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Revista Católica Nº 30, Noviembre de 2013, Año 4

rescatandoalafamilia.blogspot.com rescatandoalafamilia@gmail.com Directora: Rosa María Valencia Z.

Adminstradora: Lupe Soto V.

Editor: Santino Bruguera

Colaboradores: Oficina de Comunicaciones del Arzobispado Educar Hoy

02 Editorial 03 Sexualidad Humana: Verdad y Significado (7ma Parte) 07 La importancia del Método de Ovulación Billings 07 Estoy embarazada, no me lo esperaba 10 San Josemaría Escrivá: 10 preguntas sobre el matrimonio 18 La píldora del día siguiente: nueva amenaza contra la vida 20 Avisos Publicitarios


Editorial Queridos amigos: En este nuevo número hemos elegido temas de información sobre algunos métodos “naturales” como es el Método Billings, y también sobre “la píldora del día siguiente” y cómo este y otros métodos anticonceptivos atentan no sólo contra la vida del bebé, sino también contra la vida de la mujer. También les hablamos de un problema muy actual que son los embarazos no deseados y lo que es más grave en adolescentes. Continuamos con el tema sobre Sexualidad Humana: Verdad y Significado, que estamos sacando en capítulos; consideramos que es de bastante interés para todos, estar informadossobre este y otros temas afines, y poder orientar a nuestra juventud. Gracias por seguir apoyándonos en este camino.


PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA SEXUALIDAD HUMANA: VERDAD Y SIGNIFICADO Orientaciones educativas en familia (7ma Parte) El pudor y la modestia 56. La práctica del pudor y de la modestia, al hablar, obrar y vestir, es muy importante para crear un clima adecuado para la maduración de la castidad, y por eso han de estar hondamente arraigados en el respeto del propio cuerpo y de la dignidad de los demás. Como se ha indicado, los padres deben velar para que ciertas modas y comportamientos inmorales no violen

la integridad del hogar, particularmente a través de un uso desordenado de los mass media.55 El Santo Padre ha subrayado en este sentido, la necesidad « de llevar a cabo una colaboración más estrecha entre los padres, a quienes corresponde en primer lugar la tarea de la educación, los responsables de los medios de comunicación en sus diferentes niveles, y las autoridades públicas, a fin de que la familia no quede abando-

nada a su suerte en un sector tan importante de su misión educativa... En realidad hay que establecer propuestas, contenidos y programas de sana diversión, de información y de educación complementarios a aquellos de la familia y la escuela. Desgraciadamente, sobre todo en algunas naciones, se difunden espectáculos y escritos en que prolifera todo tipo de violencia y se realiza una especie de bombardeo con mensajes que minan los principios morales y hacen imposible una atmósfera seria, que permita transmitir valores dignos de la persona humana ». Particularmente, en relación al uso de la televisión, el Santo Padre ha especificado: « El modo de vivir —especialmente en las Naciones más industrializadas— lleva con frecuencia a las familias a descargar sus responsabilidades educativas, encontrando en la facilidad para la evasión (a través especialmente de la televisión y de ciertas publicaciones) la manera de tener ocupados a los niños y los jóvenes. Nadie niega que existe para ello una cierta justificación, dado que muy frecuentemente faltan estructuras e


infraestructuras suficientes para potenciar y valorizar el tiempo libre de los jóvenes y orientar sus energías ». Otra circunstancia que propicia esta realidad es que ambos padres estén ocupados en el trabajo, a menudo fuera del hogar. « Los efectos los sufren precisamente quienes tienen más necesidad de ser ayudados en el desarrollo de su “libertad responsable”. De ahí el deber —especialmente para los creyentes, para las mujeres y los hombres amantes de la libertad— de proteger sobre todo a los niños y a los jóvenes de las “agresiones” que padecen por parte de los mass-media. Nadie falte a este deber aduciendo motivos, demasiado cómodos, de

no obligación! »; « los padres, en cuanto receptores de tales medios, deben tomar parte activa en su uso moderado, crítico, vigilante y prudente».

ante Dios, desarrollando su vida interior y el gusto por la libertad personal, que le hacen capaz de amar mejor a Dios y a los demás.

La justa intimidad

El autodominio

57. En estrecha conexión con el pudor y la modestia, que son espontánea defensa de la persona que se niega a ser vista y tratada como objeto de placer en vez de ser respetada y amada por sí misma, se ha de considerar el respeto de la intimidad: si un niño o un joven ve que se respeta su justa intimidad, sabrá que se espera de él igual comportamiento con los demás. De esta manera, aprenderá a cultivar su sentido de responsabilidad

58. Todo esto implica, más en general, el autodominio, condición necesaria para ser capaces del don de sí. Los niños y los jóvenes han de ser estimulados a apreciar y practicar el autocontrol y el recato, a vivir en forma ordenada, a realizar sacrificios personales en espíritu de amor a Dios, de autorespeto y generosidad hacia los demás, sin sofocar los sentimientos y tendencias sino encauzándolos en una vida virtuosa.

Los jóvenes han de ser estimulados a practicar el autocontrol y el recato, sin sofocar los sentimtimientos.


Los padres modelo para de la dignidad de toda persolos propios hijos na, sino también y más aun con el sentido del verdadero 59. El buen ejemplo y el lide- amor, como solicitud sincera razgo de los padres es esencial y servicio desinteresado hapara reforzar la formación de cia los demás, especialmente los jóvenes a la castidad. La a los más pobres y necesitamadre que estima la voca- dos »; « la educación se sitúa ción materna y su puesto en plenamente en el horizonte la casa, ayuda enormemente de la “civilización del amor”; a desarrollar, en sus propias depende de ella y, en gran hijas, las cualidades de la fe- medida, contribuye a consminidad y de la maternidad truirla ». y pone ante los hijos varones un claro ejemplo, de mujer Un santuario de la vida y recia y noble. El padre que de la fe inspira su conducta en un estilo de dignidad varonil, sin machismos, será un modelo atrayente para sus hijos e inspirará respeto, admiración y seguridad en las hijas. 60. Lo mismo vale para la educación al espíritu de sacrificio en las familias sometidas, hoy más que nunca, a las presiones del materialismo y del consumismo. Sólo así, los hijos crecerán « en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que “el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene”. En una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y conflictos por el choque violento entre los varios individualismos y egoísmos, los hijos han de enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, que conduce al respeto

61. Nadie puede ignorar que el primer ejemplo y la mayor ayuda que los padres dan a sus hijos es su generosidad en acoger la vida, sin olvidar que así les ayudan a tener un estilo más sencillo de vida y, además, « que es menor mal negar a los propios hijos ciertas comodidades y ventajas materiales que privarlos de la presencia de hermanos y hermanas que podrían ayudarlos a desarrollar su humanidad y a comprobar la belleza de la vida en cada una de sus fases

Los hijos han de enriquecerse con el sentido del verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados.


y en toda su variedad ». 62. Finalmente, recordamos que, para lograr estas metas, la familia debe ser ante todo casa de fe y de oración en la que se percibe la presencia de Dios Padre, se acoge la Palabra de Jesús, se siente el vínculo de amor, don del Espíritu, y se ama y se invoca a la purísima Madre de Dios. Esta vida de fe y de oración « tiene como contenido original la misma vida de familia que en las diversas circunstancias es interpretada como vocación de Dios y actuada como respuesta filial a su llamada: alegrías y dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños, aniversarios de

la boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos, elecciones importantes y decisivas, muerte de personas queridas, etc., señalan la intervención del amor de Dios en la historia de la familia, como deben señalar también el momento favorable a la acción de gracias, para la petición al abandono confiado de la familia en el Padre común que está en los cielos ». 63. En esta atmósfera de oración y de reconocimiento de la presencia y la paternidad de Dios, las verdades de la fe y de la moral serán enseñadas, comprendidas y asumidas con reverencia, y la palabra de Dios será leída y

vivida con amor. Así la verdad de Cristo edificará una comunidad familiar fundada sobre el ejemplo y la guía de los padres que «calan profundamente en el corazón de sus hijos, dejando huellas que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar». n


La importancia del Método de Ovulación Billings

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a planificación familiar comprende no solo conocer los métodos de anticoncepción, sino también saber cuál es el momento biológicamente propicio para tener hijos. Un sistema que contempla ambos conceptos es el conocido como Billings, que tiene gran número de practicantes en países del primer mundo, ¿lo conoces? El método debe su nombre a los esposos John y Evelyn Billings en los años 50’s, médicos australianos que investigaron a fondo los períodos de fertilidad femeninos, particularmente la ovulación, es decir, el día en que el óvulo ha salido del ovario y es conducido por la trompa de Falopio, trayectoria en la que el llamado moco cervical fértil es elemento esencial. Esta secreción se genera en las paredes del cuello del útero o cervix, justamente en las llamadas criptas cervicales, y se manifiesta en la vagina después de concluir la menstruación. Al paso de los días va adquiriendo características que denotarán el momento de fecundidad de la mujer, hasta llegar a la ovulación, día de mayor fertilidad la vida del óvulo es aproximadamente de 24 horas(pero la cúspide es el inicio del proceso. La fase estimulante toma 3 días, el tiempo entre la producción del pico de estradiol y la ovulación es de 1½ días y el intervalo entre la ovulación y la próxima menstruación es de 11 a 16 días. Un acortamiento de este último intervalo a menos de 11 días denota un ciclo infértil, y un alargamiento implica un embarazo). El moco cervical modifica su constitución por efecto de las hormonas, mostrándose al inicio pegajoso y denso, teniendo co-

lor ligeramente amarillento, que indica que todavía no es fértil. Con el tiempo se hace más claro, elástico y líquido, a la vez que se siente húmedo y resbaladizo, de modo que la mujer percibe sensación inequívoca de lubricación en la apertura vaginal, tornándose visible en la vulva (entrada de la vagina). Esta será la etapa de máxima fecundidad y tendrá una duración de 5 a 10 días -dependiendo de la condición de la mujer-; en ésta no es necesario examinar el flujo con los dedos, pues su presencia es evidente cuando se limpia la vagina con papel higiénico. Después, el flujo mucoso se transformará nuevamente en opaco y pegajoso, entrando otra vez a un período infértil. Es importante hacer hincapié en que en este periodo el organismo pretende asegurar la supervivencia del óvulo si ha sido fecundado, pero de suceder lo contrario, el ciclo concluirá de 11 a 16 días después de la ovulación, con la aparición de la menstruación que, a su vez, marca el inicio de un nuevo ciclo ovárico que durará entre 28 y 30 días si es mujer normal o de más días si es irregular. Otra función de igual importancia que tiene el moco cervical es brindar ambiente propicio a los espermatozoides para que sobrevivan en el cuerpo de la mujer, que de no suceder tendrán una vida de 2 ó 3 horas dependiendo de sus condiciones internas.

dad de decidir o no el embarazo. De manera que si lo que desea es posponer la gestación, debe abstenerse de tener sexo durante los días de la presencia del moco cervical, más los tres días siguientes; en tanto que si lo que se quiere es incrementar la familia (si se requiere embarazar tener relaciones en los de máximo flujo), serán estos días los que deben aprovecharse. Absolutamente natural, el Billings no requiere de mayor conocimiento científico para ponerlo en práctica, ni existen objeciones religiosas o morales contra su uso, y no altera sistemas y condición del organismo femenino, siendo incluso recomendable conocerse desde la adolescencia, es decir, durante toda la vida reproductiva de la mujer. Para tomar conciencia de este concepto tan importante (recuerden que todos somos templo del Espíritu Santo). El método de ovulación Billings basa su éxito en la higiene femenina, ya que gracias a ella se reconocen debidamente las características del flujo cervical y se identifican los días de mayor fertilidad. Sin embargo, es fundamental tener en cuenta que factores como estrés, variaciones hormonales, una enfermedad (no necesariamente genital) e infecciones, entre otros, pueden modificar la condición natural del moco vaginal y, por ende, dificultar que la mujer que utilice este método tenga la certeza de Querer o no querer que no habrá un embarazo. Por ello es preciso que las parejas que El método Billings permite a la decidan llevarlo a cabo, acudan a pareja disfrutar plenamente su tomar un curso de capacitación, sexualidad con seguridad, en para que sean instruidos y pueotras palabras, tener la posibili- dan practicarlo con confianza. n


ESTOY EMBARAZADA, NO ME LO ESPERABA


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i estás embarazada y no te lo esperabas, es probable que estés sorprendida, abrumada, desorientada, asustada. Tal vez también te sientas muy sola ante esta nueva situación; incluso es posible que pienses que tu vida, tus planes e ilusiones de futuro están amenazados y creas que tienes que elegir entre “la vida de tu bebé” o ”tu propia vida”, es decir, esos planes que imaginas y deseas para ti en tu futuro. Puedes creer que el aborto es la solución. Incluso puede ser que te sientas presionada por el padre de tu bebé, o por familiares o amigos para que abortes. Recuerda que estar embarazada significa que vive en ti un nuevo ser humano que es hija o hijo tuyo. No es una parte de tu cuerpo, ni un “proyecto” de ser humano, ni un simple coágulo o grupo de células. Es un ser humano, mujer o varón que ya tiene su propia identidad y en sus genes ya están decididos su huella dactilar, su color de ojos, de pelo, etc. Con la ayuda de los nutrientes y el oxígeno que tú le proporcionas seguirá creciendo hasta nacer y se espera que viva hasta los 80 años (o incluso más). Tú también pasaste por esta fase al comienzo de tu vida: siempre fuiste una hija que crecía poco a poco.

El aborto no va a solucionar tus problemas. No conseguirá que vuelva el pasado, que te conviertas en una mujer que nunca ha estado embarazada, que nunca ha sido madre, ni que tu vida sea como antes. Serás una madre que le ha permitido a un médico provocar la muerte de su hijo y que ha perdido a su hijo para siempre. Esto puede hacerte mucho daño. Es verdad que ahora tienes un nuevo reto, un doble reto: sacar adelante tu vida y la de tu bebé. Existen muchas alternativas: puedes pedir ayuda a personas especializadas o a tu entorno, empezando por el padre de tu hijo, tu familia, tus amigos. Muchas otras mujeres lo han conseguido. Han salido adelante con valentía y han dado un futuro a ese hijo. Jack Nicholson, el famoso actor, nació cuando su madre tenía 13 años. Ella decidió tenerlo y la abuela de Jack le ayudó siempre a

criarlo. Es un ejemplo entre muchísimos de que sí se puede y el resultado puede ser maravilloso. Las madres que con valentía llevan su embarazo adelante y dan a luz un hijo encuentran muchas recompensas a los sacrificios vividos durante el embarazo y los primeros años de crianza. Las personas que durante muchos años han atendido centros y residencias de acogida a madres embarazadas, así lo confirman. Sobre todo no tomes decisiones precipitadas que luego pudieras lamentar; pide ayuda y plantéate ser una persona valiente que reacciona con generosidad y coraje ante este cambio importante. Con ayuda, tú puedes seguir realizando tus planes de futuro, tus ilusiones, y puedes además darle a tu hijo o hija la oportunidad de seguir viviendo, de tener su propio futuro y de llegar a ser una gran persona. n


10 preguntas sobre el matrimonio San Josemaría responde a diez preguntas sobre el amor, el matrimonio, el noviazgo, la fidelidad, la educación de los hijos, los principales valores para conseguir la unidad familiar, qué pasa cuando no llegan los hijos...

Josemaría Escrivá 1. ¿Nos podría decir cuáles son los valores más importantes del matrimonio cristiano?

H

ablaré de algo que conozco bien, y que es experiencia sacerdotal mía, ya de muchos años y en muchos países. La mayor parte de los socios del Opus Dei viven en el estado matrimonial y, para ellos, el amor humano y los deberes conyugales son parte de la vocación divina. El Opus Dei ha hecho del matrimonio un camino divino, una vocación, y

esto tiene muchas consecuencias para la santificación personal y para el apostolado. Llevo casi cuarenta años predicando el sentido vocacional del matrimonio. ¡Qué ojos llenos de luz he visto más de una vez, cuando —creyendo, ellos y ellas, incompatibles en su vida la entrega a Dios y un amor humano noble y limpio— me oían decir que el matrimonio es un camino divino en la tierra! El matrimonio está hecho para que los que lo contraen se santifiquen en él, y santifiquen a través de él: para eso los cón-

yuges tienen una gracia especial, que confiere el sacramento instituido por Jesucristo. Quien es llamado al estado matrimonial, encuentra en ese estado — con la gracia de Dios— todo lo necesario para ser santo, para identificarse cada día más con Jesucristo, y para llevar hacia el Señor a las personas con las que convive. Por esto pienso siempre con esperanza y con cariño en los hogares cristianos, en todas las familias que han brotado del sacramento del matrimonio, que son testimonios luminosos de


ese gran misterio divino —sacramentum magnum! (Eph 5, 32), sacramento grande— de la unión y del amor entre Cristo y su Iglesia. Debemos trabajar para que esas células cristianas de la sociedad nazcan y se desarrollen con afán de santidad, con la conciencia de que el sacramento inicial —el bautismo— ya confiere a todos los cristianos una misión divina, que cada uno debe cumplir en su propio camino. Los esposos cristianos han de ser conscientes de que están llamados a santificarse santificando, de que están llamados a ser apóstoles, y de que su primer apostolado está en el hogar. Deben comprender la obra sobrenatural que implica la fundación de una familia, la educación de los hijos, la irradiación cristiana en la sociedad. De esta conciencia de la propia misión dependen en gran parte la eficacia y el éxito de su vida: su felicidad. Pero que no olviden que el secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano, no en ensueños. Está en encontrar la alegría escondida que da la llegada al hogar; en el trato cariñoso con los hijos; en el trabajo de todos los días, en el que colabora la familia entera; en el buen humor ante las dificultades, que hay que afrontar con deportividad; en el aprovechamiento también de todos los adelantes que nos proporciona la civilización, para hacer la casa agradable, la vida más sencilla, la formación más eficaz.

Digo constantemente, a los que han sido llamados por Dios a formar un hogar, que se quieran siempre, que se quieran con el amor ilusionado que se tuvieron cuando eran novios. Pobre concepto tiene del matrimonio — que es un sacramento, un ideal y una vocación—, el que piensa que el amor se acaba cuando empiezan las penas y los contratiempos, que la vida lleva siempre consigo. Es entonces cuando el cariño se enrecia. Las torrenteras de las penas y de las contrariedades no son capaces de anegar el verdadero amor: une más el sacrificio generosamente compartido. Como dice la Escritura, aquae multae —las muchas dificultades, físicas y morales— non potuerunt extinguere caritatem (Cant 8, 7), no podrán apagar el cariño. Conversaciones, 91 2. Padre, ¿qué le aconseja usted a un matrimonio recién formado, que busca la santidad? Primero, que os queráis mucho, según la ley de Dios. Después, que no tengáis miedo a la vida, que améis todos los defectos mutuos que no son ofensa de Dios; y luego, que tú procures no descuidarte, porque no te perteneces. Ya te han dicho, y lo sabes muy bien, que perteneces a tu marido y él a ti. ¡No te lo dejes robar! Es un alma que debe ir contigo al Cielo y, además, que contigo ha de dar calidad chilena - o sea cristiana -, gracia humana también, a los hijos que el Señor os mande. Rezad un poquito juntos. No mucho,

pero un poquito todos los días. Cuando te olvides tú, que te lo diga él; y cuando se olvide él, se lo recuerdas tú. No le eches nunca nada en cara, no le vayas con pequeñeces mortificándolo. Chile, julio 1974, en el Colegio Tabancura. 3. Hay actualmente quienes mantienen la teoría de que el amor lo justifica todo, y concluyen de ahí que el noviazgo es como un matrimonio a prueba. No seguir lo que consideran imperativos del amor piensan que es algo inauténtico, retrógrado. ¿Qué piensa usted de esa actitud? El noviazgo debe ser una ocasión de ahondar en el afecto y en el conocimiento mutuo. Y, como toda escuela de amor, ha de estar inspirado no por el afán de posesión, sino por espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza. Por eso quise, hace poco más de un año, regalar a la Universidad de Navarra una imagen de Santa María, Madre del Amor Hermoso: para que los chicos y las chicas, que frecuentan los cursos de aquellas Facultades, aprendieran de Ella la nobleza del amor, también del amor humano. ¿Matrimonio a prueba? ¡Qué poco sabe de amor quien habla así! El amor es una realidad más segura, más real, más humana. Algo que no se puede tratar como un producto comercial, que se experimenta y se acepta luego o se desecha, según el capricho, la comodidad o el interés.


Esa falta de criterio es tan lamentable, que ni siquiera parece preciso condenar a quienes piensan u obran así, porque ellos mismos se condenan a la infecundidad, a la tristeza, a un aislamiento desolador, que padecerán cuando pasen apenas unos años. No puedo dejar de rezar mucho por ellos, amarlos con toda mi alma, y tratar de hacerles comprender que siguen teniendo abierto el camino del regreso a Jesucristo: que podrán ser santos, cristianos íntegros, si se empeñan, porque no les faltará ni el perdón ni la gracia del Señor. Sólo entonces comprenderán bien lo que es el amor: el Amor divino, y también el amor humano noble; y sabrán lo que es la paz, la alegría, la fecundidad. Conversaciones, 105 4. ¿Qué consejos daría usted para que, con el pasar de los años, la vida matrimonial siga siendo feliz, sin ceder a la monotonía? Tal vez la cuestión parezca poco importante, pero se reciben muchas cartas interesadas por este tema. A mí me parece que es, en efecto, una cuestión importante; y por eso lo son también las posibles soluciones, a pesar de su apariencia modesta. Para que en el matrimonio se conserve la ilusión de los comienzos, la mujer debe tratar de conquistar a su marido cada día; y lo mismo habría que decir al marido con respecto a su mujer. El amor debe ser recuperado en cada nueva jornada, y el amor se gana con sacrificio, con son-

risas y con picardía también. Si el marido llega a casa cansado de trabajar, y la mujer comienza a hablar sin medida, contándole todo lo que a su juicio va mal, ¿puede sorprender que el marido acabe perdiendo la paciencia? Esas cosas menos agradables se pueden dejar para un momento más oportuno, cuando el marido esté menos cansado, mejor dispuesto. Otro detalle: el arreglo personal. Si otro sacerdote os dijera lo contrario, pienso que sería un mal consejero. Cuantos más años tenga una persona que ha de vivir en el mundo, más necesario es poner interés en mejorar no sólo la vida interior, sino —precisamente por eso— el cuidado para estar presentable: aunque, naturalmente, siempre en conformidad con la edad y con las circunstancias. Suelo decir, en broma, que las fachadas, cuanto más envejecidas, más necesidad tienen de restauración. Es un consejo sacerdotal. Un viejo refrán castellano dice que la mujer compuesta saca al hombre de otra puerta. Por eso, me atrevo a afirmar que las mujeres tienen la culpa del ochenta por ciento de las infidelidades de los maridos, porque no saben conquistarlos cada día, no saben tener detalles amables, delicados. La atención de la mujer casada debe centrarse en el marido y en los hijos. Como la del marido debe centrarse en su mujer y en sus hijos. Y a esto hay que dedicar tiempo y empeño, para acertar, para hacerlo bien. Todo lo que haga imposi-

ble esta tarea, es malo, no va. No hay excusa para incumplir ese amable deber. Desde luego, no es excusa el trabajo fuera del hogar, ni tampoco la misma vida de piedad que, si no se hace compatible con las obligaciones de cada día, no es buena, Dios no la quiere. La mujer casada tiene que ocuparse primero del hogar. Recuerdo una copla de mi tierra, que dice: la mujer que, por la iglesia, / deja el puchero quemar, / tiene la mitad de ángel, / de diablo la otra mitad. A mí me parece enteramente un diablo. Conversaciones, 107 5. También son corrientes las riñas entre marido y mujer, que a veces llegan a comprometer seriamente la paz familiar. ¿Qué consejos daría usted a los matrimonios? Que se quieran. Y que sepan que a lo largo de la vida habrá riñas y dificultades que, resueltas con naturalidad, contribuirán incluso a hacer más hondo el cariño. Cada uno de nosotros tiene su carácter, sus gustos personales, su genio —su mal genio, a veces— y sus defectos. Cada uno tiene también cosas agradables en su personalidad, y por eso y por muchas más razones, se le puede querer. La convivencia es posible cuanto todos tratan de corregir las propias deficiencias y procuran pasar por encima de las faltas de los demás: es decir, cuando hay amor, que anula y supera todo lo que falsamente podría ser motivo de separación


o de divergencia. En cambio, si se dramatizan los pequeños contrastes y mutuamente comienzan a echarse en cara los defectos y las equivocaciones, entonces se acaba la paz y se corre el riesgo de matar el cariño. Los matrimonios tienen gracia de estado —la gracia del sacramento— para vivir todas las virtudes humanas y cristianas de la convivencia: la comprensión, el buen humor, la paciencia, el perdón, la delicadeza en el trato mutuo. Lo importante es que no se abandonen, que no dejen que les domine el nerviosismo, el orgullo o las manías personales. Para eso, el marido y la mujer deben crecer en vida interior y aprender de la Sagrada Familia a vivir con finura —por un motivo humano y sobrenatural a la vez— las virtudes del hogar cristiano. Repito: la gracia de Dios no les falta. Si alguno dice que no puede aguantar esto o aquello, que le resulta imposible callar, está exagerando para justificarse. Hay que pedir a Dios la fuerza para saber dominar el propio capricho; la gracia, para saber tener el dominio de sí mismo. Porque los peligros de un enfado están ahí: en que se pierda el control y las palabras se puedan llenar de amargura, y lleguen a ofender y, aunque tal vez no se deseaba, a herir y a hacer daño. Es preciso aprender a callar, a esperar y a decir las cosas de modo positivo, optimista. Cuando él se enfada, es el momento de que ella sea especialmente paciente,

hasta que llegue otra vez la serenidad; y al revés. Si hay cariño sincero y preocupación por aumentarlo, es muy difícil que los dos se dejen dominar por el mal humor a la misma hora... Otra cosa muy importante: debemos acostumbrarnos a pensar que nunca tenemos toda la razón. Incluso se puede decir que, en asuntos de ordinario tan opinables, mientras más seguro se está de tener toda la razón, tanto más indudable es que no la tenemos. Discurriendo de este modo, resulta luego más sencillo rectificar y, si hace falta, pedir perdón, que es la mejor manera de acabar con un enfado: así se llega a la paz y al cariño. No os animo a pelear: pero es razonable que peleemos alguna vez con los que más queremos, que son los que habitualmente viven con nosotros. No vamos a reñir con el preste Juan de las Indias. Por tanto, esas pequeñas trifulcas entre los esposos, si no son frecuentes —y hay que procurar que no lo sean—, no denotan falta de amor, e incluso pueden ayudar a aumentarlo. Un último consejo: que no riñan nunca delante de los hijos: para lograrlo, basta que se pongan de acuerdo con una palabra determinada, con una mirada, con un gesto. Ya regañarán después, con más serenidad, si no son capaces de evitarlo. La paz conyugal debe ser el ambiente de la familia, porque es la condición necesaria para una educación honda y eficaz. Que los niños vean en sus padres un ejemplo de entrega, de amor sincero, de

ayuda mutua, de comprensión; y que las pequeñeces de la vida diaria no les oculten la realidad de un cariño, que es capaz de superar cualquier cosa. A veces nos tomamos demasiado en serio. Todos nos enfadamos de cuando en cuando; en ocasiones, porque es necesario; otras veces, porque nos falta espíritu de mortificación. Lo importante es demostrar que esos enfados no quiebran el afecto, reanudando la intimidad familiar con una sonrisa. En una palabra, que marido y mujer vivan queriéndose el uno al otro, y queriendo a sus hijos, porque así quieren a Dios. Conversaciones, 108 6. Muchos matrimonios se ven desorientados, en relación con el tema del número de hijos, ¿Qué aconsejaría usted a los matrimonios? No olviden los esposos, al oír consejos y recomendaciones en esa materia, que de lo que se trata es de conocer lo que Dios quiere. Cuando hay sinceridad —rectitud— y un mínimo de formación cristiana, la conciencia sabe descubrir la voluntad de Dios, en esto como en todo lo demás. Porque puede suceder que se esté buscando un consejo que favorezca el propio egoísmo, que acalle precisamente con su presunta autoridad el clamor de la propia alma; e incluso que se vaya cambiando de consejero hasta encontrar el más benévolo. Entre otras cosas, ésa es una actitud farisaica indigna de un hijo de Dios.


El consejo de otro cristiano y especialmente —en cuestiones morales o de fe— el consejo del sacerdote, es una ayuda poderosa para reconocer lo que Dios nos pide en una circunstancia determinada; pero el consejo no elimina la responsabilidad personal: somos nosotros, cada uno, los que hemos de decidir al fin, y habremos de dar personalmente cuenta a Dios de nuestras decisiones.

Es importante que los esposos adquieran sentido claro de la dignidad de su vocación, que sepan que han sido llamados por Dios a llegar al amor divino también a través del amor humano; que han sido elegidos, desde la eternidad, para cooperar con el poder creador de Dios en la procreación y después en la educación de los hijos; que el Señor les pide que hagan, de su hogar y de su vida familiar entera, un testimonio de todas las Por encima de los consejos pri- virtudes cristianas. vados, está la ley de Dios, contenida en la Sagrada Escritura, El matrimonio —no me cansaré y que el Magisterio de la Iglesia nunca de repetirlo— es un ca—asistida por el Espíritu San- mino divino, grande y maravito— custodia y propone. Cuan- lloso y, como todo lo divino en do los consejos particulares nosotros, tiene manifestaciones contradicen a la Palabra de Dios concretas de correspondencia tal como el Magisterio nos la a la gracia, de generosidad, de enseña, hay que apartarse con entrega, de servicio. El egoísmo, decisión de aquellos pareceres en cualquiera de sus formas, se erróneos. A quien obra con esta opone a ese amor de Dios que rectitud, Dios le ayudará con su debe imperar en nuestra vida. gracia, inspirándole lo que ha Este es un punto fundamental, de hacer y, cuando lo necesite, que hay que tener muy presenhaciéndole encontrar un sacer- te, a propósito del matrimonio y dote que sepa conducir su alma del número de hijos. por caminos rectos y limpios, Conversaciones, 93 aunque más de una vez resulten difíciles. 7. Hay mujeres que no se atreven a comunicar a sus paLa tarea de dirección espiritual rientes y amigos la llegada de hay que orientarla no dedicán- uno nuevo. Temen las críticas dose a fabricar criaturas que ca- de quienes piensan que es un recen de juicio propio, y que se atraso la familia numerosa limitan a ejecutar materialmen- ¿Qué nos diría sobre esto? te lo que otro les dice; por el contrario, la dirección espiritual Bendigo a los padres que, redebe tender a formar personas cibiendo con alegría la misión de criterio. Y el criterio supone que Dios les encomienda, tiemadurez, firmeza de conviccio- nen muchos hijos. E invito a nes, conocimiento suficiente de los matrimonios a no cegar las la doctrina, delicadeza de espíri- fuentes de la vida, a tener sentitu, educación de la voluntad. do sobrenatural y valentía para

llevar adelante una familia numerosa, si Dios se la manda. Cuando alabo la familia numerosa, no me refiero a la que es consecuencia de relaciones meramente fisiológicas; sino a la que es fruto de ejercitar las virtudes cristianas, a la que tiene un alto sentido de la dignidad de la persona, a la que sabe que dar hijos a Dios no consiste sólo en engendrarlos a la vida natural, sino que exige también toda una larga tarea de educación: darles la vida es lo primero, pero no es todo. Puede haber casos concretos en los que la voluntad de Dios —manifestada por los medios ordinarios— esté precisamente en que una familia sea pequeña. Pero son criminales, anticristianas e infrahumanas, las teorías que hacen de la limitación de los nacimientos un ideal o un deber universal o simplemente general. Sería adulterar y pervertir la doctrina cristiana, querer apoyarse en un pretendido espíritu postconciliar para ir contra la familia numerosa. El Concilio Vaticano II ha proclamado que entre los cónyuges que cumplen la misión que Dios les ha confiado, son dignos de mención muy especial los que, de común acuerdo bien ponderado, aceptan con magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente (Const. past. Gaudium et spes, n. 50). Y Paulo VI, en otra alocución pronunciada el 12 de febrero de 1966, comentaba: que el Concilio Vaticano


II, recientemente concluido, difunda en los esposos cristianos espíritu de generosidad para dilatar el nuevo Pueblo de Dios... Recuerden siempre que esa dilatación del reino de Dios y las posibilidades de penetración de la Iglesia en la humanidad para llevar la salvación, la eterna y la terrena, está confiada también a su generosidad.

del control de la natalidad —y desde donde se impone la práctica a otros países— son precisamente los que han alcanzado un nivel de vida más alto. Quizá se podrían considerar seriamente sus argumentos de carácter económico y social, cuando esos mismos argumentos les moviesen a renunciar a una parte de los bienes opulentos de que gozan, en favor de esas otras perNo es el número por sí solo lo sonas necesitadas. decisivo: tener muchos o pocos hijos no es suficiente para que Entre tanto se hace difícil no una familia sea más o menos pensar que, en realidad, lo que cristiana. Lo importante es la determina esas argumentaciorectitud con que se viva la vida nes es el hedonismo y una ammatrimonial. El verdadero amor bición de dominio político, de mutuo trasciende la comunidad neocolonialismo demográfico. de marido y mujer, y se extiende a sus frutos naturales: los hi- No ignoro los grandes problejos. El egoísmo, por el contrario, mas que aquejan a la humaniacaba rebajando ese amor a la dad, ni las dificultades concretas simple satisfacción del instinto con que puede tropezar una fay destruye la relación que une a milia determinada: con frecuenpadres e hijos. Difícilmente ha- cia pienso en esto y se me llena brá quien se sienta buen hijo — de piedad el corazón de padre verdadero hijo— de sus padres, que, como cristiano y como sasi puede pensar que ha venido cerdote, estoy obligado a tener. al mundo contra la voluntad de Pero no es lícito buscar la soluellos: que no ha nacido de un ción por esos caminos. amor limpio, sino de una impre- Conversaciones, 94 visión o de un error de cálculo. 8. La infecundidad matrimoDecía que, por sí solo, el número nial —por lo que puede supode hijos no es determinante. Sin ner de frustración— es fuenembargo, veo con claridad que te, a veces, de desavenencias e los ataques a las familias nume- incomprensiones. ¿Cuál es, a rosas provienen de la falta de fe: su juicio, el sentido que deben son producto de un ambiente dar a su matrimonio los esposocial incapaz de comprender la sos cristianos que no tengan generosidad, que pretende en- descendencia? cubrir el egoísmo y ciertas prácticas inconfesables con motivos En primer lugar les diré que no aparentemente altruistas. Se da han de darse por vencidos con la paradoja de que los países demasiada facilidad: antes hay donde se hace más propaganda que pedir a Dios que les conce-

da descendencia, que les bendiga —si es su Voluntad— como bendijo a los Patriarcas del Viejo Testamento; y después es conveniente acudir a un buen médico, ellas y ellos. Si a pesar de todo, el Señor no les da hijos, no han de ver en eso ninguna frustración: han de estar contentos, descubriendo en este mismo hecho la Voluntad de Dios para ellos. Muchas veces el Señor no da hijos porque pide más. Pide que se tenga el mismo esfuerzo y la misma delicada entrega, ayudando a nuestros prójimos, sin el limpio gozo humano de haber tenido hijos: no hay, pues, motivo para sentirse fracasados ni para dar lugar a la tristeza. Si los esposos tienen vida interior, comprenderán que Dios les urge, empujándoles a hacer de su vida un servicio cristiano generoso, un apostolado diverso del que realizarían en sus hijos, pero igualmente maravilloso. Que miren a su alrededor, y descubrirán en seguida personas que necesitan ayuda, caridad y cariño. Hay además muchas labores apostólicas en las que pueden trabajar. Y si saben poner el corazón en esa tarea, si saben darse generosamente a los demás, olvidándose de sí mismos, tendrán una fecundidad espléndida, una paternidad espiritual que llenará su alma de verdadera paz. Las soluciones concretas pueden ser distintas en cada caso, pero en el fondo todas se reducen a ocuparse de los demás con afán de servicio, con amor. Dios


premia siempre, dando a sus almas una honda alegría, a los que tienen la generosa humildad de no pensar en sí mismos. Conversaciones, 96 9. Hay matrimonios que por situaciones degradantes e insostenibles se han separado. En esos casos, les resulta difícil aceptar la indisolubilidad del vínculo matrimonial y se lamentan que se les niegue la posibilidad de construir un nuevo hogar. ¿Qué respuesta daría usted ante estas situaciones? Comprendiendo su sufrimiento diría, que pueden ver también en esa situación la Voluntad de Dios, que nunca es cruel, porque Dios es Padre amoroso. Es posible que por algún tiempo la situación sea especialmente difícil, pero, si acuden al Señor y a su Madre bendita, no les faltará la ayuda de la gracia. La indisolubilidad del matrimonio no es un capricho de la Iglesia, y ni siquiera una mera ley positiva eclesiástica: es de ley natural, de derecho divino, y responde perfectamente a nuestra naturaleza y al orden sobrenatural de la gracia. Por eso, en la inmensa mayoría de los casos, resulta condición indispensable de felicidad para los cónyuges, de seguridad también espiritual para los hijos. Y siempre —aun en esos casos dolorosos de que hablamos— la aceptación rendida de la Voluntad de Dios lleva consigo una honda satisfacción, que nada puede sustituir. No es como un recurso, como un con-

suelo: es la esencia de la vida de eliminar todo lo que contracristiana. ría. La vida presenta mil facetas, situaciones diversísimas, Si las mujeres tienen ya hijos a ásperas unas, fáciles quizá en su cargo, han de ver en esto una apariencia otras. Cada una de exigencia continua de entrega ellas comporta su propia gracia, amorosa, maternal, entonces es una llamada original de Dios: muy especialmente necesaria, una ocasión inédita de trabapara suplir en esas almas las de- jar, de dar el testimonio divino ficiencias de un hogar dividido. de la caridad. A quien siente el Y han de entender generosa- agobio de una situación difícil, mente que esa indisolubilidad, yo le aconsejaría que procure que para ellas supone sacrificio, también olvidarse un poco de es en la mayor parte de las fa- sus propios problemas, para milias una defensa de su inte- preocuparse de los problemas gridad, algo que ennoblece el de los demás: haciendo esto, amor de los esposos e impide el tendrá más paz y, sobre todo, se desamparo de los hijos. santificará. Conversaciones, 97 Este asombro ante la dureza aparente del precepto cristiano 10. Usted habla de la unidad de la indisolubilidad, no es nue- familiar como de un gran vo: los Apóstoles se extrañaron valor, ¿cómo es que el Opus cuando Jesús lo confirmó. Pue- Dei no organiza actividades de parecer una carga, un yugo: de formación espiritual donpero Cristo mismo ha dicho que de participen conjuntamente su yugo es suave y su carga li- marido y mujer? gera. En esto, como en tantas otras Por otra parte, aun reconocien- cosas, los cristianos tenemos do la inevitable dureza de bas- la posibilidad de escoger entre tantes situaciones —que, en no soluciones diversas, de acuerdo pocos casos, se habrían podido y con las propias preferencias u debido evitar—, es necesario no opiniones, sin que nadie pueda dramatizar demasiado. La vida pretender imponernos un sistede una mujer en esas condicio- ma único. Hay que huir, como nes, ¿es realmente más dura que de la peste, de esos modos de la de otra mujer maltratada, o la plantear la pastoral y, en genede quien padece alguno de los ral, el apostolado, que no paotros grandes sufrimientos físi- recen sino una nueva edición, cos o morales, que la existencia corregida y aumentada, del parlleva consigo? tido único en la vida religiosa. Lo que verdaderamente hace desgraciada a una persona —y aun a una sociedad entera— es esa búsqueda ansiosa de bienestar, el intento incondicionado

Sé que hay grupos católicos que organizan retiros espirituales y otras actividades formativas para matrimonios. Me parece perfectamente bien que, en


uso de su libertad, hagan lo que consideren oportuno; y también que acudan a esas actividades los que encuentran en ellas un medio que les ayuda a vivir mejor su vocación cristiana. Pero considero que no es ésa la única posibilidad, y tampoco es evidente que sea la mejor. Hay muchas facetas de la vida eclesial que los matrimonios, e incluso toda la familia, pueden y a veces deben vivir juntos, como es la participación en el sacrificio eucarístico y en otros actos de culto. Pienso, sin embargo, que determinadas actividades de formación espiritual son más eficaces si acuden a ellas separadamente el marido y la mujer. De una parte, se subraya así el carácter fundamentalmente personal de la propia santificación, de la lucha ascética, de la unión con Dios, que luego revierte en los demás, pero en donde la conciencia de cada uno no puede ser sustituida. De otra parte, así es más fácil acomodar la formación a las exigencias y a las necesidades personales de cada uno, e incluso a su propia psicología. Esto no quiere decir que, en esas actividades, se prescinda del estado matrimonial de los asistentes: nada más lejos del espíritu del Opus Dei. Llevo ya cuarenta años diciendo de palabra y por escrito que cada hombre, cada mujer, ha de santificarse en su vida ordinaria, en las condiciones concretas de su existencia cotidiana; que los esposos, por tanto, han de santificarse viviendo perfectamente sus obligaciones fami-

liares. En los retiros espirituales y en otros medios de formación que organiza el Opus Dei, y a los que asisten personas casadas, se procura siempre que los esposos cobren conciencia de la dignidad de su vocación matrimonial y que, con la ayuda de Dios, se preparen para vivirla mejor. En muchos aspectos las exigencias y las manifestaciones prácticas del amor conyugal son distintas para el hombre y para la mujer. Con medios de formación específicos, se les puede ayudar eficazmente a descubrirlos en la realidad de su vida. De modo que esa separación durante unas horas o unos días, les hace estar más unidos y quererse más y mejor a lo largo del resto del tiempo: con un amor lleno también de respeto. Repito que en esto no pretendemos tampoco que nuestro modo de actuar sea el único bueno, o que deba adoptarlo todo el mundo. Me parece simplemente que da muy buenos resultados, y que hay razones sólidas —además de una larga experiencia— para hacerlo así, pero no ataco la opinión contraria. Además, he de decir que, si en el Opus Dei seguimos este criterio para determinadas iniciativas de formación espiritual, sin embargo, en otro género de actividades variadísimo, los matrimonios, como tales, participan y colaboran. Pienso, por ejemplo, en la labor que se hace con los padres de los alumnos en colegios dirigidos por miembros

del Opus Dei; en las reuniones, conferencias, triduos, etcétera, especialmente dedicados a los padres de estudiantes que viven en Residencias dirigidas por la Obra. Como ves, cuando por la naturaleza de la actividad viene requerida la presencia del matrimonio, son marido y mujer los que participan en estas labores. Pero este tipo de reuniones e iniciativas es diverso de las que van directamente encaminadas a la formación espiritual personal. Conversaciones, 99


La píldora del día siguiente:

Nueva Amenaza contra la Vida E

l pasado día 23 de marzo la Agencia del Medicamento, del Ministerio de Sanidad, aprobó la comercialización de la llamada “píldora del día siguiente” en las farmacias españolas. 1. Se trata de un fármaco que no sirve para curar ninguna enfermedad, sino para acabar con la vida incipiente de un ser humano. Su empleo es un método abortivo en la

intención y en el efecto posible. En la intención, porque con su utilización en las 24 ó 72 horas siguientes a las relaciones sexuales, se pretende que, si ha habido fecundación, el óvulo fecundado no llegue a anidar en el útero y muera, siendo expulsado del cuerpo de la madre. Lo que objetivamente se persigue es, pues, un aborto precoz, aunque tal aborto sólo se

produzca efectivamente en el caso de que las relaciones sexuales hubieran sido fecundas1. 2. El embarazo comienza con la fecundación, no con la anidación. El óvulo fecundado ya es un ser humano, distinto de la madre, que empieza a vivir su propia vida en las fases previas a su anidación en el útero materno2. Es verdad que su viabilidad


es entonces más baja que en las etapas posteriores de su existencia y muchos embriones incipientes se malogran de modo natural. Pero esto no autoriza a nadie a eliminarlos consciente y voluntariamente. Todos hemos pasado por esa situación de debilidad vital y agradecemos que nadie haya puesto fin en aquellos momentos al curso natural de nuestra vida, impidiéndonos llegar a ver la luz. Eso habría sido un crimen. La vida humana ha de ser respetada y protegida siempre; con mayor esmero, si cabe, cuando más débil es y más a merced está del cuidado ajeno. 3. La “píldora del día siguiente” es un fármaco a base de hormonas, que no es inocuo para la mujer. Su concentración hormonal es muy superior a la de los anticonceptivos. No trata de preparar a la mujer para evitar la concepción, sino de impedir el desarrollo de una posible concepción ya realizada. No es un anticonceptivo. Por eso, es necesaria una gran cantidad de hormonas administrada de golpe, en una o dos veces. De ahí que se puedan producir trastornos y problemas de salud en la mujer que lo utiliza, pues se trata de una especie de agresión hormonal a su organismo. Este posible daño se añade, como causa de inmoralidad, al aborto in-

tentado o realizado, aunque, como es obvio, lo verdaderamente grave sea el atentado deliberado a la vida humana. 4. Permitiendo la venta de la “píldora del día siguiente”, la autoridad pública abdica de nuevo de su gravísima responsabilidad de tutelar siempre la vida humana. Es incluso posible que con esta autorización el Gobierno entre en contradicción legal con la actual legislación despenalizadora del aborto, la cual, aun siendo moralmente rechazable, exige al menos, como requisito de la exención de pena para las acciones abortivas, la constatación previa de que se da alguno de los tres supuestos marcados por la ley. La Administración pone ahora en manos de los usuarios de la “píldora del día siguiente” un instrumento que permite la realización del aborto sin control alguno de los supuestos legales de despenalización. 5. Los médicos y los farmacéuticos amantes de la vida humana y coherentes con la conciencia ética no deberían prestarse a facilitar en modo alguno este instrumento de muerte que es la “píldora del día siguiente”. Las autoridades tienen la obligación de proveer a que no se les impida el ejercicio de la objeción de conciencia en esta materia tan grave. 6. Exhortamos a todos, una

vez más, a respetar y cuidar la vida humana. Nadie con conciencia recta querrá contribuir a la confusión entre el bien el mal, un signo tan triste de la llamada cultura de la muerte, que induce a matar haciendo creer erradamente que así se sirve a la vida. El problema de los embarazos no deseados y no deseables, por ser fruto de relaciones sexuales irresponsables, en particular entre los más jóvenes, no se puede tratar de resolver recurriendo, con mayor irresponsabilidad aún, al expediente criminal del aborto. Intentar enmascarar la realidad por motivos políticos, comerciales o de cualquier otra clase, acaba perjudicando a las personas y al bien común. 7. Pedimos a los agentes de la pastoral de la Iglesia y a los educadores, en especial a los padres y madres de familia, que ayuden a los adolescentes y a los jóvenes a comprender y vivir con verdad su propia sexualidad y las relaciones entre los sexos; muéstrenles cómo la castidad, lejos de recortar las posibilidades de la existencia humana, permite integrar en la libertad los instintos y las emociones capacitando para un amor auténtico. La libertad que la virtud posibilita es la que hace felices a las personas, pues respeta y ama la vida de todos. n





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