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ARTÍCULOS
Instagram: La búsqueda de la felicidad desde la autopromoción de la imagen GABRIELA BARD WIGDOR
Universidad Nacional de Córdoba gabrielabardw@gmail.com MARIANA LORETA MAGALLANES UDOVICICH
Universidad Nacional de Córdoba loretmagas@gmail.com
RESUMEN: Desde un enfoque feminista y sociológico de las estructuras socioeconómicas y de las emociones tanto como de las nuevas tecnologías, este trabajo indaga en las imágenes que se publican en Instagram como estrategia para captar la mirada, capitalizable en seguidores y likes, en jóvenes de entre 20 y 35 años. Esta investigación, de carácter cualitativa, realizada durante los años 2019/2020 con base en observaciones y entrevistas semiestructuradas online y offline, contribuye a reflexiones tecnológicas, culturales y afectivas sobre la conformación de la mirada como mecanismo de regulación en redes sociales. Reflexiona sobre la manera en que lo publicado responde a estéticas hegemónicas de belleza, clase, consumos y capacitismos, en un contexto neoliberal donde prima el individualismo y la politización liberal de los cuerpos, la incertidumbre de la flexibilización y labilidad de los derechos sociales que fomentan la autoexigencia y la responsabilidad individual por las trayectorias que se logran construir. PALABRAS CLAVE: emociones, estereotipo, estructura social, hegemonía cultural, redes sociales (en línea).
RECIBIDO 29 abril 2020 APROBADO 27 enero 2021 PUBLICADO 24 marzo 2021
TRADUCCIÓN
Maximiliano Konig Universidad Nacional de Córdoba
Instagram: The search for happiness from the self-promotion of the image ABSTRACT: From a feminist and sociological approach to socioeconomic structures and emotions, as well as to new technologies, this work investigates the images published in Instagram as a strategy to capture the gaze, which can be capitalized on by followers and likes in young people between 20 and 35 years old. This qualitative research, carried out during the years 2019/2020 based on observations and semi-structured online and offline interviews, contributes to technological, cultural and affective reflections on the shaping of the gaze as a regulation mechanism in social networks. It reflects on the way in which what has been published responds to hegemonic aesthetics of beauty, class, consumption, and capacity, in a neoliberal context where individualism and liberal politicization of bodies prevails, as well as the uncertainty of the flexibility and lability of social rights that encourage self-demanding and individual responsibility for the trajectories that are built. KEYWORDS: Emotions, Stereotype, Social structure, Cultural hegemony, Social networks (online).
CÓMO CITAR Bard, G. y Magallanes, M. (2021). Instagram: La búsqueda de la felicidad desde la autopromoción de la imagen. Culturales, 9, e519. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e519
Bard y Magallanes / Instagram: La búsqueda de la felicidad desde la autopromoción de la imagen
Introducción Instagram surgió en el año 2010 como una aplicación móvil, inicialmente exclusiva para dispositivos iOS, destinada a capturar, producir, editar, compartir fotos y videos de corta duración en tiempo real. Rápidamente, alcanzó fama entre las redes sociales, logrando en su primer año de operación los 12 millones de usuarios. De su historia social y técnica, dos momentos consideramos relevantes: en 2012, la comunidad crece gracias a su versión Android y su incorporación al grupo comercial de Facebook, mejorando su sistema de seguridad, gestión de comentarios y geolocalización de publicaciones e incorpora una versión web, con lo que alcanza los 80 millones de usuarios (Mejía, 2017). A inicios del año 2018, modifica su algoritmo e impacta de lleno en la circulación de contenido y, en consecuencia, en la participación de las/os usuarias/os instagramers, puesto que involucra nuevos factores a la hora de priorizar la visibilidad de las publicaciones. De acuerdo con Agung y Darma (2019), el algoritmo funciona ahora basado en una disposición lógica y sistemática de big data. Según sus análisis, los contenidos son monitoreados en los primeros sesenta minutos desde su publicación a un porcentaje mínimo de usuarias/os y, en función de las interacciones que obtengan de otros perfiles o audiencia, obtendrán una mayor o menor oportunidad de circulación. Para ello, se considera no sólo el interés o la cantidad de seguidores, los “me gusta” y comentarios, sino también la frecuencia, la relación o la novedad de los contenidos. En consecuencia, las historias de Instagram y los hashtags para etiquetar contenido han ganado interés tanto por su interactividad como por su utilidad para las/os usuarias/os que quieren gestionar las audiencias potenciales de los contenidos. Hoy, Instagram cuenta con más de mil millones de perfiles activos y disputa los primeros puestos entre las redes sociales por la cantidad de usuarias/os a nivel mundial, ubicándose sólo detrás de Facebook y algunas otras aplicaciones de mensajería móvil o streaming, como Youtube o Whatsapp, siendo el grupo de jóvenes menores de 35 años quienes más participan en el mundo, incluyendo al 80% de latinoamericanas/os que accede a redes sociales de ese margen etario (We are social, 2010; Comscore, 2019).
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En efecto, el consumo digital multiplataforma aumenta en la región y, especialmente, en Argentina como muestra Comscore y Shareablee (2019), donde se observan que las/os usuarias/os digitales en el país hicieron 2.7 millones de publicaciones en Facebook, Twitter e Instagram durante 2018 y consumen 400 millones de videos de YouTube al día. Nuestro país mantiene un nivel de participación en social media muy superior a la media mundial, que es del 49%, ocupando el séptimo puesto en el ámbito internacional y el primero en la región, con un nivel de penetración del 76% (We are social, 2020). De acuerdo con la última encuesta nacional de consumos culturales, el 64,4% de la población argentina que usa Internet tiene cuenta de Facebook y el 27,3% de Instagram, manteniendo también la tendencia de un uso principalmente juvenil (Comscore, 2019). Tras una década desde su lanzamiento y expansión a nivel mundial se identifican un conjunto importante de investigaciones que han profundizado en los usos y apropiaciones que sus integrantes realizan de esta plataforma (Morocho, 2019), cuya predominancia por la imagen la distingue de sus competidores. Además, es importante aclarar que Instagram no es un medio endogámico, puesto que permite trabajar y compartir el contenido multiplataforma, en otras redes sociales como Facebook o Twitter. Con la aparición y crecimiento del software social colaborativo, se avizoró el potencial de estas tecnologías. Para Castells (2009), permiten la autocomunicación de masas, es decir, la comunicación que seleccionamos nosotros mismos, pero que tiene el potencial de llegar a “las personas o grupos de personas que seleccionamos en nuestras redes sociales” (p.88). Más recientemente, los estudios dieron cuenta de la importancia que esto tenía para el crecimiento de la popularidad, no solo de celebridades y políticos, sino también de usuarias/os y espectadores comunes gracias a la concentración de conexiones. Como sostiene Van Dijck (2016), los efectos son favorecer adhesiones inmediatas, emociones positivas, imitables y cuantificables, “como el botón ‘me gusta’ de Facebook; otro es que los usuarios busquen promocionarse para incrementar su alcance (…) no son tanto plataformas para la expresión creativa y la participación personal como herramientas de la autopromoción” (p. 8).
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Específicamente, nos interesa profundizar en la relación entre autopromoción y auto explotación a partir del uso intensivo de la imagen en las redes sociales, que consiste en el permanente registro de fotos y videos de momentos y entornos personales considerados “publicables”. La predominancia que tiene la imagen en esta red resignifica la discusión sobre la construcción de la visualidad en la contemporaneidad, potenciando el análisis social y cultural de las fotos que allí se producen y circulan (Manovich, 2017). No son aspectos menores si comprendemos que este proceso de compartir fotos y videos convierte a las cuentas de Instagram en ‘catálogos en línea’ (Alkhowaiter, 2016), y que las imágenes se han convertido en ‘monedas sociales’ (Rainie, Brenner y Purcell, 2012, en Hu et al., 2014). En consecuencia, Instagram se posiciona no solo como una red social entre otras sino como una herramienta fundamental de marketing mundial, a través de un uso estratégico de la imagen según criterios de género, clase, fragmento etario y, principalmente, por búsquedas afectivas y estrategias de afectación de otras/os.
Enfoque epistémico y metodológico Analizamos los usos de la imagen en Instagram desde el enfoque feminista y sociológico de las estructuras socioeconómicas y de las emociones, tanto como desde las nuevas tecnologías. Proponemos, junto a Lordon (2018), evitar la falsa dicotomía entre lo objetivo y lo subjetivo en el análisis de lo social, conceptualizando las emociones y el campo de lo llamado pasiones. Desde este enfoque, las pasiones, los deseos y los afectos, se tornan necesarios de ser analizados porque, de lo contrario, la ciencia social no cumpliría con sus propias pretensiones de analizar el mundo de las relaciones. En efecto, los episodios psíquicos son expresiones singulares del orden social, “las determinaciones sociales de los comportamientos individuales toman la forma de estados psíquicos y, nuevamente, lo global y lo local se encuentran aquí articulados en una relación de expresión” (Lordon, 2018, p.111).
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En ese sentido, las personas se conducen en su vida de acuerdo con cómo las estructuras las determinan, pero sólo si desean comportarse así, si los afectos las impulsan. Es decir, si son afectadas en y por las estructuras, las personas desean comportarse como efectivamente lo hacen. De este modo, no existen acontecimientos corporales y mentales por fuera de los afectos y las personas no mandan soberanamente sobre su cuerpo, es la potencia, la producción de efectos, lo que las activa en el mundo en diferentes grados. En consiguiente, para Ahmed (2019), lo que creo que me afecta felizmente es lo que me potencia a moverme. Tal como veremos a lo largo del trabajo, lo que nos motoriza son los deseos y los afectos de ir tras lo que creo que me va a hacer feliz, guiadas/os por imágenes compartidas, construidas desde condicionamientos institucionales y dispositivos de operación psíquica/física, como la aplicación que analizamos en este artículo. En ese contexto, la lucha por la mirada que supone Instagram nos lleva a reconocer, al menos, dos momentos que emergen claros en el trabajo de campo que sustenta a este escrito: el de captar la atención y el de capitalizarla con estrategias propias de la lógica de juego que gobierna la aplicación y el comportamiento social en general: el deseo de felicidad. Asimismo, analizamos la manera en que el cuerpo se torna una herramienta importante de autopromoción en redes sociales, guiada por la búsqueda de afectividades felices y afectaciones alegres. De modo que pensamos a Instagram como un dispositivo que se organiza en torno a “formas de ver” (Berger, 2016), en tanto que dispone imágenes para la mirada como actividad generada culturalmente, que obtura o habilita espacios de visibilidad. Para analizarlo, procedemos con una metodología de carácter cualitativo. Realizamos un proceso exploratorio con base en observaciones y entrevistas semiestructuradas online y offline durante el año 2019 y principios del 2020. Los contactos fueron recuperados de la plataforma de Instagram desde los perfiles personales de las investigadoras autoras de este estudio. Esto se debe a que, como todo sitio de red social, Instagram es un servicio basado en web que permite construir un perfil público o privado, articular con otros usuarios y rastrear listas de contactos (Boyd y Ellison, 2007, p.211). Por
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ello, partiendo de la construcción de un perfil individual, se pudo establecer contacto con los vínculos creados por afinidad y, mediante la metodología de la “bola de nieve”, se continuó con contactos y contenidos recomendados. En concreto, el proceso de trabajo estuvo dividido en dos momentos, de acuerdo con una combinación de técnicas de recolección de datos. Durante el primer semestre, se realizaron observaciones participantes en línea, que incluyeron la creación y exploración de los perfiles personales, la conformación de una cartera de seguidores según grupos de pertenencia laboral, personal y de preferencias, así como el análisis de contenido de los posteos hechos en Instagram. Las observaciones fueron elaboradas sobre perfiles variados en edad y género, de ciudadanas/os de Córdoba (Argentina), a quienes posteriormente contactamos fuera de línea. Esto permitió evidenciar el interés inicial por buscar y conseguir seguidoras/es, así como las ventajas y desventajas del uso de las herramientas de filtros y etiquetado que otorga la aplicación para la edición y publicación de imágenes. Ambos elementos, nos llevaron a indagar más profundamente en la captura, edición y circulación de imágenes para atraer la atención y capitalizar la mirada. El segundo semestre de 2019 y principios del año 2020, estuvo dedicado a realizar entrevistas semiestructuradas con informantes claves. Se realizaron un total de 15 entrevistas exploratorias a jóvenes adultos de entre 25 y 34 años de la ciudad de Córdoba. Esta selección se debe a que existe una mayor predominancia de las generaciones denominadas millennials y centennials entre el total de usuarios registrados a nivel mundial en esta red social. Como se desprende de las estadísticas globales, los jóvenes millenniales, de entre 25 y 34 años, ocupan el primer lugar con el 35% del total de los perfiles de usuarios registrados en Instagram, seguidos por los jóvenes de 18 a 24 años, correspondientes al 30% de la audiencia1 (Wearesocial, 2020). Asimismo, cabe aclarar que los entrevistados seleccionados son personas de clase media-trabajadora y alta, por lo que comparten similares niveles de accesibilidad 1
Sin embargo, los informes nacionales señalan que apenas el 5,3% de quienes tienen redes sociales en Argentina crean, publican y editan contenidos, y no simplemente observa, comenta o comparte las producciones de otros (Sinca, 2017). Por ello, se estableció contacto particularmente con quienes evidenciaron, durante las observaciones, una actividad intensa y diaria en esta red social, con post permanentes y sostenidos de fotos, videos en las historias y el muro personal.
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tecnológica y gustos de clase. Así, los primeros contactos fueron recuperados de nuestro entorno virtual y luego estos recomendaron a otros y otras. Se utilizó el espacio de encuentro y diálogo de entrevistas para indagar sobre tres ejes: el proceso de inserción a Instagram y las expectativas de su uso; la experiencia personal en la captura, selección y edición de imágenes publicadas, así como las respuestas de sus interlocutores; y, finalmente, la relación con otros usuarias/os, perfiles y contenidos publicados en esta red social, principalmente, donde se muestra un uso extendido de la imagen del cuerpo como recurso para captar la atención y los afectos.
La imagen como producto y capital en las redes sociales Podríamos pensar nuestra existencia contemporánea como un tiempo industrial, donde el trabajo ya no es un medio a través del cual ganarse la vida, sino la mayor parte de nuestro tiempo vital (Byung-Chul Han, 2012). Incluso el tiempo libre y el uso de las redes sociales se ejercen como un tiempo de trabajo o de consumo, orientado a la producción de la propia imagen y al consumo de otras imágenes. En efecto, tanto el Facebook como el Instagram son lugares de autoproducción, de tecno-biografía en la era del hipercapitalismo tecnificado. En estos contextos, las personas actúan como pequeñas empresas, vigilándose para acumular ganancias que se traducen en likes o seguidores, guiándose por los valores que circulan fuera y dentro de las redes sociales. Incluso quienes dicen en las entrevistas realizadas, no interesarse por cosechar seguidores en Instagram, exponen conocimiento de la lógica de funcionamiento en torno a cuándo es conveniente subir una foto o reflexión, cómo mostrarse, etc. Para ser mirado/a, es necesario comprender las formas de regulación del tiempo y la imagen valorizable que produce el orden social capitalista: “(…) existen horarios donde vas a tener más me gusta o gente que te sigue, generalmente es a partir de las 21hs” (E1, comunicación personal, 11 de enero de 2020). En ese sentido, los horarios que señalan las/os entrevistados como de mayor exposición y consumo de imagen en Instagram, son aquellos tiempos que se presumirían, generalmente, por fuera de la jornada laboral del/la asalariado/a promedio. Es decir,
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momentos donde las personas deberían estar ociosas o descansando, pero que, al contrario, las muestran invirtiendo tiempo en la propia imagen y en la venta de sí mismas/os a través de las aplicaciones: “yo hago preguntas, genero encuestas, subo comentarios graciosos, algunas fotos copadas…como para que la gente se entretenga y se ría” (E2, comunicación personal, 11 de febrero de 2020). En efecto, Boltanski y Chiapello (2002) entienden que la realidad actual nos exige una autovigilancia permanente, ya que la sujeción no se produce tanto por la represión como por la vivencia autónoma de las normas que realizan las personas y de qué modo las afecta. Así, las personas son constituidas psíquicamente desde instituciones sociales y económicas que promueven la autoexplotación a través de la autopromoción, escondiendo, además, que la oportunidad de construirse en objeto de consumo de otros/as en redes sociales y dispositivos afines, es selectivo según característica físicas, manejo de la estética, capitales económicos, culturales y sociales. De este modo, como dispositivo que se encuentran en la tensión entre prácticas de autoproducción y/o autoexplotación, el Instagram expone la vida íntima, los cuidados y los afectos que pertenecen a la esfera emocional de las personas, para que puedan ser consumidas y comercializadas en el mercado de la imagen personal como marca. La esfera emocional ha sido colonizada mediante la mercantilización directa de los vínculos y las relaciones de cuidados, tanto como por la utilización de las emociones como una mercancía más. Es así como, en las entrevistas, las personas hablan de gestionar sus emociones a través de las imágenes y videos que comparten, donde la consigna es mostrarse contentas, exitosas, viajantes, etc. O compartir un estado emocional triste, pero desde el humor o la autosuperación: “no vas a dar asco subiendo fotos o cosas deprimentes, en todo caso le das un giro para que parezca gracioso o bizarro para que genere risa” (E3, comunicación personal, 23 de diciembre de 2019). Los afectos tristes no pueden circular en la estructura de pasiones que nos organiza, porque generan rechazo, alejamiento o indiferencia por parte de otros/as (Lordon, 2018). Para gustar y obtener capital social, afectos, redes de contención, reconocimiento, entre otros aspectos, es necesario manejar el espacio virtual con un cálculo que, si bien no
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necesariamente es racional, sí es razonable en el campo de las redes sociales. Lo importante es llamar la atención de otros/as usuarios para que consuman tu perfil y de ese modo la lógica de la autopromoción se satisface sin que los/as sujetos/as lo consideren una tarea, un trabajo o un esfuerzo extra, prestando felizmente su consentimiento a la lógica mercantil que gobierna la aplicación. Asimismo, la atención no debe ser solamente conseguida sino, sobre todo, retenida. El esfuerzo está en mantener el contacto y la interacción con los seguidores el mayor tiempo posible, incluso en el trabajo diario. Sin embargo, conseguir seguidores y acumular influencia, no basta para retener la mirada. La atención decae con el pasar de las imágenes y del tiempo de conexión. Aquí, es donde el cuerpo se torna una herramienta de autopromoción en redes, puesto que los usuarios han identificado que es el elemento que genera mayor aumento de actividad de la mirada. (Instagram) te hace una lista de quienes lo han visto, vos podés subir varias historias y generalmente van decayendo... Entonces, lo que hacen las chicas es una foto medias desnudas, otra no, entonces todos miran todas las historias tratando de ver si en algún momento aparece otra, ¿no? Ese es el juego de un lenguaje sofisticado al que yo me refiero de Instagram, Hay trucos (E4, comunicación personal, 11 de diciembre de 2019).
Nuevamente emerge la estrategia de las y los usuarios por mantenerse disputando las reglas de juego que propone la aplicación. En efecto, si bien en Instagram la mirada es gratis, paradójicamente, se ha consolidado más como moneda social, destacándose entre las formas de intercambio social y productividad económica. Y, es por ello, por lo que las/os usuarias/os, como mostrábamos en tema horarios para subir imágenes, luchan por conseguir y retener la mirada del/la otra/o, y el mecanismo vinculado a esto está asociado al crecimiento de la influencia en la red social a través de la imagen. En este sentido, así como esperamos que nos miren, también debemos disputar esa mirada. La plataforma de Instagram funciona más al estilo de vidriera desde donde presentarse a otros en el mundo a través de la imagen y desde dónde construirse, para captar desde allí la atención. Sin embargo, el intercambio no es del todo equilibrado ni horizontal. La mirada no es mutua ni bidireccional, sino que está jerarquizada. Así como
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uno puede seguir un perfil sin ser seguido, la correspondencia no está a la orden del día, por lo que la disputa está en volverse popular, al conseguir “ser seguido/a” por un conjunto cada vez mayor de seguidores, lo que se transforma en parte del trabajo cotidiano de pertenecer a la red. Por otro lado, a diferencia de otras redes sociales, donde la búsqueda está en tejer una red de vínculos y el tipo de relación que se establece en la plataforma, permite distinguir contactos (amigos/as, conocidos/as, y más), así como accesos a contenidos (públicos, semipúblicos y privados), en Instagram esto se resignifica. Por un lado, porque perseguir la mirada del/la otro/a y crecer en contactos no implica establecer vínculos estrechos con ellos/as o construir comunidad sino meramente atraer su curiosidad. Para ello, la popularidad requiere al menos de dos elementos. De acuerdo con el trabajo de campo, el crecimiento de la presencia en Instagram requiere tanto de la apertura de los perfiles, a condición de que sean públicos y, con ello, que la mayor cantidad de seguidores tengan acceso a los contenidos, independientemente del vínculo que puedan establecer con el dueño del perfil. En sentido opuesto, observamos que, quienes permanecen a resguardo en perfiles privados y limitando sus contenidos a contactos cercanos, permanecen inactivos y encuentran al poco tiempo, menor interés en la plataforma: “Honestamente ahora me está aburriendo mucho porque no tengo seguidores, no tengo mucho para ver...hay gente que tiene cuenta privada, yo tengo privada para que cualquiera no te vea fotos” (E3, comunicación personal, 23 de diciembre de 2019).
Mostrarse feliz y exitosa/o El Instagram funciona como un régimen colectivo de afectos principalmente alegres o que producen felicidad en el/la otro/a desde diferentes formatos como el humor, la anécdota, los memes como formas de crítica graciosa al orden, etc. Son estas pasiones las que registran y aceptan los códigos que circulan en esa comunidad como justos o injustos.
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Por tanto, para Lordon (2018), tomando la ética de Spinoza (2007), las personas se activan en el mundo en diferentes grados y direcciones de acuerdo con la afectividad que perciban en el entorno. En efecto, la afectación responde a la pregunta “¿qué me ocurre? y los afectos al interrogante ¿qué me produce esto? tristeza, ¿alegría o deseo? Para Spinoza (2007) lo que creo que me afecta felizmente es lo que mayormente me potencia a moverme. Es decir, lo que nos motoriza a movernos son los afectos e ir tras lo que creo que me va a hacer feliz, que es una imagen estructural de lo que puede o no ser placentero. Esta cuestión nos ayuda a comprender el uso del Instagram, donde las personas se conmueven en busca de la felicidad y, además, intentan afectar al otro/a desde el deseo expresado en likes o corazones. Marina comentaba sobre las fotos que elegía subir a la aplicación: (…) Esto es cuando viaje a Italia, Madrid...he puesto un poco de cada viaje que hice, los museos...esto es de amigas, voy subiendo...autos, acá esta foto porque mis amigas me pidieron un collage…no sé, otro collage de viajes a Estambul…momentos copados (…) fotos de cosas que sean interesantes, divertidas (E3, comunicación personal, 23 de diciembre de 2019).
La entrevistada considera que la imagen de felicidad es sinónimo de consumo, ocio cultural, formas de organización de la vida que se explican cómo gustos de clase, que al decir de Bourdieu (1988), son la búsqueda del máximo de “rentabilidad cultural” (p.267). Esta rentabilidad tiene relación con el establecimiento de un posible parecido con la cultura o imagen legítima de la “buena vida”, que es la de la clase dominante. En ese mismo sentido, Mariano sostenía que la vida diaria no era de interés de los/as seguidores, “fotos aburridas” eran aquellas que mostraban actividades o lugares comunes. Por común entendemos tanto lo habitual, lo rutinario, como lo que compete o es de acceso a todas/os por sector social o clase y, por tanto, no excepcional al grupo de pares, singular o fuente de distinción: (…) No me sacaría fotos en la empresa mía, porque es super aburrido, a la gente no le gusta ver lo que ya conoce...no subiría fotos de estar en una clase como todo el mundo, en la
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facultad, re aburrido...no se cosas muy cotidianas no las subiría... (E5, comunicación personal, 3 de octubre de 2019).
Asimismo, lo común a todos/as en estos testimonios se asocia también con el aburrimiento, la tristeza y emociones afines que no deben compartirse. Como sostiene Ahmed (2019), las personas no solo aspiran a buscar felicidad sino a ser ellas mismas un objeto feliz, afectando al entorno en ese sentido. Empero, ser consideradas/os objetos/sujetos de felicidad no es una posibilidad que se encuentre distribuida de manera igual, porque en sociedades capitalistas, coloniales y heteronormadas, se anuda al ser y tener según parámetros de género, raciales, de clase y corporales. Ser y tener aquello que debería hacernos felices como un cuerpo perfecto, una vida laboral exitosa, mercancías suntuosas como autos, etc. En consecuencia, subir fotos en paisajes exóticos o situaciones divertidas, selfis con sonrisas es casi una consigna para ingresar al mundo del Instagram de los y las entrevistadas/os. Como dice una de las entrevistadas: “no se puede subir fotos que no estén pensadas bien, lugares lindos, momentos copados como estar tomando un café con una amiga…no te vas a sacar una foto en la cocina de tu casa en bata” (E6, comunicación personal, 2 de diciembre de 2019). Se espera que, en estos contextos virtuales, las personas se muestren exitosas y felices, siendo las imágenes que se construyen un elemento clave para cosechar adhesiones virtuales o seguidores/as. En consecuencia, como sostiene Ahmed (2019), la felicidad puede convertirse en una tecnología de autoproducción, especialmente cuando se nos pide que sonriamos para ocupar espacios como una forma de “trabajo emocional”. Los buenos sentimientos no solo producen el mismo efecto, especialmente cuando el contexto donde debemos aparecer nos obliga a reprimir sentimientos para mostrarnos únicamente felices, produciendo que se intensifiquen las sensaciones de malestar reprimidas: “veo toda esa gente feliz o que sube fotos en sus trabajos exitosos y yo me siento muy mal…pero no podés subir una foto deprimido” (E2, comunicación personal, 11 de febrero de 2020). La representación que los sujetos se hacen de su condición humana y de la de otras/os, supone que existe libertad de elección, responsabilidad y mérito propio en lo que se hace o dice: “por ahí me hace mal ver tanta gente que se esfuerza tanto en lo ISSN 2448-539X
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que hace…se gana eso de estar rodeada de amigos, tomando algo en un bar y yo acá…en el depto. o con ese trabajo aburrido” (E7, comunicación personal, 5 de marzo de 2020). Además, esas representaciones de éxito y por tanto de felicidad, producen que las personas persigan tanto como rechacen mostrar lo que se sostiene, lo que no favorece la felicidad y ni evita la tristeza. Por eso, las imágenes de Instagram no tienen autonomía alguna de la vida social, las ideas que hacen conscientes nuestros objetos de deseo están en la órbita de nuestra vida afectiva condicionada (Lordon, 2018). Sin embargo, existen variaciones en las formas de uso de la aplicación, en las afectividades, porque a cada persona se afecta en diversos grados. Es decir, la vida psíquica es un enfrentamiento interno entre fuerzas que buscan prevalecer en la persona y donde las más potentes ganarán. En efecto, la psiquis es un lugar donde se encuentran los afectos determinados por las instituciones o en este caso el dispositivo Instagram. Este tipo de aplicación condiciona los usos de sus usuarios/as, los/as afecta y los pone en movimiento bajo diferentes afectividades. De modo que el Instagram se constituye en una geografía de afectividades y búsquedas de afectar a otros/as. Entre las afectividades, emergen la esperanza de la felicidad por gustar, seducir, vincularse con otro/a y el temor ante la indiferencia o el rechazo. Surgen de los testimonios de usuarios/as de Instagram, los modos en que se ponen en movimiento afectos institucionalizados que les disciplinan y las/os hace renunciar a otros movimientos o intentos de afectar de otros modos. Asimismo, los/as usuarios/as rechazan el contacto con determinadas personas por miedo a que les trasmita su infelicidad o, por el contrario, buscan proximidad de personas que prometen felicidad. Esto explica que ciertos cuerpos sean rechazados y aislados en las aplicaciones de diferente índole como Tinder, muy conectada con Instagram según entrevistadas/os: Yo voy de Tinder directo a Instagram, todo el mundo ya se habla por ahí nomás…el Tinder es como un filtro para saber si da para ya sabes [se refiere a relaciones sexuales] y de paso miras si es gorda, digamos fea, no te voy a mentir…no la sigo por Instagram no la busco (E8, comunicación personal, 16 de febrero de 2019).
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Tal como se expresa en este testimonio, el objeto/sujeto de afectos tristes, según parámetros sociales, es expulsado o invisibilizado en los márgenes de las interacciones de las redes sociales. “Ciertos cuerpos son expulsados hacia los márgenes, con el propósito de que la infelicidad que supuestamente reside en ellos no amenace la felicidad que se ha dado” (Ahmed, 2019:207). Este conocimiento de las normas sociales y las representaciones estéticas, que son más duras aún con los cuerpos feminizados, regulan las posibilidades de encuentro y afectaciones entre las personas a través únicamente de una imagen: “las mujeres tienen que posar más, estar mostrando que está buenas…que se yo…nosotros subimos una foto manejando un buen auto y ya estamos hechos” (E2, comunicación personal, 11 de febrero de 2020). En Instagram se muestran de modo prioritario imágenes de cuerpos e historias seleccionadas por los/as usuarios de modo intencional y estratégico, desde estéticas que se construyen a partir de discursos hegemónicos sobre belleza, clase, consumos y erotismo.
Sobre la capitalización de la mirada En una segunda instancia, las estrategias se articulan no solamente en captar la atención sino obtener un beneficio propio, es decir, capitalizar aquello que ha sido generado y acumulado en término de imagen personal. Esto puede tener fines sociales o, más directamente, económicos. Al respecto, observamos entre los entrevistados diferentes tipos de aplicaciones, donde aparecen principalmente dos: la seducción, y el comercio de productos. Una de las aplicaciones extendidas de la atención conseguida es aprovechada en el campo de la seducción. Lo interesante de este elemento es la reorientación del uso de Instagram para contactar y conocer gente, ya sea con o sin intención de conseguir pareja temporal o estable. Hablamos, antes que nada, del crecimiento del círculo de contactos como consecuencia del interés por la propia persona, y, en segunda instancia, de la atracción de pareja. De todas maneras, aunque el software no está pensado para concertar
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citas, como en otros casos, permite otro tipo de contacto, disputando el espacio de seducción a otras plataformas: Vos abrís el Tinder y pones preferencias y vas viendo las fotos rápido y hay gente que pone ‘agrégame a Instagram’ y si a vos te gusta la agregás (…). Ya no entran a Tinder. Dicen: ‘Instagram es el nuevo Tinder’, aunque Instagram es una red social para que te vean todos no tanto para salir.... (…) Simplemente he conocido gente por Tinder que fue a Instagram.... (…) así me han agregado muchas personas, me sirve para ampliar las relaciones... (E9, comunicación personal, 9 de marzo de 2020).
De otro lado, encontramos el uso de Instagram como plataforma de negocios soportada en la extracción de valor de la imagen y el cuerpo de sus usuarios para el comercio de productos. Así, encontramos entre los entrevistados un perfil de usuario que no solo construye su identidad e imagen en la plataforma, sino que luego la utiliza de trampolín para hacer negocios, obteniendo ingresos monetarios de la gestión de marketing personal realizada, ya sea dentro como fuera de la red social. A diferencia de otras épocas, en este caso, es el propio usuario el que logra posicionarse y convertirse en marca con identidad propia, sacarle rédito al propio cuerpo, sus características y habilidades, sin depender de representantes e intermediarios: Hay un montón de casos de chicas que yo veo que muestran la cola durante varios meses y después, un día ‘producción de fotos en Cancún, producción de fotos en Europa’. Montan todo un negocio a partir de hacerse conocidas, de juntar seguidores (…) No tiene representantes, no tienen mediadores, no tienen jefes, no tienen nada. Una vuelta a la artesanía del cuerpo (E9, comunicación personal, 21 de febrero de 2020).
Existe un uso comercial de la imagen que inicia subiendo fotos que son de acceso libre y, con el correr del tiempo, las capitalizan comercialmente como estrategia de empleo. Este es el caso de los influencers en campos de la industria cultural, la música o el cine, e incluso hasta es posible reconocerlo en la política. También, se observa en usuarios comunes una búsqueda de modelaje o la venta de tercerización de productos, donde se
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saca rédito de la mediación del propio cuerpo. Insistimos, es la imagen del cuerpo la que, en términos de negocio, adquiere mayor valor. Asimismo, las personas saben cómo conducirse en el mundo del Instagram por valores compartidos estructuralmente de lo que es “bueno o malo mostrar”. Intuyen cómo debiera lucir una imagen del cuerpo que amerita mostrarse en la red, tanto como objeto de deseo o como portador de algún talento valorable para el entorno que consume determinado perfil. Como sostiene Adriana Andolini (2016) la tecnología neoliberal consiste en la permanente autovigilancia del sujeto sobre su imagen, en un entorno de extrema normatividad: “cuando subo una foto busco generar algún tipo de interés particular, por diferentes cuestiones como culturales, sociales o bueno…de levante” (E10, comunicación personal, 2 de marzo del 2020). Un aspecto diferente en la imagen del cuerpo expuesto en su desnudez para Instagram es el uso que efectúan artistas y grupos feministas que exponen el desnudo sin filtros como estrategia de concientización social, a través de actos de militancia públicamente declarados. Respecto a estas imágenes, Romero (2019) sostiene que, “la promoción de una corporalidad real que no responda a modelos prefijados es un hecho atípico que, lamentablemente, no logra imponerse como un rasgo imponente de nuestro tiempo” (p.15). Aunque algunos movimientos de la diversidad sexual han intentado promover nuevos cánones de belleza, como el llamado body positive, la publicidad no hace otra cosa que reforzar el canon e Instagram es una herramienta a gran escala para ello. De hecho, lamentablemente, la tendencia es a estigmatizar la presencia de aquellos cuerpos que no responden al canon y a incrementar el bodyshaming (Brito, 2019). De esta manera, los cuerpos al natural que no han sido trabajados para entrar dentro del canon se mantienen al margen de las publicaciones de Instagram, ya sea porque los usuarios evitan las críticas y agresiones que pueden generar sus publicaciones y no se postean, o porque hacen intervenir recursos tecnológicos de retoque para “mejorar” el aspecto de sus cuerpos para ser presentados en público. Sin embargo, a medida que cobran notoriedad, la distancia entre la imagen del cuerpo y la real comienza a visibilizarse
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también, por lo que son dos elementos que empiezan a retroalimentarse. En consecuencia, lo mostrable tensiona las prácticas virtuales y reales de los instagramers: Yo no me fijo tanto los cuerpos (en Instagram) pero me fijo en la vida real. En Instagram solo miro la gente famosa; de la gente normal no... En la vida real, sí. El otro día me di cuenta de una chica que parecía normal y está obesa en la vida real. ¡qué horror! En Instagram, en mi entorno, no hay gordos, 3-4 gordos como muchos y no se hacen Instagram. El resto son cuerpos normales (E7, comunicación personal, 5 de marzo de 2020).
En este juego entre lo horroroso, lo feo y lo bello, el Instagram también funciona como un dispositivo de la ideología de la normalidad, donde la lógica binaria de pares contrapuestos produce que algunas imágenes sean interpretadas como deseables en relación con “lo otro”, indeseable. Como vemos en el fragmento de la entrevista anterior, la búsqueda estética de las imágenes es generar atracción, deseo o interés, siempre a partir de una imagen que se encuentra velada, filtrada o modificada, porque las imágenes deben siempre pasar por una corrección normalizadora de lo deseable. En esta lógica de la normalidad, las personas con cuerpos no delgados, con discapacidades funcionales, cuerpos no estereotipados, sexualidades no heteronormadas, deben asumirse como diversas por el solo hecho de existir, de ser y así buscar “su público” o asumir que no pueden “pertenecer”: (…) voy a ser clara, para poder ser como yo [se refiere a su talla corporal] tenes que ser como la señorita bimbo o alguna influencer que haga de su peso un motivo de venta o de junta de personas que se identifican…ósea sos una gorda con gente gorda que te sigue para sentirse mejor (E7, comunicación personal, 5 de marzo de 2020).
El lugar “del otro”, son zonas densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de los sujetos (normales), pero cuya condición de vivir bajo la esfera del signo de la exclusión es necesaria para circunscribir la esfera de los incluidos (Butler, 2002, p.20). En consecuencia, sostenerse en el Instagram implica adaptarse a la imagen de la normalidad, de la “comunidad de las/os iguales”, es decir de parámetros de belleza, delgadez, capacitismo, rasgos caucásicos, la plenitud emocional y la juventud o buscar público
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selectivo según grupo de pertenencia: “ser flaca garpa, si sos gorda tenes que meterle muchos filtros o nadie te va a mirar el perfil, es cruel, pero es así” (E7, comunicación personal, 5 de marzo de 2020). Además, Instagram es una aplicación que parece rechazar a las personas adultas, a quienes se las considera ajenas a la lógica de uso e interacción que circula en esta red social. Varios/as entrevistadas afirmaron que migraron de la plataforma Facebook porque “se llenaba de viejos”: Llegue en el año 2016, mis amigos se lo hacían y me parecía divertido la plataforma de subir fotos, era más novedoso, en Facebook entraban todos los viejos e Instagram era la nueva onda” (E9, comunicación personal, 22 de noviembre de 2020). (…) Instagram es para centenillas y milenillas, no es una lógica afín a personas más grandes que no se habitúan a la forma esta de la imagen, no van a subir fotos en poca ropa…imagínate…van al terreno de las palabras para el levante por decirte (E8, comunicación personal, 16 de febrero de 2019).
Desde la ideología de la normalidad los cuerpos que pueden participar del mundo de la imagen, exponerse, compartir historias e imágenes, deben poder escrutarse como sensuales o potencialmente atractivos. Es decir, segmentaciones muy selectivas que responden a estereotipos de clase, género, capacitismo y generación. Para quienes no cumplen con esos parámetros existe el aislamiento o los filtros. Finalmente, también existe un uso vinculado al campo de la pornografía. En este caso, se producen algunos desplazamientos y tensiones entre lo publicado y publicable para la atracción de la mirada, puesto que las imágenes de mayor exposición se desplazan de perfiles públicos a privados, y por el otro, los perfiles públicos e historias permanecen como señuelos para los potenciales clientes de esas imágenes. En ambos casos, observamos un uso de mayor desnudez del cuerpo, con estrategias más sofisticadas sobre la imagen para evitar la censura técnica de la propia plataforma. A la vez que, en el caso de la pornografía, un desdoblamiento de la producción del cuerpo que deja en los perfiles privados un lugar reservado para lucrar del propio cuerpo en articulación de sitios web eróticos.
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La imagen para seducción y marketing exige filtros El capital erótico expone que la desigualdad entre las personas no se vincula únicamente a la acumulación de económica estrictamente, sino también de recursos como el cultural, social y simbólico. En el caso particular del capital erótico, el cuerpo modelado según parámetros estéticos dominantes funciona como capital en el juego que organiza los diferentes campos del orden social (Bourdieu, 1988). Así, el capital erótico es un capital personal que se valoriza como capital económico, cultural o social. En palabras de las entrevistadas, se trata de belleza, de ser atractiva y sexual o tener buen cuidado del cuerpo y la imagen, especialmente para seducir a otro/a: (…) para mí la China Suarez es una bomba…porque no es como modelo, es más natural, es como que usa ropa que podemos usar cualquiera, pero obvio que no te queda como a ella…además tiene actitud, sube historias donde esta sexy con perros (E10, comunicación personal, 2 de marzo del 2020).
En ese sentido, según parámetros socialmente impuestos de belleza, salud, racialidad, clase y género, ciertos cuerpos valen más que otros y, por tanto, acumulan un capital diferencial: el de ser deseados/as. Además, en el caso del Instagram no es solo el cuerpo, es el cuerpo trabajado, producido desde diferentes filtros e intervenciones técnicas, que permiten crear una imagen acorde al canon que se establece como un cuerpo bello o seductor: “tengo días en que subo 10 fotos en el día y casi no subo contenido al feed, directamente historias de la vida, de todo…al feed van cosas más trabajadas porque se queda ahí siempre, tenes que seleccionar mucho la foto” (E2, comunicación personal, 11 de febrero de 2020). Existe una relación estrecha entre los cuerpos que el mercado muestra como deseables y las fotos que se publican en las redes sociales, tanto por una adherencia de los/as usuarios/as de las redes como por su rechazo explícito en el caso de quienes apuestan a confrontar con esos mandatos: “me gusta lo desencajado, lo que no es normal, lo espontaneo, lo que no es de una estética dominante (…) al final todes somos raros” (E11, comunicación personal, 15 de marzo del 2020).
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En efecto, las imágenes se adaptan o marginalmente rechazan y con ese efecto apuntalan nuevamente una estética de cuerpo como modelo, que es un resultado inacabado de una lucha histórica cultural, social, política y económica por imponer lo deseable. Es también, consecuencia de un contexto afectivo-familiar que marca y delimita nuestras posibilidades corpo-afectivas de afectar y ser afectados/as por otros/as. Así, las formas del cuerpo y las imágenes que queremos crear a partir de éste se encuentran condicionadas por nuestras relaciones con otros/as, con los objetos y el tipo de trabajo, con la clase y el género en los usos del cuerpo de acuerdo con lo que se espera para cada una/o. En consecuencia, existe una relación inseparable entre los cuerpos que el mercado muestra como deseables y las fotos que se publican en las redes sociales. Son los cuerpos estereotipados como bellos los que cobran mayor visibilidad y, por lo tanto, aquellas imágenes que circulan y adquieren mayor reconocimiento retroalimentan, educan, lo que debe y no debe ser considerado bello, interesante o visible, tanto por una adherencia de los/as usuarios/as de las redes como por su rechazo explícito en el caso de quienes apuestan a confrontar estos mandatos. Esto va de la mano con lo que sostiene Noriega Londoño (2019), para quien el cuerpo es un escenario de un ritual, un espacio donde se gestan ideas sobre cómo comportarnos, cuidarnos y mostrarnos de acuerdo con un ideal. En este sentido, las redes sociales contribuyen a perpetuar los estereotipos de belleza imperantes y, aunque pueden influir en el comportamiento de las adolescentes, al “seguir una dieta, rutinas de ejercicios o aprender tips de maquillaje; pero eso no significa que se modifique la concepción de la belleza en ellas” (Carvajal y Terreros, 2019, p.127). Su dominio está vinculado a la cantidad de personas que llegan, si tenemos en cuenta la cantidad de perfiles que mensualmente están activos en Instagram, así como a la influencia que la visualidad tiene en la construcción de ideales de belleza y perfección. Al mercado, esto le conviene. Con todo ello, las marcas que más venden en términos de marketing en Instagram son las empresas cuyos rubros están directamente vinculados a la imagen, y donde la mirada del otro se torna el componente fundamental de la industria. Como indican algunas estadísticas, “La belleza y la moda son las dos industrias más dinámicas en Instagram. El
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sector de la belleza representa el 32% de las interacciones y el 27% del total de publicaciones entre todos los sectores” (L2 Gartner 2018 Study, en Zuckerman, 2019) En este marco, los cuerpos no aparecen solos, sino rodeados de elementos de consumo y prácticas sociales, por lo que los cuerpos visibles también despliegan otros elementos, tales como lugares, ropas, momentos y acciones deseables y deseados, que conforman un universo de sentido en la producción y generación de imágenes en la plataforma. En igual medida, esto contribuye a presentar y extender diferentes estereotipos vinculados a clase sociales, religión, etnia o género, y "Las autopresentaciones en las redes sociales usan las estrategias representacionales de estos contextos mediáticos, contribuyendo a extenderlas, popularizarlas y normalizarlas” (Tortajada; Araüna y Martínez, 2013, p.180). Esta situación la podemos ver reflejada en los hashtags, recurso que se utiliza para etiquetar los contenidos y que puedan ser luego rastreados de manera transversal al resto de perfiles. Lo que sucede es que, una vez que la foto ha sido seleccionada, las categorías que los usuarios utilizan para circularla por la red social muestran nuevamente el foco en el que se asienta el trabajo de darle publicidad al contenido. Para ello, la plataforma de Instagram pone a disposición el uso de hashtags, que en su traducción del lenguaje anglosajón hace referencia a una almohadilla, que en este caso es representada por el símbolo numeral (#), seguida de una etiqueta formada por una o más palabras concatenadas y que permiten clasificar datos y mensajes emitidos. Esto se utiliza posteriormente para abrir canales temáticos de comunicación entre usuarios y facilitar las búsquedas posteriores por tópicos. De acuerdo con el Informe We Are Social (2020), entre los 30 hashtags más utilizados en la plataforma, podemos encontrar algunos que contribuyen a sostener este análisis. Según la cantidad de post etiquetados por concepto, lidera el ranking global la etiqueta #love y aparecen posteriormente #fashion en el tercer lugar, #beautiful en el quinto, #happy en el séptimo, #cute en el octavo, #selfie en el vigesimotercero, #fun en el vigésimo sexto y #beauty en el trigésimo, entre otros. (We are social, 2020). Sostenemos que este elemento no sólo es un organizador de contenido, sino que nos aproxima al campo
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de intereses a destacar por los usuarios de la plataforma, puesto que funciona como palabras claves para las búsquedas de otros usuarios. Por ello, no es menor que los conceptos que lideran a nivel global estén vinculadas a las ideas de belleza y felicidad. Lejos de ser conceptos nuevos, se actualizan hoy en día con esta plataforma de red social, donde se ven potenciadas, una vez más, a través de la imagen. Otro aspecto que surge con fuerza del análisis realizado es la forma que adquiere el contenido visible o mostrable a través de la imagen, puesto que las/os instagramers no realizan una selección sobre qué contenido mostrar y cómo mostrar este contenido. De esta manera, tras un proceso de selección social, las imágenes pasan por un proceso de retoque que involucra el uso de filtros tecnológicos. Al respecto, nos comenta un entrevistado: (…) hay mucha gente que trabaja bien eso: cómo mostrar lo que quieren mostrar. Y el Instagram te ayuda porque justamente tiene un montón de herramientas: los filtros, que trabajan el cómo mostrar lo que querés mostrar y no importa tanto qué querés mostrar. (E4 comunicación personal, 11 de diciembre de 2019).
En efecto, las/os usuarias/os tienen la certidumbre de que pueden controlar su imagen según interés propio, pero, al contrario, se convierten en empresas, cuyo método de vigilancia es la comunidad de valores que circulan entre las redes, expresadas en seguidores y de likes, como tecnología neoliberal (Andolini, 2016). Al respecto, nos interesa resaltar las potencialidades tecnológicas que Instagram ofrece para gestionar la imagen a través de la multiplicidad de filtros que tienen a disposición para la edición de imágenes. Los filtros son… (…) alteraciones en las curvas tonales y la saturación cromática de la fotografía que buscan cambiar la apariencia de la toma original. En definitiva, es utilizado para aportar algún elemento determinado a la foto, para así dotarla de una luz, color o textura diferente (Madrigal, 2015, p.22).
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Son rutinas de software que ofrecen la posibilidad de cambiar la apariencia de una imagen o parte de ella (Terreros, 2019) y que están disponibles en un abanico de opciones entre las que los instagramers pueden elegir antes de cargar y publicar una foto. Algunos estudios previos ya han mostrado que los usuarios reaccionan con mayor cantidad de likes y comentarios cuando las fotografías han sido retocadas con filtros (Bakhshi, Shamma, Kennedy y Gilbert, 2015, en Madrigal, 2015). Madrigal (2015), tras analizar 7,6 millones de fotos de Instagram y Flickr, también nos indica que “utilizar el filtro “correcto” puede aumentar un 21% las posibilidades de que la foto sea vista y un 45% el número de comentarios” (p. 22), teniendo mejores resultados aquellos que ofrecen tonalidades cálidas, mayor contraste y exposición. En sintonía, nuestros entrevistados destacan el efecto de los filtros cromáticos y de textura en sus publicaciones como opciones de mejora en la imagen personal. Esto se observa sobre todo a la hora de publicar y mostrar imágenes tanto del rostro como en el cuerpo, que no pueden evidenciar rastros de granos, celulitis o colores pálidos: Esta foto es un horror porque tengo cara de recién levantada, pero le aplico un filtro porque tengo cara de muerta, pero la gata es hermosa…el filtro te ayuda a no estar pálida, te pones color, ¿entendés? tenes filtros que te elegís para mejorarte... (E10, comunicación personal, 2 de marzo del 2020).
Mira esta foto, te alisa la piel, todo. Eso es lo que hace. ¿Vos ves que yo tenga la cara sin granos, sin nada? Todo el mundo lo hace, famosos, todos. Usan filtros para celulitis, filtros para todo. Hay un filtro que vos sonreís y te saca las arrugas de expresión, pero yo nunca subo foto si tengo arrugas. Es muy raro que suba foto sin filtro porque sin eso estoy fea. Es como un antes y un después: primero, tenés arruga, después no. Hay mucha diferencia entre la realidad y esto (E12, comunicación personal, 12 de diciembre del 2109).
De modo que las usuarias de Instagram descargan en su smartphone alguna de las aplicaciones disponibles para remodelar rostro, cuerpo y crean la imagen que desean. Existen programas que modifican el tono de la piel como AirBrush, te blanquea los dientes, te efectúa un liftin que elimina cicatrices y arrugas, te adelgaza, estira, etc. Otro programa,
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llamado FaceTune, altera la sonrisa y agranda los ojos, cambia tonalidades del rostro y borra lo que consideras imperfecciones. En consecuencia, las fotos pasan por un proceso de selección social y de edición técnica muy exhaustivo, donde el filtro tecnológico constituye el cimiento de la construcción de la imagen personal, que encierran detrás parámetros y valores que arrastramos culturalmente. Lo interesante de estas prácticas es que evidencian que no necesariamente se cuida el cuerpo, sino que se muestra que sí, es decir, es un “hacer como sí”, para autopromocionarse en las redes sin requerir una correspondencia directa con el propio cuerpo. En efecto, son las fotos las que se filtran, mejoran, modifican, más allá del cuerpo material por fuera de la red. Evidentemente, parece poco importar a los/as entrevistados/as que su materialidad corporal no coincida con la imagen expuesta en Instagram. Al respecto: (…) Saben que yo no tengo esa cara. Yo subo una que pueda ser más o menos chamuyable. Tengo fotos con maquillaje que tranquilamente puedo hacerlo yo, pero no tengo ganas…Yo no quiero fotos con arruga...yo sé que cuando me maquillo y me arreglo soy bastante parecido a eso, esto me evita tener que arreglarme, taparme ojeras, taparme arrugas...que no me vean fea...y cuando me he encontrado con gente de Instagram, no me fijo mucho en los demás, me miro yo...tampoco me importa tanto juntarme, solo subir fotos lindas (E13, comunicación personal, 16 de noviembre del 2019).
Reflexiones A lo largo del artículo se evidencia el uso estratégico que efectúan las/os sujetos de las imágenes del cuerpo para su autopromoción en redes sociales, tanto como el carácter de lo deseable/mostrable y de los filtros tecnológicos para editar las publicaciones con horas de dedicación, rozando la autoexplotación. Por otro lado, se muestra la manera en que las emociones condicionan las imágenes que se publican e indagan en esta red social, como estrategia para captar la mirada, capitalizable en seguidores y likes. Asimismo, se expone cómo lo publicado responde a estéticas que se construyen a partir de discursos hegemónicos sobre belleza, clase, consumos y capacitismos.
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En ese sentido, la importancia del trabajo sobre la imagen para el uso del cuerpo como estrategia de venta, desde un uso intensivo de la red tiene dos fases: un primer momento de participación en esta red social, con crecimiento de la popularidad y de seguidores a través de procesos de captar la atención mediante el uso vital de imágenes vinculadas al cuerpo desde criterios estructurales de belleza, éxito, etc., asociados a la estructura de clase, género y afectos. Un segundo momento, de capitalización de este posicionamiento personal, logrando obtener lucro o beneficio individual de tal crecimiento en la red social, según lógicas capitalistas de exposición y consumo de la imagen. Aquí, distinguimos entre quienes utilizan la influencia acumulada con fines de convertir su propio nombre en marca y quienes lo capitalizan para la venta de otros productos. En ambos casos, observamos una mirada capitalizable de la imagen (Bordieu, 1988) y una estrategia tecno-económica de la autopromoción en redes sociales. Por otro lado, indagamos con mayor profundidad en la forma que adquiere el contenido visible o mostrable a través de la imagen. Desplegamos el análisis en torno a los filtros sociales en la selección del qué mostrar, respecto al tipo de cuerpos, lugares, ropas, y acciones deseables y deseados, cuanto al cómo mostrar, poniendo en tensión los filtros tecnológicos y hashtags vinculados en las publicaciones, cuyo sentido principal es lo que Ahmed (2019) y Lordon (2018) llaman la búsqueda de la felicidad personal y la afectación de otros/as desde allí. Asimismo, el contexto neoliberal donde prima el individualismo y la politización liberal de los cuerpos visibiliza la soledad impuesta en la que vivimos, donde la incertidumbre de la flexibilización y labilidad de los derechos sociales fomentan la autoexigencia y la responsabilidad de una misma por las trayectorias que construye. Por eso las/os entrevistadas/os se obsesionan con los contenidos que suben o no a la plataforma de Instagram, determinando qué tiene potencial e interés de ser mostrado. Al respecto, identificamos dos líneas claves, primero, la belleza y el éxito, en segundo término, la sensación y búsqueda de la felicidad. En este sentido, las sensaciones, los sentimientos, tienen lugar, inciden en lo que las personas hacen. Lo que el cuerpo siente o experimenta tiene consecuencias políticas y sociales.
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Instagram se asienta sobre el hecho de que es la mirada la que se utiliza como mecanismo de intercambio, relegando la escucha, olfato o degustación. No importa tanto el “cara a cara”, sino los efectos en el mundo virtual que reafirman que la foto seleccionada, pasada por filtro, mejorada, responde a las expectativas de la comunidad de Instagram y a los propios estereotipos de belleza que se promulgan. En consecuencia, la cantidad de observadores, cantidad de seguidores o cantidad de likes nos posicionan en un ranking de popularidad y éxito en las redes sociales, que sirven de medida y evaluación social de dicha mirada, así como de nuestra participación en el entorno social Por tanto, la aplicación sirve como una pedagogía de lo que es la felicidad y ésta de factores “objetivos” que se consideran independientes de los condicionamientos sociales, históricos, políticos y que responderían al mérito propio, al esfuerzo. En efecto, refuerza el sentido liberal de que uno/a mismo/a puede ser el artífice de su vida, paradójico desde el momento en que está necesitando el libro escrito por otro. Y que, si algo tiene que ver con la felicidad, eso sería poder salirse de la fila desesperada para ser tomado como objeto de consumo, para evaporarse en el “horno” de la línea de montaje, incluso en sus versiones digitales. Hoy, Instagram es una de las redes sociales donde la imagen del cuerpo es un camino para hacer negocios como estrategia tecno-económica misma de autopromoción y venta en las redes sociales. Finalmente, resta indagar en estrategias de resistencia que suponemos existen en este universo virtual y de las cuales no hemos podido ocuparnos en esta ocasión.
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GABRIELA BARD WIGDOR Argentina. Doctora en Estudios de Género, Magister y Licenciada en Trabajo Social. Actualmente, Investigadora Asistente del CONICET, Centro de Investigaciones y Estudio de la Cultura y la Sociedad (CIECS-CONICET). Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Líneas de investigación: feminismos latinoamericanos, masculinidades y Estudios Decoloniales. Entre sus publicaciones recientes destacan: Controversias y reflexiones feministas en el centro del Capitalismo Tardío. Revista de Ciencias Sociales; Mar del Plata; 2020 p. 213 – 237; Teletrabajo y cuidados: Impacto en la vida de las mujeres profesionales de Argentina. Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo; 2021. MARIANA LORETA MAGALLANES UDOVICICH Argentina. Doctora en Comunicación y Licenciada en Comunicación Social. Investigadora Asistente del Centro de Investigaciones y Estudio de la Cultura y la Sociedad (CIECSCONICET), y profesora de la Universidad Nacional de Córdoba. Se ha especializado en el abordaje, desde perspectivas sociotécnicas, de la producción, circulación y uso de conocimientos de comunidades virtuales en plataformas colaborativas 2.0. Sus líneas de investigación están enfocadas a tecnologías de la información y la comunicación. Salud 2.0: aplicaciones de las TIC basadas en web para la ciberparticipación ciudadana en el ámbito de la salud pública. Entre sus publicaciones destaca: La intencionalidad revisitada. Disputas sobre la acción en el mundo artificial. Pensando Revista de Filosofía; 2020 vol. 11 p. 15-27; Wikipedia y ciencias sociales: acceso libre al conocimiento en campos especializados. PAAKAT Revista de Tecnología y Sociedad; 2019 vol. 16 p. 1-16.
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ARTÍCULOS
Nuevas rutas en el desarrollo de la teoría de las representaciones sociales MARCO ANTONIO GONZÁLEZ PÉREZ
Universidad Nacional Autónoma de México mgonzalezp65@gmail.com
RECIBIDO 18 agostol 2020 APROBADO 03 noviembre 2020
RESUMEN: Este escrito tiene como propósito presentar algunas rutas que transitan, actualmente, los estudios de representaciones sociales, principalmente en América Latina, con base en una revisión documental del estado del arte sobre el tema. Se observan nociones tradicionales que permanecen inmutables, otras que se han transformado y conceptualizaciones novedosas. Se aprecia un auge de estos estudios debido a los procesos de cambio social que reclaman una comprensión psicosocial con orientación histórica-cultural. La lucha contra el neoliberalismo ha impuesto un modelo de hacer ciencia social positivista, individualista, sin relevancia social, que genera la búsqueda de interpretaciones críticas de los fenómenos representacionales. Se observan interesantes intentos de vinculación teórica y aplicaciones relevantes en campos del conocimiento diferentes, como la comunicación, la educación y la ciencia política. Se presentan las formas de análisis de las representaciones sociales desde las perspectivas procesual y de producto. Finalmente, se discute el devenir de la teoría iniciada por Moscovici y algunos aspectos relevantes para tomar en cuenta en el futuro. PALABRAS CLAVE: representaciones sociales, psicología social, investigación social, pensamiento crítico.
PUBLICADO 24 marzo 2021
New routes in the development of social representations theory
TRADUCCIÓN
Marco Antonio González Pérez Universidad Nacional Autónoma de México
ABSTRACT: This writing has the purpose to present some routes that currently travel social representations studies, mainly in Latin America, based on a documentary review of the state of the art on the. There are traditional notions that remain unchanged, others that have been transformed, and new conceptualizations. There is a boom in these studies due to the processes of social change that demand a psychosocial understanding with a historical-cultural orientation. The fight against neoliberalism has imposed a positivist, individualistic model of social science, without social relevance, which stimulates the search for critical interpretations of representational phenomena. Interesting attempts for theoretical linking and relevant applications are observed in different fields of knowledge, such as communication, education and political science. Techniques of social analysis are presented from the procedural and product perspectives. Finally, the evolution of the theory initiated by Moscovici and some relevant aspects to take into account in the future are discussed. KEYWORDS: Social representations, Social psychology, Social research, Critical thinking.
CÓMO CITAR González, M. (2021). Nuevas rutas en el desarrollo de la teoría de las representaciones sociales. Culturales, 9, e560. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e560
González / Nuevas rutas en el desarrollo de la teoría de las representaciones sociales
Sobre la comprensión de las representaciones sociales1 Antes de iniciar este breve apartado sobre la definición de las representaciones sociales (RS), es menester considerar que, el predominio mundial del neoliberalismo, durante los últimos 40 años, ha impactado negativamente el desarrollo de la psicología social crítica en general y la teoría de las representaciones sociales, en particular; ya que, como sostienen autores como Gjorgjioska y Tomicic (2019), ha establecido formatos de publicación acordes con su academia positivista, ha determinado métodos de investigación y ha privilegiado investigaciones carentes de valores y de una postura axiológica comprometida con la transformación social. El individualismo sobre lo social, la hegemonía positivista y la atomización al estudiar los fenómenos sociales que ha traído el neoliberalismo ha resultado funesto en el impulso del estudio de las RS, en varias regiones del planeta. En este mismo sentido, Bettache y Chiu (2019) advierten que durante las últimas cuatro décadas se ha constituido una psicología social infectada con sesgos ideológicos neoliberales, reproductora de relaciones sociales basadas en la conformidad con la cultura autoritaria de los grupos dominantes. Esta psicología neoliberal acrítica se observa en la investigación y práctica psicológicas. Sin embargo, y a pesar de lo anterior, el estudio de las RS proveniente de Europa se ha expandido en América Latina ya que, como sostiene Guerrero Tapia (2006), las rupturas (hasta cierto punto revolucionarias) en las subjetividades individuales para generar subjetividades colectivas con nuevas representaciones, ocurren, particularmente en México, en un contexto de conflicto entre el modelo neoliberal y los movimientos sociales colectivistas como el encabezado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Urbina y Ovalles (2018), sostienen que los estudios sobre las RS encontraron tierra fértil en América Latina, debido a que es un lugar con una amplia riqueza cultural y una situación social problemática que exige una comprensión crítica de los fenómenos sociales. Los estudios en esta área se han incrementado y diversificado en temas y métodos. En lo
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Investigación financiada mediante el proyecto PAPIIT 302920 de la UNAM
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que se refiere a temas, en primer lugar, están los estudios orientados a la sociedad-política y economía con 30 %, educación 20 %, salud y enfermedad 14 %, desarrollo humano 11 %, comunidades humanas 9 %, trabajo 8 % y ciencia y saber académico 8 %.
Definición de las representaciones sociales Como es bien sabido, las RS se refieren al saber del sentido común que se construye grupalmente desde la cotidianeidad y que se diferencia plenamente del saber científico. De acuerdo con Jodelet (2018), las RS son una guía para la acción e interpretación de la realidad, proporcionan, por lo tanto, un sistema de significados que orientan comportamientos y el establecimiento de relaciones sociales. Las representaciones definen, también, el tipo de relación que los grupos mantendrán con otros colectivos, cuidando su cohesión y expresión propias. La misma autora señala que las RS se construyen a partir del lenguaje y que, en tanto expresión simbólica, provee una guía de decodificación y categorización que se vehicula a través de la expresión e intercambio de discursos, en el medio de interacción social. Banchs (2004) sintetiza la importancia de la teoría de las representaciones sociales, para la disciplina psicosocial: Con las Representaciones Sociales se inaugura una nueva Psicología Social. Se trata de una disciplina crítica, con sentido histórico-social, en la cual este último adjetivo se refiere tanto a: a) las condiciones de producción de las representaciones (medios de comunicación social, interacción cara a cara, comunicación, lenguaje) como a b) las condiciones de circulación de las representaciones sociales (intercambio de saberes y ubicación de las personas en grupos naturales y de los grupos sociales naturales en contextos sociales particulares dentro de una estructura social) y c) funciones sociales (construcción social de la realidad en el intercambio social, desarrollo de una identidad personal y social, búsqueda de sentidos o construcción del conocimiento del sentido común) (p.53).
En cuanto a la construcción de representaciones sociales, Jodelet (2018) expresa que es importante considerar que las RS son creadas por medio de una relación entre
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sujetos sociales epistémicos y un objeto que puede ser un fenómeno de interés, un ser humano, un ente social o formar parte del universo ideal o material. De la relación entre sujetos de un mismo grupo social surgen representaciones sociales que tienen una función de expresión de la identidad grupal. Al edificar una RS específica se le otorga un estatus simbólico. Desde un plano más amplio, se puede entender que las RS pertenecen a una dimensión cultural (valores, sistemas de pensamiento, normas grupales) que determina cómo se producen y la forma en que circulan; el lenguaje y sus canales de comunicación social; el contexto propiamente ideológico en el que se muestra la pertenencia social de los sujetos y las prácticas sociales del grupo. Lo anterior es claramente observable en la actual situación de polarización política que vive México, en la cual los objetos de representación social que alimentan el conflicto discursivo y mediático (apoyos sociales a grupos minoritarios, extinción de fideicomisos, estrategias de combate a la pandemia, compra de medicinas, entre otras) son propias de grupos sociales que comparten ideologías que construyen socialmente su realidad. Abordando la construcción de las representaciones, en tanto productos, sobresale el lenguaje y los símbolos, la estructura que la integra, los contenidos de información, su lógica interna, su utilidad práctica y la experiencia grupal que la determina. El estudio de las RS es relevante ya que se constituye en una aproximación teórica y metodológica que permite, de acuerdo con Sal (2016) (…) identificar la manera en que los integrantes de una comunidad construyen, reconstruyen y transforman la realidad social, puesto que es una herramienta metodológica que posibilita acceder a las formas subjetivadas o interiorizadas de la cultura, a los ámbitos específicos y bien delimitados de creencias, valores y prácticas de los actores sociales (p. 39).
Sal (2016) concibe a las RS como representaciones de discursos constituidos de manera lingüística, lo que significa que son los integrantes de una comunidad específica los que construyen su percepción de la realidad al utilizar recursos de lenguaje que incluyen la semántica, la sintaxis y el léxico. Es la práctica discursiva la que, a través de las
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conversaciones, utilizando diversos medios (y en la actualidad cibermedios) construye la percepción de la realidad grupal. Es así como las narraciones, imágenes, argumentos y descripciones constituyen las RS. Castorina (2016) plantea que las RS no se indagan dentro de las cabezas de los sujetos ni en su contexto, sino que debe determinarse un grupo social que las comparte y un objeto de representación determinado. La representación social, entonces, es conceptualizada integrando un sistema en el que participan un sujeto social perteneciente a un grupo, un objeto constituyente y un contexto socio-histórico-cultural en el que actúa el grupo social. Roussiau y Valence (2013) sostienen la existencia de dos tipos de representaciones sociales: aquellas que son autónomas y que cuentan con un amplio consenso y coherencia interna, y otras que no poseen ese nivel de coherencia y que se apoyan en otras representaciones vinculadas a ella para ser comprendidas. Señalan que subgrupos de una misma población puede tener representaciones distintas de un objeto si existen diferencias en criterios psicosociales. Para estudiar representaciones sociales de conceptos específicos es necesario considerar, desde una posición holística, la existencia de redes, ya que algunas representaciones son interdependientes y están vinculadas unas con otras en términos simbólicos y de significado. Pueden, incluso, a pesar de ser RS diferentes, tener un núcleo central común. Al respecto se ha podido comprobar que hay representaciones que poseen núcleos centrales con elementos abiertamente contradictorios, pero que son estables a pesar de ese conflicto. La representación social del mexicano, en grupo de mexicanos, incluye elementos como “trabajador” y “flojo”, “responsable” y “relajiento”. Igual ocurre con la representación social de la política, con elementos como “democracia” y “corrupción”. Accorssi, Scarparo y Pizzinato (2014) señalan que las RS no se crean de manera aislada y autónoma, sino que siempre son el resultado de las relaciones sociales de un determinado grupo, pero que cuando se estructuran y emancipan adquieren una vitalidad propia que hace que se acerquen, rechacen y se encuentren con otras RS, pudiéndose crear nuevas representaciones.
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En la actualidad, sostiene Weisz (2017), hay dificultades para la consolidación de sujetos colectivos, ya que en los tiempos actuales predominan las fluctuaciones permanentes en la sociedad, existen identidades móviles, lazos sociales endebles y vínculos cambiantes. Esto permite la existencia de representaciones sociales yuxtapuestas y enfrentadas en los mismos grupos sociales. Las RS son pensadas, actuadas y dichas. Las representaciones se reproducen en la práctica cotidiana en grupos cada vez más complejos. En este sentido, se puede poner como ejemplo la diversidad de los colectivos integrantes de los movimientos feministas en el mundo y las diferentes conceptualizaciones que los subgrupos tienen sobre su estrategia política en sus manifestaciones públicas y su discurso movilizador. Es evidente que a pesar de que se manifiestan conflictos en elementos de su RS sobre el feminismo, los subgrupos comparten una misma identidad social. Lo Monaco; Piermattéo; Rateau y Tavani (2016) señalan que, desde el origen de los estudios de las RS, se han desarrollado varias aproximaciones, siendo las más relevantes, el enfoque genético-antropológico, la aproximación socio dinámica, la aproximación discursiva y el enfoque estructural. Las RS, de acuerdo con los autores anteriormente mencionados, poseen varias funciones. La función generativa que se encarga de difundir su significado, la función de organización que determina la naturaleza de las relaciones que se establecen entre los elementos de la representación y la función de dotar de sentido, con base en la historia colectiva del grupo, a la representación misma y a las prácticas sociales relacionadas con ella. Esta última función le permite a la representación ser rígida y poco vulnerable a los cambios del contexto. La Teoría de las RS (TRS) es una aproximación conceptual y metodológica que da cuenta de la forma como se constituye y actúa el pensamiento social de miembros de grupos concretos. Lombardo y Monchietti (2015) recalcan que Moscovici examinó varios aspectos de tal pensamiento como el abordaje del conocimiento del sentido común, la codeterminación proveniente de la interacción entre el individuo y el grupo social y los procesos de integración y cambio de las representaciones.
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Para estos autores las representaciones sociales crean un mundo simbólico, de códigos comunes, que permite la comunicación y la cohesión de los grupos y la práctica social de un determinado grupo. Rateau y Lo Monaco (2013) señalan que las representaciones sociales tienen la característica de dar estabilidad y controlar el contexto en el que se mueven los miembros de grupos para asegurar su permanencia y coherencia. Señalan que: (…) aprendemos una realidad ya (re)construida. Se trata de nuestra parte de herencia social. Luego, nuestras pertenencias a grupos sociales, ya sea que se trate de asociaciones, de clubes, de organizaciones profesionales, de partidos políticos o de redes sociales, nos llevarán a modelar nuestra percepción del contexto (p. 24).
Es interesante concebir, como lo hacen los autores mencionados, que las RS no solo permiten fortalecer la pertenencia e identidad de los miembros de un grupo, sino que los lleva a distinguirse de los otros grupos, a quienes considera distintos. Esta identidad no es producto del momento presente, sino que conlleva una historia que ha generado significaciones importantes para el propio grupo y que se actualiza por las transformaciones suscitadas en el objeto de la representación. Lo anterior ocurre en grupos ideológicos que han permanecido durante el paso del tiempo, pero que han tenido que actualizar su propia representación social por las transformaciones sociales y culturales. La izquierda electoral mexicana es ejemplo de cómo un grupo ha asumido en su identidad nociones distintas como el marxismo, el nacionalismo revolucionario, la lucha por las libertades democráticas y la lucha contra la corrupción, como distintos ejes de su propia representación social. Para Reyes-Sosa, Egilegor y Dos Santos, et al. (2019) las RS definen una serie de principios organizativos para tomar posición al respecto de las diversas relaciones intergrupales que establecen los sujetos sociales. Los grupos interactúan, entonces, bajo principios comunes de comprensión entre ellos. Las RS establecen las bases del pensamiento social por medio del conocimiento de tipo ideológico. Torres (2017), por su parte, afirma que las RS empoderan a los sujetos al poder para cambiar la realidad social
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por medio del lenguaje, ya que así se manifiesta el pensamiento social que subyace a las prácticas sociales. Maldonado, González y Cajigal (2019) sostienen, siguiendo los planteamientos de Abric, que son cuatro las funciones de las RS: una función de saber, ya que permite que los sujetos sociales acudan a los contenidos de las representaciones compartidas por un grupo y construyan nuevas en marcos de conocimiento común; una función de identidad, ya que al tener RS comunes, se comparten valores y normas sociales que fortalecen la identidad del grupo (las representaciones compartidas guían la interpretación colectiva ante la realidad que se les presenta, logrando una relación de constitución dialéctica entre la identidad y las representaciones compartidas); una función orientadora, ya que prescribe ciertos comportamientos grupales, es decir, las representaciones se establecen como guías de acción; y una función justificadora, la cual permite a los sujetos sociales, explicar y comprender a posteriori las acciones realizadas, al ajustar el comportamiento a los marcos normativos de las representaciones. Considerar a la RS como guías para la acción ha llevado a Roselli (2011) a establecer que es importante tener siempre en mente que la guía es también afectiva y que tiene características intuitivas, prelógicas e icónicas. La utilidad práctica de las representaciones sociales, sostiene el autor, se da a través de las prácticas sociales de los miembros de grupos.
Integración teórica de las representaciones sociales A continuación, se abordará el desarrollo teórico y disciplinar que ha tenido la TRS al complementarse y enriquecerse con otras teorías sociales y aplicando su análisis a problemáticas estudiadas, tradicionalmente, por otras disciplinas. Lo anterior surge porque varios investigadores del área de las RS se han visto en la necesidad de integrar su teoría con otras posturas conceptuales para fortalecerla desde un punto de vista teórico o metodológico. Entre los psicólogos o científicos sociales cuyos planteamientos se han recuperado en la teoría psicosocial están Heider, Piaget, Vygotsky, Freud y Halbwachs. En la actualidad, tal como lo han realizado en sus investigaciones De Alba (2016); Maldonado,
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González y Cajigal (2019); Pereira y Faria (2015); Accorssi, Scarparo y Pizzinato (2014) y Jiménez (2019), las teorías de las RS se han vinculado con los conceptos de habitus de Pierre Bordieu, el de ideología de Van Dijk, el de subjetividad social de Fernández Rey, el imaginario social de Castoriadis, y la teoría de la memoria colectiva de Halbwachs, entre otros. Jiménez-Yañez (2019) propone una integración teórica muy interesante entre los conceptos de imaginario social, representaciones sociales y memoria colectiva, en la que presenta las tres nociones como formadoras de los individuos como sujetos sociales. Observa coincidencias entre ellas, toda vez que recuperan la capacidad de creación y transformación de lo social por medio de la participación colectiva. El imaginario social ocuparía el nivel más general, ya que considera a la sociedad como un todo orgánico, institucional, creador de símbolos; las RS construyen simbólica y socialmente lo real y la memoria colectiva integra significaciones sociales que mantienen la identidad del grupo. Otra integración se ha dado a un nivel interdisciplinar ya que la teoría de las RS, que originalmente se fraguó en el ámbito de la psicología social, ha suscitado el interés de diversos campos de estudios como la comunicación, la pedagogía, la mercadotecnia, la ciencia política, la historia, la antropología, el diseño y la ingeniería de sistemas. Para que se realice la integración teórica, Castorina (2016) sostiene que se debe coincidir con un marco epistémico fundamentado en principios ontológicos y epistemológicos que soportan los planteamientos científicos conjuntos. Tal marco tiene una base sociocultural histórica que guía la práctica científica y que debe tener nociones similares y complementarias.
Representaciones sociales y educación Marková (2017) resalta la importancia de vincular las RS con la educación, ya que recupera el proceso de generación de conocimiento en la relación tríadica entre el yo-otro-objeto de conocimiento en la que media una función semiótica. En esa construcción del conocimiento, el estudiante tiene dos tipos de diálogo: con él mismo con respecto al objeto a representar, a partir de la experiencia generada en su vida cotidiana, por medio de sus
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conocimientos culturales previos; y el que ocurre en el proceso formal de aprendizaje académico en el aula de clase. Roselli (2011) vincula las RS con el marco educativo del aprendizaje colaborativo. Su planteamiento parte del hecho de que varias aproximaciones teóricas de corte sociocognitivo, como lo son la teoría sociocultural de Vygotsky, el sociocontructivismo de Piaget y la cognición distribuida, empatan con el planteamiento desarrollado, principalmente, por Moscovici, en el sentido de que se enfocan en la construcción del conocimiento a partir de la interacción social. Lo anterior, afirman Mazzitelli y Aparicio (2010) da pie a que puedan utilizarse técnicas didácticas para apoyar la identificación de RS dominantes (entendidas como conocimiento previo) para iniciar el cuestionamiento, la reflexión y la construcción social y compartida de nociones científicas. Retomando a Vygotsky, Villamañan (2016) plantea que la teoría sociocultural en educación complementa a la Teoría de las RS, ya que la primera considera de manera explícita la determinación de la clase social en la construcción de representaciones. El reconocimiento de Moscovici de la determinación histórica, ideológica, económica y cultural de las representaciones fundamenta la vinculación teórica propuesta. Otro ámbito educativo que se vincula con las RS es el llamado B-Learning. En este sentido, Padilla y Silva (2017) señalan que la tecnología utilizada en la educación a distancia se ha convertido en un espacio constructor y mediador de RS. Resaltan el hecho de que las tecnologías cambian de manera incesante produciendo innovaciones permanentes que requieren construcciones representacionales nuevas del rol del profesor y del alumno (y también de la misma mediación y sus objetos de conocimiento). En esa misma línea de la educación a distancia, Marchisotti, Oliveira y Lukosevicius (2017) señalan que en Brasil se ha construido una representación social del modelo educativo a distancia, que tiene como principales términos descriptores la facilidad, la flexibilidad, la conveniencia y la practicidad para tomar cursos. Estos autores concluyen que la modalidad a distancia se ha asumido como una oportunidad para aquellos que, estando en el mercado laboral, pueden mejorar sus habilidades y también para los que se
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les dificulta tener contactos cara a cara, pero que tienen disciplina para aprender por sí mismos. Se concluye que esta RS facilita la comprensión del modelo a distancia ya que apoya a entender las posibilidades de aprendizaje utilizando tecnología. Accorssi, Scarparo y Pizzinato (2014) vinculan dos teorías importantes: la pedagogía de la liberación de Paulo Freyre y la de las RS de Moscovici. Para estos autores, ambas construcciones teóricas comparten elementos comunes: son lecturas críticas de la sociedad, tienen una vocación transformadora, presentan una postura dialéctica, valoran la determinación de las interacciones sociales en la construcción de la realidad, establecen rutas para el cambio social y se enfocan en las minorías que rompen con la estabilidad y reproducción sociales impulsadas por los grupos dominantes. Las autoras Cuevas y Mireles (2016) señalan que, en el ámbito educativo, se han realizado investigaciones para reconocer las RS de los alumnos, los profesores y las prácticas de ambos, pero poco se han indagado las representaciones de los padres de familia y de los administradores de las instituciones educativas, quienes juegan un papel determinante en las políticas de los centros educativos. Al realizar un análisis de las investigaciones sobre las RS en el área educativa llevadas a cabo en México, Cuevas y Mireles (2016) concluyen (y esto puede ser aplicable a las investigaciones sobre RS en general) que es necesario fortalecer dichos estudios en cuatro aspectos: 1. Hacer claro el vínculo de los objetos de la representación como construcción de sujetos implicados en prácticas sociales concretas. 2. Establecer una distinción entre el producto de las representaciones sociales y la descripción de las prácticas sociales que las generan. 3. Hacer claro el método utilizado para analizar e interpretar la información concreta obtenida en el proceso de investigación y las categorías de análisis utilizadas, y 4. Acudir a las fuentes originales en el idioma en el que fueron escritas, dando paso a una ampliación y mayor fundamentación teórica.
Representaciones sociales y cultura Una interesante integración teórica en las investigaciones sobre RS se da con los estudios culturales (postura que desde hace muchos años ha liderado Denise Jodelet). Banchs
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(2004) sostiene que es importante que los estudios sobre RS tengan una aproximación hermenéutica y cualitativa con vínculos con la filosofía, sociología y lingüística desde un enfoque cultural e histórico. La autora propone estudiar las representaciones más como un fenómeno instituyente y no tanto como un producto instituido. Una reflexión similar la presenta Marková (2017) cuando señala la necesidad de estudiar la cultura desde la psique humana, con base en un método propio psicosocialcultural, y considerar al alter o al otro cultural como fundamental en la construcción de las representaciones. Tal esfuerzo se fundamenta en varias características de la Teoría de las RS: el ser humano en diálogo con el otro, el carácter transformador y crítico en la construcción de la realidad, el enfoque dialéctico para generar cambio social, el abarcar ampliamente lo social, el estar en contradicción con las ideologías dominantes y la importancia que tienen las minorías generadoras de cambio social en sus esquemas explicativos.
Representaciones sociales y representaciones dialógicas Sal (2016) sostiene que la existencia de comunidades de práctica permite generar diálogos y argumentos que vehiculan las RS de grupos específicos (con toda su carga ideológica) y que pueden evidenciarse y asimilarse. Para este autor, tanto las representaciones discursivas (originarias del llamado “giro lingüístico” en ciencias sociales) como las RS que se construyen en la práctica de grupos socioculturales se reproducen y difunden tanto a través de medios de comunicación tradicional como digitales. Es la ideología la que determina qué valores y normas sociales son las correctas para ser compartidas de forma intragrupal. Sobre el mismo tema, Batel y Castro (2018) hacen hincapié en las relaciones entre la Teoría de las RS y la psicología discursiva, en particular sobre la importancia que tiene la comprensión de la construcción y transformación del sentido en el cambio social. Desde la psicología discursiva el interés recae en lo que les ocurre a los sujetos sociales en interacción para convertir lo interno en externo. Esta postura se enfoca hacia la acción y no hacia la cognición. Para la TRS los conceptos representados surgen de la relación entre el
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yo y los otros, a partir de la interacción y la comunicación, y es así como lo externo se internaliza. Por estas razones de similaridad y complementariedad, los autores sostienen que ambas teorías pueden vincularse en estudios comunes. Otro enfoque interesante es el que vincula el marco teórico de las representaciones sociales con teorías de la comunicación como el encuadre o framing. Reyes-Sosa, Egilegor, Dos Santos, et al. (2019) realizan un estudio sobre el manejo noticioso del narcotráfico en Sonora, México, e identifican los esquemas de análisis que imponen los medios para la interpretación de las noticias. En este caso mencionan los esquemas del conflicto, de las consecuencias de tipo económico, de atribuciones de responsabilidad, de moralidad y de interés sobre lo humano. Este predominio discursivo de los medios pocas veces es cuestionado en los estudios de comunicación, así que los autores se basaron en la recepción noticiosa del sujeto social, indagando sus RS sobre el narcotráfico, partiendo del hecho de que las representaciones emergen y son compartidas por sujetos que interactúan entre sí en la vida cotidiana y que es conocimiento práctico, crítico y analítico al ser un producto del diálogo racional que culmina en una construcción llena de sentido. No ocurre la asimilación automática del contenido mediático.
El método en el estudio de las representaciones sociales Prácticamente, desde sus inicios ha habido un debate sobre los métodos de investigación más acordes con los postulados de la teoría. La corriente cultural sostiene que los métodos adecuados son los comprensivos que son propios de la investigación cualitativa. Hay otras posturas que afirman que la utilización de métodos estandarizados o de investigación de laboratorio, de corte cuantitativo, son los más pertinentes. Un excelente resumen de la riqueza metodológica utilizada en los estudios sobre RS, lo presenta Banchs (2004), al referirse al trabajo investigativo de Moscovici de quien afirma: Parece seguir las exigencias básicas de la Ciencia Moderna pero de una manera bastante heterodoxa: riqueza de fuentes bibliográficas, apoyo sobre autores de la tradición clásica, enfoque pluridisciplinar (antropólogos, psicólogos, lingüistas, psicoanalistas), combinación
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de técnicas de recolección y análisis de datos tanto cuantitativas como cualitativas, uso de un lenguaje metafórico y, no pocas veces, poético, reconocimiento de la relatividad de la objetividad científica, es decir, de la participación del autor en la construcción del objeto de estudio, método, técnicas y textos, postura crítica (p.40).
Weisz (2017) señala, por su parte, que las representaciones no pueden ser solo reconocidas por el grupo social estudiado, sino que debe considerarse un proceso de su coconstrucción en la que participa el investigador y los sujetos sociales, en el que median instrumentos de investigación específicos. Autores como Mireles-Vargas (2015) aseguran que, para reconocer la amplitud de las representaciones, es menester establecer una estrategia plurimetodológica con diversos instrumentos investigativos. Ferrara y Friant (2016) desarrollaron un modelo plurimetodológico con base en cuatro estrategias de recolección de datos: preguntas cerradas, abiertas y evocación jerarquizada; prueba de reconocimiento de objetos; preguntas abiertas y técnicas de substitución de espacios en blanco. Refieren los autores que, para el análisis de los resultados, se pueden llevar a cabo cuatro tipos de técnicas muy utilizadas en los estudios de representación social: la técnica de substitución, en la que miembros de un grupo responden como si pertenecieran a otro colectivo; la verbalización en el reconocimiento gráfico de objetos; las preguntas abiertas y las pruebas de evocación como la asociación libre de palabras. Por su parte, Caillaud, Doumergue, Préau, Haas y Kalampalikis (2019) sostienen la importancia de combinar métodos diferentes, con el propósito de contrabalancear la dominación de un solo método en los estudios de representaciones. A esa técnica se le conoce como triangulación. Afirman que los resultados emanados de la utilización de la triangulación deben servir para combinar resultados y no solo acumularlos. Este equipo de investigación reflexiona sobre el hecho de que cada método de investigación plantea un tipo específico de encuentro simbólico entre la parte observadora y la parte observada. En todo método de investigación se establece una relación entre investigador e investigado y se formaliza un tipo específico de comunicación entre ambas partes.
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Son varias las técnicas de investigación que se han desarrollado en los estudios de RS. Las más sobresalientes, de acuerdo con Mazziteteli y Aparicio (2010), son las técnicas de asociación libre de palabras, las técnicas de jerarquización y evocación, el análisis de contenido, el análisis del discurso, el análisis de mensajes mediáticos, el uso de escalas de tipo Likert o diferenciales semánticos, las entrevistas y los cuestionarios. La división de técnicas de recolección de datos utilizadas en los estudios con orientación cultural de las RS se agrupa, de acuerdo con Banchs (2004) en dos grandes formulaciones: la recolección e interpretación cualitativa de datos y la triangulación en la que se combinan técnicas, interpretaciones teóricas y discusión de datos, lo que garantiza la confiabilidad interpretativa de los investigadores.
Proceso y producto en la construcción de representaciones sociales Una de las características importantes de las RS es que es tanto el proceso de su creación como el producto objetivado del referido proceso, es decir, es tanto la representación instituida como la representación instituyente. Banchs (2004) los llama pensamiento procesual constituyente y pensamiento constituido, que tiene una concreción estructural. Las RS, como construcción social del conocimiento de la vida cotidiana estudian y describen el universo de objetos con significado que envuelven el mundo intersubjetivo. Es por medio de la interacción social y actividades concretas como se construyen las RS compartidas por un colectivo específico. Estos procesos, como menciona Banchs (2004), pueden ser de dimensión social donde los contenidos son parte de un medio de interacción intergrupal o ideológica, o bien son de dimensión individual en el que sujeto construye sus RS en términos de objetivación y anclaje y que se manifiestan en estructuras conformadas por un campo representacional o en una expresión discursiva. Roselli (2011) apunta que las RS son, en esencia, un pensamiento procesual constituyente que es mediatizado por la interacción social. Esta característica de construcción sociocultural de pensamiento es la que la distingue de la aproximación cognitiva que entiende la representación solo como un producto.
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La diferenciación entre proceso de constitución de las RS y su objetivación en un producto concreto no debe ser entendida como la existencia de elementos teóricos diferenciados. Jodelet (2018) argumenta que, para reconocer la integración de la subjetividad a la dimensión sociocultural histórica, es necesario indagar ambos elementos que determinan la interpretación del modo de vida de los miembros de determinado grupo social. De acuerdo con Castorina (2016) existen tres instancias en las investigaciones psicosociales que se fundamentan en la teoría de las RS: un nivel empírico, un nivel teórico y otro meta-teórico. Estas instancias incluyen procesos y productos en cada una de ellas. Para González (2013) esas instancias estarían incluidas en los siguientes niveles de estudio de las representaciones sociales: 1. La teoría de las RS como una teoría social del conocimiento (instancia meta teórica), 2. La representación social como proceso sociocognitivo (instancia teórica) y 3. La representación social como producto (instancia empírica). En el primer nivel ocurrirían los procesos de construcción comunicativos y el producto son los contenidos existentes en el mundo intersubjetivo. En el segundo nivel los procesos sociocognitivos son, fundamentalmente, la objetivación y el anclaje, y el producto es el planteamiento teórico de cómo una representación social adquiere sentido al insertarse en una red de conceptos previos. Finalmente, en el tercer nivel, el proceso es dotar al objeto de representación de sentido para el uso de los grupos sociales y el producto son las características estructurales del objeto de la representación (teoría del núcleo central). En cuanto a la construcción de teoría, la aproximación de las RS se fundamenta en la construcción activa de lo que Roussiau y Valence (2013) identifican como conceptos base: el anclaje y la objetivación, que sirven para hacer evidente los procesos intervinientes en la construcción de representaciones mediadas por las relaciones sociales, las cuales dan lugar a los contenidos. Por un lado, estarían, dialécticamente, procesos de identificación grupal y por el otro, productos basados en principios de legitimación cultural.
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En cuanto a proceso, Castorina (2016) retoma a Moscovici y sostiene que las representaciones son siempre co-construidas entre el sujeto y el otro (que podría ser otro sujeto o miembro de un grupo) en un contexto de comunicación social interactiva. Ese sería el esquema de terciedad de Pierce en el que intervienen, en la construcción del conocimiento, el sujeto, el alter y el objeto. Para indagar el proceso de constitución de una RS se requiere partir de la función de interpretación, de búsqueda de sentido, que todo ser humano activa en sus relaciones con los demás, en un contexto de elementos culturales simbólicos como lo son los signos, los símbolos y el lenguaje. En cuanto a producto, Accorssi, Scarparo y Pizzinato (2014) sostienen que toda representación es referencial y constructivista, ya que remite a objetos concretos, ocupando su lugar y esa posibilidad de substitución le permite reconstruir la realidad desde un plano cognitivo, pero dependiente de lo histórico y social. Una de las características principales de la RS como producto es la existencia de una estructura con elementos pertenecientes al núcleo central y otros, denominados periféricos, que lo rodean (Teoría del núcleo central de Abric). Las RS no cambiarán mientras los elementos del núcleo permanezcan vigentes. Lo Monaco, Piermattéo, Rateau, y Tavani (2016) señalan que alrededor del núcleo, los elementos periféricos varían en importancia según la función asignada para ellos que pueden ser regular al núcleo, hacerlo concreto y protegerlo. La importancia de la existencia del núcleo central la plantea Roselli (2011) ya que sostiene que esta instancia le da concreción a la representación, ya que es producto de un proceso de objetivación que hace existentes y manejables conceptos abstractos, transformándolos en imágenes; organiza el campo representacional, da estabilización y dota de sentido a la representación. Sobre la existencia del núcleo central, Lombardo y Monchietti (2015) vuelven al concepto moscoviciano de campo representacional y señalan que, en su estructura, las RS poseen polifasia cognitiva, que significa que no hay un consenso total entre los elementos integrantes de una representación dada, sino que existen tensiones de ideas, creencias, actitudes entre las conceptualizaciones novedosas y actuales y las anteriormente vigentes.
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La conformación del núcleo central está determinada, en primera instancia, por las prácticas sociales de los miembros de grupos que comparten una representación social. Es la actividad en un medio social concreto la que define la manera en que se organiza el esquema figurativo de la representación. Pero yendo aún más lejos, es posible sostener que la huella cultural-histórica puede extraerse de la integración estructural con su núcleo central y elementos periféricos.
Comentarios finales En esta revisión se puede observar que existe un fortalecimiento de los estudios sociales utilizando la TRS en Latinoamérica, debido a la compleja y conflictiva situación de cambios sociopolíticos que vive la región, ya que muchos de sus problemas acuciantes como la educación, alimentación, autoritarismo, salud y desarrollo económico, requieren ser comprendidos desde una perspectiva sociocultural e histórica y la Teoría de las RS puede aportar en ese sentido. El debilitamiento de las aproximaciones psicosociales críticas en el ámbito académico mundial se ha debido al predominio de una ciencia social neoliberal positivista y utilitarista que ha alejado de financiamientos, publicaciones, programas académicos, etc., a aproximaciones críticas que tienden a la trasformación social. En el sur del continente americano, como se ha referido, se están produciendo tensiones y transformaciones políticas que ponen en duda el predominio neoliberal de hacer ciencia social. Al asimilar a las RS como objetos simbólicos compartidos intersubjetivamente en espacios de comunicación, por medio del lenguaje, se tornan en nociones que pueden sustentar proyectos colectivos de cambio social. Esto se ve fortalecido por la dimensión histórica e identitaria que poseen los conceptos representados que son de carácter convencionalizador, prescriptivo, atribucional y justificatorio de toda acción colectiva. Es decir, las RS compartidas por grupos concretos y determinadas por sus prácticas sociales, son determinantes en su definición ideológica. Muchos movimientos minoritarios como el ecologista, por los derechos sexuales reproductivos, el LGBTTTI, el feminista, entre otros,
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han construido y compartido representaciones sociales de sus movimientos que determinan contenidos y formas de actuación colectiva. Llama la atención el fortalecimiento de la corriente cultural en el estudio de las RS, ya que en sus investigaciones conciben tanto el proceso de generación de tales representaciones, como sus productos concretos. Al plantear así la construcción de la realidad que comparten los miembros de grupos, se recupera el importante papel de la memoria, la historia y la actividad colectiva que determina el contenido y la estructura de las RS. Es relevante la vinculación entre las aproximaciones discursivas y del análisis conversacional con la Teoría de las RS ya que el predominio del estudio estructural de las representaciones, se ve enriquecido con el estudio simbólico y cultural de la utilización del discurso y la conversación intergrupal. También es muy prometedor el análisis conjunto de las RS con las importantes teorías sociales encabezadas por Castoriadis, Vygotsky, Freud, Halbwachs y Bourdieu, entre otros. En cuanto a los campos de interés o aplicación de la Teoría de las RS sobresalen tres: la educación en cuanto a la modalidad de mediación tecnológica, los roles de los actores sociales y la construcción de conocimientos en el aula; los estudios culturales abordando fenómenos amplios como la migración, el narcotráfico, la identidad nacional, la apropiación de espacios urbanos, entre otros, y la comunicación analizando fenómenos de impacto mediático, recepción crítica del sujeto, fake news y redes sociales. Finalmente, los métodos utilizados por los investigadores en RS se han enriquecido asimilando nuevas técnicas de obtención de datos, asumiendo que el investigador es un constructor de sentido y que requiere triangular sus hallazgos con otros participantes en el estudio mediante la utilización de diversas herramientas de levantamiento de datos. En este punto es importante reconocer que hay una postura dominante de utilización de aproximaciones cualitativas que aseguran una comprensión más profunda y compleja de los fenómenos estudiados.
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A casi 60 años de la inauguración de la TRS en el mundo académico, por parte de Serge Moscovici, se aprecia un vigoroso desarrollo de esta aproximación en México y Latinoamérica.
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ARTÍCULOS
La lectura y escritura creativa como herramientas de análisis y transformación de la vejez MARICEL ORÓ-PIQUERAS
Universitat de Lleida maricel.oro@udl.cat EMMA DOMÍNGUEZ-RUÉ
Universitat de Lleida emma.dominguez@udl.cat NÚRIA MINA-RIERA
Universitat de Lleida nuria.mina@udl.cat
RESUMEN: La literatura es especialmente importante para las personas mayores, ya que, a través de representaciones literarias, éstas pueden cuestionar estereotipos y tabúes asociados al envejecimiento, así como la continuidad de la creatividad durante la vejez. El análisis y los resultados que se presentan en este trabajo se basan en un taller sobre lectura y escritura creativa organizado dentro del programa “Aula abierta” de la Universitat de Lleida. En las cuatro sesiones del taller se comentaron textos de autores contemporáneos en los que predominaban temas como la sabiduría, la soledad, la enfermedad y la muerte. A partir del análisis de los debates, y de los ejercicios creativos de los participantes, concluimos que la literatura es un medio ideal para reflexionar y debatir sobre la vejez de forma abierta y creativa. Entre las principales conclusiones consideramos que la creatividad continúa activa en la vejez. PALABRAS CLAVE: Envejecimiento; sabiduría; soledad; enfermedad; creatividad.
NURIA CASADO-GUAL
Universitat de Lleida nuria.casado@udl.cat
RECIBIDO 28 julio 2020 APROBADO 28 abril 2021 PUBLICADO 24 agosto 2021
Reading and creative writing as a tool for analysis and transformation of the ageing experience ABSTRACT: Literature is especially important for senior citizens, since through literary representations they can question stereotypes and taboos associated to the ageing experience as well as the continuity of creativity during old age. The analysis and the results presented in this article are based on a reading and creative writing workshop organised within the “Aula abierta” programme at the Universitat de Lleida. In the four sessions that composed the workshop, texts from contemporary authors that focused on topics such as wisdom, loneliness, illness and death were analysed. Through the analysis of the debates and the creative writing activities of the participants, we conclude that literature is an ideal medium to reflect and debate on ageing from an open and creative perspective. Amongst the main conclusions of the analysis, creativity continues to be present in old age. KEYWORDS: Ageing; wisdom; loneliness; illness; creativity.
CÓMO CITAR Oró, M.; Domínguez E.; Mina, N. y Casado, N. (2021). La lectura y escritura creativa como herramientas de análisis y transformación de la vejez. Culturales, 9, e548. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e548
Oró-Piqueras et al. / La lectura y escritura creativa como herramientas de análisis y transformación de la vejez
Introducción Este artículo, que se enmarca en el campo interdisciplinar de la gerontología cultural, presenta un estudio de caso realizado con un grupo reducido de alumnos sénior de la Universitat de Lleida en 2019. Con este estudio se pretende ilustrar la estrecha relación entre vejez, calidad de vida y creatividad literaria, especialmente cuando se trata de abordar aspectos del envejecimiento que han sido silenciados, estereotipados o no tratados con suficiente rigor. Siguiendo los trabajos pioneros de Kathleen Woodward (1980), Barbara Frey Waxman (1990) y Janice Sokoloff (1987), a partir de finales de los ochenta gerontólogos literarios como Amir Cohen-Shalev (1989, 2002) y Anne WyattBrown (1989a, 1989b, 1990, 2010) empezaron a consolidar la unión entre gerontología y estudios literarios a través del análisis de las obras de madurez y obras tardías de escritores y artistas conocidos. En sus estudios estos autores demostraron que el mantenimiento de la creatividad en la vejez no sólo es una característica común a artistas longevos, sino que además tiene una clara incidencia tanto en su obra como en su calidad de vida en general. Décadas después, la gerontología literaria se ha convertido en una parte muy importante de los estudios del envejecimiento (Zeilig, 2011; Falcus, 2015; Marshall, 2015). Ya sea a través del estudio de autores mayores como del análisis de sus obras, una parte significativa de esta especialidad de la gerontología humanística se ha dedicado a rebatir estereotipos alarmistas que relacionan el envejecimiento con la pérdida de facultades intelectuales (Wyatt-Brown, 1990, p. 300-302). En la línea de postulados anti-edadistas, son ya muchos los estudios de envejecimiento y literatura que han contrastado y desmentido el denominado “relato del declive” de la vejez, tan bien descrito por Margaret Morganroth Gullette (2004). De forma especial, los análisis literarios que demuestran el mantenimiento o, incluso, el aumento de la actividad creativa en la madurez y senectud de muchos autores favorecen una visión alternativa e integradora del envejecimiento (Casado-Gual et al., 2016; Molina et al. 2018). Más allá de los estudios biográficos y longitudinales de escritoras y escritores, la gerontología literaria ha demostrado también que la creatividad literaria en sí misma (incluyendo tanto la lectura como la escritura de textos) permite explorar temas y aspectos relacionados con la vejez con más profundidad,
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y facilita así una visión integradora de esta etapa de la vida, para el beneficio tanto de jóvenes como de mayores. Los estereotipos negativos de la vejez y, relacionados con ellos, la visión edadista del envejecimiento, suelen afectar a personas de todas las edades, de manera que éstos pueden manifestarse o (re)aparecer en distintas formas a lo largo del ciclo vital (Gullette, 2011). En este sentido, la literatura juega un papel relevante a la hora de liberar a personas jóvenes y mayores de las creencias limitadoras relacionadas con el proceso de hacerse mayor. Sin embargo, la literatura es especialmente importante para las personas mayores, ya que éstas pueden ser, a la vez, víctimas y opresores en la visión edadista que pueden tener de ellos mismos. A pesar del crecimiento de este ámbito de la gerontología cultural, son aún escasos los estudios de los efectos que la literatura puede tener sobre las personas mayores, sobre todo en el contexto del Estado español. En el mundo de habla inglesa, en el que se ha avanzado con más intensidad en los estudios de literatura y envejecimiento, también predominan los estudios representacionales de la vejez por encima de los estudios de campo, de manera que el efecto de la literatura o de la creación literaria sobre las personas mayores no ha recibido tanta atención. Aun así, han sido pioneros los trabajos de intervenciones literarias y artísticas con personas con demencia, como los proyectos de Anne Davis Basting dentro de los estudios de teatro (2009; Basting, Towey y Rose 2016), y de Aagje Swinnen sobre intervenciones poéticas (2014). Dentro de los estudios de sociología y envejecimiento, destaca el proyecto liderado por los británicos Nick Hubble y Philip Tew sobre grupos de lectura con personas mayores (2013), un claro precedente del estudio que presentamos. Esta investigación se basa en una parte de los resultados obtenidos en el proyecto “Envejecimiento, calidad de vida y creatividad a través de la narrativa” (ECAVINAR 20172019), que ha implicado el trabajo interdisciplinar entre filólogos, sociólogos, psicólogos sociales, e investigadores del ámbito de la salud. A través de sus dos principales líneas de trabajo, el proyecto ha analizado, por un lado, el caso de autores y autoras reconocidos que han seguido escribiendo y publicando pasados los sesenta años; y por otro lado, el papel que tiene la narrativa (ya sea desde un punto de vista estrictamente literario, como desde
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la interpretación más abierta del término) sobre las personas mayores a la hora de mejorar su calidad de vida.1 Este artículo presenta los resultados obtenidos en un taller de lectura y escritura creativa realizado entre febrero y marzo de 2019 y dirigido a alumnos sénior de la Universidad de Lleida. El taller, basado en los textos literarios de cuatro de los autores analizados en el marco del proyecto ECAVINAR, ofreció a sus participantes la oportunidad de analizar, debatir y generar nuevos textos a partir del caso de cuatro escritores de distinta procedencia, todos mayores de setenta años de edad y con publicaciones recientes. Los siguientes autores sirvieron de referencia para los análisis y ejercicios creativos: Joan Margarit (Barcelona, 1938), Julian Barnes (Leicester, Reino Unido, 1946), Alexander McCall-Smith (Bulawayo, Zimbabwe, 1948) y Lorna Crozier (Swift Current, Canadá, 1948). A pesar de sus orígenes variados, así como de los distintos géneros y subgéneros en los que publican normalmente –mientras Joan Margarit y Lorna Croizer se han dedicado sobre todo a la poesía, a Julian Barnes y Alexander McCall-Smith se les conoce mayormente por ser autores de ficción–, son cuatro escritores de reconocido prestigio en su respectivo ámbito nacional y también a nivel internacional, y todos cuentan con una carrera extensa. Rompiendo con los estereotipos que relacionan envejecimiento con declive, los cuatro autores han sido especialmente prolíficos en los últimos años de su carrera. Así, Alexander McCall-Smith ha publicado catorce obras de ficción en los tres últimos años, que incluyen novela de detectives, narraciones cortas y literatura infantil, entre otros. Joan Margarit, de los setenta a los ochenta y dos años de edad, ha publicado no sólo seis volúmenes nuevos de poesía, sino también dos libros de ensayo, y además ha seguido actualizando sus antologías bilingües. En el caso de Barnes, éste ha seguido el ritmo de publicación desde que inició su carrera en los años ochenta. En los últimos diez años ha publicado tres novelas, una colección de historias cortas y cinco colecciones de ensayos sobre literatura y arte. Asimismo, Crozier, entre sus sesenta y sus setenta y dos años, ha publicado sus primeras memorias en prosa poética, siete volúmenes de poesía –dos de los
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El proyecto ECAVINAR (FFI2016-,7966R), financiado por el Ministerio de Educación y Competitividad, y liderado por Núria Casado y Fidel Molina, se inició en 2017 y obtuvo una prórroga de seis meses para su finalización en junio de 2020. Se trata del trabajo coordinado del grupo de investigación Grup Dedal-Lit, dedicado al estudio del envejecimiento a través de la literatura, y del grupo interdisciplinar GESEC. Ambos grupos son de la Universitat de Lleida y están asociados con el Instituto INDEST de investigación en ciencias sociales, de esta misma universidad.
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cuales en diálogo con fotografías de artistas reconocidos en Norteamérica– y tres libros de poesía para niños. Todos ellos abordan distintas cuestiones relacionadas con el envejecimiento y la vejez en sus obras más recientes, motivo por el cual también fueron seleccionados para el diseño de este taller. Por medio de la revisión de sus últimos textos, el taller pretendía favorecer una visión integradora y crítica de la vejez, tal como promueve la gerontología literaria, y al mismo tiempo generar un espacio de intercambio y discusión en el que la creatividad de los participantes también tuviera un papel relevante.
Objetivos y metodología Este estudio tiene dos objetivos fundamentales: primero, demostrar a través del caso de cuatro autores reconocidos, y de edad avanzada, que la literatura puede ser una herramienta excelente para presentar visiones alternativas de la vejez y, así, promover una visión crítica del envejecimiento entre un grupo de personas mayores no necesariamente aficionadas a la lectura; segundo, observar cómo, a partir de referentes literarios muy concretos, personas mayores no expertas en literatura pueden desarrollar igualmente su creatividad y expresar, por medio de sus propios escritos, su vivencia particular de la vejez. Tal como se ha expuesto en la introducción, el análisis y los resultados que se presentan en los apartados siguientes derivan de un taller sobre lectura y escritura creativa que se organizó dentro del programa llamado “Aula oberta” (Aula abierta) en la Universidad de Lleida durante el curso 2018-19. El programa propone la organización de cursos abiertos tanto al alumnado de grado y postgrado, como a personas externas a la universidad y que pueden estar interesadas en un tema concreto. El programa “Aula oberta” complementa el programa sénior de la Universidad de Lleida, y ambos forman parte del programa de Formación Continua de la UdL. El taller propuesto en el marco del proyecto ECAVINAR se tituló “Literatura, creatividad y envejecimiento: la vejez y los autores contemporáneos”, y consistió en cuatro sesiones, de dos horas cada una, que se desarrollaron en un espacio de cuatro semanas. Participaron catorce personas de entre cincuenta y ocho y setenta y seis años, y una estudiante de doctorado de treinta y ocho años; algunos ya se conocían debido a que habían coincidido en talleres similares, mientras
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que otros no habían participado en “Aula oberta”. En cada una de las sesiones todos los participantes mostraron interés en expresar su opinión y a debatir sobre los distintos temas que se plantearon desde su propia experiencia, así como desde la experiencia de conocidos y familiares. Cada sesión del taller fue impartida por un miembro del grupo Grup Dedal-Lit (las autoras de este artículo), y de acuerdo con el estudio de caso que cada investigadora tenía a su cargo dentro del proyecto general. Por lo tanto, cada sesión se centró en un único autor o autora y, más específicamente, en textos determinados y recientes donde los autores estudiados presentaban aspectos concretos en relación con la experiencia de envejecer. A partir de un diseño de sesión, pactado por las cuatro investigadoras, las sesiones tenían la misma estructura: primero se ofrecía una breve introducción sobre el autor o autora y al conjunto de su obra; después se presentaba el análisis específico de uno de sus textos; enseguida se procedía a un debate en torno de las principales temáticas y perspectivas ofrecidas por el texto; y finalmente se concluía con una propuesta creativa en la que los participantes podían expresarse con libertad, pero tomando como referente el texto o autor analizado. Además de este plan en común, la primera sesión ofreció una introducción a la gerontología cultural y literaria, y la última concluyó con un debate final, en el que se revisaron perspectivas y temas tratados en las sesiones anteriores. El primer autor analizado fue el poeta catalán Joan Margarit. A partir de una presentación breve de la obra publicada por el autor tras cumplir los setenta años de edad, y mediante citas extraídas de sus últimos poemas y la obra de ensayo Nuevas cartas a un joven poeta (Noves cartes a un jove poeta, 2009), se demostró cómo temas recurrentes en su poesía y aparentemente relacionados con el relato del declive (tales como la muerte, la soledad o la pérdida) adquieren en realidad nuevos matices en su obra tardía, creando así una imagen mucho más integradora de la vejez. A la vez, estos temas renovados conviven con la pervivencia de la temática amorosa en sus versos, y aun con más insistencia, con su concepción de la poesía como fuente inagotable de autoconocimiento y, sobre todo, de
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consuelo, para el lector.2 La sesión terminó con un ejercicio de mímesis, en el cual los participantes tenían que “establecer un diálogo” sobre la vejez con el poeta, tomando como punto de partida alguno de los títulos, versos o imágenes comentados en la sesión. En la segunda sesión se trabajó una historia corta del autor británico Julian Barnes que se encuentra dentro del volumen de relatos breves La mesa limón (2004). La muerte y el amor y, junto a ellos, el envejecimiento y el sentido de la vida son temas recurrentes en la obra de Barnes desde sus primeras publicaciones, pero especialmente en las historias que se recogen en La mesa limón3. Después de una breve introducción a la también extensa obra del autor, se analizó la historia “La caja para frutas” sobre un triángulo amoroso entre una pareja de ochenta años y una vecina de setenta. A través de la voz narrativa del texto, que corresponde a la del hijo de la pareja protagonista, la historia reflexiona sobre el amor y el deseo en la vejez, y ofrece la perspectiva de la vida que se adquiere con la cercanía de la muerte. Al final de la sesión, se pidió a los participantes que escribieran un final alternativo al presentado por el autor. La tercera sesión se centró en el autor de origen escocés, nacido en Zimbabwe, Alexander McCall-Smith, conocido principalmente por sus novelas de detectives. En esta sesión se introdujo primero la figura del detective en la literatura de habla inglesa a la vez que se trataron las diferencias más relevantes entre el detective profesional y el detective amateur4. A la luz de esta distinción se analizaron el primer y último capítulo de la novela El club filosófico de los domingos (2004), la primera de una serie de misterio ambientada en
2 Esta visión aparece también con mayor fuerza en las entrevistas más recientes del escritor, dotando así al conjunto de su obra de un sentido global, así como al hecho de seguir escribiendo a sus más de ochenta años de edad. La relación entre vejez y creatividad en la obra de Margarit ha sido estudiada en los siguientes trabajos: Casado-Gual, Núria, “Literary Mentors for Life: Joan Margarit’s Lessons on Poetry and Ageing in New Letters to a Young Poet” (2019a); y Casado-Gual, Núria, “Lessons from an Older Poet: The Meanings of Ageing in Joan Margarit’s Late-life Poetry” (2019b). 3 La interrelación entre los temas recurrentes en la obra de Julian Barnes como la muerte y el envejecimiento se han analizado en los siguientes trabajos académicos: Oró-Piqueras, Maricel, “Memory Revisited in Julian Barnes’s The Sense of an Ending” (2014); Oró-Piqueras, Maricel, “Exploring the path to death through Julian Barnes’s older characters: between irony and melancholic meditation” (2018); y Oró-Piqueras, Maricel, “The multiple faces of aging into wisdom in Julian Barnes’s The Lemon Table” (2019). 4 Algunos estudios recientes que indagan sobre la interacción entre edad y género en la novela de detectives en lengua inglesa son, por ejemplo, los siguientes: Domínguez-Rué, Emma, “In Their Blooming Sixties: Aging as Awakening in Amanda Cross’ The Imperfect Spy and The Puzzled Heart” (2012); Domínguez-Rué, “What Goes Around Comes Back Around: Life Narratives and the Significance of the Past in Donna Leon’s Death at La Fenice” (2014); Domínguez-Rué, Emma, “Successful Female Aging for Beginners: Carolyn Heilbrun / Amanda Cross and perspectives of Gendered Aging in The Players Come Again” (2016); Domínguez-Rué, Emma, “Patriarchy and Poetic Justice: Women as Victims and Perpetrators of Crime in Donna Leon’s Death at La Fenice, A Venetian Reckoning and About Face” (2019).
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Edimburgo y protagonizada por la detective amateur Isabel Dalhousie, que reflexiona sobre los conceptos de sabiduría y justicia. McCall-Smith trata la sabiduría en el sentido clásico, es decir, como una forma de vida enfocada a encontrar la propia felicidad y fomentar el bien común. Así, la sabiduría está estrechamente ligada a la edad y la experiencia además de constituir una visión positiva del envejecimiento, ya que aporta una mayor felicidad y calidad de vida de la persona sabia.5 En la parte final de la sesión también se pidió a los participantes que inventaran un final distinto al de la novela de McCall-Smith. En la cuarta y última sesión se abordó la poesía de la escritora canadiense Lorna Crozier, en la que se hizo hincapié en la relación entre género y envejecimiento, tal como aparece reflejada en los poemas seleccionados “Taking the Measure” (2011) y “Watching My Lover” (1999). A lo largo de su obra, Crozier ha ido incorporando desde un punto de vista no edadista los cambios físicos y psicológicos que conlleva cada etapa del proceso de envejecimiento, especialmente en lo que se refiere a las mujeres. Así mismo, Crozier ha criticado mediante el uso del humor los prejuicios socioculturales acerca del envejecimiento. Una vez contextualizada brevemente la obra de la autora a la luz de los estudios de gerontología literaria, se analizaron dos de sus poemas. Los temas principales de estos textos,6 la enfermedad y la muerte, fueron objeto de debate por parte de los participantes. En la segunda parte de la sesión se pidió a los participantes que escribieran un poema acróstico con el título “Mujer mayor” u “Hombre mayor”, según su respectivo género. En su conjunto, desde los puntos de vista personales de los cuatro autores tratados, y a través de los géneros literarios de los que son representativos, las cuatro sesiones invitaron a los participantes a reflexionar y debatir sobre su propia experiencia del envejecimiento. Al mismo tiempo, la cuarta sesión fungió como conclusión del taller, de
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Entre otros, algunos ensayos recientes que versan sobre la interacción entre edad, sabiduría y calidad de vida, son los siguientes: Domínguez-Rué, Emma, “The Art of Doing Good. Aging, Creativity and Wisdom in the Isabel Dalhousie Novels” (2018); Casado-Gual, Núria, Domínguez-Rué, Emma, Oró-Piqueras, Maricel “Of Wisdom, Growth, and Gratitude: Revisiting the Mentor Figure within the Framework of Ageing Studies” (2019). 6 Los siguientes son algunos estudios recientes que examinan la creatividad literaria y el género en la obra de Crozier: Mina-Riera, Núria, “The Beginning of Lorna Crozier’s Late-Style: A Thematic Change in the Symbol of Snow” (2016); Núria Mina-Riera, A Poet’s Seasons: A Gerontological-Ecocritical Approach to the Poetry of Lorna Crozier. [Unpublished Doctoral Dissertation. To be submitted during the second term of 2021] Universidad de Lleida.
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manera que un debate final sobre los conceptos y perspectivas ofrecidos a lo largo de las cuatro sesiones cerró el curso. En el mismo debate se trató la función que puede tener la literatura en la expresión de la percepción personal y social del envejecimiento. A continuación se presenta el análisis narrativo de los debates que se produjeron en cada sesión, así como la interpretación de los textos creativos producidos por los participantes, ambos desde el prisma de la gerontología literaria y de los estudios de envejecimiento en general. “La vejez como último tabú”: vejez, creatividad y calidad de vida Tal y como han apuntado distintos estudiosos en el campo de la gerontología literaria, la sociología y los estudios literarios y culturales, la literatura es una herramienta muy rica para reflexionar sobre temas que se pueden considerar tabúes tanto en interacciones sociales como en representaciones culturales. Según Mike Hepworth (2000), uno de los primeros sociólogos que basó su investigación en ficción literaria, “la ficción es un recurso particularmente valioso precisamente porque permite al escritor, a través del ejercicio de la imaginación, acceder a las variaciones personales y a las ambigüedades que subyacen la condición común de envejecer” (p. 4, traducción de las autoras). En este sentido, tanto los debates como las actividades de escritura creativa que realizaron los participantes de este estudio confirmaron la capacidad de la literatura de ofrecer un espacio de debate fructífero, ya que permite a los lectores interpretar y expresar sus opiniones sobre su propia experiencia. Tal y como demuestran Nick Hubble y Philip Tew (2013) en su estudio de grupos de lectura con participantes mayores, las opiniones y análisis de los alumnos suponen datos relevantes que aportan información sobre las similitudes y diferencias entre la realidad y la ficción en la vejez. Una de las principales conclusiones de su trabajo es justamente el hecho de que la edad, en este caso, la vejez, es todavía un motivo de prejuicio social. Por otro lado, es justamente a través de la ficción, tanto a nivel de su interpretación como de su expresión creativa, que estos prejuicios pueden ser cuestionados e incluso transformados. Hubble y Tew, comentan: “puesto que las imágenes del envejecimiento se encuentran mayormente en narrativas y símbolos concernientes a uno mismo, la ficción
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nos permite imaginar otro espacio de otredad […] que puede generar nuevas ideas y respuestas, precisamente porque la literatura tiene la capacidad de resistir narrativas e imágenes de envejecimiento reduccionistas y unidimensionales” (p. 180, traducción de las autoras). Después de transcribir y analizar los resultados obtenidos del taller pudimos clasificar los temas principales derivados, tanto de los comentarios de texto como de las creaciones de los participantes, en los siguientes focos de interés: (1) el concepto de sabiduría en relación al proceso de envejecer; (2) la relación entre soledad y vejez y (3) la enfermedad y la muerte. En última instancia, la literatura como fuente de creatividad entendida tanto desde el punto de vista del creador o creadora como desde del punto de vista del lector o lectora invita a cuestionar y debatir sobre la concepción de la vejez y el envejecimiento en nuestra sociedad.
La sabiduría y la vejez La sabiduría es un término complejo de definir que tradicionalmente se ha asociado a la vejez. Tal como indican varios estudios sobre envejecimiento y sabiduría (Baars, 2012; Edmonson, 2005), en textos de la antigua Grecia y de Roma, la sabiduría ya se atribuía a aquellos hombres de avanzada edad. Sin embargo, la conexión entre edad y sabiduría no era concebida como una relación directa, sino que la edad avanzada era una condición necesaria para aspirar a la sabiduría –en ningún caso se consideraba una garantía de adquirir la condición de sabio. De forma similar, y huyendo del estereotipo (en este caso, positivo) de la persona mayor sabia, hoy también podemos afirmar que la edad ofrece la oportunidad para aprender lecciones importantes y desarrollar una forma de pensamiento que también puede resultar valiosa para personas más jóvenes (Baars, 2012, p. 98). En otras palabras, la sabiduría aumenta con la edad, pero no necesariamente en cada persona; lo hace, en cualquier caso, “en aquellos que son capaces de desarrollarla”, como Ricca Edmonson describe en su estudio etnográfico sobre sabiduría y edad, “simplemente porque las experiencias tardan mucho tiempo en ser recopiladas y asimiladas” (2005, p. 352; traducción de las autoras).
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A partir del trabajo de reflexión y debate en torno a los cuatro textos y autores, nuestros participantes definieron distintas formas de entender la sabiduría en la vejez, las cuales pueden resumirse en (1) la sabiduría como sinónimo de experiencia y libertad individual; y (2) la sabiduría como la práctica de la empatía y la tolerancia con uno/a mismo/a y los demás, es decir, la sabiduría entendida como una herramienta que permite desarrollar una ética de la vida diaria para beneficio propio y ajeno. El primer tipo de sabiduría se reflejó claramente en las sesiones dedicadas a los dos poetas. Por un lado, la poesía tardía de Joan Margarit refleja un estado avanzado del autoconocimiento, que es siempre, en realidad, una obra en construcción. Sus poemas más recientes también muestran el interés del autor por la lucidez alcanzada en la vejez, que Margarit identifica como “la supernova de la inteligencia” (Un hivern fascinant, p. 57, traducción de las autoras). Cuatro de los participantes de nuestro estudio respondieron a este aspecto de la vejez con poemas que imitaron en estilo y contenido este relato de progreso enhebrado en los versos de Margarit, es decir, el reconocimiento de la vida como fuente continua de aprendizaje, y de la vejez en particular como un posible estadio superior del conocimiento. Así, una de las participantes del taller decía en un poema que “la madurez no te la da nadie / tienes que hacerla tuya. Luces y sombras / se van intercalando / y te van llevando a la serenidad”, mientras que otro participante contrastaba el conocimiento que se adquiere de mayor con “la juventud radiante” que “no lo entiende”, afirmando en los versos finales de su poema que es su presente el que le “proporciona la sabiduría consciente que razona”. Asimismo, la poesía tardía de Lorna Crozier muestra tanto la necesidad de valorar la vejez como signo del aprendizaje vital obtenido a lo largo de la vida, como la importancia de tener ilusiones hasta el momento de la muerte. Inspirados por Crozier, en la sesión dedicada a su obra, los alumnos valoraron la experiencia que se gana con el paso de los años de manera muy positiva. Una de las participantes escribe en su poema que gracias a la experiencia que le ha dado la vida, tiene fuerza para seguir adelante y tener esperanza para lograr lo que se proponga en el futuro: “Grandes hitos todavía te esperan / Nada te detendrá en tu objetivo / Ahora es tu momento, pues tienes la / Noción completa de la vida” (traducción de las autoras). Otra de las participantes describe esta misma idea de un modo
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muy similar: “Ahora que ya sabes donde vas / No te faltará valor” (traducción de las autoras). La asociación entre la vejez y la libertad individual, frecuente también en poemas tardíos de Margarit (en los que el poeta se proyecta sobre animales salvajes y solitarios, como lobos y zorros), tuvo su influencia en dos de los alumnos del taller, para quienes la vejez permitía, según sus versos, hacerse pequeño “y libre, transparente” para acercarse a una grieta que “oculta los secretos y guarda las respuestas” y deja pasar “esa luz que me deslumbra”. Otra de las alumnas interpretaba la vejez de forma similar como “esa última estación” en la que la libertad se conquista cuando “no necesitas perdonarte” y “aún puedes saldar algunas deudas / con tus sueños”. La revelación de la libertad individual en la vejez también recibe una interpretación específica desde el punto de vista del género, tal como demuestran Friedan (1993), Greer (1992), Waxman (1990), Woodward (1999), y de la cual nos habla Lorna Crozier en uno de sus poemas tardíos. El poema cuenta la historia de una mujer mayor cuyo primer marido –un escritor de gran fama– decide volver junto a ella en la vejez, tras haberla abandonado por relaciones pasajeras. La mujer, sin embargo, decide que ya no desea su compañía, pues ahora es libre para disfrutar de las cosas de la vida, sin que ya le hagan daño. De este modo, Crozier empodera a la mujer mayor para ser libre de tomar sus propias decisiones. Una de las participantes hizo referencia a este punto en uno de los debates de la sesión dedicada a la poeta canadiense. Para ella, la edad otorga libertad a la mujer, porque ésta se da cuenta de que no tiene que pedir permiso a nadie para hacer lo que quiera. Tal como reflejó en su propio poema, la participante no dudaría en acabar con una relación en la que el hombre quisiera coartar su libertad personal, que ahora ha adquirido mayor importancia: “Mujer, ¿adónde vas? /Donde me viene en gana / ¡Ni hablar! ¡Tienes obligaciones! / Adiós. / ¿Guerra tan pronto por la mañana, querida? / ¿Rabia, amor? / ¡Terminaremos mal! / No, ya se ha terminado”. La segunda interpretación de la sabiduría, es decir, la que se identifica con el proceso de aprendizaje que permite ser más comprensivo con uno mismo y con los demás, fue más destacado en las sesiones dedicadas a Alexander McCall-Smith y Julian Barnes. La novela en la que se basó la sesión sobre McCall-Smith, El club filosófico de los domingos,
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especialmente atestigua el intento del autor de definir ese segundo tipo de sabiduría, que también describieron los antiguos griegos, y que nos indica cómo poner en práctica el conocimiento para desarrollar un modo de vida ético. Así, las capacidades intelectuales y morales deben necesariamente ir acompañadas de una dimensión emocional para dar a las anteriores un valor ético. En este sentido, Anne M. Wyatt-Brown cita una entrevista de Erik Erikson donde éste relaciona palabras como “agape, caridad, humildad y empatía” para describir “los valores culminantes de la edad avanzada” (1990, p. 303, traducción de las autoras). En la novela, la detective amateur y filósofa de profesión Isabel Dalhousie es testigo de una muerte accidental y se cierne en el dilema de si debe denunciar al causante involuntario de esa muerte. En contra de lo que dictaría el código penal, finalmente decide no denunciarle para no arruinar la vida de otra persona, que igualmente deberá cargar de por vida con un terrible sentimiento de culpa. A partir de este caso, los participantes de la sesión debatieron sobre el final de la novela. En la escritura de un final alternativo, los alumnos reflejaron la medida en que la “sabiduría” adquirida en su experiencia vital les había ayudado a tomar una decisión. El extracto siguiente define esa sabiduría de una forma muy parecida al modo de vida ético que describen los antiguos griegos, y que se refleja en la respuesta creativa de la participante: Personalmente, mi experiencia vital me enseña: a vivir el momento en positivo, sea cual sea la situación; amar y agradecer; mantener una mirada abierta y profunda; que cada uno es responsable de sus decisiones; a tomar con humor mis limitaciones físicas y mentales; a perdonarme y perdonar, esto quiere decir necesariamente también olvidar; a disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas; que los demás no son ni mejor ni peor, sencillamente ‘son’, y por lo tanto, no puedo juzgarlos; a no necesitar tener la razón; que la soledad, si es deseada, es una buena compañía; a quererme y ser feliz para transmitir felicidad a los que tengo cerca; a aceptar que tengo fecha de caducidad (respuesta de participante, traducción de las autoras).
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En su reflexión sobre cómo su experiencia vital y la sabiduría adquirida había influido en su decisión sobre el final de la novela, otra de las participantes reflexiona sobre la edad y la experiencia con estas palabras: Considero que es humano equivocarnos, pero aprender de los errores y gestionarlos adecuadamente nos puede fortalecer. Necesitamos asumir nuestros actos para evitar malestares psicológicos o angustias que nos impidan evolucionar y afrontar el futuro. Si una posibilidad de conseguir la felicidad está en la verdad, vivir con la mentira no conduce a nada bueno (respuesta de participante, traducción de las autoras).
En general, los participantes basaron sus decisiones sobre el final en la moral inherente a los actos de nuestra vida cotidiana. En sus aportaciones, reflexionaron sobre cómo estos actos pueden también influir positivamente en las vidas de otros. En las novelas de McCall-Smith, la detective Isabel Dalhousie aporta una reflexión análoga sobre ese concepto de sabiduría: “Y ahí era donde la filosofía realmente importaba: establecía las opciones primordiales detrás de todas esas preguntas prácticas y cotidianas sobre caridad, comprensión y simple decencia” (2009, p. 84, traducción de las autoras). El personaje de McCall-Smith expresa del mismo modo la importancia de la empatía y la creatividad en el proceso de construir un código ético para la vida cotidiana: “La moral depende de la comprensión de los sentimientos de los demás. Si uno carece de visión moral –y existe gente de ese tipo–, entonces simplemente no será capaz de identificarse con ellos. El dolor, el sufrimiento, la infelicidad de los demás no le parecerán reales porque no los percibirán” (2004, p. 122). En la sesión dedicada a Julian Barnes, el caso práctico giró en torno a la historia corta “La jaula para frutas”, donde el narrador de cuarenta y pocos años, hijo de la pareja de ochenta que se ve envuelta en un triángulo amoroso con una vecina algo más joven, ofrece la reflexión en torno al concepto de fidelidad y la ética de las decisiones que se toman cuando la cercanía de la muerte es más palpable. Así pues, cuando el hijo de la pareja descubre la infidelidad de su padre, y la reacción de su madre a la elección de su padre de ir a vivir con su amante Elsie, éste argumenta: “Al principio pensé: No es más que otro caso, otro hombre tentado por el ego, la novedad, el sexo. Lo de la edad hace que parezca
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distinto, pero en realidad no lo es” (2004, p. 209). Es el hijo mismo quien, ante la necesidad de entender a su padre, decide ir a ver a Elsie, y se da cuenta de que su decisión no reside en una razón física o sexual, ni en un capricho, sino en la necesidad misma de seguir su propio corazón, así como su deseo, más allá de convenciones sociales y culturales sobre la edad: ¿Por qué presuponer que el corazón se enfría al mismo que los genitales? ¿Porque queremos –necesitamos– ver la vejez como una época de serenidad? Ahora pienso que esto es una de las grandes conspiraciones de la juventud. No sólo de la juventud, sino también de la madurez, de cada año que pasa hasta el momento en que reconocemos que somos viejos. Y es una conspiración más amplia porque los viejos corroboran nuestra creencia. […] Salvo que mi padre se negaba a jugar este juego (2004, p. 210).
Para Barnes, la sabiduría tiene que ver con el hecho de saber adaptarse a las nuevas situaciones. En el análisis y debate de la historia, los estudiantes mostraron su comprensión por la elección del protagonista, aunque algunos de ellos no estuvieran de acuerdo con ella o no la consideraran ‘práctica’ para afrontar los últimos años de vida. No obstante, sí se mostraron más críticos con el concepto de fidelidad y matrimonio, no entendido exclusivamente desde el amor romántico, sino más bien desde una elección consciente de un estilo de vida. Especialmente a través de sus finales creativos, los participantes consideraron que la infidelidad al final de la vida se podía entender más bien como una falta de lealtad, en otras palabras, de haber fallado a aquella persona con la que decides envejecer. En este sentido, de los ocho finales creativos que realizaron los participantes, seis acaban con el protagonista muerto, permanentemente enfermo o solo, mientras que sólo dos dan al protagonista la oportunidad de acabar sus días sin ninguna atadura (incluidos los vínculos sentimentales), pero feliz. Por lo tanto, de los finales creativos escritos por los alumnos del taller se podría concluir que, de alguna forma, la condena moral por la falta de lealtad del protagonista de Barnes se tradujo mayoritariamente en otorgarle un final trágico. Tanto Barnes a través de su historia como los participantes en el taller se cuestionaron qué decisión es más sabia en la vejez: seguir a tu corazón o a tu razón.
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Vejez y soledad Durante las cuatro sesiones del taller se trataron aspectos negativos relacionados con la vejez que sistemáticamente y desde la antigüedad han contribuido a generar el denominado relato del declive, al que ya nos hemos referido con anterioridad (Gullette, 2004). Esta construcción cultural del envejecimiento promueve y justifica, además, creencias edadistas de los jóvenes hacia los mayores, y de jóvenes y mayores hacia ellos mismos (Gullette, 2011, 2019). Dentro de estas visiones destacó notablemente entre los participantes la asociación de la vejez con el sentimiento de soledad o la reclusión social. La importancia que adquirió este tema en los debates y creaciones no es de sorprender, puesto que quizá es de los más arraigados en nuestra sociedad, obsesionada con la productividad y la actividad constante, y precisamente por ello es uno de los caballos de batalla de los preceptos anti-ageing (Marshall and Katz, 2002). Por este motivo, las imágenes literarias examinadas en las sesiones, con las que se promueven visiones más integradoras o complejas de la soledad, fueron valoradas de manera especial por promover una visión más rica y anti-edadista de la vejez. Asimismo, algunas de las creaciones de los participantes confirmaron el arraigo del temor a la soledad con el paso de los años, lo cual contribuye a un espectro más complejo de actitudes y visiones del envejecimiento dentro del grupo. En las sesiones dedicadas a los poetas Margarit y Crozier, la soledad se revisó desde puntos de vista distintos. El ejemplo constructivo de Margarit, que presenta la soledad como un privilegio que permite al autor encontrarse consigo mismo, y que por ese motivo es condición necesaria para una mayor lucidez, inspiró el poema de una de las participantes, quien afirmaba en sus versos que ya “no tenía miedo”, y que ante el espejo imaginado de su poema, con sólo “las sombras de sus pensamientos”, “comenzó a comprender la vejez”. De los poemas generados en la sesión en torno a Crozier, dos destacaron la soledad como experiencia negativa, y uno la dotó de connotaciones positivas. En su obra, Crozier describe la soledad en la vejez como un sentimiento de tristeza absoluta, pues ésta implica una falta de contacto físico con los seres queridos. Estrechamente ligado a la interpretación
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que hace Crozier de la soledad en el poema “La padrina” (“La abuela”), una participante resalta la soledad que siente la abuela que imagina debido a que ni las nietas ni los hijos van a visitarla. Sin embargo, la abuela acaba acostumbrándose a su soledad forzada, de manera que cuando las nietas finalmente pasan a verla, su presencia le resulta molesta: “Están bastante mal educadas / llenas de manías y descaradas / demasiadas libertades / llegan a hacer disparates” (traducción de las autoras). De un modo similar, para uno de los alumnos del taller, el hombre mayor es tratado por la sociedad como “moscardón que nada aporta y que molesta”, y que por lo tanto ya no tiene espacio para expresar sus opiniones ni goza de prestigio social. Además, la soledad también se interpone entre los dos miembros de la pareja mayor, ya que el hombre se presenta como un “amante que ha enloquecido por no sentirse querido” por su esposa. Otra participante, en cambio, dejó abierta la posibilidad de que la soledad pueda ser un sentimiento positivo para la persona mayor: “A veces, sólo a veces es bueno sentir soledad. A veces sentirse solo sin estarlo es la auténtica soledad”. En la sesión sobre McCall-Smith, la aparente soledad de la protagonista en su condición de “solterona” se vio reflejada en las distintas formas en que los participantes interpretaron el deseo de la detective de investigar la muerte que presenció accidentalmente. Los participantes masculinos, casi en su totalidad, no se identificaron con la protagonista –“no logro empatizar con ella lo más mínimo” (respuesta de participante, traducción de las autoras)– y percibieron su investigación como una forma de pasar el tiempo. Por su condición de mujer soltera y adinerada, tienden a describir la vida de la protagonista como aburrida y ociosa y por tanto “no es de extrañar que no esté de acuerdo con ninguna de sus buenas intenciones morales” (respuesta de participante, traducción de las autoras). Por el contrario, la gran mayoría de las participantes se identificaron con la protagonista e interpretaron su deseo de saber la verdad como un acto de solidaridad y empatía para con la víctima y sus familiares. No percibieron sus ansias de descubrir la verdad como chismorreo ni a la protagonista como una solterona aburrida: en ese sentido, una participante destaca que “la soledad, si es deseada, es una buena compañía” (traducción de las autoras).
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En la sesión dedicada a Julian Barnes, la historia en la que se basó el ejercicio práctico rompe con la asociación entre vejez y soledad a través de la negación de otro estereotipo importante del relato del declive: la creencia de que el cuerpo de una persona mayor no es deseable y por lo tanto es rechazado por la sociedad. Tanto en el caso de la historia corta “La jaula para frutas”, como en las otras historias que conforman el volumen La mesa limón, como en otras obras del autor, los protagonistas mayores expresan la necesidad de sentir amor y deseo. En este caso, los protagonistas de la historia analizada expresan cómo llegan a enamorarse y a sentir deseo de la misma forma que lo habían hecho en su juventud. Durante el debate que tuvo lugar con los participantes del taller, algunos de ellos expresaron que la situación que describía la historia de Julian Barnes no les resultaba extraña en absoluto, ya que algunos de los participantes explicaron casos concretos de conocidos y conocidas suyos que habían empezado una relación sentimental a los setenta y ochenta años de edad. Para los participantes en el taller, el amor y el deseo forman parte de la persona durante toda la trayectoria vital y, aunque el comportamiento de los protagonistas de la historia puede no ser moralmente aceptable, les resultaba creíble que se hubieran llegado a enamorar y a desear como Barnes lo expresa en la historia. En el debate final con el que se cerró el taller, los participantes volvieron a destacar la relación entre soledad y vejez como un estereotipo negativo, pero a la vez compartieron experiencias de personas cercanas a ellos que se auto-imponen la soledad o al menos disminuyen su vida social por tener una visión edadista de sí mismos. Así, algunos de ellos criticaron las actitudes de muchos de sus coetáneos, que por considerarse ‘demasiado mayores’ dejan de realizar muchas actividades que ya no consideran apropiadas. Tal como explica Leni Marshall, las personas mayores que han interiorizado prejuicios sociales edadistas a menudo deciden no participar en reuniones sociales y quedarse en casa, y de este modo evitan sentirse juzgados por la sociedad (2012, p. 59). La relación entre envejecimiento y pérdida de la identidad profesional también se destacó como un motivo por el cual algunas personas mayores dejan de relacionarse con los demás. Algunos de los participantes reconocían que, para muchas personas mayores, principalmente hombres, el trabajo había sido su principal fuente de identidad, y una vez jubilados, no sabían qué hacer
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con sus vidas. De esta forma corroboraban, tal como afirman Helen Barnes y Jane Parry, que “los valores culturales predominantes continúan dando prioridad al trabajo remunerado y le atribuyen un rol central en la formación de la identidad” (2003, p. 12, traducción de las autoras). Finalmente, los participantes también afirmaron que el hecho de dejar de relacionarse con los demás tiene un origen sociocultural muy marcado, que está estrechamente relacionado con la mentalidad del individuo y de su entorno. Así pues, si una persona ha tenido inquietudes o ha realizado actividades lúdicas a lo largo de su vida, durante su vejez lo más probable es que aproveche su tiempo libre a dedicarse más a fondo a estas inquietudes y actividades. Los participantes valoraban la riqueza de temas de conversación con aquellas personas que conservaban sus inquietudes o las ampliaban en la vejez, en contraste con los que llevaban vidas más aisladas, que solían centrarse en aspectos domésticos. A pesar de que las investigaciones sociológicas acerca del sentimiento de soledad no son concluyentes, puesto que “no hay acuerdo sobre si lo experimentan más los varones o las mujeres, ni tampoco sobre si su prevalencia crece con la edad” (López-Doblas y DíazConde, 2018, párr. 14), tanto las sesiones dedicadas a los autores como el debate final demostraron que la asociación entre soledad y vejez es un tema complejo y que genera distintas actitudes, dentro de las cuales se incluyen creencias estereotipadas acerca del propio cuerpo y de su adecuación o inadecuación en relación con los demás.
La enfermedad y la muerte En los debates del taller, los participantes del curso opinaron que a menudo tanto en la literatura como en el cine la representación de la vejez se asocia a enfermedades, hecho que subraya la importancia del relato del declive en nuestra cultura. Asimismo, algunos alumnos criticaban la falta de realismo en los relatos ficticios de estas enfermedades. Por ejemplo, tal como se dijo en el último debate, les costaba encontrar una película que tratara la enfermedad del Alzheimer con personajes no idealizados. Los participantes atribuían este hecho a la dureza de enfermedades como la demencia, que contribuirían a la baja popularidad de cualquier película que retratara esta realidad con mayor verosimilitud. Por
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otro lado, la demencia sigue siendo un tabú social y cultural, hecho que contribuye a su invisibilidad también en el arte en general. Si bien estudios de gerontología literaria confirman la abundancia de representaciones estereotipadas del Alzheimer y otras formas de demencia (Cuadrado et al., 2016; Chivers, 2011), también es cierto que existen manifestaciones artísticas más recientes que empoderan a las personas que viven su vejez con estas enfermedades, mostrándolas como sujeto activo (Medina, 2018). Tal como reflejó el último debate del curso de forma especial, el Alzheimer y la pérdida de memoria e identidad, estrechamente ligadas a esta enfermedad, forman parte de los miedos que los participantes asociaban a la vejez. Para varios de los alumnos, según afirmaron, el hecho de darse cuenta del propio deterioro mental y físico sería peor que la muerte en sí. Tal como explican Anne Davis Basting (2009) y Margaret Cruikshank (2009), el pavor a sufrir de Alzheimer en la vejez es un temor común en el mundo occidental, debido a la gran importancia que se ha otorgado a la funcionalidad del cuerpo y la identificación del “yo” con sus capacidades intelectuales. Como reflejo de este temor y creencias, que por otro lado son cuestionadas tanto por los estudios de gerontología como por los estudios sobre la discapacidad, una participante mencionó la muerte asistida o eutanasia como alternativa si se quedara “como un vegetal en la cama o sufriendo unos dolores insoportables” (traducción de las autoras). Dos participantes más estuvieron de acuerdo con ella, poniendo así de manifiesto una de las preocupaciones más extendidas sobre el envejecimiento y, una vez más, la identificación entre vejez y enfermedad propia del relato del declive. A la vez, los análisis y ejercicios creativos de las sesiones dedicadas a los autores ofrecieron una visión alternativa al binomio “vejez y enfermedad”. Por un lado, en la sesión dedicada a Julian Barnes, el relato “La jaula para frutas” centró la atención de los participantes en dos temas que pueden parecer opuestos pero que, gracias a la ficción y al debate que la historia corta de Julian Barnes generó, resultaron ser complementarios: el amor y el deseo, por un lado, y la enfermedad y la muerte, por el otro. Tal y como explica Barnes en varias entrevistas que siguieron la publicación de La mesa limón, a través de las historias del volumen el autor pretendía reflexionar sobre el hecho de que envejecer no
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supone obtener sabiduría o serenidad de una forma casi mágica, ni entrar en un periodo de pérdida irremediable, sino que la vejez, igual que cualquier otra época de la vida, conlleva ganancias y pérdidas. En este sentido, Barnes explica que el volumen “se opone a la noción de que las cosas se calman cuando uno llega a la vejez, cuando se supone que la filosofía empieza a hacer efecto –que el cuerpo, el corazón y el deseo sexual se desarrollan y envejecen de la misma forma. No lo hacen, se desarrollan con grandes disyunciones” (O’Regan 2003, p. 2, traducción de las autoras). Tanto el debate como las pequeñas producciones de los participantes en el taller afianzaron la idea inicial de Barnes de que la vejez no es una época de la vida homogénea sino variada y múltiple como cualquier otra. En el caso de la sesión dedicada a McCall-Smith, tanto el debate sobre la novela (y las reflexiones alrededor de la muerte que ocurre en ella) como las respuestas de los participantes sobre finales alternativos llevaron a los participantes a reflexionar creativamente sobre la edad y la experiencia para entender las complejidades del proceso de envejecimiento. Este proceso, aun conllevando una serie de pérdidas (como enfermedades o muerte de familiares y amigos), es también enriquecedor: puede ayudar, como afirma una participante, “a tomar con humor mis limitaciones físicas y mentales”. De la misma forma, la edad y la experiencia guardan relación con el concepto de sabiduría también en el sentido de que ponen énfasis en “disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas” y a su vez “aceptar que tengo fecha de caducidad” (respuesta de participante, traducción de las autoras). Por su parte, la obra de Crozier incorpora una mirada poética a la enfermedad y consiguiente muerte de sus progenitores en la vejez. Aunque en ambos casos el sentimiento de pérdida es profundo, el dolor por la muerte de la madre –a quien Crozier estaba muy unida– se convierte en un tema recurrente en su obra. Asimismo, el hecho de darse cuenta de que ahora ella se ha convertido en la generación mayor conlleva momentos de ansiedad por su propia mortalidad y la de su marido. Aun así, Crozier, mediante la figura de la hija en sus publicaciones, muestra estrategias para superar el duelo y el miedo a la muerte y así poder seguir adelante con su vida. De este modo, y utilizando
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la terminología de Robert Neimeyer, Crozier integra la pérdida de sus padres en su propio sentido de identidad (2002, p. 303). En la sesión dedicada a Joan Margarit la muerte estuvo muy presente, ya que es uno de los temas principales de toda la obra poética del autor. A lo largo de su carrera, el autor lo ha representado sin pudor y con toda su crudeza para referirse a la conciencia de su propia mortalidad, y también al peso de las pérdidas esenciales (especialmente las muertes de sus hijas) que han marcado su vida. En su poesía más reciente, sin embargo, la muerte (y la pérdida) adquieren un nuevo sentido en tanto que la voz poética afirma no temer ya el propio final y descubre, además, un sentido más profundo del amor a través de la pérdida, ahora convertida en compañera de vida. Éste fue el modelo adoptado por tres de las participantes, que respondieron a la visión “gerotrascendente” de Margarit (en términos de Lars Tornstam, 2005) con versos como “tengo la capacidad de aceptar la muerte / como una parte natural de la vida”, “¿dónde iremos después? Quién sabe…”, o proyectando su propia mortalidad sobre la imagen prestada de Margarit, de las “aves de paso”, y sintiéndose, a pesar de todo, y como el poeta, “misteriosamente feliz”. Como contraste a esta revisión del tema de la muerte, otro de los participantes escribió un texto autobiográfico en el que, aludiendo a su experiencia profesional de más de cuatro décadas dentro del mundo de la medicina, decía no haberle encontrado aún ningún sentido a la muerte, y prefería verla, como Luis Eduardo Aute, como un “parto inverso” o una “partida mal parida”, en otras palabras, como un final brusco de la vida sobre el cual no tenemos control.
Conclusiones Después de analizar tanto las producciones creativas de los participantes como los debates que concluyeron cada una de las cuatro sesiones de las que constó el taller, constatamos que la literatura y la escritura creativa sirvieron de herramienta expresiva y comunicativa a los participantes para abordar su propia edad y el paso del tiempo desde varias perspectivas. En consonancia con estudios que consideran que la definición de envejecimiento activo debería estar abierta a las múltiples realidades y posibilidades de los
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mayores (Boudiny, 2013; Boudiny y Mortelmans, 2011), los participantes asociaron el hecho de leer y de escribir a una manera de entender y vivir el envejecimiento más integradora y positiva. A su vez, el hecho de estar activo favorece la misma creatividad, ya que tal como comentaron los mismos participantes: “Si estás activo, estás creativo” y “la imaginación, despierta la imaginación” (traducción de las autoras). Así pues, el envejecimiento no conlleva irremediablemente un desapego de la actividad o la vida social, sino que puede implicar el desarrollo de formas de creatividad que conducen a una mayor realización personal y, por ende, aportan una mayor calidad de vida. Como afirma Molly Andrews, “la vejez puede ser un crecimiento hacia nosotros mismos. Todavía seguimos siendo las mismas personas que siempre fuimos, pero lo somos más profundamente” (1999, p. 311, traducción de las autoras). Los participantes asociaron también la práctica de la lectura con la activación y la ejercitación de la memoria. Tal como afirmó una de las participantes: “la lectura es para el cerebro como el ejercicio para el cuerpo”. En este sentido, estudios como el de Meredith Flood y Kenneth Phillips (2007) han demostrado el efecto positivo que las intervenciones creativas tienen para la salud mental y psicológica de las personas mayores. Los participantes también reconocieron que cuando leen no siempre se fijan en los personajes de edad avanzada. Sin embargo, tras realizar este curso admitieron que seguramente observarían con más atención la representación que se hace de las personas mayores en la literatura, demostrando así una mayor sensibilidad hacia el problema de la representación cultural. En referencia a este tema, una de las participantes mencionó la importancia de leer todo tipo de literatura a cualquier edad, para así poder tener una mente más abierta y llegar a mostrar una auténtica comprensión intergeneracional en cualquier momento de la vida. Justamente a través de analizar, debatir y realizar breves ejercicios de escritura creativa, los participantes plantearon temas relacionados con la vejez que normalmente no son discutidos, tales como la sabiduría, la soledad, la muerte y la enfermedad y, relacionados con ellos, el deseo y el amor. También se hizo explícita la necesidad de encontrar un sentido a la vida en cualquier etapa de la vida, pero en especial en la final. Un
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aspecto interesante de este estudio es que por medio de la ficción los participantes reflexionaron y opinaron abiertamente sobre estos temas desde la propia experiencia y desde su propio bagaje particular, tanto personal como profesional. A partir de la experiencia y de los datos recogidos en el taller objeto de estudio, constatamos que participar en actividades que potencian la lectura y escritura creativa contribuye a debatir sobre el propio proceso de envejecimiento, y ayuda a poner de manifiesto las expectativas y los miedos de envejecer. Asimismo, cabe recalcar los comentarios de los participantes en relación con los aspectos positivos derivados de participar en pequeños ejercicios de escritura creativa, lo cual refuerza una de las tesis que se proponen en este artículo –es decir, que la creatividad está presente en todos nosotros durante toda la vida y que, en cierto modo, nos ayuda a vivir mejor. En un momento en que la actual crisis sanitaria causada por la COVID-19 ha puesto de relieve las visiones edadistas de nuestras sociedades supuestamente avanzadas, y se han exacerbado estereotipos negativos de la vejez, a la vez que ha incrementado el aislamiento de las personas mayores, prácticas como las que hemos descrito en este artículo nos parecen no solamente positivas sino también necesarias. En este sentido, nos planteamos la posibilidad de incorporar las nuevas tecnologías para organizar talleres como el descrito en un futuro próximo: sin ir más lejos, una de nuestras últimas intervenciones se realizó en formato virtual, ya que la situación actual no permitió realizar el taller de lectura presencialmente. En última instancia, este estudio demuestra la necesidad de continuar ahondando en el tema de la creatividad en la vejez con una perspectiva de trayectoria de vida, con la finalidad de reflexionar y debatir sobre temas que se suelen ser tabú en debates sociales y que suelen limitar el significado de la edad, y sobre todo, de la edad avanzada.
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Oró-Piqueras, M. (2019). The multiple faces of aging into wisdom in Julian Barnes’s The Lemon Table. The Gerontologist, 59(6), 1-8. https://doi.org/10.1093/geront/gnz089. O’Regan, N. (2003). Cool, clean man of letters. The Post I.E. The Sunday Business Post, 1-2. 26 June. Sokoloff, J. (1987). The Margins that Remain: A Study of Ageing in Literature. New York: Peter Lang, 1987. Swinnen, A. (2014). Healing Words: A Study of Poetry Interventions in Dementia Care. Dementia, 15(6), 1377-1404. https://doi.org/10.1177/1471301214560378. Tornstam, L. (2005). Gerotranscendence: A Developmental Theory of Positive Aging. New York: Springer. Waxman, B. (1990). From the Hearth to the Open Road: A Feminist Study of Aging in Contemporary Literature. Greenwood Press. Woodward, K. (Ed). (1999). Figuring Age. Women, Bodies, Generations. Bloomington, Indiana: Indiana University Press. Woodward, K. (1980). At Last, The Real Distinguished Thing: The Late Poems of Eliot, Pound, Stevens, and Williams. Columbus, Ohio: Ohio State University Press. Wyatt-Brown, A. & J. Rossen (Eds.) (1993) Aging and Gender in Literature: Studies in Creativity. Charlotessville and London: University Press of Virginia. Wyatt-Brown, A. (1989a). Creativity in Midlife: the Novels of Anita Brookner. Journal of Aging Studies, 3, 175-181. https://doi.org/10.1016/0890-4065(89)90015-7. Wyatt-Brown, A. (2010). Resilience and Creativity in Aging: The Realms of Silver. In: R. T. Cole, R. Ruth y R. Kastenbaum (Eds.) A Guide to Humanistic Studies in Aging: What Does It Mean to Grow Old? pp. 57-82 Baltimore, Maryland: The Johns Hopkins University Press. Wyatt-Brown, A. (1990). The Coming of Age of Literary Gerontology. Journal of Aging Studies, 4(3), 299-315. https://doi.org/10.1016/0890-4065(90)90029-8. Wyatt-Brown, A. (1989b). The Narrative Imperative: Fiction and the Aging Writer. Journal of Aging Studies, 3, 55-65. https://doi.org/10.1016/0890-4065(89)90025-X.
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Zeilig, H. (2011). The critical use of narrative and literature in gerontology. International Journal of Aging and Later Life, 6(2), 7-37. https://doi.org/10.3384/ijal.16528670.11627.
ANEXO
“Watching My Lover” (What the Living Won’t Let Go, pp. 71-72) I watch him hold his mother as she vomits into a bowl. After, he washes her face with a wet cloth and we try to remove her soiled gown tied in the back with strings. Unable to lift her I pull the green cotton from under the blankets, afraid I’ll tear her skin. He removes the paper diaper. No one has taught us how to do this, what to say. Everything’s so fragile here a breath could break you.
She covers her breasts with hands bruised from tubes and needles, turns her face away. It’s okay, Mom, he says. Don’t feel shy. I’ve undressed dozens of women in my time. In this room where my lover bares his mother, we three laugh.
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Later, I curl naked beside him in our bed, listen to his sleeping, breath by breath. So worn out he burns with fever – the fires his flesh lights to keep him from the cold. Though he has washed I smell her on his skin as if she has licked him from head to toe with her old woman’s tongue so everyone who lies with him will know he’s still his mother’s son. “Taking the Measure” (Small Mechanics, p. 81) The belly’s post-menopausal slouch, under each bicep the swag of a fleshy wing, dollops of fat above my bra below my armpits flap and make smacking noises when I run. Long as the face of a foal, my breasts meander, my cheeks droop. Naked, I look in mirrors only on the sly and never try the ones in hotel bathrooms. Some claim wisdom but my mind sags, too. Au revoir to high-school French and long division, to the seven kinds of ambiguity, the common names of flowers, and Shakespeare learned by heart. To be has taken over not to be. So be it. For that I’m grateful. I and my lover of long duration still turn to each other in the night and in the morning and in the fierce-eyed glare of afternoon. The years, he says, have made me elemental. I taste more and more like salt.
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“Cap altre inici” (Un hivern fascinant ©hereus de Joan Margarit. 2017 © Edicions Proa) Vaig arribar a sentir com udolava un llop al fons d’un bosc. I les guatlles cridant-se ocultes entre el blat. Em vaig trobar de nit els ulls de les guineus. He vist els grans voltors damunt d’un mar de boira. Però res no ha acabat, i no sé de cap pèrdua. Què era el que posseïa? No puc jugar amb la por com quan era un infant. Ja sóc al fons del bosc de tots els contes, somrient i feliç de no ser jove. Sabent que, quan s’ha obert, una esquerda no es torna a tancar mai.
MARICEL ORÓ-PIQUERAS Española. Profesora agregada en el Departamento de Inglés y Lingüística (DAL) en la Universitat de Lleida (Pl. Víctor Siurana, 1, 25003). Es licenciada en filología inglesa por la Universitat de Lleida, Bachelor of Arts in English literature with language and linguistics por la University of Roehampton (Londres, UK) y doctora en filología inglesa por la Universidad de Lleida. Sus líneas de investigación versan alrededor de la gerontología literaria y los estudios de envejecimiento, los estudios de género y la literatura contemporánea en lengua inglesa. Sus últimas publicaciones incluyen la edición del volumen Re-Discovering Age(ing). Narratives of Mentorship. Bielefield: Transcript, 2019 (ISBN: 978-3-8376-4396-1) junto con Casado-Gual i Domínguez-Rué y el artículo “The multiple faces of aging into wisdom in Julian Barnes’s The Lemon Table” publicado en The Gerontologist, 2019, 59(6):1-8. https://doi.org/10.1093/geront/gnz089. EMMA DOMÍNGUEZ-RUÉ Española. Es profesora agregada en el Departamento de Inglés y Lingüística (DAL) y coordinadora del grado de Estudios Ingleses en la Universitat de Lleida. Licenciada en filología inglesa en la Universidad de Lleida. Obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados y un doctorado en la misma universidad, además de un máster (MA) en literatura inglesa en la Universidad de Swansea (Reino Unido). Su investigación post-doctoral se basa en la interacción entre género y envejecimiento en la novela de detectives. Las siguientes son algunas de sus publicaciones sobre este tema: Núria Casado-Gual, Emma Domínguez-Rué, Brian Worsfold (Eds.) 2016. Literary Creativity and the Older Woman Writer: A Collection of Critical Essays. Bern: Peter Lang; Emma Domínguez-Rué. 2018. “The art of doing good. Aging, creativity and wisdom in the Isabel Dalhousie novels”. Journal of Aging Studies 44, 22-27. https://doi.org/10.1016/j.jaging.2017.11.003; y Núria Casado-Gual, Emma Domínguez-Rué, Maricel Oró-Piqueras, Eds. 2019. Re-discovering Age(ing) Narratives of Mentorship. Bielefeld: transcript Verlag.
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NÚRIA MINA-RIERA Española. Es profesora asociada en el Departamento de Inglés y Lingüística de la Universitat de Lleida (UdL) y miembro del grupo de investigación Grup Dedal-Lit, perteneciente al mismo departamento. Es licenciada en filología inglesa y el máster en Formación del Profesorado de Secundaria, bachillerato, FP y enseñanza de idiomas en la Universitat de Lleida. Actualmente está finalizando sus estudios de doctorado en Poesía Canadiense Contemporánea escrita en inglés también en la UdL. Sus líneas de investigación principales son la gerontología literaria en lengua inglesa y la relación entre la creación literaria y el envejecimiento; la poesía canadiense contemporánea en lengua inglesa, y la ecocrítica en lengua inglesa. Es miembro del proyecto MINECO ‘Envejecimiento, calidad de vida y creatividad a través de la narrativa’ (ECAVINAR) FFI2016-79666-R (http://www.envejecimientoycreatividad.udl.cat/es/equipos/nuria-mina/). Su publicación más reciente es Mina-Riera, N. y Voyer, V. (2020). Early retirement, social class, and family relationships in Cloutier’s Bonne Retraite, Jocelyne (2018). The Gerontologist, 20(20), 1-9, https://doi.org/10.1093/geront/gnaa033. El artículo Stoncikaite, I. y Mina-Riera, N. (2020). A creative writing workshop on sexuality and ageing: A Spanish pilot case study ha sido aceptado para su publicación en la revista académica Societies (ISSN 2075-4698). NÚRIA CASADO-GUAL Española. Es profesora agregada en el Departamento de Inglés y Lingüística (DAL) en la Universitat de Lleida del cual es directora en la actualidad. Es licenciada en filología inglesa (1998) y doctora en filología inglesa por la misma universidad (2006). Desde 2013 es la investigadora principal del grupo de investigación Grup Dedal-Lit, dedicado a la gerontología cultural y el estudio de la literatura en lengua inglesa, para el cual ha coordinado dos proyectos competitivos financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España dedicados a la interacción entre el envejecimiento y la creatividad literaria (2013-2016, ref. FFI2012-37050, y 2016-actualidad, ref. FFI2016-79666-R). Dentro del campo de la gerontología literaria, a la cual ha dedicado su investigación post-doctoral, ha co-editado tres volúmenes de ensayos sobre literatura y vejez (con Maria Vidal en 2004, con Emma Domínguez y Brian Worsfold en 2018, y con Maricel Oró-Piqueras y Emma Domínguez-Rué en 2019), y “Ageing and Romance on the Big Screen: the ‘Silvering Romantic Comedy’ Elsa & Fred” en Ageing & Society, 2019.
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ERÉNDIRA MUÑOZ ARÉYZAGA
Universidad Autónoma del Estado de MéxicoCátedras Conacyt emunozar@conacyt.mex
RECIBIDO 29 mayo 2020 APROBADO 15 junio 2021 PUBLICADO 24 agosto 2021
ARTÍCULOS
La construcción del patrimonio arqueológico mexicano como recurso turístico en la segunda mitad del siglo XIX RESUMEN: El objetivo es comprender el proceso mediante el cual el patrimonio arqueológico, antes de ser intervenido para su consumo, se transformó en un recurso turístico fundamental para construir la imagen de México como un destino de viaje. Esto ocurrió en la fase de exploración del ciclo de vida de un destino turístico, en la segunda mitad del siglo XIX, a través del afianzamiento de los valores formales y la experiencia de visita y su construcción social como valores diferenciadores y capacidad de atracción de visitantes. Participan actores internos y externos con estrategias discursivas y acciones que serán analizadas: el tipo de nacionalismo construido en este periodo, las acciones públicas vinculadas al desarrollo de la arqueología y los relatos de viajeros norteamericanos para identificar las cualidades diferenciadoras que observaban en el patrimonio, y que con distintos alcances lo posicionaron como recurso turístico y justificaron su transformación a un atractivo turístico. PALABRAS CLAVE: Arqueología; nacionalismo; turismo; historia cultural.
The Establishment of the Mexican Archaeological Heritage as a Tourism Resource in the Second Half of the XIX Century
TRADUCCIÓN
Eréndira Muñoz Aréyzaga Universidad Autónoma del Estado de México
ABSTRACT: The objective is to understand the process by which archaeological heritage, before being intervened for consumption, became a fundamental tourist resource to build the image of Mexico as a travel destination. This occurs in the exploration stage of the Tourism Area Life Cycle, in the second half of the 19th century, through the reinforcement of the formal values and the visitor experience and its social construction as distinguishing values and capacity visitor attraction; and participants internal and external actors from the development of discursive strategies and actions that will be analyzed, through the kind of nationalism fostered in that period, the public actions related to the development of archeology and accounts of North American travelers, in order to identify the distinguishing observed qualities in the heritage and with different scope that position it as a tourist resource and justified its transformation into a tourist attraction. KEYWORDS: Archaeology; nationalism; tourism; cultural history.
CÓMO CITAR Muñoz, E. (2021). La construcción del patrimonio arqueológico mexicano como recurso turístico en la segunda mitad del siglo XIX. Culturales, 9, e528. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e528
Muñoz / La construcción del patrimonio arqueológico mexicano como recurso turístico en la segunda mitad del siglo XIX
Introducción En los últimos años México ha estado entre los diez destinos más visitados del mundo, en 2018 ocupó el sexto lugar, ya que recibió 41 millones de turistas internacionales (OMT, 2019). El desarrollo del turismo en el país responde a las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales globales y locales, pero su base es una oferta diferenciada y diversificada que construye su imagen como destino turístico y permite la práctica del turismo como un acto de consumo. El patrimonio arqueológico es un atractivo fundamental para construir la imagen turística de México, muestra de ello es que en 2019 cerca de 16 millones de personas visitaron las zonas arqueológicas administradas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH, 2020), resultado de un proceso histórico, porque antes de ser un atractivo turístico susceptible de mercantilizarse, se construyó como un objeto de múltiples significados, siendo al mismo tiempo elemento discursivo de la identidad y la memoria colectivas y de la otredad y el exotismo de los espacios, que lo convirtieron en un interés para el turismo, antes de su masificación en México, a mediados del siglo XX. En las primeras décadas del siglo XIX, al país llegaron viajeros prusianos, ingleses, franceses y estadounidenses: Alexander von Humboldt, William Bullock, Frances Erskine Inglis, Desiré Charnay o John L. Stephens. En la segunda mitad del siglo, los viajeros fueron más frecuentes, especialmente los estadounidenses, que ya en la primera década del siglo XX eran el mercado más grande de turistas en México (Anónimo, 1909a). El aumento de visitantes estadounidenses respondió a que tenían intereses económicos, políticos o de ocio, que los motivaban a desplazarse de sus lugares de origen, pero también por su interés en el pasado mexicano. En este sentido, podría partirse del supuesto de que el patrimonio arqueológico era un recurso turístico que sirvió para la construcción de la imagen del país como un destino de viaje, por lo que impactó en el desarrollo del turismo al conformarse los primeros actores públicos involucrados en la construcción de atractivos turísticos antes de que existiera una institución dedicada específicamente a la promoción del turismo y cuando apenas comenzaba a desarrollarse en América.
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Para comprender la relación entre el patrimonio arqueológico y el desarrollo del turismo en México, se retoma el “modelo del ciclo de vida de un destino turístico”, propuesto por Butler (1980), que considera seis etapas del desarrollo del turismo en un territorio, determinadas por los cambios en el crecimiento de visitantes, la infraestructura consecuente y la participación de los actores públicos o privados, “que pueden afectar o son afectados por las actividades turísticas […] y que tienen la capacidad de influir en el destino e imprimir directrices sobre [sus] peculiaridades” (Morales y Hernández, 2011, p. 896), y los sociales, visitantes o turistas, que influyen en el desarrollo del destino mas no definen su gestión. Las etapas del modelo son: de “exploración”, “implicación”, “desarrollo” “consolidación” y “estancamiento”, con la posibilidad de que devenga en el “declive o rejuvenecimiento” del destino turístico. La fase de “exploración” se caracteriza por el desarrollo de una incipiente infraestructura turística y las visitas de los primeros viajeros, que son atraídos por las cualidades culturales o naturales del destino, es decir, por sus recursos turísticos, entendidos por Navarro (2015) como bienes culturales o naturales que por sus valores formales son relevantes para conocer, y por lo tanto adquieren un valor funcional para ser ofertados y visitados. La segunda es la “etapa de implicación”, en la que, ante la llegada de los primeros visitantes, se definirán los actores del turismo con acciones deliberadas para acondicionar los recursos turísticos para su disfrute o usufructo y transformarlos en los atractivos turísticos (Sánchez, Vargas y Castillo, 2017) que definirán a un destino turístico. En la “etapa de desarrollo” el destino es reconocido plenamente y crecen de forma acelerada la infraestructura turística y la oferta de servicios, la demanda de turistas, pero disminuye el control local del turismo, y existirán problemáticas que requieren de la intervención pública para regularlos. La “etapa de consolidación” es cuando el destino alcanza niveles récord de demanda (Sánchez, Vargas y Castillo, 2017), pero al comenzar a decaer éste se estanca y puede disminuir si no se toman acciones para rejuvenecerlo. En la segunda mitad del siglo XIX el país podría haberse encontrado en la “etapa de exploración”, porque ocurre la consolidación del patrimonio arqueológico como un recurso
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turístico que justificó el tránsito hacia la “etapa de implicación”, cuando los actores públicos comenzaron a intervenir para transformarlo en un atractivo turístico susceptible de insertarse en un incipiente circuito comercial, por lo que estas dos etapas serán las que se ocuparán en este estudio. El objetivo es comprender el proceso histórico cultural que facilitó el reconocimiento o afianzamiento de las cualidades formales del patrimonio arqueológico u otras descubiertas a partir de la experiencia de visita y su construcción social como valores diferenciadores, en los que se basó su capacidad de atracción de visitantes y que condicionó su valor funcional, de manera que está vinculado a los actores gubernamentales y a los visitantes o turistas. Para comprender este proceso se analizarán dos dimensiones que están entrelazadas. La primera es discursiva y sustenta las cualidades del patrimonio arqueológico como recurso turístico, en su construcción intervienen actores internos y externos; la segunda, está determinada por las estrategias de actores internos para posicionar al patrimonio como un recurso turístico y por la acción de los actores externos del viaje y su registro, que con diferente alcance también lo posicionan en sus lugares de origen. El plano discursivo estuvo dinamizado básicamente por el nacionalismo, un proceso identitario del que surge “una percepción colectiva de un ‘nosotros’ […] por oposición a los ‘otros’, en función del (auto y hetero) reconocimiento de caracteres, marcas y rasgos compartidos” (Giménez, 2005, p. 90), por lo que se construye de forma dialógica entre actores internos y externos, y resulta en la apropiación simbólico-expresiva del espacio para crear “una correspondencia de política, cultura y territorio como una sola entidad” (Gutiérrez, 2012, p. 26). El tipo de nacionalismo promovido especialmente durante el Porfiriato1 facilitó la consolidación del patrimonio arqueológico como recurso turístico, porque se construyó
Se denomina así a este periodo por la permanencia de Porfirio Díaz en el poder; su larga gestión presidencial se caracterizó por un proyecto de pacificación, que requirió entre otras estrategias la promoción de una identidad nacional, de modernización, mediante la industrialización y el desarrollo de la infraestructura ferroviaria, y de crecimiento económico del país. Sin embargo, para lograrlo se utilizaron el uso de la fuerza para reprimir cualquier expresión de descontento social y el favorecimiento de la inversión extranjera y fortalecimiento de los capitalistas, lo que causó profundas desigualdades sociales. 1
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como un elemento identitario para el exterior, permeando a actores internos y externos. Los actores internos realizaron acciones para afianzar sus valores formales y simbólicos interna y externamente, que promovieron la visita de viajeros, y sus registros de viaje expresan los imaginarios del patrimonio arqueológico en los que pueden identificarse las cualidades o valores que se construyen como diferenciadoras y que conforman su capacidad de atracción, que lo consolidó como recurso turístico y justificó su transformación como un atractivo.
Metodología El estudio es cualitativo y se basa principalmente en el análisis de literatura de viajes, libros escritos por viajeros y notas de diarios mexicanos, relacionados con el patrimonio arqueológico y su visita. Este tipo de literatura se considerará como producto de la historia cultural (Pérez, 2006) y como registro del exotismo, de “lo extraño, singular y por extensión como ‘extraño al observador’” (Lacarrieu, 2016, p. 119), que genera y reproduce el encuentro con el otro y su territorio, y conforma imaginarios turísticos entendidos por Hiernaux-Nicolás (2002) como: un conjunto de creencias, imágenes y valoraciones que se definen en torno a […], un espacio, un periodo o una persona (o sociedad) […]. Es una construcción social –individual y colectiva en permanente remodelación–, […] tejida en parte a partir de las interpretaciones fantasiosas que expresa el individuo sobre el tema imaginado (p. 8).
Según Illades (2002), la literatura de viajes es una traducción doble, lingüística y sociocultural, en la que lo contemplado se traduce al vocabulario del viajero junto con su subjetividad. El observador relaciona lo exótico con lo que conoce o imagina que conocen sus lectores. Recrea su experiencia y el escenario recorrido mediante la palabra o la imagen a través de interpretaciones científicas, reflexiones personales y elementos ficcionales, que confluyen en el espacio y el tiempo, y se convierten en un dispositivo para incorporar nuevos elementos positivos o negativos al imaginario de los lugares. Así también, los viajes decimonónicos se asocian con el Romanticismo porque se ocupan del reconocimiento del otro y la contemplación de la naturaleza, que se conjunta en los sitios arqueológicos.
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En el primer apartado, con el objetivo de entender el plano discursivo de los actores internos se abordará el nacionalismo, su relación con el patrimonio arqueológico y la dinámica a la que respondió en el siglo XIX, de la que dependió su reforzamiento como elemento identitario y recurso turístico. En el segundo apartado, se esbozarán las estrategias de los agentes públicos para posicionar al patrimonio como recurso turístico, expresado en el desarrollo de la arqueología y en notas periodísticas que reflejan los valores diferenciadores del patrimonio y los usos turísticos imaginados por el gobierno mexicano, para centrarse en la dimensión de las acciones. En el tercer apartado, se revisará el contexto en el que fueron escritas las obras de los estadounidenses Brantz Mayer, Robert Anderson Wilson, Albert Evans, Albert Zabriskie Gray, Thomas Brocklehurst, Frederick Ober, Helen Sanborn y Fanny Chambers Gooch para comprender a los actores externos, que se analizarán en el cuarto apartado para identificar los valores que observan en el patrimonio arqueológico, a partir de los que se construye su diferencia y capacidad de atracción.
El plano discursivo de los actores internos: nacionalismo y patrimonio arqueológico Desde el siglo XVI existen antecedentes de la relación entre el patrimonio arqueológico y el nacionalismo, reflejados en la construcción de una narrativa histórica propia de la Ciudad de México, basada en las crónicas de la conquista, cuyo correlato material es lo que hoy consideramos patrimonio. A finales del siglo XVIII, la Ilustración promovió el uso científico de los vestigios para construir la historia, pero también tuvo un uso político estratégico para el fortalecimiento del nacionalismo; en el caso de España para revertir su pérdida de poder frente a Europa, y en la Nueva España para fortalecer al grupo de los criollos frente al proceso de independización. Los criollos como Carlos de Sigüenza y Góngora o Francisco Xavier Clavijero debatieron con los evolucionistas Corneille de Pauw o William Robertson, y argumentaron el desarrollo de los antiguos mexicanos comparándolos con los griegos, romanos o
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egipcios, enalteciendo al pasado como una característica del territorio que los novohispanos consideraban propio. En Occidente, la producción científica de la historia novohispana se basó en el cuestionamiento del desarrollo de las antiguas sociedades que mostraban las crónicas de la conquista y se contextualizó por el evolucionismo y la afirmación de la “leyenda negra” de España, que cuestionaba su proceso de colonización en Europa. A su vez, España promovió estudios en sus colonias para afianzar su nacionalismo, como el de Antonio del Río y Guillermo Dupaix, pero indirectamente fortalecieron el pasado prehispánico como elemento identitario del naciente México, y alimentaron un imaginario que comenzó a caracterizar al territorio mexicano, convirtiéndolo en motivo de viaje. En el siglo XIX México se independizó y el nacionalismo se basó en la construcción de una identidad nacional para consumo interno. La valoración del patrimonio arqueológico estuvo condicionada por su eficacia para representarla simbólicamente, porque su función básica era cohesionar a los distintos grupos sociales que ocupaban el territorio, con la idea de un pasado compartido. Durante el Porfiriato (1876-1911) el discurso nacionalista se dirigió también al consumo externo y se construyó estratégicamente desde los imaginarios o estereotipos externos que deseaban ser satisfechos (Pérez, 2006). El patrimonio arqueológico se convirtió en la cara pública para mostrarse al otro mediante lo que es diferente de él, atractivo para los inversionistas o visitantes, porque el pasado permitía recrear “una modernidad con raíces profundas” (Vázquez, 1993, p. 45), un tiempo y espacio imaginario, en el que el país era percibido de mejor forma. Este tipo de nacionalismo correspondió con una segunda o nueva colonización, porque México despertó interés como sitio de inversiones y ameritó que se establecieran relaciones internacionales fundadas en el conocimiento de su cultura, para planear estrategias de penetración o intervencionismo, que promovieron el reconocimiento de las particularidades del país por actores externos, siendo una de ellas el patrimonio arqueológico. La consolidación del patrimonio como recurso turístico se vincula al nacionalismo porfiriano porque permitió que la identidad comenzara a mercantilizarse, lo que tiene dos
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implicaciones. La primera es que la transformación de las cualidades formales del patrimonio a valores diferenciadores se hace de forma dialógica entre actores internos y externos, o entre el sistema de destino (constructo sociocultural receptor) y de origen (visitantes) (Navarro, 2015). La segunda es que se construye un vínculo entre la arqueología y el turismo con acciones públicas, por su utilidad para aportar a la construcción de los valores formales del patrimonio que lo sustentan como recurso turístico e identitario y, a finales del siglo XIX, por los procedimientos técnico-científicos que se requieren para facilitar su visita y transformarlo en un atractivo turístico.
Estrategias de los actores internos para posicionar el patrimonio arqueológico como recurso turístico A inicios del siglo XIX los gobiernos en turno desarrollaron distintas estrategias para institucionalizar los valores formales e identitarios del patrimonio arqueológico, la principal fue la creación del Museo Nacional Mexicano, en 1825. Su función básica era exhibir “toda clase de monumentos mexicanos anteriores a la invasión de los españoles […] que sirvan para ilustrar la historia de México” (Bernal, 1992, p. 127). Sin embargo, el periodo de 1825 a 1864, se caracterizó por la falta de presupuesto y la desorganización, hasta que Maximiliano2, en 1865, le asignó un local propio. Durante el Porfiriato se estableció un compromiso público para patrocinar el desarrollo de la arqueología para fines estatales y políticos, por su utilidad para los hallazgos y su escenificación para consumo interno y externo. Prueba de ello es que en 1885 se creó la Ley Relativa a los Monumentos Arqueológicos, en la que se les consideró propiedad de la nación, se sentaron las bases para su conservación, registro, exploración y restauración, acciones consideradas exclusivas del Estado, y se tipificó como delito su destrucción o deterioro (Lombardo, 1993).
Maximiliano de Habsburgo fue emperador de México entre 1863 y 1867, durante lo que se denominó el Segundo Imperio Mexicano, formado después de la intervención francesa y el primer imperio de Agustín de Iturbide. De perfil liberal, Maximiliano se contrapuso a los conservadores que lo habían llevado al poder, e instauró un marco jurídico que fomentaba y protegía los derechos sociales, y algunas que fomentaban la cultura y las ciencias que impactaron en el desarrollo del Museo Nacional Mexicano.
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La arqueología se desenvolvió en dos ámbitos: el académico y el práctico. El primero se desarrolló desde el Museo Nacional que planteaba la profesionalización, mediante la cátedra y la aplicación de conocimientos y métodos como el registro fotográfico, la excavación estratigráfica y el análisis tipológico, y se materializó en exploraciones arqueológicas, en la proyección del museo a nivel internacional a partir de publicaciones, congresos y relaciones institucionales, y su remodelación en la que comenzaron a aplicarse técnicas museográficas para escenificar al patrimonio. Así también, en la organización de exposiciones internacionales supervisadas por el Museo. Las más importantes fueron la Exposición Internacional Histórico Americana, en Madrid (1892); el Centenario de la Revolución Francesa, en París (1889); la Exposición Mundial Colombina, en Chicago (1894) y la Internacional de París (1900). El resultado del ámbito académico fue el afianzamiento de los valores formales del patrimonio arqueológico, pero también influyó en su posicionamiento como un recurso turístico porque las exposiciones internacionales eran un ejercicio de imaginar a México para los otros, mostrando que “había también nuestros propios griegos, romanos y germanos” (Litvak, 1993, p. 98), y que podían ser motivo para visitar el país, convirtiéndose en una cualidad diferenciadora del país como un destino de viaje. El ámbito práctico fue una arqueología oficial auspiciada por la Inspección General de Monumentos, centrada en la reinterpretación de los edificios monumentales mediante su restauración para adecuarlos y atraer visitantes, lo cual evidencia el interés del gobierno. Teotihuacán, Xochicalco o Mitla fueron explorados y expropiados, lo que las convirtió en las primeras zonas arqueológicas abiertas al público y algunas contaron con servicios propiamente turísticos (Sarabia, 2008). Éste es el indicador de la transición a la “etapa de implicación” porque muestra el inicio de la intervención pública para transformar a los sitios arqueológicos en atractivos turísticos mediante su acondicionamiento. Las notas periodísticas de finales del siglo XIX muestran este interés, especialmente en Teotihuacán, y reflejan el uso de las cualidades formales y simbólicas identitarias del patrimonio como capacidad de atracción y las acciones para transformarlo en atractivo turístico, mediante sus usos imaginados.
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Del 15 al 29 de octubre de 1895 se organizó el XI Congreso de Americanistas. Varios diarios reportaron que se hacían preparativos para satisfacer a los asistentes, que eran científicos y diplomáticos de diversos países. En agosto, por orden de Díaz se realizaron excavaciones en Teotihuacán “con el objeto de descubrirse algunas antigüedades que enriquecieran nuestra historia, así como para darlas a conocer a nuestros huéspedes” (Anónimo, 1895a, p. 6). Antonio García Cubas realizó los trabajos con el objetivo de reconstruir la Pirámide de la Luna (Schávelzon, 1983). Así también, se trabajaría en abrir nuevas salas en el Museo Nacional. Al mismo tiempo, ocurrió el descubrimiento del sacro de Tequisquiac, que serviría para “presentar a nuestros sabios visitantes objetos dignos de estudio” (Anónimo, 1895b, p. 1). En la clausura del Congreso estuvieron los diplomáticos de diversos países y se mostró una colección de cerámica polícroma de Teotitlán del Camino, collares de metales preciosos y cuentas procedentes de Oaxaca, y los representantes de diversos estados dieron cuenta de los recientes hallazgos para mostrar a los visitantes la riqueza cultural del país (Anónimo, 1895c). Además, se programaron excursiones a Mitla y Teotihuacán, último sitio al que asistieron los diplomáticos encargados de negocios o de asuntos exteriores de Francia, Italia, Brasil, Venezuela y Honduras. El recorrido comenzó en la estación de tren Buenavista y culminó en la de San Juan Teotihuacán. La visita inició con la muestra de reproducciones de piezas arqueológicas de un artesano local, seguida de las pirámides del Sol y la Luna y la Calzada de los Muertos. Después, la comida fue en La Gruta y algunos visitaron el pueblo de San Juan (Anónimo, 1895d). Teotihuacán fue promovido por el gobierno de Díaz como un lugar para visitantes extranjeros considerados distinguidos o con intereses comerciales o políticos. La mayoría de las comitivas eran de estadounidenses, acompañados por funcionarios del gobierno mexicano (Anónimo, 1899, p. 3). Estas visitas se hicieron frecuentes y diez años después Teotihuacán ya era reconocido por ese tipo de visitantes como un lugar con “sitios pintorescos dignos de admiración […]. Ojalá continuaran estas excursiones que terminarían por construir a San Juan en el punto predilecto para ellas” (Anónimo, 1909b, p.
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12). Incluso un habitante del lugar expuso la idea de “establecer unas excursiones dominicales que tuvieran el doble objeto de conocer las pirámides, que tanto interés despiertan entre los extranjeros, y contribuir al mayor movimiento comercial de la población” (Anónimo, 1909c, p. 3).
El contexto de la construcción discursiva del patrimonio arqueológico como recurso turístico por actores externos Los registros de viaje de los estadounidenses se contextualizaron por la segunda colonización, las tensiones políticas entre ambos países y el inicio de la investigación arqueológica en Estados Unidos y las ideas difusionistas que la permeaban. En México, el inicio del turismo moderno se sitúa en la primera mitad del siglo XX (Acerenza, 2006). Sin embargo, desde fines del siglo XVIII el Grand tour, indicador del inicio del turismo moderno en Occidente, integró a América como un destino para los más aventureros, entre ellos Von Humboldt. En la primera mitad del siglo XIX ingleses, norteamericanos y franceses, principalmente, visitaron el país por motivaciones culturales, de esparcimiento, comerciales o políticas, de forma que participaron en la selección y difusión de los elementos que consideraron caracterizaban al territorio mexicano. Bullock, viajero inglés, afirmaba que poco se sabía del país pero ofrecía “muchas novedades para atraer incluso al más indiferente visitante” (Bullock, 1824, pp. V-VI). Desiré Charnay, francés, consideraba que sus compatriotas “pensaban encontrar a todos los indios emplumados, tal como se les veía en las representaciones operísticas […] de la época” (Cramaussel, 2005, p. 3) y que sólo la obra de Von Humboldt trataba dignamente sobre México. El norteamericano John L. Stephens, antes de su viaje, pensaba que el país estaba habitado por bárbaros sin tradiciones culturales (Florescano, 2002). La obra de Von Humboldt fue lectura obligada para diplomáticos, inversionistas o viajeros que visitaban México. Mientras que, en Estados Unidos, William H. Prescott escribió su obra La conquista de México (1843), e inspiró a nuevos viajeros, entre ellos, según Pérez (2002), a Stephens, que cambió la visión del pasado mexicano en Estados Unidos y el mundo, porque consideraba a las ruinas mayas, contrario a las ideas difusionistas y
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evolucionistas de la época, como un producto de una cultura propia, “inteligente en la arquitectura, escultura y otras artes, poseyendo el refinamiento y cultura […] consiguiente con ese estado de adelanto no derivado del Antiguo Mundo, sino […] originario, sin modelos, sin maestros, con una existencia distinta, e […] independiente” (Stephens, 1992, p. 34). En Estados Unidos la arqueología comenzó a desarrollarse, muestra de ello fue la fundación del Instituto Arqueológico de América, en Boston, en 1879, que patrocinó expediciones en el suroeste de ese país y posteriormente en Atenas, Mesopotamia, Guatemala y México (Riggs, 1929), así también la difusión de investigaciones arqueológicas en los diarios denotaba el interés de la sociedad en la arqueología mexicana. Las relaciones entre México y Estados Unidos eran tensas por la invasión bélica estadounidense entre 1846 y 1848, derivada de la política expansionista de ese país, que culminó con la cesión del territorio que reclamaba, lo que favoreció la relación entre ambos países. En la segunda mitad del siglo XIX inicia el imperialismo norteamericano en México (Pletcher, 1953), porque se convirtió en sitio de inversionistas para la explotación de minas y la construcción de trenes. La mayoría de los viajeros estadounidenses arribaban a México por Veracruz, en barco desde Nueva Orleans, y de allí viajaban en tren a la Ciudad de México, donde se desplazaban a lugares cercanos en barco (por los canales del lago), tren o a caballo. Consideraban que el turismo era muy reciente y diferente a las ciudades en donde había todo tipo de lujos, por lo que los servicios de hospedaje y alimentación eran considerados como fondas o mesones antiguos, atendidos por personas amables (Mayer, 1847).
Las cualidades del patrimonio arqueológico desde la mirada de los viajeros estadounidenses Mayer fue abogado, escritor y diplomático en México. En Mexico as it was and as it is (1847), narró su primer contacto con el país y escribió sobre su situación contemporánea, pero su mayor interés era la historia prehispánica, que siguió desarrollando en libros como Mexican Antiquities (1858). Recorrió Xochicalco, Teotihuacán, Cholula, La Quemada, El Tajín, Mitla,
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entre otros, y le maravillan, como al resto de los viajeros, básicamente por su tamaño, por el conocimiento histórico con el que cuenta de cada sitio y por la resignificación que hace de los lugares u objetos a partir de la experiencia de visita. Mayer (1847) aporta referencias al lector para que imagine la extensión de los sitios, describió las medidas de Xochicalco, su sistema constructivo y califica de impactante el trabajo e ingenio de sus constructores, porque considera la complicación para transportar la materia prima y esculpir los bajorrelieves que le maravillan; “cuando se combinan todas estas dificultades, […] existen pocas obras […], realizadas en el presente por naciones civilizadas, que no se hundan en la insignificancia” (p. 185). Sobre Teotihuacán aporta además referencias para dimensionar los múltiples vestigios esparcidos, algunos conformando plazas y otras alineaciones como el Mixcoatl o Senda de los Muertos, e imaginar sus funciones, “es muy probable que […] todos formaran los sepulcros de hombres ilustres del Imperio […]. Quizás fue la Abadía de Westminster de los toltecas y aztecas” (p. 223) (Figura 1).
Figura 1. Pirámides de San Juan Teotihuacán, vista oeste. Tomado de Mayer,1847, p. 223.
Visitó el Museo Nacional, que describió como un lugar abandonado y sucio, pero le asombra su colección por sus cualidades estéticas e históricas, describe las esculturas monumentales de piedra, como el Calendario Azteca, la diosa Teoyamiqui (Coatlicue), hachas, collares de cuentas, espejos de obsidiana, máscaras, armas, ídolos menores de arcilla y piedra, altares domésticos, incensarios, e instrumentos musicales; los cuales
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califica como reliquias bellamente construidas y “por las que el Museo Británico con gusto pagaría miles, el Museo del Louvre, la Gliptoteca de Múnich, o […] cualquier soberano ilustrado” (Mayer, 1847, p. 84). El asombro que le generaban los objetos al autor también responde a las características que le permitían resignificarlos. Por ejemplo, el Indio Triste es una pieza de menor tamaño, un portaestandarte descubierto en 1828, en la Ciudad de México, pero lo percibe como uno de los restos más importantes del museo por la expresión del personaje, de “mirada fija, de piedra, de aspereza imperturbable y desfachatez en la cara” (Mayer, 1847, p. 89). Así también califica a una vasija funeraria polícroma, por la expresión del personaje representado, de “mirada de piedra, fija, intensa, en los ojos […] que denotan su carácter” (Mayer, 1847, p. 101). Mayer (1847) consideraba a los aztecas como la más desarrollada de las civilizaciones antiguas del territorio mexicano porque construyeron “magníficos edificios, que albergaban a una refinada y numerosa población” (p. 251); así, considera a Cholula como “una concepción sublime, que da derecho al respeto de la posteridad a los hombres, que hace siglos pacientemente [la] erigieron” (p. 27) (Figura 2). Por ello, asumió como verídicas las descripciones de la Ciudad de México, de Hernán Cortés, y la imaginó como “la orgullosa ciudad de los reyes aztecas, llena de palacios y templos” (p. 36).
Figura 2. La gran pirámide de Cholula. El monumento más grande del mundo, hecho por el hombre, por su volumen. Tomado de Mayer, 1847, p. 27.
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Mayer (1847) consideraba que los vestigios arqueológicos eran evidencia “de naciones civilizadas en la época de la conquista” (p. 264), “de razas de gran espíritu que enterraron a sus muertos, se defendieron de sus enemigos y poseían […] un gusto por el refinamiento de la vida” (p. 251); por lo que “hay pocos países, hasta donde puedo juzgar, que contengan más de lo que es digno de ser descrito; y aún menos, que se conozca con tan poca precisión” (p. 382). De forma que el autor reconoce al patrimonio arqueológico como una especificidad del país basado en su importancia histórica y por ello concibe la necesidad de exploraciones exhaustivas, y aunque reconoce la problemática del saqueo, era una práctica común del viaje comprar “recuerdos” a los habitantes cercanos a los sitios arqueológicos, incluso él compró objetos de cerámica, serpentina y obsidiana, en Cholula, Teotihuacán y Texcoco. Wilson fue financiero, abogado, juez y viajero y visitó el país de 1851 a 1854, por intereses comerciales en las minas de plata. En Mexico: its Peasants and its Priests. Adventures and Historical Researches in Mexico and its Silver Mines during Parts of the Years 1851-52-53-54 with an Exposé of the Fabulous Character of the Story of the Conquest of Mexico by Cortez (1856) describió su recorrido, pero su objetivo era criticar a la historia antigua de México, porque consideraba que las crónicas de la conquista, especialmente las de Bernal Díaz del Castillo y Cortés, eran “ficciones enaltecidas” por la corona española. Su argumento era comprobar que los aztecas eran un grupo de nativos salvajes, que habían migrado de Estados Unidos, y no tenían relación con los teotihuacanos o toltecas, a quienes consideraba altamente civilizados y de los cuales se conocía poco. Wilson (1856) concluyó que las crónicas de la conquista eran ficción, porque comprueba, a partir de mediciones topográficas en la Ciudad de México, que las pirámides no “pudieron descansar en una base de tierra, […] incluso que 100 mil hombres alguna vez entraron en la ciudad de México hecha de barro, por una estrecha calzada” (pp. III-IV). De la misma forma, plantea que Cholula “fue fabricada a partir de algún pueblo indígena miserable, tal vez inferior a la actual ciudad con chozas de barro encalado” (p. 99), porque no hay vestigios de las 400 torres o de las 40 mil casas descritas por Cortés. A partir de las características físicas de un grupo de vendedores de antigüedades y de la semejanza de los
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objetos líticos que vendían con los norteamericanos, concluye que los “aztecas” “eran la contraparte de los indios de Norteamérica” (p. 100). La única diferencia era la forma en que se ha escrito sobre ellos porque los escritores estadounidenses “no se dejaron llevar por el romance de la vida india, eran hombres de materia de hechos y solo dibujaron imágenes de hechos” (p. 171). El autor se consideraba conocedor de lo que llama arte indio, por lo que visitó el Museo Nacional, asume que toda su colección es azteca, por ello la consideró “inmensamente inferior a muchas colecciones privadas de curiosidades indígenas […], y demuestran la completa ausencia de artes civilizadas entre los habitantes aborígenes de México” (Wilson, 1856, p. 273). Las esculturas monumentales le parecen “intentos groseros” de representar dioses y considera que los códices o “mapas” de Moctezuma requerían “la más flexible generosidad posible […], dignificar estas intolerables y dudosas con el nombre de pinturas […]. Y, sin embargo, esta es la escritura-pintura, con la cual el mundo se ha edificado durante siglos” (Wilson, 1856, pp. 272-273). Wilson (1856) consideraba que el periodo histórico ocurrido antes de las narraciones de Cortés y Díaz del Castillo era importante, así compara a Teotihuacán con Egipto porque pensaba que había sido construido por “una misteriosa y alta civilización previa a los aztecas y de quienes habían adquirido un conocimiento imperfecto de algunas pocas artes simples” (p. 220), y a El Tajín, lo relacionó con los toltecas, por lo que concluye “lo que hemos visto en la Ciudad de México son fragmentos del naufragio de una civilización americana de antigüedad, que había sucumbido antes de las incursiones de los salvajes del norte” (p. 248). Evans visitó el país como parte de la comitiva del político estadounidense William H. Seward, por lo que su obra Our Sister Republic: a Gala Trip through Tropical Mexico in 186970 (1870) fue un recuento de las tertulias diplomáticas y una revisión de la vida política de México, pero recorrió Cholula y el Museo Nacional. Evans consideraba que Cholula era un templo comparable con las pirámides de Egipto. La comitiva que lo acompañaba le informó sus medidas, pero considera que no era una construcción netamente humana y que nunca tuvo una apariencia similar a la de las
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pinturas, en las que se le representaba como una estructura con terrazas de lados y ángulos afilados y definidos. El Museo le parece descuidado y desordenado y describe someramente su colección de “ídolos, serpientes y otras monstruosidades, cortadas bruscamente de grandes bloques de lava” (Evans, 1870, p. 332). A pesar de dudar de la autenticidad de Cholula y considerar monstruosa la colección del museo, Evans (1870) reconoce que “probablemente ninguna ciudad en el mundo ahora habitada tiene tantas reliquias de días antiguos debajo de ella” (p. 33) y resume las cualidades que parecen diferenciar al país: “colinas boscosas y la selva tropical con sus jardines, sus ruinas. […] [El] pequeño montículo de piedras y las tres cruces negras que marcaron una época en la historia del mundo. […] Donde Cortés luchó con Guatamozin, perdió y murió (pp. 517-518). Gray se describe como un hombre de iglesia y su objetivo en Mexico as it is. Being Notes of a Recent Tour in that Country with some Practical Information for Travellers in that Direction, as also some Study of the Church Question (1878) era presentar el país para otros viajeros, en este sentido su motivación era netamente turística. Viajó a Cholula para conocer la pirámide que califica de mundialmente famosa y refirió, como Evans, que su carácter piramidal no es notable, sin embargo, concluyó que se trata de la antigua ciudad descrita en las crónicas de la conquista. Reporta sus medidas y las compara con el doble de tamaño de la de Keops y un poco más alta que la Micerinos. Describe la cumbre como una plataforma, donde se encontraba un templo de adoración destruido por guerras intestinas, en el que se había encontrado una cámara de tumbas con esqueletos, ídolos y cerámica, pero es “difícil suponer que la sepultura fue el principal y original objeto de esta pirámide” (Gray, 1878, p. 100). Gray (1878) visitó Teotihuacán y lo considera como el recorrido más importante para los interesados en el pasado, porque lo califica como superior a Egipto por su tamaño y la cantidad de ruinas, “allí se oculta un misterio que ni siquiera poseen muchos de los más grandes monumentos de la antigüedad egipcia” (p. 71) y concluye “las conjeturas de los anticuarios son ciertas […]. ¿No tenemos aquí un maravilloso suburbio sepulcral y sacrificial como los de Egipto, Grecia y Roma en sus días más orgullosos?” (p. 80).
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El viajero describió la Pirámide del Sol, las terrazas que la componían, sus medidas y la plataforma, con una perfecta orientación. Observó numerosos fragmentos de objetos en el suelo, los montículos organizados con cierta regularidad en plazas y avenidas, algunos con restos de estuco y color, escalinatas conservadas, una plaza larga, ya denominada La Ciudadela, y un monolito “en una condición a medio desenterrar, más maravillosamente sugerente” (Gray, 1878, p. 79). Visitó el Museo Nacional y le parece descuidado, con antigüedades aztecas arrojadas y amontonadas. Describió someramente su colección que contenía el escudo de Moctezuma, ídolos, jarrones, vasos e instrumentos musicales y la piedra de Tizoc, extraña pero ilustrativa de la religión azteca porque se podía observar “un corte acanalado para la sangre de la víctima ¡Cuando los cuchillos de pedernal sacaban del cuerpo vivo el corazón y lo arrojaban a los pies del ídolo! (Gray, 1878, p. 53). Gray (1878) concluyó que el patrimonio arqueológico es lo que diferenciaba al país como destino de viaje, cuando al recordar su viaje a Teotihuacán afirmó: “cargados de reliquias indias, […] sentimos de nuevo que esto era más que suficiente para pagar un viaje a México” (p. 80). Sin embargo, al igual que Mayer, refiere a la importancia científica de los objetos y la necesidad de ser rescatadas por los museos, “donde su valor es solo en medio de las asociaciones de la historia” (Gray, 1878, p. 80). Ober, naturalista y escritor, tenía interés en la historia de México por lo que realizó distintos viajes para escribir sobre ello. Sus descripciones en Travels in Mexico and Life among the Mexicans (1885), son vastas. Recorrió gran parte del país, conocía la obra de Stephens y comenzó su viaje por el sureste, donde afirmaba que hay gran cantidad de ruinas. Ober (1885) se refiere a Uxmal y Chichén Itzá como las ruinas más interesantes del sureste por su valor científico, porque conservaban una serie de jeroglíficos de los cuales “los arqueólogos claman para tener la clave de su significado” (p. 67). También por sus valores estéticos, el palacio real o casa del gobernador de Uxmal le parece de tal belleza que “es imposible trasmitir con meras palabras una imagen, ya sea en general o en detalle” (p. 68), las pinturas murales de Chichén Itzá “son una ejecución artística y el más fino
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adorno de las paredes de cualquier edificio descubierto” (p. 107), y sobre Palenque “el poeta no ha exagerado sus bellezas, ni la pluma los ha descrito adecuadamente; son indescriptibles” (p. 159). Ober (1885) es el único que visitó Tula, porque consideró que era el asiento de la cultura que dio al país una civilización avanzada. Conocía los trabajos de Charnay y lo imaginaba descubriendo “¡un palacio compuesto de cuartos de cerca de seis pies de altura!” (p. 478) y describió las tres cariátides colosales, conocidas hoy como los Atlantes de Tula, de las que le sorprende su tamaño (Figura 3). Respecto a Teotihuacán describió su sistema constructivo de mesetas, laderas y terrazas, conocido hoy como tablero talud, “que ha tenido éxito en la construcción de grandes edificaciones con el digno nombre de palacios y adornados con esculturas, que han obtenido la admiración del mundo” (p. 482). Describió la Pirámide del Sol y de la Luna, advirtiendo que su forma ya no estaba definida por lo que parecían unas colinas empinadas, y las estructuras alineadas en la “Calle de la Muerte” que reconoció como el camino principal. Ober señaló, igual que los otros viajeros, que existían abundantes materiales arqueológicos en el suelo y que los pobladores vendían antigüedades, cabezas de barro, cuchillos de obsidiana y candeleros, los cuales compró.
Figura 3. Tula. Esculturas en la plaza. Tomado de Ober, 1885, p. 476.
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Mitla es considerada por Ober (1885) como la construcción antigua “más fina” de México por sus valores estéticos, que representaban sus cuartos con paredes de mosaico con ornamentos octagonales, “un laberinto de grecas, con fragmentos de pintura preservada, parecidas a las egipcias, exquisitamente coloreadas en rojo y negro, los colores aún frescos y brillantes” (p. 538). Así también por las preguntas que le suscita lo que fue la ciudad en su apogeo, “con hombres de inteligencia, arquitectos habilidosos y renombrados guerreros ¿cómo pudo este pequeño valle darles soporte a todos? […] ¿Dónde están esas personas ahora y cuánto pasó desde que construyeron estos palacios y tumbas?” (p. 543). Ober (1885) visitó la Ciudad de México, donde consideró que existían restos plenamente identificados con las crónicas de la conquista, incluso confirmados por exploraciones arqueológicas. “Uno nunca estará perdido en México para ir a encontrar evidencias de su civilización pasada, porque los objetos antiguos se asoman en cada esquina” (p. 305). Visitó el Museo Nacional y describió el patio, donde estaban Huitzilopochtli (Coatlicue), el Calendario Azteca, la piedra sacrificial de Tizoc y un Chac Mool, cuya ubicación era poco adecuada para su conservación y evidenciaba el trabajo pendiente del gobierno mexicano en la investigación arqueológica y el aporte de las distintas expediciones estadounidenses realizadas en el país (Figura 4).
Figura 4. El patio del museo. Tomado de Ober, 1885, p. 225.
Ober reconoció en el patrimonio arqueológico la especificidad del país como destino de viaje, lo relaciona con el turismo: ISSN 2448-539X
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Deje que los turistas y los arqueólogos los visiten […] No se necesita un ojo más profético que el que pertenece al hombre ordinario para discernir el resultado de la apertura de un país con tanta riqueza […] arqueológica. El tiempo de que las ciudades enterradas vuelvan a brillar ha llegado (Ober, 1885, p. 478).
Brocklehurst fue un viajero que realizó una estancia de siete meses en el país y que reportó en Mexico to-day: a Country with a Great Future and a Glance at the Prehistoric Remains and Antiquities of the Montezumas, publicado en 1883. Su motivación principal era la historia antigua mexicana, que conoció por investigaciones estadounidenses, y su objetivo era reconocer objetos que le permitieran comprobar que las antiguas culturas de México y Estados Unidos tenían un origen común. Brocklehurst (1883) visitó Teotihuacán y refiere las principales estructuras, la Pirámide del Sol y de la Luna, los montículos alineados en el Camino de la Muerte, donde “miles de personas probablemente miraban las procesiones pasando de pirámide a pirámide” (pp. 175-176). Igual que los otros viajeros, observó gran cantidad de material en el suelo: cabezas de ídolos, cuchillos, puntas de flecha de obsidiana, volantes para hilar, similares a los de Troya y que representaron un progreso para la civilización. Por ello no compró antigüedades, pero sobre todo porque pensó que eran imitaciones. Brocklehurst (1883) consideró al Museo Nacional como uno de los sitios de mayor interés para los excursionistas, por su numerosa colección azteca y tolteca y señala las piezas de mayor interés, que describe con información de los encargados del museo, Alfredo Chavero y Gumezindo Mendoza. En primer lugar, el Calendario Azteca, “la curiosidad más llamativa que atraerá la atención del extranjero. […] Los jeroglíficos se supone indican el conocimiento astronómico de los mexicanos” (pp. 186-187). Después describe la piedra sacrificial de Tizoc, cuyos relieves “representan conquistadores sosteniendo cautivos enemigos de sus cabezas, y me recuerdan los triunfos de los egipcios, esculpidos y pintados en Carnac” (pp. 190-191). En tercer lugar, la escultura de Huitzilopochtli (Coatlicue), el dios azteca de la guerra, pero es más probable que “represente a una mujer,[(…] la progenitora de la humanidad” (pp. 192-193). También considera sobresalientes el escudo de plumas y la vestimenta de Moctezuma, la colección
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de mapas, cuadros y códices, que representan la migración de los aztecas por el país en el siglo XIII, conocida hoy como Tira de la Peregrinación. Brocklehurst (1883) consideró que la investigación arqueológica en México era poco desarrollada y que sólo los estadounidenses eran capaces de realizarla, “con la misma velocidad que los ingenieros están proyectando las vías de trenes por todo el país, y podré vivir para saber más acerca de los tesoros escondidos en Cholula, Texcoco y Teotihuacán” (p. 180). Sanborn era escritora, corresponsal de periódicos y tenía interés por la arqueología. Realizó un viaje a Centroamérica, con su padre James Sanborn, por sus negocios como importador de café y especias, que narró en A Winter in Central America and Mexico, publicado en 1886. Su interés fue describir las costumbres actuales por lo que sus referencias sobre historia antigua no son abundantes, pero visitó el Museo Nacional. Sanborn (1886) afirmó que los aztecas tenían reminiscencias toltecas, la “raza más superior de indios que ha habitado este continente […] poseían una civilización maravillosa, y los restos arquitectónicos y ruinas en el país (en Yucatán y algunas partes de México) son atribuidas a esta raza” (p. 171); “y pienso que les dieron [a los aztecas] su maravillosa civilización […] la cual asombró a Cortés y a su ejército cuando entraron a México” (p. 171). La autora consideraba al Museo Nacional como uno de los lugares más interesantes de la ciudad por los valores científicos que representaba su colección de “ídolos aztecas, cerámica, […] y mucho de lo que es interesante y valioso para el arqueólogo, por su antigüedad y por demostrar la habilidad que los aztecas tenían” (Sanborn, 1886, p. 285). Chambers Gooch fue una escritora que vivió un tiempo en México y años después regresó para describir las costumbres y, especialmente, la gastronomía, que presentó en Face to face with the Mexicans, publicado en 1887. A pesar de visitar varios sitios arqueológicos no los describió, pero reportó su visita a Cholula y al Museo Nacional. Chambers Gooch (1887) describió a Cholula como “¡un grande e imponente monumento para los constructores aborígenes!, debieron erigir una montaña sin bestias de carga, […] y pasando los ladrillos de mano en mano, superando los cálculos de todos los científicos” (pp. 456-457). El tamaño de la pirámide le asombra, por lo que aporta información a sus lectores para que lo visualizaran con datos que retoma de Prescott y Humboldt, según el
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primero su base era de 44 acres y el segundo la compara con “una plaza cuatro veces más grande que la Plaza de Vendóme en París, […] que alcanza dos veces la elevación del Louvre” (p. 457). La autora argumentó que por la vegetación crecida se dudaba de que fuera una construcción humana, pero “es enteramente un trabajo de arte, que muestra lo que antes fue, con sus 400 torres, hace tiempo demolidas” (p. 458). Consideraba que Cholula, El Tajín, Xochicalco, Uxmal o Palenque eran maravillas que contemplar, “por la magnitud de la empresa de su construcción, que sólo puede ser igualada por una empresa hermana, las pirámides de Egipto” (p. 460). Chambers Gooch (1887) consideró valiosa la colección del Museo Nacional por sus valores científicos y el número de ejemplares que la componían, como “pinturas, armas aztecas, instrumentos musicales, husos, ídolos de piedra y barro y así ad fin” (p. 188) y describió la piedra sacrificial de Tizoc: un símbolo religioso, así como un monumento histórico […]. Se dice que entre 20 y 50 personas eran anualmente sacrificadas en ella. […] Uno puede pensar en una escena […], examinando el canal cortado, que atraviesa la parte arriba y baja por un lado, para que la sangre de la víctima pasara, todavía retorciéndose en la agonía de su muerte (p. 180).
Los valores diferenciadores del patrimonio La consolidación del patrimonio arqueológico como recurso turístico en la etapa analizada surge por el reconocimiento de sus valores procedentes de diversas fuentes y por la experiencia del viaje, que en conjunto son resignificados como valores diferenciadores, que se expresan en los textos revisados, y de los cuales depende su valor funcional, y se trata de los siguientes:
a) Valor histórico: el patrimonio es considerado por los actores internos y externos como evidencia de un proceso histórico que se califica como relevante, y a partir de la visita se comprueba tanto que efectivamente sucedió como la existencia de sus protagonistas, en especial de los teotihuacanos, los toltecas y los aztecas. Las crónicas de la conquista se refieren a este proceso y es una fuente para construir los imaginarios de los viajeros previo a la visita, no todos las consideran verídicas, pero
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la aceptación de la relación entre el patrimonio y las crónicas en sentido positivo o negativo representa una cualidad diferenciadora y una capacidad de atracción para los visitantes. Sin embargo, cuando se asume que ese proceso histórico es veraz se afianzan las cualidades de sus protagonistas y se cargan de características positivas, además de que se construye una nueva cualidad diferenciadora centrada en sus especificidades culturales que representan el genio de las sociedades antiguas, reflejado en el esfuerzo que asumen implicó realizar las antiguas ciudades. b) Valor arqueológico o científico: se trata de la capacidad de la cultura material para la comprensión del pasado y que reconocen los actores internos y externos. Algunos visitantes refieren en sus relatos información de tipo científico sobre el significado, uso o dimensiones de objetos o sitios arqueológicos, pero la mayoría de los visitantes apela por una mayor investigación incluso en la relación con la historia antigua estadounidense, por el contexto en el que se escribe. En ese momento histórico se reconoce este valor y los actores internos lo afianzan como una cualidad diferenciadora, pero la información producida por ellos no es suficiente para consolidarse como una capacidad de atracción para los actores externos, sin embargo, se construye un significado de misterio o enigmas por descubrir que se asocia a los sitios arqueológicos y la necesidad de conocer las funciones sociales de los edificios arquitectónicos, su origen, antigüedad y decaimiento. c) Valores estéticos: se relaciona con la percepción de la belleza del patrimonio, que depende de condiciones sociales, por lo que algunos actores externos lo perciben como monstruoso, pero otros de tal belleza que no pueden describirlo con palabras o lo consideran como digno de un museo por su conservación, sus colores o su tamaño. d) Valor universal: la equivalencia del patrimonio arqueológico mexicano con otros valorados positivamente como Egipto, Grecia o Roma sustenta una capacidad de atracción, previamente construida por los actores internos, y al mismo tiempo una cualidad diferenciadora reforzada cuando se le considera superior por los actores
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externos. En el caso de los estadounidenses se comienza a construir la idea de la “ventaja de tenerlo cerca”, que en el siglo XX será utilizada por los inversores turísticos norteamericanos. “El arte de construir pirámides en las civilizaciones precolombinas de Norteamérica alcanzó estándares más altos que en Egipto. Las más grandes pirámides del mundo yacen en México” (Anónimo, 1898, p. 25). e) Valor funcional: se construye porque cumple una función para los actores internos y externos, pero coinciden cuando de manera interna se promueve formalmente la visita a sitios arqueológicos y de forma externa cuando refieren que son motivo para pagar un viaje al país, o la necesidad de abrir las zonas arqueológicas al público para el turismo o la gran cantidad de vestigios que yacen en el país que lo posicionarían como un destino turístico, y que para algunos actores externos ya es la especificidad del país como destino turístico. f) Valor emotivo: se observa en las emociones negativas o positivas que emanan de la experiencia de la visita y que condicionan la interacción con el patrimonio, como la decepción o el asombro que lleva a los visitantes a transportarse al pasado e imaginar cómo serían las ciudades u objetos en su contexto original o a sentir el impacto del descubrimiento que observan los actores externos.
Discusión y conclusiones En la segunda mitad del siglo XIX México se encontraba en la “fase de exploración del ciclo de vida de un destino turístico” por los viajeros que recorrían el país, por la escasa participación de los actores públicos para intervenir recursos turísticos para transformarlos en atractivos y por las referencias a su incipiente infraestructura turística. Bajo estas condiciones, las cualidades diferenciadoras que construyen los actores internos y externos, resultan determinantes porque sólo en ellas se basa la capacidad de atracción de los recursos turísticos y el valor funcional que se requiere para el desarrollo del turismo. A partir del análisis de las fuentes revisadas, el patrimonio arqueológico en el periodo histórico estudiado parece estar consolidado como recurso turístico y ser uno de los primeros elementos reconocidos como representativos de la imagen del país y por tanto
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una cualidad diferenciadora de México como un destino “turístico”. Por ejemplo, Cholula es referida como una pirámide mundialmente famosa y además existen referencias de que Teotihuacán ya era un sitio visitado, idea reforzada por los actores internos y externos. La relación del patrimonio arqueológico con la imagen “turística” del país parece vincularse externamente con la amplia difusión de las crónicas de la conquista y la literatura de viajes existente; pero internamente respondió a su vínculo con la construcción de la identidad nacional que justificó y promovió el desarrollo de las acciones de los actores públicos para comenzar a posicionarlo como atractivo turístico. Éstas se expresaron en el impulso de la arqueología para construir sus valores formales y justificarla como una acción para satisfacer a los viajeros, con hallazgos que mostrar (aunque no estuvieran investigados), pirámides reconstruidas o exposiciones internacionales. Otro indicador de la transformación del patrimonio arqueológico en atractivo turístico es la planeación de actividades y lugares cercanos a Teotihuacán para visitar, ya que conformaría uno de los primeros ejercicios públicos de integrar un conjunto de recursos turísticos a una incipiente red de servicios, al que se sumaban los artesanos y vendedores de piezas arqueológicas o reproducciones. Es a partir del patrimonio arqueológico que los actores públicos comienzan a definirse como agentes del turismo por la promoción para visitar los sitios arqueológicos, las acciones técnico-científicas para facilitar su visita y, antes de ello, el Museo Nacional podría considerarse una de las primeras intervenciones públicas para facilitar la visita a un lugar relacionado con el patrimonio, y fue de tal impacto que sirvió de justificación para la conformación del INAH en décadas posteriores. No es posible evaluar el impacto de las estrategias de los actores públicos en la decisión de los viajeros analizados de visitar al país, porque sus motivaciones eran otras y los valores formales que reportan provenían de otras fuentes, y sugiere comprender de mejor forma las características que implica la “fase de exploración” y establecerla diacrónicamente desde los primeros viajeros o desde las fuentes externas que representan y difunden al patrimonio arqueológico mexicano en sus lugares de origen. De modo que las cualidades diferenciadoras y la capacidad de atracción del patrimonio arqueológico se
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construye desde los imaginarios previos y desde la práctica de su visita, en donde se corroboran, se transforman o se construyen nuevos. La construcción externa de la capacidad de atracción del patrimonio arqueológico se expresa en la literatura de viajes. El contexto en el que fue escrita se refleja en el descrédito de las crónicas de la conquista y las teorías difusionistas, que cuestionaba el desarrollo de los aztecas como una cultura independiente, en el saqueo que representa la compra de “recuerdos”, en la desaprobación de la investigación arqueológica mexicana y su escenificación en el Museo y en la necesidad de que los estadounidenses lo estudiaran, como una nueva forma de colonización. Los sitios arqueológicos que visitaron los viajeros fueron los primeros en abrirse al público, lo que demuestra el vínculo entre el turismo y la arqueología y que los valores formales del patrimonio no son la única razón para sustentar su apertura al público, porque también representa la posibilidad de crear un tiempo distinto, incomparable con el de la contemporaneidad, y que caracteriza hoy al turismo.
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Eréndira Muñoz Aréyzaga Mexicana. Doctora en antropología. Especialista en estudios de historia, producción y recepción de museos, investigación y divulgación del patrimonio cultural y estudios de procesos turísticos asociados al patrimonio. Últimas publicaciones: Muñoz Aréyzaga, E. (2019). Participación ciudadana y patrimonio cultural en la planificación turística de los pueblos mágicos (México): alcances y limitaciones. Turismo y Sociedad, XXV, pp. 29-50. https://doi.org/10.18601/01207555.n25.02; Muñoz Aréyzaga, E. (2019). La presencia o ausencia de la perspectiva de género en dos exhibiciones permanentes del Museo Nacional de Antropología (MNA), México: un ejercicio diagnóstico mediante el análisis de sus cedularios. Intervención, 1(19), 51-63. https://doi.org/10.30763/Intervencion.2019.19.208
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PABLO ALBERTO CONCHA MERLO
Universidad Nacional de Santiago del Estero / CONICET nuevoindes@gmail.com
RECIBIDO 05 junio 2020 APROBADO 18 junio 2021
ARTÍCULOS
El “criollo” y sus otros. La formación de una matriz identitaria en el Chaco santiagueño RESUMEN: En las últimas décadas comenzó a discutirse el proceso de invención y recepción popular de la identidad social “criollo” en las ciencias sociales argentinas. Desde un enfoque metodológico etnográfico el objetivo del artículo es describir y comprender este proceso durante el siglo XX en la región Chaco santiagueña, ubicada en la provincia de Santiago del Estero. Los resultados del proceso de investigación indican que dicha identidad fue asignada y apropiada por los pobladores locales en el contexto de un vertiginoso cambio de orden social generado por el arribo del capital obrajero y migrantes inteligidos por la gente del lugar en términos de “gringos” y “turcos”. En otras palabras, el artículo argumenta que el contraste con “gringos” y “turcos” fue lo que permitió la adopción discursiva de una identidad como “criollo” proveniente del mundo literario de fines del siglo XIX y la formación de una matriz identitaria en el plano local. PALABRAS CLAVE: Criollo; matriz identitaria; alterización.
PUBLICADO 09 noviembre 2021
The “criollo” and his others. The formation of an identity matrix in the Chaco TRADUCCIÓN
Pablo Alberto Concha Merlo Universidad Nacional de Santiago del Estero / CONICET
santiagueño ABSTRACT: In the last decades, the process of invention and popular reception of the “Criollo” social identity began to be discussed in the Argentine social sciences. From an ethnographic methodological approach, the article aims to describe and understand this process during the 20th century in the Chaco santiagueño region, located in the province of Santiago del Estero, Argentine. The results of the investigation process indicate that “Criollo” identity was assigned and appropriated by the local inhabitants in the context of a vertiginous change of social order generated by the arrival of the working capital and migrants known by the local people in terms of “Gringos” and “Turcos”. In other words, the article argues that it was the contrast with “Gringos” and “Turcos” that allowed the discursive adoption of an identity like “criollo” from the literary world of the late nineteenth century and the formation of an identity matrix in the local life. KEYWORDS: Criollo; identity matrix; alterization.
CÓMO CITAR Concha, P. (2021). El “criollo” y sus otros. La formación de una matriz identitaria en el Chaco santiagueño. Culturales, 9, e534. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e534
Concha / El “criollo” y sus otros. La formación de una matriz identitaria en el Chaco santiagueño
Introducción La principal actividad de estos pueblos era la explotación forestal, por lo que empresarios madereros venidos de afuera instalan aserraderos y hornos de carbón. Los naturales del lugar, de la noche para la mañana se encuentran convertidos en peones de los turcos (siriolibaneses). Este copeño, sometido al patrón turco, es el prototipo zonal del criollo argentino que quedó sometido al extranjero que llegó con aires de autosuficiencia arrollando, atropellando y esclavizando al criollo surgido durante la colonización española (siempre con el apoyo irrestricto de los gobiernos) … al encontrarse este hombre con el extranjero triunfante, se automargina y se siente frustrado, y esto lo ha marcado con tal complejo de inferioridad (Mansilla, 2013, p. 8). En el curso de la última década, la categoría identitaria “criollo” comenzó a ser problematizada desde la historia y la antropología. Con ello se puso en discusión una identidad histórica fuertemente sedimentada, mediante la cual se representaba de modo unificado a múltiples y heterogéneos colectivos no blancos de origen rural. En antropología, la reemergencia (Rodríguez, 2017) de etnias que estaban consideradas como extintas en diferentes provincias argentinas avivó el interés por la composición histórica de sectores populares rurales en la larga duración (Islas, 2002) (Pizarro, 2006) (Rodríguez, 2008) (Escolar, 2007) (Rodríguez, 2017). Sin embargo, estos estudios etnográficos analizaron cómo actores subalternos de esas provincias declaradas “sin indios desde la colonia” fueron alternativamente blanqueados o marcados en sus diferencias “indias” mediante discursos que establecían discontinuidades o continuidades entre criollos” actuales y grupos étnicos precolombinos. En sintonía similar, producciones provenientes de la historiografía (Prieto, 2006) (Chamosa, 2012) (Adamovsky, 2012) aportaron desnaturalizando la idea –o ideología–, muy arraigada durante el siglo XX, de que la identidad “criolla” remitía en esencia a un sujeto verdaderamente argentino nacido del mestizaje colonial.1 Por el contrario, evidenciaron que se trataba de una invención discursiva contemporánea que proveyó de imaginarios ambiguos a distintos proyectos Según Adamovsky (2014), mientras que las perspectivas hegemónicas tendieron a ver en ese mestizaje procesos de blanqueamientos, correspondientes a un imaginario nacional blanco y europeo, otras representaciones alternativas hicieron notar la preeminencia de lo indígena.
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políticos durante el siglo anterior. Estas perspectivas historiográficas tuvieron la particularidad de que analizaron las dinámicas de producción, circulación y recepción de discursos “criollistas” desde fines del siglo XIX en Argentina y que introdujeron la cuestión de las marcas fenotípicas racializadas como variable interpretativa en un país que se percibía a sí mismo como no racista. Considero que situarme en diálogo con ambas perspectivas puede ser útil para explorar a través de qué proceso “criollo” llegó a convertirse en un poderoso modo de autoadscripción en una región específica de la provincia argentina de Santiago del Estero, donde todavía se mantiene una presencia importante entre sectores populares rurales. Apoyado en la articulación etnográfica (Rockwell, 2009) de memorias y un corpus archivístico, el artículo analiza cómo se formó y reconfiguró la identidad “criolla” en un espacio social marginal como el extremo norte del Chaco santiagueño2 (Bilbao, 1964) en las primeras cuatro décadas del siglo XX,3 una región que en tan sólo cuatro décadas pasó de ser frontera indígena a fines del siglo XIX a convertirse en un espacio signado por la deforestación masiva de especies arbóreas locales y la sobreexplotación de poblaciones nativas como asalariados exiguamente remunerados en la –mal– denominada “industria obrajera”. Tal y como se observa en la Figura 1, el extremo norte del Chaco santiagueño comprende a los actuales departamentos de Copo y Alberdi:
El Gran Chaco Argentino es actualmente la mayor extensión forestal y el mayor reservorio de biomasa del país. Dentro de esta gran región se ubica el Chaco Semiárido o Chaco Seco en donde se encuentran los departamentos de Copo y Alberdi. 3 La industria obrajera tuvo su ciclo de expansión en las primeras cuatro décadas del siglo XX, posteriormente fue contrayéndose de forma sistemática, dejando como saldo altas tasas de desempleo y generando migraciones.
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Figura 1. Mapa de la provincia de Santiago del Estero, Argentina.
En el artículo argumento que dicha etiqueta fue asignada por fuerzas estatales – como única forma posible de adscripción a la simbólica nacional– y apropiada por los subalternos de la zona en el contexto de un vertiginoso cambio de orden social, propiciado por la expansión capitalista, en el cual se generaron diferenciaciones respecto a una serie de otros que son partícipes necesarios en la configuración de una matriz o cartografía identitaria muy sedimentada en el sentido común local. Por una parte, el movimiento de alterización fue respecto a los “indios del Chaco”, con los cuales nuestros actores compartieron escenarios de lucha fronteriza, formas brutales de explotación capitalista y con quienes existió una frontera difusa tanto en prácticas culturales como en lo que respecta a marcas fenotípicas. Asimismo, los que fungieron de modo determinante en la afirmación “criolla” fueron aquellos migrantes ajenos a la región, codificados en el mundo local de la campaña en términos de “gringos” y “turcos”, quienes arribaron a la región en el marco del desarrollo del capital obrajero a comienzos del siglo XX en un contexto más amplio de recepción masiva de población migrante extranjera por parte de Argentina.
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Algunas discusiones conceptuales En las últimas décadas la categoría identitaria “criollo” comenzó a ser discutida en ciencias sociales desde disciplinas como la historia y la antropología. La producción historiográfica de Adamvosky (2012) retomó algunos lineamientos ya trazados por Prieto (2006) y Chamosa (2012) para sostener como tesis central que –si bien el criollismo fungió como poderoso discurso integrador frecuentemente solidario al proceso de blanqueamiento discursivo entre habitantes del país– también vehiculizó perspectivas alternativas respecto a la composición no blanca de sectores populares omnipresentes en la Argentina contemporánea. De este modo, contribuyó a minar sutilmente el relato hegemónico del “crisol de razas” que representaba a la “raza argentina” como resultado de una fusión histórica, cuyo corolario ulterior era una nación blanca y europea. Esta ambivalencia fue posible en tanto los múltiples discursos que evocaban al criollo aglutinaban confusamente narrativas hispanistas con otras que tematizaban el origen no blanco y no europeo de colectivos subalternos. Como sostiene Adamovsky (2014), a través de la escuela y medios masivos de comunicación, sectores populares de origen rural se encontraron a principios de siglo codificados mediante una etiqueta de connotaciones ambiguas. Y, posiblemente, la confusión se convirtió en una poderosa arma que permitía disimular orígenes para quienes podían mimetizarse con prescripciones sociales, políticas, culturales y estéticas atribuidas al ser “criollo”. Al reconocerse y ser cooptados por esta identidad, ingresaban al panteón nacional por una especie de “puerta de servicio” que los acogía de forma marginal en el interior de un orden simbólico dominante, dotándolos de una membresía liminal, inestable y hasta provisoria en tanto que efectivamente se los percibía inferiores racial y moralmente respecto a extranjeros de origen europeo. De idéntica manera, en el plano material, fueron incorporados, de manera compulsiva, en las últimas capas de la sociedad salarial –cuando eran retribuidos– luego de que muchos de ellos fueran despojados de sus tierras en los lugares de origen. En definitiva, ser reconocido como “criollo” significaba, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, tener un estatus mayor que el indio, pero considerablemente inferior que el resto de los segmentos sociales del país.
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Desde el punto de vista simbólico, la acogida del “criollo” fue creciendo en intensidad luego de que el movimiento folclórico (Chamosa, 2012) –desarrollado con la impronta de la generación del Centenario4– reivindicara su estatus como parte de un nacionalismo cultural conservador, convirtiéndolo en emblema y símbolo de autenticidad litúrgica. Este movimiento discursivo de amplio espectro, que en principio fue promovido y financiado por elites provinciales –en el marco de una disputa con las elites porteñas respecto a recursos estatales capaces de subvencionar distintos sectores de la economía nacional—, fue el puntapié para una inversión simbólica del estatus negativo que implicaba el mote “criollo”, lo que no significaba que en la práctica cotidiana mitigaran las formas racializadas de desprecio hacia los segmentos no blancos de la sociedad. En décadas posteriores también el peronismo abrevó de estas corrientes nacionalistas que idealizaban al “criollo” aunque tematizando de manera muy marginal las diferencias fenotípicas y acentuando las “espirituales”, dado que el movimiento aglutinaba sectores obreros de orígenes heterogéneos (Adamovsky, 2014). Según Adamovsky (2014), a mediados del siglo XX, el criollismo y la identidad “criolla” se habían instalado de forma definitiva entre sectores populares, dotándoles de repertorios tópicos a través de los cuales podían imaginarse como parte de un pasado idílico anterior al arribo de los extranjeros, el cual añoraban y restauraban mediante distintas prácticas folclóricas. Esta afiliación a un discurso tan idealizado quizás permitía mitigar el hecho de membresías fácticas de baja intensidad basadas en aspectos culturales y fenotípicos muy racializados, a partir de los cuales los segmentos “criollos” eran aproximados a quienes, por cierto, conformaban el afuera constitutivo en un imaginario nacional blanco, europeo y civilizado, a saber, el “indio salvaje” de la frontera. Actores a los cuales el Estado argentino convirtió en enemigos por antonomasia desde el último cuarto de siglo XIX, cuando se iniciaron los procesos de conquista de los “desiertos” interiores del Chaco y la Patagonia.
La generación del Centenario y después muchos folcloristas patrocinados por elites provincianas (Chamosa, 2012).
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De manera similar, los aportes de la historiografía de los sectores populares han señalado que la recepción de la categoría “criollo” se popularizó, a su vez, en el marco de oleadas migratorias de origen europeo en su mayoría y, en menor medida, del medio oriente, principalmente de Siria y Líbano (Aventura, trabajo y poder. Sirios y libaneses en Santiago del Estero, 1880-1980, de Alberto Tasso). En efecto, fue el vivo contraste fenotípico entre la población “nativa” y los “extranjeros”, en el marco de vertiginosas transformaciones del orden social y cultural, hacia fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX, lo que vehiculizó la adopción de esta nueva categoría identitaria entre poblaciones considerablemente heterogéneas en su composición histórica, la cual fue utilizada como un emblema protector respecto de la percepción racializada de los migrantes provenientes de otras latitudes, quienes muchas veces veían “indios” entre esos segmentos que pugnaban por no ser percibidos como tales. En la actualidad, el desarrollo de estas perspectivas críticas permite la relectura de las relaciones sociales tomando como variable de análisis la “raza” o más puntualmente los procesos de racialización a partir de coyunturas históricas particulares, evitando, de este modo, la adopción de lógicas históricas a priori. Como sostiene Hall (1980), entender este fenómeno consiste en comprender cuáles son las condiciones históricas a partir de las que las diferencias perceptuales entre grupos con diferentes características se tornan significantes socialmente activos en la construcción de desigualdades y qué intensidades adquieren en una determinada formación social. A continuación, analizó cómo se formó una matriz identitaria estereotipada y particularmente racializada en el marco de transformaciones históricas que propiciaron procesos de diferenciación y estratificación en el Chaco santiagueño.
Enfoque metodológico A pesar de que los aportes antes mencionados son útiles como marcos conceptuales e históricos, considero necesario advertir que tanto la circulación como la recepción popular de los discursos criollos en distintos espacios sociales y contextos no pueden ser generalizadas o extrapoladas desde una mirada sin perspectiva geopolítica (Martinez,
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2019). Como documentan distintas etnografías producidas in situ en las últimas décadas en Argentina (Villagrán, 2012) (Gordillo, 2010) (Escolar, 2007) (Gordillo, 2018), la acogida de significantes identitarios populares deben ser localizadas e indexadas a procesos multiescalares (Martinez, 2019). Esto implica relacionar experiencias históricas situadas con escalas de órdenes subprovinciales, provinciales, nacionales y globales, integrando, de este modo, dinámicas locales a órdenes hegemónicos que las afectan. En definitiva, el desafío metodológico en este texto consiste en mostrar cómo un orden hegemónico de escala nacional puede encontrarse distribuido y configurado en espacio social-particular y localizado. Situado desde una perspectiva metodológica histórica y etnográfica (Rockwell, 2009) el escrito fue adquiriendo cuerpo en una reciprocidad entre trabajo de campo y formación de un corpus archivístico (Troulliot, 2017). Esto fue planteando la necesidad de una dialéctica interpretativa entre relatos relevados durante mi trabajo de campo –en el Chaco santiagueño entre 2014 y 2019, mediante técnicas de observación participante y entrevistas en profundidad– y un corpus compuesto por una serie de textos heterogéneos en los cuales estas diferencias identitarias eran evocadas. El archivo consta de una serie de escritos diversos cuyo patrón común es que refieren a la realidad del Chaco santiagueño y que fueron producidos por actores que formaron parte de ese espacio social en distintos momentos de su historia. Del mismo modo, esta reciprocidad entre campo y archivo es interpretada en función de un diálogo con producciones historiográficas que atienden a las transformaciones estructurales entre fines del XIX y comienzos del nuevo milenio.
Formación del extremo norte del Chaco santiagueño: dislocación migratoria, régimen obrajero y la invención estatal del “criollo” El Bracho estaba formado por casas de palo a pique y barro […] no había casas de comercio, ni gringos, como ahora […]. El Fuerte se levantaba como a unos cien metros del cuartel y a otros cien de la capilla […]. El lugar de los fusilamientos quedaba como a unos trecientos metros de la capilla y la tierra estaba siempre con sangre fresca (El Liberal, 1910, p. 19).
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Hasta entrado los primeros años del siglo XX, el Chaco santiagueño resultaba un sitio completamente desconocido para las elites estatales, una verdadera muralla de bosques representada cartográficamente como terrae incognitae en los mapas de la época. Sin embargo, desde las primeras décadas del siglo XX se produjeron una serie de reconfiguraciones vertiginosas que cambiaron de manera drástica los modos de sociabilidad en este confín fronterizo. Tres acontecimientos históricos confluyeron de manera determinante en este nuevo ordenamiento territorial a partir del cual esta región antes considerada un “desierto” devino en uno de los centros productivos más importantes de la provincia. El primero de ellos ocurrió entre 1884 y 1904 (Tasso, 2007) y consistió en la anexión territorial a Santiago del Estero de lo que luego se conoció como Chaco santiagueño: casi un tercio del actual territorio provincial hacia el este del río Salado, un espacio que pertenecía hasta entonces al Territorio Nacional del Chaco en lo jurisdiccional, y se encontraba bajo control indígena hasta fines del siglo XIX. En efecto, la región en cuestión fungió como espacio social fronterizo hasta que las políticas militares, desplegadas por el naciente Estado argentino entre 1870 y 1885, consiguieron sofocar conflictos interétnicos al desplazar el límite fronterizo desde el río Salado al Bermejo (Spota, 2010). Y gran parte del nuevo territorio conquistado fue repartido como botín de guerra entre las provincias de Salta, Santiago y Santa Fe. De manera simultánea a la anexión territorial, el segundo evento consistió en la migración de una masa heterogénea de actores fronterizos asentados históricamente en las proximidades del río Salado, los cuales se movilizaron hacia el interior de esta geografía recién expropiada a los grupos étnicos chaqueños (Bilbao, 1964). Por último, el tercer suceso determinante fue la expansión conjunta de establecimientos forestales y vías ferroviarias, lo cual permitió la incorporación de estos hinterland a la lógica de producción capitalista (Tasso, 2007). En el apartado comenzaremos por este último acontecimiento y después retornaremos al segundo. Como afirma Tasso (2007), el arribo del capital obrajero fue un momento de inflexión que dio lugar a la conformación de un nuevo centro de gravedad geográfico, económico-
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productivo y cultural.5 Los complejos agroforestales u obrajes consistían en emplazamientos ubicados en la profundidad del bosque chaqueño, del cual se extraían principalmente madera de quebracho colorado para la obtención de distintos productos como durmientes, rollizos, postes, leña y carbón.6 Durante el proceso de desarrollo obrajero, las flamantes estaciones de ferrocarril fueron convirtiéndose en centros de referencia para el intercambio y la sociabilidad. En torno a ellas se desarrollaron pueblos nodales cada vez más numerosos en términos de densidad demográfica, aglutinando tras de sí flujos materiales y humanos de trabajadores que esperaban ser conchabados, capataces, contratistas, comerciantes extranjeros, autoridades obrajeras y ferroviarias, agentes estatales, etc. El extremo norte del Chaco santiagueño (Bilbao, 1964), conformado por los actuales departamentos de Alberdi y Copo, fue la última región de la provincia en ser “colonizada” y explotada por este régimen productivo, entre los años 1910 y 1935, aproximadamente. Los dos principales poblados de esta nueva subregión chacosantiagueña fueron Campo Gallo y Monte Quemado, pequeños centros que se convirtieron en las respectivas cabeceras departamentales de Alberdi y Copo. Tanto la extracción, la producción, como el traslado de productos eran realizados por “paisanos” subalternos que hasta algunas décadas atrás oscilaban entre múltiples estrategias de subsistencia y oficios, desde caza/recolección, cría ganadera en pequeña escala, agricultura de bañado o secano, a conchabo en estancias locales y migraciones estacionales a otras regiones (Palomeque, 1993). Muchos de ellos también fueron forzados a ser milicianos en fuertes y fortines fronterizos a fin de evitar el avance de los grupos étnicos chaqueños (Rossi, 2004). Sin embargo, en este nuevo sistema social se veían reconvertidos en hacheros, carreros, rodeadores, recibidores y cargadores; trabajadores generalmente conchabados en cuadrillas o grupos, a los cuales la administración obrajera Como señala Bilbao (1964), obraje y medio de transporte están siempre unidos debido a las características del producto. 6 La vegetación consiste en bosques caducifolios y su composición se encuentra acompañada principalmente por quebrachos (aspidosperma quebracho-blanco y Schinopsisis lorentzei), algarrobos (Prosopis nigra y Prosopis alba) y el mistol (Ziziphus mistol). 5
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remuneraba a destajo –por unidad producida y no por tiempo de trabajo–, mediante el uso de “vales” en lugar de dinero real, conminándolos a adquirir bienes de consumo en la proveeduría del mismo obraje (Dargoltz, 1991) (Tasso, 2007), (Martinez, 2008). El segundo acontecimiento a considerar en este apartado –ocurrido de modo solapado y relacionado al advenimiento de los obrajes—, fue que este espacio de bosque impenetrable, incorporado a la provincia entre 1884 y 1904 (Tasso, 2007), se pobló de numerosos contingentes de migrantes internos, los cuales, hasta entonces, habían habitado dispersos poblados ubicados en espacios casi siempre cercanos a los cauces de los ríos Salado, Ureña y Horcones, en los antiguos departamentos Copo 1° y Copo 2°.7 Este fenómeno migratorio, presente en el extremo norte chacosantiagueño desde 1910 en adelante, en realidad había comenzado a desarrollarse algunas décadas atrás a lo largo de los extremo sur y medio del Chaco santiagueño. Con dicho desplazamiento, los patrones dominantes de ocupación territorial forjados durante el periodo prehispánico y la frontera colonial se desgarraron por completo (Bilbao, 1964) (Concha Merlo, 2019). Dejando atrás una vida que giraba en torno a los cauces fluviales fueron incursionando en el interior del Chaco austral semiárido para poblar un espacio con nulos cauces fluviales superficiales. Algunos organizaron riesgosas expediciones que tenían como objetivo fundar parajes dispersos en lugares con mejores condiciones ecológicas para las múltiples actividades desarrolladas. Otros lo hicieron para “conchabarse” en los obrajes madereros que comenzaban a propagarse a partir de la construcción del ferrocarril. ¿Cómo podemos trazar el semblante sociológico de quienes fueron vehiculizados desde el Salado a las profundidades del impenetrable chaqueño? En una carta escrita por Antonino Taboada8 a su hermano, el ex jefe militar de la frontera, le aseguraba que había sido injustamente acusado por los levantamientos de montoneras en Los Copos. La razón aducida era que, tanto en esta región, como en muchos otros lugares de la campaña, los alzamientos no habían sido conducidos por sus aliados, “la gente importante de la En esta región fronteriza se encontraban a fines del siglo XVIII la reducción de la etnia Vilela a cargo de la orden jesuita, al principio, y luego de la expulsión quedó en manos de los franciscanos. 8 La familia Taboada mantuvo hegemonía en la provincia hacia la segunda mitad del siglo XIX. Manuel Taboada fue gobernador en distintas ocasiones, y Antonino Taboada se encargó de la organización militar de la provincia. Dirigió la frontera del Salado y estuvo a cargo de distintos fuertes y fortines.
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campaña”, sino por un “paisanaje desesperado”, una “chusma descamisada de baja ralea” disgustada ante las persecuciones y violencias que se cometían contra ellos y sus familias (Carrizo, 2014). A partir de los datos disponibles en las cédulas censales de 1869 y 1895, podemos interpretar esta brecha entre “paisanaje” y “gente importante de la campaña” de la siguiente manera. Por un lado, los actores de mayor estatus en la zona del Salado eran aquellos que poseían ganado bovino en grandes cantidades como fuente de riqueza, dado que la propiedad nunca tuvo en este espacio fronterizo límites fijos ni un peso determinante; el monte fue un lugar de uso mancomún para distintas actividades. Dentro de cada población, quienes poseían mayor stock de “hacienda” eran denominados “principales” (Bilbao, 1964).9 En Argentina, el modelo agroexportador supuso el desarrollo productivo de una región particular del país como fue la pampeana, que se insertó en el mercado mundial como una de las principales exportadoras de materia prima, principalmente de carnes y granos desde fines del siglo XIX (Barsky & Gelman, 2009). La pampa húmeda se consolidó como la primera exportadora de carnes congeladas a nivel mundial al convertirse en el proveedor por antonomasia de los mercados europeos, en 1914 pasó a exportar 23 286 a 436 859 toneladas anuales. Según el Censo Ganadero de 1914, Argentina poseía en total 25 866 763 bovinos, de los cuales el 80% se encontraba concentrado en esta región: Buenos Aires (9 090 536), Santa Fe (3 179 260), Corrientes (3 543 395), Entre Ríos (2 334 372), Córdoba (2 540 313). Mientras que otras regiones donde la ganadería había tenido un peso importante durante el siglo XIX, quedaron relegadas del sistema y comenzaron a perder peso relativo, sin desaparecer. Un caso puntual del relegamiento lo fue la provincia de Santiago del Estero, cuya producción vacuna se siguió realizando de manera tradicional, sin mejoras tecnológicas, a campo abierto, y su comercialización se circunscribió a pequeñas redes de intercambio de alcance regional. Si la provincia de Santiago del Estero tenía en total 757 352 cabezas en 1914, esta región fronteriza disponía 65 034 cabezas, con lo que alcanzaba casi un 9% del stock La conformación del agro moderno en Argentina sucedió entre 1880 y 1914, con el desarrollo del modelo agroexportador a partir del cual las exportaciones argentinas pasaron a representar el 32% del total de América del Sur.
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provincial total. Esos “principales” comercializaban su ganado en provincias vecinas y a Bolivia, a partir de redes de intercambio que se habían tejido durante el siglo XIX (Palomeque, 1993). Gil Rojas, descendiente de una familia pudiente –luego devino maestro de escuela– de Los Copos, señalaba en El Ckaparilo (Gil Rojas, El Ckaparilo, 1954) que quienes dependían de “principales” le debían “sumisión de esclavos” (Bilbao, 1964), dando cuenta en su primer libro de un orden estructurado en torno a relaciones de deferencia y obligaciones entre subalternos y patrones. Con mayor o menor intensidad, dependiendo de la cantidad de vacunos que cada “principal” poseía, se configuraban en torno suyo redes compuestas por hijos, criados, entenados, agregados y peones que contribuían con su trabajo y eran retribuidos según obligaciones específicas para cada caso, estos últimos fueron remunerados con dinero de manera parcial (Bilbao, 1964). Por otro lado, en la sociedad copeña de fines del siglo XIX y comienzos del XX, a los subalternos dependientes de estas estancias, se sumaba el “paisanaje” de “baja ralea” cuyas estrategias de subsistencia y oficios fueron descriptos anteriormente. En el libro Escuela y Patriotismo (1938), Medardo Moreno Saravia10, un inspector de escuela de origen copeño, se describía a sí mismo como “shalako” 11 o “saladino”. Estas categorías con una fuerte carga negativa hacían referencia a una forma vida que oscilaba entre la agricultura de bañado en los márgenes del río Salado –sitio “lejano y agreste”– y la caza como medio de subsistencia (Moreno Saravia, 1938, p. 194). En calidad de inspector, Moreno Saravia advertía a las autoridades en discursos y notas periodísticas sobre las dificultades de civilizar a una población que se movilizaba estacionalmente de los parajes
Por circunstancias que nos son desconocidas, Moreno Saravia es trasladado en su niñez al convento Santo Domingo en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Luego de haber aprendido a leer y escribir en esta institución religiosa, ingresa a la Escuela Normal Juan Bautista Alberdi (recientemente fundada). Una vez terminada la escuela primaria se dirige a la Escuela Normal de Paraná en donde se formó como maestro normal. El libro Escuela y Patriotismo compila una serie de discursos escolares y notas periodísticas publicadas durante su gestión como inspector escolar en Los Copos entre 1901 y 1910. 11 Mientras la categoría “paisano Saladino” aparece en las memorias descriptivas de Alejandro Gancedo de 1885, la categoría “shalako” o “chalaco”, generalmente traducida del quichua como “del río Salado”, la encuentro por primera vez en el periódico El Chaqueño (1921) en femenino como “chalaca”, en una nota periodística de 1914. La categoría da cuenta de cierta diferencia de estos paisanos oriundos del río Salado respecto al resto de los paisanos de la provincia en cuanto civilidad.
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(donde estaban asentadas las escuelas) hacia los bañados (en los que se desarrollaban actividades centrales como la labranza y la cosecha). También alertaba cómo este tipo de circunstancias generaban el peligro de que “triunfase un autoctonismo atávico-indígena” (Moreno Saravia, 1938, p. 187). Del mismo modo, a través de distintos discursos proferidos en las flamantes escuelas de Los Copos (1° y 2°), se conminaba a la comunidad copeña para que alejara de sus vidas conductas salvajes ilustradas por lo general en relación con la imagen negativa del indio salvaje. Por ejemplo, durante la inauguración de una escuela en Copo 1º se dirigía del siguiente modo a los vecinos que habían asistido al acto: La religión no basta, también es indispensable como instrumento un cerebro culto, sobre todo en los pueblos nuevos de origen latino o de injerto en tronco indígena […] ¡Ay de los ignaro que no aprovechen de la cultura! Como indios refractarios, serán al fin repelidos, hasta que mueran de ignominia, consumidos hasta por la misma materia que animaron; la envoltura se habrá tragado al alma, la vasija habrá absorbido el líquido (Moreno Saravia, 1937, p. 36).
Nótese que la dificultad para el desarrollo de un cerebro culto entre los pueblos nuevos como el argentino, podían basarse en su origen latino –implícitamente contrastado al anglosajón en esta visión sarmientina– o el hecho de que se injertase la cultura civilizada en cuerpos indígenas. “indios refractarios” eran quienes se dejaban consumir por los impulsos de un cuerpo peligrosamente disolvente de la civilización. De ahí que Moreno Saravia viera posible el triunfo de cierto autoctonismo atávico indígena sobre una población que durante el siglo XIX fue marcada como “india” por distintos viajeros que recorrieron la región. A pesar de evidenciar un sentimiento de alteridad (Escolar, 2007), Moreno mismo se sentía un claro ejemplo de que esa pulsión disolvente podía ser vencida por medio de la instrucción escolar. Por dicho motivo, alentaba a la comunidad copeña marcándoles que “un criollo por mucha kishka (“espina” en quechua) indígena que hubiese heredado, puede convertirse en el más culto, poderoso, y sabio, y benéfico de los hombres” (Moreno Saravia, 1938, p. 187).
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De este modo, “criollo”, una categoría identitaria que no formaba parte de la cartografía social del lugar, aparecía en escena vehiculizada por rituales de estado como los actos escolares, susceptibles de construir subjetividades, afectos e identidades12 ligados a la pertenencia a una nación (Blázquez, 2012). Para estos sujetos fronterizos, ser reconocidos como “criollos” simultáneamente posibilitaba construir vínculos simbólicos con la nación y desmarcarse de ese exterior constitutivo habitado por otros con los cuales podían ser confundidos con facilidad a simple vista por el hecho de que hablaban la quichua, cazaban, pescaban y recolectaban, practicaban agricultura de bañado y, además, mantenían características tegumentarias percibidas como indígenas. Esta ortificación de lo indio, sin embargo, no sólo remite a imaginarios hegemónicos provistos por la escuela. En efecto, detrás de este proceso de alterización respecto al indio chaqueño se encuentran dos experiencias históricas a tener en cuenta. Las más remotas en cuanto a las memorias actuales, es que en muchos casos los antepasados de nuestros actores fueron reclutados como milicianos de los fuertes fronterizos durante las levas 13 (Rossi, 2004). Menos lejanas en el tiempo, son las migraciones estacionales a los algodonales chaqueños donde la diferenciación entre “criollos” e “indios” era reforzada en la práctica a través de la asignación de jerarquías que impactaban en el modo en que ambos eran retribuidos en sus salarios (Gordillo, 2010). Como veremos enseguida, la adopción de la identidad criolla se intensificó en las décadas subsiguientes como categoría que servía para contrastar entre “nativos” y “extranjeros” que arribaron al Chaco santiagueño entre fines del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. Los “gringos” entran al Chaco santiagueño “Recuerdo como un sueño, que, entre los trabajadores, había un gringo, el primero que pisó aquellas zonas” (Gil Rojas, 1962, p. 129).
Reemplazaba a la categoría “paisanos”, que se entendía como habitantes “naturales del país”. Desde la colonia las defensas fronterizas fueron formadas con “indios” reducidos cuyas etiquetas étnicas fueron desapareciendo. Primero disueltas en la categoría jurídica indio, luego en “paisanos” cuando “indio” perdió su estatus jurídico (Farberman, 2019).
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A partir de 1904 en adelante, los actuales departamentos de Alberdi y Copo conformaron una gran jurisdicción departamental conocida en ese entonces como departamento Copo. Copo, a pesar de tener una superficie aproximada de 26 000 km² en 1914 (Dirección General de Estadística , 1917), mantenía una reducida población de 5 200 habitantes, con una exigua densidad poblacional de 0.2 habitantes por km². Constituía una zona en su mayoría inexplorada, donde primaban actividades económicas descriptas en el apartado anterior. Ahora bien, en 1921 se sancionó la Ley provincial N° 782 que establecía la división del departamento Copo en dos departamentos de magnitudes espaciales similares: los actuales departamento Alberdi y departamento Copo. Los asentamientos que dieron forma a la cabecera departamental de Alberdi, el poblado de Campo Gallo, responden al arribo del ferrocarril y el advenimiento de establecimientos obrajeros. Dos procesos desplegados de manera conjunta a partir de la compra masiva de estas tierras realizada por la compañía Quebrachales Tintina Sociedad Anónima, perteneciente a Juilius Hasse, de origen belga (Dargoltz, 1991). Como sostiene Dargoltz (1991), la empresa de Hasse fue sin lugar a dudas uno de los mayores latifundios extractivos que existió en la historia de la provincia. Constaba de múltiples establecimientos dispersos en la actual superficie del departamento Moreno y parte del departamento Alberdi, que para el año 1921 totalizaban 360 000 hectáreas aun cuando en esa fecha la empresa había enajenado parte de las tierras obtenidas en 1893 (González Trilla, 1921, p. 495). Posteriormente, las tierras ubicadas en Alberdi fueron adquiridas por la firma Cabezas y Cía. que, según memorias recogidas en el pueblo, pertenecían a Marino Cabezas, a quien mis interlocutores recordaban como un “gringo español”. Hacia fines de la década de los treinta, Cabezas y Cía. concentraba un gran poderío económico y político a pesar de no ser la única empresa extractiva de Alberdi. Según pobladores locales, uno de los encargados de la compañía se convirtió en 1938 en el primer comisionado municipal de Campo Gallo por designación del gobierno provincial. Respecto a la organización política, diversos autores señalaron la existencia de un sistema de patronazgo (Tasso, 1988) o de redes clientelares (Martinez, 2008) en Santiago del Estero durante la primera mitad del siglo XX, en una etapa de Argentina en la cual los derechos al
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sufragio no regían en la práctica de modo universal. En este marco, los obrajes madereros mantenían un peso decisivo en las elecciones debido a que, al menos hasta la década de los cuarenta, el voto de los obreros forestales se encontraba plenamente subordinado a los intereses de propietarios de obrajes, a pesar de que estos establecimientos albergaban alrededor de 130 000 obreros en una provincia con aproximadamente 500 000 habitantes. En este sentido, como señala Martínez (2008), el campo político y burocrático se encontraba en una relación de dependencia respecto a la burguesía de la industria forestal. Durante el trabajo de campo muchas personas aludieron al obraje Santa Felisa de la firma Cabezas como formando parte de una época dorada de la extracción maderera desarrollada entre 1925 y 1955, mientras que otras no dejaron de hacer notar experiencias de arbitrariedad, refiriendo, entre otras cosas, formas de explotación laboral extremas y castigos corporales de capataces y policías que respondían al poder de empresarios obrajeros. Desde el punto de vista social y cultural, el desarrollo de los obrajes transformó profundamente el mundo local. Las empresas obrajeras arrastraron consigo patrones, capataces y administrativos, comerciantes e incluso operarios ferroviarios, a éstos se sumaron representantes de agencias estatales como maestros, inspectores de escuelas, policías, etc. Entre el Tercer Censo Nacional realizado en 1914 (Dirección General de Estadística , 1917) y el Cuarto Censo Nacional de 1947 (Dirección Nacional de Investigaciones, Estadística y Censos, 1947) se pasó de 1 598 a 14 200 habitantes, que evidencian un crecimiento intercensal del 48%. Además, de la población censada en 1947, 1 710 (12%) eran personas nacidas fuera de la provincia, de las cuales 95 eran de origen europeo y 43 de éstas nacidas en el continente asiático. Muchos de estos actores, que pasaron a ocupar lugares de prestigio en los nacientes poblados como Campo Gallo, traían consigo formas de sociabilidad urbanas y características fenotípicas que contrastaban notablemente con los habitantes del lugar. A pesar de las diferencias de origen de cada uno de estos actores recién llegados, en la perspectiva local fueron codificados bajo el significante “gringo”. Gil Rojas señalaba en la década de los sesenta la distinción entre los “gringus” y los “cara i gringu” (Gil Rojas, 1962, p. 46) que establecía una diferencia entre los que en efecto eran extranjeros y quienes
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actuaban como si lo fueran para dotarse de mayor estatus. En este sentido, la categoría era mucho más amplia que en otros espacios de la región como el Chaco santafesino, donde “gringo” implicaba un origen friulano además de diacríticos fenotípicos y clasistas.
Figura 2. Arribo de la primera maestra a Campo Gallo (1919).
La fotografía de 1919 captura el arribo de la primera maestra a Campo Gallo, Sofía Franzzini Bravo, nacida en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires. Fue llevada por un “sabio del pueblo”14, Riso Patrón, quien desde algunos años atrás trabajaba en la reconstrucción de la historia de la cabecera departamental a través de la recolección de archivos y por medio de entrevistas a personas mayores. La primera impresión de la fotografía es el llamativo contraste de colectivos. A la izquierda y detrás de la maestra se concentran los “paisanos”, caracterizados por rasgos fenotípicos no blancos, los cuales se encuentran vestidos con sombreros artesanales, chiripas y descalzos. Del lado derecho se observan operarios del ferrocarril junto a una pareja de personas destacadas de Campo Gallo.
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De este modo se referían los vecinos de Campo Gallo a don Lucio Riso Patrón.
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De modo inverso, algunos de estos “gringos” afincados en la región a comienzos de siglo veían “indios quechuas” en la mayoría de los pobladores provenientes del Salado, como lo hacía notar González Trilla, un intelectual de origen español asentado en Añatuya, que se desempeñaba como editor del periódico El Chaqueño15 (González Trilla, 1921). Lochel (El Liberal, 1910, p. 16) de procedencia francesa, marcaban diferencias entre el paisano quichuista y los indios de toldería, todavía en estado salvaje. Entre los oriundos de la capital santiagueña la cuestión estaba dividida, Ricardo Rojas (1907) establecía diferencias entre indios chaqueños –tobas, mocovíes, abipones– y el paisano santiagueño, lo cual restituye un antagonismo discursivo formado a fines del siglo XIX cuyo caso se ha trabajado en otros artículos (Concha Merlo, 2019). Con la narrativa culturalista de Rojas se construía un imaginario mestizo que acabaría siendo hegemónico durante el siglo XX (Farberman, 2010), en el cual se representaba a los “paisanos” o “criollos” como emergente sui generis de la cruza colonial entre conquistadores y remanentes de la civilización inca; aborigen, es cierto, pero muy avanzada respecto al estado salvaje de los pueblos barbaros de origen chaqueño que habían devenido enemigos políticos del Estado argentino. Con esta visión, los rasgos fenotípicos, el predominio de la lengua quichua en la región y la vida montaraz de la región eran salvados de ser puestos en pie de igualdad con los grupos étnicos que Gancedo (1885) había considerado “animales bimanos”. En cambio, eran reconocidos como santiagueños a pesar de destacar en ellos una serie de debilidades morales intrínsecas a éstas como la “indolencia” o la pereza. Otros contemporáneos, cómo Gallo Schaefer (Gallo Schaefer, 1911), eran bastante más crudos en sus descripciones tanto de las poblaciones del lugar como de su destino en la comunidad santiagueña. En referencia con unos obrajes próximos al actual Campo Gallo, aseguraba: Es muy curiosa la vida de los obrajeros en el monte. Viven en pequeñas chozas, fabricadas con sunchos y latas de keresene, en notable promiscuidad. La mayoría es gente indígena. Ama las pendencias y el alcohol. Los hombres, usan revolver y cuchillo. Y suelen ser frecuentes los hechos de sangre. Estos aborígenes constituyen la base de la mano de obra en
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las explotaciones forestales. Hablan la quichua, su lengua nativa […] Si las necesidades de esta raza fueran mayores o más difíciles de practicar, habría ya desaparecido […] pero escapan de esa suerte tanto porque su comida la constituye el maíz […] y cuando escasea el maíz, los montes brindan diferentes frutos y miel silvestre; huevos de aves del campo; y la tierra, por doquier, animales diversos. Esta raza, en humilde concepto del autor, pertenecerá a la historia […] asfixiada por la aglomeración de otras razas superiores que se arrebataran su dominio, cumpliéndose las leyes darwinianas de la lucha por la existencia y de la selección natural […] Sin embargo es obra del buen gobierno conservar y proteger esa raza que ya muere. Solo ella está hecha para las grandes fatigas en nuestro suelo (Gallo Schaefer, 1911, p. 32)
Desde la perspectiva de Carlos Gallo Schaefer (1911), “criollo” era un mote que cabía en quienes tenían una comprobada raigambre hispánica, mientras que los hacheros de los obrajes eran simplemente una raza “aborigen” inferior a la nueva población europea que arribaba al país en el contexto, cuya extinción no lograba consumarse todavía por el simple hecho de que podían subsistir con escasos recursos mediante la pequeña agricultura y la caza/recolección. Con todo, estos “aborígenes” en franca decadencia resultaban piezas irremplazables en la mecánica obrajera de comienzos de siglo, dado que constituían una fuerza de trabajo resistente al clima y el ambiente, capaces de tolerar formas voraces de explotación en contextos poco favorables, y por una retribución menor al común de los trabajadores, dado que el acceso a los recursos del monte posibilitaba adquirir los bienes de uso necesarios para complementar la reproducción doméstica. Si resulta importante la visión de un intelectual santiagueño como Gallo Schaefer (1911) es porque la explicitación de su percepción evolucionista y racializada diverge de forma notoria respecto al sistema de clasificación movilizado por trabajos intelectuales consagrados como El país de la selva (Rojas, 1907). Si Rojas devuelve una imagen idealizada de los campesinos de la frontera al describirlos como producto de una síntesis sui generis entre altas civilizaciones como la española y la incaica (Farberman, 2010), Gallo Schaefer expresaba una mirada más cruda y llamativamente concordante con el régimen de trabajo
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forzado en el contexto de la expansión del capital obrajero en estos espacios fronterizos recién colonizados del Chaco austral. El escalafón construido por los regímenes identitarios hegemónicos consolidados entre fines del siglo XIX y comienzos del XX (Briones, 1998) que diseminaron el imaginario de un sujeto nacional “bajado de los barcos”, contribuyó a que lo blanco/europeo deviniera un significante deseable mientras lo no blanco/no europeo se tornara signo de abyección, un espectro que generaba suficiente rechazo como para soñar su extinción en manos de las nuevas olas migrantes que arribaban al país durante la primera década del siglo XX. Como en muchos otros lugares del país, esta dinámica discursiva dotó de un marco general a partir del cual las personas codificadas como “gringos” –o al menos “cari i gringo”–, en su mayoría proveniente del mundo urbano, fueran posicionados simbólicamente por encima de la población lugareña. Ahora bien, la jerarquía no se estructuraba sólo en torno al capital simbólico otorgado por lo fenotípico. De hecho, la mayoría de estos forasteros arrastrados por la actividad obrajera ocupaban por lo regular posiciones de mayor jerarquía en estos espacios emergentes del capital, mientras a locales de origen subalterno les cabía ser trabajadores llanos del obraje. Los “turcos” se vuelven patrones Al turco los lugareños no le decían así, sino que con respeto lo llamaban “Patrón”; pues era el único comerciante grande del pueblo, quien les proveía de mercadería y todo cuanto necesitara la gente, en canje por sus productos regionales. Y su próspero negocio monopólico se hacía completando un circuito que iba desde la ciudad al monte (Mansilla, 2012, p. 143).
Así como el departamento Alberdi alcanzó un crecimiento intercensal del 48% en cuanto a su población, el departamento Copo lo secundaba en el podio provincial con un 35% (Dirección Nacional de Investigaciones, Estadística y Censos, 1947). En efecto, pasó de 3 692 a 13 619 habitantes entre los censos poblacionales de 1914 y 1947; se trata de 1 700 personas nacidas fuera de la provincia, de las cuales 102 eran europeas y 20 asiáticas. Monte Quemado se convirtió en la cabecera departamental en 1931 y desplazó a otras
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jurisdicciones históricas de la región en virtud de que se convirtió en la principal estación de ferrocarril de la línea chaqueña Metan-Barranqueras que unía las provincias de Salta y Santiago del Estero con el Territorio Nacional del Chaco. No obstante, el proceso de colonización del departamento Copo adquirió fuerza a mediados de la década de los treinta. En efecto, la década de los treinta estuvo signada por una transformación importante en la forma de explotación de los bosques a nivel provincial y de los actores capitalistas que invirtieron en la industria forestal. Al respecto Mansilla (2013) señalaba que: Los inmigrantes extranjeros que poblaron esta zona fueron mayormente los llamados turcos (sirios y libaneses) como, por ejemplo, los Auíl, Salomón, Auad, Hazam y Julian, entre otros. O los turcos (árabes) como los Aguel, Rufaíl o Ade. Los turcos, mayormente, se dedicaron a la explotación forestal […] A Monte Quemado vinieron muy pocos Gringos (p. 36)
Partiendo de la afirmación del historiador copeño, es necesario preguntarnos por qué razón la migración sirio-libanesa o árabe tuvo mayor relevancia en la historia del departamento Copo cuando las estadísticas hablan claramente de un predominio europeo entre los migrantes, y cómo se relaciona esta afirmación con las transformaciones en la economía obrajera. La década de los treinta fue un punto de inflexión en la historia del régimen obrajero. Desde mediados de los treinta en adelante, cada vez con mayor celeridad, empezaron a aparecer nuevas formas de explotación con establecimientos medianos y pequeños tanto en el departamento Alberdi como en el del Copo (Martinez, 2008), una nueva modalidad de los obrajes fue posibilitada por reorganizaciones en las políticas estatales de acceso a la tierra. Y es que en esta nueva etapa, signada por la crisis global de 1929, se produce un cambio importante en el modo de adquisición de las explotaciones: si anteriormente predominaba un modo de adquisición basado en la compra de títulos a bajos costos, después de los treinta predominó el sistema de arriendo de tierras (Martinez, 2008). Esta transformación fue parte de una política orientada a incentivar el crecimiento de una actividad estancada y decreciente que constituía el principal renglón de ingreso de la provincia. En su mayoría, los inversionistas eran empresarios afincados en la provincia que
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habían logrado acumular suficiente capital en otras actividades como el comercio o la agricultura. Algunos de ellos, comerciantes de origen sirio o libanés a quienes apodaron con el mote de “turcos”16. Tasso (1988) señaló que la mayoría de los sirios y libaneses, “turcos” para “criollos” y “gringos”, arribaron a la zona en calidad de vendedores ambulantes desde los primeros años del siglo XX. Distintos documentos y memorias referidas a las primeras décadas del siglo XX evidencian que el comercio en esta región posfronteriza no era un asunto fácil, de hecho, muestran cierta asiduidad en “hechos de sangre” que tenían como víctimas a “turcos” comerciantes. A veces con bandidos que atravesaban el Chaco huyendo de las autoridades, otras con familias locales poco dispuestas a pagar por los productos adquiridos, lo cierto es que fueron objeto recurrente de robos, asesinatos, malos tratos (Moreno Saravia, 1938). Gil Rojas, quien narra cómo un familiar suyo asesinó a un “turco” en un altercado del estilo, se lamentaba en la década de los cincuenta por la permanencia de estos “hábiles y calculadores” que entraban “como amigos” “donde veían vaquitas” y se presentaban a cobrar con “winchester en mano” (Gil Rojas, 1954, p. 104): En aquellas lejanas épocas y lugares empezaron a penetrar los turcos mercachifles, primero con sus carguitas en burro, luego en jardineras, para seguir después en camiones como sucede en la actualidad, es decir, a medida que el criollo autóctono abría sendas para conducirse de un poblado a otro, a las lejanas estaciones del F.C., o penetrar el desierto, conquistarlo, avasallar su bravura, iba el turco entrando con su media lengua, pero con habilidad para embaucar a este criollo que hasta entonces permaneció sano de cuerpo y alma, respetuoso, unido y ordenado en medio de su crasa ignorancia (Gil Rojas, 1954, p. 103).
Respecto a este fragmento es necesario señalar dos elementos. El primero, relacionado a la autopercepción estereotipada de Gil Rojas como un “criollo autóctono” dedicado al trabajo en contraste al “turco” consagrado a acrecentar sus arcas en función del engaño comercial. Esta autoafirmación identitaria de Gil Rojas es solidaria con una representación idílica de un pasado anterior al arribo de los “turcos”–y todas las
La mayoría de los sirios y libaneses que migraron en estos años tenían pasaportes de origen otomano y fueron procesados como “turcos”.
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transformaciones implicadas en este proceso–, sin conflictos sociales en aquella configuración estanciera de características patriarcales donde las relaciones de respeto o deferencia hacia los “principales” era descripta, paradójicamente, como una “sumisión de esclavos” (Gil Rojas, 1962, p. 104). Es posible que esta perspectiva idealizada del pasado desarrollada por Gil Rojas se encuentre en vinculación directa con la pertenencia marginal del maestro copeño a círculos de intelectuales provinciales de corte folclórico como Di Lullo y Canal Feijóo. Esta hipótesis no sólo se apoya en las distintas referencias a los vínculos de amistad que lo unían con el primero y cierta correspondencia relevada con el segundo, sino también por el hecho de que sus dos libros se ofrecen explícitamente como materiales fidedignos destinados a los folcloristas interesados en conocer cómo transcurría la vida hasta comienzos del siglo XX. En segundo lugar, el fragmento resume una trayectoria que Alberto Tasso también generaliza para los migrantes árabes. Estos comerciantes sirio-libaneses que habían arribado a la zona como mercaderes ambulantes –“mercachifles”, en palabras de Gil Rojas– a principios del siglo XX, en una lógica de ascenso paulatino que se repite en distintos espacios del mundo rural santiagueño, progresivamente fueron estableciendo sus comercios en pueblos y parajes. En estos “almacenes de ramos generales” solían recibir las producciones campesinas nativas a cambio de mercadería en trueques asimétricos, y fueron constituyendo pequeños monopolios zonales del comercio basados en el acceso a medios de transporte para movilizar productos hacia otros lugares. Además, desde la década de los treinta comenzaron a diversificarse hacia la extracción obrajera en función del capital acumulado en periodos anteriores (Martinez, 2008). Fue entonces cuando los “turcos” comenzaron a adquirir el estatus de patrones y se posicionaron también en el campo del poder local de modo permanente. En efecto, Tasso (Tasso, 1988) sostuvo que desde los años treinta, la comunidad árabe comenzó a traducir su creciente poderío comercial en una influencia política concreta bajo el liderazgo de Rosendo Allub. Los sirios y libaneses establecieron no sólo una comunidad con rasgos corporativos hacia adentro sino también tejieron una compleja red de intercambios y alianzas, los cuales se mixturaron con las formas culturales de la vida
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rural local, y muchos de ellos se insertaron como patrones, a quienes se debía gestos de deferencia. Durval Abdala, literato local de origen sirio-libanés, representaba en su novela Criado Braulio (Abdala, 1962) el estereotipo descarnado del “turco” Salomón, un avaro comerciante local, el más importante del pueblo, que en medio de una trifulca entre vecinos no dudaba en calificar a los nativos de “negros piojosos” (Abdala, 1962, p. 53). Esta apreciación de Abdala hace pensar no sólo en un desprecio de “turcos” a “criollos”, sino también en cierta incorporación del estereotipo de “turco” como comerciante despiadado por parte de los mismos sirios y libaneses. Otra voz oriental era la de Luciano Vitar, maestro de escuela que describía en Rincón de mi patria (Vitar, 1946) a las mujeres campesinas como “chinas” y a la gente “paisana” o “criolla” como “chalacos”17, una “raza sufrida”, “atenta y sumisa”. Además, decía respecto a la gente “nativa”: No tiene nada de previsor, es un personaje completamente distinto al extranjero. Éste por lo general llega más pobre que nuestro nativo, pero con un espíritu rico en esperanzas y voluntad para trabajar, tiene ya ese don peculiar de ser previsor y es muy común ver al extranjero, con su almacén, otros con su finca o su pequeña granja, etc. Mientras que el criollo todavía no ha construido su rancho, el extranjero ha adquirido buenas posiciones y mantiene superioridad sobre el nativo; como conciencia inmediata de esta superioridad material viene la espiritual y nadie puede discutir que generalmente los extranjeros ocupan las funciones sociales o políticas más importantes en caso todas las poblaciones del interior de la provincia (Vitar, 1946, p. 21).
Durante los primeros años del peronismo, en la perspectiva de las personas de origen árabe, esta diferenciación entre “nativos” y “extranjeros” se constituía como una jerarquía en la cual se ponderaba a los últimos en un lugar de superioridad intelectual y moral, sobre un trasfondo de desigualdades económicas y políticas que parecían justificar tales asimetrías simbólicas. Pero Vitar no solamente encontraba moralidades indignas entre los “nativos”. De hecho, no dejaba de destacar gestos de atención y sumisión como parte del
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O “Shalako”.
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talante paisano, dando cuenta de que ese sentimiento de superioridad extranjera era correspondido a través de vínculos deferentes. Un grupo importante de sirios y libaneses se consolidaron como empresarios en un contexto en el cual los réditos económicos del sistema obrajero habían descendido, lo cual generó un mayor ajuste sobre los peones. También se insertaron en un momento en el cual predominaba la extracción de carbón y leña que tenía serias consecuencias ecológicas y traía aparejada severas enfermedades pulmonares. Dado que desde los cuarenta los hacheros trabajan en el obraje sólo con la finalidad de obtener mercadería, mientras que migraban a otras provincias vecinas en busca de trabajo asalariado: la zafra en Tucumán y el algodón en Chaco (Bilbao, 1964). Los “turcos” no fueron los únicos que ascendieron montando pequeños y voraces obrajes a partir del arrendamiento. Según datos de 1986, un momento álgido de crisis y migraciones masivas a centros urbanos, sólo el 42. 9% (45) de los grandes productores forestales eran de origen árabe –de los cuales 17 residían en la zona de Tintina (5), Campo Gallo (5) y Monte Quemado (7), contra 21 que no respondían a esta identificación y residían en la capital provincial (Tasso, 1988). Si bien no llegaban a ser la mitad de los grandes productores forestales en la región, la etiqueta de “turco” condensaba metonímicamente una transformación social de enormes características que, a su vez, catapultó y sostuvo a los sirios y libaneses en la cima del espacio social, lo cual generó entre los trabajadores enormes penurias. Estas circunstancias se traducen en un desprecio generalizado entre bastidores desde “criollos” a “turcos” a quienes consideran culpables no sólo de la explotación laboral y de ser patrones voraces, sino también del deterioro ambiental. La razón del desprecio por parte de “criollos” también encuentra asidero en otra circunstancia cultural que nos remite a la primera mitad del siglo XX. En efecto, los sirio-libaneses no constituyeron jamás el modelo de inmigración deseado por las elites provinciales de familias tradicionales en la primera mitad del siglo, como lo eran los migrantes europeos. Por dicha razón, los nuevos ricos de origen asiático fueron significativamente estigmatizados, aun a pesar de haberse posicionado en términos de capital económico. Sin embargo, este rechazo entre
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bastidores, tuvo como reverso una deferencia en la escena pública; de ahí que, como versa en el epígrafe, los campesinos se refirieran a ellos como “turco” o como “patrón” dependiendo las circunstancias en las que se encontraban.
Conclusión El artículo analizó el proceso por el cual la categoría “criollo” fue afirmándose como identidad social en los departamentos de Alberdi y Copo durante los primeros cuarenta años del siglo XX. Dicha investigación se realizó siguiendo un enfoque relacional que permitiera la articulación explicativa entre procesos hegemónicos a escala nacional y acontecimientos históricos regionales como los ocurridos en el extremo norte del Chaco santiagueño. Lejos de ser una identidad tradicional y auténticamente argentina, nacida por una síntesis sui generis ocurrida en el contexto de la colonia, tal y como lo sostuvo el imaginario culturalista de la primera mitad del siglo XX, el criollismo fue una invención contemporánea con un gran poder de reclutamiento entre vastos y diversos sectores populares de origen rural a lo largo y lo ancho de Argentina. La cual operó como un poderoso dispositivo de blanqueamiento y homogeneización entre colectivos no blancos sumamente heterogéneos. Las fuentes utilizadas evidencian que los principales mediadores entre estos movimientos culturales y los sectores populares del Chaco santiagueño fueron funcionarios estatales vinculados al sistema educativo, especialmente maestros e inspectores escolares, quienes operaron como reproductores de discursos culturalistas de las elites provinciales y nacionales, lo cual posibilitó la diseminación de la identidad criolla en espacios marginales. Ahora bien, la recepción de un discurso capaz de arrogarse lo auténticamente argentino se dio en el marco de oleadas migratorias al país y fuertes transformaciones del modelo productivo, el orden social y cultural de la República Argentina. En este contexto fue que el Chaco santiagueño se convirtió en un espacio incorporado al sistema productivo por políticas estatales y capitales de diversa índole y origen que explotaron su biodiversidad
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de modo voraz a lo largo del siglo XX. En efecto, la “industria forestal” transfiguró en pocos años la región generando no sólo la incorporación masiva de poblaciones fronterizas como obreros forestales o hacheros, sino también propiciando el arribo de migrantes que contrastaban de manera significativa con la población nativa. En este nuevo escenario, la identidad criolla fue apropiada por las poblaciones del Chaco santiagueño a partir del arribo de una serie de otros extranjeros o ajenos a la región, como “gringos” (o “cari gringu”) y “turcos”. Se trataba de un discurso que permitía reivindicar un lugar en el imaginario nacional como sujeto legítimamente argentino frente a migrantes advenedizos que en pocas décadas adquirieron mayor estatus en el mundo rural y se caracterizaron por estigmatizar rasgos fenotípicos no blancos y prácticas culturales nativas, además de ejercer formas cruentas de explotación laboral y despojo territorial. Principalmente, los colectivos categorizados como “turcos” por los criollos ascendieron socialmente en un breve lapso de tiempo y llegaron a ocupar posiciones de mayor jerarquía en el espacio social. Ya sea como patrones de obrajes o estancias, comerciantes importantes o funcionarios públicos, pasaron a conformar una red que articulaba bajo la categoría étnica sirio-libaneses una red corporativa compuesta por actores importantes de la burguesía y pequeña burguesía rural. En este sentido, las identidades que conformaban esta matriz implicaban construcciones muy estereotipadas en tanto y en cuanto combinaron diacríticos étnicos, raciales o culturales legitimados o des/legitimado por discursos hegemónicos con la pertenencia a clases sociales desigualmente posicionadas en el espacio social rural.
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PABLO ALBERTO CONCHA MERLO Argentino. Doctor en antropología social por la Universidad Nacional de Buenos Aires, con especialidad en temas de identidad y ambiente. Es licenciado en filosofía por la Universidad Nacional de Tucumán, con especialidad en filosofía de las ciencias. Actualmente se desempeña como becario posdoctoral en el Consejo Nacional de Ciencia y Técnica y docente auxiliar en la asignatura temas de antropología cultural en psicología, de la Facultad de Psicología-Universidad Nacional de Tucumán. Publicaciones recientes: “Ambigüedad y exclusión en los regímenes clasificatorios finiseculares. La campaña a través de las Memorias descriptivas de Santiago del Estero de Alejandro Gancedo (1885)”, Estudios Sociales Del NOA, (20), 49-72,2017. “Tareas, habilidades técnicas y herramientas: creando ambientes con el hacha” en A. Padawer (coord.), Actores y procesos de conocimiento en el mundo rural: la producción de alimentos, las agroindustrias y los biomateriales, Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras-UBA, 2019.
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ARTÍCULOS
Medición de la violencia en las relaciones de pareja en psicología YESSICA IVET CIENFUEGOS-MARTÍNEZ
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RECIBIDO 21 junio 2020 APROBADO 07 junio 2021 PUBLICADO 19 noviembre 2021
RESUMEN: En psicología, la evaluación a través de escalas de autorreporte es un tema central. Para emplearlas adecuadamente deben contar con determinadas características de validez y confiabilidad; sin embargo, ello no garantiza que se interpreten fuera del prejuicio o el sentido común, llegando, como en el caso de la evaluación de la violencia en las relaciones de pareja (VRP), a culpabilizar o revictimizar a las mujeres víctimas. El presente escrito tiene por objetivo ilustrar algunos de las problemáticas generadas al analizar de manera descontextualizada la VRP. Se analizan algunas situaciones de violencia descritas por hombres y mujeres mexicanos de diferentes grupos de procedencia con puntajes similares de VRP. Las violencias referidas por hombres y mujeres son diversas, permeadas por cuestiones de género; se propone el análisis con perspectiva de género para evitar procesos de revictimización al medir fenómenos como éste. PALABRAS CLAVE: Medición; violencia; pareja.
Measurement of Intimate Partner Violence in Psychology TRADUCCIÓN
Javier Villatoro Martínez Universidad Iberoamericana
ABSTRACT: In psychology, assessing with self-report scales is a central issue. To use them properly they must have certain characteristics of validity and reliability, however, this does not guarantee that they are interpreted without prejudice or common sense, biased, as in the case of the assessment of intimate partner violence (IPV), to blame or revictimize the female victims. The purpose of this paper is to illustrate some of the problems generated by analyzing IPV in a decontextualized way. Some situations of violence described by Mexican men and women from different groups of origin with similar IPV scores are analyzed. The violence reported by men and women is diverse, permeated by gender issues. A gender perspective analysis is proposed to avoid revictimization processes while assessing these phenomena. KEYWORDS: Measurement; violence; partner.
CÓMO CITAR Cienfuegos-Martínez, Y. (2021). Medición de la violencia en las relaciones de pareja en psicología. Culturales, 9, e544. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e544
Cienfuegos-Martínez / Medición de la violencia en las relaciones de pareja en psicología
En psicología, medir la Violencia en las Relaciones de Pareja (VRP) es siempre un proceso complejo, tanto en el aspecto ético como en el metodológico; medir implica construir un modelo numérico que represente alguna realidad existente (Muñoz, 1998). Desde el aspecto metodológico, el primer obstáculo para medir adecuadamente estriba en contar con definiciones conceptuales y operacionales claras del fenómeno. En cuanto a la ética, es importante cuestionarse las implicaciones políticas que tendrán los insumos que se establecen a partir de la operacionalización del fenómeno (Eagly, 2013); no es extraño que, basados en una supuesta objetividad académica, algunos textos culpabilicen a las víctimas de violencia por permanecer en la relación, o que reduzcan el fenómeno a una decisión personal (Zarco, 2009), la falta de autoestima o de empoderamiento (Aiquipa Tello, 2015). Evaluar/medir la VRP de una forma ética implica hacer un análisis profundo del fenómeno, no sólo demostrar que el instrumento mide lo que pretende medir (validez) de manera consistente (confiabilidad) (Kerlinger y Lee, 2008), sino tratar de entender la complejidad del fenómeno (Morín, 2004), reconociendo el contexto en el que ocurre. Ignorar estos factores contribuye a interpretar información valiosa en meros símbolos numéricos ahistóricos y aculturales que podrían favorecer o perpetuar estereotipos o la revictimización. Por ello, en la evaluación de la VRP, es importante contar con datos analizados desde una perspectiva que, como se sugiere arriba, pueda brindar un análisis de las dinámicas socioculturales que subyacen a las interacciones de pareja.
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Evaluación de la violencia en las relaciones de pareja: conceptualización La Violencia en las Relaciones de Pareja (VRP) es un fenómeno ampliamente documentado; sin embargo, esto no fue posible, sino hasta la década de los noventa, cuando, al menos en teoría, empezó a reconocerse como un problema de salud pública (Organización Mundial de la Salud, 2013). La Unidad Mujer y Desarrollo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (Alméras, Bravo, Milosavljevic, Montaño y Rico, 2002) señala que antes de esa fecha, la literatura respecto al fenómeno era escasa; se consideraba que lo que ocurría al interior de las parejas era un asunto privado, que no competía al Estado (Alméras et al. 2002; Arrom, 1976; Federici, 2015; Lagarde, 2005). Así, históricamente la voz de las víctimas ha sido invisibilizada, silenciada y subestimada (Ramos, 1996). En Cuba, por ejemplo, fue hasta 2019 que se empezó a hablar de manera pública sobre los feminicidios ocurridos en la isla (Torres, 2019). Las conductas que comprenden el fenómeno se han explorado desde diferentes áreas y disciplinas, entre ellas el derecho y la psicología; faltando aún mucho por trabajar en cada una, pues existen vacíos u omisiones que de no atenderse podrían considerar como aceptables conductas que vulneran los derechos de las otras personas. Un ejemplo del largo camino que falta por recorrer está en la inconsistencia respecto a la tipificación de la violación entre cónyuges en el territorio mexicano: si bien el Código Penal Federal contempla este acto como delito desde 1997, en los códigos locales de Colima, Jalisco, Quinta Roo, Sonora, Tabasco y Zacatecas no se había tipificado como delito en 2015. Estados como Oaxaca y Puebla consideran como un agravante del delito de violación el que ocurra entre cónyuges, mientras que en Coahuila y Michoacán era un
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atenuante en sus códigos penales de 2015 (Comisión Nacional de Derechos Humanos, 2015). En el presente escrito se entiende por VRP todas aquellas acciones u omisiones realizadas con el fin de –o sin él, pero que finalmente logran– dañar, herir o controlar a la persona con la que se tiene o tuvo algún vínculo sexoafectivo (Cienfuegos-Martínez, 2014; Dirección General de Igualdad y Diversidad Social, s.f.; Torres, 2001; Trujano, 2007). En México, en la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares de 2016, se estima que el 43.9% de las mujeres fueron víctimas de violencia a manos de su pareja en algún momento de su vida, y el 25.6% lo fue durante los 12 meses anteriores a la encuesta, siendo más frecuente la violencia emocional. El 78.6% de las víctimas no denunció ni solicitó apoyo, algunas de las razones fueron pensar que se trataba de algo sin importancia (25.8%), por miedo a las consecuencias (19.8 %), no sabían dónde denunciar (14.8%), por sus hijos/as (11.4%), porque no querían que su familia se enterara (10.3%), por falta de confianza en las autoridades (6.5%) (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2017). Dichos temores se confirman si se analizan los reportes realizados por los grupos de trabajo que han evaluado las solicitudes de Alerta de Violencia de Género en México, los cuales dan cuenta de las problemáticas que enfrentan las mujeres al interponer alguna denuncia (Lagunes, 2018); casos como los de la “manada” en España (Angulo, 2019) o “los porkys” en México (Ortuño, 2017; Zavaleta, 2019) ayudan a ejemplificar la revictimización de mujeres que han decidido interponer una denuncia, no sólo desde la opinión pública, sino también desde las instituciones (Bjørnholt, 2019). Además, de acuerdo con la
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Secretaría de Gobernación, el Instituto Nacional de las Mujeres y la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (2017), en México, en 2015, el 34% de las mujeres asesinadas lo fueron a manos de su pareja. La violencia contra las mujeres es un fenómeno sin parangón, cuya expresión más grave es el feminicidio, tema trascendental, en un país donde cada día son asesinadas 10 mujeres, por el simple hecho de serlo y en la mayoría de los casos por sus parejas o algún conocido (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Publicadas, 2019). Afirmar que hombres y mujeres tienen las mismas posibilidades de ser agredidos en una relación de pareja resulta una afirmación descontextualizada y ahistórica, que asume que las interacciones diádicas ocurren en el vacío, es desconocer las formas en las que los cuerpos son tratados, las torturas a las que son sometidas, generalmente por aquellas personas que dijeron amarlas.
Violencia ejercida contra hombres, estudios con muestras mixtas La falta de datos respecto a la VRP ejercida contra hombres impide considerar sus dimensiones reales; al mismo tiempo, la carencia de datos favorece que el fenómeno se entienda desde el prejuicio y desde el sentido común, ambos muy marcados por la cultura patriarcal, esto genera un problema circular. El hecho de que los estudios sobre violencia se realicen, por lo general, con muestras compuestas únicamente por mujeres (Eternod, 2013; Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática, 2017; Hudson y McIntosh, 1981; Saunders, 1992) no es un evento fortuito ni una forma de perpetuar la victimización de las mujeres a manos de los hombres –como lo refiere Dutton (2010)–, sino que responde
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a un trabajo de larga data por parte de los colectivos de mujeres y el movimiento feminista que lucharon por hacer visible este fenómeno, cuya documentación empezó a masificarse hace aproximadamente 30 años (Alméras et al., 2002). En un afán por resolver la carencia de datos y de análisis teóricos respecto a la VRP dirigida hacia los hombres se ha optado por el empleo de muestras mixtas (hombres y mujeres), o sólo de varones, pero no ha sido suficiente para abordar éticamente la problemática. Algunos estudios centrados en la VRP ejercida contra los hombres tienden a descalificar aquéllos en donde se ha primado por documentar la experiencia de las mujeres. Para Dutton (2010), por ejemplo, visibilizar la experiencia de las mujeres sobreestima la violencia ejercida contra éstas; refiere, además, que incluir a usuarias de centros de atención eleva los índices de violencia que “realmente” vive la población general, y que el rumbo debe ser ahora el estudio de la VRP contra los hombres, esto debido al alto número de estudios que cuentan con muestras de mujeres. Bajo este mismo enfoque, otros autores indican que los estudios centrados en mujeres tienen por objeto invisibilizar y denostar las situaciones que viven los hombres a manos de su pareja, colocando a las mujeres en el papel de víctimas y a los hombres como agresores de manera determinista (Montesinos 2014; Moral de la Rubia y López, 2012), y que las teorías centradas en factores socioestructurales para el entendimiento de la violencia “sobredimensionan” aspectos de la cultura patriarcal y la asimetría de poder de género en la violencia de pareja (Moral de la Rubia y López, 2012, p. 61). En cuanto a los hallazgos de estos estudios se observan patrones similares de violencia en hombres y mujeres (Armenta-Hurtarte et al., 2016; Hernández, 2015); o
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incluso, mayor victimización en hombres (Cienfuegos-Martínez, Arellañez y Díaz Loving, 2008; González-Galbán y Fernández de Juan, 2014; Moral de la Rubia y López, 2012). A través de dichos datos, algunos autores llegan a considerar incomprensible y excesivo que la política pública –al menos en el discurso– se centre en acciones específicas para garantizar el acceso de las mujeres a una vida libre de violencia (Ruiz-Bautista, 2018; Dutton, 2010; López et al., 2013; Moral de la Rubia y López, 2012). Respecto a la interpretación de los datos, algunos estudios describen los hallazgos de manera general y discuten las diferencias y similitudes con estudios anteriores (véase Méndez y García, 2015); en otros, sin embargo, se sugiere que las víctimas son responsables también del acto violento, señalando como parte de sus hallazgos que existen “actitudes que la mujer asume y de las cuales se tendría que hacer responsable para disminuir o eliminar la violencia de la que es objeto […] se distancian de la pareja y se vuelven irresponsables (con sus tareas hogareñas)” (Vargas et al., 2008, p. 358). En otros, se señala que la existencia de puntajes más altos en mujeres en la escala de víctimas responde más a un cliché que a un reflejo de la realidad, un esquema que les impide verse a sí mismas como agresoras; Ramos et al. (2014) señalan que hay “…premisas intrínsecas a la cultura mexicana, donde la mujer se percibe a sí misma como víctima, privilegiando esa postura y alejando de su ecosistema individual y social la posibilidad de proyectarse como una mujer que ejerce violencia contra su pareja masculina” (p. 881) y añaden, “En la mujer la depresión, probablemente desde un humor irritable, es un factor de riesgo para ejercer violencia, cuando la depresión deja a los hombres más vulnerables y sensibles a la violencia ejercida por su pareja femenina” (p. 882). Todas estas conclusiones
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están basadas en los puntajes obtenidos de la escala de Cienfuegos-Martínez (2004, 2014), empleada en el presente estudio. Vinculado con la falta de datos sobre VRP hacia los hombres, está el subregistro de casos y los bajos índices de denuncia, se señala que para ellos es sumamente complicado reconocerse como víctimas de violencia puesto que, si lo hacen, encontrarán incredulidad o se burlarán de ellos (Instituto Mexicano de la Juventud 2017; Trujano, Sánchez y Yoseff, 2013). Cabe señalar que dichos temores no son privativos de los hombres, como se señaló arriba, hay casi un 80% de mujeres que no denuncian o piden ayuda por las mismas razones. La violencia contra los hombres suele ser ejercida por otros hombres, generalmente desconocidos en espacios públicos (Instituto Nacional de Estadística y Geografía e Instituto Nacional de las Mujeres, 2006). De acuerdo con Frías (2016), respecto a los asesinatos de hombres y mujeres vinculados con violencia familiar, por cada hombre se registran 8.6 mujeres, sin especificar el tipo de vínculo entre las/los involucrados. Por otro lado, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) del 2018 (INEGI, 2018) señala que, en promedio, en el periodo de 2012 hasta 2017, en el 84.8% de los delitos en donde la víctima estuvo presente, el o los agresores fueron sólo hombres, en el 5.3% de los casos sólo por mujeres y en el 7.3% cometido por hombres y mujeres. Los anteriores son ejemplos de cómo un análisis, supuestamente objetivo, podría emplear un instrumento de evaluación, válido y confiable, en una herramienta para
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naturalizar1, banalizar o culpabilizar a las víctimas de la violencia que se ejerce a manos de su pareja (Segato, 2014; Zarco, 2009). Dando cuenta de que la interpretación de datos no es ajeno a la cultura ni a los prejuicios de quien investiga; hablar del ánimo y carácter volátil de las mujeres, su vulnerabilidad o el mostrarse como víctimas en cualquier instante, mientras que de los hombres se destaca su objetividad y raciocinio obliga a cuestionarse por qué el puntaje reportado por un hombre es el único insumo necesario para afirmar que los hombres viven violencia en la pareja, mientras que ese mismo puntaje en las mujeres las califica como exageradas o que se victimizan. El propósito de este trabajo es analizar experiencias reportadas por hombres y mujeres con puntajes similares en una escala de violencia. Partiendo del supuesto que un mismo puntaje en la escala de violencia puede ser indicativo de situaciones muy diversas dependiendo de si quien responde es hombre o mujer, teniendo el género como categoría de análisis. Se hipotetiza que las mujeres pueden subestimar las situaciones de violencia vividas a manos de su pareja como los celos o la humillación, debido su naturalización, mientras que los hombres podrían sobreestimar situaciones de desacuerdo con la pareja, señalando que acciones como el no ser escuchados o que la pareja salga con amigas son acciones que la pareja realiza para causarle mal o daño. Para ello, se analizarán las experiencias de VRP referidas por hombres y mujeres de diferentes grupos de procedencia (centro de apoyo en general, centros de apoyo para
Para López (2017, p. 114) la naturalización de la violencia hace referencia “… al proceso de acostumbrarse a aquellas acciones caracterizadas por la agresión, en sus diversas formas de expresión; esto permite que la violencia gane terreno en la cultura y se propague de manera silenciosa, es decir, que no sólo nadie proteste, sino que se termine por justificar”.
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mujeres víctimas de violencia, centros de apoyo para hombres que se reconocen como violentos) a partir de su puntaje en la escala de violencia (alto, medio o bajo). Se empleará la escala de VRP (Cienfuegos-Martínez, 2014) –empleada en varios de los trabajos arriba referidos–2, dicha escala cuenta con datos robustos de validez y confiabilidad, además de que ha sido validada en muestras mixtas.
Metodología Instrumentos Para evaluar la VRP se empleó la Escala de Violencia en la Pareja de Cienfuegos-Martínez (2014) dividido en cuatro factores con un alfa de Cronbach de .94 y una varianza explicada de 67.7%. Evalúa la frecuencia de los actos violentos con una escala tipo Likert de cinco puntos (nunca en el año, casi nunca en el año, a veces, casi siempre en el año, siempre en el año). La escala se compone de 28 reactivos divididos en cuatro áreas: violencia económica, violencia psicológica, violencia física e intimidación y violencia sexual. Para obtener las narraciones de violencia, se emplearon dos preguntas abiertas basadas en el concepto de violencia 1) Describir una situación con su pareja que le haya causado algún mal o daño y 2) la intencionalidad percibida de dicho acto.
Si bien algunos estudios son anteriores a 2014, es importante señalar que la escala de Cienfuegos-Martínez tiene su primera versión en 2004.
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Participantes El muestreo fue no probabilístico, por conveniencia. La muestra quedó conformada por 568 personas, hombres y mujeres provenientes de tres grupos: 1) Unidad de apoyo psicológico, parte de los servicios ofrecidos en una universidad pública en la Ciudad de México, las problemáticas tratadas ahí son diversas, no había grupos para intervención o prevención de violencia (97 personas), 2) Instituciones especializadas, mujeres usuarias de unidades de atención a víctimas de violencia y hombres que acudían a organizaciones de la sociedad civil que trabajan con hombres que se reconocen como violentos (257 personas), 3) Población abierta (214 personas). La edad promedio de las y los participantes fue de 35.5 años (DE = 12); el tiempo de relación fue de 11.2 años en promedio. Respecto a la escolaridad la mayor parte cuenta con licenciatura (39.2%), seguido de bachillerato (25.4%) y secundaria (19.9%).
Procedimiento Se calculó el puntaje total en la Escala de VRP (Cienfuegos-Martínez, 2014) para cada uno/a de los/as participantes; el puntaje mínimo era de 28 y el máximo de 140. La muestra se dividió en partes iguales (terciles) y se formaron tres grupos: a) Puntaje bajo de violencia, de 28 a 36; b) Puntaje medio de violencia, de 37 a 68; c) Puntaje alto de violencia, de 69 a 140. Posteriormente se eliminaron los casos en los que las/los participantes no respondieron a las preguntas abiertas.
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Cuestiones éticas En cada una de las instituciones, así como en población abierta la participación fue voluntaria. En el caso específico de las instituciones se hizo explícito que la participación en el estudio no condicionaba, de forma alguna, los diferentes apoyos que recibían dentro de las mismas. Se indicó también que podrían retirarse del estudio o parar en el momento que consideraran conveniente. En las narraciones, donde se especificaban nombres o fechas, éstos fueron modificados para garantizar el anonimato y confidencialidad.
Resultados Las situaciones compartidas por las y los participantes fueron diversas, incluso dentro de los mismos grupos, considerando la población de procedencia, el sexo y el puntaje de violencia. Dichas diferencias resultan importantes, pues sugieren nuevas interrogantes respecto al estudio de la violencia y, al mismo tiempo, cuestionan algunos prejuicios respecto al ejercicio de la violencia y de las críticas realizadas a los estudios sobre VRP que se centran en explorar la violencia dirigida contra las mujeres. Para iniciar con un análisis de género respecto a los datos de violencia, el primer paso es desagregar por sexo. Se realizó una prueba t de Student para identificar diferencias por sexo; se observó una media más alta en mujeres (M = 63.14) que en hombres (M = 49.80), y entre ambas existe una diferencia significativa (t = 57.28 gl = 566, p = 0.000). Sin embargo, como menciona Lagarde (1996), para hablar de perspectiva de género, no basta con dichos datos, que, aunque ilustrativos, requieren de un mayor análisis.
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Posterior a las diferencias por sexo se analizó la distribución de acuerdo con el sexo y al puntaje en la escala de violencia. En los hombres se observa que el 44.1% reportó un puntaje medio en la escala de violencia ejercida por parte de su pareja, mientras que el 41.8% de las mujeres se colocó en el grupo de puntaje alto de violencia (Tabla 1).
Tabla 1. Distribución de la muestra según sexo y puntaje en la escala de violencia Nivel de violencia
Hombres
Mujeres
Total
Bajo
Medio
Alto
N
72
89
41
202
%
35.6%
44.1%
20.3%
100.0%
N
110
103
153
366
%
30.1%
28.1%
41.8%
100.0%
Fuente: Elaboración propia.
Posterior a este primer análisis, se incluyó la variable de grupo de procedencia (Tabla 2). En el grupo de servicios psicológicos, más del 90% de los hombres y las mujeres de la muestra presentaron puntajes bajos y medios de violencia. En el grupo de instituciones especializadas, alrededor del 80% de los hombres se coloca en niveles bajos y medios de violencia, el 18.2% reporta niveles altos. En el caso de las mujeres usuarias de instituciones, el 70% reporta niveles altos de violencia, casi el 26% presenta niveles medios de violencia. En el caso de población abierta, la mayor parte de hombres y mujeres indican calificaciones bajas en la escala de violencia. Destaca, sin embargo, que en comparación con los otros grupos de hombres (servicios psicológicos e instituciones) son los que con mayor frecuencia reportan índices altos de violencia por parte de su pareja.
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Tabla 2. Distribución de la muestra según grupo de procedencia, sexo y puntaje en la escala de violencia Nivel de violencia
Servicios psicológicos hombres [1]
Servicios psicológicos mujeres [2]
Instituciones hombres [3]
Instituciones mujeres [4]
Población abierta hombres [5]
Población abierta mujeres [6]
Total
Total
Bajo
Medio
Alto
N
15
14
2
%
48.4%
45.2%
6.5%
N
36
24
6
%
54.5%
36.4%
9.1%
N
16
47
14
%
20.8%
61.0%
18.2%
N
8
46
126
%
4.4%
25.6%
70.0%
N
41
28
25
%
43.6%
29.8%
26.6%
N
66
33
21
%
55.0%
27.5%
17.5%
N
182
192
194
%
32.0%
33.8%
34.2%
31
66
77
180
94
120
568
Fuente: Elaboración propia.
Experiencias de violencia reportadas por hombres y mujeres Una vez conformados estos 18 grupos de participantes se exploraron las experiencias narradas en las preguntas abiertas en donde se observaron diversidad de expresiones de violencia. Si bien las experiencias referidas son sólo una fotografía dentro de la relación, muestran algunas de las dinámicas que se ignoran o se dan por hecho al interpretar un puntaje en las escalas de violencia. Existen violencias simbólicas e invisibilizadas, pero incluso la física, suele pasar desapercibida o interpretada como juego. La normalización de la violencia puede influir en que las personas no usuarias de centros de atención, es decir, de población general,
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consideren dichas acciones como habituales dentro de la relación. En un estudio realizado por Del Castillo y Castillo (2010) se encontró que ante la pregunta directa de si han sido víctimas de violencia sólo el 3% refieren haberlo sido; el porcentaje se eleva al 43% respecto a la violencia verbal y al 34% considerando la violencia física cuando se les cuestiona sobre actos concretos de violencia. Es factible que quienes acuden a dichos centros estén más sensibilizadas respecto a aquello que puede considerarse violencia y que no. Uno de los participantes de población abierta, con nivel de violencia bajo, refirió no tener ninguna situación que compartir en las preguntas abiertas, pero en la escala, ante la pregunta “tu pareja te ha golpeado” escribió: “así jugamos, a los 2 nos gusta :)”. “Mi pareja me insultó, yo entré muy enojado a la casa, no le dirigía la palabra y para desquitarme azotaba las cosas que limpiaba, ella me enfrentó, nos armamos de palabras y me volvió a insultar, después quería salir y no me dejó, la empujé, ella se volvió a poner en la puerta, la empujé, ella gritó que me calmara y nos comenzamos a golpear e insultar” (Hombre, Unidad de Apoyo Psicológico, Nivel de Violencia Bajo).
“Hace seis meses yo estaba con mi familia y no estaba en disposición de verlo, pero él quería arreglar un problema que teníamos y yo le decía que al día siguiente hablaríamos, pero él se aferró que tenía que ser en ese momento. Como yo estaba necia de que no hasta fue a tocar a la casa y me jaloneó, pero yo me negué, así que me dijo que ya no quería saber nada de mí, me dijo ‘pendeja’…” (Mujer, Unidad de Apoyo Psicológico, Nivel de Violencia Bajo).
Se observa en los relatos que los hombres que acuden a Apoyo Psicológico, así como los de población abierta no reconocen sus acciones como violentas, o generadoras de violencia; a diferencia de los hombres que acuden a instituciones especializadas a favor de la igualdad. Incluso, situaciones donde ellos fueron generadores de violencia son narrados como respuestas aceptables ante “faltas” de su pareja, como no tener la comida lista. La
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infidelidad o comentarios como “la he ofendido y golpeado algunas veces” surgen como notas al margen de la violencia ejercida por ellas, la cual consistente en “no valorar” lo que ellos hacen por los hijos, no estar de acuerdo con ellos o ser indiferente. “No valoró lo que hacía por salir solo con mis hijos y siempre cuestionó el que saliera con mis hijos y mi ex esposa, a pesar de que ya estábamos tomando un tratamiento con una psicóloga y siempre me cuestionó del por qué tenía que depender de mi ex esposa… Por celos y porque tenía el antecedente de que yo había tenido relaciones con mi ex esposa y piensa que esta vez nuevamente tendría relaciones con ella, a pesar de que demostré mi interés porque mis hijos salieran solos conmigo y mi pareja” (Hombre, Unidad de Apoyo Psicológico, Nivel de Violencia Medio). “Me ofendió, me humilló frente a su familia, siempre me lleva la contraria conmigo se porta indiferente y con los demás sonríe todo el tiempo, yo recibo insultos y tiene una amiga que la sonsaca y eso me molesta bastante… le perdí afecto, me alejé, un poco de ella por causa del trabajo, creo que me volví muy enojón y me siento muy estresado, también la he ofendido y golpeado en algunas ocasiones” (Hombre, Unidad de Atención Psicológica, Nivel de Violencia Alto). “Ella dice que siempre la interrumpo y que sólo me interesa hablar de mí mismo o de las cosas que tengan que ver conmigo ¿si no le gusto x q está conmigo?... es que ella me tiene envidia porque yo sí soy exitoso, tengo un trabajo y temas de conversación que no son sobre quehacer o hijo” (Hombre, Población Abierta, Nivel de Violencia Alta). “Discutimos porque ella no se da a respetar con los hombres y les coquetea… pues creo que no se da cuenta de lo que hace” (Hombre, Población Abierta, Nivel de Violencia Medio).
En el caso de los hombres usuarios de instituciones especializadas, destaca que reconocen haber cometido actos violentos y no culpabilizan a la pareja, asumen su responsabilidad en la dinámica relacional.
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“No había hecho nada cuando yo llegué a casa después de trabajar (lavar ropa, comida, el aseo, [...] Probablemente tuvo algo urgente que hacer, algún improvisto en la escuela de nuestro hijo. Fue mi propio enojo” (Hombre, Instituciones Especializadas, Nivel de Violencia Medio). “Yo como hombre pensé que ella tenía que resolver el tema de cocinar y creí que tenía que satisfacer mi necesidad de comer […] No fue ella sino fue mi falta de responsabilidad de satisfacer mis necesidades” (Hombre, Instituciones Especializadas, Nivel de Violencia Bajo). “Me engañó, me dijo que no había ido al centro comercial y fue… porque ella está traumada de cómo la he tratado tantos años ya no sabe si decirme o no …” (Hombres, Instituciones Especializadas, Nivel de Violencia Bajo). “Reclamarme haberme ido del hogar, me decía que siempre le he abandonado cuando ella más me ha necesitado… Lo hizo porque cuando ella se enfermaba yo no la cuidaba ni le proporcionaba medicina ni alimento, yo no era sensible” (Hombres, Instituciones Especializadas, Nivel de Violencia Bajo).
Las mujeres que acuden a las instituciones especializadas cuentan con experiencias de violencia diversas; no es posible afirmar que exista un perfil único de “la mujer” que acude a dichos espacios, pues reportan diferentes intensidades y consecuencias de violencia vivida, los umbrales de cada una se ven influenciados por factores como la historia personal y los recursos psicosociales con los que cuentan (National Center of Injury and Control, s.f.; Organización Mundial de la Salud, 2013). Algunas de ellas aluden también a la existencia de violencia mutua. “Se enojó porque le pregunté algunas cosas, y porque según él lo traté como si fuera un niño, a lo cual me contestó que yo no soy su mamá... Porque se fastidió de que siempre le pregunto qué ¿dónde está?, ¿qué hace?, ¿con quién? etc.” (Mujer, Instituciones Especializadas, Nivel de Violencia Bajo).
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“Chocó el carro hacia la reja de mi casa y discutimos muy fuerte… Porque desde antes ya estábamos discutiendo y yo primero le rompí la palanca de las luces del carro y entonces se enojó y sucedió eso” (Mujer, Instituciones Especializadas, Nivel de Violencia Bajo Medio). “En la mañana mientras él se bañaba yo entré a la recámara por mis huaraches, él salió del baño y me gritó qué estaba haciendo, que me largara, que no me quería ver la cara, yo le dije que se calmara y le mostré mis huaraches, diciéndole que me iba a bañar y había entrado por ellos. Él se quitó la toalla y se quedó desnudo temblando de rabia me dijo que me largara que no sabía de lo que era capaz de hacerme si se ponía más violento, que no me quería ver la cara y que no me acercara a mi hijo, yo me salí rápido y él me gritó que siguiera con mis puterías… el fin de semana anterior habíamos tenido relaciones y él me había preguntado si me había gustado, yo le dije que no mucho que solo él había llegado al clímax y que yo también ya quería tener más placer en las relaciones, además él dudaba de mí, pensaba que yo andaba con otro hombre. Cuando llegué de mi trabajo él estaba encerrado en su recámara, ni siquiera salió, así que concluyo que él pensó que yo me había ido con otro hombre y por eso me violentó” (Mujer, Instituciones Especializadas, Nivel de Violencia Medio). “Alcoholismo, prefiere el alcohol que, a su familia, su actitud se porta como si tuviera 14 años, prefiere a los borrachos que a nosotros me hace sentir sola, abandonada y con miedo de que le pase algo... y no sé si pueda afrontar una vida tan dura sin él y mi hijo tan pequeño…” (Mujer, Instituciones Especializadas, Nivel de Violencia Alto).
Un análisis que deje de lado el contexto donde la pareja está inmersa, que asuma como iguales los derechos y las responsabilidades que en la práctica tienen hombres y mujeres podría resultar antiético y riesgoso, pues no se estarían reconociendo las inequidades socioestructurales entre las personas con base en la materialidad sexual, ni los procesos de socialización a través de los que se reproducen y perpetúan. Un mismo hecho es interpretado de maneras muy distintas por los miembros de la diada; parte de estas
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diferencias puede comprenderse a través de postulados de teorías sobre atribución, pero existen también elementos vinculados con el género, un marcaje respecto a cómo una conducta violenta es considerada una forma adecuada, o incluso necesaria para la solución de conflictos en la pareja, para mantener una jerarquía dentro de la misma. Son pocos los casos en los que se pudo entrevistar a la pareja, éste es uno de ellos. “Mi esposa inventó que yo la golpeo aun cuando solamente una vez me golpeó y la golpeé, de ahí empezó a sugestionar a mi hijo Noe, que yo la golpeaba comúnmente, hasta aquel día 17 de enero, me golpeó en la cara, dándome un cabezazo y fracturó una costilla ya que yo estaba borracho […] xq tiene miedo que yo la golpee cuando llegaba borracho” (Hombre, Unidad de Atención Psicológica, Nivel de Violencia Medio). “Me hizo pasar un coraje y muchas más dado lo que no me gusta lo hace de 15 años atrás, el 17 de enero se puso a tomar demasiado alcohol, se puso como loco y agarró a golpes a mi hijo edad 21 años, yo me puse muy mal de los nervios, me llevaron de emergencia al hospital […] porque le gusta tomar sin límites y dice él es libre de hacer lo que él quiere, inclusive quería un cuchillo para matar a mi hijo” (Mujer, Unidad de Atención Psicológica, Nivel de Violencia Medio).
Discusión El objetivo del presente estudio fue conocer las experiencias de VRP reportadas por hombres y mujeres con similares puntajes en una escala de violencia, la cual cuenta con adecuadas características psicométricas. Los resultados advierten la complejidad de la VRP y su evaluación a través de escalas autoaplicables que se asumen como objetivas. Los instrumentos de medición en psicología han sido elementos indispensables para aproximarnos a ciencias como la medicina, transformado la subjetividad en hechos numéricos interpretables. Ana Amuchástegui (2001, p. 103) señala que “la única realidad
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que conocemos está teñida por los métodos que seguimos para conocerla, y éstos, a su vez, son marcados por la subjetividad del o la investigadora”. En psicología, uso de escalas de medición, cuya validez y confiabilidad han sido demostradas, está asociado a la creencia de que cualquier conclusión emanada de ahí es una fuente de información objetiva y difícilmente cuestionable. Al respecto, Field (2013) señala que pese a la creencia generalizada de que los análisis factoriales son un reflejo del mundo real, éstos suelen ser sólo una realidad estadística, pero una ficción del mundo real, de tal suerte que de no tomar en cuenta elementos contextuales, los hallazgos pueden llevar a generalizaciones o premisas que antes que aproximarse al mundo social, pueden servir más como una forma de perpetuar prejuicios y estereotipos. En este sentido, la aplicación de una escala debe partir de la premisa de que los números son estimados del fenómeno que le subyace y cuya interpretación estará sesgada, irremediablemente, por el ojo del investigador/a. Hair, Anderson, Tatham y Black (2007, p. 19) al hablar de análisis multivariantes, señalan: “muchos investigadores se vuelven miopes al fijarse sólo en la significación conseguida por los resultados sin entender sus interpretaciones, buenas o malas”, señalan que, si bien los resultados se obtienen por una suerte de magia en los programas estadísticos, es indispensable no perder la significación práctica, cuestionarse para qué servían esos resultados. Para Hattery (2009), la violencia vivida al interior de las relaciones de pareja debe ser explicada a través de un análisis cuidadoso de la diada, buscando comprender la subjetividad y los elementos que llevan a unas y otros a manifestar ciertas conductas; el empleo de muestras mixtas no tiene sentido si no se analiza a fondo la dinámica social
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entre hombres y mujeres donde se entrelazan diferentes construcciones sociohistóricas a partir de sus cuerpos sexuados (Trujano, 2007); en el estudio de parejas heterosexuales es indispensable considerar para el análisis la categoría género, no sólo para la desagregación de los datos sino como categoría relacional e histórica (Scott, 2011). La diversidad de narraciones sobre VRP de hombres y mujeres con similares puntajes en la escala de violencia ilustran las diferentes dimensiones de la violencia, de sus dinámicas y de las formas en que ésta es entendida por víctimas y agresores, algunas veces sin una diferenciación clara de dichos roles. Se observó si bien un varón puede ser víctima de violencia, en muchos de los casos se observa como un elemento reactivo por parte de la pareja o situaciones vinculadas con que las mujeres no cumplieron con un rol estereotípico. Tal como se hipotetizó, las mujeres tienden a subestimar la gravedad de la violencia ejercida por la pareja, mientras que los hombres suelen interpretar como violencia el que sus parejas no cumplan con trabajos de cuidados o con roles tradicionales de género (no salir, no tener la comida lista); esta dinámica suele verse en los diferentes grupos que conformaron la muestra. Destaca que en el caso de los hombres que acuden a instituciones especializadas existe el reconocimiento explícito de haber cometido actos violentos, además de responsabilizarse de ellos; no culpan a su pareja, como ocurre con los hombres de los otros dos grupos; tal diferenciación es muestra de los resultados a favor de la igualdad de los grupos de hombres trabajando por erradicar sus violencias. Para analizar estos datos es importante destacar que, en culturas como la mexicana, no es extraño que a las mujeres se les inculque, desde edades tempranas, que tengan como prioridad la búsqueda de una relación de pareja y la posterior maternidad, ambos
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mostrados a manera de símbolos de su realización como personas, se les enseña que todo sacrificio es mínimo si se logra ser buena esposa y madre (Herrera, 2017; Lagarde, 1996, 2005; Moore, 2009). A los hombres, por otro lado, se les educa a valorar y defender su libertad, seguridad personal y autonomía siendo las relaciones de pareja un extra, más no el centro de su autorrealización (Herrera, 2017; Lagarde, 2005, Tena, 2012). Para Madson y Trafimow (2001), la forma en cómo hombres y mujeres han sido socializados les hace conformar subculturas distintas3, pues existe una asignación cultural de roles, destrezas y capacidades que permean un sinfín de interacciones, incluidas, por supuesto, las relaciones de pareja. En una sociedad así estructurada merece la pena preguntarse si la vivencia de violencia es similar entre personas que han sido socializadas a mirar una misma interacción desde ópticas tan distintas, si dicha socialización puede favorecer la tendencia a sobrevalorar o infravalorar las acciones violentas ejercidas por la pareja. Lo anterior más que negar la violencia experimentada por hombres, urge a trabajar en su evaluación y registro, reconociendo el contexto en los que estos procesos se llevan a cabo, y la estructura social que fomenta y legitima esta práctica como un ejercicio de poder aceptable dentro de un vínculo que se nombra como igualitario, la pareja. Aunado a lo anterior, en cada uno de los grupos los puntajes de violencia eran muy variados: había mujeres en las instituciones especializadas en atención a violencia con puntajes muy bajos en la escala, y hombres y mujeres de población abierta con puntajes muy altos. No todas las mujeres que viven violencia suelen acudir a centros de atención; de
García Naharro (2012) señala que el término subcultura puede entenderse como un sistema de valores que materializa sólo una parte del sistema extenso de donde proviene. En el caso de los hombres y mujeres, se dice que adoptarán como propios sólo algunos valores de la cultura dominante: roles, preferencias, actitudes que han sido socializadas como óptimas para cada sexo.
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hecho, existe una cifra negra de denuncias ante actos de violencia (INEGI, 2018), es factible que muchas de ellas se encuentren en población abierta. Existen personas que pese a ser víctimas de violencia, ya sea por miedo, desconocimiento, minimización del acto violento, por creer que son culpables de la violencia que viven o temor a las represalias, etc. (INEGI, 2017), optan por no denunciar o incluso por mantener silencio ante sus redes de apoyo más cercanas; además de que los centros de atención especializado son el último recurso. Con lo anterior es posible cuestionar la propuesta de Dutton (2010) quien sostiene que los estudios que incluyen muestras autoseleccionadas (mujeres que acuden a centros especializados de atención a la violencia) tienden a elevar los índices de violencia que “realmente” vive la población general. Con lo arriba expuesto surgen algunas preguntas: ¿es pertinente evaluar de manera similar a hombres y mujeres en una dinámica donde se tiende a romantizar la inequidad socioestructural? ¿Para conocer la dinámica de la violencia, basta con conocer un puntaje sin analizar los contenidos de los puntajes reportados? ¿Es equiparable el hecho de que la pareja no tenga la cena lista, con negar la posibilidad de que la pareja siga estudiando o trabajando? ¿Un acto violento puede ser de igual envergadura en personas que han vivido situaciones de opresión/privilegios distintos como pertenecientes a la categoría (subcultura) hombre o mujer? Ante tales cuestionamientos, la perspectiva de género puede plantear algunas respuestas. La perspectiva de género, de acuerdo con Lagarde (1996), es un enfoque científico, analítico y político que partiendo del feminismo reconoce no sólo la diversidad de hombres y mujeres, sino que da cuenta de la dominación de género como eje articulador de la
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sociedad, la cultura, la política y la historia. Asumir que la inclusión de hombres y mujeres en un estudio es contar con perspectiva de género es vaciar de contenido este enfoque, señala también Lagarde (1996); una interpretación “disimulada y superficial” de la perspectiva de género, una “mutilación teórica y filosófica de sus supuestos subversivos y trasgresores al convertir esta perspectiva en algo neutro, casi caritativo” (p. 8). Al hacer un análisis de las dinámicas entre hombres y mujeres ésta debe realizarse desde la perspectiva que cuestione las teorías hegemónicas aculturales, las metodologías empleadas, lo que es susceptible o no de conocimiento o duda y la finalidad de ello (Ariño et al., 2011 Scott, 2011). Responder preguntas de forma que cuestionen el sentido común, sentido basado generalmente en el orden patriarcal (Blazquez, 2012; Harding, 2006, Scott, 2011). Desde el desconocimiento y/o la interpretación maniquea, las bases teórico-políticas de la perspectiva de género en el análisis de la VRP son interpretadas como “posturas unilaterales” (López et al., 2013, p. 7) donde se mira a los hombres como agresores y a las mujeres como únicas víctimas (Dutton, 2010; Hernández, 2015). Para otros autores, la perspectiva de género implica sólo incluir a hombres y mujeres en los estudios (véase Montesinos, 2014), sin cuestionar siquiera los factores socioestructurales que podrían subyacer a los resultados, ni tampoco las formas en que la violencia es ejercida sobre los cuerpos sexuados. Refieren que un estudio cuenta con una “verdadera perspectiva de género” o que habla de “verdadera equidad” cuando el estatu quo no se cuestiona, sino que se refleja en la interpretación de resultados.
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Ariño et al. (2011), para saber si un proyecto cuenta con perspectiva de género, es necesario explorar todos sus componentes, desde la introducción y desarrollo de la teoría, hasta la metodología, resultados y conclusiones; propone, entre otras cosas, identificar si dentro de la propuesta se habla de la magnitud del fenómeno en hombres y mujeres, conocer desde la teoría algunos determinantes de género como los roles sociales y la división sexual del trabajo, entre otras, y conocer su impacto en la variable evaluada; cuestionar si sesgos como asumir la igualdad entre hombres y mujeres han permeado los objetivos, hipótesis o incluso las muestras y las conclusiones finales. Para Pateman (1986 p. 109) afirmaciones como que “las relaciones entre hombres y mujeres pueden ser analizadas de la misma forma, empleando las mismas categorías” niegan la dominación sexual y el patriarcado, entendido éste como un sistema de opresión, explotación, violencia y discriminación que afecta tanto a hombres como a mujeres (Paredes y Guzman, 2014), pero que es en la materialidad de los cuerpos de las mujeres donde se encarna de manera más cruenta. Para Pateman (1986, p. 109), asumir la igualdad como un hecho y no como un ideal es una expresión de un “feminismo domesticado” que debe ser erradicado. Finalmente, pese a que generalmente se cree el activismo y la academia no pueden coexistir, Eagly (2013) señala que “la ciencia y la política están completamente entrelazadas en el estudio del género” (p. 11). Hacer un análisis con perspectiva de género en temas tan relevantes como la VRP resulta un deber ético.
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Alcances y limitaciones Es primordial subrayar que, al emplear una escala de evaluación, es importante considerar el contexto de aplicación; un número no puede ser traducido en texto de manera acrítica sin considerar el tipo de interacción en que se da, los actores, el tipo, la frecuencia, la constancia, la intensidad y/o sus efectos. La escala empleada para este estudio considera como violencia la frecuencia en que ciertos tipos violencia son percibidos, como la mayoría de las escalas que evalúa violencia en relaciones de pareja, no posee reactivos que puedan minimizar los sesgos perceptivos o que evalúen la intensidad de la violencia experimentada. Estos aspectos no constituyen en sí un obstáculo para la utilización de la escala, una vez que todas las escalas se dedican a aprehender aspectos o fenómenos específicos, que deben ser interpretados considerando las limitaciones del instrumento aplicado. El método científico busca aislar variables, poniendo a prueba hipótesis y los procedimientos empleados para obtener resultados. En este sentido, al aplicar una prueba de autorreporte es importante reconocer las limitaciones de ésta y los sesgos que puede conllevar su uso indiscriminado. Explicitando sus beneficios y limitaciones, pero, sobre todo, dando cuenta del contexto en el que se aplica. Lo anterior no aboga por prohibir el uso de escalas de autorreporte en problemáticas sociales como la violencia en las relaciones de pareja, sino que urge a no banalizar o reducir estas problemáticas a un número, a no asumir que hombres y mujeres vivimos el mismo contexto de violencia en nuestras relaciones sólo por presentar puntajes similares; pero sobre todo, propone no interpretar estos puntajes a través de teorías anacrónicas o de
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estereotipos de género que tienden a ver la violencia contra las mujeres como algo esperado, por no hablar, por no denunciar, por creer que quieren estar ahí aunque tengan otras opciones; que toda conducta realizada por las mujeres puede ser un detonante para la violencia masculina. Tampoco se busca negar la existencia de VRP vivida por los varones, sino que se invita a analizarla con mayor profundidad. Es en este sentido, que el análisis de género en problemáticas de salud pública, como en el caso de la violencia en la pareja, es imprescindible. De manera constante, el estudio de este fenómeno, como otros que tienen por centro la pareja (amor, conflicto, estilos de negociación, sólo por incluir algunos) han obviado la preferencia sexual de las personas entrevistadas elaborando sus conclusiones en dinámicas heterosexuales, pero, generalmente, carentes de perspectiva de género. Es decir, señalan diferencias entre hombres y mujeres, pero no emplean el género como categoría de análisis. Una de las limitaciones más marcadas en el presente estudio fue asumir la heterosexualidad de las y los participantes como un hecho, pues no se les cuestionó sobre el sexo de su pareja. Sin embargo, dicha obviedad resulta interesante puesto que en los diferentes artículos que han empleado la escala de Cienfuegos-Martínez (2014) y en cuyas conclusiones tienden a culpabilizar a las mujeres de la violencia, se ha asumido la heterosexualidad de las y los participantes, en ninguno se cuestiona siquiera. Se optó por partir de la misma premisa, aunque en los casos donde fue posible identificarlo, se eliminaron las parejas del mismo sexo.
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Una de las narraciones hechas por una mujer que reportó un nivel de violencia bajo en el Centro de Apoyo Psicológico fue el siguiente: “Me puse celosa porque hablaba mucho de un amigo y una ocasión nos pidió que lo acompañáramos a comer y yo tenía que ir a la biblioteca y me molestó que ella prefiriera acompañarlo a él que a mí… Porque él es su amigo y van en muchas clases juntos…”
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YESSICA IVET CIENFUEGOS MARTÍNEZ Mexicana. Licenciada y doctora en psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México en 2010; ha realizado estancias de investigación en la Universidad de Austin, en Texas y en la Universidad Autónoma de Madrid. Actualmente es profesora investigadora del Departamento de Psicología en la Universidad de Guanajuato. Sus líneas de investigación versan sobre la violencia en las relaciones de pareja, violencia contra las mujeres, el género y la psicología social. Dentro de sus publicaciones más recientes se encuentran: Cienfuegos-Martínez, Y., Saldívar-Garduño, A. Díaz-Loving, R., ÁvalosMontoya, A. (2016). Individualismo y colectivismo: caracterización y diferencias entre dos localidades mexicanas. Acta de Investigación Psicológica, 6(3), 2534-2543. http://dx.doi.org/10.1016/j.aipprr.2016.08.003. “Violencia contra las mujeres en las relaciones y su legitimación cultural”. En V. Góngora Cervantes, & R. Vázquez Valenzuela (Eds.). Perspectiva de género en la práctica educativa de la Universidad de Guanajuato. Aproximaciones feministas (pp. 23-55). Guanajuato, México: Universidad de Guanajuato, 2016.
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OSCAR GERARDO HERNÁNDEZ LARA
Universidad Autónoma de Baja California oscar.hernandez18@uabc.edu.mx
BENJAMIN TONEY
University of Southern California btoney@usc.edu
ARTÍCULOS
Museums as social and cultural spaces for active ageing: evidence, challenges, and opportunities ABSTRACT: The work addresses access to Museums as cultural spaces by older adults in Mexico. The access, use, and knowledge they have regarding museums are analyzed. The analysis is carried out by rural or urban origin, travel time, gender, education levels, among other variables. The database used is the Museum Statistics for 2017 published by INEGI in 2018 and the method used consisted of crossing variables. The National Statistical Directory of Economic Units database was accessed to cross-check statistical information with georeferenced points of museums throughout the country. The work adds two different dimensions of study, 1) to the studies of aging and old age, when verifying the mobility, cultural interests and social connectivity of the elderly and, 2) to the studies on museums and cultural spaces, by demonstrating the persistence of access and interest on the part of older adults. KEYWORDS: Museums; Elderly; Social Connectedness; México; access to cultural spaces.
RECIBIDO 21 enero 2021 APROBADO 14 julio 2021
Los museos como espacios sociales y culturales para el envejecimiento activo: evidencia, desafíos y oportunidades
PUBLICADO 19 noviembre 2021
RESUMEN: Este trabajo aborda el acceso de adultos mayores de México a los museos como espacios culturales. Se analiza el acceso, uso y conocimiento que tienen respecto a ellos. El análisis se realiza bajo las siguientes variables: origen rural o urbano, tiempo de traslado, género, nivel educativo, entre otras. La base de datos utilizada es las Estadísticas de Museos del año 2017 (INEGI) y se usó el método de cruce de variables. Se accedió a la base de datos Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas para cruzar información estadística con los puntos georreferenciados de museos en todo el país. El trabajo agrega dos dimensiones de estudio diferentes, 1) a los estudios del envejecimiento y vejez, al comprobar la movilidad, intereses culturales y la conectividad social de los adultos mayores y, 2) a los estudios sobre museos y espacios culturales, al demostrar la persistencia del acceso e interés de los adultos mayores. PALABRAS CLAVE: Museos; personas adultas mayores; vinculación social; México; acceso a espacios culturales.
CÓMO CITAR Hernández, O. y Toney B. (2021). Museums as social and cultural spaces for active ageing. Evidence, challenges, and opportunities. Culturales, 9, e588. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e588
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Introduction. The context of the new wine geographies Roughly 10% of the population of Mexico is over the age of sixty – and the gross number can be expected to continue to increase as age cohorts age. This demographic group increased from 3.5% to 10.4% of the total population between 1900 and 2015 when they reached 12 million, a momentous demographic shift in age distribution. The ageing index – the number of older adults -people 60 years and older- per 100 children – grew from 16 in 1990 to 21 in 2000 and has reached 31 in 2015. The median age has grown from 19 in 1950 to 23 in 2000 and 27 in 2015 (INEGI, 2015). Mexico City is the oldest state with a median age of 33, while Chiapas is the youngest with median age 23. Mexico’s demographic shift is widely studied for its expected consequences and future challenges (Ham, 1999; Partida, 2005). As more people are living longer lives, there are accompanying social, institutional, and cultural shifts that are needed to ensure that older inhabitants of Mexico can survive and thrive. One component of great importance to that ability concerns access to cultural spaces for the recreational, educational, and social benefits that these spaces can support. As such, museums have the potential to play an important role in supporting the ageing needs of elders. We analyze 2017 data from the Museum Statistics database published and managed by the National Institute of Statistics and Geography of Mexico (INEGI). The database consists of data collected by museum personnel during visits as well as characteristics about Museum Institutions. The data show how older adults can make use of museums relative to younger adults, and in turn, raises important questions for designing programs and institutions that effectively support Active Ageing.
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Active Ageing is a timely framework for the reasons previously mentioned. While populations globally are ageing due to progress in healthcare and food access, many societies are now faced with larger elderly populations with distinct social and cultural needs. In this paper, we seek to characterize museum access and use patterns by elderly adults at the national level and compare those to patterns of younger adults. We also disaggregate some elderly use patterns across gender (reported in the survey as a binary variable between male and female). We hypothesize that aged 60+ elderly adults’ use of museums often differs from the use by younger adults between the ages 18-59. On social dimension variables, we expected older adults to be less likely to have received family stimulus for cultural consumption, more likely to be first time visitors, more likely to visit alone (related to social isolation), and likely to be less educated than their younger adult peers. On access dimension variables, we expect a higher reliance on public transit use and walking by younger adults, greater times traveled by older adults, and lower rates of participation by older rural adults compared to younger rural adults due to a combination of transportation access and bodily ability differences among older residents. For the purposes of this paper, we will not be able to definitively explain the reasons behind the differences observed, but we can suggest possible explanations and avenues for further research. Based on the patterns observed, Museum Institutions may consider specialized programs and service considerations to support active ageing functions to attract older patrons and create spaces that older adults can use to increase their active aging and social connectedness. Table 1 shows hypotheses based on the variables we studied, grouped according to the Active Ageing framework proposed by the World Health Organization (2002).
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Table 1. Hypothesizing based on Active Ageing dimensions. Hypothesis Active Ageing Dimension Social
Personal
Physical
Younger Survey Variable
Adults
Elders
Family Stimulus
More Likely
Less Likely
1st Visit
Less Likely
More Likely
Visit Alone
Less Likely
More Likely
Reason for Visit
Learning
Accompaniment
High Education Level
More Likely
Less Likely
Method of Discovery
Family/Internet
Relational
Use of Services
Exhibit
Exhibit
Reported Learning
Likely Higher
Likely Lower
Rural Visitors
Likely Higher
Likely Lower
Time Travelled
Likely Lower
Likely Higher
Visit Duration
Likely Higher
Likely Lower
Mode of Transit
More Transit
More Auto
Source: based on WHO (2002)
Literature Review Active ageing, as a novel and prominent paradigm within ageing studies, offers various analytical approaches (WHO, 2002; Walker, 2009; ILC, 2015; Ramos et al., 2016; SalazarBarajas et al., 2017), but generally centers the perspective that ageing is a positive and important part of life, contrary to past studies and approaches in which ageing is more associated with death and deterioration (Fernández-Ballesteros et al., 2013). “Active Ageing” is defined by the World Health Organization (WHO) as “the process of optimizing opportunities for health, lifelong learning, participation, and security to enhance the quality of life as people age” (WHO, 2002: 12). To further specify, optimizing health
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includes physical health status, mental health, and social connectedness. Some results suggest that interventions on social isolation could improve structural social support, functional social support, loneliness, and mental and physical health (Dickens et al., 2011). In its 2002 report, Active Ageing. A Policy Framework, the World Health Organization (WHO) makes clear that “active” refers to “continuing participation in social, economic, cultural, spiritual and civic affairs, not just the ability to be physically active or to participate in the labor force” (2002: 12). The WHO policy framework focuses on six components for active ageing: Behavioral Determinants, Health and Social Services, Economic Determinants, Social Determinants, Physical Environment, and Personal Determinants. Some of those determinants are related to systems and services that might be offered to the elderly by the state or by market actors. Others connect more closely to elders’ practices or their backgrounds.
Figure 1. Active ageing. Determinants. Source: WHO, 2002.
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We highlight three determinants of the Active Ageing framework for our purposes, as seen in Figure 1. The first concerns Social Determinants, which focus on preventing loneliness, social isolation, illiteracy, and lack of education, all of which are related to older people’s risk of disabilities and early death (WHO, 2002: 28). Various studies have demonstrated that social support and connectedness prevent stress and can reduce the rate of decline of physical and mental well-being (House et al., 1988; WHO, 2002, ILC, 2015). Rowe and Kahn (1998) have concluded that social integration is a key factor to successful ageing (Rowe & Kahn, 1998). Belonging to a group that shares interests and activities, volunteering, strong intergenerational relations, long-time friendship (former workmates, schoolmates, or neighbors) shapes not only social networks for elderly people but also influence their abilities to stay informed and connected in a society that is becoming more and more digitally driven (Gonzalez-Oñate et al., 2015; Jung & Sundar, 2016). Though ageing is associated with social isolation, elders use various strategies to maintain social connections and build new relationships. In response to sedentary and less mobile lifestyles in older age, going to a museum can be a means to avoid reduced physical activity and its consequences (Palmer et al., 2019). Leisure time and social activities can decrease isolation - leading to depression, cognitive impairment, and mortality (Lubben, 2017). Indeed, there is a scholarship that characterizes museums as a social experience (Coffee, 2007). Access to knowledge of their social space, including leisure activities, also is key to active ageing and social connectedness (Sinclair & Grieve, 2017; Cardozo et al., 2017). According to literature (González-Oñate, et al., 2015; Sinclair & Grieve, 2017; Yu et
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al., 2018), older adults use of the internet, including Social Network Sites (SNS), is increasing, which could serve as a way elders discover museums and other social engagement options. Also, studies on SNS have shown that these technologies can improve their quality of life by reducing social isolation while promoting and nurturing their social ties and new relationships (Mo et al., 2018), and also improving their access to social benefits (Yu et al., 2018). The second determinant group we use is Personal Determinants. Literature evaluating museum use demonstrates that elderly visitors are generally interested in visiting museums (Rogers 1998, Tufts & Milne 1999). Prior knowledge (Antón, Camarero, & Garrido, 2018) and post-visit activity (Antón, Camarero, & Garrido, 2019) have been linked to satisfactory experiences among visitors in general. Affect, and emotion have also been widely understood to be important factors in shaping museum use and satisfaction (Del Chiappa, Andreu, & Gallarza, 2014). Fewer studies specifically focus on elder patrons as units of study. Elottol & Bauhaudin (2011) studied the perception and satisfaction of elderly museum patrons in Malaysia. They find that satisfaction among elderly patrons is related to interior pathway design and circulation accessibility (Elottol & Bauhaudin, 2011: 277). Retcho (2017) studied elderly visitors with and without dementia as a part of the Meet Me at MoMa program which, specifically targeted elders with early-stage Alzheimer’s disease; findings included some evidence of a positive effect on reported affect, an important factor in active ageing. The third determinant of focus is the Physical Environment. Age-friendly environments have been noted to be key in supporting active ageing (Pregazzi, 2017;
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Zamorano et al., 2012; Sánchez y Cortés, 2016). Studies from gerontological planning of the physical and social environment perspective suggest that there is still a lot to do regarding spatial mobility for older adults in Latin America (Salas & Sánchez, 2014; Sánchez y Cortés, 2016). Pioneers of ageing studies in Mexico warned about the lack of readiness of certain urban systems facing the ageing process (Welti, 2001; Serrano et al., 2009). Nowadays, diverse research focuses on analyzing and preparing cities and programs to offer friendly and accessible spaces for older adults (Pregazzi, 2017; Zamorano et al., 2012). Recent studies focus on human rights for the elderly (Huenchuan & RodríguezPiñeiro, 2010; Rodriguez et al., 2018) and also on their autonomy, mobility, and adaptation (Hernandez, 2018). With respect to museums, the number of museums and their spatial distribution likely impacts elders’ use. Graph 1 illustrates the temporal pattern of Mexican Museum openings since the beginning of the 20th century. Over 90% of the museums cataloged in the DENUE1 database opened in 1970 or later. Museums became more involved in economic, political, and social issues from the 1970s (Prince, 1990). This was because culture took on a more central role within the social consciousness that connected territory, museums, and society (Gilabert & Lorente, 2016) through a “dialectic interrelation between culture, identity and heritage” (Alonso, 1993; cited in Gilabert and Lorente, 2016: 58). We consider this an important pre-condition for elders to rely on museums to express and satisfy social and cultural interests over time.
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Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas [National Statistical Directory of Economic Units] is a system managed by INEGI that offers users to get data for all active businesses in the country. It allows the identification of economic units by name, size, location, economic activity, and legal representation. It was a very useful tool for the identification of museums and their spatial location.
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Graph 1. Evolution of museums openings in México. Source: INEGI, 2018.
The 1970s represented a shift in museum policy marked by the decentralization of cultural institutions in México. This shift included an increased focus on “grassroots cultural activities, [as] the celebration of the cultural heritage of the indigenous, the rural, and the popular sector, became one of the central topics of cultural policy since the 1970’s” (Komatsu, 2003: 2). The geography of museum locations has dispersed in concert with the expansion in numbers both in rural and urban areas, which is relevant to residential proximity and transportation access today.
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By doing so, museums began to connect collections and topics with the context and social environment where they locate (Romero de Tejada y Picatoste, 2002; cited in Gilabert and Lorente, 2016: 86). During this period, the number of museums skyrocketed due to growing publicly funded museums, private art collections made available to the public, and community museums. It is important to note that a variety of museums may include variations on how individual institutions are run. Shieldhouse (2011), for example, demonstrates how the role of institutional planning and implementation can affect the number of visitors and the quality of visits for UNESCO World Heritage sites in Mexico. The degree to which museum operation in Mexico specifically targets the accommodation of elderly patrons likely varies across institutions and may be a useful avenue for future research. Map 1 (using geolocation data from DENUE) and Table 2 (using museum municipality data and urban/rural status by population from INEGI) show patterns of museum location nationwide.
Table 2. Location of museums by rural or urban. México. Museum Location Mexico
Urban Municipality Count Percent 1,126 89.8
Rural Municipality Count Percent 130 10.1
Source: INEGI, 2018.
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Map 1. Museums by rural and urban location. México. Source: INEGI, 2010 (Geostatistic) and 2019 (DENUE).
Existing literature on transportation mode choices does not yet expansively cover patterns in Mexico, and much less research is explicitly dedicated for trips to cultural recreation destinations among elderly residents. Guerra (2014) demonstrates that in the Mexico City Metropolitan Area, the relationship between the built environment and Vehicle Kilometers Travelled (VKT) among driving households likely strengthened between 1994 and 2007, though the relationship was not substantially different than in U.S. cities. In a study of mode choice in the 100 largest urban areas in Mexico, Guerra et al. found men to be less likely than women to use transit than to drive, bike, or walk, while car
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use was more likely than transit use for residents up to 44 years of age than for residents older than 44 (Guerra et al., 2018: 102). Harbering and Schlüter (2020) find a similarly gendered pattern in the Metropolitan Area of the Mexico Valley, where women are more likely to use transit than cars, and add that higher education is positively associated with car use. Other studies outside of Mexico (O’Fallon and Sullivan, 2003) indicate that car usage can be expected to be higher for leisure trips in some cases. Lastly, we take into consideration differences among male and female reporting respondents among the elderly age group. Studies on the relationships between gender and ageing have deep roots in demographic and ageing studies. Active Ageing frameworks have frequently been applied in the Global North. Montero López et al. (2011) find in Spain some evidence of objective and perceived health declines to be more severe in women among a group of 456 elders (Montero López et al., 2011: 608). Foster & Walker critique the dominant productivist frames of active aging in the European Union, which “largely ignore the different needs of older men and women” (Foster & Walker, 2013: 7), suggesting in its place a life course approach that validates needs at different stages of life and decouples the deserving of support from economic productivity. Studies about gender in old age point to several differences among men and women, this is undoubtedly influenced by the fact that women can be disadvantaged in comparison to men when it comes to labor, income, and educational attainment (Freixas, 1997; Muñoz & Espinosa, 2008; Fernández-Mayoralas et al., 2015). Safety is a concern that affects both transportation and the use of public space (Yavuz & Welch, 2010). Longer life expectancy worldwide can mean that some older women spend aged years alone (Muñoz & Espinosa,
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2008). Muñoz and Espinosa highlight that gender is “a cross-sectional determinant of active ageing and reflects huge disadvantages of older women” (2008: 305). While this study cannot speak to speak directly to health and socioeconomic dimensions specifically, including gender analysis helps to understand challenges and opportunities for policies, facilities, institutions, and academic research to support active ageing outcomes for people of different identities who may have different needs. To investigate the three components of an active ageing framework on Mexican visitors to museums, we compare adults aged 18-59 to adults 60 and overusing crosstab analysis. To expand further, we apply a gender analysis to disaggregate older visitors into male and female respondents to determine if gender differences appear in elderly visit characteristics.
Data and Methodology Studies on cultural access and cultural consumption regarding museums in Mexico continue to grow. During the 1980s and 1990s, research on museums and cultural access accelerated, but still, it is short nowadays (Schmilchuk, 2012; García, 1993 & 1999; Rosas 2002 & 2007). Scholars have noted a political dimension to using time to visit spaces conceived for leisure and information. The use of time “constructs us as citizens, as social individuals, it impulses or bans us to think, feel and act on reality and on ourselves” (Schmilchuk, 2000: 79). Schmilchuk (2000) advocated for a better understanding of the experience of museum use and thus for better databases about museums and their visitors. She emphasized the necessity of knowing more about those elements to improve not only
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museums per se but visitors’ investment (in time spent and physical effort) and visitors’ perceptions. There is a relatively short list of databases related to cultural access and venues in Mexico. The most recent effort is the Estadistica de Museos. It ran in 2016, and it is planned to continue yearly. This database allows users to learn more about museum institutions, access, size, and their visitors. The database has three components – a survey of museum institutions’ characteristics, museum institutions’ volunteership and social service offerings, and museum visitors’ characteristics collected in interviews of patrons by museum staff. In response to García’s (1993) claims about museum use data, the Estadísticas de Museos database makes a great improvement in showing museums’ and visitors’ characteristics. We worked with the database of the year 2017, which featured 171,627 individual patron responses. After dropping missing data, unspecified responses, museum visitors not from Mexico, elders above age 97 who had been grouped under a single code, and youth aged 13-17, the final sample we used was 129,652 individuals, of which 10,419 were 60 years or older. Some key assumptions impact our use of this data. Firstly, since patrons were interviewed by museum staff, it is possible that patrons willing to spend additional time to participate were predisposed to report more favorable outcomes. There are also general assumptions about precision and accuracy in self reporting on variables like travel time. The survey also does not ask if the travel was specifically to visit a museum or if visiting one was added as part of a larger trip. Other limitations from this database include a lack of information about visitor’s socioeconomic status and travel
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distance. However, municipality of origin and travel time help illustrate where older and younger adult patrons come from and how long they are willing to travel. Further, the structure of data for some responses required some manipulation. For example, educational attainment data was reported across two variables – the highest level of education reached and whether that level was completed. To group individuals by educational attainment, we assigned individuals to the highest level completed. In addition, because levels of education were spread across 9 categories (ninguna, Primaria, Secundaria, Estudios técnicos con secundaria terminada, Normal básica, Preparatoria o bachillerato, Estudios técnicos con preparatoria terminada, Licenciatura, Maestría o doctorado), we collapsed those levels into 5 categories (none, Less than High School, High School, Bachelor’s Degree, Master’s Degree or Higher). In addition, respondents answered yes or no to a series of questions regarding whom they visited and their motivations to visit, and each respondent has the ability to select multiple responses. We present the percentage of respondents who reported a given motivation or type of companion to compare these variables.
Findings Social and Personal Dimensions of Museum Use In the context of active ageing (WHO, 2002; Fernández-Ballesteros et al., 2013; Rowe & Kahn 2015; Fernández-Mayoralas et al., 2015, ILC, 2015), social activity and connectedness are vital for health and daily life issues for the elderly. Likewise, the continuous search for knowledge and satisfaction of curiosity is an important element in active and successful
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ageing. We investigated social dimensions of museum use with the following questions: with whom do older adults go to museums? What motivates them to go to a museum? Is it to accompany somebody or for personal reasons and interests? Do they have established preferences to visit museums? By what means do older adults find out about the existence of museums or exhibitions? In addition to their role as places of history, knowledge, and memory (Sandell, 2003), museums also serve as points for meetings, for social, academic, and cultural activities (Camic & Chatterjee, 2013; Antunes & Jesus, 2018). To investigate a social dimension of visitors’ cultural background, we analyzed if respondents received family stimulus for cultural consumption during their childhood. Among all respondents, 85,077 (65.6%) said they received family stimulus for cultural consumption during childhood. Of that group, 4,911 were age 60 or older, representing about 47% of the sample’s total 10,419 persons aged 60 or over. The younger adult groups received family stimulus much more frequently at about 67% of the time.
Table 3. Family Stimulus and First Visit to a museum. México. Received Family Stimulus for Cultural Consumption
Age 18-59 Count
Percent
Count
Percent
Yes
80,166
67%
4,911
47%
No
39,067
33%
5,508
53%
First Time Ever Visiting a Museum
Yes No Source: INEGI, 2018.
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Age 60 and over
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
81,562
68%
6,676
64%
37,671
32%
3,743
36%
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We also analyzed if the visit they were surveyed was their very first visit to any museum. Table 3 shows reported first visits for 68% (81,562) and 64% (6,676) of the younger adult and elderly adult respondents, respectively. This finding was inconsistent with our expectations, though the proportion of first-time visitors was similar among the age groups we constructed. The proportion of elders visiting for the first time might decline over time as younger cohorts that have already visited a museum age into their elder years; until then, programming implications include engaging first-time visitors across age groups. To examine how visitors’ preexisting social relationships shaped visits, we analyzed companions during visits. 1,494 (14%) of older adults went alone, while 8,925 went with someone. This suggests that elders are able to use museums to engage as individuals as well as to reproduce existing relationships. The most common companions for the elderly were relatives, with 55% (5,716), friends (14% or 1,461 individuals), followed by partners (11% or 1,190 individuals). The expectation was to see a higher share for tourist companions, but it only appeared for 5% of the elderly respondents. As expected in comparison to younger adults, elders seldom visited with companions related to school or work. Data regarding companions for the young and old groups can be seen in Table 4.
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Table 4. Accompaniment by Age Group. México. Nobody
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Yes
14,162
12%
1,494
14%
No
105,071
88%
8,925
86%
Relative
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Yes
57,544
48%
5,716
55%
No
61,689
52%
4,703
45%
Romantic Partner
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Yes
16,996
14%
1,190
11%
No
102,237
86%
9,229
89%
Friend
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Yes
23,348
20%
1,461
14%
No
95,885
80%
8,958
86%
Coworker
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Yes
2,827
2%
213
2%
No
116406
98%
10,206
98%
Schoolmate
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Yes
6,411
5%
106
1%
No
112,822
95%
10,313
99%
Tourist Group
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Yes
1,640
1%
572
5%
No
117,593
99%
9,847
95%
Source: INEGI, 2018.
Huijg and colleagues (2017) define Plans and Wishes as important factors during old age. The top three motivations elderly visitors reported for their visit were for general cultural engagement (51%), to learn something (31%), and finally, to accompany
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somebody (26%). For the younger adults, the same top three motivations were reported at the following rates: cultural engagement (45%), learning (31%), and accompanying another (25%). For the elderly, cultural motivations were higher than the population average. This pattern was surprising since fewer of them received family stimulussuggesting that the impetus for cultural engagement comes from multiple sources. These reports from visitors demonstrate the intent to use museums for precisely the types of activities that support active ageing. Some research has found that the elderly see museums as options to be active, engaged, and healthy (Hovi‐assad, 2016; Huijg et al., 2017) since it is an activity that makes them go out move and interact with their surroundings. Educational background is another important dimension of active ageing. Table 5 shows the education levels of visitors compared to nationwide averages by age groups. We find that, contrary to expectations, elderly visitors are, in fact, more likely to have higher educations than the younger adult visitors in addition to having higher educations than the population at large. Such a pattern could be the result of self-selection where education level relates to an interest in visiting, the result of barriers to entry where education level relates to sociospatial advantage and facilitates easier access for the educated, or a combination of the two. However, elderly visitor populations had proportionally larger groups with little to no education. This would be consistent with the finding that many elderly visitors report learning (31%) as a motivation to visit –older adults with lower educational attainment may see museums as an opportunity for continued learning. Regardless, it is clear that the universe of visitors we studied is not representative of the
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larger population on educational attainment, a pattern relevant for institutions prioritizing inclusion among diverse elder populations.
Table 5. Educational levels. Estadística de museos sample vs. Nationwide averages. México.
Education Level
Population
Visitor
Visitor
Visitor
(18-97)
(18-97)
(18-59)
(60-97)
(N = 55,036,609)
(N= 129,652)
(N = 119,233)
(N= 10,419)
None
10%
0%
0%
2%
Less than High School
49%
22%
21%
34%
High School
20%
37%
39%
20%
Bachelor's
3%
34%
34%
33%
Master's or Higher
2%
7%
7%
11%
Source: INEGI, 2018.
We also investigated the method of discovery among different visitors. Literature refers to the importance of prior knowledge to the experience of museum visitors, and thus how individuals find out about exhibits/museums may influence the active ageing potential of museums. Older visitors reported social relationships like friends and family (32.3%), past knowledge of the museum (22%), followed by Offices of Touristic Information (11%) were the top three ways they encountered the museums. Younger visitors reported slight differences, learning of the museums by friends and family relatives (31%), teachers (15%), and past knowledge of the museum (15%). Internet use was low among both groups, though lower as expected among the older visitor group. Only 3% of older adults said they used SNS, and only 6.2% used the Internet to know about the museum. We also explored
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whether the visit to a museum was planned or not, considering that planning activities can be important to maintaining physical and mental well-being for elders (Huijg et al., 2017). We found out that 52% of the overall visitors did plan their visit. Rates were similar among the older adult groups (54% or 5,642) and the younger adult groups (52% or 62,090) in planning visits prior to attending museums. Older adults planned slightly more frequently, but overall large portions of both groups chose to visit more spontaneously, an ability likely influenced by the freedom of time, spatial proximity, and transportation access. How a museum is used helps to understand its potential as a site for active ageing; thus, we explored use patterns. The use of services followed similar patterns among age groups. The top three services were the exhibitions (91.5%), guided visits (30.4%), and the stores/gift shops (17.3%), which each had similar response rates among older and younger adults alike. None of the other services polled in the survey, were used by more than 6% of the sample. Service use can partly be explained by service provision, which was measured from the museum characteristics database (N=1,256). With respect to the two most commonly used services, 96.5% of museums featured exhibitions, and 83.7% featured guided visits. However, there were cases where commonly provided services were seldom used. 44% of museums offered arts and cultural activities, while only 5.1% of survey respondents reported using them. Meanwhile, there were also cases where use was sizable despite less frequent provision. Though only 27.0% of museums reported stores or gift shops, 17.3% of patrons still reported using them. This is consistent with former studies, including Rogers (1998), which demonstrated how gift shops have become increasingly important to balance the books in museum contexts in
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which funding becomes precarious. Of note is the gap between the rate of provision of ability devices to support physical ability (14%) and the rate of use by visitors (0.4%). It may be the case that individuals with less physical ability face transportation challenges in reaching museums or may bring their own devices and therefore lack the need for temporary options. However, greater support inside and outside museums is likely needed to ensure active ageing can occur despite ability differences. As part of the social determinants involved in active ageing, nurture of education keeps elders socially connected and active within society. This gives them tools to keep their knowledge updated and avoid social isolation and the consequences that come with it. Curiosity has many places and times for satisfaction, and certainly, museums are locations where elders can nurture their knowledge and curiosity. Our analysis showed that 61% (1,973 of 3,225) of elders whose motivation to go to a museum was “Learn” reported the highest learning score of 10, while 58% of those who did not report learning as a motivation reported a learning score of 10 (4,142 of 7,194). Overall, compared with younger adults (53%), a higher share of elderly visitors (60.5%) reported the highest level of learning. Regardless of age group, or whether learning was an explicit goal, most visitors report having learned something new after visiting. In this way, elders and other adults are able to use museums for lifelong learning as consistent with existing literature (Hsieh, 2010; Camic & Chatterjee, 2013; Galvanese et al., 2014).
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Physical Determinants: Mobility, Time, Space The spatial pattern of museums demonstrates some dispersal of institutions with notable clustering around Mexico City and Guadalajara. In general, the vast majority of museums recorded in the INEGI (2018) survey (roughly 90%) are located in municipalities considered as urban (return to Table 2 and Map 1). For elder and younger adult patrons alike, this means that living in a rural area may make it harder to access museums based on travel. For elders living in urban residences, who may be closer to museum locations, transportation accessibility may be an important factor shaping their museum use. This consideration is relevant considering that approximately half of the visitors reported visits in which the trip was not planned.
Table 6. Urban or Rural Origin. México. Age 18-59
Visitors
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Urban Origin
115,737
97%
10,083
97%
Rural Origin
3,827
3%
322
3%
Source: INEGI, 2018.
Contrary to our hypothesis, older rural adults did not have lower rates of museum visits than younger rural adults (though total numbers were lower). The survey data indicates that in 2017 very few patrons reported living in rural municipalities, regardless of age group. Of the 129,652 patrons in the sample, 4,149 (3%) reported dwelling in a rural municipality. As seen in Table 6, adults aged 18-59 and adults over 60 who participated in the survey separately reported the same rate (3%) of rural dwellings (3,831 of 119,224 and 334 of 10,419, respectively).
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Table 7. Average time travel and average time of visit (minutes) by gender. México. Age 18-59
Age 60 and over
Travel and Visit Times
Average time
Average visit
Average time
Average visit
traveled (min)
duration (min)
traveled (min)
duration (min)
Female
51.7
61.7
60.7
66.1
Male
54.3
58.8
61.5
61.5
Source: INEGI, 2018.
Using data collected through the survey, we analyzed travel time and time spent in the museum (see Table 7). On average, older adults traveled longer periods and spent more time during the visit. There were some differences across gender, with older females visiting longer than older males. Table 8 shows travel times in greater detail. For rural dwellers, travel time followed similar patterns between age groups. 78% of younger adults traveled one hour or less to reach the museum destination, while 80% of elderly patrons took trips of that length. The majority of younger (54%) and elderly (59%) adults traveled 30 minutes or fewer to their museum destination, older patrons being more likely to take short trips. This was not surprising – as older patrons could be expected to prefer shorter trips, or possibly transportation access could be a barrier for some elders who would otherwise require longer trips. In terms of visit duration for patrons coming from rural residences, young and old visitors alike reported visits of up to one hour between 78 and 79 percent of the time (see Table 8).
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Table 8. Travel Times by Age group: Rural vs. Urban. México. Rural
Urban
Age 18-59
Age 60 and over
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Count
Percent
Count
Percent
0-15
1,094
29%
104
31%
27,934
24%
2,671
26%
16-30
959
25%
93
28%
35,757
31%
2,855
28%
31-45
470
12%
37
11%
15,341
13%
1,170
12%
46-60
457
12%
34
10%
13,660
12%
1,197
12%
61-75
56
1%
8
2%
1,815
2%
174
2%
76-90
236
6%
12
4%
6,979
6%
547
5%
91-120
237
6%
13
4%
5,761
5%
513
5%
121-150
78
2%
4
1%
2,189
2%
216
2%
151+
244
6%
29
9%
5,957
5%
741
7%
Minutes
Source: INEGI, 2018.
The preferred mode of transportation appeared to follow a more distinct pattern by age, however. While younger and older adults from rural areas used private vehicles at roughly the same rates (42.55% and 43.41%, respectively) and walked at roughly the same rates (21.22% and 20.96%, respectively), their use of other modes varied. 24.22% of younger rural adults used public transit, while only 19.42% of older adults did the same. The reduced use of public transit among elderly patrons is consistent with the literature on public transit accessibility for their age group, following that the level of public transit services tends to be less robust in less densely populated areas and México, public transit is not designed adequately for older adults’ use (Melgar et al., 2013; García, 2016). It is demonstrated that the use of public transit is a gesture of autonomy. It makes the elderly “take control of their own lives” (Attoh, 2017: 205).
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Older rural adults had higher rates of use with tourist transport (7.19% vs. 4.10%) and taxis (7.19% vs. 5.56%) compared to rural adults of age 18-59, consistent with the literature. However, there are various alternate potential explanations of this travel behavior. It may be the case that the rural elder patrons who choose to visit museums may have more disposable income on average and therefore chose more personalized, convenient, and subsequently more expensive modes of travel. Meanwhile, finding that about 1 in 5 rural elderly patrons walks to museums when only about 1 out of 10 museums are in rural areas may illustrate how some rural elders are accustomed to walking. The rural proliferation of (especially community) museums may also have helped increase access for people in rural places where museums are, on average sparser. For both age cohorts and rural vs. urban, see Graph 2 and Table 9.
Graph. 2. Urban and Rural Mode of Transport by Age. México. 35% 30% 25% 20% 15% 10% 5% 0% Private Vehicle Public Transit Tourist Transit Urban Age 18-59
Urban Age 60 and over
Taxi
Bicycle Rural Age 18-59
Walking
Other
Rural Age 60 and over
Source: INEGI, 2018.
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Urban dwellers, in general, attended at much higher rates (over 96% of the sample) as compared to rural patrons. Where rural elders were slightly more likely than younger adults to travel one hour or less, urban elders (78%) were slightly less likely than younger adults (80%) to take trips of that length of time. In this case, the reversal might be explained by closer museum proximity for urban dwelling elders. For trips 30 minutes or fewer, the urban pattern was narrower between age groups. Where 55% of urban younger adults traveled up to 30 minutes to visit the museum, 55% of urban older adults made trips of similar lengths. Shorter visit durations were less common for urban museum visitors across age groups. 72% of younger patrons and 69% of older patrons visited for one hour or less, whereas rural visitors visited an hour or less 78% of the time. One could hypothesize that visitors from rural areas who spend more time in transit spend less time in the actual museum. Urban patron visits lasted an average of about 60.9 minutes after an average one-way trip of 53.5 minutes. Rural patrons visited for about 52.7 minutes on average after a one-way trip of 56.5 minutes. However, when broken down by age, we find that longer trips do not necessitate shorter visits. The average duration for younger adults was a 52.9-minute trip and a 60.4-minute visit. Elderly visitors traveled an average of 61.1 minutes and visited an average of 63.9 minutes. Longer durations among elderly patrons could have various interpretations. Longer trips could mean that elders have spatially further residences than younger adults or that the mode of transit simply takes longer. Visit duration could also have multiple explanations - for example, elders might be more motivated to engage in exhibits for longer, or their age might impact the speed at which they view exhibitions.
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Mode of transit for urban patrons demonstrated some patterns consistent and some inconsistent with those of rural patrons. Older adults used private vehicles slightly more frequently than younger adults, with 47.48% and 44.71% respectively. Age groups’ likelihood of walking was comparable with older adults walking 12.77% and younger adults walking 13.61%. Surprisingly, urban visitors (13.54%) chose to walk less frequently than rural visitors (21.20%). Again, elders (24.20%) were less likely to use public transit than their younger counterparts (30.20%), though both age groups rode transit more frequently when coming from urban origins, both findings consistent with existing literature. While urban elders (8.84%) continued to use tourist transportation at higher rates than younger urban adults (4.53%), there was greater parity on taxi use among groups (5.37% and 5.21%, respectively).
Table 9. Mode of transit by rural or urban and age cohorts. México. Rural Mode of Transit
Urban
Age 18-59
Age 60 and over
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Count
Percent
Count
Percent
Private Vehicle
1,094
29%
104
31%
27,934
24%
2,671
26%
Public Transit
928
24%
65
19%
34,853
30%
2,440
24%
Tourist Transit
157
4%
24
7%
5,227
5%
891
9%
Taxi
213
6%
24
7%
6,008
5%
542
5%
Bicycle
52
1%
4
1%
746
1%
50
1%
Walking
813
21%
70
21%
15,703
14%
1288
13%
Other
38
1%
2
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1,269
1%
85
1%
Source: INEGI, 2018.
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The use of tourist transit over public transit appears to matter for older patrons. In all, elderly and younger patrons appeared to use museums at similar rates. Accessibility appeared to be more related to whether a resident lived in an urban or rural setting than whether they were above or below 60. For elders, proximity to museums appears to be important, as evidenced by high proportions of trips under 30 minutes and surprising proportions of rural walking visitors.
Gender Table 10 shows gender differences in our sample of respondents. In this age group, women were about as likely as men to visit a museum during that year. Elderly women did spend longer times during their visits than their male counterparts and were more likely to plan their visits. For both groups, family members were the most common accompaniment. According to Toepoel (2013: 366), “Partners, children, and friends can serve as facilitators for cultural participation for the oldest.” Women reported going with a friend more often, and men reported going alone or with a romantic partner. Elderly women’s lower likelihood of visiting alone could have to do with a combination of cost, access, or safety issues. Presumably, the majority of partnered elderly visitors were in heterosexual relationships – so the partnership findings may reflect sampling bias in the survey process (e.g., talking to one partner and not the other). However, these findings point to how elderly males and females rely on social relationships for companionship in their museum visits. Other notable findings include a difference
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in the method of discovery, where males relied on prior knowledge more often, and females relied on social relationships and tourist offices more often. That corresponds with the transport mode findings, which demonstrate females were more likely to use tourist transport and public transit, while males were more likely to walk or take a personal vehicle.
Table 10. Gender differences among elderly attendees. México. Rural Mode of Transit
Urban
Age 18-59
Age 60 and over
Age 18-59
Age 60 and over
Count
Percent
Count
Percent
Count
Percent
Count
Percent
Private Vehicle
1,094
29%
104
31%
27,934
24%
2,671
26%
Public Transit
928
24%
65
19%
34,853
30%
2,440
24%
Tourist Transit
157
4%
24
7%
5,227
5%
891
9%
Taxi
213
6%
24
7%
6,008
5%
542
5%
Bicycle
52
1%
4
1%
746
1%
50
1%
Walking
813
21%
70
21%
15,703
14%
1288
13%
Other
38
1%
2
1%
1,269
1%
85
1%
Source: INEGI, 2018.
Discussion and Conclusion In this paper, we sought to explore elderly museum use and access in Mexico using new national level data in the context of active ageing, with a focus on personal, social, and physical dimensions. We found that some elders are able to use museums for recreation, learning, and maintaining social connection and engagement, though their preferences and obstacles may at times vary from those of younger adults. At the same time, some
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findings hint at potential exclusivities that may reduce the ability to participate in certain groups. We consider future avenues for research below. While we did not measure the average price of entry or senior discount information,2 we know that having leisure time and disposable income are signs of relative class advantage, in addition to transportation options like private vehicles. Other hints that income/wealth matters include the high proportion of highly educated visitors among elderly and younger adults, the use of tourist industry services to learn about, travel to and visit museums, and the ability to visit without planning, as reported by nearly half of respondents. How income/wealth precisely impacts the interest, access, and use of museums by elderly visitors in Mexico and elsewhere is a worthwhile area of continued study. We are also able to infer the importance of proximity and transportation access to museum use. Since 48% of visitors did not plan their visits, and over 50% of visitors in each age group in both rural and urban locations traveled 30 min or fewer to reach a museum, it appears that convenience helps to play a role. This finding should be analyzed in the context of ability differences among elders – continuing to find ways to enhance design and programming to enable people with mobility support needs to enjoy museums would likely improve the active ageing potential of museums. Similarly, women relied more heavily on public transport matters – in places where transit is sparse, this may affect some women’s ability to visit. Transportation access will largely be decided by local and regional
2
Price and discount data were available in the museum characteristics database, but museum destination data was not collected for visitors.
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planning and policy decisions and, therefore, likely be outside museum purview. Still, museums might in some cases, be able to partner with public transit agencies or private transportation companies for specialized services to improve access. Findings also hint at other opportunities to support active ageing through museum programming. While 44% of museums in the INEGI database reported providing arts and cultural programming, only 5% of respondents in the same year reported using such services. Elders in particular, and adults in general, report cultural engagement as a priority motivation to visit and likely achieve a degree of cultural satisfaction through exhibits and guided visits. However, activities outside of exhibits might offer greater opportunities for meeting new people, considering that most of the social interactions we measured among elders were based on preexisting social relationships. For folks who visit alone or individuals who could use an expanded social network, such structured activities could be helpful. In general, greater qualitative and qualitative inquiry into the curiosities and interests of existing and potential patrons could help create museum spaces that invite and retain elderly visits. Lastly, museums offer institutional mechanisms to support lifelong learning. Whether or not learning was reported as a motivation, a high proportion of visitors reported high learning outcomes. To continue to support active ageing, increasing museums access and use among elders will be critical.
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OSCAR GERARDO HERNÁNDEZ-LARA Mexicano. Doctor por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es maestro en estudios regionales por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y licenciado en planeación territorial por la Universidad Autónoma del Estado de México. Actualmente se desempeña como profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Autónoma de Baja California. Sus áreas de investigación e interés son: envejecimiento demográfico, migraciones internacionales, estudios socioterritoriales, estudios rurales. Sus publicaciones recientes son: Residential Moves Into and Away from Los Angeles Rail Transit Neighborhoods: Adding Insight to the Gentrification and Displacement Debate y Envejecimiento y rejuvenecimiento en localidades rurales en México. Apuntes en prospectiva.
BENJAMIN TONEY American. Doctoral Candidate in Urban Planning and Development at the University of Southern California. Mexican. Bachelor’s Degree in Urban and Environmental Policy from Occidental College. Areas of interest include marginalized populations, urban form and social structure, racial justice, and progressive housing activism. His recent publications include: Boarnet, M. G., Giuliano, G., Painter, G., Kang, S., Lathia, S., & Toney, B. (2019). Does transportation access affect the ability to recruit and retain logistics workers? In Empowering the New Mobility Workforce, pp. 189-219, Elsevier.
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MARÍA DEL CARMEN SALAS QUESADA
Centro de Investigación en Alimentos y Desarrollo, A.C. carmen.salasdr18@estudiantes.ciad.mx
SERGIO ALFONSO SANDOVAL GODOY
Centro de Investigación en Alimentos y Desarrollo, A.C. ssandoval@ciad.mx
GUILLERMO NUÑEZ NORIEGA
Centro de Investigación en Alimentos y Desarrollo, A.C.
ARTÍCULOS
Old categories and new wine geographies. Discussing the creation of value, tradition and identity1 ABSTRACT: Wine production is a cultural, creative, versatile activity, and at the same time, it carries conservative and traditional ideas and classifications that, in some cases, do not fit the dynamism and diversity of the global wine scenery. To achieve a better understanding and with the hope to eventually overcome this complex decalage, this article presents a theoretical discussion of value creation in the context of emerging wine-growing areas. The need to incorporate a socio-anthropological perspective to the study of value is explained, and the limits posed by the reproduction of representation and valorization models based on the classic discourse versions of terroir, tradition, and identity are argued. Given the fact that the worlds of wine (Old/New/Third), are being expanded and transformed, this paper shows that the new wine geographies offer a valuable testing ground for a well-aimed interpretation of the winemaking scenarios of the 21st century. KEYWORDS: New wine geographies, value, terroir, tradition, identity.
gnunez@ciad.mx
RECIBIDO 11 mayo 2021 APROBADO 20 agosto 2021 PUBLICADO 04 diciembre 2021
Viejas categorías y nuevas geografías vitivinícolas. Discutiendo la creación del valor, la tradición y la identidad RESUMEN2: La producción de vino es una actividad cultural, creativa, versátil y, al mismo tiempo, conlleva ideas y clasificaciones conservadoras y tradicionales que, en algunos casos, no se ajustan al dinamismo y diversidad del panorama vitivinícola global. Para lograr una mejor comprensión y con la esperanza de superar este complejo decalage, este artículo presenta una discusión teórica sobre la creación de valor en el contexto de áreas vitivinícolas emergentes. Se explica la necesidad de incorporar una perspectiva socio-antropológica al estudio del valor y se argumentan los límites que plantea la reproducción de modelos de representación y valorización basados en versiones clásicas del discurso del terroir, la tradición y la identidad. Dado que los mundos del vino (Viejo / Nuevo / Tercer) se están expandiendo y transformando, este trabajo muestra que las nuevas geografías de producción ofrecen un valioso campo de investigación para la interpretación de los escenarios vitivinícolas del siglo XXI. PALABRAS CLAVE: Nuevas geografías vitivinícolas, valor, terroir, tradición, identidad. CÓMO CITAR Salas, M.; Sandoval S. y Núñez, G. (2021). Old categories and new wine geographies. Discussing the creation of value, tradition and identity. Culturales, 9, e609. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e609
1 Since January 2021 this investigation has been supported by a research grant from the International
Since January 2021 this investigation has been Organisation of Vine and Wine (OIV). The OIV research project was conducted under the direction of Sergio A. Sandoval Godoy (Research Center in Food & Development CIAD, Hermosillo, Mexico) and the supervision of Tatiana Svinartchuk (OIV), Antonio Seccia (OIV and the University of Foggia, Italy) and Marion Demossier (University of Southampton, UK). 2 The translation of the abstract and keywords has been done by the authors.
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Introduction. The context of the new wine geographies Wine landscapes tell us many stories (Ingold, 1993), some of which refer to the classic producing regions and their representations of tradition, history, homogeneity, and romanticism. At the same time, other new wine-growing landscapes account for the evolution of a sector, its diversity and contradictions, the hegemony of the western experience, and the changes in representation and valorization that surround the production and consumption of wine. This work deals with these last aspects that have become relevant with the growing expansion of the wine industry at a global level (Anderson & Nelgen, 2011; Anderson & Pinilla, 2018; Banks & Overton, 2010; Banks, 2013; Banks, Klinsrisuk, Dilokwanich & Stupples, 2013; Demossier, 2013, 2018, 2020; Inglis & Almila, 2020; Overton, Murray & Banks, 2012), caused in part by the development of emerging wine regions, here referred to as new wine geographies (Banks & Overton, 2010). These new places of production, with apparently different development dynamics, posed further questions for the socioanthropological study of value creation in the wine sector. The experience of two recently developed wine areas, such as Cananea, Sonora (Mexico), and Sonoita-Elgin, Arizona (USA), located on the northern and southern borders of both countries respectively, inspired the considerations shown here3. At a theoretical level, the work and discussion raised by the geographers Banks and Overton (2010), who critically explore the notion of the Third World of wine, constructed the concept of new winemaking geographies (the concept is also discussed in Barker, 2004). They claim the idea that the diversity of the current global wine panorama is much more intricate than the classifications with which we often try to simplify it: “we should reject the obvious solution posed by the most recent producers of adding a Third World to
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This essay is part of a Ph.D. project that started in 2018 and still in progress and what we shared here is a theoretical discussion. Further empirical information will be partially presented in a forthcoming paper title “New Wine Geographies of the United States-Mexico Border. A study about the sense of place” (at the Colegio de la Frontera Norte Journal); and final result and discussion about empirical cases will be fully addressed in future works.
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our categorization. Instead, we see something much more complex, dynamic and exciting: multiple worlds of wine […]” (Banks & Overton, 2010, p. 72) As the authors themselves argue, the notion of the Third World4 of wine is problematic, not only because it has been commonly used to refer to a group of “underdeveloped” or “poor” production countries, “in comparison to the West” (Banks & Overton, 2010, p. 68); but because it is ultimately a vague and broad classification, like those of “Old World” and “New World” of wine5. The origin of the Old and New World of wine differentiation and classification lies in the expansion of the wine industry with globalization. In the wine industry until the 20th century, “three-quarters of the volume of world wine production, consumption and trade still involved Europe” (Anderson, Norman & Wittwer, 2003, p. 661). It is not until the end of the 19th and beginning of the 20th century (with the development of new technology and transport, the liberalization of trade and increased migration from Europe to North and South America) that production and consumption of wine started to be more intensely globalized and de/relocalized (Anderson & Pinilla, 2018; Inglis & Almila, 2020; Demossier, 2018, 2020). As Barker (2004) argued, the variation of the wine countries’ responses to this changing global scenario explains the Old World – New World differences. This differentiation was developed and often simplified in the idea that tradition and terroir were challenged and threatened by the New World’s innovation, technology, and mass production (Anderson & Pinilla, 2018; Carter, 2018; Fourcade, 2012; Inglis & Almila, 2020; Paxson, 2016).
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The Third World wine category has been used to refer to those countries where the wine industry has emergence or re-emergence more recently than the Old and the New World of wine. It has also been used to refer to the wine production in developing countries. It is not an official category, and we used it here to critically discuss the current changes and diversity of the global world of wine, as explained in this work. 5 In the wine sector, the term “old world” refers to Western European wine-producing countries such as France, Italy, Spain, Portugal, Germany, Austria, Greece, Croatia, Georgia (Georgia is lately identified as Ancient World), and others. The “New World” of wine appeals to the expansion of wine production with globalization and colonization. It is applied to countries such as the United States, New Zealand, Australia, Argentina, Chile, and South Africa, among other countries. The division between the Old and New World is supported not only in geographical differences, but also in socio-cultural, economic and political aspects.
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The increasing diversification of the wine world demonstrates that these debates have been partly overcome and complexified. The advancement of the global diversification of wine production, the emergence or re-emergence of new wine countries, the new consumers’ demand, and climate change shows that the wine industry may be experiencing another turn. To contribute to the understanding of the complexity of the global wine scenario, instead of adding new categories to the classification Old World/ New World, such as Ancient World (Inglis, 2020; Li et al. 2018), to indicate an older connection with wine production than the Old World of wine; or Third World, to referred newer connection with wine production than the New World; our study proposes to analyze the emerging new wine geographies to characterize and discuss the changes, the causes, and the challenges of the current expansion and globalization of the wine industry. Today within each country, a wide variety of wine-growing regions can be found, whose development takes place in very diverse socio-economic, political, historical, and temporal conditions; and, therefore, difficult to be classified and analyzed under the same category. Arizona in the United States of America and Sonora in Mexico, the two locations where we based this study, are representative examples; Arizona would be classified within the New World however, its incorporation into the sector is very recent compared to other states such as California. On the other hand, following the classification explained by Banks and Overton (2010), Sonora and Mexico, in general, could be placed between the first and the fourth sub-category of the wider category of the Third World of wine. In the first due to the economic level and for being a former Spanish colony. In the fourth, because Mexico meets three of the criteria proposed in this sub-category: 1. The wine industry is being developed recently, although states like Coahuila have not stopped producing wine since the 16th century (Corona, 2002, 2011); 2. Because certain producing regions are within arid / desert and tropical zones, but with suitable microclimates; and, finally, 3. For not having a consolidated history associated with the domestic consumption of this drink. Additionally, the category of the Third World of wine has been loosely used to refer to a group of
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countries, considered as economic developing countries that have recently started to produce and consume wine (Banks & Overton, 2010). Paradoxically, the wine industry in Mexico is partly been driven by an economic elite, both in terms of investment for production and consumption. For this reason, we conclude, with Banks and Overton (2010), that the classification of the Third World of wine is full of contradictions. In this work, countries such as China, India, Thailand, Brazil, Peru and Mexico, among others, are considered as new wine geographies; but also new regions or microregions that, although located in countries with consolidated wine production, have recently been developed or re-emerge. These areas share a secondary or peripheral place in the world of wine due to: their recent incorporation into the wine sector; their small contribution to the global market of this product; and the low representation and visibility that these winescapes have at the national and international level. Banks and Overton (2010) invite to reconceptualized the world(s) of wine, and this essay seeks to continue the line of research. With this goal, we retake the notion of the New Wine Geographies (hereinafter NWG), and we incorporate, to the globalization approach, a socio-anthropological dimension of value. What we propose is that we are confronted by a context (late twentieth century and early twenty-first century) where new wine areas unrelated to the attributes of tradition, history, and autochthony, commonly associated with the production of wine and its valorization, come into sight. In these areas, the wine production manifests itself as a mixture of global influences (Banks & Overton, 2010; Banks et al. 2013; Barker, 2004; Demossier, 2013, 2018; Paxson, 2010; Trubek & Bowen, 2008) that are articulated in a specific place and time. This production is a new activity in response to the opportunity of globalization, which contrasts with food movements and strategies coming from Europe that focus on the protection and recovery of knowledge and products from the threat represented by globalization (Anderson & Pinilla, 2018; Paxson, 2016). The NWG are, therefore, facing up a process of value creation that requires different forms of reverse engineering terroir (Paxson, 2010) to those carried out in Europe. That is, “thinking backward” (Paxson, 2010,
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p. 445) from the European model, not in opposition but in a relationship with it from a different logic and context. The discourse of terroir, tradition, and identity, as well as the system of geographical indications, materializes in France at the beginning of the 20th century with a protectionist and commercial logic (Bowen, 2010; Carter, 2018; Contreras & Gracia, 2005; Demossier, 2018; Fourcade, 2012; Trubek & Bowen, 2008). More recently, in 2015, the notion of climats de Bourgogne appears, again in France, facing the crisis of a new phase of “fast capitalism and globalization” (Demossier, 2018, p. 29). In this context, we consider that the following question is relevant: Why not recognize that other ways of interpretation, representation and materialization of the unique relationship between place and production may also arise within the NWG? In these places, the strategies of value creation and the evolution of cultural meanings associated with the representation of this agribusiness will develop differently than previous models; since they respond (from various contexts and from freedom constrained by the hierarchical structure in which the world of wine is shaped) to different demands (sustainability, climate change, new ways of production, new products, new wine styles) of the wine industry of the 21st century. Consequently, these experiences demand to be interpreted not from the hegemonic ideas of the developed west (Demossier, 2011; Herzfeld, 2004; Jung, 2014), neither from the classification Ancient World /Old World / New World / Third world, but from their own logic (of meaning, production, and consumption). In other words, a transition is required from the traditional categories (from the ideals and models built in the Old World, around the terroir, the tradition, identity, and culture of wine) to the new geographies (adapted, reconfigured, or reinvented in their own space and time). Recent studies such as Cappeliez (2017) discussing the cultural translation of the notion of terroir in Canada; Jung (2014, 2016) regarding the transformation and recognition of the wine production in Bulgaria; Covarruvias & Thach (2015), De Jesús & Thomé (2019), De Jesús, Thomé, Espinoza & Vizcarra (2019) and De Jesús, Thomé, Espinoza & Medina (2020) about the wine industry in Mexico; Schmidt, Macchione Saes & Fowler de Ávila Monteiro (2014) regarding the introduction of geographical indications in
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a wine-growing area of Brazil; Banks et al. (2013) with the case of wine in Thailand; or Hillel, Belhassen & Shani (2013) analyzing how to make a gastronomic region attractive in Israel; illustrate some of the challenges of production and value creation in secondary places at the global market of wine. To understand the context of NWG, it was necessary to review as well different works regarding the (re)localization of global experiences, from various concepts and approaches, such as globalization/localization/glocalization (Appadurai, 1996; Escobar, 2001; Friedman, 1994; Hinrichs, 2003; Roudometof, 2016); the global assemblages (Ong & Collier, 2005); the reflexive imbrications (Demossier, 2018, 2020); the cross-cultural translation (Barham, 2003; Cappeliez, 2017; Demossier, 2013, 2018, 2020; Paxson, 2010); the making of place (Demossier, 2018; Ferguson, 1998; Rainer, 2016); the embeddedness (Bowen, 2010; Murdoch, Marsden & Banks, 2000; Winter, 2003); and the sense (and taste) of place (Demossier, 2018; Massey, 1991; Paxson, 2010; Trubek & Bowen, 2008); among others. From these previous works, a shared idea is rescued: that the specificity of the place still matters and continues to be a key in the process of differentiation and value creation. Meaning that the incorporation of this type of activity does not occur in the vacuum (Urry, 1995). They are not extrapolated in space (Ingold, 1993), nor do they occur anonymously (García, 1999). Instead, they take place within a territory with specific resources and with a community of actors where different interests are operated, negotiated and materialized6. The problem that we visualize for the NWG is the following: on the one hand, these spaces lack of a long background and history regarding viticulture and wine production (Alonso & Northcote, 2009); they also arise in the shadow of the long-consolidated wine regions and in the context of advanced globalization. On the other hand, globalization facilitates innovation, but also imitation, and this situation is tricky because the strategy of the wine industry is based on differentiation. In this context, it seems to us that the NWG confronts three fundamental problems: 1) How to differentiate and create value from an 6
An illustrative explanation of the use of the territorial resources, its appropriation and the different powers involved in a valorization project of the wine sector is found in the work of De Jesús et al. 2019 for the case of Querétaro in México.
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activity that emerge or re-emerge? 2) Where to start? And finally, 3) What are the challenges of such a context? In this article, we will present a theoretically informed argumentation to these three initial questions. The NWG, as has been argued, arises in response to the opportunity of globalization and not against it. Hence, extrapolating the ideas of Friedman (1994) and Bourdieu (1980/2007), the NWG are new configurations directed from the material logic of globalization in which world cultural logic finds its variable expressions (Friedman, 1994). If that is the case, we can deduce that one way to move forward in the comprehension of the variability and differentiation of this activity in each place is by complementing the previous theoretical review with an analysis of value creation as a complex and sociocultural phenomenon (Appadurai, 1986; Graeber, 2001, 2005; Kopytoff, 1986; Miller, 2008; Robbins, 2015; Robbins & Sommerschuh, 2016). To illustrate the discussion, this paper is organized as follows. The first section gives an explanation and justification about the importance of taking into account the socioanthropological dimension of value. The second section examines and questions the use of the classic discursive categories such as terroir and tradition (common elements for the value justification), with the intention of re-opening the debate on whether or not these categories should be dismissed, reformulated, or replaced, according to the needs and particularities of each case. The third section looks into the challenges that NWG are facing to find their personality (ies) and to define their identity(ies), as one of the last steps for consolidation of value. I. Action and interaction. A discussion of value in a socio-anthropological sense Unquestionably, wine is a commodity and a cultural product (Harvey, 2002; Black & Ulin, 2013; Demossier, 2018; Ulin, 2002). This complex configuration allows wine to develop in the market, not only as a non-standardized product (unique, cultural, authentic) but also to communicate and represent the relationships between the product and the place of production. In this sense, according to Bourdieu (1980/2007), studying this type of commodity only from its objective truth, without taking into account its non-material
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dimension, would annihilate its specificity, which is where much of its value and profitability resides. How to explain, for instance, the auction of a bottle of wine at Sotheby’s for the value of 558 thousand dollars (Mc. Coy, 2018), or that the price of a bottle, as occurs in countries like Mexico, can be up to four times greater than the established minimum wage 7. These prices’ irrationality and purchase exceed the objective analysis (Appadurai, 1986; Bourdieu, 1980/2007, Kopytoff, 1986; Teil, 2012). Even from a more technical or oenological perspective, the value could not be justified based on the result of the control and quality parameters established in a laboratory before putting that bottle out on the market (pH, total acidity, volatile acidity, alcohol, free SO2, total SO2, residual sugar, among others). Blouin and Peynaud (2003/ 2006) support this last idea by asserting in one of their enology guides, that as P. Poupon (sommelier of Burgundy, 1974) wrote so beautifully: the analysis of wine does not reveal better the secret of its charms, just as the study of tears does not inform about the feelings or emotions that provoke them. Consequently, it would be a limitation to analyze the value of wine only from the material, the instrumental and the functional position, without considering what this industry and this product represent and means (a lifestyle, a region, a social class, a status). Therefore, if as Harvey (1982) points out “the social aspect of use values is what counts in the end” (p. 338), we should draw attention to the analysis of value from the collective actions that gives sense to its meanings (Appadurai, 1996; Graeber, 2001, 2005; Kopytoff, 1986; Miller, 2008; Robbins, 2015; Robbins & Sommerschuh, 2016). To address this perspective of value, Graeber (2001) says: Value can best be seen in this light as to how actions become meaningful to the actor by being incorporated in some larger, social totality — even if, in many cases, the totality in question exists primarily in the actor’s imagination. (p. xii)
From this perspective, the way to “reconcile” the extraordinary and tangible aspects (Harvey, 2002, p. 93) of wine seems to be more transparent. However, questions such as 7
In Mexico, the minimum wage for the year 2019 was 176.72 pesos per daily workday, and the price of a bottle of wine in a restaurant often exceeds 400 pesos.
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the following will remain: How are the economic and symbolic features articulated in the processes of reproduction, differentiation, and power involved in the strategies of value creation in the wine industry8? Part of the answer lies first on the fact that under the formula good + quality = commodity + rhetoric = capital (Frigolé, 2014), symbolic resources are assumed to be part of economic capital. The uniqueness or singularity as a quality of certain commodities and its sociocultural valuation-classification, it is an attribute that separates the object from the sphere of commercial homogeneity (Kopytoff, 1986). Regardless, “the only reliable public valuation” (Kopytoff, 1986, p. 88) of this singularity comes from the commodity sphere, which, through a price, ends up measuring the value (and the worth) of this quality. The convertibility phenomenon is reproduced and integrated into the capital accumulation process, allowing that capital goes to capital (Bourdieu, 1980/2007; Lizardo, 2006); and, at the same time, giving meaning to the sources of symbolic value. This idea is confirmed in the work of Beckert, Rössel & Schenk (2014) when he reveals that “an important strategy for wine producers is first to obtain symbolic capital in the field of wine, which can later be transformed into economic gains through higher prices for their products” (p. 17). That is how the discourse of identity, terroir, and tradition, more or less evident among the actors in each case, makes sense. This discursive relationship of the unique link between product, nature, and human action/savoir-faire results in a kind of “fictitious capital” (Harvey, 1982; Henderson, 1998) that guarantee the value-added and the economic profitability (Bourdieu, 1980/2007; Demossier, 2018; Harvey, 2002; Paxson, 2010; Skinner, 2020). As Paxson (2010) exposes confirming the convertibility of capitals, “terroir adds value when it is used as a bridge between forms of value that are otherwise difficult to reconcile of” (Paxson, 2010, p. 454). In the same sense, Demossier (2018) points out: “The story of terroir seemed to guarantee the taste of place and to justify the high price of purchase for this closed gustatory experience” (p. 15) 8
Here we revisit the question posed by García Canclini to the work of Bourdieu, 1984/1990; but the relation of power in the differentiation strategy of the wine sector is also discussed in Fourcade, 2012 and Carter, 2018 works
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Second, understanding this articulation (of the economic and the symbolic in the processes of reproduction and differentiation of value) implies recognizing the autonomy of the symbolic forms that arise from adapting the strategy of value creation in different places. This autonomy explains, in part at least, the changes and the variability9 to which the NWG are subject and reveals, as Paxson (2016) illustrates, that cultural and symbolic meanings and markers are not “static” qualities (p.35). Third, the articulation issued means also to understand that differentiation depends on two primary components: the characteristics of the physical resources of the soil, the raw materials, the physical conditions; as well as the relationship of these resources with the socio-cultural, economic and political environment. In other words, the differentiations involved processes of identification, (de)(re)codification, appropriation, representation, and materialization that will vary in each territory. That suggests the factors that condition the activity are not merely geo-climatic but relational and contextual. Thereby, as Graeber (2001) points out, what matters is not the value of the object but the collective action and interaction, that is, its valorization. We are aware of the importance of this interaction by looking at the experience of consolidated wine regions. Charters and Spielmann (2014) explain the case of champagne and conclude that collectivity, cooperation, shared mythology, and local engagement are, among other factors, essential features for the success of a territorial brand. However, we noticed reviewing the case of countries like Brazil (Schmidt et al. 2014), Thailand (Banks et al., 2013), or Mexico (Covarruvias & Thach, 2015; De Jesús et al. 2019; De Jesús et al. 2020) that collective actions are difficult to achieve in NWG. Some of the general reasons explained are related to the fact that: some wine projects are driven by economic investors with external interests; not all the regions have a supportive institutional structure to protect and promote the industry; and in some cases, wine is still an exclusive commodity, which poses a barrier to expand the product in a domestic level, and to create links between the industry and the local communities. 9
The regime of existence, suggested by Teil (2012), the regimes of value argued by Appadurai (1986) and the cultural biography of things proposed by Kopytoff (1986) help us to understand the variability of value and values of products like wine, in different socio-cultural context and situations.
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Fourthly, as a final point regarding the confrontation of powers that underlies the strategies of value creation both, the ownership of physical resources and their meanings (and appropriation) must be considered (Carter, 2018; Demossier, 2018; Fourcade, 2012; Harvey, 2002; Overton & Banks, 2015). Thus, it is necessary to be conscious of the interests and motivations (individual or collective) that guide the actions of the multiple actors and, therefore, to identify when negotiation or conflict leads to a reconfiguration of power relations (Gupta & Ferguson, 1992). For this reason, when interpreting the meaning of the actions, it is necessary to keep in mind the ownership of land, the business model, the interaction between actors, and the benefit (and to whom) of the actions carried out. The work of De Jesús et al. (2020), helps us illustrate this last point10. The authors compare the development of wine tourism in two cases, the Penedès Viticultural Appellation in Catalonia (Spain) and the Querétaro wine region in México. The authors analyzed wine tourism as a global phenomenon involving different territory appropriation processes led by different actors and different logics for each specific territory. Comparing the two cases, the work evidence that in Querétaro (Mexico) the development of wine tourism and the mobilization of territorial resources associate with it has been carried out with business logic. As a result, they observe a stereotyped and Eurocentric enogastronomic model (De Jesús et al., 2020) detach from the local resources (such as the connection with local and indigenous traditional gastronomy). Contrary, in Penedès Viticultural Appellation in Catalonia (Spain), a territorial logic drives the development of wine tourism. This logic has favored the dynamization of territorial resources, the creation of a collective territorial brand and the socio-economic empowerment of rural spaces and communities. Besides the differences, the work critically points out the role of hegemonic wine companies; the strong capitals of some of the actors and the capitalist and profit logic behind the wine business; and the commodification and use of biocultural heritage attached to this activity.
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The work of Bowen (2010) comparing two cases of geographical indication from the concept of embeddedness: the comté cheese in France versus the tequila industry in Mexico; and the work of Hillel et al. (2013) about creating a wine route in Israel, also discusses the importance of collective action and connection with the local community resources and knowledge.
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To sum up, in this section, it has been argued the importance of the socioanthropological dimension to study the variability of value in products like wine. It has been advocated the analysis of value through the actions that give meaning to discourses and strategies associated with wine agribusiness. For the case of the NWG, this makes us aware, as a first step, of the need to review the different ways of understanding and reproducing notions such as terroir, tradition and the culture associated with this production. II To have or not to have “wine culture”. The role of terroir and tradition in the NWG The global world of wine diversifies, and we can observe changes in soil, climate, varieties, techniques, and ideas that represent and go along with this activity. Consequently, we can find that in some contexts, a cabernet sauvignon aged in French or American oak continues to be a success; while in others, the style (or the form in Bourdieu’s terms) is no longer what drives the production, but other issues related to the environment, health, and social commitment. Biodynamic, organic, fair trade, sulfite-free wines, “paleo-, keto-, and lowcarb-friendly” (Monroe, 2019, para. 41) are some examples of an endless list of options. This diversity shows that the consumer’s and producer’s positioning of the current world of wine is changing. Undoubtedly, authenticity, specificity, and the discourse of terroir and tradition seem to be still key for the process of valorization and reputation of a winemaking region. However, neither the terroir nor the tradition are tangible, and therefore not fully controllable or predictable. They cannot be controlled because, as we explained previously, the subjective part of these constructions (Teil, 2012) and the human actions involved with them are highly variable (Charters and Spielmann, 2014; Hira and Swartz, 2014) The Old World of wine success is partly due to the making of terroir, and as different authors explain, terroir is not something given by nature but a production (Carter, 2018; Demossier, 2018; Paxson, 2010, 2016). Further, “terroir is not a priori quality to be discovered through selective recuperation of the past; rather, it is something to do to make
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the future” (Paxson, 2010, p. 445). An example of this is the following testimony: I don’t want to do the viticulture of my parents, I am interested in that of my great-grandfather (Fernández, 2012, in Frigolé, 2014). For the creation of value in the emerging wine areas, without the help of this greatgrandfather figure, it is still essential to find and communicate the relationship between the activity, the product, and the place of production. The lack of clarity regarding this relationship is a problem and a limitation (Hillel et al., 2013; Trubek & Bowen, 2008). Through the lens of the NWG, this problem makes us wonder something that Harvey (2002) already pointed out: what would happen if the NWG decide to abandon the discourse of terroir and tradition? What categories do we “put in its place?” (p. 100) What do we have left? Without a background, from where do they start? These questions remain in discussion. Paxson’s (2010, 2016) work for the case of USA and Cappeliez’s (2017) for Canada, shows that the recalibration of the terroir -for each product, each space and each specific time- entail a reconfiguration of the relationships between the material and the discursive side of the three main components of terroir: the natural world, the human technique and the historical tradition (Barham, 2003; Cappeliez, 2017). In the NWG, their viticulture projects depart from the existence (or the search) of some areas with suitable physical conditions to grow wine grapes (the natural world); to start and develop this new wine production, they count on the theoretical-technical knowledge that exists in the viticulture and winemaking scientific field and that it is shared worldwide. In addition, it is pretty common for producers in NWG to get trained in other countries or to hire winemakers or external advisors from consolidated wine areas (the human technique). However, the interrelation between nature, practice, and culture (the historical tradition) remains pending. In other words, the only of the three components of terroir that is missing in emerging wine regions seems to be tradition, so, again, what do we put in its place? In fact, in the NWG, there is the freedom to leave tradition aside, re-invent it, recreate it, or re-signify it, which means understanding what elements of terroir and tradition
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are to remain (Cappeliez, 2017), change or disappear. Alonso and Northcote (2009) notes for the case of Australia that within these elements, landscape and history continue to be reproduced under the scheme of the Old-World heritage associated with wine. That is, according to these authors: drawing on an image of an idyllic rural life, trying to connect the history of the place with the present wine activity; or, using the discourse about the influence of European immigrants to legitimate the setting and background of the new wine region. Part of the problem of these schemes’ reproduction is connected with the idea that in the Old World of wine (that often is the model of reference for other wine countries) tradition has been interpreted in opposition to modernity (Giddens, 1991), highlighting its connection with the past, reproduction over time, stability, and resistance to innovation. Thus, the lack of alternatives to justify the quality of a wine region and the hegemony of the model of the Old World has reinforced the reproduction of discourses (about terroir and tradition), “standards of taste as well as practical know-how” (Paxson, 2016, p. 37; also discussed in Jung, 2014). However, the cross-cultural translation (Cappeliez, 2017; Demossier, 2018; Paxson, 2010, 2016; Raftery, 2017) and adaptation of the reference models do not turn out the same in each specific context. For instance, as Paxson (2016) illustrates through the case of artisan cheesemaking, in the United States, progress and innovation are “valued over patrimony” (p.32), continuity and tradition. Contrary to the European models where the connection to the past is a source of add–value to products like wine; in the United States, the innovation, the newly, the diversity and the pioneering spirit are positive and highly valuable qualities. As different authors have explained (Friedman, 1994; Hall, S., Held, D., Hubert, D., & Thompson, K., 1996; Hobsbawm & Ranger, 1983; Kirshemblatt – Gimblett, 1998), it is difficult to defend the tradition from the position of invariability. On the contrary, tradition also speaks about change, as it is shown in the notion of terroir proposed by UNESCO (2005) “Terroirs are living and innovative spaces which cannot be assimilated into a single tradition” (as cited in Unwin, 2012, p. 39). That is to say, the role of traditions is to help the
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reproduction of living cultural models. They are transmitted in movement, through practice, in coherence with the actors who perform them within their culture and territory, within “their habitus and habitat” (Kirshenblatt - Gimblett, 2004, p. 53). That explained why the result of the translation of the wine industry in different contexts gives information about the sociocultural configuration, the producers’ organizations, the political structures (Carter, 2018; Fourcade, 2012) and the “aesthetic standards” (Paxson, 2016, p.34; also debated in Jung, 2014) of the territory where the activity is developed. To understand the reproduction of reference models and discourses of terroir and tradition, two factors come into play: time (temporality) and culture (their specific understanding). Firstly, a critical factor here is time because neither tradition nor terroir can be inscribed or extrapolated in a specific space. According to the dwelling perspective (Ingold, 1993, 2000), what happens is a process of incorporation. Knowledge production is developed hand in hand with practice, resulting from the interaction with the activity (viticulture and wine production) over time. In this regard, Cappeliez (2010) says: [Ontario wineries] have as much geology and climate history than you’ll have in Europe […] is to understand [this geology and climate history], and learn what you can grow on that particular terroir, and this takes time. The geological history of Niagara is arguably as old as that of France, but winemaking practices and the ability to understand and work with the geological history of the Niagara place are much newer. (p. 31)
As the previous quote points out, and as Ingold (2000) explains with his concept of taskscape and the dwelling perspective, time and history are part of experience and practice; and “if knowledge is shared it is because people work together, through their joint immersion in the settings of activity, in the process of its formation” (p. 163). Thereby, using the arguments of the same author, understanding, working and finding the singularity of the wine activity in each territory requires a special kind of time, a social time. That is, a time that comes from a natural movement of the action in a particular space and has a specific rhythm that will depend on the environment and the actors. This perspective
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of time explains, beyond the discourse, expressions like -you have to listen to the terroir-, -you have to let the terroir speak, to express itself-. In today’s society, globalization and the pressure of different economic or political interests have overlooked the importance of social time. As can be observed in emerging wine countries, the fast growth of production and consumption patterns (Banks & Overton, 2010) have accelerated the industry’s development and its value strategies. For some wine projects, this has led to the attempt to reproduce models that are shared worldwide (Ingold, 2000; Jung, 2014; Paxson, 2010, 2016). However, trying to reproduce the tradition of the European model where value resides in the continuity with the past, to the context of the NWG, is a limitation. Secondly, culture is, along with time, the other central factor. As Ulin (2002) explains, tradition is an outcome of work and practice; at the same time, work is not merely instrumental but also cultural since, from it, we can create an identity, a way of differentiation, and a source of value. Tradition, therefore, is about work, practice, and culture, aspects that are all developed together. Hence, we have to be careful when we look at the “absence of tradition or wine culture” in newcomers to the world of wine because, as some authors have pointed out, the concept of culture itself has become a flexible notion and requires ethnographic approaches aimed toward the understanding of territorial specificity. As stated by Demossier (2018): “The concept of culture, anthropologically speaking, has become a loose notion which requires a more ethnographically rooted approach to identify changes in core values, shifts in discourses and new positioning in the hegemonic national and global tapestry of politics” (p. 8). These arguments suggest that trying to reproduce in the praxis, the European model (varieties, forms of representation, tastes, narratives) in the NWG, is as limited as trying to interpret, in theory, from the prism of a single culture of wine, unique and static, without taking into consideration the diversity of actions and practices that give meaning to wine production and consumption in each specific culture. With this belief, we want to call attention to the fact that culture is not something imposed, is not something “that people are supposed to bring with them into their
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encounter with the world” (Ingold, 1993, p. 161). Applying Ingold dwelling perspective, this paper defends that culture [of wine] is a specific understanding that comes from the performance of wine activity in a spatial, temporal, socio-cultural and economic-political condition. This particular configuration is what gives meaning to the diversity of practices that explain: the kind of varieties that are being planted in the area and why; what is working or failing; which problem or success are experiencing; which styles of wines are being produced and how. These kinds of actions are what make the history and the character of NWG unique, different. That being the case, the complex world of wine should be discussed not from having or not the “culture of wine” but from the concept “cultures of wine”. Neither from having “one identity”, but from the idea of multiple possible identities. The current wine scene invites us to re-think these categories and enrich and diversify the debate on them.
III Vin anomie. The personality (and identity) of the NWG The notions and discourses of terroir, tradition and identity are essential to explain the configuration and justification of value creation strategy in the global wine industry. The concept of identity remains to be analyzed, as one of the components involved in the consolidation of value. As Graeber explained “most commodities as critics of Marx so often point out end up marking different sorts of identity, and this is the ultimate social ‘realization’ of their value […]” (Graeber, 2001, pp. 79-80). From this work perspective, the process of identity does not end with the creation and materialization of a fixed identity, since it can be multiple and variable, and, in any case, is just an option (Giménez, 1997; Gupta & Ferguson, 1992; Massey, 1991) In fact, the notion’s subjectivity makes it hard and problematic its use as an analytical category to study places, people, or objects (Avanza & Laferté, 2005; Brubaker & Cooper, 2000). For the case of wine, different authors have used other categories such as intellectual property or the regional brand (Banks & Overton, 2010; Charters & Spielmann, 2014; Christensen, Kenney & Patton, 2015; Paxson, 2010).
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The identity of the territory (and its extension to represent the quality of the origin of products) will result from the intersection of different types of relations between capitals (natural, social, cultural and economic); from the interaction of global and local forces (Demossier, 2018, 2020; Friedman, 1994); and, from the different responses, actions, practices and discourses carried out by the actors in a particular place (Escobar, 2001; Gupta & Ferguson, 1992; Paasi, 2002). Creating an identity (or identities) for a wine territory is often a desirable achievement, mainly because the materialization of a unique character seems to remain fundamental for the conventional discourse and profitability of the wine business (in opposition to standardized or anonymous commodities). In the NWG, the absence of rules marked by tradition or history gives greater freedom for growing, producing, and consuming wine. At the same time, this situation makes the challenge of identity more difficult. These premises can be observed in viticulture and winemaking practices of emerging region as demonstrated in the work of Covarruvias and Thach (2015) in Valle de Guadalupe (Mexico). The authors show that recently developed wine regions struggle to find their character: “The wines of Mexico also suffer an identity crisis in the sense that there are no clear distinctive varieties or focus on what they do well […] some of these problems are normal in an emerging wine region” (Covarruvias & Thach, 2015, p. 114). Here the notion of “gastro anomie” (Fischler, 1979) as a reference to the destructuration of food practices caused by the loss of rules that comes with the advancement of globalization and modernity, can be applied to wine practices. Demossier (2005) used the notion of “vin-anomie” to describe a type of contemporary wine consumer. Nevertheless, for this essay, we interpret the concept of “vin-anomie” not to the consumer, but as a type of modern production, which represents the de-structuration, the freedom and, sometimes, the contradictions that arise from the globalization of wine production (and its translation, reproduction, and adaptation). Fischler (1979) claimed that part of the contradictions he observes in food practices and representations are due to the imbalance between internal (from the body/nature) and
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external signals (from the culture). In addition, as argued by the author, globalization entails individuality, freedom, and the decrease of rules. This scenario causes a “cultural noise” (Fischler, 1979), often coming, using Kopytoff (1986) arguments, from a shared public aesthetic established by the cultural hegemony (an idea also argued in Bourdieu, 1979/1998; Demossier, 2018; Herzfeld, 2004; Jung, 2014; Kearney, 1995). As a consequence of this scenario, Fischler (1979) observed insecurity and crisis manifest in food practices. Concerning the above argument for the case of wine practices (of production and consumption), it is necessary to notice that the NWG appears within a world [of wine] already defined (Friedman, 1994) thus, all the participants in the sector have internalized global values, classifications, trends, discourses and meanings (regarding which are the best varieties, which are the most expensive, which are the regions with best reputation and status, among other ideas). That being the case, it can be deduced that for emerging winemaking initiatives, even if they are “new”, it is difficult “to start at the beginning” (Appadurai, 1996, p. 64). Sometimes, in developing wine projects, these external signals, the external and cultural “noise” prevails (discourses, meanings, reference models), or have a significant place over the specific conditions of the context, leading to contradictions, imbalances and insecurity. That being said, if one of the last steps in the process of valorization is the creation of identity (and its global recognition), the first is the self-identification, the being (Bourdieu, 1980/2007). That means to find the qualities that a wine territory has and then to decide which of them we want to show and use. In the context of freedom, of vin-anomie, that the NWG enjoy (or suffer), there are multiple options to choose from a different form of us (Prats, 1997, p. 35), but the choice will remain in the hands of the actors with unequal interest, agency and power; and, all at once, by the system of hegemonic values that prevail at that time (Demossier, 2018; Herzfeld, 2004; Jung, 2014; Paxson, 2010; Prats, 1997). In turn, the freedom of the NWG is conditioned and halfway between the “unpredictable novelty” and the “simple mechanical reproduction” (Harvey, 1990, p. 345). Contrary to what can be expected from this scenario, imitation still acts in favor of the diversification of the wine industry, since as Appadurai (1996) points out, “problems of
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imitation and cultural transfer […] can lead to violent and culturally peculiar acts of innovations” (p. 60). The previous statement leads us to put together three ideas: The first, from a classic statement of food anthropology studies, the evidence that the core elements of food practices (here applied to viticulture and winemaking practices) are resistant to change (Douglas & Nicod, 1974). The second, from the experience of the recently developed wine region, which has demonstrated that in the Old World (the core, the center) the production and consumption of wine shows a slower growth than in emerging countries (Banks & Overton, 2010); and that in emerging places not only imitation is observed, but also innovation and creativity (Banks & Overton, 2010; Banks et al., 2013). The third, from the theory of globalization and culture, that states that when the center stops growing, the opportunity for the emergence of new identities appears (Appadurai, 1986; Friedman, 1994; Herzfeld, 2004). Therefore, theory and practice seem to point out the fact that in the future, changes and innovations will come first from the NWG. To conclude, it should be clarified, however, that the intention of this work is not to discredit the permanence of some models, strategies, and values around the wine sector; nor to support that only changes deserve attention (Prats, 1997). What this article is about, using Escobar’s (2001) words, is to seek “the possibility of linking space, place and identity in ways that are not accounted for either in conventional models of identity […], not in the newer ones” (p. 148).
IV Thinking about the value in new winemaking scenarios of the XXI century. Final considerations This paper has debated different socio-anthropological aspects of value creation in the wine industry and its relationship with new geographies, terroir, tradition, and identity. As Charters and Spielmann (2014) point out, “there is a little understanding of the nature of value” (p. 1466) regarding wine and its place of production, and this study has aimed to contribute to this attainment.
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The agribusiness of wine, in recent years, reveals a dynamic of contradictions, opportunities, and changes, marked by a context in which everything around wine and food is the result of loans, exchanges and adaptations (Medina, 2017). Within this scenario, trying to reproduce the old categories in the new wine geographies is a limitation for what constitutes the value and the worth (in all its senses) of a product such as wine: its diversity. This makes us think, and extrapolate, Friedman’s idea: the de-hegemonization of the world [of wine] dominated by the West, will be at the same time its de-homogenization (Friedman, 1994). It is demonstrated that the globalization of wine agribusiness, despite favoring the imitation of the models and categories of the Old and New World, does not cause its homogenization (Banks & Overton, 2010; Banks, 2013; Banks et al., 2013; Barker, 2004). To account for the existence and variability of responses to the global hegemony of value, Herzfeld (2004) encourages conducting ethnographic studies in secondary or marginalized settings. In the same direction, Gupta and Ferguson (1992) emphasize the importance of explaining the relationships of different cultures (subcultures) with the dominant culture. By the same token, for the case of the wine industry, Demossier (2013, 2018) proposes to analyze the counterstories. Following these works, the present essay has addressed the creation of value in the NWG as secondary spaces, seeking to discuss the changing world of wine and the ideological system on which it is supported and reproduced. Everything seems to indicate that today, the emerging and developing wine regions provide a wide field to study the challenges that this places face to position their products in the global and domestic market; to promote the revitalization of rural regions (their reterritorialization); to produce quality wines; to self-define (collectively and individually) the character of each wine region; and, to confront the idea of wealth and Occidentalism that surrounds this business. The globalization of wine is in a new phase (Anderson & Nelgen 2011), the Old World / New World / Third World classification is being destabilized; and the possibilities to validate new logics (Rao, 2003) that affect the production, the valorization, the consumption of wine, and the democratization of this product and its ideology, are open.
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As proposed by different authors (Appadurai, 1986; Graeber, 2005) the introduction of new values and the changes in the system responds to new demands that are, at the same time, sights of creativity and/or crises (aesthetic, economic, cultural, environmental). Maybe, the question here, as Collier and Ong (2005) suggest, would be, are these crises, global challenges and changes new? “And how do they inform a critical engagement with the present?” (p. 15). To properly approach the complexity of these questions, and advance towards a comprehensive interpretation of the different winemaking scenarios of the 21 st century, requires multi-site empirical works and inter-disciplinary research networks.
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MARÍA DEL CARMEN SALAS QUESADA Española. Licenciada en ciencia y tecnología de la alimentación por la Universidad de Granada, España. Tiene un máster en agroalimentación en la Universidad de Córdoba, España. Aprovecha las prácticas de este máster para definir su perfil profesional y trabajar como técnico de laboratorio y control de calidad en la industria del vino. De esta forma comienza a formarse en el sector vitivinícola (entre 2010-2017), lo que la lleva a realizar trabajos en California, Nueva Zelanda y Francia. En 2012 se inscribe en el máster de historia y cultura de la alimentación en Tours, Francia, del cual sólo finaliza el primer ciclo (M1). En 2015 decide estudiar el máster en antropología y etnografía en la Universidad de Barcelona. Desde enero de 2018 vive en Hermosillo, Sonora, México, donde realiza el doctorado en desarrollo regional en el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), como estudiante a tiempo completo. Su línea de investigación analiza, desde la socioantropología de la alimentación, la relación entre las nuevas geografías vitivinícolas, la creación de valor y el territorio. SERGIO A. SANDOVAL GODOY Mexicano. Doctor y maestro en ciencias antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-I); maestro en ciencias sociales y estudios regionales por El Colegio de Sonora, y licenciado en economía por la Universidad de Sonora. Miembro del SNI, nivel II. Investigador titular del área de Desarrollo Regional en el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), México. Director de la revista Estudios Sociales, adscrita al padrón del Conacyt. Entre sus líneas de investigación destacan el estudio de los modelos de organización productiva de la industria manufacturera de exportación de México, así como la seguridad y cultura alimentaria. GUILLERMO NÚÑEZ NORIEGA Mexicano. Doctor en antropología por la Universidad de Arizona; maestro en humanidades por la Universidad Estatal de Arizona, y licenciado en Sociología por la Universidad de Sonora. Actualmente se desempeña como investigador del Centro de Investigaciones en Alimentación y Desarrollo, A.C. Sus áreas de investigación e interés son los estudios de género de los hombres y las masculinidades; estudios de la diversidad sexual; pueblos indígenas, sexualidad y VIH; estudios del folclor; sociedad y cultura en Sonora y en el norte de México.
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SALVADOR DE LEÓN-VÁZQUEZ
Universidad Autónoma de Aguascalientes salvador.deleonv@edu.uaa.mx
MARÍA REBECA PADILLA DE LA TORRE
Universidad Autónoma de Aguascalientes rebeca.padilla@edu.uaa.mx
RECIBIDO 28 julio 2021 APROBADO 28 septiembre 2021 PUBLICADO 04 diciembre 2021
TRADUCCIÓN María Rebeca Padilla de la Torre Universidad Autónoma de Aguascalientes
ARTÍCULOS
Periodismo colaborativo y COVID-19: cobertura de la pandemia en medios digitales mexicanos RESUMEN: Este artículo presenta un análisis interpretativo sobre la cobertura noticiosa del COVID-19 durante los primeros meses de su aparición en México, en el marco de una iniciativa de periodismo colaborativo; con el objetivo de comprender las prácticas de producción informativa desde un rol cívico del periodismo, en relación con la pandemia. Se aplicaron entrevistas estructuradas a 26 periodistas de distintos medios y estados del país, la mayoría de ellos integrantes de la iniciativa #TómateloEnSerioMX contra la diseminación de información falsa. Los resultados contribuyen a la comprensión de las prácticas de producción periodística, la construcción de la agenda informativa y los criterios de noticiabilidad que se despliegan en la cobertura de la pandemia bajo un esfuerzo colaborativo de medios digitales independientes.1 PALABRAS CLAVE: Periodismo; pandemia; medios de información.
Collaborative Journalism and COVID-19: The Pandemic’s News Coverage in Mexican Digital Media ABSTRACT: This article presents an interpretative analysis of the news coverage of COVID-19 during the first months of its appearance in Mexico, in the context of a collaborative journalism initiative, intending to understand the practices of news production from a civic role of journalism concerning the pandemic. The study applied structured interviews to twenty-six journalists from different media and states of the country, most of whom were members of the #TómateloEnSerioMx initiative against disseminating false information. The results contribute to understanding news production practices, agenda-building, and newsworthiness criteria deployed in the coverage of pandemics under a collaborative journalism effort performed by independent digital media. KEYWORDS: Journalism; pandemics; Information Media.
CÓMO CITAR De León-Vázquez, S. y Padilla, M. (2021). Periodismo colaborativo y COVID-19: cobertura de la pandemia en medios digitales mexicanos. Culturales, 9, e623. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e623
1 Algunos datos presentados en este artículo fueron utilizados en la elaboración de la ponencia “El Periodismo Colaborativo en México en la Cobertura de la
Pandemia de COVID-19”, en el panel Questões emergentes do trabalho jornalístico: olhares cruzados entre Argentina, Bélgica, México e Portugal el marco del 18 Encontro Nacional de Pesquisadores em Jornalismo, de la Associaçao Brasileira de Pesquisadores em Jornalismo, desarrollado del 2 al 6 de noviembre de 2020, en plataforma digital.
De León-Vázquez, S. y Padilla, M. / Periodismo colaborativo y COVID-19: cobertura de la pandemia en medios […]
Introducción Éste es un análisis interpretativo acerca de la cobertura de la pandemia por COVID-19 realizada por periodistas de medios digitales mexicanos, durante los primeros meses de la contingencia. El objeto analítico se construyó alrededor de una iniciativa de colaboración convocada por el portal informativo Pie de Página de la Red de Periodistas de a Pie. El estudio está elaborado desde el punto de vista de los actores, es decir, mediante un acercamiento respetuoso al mundo social pre-interpretado por los participantes y posteriormente interpretado por los investigadores (Giddens, 2006; Thompson, 1998). Para ello, se utilizó una aproximación comprensiva-cualitativa, cuyos fundamentos reconocen que “una de las características de la investigación social es que los ‘objetos’ que estudiamos en realidad son ‘sujetos’ que por sí mismos producen relatos del mundo” (Hammersley & Atkinson, 1994, p. 141). Para ordenar teóricamente el trabajo, se tomaron como base las categorías de la sociología del periodismo (Hernández, 2018), con énfasis en las prácticas que conforman al periodismo colaborativo (Martínez & Ramos, 2020), en el contexto de la emergencia sanitaria. El 31 de marzo de 2020, mediante decreto presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación, fue establecida la Jornada Nacional de Sana Distancia en México como medida del gobierno federal para contener la propagación del virus SARS-Cov2. Se ordenó la suspensión inmediata de todas las actividades del país a excepción de las consideradas como “esenciales”, dentro de las cuales se encontraba la de los medios de información2 (Secretaría de Salud, 2020). En este trabajo se explora el periodismo colaborativo (Calvo, 2013; Ford, Gonzales, & Quade, 2020; Martínez & Ramos, 2020) que tiene antecedentes en experiencias como: -
México Leaks3
-
Panama Papers4
2 De entre los diversos apelativos otorgados a los medios (de comunicación, de información, de difusión, entre los más usados), en este trabajo decidimos utilizar los que enfatizan la actividad periodística. En ese sentido, usamos los términos medios de información, medios informativos o medios periodísticos. 3 México Leaks es un recurso electrónico que los ciudadanos pueden realizar denuncias anónimas, que los medios de comunicación asociados verificarán, para dar a conocer información crítica de interés público (Méxicoleaks, 2020). 4 Panama Papers consistió en una iniciativa de tipo colaborativa, en la que participaron periodistas de diversos países con el objetivo de analizar miles de documentos de la firma Mossack Fonseca, para identificar fraudes y evasión fiscal de
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Red Rompe el Miedo5
-
Verificado19s y Verificado20186. Como estrategia de acercamiento al fenómeno, se aprovechó la iniciativa
#TómateloEnSerioMX, convocada por la Red de Periodistas de a Pie (Red de Periodistas de a Pie, 2021b). Esta Red es una organización reconocida en el ámbito del periodismo independiente en México. Además de liderar la formación de redes de periodistas en gran parte de los estados del país, ha conformado la Alianza de Medios para la Libertad de Expresión (Ramos & Mendoza, 2021; Red de Periodistas de a Pie, 2021a), un esfuerzo sinérgico –es decir, coordinado, cooperativo y participativo– para el ejercicio del periodismo con parámetros de alta calidad y compromiso cívico. La iniciativa #TómateloEnSerioMX reunió a 48 medios digitales de diferentes regiones del país, los cuales se propusieron generar y dar difusión a mensajes elaborados de forma coordinada en relación con el brote de COVID-19 en México, así como realizar labores de verificación de información (Red de Periodistas de a Pie, 2020). En la tabla 1 se presenta la relación de los medios incorporados a la iniciativa. Tabla 1 Medios digitales nativos participantes en la iniciativa #TómateloEnSerioMX.
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11.
Nombre Agencia Sien Animal Político Apuntes de Rabona Aquí Noticias Así es Cancún CDMX Chiapas Paralelo Chilango Conexión Migrante Crónicas de Asfalto Distintas Latitudes
Dirección web http://agenciasien.com.mx/ https://www.animalpolitico.com/ https://apuntesderabona.com/ https://aquinoticias.mx/ https://asiescancun.mx/ https://capital-cdmx.org/ https://www.chiapasparalelo.com/ https://www.chilango.com/ https://conexionmigrante.com/ https://cronicasdeasfalto.com/ https://distintaslatitudes.net/
Ubicación Campeche Ciudad de México Ciudad de México Chiapas Quintana Roo Ciudad de México Chiapas Ciudad de México Los Ángeles, California Ciudad de México Indefinida
personas prominentes. Varios periodistas mexicanos colaboraron en este proyecto (International Consortium of Investigative Journalists, 2020; Zaidi, Wang, Ahmad, & Ping, 2017). 5 Rompe el Miedo funciona como una red de periodistas y defensores de los derechos humanos. Ésta se activa cada vez que ocurre algún incidente de violencia contra ellos, y está coordinada por la organización Artículo 19 (Article 19, 2019). 6 Las iniciativas Verificado19s y Verificado2018 se realizaron para verificar información falsa relacionada con el sismo del 19 de septiembre de 2017, así como de las elecciones federales de 2018. En estas iniciativas participaron de manera conjunta medios de comunicación, analistas, instituciones educativas de nivel superior y organizaciones de la sociedad civil (“Verificado 2018”, 2018; “Verificado19S”, 2019). ISSN 2448-539X
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De León-Vázquez, S. y Padilla, M. / Periodismo colaborativo y COVID-19: cobertura de la pandemia en medios […]
12. El Despertador Panamericano 13. El Madrazo 14. El Mal Pensado 15. El Míster 16. El Otro Enfoque 17. Escenario Tlaxcala 18. Factual 19. Generación Medios 20. La Brecha 21. La Verdad 22. Lado B 23. Letra Fría 24. Los Ángeles Press 25. Malvestida 26. Manatí 27. Mundo Nuestro 28. Noroeste 29. ObturadorMX 30. Página 3 31. Perimetral 32. Pie de Página 33. Poblanerías 34. Pop Lab 35. Quinto Elemento 36. Red es Poder 37. Rodada 2.0 38. Ruido 39. RuidoEnLaRed 40. Ruptura 360 41. Serendipia 42. SinEmbargo 43. Social TIC 44. Son Playas 45. Telokwento 46. Verificado 47. Voz es Guanajuato 48. Zona Docs
http://eldespertadorpanamericano.com/
Jalisco
https://elmadrazo.com.mx/ https://elmalpensado.com/inicio/ http://elmister.info/ https://elotroenfoque.mx/ https://escenariotlx.com/ https://www.factual.com.mx/ http://www.generacionmedios.com/ https://labrecha.me/ https://laverdadjuarez.com/ https://ladobe.com.mx/ https://letrafria.com/ https://losangelespress.org/ https://malvestida.com/ https://manati.mx/ http://mundonuestro.mx/ https://www.noroeste.com.mx/ http://www.obturador.mx/ https://pagina3.mx/ https://perimetral.press/ https://piedepagina.mx/ https://www.poblanerias.com/ https://poplab.mx/ https://quintoelab.org/ https://www.redespoder.com/ https://rodadadospuntocero.mx/ https://www.hazruido.mx/ https://ruidoenlared.com/ https://ruptura360.mx/ https://serendipia.digital/ https://www.sinembargo.mx/ https://socialtic.org/ https://sonplayas.com/ https://www.telokwento.com/ https://verificado.com.mx/ https://bit.ly/3a84Vsd https://www.zonadocs.mx/
Quintana Roo Sonora Indefinida Guanajuato Tlaxcala Indefinida Quintana Roo San Luis Potosí Chihuahua Puebla Jalisco Los Ángeles, California Indefinida Puebla Puebla Sinaloa Ciudad de México Oaxaca Jalisco Ciudad de México Puebla Guanajuato Ciudad de México Coahuila Ciudad de México Yucatán Ciudad de México Quintana Roo Indefinida Ciudad de México Veracruz Sinaloa Indefinida Nuevo León Guanajuato Jalisco
Fuente: Elaboración propia con datos del sitio Pie de Página (Red de Periodistas de a Pie, 2020).
Esta iniciativa, al representar un espacio de confluencia para un conjunto de medios periodísticos bien identificados, permite aproximarse analíticamente al objeto analítico de estudio. El objetivo de la iniciativa, publicado en el portal Pie de Página, muestra su disposición para participar en una estrategia motu proprio de comunicación a favor de la población:
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Generar y difundir mensajes coordinados y verificados sobre las medidas de aislamiento social, sana distancia, cuidados y protección sanitaria implementadas por el gobierno mexicano ante el incremento de los contagios en nuestro país, informar de manera puntual sobre los mecanismos de atención a grupos vulnerables en esta coyuntura (adultos mayores, mujeres, migrantes, poblaciones con comorbilidades), brindar consejos de seguridad digital a nuestros usuarios, para no caer en trampas o delitos cibernéticos en esta emergencia, compartir mejores prácticas de seguridad sanitaria para nuestros equipos, reporteros y periodistas cubriendo la emergencia asociada al COVID-19. (Red de Periodistas de a Pie, 2020, p. 1)
Cabe señalar que el sector de los medios digitales no es el dominante en cuanto a oferta periodística se refiere. No existen cifras que permitan establecerlo con certeza; una estimación reciente considera que constituyen el 4.8 % del total de medios de comunicación con contenidos informativos en México (Márquez-Ramírez & Hughes, 2017). Sin embargo, en términos cualitativos, este sector ha alcanzado gran reconocimiento en presencia pública, la obtención de premios regionales, nacionales e internacionales por trabajos y trayectorias, además de conseguir recursos por parte de diversos organismos para desarrollar proyectos periodísticos con enfoque democrático (De León-Vázquez, 2018b; Harlow & Salaverría, 2016; Ramos & Mendoza, 2021). El artículo está constituido por cinco partes: la primera corresponde a la presente introducción; en la segunda, se incluyen los antecedentes y formulaciones teóricas del estudio. La tercera, presenta la estrategia metodológica de carácter cualitativo centrada en entrevistas semiestructuradas. En la cuarta parte se muestran los resultados y, finalmente, en la quinta, las conclusiones, en donde se ofrece una reflexión integral a partir de los datos.
Antecedentes y enfoques teóricos. La comunicación de riesgos y el periodismo colaborativo Existe un variado conjunto de trabajos sobre el estudio del periodismo en contexto de crisis sanitaria. Hallin et al. (2020) compararon la cobertura de la epidemia de influenza AH1N1
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De León-Vázquez, S. y Padilla, M. / Periodismo colaborativo y COVID-19: cobertura de la pandemia en medios […]
en tres diarios de Argentina, Estados Unidos de América y Venezuela, respectivamente; encontraron que los medios favorecieron los esfuerzos sanitarios de las autoridades y la contención de alarma en los discursos sobre el virus. Por su parte, Muñiz (2011), identificó los patrones de consumo de noticias para informarse sobre la propagación del virus AH1N1. El análisis de la cobertura mediática de la epidemia de Ébola, en Ghana, realizado por Thompson (2019), muestra la importancia de los medios para difundir información sobre la salud a una población multilingüe y débilmente alfabetizada. Existen varios trabajos y análisis realizados desde diferentes ámbitos para entender la problemática periodística asociada al brote de COVID-19. Un primer conjunto de trabajos trata los diagnósticos no académicos, realizados por periodistas y organizaciones civiles, preocupados por los riesgos asumidos por los informadores al cubrir la pandemia. Tales riesgos son el contagio, el incremento de la precarización, los abusos patronales (Morales, 2020; Red de Periodistas de a Pie, 2021c; Red de Periodistas de Quintana Roo, 2020), y las violaciones a la libertad de expresión (Freedom House, 2020). Un segundo conjunto trata los estudios académicos, entre los que es posible identificar cuatro grandes tendencias. En primer lugar, se encuentran los encaminados a conocer la percepción ciudadana sobre la enfermedad mediante el consumo de medios (Bratu, 2020; Casero-Ripolles, 2020; A. Hernández, 2020; Khairy, 2019; Lázaro-Rodríguez & Herrera-Viedma, 2020; Muñiz, 2020). Una segunda tendencia corresponde a los trabajos desarrollados para identificar las características y los efectos de la información falsa acerca del COVID-19 (Akintande & Olubusoye, 2020; Elías & Catalan-Matamoros, 2020; Salaverría et al., 2020). La tercera tendencia es la representada por los análisis del rol del periodismo, la agenda informativa y la responsabilidad de los medios informativos en la producción de noticias sobre la pandemia (Kunelius, 2020; La et al., 2020; Lewis, 2020; Navarro, 2021; Olsen, Pickard, & Westlund, 2020; Papapicco, 2020; Sharma et al., 2020; Wormer, 2020). La cuarta tendencia se refiere a los estudios sobre las estrategias que desde la comunicación gubernamental se establecieron para enfrentar la pandemia (Cárdenas & Pineda, 2021; Llano & Águila, 2020).
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Para nuestro análisis partimos de la premisa de la proliferación de plataformas digitales que permite el acceso irrestricto a información de una gran cantidad de individuos, quienes también pueden interactuar con los contenidos que circulan en esas plataformas (Padilla, De León-Vázquez, & Medina, 2019). Esta facilidad de acceso trae consigo el problema de la desinformación y la sobreinformación, puesto que buena parte de esos contenidos se producen sin estándares confiables y constituyen un problema en diferentes escalas, dimensiones y temas, entre los que se encuentra la salud. Este trabajo está formulado a partir de tres ejes teóricos: a) la actividad periodística en el sistema de comunicación de riesgos, b) la proliferación de información falsa, y c) el periodismo colaborativo. Estos ejes se encuentran articulados debido a que la proliferación de noticias falsas representa una problemática que los organismos encargados de la salud pública deben atender, y corresponde a los Estados la formulación de estrategias de comunicación de riesgos. Por su parte, al periodismo colaborativo constituye como una práctica coordinada de diversos equipos de periodistas, bajo una orientación cívica. Como tal, le corresponde participar a manera de aliado para apoyar las estrategias de promoción de la salud. Dichas estrategias forman parte de las acciones de la comunicación de riesgos. Mientras que la comunicación de riesgos representa un área de especialización integrada a la disciplina de la salud pública. Su objetivo se orienta a la recuperación de evidencias y la generación de información que permita identificar el tipo de acción sanitaria que se necesita para enfrentar los brotes infecciosos, así como diversas emergencias de salud: La principal distinción actual entre la comunicación de riesgos y otras formas de comunicación es que la comunicación de riesgos facilita una respuesta eficaz a un brote al abordar los desafíos en el entorno social del brote de enfermedad. Para ello, sustituye la comunicación unidireccional por un diálogo bidireccional entre las diversas partes interesadas: tomadores de decisiones, científicos, expertos técnicos, equipos de respuesta, comunidades, trabajadores de la salud, socios, organizaciones no gubernamentales (ONG) e individuos; y en los muchos sectores que inevitablemente están involucrados en la respuesta a los brotes de enfermedades7 (Gamhewage, 2016, p. 89). 7 Traducción
propia.
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De manera que el periodismo especializado en salud es una práctica directamente relacionada con las acciones de la comunicación de riesgos. Su especificidad radica en facilitar la interacción de los expertos en salud con la ciudadanía, en lo que se refiere a las necesidades de información. Montes de Oca & Urbina (2015) indican que este tipo de periodismo genera mensajes noticiosos plurales y complejos en los que se informa sobre los procesos de salud, los individuales y los colectivos. Asimismo, sirve para favorecer el intercambio del conocimiento entre los diferentes actores de la salud pública. Sin embargo, cabe distinguir junto con Navarro (2021), que en el contexto de América Latina el periodismo en salud es un tema de cobertura pero no una práctica especializada. En esta región, la consolidación de la profesión periodística no ha llegado a la especialización en ese nivel. Por lo regular los periodistas que se encargan de la salud y la ciencia en los medios generales, lo hacen dentro de un conjunto de asignaciones de cobertura de las que pueden estar cercanos o distantes, en función de las coyunturas y las agendas informativas. No hay una regla que permita precisarlo. Por otro lado, la proliferación de información falsa o fake news ha sido uno de los debates principales relacionados con las noticias de la pandemia por COVID-19. RodrigoAlsina (2019) plantea que las fake news están incorporadas dentro de otro problema más complejo: la posverdad. El autor la conceptualiza como una acción intencionada para obligar a alguien a creer en algo. Esa acción aparece apoyada por herramientas tecnológicas. Entre las herramientas más usuales se encuentran los medios sociales, la conformación de algoritmos y la utilización de bots. Un periodismo ético representa una de las mejores opciones para imponerse sobre los relatos falsificados. Esto es porque, de acuerdo con Rodrigo-Alsina (2019, p. 229), “al periodista se le atribuyen unas competencias profesionales y un código deontológico” que son condiciones de su profesionalización, y exigibles como parte de su labor informativa. Esto constituye una diferencia sustancial con otros actores que informan, y que no poseen esa mediación ética en la producción de sus mensajes.
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Con relación al periodismo colaborativo, éste constituye un tipo de periodismo particularmente convencido sobre ese planteamiento de ética y responsabilidad cívica. Tiene origen en las experiencias de periodistas independientes que se organizan en equipos de trabajo y buscan apoyarse entre sí, utilizando herramientas digitales, influenciados por la cultura wiki de la colaboración y trabajando en red. Constituyen una alternativa frente a la gran prensa corporativa, industrial o mainstream (Calvo, 2013; Celecia, 2019, 2020; De León-Vázquez, 2018a; Ford et al., 2020; Harlow & Salaverría, 2016; Heft, Alfter, & Barbara, 2019; Martínez & Ramos, 2020). Los autores Martínez & Ramos (2020, p. 4) proveen la siguiente definición: Entendemos al periodismo colaborativo como un proyecto formal o informal, en donde periodistas de diferentes medios de información, y con frecuencia de diferentes zonas geográficas, unen esfuerzos para recabar información de interés público, procesarla y distribuirla de manera conjunta, apoyados en tecnologías de comunicación y en ciudadanos interesados y/o involucrados con los problemas de la agenda periodística.
El periodismo colaborativo es un fenómeno emergente en América Latina. Por lo general, es practicado por medios digitales independientes, con bajo presupuesto y con orientación cívica; se presenta como alternativa a la gran prensa industrial (Celecia, 2020; Harlow & Salaverría, 2016). Esto es relevante porque la prensa industrial está fuertemente determinada por las lógicas capitalistas empresariales de mercantatilización de los espacios y los productos periodísticos (Fishman, 1983; González-Molina, 1990; McNair, 1998; Ramonet, 2011; Voltmer, 2013). Los trabajos académicos sobre los medios digitales alternativos involucrados en prácticas colaborativas otorgan evidencia de que, debido a sus apuestas de financiamiento –a través de fondeadoras, fundaciones y agencias internacionales para el desarrollo democrático–, sus agendas, sus valores noticiosos y rutinas de producción, privilegian tratamientos periodísticos de responsabilidad cívica, no necesariamente regidos por las determinaciones mercantiles de la prensa industrial, y en ese sentido, más cercanos a las
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problemáticas ciudadanas (Celecia, 2020; De León-Vázquez, 2018b; Martínez & Ramos, 2020; Salaverría, Sádaba, Breiner, & Warner, 2019). Estas experiencias también pueden ser comprendidas como comunidades profesionales de práctica (Meltzer & Martik, 2017). Los periodistas que participan en proyectos colaborativos se asumen como una comunidad que comparte valores, ideales, formas de ejercer su profesión, incluso una actitud crítica frente a las características de la prensa industrial. En el caso de México, está también implicada de una forma de clientelismo político conocida como “oficialismo” (Bohmann, 1994; Hallin, 2000), contra la cual se posicionan los periodistas que asumen este tipo de rol cívico (Martínez & Ramos, 2020).
Metodología La investigación tiene una orientación interpretativa-comprensiva, y fue conducida bajo la pregunta ¿Cómo conciben los periodistas su práctica en la cobertura de la pandemia por COVID-19, en el marco de una experiencia colaborativa en México? Para esta
investigación se
ha
tomado como punto de
partida
la iniciativa
#TómateloEnSerioMX mencionada párrafos atrás. Se utilizó la entrevista semiestructurada, en la que se plantean preguntas definidas y ordenadas en un instrumento conocido como guía de entrevista. La guía se aplica por igual a todos los sujetos del estudio (Díaz-Bravo, Torruco-García, Martínez-Hernández, & Varela-Ruiz, 2013). Para este caso se formuló una guía de entrevista organizada en cuatro ítems: 1. Datos generales de los periodistas participantes (edad, género, actividad, tiempo de experiencia, etc.). 2. Particularidades de sus procedimeintos de producción de mensajes periodísticos (procesos, fuentes informativas, tratamiento de los datos). 3. Construcción de la agenda y criterios de noticiabilidad (temas y sus atributos, valores noticiosos). 4. Consideraciones sobre la función del periodismo frente a la pandemia por COVID19.
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Las entrevistas fueron auto administradas a través de un formulario en línea. Uno de los investigadores estuvo asistiendo de manera remota a los entrevistados –en ese momento permanecía el confinamiento social– entre abril y julio de 2020. Las respuestas fueron analizadas mediante las categorías de rutinas de producción periodística y valores noticiosos procedentes de la perspectiva de sociología del periodismo (Schudson, 1997), en articulación con las condiciones de la emergencia sanitaria. La manera de convocar a los participantes fue a través de contacto directo por medio de los datos de contacto provistos en sus sitios web, y obtuvo respuesta positiva de 26 periodistas. Los participantes se distribuyeron en 15 entidades federativas, como puede observarse en la Tabla 2. Los datos fueron anonimizados para respetar la confidencialidad de los periodistas.
Tabla 2 Características generales de los periodistas entrevistados. Clave
Género
Ubicación
Puesto
Edad
Experiencia
Otra actividad
Años E1
Femenino
Aguascalientes
Reportero
31 a 40
6 a 10
Ninguna
E2
Femenino
Aguascalientes
Reportero
41 a 50
20 +
Otra profesión
E3
Femenino
Baja California
Reportero
18 a 30
6 a 10
Otra profesión
E4
Femenino
Baja California
Reportero
41 a 50
20 +
Otra profesión
E5
Femenino
Baja California
Reportero
41 a 50
20 +
Negocio propio
E6
Femenino
Baja California
Reportero
31 a 40
6 a 10
Productora agrícola
E7
Femenino
CDMX
Reportero
31 a 40
11 a 15
Ninguna
E8
Femenino
CDMX
Directivo
31 a 40
11 a 15
Gestor de contenidos
E9
Femenino
Chihuahua
Reportero
41 a 50
20 +
Ninguna
E10
Femenino
Coahuila
Reportero
41 a 50
20 +
Negocio propio
E11
Femenino
Guanajuato
Reportero
18 a 30
1a5
Negocio propio
E12
Femenino
Querétaro
Directivo
31 a 40
16 a 20
Docencia
E13
Femenino
Quintana Roo
Reportero
18 a 30
6 a 10
Ninguna
E14
Femenino
Tamaulipas
Reportero
41 a 50
20 +
Ninguna
E15
Femenino
Tamaulipas
Directivo
51 +
16 a 20
Construcción
E16
Femenino
Veracruz
Reportero
41 a 50
20 +
Docencia
E17
Femenino
Yucatán
Reportero
18 a 30
1a5
Ninguna
E18
Masculino
Oaxaca
Reportero
31 a 40
16 a 20
Negocio propio
E19
Masculino
CDMX
Reportero
51 +
20 +
Docencia
E20
Masculino
Sinaloa
Editor
51 +
20 +
Docencia
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E21
Masculino
Veracruz
41 a 50
20 +
Docencia
Puebla
Productor de contenidos Directivo
E22
Masculino
31 a 40
11 a 15
Docencia
E23
Masculino
Baja California
Reportero
31 a 40
6 a 10
Corrección de textos
E24
Masculino
San Luis Potosí
Directivo
51 +
20 +
Negocio propio
E25
Masculino
Jalisco
Editor
31 a 40
16 a 20
Docencia
E26
Masculino
Quintana Roo
Editor
31 a 40
6 a 10
Otra profesión
Fuente: elaboración propia
Resultados Los datos de la Tabla 2 nos muestran diferentes características de los periodistas participantes. Se observa que la mayoría son mujeres; un total de 17, frente a nueve hombres. Por ser un estudio cualitativo no debe considerarse que la distribución de este conjunto es representativa de la población de periodistas de los medios digitales en México8; por lo que su utilidad es meramente descriptiva de los rasgos de los participantes. En relación con su actividad laboral, encontramos que 17 entrevistados fungían como reporteros, cinco como directivos, tres eran editores y uno era productor de contenidos. Si relacionamos ambas características, se observa que 14 reporteras son mujeres, mientras que sólo hay tres hombres que hacen labor reporteril. También se muestra que tres mujeres y dos hombres ocupan puestos directivos. Los editores y el productor de contenidos son todos hombres. Aunque estos datos son insuficientes para evaluar las condiciones de género, como se aclaró antes, es conveniente considerar que trabajos elaborados con perspectiva de género, como el de Lagunes & Celestino (2015), indican que un mayor porcentaje de mujeres ocupa los puestos no directivos en los medios informativos. En lo que se refiere a la edad, la mayor parte de los entrevistados tienen más de 30 años; mientras que más de la mitad han ejercido la profesión durante más de 10 años. En ese sentido, es posible considerar que el grupo presenta estabilidad y experiencia en la práctica del periodismo, pues habitan consistentemente ese mundo social (Pereira, 2010). La última columna de la Tabla 2 ofrece datos sobre la combinación del ejercicio del periodismo con otras actividades profesionales. Este aspecto constituye un debate en el
8 Para tener un punto de referencia respecto a una representatividad estadística, Márquez & Hughes (2017) calcularon que el 44.4 % de periodistas de medios digitales mexicanos son mujeres.
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caso de los medios digitales alternativos, ante la discusión de su reconocimiento como periodista cuando se incursiona en otras actividades laborales. Esa condición profesional ambivalente suele adquirir relevancia, particularmente, en los casos de violencia contra periodistas, cuando las autoridades se muestran renuentes a relacionar las agresiones con su actividad informativa (Brambila, 2018; De la Rosa & Salgado, 2020; De León-Vázquez & González, 2020). En este caso, se observa que la mitad se dedican solamente al periodismo o lo combinan con la docencia, mientras que la otra mitad sí tiene otro tipo de actividades laborales o profesionales distintas al periodismo. Los datos recabados para esta dimensión demuestran que los participantes se encuentran conformados de forma diversa: son mujeres y hombres que se ubican en diferentes emplazamientos geográficos, ocupan distintos puestos laborales, hay una distribución amplia respecto a su edad, así como del tiempo de experiencia en el ejercicio de su profesión. Estos aspectos significan distintas posiciones y visiones dentro de la estructura de la producción informativa con referencia a la cobertura de la pandemia.
a) Prácticas de producción periodística: cubrir las noticias en pandemia, desafíos y riesgos Las primeras fases del confinamiento ordenado por el Estado mexicano para mitigar la pandemia plantearon desafíos para el trabajo periodístico. Los hallazgos de esta investigación muestran que parte de las prácticas de cobertura periodística se transformaron durante este periodo, en relación con la normalidad de las rutinas de producción noticiosa. Aún no se puede saber en qué medida esos cambios pueden llegar a ser permanentes. Uno de los aspectos fundamentales de ese cambio fue el trabajo a distancia. Los entrevistados reconocen que el confinamiento social modificó aspectos de las rutinas de recopilación de información, al limitar los recorridos por las fuentes informativas. Esto redujo significativamente la co-presencia de los periodistas y sus informantes durante los primeros meses de la pandemia en México. La relevancia consiste en que trasladó el atestiguamiento directo de los acontecimientos –en tanto que el
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periodista se inviste con este privilegio para auscultar lo público (Bernier, 2005)–, al atestiguamiento mediado por los dispositivos y plataformas de comunicación a distancia. Reportear desde casa, frente a las pantallas, apuntó a disminuir la capacidad de agencia de los periodistas, al reducir las oportunidades de confrontar y cuestionar directamente a los representantes de las fuentes informativas. Tal aspecto, contribuyó a que las agendas institucionales permanecieran por encima de las agendas noticiosas en la cobertura, no sólo de la pandemia, sino de prácticamente todos los asuntos públicos durante el periodo del confinamiento. Un ejemplo ilustrativo lo proporciona uno de los entrevistados, al referirse a las estrategias de sus fuentes para difundir información durante la cuarentena: “la comunicación con las fuentes de gobierno locales no ha sido abierta, han optado por videos en donde no hay apertura a las preguntas. Es un canal de comunicación unidireccional” (Entrevista con E69). Esta situación fue enunciada recurrentemente en las entrevistas, aunque de diferentes maneras e implicaciones: el uso del confinamiento social como pretexto para la falta de transparencia, el incumplimiento en los procedimientos y tiempos institucionales, el hermetismo sobre temas delicados, el uso de recursos digitales para difundir información a modo ante la imposibilidad de los periodistas de cuestionar las declaraciones en el momento, así como la dificultad de establecer contacto con los informantes, entre las principales. Pero en todos los casos, sugiere que uno de los riesgos del distanciamiento social para la labor periodística fue la aparición de vacíos de información que podrían dar paso a la diseminación de noticias falsas. Como ocurrió en los demás órdenes de la vida social, los periodistas tuvieron que replantear algunas de sus prácticas ante esa exigencia de quedarse en casa. El periodismo colaborativo permitió solventar algunos de los problemas mediante la cooperación. De acuerdo con los entrevistados, la colaboración consistió, principalmente, en enlazarse entre sí para compartir, de primera mano, información relativa al COVID-19. Esto permitió desplegar una red de reporteros locales en diferentes estados, y así tener la posibilidad de
9 Las claves anonimizadas (en este caso: E6) colocadas como referencia de los testimonios corresponde a las asignadas a los participantes en la Tabla 2.
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contrastar la información entre regiones, así como con la proveniente de las fuentes de jerarquía nacional. Este ejercicio coincide con los estudios previos sobre la práctica del periodismo colaborativo. Bajo la nueva condicionante de migrar el trabajo reporteril a los dispositivos y plataformas digitales, el reconocido contrato implícito entre fuentes y reporteros –una relación simbiótica– se mantuvo, para los entrevistados, como la estructura principal del acceso a los datos. Esa relación representa el vínculo por el cual permanece la confianza entre los actores, aun sin la interacción cara a cara. En una de las entrevistas, una reportera lo sintetiza de la siguiente manera: “me baso en mis relaciones con los actores políticos y privados para contactarlos vía telefónica, además de dar seguimiento a las transmisiones en vivo que hacen en redes sociales o comunicados” (Entrevista con E4). A la par, en algunos ámbitos la cobertura periodística permaneció de manera presencial. Esto se debió, por una parte, a que la orden presidencial por la que se decretó el confinamiento en marzo del 2020 exceptuaba a las actividades consideradas “esenciales”, entre las que se encontraban las labores de los medios noticiosos, dada la importancia de mantener informada a la ciudadanía durante la contingencia (Secretaría de Salud, 2020). Por otra parte, obedeció a que ocurrieron actividades que exigieron la cobertura presencial, por ejemplo: las protestas, el seguimiento de las penurias de los ciudadanos para conseguir oxígeno, las historias específicas de los contagios y, por supuesto, las ruedas de prensa y otros eventos mediáticos convocados por las instituciones. En esos casos, los periodistas establecieron protocolos de seguridad sanitaria, casi siempre de manera personal, pues la mayoría de los medios no otorgó equipo necesario para preservar la salud. Al respecto, en una entrevista se señala lo siguiente: En caso de protestas, incidentes de seguridad u otros eventos que requieran presencia física, primero trato de corroborar con otros medios o con colegas y después me presento. No cuento con equipo de seguridad. Cabe mencionar que la jefatura de información no me ordena salir, yo lo hago por iniciativa propia para conseguir la información (Entrevista con E17 ).
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Si bien, en el discurso el entrevistado disculpó a la jefatura y asumió el riesgo de sus salidas, no por ello el medio queda exento de la responsabilidad de proveer seguridad a sus trabajadores en el ejercicio de sus labores. En un sentido más profundo, la entrevistada se obliga a sí misma a hacer la cobertura física de ciertos acontecimientos, no porque sea temeraria, sino porque ha interiorizado en su práctica las exigencias de la profesión, materializadas en los criterios organizacionales de los medios informativos para contar con la información de primera mano (De León-Vázquez, 2003). De manera que la discusión escala de una decisión individual a las exigencias organizacionales implícitas en las expectativas que se tiene de los reporteros (Hernández, 1992). Según la teoría, es posible que algunas de estas exigencias organizacionales se pongan en pausa ante la emergencia sanitaria, cuando las condiciones extraordinarias del contexto rearticulan las rutinas de producción periodística (Berkowitz, 1992), pero no ocurre así en todos los casos. Esta situación fue frecuente entre los participantes, al revelarse como una dimensión nueva de la precariedad y desprotección social a la que se enfrentan los periodistas10. En los primeros meses de pandemia en México, se reconoció la actividad periodística como una de alto riesgo por el contacto personal y la presencia en actividades que congregan a una gran cantidad de individuos. La mayoría de los periodistas independientes se encuentran fuera del esquema de seguridad social, lo que implica un riesgo mayor en caso de contraer el COVID-19. A finales del mes julio de 2020 se registraban en México 18 fallecimientos de informadores relacionados con el COVID-19 (Villa, 2020).
b) Agenda y noticiabilidad Se solicitó que los periodistas participantes indicaran cuáles temas y subtemas adquirieron preponderancia para su medio informativo en la cobertura de la pandemia. También se les pidió evaluar los criterios de noticiabilidad o valores noticiosos. El punto de partida para esta dimensión fue la suposición de que el
10
Para acercase a la discusión sobre la precariedad laboral de los periodistas en México se puede revisar a Reyna (2018, 2019), Blanco-Herrero, Oller & Arcila (2020) y González & Cepeda (2021).
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COVID-19 fue uno de los grandes temas, si no es que el más importante, en los mensajes periodísticos en todo el mundo. Sin embargo, no se trata de un tema monolítico, la Tabla 3 enlista los principales subtemas que los entrevistados reconocen como constituyentes de los discursos periodísticos sobre la pandemia elaborados en sus medios informativos.
Tabla 3 Subtemas del COVID-19 en la agenda periodística, según menciones de los entrevistados (10 primeros).
1.
Subtema Economía, económico, crisis económica
Cantidad de menciones 25
2.
Política, políticas públicas
10
3.
Salud
9
4.
Temas sociales
9
5.
Violencia, inseguridad
9
6.
Derechos
5
7.
Medidas frente al COVID-19
5
8.
Cierre (de negocios, escuelas, instituciones, etc.)
4
9.
Empleo
4
10.
Entretenimiento
4
Fuente: Elaboración propia.
La importancia de la Tabla 3 consiste en que se revela el mantenimiento de la estructura temática tradicional de la cobertura periodística, centrada en los asuntos económicos y políticos. Las noticias así elaboradas se conocen en el argot como hard-news, denominadas así porque en el modelo liberal de la prensa de vigilancia –watchdog–, es en estos ámbitos donde ocurre lo “importante”, lo que se debe escrutar públicamente. Existen, por oposición, las soft-news, en las que se registran acontecimientos de la vida cotidiana, de interés humano, de “color”, e incluso frívolos, que corresponderían a los subtemas cuarto en adelante y que, como lo sugiere la jerarquía del listado, reciben menor atención (Berkowitz, 1992; Reinemann et al., 2012). La salud, que ocupa el tercer sitio, identificamos que se constituyó en un subtema bisagra en el contexto pandémico. Actuó como trama de fondo sobre la que actualizaron ISSN 2448-539X
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las demás temáticas, siendo el punto de referencia de la mayoría de los acontecimientos. A pesar de eso, consideramos que el comportamiento periodístico de la pandemia no trastocó realmente las narrativas informativas de los medios participantes en la iniciativa #TómateloEnSerioMX, sino que se montó sobre la estructura temática ya existente. Esto no significa que se menosprecie los subtemas distintos a lo político-económico. Como dijimos previamente, la pandemia no representa un tema monolítico, y estos otros subtemas muestran la amplitud de aproximaciones informativas a la pandemia como la inseguridad, la violencia, los derechos humanos, el empleo y el esparcimiento. En voz de los entrevistados, tales subtemas adquieren sentido de diversas formas: “hemos buscado trabajar en dos áreas: la incidencia de la epidemia y lo que ésta genera más allá de los contagios, centrados sobre todo en la violación a los derechos humanos” (Entrevista con E20); “hace falta profundizar en las historias de contexto y la contingencia no lo permite, todo se vuelven cifras de enfermos y muertos y no ayuda a entender la repercusión social del contagio” (Entrevista con E21). En relación con la noticiabilidad, la Tabla 4 indica cómo los entrevistados evaluaron los valores-noticia, utilizando una escala de orden. Los ítems se refieren a la consulta hecha a los entrevistados sobre su propia percepción del tratamiento noticioso del COVID-19, durante los primeros meses de la pandemia en México. Se consideran los valores-noticia tradicionales como la exclusividad de la información, la notoriedad de la fuente informativa, la geografía de las noticias –que aquí nombramos contexto de referencia–, y la notoriedad del tema –que aquí denominamos contenido– (Gans, 1980; González-Molina, 1986). Adicionamos uno reciente que se ha incorporado como parte de la práctica del periodismo colaborativo: la verificación de datos (Galarza-Molina, 2020).
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Tabla 4 Elementos de noticiabilidad durante los primeros meses de la cobertura del brote de COVID-19 en México, según percepción de los entrevistados, N=26. Elementos evaluados Exclusividad de la inf.
1 3
2 2
Fuente informativa
0
0
Contenido o tema
0
Contexto de referencia Verificación de información
Escala 3 10
4 5
5 6
1
6
19
0
2
6
18
0
0
1
10
15
0
1
3
1
21
Nota: En la escala, el valor de 1 corresponde a la menor importancia y 5 a la mayor. Los números de la distribución son la cantidad de entrevistados que coinciden en cada valor de la escala. Fuente: Elaboración propia.
Se muestra que el valor noticioso conocido como exclusividad de la información adquiere una evaluación distinta a los demás, pues parece que se desplaza paulatinamente hacia una menor importancia. El dato es muy relevante en el paradigma del periodismo colaborativo, al afianzarse entre estos actores la solidaridad de compartir información, en oposición a preservar celosamente la primicia como se concibe en la prensa industrial. No obstante, persiste una evaluación positiva al ubicar a este valor-noticia en el rango de media a mayor importancia. Esta aparente ambivalencia es explicable, si se considera que el modelo dominante de periodismo en las sociedades contemporáneas es el liberal, con rasgos fincados en el mercado, la competencia empresarial, la ideología capitalista, la separación de la prensa y el Estado, la diferenciación entre noticias y opiniones, entre otros (Hallin & Mancini, 2004). La importancia de la exclusividad de la información forma parte de la ideología profesional de los periodistas en ese contexto, pero los valores profesionales no son estancos y pueden modificarse cuando se asumen otras condiciones o características para su práctica (Waisbord, 2013); como parece ser el caso del periodismo colaborativo. Los demás valores noticiosos se comportan de manera muy similar al periodismo tradicional. Enseguida de la exclusividad se observa que se reconoce ampliamente la importancia de las fuentes informativas, es decir, la necesidad de contar con avales institucionales que validen la veracidad de los datos con los que se elaboran las noticias. ISSN 2448-539X
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Este valor es fundamental en la lucha contra la información falsa, particularmente la que ha circulado referente al brote de COVID-19, pues las fuentes informativas reconocidas –y reconocibles, en tanto que pueden ser citadas en el cuerpo de las noticias–, ofrecen la fiabilidad de la verificación y contrastación de los datos. Los entrevistados reconocieron la necesidad de obtener información validada, en primer lugar, por las fuentes informativas oficiales y expertas, para evitar los bulos, tanto a nivel local como nacional: “recibo comunicados oficiales de las dependencias, comparo la información con bases de datos y consulto a expertos médicos, químicos, académicos, entre otros” (Entrevista con E17). El tercer valor noticioso es el contenido de las noticias, es decir, la calidad de los datos con los que los textos noticiosos son elaborados. Aunque parezca una obviedad, porque es de suponerse que los productos periodísticos presentan datos organizados de los acontecimientos que reportan, no siempre el contenido de la información es lo relevante. Hay ocasiones en las que la fuente informativa adquiere mayor relevancia que la información misma,11 como ocurrió constatemente en México con la figura del subsecretario de Promoción y Prevención de la Salud, Hugo López-Gatell, nombrado como vocero de la situación de la pandemia en México. Frecuentemente, el funcionario era la noticia, más que los datos ofrecidos. Los periodistas entrevistados para este trabajo consideraron que centrarse en el contenido tiene la misma importancia –a juzgar por los números de la tabla– que la valoración de la fuente informativa de donde esos datos proceden, son complementarios. Existe una dialéctica entre la fuente informativa y el contenido de las noticias (McNair, 1998), que es perceptible en estos resultados. Un cuarto valor considerado en el estudio es el del contexto de referencia que, al igual que el anterior, es evaluado muy favorablemente por los entrevistados. La importancia de este valor consiste en la forma en la que los temas noticiosos adquieren el mayor sentido para los periodistas –y presumiblemente para sus audiencias– al revestirse con las características locales y regionales. De manera que, aunque la pandemia es un problema 11
Que la fuente adquiera mayor relevancia informativa es, de hecho, el fundamento teórico del reconocimiento de la notoriedad de la fuente informativa como valor noticioso, constatado en el cuerpo de trabajos de la perspectiva de la sociología del periodismo (Espino, 2016; McNair, 1998; Schudson, 1997).
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global, adquiere dimensiones particulares en la cobertura local de las problemáticas en contextos específicos. En una iniciativa colaborativa como la que se estudia, esto permite contrastar y, por lo tanto, comparar el avance, las condiciones, los conflictos y las soluciones que aparecen en los diferentes contextos de la cobertura. En la evaluación de los valores-noticia se incorporó una actividad innovadora para el periodismo, la verificación de información (fact-checking), que ha encontrado un lugar protagónico en los medios digitales nativos.12 Se agregó este criterio porque, de acuerdo con Galarza-Molina (2020), es una práctica del periodismo colaborativo; asimismo, en la declaración de la iniciativa #TómateloEnSerioMX se señala explícitamente como parte de su objetivo: “generar y difundir mensajes coordinados y verificados sobre las medidas de aislamiento social, sana distancia, cuidados y protección sanitaria implementadas por el gobierno mexicano ante el incremento de los contagios en nuestro país” (Red de Periodistas de a Pie, 2020, p. 1). El fackt-checking se encarga de revisar noticias de las que se sospecha su falsedad (fake news) e identificar su origen para reconocer su veracidad. La verificación de información adquiere una gran importancia bajo la idea de la infodemia. Encontramos que, aunque esta práctica es incipiente, hay consenso entre los participantes de evaluarla favorablemente en términos del valor noticioso que adquiere.
Conclusión Los hallazgos aquí presentados muestran de qué manera los participantes desarrollaron estrategias para mantener la cobertura periodística durante los primeros meses de confinamiento. En algunos casos significó adaptar las rutinas de producción periodística al trabajo en casa. En otros, asumir el riesgo de salir a reportear en un contexto incierto por el alto índice de contagios, sin que el medio les proporcionara el equipo sanitario adecuado, dejando de manifiesto otra cara de la precarización del trabajo periodístico que se visibilizó gracias al contexto pandémico.
12
Medio digital nativo es un término utilizado para designar a los medios informativos que aparecieron en Internet, sin tener antecedente en algún otro soporte distinto al digital como el impreso, radiofónico o televisivo (Suárez-Villegas, 2015; Tejedor & Pla, 2020; Tirado Pascual, 2016; Trujillo & Montero, 2019).
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Se identificó que la epidemia se ha tematizado periodísticamente, y este gran tema se desagrega, para su representación informativa, en subtemas como la economía, la política, la salud, los derechos humanos y la violencia, entre otros. De igual forma, dichos subtemas muestran un paralelismo con la organización de las noticias en hard-news y softnews, de la cobertura tradicional en los medios periodísticos. Si se toma en cuenta el proceso de la construcción de la agenda mediática o agenda-building (McCombs, 2006), los datos apuntan a que el COVID-19 se superpone –periodísticamente– con los procesos amplios que enfrenta la sociedad como los económicos, políticos, sociales y culturales. De forma consistente con la práctica del periodismo colaborativo, se observa que el valor que se asocia a la exclusividad de la información pierde relevancia para los participantes, en favor de socializar y compartir datos que pueden servir a varios medios para orientar mejor a la ciudadanía. Pero otros valores-noticia como la importancia de la fuente informativa, la notoriedad del tema y el contexto de referencia se mantienen como referentes de los parámetros profesionales mínimos para la producción noticiosa de calidad reconocidos por los participantes en este estudio. Al mismo tiempo, y dada la especificidad de la materia de la cobertura –el COVID19–, la valoración de los participantes confirma la incorporación de una práctica relativamente novedosa en el periodismo colaborativo: la verificación de noticias falsas, lo que coincide con los hallazgos de Galarza-Molina (2020). Esta práctica se inviste como un nuevo criterio de noticiabilidad, al aportar procedimientos de dilucidación de la veracidad de la información noticiosa. Así pues, estos rasgos y su descripción, presentada en la sección de resultados, ofrecen una respuesta a la pregunta de investigación. Los datos recabados permiten identificar, desde la mirada de los actores sociales, cómo se realizó la cobertura informativa de los primeros meses de pandemia, mediante la práctica del periodismo colaborativo en México. Se identifica que se trató de un esfuerzo cívico de servicio a la ciudadanía, pero que, a pesar de las buenas intenciones, se reprodujeron problemáticas estructurales del periodismo mexicano como el riesgo y la precarización. Sin embargo, también se revelan
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adaptaciones en las rutinas de producción noticiosa y en los criterios de noticiabilidad frente al gran desafío de la crisis sanitaria global por el brote de COVID-19. Una de las principales preocupaciones en el mundo en relación con la pandemia por COVID-19 ha sido la de incidir sobre el circuito información-sobreinformacióndesinformación. La difusión de información correcta apoya las estrategias de comunicación de riesgos llevadas a cabo por los Estados, los organismos internacionales y las instituciones. Para ello es importante contar con propuestas informativas serias y suficientes, en cantidad y calidad, que permitan conocer con veracidad la situación para tomar decisiones vitales, y que de esta manera la información falsa sea evidenciada. Al inicio de la pandemia, el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus (2020), señaló que la lucha es por igual contra la pandemia y la “infodemia”, porque “las noticias falsas se propagan con más rapidez y facilidad que el propio virus, y son igual de peligrosas”. En ese sentido, se espera que las plataformas de comunicación del riesgo y el periodismo en salud contribuyan a atender esa problemática. Sin embargo, en México no hay una profesionalización del periodismo para la salud. Esto representa un obstáculo, aunado a la facilidad para la difusión de información falsa, o por lo menos confusa. Ya sea que se produzca con una intención deliberada por desinformar, o simplemente se carezca de parámetros profesionales, representa un desafío por propiciar prácticas sanitarias no adecuadas o posturas ideológicas sin fundamento. A nivel internacional, iniciativas de verificación de datos como la International FactChecking Network ha impulsado acciones como #CoronavirusFactsAlliance (Örsek, 2021). En México, la iniciativa #TómateloEnSerioMX, que ha servido de base para este estudio, ha representado un esfuerzo colaborativo de medios informativos digitales, convocados por el portal informativo Pie de Página, en el que se ha ejercido actividad periodística bajo un rol cívico, con la finalidad explícita de contribuir a la contención de la pandemia mediante la elaboración de productos periodísticos orientadores para la ciudadanía. El rol cívico del periodismo digital colaborativo, en oposición a la actitud clientelar y comercial de los medios corporativos tradicionales, ha sido ya documentado por otros autores
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(Harlow & Salaverría, 2016; Martínez & Ramos, 2020; Salaverría et al., 2019), y nuestros resultados lo constatan nuevamente. Por otro lado, varios de los medios informativos participantes de la iniciativa #TómateloEnSerioMX, incluyendo al convocante, se relacionan con colectivos o redes de periodistas. Son grupos independientes de informadores que han alcanzado una presencia importante en el espacio periodístico mexicano, varios de sus integrantes han obtenido premios dentro y fuera del país por la calidad de su trabajo periodístico, y se encuentran altamente comprometidos con temas como el mejoramiento de la profesión, la disminución de la violencia contra informadores, la transparencia, los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, entre otros asuntos (De León-Vázquez, 2018a; Duarte, De León, & Hernández, 2019; García & Salazar, 2015; Ramos, 2021; Relly & González de Bustamante, 2014). Esto le otorga prestigio a la iniciativa.
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SALVADOR DE LEÓN VÁZQUEZ Mexicano. Doctor en estudios científico-sociales por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, con especialidad en estudios de la comunicación y la cultura. Es maestro en comunicación por la Universidad de Guadalajara y licenciado en medios masivos de comunicación por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Actualmente se desempeña como profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, en donde también coordina el doctorado en estudios socioculturales. Sus áreas de investigación son los estudios sobre periodismo y el análisis sociopolítico de la comunicación pública. Sus publicaciones recientes son: Desarrollo mediático. Una aproximación conceptual crítica (2021) Revista Mexicana de Opinión Pública, 30, 137-156 y Legislación sobre Comunicación Social en el Espacio Subnacional. El Caso de México (2020). Doxa Comunicación, 31, 167-185.
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MARÍA REBECA PADILLA DE LA TORRE Mexicana. Doctora en estudios científico-sociales por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, con especialidad en estudios de la comunicación y la cultura. Es maestra en comunicación por la Universidad de Guadalajara y licenciada en medios masivos de comunicación por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Actualmente se desempeña como profesora-investigadora en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Sus áreas de investigación son los estudios de audiencias, las tecnologías de información y comunicación para el desarrollo social y el estudio sociocultural de las prácticas mediáticas. Sus publicaciones recientes son: Padilla, M.R., Cervantes, M., & Navarro, A. (2020). Narrativas periodísticas y ciudadanía juvenil. Análisis en diarios de Aguascalientes, México. Estudios Sobre El Mensaje Periodístico, 26(3), 1121-1132; Padilla, M.R. & Patiño, M.E. (2020). Tecnologías de la información y la comunicación para el desarrollo social: una propuesta metodológica. Paakat, Revista de Tecnología y Sociedad, 10(18), 1-20.
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ARTÍCULOS
La construcción de la pasión por el futbol 1. El caso de los Leones Negros de la UdeG 2 ENRIQUE RIVERA GUERRERO
Universidad de Sonora enrique.rivera@unison.mx
RECIBIDO 16 marzo 2021 APROBADO 28 septiembre 2021
RESUMEN: Este artículo tiene como objetivo conocer la construcción de los aficionados al futbol como proceso complejo al estudiar las motivaciones que este deporte provoca en los sujetos. Con la pregunta: ¿cuál es el proceso de construcción de los aficionados al futbol contemporáneo en el caso de Leones Negros de la Universidad de Guadalajara? El estudio utilizó metodología cualitativa con entrevistas a aficionados y con una revisión hemerográfica. Se eligió al equipo de los Leones Negros porque conlleva una carga simbólica relevante en la memoria de los habitantes de Guadalajara, Jalisco. Entre los hallazgos se destacan la mediación institucional que deriva en la comunicación de emociones arraigadas en la biografía de los sujetos en la conformación de su identidad. PALABRAS CLAVE: Comunicación; deporte; historia; identidad; memoria colectiva.
PUBLICADO 13 diciembre 2021
On building a football fanbase: The case of Leones Negros TRADUCCIÓN
Jaime Ahumada Aguirre Universidad Veracruzana
ABSTRACT: This paper aims to analyze how the fanbase of a football team is built in a complex process which allows the study of the motivations enthused by this sport in our subjects. In order to answer our working question –What is the process to build a contemporary football fanbase for the University of Guadalajara’s team, the Leones Negros?–, this study was conducted using qualitative methodology, interviews with fans, and hemerographic consultation. The team Leones Negros was chosen due to its symbolic value –a relevant source for historic memory among the city’s people. Among the findings, the institutional mediation that results in the communication of emotions rooted in the subjects’ biography when conforming their identity stands out. KEYWORDS: Communication; Sport; History; Identity; Collective memory.
CÓMO CITAR Rivera, E. (2021). La construcción de la pasión por el futbol. El caso de los Leones Negros de la UdeG. Culturales, 9, e597. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e597
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En este trabajo, la palabra “futbol” no se tilda considerando que en el contexto mexicano ésta se escribe y se pronuncia como palabra aguda, esto quiere decir que no lleva el acento ortográfico en la letra “u”. 2 Este artículo es producto de la tesis doctoral “La construcción de los aficionados al futbol: el caso de los Leones Negros de la Universidad de Guadalajara” presentada en el año 2017, en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Se encuentra disponible en el siguiente enlace https://rei.iteso.mx/handle/11117/5102
Rivera, E. / La construcción de la pasión por el futbol. El caso de los Leones Negros de la UdeG
Introducción En la actualidad el futbol seduce a personas de sociedades diversas; los partidos de mayor expectación paralizan a pueblos y naciones enteras; las transmisiones por televisión cuentan con audiencias de millones de espectadores del que se considera el deporte multitudinario del mundo. Se asume que esa popularidad se debe a la sencillez de su práctica que provoca múltiples interpretaciones de las coreografías de los futbolistas sobre las canchas, que configuran el ambiente en los estadios y su difusión por medio de las pantallas de televisión, como el escenario idóneo para expresar identidades. Ser aficionado al futbol es algo que, en apariencia, el sujeto decide con plena libertad, sin embargo, pensar en el origen de esta singularidad, que destaca al individuo de entre los otros, presenta imbricaciones complejas al escudriñar el origen en la memoria de las personas y sus emociones expresadas durante su vida cotidiana. Este artículo aborda la construcción de los aficionados al futbol, enfocado con el análisis de la historia como integradora de colectividades encauzadas a través de la producción emocional que es interpretada mediante la comunicación. Partimos de la hipótesis de que ser aficionado al futbol está encausado por la historia que es incorporada en la memoria de los sujetos en la expresión de emociones como el orgullo. En este sentido, el vínculo se construye con referentes de contraste originados en el pasado, como el fervor de los enfrentamientos en los que emergen rivalidades entre equipos, instituciones y territorios. Por consiguiente, los sujetos perciben esa otredad para enaltecerse de forma colectiva a través de elementos simbólicos3 al distinguirse mediante prácticas de comunicación. Según lo anterior, la historia integrada en el proceso de comunicación para la construcción de la afición al futbol contemporáneo está orientada por la producción emocional; para estudiarla, se abordó el caso del equipo de futbol profesional Leones Negros de la Universidad de Guadalajara (UdeG) que conlleva una carga simbólica relevante para la memoria y las emociones de los habitantes de la ciudad de Guadalajara,
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Camisetas del uniforme de futbol, banderas, bufandas, escudos, colores, himnos, cánticos, gritos, gestos corporales, maquillajes, tatuajes, entre otros.
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Jalisco. Se destaca esta particularidad porque es un equipo respaldado por una institución pública de educación superior. El triunfo de los Leones Negros contra los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) para obtener el campeonato en la división de ascenso significó su regreso a la Primera división del futbol mexicano en 2014, después de 20 años de ausencia en la competencia futbolística de máximo nivel. 4 Este acontecimiento generó las preguntas que se aplicaron a los aficionados de Leones Negros y al mismo tiempo con ello se observó la exaltación institucional para vincular a la gente con la UdeG en esta segunda etapa en Primera división; equipo que, sin embargo, en el presente participa en las divisiones inferiores del futbol profesional en México. La importancia de este artículo radica en que los estudios que abordan las implicaciones del futbol en la sociedad subrayan el análisis de las selecciones nacionales o de los equipos que gozan de mayor popularidad y visibilidad mediática, pero no tienen en cuenta a las organizaciones deportivas que se desarrollan en las diversas entidades del país como es el caso de los Leones Negros de la UdeG.
Metodología Para dar cuenta de la construcción de los aficionados al futbol en el caso de Leones Negros de la UdeG, se entrevistó a las y a los aficionados que asisten al estadio Jalisco, ubicado en la ciudad de Guadalajara, y a los que ven los partidos a través de la televisión. Para complementar sus testimonios, se obtuvo la narrativa de los periodistas por medio de la consulta de las crónicas escritas en prensa y las difundidas en radio y televisión, además se contó con la versión de integrantes de la institución del equipo de la Universidad de Guadalajara. Se contactó a las y los aficionados en incursiones al estadio Jalisco durante los partidos de Leones Negros y en lugares comerciales de recepción para ver el futbol. Se acordó el lugar y tiempo para la realización de la entrevista. Otras personas decidieron
Asistencia al estadio Jalisco: 54,455 personas, equivalente al 96% de la capacidad del estadio. Marcador final en serie de penales: Leones Negros de la UdeG 4-3 Tecos de la UAG. 10/05/2014. 4
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brindar su testimonio in situ en el estadio antes del partido o en donde se reúnen para verlos por televisión. Las entrevistas fueron individuales y realizadas con guía de entrevista enfocada, éstas se grabaron en audio y transcribieron para su análisis. Las preguntas se dirigieron para conocer los siguientes observables: a) Origen de la afición al equipo, b) Asistencia al estadio, c) Significado y sentido de pertenencia, d) Futbol visto por televisión en lugares comerciales de recepción, e) Objetos tangibles alusivos al equipo y, f) Mediación institucional. Se interactuó de manera abierta con las personas, durante un tiempo relativamente extenso: observando lo que pasa, escuchando lo que se dice y preguntando diversos tópicos; como indican Hammersley y Atkinson (1994) “registrando todo tipo de datos accesibles para poder arrojar luz sobre el tema que hemos elegido estudiar” (p. 15). En este caso, la coartada metodológica nos condujo al interior del Jalisco, a sus gradas y a las secciones en las que se divide este estadio, además de a sus calles en la periferia, durante los partidos de los Leones Negros. Posterior a la fase exploratoria, las observaciones se focalizaron para unirse a la conversación con los aficionados adentro y afuera del estadio. La observación con principio etnográfico se centró en los sujetos y en los lugares donde realizan sus actividades, los tiempos y secuencias de sus prácticas, así como en sus objetivos y expresiones. Se utilizó el diario de campo para registrar la relación con las personas y las percepciones en la interacción. Esta descripción permitió identificar “los discursos sociales: que posibilitarán hacer el análisis de la representación sobre diferentes objetos sociales de los actores investigados” (Reguillo, 2003, p. 29). Las visitas al estadio Jalisco fueron recurrentes, así los aficionados entrevistados me identificaron como quien realizaba su investigación sobre los Leones Negros. Me conocieron como alguien externo interesado en ellos durante los partidos de futbol. Su colaboración fue generosa en tiempo, disposición y sentido para integrarme al grupo. De manera que, al crear rapport, participé de sus reuniones posteriores a los partidos en las que comparten comida, bebida y se habla de más futbol. Además, me uní a sus viajes para alentar al equipo en partidos como visitante y, en otras ocasiones, estuve con ellos
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observando las pantallas. Con el estatus otorgado, me solicitaron mediar sus discusiones y fui invitado a sus festejos civiles y religiosos. Integrarse a su cotidianidad fue prioritario dado que los partidos de futbol irrumpen y muchas veces rigen las estrategias de las personas como seguidoras del equipo, de modo que el caso estudiado en Guadalajara es holístico, es decir, un todo complejo que las personas incorporan en diversos frentes para la interpretación de mensajes, símbolos y prácticas. Las y los entrevistados fueron cordiales al compartir su vida a través de sus testimonios y pasión, temas centrales para la construcción de este conocimiento.
Tabla 1 Relación de entrevistados ordenados por edad. Entrevista
Fecha
Género, edad
Ocupación
Origen
Equipo
Aficióna la UdeG
E1
18/09/2016
F, 18
Estudiante
Guadalajara
UdeG
2ª
E2
10/03/2016
M, 25
Empleado
Guadalajara
Cruz Azul → UdeG5
2ª
E3
10/04/2016
F, 27
Empleada
Guadalajara
Chivas → UdeG
2ª
E4
20/08/2016
M, 57
Empleado de la UdeG
Guadalajara
UdeG
1ª
E5
13/10/2015
M, 57
Profesionista
Guadalajara
Chivas y UdeG
1ª
E6
10/11/2015
M, 58
Futbolista Director Técnico de la UdeG
Tala
UdeG
1ª
E7
10/11/2015
M, 59
Periodista Empleado de la UdeG
Guadalajara
UdeG
1ª
Fuente: Elaboración propia.
Con la entrevista se orientó la observación de las prácticas de aficionamiento de las personas que, como fuentes vivas, “inciden en la construcción de versiones nuevas o 5
La flecha [→] apunta que dirigieron su afición de un equipo a otro. Por otra parte, se señala la etapa del inicio de su afición con el equipo de la UdeG: La primera etapa [1ª] abarca desde su fundación en 1974 hasta su desaparición en 1994; o en la segunda [2ª] que cubre desde la reaparición en 2009 hasta su regreso a la liga de futbol profesional de Primera división en 2014. La letra E y el número de entrevistado se utiliza como seudónimo para proteger la confidencialidad de los participantes.
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modificadas de los acontecimientos y las historias personales pasadas” (Aceves, 1999, p. 219). Las entrevistas causaron emoción en los sujetos, con buena disposición compartieron sus testimonios, se puede afirmar que al hablar sobre la vida cotidiana se verbaliza, de manera reflexiva, la profundidad de las emociones que dan sentido a través de la memoria narrada, de ahí que es “un elemento esencial de lo que ahora se acostumbra a denominar identidad, individual o colectiva, social o cultural” (Aceves, 1999, p. 228). Con los argumentos y textos construidos, la oralidad fue interpretada por la participación del sujeto como miembro de una sociedad contextualizada en momentos históricos, políticos, económicos y culturales, con lo que se obtuvieron narrativas situadas de la identidad como “la articulación entre una historia personal y una tradición social y cultural” (Marteccelli, 2010, p. 62). Este autor señala que “es también el fruto de una tradición que permite a la vez establecer nuestra singularidad personal e insertarnos en una representación colectiva” (p. 64). Con la reconstrucción de la experiencia verbalizada, “los acontecimientos compartidos en el pasado y las interpretaciones colectivas sobre sí mismos, permiten una construcción colectiva de la identidad” (Aceves, 1999, p. 234). Las personas entrevistadas, hombres y mujeres, se organizaron de la siguiente manera: por grupos de animación, por su asistencia individual en las gradas del estadio, por las que siguen a los Leones Negros en las pantallas de televisión y por los integrantes de la institución. Todas ellas declararon su afición por el equipo Leones Negros de la UdeG y “tienen en común […] su pasión por el futbol” (Archetti, 2008, p. 264). Para abordar la historia de los Leones Negros se consultó en fuentes documentales del acervo de la Hemeroteca Nacional de México (HNM)6. Con estos insumos de información se cotejaron los testimonios y datos recabados para corregir imprecisiones de fechas y nombres confiados a la memoria de los entrevistados.
6
Consultados el 21 de febrero de 2017.
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La producción emocional Las emociones son gozne para unir la historia con la biografía del sujeto en su construcción como aficionado al equipo de futbol. A manera de mediación, es la búsqueda de las personas para participar con expresiones que lo trasciendan de su individuación y los vinculen con la colectividad. Siguiendo a Kistner (2015): “El vínculo de esta gente con el futbol no pasa por el negocio, el poder o los delirios de grandeza, sino por la alegría, el placer y la diversión. Para eso pagan. Incluso cada vez más” (p. 8). Es la cuota para no quedarse fuera de los acontecimientos que producen emociones de sentido mimético. Es una excitación que buscamos voluntariamente. Para sentirla, muchas veces hemos de pagar. Y, a diferencia de la otra, ésta es siempre agradable y, dentro de ciertos límites, podemos disfrutar de ella con el consentimiento social de los demás y con el de nuestra propia conciencia (Elias y Dunning, 2014, p. 122).
En cambio, las certezas no representan una forma de espectáculo en los espacios para las prácticas deportivas, su difusión traslada la incertidumbre de los deportes de competencia de lo impredecible como entretenimiento en la vida cotidiana, en los cuales los sujetos experimentan las emociones generadas, producidas, construidas y difundidas que los ligan, vinculan e identifican con las estructuras sociales y sus instituciones. La búsqueda de las emociones se debe a una condición liberadora y deleitable, dada la cualidad como experiencia lúdico-agonal que se observa en sus practicantes, en otros términos: “El deporte, y en particular los juegos competitivos entre jugadores profesionales ante un público aficionado conllevan un de-control de los afectos y de las emociones controlado pero placentero” (Elias y Dunning, 2014, p. 72). Las emociones hacen vivible la cotidianidad y, según Kistner (2015) el futbol “es el máximo generador de acción, de emoción” (p. 11), que permite a una gran cantidad de sujetos adscribirse a los triunfos que los equipos consiguen en competencia. Ciertamente: “El deporte es el modo simbólico de conseguir unas victorias que de otra manera la inmensa mayoría de los supporters no conseguiría en la vida. Los gobernantes lo saben y optimizan tanto como pueden esta función” (Suárez, 2000, p. 10).
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La producción de emociones, mediada a través de los mensajes institucionales y difundidos en medios de comunicación, se presentan como eje de la construcción de los aficionados con la exaltación del orgullo para el consumo del deporte-espectáculo. Para definirlo en el proceso de construcción de los aficionados: Lo que se sabe sobre el orgullo proviene esencialmente de la literatura psicológica donde se presenta como un sentimiento de satisfacción, deleite o placer en algo que uno ha logrado y/o uno es capaz de hacer, o en los logros y/o capacidades de alguien con quien uno está conectado (Decrop & Derbaix, 2010, p. 587).
En el sentido para cohesionarse con la colectividad, Decrop & Derbaix (2010) prosiguen al señalar que “el orgullo a menudo se presenta como un apoyo a los procesos de identidad social y de auto-identidad” (p. 587). De esta forma, inserto en el discurso difundido por la institución que respalda al equipo de futbol posee implicaciones económicas redituables con alcances en la construcción identitaria ofertada como experiencia para los aficionados. Por ende, los sujetos se nombran y se refieren a sí mismos como capaces de adscribirse a la colectividad, cuyo acceso es lucrativo en su aspecto tanto económico como ideológico. Como proceso de largo aliento, la exposición hacia emociones fuertes se explica con el constreñimiento de las sociedades actuales. El hecho de que en éstas se haya restringido más la capacidad de los individuos para actuar de esa manera en público es sólo, simple y llanamente, otro aspecto del mismo desarrollo, en el curso del cual aumentan el control social y el autocontrol sobre las manifestaciones públicas de una emoción fuerte (Elias y Dunning, 2014, p. 111).
La construcción de las afinidades deportivas está en estrecha relación entre sentido, identidad y emoción, que se destaca para entender a los colectivos atraídos por las prácticas deportivas, de ahí que “la búsqueda de la identidad, identificación, sentido y prestigio están entretejidas en una trama compleja junto con la búsqueda de emociones” (Dunning, 2003, p. 47).
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La expresión de emociones fuertes de manera colectiva tiene como contexto la situación del deporte en el que la violencia corporal está reglamentada como proceso civilizador, aquí la actividad física de los cuerpos se vigila a partir del cumplimiento de la reglamentación de enfrentamientos legitimados por jueces y árbitros facultados de acuerdo con las instituciones que rigen las prácticas. Las emociones como mediación dan cuenta de la búsqueda de los sujetos para expresar y comunicar, en la que “la emoción es, por decirlo de alguna manera, lo que da sabor a todos los placeres relacionados con el juego” (Elias y Dunning, 2014, p. 124). De ello resulta necesario admitir que el orgullo es la emoción que genera el deporteespectáculo para la cohesión colectiva, de acuerdo con que “el orgullo es una piedra angular de consumo del deporte. El orgullo surge como una clave para construir los impactos de la identidad individual y social, en los procesos subyacentes del consumo de deporte” (Decrop & Derbaix, 2010, p. 586). Más aún, estos autores dan cuenta del vínculo del sujeto con el deporte al desarrollar un modelo basado en Funk y James asentado en la psicología que implica cuatro etapas. En primer lugar, la conciencia: cuando una persona sabe que un equipo deportivo existe, pero no está interesado en seguir a ese equipo en particular; en segundo lugar, la atracción: es un interés particular que se desarrolla, y se basa en factores como la imitación por motivos hedónicos, como el entretenimiento y el escape, que dan valor para ver el juego en variables situacionales tales como las promociones o la novedad que ofrecen los equipos; en tercer lugar, el apego: cuando el individuo formó conexión psicológica significativa que es apoyada por diversas propiedades de actitud; y por último, en cuarto lugar, la lealtad: cuando la conexión se vuelve resistente y persistente, con sesgos de cognición y de las influencias del comportamiento (Decrop & Derbeaix, 2010, pp. 588-589). Además, sugieren que factores personales y sociales resultan primordiales en el desarrollo de la lealtad, dado que examinan el papel mediador del apego como proceso por el cual un sujeto se mueve desde la atracción, es decir, del gusto por un equipo hacia la fidelidad. Esta lealtad es el resultado de un proceso por el cual los individuos desarrollan
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una condición emocional fuerte de sus vínculos con valor simbólico, beneficios y atributos asociados con un deporte de equipo. En consecuencia, de acuerdo a Decrop & Derbaix (2010), la expresión pública del orgullo se constituye para los aficionados, en cuerpo y palabra, por medio de objetos y prácticas significantes. Adicionalmente, estos autores enumeran un conjunto de objetos tangibles como: ropa, bufandas, parafernalia, tatuajes, maquillaje, abonos y fotografías, entre otros. En cuanto al conjunto de intangibles, señalan: colores, himnos, gritos, firmas y gestos corporales. Para el sujeto aficionado, su cuerpo es objeto de orgullo dado que, a través de éste, él o ella expresan un compromiso inquebrantable de lealtad. La relación que se establece con los colores que distinguen al equipo de futbol, originados en la historia, se ligan con la emoción del orgullo como una trama narrativa para la construcción de la identidad. Decrop & Derbaix (2010), hacen referencia a que esta exaltación contribuye con los aficionados a construir su identidad con las posesiones materiales y el consumo de deporte al crear y mantener vínculos fuertes (p. 594), sugiriendo que: […] los sujetos en la categoría de aficionados, compiten contra otros y están orgullosos de mostrarse como quienes expresan mayor entusiasmo al equipo como mediación en los consumidores para expresar sus emociones en una dirección y darle un sentido en particular (Decrop & Derbaix, 2010, p. 596).
El orgullo, en la producción de las emociones, se concentra en el seguimiento de los equipos con sus instituciones ofertantes e integran el referente de identidad de los sujetos, con lo que se orienta el sentido de los aficionados, quienes se manifiestan con la camiseta de futbol y los colores del equipo dotados de significado y originados en la historia de la institución. Las personas al vestir la camiseta se enfundan con la historia como discurso provisto de manera direccionada. Las emociones que viven se incorporan en el repertorio de la memoria que los construye como aficionados y se reiteran mediante la comunicación.
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Figura 1. Primeras camisetas del uniforme de futbol de la UdeG.
Fuente: Exhibición en Guadalajara, Jalisco, México. Foto E. Rivera (24 de junio de 2017).
Los aficionados utilizan la camiseta del equipo de futbol como dispositivo que sirve como extensión del sentido de pertenencia. Se observó que la camiseta se besa, se agita, se luce, se quita del cuerpo, se alza y se vuelve a mostrar, se saca por la ventana del automóvil para exhibirla durante el trayecto al estadio antes del partido o después de la victoria y, por el contrario, la camiseta rival puede ser destruida, encontrada como trapo hecho pedazos tirado en la calle después de los partidos de alto riesgo. De esa manera, vestir, trasladarse, adquirir las entradas, asistir, disfrazarse, comer y beber, en torno del futbol se interpreta como gasto festivo, que se entiende como “el modo de reconversión de energías sociales y corporales que permiten abrir, expandir y multiplicar las potencialidades de los sujetos y colectivos” (Scribano, 2009, p. 149). Es así que los sujetos requieren de insumos simbólicos para las prácticas que expresan emociones vividas, que además de sentidas en el cuerpo, son consideradas de su dominio, cuya inversión se entiende como gasto festivo para construirse y reconstruirse como
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aficionados. Sus motivaciones se interpretan de manera reflexiva, y en cierto punto, crítica, al adherirse en la formación de colectividades en torno del futbol que, en la actualidad, se destaca que hay que vestir la camiseta para sentir y así emocionarse con el orgullo de los colores. En el estadio y ante la pantalla, se viste la camiseta para expresar y regular la alegría, la felicidad, la tristeza, el amor, el odio, el temor, el miedo, la compasión, los celos, el orgullo, la vergüenza, la excitación, el júbilo, el gusto, la rabia, la sorpresa, el enojo, el regocijo, todas estas emociones son experimentadas con el cuerpo y expresadas en la vida cotidiana, a través del seguimiento de deportes como el futbol.
La historia como integradora de colectividades Dicho lo anterior, la historia cohesiona a los sujetos con el equipo de futbol. Bajo este enfoque, la difusión de la historia por parte de la institución es retomada y construida de la información difundida en los medios de comunicación, por lo tanto, el relato es integrado por elementos simbólicos colocados estratégicamente tales como: el año de fundación en los escudos de los equipos y el palmarés. Por su parte, en la memoria de las personas están los jugadores, las alineaciones, las jugadas, los momentos futbolísticos en la calidad de insignias y las proezas deportivas que se maximizan en el imaginario al ser elevadas como luchas épicas. La historia como integradora de colectividades se difunde en aspectos ideológicos de sentido en los sujetos al entrelazar su biografía con la historia institucional, el pasado se oferta como emoción, incluso de nostalgia, que según Cuesta (1998), “la nostalgia es exponente del juego de los tiempos en el recuerdo y expresión del privilegio que éste concede al pasado” (p. 208). Estas exaltaciones representan un instrumento poderoso para la formación de grupos aglutinados con el orgullo. Una colectividad, un grupo, una nación mantienen su cohesión mediante las reglas compartidas y los propósitos comunes que ligan entre sí a todos sus miembros. La historia, al explicar su origen, permite al individuo comprender los lazos que lo unen a su comunidad (Villoro, 1982, p. 43).
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Los sujetos cobran conciencia de su sentido de pertenencia, se propicia la integración del grupo y, en este caso, la identidad se basa en el acontecer histórico que “refuerza la actitud de defensa y lucha a grupos externos” (Villoro, 1982, p. 44). De acuerdo con Aguilar (1982) uno de los usos de la historia es precisamente “para afianzar o inventar una identidad y reconquistar continuamente la certeza de un sentimiento colectivo o personal” (p. 147). Aquí resulta necesario diferenciar que: La memoria colectiva no es historia, aunque en ocasiones está hecha de un material similar. Es un fenómeno colectivo pero sólo se manifiesta en las acciones y declaraciones individuales. Puede referirse a eventos histórica y socialmente remotos pero habitualmente favorece intereses contemporáneos (Kansteiner, 2007, p. 32).
La historia, según Cuesta (1998), es “entendida como un saber acumulativo con sus improntas de exhaustividad, de rigor, de control de los testimonios […] y por otra parte, la memoria de estos hechos pasados es cultivada por los contemporáneos y sus descendientes” (p. 204). Del mismo modo, se puede abundar que: Mientras la memoria es valor social y cultural, es reivindicación de un pasado que se quiere impedir que pase al olvido, la historia es, además de eso, un discurso construido, obligatoriamente factible de contrastación y objetivado o, lo que es lo mismo, sujeto a un método (Aróstegui, 2004, p. 31).
En lo particular, cuando de grupos parcializados se trata: “el concepto de memoria colectiva se aplica con más justeza a determinados grupos sociales” (Cuesta, 1998, p. 210). Después de todo: Recurrimos a los testimonios para fortalecer o invalidar, pero también para completar lo que sabemos acerca de un acontecimiento del que estamos informados de algún modo, cuando, sin embargo, no conocemos bien muchas de las circunstancias que lo rodean [...] si nuestra impresión puede basarse, no sólo en nuestro recuerdo, sino también en los de los demás, nuestra confianza en la exactitud de nuestro recuerdo será mayor, como si reiniciase una misma experiencia no sólo la misma persona sino varias (Halbwachs, 2004, pp. 25-26).
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Adicionalmente, el relato individual de la memoria para la construcción de la identidad, según Marteccelli (2010), “la identidad es inseparable del trabajo por el cual el actor se forja, en el relato un sentimiento de continuidad a través del tiempo, y a veces inconcluso, un sentimiento de coherencia interna con ayuda de elementos sociales y culturales” (Marteccelli, 2010, p. 64). La construcción del sentido a manera de memoria busca en el pasado la narración identitaria, “es resultado también de un trabajo que selecciona de manera más o menos arbitraria algunos acontecimientos de una vida con el fin de darles coherencia de conjunto” (Marteccelli, 2010, pp. 64-65). Para cohesión de la memoria se infiere que lo recordado y conversado radica en los momentos de emociones fuertes compartidas junto con otros. Más aún en cuanto existe certeza de lo endeble que es la memoria: Infinidad de estudios atestiguan el carácter limitado y selectivo de la memoria, tanto individual como colectiva, su textura frágil, parcial, manipulada y discontinua, por la erosión del tiempo, por la acumulación de experiencias, por la imposibilidad real de retener la totalidad de los hechos y, en todo caso, por la acción del presente sobre el pasado (Cuesta, 1998, p. 206).
De manera similar, Giménez (2016) señala que para la construcción de identidades es necesario: “constituirse una historia y una memoria que le confieran precisamente estabilidad identitaria” (p. 69). De ahí que, para la construcción de colectividades, por ejemplo, en la formación de comunidades nacionales, sus identidades se fincan “en mitos fundacionales, en una historia común y en rasgos culturales supuestamente compartidos” (Giménez, 2016, pp. 73-74). Adicionalmente, la identidad es producida con el discurso situado del poder que se produce desde la institución. Barbero (2011) señala que los deportistas son propuestos como ejemplo para afrontar y superar crisis en la construcción y reconstrucción de la identidad colectiva para asegurar en el espíritu de combate para la población, además de encarnar expresiones de orgullo colectivo a escala mundial, y sobresalir con espíritu de equipo por sobre el individualismo. Después de todo, “esta es la función social de los
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campeones y sobre la cultura que se recrea mediante las narraciones más o menos ficticias de sus hazañas” (Barbero, 2011, p. 70). Por consiguiente, ante los sujetos que presenciaron las gestas deportivas, presenciales o mediadas, es pertinente integrar la noción de memoria comunicativa acuñada por Assman que: […] se refiere a la experiencia individual en el contexto de un suceso histórico significativo […] atañe al hecho de que el individuo comparta con el colectivo (colegas, amigos, familiares, etc.) en cuanto que coetáneo y testigo ocular sus recuerdos de ciertos acontecimientos, así como lo que escuchó acerca de éstos. Estos sucesos forman por tanto parte de su biografía (Sydel, 2014, pp. 199-200).
A su vez, “la memoria cultural es cultura objetivada, es decir, se compone de textos, ritos, imágenes, edificios y monumentos diseñados para recordar eventos decisivos en la historia del colectivo” (Kansteiner, 2007, p. 33). Entendemos que la proeza deportiva recordada está en relación con ideologías, instituciones y poder que la suscriben. Para el caso aquí estudiado, la difusión de la historia fue explícita para construir a los aficionados, cuando Leones Negros asciende a la Primera división en 2014, en su segunda etapa, según Alberto Castellanos Gutiérrez, presidente del patronato de Leones Negros de la UdeG: “El equipo de la Universidad de Guadalajara representa un símbolo de identidad sobre todo porque le precede una gran historia en el futbol mexicano” (Yáñez, 2016, p. 206). De ahí que deba arribarse a la conclusión que, con los elementos arriba mencionados como mediación para los sujetos, aficionarse es, a través de la memoria comunicativa, la manera de unirse a la historia en común para dotar de sentido su individualidad y, trascender junto con el colectivo configurado con la comunicación en prácticas como la conversación.
Fundación del equipo de futbol de la UdeG La historia del equipo de la Universidad de Guadalajara permanece en la memoria de personas que atestiguaron su inicio, cuando el contexto histórico del futbol mexicano se
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facilitó por el entrelazamiento de agentes que se conjuntaron de manera institucional, política, económica y entusiasta en la ciudad de México y en Guadalajara, Jalisco. A principios de la década de los setenta sólo existía un equipo universitario en las lides del futbol de Primera división: Los Pumas de la UNAM. El acercamiento de una universidad al futbol de paga demostró que, bien administrado, el futbol podía ofrecer ventajas económicas a las instituciones y al estudiantado ávido de deporte (Bañuelos, Calderón, Sotelo y Krauze, 1998, p. 38).
En junio de 1974 se discutió la incorporación del equipo de la Universidad de Guadalajara al futbol profesional y se acordó debutarlo en el torneo de liga. Al respecto y con los pronósticos en contra: “El Universidad de Guadalajara que llega a la Primera por haber obtenido los derechos del Torreón, visitará el domingo 14 [de julio de 1974] nada menos que al América, otro de los seis en el estadio Azteca” (La Afición, 28 de junio de 1974). El resultado de ese primer partido fue de empate a dos, “con goles de Sylvio Fogel por el América y dos goles de [Ernesto] Burro Sánchez por la UdeG y es un equipo que, de entrada, llama la atención por el colorido de su uniforme” (E6, comunicación personal, 10 de noviembre de 2015). Con ese desempeño, el U. Guadalajara causó buena impresión en su partido de inicio, aunque se destacó como un “juego mediocre con empate a dos goles [. . .] Para el Universidad de Guadalajara, el empate fue muy bueno y su presentación en la capital bastante honrosa” (Ramos, 15 de julio de 1974).
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Figura 2. El primer equipo de futbol de la UdeG. Fuente: Los Leones del U. Guadalajara.
Fuente: Foto de F. Mejía (Ramos, 15 de julio de 1974, p. 2).
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Figura 3. El primer gol del equipo de la UdeG.
Fuente: Foto de F. Mejía (Ramos, 15 de julio de 1974, p. 3).
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Con los futbolistas del primer equipo llegó el técnico José Gómez Nogueira, que con su dirección lograron 42 puntos en esa temporada inaugural para la UdeG, lo que se consideró como una hazaña deportiva sin precedentes. Es un entrenador brasileño que tenía más prestigio en Brasil como preparador físico que como entrenador, era un tipo muy duro, muy disciplinado. Llega a la institución, establece una gran disciplina y el equipo logra un subcampeonato en su segunda temporada, que pierde contra el América en una final que todavía mucha gente recuerda, pero de una gran calidad técnica, a eso me refiero que cambia el futbol en México (E6, comunicación personal, 10 de noviembre de 2015).
Este director técnico trajo las primeras playeras procedentes de Brasil, además de los uniformes completos de entrenamiento, los uniformes de juego, los zapatos y hasta los pizarrones, “en ese momento se iniciaba una moda de traer artículos brasileños porque se pensaba que era lo mejor que había en el mercado para la práctica del futbol” (E6, comunicación personal, 10 de noviembre de 2015). Además de los utensilios de juego, el equipo se reforzó con jugadores: Se habla de que Gómez Nogueira anda por Brasil en busca de cuatro extranjeros de categoría. No sabemos si los logre contratar. De una cosa sí estamos seguros. Si los encuentra los traerá porque el U. de Guadalajara cuenta con un buen respaldo económico, el Rector de la U. de Guadalajara, Lic. Rafael García de Quevedo, ya lo ha dicho: “contaremos con un cuadro digno del futbol tapatío” (Ramos, 15 de julio de 1974).
Para participar en la Primera división el equipo contó con los siguientes refuerzos brasileños: Eusebio de Jesús; Belarmino de Almeida Jr. “Nené” y Roberto da Silva. La espectacularidad de juego a partir de este equipo fortalecido quedó en la memoria de los aficionados y se considera como un cambio de estilo de juego en el futbol mexicano con la incorporación de lo que se conoció como el estilo brasileño. En Brasil, ese estilo al que se denomina futbol-arte, es identificado por elementos como la prioridad de la técnica en detrimento de la fuerza, la evitación del cuerpo a cuerpo, el intercambio de pases a ras del césped, cierto desdén por los sistemas tácticos y el placer por las jugadas de efecto (Damo y Oliven, 2009, p. 107).
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De hecho, “con el tema de los jugadores brasileños que vinieron, de tez negra, el cronista deportivo Ángel Fernández Rugama le pone el mote de Leones Negros que de ahí se le queda para el resto de su historia” (E6, comunicación personal, 10 de noviembre de 2015). Efectivamente, la difusión mediática de la narración a través de la crónica deportiva por televisión marcó el rumbo del encauce del nombre como categoría posible de adscripción identitaria: Yo se lo pregunté [a Ángel Fernández]: ¿de dónde se le ocurrió de ponerle “negros”? y dice: “¡Ay!, ¿pues no ves esos pinchis [sic] negros? Tan buenos, correlones”. ¡Sí! Así me dijo y por eso ahí surgió en el momento que está narrando: “¡Éstos son unos auténticos Leones Negros!” (E7, comunicación personal, 10 de noviembre de 2015).
En una interpretación crítica de los futbolistas y sus habilidades deportivas para el ascenso social en Brasil, se indica que: Con una oferta excepcional de dones/talentos –Brasil es el país más poblado del mundo en el que el futbol se encuentra ampliamente diseminado–, y con las escasísimas restricciones legales, éticas o culturales para manipularlos, no hay ninguna razón que impida convertirse en un “granero de cracs” [sic] (Damo y Oliven, 2009, p. 124).
La negritud de estos futbolistas está en el origen del mote cuya narración ocurrió, según Yáñez (2016) durante la transmisión televisiva del partido de futbol “el 5 de septiembre de 1974, cuando la UdeG visitó y derrotó a los Potros de Hierro del Atlante por marcador de 3-2 en el estadio Azteca” (p. 30). Esta crónica quedó en el imaginario futbolístico de la década de los setenta del siglo XX, según J. Villoro, así fue como “Ángel Fernández rebautizó equipos enteros [. . .] era un rebautizador de la realidad que te la enriquecía con esa maravillosa palabra [. . .] que hizo de la crónica futbolera un auténtico espectáculo” (Televisa, 2006). Además, el cronista se refirió a Leones Negros como el equipo que nació grande porque en sus inicios en la Primera división llenó los estadios donde se presentaban y eran de una gran expectación entre los aficionados. Es el equipo que cambió el futbol de México de alguna manera, porque [. . .] se jugaba muy pausado, muy lentón [sic], y cuando aparecen estos jugadores brasileños que eran muy
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rápidos, muy ágiles, el equipo empieza a jugar en otra velocidad, en otro ritmo y bueno, cambia el ritmo del futbol mexicano (E6, comunicación personal, 10 de noviembre de 2015).
Con los partidos de Leones Negros contra equipos de la capital mexicana, como América y Pumas, se crearon juegos de alta rivalidad. El América traía futbolistas extranjeros competitivos y Pumas lo integraban brasileños como Evanivaldo Castro Silva “Cabinho”, José Geraldo Cándido y Spencer Coelho, “y una cantidad de jugadores donde todo mundo voltea a ver al futbol brasileño como un país de donde pueden traer jugadores, en ese momento, a un precio bajo y que pudiera venir a evolucionar el futbol de México” (E6, comunicación personal, 10 de noviembre de 2015). Esta [primera] etapa fue considerada como de esplendor para Leones Negros, que brindó espectáculo en las canchas de los estadios en México. Llamó la atención de los aficionados que registraron llenos de asistencia en donde se presentaban a jugar. Fue el estilo de juego, el uniforme y los futbolistas extranjeros, los factores que atrajeron la atención de los aficionados al futbol en México (E6, comunicación personal, 10 de noviembre de 2015).
Los Leones Negros de la UdeG marcaron la década de los setenta, según Murrieta (2016), debido a “la espectacularidad de su juego y la vistosidad de su uniforme” (p. 116). En éste jugaron: Rodríguez Jara; Calderón; Roberto Da Silva; “Topo Gigio” Montes de Oca; “El Cuirio” Santoyo; “Potrillo” Nájera; Eusebio Belarmino de Almeida “Nené”; Rubén Anguiano; Aurelio Martínez y Jair. Futbolistas quienes son recordados en conjunto en la memoria a decir que “cualquier repaso de los años setenta y ochenta del futbol tapatío estaría incompleto si se omite la aparición de los autodenominados Leones Negros de la Universidad de Guadalajara” (Doñán, 2011, p. 226). Es la víspera de la globalización económica del deporte, según Dietschy (2014), en el contexto cuando la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) en 1974 tuvo que “tomar las demandas de las asociaciones en el extranjero. Algunas de ellas, sobre todo en América del Sur, se consideraban como uno de los centros, si no el centro, del mundo del futbol” (p. 23). Luego entonces, parafraseando a Llopis (2009), se encauzan las consecuencias contemporáneas de las transformaciones globales sobre el futbol, como la
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eliminación de medidas proteccionistas de los mercados nacionales de futbolistas y las transformaciones de las organizaciones de los clubes, que ocasionan en el terreno sociocultural [...] una evaporación de los contornos nacionales del futbol, de la cual se estaría gestando una indiferenciación de los estilos de juego nacionales (Llopis, 2009, pp. 10-11).
Comunicación para la construcción de los aficionados al futbol Las características históricas del equipo de futbol difundidas con la emoción del orgullo, tales como los valores promulgados por el equipo, el colorido de la camiseta, el imaginario, la trayectoria deportiva con sus triunfos y derrotas, así como la visibilidad a través de los medios de comunicación, son elementos que los sujetos evalúan para integrarse como aficionado, es decir, ser parte del grupo y a su vez, la percepción de rivalidad en contra de aficionados a otros equipos. De esta manera, con información se decide rechazar, discriminar o mudarse de adscripción para ser aficionado del equipo en particular. Somos un equipo que ya tenía identidad anteriormente y como digo, es parte de la universidad, te hace sentir parte de una familia, lo que otros equipos no tienen. No éramos como Atlas o Chivas con la cuestión de la violencia (E2, comunicación personal, 10 de marzo de 2016).
De manera similar, la noción de pertenencia social es valorada mediante las prácticas que vinculan al sujeto con la institución: “es como una identidad, porque es parte de mi universidad y es como tener la camiseta de Leones Negros” (E3, comunicación personal, 10 de abril de 2016). Este sentido identitario de las personas con el lugar donde desarrollan y transcurre su vida cotidiana, a partir de donde nacen o radican, se comunica a través del entramado emocional, después de todo, el orgullo es mostrado por medio de prácticas y símbolos, por lo que la pertenencia con la Universidad define ser aficionado direccionado con el futbol que se vuelve posible a través de estrategias de comunicación con la ayuda de la mediación institucional. Lo anterior está explícito en lo que aquí se entiende como la afición direccionada, dado que, para la construcción de la identidad con la institución, el símbolo es Leones
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Negros y, “la Universidad de Guadalajara no podía mantenerse al margen de buscar estrategias que le proporcionaran dichos elementos” (Yáñez, 2016, p. 17). Tienes que comprender el futbol a magnitudes de pensamiento, sentimiento y físicamente para que puedas realmente saber hasta qué grado podrías llegar a hacer cosas por tu mismo equipo, por tu afición y ésta es muy grande, aunque tenga muy poca gente en estos años tiene mucha historia, y los colores de verdad, yo siento que me representan muchísimo (E1, comunicación personal, 18 de septiembre de 2016).
Se puede inferir que, los enfrentamientos y rivalidades deportivas como tema de conversación cuando, efectivamente, hablar de deportes es uno de los temas que vincula a las personas con quienes se comparte el entorno social. El futbol se convierte, en el mejor de los casos y sentidos otorgados, en un lenguaje común que permite alimentar lazos de proximidad y sociabilidad incluso con desconocidos totales, con quienes se intercambian momentos y emociones, opiniones en un bar, en un taxi, en una reunión o donde sea (Segura, 2014, pp. 3-4).
En México, los deportes son una de las temáticas principales para la conversación: “Las principales menciones espontáneas a la pregunta ¿cuál es el principal tema de plática? (cuando se reúne con amigos) son: la familia (14%), deportes (9%), trabajo (7%), problemas económicos (7%), delincuencia (5%) y la vida cotidiana (5%)” (Consulta Mitosky, 2011). En efecto, los deportes como tema para conversar son tópicos de memoria colectiva y cultura popular, puesto que “en la memoria social de nuestro tiempo los acontecimientos deportivos tienen un lugar central [. . .] Y en algunos esa memoria es una parte importante de lo importante, de lo emotivo, de lo extraordinario” (Galindo, 2012, p. 73). Para J. Villoro (2014): “Cuando no hay partidos, hablamos de futbol, o al menos de fichajes de desmesura [. . .] No son temas épicos, pero permiten seguir hablando” (p. 26). En suma, son temas que identifican a quienes son competentes para conversar al poseer información. Al respecto: En torno al futbol se construye un hablar común que identifica a quien lo habla como miembro selecto de la comunidad de los aficionados amantes de sus colores y, lo que es
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más importante, una identificación psíquica entre el juego y los actores participantes en forma activa o pasiva, en él (Taguenca, 2014, p. 231).
En cambio, la conversación también establece diferencias con quienes no desean participar, como lo apunta Eco (1994) al reconstruir un diálogo cuando, por una parte, está quien habla apasionadamente de futbol y por otra, su interlocutor, a quien no entiende que no es tema de su competencia. Yo no tengo nada contra el futbol [. . .] me veo un buen partido con interés y gusto en la televisión, porque reconozco y aprecio los méritos de este noble juego. Yo no odio el futbol, yo odio a los apasionados del futbol [. . .] No amo al hincha porque tiene la extraña característica: no entiende por qué tú no lo eres, e insiste en hablar contigo como si tú lo fueras (Eco, 1994, p. 205).
La relación entre personas con la conversación del futbol arraigado en su memoria comunicativa es relevante como mediación en el contexto social en Guadalajara, Jalisco. El antropólogo Andrés Fábregas Puig lo menciona con su experiencia al instalarse en esta ciudad: En la vida cotidiana la gente se presentaba con sus nombres, pero también contestando una pregunta que se hacían mutuamente ¿a qué equipo le vas? Entonces en Jalisco cuando te presentas dices tu nombre y el nombre del equipo de futbol al que estás adscrito. Lo curioso es que la relación puede ser muy afable si hay coincidencia, o ríspida si no la hay, peor si se trata de Chivas-Atlas (Olivos y Cuadriello, 2012, p. 188).
Adicionalmente, conversar construye relaciones sociales, las cuales median las preferencias de los sujetos, configuran la formación de grupos al diferenciarse de otros al hablar del equipo de futbol, aquí es cuando lo observado en las pantallas adquiere sentido, en el proceso de recepción de segundo orden nombrados como grupos de resonancia: “El recuerdo, la evocación mental de una imagen, un dicho o un guion televisivo y la resurrección de sensaciones televidenciadas en otros momentos y lugares de la vida cotidiana, ‘reconectan’ a los sujetos con referentes televisuales” (Orozco, 2014, p. 52).
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Al relacionar la recepción por televisión, la construcción de los aficionados tiene eco en grupos de resonancia que se constituyen el proceso de recepción, y presencial en el estadio, al adquirir sentido con grupos de personas en el reconocimiento de la otredad. Como tema de conversación, en Guadalajara, el futbol cuenta con arraigo en su práctica desde el inicio del siglo XX con el equipo Chivas, fundado en 1906, y el Club Atlas, establecido en 1916. La ciudad fue subsede de los campeonatos mundiales de la FIFA organizados en México en 1970 y 1986 con el estadio Jalisco y también con el estadio Tres de Marzo de la Universidad Autónoma de Guadalajara, ubicado en Zapopan, con el mundial de México 1986. Para Doñán (2011) “el futbol figura como uno de los signos de identidad de la tapatiez, siendo Guadalajara, la ciudad futbolera por excelencia de México” (pp. 201-202). Se puede afirmar que el futbol en este contexto urbano es una temática incorporada en el sentido de pertenencia de las personas que es reinventado mediante la comunicación y conversación. ¡Nos encanta!, yo creo que no podemos hablar de otra cosa que no sea, es poco el ciudadano que no le gusta el futbol porque lo ves en el barrio, lo ves en fuerzas básicas, está directamente, lo ves en todas partes, en la tele, sales a jugar con tu amigo y te habla del jugador, de niño quieres ser el jugador más valorado del mundo o el mexicano que está jugando mejor (E2, comunicación personal, 10 de marzo de 2016).
En este sentido: “Guadalajara es una ciudad muy futbolera, es de antaño uno de los deportes que ha seguido más la sociedad tapatía” (E4, comunicación personal, 20 de agosto de 2016). Al respecto, referirse a la ciudad se coincide, al referir la memoria cultural, al proseguir: Abarca una gran parte de la cultura de Guadalajara porque tenemos el estadio Jalisco y ha pasado por cosas mundiales, entonces tiene un gran repertorio de historia, y realmente nos hace ubicarnos en el país, pues cuando mencionan las aficiones que aquí están y ya dicen: ¡Oh! Sí ya recuerdo, ahí está Chivas o ahí está Atlas o ahí está Leones Negros. Ya que pues sí nos empezamos a hacer más famosos a nivel nacional (E1, comunicación personal, 18 de septiembre de 2016).
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En los testimonios citados arriba, de acuerdo con Dunning (2003), se destaca que “las identidades personales y colectivas son más importantes en el deporte que en ninguna otra actividad de ocio” (p. 34). En esta identificación, en el contexto contemporáneo de los flujos globales de comunicación, el futbol da cuenta al observar referentes que representan la organización institucional, y en este caso también a la ciudad en lo local, de esta forma el equipo es una mediación para decidir, por lo tanto, para afiliar a los sujetos a través de la conversación de la memoria comunicativa. En consecuencia, el futbol visto en las pantallas o presenciado en el estadio, dota de información para conversar, donde la comunicación destaca la expresión de los aficionados y los acontecimientos que fueron narrados como en el ámbito familiar, donde se da el vínculo con figuras masculinas, en los que las mujeres aparecen nombradas para aficionarlas. Así se dijo: “Empecé a ir sólo y hasta el momento una amiga de la Universidad es la que me está acompañando, ya la convencí, ya es aficionada también de los Leones Negros” (E2, comunicación personal, 10 de marzo de 2016). Mientras que cuando los partidos de futbol se miran por televisión, por otra parte, se dijo: “con mi papá, con él compartimos todo el tiempo que se pueda y sea disponible con los Leones Negros” (E1, comunicación personal, 18 de septiembre de 2016). En esta amalgama de mediaciones, se narra el inicio de su afición. Todo empezó por mi papá, venía [al estadio Jalisco] cada viernes en la noche a ver a los Leones Negros [. . .] en ese momento no me llamaba la atención el futbol y ya fue cuando me invitaron y vine, algo me llamó la atención del equipo que no puedo comprender por qué, no puedo entenderlo todavía, quizás sus colores, su camisa, su simbología que tiene la Universidad de Guadalajara, algo me enamoró mucho e hizo lo que ni Atlas, ni Chivas pudo lograr, entonces desde ahí fue cuando me enamoré por completo de ellos (E1, comunicación personal, 18 de septiembre de 2016).
En efecto, la densidad de significados en las personas está posibilitado, según Fuentes (2002), en “procesos por los cuales los sujetos construyen socialmente la realidad y le dan sentido tanto a lo que hacen como a lo que perciben” (p. 25). En este caso, la comunicación interpersonal y el tema futbol constituyen una fuente de sociabilidad y
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colectividad, que para Lever, es “uno de los temas recurrentes empleados por las personas, conocidas o no, para entablar algún tipo de conexión” (Angelotti, 2010, p. 78). La conversación como integración por medio de temáticas del deporte y, en particular del futbol, involucra al colectivo, “la forma de vivir en el futbol es hablándolo, verbalizándolo, lo que hace del espectador también un importante actor [. . .] en este espectáculo” (Villena, 2003, p. 259). Que a manera de memoria comunicativa: Lo que me decían los tíos, los papás del futbol aquí local en la ciudad, fue lo que me fue gustando [. . .] Soy una persona que me gusta relacionarme muy fácilmente con otras y eso me ayuda a poder platicar o comentar una jugada, un partido o simplemente platicar de futbol, aunque no haya futbol (E5, comunicación personal, 13 de octubre de 2015).
Con la comunicación, los significados integran el intercambio de información y dotan de sentido la relación entre los interactuantes, para Castells (2009) “comunicar es compartir significados mediante el intercambio de información” (p. 88). En ésta cobra sentido para “la constitución de las identidades sociales de los sujetos en cuanto participantes en distintos grados y modalidades, de la estructuración social mediante prácticas comunicativas” (Fuentes, 2002, p. 26). Es un arraigo completamente cultural y social que está directamente en las venas, yo creo, está el papá que te está hablando del futbol, está el tío, toda la familia que te está hablando del futbol y desde chico lo tomas, lo hueles, lo sientes (E2, comunicación personal, 10 de marzo de 2016).
Este flujo de comunicación une a los sujetos, al poner en común su apreciación en la recepción de manera individual y colectiva, en ambas formas representan el sentido de unión para construir aficionados en la discusión de la incertidumbre compartida que se coloca en la disputa social. Siempre me ha gustado mucho el futbol, pero no tenía amistades que le fueran al mismo equipo que yo o que tuvieran la misma pasión de ver los partidos todos los domingos, de ir a los viajes y de poder compartirlo y no sentirme como apartada o rara por ser mujer y que me guste el futbol, sino al contrario, que me acepten y que sea un orgullo poder ir, y tener
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las camisetas, y sentir los goles y sentir los gritos y todo en el estadio (E3, comunicación personal, 10 de abril de 2016).
Los lugares donde se realizan las prácticas fueron mencionados por los entrevistados, en este caso, la reflexividad de los sujetos delimitada por el espacio urbano donde se desarrolla su afición y en el sentido territorial, se establece identidad y arraigo con el lugar, aquí se refirieron a la ciudad de Guadalajara y al estadio Jalisco, este edificio también nombrado monumental a manera de memoria cultural. Esta relación dota de sentido el vínculo con el que, el equipo de futbol, Leones Negros territorializa como representante deportivo de la Universidad de Guadalajara, enlaza a los sujetos con la adscripción de la institucionalidad donde estudiaron, egresaron o quienes dejaron truncos sus estudios, es decir, la historia del equipo, la universidad y la ciudad, vinculada con la memoria comunicativa y biografía de los aficionados, además de referir a la memoria cultural y las emociones: Por mi universidad principalmente, así como hay otros equipos y como también le voy a Chivas, me ha sido más representativo Leones Negros porque por ellos empecé a ir al estadio, porque siento más la camiseta, porque la he portado muchas más veces, porque he sufrido, porque he llorado, porque he reído en el estadio (E3, comunicación personal, 10 de abril de 2016).
Mientras que, por otra parte, la referencia de la mediación con la institución de educación superior es reiterada y mencionada: El equipo de la Universidad de Guadalajara siempre me ha gustado puesto que es del alma mater de donde yo tengo mis funciones, y es un equipo que me llena mi corazón por la afición que le tengo a ese equipo famoso de los Leones Negros (E4, comunicación personal, 20 de agosto de 2016).
De ello se destaca la mediación institucional en la construcción de los aficionados direccionados con el sentido de identidad, sin embargo, ser de Leones Negros además es un estatus para quien aspira a ser estudiante universitario, dado que el equipo brinda la
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oportunidad, ciertamente imaginada, de pertenecer o identificarse con la Universidad de Guadalajara.
Conclusiones La difusión de la historia del equipo de futbol es una de las estrategias para construir aficionados direccionados por parte de la directiva que lo respalda de manera institucional. Para el caso aquí estudiado, es presentada con la emoción de orgullo y de forma recurrente a través del mote Leones Negros, así como en el diseño del uniforme con sus colores, son un recordatorio de la trayectoria histórica con una carga simbólica y memoria comunicativa relevante. En la densidad del futbol en la ciudad de Guadalajara, los aficionados a Leones Negros se diferencian con la camiseta como distinción y valía de sus tres colores –negro, rojo y amarillo– que los identifican con la UdeG. En cambio, los aficionados a los equipos centenarios en esta ciudad se ostentan con dos colores que son constantemente mencionados como referencia en los medios de comunicación: Chivas, el equipo rojiblanco, y los rojinegros del Atlas. Adicionalmente, en cuanto a la diferencia en los usos y apropiaciones de los espacios futboleros en Guadalajara, otro indicio es el horario de los partidos de Leones Negros en el estadio Jalisco, que no es tema menor. Éstos son programados, comúnmente, el domingo a las 12:00 horas. En la actualidad, cuando las transmisiones de televisión imponen los horarios de los partidos, son pocos los equipos de futbol profesional en México y el mundo que juegan al mediodía, pues se mantiene como una tradición implantada por la dinámica social de las últimas décadas del siglo pasado que, en este caso, está cargado de nostalgia de las glorias deportivas para la afición a Leones Negros. De manera que la historia del equipo como mediación interviene en el conocimiento y la memoria comunicativa para su afición, así como en sus motivaciones para adherirse a un equipo que está vinculado con las emociones vividas de las victorias y derrotas deportivas, los campeonatos, los futbolistas categorizados como ídolos, los partidos épicos, las rivalidades construidas, los jugadores emblemáticos, las alineaciones, el origen
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del mote, los colores, las camisetas, todo lo anterior como repertorio de memoria que se teje con la biografía. La historia así difundida se ejerce como elemento sustancial que une a las personas aficionadas a equipos de futbol, para su conocimiento en común, aunque situadas en diversos niveles de noción de los sujetos con perfiles diversos, que les permite unirse de manera transclasista y transgeneracional a otros que tienen y comparten al equipo como referente por medio de la conversación de lo actual y la memoria comunicativa. Como esencia de información para los aficionados, la historia los enlaza con el equipo, aun con las diferencias sociales en cuanto a origen cultural, económico o político, a esta diversidad los une el conocimiento de la historia compartida que proviene de la versión institucional, sin embargo, los aficionados con su experiencia emocional participan de manera interpretativa, por medio de la memoria comunicativa, al unirse de forma identitaria. Por su parte, la cobertura mediática para la difusión de un equipo, los momentos cúspide de su espectacularidad suelen ser los primeros contactos de los sujetos que aún no definen sus afinidades deportivas, por lo que presenciar el logro de campeonatos o juegos definitorios, es la motivación para decidir a quién irle, ser y afiliarse como aficionado, cuya decisión probablemente sea por el resto de su vida. Para los aficionados a Leones Negros, el recuerdo de la espectacularidad en el estilo de juego y la innovación en la práctica del futbol en México, los futbolistas que le dieron nombre, el porte del uniforme, son elementos en la memoria colectiva que es reiterada con la emoción del orgullo y recordada como nostalgia para las generaciones que presenciaron al equipo en la década de los setenta y los ochenta del siglo XX. Como vínculo entre ese momento histórico y el actual, una de las mediaciones entre las personas se erige a través de la conversación y conduce a otros en la experiencia contemporánea basada en lo seleccionado como memorable en su historia de vida. En consecuencia, los sujetos interpretan su afición a través de estas prácticas de identidad con el territorio, dado que ser de Leones Negros también los vincula con su natal Guadalajara. Finalmente, con la producción emocional a través del discurso, los aficionados se diferencian de grupos de aficionados a otros equipos, así se destacan como categoría
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posible en la diversidad de maneras de incorporar, interpretar y vivir el futbol particularmente en la ciudad de Guadalajara, donde para estas personas, aficionarse con Leones Negros significa territorializarse con lo local fincado en su historia y las interpretaciones que sobre el futbol dialogan, discuten y se comunican a través de la conversación en torno de la identidad.
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Enrique Rivera Guerrero Mexicano. Doctor por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente en Estudios Científico-Sociales. Es maestro en comunicación por la Universidad Veracruzana y licenciado en ciencias de la comunicación por la Universidad de Sonora. Se desempeña como académico en el Departamento de Psicología y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora. Sus áreas de investigación e interés son comunicación, deportes y sociedad y cultura y comunicación. Sus publicaciones más recientes: La comunicación en los deportes: de lo personal a lo masivo en la formación de identidades, Vozes dos Vales (2014) y el libro Cancha Libre. Metodología para la investigación social del deporte y la comunicación (Unison, 2010).
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ARTÍCULOS
Identificación del estilo de la música tradicional de Nonoava, Chihuahua MARIO MONTES LARA
Universidad Autónoma de Chihuahua mmontesl@uach.mx
RECIBIDO 29 mayo 2020 APROBADO 22 junio 2021
RESUMEN: En el estado de Chihuahua existen expresiones musicales que adquieren una identificación con su sociedad y su cultura. Tal es el caso del estilo musical Nonoava, que desde hace más de cien años surgió en la sierra de Chihuahua, y que sigue aún vigente. Este trabajo tiene como finalidad el rescate y promoción de la identidad musical de la región serrana de Nonoava. La identidad musical de dicho pueblo será revalorada a través de un trabajo de investigación de corte histórico-cultural, a través de la reflexión de la revisión de literatura regional y entrevistas con historiadores y músicos chihuahuenses del estilo. Se tiene como supuesto, que es en el pueblo de Nonoava, Chihuahua, donde se logra una cierta cristalización de la estética musical formada en la Revolución Mexicana. Sin embargo, la difusión de la música de Nonoava ha sido escasa. Este primer acercamiento pretende encontrar piezas claves de esta música. PALABRAS CLAVE: Música tradicional; arte popular; cultura tradicional; tradición oral.
PUBLICADO 17 diciembre 2021
Identification and Style of Traditional Music of Nonoava, Chihuahua TRADUCCIÓN
Mario Montes Lara Universidad Autónoma de Chihuahua
ABSTRACT: In the state of Chihuahua there are musical expressions that achieve identification with their society and culture. Such is the case of the musical style Nonoava, which for more than one hundred years emerged in the Sierra of Chihuahua, and which is still in force. The purpose of this work is to rescue and promote the musical identity mountain region of Nonoava. The musical identity of this town will be revalued through a historical-cultural research work, through the reflection of the regional literature review and interviews with renowned Chihuahuan historians and musicians. It’s assumed that it is in the town of Nonoava, Chihuahua, where crystallization of the musical aesthetics formed in the Mexican Revolution is achieved. However, the diffusion of Nonoava's music has been scarce. This first approach aims to find key pieces of this music. KEYWORDS: Traditional music; folk art; traditional cultures; oral tradition.
CÓMO CITAR Montes, M. (2021). Identificación del estilo de la música tradicional de Nonoava, Chihuahua. Culturales, 9, e577. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e577
Montes, M. / Identificación del estilo de la música tradicional de Nonoava, Chihuahua
Introducción A lo largo de nuestra historia, la música tradicional de México ha sido desfavorecida por la clase hegemónica dominante. Muchas de las expresiones musicales se han encontrado retenidas al servicio de diversos actores para sus propios intereses. A través de décadas, incluso siglos, la música tradicional queda perpetuada en el inconsciente mexicano, lo que nos ayuda a recordar nuestras raíces, quiénes y cómo somos con respecto a otros pueblos. En el estado de Chihuahua existen algunas expresiones musicales que con el tiempo se han convertido en verdaderas expresiones tradicionales. Una de ellas, se gesta en la sierra de Chihuahua, en el pueblo serrano de Nonoava. Dicha expresión musical, será nuestro objeto de estudio. Nonoava se encuentra ubicado en la Sierra Madre del estado de Chihuahua. Su territorio se encuentra conformado por montañas, barrancos y arroyos. Nonoava fue fundada como misión jesuita a mediados del siglo XVII por el padre Francisco Arteaga con el nombre de Nuestra Señora de Monserrete de Nonohaba. Por muchas décadas el pueblo tuvo poco contacto con otras poblaciones debido a algunas cuestiones relacionadas con la electricidad, así como a la construcción del puente que cruza el río, este último fue construido hasta finales del siglo XX. Antigua misión jesuita del tercer cuarto del siglo XVII. Desafortunadamente se desconoce el origen de la palabra Nonoava. Es entre los idiomas concho o rarámuri donde se habrá que rescatar su significado antes de que en esa disputa de enredos gramaticales termine por desaparecer. Es este lugar localizable al suroeste del estado de Chihuahua y es particularmente singular por tener un estilo de música único que, se podría decir, se sitúa entre el ranchero y el norteño (Quezada, 2014). Decenas nonoavenses han emigrado para dedicarse a la música como alternativa a su profesión. A su vez, igual número de locales ha provisto otras actividades para su sobrevivencia. El contexto histórico en el que se genera el espectro musical en este poblado debe haber sido determinante hasta la constitución de su estilo característico. Es evidente la situación de vida de los nonoavenses a principios del siglo XX, se trata de una población campesina sujeta, antes, durante y hasta la culminación de la Revolución Mexicana
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(Quezada, 2014). La sociedad chihuahuense estuvo propensa a los vaivenes y la incertidumbre social en una época de guerra. Por otro lado, en México, el siglo XIX fue de constantes guerras, tanto internas como con extranjeros. Esto produjo que nuevos estilos musicales se importaran al repertorio mexicano. Las guerras de Independencia trajeron consigo la reaparición triunfal de los ritmos proscritos y la aparición de los ritmos europeos. Esto da una idea de cómo la música puede modificarse o fusionarse según cambien o se modifiquen los involucrados. Nos aclara cómo una expresión musical, que en un principio puede llegar a ser incómoda para cierto sector de la sociedad, por cuestiones de diversa índole, llega a adaptarse después de determinado tiempo. Algo similar ocurrió con los ritmos de baile europeos del siglo XIX, ya que, dependiendo de la época, fueron desechados y después adoptados, dependiendo a quién o a qué clase social representara. La música mexicana en el siglo XIX se ve influenciada del eco de modas europeas. Estrada clarifica y menciona que “surge entonces una sutil conquista de la superficie sentimental” (Estrada, 1984, p. 12). De esta forma el extranjero, además de conquistarnos de manera física o territorial, también lo hace de manera psicológica y cultural. Un claro ejemplo es a través de sus culturas importadas. El colono o conquistador impone a través de su arte la estética dominante. Además, el ganador agravia las expresiones de las clases sociales más desfavorecidas: los indígenas y los negros. Es entonces cuando se puede comprender que la música europea fue en primer lugar impuesta, y después asimilada y adoptada por el pueblo mexicano. Estrada nos dice que los únicos momentos en los que nuestras culturas están ligadas a sus propios orígenes son los del nacionalismo mestizo y con un mayor énfasis, los del nacionalismo indígena (Estrada, 1982). El primer intento de nacionalizar al mexicano por medio de expresiones artísticas fue realizado por el gobierno formado después de la Independencia. Como se sabe, el siglo XIX estuvo lleno de guerras tanto internas, como con otras naciones, por lo que el proceso de tener una identidad generalizada fracasó, abriendo paso a identidades regionales. Al llegar el siglo XX, y con ello la Revolución Mexicana, el indígena alzó la voz por medio de las armas y logró obtener ciertas libertades.
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El artista mexicano consiguió internar ciertas estéticas musicales producidas en las guerras. En la época revolucionaria, en el norte del país, en Chihuahua, se fue creando un estilo en particular en la manera de hacer música. Este estilo aún se encuentra vivo hasta nuestros días; sin embargo, permanece en un cierto olvido: desinformado y sesgado. Es necesario conocer las tradiciones de los chihuahuenses para que con ello se brinde una identidad y cultura en la comunidad. Entender nuestra historia nos permitirá concebir que el rumbo nuevo es una necesidad que podemos forjar de la reflexión renovadora del pasado y del deber ser de nuestra acción presente (Estrada, 1982). El pueblo chihuahuense se encuentra en una etapa sin una identidad musical sólida, dando como resultado la falta de sentido de pertenencia. Chihuahua se halla en una dicotomía identitaria como consecuencia de su localización geográfica de pertenecer a la frontera con el país más influyente del mundo y ser parte de México, un país tercermundista. Por otro lado, existen pocos trabajos serios sobre el tema identitario de la música de Chihuahua. El chihuahuense pues, se encuentra en una desorientación constante con su identidad y su cultura musical. La música tradicional chihuahuense ha estado marginada y ha subsistido en algunos bailes tradicionales de pocos pueblos y rancherías, así como en ciertas cantinas de la ciudad capital. En el estilo Nonoava se resguarda una estética musical interesante y original, por lo cual se hace necesario estudiar diversos elementos musicales y sociales para su esclarecimiento. Lamentablemente este estudio se encuentra contra reloj, ya que este estilo está en constante influjo de música de otras regiones. En este trabajo se hace una revisión literaria histórica, se realizaron entrevistas a historiadores y músicos del estilo, así como reflexiones personales de cómo nace en Chihuahua una estética musical de música de viento de mediados del siglo XIX hasta el inicio de la Revolución Mexicana. Debido a la escasa investigación y publicaciones serias sobre el tema, se trabaja con eslabones clave esclarecedores, entre los historiadores de renombre regional se encuentran el maestro Jesús Vargas Valdés, el profesor Humberto Quezada Prado, este último originario de Nonoava, así como de músicos activos en música tradicional nonoavense como Urbano Fuentes, Faustino Villalobos, entre otros.
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Se hace pertinente un trabajo sobre identidad musical de Nonoava al ser revalorada a través de un trabajo de investigación de corte histórico-cultural. Revelar la riqueza de las músicas tradicionales, reformulando un sistema representativo del pasado y con ello al entendimiento de nuestro presente. Considerando lo anterior es como este estudio pretende identificar una estética musical, aún vigente en el pueblo de Nonoava, Chihuahua. Como supuesto, se propone que el estilo Nonoava surgió o tomó como base la música que se interpretaba poco antes y durante la Revolución Mexicana.
Música en Chihuahua antes de la Revolución Mexicana En México, durante el siglo XIX, el gobierno que se había creado recientemente trabajó en el primer intento de integración de su cultura, y con ella su música. La banda militar fue alentadora del nacionalismo con sus obras concedidas a los héroes, así como popurrís, suites de sones y canciones (Torres, 2002). La banda de música militar, una institución bien articulada, comenzó a tener presentaciones en el centro de las ciudades, lo que dio como resultado la creación de una cultura musical en todo el país. Asimismo, esa influencia musical fue afectando a las tradiciones musicales que ya existían, y que poco a poco fueron mezclándose con las nuevas estéticas musicales importadas. Diversos estilos musicales europeos fueron adaptándose con el tiempo a la cultura mexicana. Las guerras de Independencia trajeron consigo ritmos europeos como mazurcas, polcas, cracovianas y redovas, además de la ópera italiana (Monsiváis, 1978). En el norte, estos ritmos se acomodaron poco a poco en el repertorio popular del pueblo. Este tipo de ritmos fueron fusionándose con la música de la región, como la canción, el huapango, el vals, entre otras, esto dio como resultado una nueva forma de hacer música. Las herencias musicales en México eran vastas. Estrada nos explica la influencia musical de otras regiones del mundo en el continente americano en el siglo XIX: Música popular y la religiosa colonial de origen español, portugués, e italiano, que abarca casi todo el continente; la música negra del occidente de África, principalmente, también extendida en el norte, centro, y una parte del sur de América; música proveniente de Holanda, Irlanda, Inglaterra y Francia ubicada en el norte del continente; la música Francesa, Austriaca, y Polaca, que vino con la invasión de Napoleón III a México; la música
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operística Italiana y la música de salón europeo; importadas por la burguesía del XIX… (Estrada, 1982, p. 23).
Esta cita nos brinda una idea más clara de cuán grande es la influencia musical en México ya que las corrientes fueron muy distintas en las diversas regiones del país debido a que en algunas zonas ya tenían una tradición musical establecida, que se fue moldeando desde la conquista, por lo que la influencia musical europea del siglo XIX tuvo un efecto quizá no tan prominente en ellos. Por el contrario, en regiones donde aún no se tenía definido un estilo e identidad en la región fueron estas músicas importadas de Europa las que tuvieron mayor peso en su cultura. En regiones del norte, por ejemplo, en donde la conquista fue un proceso más largo que en el sur, y que tal vez por eso no adoptó una fuerte tradición musical, la influencia de ritmos y piezas europeas tuvo un peso predominante en su expresión musical regional en este tiempo. Esta influencia musical no hubiera sido posible sin la ayuda de la agrupación de moda de la época: la banda de música de viento. La música militar y sus agrupaciones tuvieron un gran impulso a finales del siglo XIX gracias al intento del nacionalismo, así como sus instrumentos de viento. Aunque bien es cierto que ya existían expresiones sólidas de estéticas musicales en diferentes regiones del país, fue la banda de música, por medio del gobierno federal, la que ayudó al primer intento de identidad nacional. Gracias a su sonoridad y versatilidad, la banda militar estuvo en constante acercamiento con el pueblo mexicano en diferentes regiones del país. Otro punto importante es que, debido a las nuevas tecnologías en dicho siglo, fue más sencilla la construcción de los instrumentos musicales de viento, que se popularizaron por toda Europa. En esta época hubo un gran desarrollo en los instrumentos de metal y madera que impactó de manera considerable en la banda militar (Torres, 2002). La banda de música se convirtió en el formato predilecto para la música militar, popular y no tan popular. No tardó mucho tiempo para que dicha agrupación tuviera repercusiones en la cultura mexicana. En el siglo XIX, las bandas pudieron ser grandes agrupaciones de divulgación musical en todas las sociedades; sin embargo, era difícil escuchar música, sólo se podía escuchar en vivo por medio de instrumentos musicales, que eran escasos. Algunos de sus desempeños eran las serenatas, la cuales se podían escuchar en plazas, paseos y jardines ISSN 2448-539X
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públicos (Torres, 2002). La banda fue de gran importancia en la divulgación de la música, tanto de carácter culto como popular. En Chihuahua ya existían ese tipo de presentaciones llamadas serenatas. Chávez (2016) comenta que durante el siglo XIX Chihuahua contaba con un número considerable de bandas militares, cuyas presentaciones más relevantes, además de las serenatas, eran en eventos importantes, en fechas significativas u oficiales a nivel nacional. Bien podemos darnos una idea de cómo la gente fue adaptando el gusto por la banda de viento. La banda de viento representó los sonidos y celebraciones importantes de la época. No pasó mucho tiempo para que el mismo pueblo empezara a crear sus bandas populares, tomando como modelo la banda militar. Durante el periodo de la Reforma el pueblo comenzó a expresarse musicalmente por medio del sonido de música de viento. En la época de Benito Juárez comenzó la formación de las bandas de tipo civil, las cuales eran relativamente mucho más pequeñas (Cortés et al., 2010). Es factible pensar que el pueblo fuera adquiriendo el gusto por esta sonoridad de banda. El ejército estaba conformado por el mismo pueblo, lo que hace especular que, si algún músico desertara de la banda militar, éste pudiera buscar trabajo en los pequeños grupos populares del estilo de viento. Sin embargo, en ese entonces ya existían expresiones musicales y sonidos característicos provenientes del siglo XVIII y más atrás, que se habían formado en el centro del país, principalmente con instrumentos de cuerda. En entrevistas con el historiador Jesús Vargas, comentó que, en Chihuahua, en la época del presidente Juárez, la existencia de grupos de música de viento aún era escasa o no tenían gran trascendencia. Por ejemplo, Torres (2002) nos da un dato: el ceremonial grito del presidente Juárez, acorralado en Chihuahua, fue de lo más sobrio, ya que sólo se consiguió una tambora y un violín (Torres, 2002). Comprendemos el por qué en Chihuahua, por lo menos en esta época, la música era un tanto limitada y se encontraba rezagada con respecto a otros lugares del sur del país. Aun así, la música era importante tanto en celebraciones sociales como en actos cívicos. Antes de la música de viento, existía cierta música con instrumentos de cuerdas.
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En Chihuahua, a mediados del siglo XIX, era común utilizar instrumentos de cuerda, como en el violín, la guitarra y el arpa en bailes y presentaciones de todo tipo. En la entrevista realizada al historiador Jesús Vargas en 2016, comentó que “[…] en Tomochi, Jesús María, Parral, en Guerrero, teníamos fotos muy bonitas de grupos musicales que tienen diversos instrumentos. Pueden ser puras guitarras, pueden ser mandolinas y guitarras, puede aparecer un arpa ahí”. Esta observación nos da una visión de cómo era la vida musical en esa época en Chihuahua: reducida, con instrumentos hechizos, sobre todo de cuerda, que se dan por lo regular en pueblos mineros, y cuya función social aún era moderada. Hasta antes del Porfiriato, a través de los datos adquiridos, se plantea que en Chihuahua no existía una expresión musical característica de la región. El mismo Vargas nos comenta que los bailes se hacían con una guitarra y con un arpa: “Si alguien sabía ejecutar la guitarra y el arpa se hacía el baile, incluso con un solo instrumento, y la gente no era tan exigente” (Vargas, comunicación personal, mayo, 2016). El estado de Chihuahua, al estar lejos de la capital del país, en el siglo XIX se queda rezagado en cuanto a expresiones artísticas, pues los pueblos eran pequeños y distantes. La gente de las comunidades se dedicaba principalmente a la minería, ganadería y agricultura. Sólo los pueblos mineros y sus principales rutas, al tener más circulante, tendrían la posibilidad de adquirir ciertos lujos, como los instrumentos musicales mencionados. Dicha expresión artística se realizaba principalmente con instrumentos musicales de cuerda, lo que cambiaría unos años después, con el inicio del Porfiriato. Desde 1877, ya en la etapa del Porfiriato, la expresión musical en Chihuahua sufrió un cambio. Durante este régimen, la banda marcial asumió un papel decisivo en la cultura musical de México. Torres (2002) comenta que la época de oro de las bandas en México fue en el Porfiriato, se respiraba una cierta sensación de calma social. Existe una estabilidad social durante el último cuarto de siglo y la primera década del siguiente, donde se fue desarrollando la actividad musical de banda. Algunos de estos factores fueron los que prosperaron en el estado de Chihuahua.
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En Chihuahua, en este periodo de la historia, la música de viento comienza poco a poco a florecer. Se tienen registros, hacia 1886, de lo que puede considerarse la primera banda de música que dependió del municipio, a cargo del profesor Perches y Porras. Se les demandaba tocar jueves y domingos por las tardes y por las noches en el paseo de Santa Rita1, así como en la plaza principal (Chávez, 2016). Estos primeros acercamientos de música, en puntos estratégicos de la ciudad, propiciaron que en general el pueblo empezara a tener un gusto por esta estética de música de viento. Otro acontecimiento importante, sin duda alguna, fue la construcción de kioscos en el país. En ellos se comienzan las presentaciones de la música popular, como la de viento, que además propició el baile. Los kioscos comenzaron a construirse hacia finales del siglo XIX. Por ejemplo, el del parque Lerdo, en el estado de Chihuahua, se instaló en 1894 (Torres, 2002). Se localiza en el centro de la ciudad y se utilizó como foro cultural para una sociedad necesitada de arte. Es importante mencionar que las presentaciones eran realizadas sin distinciones sociales de ningún tipo. Así que dicha expresión musical se fue arraigando en el colectivo chihuahuense, y no únicamente en un sector social; se llegó al punto de obtener un alto valor cultural para la sociedad, y poco a poco fue naciendo el gusto por la música de viento. En Chihuahua, la actividad musical cobró vital importancia a principios del siglo XX. En diversos espacios dedicados al entretenimiento la música se constituyó en primordial en la vida de los chihuahuenses. Las bandas militares eran las encargadas de la culturización en Chihuahua. Las bandas que se desempeñaban en la ciudad eran la del 13º Regimiento y la del 5º Batallón (Torres, 2002). Las bandas que se presentaban en el parque Lerdo eran del 3º Regimiento de Caballería y la del 12º Batallón de Infantería. Para complementar, también la banda de Guarnición figuró en el quehacer musical de ese año, así como la banda del 18º Batallón, en 1908 (Chávez, 2016). Se entiende que la música de viento tuvo un papel muy activo, con un gusto ponderado en la vida común y social del chihuahuense. Además, las presentaciones eran al aire libre, para el público en general, con lo que esta música logró influir de una manera colectiva, general.
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Actualmente El Paseo de Santa Rita, es la calle 1º de Mayo y parte de la Avenida Paseo Bolívar.
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Es importante mencionar que en Chihuahua, por no tener una música popular tan arraigada como en otras regiones del país, es posible que la música de viento se adoptara de una manera más natural y sin muchas complicaciones de adaptación. A diferencia del sentimiento de pérdida que acompaña al de mexicanidad, la zona norcentral sufre menos conflictos para identificarse con esta expresión musical debido a la reminiscencia colectiva de tradiciones mestizas de un México posterior a la conquista y anterior a la Revolución. El norte, al estar muy alejado del centro del país, se queda distante de los acontecimientos importantes de la conquista y de la multiculturalidad con los españoles. En el siglo XIX, las expresiones de música de viento comienzan a popularizarse, por lo que, al suscitarse en Chihuahua, la música de viento obtiene una cierta predilección, adaptándose con facilidad en la vida social del chihuahuense. Ciertos elementos de esta música se van adaptando a un estilo nuevo y representativo. La música de banda se populariza en todas las clases sociales y se convierte en identidad de la comunidad chihuahuense. La banda de música acercó a la sociedad un repertorio musical que de otra manera hubiera sido imposible que se escuchara (Torres, 2002). Con el transcurrir de los años, la banda musical, consumida por la sociedad en general, comenzó a formar parte importante en la vida del pueblo, imagen de su identidad y parte importante de su cultura. Con toda esta información se puede entender cómo la música de banda emprende un papel importante en la culturización en Chihuahua. Esta región, sin expresiones culturales de gran peso en su pasado, pudo surgir de la música de viento como una forma de expresión que los identificara. Otro factor que ayudó fue que el estado de Chihuahua se caracteriza por sus extensos llanos, donde la música de viento puede viajar grandes distancias, atrayendo a más escuchas de pueblos y ranchos cercanos. Es así como la banda de viento toma fuerza en esta región del norte del país. Con todo este antecedente, se podrá problematizar cómo en la Revolución Mexicana la música de viento fue de vital importancia en la vida social del soldado revolucionario. Las bandas de música tendrán una nueva valoración dentro de la sociedad, pues se encargarán de darle una fuerza
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complementaria al revolucionario. Esta expresión se transforma en ayuda moral, espiritual, de identidad, como también de entretenimiento dentro del conflicto de 1910.
Música durante la Revolución Mexicana en Chihuahua La Revolución Mexicana fue marcada por acontecimientos de identidad del pueblo oprimido. En este conflicto social, el arte no tardó en manifestarse. La nueva música brota de sus orígenes prehispánicos, en la canción popular y en su folklor. La Revolución hereda de la Restauración, el sentido de identidad colectiva en lo social y en lo cultural. La escasa población criolla cede el paso a la mestiza e indígena que crece en el país, transición hacia el indigenismo revolucionario. Por primera vez en la historia de México, el indígena adquiere voz y peso después de siglos de ser agraviados sus derechos y sus libertades. De esta humanización histórica, surgirán nuevas expresiones estéticas multiculturales, con base en varios siglos de mestizaje. A partir de 1910, la nación mexicana defenderá una cultura específica. Los mexicanos impulsarán un modo de ser y de pensar, que contribuirá a reconstituir al país desde una nueva percepción de su realidad (Miranda y Tello, 2011). Comenzará un nuevo proyecto de nación, en el que se alterarán las formas de ver lo mexicano. La banda de música de viento viajará al lado de los ejércitos, cantando sus batallas, ayudando al espíritu de los soldados e inmortalizando toda una época. Con ello, la época revolucionaria sobrepasará la barrera del tiempo. Es en esta etapa en donde se formula el supuesto de que pudo surgir una predilección por un tipo de música en Chihuahua: la banda de música de viento. Después de pasada la guerra revolucionaria, el avance de medios, como el cine y la radio, harán que la banda militar conceda el paso a otros géneros musicales que asumirán su lugar como voceros del pueblo mexicano. Las bandas mexicanas siguieron tomando los modelos estéticos de las europeas de la época. En las bandas se tocaba un repertorio de arreglos de ópera, música sinfónica, valses, cuadrillas, repertorio popular, marchas, himnos y demás música marcial (Torres, 2002). Podemos darnos una idea del extenso repertorio musical que interpretaban. La música de viento brindaba a la sociedad una verdadera culturización, la cual empezaba a
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formar parte de su vida cotidiana. Pero, además, el repertorio comenzó a fusionarse: lo popular mexicano, con ritmos y melodías europeas, lo que brindó una nueva expresión musical, que vendrá a representar toda una época. Durante la Revolución Mexicana, al ser un acontecimiento bélico, algunas de las canciones compuestas cuentan hazañas de grandes revolucionarios. El corrido subraya las cualidades de incitación bélica, haciendo evidentes las comunicaciones entre este cantar de gesta y las realidades militares. Pero además existieron piezas musicales con diferentes usos: para las fiestas, para los funerales y, sobre todo, para brindar valentía a los soldados en el campo de batalla. A la Revolución se le debe naturalmente la irrupción del nacionalismo musical y la canción vernácula (Monsiváis, 1978). Es en este periodo, donde la música popular mexicana comienza su expansión por todo el país, la música de banda expone la expresión del pueblo reprimido. La música de banda militar comenzó a ser cotidiana en la vida del pueblo chihuahuense. A pesar de las restricciones por lo agitado de los tiempos, la ciudad de Chihuahua contaba con cinco bandas de hasta 30 o 40 elementos cada una, las cuales permanecían activas (Chávez, 2016). La música funcionaba como un componente de identidad cohesionado, que hacía más tolerable la difícil vida militar; además de esta importante música, también está presente la gran actividad en la capital chihuahuense con la música de viento. La banda militar era sinónimo de identidad dentro del pueblo, agrupación que los representaba a través de su repertorio y éstas servirían como abastecimiento para las bandas que surgirían dentro de las filas revolucionarias. La música revolucionaria servirá como identidad entre los soldados, tanto del lado militar como del revolucionario. Los regentes conocían bien la influencia de la música para la moral de su gente, y de la labor que la banda tenía en la vida sencilla de los pueblos. Ser músico en épocas revolucionarias tenía sus ventajas y desventajas. El músico comienza una etapa peligrosa, ya que se encontrará fuertemente ligado a las tropas, con sus guerras y sus conquistas. El músico comienza a ser objeto de guerra, pues se le podía tomar prisionero para seguir a la tropa victoriosa, y acompañarla a donde fuera. Tal es el caso del músico
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nonoavense Eliseo Lozano Sandoval, como lo cuenta su bisnieto Urbano Fuentes (comunicación personal, 2016). En 1913 su bisabuelo fue capturado por los villistas para fusilarlo, pero como supieron que era músico lo obligaron a tocar durante tres días con sus noches. Para su buena suerte fue rescatado por dos de sus hermanos y su hijo, y pudo huir. Cuando un comandante revolucionario disponía de un número considerable de soldados, era necesario que también tuviese su banda de música. Ésta se reclutaba al pasar por alguno de los pueblos; si el conjunto le interesaba al comandante, lo afiliaba a sus fuerzas. Aunque la forma más sencilla fue tomar la del enemigo; por ejemplo, el general villista Maclovio Herrera, al someter en Santa Rosalía al 3º Regimiento de Caballería del Ejército Federal, obligó a los miembros del conjunto de música a integrarse a sus fuerzas (Torres, 2002). Los músicos comenzaron a mezclarse tanto militares como populares, lo que ocasionó una mezcla musical donde lo más importante era relatar lo acontecido y, por supuesto, seguir con vida. En particular, la División del Norte siempre se caracterizó por sus grandiosas bandas, ya que pasaron por ellas grandes músicos de reconocimiento nacional e internacional. Se dice que al general Villa la gustaba la música, por lo que comenzó a requerir bandas para su ejército. El general dio la orden de que no se fusilara a los músicos y se les brindara protección. Esto colocó al músico en una especie de estado de salvación, siempre y cuando aceptara tocar para la nueva tropa vencedora. Don Salomé organizó la Banda de la División del Norte; para ello el general Villa le asignó 15,000 dólares y lo envió a Nueva York a comprar el instrumental necesario (Chávez, 2016). Este dato es interesante, pues nos muestra la real importancia que Francisco Villa le daba a sus bandas. Villa no escatimó en dinero para mandar a Nueva York a don Salomé; además, Villa buscará la mejor calidad en instrumentos musicales, en músicos, en directores y en compositores. Es entonces cuando las bandas comienzan a multiplicarse. Durante toda la Revolución se formaron numerosas bandas entre los revolucionarios. Una de las más famosas era la de la División del Norte, dirigida por Rafael Ordóñez (Cervantes, 2010). Hubo músicos de gran calidad. Aunque no se tienen grabaciones de aquellas bandas, se puede comprender, por lo citado, su gran calidad
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musical. Además de sus directores, también existieron diversos músicos que trascendieron su época. Los músicos de las filas revolucionarias tuvieron un renombre por su alta calidad artística durante y después de la Revolución. Torres habla de Genaro Vázquez, nacido en Chihuahua a finales del siglo XIX. Se anexó en 1914 a la banda del Estado Mayor de Villa; además, llegó a ser director de la banda del Estado Mayor del Gral. Álvaro Obregón. Otro fue el zacatecano Candelario Huízar, quien en 1892 entró en la banda Municipal de Jerez, donde tocaba el saxofón. En 1914, al tomar Zacatecas las fuerzas villistas, Huízar se incorporó a las filas de Pánfilo Natera y después como músico a la manda de la División del Norte, presidida por el maestro Carlos Withman (Torres, 2002). Aquí Torres nos da otros nombres interesantes, uno de ellos con apellido extranjero. Desgraciadamente, al igual que los personajes antes citados, no existen documentos bien fundamentados o de otra índole que nos ayuden a conocer más acerca de estos importantes personajes en la música revolucionaria. Lo que sí podemos afirmar es que en las bandas de las fuerzas villistas se encontraban excelentes músicos, con renombre nacional. Vargas nos comenta: “Villa siempre traía en sus ejércitos bandas militares, tocaban en las plazas a donde quiera que llegaban. Entonces yo puedo pensar que esas bandas traían saxofones, traían tubas, traían flautas, traían clarinetes” (Vargas, comunicación personal, 2016). Con el tiempo, el gusto del chihuahuense por ciertos instrumentos se fue definiendo. Villa seguía con el proceso de culturización a través de la música, pero esta vez modificado el mensaje hacia el movimiento revolucionario. La música que se estaba forjando además de crearse dentro un periodo histórico social trascendente, se encontraba bajo músicos profesionales y con cierto renombre. Muchas veces, las fuerzas villistas prácticamente mantenían en una especie de secuestro a dichos músicos. Recordemos que, en la Revolución, al ser una guerra, toda la sociedad se encontraba en peligro inminente. Sin embargo, era ventajoso saber tocar algún instrumento musical. Aunque no encontraras la libertad total, por lo menos podrías seguir con vida por más tiempo, como el citado Eliseo Lozano, quien fue aprehendido y detenido
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durante varios días, pero en vez de fusilarlo, lo pusieron a tocar día y noche, y que por azares del destino, logra escapar de los villistas. Aun con todos los agravios cometidos a los músicos, pudieron plasmar en su música el movimiento social revolucionario, recreando nuevos elementos estéticos y artísticos. Con la culminación de la guerra, muchos músicos empezaron a buscar trabajo en bandas de tipo militar, populares o formales de los gobiernos. Para Torres (2002), el principal periodo artístico para las bandas militares fue el comprendido de 1917 a 1920. El arte mexicano comenzó a florecer como en ninguna otra época. El nacionalismo se nutre de todas las corrientes tradicionales y folklóricas de los pueblos, para convertirlos en identidad nacional. Las bandas siguen sonando por todo el país con cierto repertorio nuevo; sin embargo, a los pocos años sucede una detención repentina en la cultura mexicana. El nuevo gobierno comienza con la manipulación de las artes, lo que conlleva a una cultura rota y perturbada. En la nueva cultura se escogerán expresiones que brinden control sobre las masas y ayuden a enaltecer al nuevo gobierno. Al pasar de los años la banda militar fue disminuyendo su presencia en los pueblos. Lo rescatable de esta etapa es que en Chihuahua surge la predilección por cierto tipo de música. Vargas nos comenta que fue después de la Revolución cuando empiezan a aparecer grupos que usan el saxofón, el cual se populariza, y lanza la hipótesis de que las bandas militares dejaron influencia en el uso de los instrumentos de viento (Vargas, comunicación personal, 2016). Quizá en ninguna otra parte del país, en esta época, hubo tantas bandas musicales militares como en Chihuahua, por lo que su influencia en los gustos del chihuahuense tuvo que ser representativa. Estas expresiones fueron apartadas por la corriente política hegemónica recién formada. Una vez terminada la lucha armada, el país inició su etapa de restauración. Con ello, se empieza a seleccionar lo que representará al nuevo México frente al mundo, y la música realizada en la Revolución queda fuera. A nivel cultural se impone el populismo y el nacionalismo. Los compositores de la época del Porfiriato serán percibidos como europeizantes por los voceros del nuevo nacionalismo musical.
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Recordemos que mucha de la música de la Revolución se basaba en ritmos europeos. Éstos, de cierta forma, evocaban a la época del Porfiriato, por lo que fueron condenados como tal y olvidados por los compositores nacionalistas. Pareciera que el gobierno quisiera borrar cualquier expresión que representara a la Revolución. Es entonces que comienzan a olvidarse los conjuntos de música de viento para dar paso a la creación de otros grupos musicales, que, si bien eran parte de la cultura popular, fueron modificados por conveniencia de algunos en el poder, tal es el caso del mariachi. En la primera mitad del siglo XX la interpretación de lo mexicano se vio dilatada por un nacionalismo oficialista y una sacralización de todo lo que tuviera que ver con lo revolucionario. La cultura fue sometida ahora por el nuevo gobierno, con ayuda de los medios de comunicación. El progreso del cine y la radio hicieron que la banda militar dejara el paso a otros géneros como representantes del sonido mexicano. Dichas representaciones fueron expresiones surgidas en el folklor mexicano, pero también manipuladas por los medios de comunicación a su antojo. Esto trajo consigo una deformación del mensaje primario de las músicas tradicionales. Dicha tergiversación tendría grandes efectos en la cultura popular, así como la manera de ver a México desde el extranjero. Sin embargo, en Chihuahua, sobre todo en los ranchos y pueblos, se queda el gusto por un tipo de música conformado principalmente por música de viento. Dicha expresión logra sobrevivir en algunas regiones serranas del estado, a pesar de que los medios de comunicación propusieran una estética general para todo el país.
Nonoava, preservador de la estética musical revolucionaria Es en el pueblo de Nonoava donde logra de alguna manera subsistir la estética musical formada en la Revolución Mexicana, expresión de música de viento, con ritmos populares europeos del sigo XIX, y con melodías para alentar el baile, la diversión y la dispersión social. Conocido como el estilo Nonoava, en este tipo de música aún en la actualidad prevalecen elementos musicales similares a los de la Revolución Mexicana. Hay evidencias, de las cuales se hablará más adelante, entre ellas de que los primeros maestros músicos que llegaron al pueblo poco después de la revolución, empezaron el aprendizaje musical en
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el pueblo a través de partituras de repertorio popular de la música de viento, como lo cuenta Urbano Fuentes, de su bisabuelo, Eliseo Lozano Sandoval, el cual formó parte de las bandas revolucionarías, y que al terminar la Revolución llegó al pueblo y formó una banda de viento. Este linaje Lozano aún se encuentra activamente en el estilo Nonoava. En este repertorio ya tradicional siguen utilizando ritmos europeos como la polka, la redova, el chotis y el vals, entre otros, son ritmos que comúnmente se utilizaban en las bandas revolucionarias. Por este motivo es que el estilo Nonoava es objeto de estudio, por lo que se exponen elementos característicos de su música. A pesar de que hasta el último cuarto del siglo XX Nonoava era un pueblo sin vías de comunicación para las regiones limítrofes en él germinó una estética musical interesante y única. El estilo generado por los músicos de aquel pueblo pudo preservarse a través de los años de otros géneros musicales de moda. Esto ha convertido al estilo Nonoava en un elemento de exportación artística. Este estilo cuenta con elementos estéticos musicales únicos, como su instrumentación, su repertorio y su fraseo, en la manera de tocar e interpretar ritmos norteños, lo cual lo hace culturalmente valioso. En los pueblos campesinos las necesidades de subsistencia se sobreponen a las posibilidades personales de triunfo en otros ámbitos, razón por la que se provoca una inercia en las expresiones culturales (Quezada, 2014). A lo largo de los años las comunidades rurales han mantenido con escasas modificaciones sus costumbres y tradiciones debido a su arraigo y a la vez por un estancamiento en sus comunicaciones y caminos a diferencia de ciudades más industriales. Los habitantes de las comunidades rurales no tienen un pensamiento consumidor ni aspiran al materialismo como la mayoría de la gente de las metrópolis. Su ideología es de una vida sencilla, de trabajo y de salud. Es entonces que surgen expresiones culturales puras y sin más agregados. Los artistas empiezan a expresar sus vivencias por medio del arte, y no buscan fines lucrativos, de reconocimiento o de otra índole. Se puede decir que la música tradicional surge de las comunidades del pueblo, donde el arte tiene la oportunidad de germinarse a su debido tiempo y encuentra la pureza de la expresión y la tradición de su comunidad.
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A principios del siglo XX, en Nonoava, se comenzó un estudio musical que a futuro se convertiría en lo que hoy es una tradición musical y un estilo musical propios. El estudio musical que se dio en el pueblo de Nonoava comenzó gracias a la llegada de algunos actores que sabían tocar instrumentos de viento, y que sabían leer partituras. Moncayo (2000) nos comenta que uno de ellos fue el profesor Jesús José Bustillos. El maestro empezó a enseñar música de la forma en que se conoce: por nota, a algunas familias de la comunidad. Pronto las familias empezaron a tener una raíz musical que sigue prevaleciendo hasta nuestros días. Se formaron tres orquestas familiares de tradición musical: Los Lozano, Los Ochoa y Los Tabachines, grupos que se daban a conocer por la publicidad que las mismas personas les brindaban. Gracias a esto se empezó a germinar un estilo de música diferente a otro conjunto norteño de cualquier región. Con instrumentos como el saxofón, el banyo, el bombardino y la flauta su música empezó a escucharse de manera singular. Por otro lado, Quezada, en una entrevista en 2016, dice que hay quien comenta que alrededor de 1900, o poco antes, entra por Humariza un señor llamado Eliseo Lozano Sandoval, que llegó cargando un saxofón: “no me queda preciso si era un saxofón o era algún otro instrumento” (Quezada, comunicación personal, 2016). Lo que sí es seguro es que era un instrumento musical de viento. Eliseo Lozano comenzó a convencer a la gente del pueblo para que formasen un grupo musical. Hay constancia de que en el año de 1933 o 1934 se forma un conjunto musical, del cual tiene una fotografía y habla de ello. De cinco, seis integrantes: Inocencio, Inocente, Eliseo y Teófilo Lozano Molina, hermanos los cuatro, y luego un quinto que era Cristín Díaz. Humberto conoció a este último en el pueblo: “Al señor Cristín Díaz sí lo conocí, él murió en el pueblo, de los otros no los recuerdo, no recuerdo haberlos conocido” (Quezada, comunicación personal, 2016). De estas dos historias, los nombres de los iniciadores en la enseñanza musical en Nonoava son distintos. Se concuerda en que la familia Lozano fue pionera entre los grupos musicales nonoavenses. De 1936 a 1937 se suspendió la actividad musical debido a la guerra cristera, que fue un movimiento cristiano, en su segunda etapa. En ese tiempo no hubo movimiento
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musical. Los instrumentos que se ven en una foto propiedad del profesor Quezada, son un saxofón, al parecer saxofón alto, una flauta transversal, un clarinete, un bajo sexto y un tololoche. Además, se aprecia un personaje al que no se le ve instrumento alguno. Con la llegada de maestros músicos al pueblo, a principios del siglo anterior, se comienza con la historia de la música de Nonoava; éstos comienzan con la enseñanza, por nota, de música de viento, así se fueron formando los primeros grupos. Es probable que estos primeros profesores tuvieran carrera musical. Conocían la música popular de música de viento. De ella se toman los diversos instrumentos musicales, algunos ritmos y repertorio populares. Una de las costumbres del pueblo de Nonoava eran los bailes. Éstos se desarrollaban en los salones de baile o en explanadas desde comienzos del siglo XX. Se acostumbraban las famosas tandas, que trataba sobre el desarrollo del baile en función de la música, que se producían en bloques de piezas musicales. Aquí se ve cómo la música de Nonoava, a través de los bailes, se comienza a convertir en tradición del pueblo. Se alternaban dos formas de tandas: una para los jóvenes y otra para los adultos. Se diversificaban por los estilos musicales que en ellas se ejecutaban. En la de los jóvenes se tocaban polkas y corridos, y en las de los adultos, chotis, valses y redovas. Con ello se reflejaban las diferencias en gustos musicales entre generaciones; sin embargo, todo se hacía en una misma fiesta. La música no era sólo para los bailes, ya que se podía disfrutar de ella en diferentes acontecimientos del pueblo: bodas, quince años, bautizos, cumpleaños, serenatas parrandas, éstas se llevaban a cabo en la plaza principal (Moncayo, 2000). En el kiosco se situaba el grupo musical y la gente se dispersaba alrededor, para así disfrutar de la música. Y algunas personas con su cerveza, que era trasladada en las sillas de montar de los caballos. Con esta peculiar cualidad en la música y con las familias iniciadas en la práctica musical, Nonoava, al crear una tradición fuerte, pronto se le conocería como tierra de músicos. Las condiciones de Nonoava como pueblo de final de camino evitaron que tuviera una contaminación mediática fuerte durante muchos años, y que además hizo posible la consolidación y resguardo del estilo sin sufrir grandes modificaciones. En 2015 la ciudad es
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nombrada por el congreso del estado como “Nonoava, tierra de músicos”, lo que la convirtió en patrimonio cultural del estado de Chihuahua. Como la difusión de la música de Nonoava ha sido escasa, son necesarios trabajos de investigación más a detalle y de divulgación para que su música sea valorada. Trabajar en el rescate y revaloración de esta música, para el crecimiento y florecimiento de la cultura chihuahuense. Este trabajo pretende encontrar piezas claves de esta música.
Identificación de la música nonoavense La música tradicional es una idea que va ligada a los usos de expresiones musicales en un contenido social, que tiene que ver con un uso comunitario y no comercial. Se podría decir que la música tradicional mexicana surge de un proceso de interculturalidad que se da en un sincretismo de constantes migraciones, que repercuten directamente en la fabricación de distintas expresiones populares y que con el paso del tiempo se convierten en tradición. En el norte del país, las expresiones musicales son producto de experiencias históricas y culturales propias que le distinguen frente a otras músicas de tradición regional en el territorio mexicano. El norte no es una región cultural específica, sino varias subregiones con un desarrollo histórico y cultural particular. Por otro lado, en la región noroeste, la música de banda es la predominante en la identidad de su población, en especial el estilo conocido como banda sinaloense. La particular geografía de los estados de Sonora, Sinaloa y Baja California, ubicados entre el mar y la sierra y con dificultad de comunicación al resto del país, consintió que diversos ritmos de origen europeo se mantuvieran entre la población rural. Cabe recalcar que a mediados del siglo XX la mayoría de los pueblos de Sinaloa y Sonora tenían su banda de música. En específico, el sonido de la banda sinaloense en un principio fue parecido al de las bandas de viento europeas, lo que produjo que algunos investigadores pusieran su origen en estas regiones. Por otro lado, Simonett explica: “[…] las primeras bandas sinaloenses se formaron por gente que desertaba de las bandas militares y las municipales y se iba a vivir a los pueblos serranos, donde retomaban las melodías populares” (Simonett, 2004, p. 57). De ahí que en la zona del noroeste floreciera un estilo muy particular en la
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música tradicional mexicana. Sin embargo, es importante subrayar que todas las músicas norteñas tienen similitudes, lo mismo que grandes diferencias La música tradicional de Chihuahua tiene sus comienzos en la música de mediados del siglo XIX en el contorno rural y urbano, y ésta permaneció en el agrado de la gente hasta entrado el siglo XX. En Nonoava se conservó una cierta estética de ese tiempo. Ya en los años ochenta empezaron a popularizarse en las estaciones de radio del norte del país las primeras melodías de la música chihuahuense como tal. Algunos ritmos como la polka checoslovaca, la mazurca y redova polacas, el chotis escocés, las cuadrillas, el vals austríaco, entre otros, fueron importados al país a través de bailes de salón y en el repertorio de bandas militares tanto nacionales como extranjeras. Cuando Porfirio Díaz tomó el poder existían una cantidad considerable de composiciones locales, con elementos de estos estilos. Los compositores le daban un giro cómico y político, al mutar los ritmos a la polka mexicana, el corrido, entre muchos otros. Al extenderse la revolución por todo el norte, tanto la polka como el corrido se convirtieron en populares expresiones musicales, pues la sociedad, en su mayoría analfabeta, podía informarse más por las canciones que por los medios escritos. Asimismo, el baile de pareja incorporó características y modas del siglo XIX del suroeste de los Estados Unidos, lo que popularizó de dichos ritmos. El estilo Nonoava fue generando un carácter especial y diferente, también gracias a la gente que comenzó a emigrar hacia los Estados Unidos. La música de Nonoava ha seguido teniendo influencias musicales de otros lados, que han perdurado en el estilo y en las familias de músicos. Es a partir de los años cincuenta cuando mucha gente de Nonoava, sobre todo varones, se van a los Estados Unidos a trabajar de braceros (Quezada, comunicación personal, 2016). Esta gente regresa a su tierra con ciertas influencias, inclusive con algunos instrumentos musicales. El ejemplo más claro es la incorporación del banyo, un instrumento originario del sur de los Estados Unidos, utilizado en el acompañamiento armónico de la música de Nonoava. Por consiguiente, la música adquiere un carácter distinto y revitalizador. La música, en Nonoava, ha sido ejecutada como una fuente de sobrevivencia, como una fuente de empleo para las familias.
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Se habla de familias que por razones prácticas forman conjuntos musicales. Un claro ejemplo es la familia de los Lozano. El estilo Nonoava puede distinguirse de los demás estilos norteños por algunos elementos musicales: la instrumentación, sus ritmos y sus composiciones originales. La instrumentación de un grupo musical es el elemento principal, el que produce el color de la música de conjunto. Durante la segunda mitad del siglo pasado la ordenación de un grupo musical en Nonoava debía contener un saxofón alto como voz principal y uno más como segunda voz, sustituido éste en contados grupos por la trompeta, flauta transversal y en un tiempo el clarinete; en las cuerdas la guitarra o el banyo, y un instrumento para el bajeo, el tololoche o un guitarrón, remplazado en algunos grupos por tuba de pecho, sousafón, saxor o bombardino, y en las percusiones la tarola. Los ritmos de baile más utilizados en el estilo Nonoava son la polka, el chotis, la redova y el vals, todos ellos de influencia europea que a su vez fueron adaptados a las necesidades y gustos de su gente. Algunas de las piezas musicales originales aún vigentes en el gusto del público son Aguas del río Nonoava, Por mí, por mi novia, entre otras. Tales composiciones son originarias del pueblo y siguen vigentes hasta nuestros días. Puede decirse que debido a estos factores en la composición musical el estilo Nonoava es una expresión musical original y distinta a los demás estilos musicales llamados norteños. Una forma de hacer música, síntesis de la música surgida en el conflicto revolucionario. Aunque no sea privativo de los músicos nonoavenses, es común que antes de comenzar una pieza o entre una y otra salgan avisos de algunos de los instrumentos de manera aislada, sin concierto ni orden. Varias notas de saxofón, con o sin sentido, se dejan oír. Como probando que la caña haya sido colocada a la perfección y no se encuentre dañada o simplemente para hacer sentir su presencia, lo que para el grupo significa que va a comenzar la pieza (Quezada, 2014). Luego del previo llamado musical, se inicia la pieza con la voz del saxofón, jalando de inmediato las notas del instrumento en la segunda voz y así sucesivamente comienzan a integrarse los demás instrumentos. Esto es una cualidad importante del estilo, pues el saxofón además de tener comúnmente la primera voz melódica, también funge como director de la agrupación de manera natural.
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Existen otros elementos característicos en la interpretación musical, dos de ellos son el rasgueo de la armonía y la marcación de final del instrumento de la primera voz. Ejecutar la guitarra en el acompañamiento de una polka o una pieza de cuatro tiempos conlleva a la obligación de arrastrar el rasgueo (Quezada, 2014). Es factible entender que ese rasgueo sea para complementar el vacío que deja la falta de una batería completa de percusiones. El peculiar rasgueo de la armonía no siempre va en contratiempo, sino que trata de llenar vacíos musicales, con trémolos o escalas musicales. Además, como se examinará en el siguiente capítulo, el acompañamiento de la guitarra o del banyo está influenciado por el sentir del ritmo de la música americana, lo que se conoce como swing2. Otro componente interpretativo es el comportamiento de quien dirige al conjunto, que siempre es quien ejecuta uno de los saxofones. Al respecto, Quezada explica: “[…] cuando se han dado las vueltas suficientes a una melodía que tiene el mismo sonsonete, quien lleva la nota cantante se dirige a los demás músicos y con su mirada indica que son los últimos acordes, que va a terminar con la pieza en lo que adorna con el conocido y repetitivo garigoleo de cierre” (Quezada, 2014, p. 9). Todos estos llamados, conocidos en muchas otras músicas populares, sirven como dirección de camino de la pieza en ejecución. Los garigoleos utilizados en esta música, son originales, se han ido forjando a través de los años y se han traspasado de generación en generación, lo que los convierte en norma. Estas particularidades musicales del estilo son las que se van diferenciando con respecto a las demás manifestaciones musicales del norte. Los elementos descritos nos dan una identificación de carácter original y único dentro de las músicas norteñas. El más importante es la identificación de un género musical específico, que la sociedad logra reconocer con respecto a toda la gama de músicas norteñas. Los ritmos característicos de origen europeo, el repertorio posrevolucionario adaptado y original, un par de saxofones con sus garigoleos o llamados, una flauta transversal u otro instrumento agudo que produce segundas voces, el estilo arrastrado de las armonías inequívocamente y adornando entre las melodías principales, entre otros, se convierten en elementos característicos de la música nonoavense.
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Forma de interpretar las corcheas de manera atresillada, utilizada en diferentes estilos musicales.
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Instrumentación principal Por la variedad de instrumentos que utilizan en la región de Nonoava, resulta complicado considerar a unos cuantos como principales. Al respecto, Quezada (2014) nos ayuda al proponer que al menos durante la segunda mitad del siglo pasado la instrumentación de un grupo musical en Nonoava debe tener un saxofón alto como primera y uno más como segunda voz, sustituido éste en contados grupos por la trompeta; flauta transversal y en un tiempo el clarinete; en las cuerdas la guitarra o el banyo; alguno para marcar los bajos, en la mayoría de los casos el tololoche o el guitarrón, remplazado en algunos grupos por tuba de pecho, sousafón, saxor o bombardino, y en las percusiones la tarola. La voz principal en la música de Nonoava, el instrumento principal y comúnmente director del grupo, el saxofón contralto, es ya una tradición en los grupos chihuahuenses. El saxofón contiene una serie de elementos que ayudarán a su predilección en este estilo. En primera instancia se tiene la gran sonoridad producida que compite con cualquier otro instrumento musical de viento. En segundo, el saxofón está diseñado para tener la destreza y velocidad de su antecesor el clarinete. Es decir, puede tocar frases largas con gran rapidez y fluidez. La mayor cualidad de este instrumento es que produce un sonido de carácter lamentoso. No es duro, como el sonido de la trompeta o el trombón. Sino que puede jugar con ciertas desafinaciones y ataques, que producen una interpretación rica, incluso llegando a sonidos parecidos a los de la voz humana. Jesús Vargas nos comenta acerca del saxofón: Según por lo que he podido estudiar y de cierta manera vivir, para los chihuahuenses el saxofón fue muy atractivo. Les provocó mucho gusto por una simple razón: porque la gente vivía dispersa, la gente vivía en los ranchos, vivía en las llanuras, y el sonido que produce el saxofón, es un sonido muy evocador, es un sonido muy fuerte, que se expande en los espacios amplios, y que se transmite de una manera muy emotiva. Entonces las piezas que se adaptaron al saxofón se fueron popularizando y los chihuahuenses fueron enfocando su gusto hacia ciertas interpretaciones (Vargas, comunicación personal, 2016).
El sonido del saxofón ayuda a que su expresión sea bastante rica, que pueda interpretar piezas tanto lentas y emotivas, como rápidas y vertiginosas. Los espacios
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abiertos chihuahuenses permiten que el sonido del saxofón llegue a distancias muy grandes, y resulte muy agradable para el oído. Jesús Vargas cree que al chihuahuense le resulta muy evocativo escuchar un saxofón, aunque no sabe definir bien el porqué. Estos tipos de cuestionamientos son los que producen una verdadera expresión artística. En la música, producen en el escucha emociones y sentimientos que ninguna otra experiencia de vida te lo puede dar. El sonido del saxofón ha producido algunas de esas emociones en los chihuahuenses. En resumen, debido a sus características sonoras y de interpretación, el saxofón se ha convertido en una identidad sonora predilecta del chihuahuense. El instrumento inseparable del saxofón, el encargado de la segunda voz en la música de Nonoava es la flauta transversal. Este instrumento funciona como adorno de la primera voz. Al ser el instrumento más agudo del grupo, la flauta logra competir en sonoridad con los demás instrumentos. Es muy común que la flauta se encuentre haciendo voces alternas a la primera voz, una tercera o sexta de intervalo con respecto a ésta. Aunque también puede tocarse en intervalo de octava con respecto a la del saxofón. Se cuenta que si se escucha la música de un grupo de Nonoava desde lejos, son la flauta y el banyo los que logran distinguirse con más entendimiento. La flauta contiene la misma agilidad que su par el saxofón, lo cual le permite hacer una acertada mancuerna. Aunque tiene un volumen menos sonoro que el saxofón, la flauta logra compensarse utilizando el registro más agudo de su tesitura, el cual produce un sonido brillante. En el acompañamiento armónico, son varios los instrumentos de cuerda rasgada los que prefiere un músico nonoavense. Los más utilizados son la guitarra, el bajo sexto y el banyo. La guitarra ha sido de los instrumentos predilectos del mexicano. Es probable que haya sido un instrumento pionero en la agrupación nonoavense. Sin embargo, su falta de potencia sonora hizo que con el tiempo se buscaran otros instrumentos de cuerda. A su vez, el bajo sexto, un instrumento mexicano creado en el bajío, utiliza cuerdas dobles, lo que lo hace más sonoro que la guitarra. Es el bajo sexto el predilecto de los músicos norteños por su gran versatilidad. Además de que produce un sonido golpeado y seco, propicio en el estilo norteño. No obstante, resulta interesante que es el banyo el instrumento más utilizado en el estilo Nonoava y no los antes mencionados.
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El banyo tiene su origen en los estados del sur de los Estados Unidos. Fue desarrollado en el siglo XIX por músicos de raza negra para cuestiones rítmicas y de acompañamiento. Este instrumento forma parte de la música americana Dixieland y Bluegrass. Es un instrumento representativo de la música tradicional estadounidense. Quezada (2014) propone que posiblemente dicho instrumento fue introducido por un nonoavense que trabajó en los ranchos ganaderos de Texas o Nuevo México, o del centro y norte de la unión americana. De igual manera no se descarta que haya llegado desde la misma capital de Chihuahua o desde el centro del país. Es factible pensar que alguien de entre los tantos trabajadores que se desplazan a los Estados Unidos haya traído este instrumento americano. No se tiene fecha exacta de la importación del banyo a Nonoava, pero se calcula que fue alrededor de 1950. El banyo se adoptó fácilmente en la música nonoavense, ya que es un instrumento poseedor de una sonoridad con mayor fuerza que sus iguales de oficio: la guitarra y el bajo sexto. El banyo funciona como una clave sonora en el estilo Nonoava. Es probable que la música nonoavense sea la única que utilice este instrumento en todo México. Con ello, el banyo brinda un sonido nuevo y único a la expresión musical nonoavense. De un lado se tiene como columna vertebral la utilización de los instrumentos de viento-madera. Por el otro, el factor sorpresa y original: el banyo en la armonía. A esta colación de sonidos sólo le falta un instrumento para los sonidos bajos. Para el registro bajo, los instrumentos más utilizados son el tololoche, el guitarrón o algún tipo de tuba. Sin duda, el instrumento tradicional y más utilizado en la música de Nonoava ha sido el contrabajo o tololoche. Éste se arrastraba por los pueblos en los desfiles. Si se tenía que ir a otros ranchos, se trasladaba amarrado de un caballo o mula. Por otro lado, es sabido que párrocos de la iglesia del pueblo trajeron el guitarrón de alguna parte de Jalisco. Este instrumento, se popularizó entre los músicos nonoavenses debido a la facilidad de transportarlo ya que el sonido que produce el guitarrón es dulce y no tiene gran fuerza sonora. Otra debilidad de este instrumento con respecto al tololoche es que no puede chicotearse de manera sencilla, técnica muy utilizada por los bajistas para agregar
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notas percutidas. El último de los bajos utilizados en Nonoava sería un instrumento de aliento-metal. La tuba de pecho, bombardino o saxor comenzó a utilizarse de igual manera en la música de Nonoava. Se desconoce la manera en que se introdujo este instrumento de viento-metal. Su utilización tuvo mucho éxito entre los músicos debido a su gran sonoridad, además de que es más práctico de trasladar que el tololoche. Con la tuba, el músico nonoavense pudo desfilar sin problemas, además de brindar un gran apoyo de ritmo al competir con la sonoridad de los saxofones. Hoy en día, muchos grupos de los más tradicionales de Nonoava siguen utilizando alguna especie de tuba de pecho entre sus instrumentos. Con ligeras apariciones en el tiempo se han incorporado y caducado diversos instrumentos musicales en los grupos nonoavenses. De los más sobresalientes son el clarinete, el acordeón y el violín. Todos ellos desaparecieron muy pronto debido a causas sonoras, principalmente. El acordeón es más bien peculiar en la música norteña, sobre todo en Nuevo León y Tamaulipas. El acordeón ha sido un instrumento de lo más emblemático en la cultura del norte de México. En los últimos cincuenta años este instrumento se ha popularizado rápidamente en el norte de México y sur de los Estados Unidos. Jesús Vargas comenta que en la cultura chihuahuense el acordeón es un instrumento reciente, que empezó a popularizarse en el estado aproximadamente en los años setenta. En México, en particular en la región noreste, comenzó a popularizarse entre los años de 1940 y 1950. Hizo su entrada por Tamaulipas y por Nuevo León, traído del estado de Texas. De ahí se fue expandiendo hacia al resto del país; sin embargo, en Chihuahua el saxofón es más utilizado (Vargas, comunicación personal, 2016). El acordeón tiene un sonido que no tiene mucha proyección sonora, como otros instrumentos de viento, por tal motivo no estuvo presente en la mayoría de los grupos nonoavenses. La proyección del sonido del acordeón no podía competir con los otros instrumentos de viento, especialmente con el del saxofón. Un instrumento de viento madera que ha sido característico, tanto de las bandas militares como de las populares, es el clarinete. Éste desapareció con el paso de los años
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dejando su lugar a la flauta transversal o a un segundo saxofón contralto. Vargas (2016) nos dice que desde 1940, hasta hace algunos años, predominaron entre la gente del campo y entre los pueblos, los conjuntos de música que usaban saxofón, algunas veces clarinete y flauta. Esta instrumentación de alientos madera, encargada de las melodías en las piezas, es de lo más interesante. Primero porque se trata de instrumentos de registro agudo, por lo que las voces entre ellos se podían manejar de una manera brillante y cautivadora ante el público. En segundo, al pertenecer a la familia de las maderas, los tres instrumentos son ágiles, lo cual permite que se toquen melodías a gran velocidad sin problemas serios como en las polkas, por ejemplo. Por último, este tipo de instrumentación de alientos, junto con la tuba, nos da una idea del acercamiento que se tenía en los grupos con las bandas militares. Se podría decir que este tipo de agrupaciones serían una síntesis de lo que es una gran banda revolucionaria. La trompeta, también instrumento de la familia de viento-metal, de carácter militar, de sonido fuerte que sobresale y empareja al del saxofón, ha sido rezagada por los instrumentos de viento-madera; sin embargo, aún es utilizada por un grupo de músicos nonoavenses radicados en la ciudad capital del estado (Quezada, 2014). Es probable que la trompeta haya terminado casi en desuso debido a la dificultad que se tiene al tocar de forma rápida en comparación al saxofón. Hay que recordar que una gran parte del repertorio nonoavense son sus polkas. Éstas son interpretadas a velocidades rápidas, con pasajes escurridizos para la mayoría de los instrumentos. Es entonces explicable el por qué la trompeta se ha rezagado en la música nonoavense con el paso del tiempo. En el caso de este instrumento, su problema no es de carácter sonoro, sino de dificultades técnicas.
Conclusiones La instrumentación de Nonoava se fue dando principalmente por la practicidad, por su sonoridad amplia y por el gusto del público. Nonoava, al carecer de buenas vías de comunicación, obligaba a los grupos nonoavenses a trasladarse a caballo cuando eran contratados en otros pueblos, por lo que necesitaban instrumentos que facilitaran su movilidad. Los instrumentos tendrían que ser principalmente de viento, que por su
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naturaleza tienen más sonoridad. Añadiendo a esto el banyo, instrumento de cuerdas que de alguna manera puede competir con los instrumentos de viento. Era fácil cargar una flauta, un saxofón, una tarola, un banyo, y una tuba mediana, instrumentos que además proporcionarían la sonoridad necesaria para el baile o celebración. En Chihuahua, en el siglo XIX, no se poseían expresiones musicales de identidad fuertes. El surgimiento de la música de viento llenó ese faltante, al ser adoptada por la sociedad chihuahuense. Es así como la banda de viento toma fuerza en esta región del norte del país. Las bandas de música tuvieron una nueva valoración dentro de la sociedad. Ellas se encargaron de darle una fuerza complementaria al soldado revolucionario. Es en Chihuahua, en la etapa de la Revolución, donde surge la predilección por cierto tipo de música. En ninguna otra parte, quizá en todo el país, hubo tantas bandas musicales militares como en Chihuahua en esta época, por lo que su influencia en los gustos del chihuahuense tuvo que ser representativa. Es en el pueblo de Nonoava donde logra, de alguna manera, subsistir la estética musical formada en la Revolución Mexicana. Conocido como el estilo Nonoava, en este tipo de música aún en la actualidad prevalecen elementos musicales similares a los de la Revolución Mexicana como su instrumentación principal y los ritmos que se utilizan. Dicho estilo se encuentra conformado principalmente por instrumentos de viento. En su repertorio tradicional se siguen utilizando ritmos europeos como la polka, la redova, el chotis, el vals, entre otros. El estilo Nonoava puede identificarse de los demás estilos norteños por ciertos elementos musicales. La instrumentación de un grupo del estilo Nonoava debe contener un saxofón alto como primera voz, y uno más para la segunda voz; flauta transversal; guitarra o banyo; tololoche, sustituido en ciertos grupos por tuba de pecho o bombardino; en las percusiones la tarola. La instrumentación de Nonoava se fue dando principalmente por la practicidad, por su sonoridad amplia y por el gusto del público. Elementos de la caracterización de la música nonoavense son los ritmos de baile de origen europeo, el repertorio posrevolucionario adaptado y original, un par de saxofones con sus garigoleos o llamados, una flauta transversal u otro instrumento agudo
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produciendo segundas voces o en forma de octava, el estilo arrastrado de las armonías inequívocamente y adornando entre las melodías principales. Se puede llegar a concluir que el estilo Nonoava es una expresión musical distinta y original a los demás estilos musicales norteños. Una forma de hacer música que guarda elementos estéticos de la música surgida en el conflicto revolucionario.
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MARIO MONTES LARA Mexicano. Es originario de la ciudad de Chihuahua, Chihuahua. Egresado del Centro de Estudios de Jazz de la Universidad Veracruzana en la licenciatura en Estudios de Jazz. En junio de 2017 finaliza la maestría en Artes en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ha ganado becas de producción artísticas estatales y nacionales. Actualmente trabaja en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), en donde imparte la materia de “Saxofón” y materias de “Jazz” a nivel licenciatura y maestría. Es director de proyectos artísticos como Jazzteño Band, Danzonera la Victoria y la Big Band Jazz Chihuahua.
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