Resumen Latinoamericano / Suplemento de Formación y Debate José Martí (edición Cubana)

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LATINOAMERICANO Y DEL TERCER MUNDO SUPLEMENTO ESPECIAL | ENERO 2016 |

EDICIÓN CUBANA | DISTRIBUCIÓN GRATUITA | RNPS 0118

“LA UTILIDAD DE LA VIRTUD”

JOSÉ MARTÍ: POR EL BIEN MAYOR DEL HOMBRE Y EL EQUILIBRIO DEL MUNDO, PEDRO PABLO RODRÍGUEZ / pág. 3

“MARTÍ ES LA IDEA DEL BIEN QUE ÉL DESCRIBIÓ”, FIDEL CASTRO / pág. 6

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RESUMEN LATINOAMERICANO | SUPLEMENTO ESPECIAL

En medio de las complejidades y los desafíos que entraña la situación actual se impone una interrogante: ¿Cuál es nuestro deber con las generaciones que vivirán bien entrado el siglo XXI para la preservación y transmisión del legado del Héroe Nacional? ► Por

Armando Hart Dávalos

EL CAMINO DE LA REVOLUCION MARTIANA

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ara el pueblo cubano la conmemoración del natalicio del Apóstol, así como de otras efemérides relacionadas con su vida y obra, siempre han tenido una gran relevancia. Desde luego que al rememorar estos aniversarios lo hacemos con un gran sentimiento de responsabilidad, por la significación que esa entrañable figura tiene, no solo para nuestro pueblo, sino también para los pueblos de nuestra América y el mundo. Se trata de una tradición que nos viene de la Escuela cubana, de los maestros y de muchas figuras intelectuales y políticas que la mantuvieron viva y actuante en sus pensamientos, a lo largo del pasado siglo XX. Como bien conocemos, en el presente año se cumplirán 121 años del inicio de la Guerra necesaria que él organizó y convocó; del Manifiesto de Montecristi; de su desembarco en Playita de Cajobabo, en el extremo oriental del país; de su nombramiento como Mayor General y de su caída en combate en Dos Ríos, entre otras significativas fechas, por lo que la evocación de cada una de estas trascendentales efemérides es, del mismo modo, una ocasión propicia para reflexionar sobre el

camino recorrido por nuestra martiana Revolución y su proyección hacia el futuro. Por otra parte, recordemos que en Cuba sucedió un milagro desde el punto de vista filosófico, porque aquí se lograron articular «creadoramente» las ideas del marxismo consecuente, antidogmático y forjador con el pensamiento martiano; de ahí que nuestro Partido se pudo definir como marxistaleninista y martiano. Por lo que, del mismo modo, la dirección del Partido, en su Primera Conferencia Nacional, en enero de 2012, orientó profundizar en el legado ético, humanista y antiimperialista del pensamiento del Apóstol cubano, como fundamento esencial de nuestra práctica revolucionaria. De igual modo, no olvidemos que en la larga evolución de las ideas cubanas, desde los tiempos del padre José Agustín Caballero, Varela, Luz y Martí, hasta hoy, está presente el método electivo del conocimiento. El pensamiento filosófico y político, social y cultural en general de nuestro país forjó la síntesis mejor lograda de las ideas del llamado occidente, sobre el que Fernando Ortiz —considerado el tercer descubridor de Cuba por

sus estudios sociológicos y etnográficos—, al analizar el fenómeno de la transculturación y de los factores humanos en la cubanidad, utiliza la metáfora del ajiaco para caracterizar la cultura cubana. Y es «en efecto» un ajiaco con sabor a justicia en su alcance más universal y lo que sustantiva ese maravilloso ajiaco está en José Martí. Precisamente hace 120 años, en nota publicada en el periódico Patria, el 26 de enero de 1895, Martí formuló un concepto que tiene un significado cardinal en nuestros días: «Patria es Humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer»; esta definición la podemos relacionar con su toma de partido en aquel verso memorable: «Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar». Para los cubanos, en medio de las complejidades y los retos que nos impone la situación actual, siguen vigentes las siguientes interrogantes: ¿Cuál es nuestro deber con las generaciones que vivirán bien entrado el siglo XXI para la preservación y transmisión del legado martiano? ¿Cómo debemos insertarnos de manera creativa y eficaz en el esfuerzo que

involucra a todo el país para alcanzar una cultura integral y masiva? ¿Qué debemos hacer hoy para que el sagrado legado martiano sea investigado con profundidad y podamos extraerle las lecciones válidas para hacer frente a los desafíos del siglo XXI? Estamos comprometidos con la defensa de la tradición democrática, revolucionaria y socialista de la nación cubana y de los valores que están en lo que podemos llamar el ADN de Cuba, es decir, de nuestra identidad. Desde luego que nuestras responsabilidades se han acrecentado, pues no solo estamos defendiendo la cultura cubana, sino también la cultura latinoamericana, caribeña e incluso mundial. Sobre todo en el día de hoy, momento en el que se ha entablado un combate a escala continental entre los pueblos que quieren profundizar los cambios económicos, políticos y sociales que han tenido y tienen lugar en la región y las oligarquías sometidas «históricamente» a los designios imperiales. No olvidemos que se trata de una lucha en la que nuestra región latinoamericana y caribeña, con una dilatada historia de saqueo, subdesarrollo y depredación por parte de metrópolis antiguas y modernas, con un destino de liberación y una tradición espiritual que sirve de fundamento a una vocación de integración regional, ya se encuentra en condiciones favorables para hacer un aporte sustantivo y salvar a la especie humana y al planeta que habitamos de su extinción definitiva. Es un imperativo alentar a los jóvenes a que se preparen y tomen conciencia de la necesidad de enfrentar el drama, porque la familia humana enfrenta mortales peligros; tenemos que hacer conciencia del nefasto carácter de esta crisis que vive la humanidad. Por primera vez en la milenaria historia del hombre se han acumulado fuerzas técnicas y recursos materiales capaces de extinguir no solo a la especie humana, sino a todas las especies. Esto se relaciona estrechamente con el tema del imperialismo en su fase actual y específicamente la situación en Estados Unidos. Martí fue el pensador extranjero que mejor conoció la sociedad norteamericana de su tiempo y sus ideas constituyen hoy una sólida base para relacionarnos con ese país; por eso sus ideas son un recurso muy necesario para vincularnos y relacionarnos más estrechamente con la sociedad norteamericana. Porque el imperialismo de hoy no es el imperialismo del siglo XX, se trata del imperialismo en proceso de decadencia y, recordemos, todos los imperios, en el momento de fenecer o en el proceso final de su existencia, emprenden acciones desesperadas para tratar de detener lo inevitable. El imperio hegemónico, ansioso de perpetuar su dominación «a toda costa» sigue acudiendo a flagrantes violaciones del Derecho Internacional, a la amenaza, al uso de la fuerza, y no vacila en emprender agresiones a gran escala con el propósito de asegurar la explotación y el saqueo de los recursos naturales en todo el mundo. En cuanto a Cuba, se inicia una etapa de mayor sutileza y rigor en el combate, etapa en la que nuestro pueblo tendrá que luchar y darlo todo por la plena integridad e independencia de la nación.

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SUPLEMENTO ESPECIAL | RESUMEN LATINOAMERICANO No hay dudas de que el imperio yanqui seguirá cambiando sus maneras de intentar imponer sus designios a la nación cubana, pero, en esencia, mantendrá el mismo propósito. También las nuevas formas revolucionarias de luchar en defensa de Cuba tomarán nuevos alcances y sutilezas, estarán cargadas de peligros, pero estos riesgos «como ya hemos visto» no son solo para Cuba, sino también para el mundo. Partiendo de la cosmovisión martiana, estamos comprometidos a preservar, profundizar y divulgar lo más ampliamente posible el legado martiano, como garantía de la continuidad histórica de la Revolución. Como ha señalado el General de Ejército Raúl Castro, para garantizar esa continuidad «contamos con la pujanza y compromiso patriótico de la gran masa de intelectuales, artistas, profesores y maestros revolucionarios, así como con la firmeza de nuestros centros de investigaciones sociales, universidades y de su estudiantado, aún sin utilizar plenamente sus potencialidades». El pensamiento martiano sigue brindando hoy un sólido sustento a los procesos de integración latinoamericana y caribeña. Ha llegado, como señaló Martí, la hora de proclamar la segunda y definitiva independencia de nuestros pueblos, apoyándonos en la herencia bolivariana y martiana y de una pléyade de próceres y pensadores latinoamericanos y caribeños que soñaron con esa integración. No es casual que la referencia a sus ideas aparezca de manera frecuente en los discursos de presidentes y jefes de Gobierno de los países de la región. La cultura que representan Bolívar y Martí, Hugo Chávez y Fidel tiene responsabilidades universales. Frente a las amenazas que se ciernen sobre la especie humana y sobre la vida misma en la Tierra no podemos permanecer impasibles, y como martianos debemos luchar contra aquellos que por codicia y por estrechez de miras actúan de manera insensata y están conduciendo a la humanidad hacia un callejón sin salida. Cada persona cuenta en esta lucha y por eso invito a todo ser humano, cualquiera sea su edad, raza, sexo, ideología o creencia religiosa, a que haga uso de su «facultad de asociarse», como dijo José Martí, para que nos unamos y pasemos a la acción a fin de salvar a la humanidad de esa catástrofe que sería irreversible y abramos el camino a soluciones sensatas que propicien un mundo mejor en el que el bienestar, la justicia social y la equidad tengan un verdadero alcance universal. No se trata de un mero ejercicio teórico, sino de abrir cauce a la más amplia movilización de la sociedad para enfrentar los retos que significan la salvación de la especie humana y promover la lucha contra la pobreza, la marginalidad, la exclusión social, la violencia y la depredación de los recursos naturales; para lograr un mundo mejor, caracterizado por la paz, el desarrollo sustentable, la justicia social, la solidaridad y el respeto a la dignidad plena del hombre. El legado intelectual de José Martí, con el carácter visionario de su pensamiento y su carga de espiritualidad, se ha convertido en un referente ético y político para la consecución de ese mundo mejor al que aspiramos para las presentes y venideras generaciones. Tenemos la responsabilidad enorme de promover y dar a conocer de la manera más amplia la figura de José Martí; por eso, la conmemoración en este 2016, como ya señalamos, del aniversario 121 de importantes acontecimientos vinculados a su batallar por la independencia de su amada Cuba y de la guerra iniciada en 1895, debe servir de acicate para desarrollar acciones que contribuyan a destacar la vigencia de sus ideas y de los valores éticos y jurídicos que él defendiera con pasión y una belleza literaria sin par. n

JOSÉ MARTÍ: POR EL BIEN MAYOR DEL HOMBRE Y EL EQUILIBRIO DEL MUNDO Conferencia magistral de Pedro Pablo Rodríguez, Investigador Titular del Centro de Estudios Martianos

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na singular batalla se inició en los finales del siglo XIX cuando José Martí emprendió las labores para organizar el Partido Revolucionario Cubano entre los emigrados de Cuba y Puerto Rico. Durante varios años, Martí había convocado a los patriotas de ambas islas asentados en Nueva York para conmemorar el 10 de Octubre de 1868, día en que comenzó la Guerra de los Diez Años, y en largas piezas oratorias analizó la incapacidad de la metrópoli española para promover vías de desarrollo en sus posesiones antillanas, a la vez que contuvo los impulsos de aquellos que llamaban a tomar las armas de inmediato. Como había dicho desde 1880 en magistral discurso en aquella misma ciudad, se trataba de propulsar un movimiento emancipador desde la reflexión y no desde la cólera, desde la organización sustentada en el conocimiento de los problemas coloniales y del estudio de sus remedios duraderos, y no de la acción desesperada, espontánea, sin plan ni objetivos transformadores profundos. Sin embargo, desde 1889 y 1890 su vida fue entrando crecientemente en una vorágine que lo conduciría hasta la muerte revólver en mano. Por entonces, varios acontecimientos le indicaron que se acortaba el tiempo posible para la independencia antillana. Desde un lustro antes había advertido en sus escritos acerca del inevitable y arrollador encuentro de América Latina con Estados Unidos, ya una potencia emergente con intereses continentales, y había planteado sagazmente la necesidad de unir esfuerzos para sacar provecho de ello y contener sus peligros. La vuelta al poder del Partido Republicano de Estados Unidos y el nombramiento de un pertinaz expansionista como James Blaine en la Secretaría de Estado, fueron apreciados por Martí como claras muestras de que la colusión de ciertos grupos monopólicos nacientes hacía marchar a aquella nación por los caminos de la expansión territorial a costa de sus vecinos del sur. Muy pronto se hicieron sentir tales intereses, cuando Estados Unidos intervino en la guerra civil en Haití, cuya estratégica península de San Nicolás le atraía, y cuando se removieron viejas aspiraciones anexionistas hacia República Dominicana y se tanteaba a España de nuevo para comprarle Cuba.

El cubano siguió cuidadosamente los acontecimientos de la Conferencia Internacional Americana efectuada en Washington en 1888 y 1889, cuya aspiración al control económico de nuestros pueblos denunció en vigorosos textos, al tiempo que movió todos sus recursos hasta lograr que los gobiernos de nuestra América no brindasen su aquiescencia al paso de Cuba a manos estadounidenses. Por ello calificó de victoria el fracaso tanto de esa reunión como también de la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América en que participó como delegado de Uruguay y llevó la voz cantante contra la idea de una moneda única controlada desde el país del norte. Se hacía patente el avance imperialista de Estados Unidos, en franco choque con sus rivales europeos en el Nuevo Mundo y en el Océano Pacífico, zona esta última donde el reino de Hawai ya agonizaba ante su intervencionismo, proceso seguido atentamente por el cubano en sus “Escenas norteamericanas”. La presión del poder emergente sobre Cuba, no obstante, se hizo mayor en su interior: los sectores productores y exportadores de azúcar crudo y de tabaco en rama se vieron envueltos en las trampas de la llamada reciprocidad comercial, y tras largos meses de puja con el gobierno colonial, este tuvo finalmente que firmar un acuerdo con Estados Unidos que rebajaba las tarifas arancelarias a aquellas materias primas de la Isla, mientras que esta abría sus aduanas a las mercaderías del norte, empeñadas en expulsar a sus competidores españoles, favorecidos hasta entonces por leyes proteccionistas. Así, la combinación de las acciones invasivas sobre territorios ajenos y el efectivo dominio comercial sobre su patria y otros países del continente no podía dejar dudas en Martí: ya se ejecutaba la marcha de Estados Unidos hacia nuestra América. En consecuencia, sonaba la hora de la segunda independencia para la región, y también la hora de acelerar la primera independencia de las dos colonias españolas, Cuba y Puerto Rico, o para decirlo mejor: la segunda independencia de nuestra América habría de asegurarse con una rápida emancipación de las Antillas españolas. Continúa en la página 8

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José Martí Intervención de Frei Betto en ocasión de la celebración del 160 aniversario del natalicio de José Martí La Habana, enero de 2013

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a historia de la América Latina es inmensamente rica en luchadores sociales que encarnaron utopías libertarias en sus ideas y actitudes. Sin embargo, son escasos los que, si por milagro se levantaran de sus tumbas, se encontrarían con que se han realizado en la práctica sus sueños y proyectos. Uno de ellos es José Martí, quien vería en la Revolución cubana que su sacrificio no fue en vano; que su lucha echó raíces que florecieron en el proyecto de soberanía y liberación nacionales, con una significativa resonancia internacionalista, realizado por el pueblo cubano en las últimas seis décadas bajo la conducción de los hermanos Fidel y Raúl Castro. Gracias a Martí, la Revolución cubana preservó su cubanidad, su originalidad, sin dejar que la rigidizaran conceptos dogmáticos que tan nefastas consecuencias tuvieron en otros países socialistas. Martí tenía el don de ser un hombre de acción sin dejar de ser un intelectual refinado, era un pragmático y un espiritualista. Jamás perdió el sentido crítico ni el autocrítico. Vivió quince años en Nueva York, Estados Unidos, entre 1880 y 1895, cuando comenzaba allí una radical transformación que le imprimiría al capitalismo su carácter agresivo. A la vez, ello le posibilitó el contacto con lo más avanzado del pensamiento filosófico, científico y espiritual. En la sociedad norteamericana, Martí constató lo que significa un desarrollo económico centrado en la apropiación privada de la riqueza, indiferente a las reales necesidades humanas, y la limitación de la vida espiritual que implicaba esa concepción egocéntrica. Como señalara Armando Hart: “Martí vio a Cuba ubicada en el centro de ese drama, porque se encontraba en el Caribe y porque era la mayor isla de las Antillas, y consideró su contribución al equilibrio del mundo. Deseaba mucho ese equilibrio, tanto entendido como tema perteneciente a la psicología individual —el equilibrio entre el pensar y el sentir, entre las emociones y la capacidad de razonar— como el equilibrio entre las naciones. Este último, para evitar que los Estados Unidos cayeran con esa fuerza más sobre los pueblos de América.” El papel de Cuba en el equilibrio de la América Latina y el Caribe tiene antecedentes en hombres de cultura de todo el siglo que precedió al nacimiento de José Martí. Influidos por el enciclopedismo y las ideas avanzadas que se iban produciendo en Europa, portadores de un profundo sentido espiritual y orgullosos de su condición de isleños de Cuba, el obispo Espada, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, pensaron los problemas principales de su tiempo e intuyeron un destino propio para su país. Lo que distinguió a la generación de Varela y Luz fue su capacidad de asimilar las nuevas ideas iluministas sin despegar los pies del suelo latinoamericano y caribeño. Hay un principio de la Educación Popular que se aplica muy bien a esas figuras históricas, y que también explica la originalidad de sus pensamientos: la cabeza piensa donde pisan los pies. En las huellas del ideario que los movía estaban el sufrimiento de los pueblos indígenas y los esclavos, la saña colonialista, la lucha pionera de mi cofrade fray Bartolomé de las

Casas, los principios cristianos de la sacralidad radical de cada ser humano, considerado hijo amado de Dios con independencia de su clase, etnia o actividad social. En nuestro continente, la lucha por la libertad y la justicia la iniciaron los pueblos indígenas. Millones de sus miembros fueron encarcelados, sometidos a suplicio, quemados vivos, decapitados y descuartizados. Túpac Amaru clamó: “Nos oprimen en obrajes, chorrillos y cañaverales, cocales, minas y cárceles en nuestros pueblos”. Hatuey, líder indígena de Cuba, fue quemado en la hoguera. Consta que cuando le preguntaron si quería aceptar la religión de sus verdugos españoles, para así poder garantizarse un lugar en el cielo, preguntó si, al morir, ello también irían al cielo. Cuando le respondieron que sí, Hatuey dijo que no quería estar con ellos en el paraíso… Túpac Katari y tantos otros regaron con su sangre nuestras tierras sedientas de libertad. También mujeres indígenas, como Bartolina Sisa y Micaela Bastidas, lucharon y murieron en defensa de los derechos de sus pueblos. El Caribe produjo la primera gran revolución de liberación del continente americano, la Revolución haitiana. Una masa enorme de esclavos se rebeló, peleó y venció a los colonialistas franceses, ingleses y españoles que se les enfrentaron. Ellos fueron los primeros en abolir la esclavitud en América, y crearon el primer Estado de la América Latina. Martí fue el mayor de los hijos de las generaciones que hicieron la independencia de Cuba y crearon a los cubanos y la identidad nacional. Fue el más grande de sus pensadores, el hombre de acción que organizó la gran revolución popular y el Apóstol que simbolizó en sí el sacrificio de todos y lanzó el proyecto de liberación nacional y de una segunda independencia de América Latina que debía ser una contribución inmensa al futuro equilibrio del mundo. Todos esos antecedentes explican la Revolución cubana y el hecho de que sea un factor destacado del equilibrio de la América Latina. Antes de la victoria de los rebeldes de la Sierra Maestra, nuestro continente era zona de ocupación y extorsión, explotación y

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y el equilibrio del mundo desde la ética sumisión a los países más poderosos de Occidente. La Revolución cubana le dijo basta al imperialismo, rescató el espíritu de soberanía de los pueblos caribeños y latinoamericanos, despertó la conciencia crítica de nuestra gente, fomentó movimientos de liberación, dio pruebas de que la utopía puede transformarse en topía y de que la esperanza nunca es vana. Cuba venció al colonialismo español, eliminó la esclavitud y aseguró su independencia como nación, y con la victoria de la Revolución le puso límites a la expansión imperialista de los Estados Unidos. Fue un movimiento de liberación nacional que abrazó el proyecto socialista. Pero el equilibrio se mantuvo. Martí no fue trocado por Marx; la fe religiosa de los cubanos no fue eliminada por el materialismo histórico y dialéctico: el arte no se dejó descaracterizar por los estrechos límites del realismo socialista. Lo que el pensamiento europeo juzgaba antagónico, aquí en la América Latina y el Caribe se reveló paradójico. Lo que parecía irreconciliable del otro lado del océano, aquí se presentó como convergente, como un marxismo privado de dogmas y un cristianismo desprovisto de arrogancia elitista y sensible al clamor de los pobres, lo que dio por resultado la Teología de la Liberación. Mientras que en Europa la fe y la ciencia se batían, aquí el sacerdote católico Félix Varela dejaba claro que no existía incompatibilidad entre esas dos esferas de la inteligencia humana. El mismo Dios que creó la naturaleza, develada por la ciencia, es el que se nos reveló en su hijo Cristo Jesús, a quien nos unimos por la fe. Esa paradoja hizo que el pensamiento libertario de nuestro continente evitara el dogma de la inmaculada concepción de una ciencia de la historia capaz de impedir que floreciera entre nosotros la inmensa riqueza del sincretismo religioso, de las peregrinaciones de San Lázaro y la Virgen de Guadalupe, del realismo mágico de Carpentier y García Márquez, del internacionalismo quijotesco del Che Guevara, del ballet lírico de Alicia Alonso, del ojo autocrítico de Tomás Gutiérrez Alea, de la poesía ética de Cintio Vitier y de los poemas criollos de Nicolás Guillén. Aquí en la América Latina y el Caribe, el equilibrio del mundo brota de la sorprendente paradoja de un amplio movimiento popular de base de las iglesias cristianas y una nueva óptica teológica, liberadora, centrada en los derechos de los más pobres, sin una ruptura con la Iglesia institucional, sin cisma ni herejía. Una óptica teológica que tiene como punto de partida el sufrimiento de los crucificados: campesinos oprimidos, obreros explotados, mujeres humilladas, negros discriminados, indígenas aniquilados, militantes de la utopía perseguidos, presos, torturados y asesinados. Para decirlo con palabras de Armando Hart, “los teólogos de la liberación encontraron una explicación que ilustra el déficit científico de las disciplinas sociales, económicas y políticas que sirven a la burguesía, más exactamente, al imperialismo norteamericano. Apuntan como causa de este déficit el hecho de que esas ciencias no analizan toda la realidad. ¿Y qué parte de la realidad no analizan? Según los teólogos, el dolor.” “Para Gramsci, esta es una verdad de sentido común que debe ser el fundamento de toda filosofía. Recordemos, a propósito de esta cuestión, este pensamiento de Martí: ‘Aquel que deja a un lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae después por esa verdad que dejó, que crece en la negligencia y acaba con todo lo que aparece sin ella’.” Y concluye Hart: “Esa es la limitación que tiene hoy la sociedad capitalista norteamericana”. Aquí en la América Latina y el Caribe, el equilibrio se rehace mediante un proceso capilar que origina movimientos sociales, movimientos étnicos, como el indígena y el negro, que en las últimas décadas han dado como resultado la renovación, a través de elecciones, de nuestros dirigentes políticos. Sin necesidad de recurrir a las armas, nuestro pueblo, lacerado por las dictaduras militares de las décadas de 1960 a 1980, y decepcionado de los gobiernos neoliberales mesiánicos de las décadas de 1980 y 1990, ahora elige dirigentes

que gobiernan a favor de la mayoría de la población, defienden la soberanía de nuestros países, les niegan a las potencias imperialistas su pretendido derecho a dictar reglas en nuestro continente, muestran solidaridad con la Revolución cubana y con su derecho inalienable a la autodeterminación. Aun cuando hay aspectos favorables en la coyuntura latinoamericana y caribeña, ¿podemos afirmar que existe hoy un equilibrio del mundo? Lamentablemente, ello es aún un proyecto y un sueño. No es verdad, y mucho menos seguro es el equilibrio que se deriva de la amenaza de los arsenales nucleares. Como advertía el profeta Isaías siete siglos antes de Cristo, la paz será, necesariamente, fruto de la justicia (32,17). La paz nunca será resultado del equilibrio de fuerzas. Vivimos en un mundo desequilibrado por la desigualdad social, la devastación ambiental, la discriminación étnica y racial. Un mundo hegemonizado o, si se quiere, globocolonizado, por la preponderancia del capital, la idolatría del mercado, la hipnosis colectiva inducida por medios de comunicación que no se interesan en formar ciudadanos, sino consumistas. Un mundo que carece de sueños, de idealismo, de valores centrados en la subjetividad, de utopías libertarias. Esa carencia le abre amplios espacios a la dependencia química, esto es, a la proliferación del consumo de drogas, como si el corazón humano, desprovisto de sentido, de alma, clamara en vano por un alimento capaz de saciarlo, y, a falta de él, recurriera a la fuga intrascendente de la realidad. Frente a esa coyuntura contradictoria, en la que se mezclan aspectos promisorios y nefastos, ¿qué desafíos tenemos ante nosotros? Dejemos el pesimismo para días mejores. Cuba, asfixiada por el bloqueo impuesto por los Estados Unidos, enfrenta el desafío de mejorar el socialismo, con la movilización de todo su pueblo, para tornarlo más participativo, más ético, más productivo y más equitativo. Siguiendo el ejemplo de los cinco héroes cubanos que padecen injustamente en cárceles de los Estados Unidos, cada cubano está llamado a dar prueba de que prevalecen las convicciones por encima de los intereses pecuniarios; de que los ideales superan la tentación del acomodamiento; de que la espiritualidad se impone a las tendencias egoístas; de que los valores enraizados en el corazón inspiran la certeza de que la Revolución, más que un hecho histórico del pasado, es un proyecto de futuro, de humanización solidaria y sustentable. La crisis estructural del capitalismo y las medidas draconianas para intentar paliarla, como el desempleo masivo y el recorte de derechos sociales, demuestran que este mundo neoliberal, tan desequilibrado, ya se ha tornado imposible. Hay que buscar otro mundo posible. Un mundo que erradique los arsenales nucleares y las causas de las desigualdades sociales. Un mundo que, como declaró Fidel en ECO 92, preserve la principal especie en extinción: el ser humano. Un mundo en el que podamos rescatar la alteridad entre lo humano y la naturaleza, de la cual somos hijos y en cuyo seno somos la inteligencia crítica y creativa del Universo. Un mundo en el que ninguna diferencia de creencias religiosas, etnia, color de la piel o condición social se convierta en divergencia y produzca discriminación y exclusión. Un mundo equilibrado que ponga la ciencia y la tecnología al servicio de las necesidades reales del ser humano y no de las ambiciones de lucro. Todavía se aplica a muchas regiones de la América Latina lo que Martí describió en el siglo XIX acerca de la realidad social de Nueva York: “Una boa no los dejaría como el verano de New York deja a los niños pobres: como roídos, como mondados, como vaciados y enjutos. Sus ojitos parecen cavernas; sus cráneos, cabezas calvas de hombres viejos; sus manos, manojos de yerbas secas. Se arrastran como los gusanos: se exhalan en quejidos. ¡Y digo que este es un crimen público, y que el deber de remediar la miseria innecesaria

es un deber del Estado!... Y así de sus propios errores, y de la dureza e indiferencia de los acomodados, se aíslan, aíran, disgustan y envilecen los pobres; y de padres sombríos, y de aire fétido, se mueren los niños.” Para lograr un mejor equilibrio del mundo tenemos mucho que aprender de los pueblos originarios de la América Latina y el Caribe: de su relación con la naturaleza y de su sentido comunitario para la repartición de los bienes. Es Martí quien nos enseña: “De la barbarie de los indios hablan; fuera más justo hablar de sus virtudes y prudencia”. Tenemos que aprender también de quienes trajeron de África el reencantamiento del mundo, la inteligencia que brilla por encima del racionalismo, el carácter anímico de la naturaleza, el gusto por el baile y la fiesta. Por último, si queremos el equilibrio del mundo, tenemos que aprender de quienes, siguiendo los pasos de Jesús, hicieron de sus vidas don de entrega radical para que todos tengan vida y vida plena: Martí, Rosa Luxemburgo, Gandhi, Dolores Ibárruri, Fidel, Che Guevara, Martin Luther King, Mandela y tantos otros y otras, hombres y mujeres anónimos que, movidos por la virtud de las virtudes –el amor— no temieron arrostrar toda suerte de privaciones y arriesgar la vida. Como dijo Martí: “Sobre cada hombre debe pesar la carga de todo el universo”. Y añadió: “Es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida. El dar la vida solo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente”. Para Martí, el equilibrio del mundo dependía también de nuestro equilibrio personal, de la coherencia entre el pensamiento y la acción, entre los principios y la práctica. En ese sentido, uno de los grandes desafíos para todos los que soñamos con una sociedad de hombres y mujeres nuevos, libres del egoísmo tan exacerbado por el capitalismo, es la construcción y la incorporación de una ética sedimentada en la razón, enraizada en la subjetividad y evidenciada en nuestra capacidad de vivir las virtudes como hábitos, en especial el amor: el compartir los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano. Ese compartir encuentra en el socialismo su mayor expresión política. Las religiones, como el cristianismo, son un manantial de ética en sus más diversas manifestaciones: solidaridad, compasión, perdón, servicio desinteresado. Durante milenios, la humanidad buscó en los cielos, en el Olimpo, los parámetros éticos y morales derivados de la voluntad de los dioses. Tan imbuidos estaban de ello nuestros corazones que, a cada infracción, el peso de la culpa abatía nuestro ser. Hoy, con la desacralización del pensamiento y la secularización de la sociedad, lo que Max Weber denominó el “desencantamiento del mundo”, nos encontramos en un limbo ético. Dejamos la margen del río en la que predominaba la noción de pecado, y aún no hemos alcanzado la margen opuesta, en la que la ética brota socráticamente de la razón. ¿Qué hacer? ¿Resacralizar el mundo e imponerle la religión al conjunto de la sociedad, como ansían los fundamentalistas? El camino es exactamente el inverso. Todo lo que es verdaderamente humano es sustancialmente divino. Aunque nuestros ojos no se vean iluminados por la fe, toda práctica de amor, de compartir, de solidaridad es experiencia de Dios. Les cabe a las religiones proyectar esa luz sobre nuestra razón y nuestra práctica. Pero lo más importante es que nuestra existencia esté respaldada por una ética de principios adecuada a una práctica tolerante, compasiva y determinada. Una ética centrada en la verdad. ¿Y qué es la verdad? Es la adecuación de la inteligencia a lo real, como muestran el ejemplo y el testimonio de Martí. Ese es el horizonte capaz de instaurar, en el mundo y en cada uno de nosotros, el equilibrio, la ecuanimidad, la esplendorosa aventura espiritual de vivir a plenitud nuestra condición humana. n

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“MARTÍ ES LA IDEA DEL BIEN ► Selección

por Ramón Guerra Díaz

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n el año 2003 se reunieron en La Habana un buen número de intelectuales, profesionales y estudiosos de la obra de José Martí para celebrar el 150 aniversario de su natalicio, fuera de los logros aglutinadores de un evento de este tipo en el que le correspondió a la Sociedad Cultural José Martí jugar un rol muy importante, el saldo del evento es medible por las palabras de clausura del Comandante en Jefe Fidel Castro, en torno a la figura del Apóstol a quien logra resumir con palabras del propio Martí que extracta en la búsqueda y la práctica del bien el fin ético del hombre, estas palabras de Fidel sobre el Apóstol son el homenaje mejor de un hombre que con su obra de vida rinde un perenne homenaje a Martí, a continuación ofrecemos estos fragmentos del discurso de clausura del evento que así lo atestiguan: ¿Qué significa Martí para los cubanos? En un documento denominado «El Presidio Político en Cuba», Martí cuando tenía 18 años, después de sufrir cruel prisión a los 16 con grilletes de hierro atados a sus pies afirmó: “Dios existe, sin embargo, en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser, y deja en el alma que se encarna en él una lágrima pura. El bien es Dios. La lágrima es la fuente de sentimiento eterno.” (…) Para nosotros los cubanos, Martí es la idea del bien que él describió. Los que reanudamos el 26 de julio de 1953 la lucha por la independencia, iniciada el 10 de octubre de 1868 precisamente cuando se cumplían cien años del nacimiento de Martí, de él habíamos recibido, por encima

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EN QUE ÉL DESCRIBIÓ”, Fidel Castro

de todo, los principios éticos sin los cuales no puede siquiera concebirse una revolución. De él recibimos igualmente su inspirador patriotismo y un concepto tan alto de honor y de la dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos enseñado. Fue un hombre verdaderamente extraordinario y excepcional. Hijo de militar, nacido en un hogar de padre y madre españoles, deriva en profeta y forjador de la independencia de la tierra que lo vio nacer; intelectual y poeta, siendo un adolescente al iniciarse la primera gran contienda, fue capaz más tarde de conquistar el corazón, el respeto, la adhesión y el acatamiento de viejos y experimentados jefes militares que se llenaron de gloria en aquella guerra. Amante fervoroso de la paz, la unión y armonía entre los hombres, no vaciló en organizar e iniciar la guerra justa y necesaria contra el coloniaje y la injusticia. Su sangre fue la primera en derramarse y su vida la primera en ofrendarse como símbolo imborrable de altruismo y desprendimiento personal. Olvidado y aún desconocido durante muchos años por gran parte del pueblo por cuya independencia luchó, de sus cenizas, como ave Fénix, emanaron sus inmortales ideas para que casi medio siglo después de su muerte un pueblo entero se enfrascara en colosal lucha, que significó el enfrentamiento al adversario más poderoso que un país grande o pequeño hubiese conocido jamás. (…) Más allá de Cuba, ¿qué recibió de él el mundo? Un ejemplo excepcional de creador y humanista digno de recordarse a lo largo de los siglos. ¿Por quiénes y por qué? Por los mismos que hoy luchan y los que mañana lucharán por los mismos sueños y esperanzas de salvar al mundo, y porque quiso el azar que hoy la huma-

nidad perciba sobre ella y tome conciencia de los riesgos que él previó y advirtió con su visión profunda y su genial talento. El día en que cayó, el 19 de mayo de 1895, Martí se inmolaba por el derecho a la vida de todos los habitantes del planeta. (…) Es la ya famosa carta inconclusa a su amigo entrañable Manuel Mercado, que Martí interrumpe para marchar sin que nadie pudiera impedirlo a un inesperado combate, reveló para la historia su más íntimo pensamiento, que no por conocido y repetido dejaré de consignar una vez más: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber, (…)de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”

En este instante en que se conmemora el 150 aniversario del natalicio de José Martí, el hombre que quizás por vez primera en la historia planteó el concepto del equilibrio del mundo, una guerra está por comenzar como consecuencia del más colosal desequilibrio en el terreno militar que jamás existió sobre la Tierra. (…) Nadie crea que los individuos hacen la historia. Los factores subjetivos influyen, aceleran con sus aciertos o retrasan con sus insuficiencias y errores los procesos históricos, pero no determinan el resultado final. Ni siquiera un hombre tan genial como Martí –podría decirse igualmente de Bolívar, Sucre, Juárez, Lincoln y otros muchos hombres admirables como ellos- habría sido conocido por la historia de haber nacido por ejemplo treinta años antes o después.

Semanas antes, al suscribir en Santo Domingo el Manifiesto de Montecristi junto al ejemplar patriota latinoamericano Máximo Gómez, de origen dominicano y escogido por Martí como jefe militar de las fuerzas cubanas, próximo a partir hacia Cuba, entre otra muchas y brillantes ideas revolucionarias, Martí escribió algo tan admirable que, aun a riesgo de aburrir, también necesito repetir: “La guerra de independencia de Cuba(…) es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo.”

En el caso de Cuba. De haber nacido nuestro Héroe Nacional en 1823 y cumplido 30 años en 1853, en medio de una sociedad esclavista y anexionista dueña de plantaciones y enormes masas de esclavos, y sin existir todavía el poderoso sentimiento nacional y patriótico forjado por los gloriosos precursores, no habría sido posible entonces el inmenso pape que desempeñó en la historia de nuestra Patria. (…) Si algo me atrevo a sugerir a los ilustres visitantes aquí reunidos sería lo que veo que ya están haciendo. No obstante, a riesgo de cansarlos me permito repetir y reiterar: frente a las armas sofisticadas y destructoras con que quieren amedrentarnos y someternos a un orden económico y social mundial injusto, irracional e insostenible: ¡sembrar ideas! ¡sembrar ideas! ¡y sembrar ideas!; ¡sembrar conciencia!, ¡sembrar conciencia! ¡y sembrar conciencia! n

Cuán precozmente escribió esta frase, que se ha convertido en el tema principal de este encuentro. Nada hay hoy más necesario y vital que ese distante y al parecer utópico equilibrio. (…)

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JOSÉ MARTÍ: POR EL BIEN MAYOR DEL HOMBRE Y EL EQUILIBRIO DEL MUNDO Viene de la página 3

La obligada velocidad impuesta por circunstancias externas, debería conducir en ambas islas, al juicio martiano, a nuevas repúblicas de mayorías populares, de prácticas democráticas, reclamadas por los sectores rurales empobrecidos, por la germinal clase obrera, por los artesanos y pequeños propietarios, por los antiguos esclavos y sus descendientes, discriminados por el color de su piel. Por eso repitió en varias ocasiones la frase de magistral síntesis: “Con todos y para el bien de todos”, sería la república nueva, en oposición a la colonia con pocos y para el bien de unos pocos. De este modo, la geopolítica y los viejos problemas enquistados por la colonia —que habían dado lugar a toda una mentalidad, a una manera de ser, a una cultura de la dominación y la exclusión— hicieron que Marti desplegara todo su talento, sus capacidades y su carisma personal para reunir a la mayor cantidad de sectores y de individuos hacia esa emancipación antillana, que incluiría de inmediato el resguardo de la precaria independencia dominicana. Sin el poder de un estado constituido, siempre escaso de dinero para la vasta empresa que se planteaba —a pesar de la entrega sistemática de los aportes de los tabaqueros cubanos emigrados—, con el exquisito cuidado de no violar públicamente las leyes estadounidenses, a la búsqueda en todo momento del apoyo de la opinión pública de Estados Unidos para cortar las alas a la anexión, enfrascado en un amplio debate de ideas con los autonomistas y los defensores del integrismo español, Martí logró la proeza de unir voluntades dispersas, divididas y encontradas, y en menos de tres años agrupó en su Partido a varios miles de emigrados boricuas y cubanos, y pudo organizar una enorme y bien compartimentada conspiración a lo largo y ancho de la Isla. Lo que parece fue una traición echó por tierra el plan militar de enviar a Cuba tres expediciones con armas, pertrechos y la flor y nata de los jefes mambises: ante la denuncia de la diplomacia española, las autoridades norteamericanas confiscaron los barcos y los recursos bélicos. La guerra ya no podía desenvolverse rápida como el rayo, como él previó, pero desde Cuba, con entusiasmo, se pedía ir al combate. En menos de cuatro meses, entre mediados de enero y mayo de 1895, aquel hombre enfermo a cada rato, mas incansable siempre, rediseñó los pasos y la ejecución de su estrategia liberadora y antimperialista, y de alcance continental y universal. Se mantuvo el plan de alzamiento múltiple en todo el país y la llegada de los jefes a toda costa. Comenzada la lucha armada y exitosos solamente los alzamientos en el oriente y en el centro, había que extender la pelea por la isla completa y constituir de inmediato la dirección de la contienda, con el país bien representado y el ejército con libertad de acción. En medio de esas tareas, sucumbió Martí en su primer y único hecho de armas. Los historiadores discuten si el proceso bélico se atuvo a su perspectiva. Su presencia física quizás habría asegurado una conducción política más eficaz en cuanto a la política de la guerra y una mayor lucidez previsora ante el panorama internacional. No obstante, como él dijo en su conocida carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado, del 18 de mayo de 1895, su pensamiento no desapareció del todo: quedaron un fiero deseo y una voluntad mayoritaria de alcanzar la independencia, muchos de sus seguidores insistieron en el contenido social de lo que llamaban revolución, otros recelaban de las intenciones de Estados Unidos. Qué difícil, tremenda y abarcadora la pelea que dejó Martí a su pueblo, y a los de América Latina toda, para alcanzar la paz de los siglos, como él escribió. Y qué lección de osadía emancipadora, de entrega a su causa, de honestidad y de fe en los seres humanos. Con metas de ensueño, Martí supo poner sus pies firmemente sobre la tierra. Escribió que sus ansias mayores eran “Desatar a América y desuncir al hombre.” Gigantesca tarea liberadora su planteo: desatar, quitar las amarras a su América para que esta caminase por sí y para sí; quitarle el yugo a las personas. En verdad no había límite a su afán de liberación plena, que así remontaba con creces el propósito de independizar a su patria. Pero, con sabiduría de político mayor, trazó una estrategia de pasos sucesivos firmemente encadenados por los grandes horizontes; cada paso, al propio tiempo, imprescindible para alcanzar el siguiente, contenido

Conferencia magistral de Pedro Pablo Rodríguez, Investigador Titular del Centro de Estudios Martianos

a su vez en el anterior. Domeñó sus sueños a lo posible en cada momento. El primer paso, la unidad entre los patriotas, la que debía sostenerse sobre nuevos cimientos más firmes que las experiencias anteriores; de ahí, pues, el Partido Revolucionario Cubano, una organización de estructuras sencillas, prácticas, de democracia real mediante la elección anual de sus estructuras y de representatividad de todos sus organismos de base. El Partido tenía como fin organizar la guerra, el segundo paso, única vía para separarse de la metrópoli; luego era un Partido para la guerra, en el que, por sus métodos y fines, se iba perfilando ya la república diferente. La guerra, que sería de amor y no de odios, porque era creadora de aquella república nueva que se abriría a todos, a cubanos y a españoles, a blancos y a negros, a pobres y opulentos, a su América y al mundo. El paso último a escala cubana: la república de paz, de trabajo, de decoro, de equidad, no al servicio de las minorías poseedoras, aunque no las rechazaba por esa condición, indispensable al equilibrio americano y del mundo., como se dice en las Bases del Partido Revolucionario Cubano. Ahí están las tareas primarias de aquel estadista revolucionario y universal, que esbozó los amplios objetivos que continuarían su obra: echar adelante la colaboración defensiva entre las naciones de nuestra América, con las Antillas como vanguardia, con las miras de impedir el derrame del vecino del norte, pero también de modificar las repúblicas criollas, excluyentes de las clases populares, de viejo espíritu colonial todavía, con la participación plena de sus indios, de sus negros, de sus campesinos. Lo dijo claramente Martí: no eran solo dos islas las que se iban a liberar sino todo un mundo lo que se iba a equilibrar. Por eso la independencia cubana, nos dice a menudo, era suceso de gran alcance humano, servicio universal, por el bien mayor del hombre y el equilibro del mundo. Toda una magnífica utopía, no condenada necesariamente al imposible; antes bien, conducida con maestría y finura de orfebre, del artista de la palabra que comprendió que el arte de la política era conducir los diversos intereses de los pueblos hacia el fin común a todos. Era un combate no contra la historia, como pudiera parecer

a algunos a primera vista, sino una pelea contra una lógica de hacer la historia: la lógica del mercado que ampara la ética del vale todo por encima de los valores humanos. Esa fue, pues, la gran batalla martiana a finales del siglo XIX: la batalla por la vida, por los seres humanos, por las diversas colectividades frente a la perspectiva de la modernidad burguesa, que se imponía desde los procesos de industrialización y que marchaba a todo tren hacia el capitalismo monopolista. Fue una descomunal empresa de hermosa y humana entrega plena la que emprendió Martí, con osadía sometida a las riendas de la inteligencia, con pasión que no se dejaba ganar por la irracionalidad, con voluntad asentada sobre el conocimiento de las tierras, de las culturas y de los hombres. Es evidente la marcada intención ética de sus vastos proyectos. La liberación humana —de eso se trataba, precisamente, nada más y nada menos— incluía para Marti la liberación de las mentes y de las conductas. Su aspiración era un mundo diferente, una América distinta, una Cuba otra. Todo conducía hacia el homagno —como él decía al hombre magno—, por un camino de perfeccionamiento individual y social. En todo eso descansan las razones de su permanencia y de su creciente universalidad. Ante un mundo, el nuestro, que se debate en una crisis civilizatoria, cuya salida exige cambios de perspectivas, de paradigmas, y de lógica; que cada vez más obliga a abandonar el criterio antropocéntrico por la búsqueda de la armonía entre naturaleza, sociedad e individuo, como quería Martí, es comprensible por qué tantos quedan sorprendidos y maravillados cuando conocen su pensamiento y su obra. Por eso se traducen sus textos a lenguas muy diversas, desde el chino y el japonés hasta el guaraní, desde las lenguas europeas hasta las africanas y las de la India. Por eso en esta marcha latinoamericana que comienza a ser unida, en cuadro cada vez más apretado, su palabra explica, convence, convoca. Una vez escribió “Pensar es prever.” Y otra: “Pensar es servir.” Y también “Prever es vencer.” Hoy hay que pensar, prever y servir para vencer al fin en la batalla comenzada por José Martí hace más de cien años. Hay que vencer en la batalla por la humanidad contemporánea, por el bien mayor del hombre, por el equilibro del mundo. Que así sea. n 28 de enero de 2013

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EL UNIVERSO ESPIRITUAL MARTIANO “Todo en el Universo es equilibrio.” José Martí.

► Por

E

Carlos Rodríguez Almaguer

l universo espiritual martiano está regido por principios que constituyen su armazón y sostén. Así, por ejemplo, establece que: “Al estudio del mundo tangible, se ha llamado física; y al estudio del mundo intangible, metafísica. La exageración de aquella escuela se llama materialismo; y corre con el nombre de espiritualismo, aunque no debe llamarse así, la exageración de la segunda. (…) Las dos unidas son la verdad: cada una aislada es solo una parte de la verdad, que cae cuando no se ayuda de la otra.” [1] A esta, la piedra angular de su cosmovisión, la llamó indistintamente “Filosofía de la Relación”, o “Ley del Equilibrio”. Esta “Ley matriz y esencial”, esta “gran Ley estética”, se inicia en el interior de cada hombre y acaba en el Universo: “lo uno en lo diverso”, como él mismo expresara. Según ella, el hombre, en cuyo destino superior y trascendente cree, está formado por materia y espíritu que coexisten y se presuponen. Niega la posibilidad de que uno provenga del otro. Tomándose a sí mismo como prueba de sus afirmaciones, dice que existe en el ser humano una parte tangible y visible, como el brazo; y otra intangible e invisible, como la simpatía. De esta forma traza su singular tesis, de marcada raíz antropológica, de que en el ser humano van unidos el ángel y la fiera, y de que en la lucha perenne entre ellos, se va forjando el hombre camino del Homagno, su visión particular del hombre superior, que lo es en tanto asume y compromete su existencia en bien de los demás y sabe ponerse “de alfombra de su pueblo”. Estudioso insaciable de todas las culturas y sus filosofías, supo extraer de las que se cruzaron a su paso lo esencial y durable; y descubre por su cuenta las similitudes primigenias que las sostienen. Los sistemas teóricos, las instituciones que en ellos se fundamentan, los mártires, los sinceros, los fanáticos y los detractores que cada una tiene, le llevan a afirmar, con verdad, que todas las instituciones de los hombres, puestas una al lado de la otra, no se llevan un cabo ni una punta: todas han nacido por las mismas necesidades, han proliferado por las mismas virtudes y se han corrompido por los mismos vicios. Asume lo que en las filosofías del oriente suele llamarse “Iluminación”, como aquel “cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí y son, sin embargo, la clave de la paz pública, la elevación espiritual y la grandeza patria.” Afirma que cuando el hombre, mediante el estudio teórico o experimental, descubre estas verdades germinales que rigen y fundamentan nuestra existencia: descansa al fin, y sobreviene a su espíritu la paz definitiva. Considera que la educación ha de preparar al hombre, en el único tiempo que suele dedicarse exclusivamente a este fin, para enfrentar y resolver los problemas que la vida le ha de presentar, y establece que los dos grandes problemas humanos son: “la conservación de la existencia y la búsqueda de los medios de hacerla grata y pacífica.” Insiste reiteradamente en que el ser humano tiene una natural necesidad de la creencia. Aunque llegue a afirmar en La Edad de Oro que son los hombres los que crean los dioses a su imagen y semejanza, porque se ven pequeños ante la naturaleza que los crea y los mata, y necesitan creer en algo superior para que los trate bien en el mundo y para que no les quite la vida. La fe martiana está asociada a la necesidad de la creencia en una positiva existencia superior, post terrena, que compense los inconmensurables dolores del espíritu humano. De esta manera afirma que “la vida humana no es toda la vida”, y que “para creer en el cielo, que nuestro espíritu necesita, no es necesario creer en el infierno que nuestra razón reprueba”. “Por la tierra hay que pasar volando, porque de cada grano de polvo se levanta el enemigo a echar abajo, a garfio y a saeta, cuanto nace con alas”. “Conozco al hombre y lo he encontrado malo”, dirá con tristeza, aunque confesará en el prólogo al Ismaelillo y otros

textos su “fe en el mejoramiento humano, en la vida futura y en la utilidad de la virtud”, lo cierto es que en sus obras publicadas encontramos en 70 ocasiones su valoración negativa del hombre, mientras que las positivas aparecen solo en 25. “De mala humanidad no se pueden hacer buenas instituciones”, afirmaría también, pero reconoce la necesidad de las instituciones para la organización social del hombre en tanto humano. Y de ahí que asuma que en el seno de dichas instituciones disputen y pervivan a un tiempo las fuerzas opuestas que pugnan en el alma del hombre. La esencia de esa convicción la refleja en una sentencia aforística: “Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan; los que odian y deshacen.” Es la única división para él posible entre los hombres: el egoísta-destructor-negativo, y el altruista-edificadorpositivo. Afirma que en lo común de la naturaleza humana suelen ser siempre más los egoístas que los altruistas, el mal que el bien, pero estos últimos poseen una incontrastable fuerza de carácter a la que no puede oponerse fuerza alguna. De ahí que el ejercicio constante de la virtud sea el único camino para el crecimiento humano, como freno a los instintos biológicos que llevan al vicio y al crimen, y como ensanchamiento espiritual que acerca al hombre al ángel y a lo alto, alejándolo de la fiera y del fango. “Todo hombre lleva en sí una fiera dormida, pero el hombre es una fiera admirable: le es dado llevar las riendas de sí mismo”. Todo hombre es resumen del mundo animal, en que a veces el león ruge y el cerdo hocea, y la paloma arrulla, y toda virtud está en hacer que del cerdo y el león triunfe la paloma. Dice que hay horas de bestia en el ser humano, en que la garganta siente sed fatídica, y los ojos llamean, y los dientes sienten necesidad de morder, y los puños crispados buscan cuerpo donde caer. Enfrenar a esa bestia y sentar sobre ella un ángel, es la victoria humana. Por ello tiene, en estos tiempos vertiginosos e inseguros, tanta vigencia aquel mandato suyo: “Talentos, tenemos en Cuba más que guásimas (…) caracteres es lo que hemos menester”. Y si bien debemos continuar trabajando por aumentar la pueblos como en hombres la vida se cimenta sobre la satisfacción de las necesidades materiales”, también nos alerta del peligro que entraña dejar a un lado las cosas del espíritu porque “importa poco llenar de trigo los graneros si se desfigura, enturbia y desgrana el carácter nacional; los pueblos no viven a la larga por el trigo, sino por el carácter.” Consecuente con el método electivo de la filosofía cubana, de todas las corrientes e instituciones doctrinales a las que se acercó extrajo lo que a su juicio consideró de más utilidad en ese camino de crecimiento espiritual, si aferrarse a ninguna de ellas y sin negar a ninguna, pues todo lo que en el mundo ayude a mejorar al hombre para él es loable, y de cada una de estas escuelas dejó valoraciones justas y encomiables, aún cuando en ellas fuera envuelta, como solía, alguna crítica ineludible. No obstante afirmó que “en las estrecheces de una escuela yo no existo.” Jorge Mañach, refiriéndose a la vida de Martí, dijo que no es posible la descomposición química de una llama, y que lo más grande de Martí es él mismo, su espíritu inabarcable e insondable, su ecumenismo sincero, su infinita capacidad de amar. Por ello, pretender encerrar el universo espiritual martiano en los marcos de una filosofía, de una ideología, de una religión, —como diría él mismo refiriéndose a la imposibilidad de recoger en un artículo periodístico los sucesos relacionados con los trabajadores de Chicago— es como tratar de encerrar la lava de un volcán en una taza de café. La expresión mayor de su espiritualidad universal y humanista la refleja esta conclusión lapidaria: “El mundo es un templo hermoso donde caben en paz los hombres todos de la Tierra.” n [1] José Martí, Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. Tomo 20, página 361.

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Marti y la Cultura

Luis Álvarez Álvarez

(…)L

(Fragmentos del ensayo homónimo)

a idea de que la globalización constituya un peligro porque su orientación pretensa sea atenuar, cuando no suprimir, las culturas nacionales y regionales, en aras de una entidad supranacional, una cultura “global”, tiene que ser examinada también con toda mesura. Pues ya en el siglo XIX, precisamente en el momento en que se instala el capitalismo como modo de producción económica, y, de hecho, también cultural, se avisoró con entera claridad la existencia de una corriente subterránea que estaba conduciendo el desarrollo, el menos en la esfera del arte, hacia una universalización. En efecto, fueron Marx y Engels, y no Francis Fukuyama, quienes escribieron en el “Manifiesto comunista” de 1872: (…)En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la producción intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal. Estos autores hablan, pues, de una universalización. Sin que se trate de una mera oposición entre vocablos, globalización resulta un concepto vinculado con aquel por más de un matiz, pero esencialmente diferente. Ahora bien, es necesario tenerlos en cuenta a ambos, por cuanto una equivalencia entre ellos puede dar lugar a subvertir por completo la perspectiva desde la cual se perciba la situación contemporánea de la cultura. Si se observa con un mínimo de detenimiento, en el “Manifiesto” no se habla en absoluto de sustituir las culturas nacionales y locales por una supracultura, sino que, mediante el ejemplo de la literatura como arte que, en 1872, era una de las ramas artísticas en situación de liderazgo cultural en la cultura euro-occidental, resulta que se habla de una cultura universal formada de las culturas nacionales y locales. La cultura universal a la que aluden Marx y Engels no sería un resultado de una aculturación, o destrucción de una cultura por otra, ni, tampoco, una transculturación, en tanto proceso de remodelación de dos culturas que se funden y en la que, como de algún modo lo percibió Fernando Ortiz, una cultura deja su impronta en la otra. Antes bien, se diría que en el “Manifiesto” se presagia una inmensa interculturación, cuyo resultado habría de ser dialéctico e integrador de componentes de todo el planeta. Esta idea en germen en el texto celebérrimo, no es la esencia de la globalización que, más allá de propuestas teóricas, está operando como flujo ominoso desde el Primer Mundo hacia todos los restantes mundos posibles del globo. Por eso resulta imprescindible desarrollar un humanismo de proyección e interés latinoamericanos. sea de modo sumario, al gran pensador italiano, indica, por En este sentido el pensamiento de José Martí es fundamental. lo menos, que lo consideraba interesante. Tal vez Martí haya “Nuestra América”, su gran ensayo, sigue siendo en el nuevo tomado contacto con la idea de Vico respecto de una conmilenio un texto de enorme magnetismo. Su título y su am- sideración científica sobre aspectos que netamente se enclaplio significado, abarcan, en mínima extensión, la magnitud van en el epicentro de la reflexión acerca de los fenómenos inmensa del Continente Mestizo. Este ensayo ha sido objeto de culturales: el lenguaje, el mito, la religión, la poesía. recepciones diversas: la lectura política y la lectura estilística, (…) la lectura biográfica y la lectura visionaria. Sería bueno pensar El Maestro tenía, además de su personal interés por la comque, en el Nuevo Milenio, pudiéramos los hispanoamericanos prensión de la cultura, otras fuentes de estímulo para asomarse proponernos una nueva lectura que estimule un acercamiento a este tipo de reflexión. Una fue el ámbito de las ideas en Esa la visión de la cultura que en ese texto aparece conformada. tados Unidos, donde Thoreau y Emerson, cada uno desde sus José Martí fue uno de los precursores más agudos en el posiciones específicas, estaban desarrollando un pensamiento campo de la reflexión sobre la cultura. Se asomó a este cam- que, por la vía de una crítica determinada sobre los valores que po como parte de su interés por los temas más urgentes para comenzaban a imponerse peligrosamente en Norteamérica — la Hispanoamérica de su tiempo. El prócer cubano no podía, la concepción de un “sueño americano” basado en la sobreen atención a su fundamental humanismo, dejar fuera de sus valoración de la competitividad económica, el maquinismo, reflexiones un aspecto tan importante como el de la pon- la tecnologización a ultranza y la devastación de la Naturalederación de la cultura en tanto ámbito inalienable para la za—, también adelantaba, de manera difusa, pero ciertamente realización del ser humano. Martí, de una manera insistente, perceptible, una concepción sobre la cultura, en la que prima vuelve una y otra vez sobre el problema de para qué, dónde no solamente un sentido de dignificación del hombre sobre la y cómo realiza el hombre su existencia. La reconocida prio- base de un mejoramiento de su conducta ética, sino también ridad que concede a la sociedad en sus más diversos y am- una visión de la cultura como integración de valores y unidad plios sentidos (sea vista como patria, o como conjunto idio- de lo diverso, lo cual se produce tanto en el universo social de sincrásico latinoamericano), y, por otra parte, a la eticidad la cultura, como en sus manifestaciones a nivel del individuo. como actuación concordante con las necesidades de ella, son Así, Emerson apunta en Hombres Simbólicos algo que puede garantías de que un tema semejante no puede ser ajeno al aplicarse directamente al autor de “Nuestra América”: corpus de la obra de Martí. Sus páginas evidencian rasgos Todo gran artista está formado por síntesis. Nuestra fuerza que confirman de antemano la validez de la propuesta: Martí es transeúnte y alternante; diríamos que es la unión de dos riconoció el pensamiento de Giambattista Vico, cuya Scienza beras. La orilla del mar que, vista desde el mar, es playa, y vista nuova atrae la atención sobre una vertiente no cartesiana del desde la playa es mar; la influencia recíproca de dos metales en saber, la de la conciencia histórica —y, por ende, cultural—, contacto; nuestro afecto aumentado a la venida y a la partida razón por la cual sentó bases valiosas para el desarrollo ulte- del amigo; la experiencia de la creación poética que no se halla rior de la reflexión sobre la cultura. Que Martí aluda, aunque en casa ni de viaje, sino en las frecuentes transiciones y mu-

danzas; este dominio de ambos elementos es lo que explica el poder y el encanto de Platón. Así, nutrido, como gran artista que era, de las más diversas fuentes, el pensamiento de Martí sobre la cultura se despliega a lo largo de toda su obra, y se condensa centelleante en su ensayo “Nuestra América”. En este texto, se concentra con mayor fuerza su idea sobre el carácter transformador de la cultura. Aquí se destaca especialmente cómo el autoconocimiento es el punto de partida para una verdadera transformación de la patria continental: No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador. En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con su mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? n

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Mi honda es la de David La Creación I Dicen que Dios hubo de emplear siete días para hacer el Universo dicen que para llevar a cabo esa tarea enorme Dios hizo uso de su palabra dicen que sencillamente decía con una voz atronadora en medio de aquellas tinieblas “¡Hágase la luz!” y dicen que la luz se hizo en cambio mil veces siete días necesitó Martí para hacer una Revolución tarea ésta más ardua que la de Dios al hacer el Universo pues Martí aunque poderosa era su palabra no lo era tanto como la misteriosa palabra de Dios II Para hacer una Revolución tuvo antes Martí que deshacer una parte del Universo que con tanto esmero dicen que hizo Dios en siete días y deshacerla no una vez sino muchas veces para hacerla de nuevo no una vez sino muchas veces pero sin la perfección de Dios aunque se sintió feliz por haber nacido en un siglo ardiente III Para hacer la Revolución Martí medía a palmos el Universo que con tanto arte en siete días había Dios creado hasta que Martí fatigado un atardecer después de contemplar como los mundos se desplomaban unos y alboreaban otros sintió que aún le quedaban fuerzas para sacudir el gran árbol de los frutos mancillados mas como también tenía las manos colmadas de semillas fulgurantes en esta ocasión decidió plantar otros árboles nunca antes conocidos fue entonces que sintió el deseo de desposar al Universo como si se hallara palpitando como un novio en la noche de bodas.

José Massip Isalgué Tomado del poemario inédito “Honda”

Convocatoria Era voz de cóndor remontando la montaña uno a uno nos llamaba por nuestros propios nombres tantas veces pervertidos ante las palabras que se perdieron para siempre en los grandes océanos ocasionales ante las heridas que sobre el interminable arenal de los tiempos derramaron sus fatigadas sangres del odio y del amor y cuando frente a sus ojos de corcel estremeciendo las sábanas abrasadas

al fin nos agolpamos ahora ni siquiera quiso saber cuán amargo había sido nuestro pan esa mañana sencillamente preguntó si ya estábamos dispuestos a morir y a quien no le veía un desgajamiento en las pupilas ni un azogarse de la piel a ése le entregaba su honda y cuando hubo terminado se marchó calladamente rumbo a Dos Ríos sonriendo

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Dirección: Carlos Aznárez y Vicente Zito Lema LATINOAMERICANO Y DEL TERCER MUNDO

SUPLEMENTO ESPECIAL

resumenl@enet.cu / www.resumenlatinoamericano.org

Editores en Cuba: Graciela Ramírez, Javier Salado Fotorreportero: Hector Planes Blog: Anallie Rueda Diseño: Anathais Rodríguez Impresión en Cuba: UEB Diseño Gráfico

DIARIOS DE URGENCIA El digital de RESUMEN

Suscripción gratuita envíando mail a:

resumen@nodo50.org

II CONFERENCIA INTERNACIONAL CON TODOS Y PARA EL BIEN DE TODOS PROGRAMA GENERAL Día 25 Día 26

Día 27 Día 28

Hora: 2:00 p.m -Apertura. Hora: 9:00 a.m / 6:00 p.m -Trabajo en comisiones, mesas, paneles, simposios, conferencias magistrales y foro juvenil. 9:00 pm -Gala artística en saludo a la II Conferencia Internacional Con Todos y para el Bien de Todos en homenaje a José Martí, en ocasión del 163 aniversario de su natalicio. Sala Avellaneda del Teatro Nacional. Hora: 9:00 a.m / 6:00 p.m -Trabajo en comisiones, mesas, paneles, simposios, conferencias magistrales y foro juvenil. 10:00 pm -Participación de los Delegados en la Marcha de las Antorchas Hora: 9:00 a.m / 12:30 m -Trabajo en comisiones, mesas, paneles, simposios y conferencias magistrales.

10:00 a.m -Reunión del Consejo Mundial del Proyecto José Martí de Solidaridad Internacional.

2:00 p.m -Clausura.

-Entrega del Premio Internacional José Martí de la UNESCO.

Día 29

Hora: 11:00 a.m -Entrega de la Distinción La Utilidad de la Virtud (máximo reconocimiento que otorga la Sociedad Cultural José Martí) a Daisaku Ikeda, presidente de la Soka Gakkai Internacional. -Presentación del libro: Diálogo sobre José Martí, Apóstol de Cuba. De Daisaku Ikeda y Cintio Vitier.

SEIS EDICIONES IMPRESAS: Argentina, Venezuela, Cuba, Uruguay, Estado Español y Euskal Herria.

En TV: desde Argentina Canal Argentinísima Satelital todos los viernes a las 17:30 hs.

Puedes verlo también por: TVC, de Neuquén, por Minka TV de Jujuy, por Barricada TV (Buenos Aires) y en nuestra web: www.resumenlatinoamericano.org / www.resumenlatinoamericano.blogspot.com

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