año me reencontré con Claudia. Apenas cinco días antes habíamos tenido una conversación telefónica después de una larga incomunicación. Entre otras cosas que nos platicamos apresuradamente para tratar de actualizarnos por los cuatro años y medio de no vernos me dijo que había quedado huérfana de padre y que padecía un cáncer
Hoy, día de su cumpleaños, en el que trato de ordenar respetuosamente las huellas de su recuerdo, encuentro un correo que me envió sobre Steve Jobs, una biografía y algunas frases destacadas del visionario que transformó nuestra experiencia cotidiana con la tecnología. Una idea expresada por el hombre que se sabía finito por experiencia propia me
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Cada nueva limitación que le imponía el embate de la enfermedad era aceptada y sin protestar readaptaba su estilo de vida para continuar con alegría. Con generosidad me compartió sus aprendizajes, y mi admiración y mi amor por ella crecieron cada día más. Satisfaciendo en lo posible su gusto por los conciertos, los viajes, la música, el teatro y el cine, vivimos intensamente unos meses de disfrute de uno al otro y creo que experimentamos una felicidad plena. Al igual que Fermina y Florentino, los personajes de El Amor en los tiempos del cólera, habíamos llegado directamente a la esencia del amor sin pasar por el calvario de la vida conyugal, evitando las trampas que nos tiende la pasión y las burlas de las ilusiones y los desengaños, viviendo un amor tanto más denso cuanto más cercano a la muerte.
sorprendió y hasta creí que la había expresado Claudia por lo fiel a su sentir:
ocasiones tan destacadas en las que he tenido la fortuna de experimentar una especie de epifanía mi deseo inmediato es detener el tiempo, quedarme allí por siempre, guardar todos los detalles, inmovilizar todo, perpetuar los sonidos, los aromas, las sensaciones, quedarme allí eternamente. Sin embargo el tiempo no tiene piedad de nada, fluye sin considerar a nadie, derriba edificios, destruye hasta la cara más hermosa, como dicen The Rolling Stones. La primera pieza de Enhco era Watching you sleep. La expresión de éxtasis del joven músico iba acorde con mis sentimientos de ese instante de domingo: el placer de la contemplación de la persona amada, el enigma del sueño, de los pensamientos, las ideas ignotas, el deseo de estar dentro de ella, de su mente, fundirte en su ser.
“Recordar que pronto voy a morir es el instrumento más importante que he encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones en la vida. Porque casi todo -todas las esperanzas en el mundo, todo el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso- todo eso desaparece de cara a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante”. Por esos días de febrero me enteré que Oliver Sacks, el famoso profesor de neurología de The New York University School of Medicine y autor de muchos libros, entre ellos “Awakenings” y “The Man Who Mistook His Wife for a Hat”, había escrito en The New York Times un artículo donde anunciaba que se había enterado que sufría un cáncer en etapa terminal. Cuando lo leí me impresionó tanto su entereza y determinación por vivir con plenitud el tiempo que le quedaba, que quise compartirlo con Claudia. Pero pronto descubrí que ella llevaba su propio proceso de una manera tan admirable que no tuve el valor de causarle ninguna aflicción hablando de la muerte de nadie.
30 de agosto de 2015 Me entero de la muerte de Oliver Sacks. Ya me temía ese acontecimiento; de tanto en tanto desde que leí el artículo en el que anunciaba su enfermedad terminal buscaba en internet noticias sobre el profesor para saber su estado de salud.
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14 de junio de 2015
Estoy viendo de nuevo el programa de Thomas Enhnco en Youtube. Me sorprende la precisión cronográfica de la ficha del vídeo: transmitido por primera vez el 13 de junio, un día antes de que lo estuviéramos escuchando en esa habitación que ahora está presente con toda su fuerza, aunque en ese instante la percibía suave y fresca.
El bienestar parece tan efímero; cada momento que compartimos lo tengo atesorado en la memoria y trato de crear un continuo de manera que vuelva a vivir la felicidad de su compañía. Un día la observaba viendo como terminaba de preparar su maleta para viajar. Yo disfrutaba viendo su actividad y su particular manera de acomodar cada prenda y objeto. La ternura se alimenta de pequeños detalles: un gesto, un suspiro, una mirada furtiva, escuchar la respiración de quien amas más que a nadie. En la televisión pasaba un programa musical dedicado a Thomas Enhco, para mí desconocido hasta ese día. Las notas del piano llenaban suavemente la habitación, casi podría decir que era una descripción de la felicidad, la del pianista y la mía. En esas
Veo y escucho competo el programa del documental Acoustic. Cada pasaje del programa me recuerda ese
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A pesar de que el tiempo ha transcurrido invencible aún permanece un recuerdo, aunque sea en forma de nostalgia. Claudia está presente en cada nota, en cada pensamiento, cada vez que tomo conciencia de mí, cuando evoco las ideas de amistad, de amor, de vida, de felicidad, de muerte.
momento mágico detenido en el tiempo perfecto. Llega el final del programa y de la última pieza; me sorprende el título, Letting you go.
hablándome de ella, en este momento, está aquí, sentada con nosotros”. Claudia me sonríe con esa expresión dulcísima de cierva enamorada que tanto me fascinaba.
4 de noviembre de 2015 5 de julio de 2015
Ahora estoy con mi amigo Alexandro, sentados en la barra de un restaurante de la colonia Condesa. Mi plática, monólogo, es una crónica desordenada de momentos, vivencias, sentimientos, una catarsis. El mezcal favorece ese estado alucinado y espiritual. Hablo de la idea de cómo conservo cápsulas de recuerdos con toda la circunstancia detallada de cuando los viví, cómo Claudia está intocada en cada uno de esos cofres del tiempo y cómo me parece absurda la muerte, que puede interrumpir una existencia sin piedad y dejarte de tajo sin la persona con la cual creías haber encontrado un sentido a la vida. En ese momento Alex me recuerda el capítulo del evangelio de Mateo 18:20, “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. “Pedro”, — me dijo— “el significado de ese versículo es que cuando dos o más personas se reúnen para recordar a otra, ausente, esa persona estará allí en medio de ellos, sin duda. Claudia está aquí, al brindar a su recuerdo con este mezcal, cuando estás
Por la escotilla del Star Princess, habiendo zarpado de Whittier, Alaska, percibo un cielo dilatadamente vespertino, a pesar de la hora tan avanzada. Sólo se escucha el rumor del buque avanzando por las aguas heladas. Claudia me pregunta: “¿Me vas a extrañar?” Toda la entereza que había mostrado hasta ese momento se derrumba. La abrazo con ternura y le digo cuánto la quiero y el miedo que siento; es imposible detener las lágrimas por la magia de ese instante, el asombro ante esa naturaleza bucólica apenas comparable al abismo formidable de la muerte. Los días siguientes fueron una mezcla extraña de gozo y sufrimiento por el éxtasis que brinda el amor y la certeza inexorable del fin próximo.
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Ese día inició la caída acelerada que culminó el 20 de agosto.
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La vitrina Los locos de mi pueblo
Salí
para ver "Let there be Rock" de AC/DC. Anteriormente, conforme se subían los escalones, se comenzaba a apreciar el cielo abierto de la ciudad, que por algún motivo en mis recuerdos siempre es azul salpicado por algunas nubes, pero ahora, lo que se alcanza a asomar al ir ascendiendo, es un conjunto de techos de tela plástica azul marino (o lonas como les llamamos genéricamente), que están destinadas a guarecer de la intemperie a muchos de los puestos que ahora se aglutinan en torno a la salida. Cada puesto es un comercio informal de los giros más diversos: periódicos, jugos, licuados, CD de todo género musical, tamales, atole, sándwiches, tortas y hasta paraguas o guantes dependiendo de las inclemencias del tiempo que en ese momento dicte el clima. La mezcla de olores, humores y aromas que allí se dan lugar, sería un reto complicado aún para el personaje de Patrick Süskind en "El Perfume", pues allí se mezclan desde la delicadeza de una Chanel que se ungió alguna pasajera elegante que desea eliminar cualquier rastro de transporte público de su persona, junto con el fétido olor del lodo que acumula basura e inmundicia de varios días, luchando contra la esencia de los tamales que escapa de la vaporera cada que se extrae una de estas deliciosas viandas para ser obsequiada a algún gourmet callejero con mucha prisa, poco dinero y un buen apetito. Podríamos decir que sale uno a la superficie en medio de un ambiente que nubla los sentidos, que tiene mucho de mercado persa o de tianguis azteca y cualquier buen chamán lo consideraría propicio para las ensoñaciones y viajes siderales, todo sin ayuda de hongo, peyote o alguna otra yerba que ayude a producir estos trances, para entrar en un estado de locura pasajera.
con rapidez del vagón del metro, para
apresurarme a llegar al trabajo pero mayormente para no recibir un empellón o una injuria de algún otro histérico pasajero que no quiera permanecer un minuto más dentro de esta dichosa lata de sardinas ambulante (pirañas diría yo). Antes me unía al río de gente caminando con gran velocidad y me generaba un orgullo inútil al ser de los que caminaban más de prisa, eludiendo gente o adelantándome a algunos más lentos y parsimoniosos, emitiendo un gruñido de desaprobación, como intentando decir "quítate, estorbo" o "muévete, pinche viejito". Ya no me dan las rodillas ni la rabia para hacer eso, además que me he percatado que la prisa siempre te hace perderte de los habituales y citadinos espectáculos que acontecen en las calles, sitios populares y populosos. Salgo con la agilidad que aún conservo, me pongo a buen recaudo de los más apresurados y camino con la parsimonia que antes criticaba y que ahora me obsequia con la mínima pero muy apreciada alegría que me da ser apreciado por lo que puedo aportar a una conversación, no sólo por mi puntualidad al llegar a una cita. Hay muchas salidas en la estación del metro Chapultepec, pero de entre todo ese laberinto, yo ya tengo identificada una que está junto a una tienda de ropa llamada "América", que cuando menos tiene de existir los mismos 32 años que he completado de vivir en la ciudad de México. Esta salida conduce a donde están los paraderos de camiones que alguna vez utilicé para ir a Ciudad Satélite para intentar ver "The Wall" de Pink Floyd o cuando fui al antiguo cine Condesa
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Paco Olvera
más gordo, canoso, calvo o demacrado que como lo recuerdo en el pueblo. Tal vez es una especie de inmortal, que el tiempo no puede tocar. Lo estuve observando más de cinco minutos para cerciorarme que no estaba alucinando. Tal vez algún otro observador que vio la escena pensó que el loco era yo. Uno de los choferes de las colectivas o de los administradores de la base se sienta a su lado y lo llama ¿qué pasó Pepe? Se rompe mi embeleso. Si es otro individuo con cara de loco y desaliñado, resulta que también se llama Pepe, igual que uno de los famosos locos de mis tiempos. El recuerdo que de él tenía almacenado, era cuando lo ponían de repartidor de periódicos: los muy abusivos le jugaban los ejemplares del flamante “Sol de Tulancingo” a los volados (cara o cruz). No sé si sólo le daban algunos ejemplares para que se entretuviera, a sabiendas que sería cruelmente despojado, o alguna alma caritativa se encargaba de “completarle” la cuenta. Pelo rizado, medio güero, bigote y barba rala, nada poblada, que integra la clásica imagen del vello facial del “naco” (el dicho dice que no te fíes de indio barbón o de gachupín lampiño). Generalmente usaba ropa muy suelta, claramente más grande en talla, era particularmente notorio en los pantalones y en los zapatos, aunque los suéteres cumplían también con estas condiciones; de alguna forma tenía una imagen cantinflesca, pero con una naturalidad avasalladora resultado de la ruda realidad que Pepe vivía.
Pepe el loco Esa mañana subí lentamente por los escalones, saliendo del inframundo del transporte masivo a la cargada atmosfera cotidiana de la estación. Titulares de noticias sensacionalistas enmarcan fotos de modelos extrajeras que posan mostrando el trasero o las tetas. Camino sorteando a personas que vienen en sentido contrario, o bien que avanzando en la misma dirección se detienen a comprar la diversa mercancía descrita. Todo es diferente como cada vez, pero nada parece estar fuera de lo usual. Cuando voy saliendo de la parte más abigarrada de gente y puestos, el sol ilumina la escena con mayor intensidad. Esta disminución en la densidad de objetos que bloquean la luz, tal y como lo hace el dosel de la frondosa copa de los árboles en la selva tropical, se debe a que en la banqueta hay unas bancas de concreto forradas de cantera que impiden colocar puestos. Siempre se ven sucias pero apropiadas para tomar un respiro. Al lado de una de ellas se ve un altar de piedra donde está una imagen de la Virgen de Guadalupe, protectora de los colectiveros que tienen su base de partida en estos corredores. Es justo en una de estas bancas donde está sentado él. Me quedé mirando con una atención poco cortés su desaliñada figura, que en el caso de alguien más hubiera provocado un reclamo, como los clásicos “que me ves, wey”, o “¿soy o me parezco”. Me cuesta trabajo creerlo, pero está confirmado: se trata de Pepe “El Loco”, insigne personaje del panteón de personajes clásicos en el Tulancingo de mi juventud. Calculo que no lo veía desde mis tiempos de preparatoriano, lo cual podría resultar en 1 o 2 años adicionales a esos 32 años que llevo de vivir en la “Ciudad de los Palacios”.
El Plateado Este improbable encuentro me hizo emprender la labor de iniciar un recuento de los locos famosos en mis tiempos juveniles. Quien acude a mis recuerdos de inmediato es “El Plateado”. Guardaba una imagen tragicómica de vaquero: un sombrero negro con el ala “arriscada”, pantalones de mezclilla obscura, camisa “pachuqueña” (conocida como de charro) o en ocasiones de cuadritos de “mantel”, pero el remate de “lujo” lo conformaban unas botas de tacón texano que estaban chuecas a fuerza de pisarlas mal. Siempre andaba más polveado que un “polvorón”, que era más notable por el hecho de que su vestimenta era RLV 15
Es un encuentro extraño. No puedo resistir llamarle en voz alta ¡Pepe! Voltea hacia mí. Me sonríe y saluda agitando la mano, pero de inmediato se distrae con otros ruidos que escucha en la calle. Continúa sonriendo en forma pertinaz y estúpida. ¿Cómo pudo llegar hasta aquí? La distancia es enorme, más en tiempo que en geografía, y por supuesto increíblemente sorprendente la coincidencia. No se ve
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obscura. Caminaba con parsimonia, y en muchas ocasiones usaba espuelas, lo cual nos parecía gracioso, pues al avanzar en forma pesada, a cada paso se escuchaba el chasquido metálico, que nos recordaba la onomatopeya que utilizaba Chespirito en sus sketches cómicos: “chiquilín, chiquilín”. El cuadro lo completaba el contoneo que generaban sus “patas chuecas” resultado de los tacones mal pisados. La teatralidad era completada cuando se quitaba el sombrero y saludaba con voz muy modulada “buenaaas”. No tengo idea de donde obtendría su vestimenta, pero lo que sí sé es que mi papá le regaló algunos pares de botas, algunas de marca “7 leguas”. Fuera de su desaliñada imagen, en principio no parecía que algo estuviera mal, pero cuando comenzaba a hablar, comenzaba a decir cosas curiosas, como que había venido a vender “no sé cuántas” vacas, que él había peleado con Pancho Villa en la revolución, o que andaba persiguiendo a unos abigeos. Una ocasión lo vimos montando en un caballo azabache con patas blancas, lo cual nos sorprendió, pues por saber que no andaba bien de “la azotea”, equivocadamente nos llevaba a suponer que no tendría habilidad alguna. Montaba bien, con mucha naturalidad, llevando la rienda con varios dobleces en una mano, y el brazo libre balanceándose, con un aire de autoconfianza, de alguna forma recordando al “Piporro”, cuando cantaba: “Agustín bajaba, bajaba a caballo”. Aún sorprendidos por la efectividad en su monta, nos estábamos riendo de él, y fue cuando mi papá nos contó el origen de su situación. Este era un muchacho “normal”, ranchero, chambeador, en las labores del campo. En una ocasión, mientras llevaba el ganado, su caballo se desbocó, lo tiró, pero no fue la caída en sí misma la que hizo el mayor daño, sino que por una trágica situación, uno de sus pies no se liberó del estribo, y el caballo desbocado lo arrastró varios metros. Desde entonces había quedado atarantado. Supongo que por eso mi papá le regalaba las botas, o tan sólo para tener el placer de ver a este vaquero ataviado como “Dios manda”. Recuerdo que muchos años después, durante las visitas que hacía a casa cuando luego de terminar la Universidad comencé a trabajar, en la comida mi papá nos contó que al
parecer habían matado a “El Plateado” en un pleito de cantina. Al parecer, entre los aditamentos que había ido agregando a su ajuar de ranchero, se había conseguido una funda con cartuchera (vacía), y luego al parecer a alguien le pareció que nada pasaría si le daba un revolver viejo ya inutilizado. No se supieron los detalles con claridad o veracidad, pero al parecer, algunos bebedores que allí degustaban de un trago, se hicieron de palabras, y lo único que alcanzaron a apreciar, fue la cacha del revolver que sobresalía de la funda que colgaba en la cintura de “El Plateado”. “Primero matas, después viriguas”. Parece que esta conseja revolucionaria fue aplicada inmisericordemente sobre este pintoresco personaje, que cuando menos, como cruel consuelo, murió como un “charro de verdad”.
Para que no miren a mi novia
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Margarito era un gordito chaparrito que se la pasaba vagabundeando en los terrenos de la prepa. Más hacia el estilo de Pepe, su vocabulario era muy reducido, debía haber tenido de unos 15 a 18 años, pero hablaba con el vocabulario de un niño de 6 o 7, pero con una voz gruesa ya de un adolecente plenamente desarrollado. “¡Ya me dijo el maestro, que no me molesten!”, se escuchaba cuando algún cábula le pegaba una cola de papel, o le daban un balonazo en plena cara luego de haberlo puesto de portero. El director de la prepa le daba chance de deambular por allí, y trataba de protegerlo, pero era como si tuviera 100 hermanos mayores nomás pensando que pendejada lo pondrían a hacer para divertirse cruelmente con reacciones y ocurrencias. Le daban cigarros, lo ponían a fumar, se ahogaba entre bocanadas de humo, pero seguía fumando. Me consta que más de una ocasión vi que Margarito era quién pedía cigarros; le gustaba la mala vida como decía mi papá. Algunas de las jugarretas eran mucho más refinadas, como fingir que jugaban una muy cerrada partida de póker, lo dejaban ganar, se emocionaba, fumaba, y luego, como ya se imaginaron, “perdía todo”, y mientras lloraba, el resto de los participantes en la charada lo consolaban. Por supuesto, en más de
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una ocasión, le invitaron cervezas o algún otro trago y lo emborracharon. Consciente de que esta es una historia mayormente de abuso o de “bullyng” (como a imitación de los gringos, se le llama hoy en día), dejé al final un recuerdo especialmente divertido en el que participó Margarito (quien por cierto no sé si así se llamaba o a alguien le pareció que sonaba gracioso y así lo bautizó).
superficie terrosa de la Prepa. Muchos alumnos comenzaron a salir de sus salones, sin importar que hubiese algún profe dando clases, y se comenzó a formar una pequeña multitud que se arremolinaba en torno a los cómicos ejecutantes. César le cedió la peluca a Luis y otro chavo con unos lentes obscuros que reflejaban como espejos multicolores, formaban el improvisado conjunto. Otros entraban y salían de la agrupación musical, tomando el güiro, o aplaudiendo. El barullo comenzó a crecer, fue entonces cuando a gritos César presentó a la agrupación. “¡Con ustedes Violeto!, ¡Florindo!”. Todo mundo coreaba y celebraba los ocurrentes nombres, pero de repente, la multitud enloqueció cuando César gritó: “¡Y nuestra estrella exclusiva!, ¡El rey del baile, Margaaaariiiitooooo!”. La raza gritó como su hubiese presentado a una estrella de rock, y Margarito entró bailando al frente del conjunto, entre aplausos y risas. El grupo comenzó a tocar y cantar “El novio celoso”, de Rigo Tovar (creo que en realidad la tocaron como 10 veces seguidas, al igual que “El Sirenito”). “Para que no miren a mi novia, para dónde la voy a llevar, dónde será no lo sé”, Margarito daba pasitos cortitos, con la suficiencia de un crack de la danza, mientras las chicas más guapas de la escuela (al menos del turno matutino), hacían fila para bailar con él. A pesar que el público lanzaba silbidos y aullidos destinados a las guapas muchachas que se contoneaban, ¡era Margarito el que “se tiraba al castigo”!, bailando con desdén y dándose unas vueltecitas muy chistosas. Fue una fiesta ese día. Prácticamente se mataron clases y por su puesto levantaron sendos reportes a los miembros del “CostaPrepa”, que ese día tuvo su debut y despedida, pero enmarcando el gran evento en que, por un día, Margarito fue el rey de la cumbia. Salí de la prepa, vine a México, nunca más supe de él, y no lo había recordado hasta este furtivo encuentro con Pepe.
Yo, a herencia de mi hermano Nacho, quedé en el grupo 2; en el grupo 1 reunían a los estudiantes que venían de las escuelas “fresas” y en el 2, por tradición, los más desmadrosos. Sucesores del grupo de Nacho y antecesores del mío, había un “grupo 2” comandado por César, por cierto, apodado “El Loco”. Él era un cuate que era al que se le ocurría organizar las loqueras colectivas de los miembros de su grupo. En esta ocasión que comenzaré a relatar, César llegó con un güiro, una peluca con rizos negros y una camisa floreada que le quedaba visiblemente grande, cosa que compensaba haciéndole un nudo para ajustarla a su cintura. Sin mediar una situación especial o algún día festivo, ayudado por Luis, un güero grandote que era de los buenazos en el futbol americano, sacaron del salón el escritorio destinado al profesor, lo colocaron en una pequeña explanada que se formaba entre la encrucijada de los dos edificios de salones. En él colocaron un pequeño organito eléctrico, detrás de una especie de copete que tenía el mueble, formado por una estructura metálica que bien podría ser una vitrina como en la que se exhibían los flanes y gelatinas en las tienditas. Aunque el volumen del organito era muy bajo, comenzaron a escucharse algunos acordes, y el sonido rasposo del güiro. A gritos, César comenzó a presentar al conjunto “CostaPrepa” (en clara alusión al sonido “Costa-Mar”, famoso en las fiestas de pueblito). Comenzaron a tocar, aunque incompletas algunas canciones tropicales, la mayor parte del repertorio de Rigo Tovar. Yo estaba presenciando toda la acción afuera de mi salón, de hecho sentado en un escaloncito que formaba el quicio de los cimientos del edificio de baños, que como el resto de las edificaciones de la escuela, parecía que no estaban bien encajados en la
La “Kalimana”
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Cuando éramos niños, había varias historias con las que nos infundían temor, para reforzar las indicaciones de los adultos para que hiciéramos o dejásemos de hacer ciertas cosas. “No te comas la
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masa cruda del pastel o te va a doler la panza”, entre otras. Una que recuerdo especialmente, era “no te salgas solo a la calla o te van a robar las húngaras”. Lo que lo hace más fácil de recordar, es el hecho de que resulta ser un consejo que se ha vuelto anacrónico y carente de sentido en cualquier lugar y época que no sea mi pueblo en la época de la niñez. Supongo que producto de las migraciones europeas a América, incluyeron grupos de gitanos, que siendo grupos nómadas, no tenían una nacionalidad específica, y ciertamente habría algunos de ellos que hablaran húngaro o bien que declararan provenir de Hungría. Supongo que no habría en el pueblo quien pudiese determinar si hablaban “gitano”, “húngaro”, “letón” o cualquier idioma de la Europa oriental, además que, cuando menos como nación, Hungría tenía relativamente poco de ser una nación independiente, resultado del desmembramiento del imperio AustroHúngaro al finalizar la Primera Guerra Mundial. El caso es que las húngaras se habían convertido en una leyenda en el pueblo. De no haber visto a las húngaras con mis propios ojos, las hubiera colocado en la misma categoría de mentiras piadosas paternales de otros roba-chicos, como “El Coco”, “La Llorona” o “El Ropavejero” (herencia de la canción “Ahí viene el Tlacuache”, de “Cri-Cri”). Iba yo caminando con Nacho cuando vimos a unas señoras de piel muy blanca, vestidas con faldas muy amplias de colores muy llamativos, aunque en gamas diferentes de las telas satinadas que utilizaban las otomíes de tez morena que ya conocíamos por venir a ofrecer sus mercancías a los jueves de tianguis. Llevaban pañuelos en la cabeza, muchos collares y pulseras que se agitaban mientras caminaban. Intentaban establecer conversación con la gente, que literalmente “les sacaba la vuelta”. El ver materializada la advertencia de las “húngaras que se llevan a los niños”, hizo que se me encogiera el corazón. Nos cambiamos de acera, aunque para ser justos, no llamamos la atención de las estrafalarias señoras, quienes trataban de tomar de los transeúntes y les hacían invitaciones a leer su fortuna en la palma de la mano. Ciertamente se escuchaba un acento curioso en su forma de hablar, pero a nosotros más que extranjero, nos parecía que
hablaban como el gato “Jinx”, eterno perseguidor de “Pixie” y “Dixie” (un doblaje que colocaba a este felino con un acento “andalú” imitado por un mexicano). Al paso de los años, me acostumbré a que su peregrinar llevaba a este grupo de nómadas a visitar Tulancingo un par de veces al año. Si bien nunca perdí el temor, o la sana precaución ante su presencia, comencé a verlas con cierta familiaridad. Incluso alguna vez, junto con algunos compañeros de la primaria, nos acercamos a los terrenos del ferrocarril (así denominados por estar cerca de la antigua estación de trenes), y vimos a prudente distancia las carpas y tiendas que conformaban el campamento donde se quedaban (que por cierto, mi mamá y mi abuelita siempre se referían a “las”, no a “los” húngaros).
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Los rumores decían que había desertado de entre las filas de las húngaras, otros simplemente se referían a ella como una loca, y algunos otros decían que era una bruja, pero ciertamente “La Kalimana”, era todo un personaje que recorría las calles del pueblo. Su vestimenta de alguna forma se parecía a la de las húngaras, pues siempre utilizaba un trapo que le cubría la cabeza, pero más que ser una pañoleta, era un trapo que imitaba un turbante, que justamente daba origen a su apodo, como el femenino de Kalimán, el “hombre increíble” de las historietas mexicanas (que por su sabiduría podía asociarse con un sabio de oriente, pero por su musculatura a un luchador). Su falda no era tan amplia y tampoco utilizaba colguijes en el cuello o muñecas, pero también era una nómada, hablaba cosas en balbuceos ininteligibles (no tengo idea si eran parte de algún idioma) y por lo tanto no parecía tan descabellado que alguna vez hubiese sido parte de ese grupo. Lo más característico de su atavío es que todas las prendas que utilizaba eran de color rojo, si bien era notorio que los diferentes componentes de su vestimenta tenían tonos y tipos de tela diferentes (desde franela hasta cosas tejidas), todas eran de color rojo. Siempre andaba cargando un gran tambache de cosas al hombro, y utilizaba un cayado para caminar, pues rengueaba y se balanceaba mucho. Era claro que no se aseaba mucho, por el color de su pie y por el hedor
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que despedía (aunque no se podría afirmar con precisión si provenía de ella o de su carga). Ocupaba casi toda la banqueta cuando pasaba cargando sus cosas al hombro, y siempre estaba gritando groserías a la gente con la que se cruzaba, pero habrá que ser justos al aclarar que muchas podían atribuirse como respuesta a los gritos que a su vez le eran lanzados en la calle. Pude atestiguar más de una vez, que tan sólo como un cruel deporte, los chamacos le gritaban “¡Kalimana, Kalimana!”, a lo cual esta mujer respondía con una barahúnda de insultos. La cosa no paraba allí, pues en varias ocasiones, atestigüé un ritual más cruel, que consistía en “torear” a “La Kalimana”.
recibir un golpe, ser prendido por la rabiosa “Kalimana”, o la idea del regaño que recibiría de parte de mi mamá y mi abuelita por andar de mirón, de metiche o de “mula” (como se referían a quien era malicioso o travieso) si acaso era sorprendido en esas circunstancias. No sé si me salvó mi propia velocidad o el hecho de que alguno de esto rufianes la hizo tropezar. No me produjo ningún placer verla caer mientras gritaba más insultos y algunos lloriqueos, pero ciertamente me produjo alivio escapar de esa embarazosa situación. Su condición la hacía víctima de toda la malicia o la bondad de los habitantes del pueblo. Por ejemplo, mi mamá decía que el patronato del asilo (casa de asistencia) de ancianos, la había invitado a vivir allí, cosa que rechazó. También era frecuente que algunos le ofrecieran comida, pero algunos otros le regalaban “refino” y se le veía “borrachita” con cierta frecuencia. Los inviernos suelen ser crueles, por lo que en varios diciembres, recibió como obsequio un cobertor de la fábrica “San Luis”, por supuesto, color rojo. Cuando yo ya asistía a la universidad, mi mamá me contó que un grupo de maleantes había violado a “La Kalimana”; siempre hay cosas que nos hacen recordar lo vil que puede ser el género humano. Años después, tuve oportunidad de verla por la calle, cansada, su piel mucho más arrugada, aún vestida toda de rojo; ya no gritaba, sólo mascullaba algunas frases ininteligibles, apenas audibles o entendibles para ella. En una de las ocasiones, que cada vez son más frecuentes, en que mi mamá me da el “parte” de aquellos conocidos que han enfermado o pasado a vivir al “valle de las calacas”, la “Kalimana” era la que encabezaba la lista. Me contó que los comerciantes y el Club de Leones habían cooperado para darle cristiana sepultura. Cuando menos, el último de sus actos públicos fue parte de un acto de misericordia y humanidad, por parte de sus conciudadanos.
Yo había escuchado este cruel ritual entre los compañeros de la escuela, pero aunque al igual que la visita (lejana) al campamento de las húngaras, fui invitado a “torear” a esta pobre señora. Nunca acepté, pero alguna ocasión que mi mamá me envío a dejar “un mandado” a la casa de mi tía Guille, pude ver cómo un grupo de chamacos la azuzaba al tiempo que le gritaban por su famoso apodo. Ella los embestía gritando improperios y blandiendo su bastón. Si bien se balanceaba con cierta torpeza, sus movimientos eran rápidos y en varias ocasiones estuvo a punto de tomar por el brazo o por “las greñas” a algunos de los revoltosos. Estas maniobras conseguían alejarla de sus pertenencias, situación que permitía que algunos otros muchachos de esta manada de pequeños chacales las patearan tan sólo por hacerla rabiar. No pude evitar recordar la primera vez que con gran impresión, vi una escena sorprendentemente similar en “Los Olvidados” de Buñuel. Con el tiempo concluí que ese enorme bulto que llevaba a cuestas, era su campamento, pues alguna vez la vi sacar un anafre y colocar carbón para cocinar en plena calle, ante la mirada estupefacta, burlona y hasta morbosa de varios transeúntes. Estaba absorto mirando las maniobras de tauromaquia humana, cuando repentinamente, salió corriendo hacia donde yo estaba parado, y era claro que para ella todos los que estábamos allí éramos hostiles; por unos instantes me quede inerte, pero después un disparo de adrenalina me hizo salir volando. No sé si me daba más temor
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Aunque hubo algunos otros locos famosos o mejor dicho, declarados como “El cabecita loca”, ya no ampliaré la lista, y concluiré con una meditación ya antes hecha, pero que nunca está de sobra: tal vez la
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locura es un estado de gracia, en el que se es lo que realmente se quiere ser, no lo que la sociedad nos
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exige para ser aceptados en su seno.
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Haciéndole al cuento Invasión Felipe Kadik
Aparecieron de repente. Los vi deambular en las calles sin que nadie reparara en su presencia. Sus caballos de pronto transitaban en las avenidas entre nuestros automóviles. Llegamos a usar vocablos en su lengua, sin notarlo, de manera cada vez más frecuentemente pero fue hasta un día en que, preocupado por una sospecha que rondaba tiempo atrás en mi cabeza, subí a la azotea del edificio en el que vivo y una vez allí miré boquiabierto hacia todos los puntos de la ciudad: Sus tiendas de campaña se confundían con nuestras construcciones ocupando prácticamente cualquier espacio entre ellas y sus pendones ondeaban por doquier indicando que habían llegado para
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quedarse…
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Esperanza Felipe Kadick
Todas las noches el equipo de demolición del magnate inmobiliario xenófobo derribaba las humildes construcciones entre sus grandes edificios preparando el terreno para nuevos rascacielos, tan grandes como su ego…
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… Y todas las mañanas siguientes de manera indefectibe al salir el sol aparecía siempre en un lugar diferente y de manera por demás extraña, la casita de Doña Esperanza, la inmigrante ilegal.
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El futuro no nos pertenece
Alex Hernández
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pasaba los días con una sensación de tedio y de humillación. Fue así como se hizo amiga del Museo de Arte Antiguo, y a esa labor dedicaba extensas jornadas: organización de eventos, cocteles de recolección de fondos, charlas literarias...
La marquesa llegó a las cinco, puntual y ansiosa. El título de marquesa de Saxen-Miranda le llegó por matrimonio. La belleza de Beatriz Citrón le abrió las puertas a reuniones en las que jóvenes de familias acomodadas ponderaban las posibilidades de un noviazgo. Allí conoció a Rodrigo, con quien tuvo una historia canónica de amor a primera vista. Rodrigo fue su primer novio.
Allí conoció a Fernando Benfarás, una de esas raras personas que salvarían exitosamente el abismo entre las dos culturas, según las define Charles Percy Snow: la de las ciencias y la de las humanidades. Su sólida formación de físico e ingeniero le había permitido consolidar varios negocios de alta tecnología que le permitían disfrutar una posición financiera cómoda. Tan así, que se permitía ser parte del grupo de amigos “diamante” del museo, círculo en el que también estaba la marquesa.
Rodrigo de Miranda todavía no heredaba el título cuando conoció a Beatriz. Se casaron un tanto impulsivamente, sin grandes preocupaciones de la familia de él por el linaje de Beatriz, pues Rodrigo tenía varios hermanos mayores. Una serie de tragedias familiares lo pusieron en el primer lugar de la línea sucesoria. Al cabo de los años heredó el título de marqués de Saxen-Miranda. Tuvieron dos hijas y luego, el ansiado varón, quien quedaba como el heredero natural del título y sus beneficios. Si hemos de decir la verdad, los tres fueron atendidos más por la servidumbre y por maestros privados, que por la misma marquesa.
Esa curiosidad panóptica, su bonhomía, y las atenciones que le empezó a prodigar pronto capturaron la atención de Beatriz. Era admirable el contraste con la indiferencia que le dedicaba Don Rodrigo. De la lectura de poemas y el por las salas del museo encuentros salvajes en un departamento que Fernando museo.
Con el paso de los años, hablemos de entre dos y tres décadas, el marqués comenzó a interesarse por compañías más jóvenes. Por su parte, las dos hijas se casaron con buenos partidos de buenas familias. Entiéndase por buenos partidos y buenas familias lo que las convenciones nobiliarias suponen. Rodriguito, en cambio, era un tarambana, muy bueno para gastar dinero y casi para nada más que eso. Su mal comportamiento le había causado la suspensión de prebendas y ponía en duda su acceso al marquesado. En fin, que la marquesa
recorrido moroso pasaron a los discreto y lindo habilitó cerca del
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Mientras fue una cuestión del goce del instante, Beatriz y Fernando fueron dichosos y tuvieron su primavera dorada. Pero la marquesa se permitió el agobio, quizá debido a la lejana formación ultra católica que le procuraron las monjas del Divino Verbo.
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¿Qué hacemos, Fernando, que hacemos? No puedo estar sin ti, me falta el aire los días que no te veo.
de las derivaciones de lo que llamamos nuestras realidades. Me refiero a nuestras múltiples realidades, o múltiples posibilidades de nuestras realidades. Las intuyó un oscuro espía inglés en un jardín chino de caminos bifurcantes. Después las explicó Hawkins en términos matemáticos, lo que les dio un sustento teórico. Pero, ¿cómo poner en la práctica la posibilidad de movernos entre un presente y otro? ¿Cómo movernos libremente entre estas posibles realidades? Conocemos el método de Anastas Bránica, que permite entrar directamente en los libros y confundirse con su contenido. Sabemos también del método de Johnny Carter, que con su saxofón descubrió extraños resquicios en el tiempo. Pero ambos se llevaron el detalle de sus métodos a la tumba.
Fernando, soy una persona horrible. ¿Cómo puedo visitar a los niños enfermos de cáncer si al mismo tiempo corono la frente de Rodrigo con una cornamenta de ciervo? Las pequeñas crisis que desencadenaban los remordimientos de Beatriz tensaron la relación. Si la salida que proponía Fernando al dilema era la separación, corrían ríos de lágrimas, ríos de tinta, y en las reconciliaciones, ríos de ternuras. O bien, si la solución propuesta era vivir juntos, Beatriz se angustiaba. No, amado mío, le decía un poco melodramáticamente: el futuro no nos pertenece.
Mis años de trabajo en el CERN dieron como resultado una especie de escáner. Con este aparato es posible la lectura atómica de dos cuerpos –el tuyo y el mío, querida Beatrizacumulando la totalidad de la información que nos define. No sólo la estructura molecular a nivel de ADN que permite la reproducción de tus ojos de zafiro. El aparato capta la totalidad de los estados químicos y cuánticos que permiten el almacenamiento de recuerdos, sensaciones, creencias, percepciones. Pero también reproduce los ecosistemas que nos forma. Porque así como no somos un alma monolítica, tampoco somos un cuerpo aislado. Cada uno de nuestros cuerpos es una multitud de seres vivos. En fin, que mi escáner hace posible la reproducción de la identidad.
Fernando se devanaba los sesos y luego se los volvía a acomodar en busca de la salida del dilema. Al fin creyó encontrar la solución. Y citó a Beatriz Citrón, marquesa de Saxen-Miranda, en el salón privado de costumbre del café del museo. No faltes, Beatriz, no faltes, que tengo la solución. 2. Fernando llegó con una caja y una libreta de lomos negros. También instalado en el melodrama, Fernando le dijo a Beatriz: de aquí vas a salir con tu libertad. En la caja llevaba todas las evidencias del amorío: cartas, libros dedicados, bouquets de flores marchitas, postales, un relicario con un rizo. Con eso Fernando le ofrecía su renuncia definitiva a la relación, y las cadenas que esto suponía para Beatriz. La libreta, en cambio, esquematizaba años de trabajo de Fernando como investigador del CERN (Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire), del cual era ahora un contratista prominente. Fernando procedió a explicar el contenido. Querida Beatriz, habrás oído hablar
Dentro de ese mundo es posible reproducir de nuevo el escáner original. Y con este aparato,
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Una vez leídos los cuerpos, se introducen en las maquetas de un mundo informático. En ese punto, podemos vagar a voluntad en todos los mundos virtuales posibles, disponibles sólo para nuestro goce, pero por lo demás, que percibiremos como reales.
reproducir de nuevo el experimento, una y otra vez de manera sucesiva hasta llegar a una representación cuántica de nuestras identidades, en ese nivel en el que las subpartículas atómicas se confunden con entes de superstición. En ese punto, marquesa querida, nuestra voluntad común puede modificar la realidad sobre la que existimos. Podemos cambiar el sendero del tiempo sobre el que caminamos.
Es necesario que decidas, Beatriz. Toma en cuenta que tal vez éste futuro no nos pertenezca. Pero hay muchos futuros. 3. Desafortunadamente no conocemos cual fue el fin de esta historia. Pocas semanas después Beatriz Citrón, marquesa de Saxen-Miranda, se esfumó y no se supo más de ella. Durante la investigación policial que exigió su marido el marqués, salió a flote la relación que sostenía con Fernando. Con toda la discreción que ameritaba lo delicado del caso, buscaron a Fernando Benarás para interrogarlo.
Para el experimento es necesaria una pareja como tú y yo, en ese estado de gracia que es el enamoramiento, pues eso crea una voluntad actuante común, lo cual nos permitirá, si me permites la metáfora –dijo Fernando mientras miraba su reloj– actuar como una especie de tourbillón compensatorio. Tú y yo somos los candidatos ideales para este experimento.
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Pero tampoco lo encontraron.
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Splendor Solis Alex Hernández
el ingrediente necesario para convertir los metales comunes en oro. Sonreí con ironía. Alguna de esas bobadas esotéricas, pensé, antiguallas conceptuales previas al surgimiento de la ciencia verdadera.
–Ya voy para allá, calculo que llego en una hora. –Está bien, te preparo algo de cenar. Acá nos vemos.
El hombre adivinó mi pensamiento y dijo: el contenido de todos los volúmenes de esta librería no es otra cosa que una tentativa vana de entender el mundo. En ese sentido, cada libro es prescindible. Pero es igualmente cierto que cada libro, entre ellos el que tienes entre tus manos, contiene una metáfora, una forma única y necesaria para afinar la percepción de la naturaleza de las cosas. Entonces, el libro que tienes es indispensable.
Vivir relativamente cerca de la oficina me permite caminar de regreso a casa. Así hago un poco de ejercicio y puedo escuchar música con los audífonos. Pero sobre todo, dejo en el camino las pequeñas mezquindades del día y llego cansado del cuerpo pero refrescado en mis pensamientos. La desventaja es que con las lluvias del verano termino invariablemente empapado, como ocurrió esa tarde. Por suerte encontré abierta una librería de viejo, cuya existencia no había notado antes, en donde podría curiosear algunos minutos mientras pasaba el agua. Quise llamar a casa para avisar de mi demora, pero así como olvidé la sombrilla, también se me agotó la pila del celular. Siempre que entro en una librería me resulta imposible limitarme a ver. Ya había seleccionado un par de libros cuando descubrí uno de tapas de terciopelo rojo con filos dorados. El texto estaba escrito con cuidada caligrafía gótica y se acompañaba a cada tanto de enigmáticas imágenes en brillantes colores. Se me acercó el encargado de la librería, un hombre adusto pero amable, y me ofreció su ayuda. Quise saber cuál era el tema del libro y me explicó que era un tratado de alquimia con las instrucciones para encontrar la Piedra Filosofal,
Ante mi pasmo, ahora fue el hombre quien sonrió benévolamente. Me dejó maravillarme
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Pero no es suficiente con los libros. Para entender el mundo también se requiere la capacidad de percibir la naturaleza. ¿Tú sabes percibir la naturaleza? No me dejó contestar y se apresuró a abrir una puerta estrechísima que yo no había notado, y me invitó a pasar. Pudo más mi curiosidad que la sospecha de que algo raro estaba a punto de ocurrir. Después de recorrer un angosto pasillo apenas alumbrado, dimos de lleno con un jardín extensísimo, un amplio valle en el que se perdía la vista. Era posible ver flora y fauna de bosques y selvas, tundra y chaparrales. Las aves en parvada formaban sus caprichosos diseños en el aire. Extrañas máquinas se encontraban aquí y allá, y algunos hombres se encargaban de su operación. La mitad del cielo estaba llena de luz, y en la otra mitad las estrellas brillaban con nitidez.
por un largo tiempo y luego me tomó del brazo mientras me conducía por un camino de piedra, que en realidad eran los meandros de un laberinto trazado en el jardín. Me dijo: es frecuente que el efecto del estudio de lo que otros han pensado y la observación de la naturaleza siembren en nuestra mente no la claridad, sino la confusión. Nos movemos de un pensamiento a otro sin ton ni son, y solemos estar peor que al principio. Se detuvo un momento y agregó: tanto esfuerzo vano y esta caminata me abrieron el apetito. ¿Comemos algo?
mi acompañante me invitó a desnudarme para entrar en los baños. Agradezco todas las atenciones, le dije, pero ya va siendo excesiva la confianza, y menos me atrevo ante la mirada de gente que no conozco. Me explicó: no es momento de que te detengas. El destilado es necesario para cruzar por la nave mayor de la iglesia. ¿Cuál iglesia? A la que iremos una vez que estés en condiciones. A regañadientes, pues no estaba convencido, pero calculando que a esas alturas yo era una especie de cautivo del librero, entré al agua. Supongo que fue la mezcla de mi cansancio, el efecto de la digestión y la intensidad del calor, pero el caso es que caí en una somnolencia reparadora. Al cabo de un rato desperté del todo y noté que mis movimientos eran lentos pero al mismo tiempo, que esa lentitud me permitía apreciar con nitidez todos los detalles a mi rededor. Desde las formas de las telarañas en las esquinas del lugar, hasta la policromía de los mosaicos que decoraban el recinto.
La salida del laberinto nos dejó ante los fogones de una suntuosa cocina con paredes de azulejo. La verdadera alquimia está en este lugar, sentenció mi inopinado guía. Si tu cuerpo es la redoma, aquí están los ingredientes necesarios. No es el mercurio, sino este pollo en mole de chile guajillo. No son las mezclas de azufres, sino este huanzontle en salsa de jitomate. No es, pues, la morosa combinación de metales de tierras raras en retortas agotadas por el fuego, sino este pastelito de amaranto y este caldo de uvas del valle de San Emilión. Fue una cena pantagruélica. Me parece que esto provocará un efecto inverso al buscado, le dije: convertiremos la piedra filosofal en horribles desechos. No te confundas, me replicó. Todo proceso para hallar sustancias preciosas arroja subproductos tóxicos y abominables. Eso es natural y por eso se sufre tanto con cualquier cambio. El equivalente al oro que es de nuestro interés está en otra parte. Pero para que ello ocurra, necesitas estar limpio. Me condujo entonces a unos enormes tanques de aguas cristalinas. Hombres y mujeres desnudos se aseaban, mas era notable el silencio –apenas alguna gota de agua cayendo– y la disposición serena de quienes ahí estaban. No así la de aquellas personas que observaban desde la altura de unos balcones. Con un gesto
Sus palabras me parecieron ásperas, mas el hombre conservaba su sonrisa. Sin otra cosa que decir, el librero y el religioso me acompañaron hasta el nártex del templo. El librero tomó el viejo volumen en sus manos, lo
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Me vestí y después de otra breve caminata llegamos a la iglesia anunciada, donde nos encontramos con un hombre sencillo vestido con una túnica parda, que se acercó sonriendo. Me apresuré a explicarle que no estaba interesado en ninguna de las religiones, suponiendo que toda esta experiencia había sido una astuta estratagema para hacerme de su grey. Entonces me dijo con amabilidad: ¡qué sinsentido dices, hombre! Religión es religar, es volver a unir. ¿Qué no es eso lo que buscas, tú que vienes en trozos dispersos? Para ser de nuevo unidad, no es necesario el diezmo, ni los ritos, ni los accesorios. Se necesita cierta disposición. Veo que tú aun no estás listo.
sopesó y me dijo en tono serio. Puedes conservarlo, pero hay que merecerlo, no lo olvides. Y debes entregarlo. ¿Pero a quién? Ya lo sabrás.
–No me lo vas a creer. Y mientras abría las páginas del libro, un resplandor dorado iluminó la habitación.
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–¿Por qué te tardaste tanto? Ya me iba a dormir, te estuve llame y llame pero no respondías. ¿Qué pasó?
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La Sociedad de los poetas nonatos Project Management Alex Hernández
Que nos encantan las taxonomías nos gustan los muebles con muchos cajones los árboles con muchas ramas aunque siempre hay un cajón que no cierra o que oculta algo que queremos evitar siempre hay en el árbol un gusano que roe o un ave que grita y nos llena de espanto.
Hablábamos de las categorías de pensamiento un buen hombre avisa su intención con su lema: Ordo ab chaos y nos propone nueve escuelas para estudiar la totalidad de las empresas humanas.
El pensaba más bien en hipotéticos aviones, en una carretera, en un embalse, en la candidatura de un político, en una nueva medicina de milagro,
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en un sistema informático para saber
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la venta de cereal y de cerveza.
Son nueve escuelas las propuestas:
la escuela de las maquinarias propone la construcción de un algoritmo riguroso, perfectible y al final, perfecto.
la escuela de las maquetas supone la construcción de un artilugio que habrá de contener el resultado.
la de los abogados: supone para todo un contrato que rija como un dios con sus preceptos.
la escuela conductista que diseña sobre nuestros afectos y manías la forma de conducir nuestras acciones
la escuela de los resultados: nada vale si no se sabe bien lo que se quiere y claro, si es que se consigue
la escuela de la información:
se almacena, se acumula, se estanca, se transforma
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la información como fluido que viaja
pero aparentemente a diferencia de materia y energía la información si se destruye.
la escuela del proyecto como laberinto con un conjunto de posibilidades que se extienden como meandros en el tiempo.
la escuela de los eventos contingentes donde según las circunstancias será la adaptación de las acciones, como los buenos camaleones.
la escuela de la mercadotecnia: en este mundo nada es cierto o falso, sino según como se comunique.
Pongamos por caso no los trenes ni las petroquímicas, pongamos por caso una canción o un nuevo enfoque filosófico o bien el devenir del mundo.
Aún más: pongamos por caso la empresa amorosa y diseñemos la máquina que convierte indiferencia en ardor
la del acuerdo que asegura la buena acción entre los incumbentes
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la de un amor pequeño que escala al conjuro de la metodología
la que embona mi cuerpo-mente-alma con los tuyos ¿y qué es aquí un resultado? ¿instante de gozo o un para siempre? la de saber de ti saber de mi como una nueva gnosis y de entre todos los futuros hallar el indicado que aún ante mis cambios y tus cambios
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suponga una verdad como evangelio.
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Bestiario Alex Hernández
Buenas personas postulan la existencia en cada uno de nosotros de una federación de almas lo cual da esperanza pues la definición supone la existencia misma del alma.
Esta multiplicada esquizofrenia a veces es nutrido diálogo o ásperas increpaciones o la dictadura de opinión a veces socavada en sueños sueños como revoluciones.
No es mi caso.
He notado que a mí me habitan bestias.
Un monstruo de violencia, según constata
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el testimonio de quien me conoce.
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Un algo poderoso, dominante, un pez como una isla o bien una serpiente submarina de lomo azul y vientre pardo una serpiente de dientes afilados que busca en las marismas de los cuerpos y siempre, siempre encalla.
Hay un erizo, o algo parecido que me posee, en esos arrebatos de furia acobardada, que pasa del salmón al negro al amarillo un camaleón oceánico, de lengua-espada.
Hay una bestia oscura, de aullantes carcajadas que son el grito de advertencia en la selva y estallan cuando el fuego dorado del tequila impone su reino de pendencia y caos.
Aquella que parece una medusa me mira desde el fondo del espejo y queda hecha de piedra ante mi vista.
Un ser extraño, que deviene de centauro de trote complaciente
a aquella que creyó domesticarlo.
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a mulo que da mortales coces
En fin, soy esa bestia mítica de mi país que repta entre las nubes y vuela entre nopales
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rastrero, altivo, según convenga.
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Writer Hero Lo que Steve Jobs me enseñó sobre ser hijo y ser padre Nick Bilton, trad. De Pedro Flores
Hará un par de meses, justo después del nacimiento de mi primer hijo, que me puse a pensar en las lecciones que quería transmitirle y que yo había aprendido un poco tarde en mi vida. Entre las moralejas que yo tenía grabadas en mi mente había una muy destacada que comenzaba con una anécdota sobre Steve Jobs y terminaba con haberle servido a mi madre su última cena.
El señor Jobs respondió que si la mujer había elegido ser camarera por vocación, “entonces debía ser la mejor”. Al escuchar esta historia, de inmediato me desilusioné por la forma en que el señor Jobs se había comportado; él había actuado –para usar las palabras de su compañero de desayuno– como un patán. Pero viendo más allá de su rudeza, porque tal vez estaba pasando por un mal día, no podía quitarme la idea de mi cabeza: No importa a qué te dediques, ¿deberías hacer el mejor trabajo posible?
La parte de la historia sobre Jobs ocurrió en una mañana a finales de octubre en 2010, cuando él estaba sentado con un amigo en común en el restaurante del hotel Four Seasons, en San Francisco. La camarera, una mujer tímida que parecía estar en la mitad de los treinta, según mi amigo, se acercó y les preguntó qué querían para desayunar. El señor Jobs dijo que quería jugo de naranja recién exprimido.
Por supuesto, este asunto se derrumba un poco cuando un trabajo es sólo un trabajo; no es tu vocación. Puede ser en particular desilusionante cuando no consideras que en lo que trabajas no es apreciado o que tiene poco impacto en la vida de otras personas.
Después de unos minutos la camarera regresó con un vaso grande de jugo de naranja. El señor Jobs tomó un pequeño sorbo y le dijo lacónicamente que la bebida no era recién exprimida. Devolvió la bebida pidiendo otra.
Lo comprendía. Fui mesero durante muchos años. Fui cocinero de línea. Trabajé en el distrito de la ropa en la ciudad de Nueva York acarreando montones de artículos de tela entre los almacenes. Trabajé en un salón de belleza lavando el pelo a las clientas. Y trabajé en un jardín de fiestas vistiendo una de esas botargas gigantescas que apestan por dentro y haciendo trucos de magia para chicos que no se impresionaban con mis habilidades con las cartas.
Unos minutos después, la mujer regresó con otro vaso grande de jugo, esta vez recién exprimido. Cuando él tomó un sorbo le dijo en tono agresivo que el jugo tenía pulpa en la superficie. Y lo devolvió de nuevo.
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Mi amigo dijo que miró al señor Jobs y le preguntó, “Steve, ¿por qué te comportas como un patán?”
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Y no fue hasta que mi madre supo que tenía cáncer terminal a mediados de marzo y se le dio una prognosis de sólo dos semanas de vida cuando comprendí que aunque un trabajo es sólo un trabajo, aun puedes con él tener un profundo impacto en la vida de otra persona. Simplemente puede ser que no te des cuenta.
Entonces mi madre dejó de comer por completo, apenas podía terminar con media taza de té blanco. Todos sabíamos que el fin estaba cerca. De repente una mañana mi madre se mostró increíblemente lúcida y me llamó. Se le antojaban camarones, me dijo. “Estoy en eso”, le dije mientras corría hacia la cocina. “Trabajan unos camarones”.
Mi madre amaba los camarones. No ponía reparos sobre de dónde provenían, si eran frescos, congelados, grandes o pequeños. Los podía comer en un mugriento café de aeropuerto o en un restaurante de cinco estrellas. Y cuando acababa con los crustáceos siempre mostraba una gran sonrisa y, en su elegante acento británico, decía, “Oh, estuvieron magníficos”.
El problema era que no teníamos camarones. Así que hice lo que cualquiera habría hecho en esa situación: llamar a un restaurante y pedir comida para llevar. De la casa de mi madre en Leeds, Inglaterra, el lugar más cercano era Sukhothai, un pequeño restaurante de comida tailandesa, a unas cuantas millas de distancia. Mi hermana hizo la orden por teléfono y salimos en el auto lo más rápido que pude manejar.
Fue mi madre quien me enseñó a cocinar camarones – y todo lo demás. Cuando era muy pequeño se me permitía lamer los restos de pastel de chocolate helado del tazón cuando ayudaba en las labores de la cocina. Así que asumí por completo la oportunidad de convertirme en su cocinero personal durante las últimas dos semanas de su vida.
El restaurante estaba a reventar. En la cocina abierta en la parte trasera se podía ver una docena de hombres y mujeres trabajando frenéticamente en las estufas y lavaplatos con meseros y garroteros entrando y saliendo de prisa.
Cuando me pedía un poquito de vegetales como refrigerio yo le cortaba meticulosamente un pepino en delgadas rebanadas, poniéndolas en capas en un semicírculo sobre un florido plato de porcelana.
Mientras esperaba por los camarones de mi madre, observaba a toda esa gente afanada en sus actividades y pensé en lo que el señor Jobs le había dicho a la mesera unos años atrás. Aunque su rudeza podría haber sido innecesaria, tenía sentido la idea de que debemos esforzarnos en dar lo mejor de nosotros mismos en cualquier trabajo que emprendamos.
Cuando me pedía una pita y humus, rebanaba el pan en triángulos perfectos, buscaba los tazones pequeños más elegantes en su alacena y con sumo cuidado le preparaba tres variedades de salsa, como si Thomas Keller estuviera observando tras mi hombro.
Y así debía ser, y no porque alguien más esperara ese esfuerzo, sino más bien, como quiero transmitir la enseñanza a mi hijo, deberíamos hacerlo porque nuestros trabajos, no importa cuán insignificantes parezcan, pueden tener un efecto profundo en la vida de alguien más; lo que pasa es que pocas veces descubrimos cómo es que llegamos a tocarla.
Con gran orgullo y satisfacción le llevaba cada alimento en su porcelana más fina; lo disponía todo cuidadosamente en una charola decorada y lo adornaba con una flor inglesa. Le preparaba cada menú con meticuloso detalle, incierto si el alimento que le llevaba a la cama sería el último.
Ciertamente, los hombres y mujeres que trabajaban en ese pequeño restaurante tailandés en el norte de Inglaterra no sabían que cuando se dirigían a su trabajo, esa noche tendrían el privilegio de cocinar la última cena de alguien. RLV 15
Al pasar los días su apetito fue menguando, lo mismo que su mente. Las porciones de los alimentos que pedía fueron haciéndose cada vez más pequeñas. Había menos rebanadas de pepino y una salsa menos.
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Era una comida que pude sacar de la cajita para llevar en la cocina de mi madre. Tomé con delicadeza cuatro camarones de su empaque y los coloqué en uno de sus platos de porcelana antes de llevarlos a su cuarto. Era una cena que culminaría con una sonrisa de mi madre por última vez antes de caer inconsciente y de decir
con su elegante acento británico, “Oh, estuvieron magníficos”.
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The New York Times. 7 de agosto de 2015.
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Mi propia vida Oliver Sacks, trad. de Pedro Flores
El pasado 30 de agosto falleció Oliver Sacks, profesor en la New York University School of Medicine. Apenas el anterior 19 de febrero me había impactado al leer en el periódico New York Times un artículo suyo donde describía su sentir al enterarse que tenía un cáncer terminal. Desde la primera vez que lo leí me impactó por su entereza en la manera de abordar su situación; durante días el escrito me dio vueltas en la cabeza. Incluso sentí deseos de comentarlo con alguien que también padecía una enfermedad terminal. Sin embargo, no me sentí con ánimos de hablar de este tema con alguien que llevaba su propio proceso con admirable aceptación y optimismo. Hoy ninguno de los dos está con vida y para mí una manera de asimilar este doloroso golpe es transcribir lo escrito por el profesor Sacks y que no pude comentar con quien tanto admiré y amé. Con todo respeto. P.F.
Hace un mes pensaba que tenía buena salud, incluso una salud robusta. A los 81 aún nado una milla diaria. Pero mi suerte se ha agotado –hace unas semanas me enteré que tengo una metástasis múltiple en el hígado. Hace nueve años descubrieron que tenía un raro tumor en el ojo, un melanoma ocular. El tratamiento con radiación y láser para eliminarlo terminó por dejarme ciego de ese ojo. Y aunque los melanomas oculares presentan metástasis en el 50% de los casos, por las particularidades de mi propio caso se pensó que las probabilidades eran mucho menores. Ahora sé que estoy en esa desafortunada minoría.
mis filósofos favoritos, David Hume, quien, al enterarse de que estaba mortalmente enfermo, a la edad de 65, escribió una breve autobiografía en un solo día de abril de 1776. La tituló “My Own Life”, Mi propia vida. “Ahora espero una rápida extinción,” escribió. “He sufrido muy poco dolor por mi enfermedad; y lo que resulta más extraño es que, a pesar de la gran disminución de mi persona, no he sufrido ni un momento el abatimiento de mi espíritu. Tengo el mismo ardor de siempre cuando estoy solo en el estudio, y la misma alegría que cuando tengo compañía”.
Me siento agradecido de que se me concedieron nueve años de buena salud y de productividad desde el diagnóstico original, pero ahora me encuentro cara a cara con la muerte. El cáncer ocupa la tercera parte de mi hígado y aunque se puede desacelerar su avance, este tipo particular de cáncer no se puede detener. Depende de mí la elección de cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivir de la manera más rica, más profunda, más productiva que pueda. En este trance me siento alentado por las palabras de uno de
Hume continuaba: “Soy… un hombre de aficiones moderadas, con mando sobre mi temperamento, de un humor abierto, sociable y animado, capaz de
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He tenido la suerte de vivir más de 80 años, y los 15 años que he recibido más allá de los sesenta y cinco de Hume han sido igualmente ricos en trabajo y amor. En ese tiempo he publicado cinco libros y completado una autobiografía (bastante más larga que las pocas páginas que escribió Hume) que se publicará esta primavera; tengo varios otros libros casi terminados.
apego, pero poco susceptible a tener enemigos, y con una gran moderación en todas mis pasiones”.
Me regocijo cuando conozco jóvenes talentosos— incluso los que realizaron mi biopsia y diagnosticaron mi metástasis. Creo que el futuro está en buenas manos.
Aquí me distingo de Hume. Aunque he gozado de relaciones amorosas y de amistad y no tengo enemistades reales, no puedo decir, ni nadie que me conozca lo diría, que soy un hombre de aficiones moderadas. Por el contrario, soy un hombre de disposiciones vehementes, con muestras violentas de entusiasmo y una inmoderación extrema en todas mis pasiones.
Cada vez he sido más consciente, desde los últimos diez años más o menos, de las muertes entre mis contemporáneos. Mi generación va de salida, y cada muerte la siento como un desprendimiento, un desmembramiento de una parte de mí mismo. No habrá nadie como nosotros cuando hayamos partido, pero no hay nadie como cualquier otra persona, nunca. Cuando una persona muere no puede ser remplazada. Deja un hueco que no puede ser llenado, porque es el destino —el destino genético y neuronal— de todo ser humano ser un individuo único, que debe encontrar su propio camino, vivir su propia vida y morir su propia muerte.
Y sin embargo, una línea de un ensayo de Hume me resulta especialmente verdadera. “Es difícil”, escribió, “estar más desapegado de la vida de lo que estoy en este momento”. En los últimos días he podido ver mi vida como si estuviera a una gran altura, como una especie de panorámica, y con un sentido cada vez más profundo de conexión entre todas sus partes. Esto no significa que ya haya concluido con la vida.
No puedo fingir que no siento miedo. Pero mi sentimiento predominante es de gratitud. He amado y he sido amado; se me ha dado mucho y yo he devuelto algo a cambio; he leído y viajado y pensado y escrito. He tenido una relación sexual con el mundo, el coito especial de los escritores y lectores.
Por el contrario, me siento intensamente vivo y quiero y espero emplear el tiempo que me resta en profundizar mis amistades, decir adiós a quienes amo, escribir más, viajar si me quedan fuerzas, lograr nuevos niveles de comprensión y perspicacia.
Sobre todas las cosas, he sido un ser sensible, un animal pensante viviendo en este hermoso planeta, y eso ha sido en sí mismo un enorme privilegio y una aventura.
Siento de repente un enfoque claro y una perspectiva. No queda tiempo para nada innecesario. Debo enfocarme en mí mismo, en mi trabajo y mis amigos. Dejaré de mirar “NewHour” cada noche. Ya no prestaré atención a los políticos o a las discusiones sobre el calentamiento global.
My Own Life. Oliver Sacks on Learning He Has Terminal Cancer Publicado en The New York Times, 19 de febrero de 2015
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Esto no es indiferencia sino desapego —aún puedo preocuparme profundamente sobre el Medio Oriente, el calentamiento global, la creciente desigualdad, pero esas cosas ya no son mi asunto; pertenecen al futuro.
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Nirvana Charles Bukowski, trad. de Pedro Flores
En este poema-relato de Charles Bukowsky el personaje percibe, como si fuera una epifanía, un vislumbre de felicidad. Con descarnada naturalidad Bukowsky nos muestra la formidable fuerza de nuestra gris vida cotidiana que vence aun a nuestros sueños y fantasías más prodigiosas. P.F.
Sin verdadera elección, por completo sin propósito, iba un joven a bordo de un autobús que cruzaba Carolina del Norte rumbo a algún lugar cuando empezó a nevar y el autobús paró junto a un pequeño café en las colinas y los pasajeros entraron. Se sentó en el mostrador junto a los demás,
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ordenó y le
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sirvieron. la comida resultó particularmente buena lo mismo que el café. la mesera era diferente a las mujeres que él había conocido. No era fingida, un humor natural emanaba de ella. El parrillero decía payasadas. El lavaplatos, correspondiendo, le devolvía una risa limpia, placentera. El joven observó la nieve a través de las ventanas. Y deseó quedarse RLV 15
en ese café
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para siempre. una curiosa sensación lo invadió convenciéndolo de que todo allí era bello, que permanecería allí siempre bello. Entonces el conductor del autobús anunció a los pasajeros que ya era tiempo de abordar. El joven pensó, me quedaré sentado aquí, me quedaré aquí. Pero entonces se levantó y siguió a los otros al interior del autobús. Encontró su asiento y miró hacia la cafetería a través de la ventana
El camión empezó a moverse,
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del autobús.
atravesó una curva, camino abajo, dejando atrás las colinas. El joven miraba hacia adelante escuchando a los demás pasajeros hablar de otras cosas o leían o intentaban dormir. Nadie más había percibido la magia. El joven recargó su cabeza a un lado, cerró sus ojos, fingiendo dormir. No había otra cosa que hacersólo escuchar el RLV 15
sonido del
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motor, el sonido de las ruedas sobre la nieve.
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- Charles Bukowski
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Al valle de las calacas Daniel el seductor
ocasiones para hablar de una vieja leyendo ebria (una vieja leyenda hebrea), o disertando acerca del medioevo identificándolos como los castrati. En alguna ocasión confundió a Terpsícore, con Esther Píscore, e incluso dejo claro cuál era el pencil de Ester Píscore. También pensó que la avant gard de París se trataba de Ava Gartner, ¡que hembra! No debemos olvidar cuando el ultimo sonecto, es el una vez, y otra vez, que es el un, cuando yo, un, una, ¡me copa, me copa! Se terminó de imprimir en los talleres gráficos. Anunciaba en varios idiomas, damas y caballeros, madame and monseniour, ladies and gentleman, ositoko ositaka. En la serenata “Medio Oriental”, mencionaba a los nombres de sus veinte futuras esposas, Farah, Salome, Zuleida, Zoraida y María Angélica, Lupita o Coromotico, dependiendo de en qué país la interpretaba. También pensaba que los jóvenes de hoy en día, cuando hacían el amor se referían a la epistemología y se la pasaban epistemologando. Cuando trabaja en la línea de ayuda para depresivos en “La vida es hermosa”, aclaraba que pagaban según su capacidad, y claro, él ganaba una miseria, y luego preguntaba ¿es la primera vez que se suicida? También nos mencionaba cuando un conocido crítico se resfrío (se refirió) a Mastropiero y con esto termino (en estos términos), aclarando que no le habían puesto el palito a la “t”, o sea las diéreseis, generando un error de lipotimia. Como parte de ese famoso monólogo, que se generaba cuando trataba de ser él el que presentara las obras en lugar de
No conocí lo suficiente de la vida de Daniel Ravinovich para escribir un obituario adecuado con su estatura artística, pero mi deber hacia él es enorme, por su influencia particular en mi vida, iniciando por las hilarantes bromas y diálogos que aprendí de memoria, pero continuando hasta mi corte de pelo y bigote. Siempre me pareció muy ocurrente, y pese a que era un hecho que su participación en los espectáculos de Les Luthiers era ensayada y premeditada, en su caso siempre me pareció completamente espontáneo y ocurrente. Soy Daniel el seductor, y he venido a entregarte mi amor, era como iniciaba la letra de la canción que Daniel cantaba a la hija de Escipión, donde le advierten de este celoso padre puede hasta matarlo, por lo que le sugieren hacerse pasar por su amiga, soy tu amiga Leonor y venido a mostrarte mi amor, un perro y termina por la gallina que hace co co, co co, co co, coooomo le va don Escipión (al verse sorprendido por Marcos Mundstock, personificando al agraviado Escipión). Lo que me ha parecido conducente, ha sido hacer una muy pequeña colección personal con algunas de sus más graciosas ocurrencias resultantes de tergiversar la pronunciación de algunas palabras. Daniel siempre se presentó en los más petrigiosos (prestigiosos) escenarios, en
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Paco Olvera
Marcos Munstock, también mencionaba muchas veces he citado el fracaso de su operación era antes (el fracaso de su opera Sion el judío errante). También trató de cantar en masculino la balada “Ya no te amo Raúl”, comenzando porque se refería a Raúla, en mi vida tú has sido, mi príncipe, mi princesa azul, y luego sigue mencionando que estabas bella y divina, estabas muy masculina, femenino, femenina. Fue en una de sus actuaciones, cantando el “Teléfono del amor”, en el homenaje a “Wesito Williams” que ganó su apodo de “Neneco”, antes que nada quisiera presentar a mis músicos, Lopez Puccio, te presento a Marona, Marona te presento a Archer, es que es la primera vez que tocan juntos, haciendo mofa de esas canciones de Leonardo Fabio (nombres que superaban en cursilería al ficticio Neneco), en
que se escuchaba marcar un teléfono o la voz de algún niño del otro lado de la línea: cinco veintiocho, ¡no está el veintiocho!, dos y ocho, once, ¡no está el once!, ¡seis y cinco! Por último, tan solo recordar su actuación en la “Serenata Mariachi” junto con Daniel Ravinovich, creo que se murió todita, y como, y recién con la balacera, mira que floja, por unos tiritos.
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Sería complejo y denso seguir, lo cierto es que han sido muchos momentos, sketches, gestos y ocurrencias las que nos ofreció Daniel como parte de Les Luthiers, que ante la desgracia de su partida, nos deja en la dicha de sus actuaciones capturadas en video. Le deseo que esté en el paraíso de los adictos a la risa, con Robin Williams, Belushi, Tin Tan y otros grandes de la comicidad.
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Sobrepoblando el Valle de las calacas Paco Olvera
películas del burro “Filemón”, ambos se constituyeron en fuente valiosa de apodos y de identificar, en forma un poco menos despectiva la forma de hablar y vestir de los indígenas, pero siempre aplicado en forma peyorativa a algunas damas de un gusto cuestionable en la moda.
Confieso que tenía en mente el fallecimiento de algunos famosos. Cada vez que los iba escuchando a lo largo del año pensaba: mira un valle de las calacas para tal, también para cual, y por supuesto para este otro. Aterrado por lo tardío de mí escritura para este número, que además está destinado también a que la RLV misma no pase al valle de los difunteados, tramposamente me ayudé del Internet para recordar algunos de los que han partido, y ¡que susto ver la tremenda cantidad! Algunos de ellos que han partido entre los reflectores, pero un gran número que ni siquiera había escuchado. Hacerlo en forma de lista, sería un ejercicio excesivamente académico, y no es que estos enfoques me sean ajenos, pero de esta forma traicionaría a la emotividad que merece el ejercicio del homenaje, que debe tener una componente primordial de memoria. Dicho lo anterior, tan sólo leí la lista, no la apunté en ningún lado y procedo a mencionar a algunos, sin un orden en particular, para recordarlos en su partida al lugar donde solo se regresa en los recuerdos
Eduardo Galeano y sus “Venas abiertas de la América Latina”, fueron mi primer contacto con el entendimiento de la miseria que vive nuestro continente como resultado de la relación destructiva de las grandes potencias capitalistas con la corrupción muy propia de nuestros gobiernos. En “El fin del partido”, que es recitado por él al final de la película “Ilusión
La “India María”, dama culta que hacía también su personaje que no la imaginábamos de otra forma que no fuera diciéndole a Raúl Velasco ¡ahiiii, güerito, si me gustas rete un chorro! Formó su personaje en forma única, y fue la base para muchos otros, acompañada en sus
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Omar Shariff para mí era la imagen del personaje misterioso, como en Lawrence de Arabia o en el doctor Zhivago, para mí representó el galán oriental quintaesencial.
Nacional”, es hermosa, dejando claro que las pasiones que para muchos son banales, cuando son pasiones, se vuelven poesía. Por mucho que los poderosos lo manipulen, el futbol continúa queriendo ser el arte de lo imprevisto, donde menos se espera, salta lo imposible . . . y yo me quedo con esa melancolía que todos sentimos, después del amor y al fin del partido. Termino esta muy breve mención, con un pensamiento que de él encontré al escribir estas líneas: ojalá tengamos el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar todos juntos.
También allí tuve cuenta del fallecimiento de dos divas sensuales, seguramente inconexas, pero ambas definitivas en su rol de símbolo sexual, como lo fueron Ninón Sevilla y Anita Eckbergh. La una en las primeras películas en blanco y negro que veía en mi infancia y juventud, donde era aceptado ver a tan tremenda mujer mostrando una piernas muy torneadas, decididamente fuera del parámetro de estética de tiempos recientes, pero no así fuera de los dominios de la sensualidad. Estrella máxima del linaje de las rumberas, comenzó bailando en la Habana y pudo cruzar el golfo para volverse estrella en México, sin otro talento que el de sacudir con absoluta sensualidad su cuerpo. “Pecadora”, “Señora tentación”, encarnó la primera diva de lo vulgar y lo prohibido que tanto aterrara a las madres mexicanas de los 40 y 50, mientras traban de llevar a sus hijos por el buen camino. Figuras como Beny Moré o Dámaso Pérez Prado, entre otros, interpretaban las sensuales y tropicales números músicales que servían de marco a sus ardientes movimientos. Anita Eckbergh, es una de las divas que iniciaron y contribuyeron capitalmente a la leyenda urbana de que las suecas eran la concupiscencia materializada. Aunque no fue la ganadora del concurso miss Universo, fue contratada por los estudios de Hollywood, para ser mayormente la bella en diferentes películas sin gran contenido, aunque participó en una versión fílmica de la “Guerra y la Paz”. Ella estelariza “La Dolce vita”, con la escena del baño en la fuente, en la mismísima “Fonana di Trevi”, haciendo una icónica escena de sensualidad y atrevimiento, con un Marcelo RLV 15
Günter Grass llegó a mí mediante su “Tambor de Hojalata”, la primera película simbólica que pude interpretar, que no me pareció una diatriba de imágenes surrealistas sin sentido, sino que permitían tomar sentido a una situación tan irracional como lo fue la Alemania nazi. Hijo de la profunda desazón que generó la segunda guerra mundial, nace justo en Dantzing, ciudad entre Polaca y Alemana que sirve de pretexto para iniciar las hostilidades. Pude leer después de ver la película su libro y después “El gato y el ratón”, ambientada justo en Dantzing, y donde sus personajes se topan con Oscar Matzherth, el narrador y protagonista central del “Blechtrommel”. Como mencionó Peter en nuestra primera inclusión de la sección del “Valle de las Calacas”, parece que los grandes nunca se van solos.
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Mastroianni atónito y encantado. Ambas desencadenaron en muchos de los que fuimos adolecentes, aún años después de sus glorias, ¡una calentura incontrolable!
RLV). Totalmente en mi radar musical, aunque mayormente por una sola canción Ben E. King y “Stand by Me”, me llevan a pensar en Gordy, Chris Chambers y los personajes de la película homónima, así como en la versión que de esta gran canción hiciera Cassius Clay, antes de ser Muhammad Ali. Confieso que luego averigüé que él cantaba “Magic moments”, y “Spanish Harlem” (cantada en español por Enrique Guzmán), que me gustan mucho, pero no tanto como la canción que ahora por excelencia me lleva a pensar en propia infancia, personificada en Gordy, flaquito intelectual que nunca destacó en cosas físicas, escribía relatos raros y era protegido por los rudos, en mi caso “Lolo en perro” Silva fue mi Chris Cambers, a quién le agradezco donde quiera que él esté, o mi hermano Nacho, que me ayudó a cruzar el puente “volado” de ferrocarril detrás de la casa del tío Toño (aunque el tren no venía tan cerca, yo iba a gatas, como Vern). Para cerrar con los artistas que se fueron, ni más ni menos que don BB King, padre del “blues eléctrico”, influyó en todos los grandes músicos del rock and roll de los 50, 60, 70 y 80. Grabó junto a muchos de ellos como junto a Albert King, Stevie Ray Vaughan, Eric Clapton, Phil Collins, Gladys Knight y otros. Salió en conciertos y películas de los “Blues Brothers”, como una influencia definitiva del género, del cual se hace homenaje en esta serie.
También me enteré de la muerte de algunos artistas, algunos que considero influyeron en mis gustos o en mis goces, otros no tanto, pero fueron íconos en su tiempo. De estos últimos, mencionó a Demis Roussos, griego que cantaba unas canciones pegajosas con una voz muy aguda con registros muy cercanos a las voces femeninas, gordito que vestía con túnicas estrafalarias y fue de los que optó por visitar nuestro país en sus épocas de gloria, pues salió hasta en “Siempre en Domingo”.
Más cercano a mejores recuerdos, Mike Porcaro, bajista de sesión para muchos famosos, pero que cobró fama junto con sus hermanos en el grupo “Toto”. “Hold the line”, “Africa”, “Rossana” formaron parte de nuestros cassettes de la mejor música que eran tocados en los “roles de la flota” (ver número 14 de la
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En la parte del entretenimiento, en recuerdos diseminados, pero felices de mi infancia, Rogelio Moreno, donde nos veamos así nos
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saludamos, segundo de a bordo del tío Gamboín.
También vi el de Wayne Dyer, que me es conocido tan sólo por su libro “Tus zonas erróneas”, que nunca llegué a leer, pero que me caía gordo de a gratis porque varias novias me dijeron que tenía que leer, que a ellas les había ayudado mucho, cosa que por su puesto me causaba cierta nausea, y que si a eso llamaban ayuda, pues mejor así me quedaba.
Me enteré también que murió el caricaturista que inventó “Archie” que se llamó Tom Moore, que fueron de las primeras tiras cómicas que no eran de Disney y me gustaban; él me caía bien y fue fuente inagotable de apodos (muchos “Torombolos” en mi vida). También me enteré que murió James Horner, el autor de temas de películas, como “Tintc” o “Avatar”, aunque a mí me gustaron más sus composiciones para “Swing Kids” o “Rocketeer”. Viendo la lista de los temas que compuso, incluye también “A Beautiful mind”, lo cual me llevó a John Nash, el genio ganador del Nobel en economía retratado en esa película por Rusell Crowe, que en mucho me recuerda a mi querido amigo Eduardo.
Ya para cerrar estas calacas en bola tendremos que llorar una “lagrima de cristal” por Héctor Carrión, del grupo de hermanos que hacían las canciones suavecitas del rock and roll, y en la misma “página blanca”, en pleno 16 de septiembre, también se nos enfrió un “rebelde hecho de verdad”, como el Leroy que cantaba Armando “Manny” Martínez, o mejor dicho que tocaba la batería, mientras el que cantaba era Enrique Guzmán. Supongo que se van a unir al “Vivi” Hernández y al también fallecido (y alguna vez entrevistado por la RLV) Johnny Laboriel. Que la pachanga de las calacas se ponga en grande.
Entre otros nombres vi el de Julio Sherer García, padre del periodismo serio y valiente de este país, asociado irremediablemente al periódico “Excélsior”.
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Todos ellos, ya encontraron acomodo en el “Valle de las Calacas”. Descansen en paz.
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Calacas a tres voces para Bowie Pedro Flores/Alex Hernández/Paco Olvera
Amor, esa palabra que suena tan pasada de moda, que nos desafía a atrevernos a cambiar las cosas, a amar a nuestros semejantes, a ayudar a otros y ayudarnos así a nosotros mismos pues estamos todos siempre bajo la inmensa presión que nos agobia.
Réquiem a tres voces
Como dijo Cortázar, más allá de los cincuenta años empezamos a morirnos poco a poco en otras muertes. Nuestros ídolos, quienes en buena medida conformaron nuestra cultura de juventud y nos acompañaron fielmente en largos tramos de nuestra vida, van partiendo de manera sucesiva. Estamos distraídos, sintiéndonos seguros de que allí siguen cuando de repente la noticia horrible llena los medios de comunicación. Y nos damos cuenta que con su pérdida avanzamos un poco más hacia nuestra propia muerte.
Heroes. Mucho antes de enterarme que la guitarra de fondo que acompaña esta canción es de Robert Fripp, otro de mis héroes musicales, yo ya la tenía entre mis favoritas de todos los tiempos. Bastaría la melodía para vivir alucinado de placer escuchando esa pieza musical. Sin embargo la letra me hace pensar en una historia de amor, un par de amantes que tienen que esforzarse a diario para salvar todas las dificultades de su mundo para expresarse su sentimiento. Ese esfuerzo extraordinario los convierte en héroes aunque sea por un día a la vez. Es una canción ejemplar en muchos sentidos para mí pues me enseña que nunca hay que tomar las cosas por hechas; debemos ganarlas diariamente.
Pues allí está, David Bowie, el creador de música fabulosa ha concluido su paso por el mundo y creo que podría sentirse muy satisfecho por lo bien que cumplió su compromiso creativo, en la música y las artes visuales, que dominó como pocos. No voy a repetir el reconocimiento a su trayectoria que él mismo guió en múltiples direcciones, aunque me gustaría destacar sus palabras: “Siempre tuve una necesidad repulsiva de ser algo más que humano y pensé: al diablo, quiero ser un súper humano”.
Absolute beginners. Una canción de amor por excelencia. Me parece una declaración de amor maduro, ajeno ya a las locuras, a las críticas destructoras. Un amor con los pies firmes en tierra, seguro de que si es recíproco, entonces triunfará sobre todas las adversidades. Pero también en cada inicio de relación somos unos principiantes que no sabemos bien qué futuro nos espera. En la vida sentimental siempre estamos comenzando.
En este breve homenaje a tres voces lo que me gustaría es comentar la marca que han dejado en mí algunas de sus canciones. Under pressure. Esa obra maestra de colaboración entre David Bowie y Queen (Freddy Mercury) me eriza la piel cada vez que la escucho. Para mí es un himno de protesta contra la vida moderna, despiadada, que atropella a los individuos dejándolos en la calle, destruyendo familias. Y en el grito desgarrado por ver a tus amigos ser devorados por ese inmenso remolino de las pérdidas y ganancias, aparece el llamado al
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Gracias, David Bowie, por tanta belleza e inteligencia que nos diste en forma de música.
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Ashes to ashes I Nos encontrábamos en el pasillo de la escuela vocacional, en círculo y con las manos metidas en las bolsas para torear al frío de esa mañana del 9 de diciembre de 1980; frío propio del fin de otoño pero sobre todo, debido a la tristeza que nos causaba la noticia de la muerte de John Lennon la noche anterior. A la conmoción por la noticia de la muerte de John vino un acto reflejo: conseguir todo lo disponible acerca del héroe caído. Entre revistas, libros y grabaciones entonces no tan conocidas por mí, supe por primera vez de David Bowie gracias a la canción que creó con John Lennon, “Fame”.
Mi transición de la secundaria a la vocacional, que es como decir la transición de la adolescencia benigna a la adolescencia virulenta, estuvo marcada por la música de los Beatles. Todo inició con una proyección de un ciclo de las películas de los Beatles en el cine Futurama de Lindavista que me deslumbró: a la hostilidad del mundo que se abría ante mí, se me mostraba la frescura de “A Hard Day´s Night” y “Help”, el alucine liberador del “Submarino amarillo” y el “Magical Mistery Tour”, y el espejo de las actitudes de adolescente intolerable de “Let it Be”. Fue el prólogo a un primer año de vagancia total en la vocacional, empeñado en aprender a tocar la guitarra para poder cantar las canciones de los Beatles y después en hacer mis propias canciones. Me había acercado peligrosamente a los límites de la expulsión de la escuela y el ceño fruncido de mi padre era síntoma de que las cosas se me pondrían color de hormiga si no enmendaba.
La influencia de la música de los Beatles nutrió casi todas las corrientes del rock de los setentas, no sólo por los ritmos y sonidos, sino por las relaciones que cultivaron y las colaboraciones en que participaron. En la fiesta continua que duró desde mediados de la década de los sesentas y que culminó en el llamado “fin de semana perdido” de Lennon, se incubaron las relaciones entre los miembros de los Beatles y músicos tan disímbolos como Elton John, Frank Zappa, Keith Moon, Harry Nilson, Stevie Wonder y claro, David Bowie. II Todo lo anterior no quiere decir que estos amigotes estuvieran bajo el control o cobijo de Lennon. Todo lo contrario: los caminos abiertos estaban claramente diferenciadas: la experimentación sonora de Zappa, el pop acaramelado de Elton John, el “hard rock” de The Who, y el…¿el qué de David Bowie? Difícil encasillarlo, no en vano se le dio el adjetivo, que hoy es un lugar común, de “camaleónico”.
No sólo me sabía las canciones de los Beatles, sino que había acumulado la mayor parte de sus discos, incluida una que otra rareza encargada por catálogo a vuelta de correo, y también la mayoría de los discos de solistas de John (notablemente el Plastic Ono Band), de Paul (el energético Wings at the Speed of Sound), de George (el mejor álbum solista de los cuatro exBeatles: All Things Must Pass) y hasta los de Ringo (entre ellos el divertido Ringo, donde viene su versión de “You’re Sixteen” de tantos recuerdos compartidos posteriormente con Paco). Así que sí, a la muerte de John Lennon yo era un beatlemaniaco de hueso colorado.
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En un primer acercamiento, tenemos la música bailable: “Dancing in the Streets”, “Let´s Dance” o “Blue Jean”. Una segunda vertiente de la música de Bowie entrega como resultados piezas reflexivas,
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melancólicas: “Space Oddity”, “The Man Who Sold The World”, “Ashes to Ashes”.
III Y ya encarrerados en la creación de personajes, ¿qué mejor que representarlos en la pantalla grande? Así lo vimos como un hambriento y decadente vampiro en “El ansia”, como el Rey de los Duendes en “Laberinto”, como Poncio Pilatos en “La última tentación de Cristo”, como Andy Warhol en “Basquiat”, como Nicola Tesla en “El gran truco”.
Otra veta importante, la del “glam rock” de los primeros discos, que lo emparentan con Roxy Music y de ahí con los experimentos electrónicos de Brian Eno. ¿Dijimos electrónica? Viene a cuento “The Buddha of Suburbia”. Luego, la vía del “hard rock”, especialmente explorada en los discos en donde actuó como voz principal de Tin Machine, pero en realidad una constante a lo largo de su discografía. Ciertas incursiones con tendencias jazzísticas, digamos más orientado hacia el jazz oscuro de Miles Davis que al melódico de Bill Evans, según podemos apreciar en algunas piezas de su último disco, “Blackstar”. Y luego, la experimentación sonora absoluta de “Heroes”, en donde las piezas remiten a una creación de ambientes sonoros acaso con influencias de John Cage y de sonoridades japonesas (“Moss Garden”), o de saxofones, guitarras y sintetizadores hablando por un mundo desesperado (“Neukoln”). No olvidemos que justamente “Heroes” fue sujeto a una interpretación orquestal a cargo de Philip Glass, Brian Eno y el propio Bowie.
No menos relevante es su influencia en el mundo de la moda, en donde transitaba de estrafalarios diseños de los setentas, a la imagen de elegante caballero inglés. Menos conocida tal vez sea su faceta como artista gráfico, de la que yo supe inicialmente por la ilustración del número 10 (volumen tres número 2) de la revista Zoetrope All Story.
Un amplísimo abanico de texturas sonoras que abarcan medio siglo de música de fines del siglo XX y principios del XXI que precisamente lo hacen difícil de etiquetar. Si como nos lo recuerda Fernando Pessoa, cada uno de nosotros es multitud, y la neurosis creativa es la lucha de esas multitudes por expresarse, Bowie les da salida no sólo por vía de los distintos géneros, sino con la creación de personajes, ya sea nombrados por él o por otros: Major Tom, Ziggie Stardust, Aladdin Sane, El Delgado Duque Blanco, el Hombre que Cayó a la Tierra, Pierrot, Union Jack(et)…
IV Leo un artículo del New York Times 3 en donde se describe la manera como Bowie se integró a los ritmos y usos de la ciudad de Nueva York con toda naturalidad, ya sea en una gala en el Lincoln Center 3
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David Bowie: Invisible New Yorker, por Steven Kurutz, 16 de enero de 2016 (http://www.nytimes.com/2016/01/17/fashion/davidbowie-invisible-new-yorker.html)
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como caminando por las calles de cualquiera de sus barrios. ¿Será cierto?
entrometa, pero ¿cómo y dónde fue eso? Amablemente me hace saber que cuando Bowie vino a México, coincidió casualmente con él mientras le realizaban una sesión fotográfica en el Palacio de Bellas Artes. Lo reconoció y le pidió que les tomaran la consabida foto. La trae en su teléfono y me la muestra. Aparece un muy alto David Bowie en medio de esta mujer –entonces mucho más joven- y su amiga. Ella misma me dice, “Por razones de mi trabajo he tenido acceso a muchos artistas, mexicanos y extranjeros. Pero muy pocos tienen la sencillez que tenía este señor. Cuando le pedimos la foto, nos pidió unos minutos para terminar su sesión y luego regresó con nosotras para conversar unos minutos”. De ahí pasamos a repasar las grabaciones favoritas de Bowie, hasta que tuvimos que regresar a atender la compra de frutas de la semana. Así que era cierto. El truco final del camaleón era confundirse entre nosotros.
Desde hace muchos años voy los domingos al tianguis de la calle de Sullivan. Además de conseguir frutas y verduras frescas a precios razonables, he encontrado un puesto donde un muy conocedor caballero trae todo género de joyas bibliográficas y discográficas. Nunca me voy con las manos vacías. Este domingo, mientras hojeo un precioso y raro libro de Alberto Manguel, se encuentra a mi lado una señora buscando entre las grabaciones que trae el caballero en cuestión. Resulta ser pintora, y se conmueve emocionada ante una grabación, Lagrimae Caravaggio de Jordi Savall y su ensamble, lo que llama mi atención: he aquí una mujer de buen gusto. Después escoge una selección de grabaciones de David Bowie en la BBC (David Bowie at the Beeb, un discazo al que me introdujo mi amigo Félix hace ya varios años). Ella se emociona por el hallazgo y le comenta a nuestro mutuo dealer de libros y música que ella conoció a David Bowie. Ahora tiene toda mi atención y tal vez con un poco de incredulidad le digo: “disculpe que me
En mis tiempos de juventud había una lucha entre lo que algunos llamábamos "rock verdadero" y la música bailable. Nuestra herencia directa anterior era la música disco, que si bien nos divertía en las fiestas, cuando fue el momento no sólo de bailar para tratar de ser interesante para las chavas, sino de tratar de entender las letras. En ese proceso descubrí que muchas de las rolas de música disco eran sólo repeticiones de una sola palabra o frase, que en ocasiones el mensaje sólo consistía en poco más que los pujidos y jadeos de una mujer en celo, y aunque esto podría en efecto evocar ciertas actividades interesantes (y en muchos casos nunca realizadas por alguien de mi edad), no era en verdad muy interesante o edificante. Yo comencé con algunos clásicos del heavy metal, los Beatles, los Rolling Stones y de allí brinqué a Queen, a Styx, Toto y a los Stray Cats. Prácticamente descatalogué toda la música bailable,
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Bowie: tercera de tres
con excepción de algunas que me gustaban demasiado y no podía "negar": "Amo la vida nocturna", "Knock on wood" entre otras.
heroína y enamorada le menciona que no se dejé molestar, esa es una canción que habla de valentía y coraje, fue cuando me decidí a investigar de quién era (sí, qué pena, no lo sabía), y averigüé que era de su primer disco "Space Oddity". La verdad era un tipo creativo e inteligente que se juntó con Lennon, Brian Eno y otros para crear música de vanguardia. El primer visionario que dejó que su música fuera "bajada" de Internet. Cuando llevo a mi hija Anita a la escuela, a veces escuchamos el radio, y no bien había escuchado que acababa de lanzar un disco (en pleno arranque del 2016), le comenté que era muy creativo y que desde antes de mis tiempos y hasta ahora evolucionaba y se mantenía a la vanguardia. Ana me recordó, además, que él hizo el papel del "Gobbling King" en la película "Laberinto". Ambos acordamos que era un genio. La vida sólo pudo concederle unos días más después de su última creación, o bien fue reclamado al Valle de las Calacas. Ahora sólo lo tendremos en su música y en sus videos.
En esa lucha, donde además entró airosamente el rock en español con el experimento de Comerock (Ritmo Peligroso, Clip, The Mask), Chack Mool y seguía vivo Lora, los Dug Dugs y otras curiosidades. Una canción que me llamaba mucho la atención era "Let´s Dance", autor David Bowie. Me generaba la contradicción de ser bailable, pero me parecía interesante y atractiva. En ese tiempo comencé a escuchar algunas otras creaciones del señor Bowie, que admito que me generaba un poco de rechazo las "porras" que todo mundo le echaba, lo que me hacía pensar para mis adentros: pos qué, ¿de veras será tan bueno, o nomás por seguir la corriente? La verdad es que resultó una grata sorpresa. Como muchos de la época, se vestía "locochón", la realidad en un estilo muy gay, pero era una forma de protestar contra lo establecido. Sus letras eran interesantes, pero lo más impactante es que era un tipo que prácticamente provenía de la época de los Beatles y Rollings y seguía estando vigente. Muchos en la radio lo acusaban de "haberse vendido" a los conceptos de música bailable, pero muchos otros mencionaban que la realidad es que se estaba adaptando. Para mí en ese momento, difícil de juzgar. Luego me tocó "China girl" y sobre todo "Under pressure" con Queen. Allí fue cuando me decanté y lo consideré creativo, evolutivo y vanguardista. Tremendamente creativo, y me regresé a escuchar sus discos, incluida su rara canción con el duende que hablaba como las ardillitas, lo cual me parecía disparatado pero se le perdonaban cosas. Las leyendas de que la canción "Angie" de los Rolling había sido dedicada a "su" Angie, entre otras lo colocaban como un tipo influyente en todos aspectos de la vida artística, de antes y de la actualidad (o de las muchas "actualidades" que fue viviendo).
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Recientemente en la película de "Walter Mitty", cuando el cruel consultor de reingeniería molesta al personaje con la frase "Major Tom to ground control", para hacer burla que estaba como en la luna, y la chica
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Brevísimo homenaje a Michel Tournier Alex Hernández/Pedro Flores
Esta
es
una
historia
real.
En
una
amigo chef, Mario Malváez. El libro viajó con él a una multitud de puertos asiáticos hasta que regresó conmigo a mi biblioteca.
época
particularmente complicada, soñé que me convertía en arena al lado de una mujer, y el paisaje de fondo se perdía como si fuera la señal de una televisión sin sintonizar transmisión. Al día siguiente fui a la librería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo y en la isla de libros de Alfaguara estaba "Medianoche de amor" de Michel Tournier, que en la portada tenía la imagen de una mujer y un hombre hechos de arena. Me llevé el libro y encontré una historia con muchas historias adentro, como en “Las mil noches y una noche." Me impresionó la coincidencia de la portada con mi sueño, pero cambió mi perspectiva de la vida la fábula de los dos cocineros: sin exagerar, me dio comprensión y rumbo. Literatura: realidad y ficción en abrazo.
La historia de los dos cocineros se ha vuelto un clásico en mi gusto por relatar una metáfora. Nada menos que este domingo la platiqué a mi hermano Juan Martin Malváez Ramirez; el 20 de diciembre pasado la evoqué en un atropellado inglés con mi familia Baxter en Glendale, Arizona. Hace dos años, en Altata, Sinaloa, terminé con un nudo en la garganta cuando la narré a mi familia Salido. Hará unos catorce años, platiqué ese cuento a mi padre. Hace dos años, en el patio de la cervecería 21st Amendment, en San Franciso, la comenté con mi querido sobrino Jim Dell, horas antes de una contundente victoria de los Giants por la Serie Mundial.
Después leí el extraordinario "Espejo de las ideas", el amargo "Gaspar, Melchor y Baltazar", la idealista novela “Eleazar”, su colección de ensayos “Celebraciones” y su recuento autobiográfico "El viento paráclito". Hoy me entero que ha muerto. El mundo es un lugar más pobre, más triste.
Le doy gracias a la vida por el regalo de mi amigo, la existencia de escritores como Michel Tournier y metáforas tan ricas como Los dos cocineros. Que la tierra te sea leve, Michel Tournier.
Lo recuerdo con claridad , era el mes de mayo del 97,
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mi gran amigo Alex me narraba por teléfono la historia de los dos cocineros mientras yo estaba en el piso 27 del edificio donde residía Procesar, en la calle de Insurgentes. Desde allí, rodeado por la iluminación nocturna de la ciudad de México, vi pasar en mi mente la clave de la dicha en la evocación de momentos felices. De ese momento extraordinario, continuó la celebración de la amistad y se materializó en el regalo de un ejemplar de "Medianoche de amor", de Michel Tournier, donde vienen ese y otros extraordinarios relatos. Un día presté ese libro a un gran y joven
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