Culturales, Vol. 5, Núm. 1, enero-junio 2017 [versión digital]

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Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

De reflexiones internas a estadísticas anuales

La revista Culturales es una publicación arbitrada e indizada del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, perteneciente a la Universidad Autónoma de Baja California, y apoyada por un grupo amplio de académicos nacionales e internacionales, bajo el respaldo de los investigadores y profesores del propio instituto. Es por ello que no sólo es un espacio para la difusión de los avances teóricos, metodológicos y epistemológicos sobre los estudios socioculturales, en sus más diversas perspectivas, sino también una plataforma de reflexión sobre las revistas académicas o científicas, por parte del equipo que administra esta publicación. En cuanto a este último aspecto —el de académicos metidos a administradores de revistas—, desde 2010, como parte del proceso de entrenamiento-profesionalización que iniciamos, realizamos una serie de diagnósticos internos para conocer mejor lo que era la revista, y desde ahí establecer una estrategia de desarrollo buscando posicionar a Culturales en los niveles de competencia nacionales e internacionales, pero sin olvidar que se debía fortalecer y formalizar la excelencia de los artículos y reseñas publicadas en cada número. Fue así que en 2012 decidimos hacer una primera presentación pública de estas reflexiones, con la ponencia “Culturales, espacio para la divulgación científica. Un debate entre lo académico y lo administrativo”, en coautoría con César Jiménez Yáñez, en el Congreso Internacional de Investigación Academia Journals Celaya 2012. Esta experiencia nos hizo seguir trabajando en nuestras reflexiones, y en 2014 se presentó otra ponencia titulada “Entre lo académico y lo administrativo: reflexión sobre autores, evaluadores e índices”, también en coautoría con César Jiménez Yáñez, en el Primer Congreso Nacional de Revistas Científicas. Comunidad Académica y Políticas editores, en Mérida, Yucatán, México, organizado por la revista Temas Antropológicos, de la Universidad Autónoma de Yucatán. Esta última plataforma nos motivó a establecer, en la medida de nuestras posibilidad, un proyecto continuo de reflexión sobre el quehacer de las revistas académicas y las diferentes problemáticas que enfrentan, pero también el personal

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Editorial

a cargo de estas publicaciones, que, en la mayoría de casos, somos académicos comisionados de manera honoraria y sin compensaciones. Así, en 2016 participamos en el Segundo Congreso Nacional de Revistas Científicas. Retos de Calidad y Visibilidad en Abierto, en coautoría con Carlos Romero Ramírez, con la ponencia titulada “El papel de los evaluadores en la construcción de una revista de excelencia académica: el caso de Culturales”, en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. También se ha participado en foros como el seminario Entre Pares que organiza el Conacyt, especialmente en 2015 y 2016, con la presencia de César Jiménez Yáñez, coordinador editorial del IIC-Museo. A la par o como base de estas reflexiones están los diagnósticos internos realizados en diferentes momentos desde 2010, y, además, las estadísticas anuales de diversa índole, pero centradas en presentar una idea sintética a los lectores sobre los principales indicadores numéricos de nuestra revista. Por ello, en el número 22 (Época II, vol.

III,

núm. 2), correspondiente al periodo de julio a diciembre de 2015, se decidió, de manera colegiada, publicar una editorial titulada “Diez años de indicadores y evaluadores”, a la cual se anexaron unas ilustraciones con las estadísticas anuales de 2014 y una relación de los evaluadores que nos habían apoyado durante ese año. Debido al interés en estas reflexiones y estadísticas, hemos decidido, también de manera colegiada por el comité editorial interno, realizar este editorial con las estadísticas anuales y, según sea el caso, algunas notas acerca de las discusiones en torno al futuro de las revistas académicas mexicanas y latinoamericanas, y en relación con las posturas sobre temas tan controversiales como el acceso abierto, la migración a lo digital, los factores de impacto, los niveles o porcentajes de coincidencias en los textos propuestos como inéditos a las revistas, entre otros. En este número les compartimos nuestro interés por continuar estas reflexiones, así como las estadísticas anuales 2015 de la revista, y reiteramos nuestro agradecimiento a todos los académicos que durante ese año nos apoyaron con sus evaluaciones y diagnósticos de los textos propuestos a la revista Culturales. Seguimos pensando que la excelencia está en un punto de equilibrio entre indicadores, autores y evaluadores.

Dr. Mario Alberto Magaña Mancillas Director 2


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Culturales Evaluadores 2015 #

EVALUADORES

1 2 3

Mtra. Morella Alvarado Mtra. Andrea Urrutia Gómez Dra. Gabriela Robledo Hernández

4 5

Dr. Édgar Zazueta Luzanilla Mtro. Luis Linares Borboa

6 7 8 9

Dr. Ernesto Santillán Anguiano Mtra. Laura Figueroa Dr. Benito Cañada Rangel Mtra. Gabriele Rabenbauer

10 11 12 13 14 15 16 17

Dra. Luz María Ortega Mtro. César Jiménez Yáñez Dr. Humberto González Galbán Dr. James Cuenca Mtra. Luz Karmina Ortiz Mtro. Héctor Marín Poot Dr. Jorge García-Villanueva Dra. Enriqueta Lerma

18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28

Dra. Karla Covarrubias Mtra. Carolina Mata Miranda Dra. Teodora Hurtado Dra. Adriana Fuentes Ponce Dra. Raquel Padilla Ramos Dra. Lya Niño Contreras Dra. María José Jociles Rubio Dr. Óscar Montiel Torres Dr. Javier Sigüenza Reyes Dr. Aureliano Ortega Esquivel Dr. Nelson Arteaga Botello

29 30 31

Mtro. Maximiliano de la Puente Dra. Patricia Torres San Martin Dr. Óscar Hernando Guarín Martínez

32 33

Mtra. María del Pilar Cruz Pérez Dra. Cristina Santamarina Vaccari

34 35 36 37 38 39 40 41

Dra. Esperanza Donjuan Espinoza Dra. Carolina Olvera Castillo Dr. Luis F. Bolaños Gordillo Dra. Eunice Vargas Valle Dr. Roger Martínez Sanmartí Dra. Lilia Adriana Solís Arellano Mtra. Tatiana Lara San Luis Dr. Mario Pérez Monterosas

INSTITUCIONES Universidad Central de Venezuela Universidad Católica, Perú Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Sureste Universidad de Sonora Centro de Enseñanza Técnica y Superior (Cetys Universidad) Universidad Autónoma de Baja California Universidad Autónoma de Baja California Universidad Autónoma de Querétaro Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Occidente Universidad Autónoma de Baja California Universidad Autónoma de Baja California El Colegio de la Frontera Norte Universidad ICESI- Colombia Universidad del Valle de México-Mexicali El Colegio de la Frontera Sur Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigadores Multidisciplinarios sobre Chiapas y la Frontera Sur, UNAM Universidad de Colima Universidad Autónoma de Baja California Universidad de Guanajuato Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Instituto Nacional de Antropología e Historia Universidad Autónoma de Baja California Universidad Complutense de Madrid Universidad Nacional Autónoma de México Universidad Nacional Autónoma de México Universidad de Guanajuato Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), México Universidad de Buenos Aires, Argentina Universidad de Guadalajara Pontificia Universidad Javeriana-Universidad Estadual de Campinas, Brasil Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Ajusco Instituto Cimop- Estudios de Comunicación , Imagen y Opinión Pública, España Instituto Nacional de Antropología e Historia, Sonora Universidad Autónoma de San Luis Potosí Universidad Intercultural de Chiapas El Colegio de la Frontera Norte Universitat Oberta de Catalunya Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa Universidad Iberoamericana, Santa Fe Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco

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Editorial 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69

Mtro. Alejandro Peimbert Dr. Rafael G. Reyes Morales Dra. Olga Lorenia Urbalejo Dr. José Moreno Mena Dra. Areli Veloz Contreras Mtra. Daniela Reyes Lara Dr. Miguel Hernández Madrid Dr. Joaquín Peña Piña Dr. Óscar A. Mojica Madrigal Dra. Ana María Chávez Hernández Dr. Edgar C. Jarillo Soto Dr. Jorge E. Horbath Corredor Dra. Nancy Beatriz Villanueva Mtro. Víctor Gruel Sández Mtro. Mario J. Bogarín Mtro. Daniel Ruiz Luján Dr. Sergio Arturo Sánchez Parra Dr. José Juan Cervantes Niño Dr. Hernando Cepeda Sánchez Dra. Priscila M. Viera Alcázar Dr. Edelberto Leiva Lajara Dr. Guy A. Rozat Dupeyrón Mtro. Eduardo Cerda González Dra. María del Rosario Maríñez Dr. Raymundo Padilla Dr. Douglas Molina Magíster Lina Yised López Guarín Dra. Erin Estrada Lugo

Universidad Autónoma de Baja California Instituto Tecnológico de Oaxaca El Colegio de la Frontera Norte Universidad Autónoma de Baja California Universidad Autónoma de Baja California Instituto Nacional Electoral El Colegio de Michoacán, A.C. Universidad Intercultural de Chiapas El Colegio de Michoacán, A.C. Universidad de Guanajuato Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco El Colegio de la Frontera Sur, Chetumal Universidad Autónoma de Yucatán Universidad Autónoma de Baja California Universidad Autónoma de Baja California Universidad Autónoma de Baja California Universidad Autónoma de Sinaloa Universidad Autónoma de Nuevo León Universidad Nacional de Colombia Universidad Nacional Autónoma de México Universidad de La Habana Instituto Nacional de Antropología e Historia, Veracruz Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco Universidad Iberoamericana Tijuana Universidad de Colima Pontificia Universidad Javeriana- Colombia Fundación Universitaria del Área Andina-Bogota El Colegio de la Frontera Sur

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Editorial

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Modos de vida entre las élites porfirianas en la ciudad de La Paz, México Lifestyles among the Porfirian elites in the city of La Paz, Mexico Edith González Cruz Universidad Autónoma de Baja California Sur edith@uabcs.mx Resumen: El presente trabajo tiene como objetivo explicar los modos de vida entre las élites de la ciudad de La Paz, Baja California Sur, México, durante la época porfiriana, a partir de tres aspectos de la cultura material: vivienda, alimento y vestido. Se parte de la idea de que la actividad comercial coadyuvó a la modernidad, entendida como el cambio en los patrones de consumo que devino un nuevo comportamiento cultural en los modos de vida de los sectores sociales más acomodados, que se distinguió por el lujo y confort, cuyo referente fue la capital francesa, considerada el símbolo de la cultura universal. La estrategia para promover ese cambio se centró en el diseño arquitectónico de los edificios que albergaban las tiendas, en la organización departamental de éstas y la publicidad en la prensa local. Palabras clave: ciudad de La Paz, modos de vida, modernidad, comerciantes, cultura material. Abstract: This paper aims to explain the way of life among the elite of La Paz, Baja California Sur, Mexico during the Porfiriato, from three aspects of material culture: housing, food and clothing. It starts from the idea that commercial activity helped modernity, understood as the change in consumption patterns that became a new cultural behavior in the lifestyles of wealthier social sectors, distinguished by their luxury and comfort, which was taken from the French capital, considered the symbol of universal culture. The strategy to promote that change was focused on the architectural design of the buildings, particularly, in the departmental organization of these commercial sites and the advertisements in the local press. Keywords: city of La Paz, lifestyles, modernity, traders, material culture. Fecha de recepción: 4 de febrero de 2016 Fecha de aprobación: 29 de marzo de 2016 Fecha de recepción de versión final: 2 de mayo de 2016

e-ISSN 2448-539X 7


Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

Introducción Los estudios sobre la ciudad de La Paz, Baja California Sur, además de no ser muchos, se circunscriben a la historiografía política y económica; recientemente se han agregado algunos que apuntan sobre cuestiones de urbanización. Al margen están aquellas temáticas que tienen que ver, por ejemplo, con la cultura material, 1 un enfoque que permite acercarnos a una nueva perspectiva del desarrollo de la sociedad y de las relaciones entre los diferentes grupos que la componen. En este trabajo, nuestro lente se dirigirá a la vivienda, alimento y vestido, como aspectos vitales para explicar los modos de vida entre las élites de la ciudad de La Paz, Baja California Sur, durante la época porfiriana. El texto inicia con un apartado que tiene como propósito acercar al lector al escenario en que se desarrolla nuestro estudio. Un escenario que, por su condición de puerto y capital del entonces Distrito Sur de la Baja California, adquirió tempranamente el carácter de ciudad, si convenimos, como dice Braudel (1984, p. 420): “No hay ciudad sin división obligada del trabajo y no hay división del trabajo un poco elaborada sin la intervención de una ciudad. No hay ciudad sin mercado […]. Tampoco hay ciudades sin poder a la vez protector y coercitivo […]”. La división socioeconómica, el mercado y la función política distinguieron a La Paz desde mediados del siglo

XIX.

Era una aglomeración donde comenzaron a sobresalir los

oficios y servicios —que en conjunto representaban 55% de la población ocupada—, un centro mercantil cuya área de influencia se extendía a las municipalidades de San Antonio y Todos Santos, y un poder público que se expresaba en la disposición de normas para regular las relaciones entre los vecinos y entre éstos y la autoridad. 1

Entendemos como cultura material, siguiendo a Bauer (1999), las formas en que los humanos producen, usan y consumen una variedad de bienes para satisfacer sus necesidades más indispensables. 8


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Por otra parte, tenemos la idea de que la ciudad es una construcción en el tiempo, por consiguiente, esa Paz que retrató Barrios (2003) 2 en 1892, no corresponde con la transformación que comenzó a vivir en los años posteriores, que se reflejó en el crecimiento demográfico, la expansión de la traza urbana, la distinción social del espacio, el arreglo de las calles y la ampliación de los servicios públicos, además de la adecuación de las normas para mantener el orden. Enseguida se abordan, de manera separada, los tres aspectos que ya hemos referido: vivienda, alimento y vestido, donde se podrá advertir la trascendencia de la actividad mercantil en la mudanza de los patrones de consumo, que incidió en los modos de vida de los sectores más favorecidos de la ciudad.

Un acercamiento a la ciudad A partir del régimen porfiriano, la ciudad de La Paz experimentó un crecimiento demográfico y mercantil significativo como consecuencia de la reactivación minera en la cercana municipalidad de San Antonio, la pesquería de perlas que se realizaba en las aguas del mar de Cortés, la extracción de sal en Pichilingue e isla San José, y la política de subvenciones que permitió a algunas compañías navieras que sus embarcaciones tocaran con regularidad el puerto de La Paz y lo enlazaran con los otros del golfo de California, del Pacífico mexicano y de San Francisco, San Diego y Yuma, en Estados Unidos. 3 2

José María Barrios de los Ríos llegó a la ciudad de La Paz en 1892 para desempeñarse como juez de Primera Instancia, donde se mantuvo, al parecer, hasta 1895. En ese mismo año de su arribo, hizo un retrato de la ciudad de La Paz, en cuyos rasgos no se advierten las transformaciones que comenzaba a tener dicha ciudad respecto a su urbanización. 3 Además de mantenerse el contrato a la Compañía Vapores-Correos del Pacífico, pactado en 1872, cuyos vapores cubrían la ruta entre Panamá y San Francisco, haciendo escala en algunos puertos del Pacífico y mar de Cortés, entre ellos La Paz, durante el gobierno de Porfirio Díaz fueron concesionadas cuatro empresas para enlazar al territorio sudpeninsular con puertos extranjeros: la Compañía Línea Acelerada de Vapores del Golfo de Cortés, la Compañía de Vapores de California y México, la Compañía Mexicana Internacional de 9


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De 2 159 habitantes que había en 1869, para 1881 la ciudad contaba con 3 554, en 1895 con 4 737, en 1900 con 5046, y en 1910 con 5 536, lo que trajo consigo un ampliación de la traza urbana, 4 cuyos límites, en el norte, se prolongaron hasta la calle Frontera (hoy Heroico Colegio Militar), en el sur, al rancho El Palo (hoy Sonora), y en el oriente, a la calle Duodécima (hoy Marcelo Rubio). 5 Asimismo, se advierte una marcada distinción en la organización del espacio urbano: el frente de la playa fue el asiento de la élite de comerciantes y empresarios; el centro quedó como escenario principal de los poderes político y religioso y de los sectores medios, y las orillas de las mesas y los bajíos fueron los lugares para los más desprotegidos económicamente, carentes de los únicos servicios públicos con los que contaba la ciudad, como eran los de luz, limpia y policía, amén de vialidades maltrechas. También devino ajuste en las normas que regulaban el comportamiento social, entre ellas, el Bando de Policía y Buen Gobierno, y la incorporación de otras que tenían que ver con panteones, rastro, prostitución y cárcel (González y Rivas, 2014). Por lo que toca a la expansión comercial, ésta se vio reflejada en la consolidación de aquel grupo de comerciantes que venía desarrollándose en la ciudad desde la década de 1860, representado fundamentalmente por tres familias: Ruffo, González e Hidalgo. Los

Vapores del Pacífico y Golfo de California, y la Compañía de Vapores de la Costa del Pacífico (Busto, 1999; Calderón, 1989; González, 2012). 4 Padrones de la municipalidad de La Paz de 1869 y 1881, Archivo Histórico Pablo L. Martínez (de ahora en adelante AHPLM), vols. 97 y 163, docs. 86 y 175. Censos Generales de Población de 1895, 1900 y 1910, AHPLM, Fomento, vol. 259, doc. 4, exp. 8, vol. 409, doc. 776, exp. s/n, vol. 563, doc. 8. La extensión de un solar era de 50 metros por lado, véase Reglamentos de Solares de 1861, 1864 y 1881, La Paz, Baja California, 30 de septiembre de 1861, 16 de abril de 1864 y 25 de mayo de 1881, AHPLM, vol. 78 bis, doc. 777, vol. 86 bis, doc. 195, vol. 158, doc. 506. 5 Constancia expedida por el secretario municipal de La Paz sobre los solares adjudicados y en trámite, desde 1892 a 1907, La Paz, Baja California, 1907, AHPLM, vol. 443, doc. 389, exp. s/n. 10


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Ruffo eran dueños de La Perla de La Paz, negocio que fundaron en 1861; Los González se iniciaron en la actividad mercantil en 1863, en sociedad con los Ruffo, en 1890 se independizaron y establecieron La Torre Eiffel; y los Hidalgo eran propietarios de la casa comercial Hidalgo y Compañía, que inauguraron en 1868. Las tres familias se distinguieron por sus relaciones comerciales con algunos mercados del extranjero y del país, por incursionar en el negocio perlero y por actuar como agentes comerciales y representantes de las dos principales empresas mineras: El Progreso, de capital estadounidense, con domicilio en los pueblos de El Triunfo y San Antonio, y El Boleo, de inversión francesa, con asiento en Santa Rosalía (González, 2012; Preciado, 2005; Southworth, 1989).A esas familias se sumaron las de los hermanos Cornejo, Vives y Viosca, cuya ocupación principal era la extracción y venta de concha, perla y sal. Un testimonio de 1892 da cuenta de que el capital de esos comerciantes y empresarios oscilaba entre los 50 000 y 200 000 pesos,6 además de que todos ellos contaban con referencias en Estados Unidos y Europa, por ejemplo: Miguel González, entre sus referencias tenía a Champañas de Clicquot, en Francia; W. Loaiza y Cía., en Nueva York; y David Midgley and Saus, en Manchester. Con estas dos últimas referencias contaba también Hidalgo y Cía., además de Bartlet y Co., en Chicago. Los hermanos Cornejo, con H. M. Newhall Cía., en San Francisco; y a C. L. Davis, en Londres. 7 Sin omitir que varios miembros de esas familias también formaban parte de la élite política municipal (González, 2012).

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Para estas fechas, el mayor capital de los principales comerciantes del puerto de Guaymas ascendía a 100 000 pesos (Gracida, 1997), lo que refleja que la actividad mercantil en la ciudad de La Paz era significativa. 7 Lista de comerciantes de la ciudad de La Paz, La Paz, Baja California, 24 de junio de 1892, AHPLM, vol. 242 1/1, doc. 29, exp. s/n. Noticia de las casas mercantiles de la municipalidad de La Paz, La Paz, 4 de mayo de 1900, AHPLM, vol. 289, exp. s/n. 11


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Junto a esos grandes comercios se establecieron otros de carácter mediano y pequeño, de los cuales, para 1900, había registrados más de setenta, donde se expendían al menudeo mercancías nacionales (González, 2002), cuya ubicación se encontraba por varios puntos de la ciudad, mientras los grandes comercios estaban concentrados frente a la bahía, entre las calles Puerto, Comercio, Mijares y Obispado. 8 Un factor más que abona a la hipótesis de la expansión mercantil son los datos sobre exportaciones e importaciones. Las primeras, en contraste con el periodo 1872-1873, registraron un crecimiento promedio anual de 92% durante todo el lapso de 1877 a 1911, entre las que figuraban: plata, perlas, conchas y algunos productos agropecuarios. Las segundas, en el mismo periodo, tuvieron un aumento de 40% (INEGI, 1986), cuyas adquisiciones estaban orientadas a satisfacer los requerimientos de insumos, máquinas y herramientas para el desarrollo de las diferentes actividades productivas, así como el abasto de productos suntuarios y algunos bienes de consumo directo para los sectores acomodados y medios de la ciudad. A las principales casas importadoras que venían desde la centuria del

XIX

(La Perla

de La Paz, Hidalgo y Compañía y La Torre Eiffel), se sumaron otras, como La Tienda Nueva, de Miguel V. Fontan, y La Parisiense, de Emilio Garnot. En todas ellas, pero en particular en las tres primeras, se vendía una diversidad de mercancías nacionales y extranjeras, desde abarrotes, licores, vinos, cervezas, puros, hasta telas de diferentes tipos, mercería fina y corriente, artículos de fantasía y cristal, lámparas, artefactos de tocador, vajillas esmaltadas, madera de todas clases, muebles y alfombras (Southworth, 1989). Buena parte de esas mercancías era novedad en el mercado, por lo que, para ampliar el 8

Lista de comerciantes de la ciudad de La Paz, La Paz, Baja California, 24 de junio de 1892, AHPLM, vol. 242 1/1, doc. 29, exp. s/n. 12


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número de consumidores, algunos comerciantes, como los González y Ruffo, modernizaron los edificios que albergaban sus tiendas para ir a tono con la nuevas circunstancias que imponía la actividad mercantil, emulando en su arquitectura el diseño neoclásico de las construcciones de la capital francesa, como sucedía en varias partes del país. La organización departamental fue otro aspecto que se incorporó a los grandes comercios, con aparadores de cristal, que permitió al consumidor pasearse por la tienda y admirar lo último de la moda en accesorios y vestido, perfumes, vinos y menaje para la casa, entre otros. Si bien esas dos medidas impactaron en el crecimiento del mercado de consumidores, se presume que el mayor éxito se alcanzó con la publicidad pagada en la prensa local, donde se advierte que algunos comerciantes hicieron de ella una práctica permanente. Por ejemplo, en El Distrito Sur, medio de información quincenal, que vio la luz el 30 de abril de 1907, La Perla de La Paz y La Torre Eiffel aparecieron en 16 ocasiones, es decir, en todas las ediciones de ese año; La Parisiense, en 13; y La Tienda Nueva, en tres. Aunque en los anuncios poco se recurrió a la imagen, el contenido de los textos era sintético, persuasivo y con un juego de letras que enfatizaba en lo barato, fino, moderno, novedoso, renovación, buen trato y en el origen francés, alemán, español y estadounidense de las mercancías. El costo de seis centavos por línea determinaba el tamaño de la inserción: La Perla de La Paz y La Torre Eiffel se distinguieron por ocupar los mayores espacios, e incluso incorporar imagen a su publicidad. 9 Un indicador de que los comerciantes lograron consolidar su mercado de consumidores y, por consiguiente, sus fines de lucro, fue la inversión que hicieron en la remodelación de los edificios que alojaban sus tiendas y en la apertura de otros giros. Los 9

El Distrito Sur, 1907, Hemeroteca del AHPLM. 13


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Ruffo, por ejemplo, en 1907, dotaron a La Perla de La Paz de un edificio suntuoso de piedra cantera, conformado de dos plantas; los González levantaron grandes cobertizos para el depósito de madera, además de establecer un negocio de venta de petróleo, gasolina, aceites lubricantes, grasas y unturas; y en sociedad con los hermanos Vives, Antonio Ruffo, Francisco A, González (hijo de Miguel González) y Manuel Hidalgo, constituyeron la Compañía Criadora de Concha y Perla de la Baja California, S. A., con un capital de 300 000 pesos (Cariño y Monteforte, 1999; González, 2002; Southworth, 1989).

Figura 1. Tienda La Perla de La Paz

Fuente: Fototeca del AHPLM

Además del propósito lucrativo, el gran comercio coadyuvó a que la modernidad llegara a la ciudad, entendida como la mudanza en los patrones de consumo que devino nuevos modos de vida entre los sectores acomodados y medios. Así pues, lo moderno era consumir lo que estaba de moda en el vestido, la vivienda y alimento, principalmente en la capital francesa, considerada el símbolo de la cultura universal (Gamboa, 2004). Sin

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embargo, “el mundo moderno era demasiado variopinto y complejo como para ser representado de manera homogénea y armoniosa” (Tenorio, 1998, p. 15).

Vivienda y menaje De adobe y hoja de palma fueron las primeras construcciones que asomaron en el paisaje de La Paz. La regularización en la tenencia de los solares (1854), el diseño de la traza de la ciudad (1861) y el acceso a otro tipo de materiales (ladrillo, tejamanil, madera y ferretería) como consecuencia de la reanudación del tráfico de altura que tuvo lugar en 1854 (Lassépas, 1995), impactaron en la fisonomía de las viviendas, pues de las 134 que se reportaron en 1869, un poco más de 70 tenían un valor que oscilaba entre los 500 y 8 000 pesos, cuando en 1836 ninguna alcanzaba la primera cantidad. 10 Un elemento más que ayuda a explicar ese cambio es el incremento en el número de personas cuyo oficio tenía que ver con la construcción (carpinteros, albañiles y herreros), el cual, para 1869, se había triplicado en relación con el que se registró en 1857. 11 Ese paisaje arquitectónico de robustez cobró su plenitud en el transcurso del régimen porfiriano gracias al fortalecimiento del tráfico de altura que permitió la importación de una diversidad de bienes de producción y consumo. En las principales casas comerciales se podía adquirir todo tipo de materiales para la construcción: madera de todas clases y ferretería diversa (cemento, tubos, clavos, bombas, pintura, hierro y láminas de zinc, etcétera), y un ajuar variado para amueblar y decorar la casa (Southworth, 1989). 10

Acta del Ayuntamiento de La Paz, La Paz, Baja California, 21 de agosto de 1836, AHPLM, Libro de Actas del Ayuntamiento de La Paz 1833-1859, 1.1. Acta de la sesión del Ayuntamiento de La Paz, del 14 de enero de 1869, AHPLM, vol. 97, doc. 128. 11 Padrón de la ciudad de La Paz de 1857, La Paz, Baja California, 8 de abril de 1857, AHPLM, vol. 68 bis, doc. 469, exp. s/n. Padrón de la municipalidad de La Paz de 1869, La Paz, Baja California, 31 de enero de 1869, AHPLM, vol. 97, doc. 86. 15


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El diseño de las construcciones se fue adecuando al estilo de moda en algunas ciudades de Europa y Estados Unidos, que llegó a través de los inmigrantes extranjeros que fueron asentándose en el lugar, entre ellos, el agrimensor Guillermo Dentón —quien diseñó la traza urbana de la ciudad a principios de la década de 1860— y los diplomáticos David Turner y Santiago Viosca, los tres ciudadanos estadounidenses, sin descartar a los extranjeros que se encontraban avecindados en los centros mineros de San Antonio, El Triunfo y Santa Rosalía, además de aquellos que ejercían algún oficio, pues hay evidencias de que en 1881 existían 11 carpinteros y un albañil. 12 Esta moda arquitectónica llegó también por la vía de los paceños más notables económicamente, como eran los Ruffo, González, Hidalgo, Cornejo y Vives, quienes pasaban temporadas en algunas ciudades de Estados Unidos (San Francisco, Nueva York y Chicago) y Europa (París y Londres), así como en la capital del país (Cariño, 2000; Martínez, 1965; Preciado, 2005), donde el gobierno de Porfirio Díaz impulsaba una serie de obras arquitectónicas cuyo referente eran las grandes urbes de occidente. Simetría, sobriedad, columnas, balaustradas, frontones, líneas rectas, formas geométricas, cornisas y frisos fueron los rasgos que caracterizaron a las viviendas de la élite económica y política de la ciudad, quien emuló el estilo arquitectónico de moda en las naciones civilizadas del orbe, para adentrarse así al mundo de la modernidad, como era la tónica del régimen porfiriano (Tenorio, 1998). Una muestra de ello es la figura 2, que corresponde a la casa de Miguel González, donde se advierte que era una construcción hecha de piedra cantera, de dos plantas, que, a decir del viajero Southworth (1989), era de 12

Padrón de extranjeros residentes en la ciudad de La Paz en 1881, La Paz, Baja California, noviembre de 1881, AHPLM, vol. 163, doc. 175, exp. s/n. Padrón de la municipalidad de La Paz de 1869, La Paz, Baja California, 31 de enero de 1869, AHPLM, vol. 97, doc. 86. 16


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las más hermosas y mejor acondicionadas de la ciudad. La parte baja se destinó para el cobijo de su tienda, La Torre Eiffel, y la de arriba fue el aposento de la familia.

Figura 2. Casa de Miguel González. También tienda La Torre Eiffel

Fuente: Fototeca del AHPLM

Otras viviendas que sobresalieron en la ciudad fueron las de los hermanos Vives y Cornejo, Luis Gilbert, Francisco de A. González y Santiago Viosca, todos ellos comerciantes y empresarios perleros y salineros. Permítaseme aquí dos ejemplos como abono a lo anterior: la casa de Gastón J. Vives, quien también fuera edil por más de 20 años, era de ladrillo, compuesta de 13 piezas y un amplio corredor; y la de Santiago Viosca, contaba con 12 piezas: ocho de ladrillo y cuatro de madera, con cochera, caballeriza y dos pozos con sus respectivos molinos de viento. Era tal la amplitud y

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comodidad de esta última que, en 1912, ahí fue hospedado un distinguido visitante: el vicepresidente de México, José María Pino Suárez. 13 Respecto a su distribución interior, permeó esa idea que venía de las metrópolis occidentales donde, desde el siglo

XVIII,

a decir de Braudel (1984, p. 262), “el individuo

comenzó a proteger su vida privada”, de tal forma que la casa fue organizándose en tres áreas: la pública, para las actividades sociales y vida común; la privada, donde se encontraban las habitaciones de los distintos miembros de la familia; y la de servicio, que arropaba la cocina y la bodega (Braudel, 1984; Ortiz, 2006; Servín, 2012). Guardando las proporciones de una élite provinciana, la de la ciudad de La Paz no quedó al margen de esos cambios, como se desprende de los inventarios de bienes que fueron intervenidos a varias familias durante el movimiento revolucionario. Ahí se observa esa triple distinción del espacio interior; un ejemplo de ello es la casa del empresario perlero Miguel L. Cornejo, la cual contaba con vestíbulo, sala, comedor, oficina, recámaras, cocina, bodega y baño. 14 En cuanto al menaje de la casa, éste también cambió. Atrás quedaron los muebles hechos con troncos de madera y cueros de res, así como aquellos utensilios toscos elaborados de madera, cuero, barro, palma y fibras obtenidas de los cactus (Trejo, 2002b). El referente para el nuevo ajuar fueron también algunas ciudades de Europa, donde el diseño de los muebles correspondía con la estructura interna de la casa, además de responder a las necesidades de confort, elegancia y privacidad (Braudel, 1984). De moda se 13

El Pacífico, Hemeroteca del AHPLM. Testamento de Santiago Viosca del Solar, Expediente relativo a La Logia Masónica “Fieles Obreros de Baja California”, AHPLM, apartado de donaciones. 14 Inventarios de los bienes de Miguel L Cornejo, Ignacio L. Cornejo, Luis Gibert y Francisco A. González, AHPLM, Gobernación, vol. 640 bis, exp. 101. Inventario de los bienes de Edmond Vives, AHPLM, Gobernación, vol. 623 bis, exp. 96. 18


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pusieron las sillas, sillones, sofás y confidentes austriacos, poltronas, canapés y rinconeras, muebles que no faltaron en los vestíbulos, salas y comedores de las casas de los principales comerciantes y empresarios paceños, los cuales se vieron complementados con objetos de decoración: espejos biselados, estatuas de bronce, mármol y porcelana, cuadros pintura, jarrones de porcelana, floreros de loza japonesa, alfombras, cortinas y lámparas, sin faltar el piano. En las recámaras, algunas con alfombra, además de camas de madera, hierro y latón, había roperos con espejos, burós, tocadores, portavestidos, poltronas, perchas y cuadros con imágenes sacras. La cocina contaba con estufa, refrigerador, trastero de caoba, nogal o cedro, mesas, molino para café y nixtamal, cristalería y loza. El baño, que había entrado a la casa, se integraba de un excusado inglés, lavabos de mármol, tina con llave y aparador con espejo. 15 Un elemento más que lucía en esas construcciones era el jardín, aderezado con diversas plantas dispuestas en macetas y maceteros con columnas, así como palmeras y árboles frutales, como parras, naranjos e higueras. 16 Buena parte del menaje y adornos era importado; otra era traída del interior del país (Southworth, 1989); y alguna se elaboraba en la propia ciudad, entre ellos muebles de madera y objetos de hierro, según se infiere de los anuncios que aparecían en la prensa, así como del incremento en el número de carpinteros y herreros que se registró entre 1869 y 1910. 17

15

Inventarios de los bienes de Miguel L Cornejo, Ignacio L. Cornejo, Luis Gibert y Francisco A. González, AHPLM, Gobernación, vol. 640 bis, exp. 101. Inventario de los bienes de Edmond Vives, AHPLM, Gobernación, vol. 623 bis, exp. 96. 16 Testamento de Santiago Viosca del Solar, Expediente relativo a La Logia Masónica “Fieles Obreros de Baja California”, AHPLM, apartado de donaciones. El Correo de La Paz, Biblioteca del Archivo General de la Nación (BAGN). 17 Véanse Padrón de la municipalidad de La Paz de 1869, AHPLM, vol. 97, doc. 86; y Censos Generales de Población de 1900 y 1910, AHPLM, Fomento, vol. 409, doc. 776, exps. s/n. 19


Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

Lo cierto es que la modernidad se expresó en un nuevo tipo de casa, menaje y decorado, que cambió el modo de vida de la élite paceña, donde el consumo buscó satisfacer el confort, el lujo y una mayor distinción social, como se desprende de la siguiente nota que refiere sobre la casa de la familia González:

[…] al traspasar la amplia puerta de entrada a un costado de las puertas de la tienda, arrancaba la escalera para acceder a las habitaciones familiares, en el descanso dominaba un espejo monumental que permitía percatarse, a quienes estaban en casa, de las personas que pretendían subir a la planta alta, y también era frecuente ver a María González, la menor de las jóvenes de la casa, contemplarse en él con sus mejores trajes […] La casa era amplia, pintada en colores claros, con guardapolvos de tono más fuerte y coronadas con cenefas pintadas a mano con motivos florales, el mobiliario combinaba maderas de cedro y caoba […] En las recámaras de las señoritas de la casa se apreciaba el refinado gusto de ambientación: murales plasmados en paredes y techo que, con temas de querubines y nubes, ascendían del piso al techo, rodeando las delicadas lámparas de cristal y porcelana. Estos complementaban al mobiliario: altas camas de latón, cubiertas con pabellones de fino tul, sillas y mesas, burós y tocador de finas maderas esmaltadas. En la casa […] eran frecuentes las tertulias, las que amenizaba al piano María González […]. (Mendoza, 2015, pp. 118-119)

Además del confort y el lujo, la mujer vio aligeradas las tareas en el hogar con el uso de la estufa, el molino para café, nixtamal y otras necesidades, el refrigerador —que evitó la distracción en las compras diarias para la comida— y el retrete inglés, aunque con desagüe a una letrina por falta de drenaje, implicó una mayor higiene en la casa. Entonces, la mujer pudo entretenerse en la repostería y la costura, pues entre los utensilios de la casa había moldes para hacer “kekis y pan” y máquinas de coser —de la marca Singer, que era la que se promovía para su venta en la prensa local—. Asimismo, tuvo tiempo para distraerse en la música, en labores de beneficencia y organización de eventos sociales. 18 El 18

Integrantes de la Junta de Beneficencia del Hospital Salvatierra, La Paz, Baja California, 23 de septiembre de 1890. AHPLM, Gobernación, exp. 73, vol. 209. El Distrito Sur, núm. 11, 30 de septiembre de 1907, AHPLM, vol. 476, doc. 691, exp. 204. 20


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hombre, por su parte, vio aligerado su trabajo en la oficina con la máquina de escribir; y la bicicleta, otros de los avances de la modernidad, le permitió ejercitarse por las calles de la ciudad. Otro tipo de vivienda fue la de los sectores medios (pequeños y medianos comerciantes y empresarios, profesionistas, funcionarios y empleados), que también se hicieron eco de la modernidad, acorde con sus propias circunstancias económicas, pues su heterogeneidad se expresó en sus ingresos. Se sabe que el capital en giro de los comerciantes y empresarios oscilaba entre los 3 000 y 40 000 pesos, mientras que el salario diario de los funcionarios y empleados iba de 3.29 a 10.96, 19 de ahí que su viaje a la modernidad fuera parsimonioso y sin gran fastuosidad en algunos de esos sectores; quizá en los más pudientes el ansia de consumo para emular a la élite fue mayor. Lo que evidencian algunas fotografías y documentos 20 es que las casas fueron de una sola planta, hubo algunas de dos, hechas de ladrillo, sin mucha ornamentación exterior; quizá tampoco gran ostentosidad en el menaje y decorado, pero incorporando los principios de intimidad y confort. Por lo que toca al menaje, se presume que éste se conservó igual, consistente en camas o petates, baúl, alguna mesa y sillas, ollas y cazuelas de barro, metate, cucharas de palo y fogón de leña, no alejado del que describe Speckman (2006) para los barrios de la ciudad de México. Así pues, entre los más desprotegidos, el modo de vida experimentó muy pocos cambios, a pesar de su contacto con el mercado, pues éste se limitó al consumo más necesario.

19

Presupuesto de la jefatura política para el año fiscal de 1897-1898, AHPLM, vol. 264 4/6, doc. 103, exp. 101. 20 Don Clarito, Hemeroteca del AHPLM. 21


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Figura 3. Francisco de A. González, uno de los dueños de La Torre Eiffel

Fuente: Fototeca del AHPLM Había también chozas y jacales, que se localizaban en la periferia, como lo habían dispuesto las autoridades en el Bando de Policía y Buen Gobierno, que comenzó a regir a partir del 1 de enero de 1895:

No se permite en lo sucesivo que en las calles céntricas de la población, dentro del radio alumbrado, se construyan o reconstruyan casas o jacales con techo de paja, palma, zacate u otra materia de esa naturaleza, bajo la pena de ser obligados los propietarios a destruirlos a su costa y a satisfacer una multa de cinco a veinticinco pesos. 21

21

Bando de Policía y Buen Gobierno, aprobado por el Ayuntamiento de la municipalidad de La Paz el 25 de diciembre de 1894, AHPLM, Ayuntamiento, vol. 256, doc. 22, exp. s/n. 22


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De ahí que sus moradores vivieran en la oscuridad, pero también con la carencia de los servicios de policía, limpia y agua.

Figura 4. Casas en la calle Central (hoy 16 de Septiembre)

Fuente: Fototeca del AHPLM

23


Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

Figura 5. Casas en la calle Lerdo

Fuente: Fototeca del AHPLM

Respecto a los servicios, vale decir que, además de la falta de drenaje, la ciudad no contó con alumbrado eléctrico, como sucedía ya en el mineral de Santa Rosalía y en otras capitales del país. Dicho servicio se integraba de faroles de vidrio y hierro, sostenidos en tubos de metal y alimentados con petróleo. En cuanto al agua, ésta era responsabilidad de las propias familias mediante la apertura de pozos, lo que implicaba un gasto oneroso, difícil de desembolsar por las familias menesterosas, quienes dependieron de alguno de los pozos públicos que había por la ciudad. Así pues, la casa fue esa vitrina que permitió observar la cultura material de quienes ahí vivían, sus relaciones sociales, sus manifestaciones artísticas y religiosas, y su estatus social (Servín, 2012).

Alimento y bebida Si bien la dieta de los primeros pobladores de La Paz se integró con productos de la agricultura —maíz, frijol, algunas frutas y hortalizas— que procedían de las zonas de San

24


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José del Cabo y Todos Santos, éstos fueron insuficientes debido a la pobreza agrícola que imponía la esterilidad del suelo peninsular. De ahí que el sustento dependió en mayor medida de los esquilmos del ganado vacuno, como eran carne seca, leche y queso (Trejo, 2002b), a los que se agregaron los productos de la pesca marina. 22 Hay que decir también que esa dieta se vio complementada con harinas que procedían de los puertos de Guaymas, Mazatlán, San Blas y, esporádicamente, Acapulco (Trejo, 2002b). Para mediados del siglo

XIX

se advierte el consumo de algunos otros comestibles,

tanto de procedencia nacional como extranjera, entre ellos, arroz, azúcar, manteca, papa, aceite de olivo, galletas y pastas; asimismo, en pequeñas cantidades comenzaron a introducirse algunos condimentos (canela, clavo, pimienta, comino, nueces, almendras, avellanas, sagú, mostaza, azafrán y vinagre), y bacalao, sardinas, camarón seco, jamón, salchichón, conservas alimenticias y confites (Lassépas, 1995). Se tiene entonces una gama de bienes de consumo que iba más allá de las necesidades indispensables, lo que apunta a una diferenciación social de los hábitos alimenticios. Mientras la mayoría de las familias apenas tenía acceso a la tortilla de maíz o harina, frijol y algo de carne, unas pocas no sólo vieron cambiar su dieta, sino las costumbres culinarias, al tener acceso a condimentos y a nuevos productos como aceite de olivo, bacalao, jamón y salchichón. De esta forma, la sazón entró a la comida, lo que la hizo más apetitosa, además de que el uso de condimentos ayudó a la conservación de algunos productos, ante la carencia aún de aparatos de refrigeración. Las bebidas fueron incorporadas también a la dieta de los paceños; entre éstas, son de mencionar: el vino tinto, coñac, champaña, jerez, anisado, aguardiente de caña y mezcal 22

Reglamento de la Plaza de Abasto de la Ciudad de La Paz, 14 de abril de 1865, vol. 89 bis, doc. 457. 25

AHPLM,


Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

(Lassépas, 1995). El consumo de las dos últimas se generalizó entre la gente común, lo que hacía prioritariamente en la cantina y la calle; 23 en tanto que las primeras fueron para el disfrute de los más socorridos económicamente, cuya ingesta es posible que la hicieran como aperitivo o digestivo, o bien en las tertulias con los amigos, sin descartar su visita a alguna cantina. Otros estimulantes que se agregaron al consumo fueron el café, el tabaco y el té, aunque de manera esporádica, deleite de aquellos que tenían una economía más holgada. Mayor penetración social tuvo el consumo del cigarro (Lassépas, 1995). Esos cambios llegaron a más, hasta expresarse en plenitud durante el régimen porfiriano, gracias, como hemos venido diciendo, a la consolidación de la actividad mercantil. A partir de la década de 1880, en las principales casas comerciales se podía encontrar una oferta diversa de productos alimenticios, de procedencia nacional y extranjera, cuyos dueños hicieron uso de la prensa para incitar a los pobladores al consumo, donde hacían énfasis en lo barato, el gusto refinado y el origen europeo de los productos. Por ejemplo, en El Eco Peninsular, el dueño de La Tienda Nueva daba cuenta de las mercancías que recién había recibido, entre ellas, una gran variedad de productos enlatados (caviar, salmón, anchoas, calamares, lenguas, encurtidos, salchichas, jamón, membrillos, duraznos, manzanas y salsas), frutas secas (peras, albericoques y manzanas) y bebidas de diversos tipos (champaña, güisqui, vinos franceses blancos y tintos, vermú Torino, ginebra y ginger-ale). En ese mismo periódico y en otros, como La Equidad, La Paz, La Voz de California, La Opinión Pública, El Pacífico y El Distrito Sur, lo hacían los propietarios

23

Bandos de Policía y Buen Gobierno de 1833 y 1871, 13 de enero de 1833 y 16 de febrero de 1871, AHPLM, vol. 27, doc. 3955, vol. 103 bis, doc. 618. 26


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de La Perla de Paz, La Torre Eiffel, Hidalgo y Cía., La Bolsa, La Parisiense, El Surtidor y La Diosa Ceres, entre otros. 24

Figura 6. Fotografía de anuncio de La Tienda Nueva

Fuente: El Distrito Sur, 30 de abril de 1907, AHPLM

Figura 7. Fotografía de anuncio de la tienda El Surtidor

Fuente: El Distrito Sur, 31 de julio de 1907, AHPLM 24

El Eco Peninsular, La Equidad, La Paz, La Voz de California,La Opinión Pública, El Pacífico y El Distrito Sur, Hemeroteca del AHPLM. 27


Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

Si bien la prensa circulaba libremente, su acceso se limitó a los sectores ilustrados y con recursos económicos suficientes. En ellos había que seguir despertando ese nuevo modo de vida con toque de modernidad, remedando, sobre todo, el gusto francés de moda entre la élite del país (Bauer, 1999).

Figura 8. Anuncio de la tienda La Parisiense

Fuente: El Distrito Sur, 15 de junio de 1907, AHPLM

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Si bien la prensa circulaba libremente, su acceso se limitó a los sectores ilustrados y con recursos económicos suficientes. En ellos había que seguir despertando ese nuevo modo de vida con toque de modernidad, remedando, sobre todo, el gusto francés de moda entre la élite del país (Bauer, 1999). El siguiente ejemplo, aunque rebasa el espacio temporal de este trabajo, es una evidencia del arte culinario que comenzó a practicarse entre la élite paceña, gracias al acceso a nuevos bienes de consumo directo y al uso de artículos modernos en la cocina, como el refrigerador, la estufa y el molino. Así pues, sirva de testimonio el menú que se sirvió en el hotel Palacio, la noche del 15 de enero de 1912, con motivo de la visita del vicepresidente de México, José María Pino Suárez, el cual comenzó con un entremés, al que siguió la crema, enseguida el plato fuerte, destacando el de carácter francés, como eran las escalopas, para terminar con el postre, sin faltar los mejores vinos franceses. 25 En ese nuevo régimen alimenticio no faltaron los productos del mar: ostiones frescos, sopa de almejas y pecho de caguama, degustados con tortillas de harina y vino local, como lo dejó asentado José María Barrios de los Ríos (2003), un abogado que llegó a la ciudad de La Paz en 1892, para desempeñarse como juez de Primera Instancia. Difícil fue para la mayoría de la población tener acceso a ese nuevo patrón de vida, como se desprende de la relación entre salarios y precios. Mientras los salarios oscilaban entre 50 centavos y dos pesos diarios para hombres, y 25 a 40 centavos diarios para mujeres, los precios de los productos, en el caso de La Tienda Nueva, iban de 40 centavos a tres pesos. 26 Lo más barato que ahí se vendía eran las latas de salchicha y ejotes, que valían 25

El Pacífico, Hemeroteca del AHPLM. El Eco Peninsular, Hemeroteca del AHPLM. Informe sobre curtidurías existentes en el Distrito Sur de la Baja California, La Paz, Baja California, 22 de noviembre de 1908, AHPLM, Fomento, vol. 473, exp. 11. 26

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Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

40 centavos cada una; pensar en consumir caviar, anchoas, jamón, queso, mantequilla, lengua y frutas en su jugo era casi inaccesible para ese sector más desprotegido económicamente. De ahí que la base de la alimentación de la mayoría de la población siguiera siendo la tortilla de maíz o harina, el frijol, algo de carne, y algún producto que pudieran pescar en la orilla de la bahía, sin dejar de apartar algo de dinero para el consumo de mezcal o aguardiente, que les permitiera evadirse por un momento de su realidad material; sin embargo, muchos caían en la embriaguez, pues hay noticias de que esta fue la principal falta al Bando de Policía y Buen Gobierno. 27

Vestido Casi nada se sabe sobre la vestimenta de los primeros pobladores de la ciudad de La Paz, quizá solo la referencia que hace Dení Trejo (2002b) de que algunos de los productos de uso cotidiano eran elaborados por los propios habitantes de los ranchos y pueblos. Del vestido, por ejemplo, tenía la presunción de que era confeccionado en casa con cueros de res y telas; estas últimas eran adquiridas a los comerciantes que arribaban, de vez en cuando, a las costas peninsulares. El que para 1857 sólo se encontraran registrados dos sastres y cuatro zapateros en la ciudad, 28 lleva a considerar nada errada la presunción de nuestra informante. En obsequio a esa idea está la información que ofrece Ulises Urbano Lassépas (1995) sobre el ingreso de mercancías al puerto de La Paz a mediados del siglo XIX,

donde se observa que la mayor parte de aquellas que tenían que ver con el vestido,

eran telas y no efectos elaborados. De esta misma fuente se desprende que las telas más 27

Informes sobre partes de policía correspondientes a 1891, AHPLM, Gobernación, vol. 228 ¾, doc. 72, exp. 77. 28 Padrón de la ciudad de La Paz de 1857, La Paz, 8 de abril de 1857, AHPLM, vol. 68 bis, doc. 469, exp. s/n. 30


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

comunes para la elaboración del vestido eran las de algodón, principalmente indiana, muselina, manta y dril; lana, casi nada; y seda, sólo para el adorno, pero en cantidad pequeña, como lo era también el decorado de algodón. La preponderancia del algodón respondía al clima cálido de esa región peninsular. Además de dar testimonio sobre telas para la hechura del vestido de hombres y mujeres, del mismo trabajo de Lassépas (1995) se desprende que tanto hombres como mujeres usaban zapatos, aunque por el número de pares que se menciona, es posible que no formaran parte de la indumentaria de todos los paceños. La camiseta y los calcetines fueron otras prendas que comenzaron a aparecer en el cuerpo de los hombres, pero en muy pocos, no así el sombrero, que alcanzó a más. En las mujeres, el uso del rebozo se hizo costumbre en una mayoría. Cabe señalar que algunas de esas prendas comenzaron a distinguirse por su carácter suntuoso, reflejo de una moda, es decir, “una forma pasajera de vestir” (Pérez, 2005, p. 51), que daba estatus social. Mientras unos pocos hombres portaban zapatos de becerrillo y sombreros de fieltro, la mayoría llevaba zapatos comunes y sombreros de palma. Entre las mujeres, la distinción se dio en el tipo de rebozos: los de seda, seda y algodón e hilo y medio hilo se restringieron a unas cuantas, mientras los de algodón fueron hábito de muchas. Como complemento de la indumentaria de los hombres estuvo el pañuelo y la corbata, de uso casi general el primero y sólo de algunos la segunda; en la mujer, las medias, mascadas y sombrillas fueron disfrute de un reducido número. El aumento en la cantidad de zapateros y sastres es indicio de que las familias poco a poco fueron distrayéndose de la confección de su indumentaria. 29 Por otra parte, los 29

Padrón de la municipalidad de La Paz de 1869, La Paz, Baja California, 31 de enero de 1869, AHPLM, vol. 97, doc. 86. 31


Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

principales comerciantes comenzaron a surtir sus tiendas de una variedad de prendas y complementos de vestir gracias al desarrollo de la comunicación marítima que les permitió el contacto regular con los mercados del país y del extranjero. El vínculo con el mercado fue poniendo a los consumidores en sintonía con todo aquello que estaba de moda en las principales ciudades de Europa y Estados Unidos. Comenzó así un nuevo modo de vestir, que se distinguió por adecuar la indumentaria a la privacidad de la casa, a la ocasión social, a las épocas naturales del año y a realzar la figura corporal. Fue en la vestimenta y sus accesorios donde se hizo más evidente la estrategia del comerciante para ampliar el mercado de consumidores. La organización departamental de las principales tiendas, característica de los grandes establecimientos comerciales de París, Londres y Nueva York, desde mediados del siglo

XIX,

se hizo presente en la ciudad de La

Paz, como sucedía ya en otras del país (Ortiz, 2004). Respecto de La Torre Eiffel, dejemos la palabra al viajero J. R. Southworth (1989), quien visitó la ciudad de La Paz a fines del siglo XIX:

[…] sus varios departamentos son modelos de las últimas conveniencias de nuestra época. En los cuartos de venta hay preciosos aparadores de cristal y artísticas colgaduras que realzan el mérito del extenso y escogido surtido de la casa. El primer piso contiene, además, los departamentos de muestras, las oficinas y las bodegas. La casa comercia en artículos de fantasía, géneros y toda clase de artículos para señoras; [...] mercería fina y corriente [...]. (p. 52)

Es probable que la organización departamental de la tienda de los González haya sido idea de sus propios hijos, quienes habían pasado una larga estancia en París y Londres (Mendoza, 2015; Southworth, 1989), lo que les permitió familiarizarse con los avances de la cultura occidental. Seguramente conocieron la Torre Eiffel, inaugurada en marzo de 1889, en el marco de la Exposición Universal de París; su impresión fue tal, que con ese 32


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

nombre se bautizó la tienda que su padre abrió en 1890. Lo cierto es que esa medida puso a los consumidores en contacto directo con todo lo que estaba de moda en el vestido, accesorios y perfumes, despertando sus apetitos de consumo para ir a tono con lo moderno y cosmopolita. Ese mismo propósito tuvo la publicidad en la prensa local. A través de ella se informaba a los clientes sobre las últimas novedades de la moda para que los incitara a visitar las tiendas. Por ejemplo: Pablo Hidalgo y Cía., en el semanario La Voz de California, se promovía así: “Importadores y negociantes en toda la clase de efectos nacionales y extranjeros. Tiene constantemente un completo y variado surtido de ropa, mercería […], además acaba de recibir directamente de París diversidades de objetos de fantasía y perfumería de todas clases […]”. 30 En El Eco Peninsular se decía: “La Torre Eiffel ofrece a su numerosa clientela un gran surtido de perfumería de la muy acreditada fábrica de Roger & Gallet, de París”. 31 En El Distrito Sur, esa misma tienda anunciaba que acababa de recibir una diversidad de “telas de lana y seda. Casimires del país y extranjeros. Abanicos españoles, corrientes y finos […]. Calzado Friedman. Próximamente recibirá perfumería francesa […]”. 32 La Parisiense también ocupó un espacio en El Distrito Sur, donde informaba al público que había recibido “un surtido de mercancías francesas y del país, trajes, sacos y pantalones de kaki americano y dril propios para el verano, calzado estilo americano y del país para señoras, señores y niños […] y perfumería francesa”. 33 En ese mismo periódico, La Perla de La Paz anunciaba el arribo “de toda clase de mercancías europeas: artículos de novedad para la estación actual, telas para vestidos, encajes, adornos, 30

Semanario La Voz de California, Hemeroteca del AHPLM. El Eco Peninsular, Hemeroteca del AHPLM. 32 El Distrito Sur, Hemeroteca del AHPLM. 33 El Distrito Sur, Hemeroteca del AHPLM. 31

33


Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

etcétera. Especialidad en artículos traídos expresamente para el verano”. 34 En el semanario El Pacífico, esta última tienda informaba:

Habiéndose concluido de despachar en esta Aduana Marítima el gran cargamento de mercancías que de Europa condujo la barca noruega “Simetra” para La Perla de La Paz, me es grato ofrecer a sus numerosos favorecedores de esta plaza y de todo el Distrito el escogido y variado y delicado surtido que acaba de llegar. Aquí encontrará las últimas novedades en lencería y confecciones, todo moderno y nuevo, artículos de mercería […], perfumería […]. 35

Figura 9. Anuncio de la tienda La Torre Eiffel

Fuente: La Voz de California, 14 de octubre de 1881, AHPLM

34 35

El Distrito Sur, Hemeroteca del AHPLM. Semanario El Pacífico, Hemeroteca del AHPLM. 34


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

Figura 10. Anuncio de la tienda La Torre Eiffel

Fuente: El Distrito Sur, 30 de abril de 1907, AHPLM Figura 11. Anuncio de la tienda La Perla de La Paz

Fuente: El Distrito Sur, 15 de junio de 1907, AHPLM

Así pues, la moda, principalmente francesa, tanto en prendas confeccionadas como en telas, accesorios y perfumes, se hizo presente entre los sectores acomodados y medios, quienes fueron los asiduos clientes de las principales tiendas de importación, como lo eran La Torre Eiffel, La Perla de La Paz, Hidalgo y Cía., La Tienda Nueva y La Parisiense, 35


Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

ubicadas entre las calles Puerto, Comercio, Mijares y Obispado, convirtiéndose ese espacio en la principal zona comercial de La Paz. Mayor tráfico se registraba en vísperas de cada estación del año o evento social; era entonces cuando las tiendas exhibían sus nuevas adquisiciones para complacer los diversos gustos de los clientes, para quienes el consumo significaba estatus social y un modo de vida moderno y cosmopolita. Una mirada a esa manera de vestir la ofrecen algunas fotografías de la época, donde las mujeres lucen sus vestidos largos de telas finas, con botonaduras, cuellos de encajes, entallados —gracias al corsé—, y escote en la parte superior, además de zapatillas, complementando su atuendo con joyas, sombreros, sombrillas, guantes, y con el cabello bien arreglado y aderezado con accesorios, sin faltar los cosméticos y los perfumes franceses de la exclusiva fábrica de Roger & Gallet. En cuanto a los hombres, la levita, esmoquin, pantalón de casimir y dril, botines, choclos, corbata y sombreros de fieltro constituyeron su indumentaria. Es de apuntar que tanto hombres como mujeres también recurrían, para la confección de su atuendo, con algunos sastres y costureras que estaban al día con la moda, como lo dejaban ver con su variado acervo de figurines. Cabe decir aquí que lo moderno impactó también en el cuidado personal, servicio del que se ocuparon personas que procedían, sobre todo, de Estados Unidos, quienes, una vez en la ciudad, se promovían, igualmente, a través de la prensa. Al parecer, el trabajo del oculista M. P. Rico fue exitoso en cuanto a la caída de párpados, ojos llorosos, en poner ojos artificiales y hacer lentes a la medida, pues continuamente regresaba a La Paz; así como el de los doctores J. C. Ingram, J. R. Galán, J. G. Bastow y Frank N. Arnold, cuya especialidad era afinar la dentadura. Asimismo, los medicamentos Restaurador de la Vitalidad e Invigorator 2, de los doctores A. E. Mintie y Liebig, respectivamente, para los

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tratamientos de la debilidad nerviosa y fĂ­sica, debilidad seminal, virilidad perdida e impotencia, se presume que fueron igualmente de gran demanda.

Figura 12. Vestimenta de los sectores acomodados

Fuente: Fototeca del AHPLM

Figura 13. Vestimenta de los sectores acomodados

Fuente: Fototeca del AHPLM

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Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

Figura 14. Vestimenta de los sectores acomodados

Fuente: Fototeca del AHPLM No menos importante fue el arreglo del pelo y el afeite de la cara en los hombres, para lo que estaban dispuestas las barberías de Francisco Díaz, Hipólito Roa y Pedro Miranda, ubicadas en la calle Puerto, precisamente en la zona del ajetreo comercial, las cuales se anunciaban se distinguían por su esmero y limpieza. 36 Los mejores momentos para exhibir los dictámenes de la moda tanto en el vestir como en el cuidado personal lo fueron las kermeses en el jardín Velasco, los bailes de Navidad y fin de año, y las funciones de teatro, zarzuela y ópera y las bodas, entre otros. Ahí, la élite se divertía, pero también concurría a lucir la seda, las muselinas, blondas, trajes de estación y el último perfume, es decir, los caprichos de la moda. El imperio de la moda excluyó a muchos, a los desprotegidos económicamente, cuya indumentaria se caracterizó por ser de manta y percal, zapato común o huarache, además de que su único accesorio fue, para la mujer, el rebozo, y para el hombre, el sombrero de palma y ala ancha, bienes de consumo que se producían en algunos mercados del país y en la misma ciudad. La zona comercial donde se surtía este sector se encontraba

36

La Baja California, La Voz de California, El Distrito Sur, El Pacífico, Hemeroteca del

AHPLM.

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Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

dispersa por varias calles de la ciudad, donde se localizaba el mediano y pequeño comercio, o bien alguna de las muchas costureras que existían por la ciudad.

Figura 15. Vestimenta de los sectores desprotegidos

Fuente: Fototeca del AHPLM

Concluimos que los nuevos modos de vida respondieron a la política del régimen porfiriano, que tenía como propósito la modernización del país. En la ciudad de La Paz, esa política se expresó en la consolidación de la actividad mercantil, gracias al desarrollo de la minería en la cercana municipalidad de San Antonio, a la pesquería de perlas, explotación de las salinas y a la regularidad en la comunicación marítima con algunos puertos de Estados Unidos y Europa. Esto último puso en contacto a los empresarios y comerciantes con el progreso de la cultura material en esos países, particularmente Francia, aquel que tenía que ver con las necesidades más indispensables como eran la vivienda, el alimento y el vestido. Por consiguiente, fue a través del comercio que llegó la modernidad a la ciudad, que se tradujo en patrones de consumo claramente urbanos, que se sustentaron en el lujo y confort, lo que dio a la élite política y social de la ciudad un carácter cosmopolita. Sin

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Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

embargo, como dice Braudel (1984), la mayoría permaneció en el inmovilismo, es decir, no fue envuelta por el manto de la modernidad.

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Edith González Cruz / Modos de vida entre las élites porfirianas / pp. 7-44

Edith González Cruz. Mexicana. Doctora en Historia por la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Actualmente se desempeña como profesora-investigadora de tiempo completo en el Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Sus áreas de investigación están enfocados a temas de economía, política y sociedad durante las épocas porfiriana y revolución en Baja California Sur. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: González, E. (2014). La municipalidad de La Paz a través de los censos de 1895, 1900 y 1910. En M. A. Landavazo, E. González Cruz y D. Trejo Barajas (Coords.), El norte de México y la historia regional. Homenaje a Ignacio del Río, México: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Universidad Nacional Autónoma de México/Universidad Autónoma de Baja California Sur; González, E. (2014). La minería de la plata y el cobre, una actividad desarrollada por extranjeros en Baja California Sur, 18561910. En I. del Río y J. D. Vidargas (Coords.), Intereses extranjeros y nacionalismo en el noroeste de México, 1840-1920, México: Universidad Nacional Autónoma de México.

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Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

Circo tradicional en Chile. Forma de vida y la imagen del arte Traditional circus in Chile. The form of life and image of art Milenko Lasnibat Pontificia Universidad Católica de Chile mclasnibat@uc.cl Resumen: A pesar de sus peculiaridades, suele pensarse que el circo es un arte como el teatro o la danza. Bajo esta consideración, surge la tentación de utilizar la imagen del arte para asir lo que ocurre en el circo tradicional. En el presente artículo esa tentación se pone en cuestión mediante la descripción de algunos rasgos relativos a la forma de vida de quienes pertenecen al circo tradicional en Chile. Con ello, mi objetivo no es confrontar el uso que con fines prácticos pueda hacerse de la afinidad que existe entre el circo y el arte, sino mostrar los límites que tiene la imagen del arte al momento de aproximarse al circo tradicional con intereses cognoscitivos. A partir de esa discusión, se sostiene que una manera más adecuada de entender las dinámicas relativas al circo tradicional radica en la figura del gremio. Palabras clave: circo tradicional, imagen del arte, gremio. Abstract: Regardless of its peculiarities, it is usual to suppose that the circus is an art like theatre or contemporary dance. Through this consideration, a temptation of using the image of art in order to understand what occurs in the traditional circus in Chile rises. In this article this temptation is addressed into question through a description of some features related to the members of the traditional circus form of life. My objective it is not questioning the practical use of the affinity between the art and circus, but to show the limits of the image of art to make an epistemic approach of the traditional circus. Hence, that discussion it is held that a better way to understand the dynamics related to the traditional circus is the image of the professional associations. Keywords: traditional circus, image of art, professional association. Fecha de recepción: 10 de febrero de 2016 Fecha de aprobación: 12 de abril de 2016 Fecha de recepción de versión final: 30 de mayo de 2016

e-ISSN 2448-539X 45


Milenko Lasnibat / Circo tradicional en Chile / pp. 45-83

Introducción Dedicarse al circo tradicional en Chile es realizar una actividad tan peculiar como artística. Peculiar si se considera que quienes se desempeñan en él cambian el lugar en el que viven cada tres o cuatro semanas. Cuando las entradas dejan de venderse con la misma frecuencia, los artistas circenses parten con todo a su haber en busca de nuevos rumbos. La manera en que los artistas circenses se relacionan con el espacio se muestra en extremo distinta a la forma en que lo hacen quienes trabajan en una oficina, en una sala de clase o en un hospital. Pertenecer a un circo implica también llevar a cabo una disciplina artística. 1 El espectáculo que ofrece un circo en su paso por cada localidad consta de varios números, en los cuales los artistas muestran al público las rutinas que han practicado durante el tiempo en que el telón se mantiene cerrado. Aunque se lleve a cabo en una carpa, el circo es considerado un arte más, como podría ser la música o el cine. La institucionalidad cultural en Chile da cuenta de ello. Durante el año 2011, el Consejo de la Cultura y las Artes creó el “Área de artes circenses”, en una medida enmarcada en el interés del Estado chileno por promover el desarrollo de audiencias para cada una de las disciplinas artísticas. De la misma manera, las encuestas de consumo cultural incluyen al circo en las preguntas dirigidas a caracterizar el consumo de bienes artísticos y culturales, como una alternativa a los espectáculos de cine, teatro o música (CNCA, 2009, 2012).

1

El presente trabajo aborda exclusivamente fenómenos relativos al circo tradicional, de ahí que la expresión “artistas circenses” será equivalente a “artistas circenses de circo tradicional”. No me referiré con ella a quienes se desenvuelven en lo que se denomina circo contemporáneo, es decir, a quienes inspirados en el circo europeo, desde la década de 1990 y sin provenir de familia circense, se dedican a alguna disciplina relativa al circo (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes [CNCA], 2011). 46


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

En el presente trabajo me gustaría suministrar algunos elementos que permitan problematizar la relación que existe entre el carácter peculiar de la manera en que viven los artistas circenses y el estatus de arte que habitualmente se atribuye a lo que ahí se observa. 2 Considero que la peculiaridad de los rasgos que contempla la forma de vida de quienes se desempeñan en el circo tradicional justifica repensar su caracterización como disciplina artística. 3 A partir de esta idea, mi atención se dirige en específico a las dificultades que pudieran desprenderse de una aproximación que, enmarcada en las ciencias sociales, pretenda describir lo que ocurre en el circo tradicional mediante las mismas herramientas teóricas desde las que suelen analizarse las interacciones sociales que se dan en el ámbito del teatro, la música o la danza. Si de lo que se trata es de examinar hasta qué punto el circo tradicional puede comprenderse en los mismos términos que otras disciplinas artísticas, resulta fundamental explicitar la manera en que éstas habrán de ser entendidas. Al considerar la utilidad que en ciencias sociales ha reportado el estudio de los fenómenos artísticos (cf. Gayo y Teitelboim, 2009, p. 45), me parece pertinente realizar esa conceptualización a partir de la teoría de los campos sociales elaborada por Pierre Bourdieu. Mediante el análisis

2

La base que sirve de sustrato a las reflexiones que se encuentran en este trabajo responden a la investigación empírica que realicé hace algunos años en el marco de mi tesis de grado en el mágister en ciencias sociales, con mención en sociología de la modernización de la Universidad de Chile, denominada “Sentido y forma de vida: acerca de vivir en un circo tradicional” (Lasnibat, 2013). 3 En este artículo haré un uso recurrente del concepto “forma de vida”. Tomo la noción desde el trabajo de Ludwig Wittgenstein, específicamente en relación con sus Investigaciones filosóficas (cf. 2010, §19, §23). Wittgenstein nunca elaboró una definición precisa del término, por lo que su delimitación ha sido materia de desacuerdo entre los intérpretes (cf. Glock, 1996, p. 124). Frente esta ambigüedad, antes que visiones trascendentales o biologicistas, adopto el concepto desde una lectura particularista, que enfatiza la manera en que un grupo humano se halla inmerso en un conjunto de prácticas compartidas. 47


Milenko Lasnibat / Circo tradicional en Chile / pp. 45-83

empírico de órdenes tan dispares como la academia o la religión, la teoría bourdiana parece ser también un candidato atractivo para interpretar lo que ocurre en ámbitos que nadie dudaría en calificar como “artes”. A pesar de que considero adecuado utilizar la teoría de los campos sociales para describir las interacciones que se dan en diversas disciplinas artísticas, en este trabajo sostengo que cuando se la emplea para analizar lo que ocurre en el circo tradicional, surge una serie de dificultades. Específicamente, la teoría de Bourdieu se muestra un tanto estrecha para asir lo que se vislumbra en el circo tradicional, en el sentido de que tras hacer uso de sus conceptos, todavía no logra atisbarse una de las aristas más importantes del fenómeno. A fin de organizar tales ideas de la mejor manera, el presente trabajo se divide en cuatro apartados. En el primero se hace un breve repaso de las conclusiones más importantes de las investigaciones que en Chile han abordado desde una perspectiva general la forma de vida asociada al circo. En el segundo apartado se abordan las principales directrices de la teoría de los campos sociales de Pierre Bourdieu, así como algunos fenómenos frente a los cuales presentaría ciertas dificultades al momento de describirlos. En el apartado siguiente se exponen los principales resultados de la investigación empírica que realicé en torno al circo tradicional en Chile. Finalmente, y a modo de conclusión, se presenta una reflexión acerca de la relación que cabría establecer entre lo que ocurre en el circo y otras expresiones artísticas, así como en torno a la posibilidad de interpretar lo que se observa en el circo tradicional a la luz de la teoría de los campos sociales de Bourdieu.

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El estudio del circo tradicional en Chile: familia y trashumancia En Chile se han realizado diversos estudios sobre el circo tradicional. Entre ellos, existen algunos que tematizan principalmente su evolución histórica (cf. Parra, 2006; Zúñiga, 2005), y otros que llaman la atención acerca de distintas complicaciones que enfrentan los artistas circenses en relación con diversos procesos de modernización que han transformado su entorno (cf. Carrión, 2008; García-Guerra, 2005). De acuerdo con la problemática de este artículo, y antes que esos trabajos, resultan particularmente relevantes las investigaciones que han abordado con una visión general la forma de vida de quienes se desenvuelven en el circo. Dentro de este grupo destaca la investigación de Ilan Oxman, Circos tradicionales en Chile: adaptaciones y cambios en el último siglo, en la que se articulan una serie de reflexiones alrededor de dos aspectos relativos a la forma de vida circense: la organización familiar y la trashumancia (2009). Según el autor, cuando se habla de circos tradicionales se hace referencia a empresas de carácter familiar que están compuestas por miembros de distintos “clanes”. Para Oxman, “las familias cirqueras actúan como grupos cohesionados que viven dentro de las inmediaciones del circo y generalmente están integrados por padres, hijos y otros familiares como abuelos y nietos” (Oxman, 2009, p. 53). El circo tradicional, de acuerdo con esta lectura, funcionaría como una empresa que tendría por fundamento los vínculos de parentesco que existen entre los artistas circenses. Junto a la importancia de la organización familiar, Oxman describe también la relevancia de la trashumancia como característica fundamental del circo en Chile. El autor le atribuye a dicha característica un rol central en la configuración de la identidad

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Milenko Lasnibat / Circo tradicional en Chile / pp. 45-83

circense, en la medida en que ésta no se configura al alero de un territorio delimitado, sino que se consolida, precisamente, desde la itinerancia. A partir de la manera en que los artistas circenses se relacionan con el espacio, Oxman describe el rol que la empresa Ferrocarriles del Estado ha cumplido para posibilitar el viaje que, desde su “época de oro”, los circos chilenos realizan a lo largo del país. Sobre este punto, el autor indica que, en la actualidad, la movilidad de las empresas circenses en territorio chileno ha dejado de utilizar a Ferrocarriles del Estado como principal medio y se ha vuelto dependiente de vehículos cuya propiedad corresponde a los mismos artistas circenses. A pesar de que la forma de vida asociada al circo tradicional involucra trasladarse de una localidad a otra prácticamente cada dos o tres semanas, actualmente las personas que forman parte de los circos nacionales cuentan con un lugar en el que se detienen por algo más de tiempo, sobre todo durante el periodo del año en que cesan las funciones. En Años de circo: historia de la actividad circense en Chile, Pilar Ducci arriba a un diagnóstico similar al de Oxman. Ducci sostiene que los circos chilenos subsisten haciendo uso de sus propias redes familiares, en el entendido de que la mano de obra de sus empresas equivale a la red de familias que, mediante diversos lazos de parentesco, une a todos quienes forman parte del circo tradicional (2011). Esta comunidad daría origen a lo que los propios artistas circenses denominan “la gran familia del circo”, y serviría de sustrato a las distintas empresas circenses. A su vez, tal como Oxman, Ducci repara en la condición de permanente movilidad en la que se encontrarían los circos nacionales. “Su permanencia puede estar determinada por las condiciones climáticas, costo del arriendo del terreno o popularidad de su espectáculo, pero invariablemente a las

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semanas cambian de lugar” (Ducci, 2011, p. 176). Unas pocas semanas se considera el plazo máximo para permanecer en la misma localidad, al cabo del cual los artistas circenses se ven en la necesidad de moverse hacia otro pueblo o ciudad. Si después de estas breves consideraciones alguien preguntara por los principales rasgos de la forma de vida asociada al circo tradicional, y según las investigaciones de Ducci y Oxman, sería adecuado responder que son dos: la organización laboral sobre la base del parentesco y la trashumancia en la que se encuentran los artistas circenses durante la mayor parte del año. Si nos detenemos en estas características, el modo en que se desenvuelven las personas que forman parte del circo tradicional parece ser en extremo distinto a la manera en que viven, no sólo aquellos que trabajan en una oficina o en una sala de clases, sino también quienes se desempeñan en rubros menos convencionales, a saber, los del arte. De este modo, la trashumancia y la organización de la empresa alrededor del parentesco son rasgos que llaman a utilizar con precaución la teoría de los campos sociales para interpretar lo que ocurre en el circo tradicional porque, atendiendo a tales características, alrededor del circo pareciera constituirse una forma de vida en extremo particular. A menos que se pertenezca a algún circo tradicional, prácticamente nadie se traslada cada dos semanas con el fin de habitar un nuevo espacio con todas sus pertenencias, y nadie cuenta con todos sus familiares (no sólo hijos o padres, sino también abuelos, nietos, primos o tíos) formando parte de la misma empresa en la que se trabaja. De acuerdo con la información que reportan las investigaciones que desde una perspectiva general han abordado al circo tradicional como objeto de estudio, parece no haber manera de tomar partido en la siguiente disyunción: los vínculos laborales en

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Milenko Lasnibat / Circo tradicional en Chile / pp. 45-83

función del parentesco y la movilidad constante en la que se hallan los artistas circenses impiden entender lo que ocurre en el circo tradicional y lo que acontece en otros rubros artísticos a partir del mismo marco analítico; o tales rasgos, respondiendo a cuestiones accesorias y pintorescas, no representan ningún inconveniente para comprender lo que ocurre entre los artistas circenses a la luz de la teorías de los campos sociales de Pierre Bourdieu. En los trabajos de Ducci y Oxman, si bien se hayan elementos que permiten ahondar en la comprensión preliminar que cada cual tiene sobre el modo de vida circense, no hay un abordaje explícito de la pregunta por la distancia o la cercanía que tendría esta forma de vida respecto al modo en que se desenvuelven quienes participan en otros ámbitos artísticos. De ahí que para avanzar en esta dirección sea necesario explicitar tanto ciertos rasgos característicos de la forma de vida asociada al circo tradicional como determinada estructura común a los diversos mundos del arte. En el siguiente apartado intento dar cuenta de este último punto.

Más allá de los campos sociales Desde hace algunas décadas, el estudio de las prácticas culturales y artísticas es un tópico particularmente recurrente en ciencias sociales. En específico, en el ámbito de la sociología del arte se han realizado un conjunto de investigaciones que tematizan las dinámicas que se desarrollan entre los participantes de determinados rubros artísticos. Lo curioso es que, en principio, semejante objeto se sustrae a un análisis sistemático. Suele pensarse que el estatus de las obras artísticas obedece exclusivamente a la inspiración de su creador, como si fueran ajenas a cualquier condicionamiento por parte de la posición

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del artista en el ámbito en que sitúa su producción: lo que estaría detrás de las obras no sería más que el desinterés, “el arte por el arte”. Quien, a partir de un conjunto de investigaciones empíricas, contribuyó a desmitificar esta concepción, fue el sociólogo francés Pierre Bourdieu. En Las reglas del arte, por ejemplo, llevó a cabo un análisis que evidencia cómo la trayectoria de ciertos autores y de determinadas obras artísticas, antes que explicarse a partir de sus propiedades intrínsecas, gana en inteligibilidad si se considera la distribución de recursos que existe en el marco en que se inserta la producción cultural (cf. Bourdieu, 1995a). 4 Pero el trabajo sociológico de Bourdieu excedió con mucho el análisis de las dinámicas que acaecen en los mundos del arte. Sus observaciones también apuntaron a la modernidad como un todo. Para él, la sociedad moderna puede de ser entendida como un gran espacio social en el que se distribuyen diferentes bienes simbólicos (cf. Bourdieu, 1997, p. 18). Este conjunto de bienes circulantes equivale a los distintos tipos de capital. Lo novedoso es que para Bourdieu, aun con la capacidad estructurante que presentan el dinero y la influencia política, no todas las interacciones sociales tienen esa clase de bienes en la mira. Por ejemplo, las dinámicas en aquellas esferas que suelen ser pensadas al margen de cualquier disputa estratégica, pueden ser interpretadas de la misma manera en que se comprenden las relaciones entre los principales representantes de la burguesía de un país. Es en estos términos que se observan conflictos por la apropiación de bienes en ámbitos como la academia (Bourdieu, 2008), la religión (Bourdieu, 2009) o los mundos del arte (Bourdieu, 1995a). En efecto, y según la interpretación de Bourdieu, 4

Además de las dinámicas intrínsecas a determinados órdenes, el aporte de Bourdieu al estudio de las dinámicas culturales radica en el análisis de la influencia que tiene la posición de los individuos en la estructura social en los gustos que desarrollan en materia de consumo cultural. Para más detalle, véase su obra La distinción (1988). 53


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cada uno de estos espacios de lucha por la apropiación de determinados premios gana en inteligibilidad si se analizan mediante el concepto de “campo social”. Dada la incorporación que los agentes hacen de los capitales que están a su disposición, y a partir de la posición que tienen en el espacio social, dichos agentes adquieren un sentido del juego que les permite, sin premeditación, realizar acciones sensatas en los campos respectivos. En oposición a la teoría de la acción racional y al estructuralismo, Bourdieu construye un marco interpretativo que permite entender de qué manera es posible actuar razonablemente al margen del cálculo. El carácter práctico de la acción se explica a partir de la correspondencia entre la estructura del espacio social y las disposiciones de los individuos, esto es, en función de lo que el sociólogo francés entendió por habitus.

Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transponibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, en tanto que principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para conseguirlos […]. (2007, p. 88)

La estructura de un campo corresponde a las posiciones que desde un sentido práctico los agentes mantienen de forma recíproca en función del bien que persiguen dentro de determinadas coordenadas. En ellas se observa un conjunto de agentes que, ocupando posiciones de privilegio, tienden a conservarlas haciendo un uso específico de la estructura del capital que conforma su habitus. A fin de expresar de un modo inteligible esta dinámica, el sociólogo francés empleó como recurso la analogía entre la manera en que funcionan los campos sociales y el modo en que funcionan los juegos 54


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

(Bourdieu, 1995b). Tanto en uno como en otro caso existe un premio en disputa (enjeux) en función del que los agentes llevan a cabo tomas de posición (prácticas) articuladas desde un habitus. A su vez, alrededor del bien en disputa se observa un conjunto de creencias compartidas asociadas a la legitimidad de la competencia (doxa), así como a las posibilidades de triunfar en ella (ilusio). Admitiendo la diversidad de ocupaciones que existen en la sociedad moderna, Bourdieu logra identificar una estructura en común entre ellas. A pesar de la diferencia que existe entre el quehacer de quienes se desempeñan en un laboratorio, frente a un escritorio o en un templo, su conducta puede ser interpretada en el marco de un campo social. 5 Los mundos del arte no son la excepción. Las dinámicas referidas a la producción artística, a la luz de tales conceptos, como se indicó, es plasmada por Bourdieu en Las reglas del arte, donde se describen con precisión las disputas entre los escritores franceses durante el segundo tercio del siglo

XIX.

Por medio de las nociones de espacio

social, capital, campo y habitus (entre otras), Bourdieu suministró a la ciencia social una herramienta conceptual que ha rendido grandes frutos en el análisis de los mundos del arte. De ahí que la tentación de leer lo que ocurre en determinados ámbitos artísticos a la luz de la teoría de Bourdieu, lejos de obedecer a una inclinación arbitraria, responde a la capacidad acreditada de la misma para agrupar en un marco coherente acciones que a primera vista rechazan cualquier intento de sistematización. Sin pretender menospreciar su aporte a las ciencias sociales, cabe recordar que la conceptualización de Bourdieu responde a una teoría que, como cualquier otra, está sujeta 5

El reconocimiento efectivo de un campo, no obstante, antes que ser a priori, únicamente puede hacerse desde la investigación empírica. La teoría bourdiana simplemente presenta herramientas conceptuales para entender diversos órdenes conceptuales bajo un marco común (cf. Bourdieu, 1995b, p. 67). 55


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a ciertas limitaciones. En el ámbito de las ciencias sociales, por ejemplo, la obra de Marx permite referirse con precisión a la historia de las formas sociales en términos de su producción material, mas presta escasa ayuda a la hora de explicar procesos evolutivos de comunicación fundados en mecanismos lingüístico-simbólicos (cf. Habermas, 1983, p. 149). En estos términos, así como la teoría bourdiana es útil para la descripción de ciertos fenómenos, es de suponer que habrá otros con los que su rendimiento será menor. La identificación de lo que es borroso para la conceptualización de Bourdieu adquiere un rol fundamental en este trabajo. Si lo que ocurre en la forma de vida del circo tradicional se asemeja a los fenómenos que difícilmente pueden apresarse desde la conceptualización bourdiana, habrá buenas razones para comprenderla de un modo distinto a la imagen que dibuja la teoría de los campos sobre las prácticas sociales. Uno de las beneficios más notables de la noción de habitus es que permite entender gran parte de los “traspiés” que determinados agentes sufren en la persecución de ciertas recompensas. Para triunfar en el arte de la fotografía, por ejemplo, el hijo de una pareja de trabajadores técnicos ha de desarrollar un complejo proceso de aprendizaje ajeno a lo que pudo aprender en las circunstancias donde creció. Lo incorporado en el seno de su familia no representa para él un capital particularmente útil a fin de mejorar su posición en aquel campo. Su sistema de disposiciones, su habitus, antes que ser afín a las distinciones relevantes en el marco de la fotografía artística, choca con ellas de manera constante. Situaciones como esa, lejos de estar igualmente generalizadas en la historia, son más comunes en las sociedades modernas. En la sociedad tradicional, la disparidad entre las condiciones de socialización y las circunstancias en las que luego se desempeñan los individuos para hacerse de ciertos bienes tiene una magnitud limitada

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(cf. Le Goff, 1969, p. 381). En este sentido, el primogénito de un herrero solía heredar el oficio de su padre para ocuparse el resto de su vida en él. Lo aprendido por vía familiar constituía un bagaje más que suficiente para desempeñarse en la ocupación que cada cual tendría de adulto. La impronta de la familia sobre el destino del individuo en la sociedad tradicional es retratada con elocuencia por Le Goff : “[…] en el occidente medieval, el individuo pertenece, en primer término, a la familia. Familia en sentido amplio, patriarcal o tribal. Bajo la dirección de un cabeza de familia, ésta ahoga al individuo, imponiéndole una propiedad, una responsabilidad y una acción colectivas” (1969, p. 381). La ocupación de las personas en la sociedad tradicional se encuentra determinada por el quehacer de sus padres, y el aprendizaje del oficio a realizar de adulto, lejos de involucrar una instancia formal, separada del grupo familiar, ocurre de manera espontánea, en el entendido de que no es necesario pasar por una institución exclusivamente destinada a esa función como la escuela o la universidad, por ejemplo. En este contexto, la vida de los individuos y la de su descendencia transcurre casi sin excepción en medio de un continuo donde se entrelazan familia y ocupación. En la sociedad tradicional se nace, crece, madura y se deja de existir en medio de las mismas ocupaciones. En la sociedad tradicional difícilmente puede decirse que, en el contexto de su crianza, las personas incorporan disposiciones afines a la actividad en la que más tarde van a ganarse la vida, no porque sea imposible reconocer procesos de socialización, sino más bien porque entre uno y otro orden parece osado admitir grandes contrastes. Tampoco se trata de que los individuos estén en las actividades con las que se ganan la vida sin premeditación, intentando hacerse de determinados premios; más bien parece

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que están los unos en medio de los otros haciendo lo que, según la impronta familiar de cada cual, se hace. Aun admitiendo que muchos órdenes aparentemente ajenos a toda disputa entrañan tomas de posición estratégicas a partir de un sentido práctico, la teoría de los campos sociales se muestra un tanto estrecha para referirse al modo en que las personas se relacionan con lo que de forma habitual realizan en una sociedad tradicional. En esas circunstancias, la manera en que unos y otros se hallan inmersos en ciertas actividades, al punto de que nacen, crecen y mueren en medio de ellas, antes que al modo en que un conjunto de agentes se hallan subsumidos en la lógica de un juego, se asemeja más al modo en que, sin más, vive un grupo de personas. Si un fenómeno como el que describe Le Goff quisiera entenderse aduciendo que de lo que se trata es de conseguir ciertos premios, apelando a Clifford Geertz podría decirse que la descripción todavía podría ganar en densidad (cf. 2001, p. 37). Resulta un tanto estrecho interpretar lo que ocurre en las sociedades tradicionales como si se tratara de un juego del que en algún momento se estuvo fuera o del que eventualmente se llegará a salir. La teoría de los campos sociales no logra reducir de manera eficaz lo que ahí sucede. A mi parecer, si bien la aproximación de Bourdieu permite comprender muchas de las dinámicas que se observan en la sociedad tradicional, es insuficiente para comprender la inmersión total que las personas muestran en determinadas ocupaciones. Lo que esta breve discusión permite apreciar es que existen fenómenos que presentan dificultades al momento en que son descritos con arreglo a la teoría de los campos sociales. La teoría bourdiana se muestra particularmente eficaz para la descripción de espacios donde existen ciertas recompensas y cartas de triunfo que se

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utilizan en función de un sentido práctico, pero con los cuales se tiene una relación parcial. A pesar de la inmersión radical que en un momento dado ciertos agentes tienen en ellos, a los campos sociales de alguna manera se llegó, de ellos se sale o se va a salir. Con arreglo a estas consideraciones, la pertinencia de describir lo que ocurre en el circo tradicional a partir de las categorías que proporciona la teoría de los campos sociales se jugará en la posibilidad de afirmar que las personas que forman parte del circo tradicional desarrollan vínculos parciales con las actividades en las que habitualmente se hallan inmersos. Para eso será necesario examinar hasta qué punto es posible entender la vida de los artistas circenses al margen de su estar en el circo.

Pasado, presente y futuro en el circo

Pasado La mayoría de quienes se desempeñan al alero de un circo tradicional han nacido y crecido en una carpa. Los rasgos que hoy en día muestra el circo tradicional en Chile obedecen a la historia de por lo menos cinco generaciones de artistas circenses. Semejante devenir, por cierto, involucra también la incorporación de personas que no han nacido en un circo. Pero para la mayoría de quienes hoy trabajan en un circo tradicional, su quehacer en él debe comprenderse en función de una impronta familiar: fueron criados con la idea de que lo que había que hacer en la vida era dedicarse al circo. En él, los niños y niñas que crecen en una familia de artistas circenses no sólo quieren ser, cuando adultos, lo que son sus padres, sino que ya lo son desde temprana edad. A los siete u ocho años muchos niños salen por primera vez a la pista, pero no sólo acompañando un

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número artístico de algún pariente cercano sino que, muchas veces, con una rutina propia. Los juegos infantiles con hermanos, primos o amigos corresponden a las rutinas que en un futuro en extremo cercano serán presentadas en la pista. Dichas instancias, verdaderos ensayos que permiten contribuir con éxito a la empresa circense, se enmarcan en un contexto lúdico y, de cierta forma, ingenuo. Ser parte, a temprana edad, del grupo que de manera activa monta una función, es vivenciado como un hecho “natural” que no requiere de un proceso pedagógico desligado de la socialización que experimentan los niños en el seno de su familia.

Prácticamente, cualquier niño, lo primero que aprende a hablar es qué es lo que va a hacer cuando grande; el niño va a ser trapecista, si el niño va a ser domador, va a ser payaso, pero siempre […] jamás ningún niño te dice, ya voy a ser doctor como un niño normal, o va a ser veterinario, él va a ser trapecista, o le roba la chalupa al papá, la niña le roba los cosméticos, entonces prácticamente nosotros venimos con esa vocación. (Dueño, mayor de 30 años) 6

Tal como no existe duda alguna en torno a qué se quiere ser “cuando grande”, para quienes forman parte del circo tradicional es extraño que se presente aquel momento donde hay que preguntarse qué hacer el resto de la vida. Más que una opción, para los artistas circenses dedicarse al circo representa lo que se hace. Semejante proceso, lejos de presentarse como una obligación moral, parece ser la paulatina consolidación de lo que ya se es. 6

En Sentido y forma de vida: acerca de vivir en un circo tradicional (Lasnibat, 2013), a fin de alcanzar cierta representatividad sobre las distintas visiones reconocibles en el mundo del circo, se realizó un muestro por cuotas para la realización de entrevistas y focus group entre quienes forman parte del circo tradicional. Los criterios utilizados para dar con quienes actuaron como informantes de la investigación fueron dos: uno de carácter etario, cuyo límite se definió en 30 años, y otro referido al rol de los sujetos en el circo, a saber, si su condición era de artistas o de dueños de alguna “empresa circense”. Por eso, la identificación de las citas se realiza mediante las categorías de “edad” y “sexo”. 60


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Como “el payaso más pequeño del mundo” era presentado el número de un niño de cuatro años en uno de los circos que visité varias veces. A muchos de quienes no nacimos ni hemos crecido en un circo se nos dijo que había que dedicarse a algo “serio” y dejar alguna disciplina artística —en caso de haber manifestado interés en practicarla— simplemente como un pasatiempo: antes que eso están los estudios. Pues bien, en el circo los primeros juegos representan el aprendizaje de la actividad que posibilita ganarse la vida. Ahí, la herencia que se le deja a los hijos, las herramientas que sus padres les brindan para valerse en la vida, son el dominio de una o más disciplinas circenses.

Ponte tú, a las once de la mañana hasta la una, ellos ensayan, se hace ensayo, un poquito de elongación y después les pongo un video, “mira, ve este video, el del número así, así acá, y puedes sacar lo mejor de acá para hacer otro número”, me entiendes; “mira, el trapecista cómo hizo la escuadra en el trapecio”, entonces ahí van creando una mentalidad más abierta, de ver más números, que tengan la experiencia que tuvo uno. Entonces, como uno les enseña, van tirando para arriba. Ahora en el verano ensayo con mi hijo un número nuevo; vamos a estar dos meses ensayando duro, y yo creo que para este próximo año vamos a estar bien. (Artista, mayor de 30 años) Todo esto implica que los padres de los niños que nacen y crecen bajo una carpa de circo no hacen un mayor esfuerzo por desviar a sus hijos de lo que podría considerarse su trayectoria natural. Las actuales exigencias que desde el Estado se plantean para que los niños vayan a la escuela —y que bien retrata Elizabeth Carrión (2008)—, habitualmente no llegan a ser alternativas concretas frente a ser un artista de circo. Existe el anhelo de que el propio hijo llegue a ser uno de los mejores artistas, siendo los mismos padres quienes, mediante su ejemplo, encaminan a sus hijos hacia esa condición. Desde temprana edad se observan las cualidades del niño, si posee el carisma de un payaso o la agilidad de un trapecista. El orgullo que reconocí en el padre del “payaso más joven del

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mundo” me permitió ver que los niños son criados para que puedan desempeñarse en el circo. Todas estas imágenes, junto con reflejar la preparación que un grupo entrega a sus integrantes de menor edad para la ocupación que deberán desempeñar durante su vida adulta, indican que quienes forman parte del circo tradicional no han llegado a él de pronto ni paulatinamente, sino que han sido en el circo desde antes que tuvieran cualquier noción de sí mismos. Cuando un artista dice que nació en una carpa de circo, en vez de afirmar que vino a la existencia en tal o cual espacio, lo que expresa es que su vida entera está atada a ese mundo, es decir, que ha sido desde siempre ahí. No son los artistas circenses quienes se han puesto en el circo eligiéndolo como profesión, oficio o hobby: quienes forman parte del circo tradicional no llegan a ser artistas de circo porque, en realidad, lo han sido desde siempre.

Presente Además de permear la totalidad de su pasado, para los artistas circenses el circo rebosa por completo su presente, en el entendido de que todos los vínculos que contraen y las actividades que a diario realizan difícilmente pueden disociarse del circo. La temporada anual involucra un periodo de detención de unos pocos meses. Durante ese tiempo, la peregrinación de las caravanas circenses se detiene y los artistas se instalan en pequeñas propiedades que utilizan a modo de refugio. Lo llamativo es que, lejos de verse suspendida la inmersión que los artistas tienen en las actividades relativas al funcionamiento de sus empresas durante el resto del año, todo lo que realizan en este periodo tiene como horizonte su desempeño dentro del circo. Los dueños de las empresas circenses, por ejemplo, tratan de consolidar su planilla anual de artistas renovando a

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aquellos que podrían ser tentados por circos más grandes o negociando con artistas de circos que, según se cree, serían capaces de desarrollar para la temporada siguiente un número atractivo para la propia empresa. Al igual que los dueños de circo, los artistas utilizan el periodo entre temporadas para preparar las actividades del próximo año, que, en este caso, corresponde a los elementos de su puesta en escena. Conscientes de que podría sería mal visto llegar a una misma localidad con el mismo número realizado el año anterior, durante su asentamiento de tres meses los artistas circenses se dedican a la preparación de nuevas rutinas. El periodo entre temporadas es el tiempo para poner en práctica las ideas que cada cual tuvo a lo largo sobre la propia performance en la pista. Renovar la puesta en escena implica modificar el vestuario, los juguetes, la música, etcétera. Todo este complejo es redefinido en los meses en que la gira se detiene. El tiempo ganado con el término provisional de los viajes y las funciones transcurre en actividades dirigidas a propiciar un estreno esplendoroso a comienzos de la próxima temporada.

También llegan a trabajar a la temporada de septiembre, pero no se trabajan los días de invierno. Al menos nosotros paramos tres meses para renovar material, qué sé yo, para pintar, o sea, todo lo que se deterioró en el verano, reponerlo, porque si no haces eso ahí, que se quebró una teja, después va muriendo. Arreglar material para después hacer carpas, todo eso, porque ahora la gente mira mucho eso, mira la pinta del tipo, la carpa. (Artista, mayor de 30 años)

Lo que en principio parecen ser las vacaciones de los artistas circenses, cuando se observa con atención, se muestra como un lapso estructurado completamente en función de las actividades del próximo año. Las vacaciones, según solemos decir, son más provechosas mientras mayor sea la desconexión que se logre hacer con respecto a lo que

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se hace de manera habitual. La idea es olvidarse y desconectarse, al menos por un momento, de aquello en lo que se está ocupado la mayor parte del tiempo. Para quienes forman parte del mundo del circo tradicional las cosas no funcionan así. El periodo en que su movilidad constante se ve detenida es tanto o más provechoso cuanto más estrecha sea la conexión con lo que se hace el resto del año. La diferencia entre lo que se hace habitualmente y el periodo entre temporadas es tan sólo superficial. En uno y en otro momento los artistas circenses no dejan de estar absorbidos por el mundo del circo, viviendo inmersos en ocupaciones relativas a su funcionamiento. Tal y como la forma de vida de quienes son parte del circo tradicional no cesa de estar sumida en ocupaciones relativas al movimiento de sus empresas, tampoco deja de darse en medio de otros que también pertenecen al mundo del circo. Los artistas circenses viven exclusivamente entre personas pertenecientes a su mundo y cada uno de los vínculos relevantes que contraen a lo largo de su vida se materializa con miembros del propio “gremio”. 7 A partir del carácter familiar-generacional del circo tradicional se observa que los padres de los artistas pertenecen, a su vez, al circo. Los juegos de infancia se comparten con hermanos, primos o parientes más lejanos que también pertenecen al mundo del circo. Las primeras amistades se dan entre personas con un historial análogo, es decir, entre quienes provienen de una familia circense. De la misma manera, las salidas nocturnas de adolescencia se hacen con quienes pertenecen al circo. Y es que, en efecto, tales vínculos perduran durante toda la vida y en la práctica se viven con la misma 7

Participar de un circo tradicional, por cierto, no implica prescindir de todo contacto con personas ajenas al mundo del circo. Para los miembros del circo, tales personas dan origen a relaciones sumidas en la indiferencia, donde no hay vínculo alguno, fuera de una transacción. 64


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intensidad con que se relacionan quienes poseen un vínculo natural, sanguíneo. La institución del compadrazgo da cuenta de ello. Como sostiene Oxman, el compadrazgo permite consolidar a nivel familiar los estrechos y perdurables lazos de amistad entre los artistas circenses (cf. 2009, pp. 64-65). Al otorgar el rol de padrino de una hija al mejor amigo de la infancia, los vínculos entre ambas partes se refuerzan en tanto se establece, mediante la convención, una relación que carecía de sustento natural. “Ello no impide que ambos grupos y toda la comunidad circense sean considerados como una familia, generando un marco inclusivo de lazos que los unen más allá de los conflictos temporales” (Oxman, 2009, p. 65). Así como las amistades adquiridas a lo largo de la vida se encuentran ligadas al mundo del circo, lo mismo ocurre con los vínculos amorosos. Los incipientes coqueteos y los primeros noviazgos de los artistas circenses se dan entre artistas circenses. El hecho de que en el circo convivan distintas familias nucleares permite que exista un conjunto de individuos “disponibles” para formar pareja, aun cuando se consideren como ser parte de una misma familia. Si el circo es muy pequeño y consiste en una familia extendida reducida, tales vínculos se producen, esta vez, de manera subsidiaria a las instancias en que se reúne toda la “familia del circo”. Aquellas oportunidades se dan a lo largo del año en las reuniones que diaria o semanalmente se tienen con amigos de amigos, todos pertenecientes a la “red” de artistas circenses. Cada artista circense joven, hombre o mujer, tiene acceso a una amplia red de potenciales parejas dentro del circo, las que luego se concretan con la consolidación de los distintos tipos de uniones, es decir, noviazgos o matrimonios.

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Ah, bueno, bueno, eso ocurre siempre, es que siempre, llámese a la juventud, llámele así, siempre ya pololea con la chica del otro circo, de repente se casa, si es por parte del dueño, bueno, se casa, y tiene que traerse a la niña para circo de él. Por ejemplo, el caso mío, mi yerno era uno de los nietos de los del circo los Miqueles, de Cariopa; se casó con mi hija y anduvo un tiempo con su familia, y ahora tú lo ves aquí con su camioneta, su casa rodante, todo, para mí es bacán. (Dueño, mayor de 30 años)

Como plantea Oxman, entre los artistas circenses se encuentran todos los rasgos asociados a una configuración endogámica (cf. 2009, p. 77). La red compuesta por los artistas circenses es suficiente para quienes la componen si lo que se desea es encontrar amistad o pareja. Durante mi aproximación al mundo del circo tradicional, y cuando se hablaba de relaciones amorosas, en prácticamente todos las conversaciones pude escuchar aseveraciones como: “Mi novio trabaja en otro circo” o “Conocí a mi esposa porque ella trabajaba en el circo de mi tío”. Todos quienes en la actualidad forman parte el circo tradicional en Chile se conocen entre sí, o al menos saben quién es quién. En la práctica esto implica conocer en qué circo trabaja y de qué familia proviene cada persona. Por eso, en realidad, todas las condiciones para que los vínculos de alianza lleguen a satisfacerse dentro de la misma red de artistas circenses se dan de manera espontánea, otorgándose un sustrato material a la idea de que el circo tradicional constituye una gran familia. Por supuesto, pueden verse también, en la forma de vida circense, uniones amorosas entre artistas circenses y gente que proviene de “afuera”, pero estos casos siguen siendo excepcionales y su número es mantenido a raya sobre la base de acciones deliberadas que buscan no dañar cierto patrimonio familiar. Tal como indica Oxman, la unión entre una hija (o hijo) con alguien de condición no circense pone en riesgo la herencia familiar y la misma continuidad de la tradición de familia ligada al circo tradicional (cf. 2009, p. 70). De ahí que, de parte de 66


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los padres, exista una inclinación a posibilitar preferencialmente matrimonios entre su descendencia y otros miembros de la familia del circo. Con todo, las uniones externas pueden ocurrir y la persona foránea es incorporada de manera rápida a la estructura sociolaboral del circo, mediante un vínculo matrimonial que posibilita su incorporación a una familia o clan desde una relación de alianza y llevándose a cabo cierta “asimilación” a la condición de circense. La situación inversa prácticamente no ocurre, es decir, que el artista de circo comience a vivir como lo hacen quienes son ajenos al mundo del circo tradicional.

Es más fácil que se acostumbre una persona de afuera a nosotros, que nosotros nos acostumbremos afuera, es complicado, yo no me podría acostumbrar afuera. Yo tengo casa en Curicó y, si es que he estado dos días seguidos en mi casa, es mucho, porque esta es la vida de nosotros, este es el mundo en que nosotros vivimos, aquí los problemas los vivimos nosotros aquí, nos reímos nosotros. Es un mundo totalmente ajeno, yo pienso, afuera. (Dueño, mayor de 30 años)

De cualquier manera, lo cierto es que pocas veces se requiere la puesta en marcha de estas estrategias. Todos los contactos relevantes en la vida de los artistas de circo, y de modo natural, son absorbidos por personas que ostentan su misma condición. Cuando sostengo que tales vínculos se generan espontáneamente quiero decir que ellos tienen como base la forma de vida de quienes son parte del circo tradicional y no un plan deliberado de ciertos individuos. Los artistas de circo tradicional, como se ha indicado, nacen y crecen entre artistas circenses, viviendo unos con otros, haciendo todos las mismas cosas. Por otra parte, fuera del circo, según indican ellos mismos, los artistas circenses son vistos como extraños y a temprana edad son conscientes (especialmente cuando comienzan a asistir a la escuela) de la diferencia con la que se los trata. Semejante

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forma de vida, circunscrita a sus propios miembros y estigmatizada desde afuera, propicia que, más allá de las diferencias de rol y estatus, los artistas circenses se consideren parte del mismo mundo. Así, todos quienes forman parte del circo tradicional están inmersos en actividades relativas al circo y entre otros que, tal como ellos, han sido siempre ahí. Más que un espacio suficiente donde, como en un mercado, se encuentra todo lo necesario, el mundo del circo tradicional, para los artistas circenses, parece ser la única esfera donde están “como en casa”. Fuera del mundo compartido con otros miembros del circo, el artista circense se siente fuera de lugar, y de ahí su prácticamente nula relación con otros ámbitos de la sociedad. La escasa participación de los artistas circenses en agrupaciones políticas ha de leerse en estos términos. 8 “Nuestro trabajo es independiente, nosotros no nos casamos con ningún partido político, ni nos casamos con ningún color; nosotros somos del público, ese es el concepto que tengo yo del público” (Artista, mayor de 30 años). En efecto, para que entre un conjunto de individuos exista un proyecto político, es necesario comenzar desde una base común, de un conjunto de elementos que permitan que las mismas cosas sean significativas para los implicados (cf. Arendt, 2005, p. 73). Por eso, con respecto a un grupo de personas cuyo mundo compartido comienza y termina entre quienes han estado siempre en el circo, no hay participación posible en aquello que se denomina el espacio público. Los ámbitos significativos que constituyen la base de cualquier proyecto colectivo, y en este caso en particular, se reducen a los 8

Diversos estudios han llamado la atención sobre la nula importancia que los artistas circenses atribuyen a la política (Ducci, 2011; Oxman, 2009; CNCA, 2011). Cualquier requerimiento de parte de los artistas circenses hacia esta esfera puede reducirse a la frase “Déjennos trabajar tranquilos”. Fuera de eso, no hay nada que reclamar hacia lo público. 68


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lazos entre quienes siempre han estado en medio del circo, ocupados en actividades relativas a su funcionamiento.

Futuro La carpa llovida, los pies mojados y la falta de cobijas para combatir las bajas temperaturas son parte de los recuerdos de gran parte de quienes hoy en día conforman la familia del circo. Por eso, en la actualidad, muchos de ellos tienen un relación ambigua con respecto a su infancia, marcada tanto por el colorido que implica vivir de una actividad artística, como por las penurias que involucra haber crecido en un mundo donde la preocupación por mejorar las condiciones de vida no era prioritaria. Conociendo esas circunstancias no sería raro encontrar un conjunto importante de personas cuya meta, al llegar a la madurez, fuera la de abandonar la vida en el circo. La particularidad de las proyecciones de quienes forman parte del circo tradicional, junto con los elementos relativos a su cotidianidad, puede entenderse atendiendo al doble movimiento que hasta el día de hoy se observa entre los artistas circenses. Por un lado, existe una movilidad de los artistas “hacia afuera” de su unidad familiar, buscando circos que les ofrezcan mejores condiciones laborales; y, por otro, un movimiento “hacia adentro” que los lleva a reagruparse en torno a su familia, en empresas más pequeñas, pero consideradas propias. En el primer movimiento, los artistas buscan circos que les brinden mejores condiciones laborales y artísticas. Pero, de ser ese el caso, ¿cómo entender el movimiento inverso que, en desmedro de aquellos beneficios, clama por formar un circo junto a la propia familia? Podría decirse que tal anhelo no necesita ser explicado puesto que, así como cualquiera quiere ser dueño de la empresa en la que trabaja, el artista circense también desea ser

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propietario de su carpa. Lo cierto es que la analogía, si bien no es del todo injusta, se sostiene en la falta de comprensión de lo que implica pertenecer al mundo del circo tradicional. A pesar de la inestabilidad de ingresos que involucra dirigir un circo propio, éste representa, al mismo tiempo, el sueño más anhelado por el artista circense. En muchos casos, los beneficios monetarios de este camino son inferiores a las ganancias que podrían tenerse trabajando para otros en los denominados “circos grandes”, y es por esto que la decisión de tener un circo propio no puede ser entendida desde una lógica economicista. Por ejemplo, y debido a las circunstancias particulares relativas a su tenencia (menor monto de capital, plantilla con menos artistas), quedan vedadas para los circos pequeños las ciudades y espacios en los que podría llegarse a una mayor cantidad de público y, por ende, de recursos. El punto es que, mientras las ganancias que reporte un circo grande no sean excesivamente superiores a las de un circo propio, el artista circense tradicional preferirá esta segunda opción. Los alicientes asociados a esto han de entenderse atendiendo al hecho de que todo anhelo de los artistas circenses tiene como horizonte su vida y la de quienes, junto con ellos, viven al alero de un circo. La carpa, junto con ser el ámbito que permite echar a andar toda la “maquinaria circense”, y en tanto espacio apto para la realización de funciones, es el lugar alrededor del cual los artistas circenses hacen su vida. Al costado de la carpa se duerme, se cocina, se cría a los hijos, se celebran las fechas importantes, se cultivan amistades, etcétera. Por muy privados que puedan considerarse ciertos ambientes (tráileres o casas rodantes), éstos no pueden sustraerse a la dinámicas generadas a su alrededor, es decir, a todo lo que conlleva acompañar la marcha de un circo tradicional a lo largo del país. Cada una de las

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decisiones tomadas en torno al “negocio circense” repercutirá en todos los aspectos de la vida propia y de los parientes más cercanos. Partir de un lugar, dirigirse hacia otros sitios, cuándo descansar, cuándo volver, son variantes decididas por quienes “llevan” el negocio. Aun cuando en todas las circunstancias se esté siempre, en un circo tradicional, junto a la familia nuclear y en compañía de otros artistas, el hecho de ser dueño de una empresa circense reviste una importancia fundamental que refiere a la capacidad de manejar, bajo los “propios tiempos”, cada una de las actividades relativas a la propia vida y a la de la los parientes más cercanos. Junto con ser la vida en el circo el horizonte primero en el que se abre cualquier proyecto, el circo es también considerado como el único ámbito donde son posibles las realizaciones de quienes pertenecen a él. La preeminencia del anhelo por tener un circo propio se muestra con mayor premura en relación con las personas (hombres) de edad avanzada. Pareciera que los artistas circenses adultos no pudieran realizarse completamente mientras no sean dueños de un circo. Al margen de esa condición, su situación arrastra cierta deficiencia, y es como si algo les faltara. La consolidación de todo artista circense llega cuando, por muy pequeña que sea la empresa, se es dueño de un circo. De ahí que exista, entre los artistas más jóvenes, el anhelo de trabajar para poder ahorrar algo de dinero y así brindarles la oportunidad a sus padres, imposibilitados, hasta ese momento, de tener su propio circo.

Pero no por el tema de ganar plata. El día de mañana que yo tenga mi familia, salgo para otros países, porque definitivamente en otros países te tratan como artista, y cuando se pueda salir a otros países, juntar mi plata, y hacer mi circo, sería para mi papá. Porque a él le dolería mucho, porque es mayor y tira doble todavía y tiene, ya está cumpliendo 43 años. Mi papá es buen trapecista, tira doble, de todo, cachai. Pero sería más que nada para sacar un circo para él, para 71


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que él no, para que él siga en lo suyo y yo le pudiera dar la vejez que él quisiera, más que nada por eso. (Artista, menor de 30 años)

Para quien ha vivido siempre en medio del circo, todo poder ser “cabe” en ese espacio y nada hay fuera de él. 9 Si toda realización se abre como posibilidad en función de este horizonte, se comprende que la plenitud de todo artista se alcance adquiriendo el “último escalafón” dentro de dicho ámbito, esto es, ocupando la condición de dueño de un circo. Semejante posición no ha de entenderse desde el afán por hacerse de cierta ganancia en un determinado espacio, puesto que la cuestión tiene que ver con la adquisición de cierta propiedad sobre las decisiones más cotidianas. Antes que hacerse con la posición más aventajada dentro de un juego, la idea es materializar el proyecto último dentro de las únicas coordenadas significativas y fuera de las cuales nada hay ni podría haber. El objetivo es simple: estructurar cada vivencia futura en el circo (independientemente de que en cada circo se haga más o menos las mismas cosas) según los propios términos, a sabiendas de que cada decisión relativa a la empresa circense tendrá un amplio conjunto de implicancias cuya extensión es mayor a la del ámbito exclusivamente laboral, esto es, en la propia vida y en la de los parientes más cercanos. Según estas indicaciones, es entendible que cada esfuerzo por parte de los artistas circenses (trabajo en el extranjero, reunir excedentes laborando en un circo grande, etcétera) tenga sentido en relación con la consolidación del rol que, por así decir, corona 9

Quienes forman parte del circo tradicional no cuidan una huerta, ni trabajan en un taller textil, y en cuanto tal, deben procurarse sus alimentos y su vestuario yendo más allá del circo. Por mucho que semejantes contactos sean inevitables, para los miembros del circo estas personas dan origen a relaciones sumidas en la indiferencia, donde no hay vínculo alguno, fuera de una transacción. Cuando digo que fuera del circo los artistas circenses nada son y no tienen vínculo alguno, antes que entenderlo en sentido literal, dicha frase debe entenderse asumiendo que, frente a quienes no han estado desde siempre en el circo, los artistas no desarrollan vínculos significativos. 72


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toda una vida en el circo tradicional. De ahí que se observe un conjunto de circos nuevos, fruto de osadas empresas, cuya apuesta se materializa muchas veces en desmedro de una mayor estabilidad económica. Al margen de los circos grandes, consolidados durante décadas, es habitual ver circos pequeños que se cierran durante una temporada para volver a abrirse en años venideros. La gran cantidad de circos nacionales (entre 90 y 130, según las investigaciones de Oxman y Ducci) ha de leerse en estos términos. Debido a que, para quienes forman parte del mundo del circo tradicional, no sólo no hay pasado ni presente, sino que tampoco futuro afuera del circo, es necesario mantener cada movimiento de la empresa bajo el propio control. La inmersión de quienes son parte del mundo en las actividades que a diario realizan es total, y así como siempre han sido en él, de manera constante están en ocupaciones relativas a la empresa circense con personas que pertenecen a dicho mundo. De este modo, quien siempre ha sido y está a cada instante en medio del circo, es capaz de visualizar todo su poder ser exclusivamente desde él. 10

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Como puede apreciarse, la descripción de la forma de vida asociada al circo tradicional tiene como marco ordenador tres perspectivas, que pueden expresarse como el pasado, el presente y el futuro de los artistas circenses. La utilización de un esquema temporal toma por guía la imagen que Martín Heidegger dibuja en Ser y tiempo respecto a la manera en que el Dasein está en el mundo (1998). Para Heidegger, el Dasein (el “ser humano”) está en el mundo desde la “temporalidad”, lo cual implica que su existencia se presenta en tres horizontes principales, a saber, pasado (facticidad), presente (la caída) y futuro (existencialidad). De acuerdo con la representación que Heidegger hace de la manera en que el Dasein “está en el mundo” (y con independencia de sus presuposiciones ontológicas), puede extraerse una imagen y/o perspectiva desde la cual describir la forma de vida relativa a un grupo de personas; la manera en que, sin más, viven. 73


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Vivir en un circo tradicional Desde diferentes posiciones, quienes pertenecen al mundo del circo tradicional intentan hacerse de las recompensas y premios asociados al ámbito en que diariamente se desenvuelven. En Chile se observan artistas circenses consagrados y emergentes, empresarios con mucho capital y otros que con dificultad tienen para pagarle el sueldo acordado a los trabajadores de su plantilla. Bajo estas consideraciones, parece no haber impedimento para interpretar lo que ocurre en el circo tradicional de acuerdo con las teorías que en ciencias sociales suelen utilizarse para la descripción de los mundos del arte. En particular, desde la conceptualización bourdiana sobre los campos sociales quedan recogidas diversas dinámicas en las que se hallan inmersos los artistas circenses. En el marco del circo tradicional existen objetos de deseo que movilizan a los agentes (ser dueño de una gran carpa, llegar a ser un artista destacado con participación en circos internacionales), “cartas de triunfo” (capital monetario acumulado, red de parientes circenses, “talento natural”) capaces de mejorar la posición de quienes las poseen, creencias asociadas a la posibilidad de triunfar dentro de ese ámbito, etcétera. Ahora bien, mirando con atención la descripción del apartado anterior, me parece que apelar a la teoría de Bourdieu sobre los campos sociales es un proceder correcto pero insuficiente si lo que se quiere es entender lo que ocurre en el circo tradicional. De acuerdo con lo dicho en el apartado anterior, para los artistas circenses toda actividad es una posibilidad que se abre desde su ocupación en quehaceres que obedecen al funcionamiento de sus empresas y en medio del mundo compartido que construyen con quienes, tal como ellos, pertenecen a la gran familia del circo. A diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos de la sociedad moderna, quienes se desenvuelven en el circo

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tradicional no entran y salen de él en uno o en otro momento de su vida. Los artistas de circo tradicional nacen y mueren al alero de una carpa, rodeados de artistas circenses. Por ello, cualquier disociación entre su vida y la actividad en la que se desempeñan diariamente se vuelve un ejercicio quimérico. El lugar en el que ganan su sustento es el mismo en el que siempre han estado, en el que se mantienen ocupados y en el que se proyectan. Lejos de indicar que quienes antes estaban fuera luego están dentro, lo que sostengo es que, para los artistas circenses, muy poco ha habido (y hay) al margen de su participación en el circo. Para eso, y desde esta perspectiva, debería poder reconocerse cierto ingreso a las dinámicas en las que de adulto se tomará parte, la consumación de relaciones y actividades significativas con otros ajenos a ese espacio y la ideación de proyectos fuera de las coordenadas que dentro de ese quehacer definen el éxito. Pero este no es el caso para quienes se encuentran inmersos durante todo el año en las ocupaciones relativas al circo tradicional en Chile. Podría argumentarse que lo mismo ocurre con cualquier otra ocupación artística. Aunque de pronto un actor o un bailarín se desenvolviera diariamente en órdenes ajenos a su disciplina, no cabe disociar por completo su quehacer de lo que aprendió y desarrolló allí. Comparto esa apreciación. Desde el mismo Bourdieu se entiende que las estructuras incorporadas a lo largo de la trayectoria individual, lejos de ser abandonadas, acompañan al agente en cada una de sus prácticas. El habitus está en constante construcción; lo que se ha interiorizado va sedimentándose en el propio cuerpo y se manifiesta en cada acción, en cada actividad. La diferencia entre quienes forman parte del circo tradicional y quienes se desenvuelven en los rubros artísticos de la sociedad moderna no radica en que unos, a

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diferencia de los otros, se desenvuelvan en el mundo de manera práctica por medio de las estructuras que han interiorizado durante su trayectoria. En ambos casos es una estructura estructurada y estructurante lo que posibilita una relación práctica con el mundo. El asunto es que, para quienes se desenvuelven al alero de un circo tradicional, es insuficiente afirmar que la estructura de sus disposiciones se expresa en un campo social. La inmersión que los artistas circenses tienen en actividades relativas al mundo del circo es total, al punto de que no hay modo de entender su vida al margen de dicho quehacer. Desde ahí, la imagen que dibuja la teoría de los campos sociales se muestra demasiado estrecha como para asir lo que acontece en el circo. Por estas razones, me parece que lo que se observa en el circo tradicional difícilmente es extrapolable a los mundos del teatro o la literatura en Chile. La determinación de los componentes análogos a un juego y la constatación de una estructura de disposiciones afín a las coordenadas en las que se desenvuelven, son elementos que justifican el tratamiento de la literatura en Chile desde los campos a los que se refiere Bourdieu (cf. Brunner y Catalán, 1985, p. 71). El punto es que, a pesar de la inmersión que puedan presentar los individuos en esas actividades, es posible situarla de manera temporal en algún momento de sus vidas, en el sentido de que podría estar ausente en un tiempo anterior o actual (o por venir). Se nació acá, pero más tarde habrá que ganarse la vida allá; se vive aquí, pero se entablan vínculos significativos con personas que se ocupan allá; se está a diario en este lugar, pero también se idea un conjunto de proyectos al margen de él. Aun con la imbricación que presentan con tales coordenadas y con el desarrollo de un sentido práctico afín a esas lógicas, es posible suponer que los agentes del campo de la literatura o la danza han estado fuera, han salido

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o (probablemente) saldrán de ellas. 11 Frente a tales casos me parece pertinente echar mano a la imagen que Bourdieu construye para entender los espacios articulados a partir de recompensas y estrategias espontáneas: la metáfora relativa al juego, donde un conjunto de personas se hace de ciertos premios, resulta apta para entender el quehacer de esas personas en tales ámbitos. Quizá se aprecie con mayor claridad la distancia que hay entre los artistas del circo tradicional y quienes se desenvuelven en otros rubros artísticos a la luz del circo contemporáneo. De acuerdo con Campo del arte circense chileno (CNCA, 2011), los artistas de circo contemporáneo comenzaron a practicar arte circense a una edad avanzada, a partir de la década de 1990, mediante redes de pares y no a través de vínculos familiares. Ellos han arribado a él en algún momento de su vida y muchos pueden determinar con exactitud sus primeros acercamientos al arte circense. Varios se dedican a otras ocupaciones además de su quehacer en el mundo del circo. La mayoría tiene estudios profesionales en especialidades ajenas al circo, de índole burocrática o científica, y a veces en disciplinas artísticas afines a las artes circenses (cf. CNCA, 2011, pp. 45-46). De esta forma se entiende que el conjunto de personas con el que entablan relaciones significativas excede con mucho la red de pares dentro del circo contemporáneo. Puesto que suelen desempeñarse en otras ocupaciones al margen del ámbito circense, puede decirse que se dedican al circo de manera flexible, en tanto realizan actividades complementarias, en especial si su quehacer en este ámbito no les brinda los resultados

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Al margen de que en la vida de algunos artistas sea difícil reconocer algún saldo entre su participación en algún campo artístico y su propia vida, semejante situación no se encuentra prácticamente generalizada entre todos los participantes, como ocurre en el circo tradicional. 77


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(monetarios) esperados. Así, existe para ellos una alternativa al circo contemporáneo, y no es raro que se proyecten en iniciativas completamente ajenas a él.

De hecho, en promedio, los artistas encuestados trabajan 25 horas semanales en sus labores circenses, lo que equivale a un poco más de media jornada laboral completa. Ante la pregunta de si viven del circo, señalan que no, sin embargo, en el detalle de su accionar se observa que reciben recursos por su trabajo. Es decir, no se trata de un ingreso mayor y único, por lo que la noción “no es un trabajo para vivir” surge más porque los recursos obtenidos no son los suficientes para pasar a un discurso del tipo “es un trabajo que alcanza para vivir”. (CNCA, 2011, p. 46)

No obstante lo anterior, la relación que tienen los miembros de circo contemporáneo con lo circense está lejos —como sostienen algunos artistas de circo tradicional— de ser meramente performática. A tal punto llega la radicalidad de esa inmersión, que sería difícil cuestionar la existencia de un habitus circense (contemporáneo). Para el caso de quienes forman parte de él, este habitus circense podría considerarse responsable de ciertos efectos al interior de lo que pudiera considerarse el campo del arte circense contemporáneo. Siguiendo a Bourdieu, poco costaría identificar sus elementos: el enjeux, las posiciones que entran en su disputa, las cartas maestras que sirven para su consecución, etcétera. El asunto es que la inmersión de los artistas de circo contemporáneo en lo circense, según lo visto en el Estudio diagnóstico del campo circense chileno, no rebasa la totalidad de su existir, ya que al margen de su ocupación en asuntos de carácter circense, se reconoce un “remanente” referido a su desenvolvimiento en ámbitos que escapan a lo que ocurre en un circo. Por eso, no habría mayor inconveniente para interpretar el quehacer de los artistas de circo contemporáneo como si

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se desenvolviesen en un campo relativo a la sociedad moderna, pues sus movimientos están lejos de constituir (todo) su estar en el mundo. A diferencia de lo que sucede con ámbitos como el circo contemporáneo, la música o la danza, la imagen bourdiana acerca del actuar de los agentes en campos relativos a la sociedad moderna escasamente permite entender la “inmersión radical” que tienen los miembros del circo tradicional en lo circense. La teoría de los campos sociales facilita ordenar en un cuadro coherente el accionar práctico de los artistas en lo que respecta a la conducción de sus asuntos, pero a partir de ella se escapa lo que, a mi modo de ver, distingue a los artistas del circo tradicional de quienes pasan la mayor parte del tiempo en una sala de teatro, escribiendo novelas o esculpiendo: el hecho de que todo lo que hacen se imbrica con el lugar en el que se desenvuelven, al punto de que, al margen del circo, nada son. Como bien indican Oxman y Ducci, la estructuración de las empresas alrededor del parentesco y el carácter trashumante de la ocupación del espacio son características particulares de la forma de vida de quienes se desenvuelven en el circo tradicional. Por sí mismas, éstas no son más que anécdotas pintorescas de lo que ocurre en la carpa y en torno a ella, pero si se las analiza con detenimiento, se hace posible observar que su carácter exótico encubre una forma de vida que ha de ser distinguida del modo como los artistas pertenecientes a otros rubros artísticos se relacionan con su quehacer. Según estas consideraciones, la misma expresión “artistas circenses” resulta imprecisa para referirse a quienes son parte del circo tradicional. Si bien recoge una dimensión innegable y fundamental del quehacer en el circo, también opaca el hecho de que “lo circense”, lejos de reflejar una dimensión parcial de la vida de quienes viven en el

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circo, la rebasa por completo. Al hablar de lo artístico en cuanto tal, la vida circense tradicional se comprende de manera parcelada y no se la considera en su totalidad. Es por eso que el rótulo de “artista”, aunque utilizado por quienes forman parte del circo tradicional para referirse a su propia condición, difícilmente ayuda a expresar lo que se ha querido evidenciar aquí, esto es, que lejos de ser el arte que practican quienes están en el circo, “lo circense” es el ámbito en el que todas sus ocupaciones tienen sentido. Así, quien sostenga que en el circo tradicional se realiza un determinado tipo de arte, estará en lo cierto, mas no habrá dicho todo. Sería mezquino considerar acabada la interpretación de lo que ocurre en el circo tradicional una vez sugerido que todo se trata de practicar ciertas modalidades artísticas a partir de un sentido práctico condicionado por la posición en el espacio social y moldeado por la trayectoria de cada cual en el campo en cuestión. La descripción de lo que ocurre en el circo tradicional aún puede ganar densidad: para quienes son parte de él, la manera en que se ganan el sustento diario constituye, más que la ocupación a la que se dedican, y para expresarlo en las palabras de Martin Heidegger: el lugar desde el que están en el mundo. Puesto que difícilmente se encuentran “privados de lo circense”, y como están inmersos en él, me parece más adecuado entender la forma en que se desenvuelven como el modo en que viven quienes pertenecen a la familia del circo tradicional en Chile. Una vez que se ha arribado a este punto, la interpretación alcanzó su límite, y al seguir desplegándola, tan sólo se asistiría a un movimiento circular. A lo sumo, podría decirse que quienes forman parte del circo tradicional están, sencillamente, viviendo en él, y es desde ahí, es decir, inmersos en ocupaciones relativas a lo circense, como están en el mundo.

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La teoría de los campos sociales, aun con todo su rendimiento, es lo suficientemente restrictiva como para apresar la vida de un conjunto de personas, esto es, aquello respecto a lo cual no existe un “afuera”. De acuerdo con lo que aquí se ha dicho, quienes son parte del circo tradicional están viviendo en él sin más y, al margen de ese espacio, conformado por elementos y personas que cualquiera estaría justificado de llamar circense, es muy poco lo que puede decirse acerca de ellas.

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Milenko Lasnibat. Chileno. Licenciado en Antropología Social por la Universidad de Chile, Licenciado en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y Magíster en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Se encuentra adscrito a la Universidad Católica de Chile. Sus áreas de investigación están enfocadas a temas de sociología del arte, filosofía de las ciencias sociales, filosofía del lenguaje y teoría antropológica. Entre sus publicaciones se encuentran: Lasnibat, M. (2013). El mundo del circo en Chile. Consolidación del circo tradicional y emergencia del circo contemporáneo. Revista CNCA; Ballester, B., Lasnibat, M. y San Francisco, A. (2013). Flor de Chile: vida y salitre en el Cantón de Tal-Tal (reed.). Santiago de Chile: Fondart; y Lasnibat, M. Marín, N. y Moya, C. (2012). Education and social democracy. Némesis, 12, 57-74.

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Las contiendas por la ciudad: criminalización, muertes y organización política en torno a la diversidad sexual en Tijuana Contentions by the city: criminalization, deaths and political organization around sexual diversity in Tijuana Areli Veloz Contreras Universidad Nacional de San Martín/ Universidad Autónoma de Baja California areli.veloz@uabc.edu.mx Resumen: Este texto expone cómo el género y la sexualidad forman parte de las delimitaciones internas de Tijuana. Con el análisis de los discursos de la prensa, en contraste con entrevistas a informantes clave, se observa que existen disputas por las fronteras internas de la ciudad. El estudio se sitúa entre las décadas de 1970 y 1990, y destaca cómo el control y la regulación de las sexualidades dan cuenta de las acciones políticas de sujetos que actúan, se reinventan e intervienen en la producción de la ciudad. Se expone, primero, una discusión conceptual sobre las delimitaciones de las fronteras en relación con las sexualidades; posteriormente, se hace referencia al conservadurismo político y social en Tijuana, para luego mencionar la represión y las muertes en contra de los mujercitos. Se concluye que las disputas y la organización política en torno a la diversidad sexual conforman fronteras internas en Tijuana. Palabras clave: diversidad sexual, frontera, crímenes sexuales, Tijuana. Abstract: This article examines how gender and sexuality are part of the internal boundaries of Tijuana. With the analysis of the discourses of the newspaper, in contrast to interviews with its key informants, it is noted that there are disputes for the internal boundaries of the city. Located between the decades of the seventies and nineties, the study emphasizes how the control and regulation of sexualities account for the political actions of subjects acting, they reinvent themselves and are involved in the production of the city. It is exposed, first, a conceptual discussion on the delimitation of the borders regarding sexualities subsequently referred to the political and social conservatism in Tijuana, then mention the repression and killings against the mujercitos it is mentioned. As a conclusion, the disputes and political organization around sexual diversity make the internal borders in Tijuana. Keywords: sexual diversity, border, sex crimes, Tijuana. Fecha de recepción: 27 de abril 2016 Fecha de aceptación: 21 de julio 2016 Fecha de recepción de versión final: 23 de agosto de 2016

e-ISSN 2448-539X 85


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Introducción En Tijuana, entre la década de 1970 y principios de 1990, se crearon campañas de moralización que tenían el objetivo de limpiar la imagen de la ciudad. Entre los casos que sobresalieron y justificaron las campañas estuvo el de los nombrados “mujercitos” y “homosexuales” que —se decía en la prensa local— daban un aspecto deprimente a la ciudad. Además, se asociaron con la delincuencia, la ociosidad, las enfermedades de transmisión sexual, los vicios y los crímenes pasionales. Los fenómenos de la sexualidad humana y sus aspectos socioculturales y políticos son producidos por contextos espacio-temporales (Barrancos, Guy y Valobra, 2014, p.10). No obstante, en la historia actual, desde mediados del siglo XX, el tema de la sexualidad cobró trascendencia por los movimientos feministas y los de la diversidad sexual. Así, se comenzó a cuestionar la heterosexualidad como la única identidad sexual reconocida, alrededor de la cual surgen desviaciones sexuales (Lamas, 1986, p. 29). En los últimos años, las investigaciones sobre la violencia contra la diversidad sexual han enfatizando en las vicisitudes políticas, sociales y culturales para reconocer los derechos y la ciudadanía plena de la población

LGBTI,

poniendo énfasis

en el matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción y la ciudadanía (Barrientos, 2016; Bustillos, 2011; Hiller, 2010). Asimismo, se ha documentado la continua criminalización por homofobia, los crímenes de odio y la violencia contra los cuerpos femeninos o feminizados, y cómo atraviesan y conforman a las instituciones del Estado moderno (Boivin, 2015; Parrini y Brito, 2012), al tiempo que se mencionó que existía una articulación entre el Estado y la ciudadanía para definir el espacio público en torno al género, a la sexualidad, el deseo y al cuerpo en un determinado momento político (Sabsay, 2011). También, los estudios de corte

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histórico se enfocaron en analizar los significados que el Estado moderno le atribuyó a las conductas sexuales y cómo se convirtieron en parte central del poder y de la política (Ramacciotti y Valobra, 2014; Rodríguez, 2010). Por otro lado, merece una mención especial la investigación de Susana Vargas (2014) sobre los mujercitos, ya que hace referencia a la pigmentocracia, aludiendo a que el performance del género no sólo alude a la feminización de los cuerpos, sino también a una relación de la clase privilegiada con el color de piel, como en el caso de los mujercitos en la ciudad de México. Por su parte, algunos de los estudios recientes sobre la diversidad sexual en las fronteras nacionales enfatizaron en aspectos como: la homofobia como una tecnología de poder que produce categorías identitarias asimétricas (Cruz, 2011), la participación que la sociedad tiene en los crímenes de odio (Rodríguez, 2010), y la construcción del sujeto homosexual en la frontera (Balbuena, 2014). En el caso de los estudios migratorios, se ha resaltado que la violencia que ejercen el Estado y el mercado hacen a la población

LGBTI

más propensa a la

vulneración y vulnerabilidad en las delimitaciones geopolíticas (Lewis, 2012; Luibhéid, 2008). En este sentido, para algunos estudiosos sobre la diversidad sexual en la frontera, la violencia se ha convertido en parte central de la homofobia social, produciendo y justificando asimetrías sociales basadas en el género, la sexualidad, la clase, la raza y lo nacional. No obstante, son pocos los trabajos que han relacionado la diversidad sexual con las presuntas amenazas a la integridad social en las fronteras nacionales. Por lo tanto, en este artículo se analiza cómo, en la ciudad fronteriza de Tijuana, se crearon campañas de moralización que ponían énfasis en la sexualidad, en un contexto donde, por un lado, se dio un incremento migratorio y crecimiento urbano, y, por otro, surgieron cambios en el plano social y cultural a través de

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discursos y demandas en torno al género y a la diversidad sexual. Lo que se argumenta es que los discursos moralizadores sobre la diversidad sexual fueron parte de las contiendas por las fronteras internas de la ciudad, donde el género y la sexualidad fueron referentes primarios de diferenciación. La metodología empleada en la investigación que dio paso a este artículo es de corte cualitativo, la cual se basa en el análisis discursivo de las notas de dos periódicos de relevancia en Tijuana, El Heraldo y El Mexicano, desde la década de 1970 hasta principios de la de 1990. El primero de dichos periódicos empezó a circular en Tijuana aproximadamente desde la década de 1940, y el segundo cobró importancia a partir de la década de 1990, cuando El Heraldo dejó de publicarse. Asimismo, se realizaron siete entrevistas en el 2012, además de múltiples conversaciones que tuvieron lugar en distintos momentos en que se llevó a cabo el trabajo de campo, entre los años 2010 y 2012. Uno de los principales propósitos de articular los discursos que aparecieron en los diarios locales con las experiencias de las personas que vivieron algunos de los acontecimientos que se detallan en este artículo fue, por un lado, considerar a la prensa escrita como un referente fundamental para el análisis de las representaciones hegemónicas a través de los discursos sobre las sexualidades heteronormativas en contextos específicos. Por otro lado, las experiencias reflejaban los actos de coerción, las relaciones de poder, pero también las acciones concretas de diversos individuos que reaccionaban frente al control, la hostilidad y los abusos de poder. En este sentido, el archivo hemerográfico se utilizó como un artefacto de construcción de representaciones, de producciones de hechos, de taxonomías en el hacer y de las diversas maneras en que se ha presentado el poder y la política (Stoler, 2010, pp. 468-469). Por lo tanto, los criterios de selección de las notas de periódicos

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giraron en torno a aquellos acontecimientos que reflejaban las disputas por los significados dominantes de las sexualidades, el género, el deseo y el cuerpo que, como menciona Sabsay, se explicitaban por el momento político, en este caso, el contexto de los movimientos sociales (feministas y de la diversidad sexual). Se tiene presente que retomar a la prensa escrita como única fuente de recuperación de la historia de la moralización de la sexualidad puede ser una limitante, pero la falta de testimonios de las personas que no eran heterosexuales, entre las décadas de 1970 y 1980, y de las que sólo se mencionaron sus arrestos y sus muertes en la sección policiaca de los periódicos locales, convierten a la prensa en un medio para recuperar fragmentos de estas historias. Al mismo tiempo, las experiencias concretas dan cuenta de sujetos que se reinventan, actúan e intervienen en la producción de las sexualidades y feminidades diversas. Para analizar cómo los discursos moralizadores sobre la diversidad sexual y el género fueron parte de las contiendas por las fronteras internas de la ciudad, comienzo articulando la propuesta sobre contaminación y peligro que planteó Douglas (1973), con el concepto de violación que propuso Rita Segato (2013). Enseguida, expongo los antecedentes de las campañas de moralización en Tijuana y cómo fueron marcando las fronteras internas a través de lo que denomino un nativismo esencialista. Posteriormente, analizo cómo se ejerció la criminalización y la violencia contra la población gay, y después hago referencia al tratamiento que la prensa le dio a sus asesinatos. Luego, expongo la organización política que surgió por parte de grupos gays y “trans” que estaban en contra del hostigamiento policiaco y los homicidios. En la parte final reflexiono cómo el cuerpo, los deseos, el género y la sexualidad redefinieron las fronteras internas de la ciudad y de sus habitantes.

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Discusión teórico-conceptual para el análisis de las delimitaciones de la ciudad a través del género y la sexualidad Distintas investigaciones de corte feminista han señalado que el Estado nación se construyó bajo un sistema de género y una moralidad de la sexualidad, por lo que no pueden entenderse unos sin los otros (Muñiz, 2002; Yuval-Davis, 2004). Por otro lado, desde una mirada poscolonial, se ha argumentado que la relación entre sexualidad y raza son intrínsecas a la construcción de los Estados nacionales, ya que éstos redefinieron taxonomías en torno al género, la sexualidad y la raza, que marcaron jerarquías y formas de poder institucionalizadas (Fassin, 2008; Segato, 2011; Stoler, 2010). Sin embargo, desde inicios del siglo

XXI,

y tras las problemáticas de los

procesos migratorios en el plano global, aparecieron investigaciones que plantearon que las formas de regulación y control sobre el género y la sexualidad traspasaban las fronteras nacionales, redefiniéndose en la movilidad territorial (Luibhéid, 2008; Pratt y Yeho, 2003; Silvey, 2006). De igual forma, las investigaciones sobre el control de la sexualidad, enfocadas en la diversidad sexual y los grupos

LGBTI,

han planteado la

necesidad de estudiar el género y la sexualidad como parte del reforzamiento de las fronteras geopolíticas (Cavalcanti y Parella, 2013; Gil-Hernández, 2013; Mai y King, 2009). Por lo tanto, en este apartado nos preguntamos: ¿Cómo operan las taxonomías de diferenciación, sustentadas por el Estado, para demarcar las delimitaciones internas de una ciudad fronteriza? ¿Cómo interactúan y operan la sexualidad con la significación del “otro” en la ciudad en el momento en que se demarcan las delimitaciones internas de Tijuana? La relación entre sexualidad y frontera puede ofrecer aristas para interpretar, por un lado, las diferenciaciones que se marcan dentro de un grupo cuando existe la

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amenaza a su integridad y cohesión social, delineando así la dicotomía entre un nosotros y los otros. Y por otro lado, a través de la diferenciación de las conductas y prácticas de los considerados otros, se pueden observar las formas de control y de regulación que legitiman y naturalizan la desigualdad social a través de taxonomías que subyacen en el género, la sexualidad y la procedencia migratoria, como en el caso de los nombrados “mujercitos” y “homosexuales” en Tijuana. Como planteó Mary Douglas, el orden ideal que configura a una estructura social necesita del desorden para instaurar una lógica de poder y peligro. Por lo tanto, existen personas y grupos que son catalogados como “peligrosos” dentro y fuera de un grupo social: un grupo social que no es neutral ni homogéneo, sino que está inmerso en las amenazas externas, es decir, “lo que no está con él, lo que no forma parte de él, ni se somete a sus leyes, esta potencialmente en contra suya” (Douglas, 1973, p. 17). Por lo tanto, como planteó Douglas, lo social se convierte en una imagen poderosa, ya que potencia al control e incita a la acción, al igual que presenta fronteras externas y estructuras internas donde se forjan delimitaciones. Así, la anormalidad y el peligro que le es adjudicado a una persona o grupo social, con un aparente orden, radican en reconocer socialmente tal estado, tomándolos como peligrosos y con precaución (Douglas, 1973, p. 173). Asimismo, en este artículo se parte de que los lugares de frontera también tienen sus propias delimitaciones internas. En el caso de una frontera geopolítica, sus bordes no sólo empiezan en la línea divisoria entre un país y otro, sino en las delimitaciones categóricas que demarcan el valor social dentro de un determinado grupo, a partir de la simbolización de la amenaza y el peligro que representa para un aparente orden y cohesión social donde, como argumento en este artículo, el género y la sexualidad aparecen como referentes primarios de diferenciación y delimitación.

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Se considera que las formas de control en una ciudad y las contiendas de pertenencia juegan un papel central en el momento en que se configuran las delimitaciones dentro y fuera de un grupo social. Por medio de la concepción del peligro y la contaminación de ciertos cuerpos —como los femeninos y feminizados— se legitima el poder de unos sobre otros a través de un marco de leyes jurídicas y sociales, las cuales castigan o aniquilan al que infringe la norma o provocan el peligro para un grupo social particular. Por lo tanto, la revisión teórica y conceptual con la que se discute este artículo, lleva a plantear que el control de los espacios de la ciudad reflejan nativismos y relaciones de desigualdad dentro de una aparente unidad social y, al mismo tiempo, demarcan las diferencias con los grupos considerados “externos” y anómalos. Bajo esta consideración, en la división entre nativos y fuereños se suele otorgar características de inferioridad, del primer grupo al segundo, las cuales refieren a percepciones y significaciones sobre el peligro y la contaminación que éstos puedan llevar al grupo considerado “normal” (Elias, 2003, p. 220). En este sentido, la significación de lo externo con lo anómalo y el peligro de la cohesión social adquieren un carácter complejo al entenderlo desde el género y sexualidad, ya que se convierten en un referente social de delimitación de poder y, por ende, de lo social en los lugares de frontera. Al mismo tiempo, como menciona Vargas (2014, p. 553), la construcción de la feminidad, por parte de distintos sujetos, no sólo se construye desde el género, sino desde su articulación con referentes como el color de piel, que demarca un tipo de feminidad que, comúnmente, es ponderada de manera positiva en el plano de lo social. El control en y de la ciudad a través de los significados que adquieren las prácticas sexuales de los “otros” y la producción de las feminidades se interpretan en este texto desde dos vertientes. Por un lado —y siguiendo con la línea de los estudios

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sobre la regulación de la sexualidad—, se resalta el papel del Estado como productor y reproductor de formas de control y relaciones de poder. Por otro lado, el papel del Estado se articula con otras formas de poder instituidas en lo social que operan implícitamente junto al Estado, como es la violencia ejercida a los cuerpos femeninos y feminizados por medio de la violación y el aniquilamiento. La violencia sexual, retomando a Rita Segato, se convierte en una forma de comunicación para el control, en este caso, de una ciudad. Comunicación que comúnmente se encuentra en pequeños grupos y se pronuncia cuando se ve amenazado por otro cuerpos y prácticas externas que son consideradas una amenaza para su cohesión y poderío local (Segato, 2013, p. 34). La agresión sexual —como los asesinatos y la criminalización de los mujercitos y los homosexuales— es una forma de dominación de un grupo sobre otros y de marcar las delimitaciones internas de una ciudad fronteriza. Para Rita Segato, los crímenes sexuales se convierten en un código de comunicación que es compartido entre el agresor y la víctima, y la violación y la muerte del agredido es una forma de implantar el terror por medio de la expropiación de su espacio-cuerpo. Por lo tanto, retomando a Segato, la muerte por agresión sexual no está dirigida a la víctima, ni a quienes infringen la norma y la aparente cohesión social de un determinado grupo, sino a sus pares (Segato, 2013, p. 31), lo que convierte a la violación y al aniquilamiento del cuerpo sexualizado en una manera de implantar, en la frontera, un nativismo esencialista de orden patriarcal. Así, el género y la sexualidad están interrelacionados en el momento que se producen y reproducen relaciones de poder en torno a representaciones de lo masculino y femenino y de lo heterosexual y homosexual, ya que —siguiendo a Yuval-Davis (2004) y Stolcke y Dueñas (1993) — dan cuenta, entre otras cosas, de la

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descendencia de un grupo en un lugar específico, su pasado compartido y las construcciones categóricas dentro de un grupo determinado. Así, la moralización de las prácticas en torno a lo sexual de los grupos que amenazan los valores y que se perciben como los culpables de los problemas económicos y sociales de un grupo que se asume como el nativo, conforma y define las delimitaciones internas, en este caso, de una ciudad fronteriza.

El conservadurismo en Tijuana y las fronteras internas de la ciudad Las campañas de moralización en Tijuana comenzaron en la década de 1930 y su objetivo fue contrarrestar la mala imagen que había adquirido la ciudad por la proliferación de bares, garitos y venta de bebidas alcohólicas a causa de su prohibición en Estados Unidos (de 1919 a 1933). Asimismo, las campañas fueron influenciadas por los discursos nacionalistas, en México, y los de tendencia conservadora, en Estados Unidos, para frenar el consumo de alcohol, los juegos de azar y la “degeneración sexual”, para crear familias y trabajadores sanos y productivos. Sin embargo, en las décadas de 1970 y 1980 las campañas de moralización tomaron otro matiz por las transformaciones de los valores que el nacionalismo había impulsado —la familia nuclear, el trabajo y la higiene social—, en un contexto de cambios del Estado, las economías nacionales y las fronteras geopolíticas. Estos cambios se explicitaron en Tijuana, por un lado, a través de las migraciones a la ciudad, la economía centrada en lo industrial, las problemáticas en torno al crecimiento poblacional y urbano, y por otro lado, por las demandas políticas y sociales de aquellos individuos y grupos que no fueron incluidos en los proyectos nacionalistas, como las mujeres o los grupos de la diversidad sexual, todo ello, en un

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momento político de ascenso de los partidos de corte conservador en el estado de Baja California. En Baja California, desde 1947, se empezó a dar una presencia significativa del partido de derecha, el Partido Acción Nacional (PAN), y en la década de 1950 surgió un grupo político de corte sinarquista que preparó a los primeros panistas. De igual forma, se hicieron vínculos estrechos con las iglesias católicas en la entidad, ya que compartían las posturas de las propuestas del partido, entre las que destacaba reforzar la integridad social de la sociedad por medio de los valores familiares. Sin embargo, fue en las décadas de 1980 y 1990 cuando el

PAN

cobró fuerza al ganar, en

1989, por primera vez, las elecciones estatales a nivel nacional (Hernández, 2001, pp. 38-39). Una de las estrategias utilizadas por el PAN para su triunfo fue la colaboración de la Iglesia católica en la propaganda política. Como menciona Hernández, por medio de la Iglesia se invitó a la población a participar en “la nueva cultura” de la ciudad (Hernández, 1999, p. 39). Estrategia que reforzó la alianza entre el gobierno, la Iglesia y las familias conservadoras, contribuyendo al fortalecimiento de las posturas que tenían el objetivo de apelar por la buena imagen de Tijuana a través de discursos compartidos, en un momento de renovados marcos interpretativos de la democracia en el plano internacional, de cambios partidistas a nivel nacional y, concretamente, de transformaciones en la dinámica de Tijuana. Entre los cambios significativos que tuvo Tijuana entre las décadas de 1970 y 1990 fue su crecimiento poblacional y urbano, donde se pasó de 870 000 a 1 660 000 habitantes (INEGI, 2010), lo que generó malestar entre la población previamente establecida o aquella que se asumía como protectora de la buena imagen de la ciudad. Este malestar se evidenció en la exacerbación de un nativismo esencialista en y por la

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ciudad, que asoció la migración con la mala imagen de Tijuana y, por ende, se interpretó como una barrera para la estabilidad económica de una ciudad en crisis 1 y para los proyectos sociales y económicos perfilados a su progreso. Además, este nativismo compaginaba y era exaltado por los postulados políticos de los grupos políticos conservadores en la ciudad. Como lo hizo notar Rubén Vizcaíno, uno de los portavoces del conservadurismo en Tijuana, cuando se refirió a la crisis económica de la ciudad:

Incapaces de ocultar a las lacras criminales que inciden en nuestro pueblo y en nuestra vida pública […] siendo necesario cambiar las normas legales, hacer modificaciones en las políticas y erradicar las prácticas corrompidas de la economía […] limpiar las zonas escolares de centros de degradación. Perseguir a los vicios y someterlos a castigos y expulsarlos de nuestras poblaciones […] reeducar económicamente a nuestra población. Sentar las bases de la industrialización de Tijuana tomando en cuenta las avanzadas técnicas económicas. Modelar otra vez nuestro modo de ser, ajustarnos a las condiciones de vida normales de un pueblo pobre, que sepa sobrevivir y progresar de manera paulatina, pero limpia y constructivamente. (Vizcaíno, 1973) 2

Así, se fue conformando y consolidando un nativismo esencialista que se basó, por un lado, en un “pasado compartido” de las generaciones que crecieron y nacieron en Tijuana o por haber radicado varios años en ella y haber trabajado por el supuesto “bien” de la ciudad. Por lo que se exaltaba el amor a Tijuana a través del trabajo arduo y los valores sociales y familiares, características que fueron definiendo a los tijuanenses frente a aquellos que representaban una amenaza para los códigos morales de un grupo que apelaba por un ideal orden social. 1

Tijuana, desde su naciente historia, se relacionó con la economía del turismo, centrado en la recreación. Un turismo que surgió, en la década de 1920, por la prohibición de la venta de alcohol y juegos de azar en Estados Unidos. Para más información, véase a Santiago (2009). 2 Para dinamizar la recolección de datos del archivo hemerográfico, se registró el título de las notas, el nombre de los diarios, el lugar y el mes y año correspondientes, por tal motivo, en la mayoría de las citas y referencias bibliografías sólo aparecerá esa información. 96


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Desde el primer lustro del siglo

XX,

en los diarios locales, las campañas de

moralización se interpretaron como profilaxis social, y su objetivo fue limpiar las calles de la ciudad para darle un buen aspecto. Por medio de políticas de control se generaron acciones coercitivas a través de la presencia de grupos policiales en las principales calles de Tijuana. Entre las medidas impulsadas estuvo quitar a los “vagos y maleantes” de las esquinas, clausurar las cantinas y los cabarets, ya que daban “origen a uno de los más criticables y deprimentes aspectos de la ciudad” (El Heraldo, 2 de noviembre de 1945). La justificación de dichas políticas era poner fin a la mala imagen de Tijuana, como explicó el gobernador del estado en turno:

[…] existe un notorio aumento de esos elementos que dan mala fama a nuestra ciudad: vagos, traficantes, acarreadores, ayudantes de automóviles de alquiler que proponen al viandante la conducción a lugares y sitios en que se exhiben películas pornográficas, pregonan de los espectáculos incidentes de cabarets, vendedores ambulantes que causan mal aspecto y originan mala competencia a los negocios establecidos, rateros, pordioseros, niños dedicados a molestar a quienes se encuentran a su paso, dando compasión y tantas cosas que causan mala impresión y ofrecen la oportunidad para que nuestra comunidad sea juzgada en forma ofensiva, como se han hecho en los periódicos de la capital de la república […] plausible es que las autoridades se muestren en acabar con estas lacras de la sociedad que tanto daño ocasionan a Tijuana. (El Heraldo, 1945, 2 de noviembre)

En discursos como el expuesto se suele distinguir entre los tijuanenses y los fuereños, relacionando a estos últimos con los causantes de una imagen negativa de la ciudad, generando nativismos por la ciudad que acentuaban una demarcación social y cultural entre los establecidos y los foráneos. Como menciona Norbert Elias, el primer grupo atribuye al segundo, en su conjunto, características que exacerban lo peor de éstos, en contraste a una imagen de sí mismos donde “se exalta su posición ejemplar y nómica” (Elias, 2003, p. 224).

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La asociación de lo externo con el mal aspecto de la ciudad, en un contexto de transición ideológica del nacionalismo al neoliberalismo, se dio por medio de disputas por un orden moral que legitimaba la criminalización y desvaloración de las poblaciones consideradas anómalas. En este contexto, la represión sexual se convirtió en un ejercicio del poder en la ciudad, ya que las prácticas sexuales que se desarrollaron con la lógica del nacionalismo se vieron trastocadas en un momento político donde surgieron cuestionamientos sociales y culturales en torno al género, la sexualidad y el poder. Como menciona Sabsay (2011), las disputas por las significaciones del género y la sexualidad se dieron en un momento político específico, donde se redefinía la relación entre el Estado y la ciudadanía, y cómo se materializaban estas disputas en el plano urbano. En el caso de los cuestionamientos en torno a las sexualidades normativas que se dieron en el segundo lustro del siglo

XX

con la aparición de movimientos como el

feminista o el de la diversidad sexual, se pretendía hacer visible las diferencias y desigualdades que se habían forjado con los esquemas de los Estados nación, así como lograr la erradicación de la patologización y/o la criminalización de los considerados “diferentes”, como pasó con la homosexualidad. No obstante, estas demandas políticas también dieron paso al reforzamiento de grupos de tendencia conservadora, que defendían el modelo de la familia tradicional y las sexualidades normativas. Los discursos y emblemas políticos progresistas sobre la sexualidad que se dieron en Estados Unidos y en México tuvieron sus implicaciones en Tijuana. En el caso de Estados Unidos, concretamente en California, se dio un fuerte activismo para erradicar la criminalización de la homosexualidad y demandar una agenda política de inclusión y no discriminación, demandas que dieron como resultado contiendas

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políticas entre distintos grupos, ya que se creó un frente progresista que apoyaba políticamente las exigencias en torno la diversidad sexual, pero también sobresalieron grupos homofóbicos que exaltaban su total rechazo defendiendo políticas conservadoras (Strub, 2010, p. 85). En el caso de México, los movimientos y las demandas por la diversidad sexual fueron influenciados por los movimientos en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, en la década de 1980, cuando la homosexualidad fue despatologizada y se inscribió y adquirió reconocimiento por medio del paradigma de los derechos humanos, se generaron disputas políticas en torno a las sexualidades. Así, los grupos de tendencia conservadora que defendían a la familia tradicional y la reproducción natural como la única reconocida por el Estado, se sustentaron en discursos religiosos para sancionar la homosexualidad (Balbuena, 2014, p. 31) y, agregaría, en una ciencia que apelaba a la naturaleza incuestionable de la heterosexualidad. En Tijuana, uno de los mecanismos de represión contra la diversidad sexual fue por medio de la criminalización de la homosexualidad, en un momento de demandas y reconocimientos políticos en los planos internacional y nacional. Sin embargo, esas demandas tuvieron como respuesta la desaprobación en las agendas políticas de un Estado liderado por grupos de tendencia conservadora que, a través de las campañas de moralización, insistían en limpiar la imagen de la ciudad en torno a lo que se interpretaba como anómalo.

La criminalización de los homosexuales y los mujercitos y la delimitación de los espacios en la ciudad Para que exista una idea de contaminación y peligro atribuible a determinados cuerpos, conductas y prácticas, se debe instaurar y reconocer en el plano de lo social,

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como se dijo al principio de este artículo. La patologización de ciertas conductas y su criminalización se van creando como “verdades”, en tanto existen disciplinas que instauran formas de regulación social por medio de instancias como la medicina, la criminología, el derecho, la escuela o la familia, lo que legitima formas de control, de vigilancia y de castigo hacia quienes infringen las normas sociales (Foucault, 2009). Sin embargo, la represión de lo sexual y su normatividad no tendrían lógica sin personas que infringieran la norma y las reacciones que pudieran provocar. En este sentido, los movimientos sociales a favor de la diversidad sexual fueron una reacción a las sexualidades hetero que incidieron en las transformaciones de las concepciones sobre el género y la sexualidad. Las demandas que surgieron entre las décadas de 1970 y 1980 para despatologizar y desbiologizar al sexo y a la sexualidad por medio del paradigma de los derechos humanos en el plano internacional y bajo el respaldo de médicos y abogados, enfatizaban que la homosexualidad no hacía propensas a las personas a ser alcohólicas, criminales, enfermos o desviados sexuales. Dichos estudios fueron contrarrestados por grupos conservadores que reforzaron sus posturas sobre las sexualidades normativas. Las concepciones antagónicas dieron a una “política de desacreditación homosexual” que demarcó lo permitido y lo prohibido, sustentado en una lógica moral basada en la heterosexualidad (Balbuena, 2014, p. 109). En el caso de Tijuana, los espacios públicos relacionados con la homosexualidad fueron controlados y desprestigiados por distintos dispositivos de poder, como la prensa y el cuerpo policiaco. La zona de Playas de Tijuana, el cine Zaragoza, la zona norte de la ciudad y la plaza Santa Cecilia, así como los bares que ahí se encontraban, se convirtieron en lugares que se asociaron con la depravación sexual, como se decía en la prensa. El caso del cine Zaragoza, que se encontraba en el

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centro de la ciudad, fue un punto de referencia para hacer público el desprestigio del lugar y de su concurrencia, por medio de los rumores sobre las prácticas que ahí se realizaban. Así, casos como el de Julia, relatado en la prensa local, mostraban las formas de control hacia la sexualidad por medio del juego entre la permisividad, el castigo y la deshonra social:

Julio, que en realidad debería llamarse Julia, el otro día se fue a meter al cine Zaragoza. Julia buscó un lugar cerca de un varón. Lo encontró, pero a la hora de querer “maniobrar”, no pudo. El amigo de al lado se cambió de asiento. Julia no quedó conforme y siguió insistiendo en varios lugares, hasta que fue a sentarse cerca de una persona; el problema fue que cuando empezó a querer meter la mano se topó con una gorra de policía. Ya se imaginará el “corredero” de Julia por un lado y su admirador uniformado atrás de ella. ¿Quién entiende a estas gentes? Primero buscan compañía y cuando la tienen ya no la quieren. Julia quedó detenida en la celda de los “especiales”; no quiso ni con las mujercitas ni con los hombres. (El Heraldo, 1972, 9 de octubre)

El control de la sexualidad se manifestó a través de un cuerpo policiaco y la prensa escrita, que deshonraban públicamente a las personas que llevaban a la práctica una sexualidad contraria a la heterosexual y que destructuraban el binarismo hombre/mujer y masculino/femenino que tan tajantemente se había instaurado desde el Estado moderno. El arresto y el desprestigio público por medio de la ironía del caso —como sucedió con Julia— marcaron los espacios y los cuerpos desde el referente de lo “inmoral” y lo “anormal”. En México, desde la época posrevolucionaria, como lo planteó Monsiváis, se dio una animadversión a los homosexuales como género, lo cual se relacionó con lo femenino. Así, un homosexual —como “Julio, que debería llamarse Julia”— se degradaba de manera voluntaria al asemejarse a las mujeres, y la condena machista era mostrar públicamente esa degradación (Monsiváis, 1997, p. 20). Por lo tanto, la deshorna significó desaprobar la diversidad sexual y el cambio de identidad de

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género, en un contexto de demandas políticas en torno al género y la sexualidad, lo que llevó a que proliferaran discursos que degradaban a quienes, se consideraba, contaminaban el supuesto orden social de la ciudad. En el periódico El Heraldo, a principios de la década de 1970, se publicó una sección llamada “Bandarilla”, en la cual se daban las notas policiacas del momento. Las noticias que comúnmente sobresalían eran sobre lo sexual, por lo cual reseñaban casos como la homosexualidad, la pornografía, la prostitución o las peleas entre parejas. Sin embargo, el tema del “transformismo” —como se le llamó— tuvo un especial tratamiento, como se hace visible en la nota “Andaban de parejas”:

Manuela Hernández G y Javier Martínez Meléndez son dos artistas del “transformismo” […] se pintan solos para “disfrazarse” de mujeres. Tienen un vestuario que podríamos considerar atrevido, que además les queda “al dedillo” […] Ambas —o ambos (¿) […]— estaban muy coquetas en la esquina que forma la av. Constitución y la calle Baja California. A cuanto varón pasaba se le insinuaban con tremenda caída de ojos […] Serían como las 12 de la noche cuando pasó una patrulla policiaca que se detuvo poco más adelante […] “Manuela y Javiercilla” confiaron en su buena suerte y aparecieron y siguieron platicando. Después de varias vueltas los patrulleros las invitaron a abordar a sus vehículos. Las dos se negaron, pero a “una de las dos” le cambió repentinamente la voz […] Entonces para que los uniformados no les maltrataran sus vestidos, las dos decidieron subirse sin ser jaloneadas. Van a tener que esperar 15 días para volver a la circulación […]. (El Heraldo, 1972, 15 de noviembre)

En las notas sobre los casos del “transformismo” se solía ridiculizar y degradar a las personas que se vestían de mujeres. Asimismo, los cambios en las fronteras urbanas de la ciudad eran influidos por las nuevas concepciones de las sexualidades y por las contiendas que suscitaban. Tales concepciones y contiendas delimitaban las zonas de permisividad para distintas prácticas asociadas a la inmoralidad, pero también se legitimaba socialmente la violencia ejercida en estos espacios.

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No obstante, en la década de 1980 y principios de la de 1990, la relación de la homosexualidad con la criminalidad, la depravación y la degeneración tomó otro matiz con la aparición del

VIH-sida.

La nueva enfermedad se interpretó, dentro de

distintos grupos de tendencia conservadora, como un castigo por los cambios que se habían dado en torno a las sexualidades, sobre todo con los movimientos gays entre las décadas de 1970 y 1980. Esas interpretaciones, que se imponían como sentidos de verdad, fueron sustentando una renovada patología sobre la homosexualidad, generando una sensación de miedo a lo desconocido y que se percibía como peligroso para la cohesión y estabilidad de un grupo social. En México, en 1983, se dieron a conocer los primeros casos de

VIH-sida,

y en

1988 se crearon los primeros estudios en las ciudades de México, Guadalajara, Monterrey y Tijuana, enfocándose en cinco grupos poblaciones: homosexuales, prostitutas, prisioneros, hemofílicos, embarazadas y usuarios de drogas intravenosas (Valdespino-Gómez et al., 1995, p. 559). Sin embargo, el problema no fue que dicha población estuviera propensa a contraer el

VIH-sida,

sino la continua asociación de la enfermedad con grupos que, a

través del tiempo, fueron patologizados y criminalizados, lo que llevó a impulsar y justificar barreras sociales en la ciudad, legitimadas por una lógica social que reprendía y excluía lo naturalmente desconocido e históricamente interpretado como contagioso. El

VIH-sida

transformó la concepción tanto de las pandemias como también de

la sexualidad y la intimidad desde su referente sociocultural. En México, el tratamiento institucional que se le dio al

VIH-sida

fue en torno a su carácter

epidemiológico (Gallego-Montes, 2010, p. 142). De igual forma, como se dijo, la

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asociación de la enfermedad con distintos grupos poblacionales generó una marcada estigmatización y marginación de éstos, así como el reforzamiento de grupos de tendencia conservadora que reiteraban el rechazo, en este caso, a prácticas sexuales homosexuales, que dejaron de ser asociadas con una enfermedad psicológica para pasar a relacionarse con una pandemia. En ciudades como Tijuana, el riesgo de que el

VIH-sida

se expandiera se

asociaba a que era una de las principales ciudades fronterizas con mayor movilidad poblacional en el país. Por lo tal motivo, las fronteras urbanas, además de redefinirse por el aumento demográfico, se modificaron por los cambios en las concepciones de la sexualidad y la intimidad, manifestándose en acciones como los arrestos y vejaciones legitimadas por un aparato institucional que tenía el objetivo de controlar una pandemia poco conocida. En década de 1990, en la ciudad se creó el programa “Operación Centro”, que fue implementado por la Policía Judicial del Estado, cuyo objetivo, según la entrevista al comandante del sector de la zona centro de la ciudad, publicada en el diario El Mexicano, era “proteger la zona central y comercial de Tijuana de los amantes de lo ajeno, así como de los homosexuales que visten de mujer y que roban y golpean a los incautos”. Según el comandante, los dispositivos policiacos debían reforzar la vigilancia en esta zona para “combatir a esas lacras de la sociedad, lo que les ha permitido limpiar esa zona de decenas de rateros y mujercitos que llegan de otras parte de la entidad a buscar hacer su modus vivendi en esta frontera” (El Mexicano, 1991, 11 de diciembre). Los programas policiales se explicitaron por medio de la vigilancia, la sospecha y la criminalización de la población gay, como se presenta en la nota “Los homosexuales siguen haciendo de las suyas en la zona norte”:

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Por haber robado dinero a un visitante, fue detenido el homosexual Pedro […] de 21 años, el cual asegura carecer de domicilio en esta ciudad, siendo ofendido René, con residencia en la ciudad de Chicago. Tales hechos sucedieron en la cantina “El Aguaje”, ubicada en la zona norte, donde Rodríguez había estado tomando y, según dijo, en compañía del sospechoso, creyendo que era mujer y en descuido, le sacó la cartera, donde guardaba 500 dólares y una cadenilla de oro. Rodríguez fue a buscar una patrulla que detuvo al sospechoso, y al registrarlo encontró en sus ropas de mujer sólo 250 dólares y la cadenilla. Fue puesto en manos de la Judicial para la investigación del caso. (El Mexicano, 1991, 7 de diciembre)

La represión contra los gays incidió en las demarcaciones de los nuevos espacios en la ciudad a través de políticas que estaban dirigidas a “limpiar la imagen de Tijuana” y a separar la población idealmente “homogénea” de aquellos a quienes se consideraron contaminantes. Así, se fue redefiniendo una imagen de lo social que endurecía las formas de control y provocaba acciones que legitimaban las fronteras tanto externas como internas del grupo (Douglas, 1973, p. 155). En resumen, la criminalización de los gays en Tijuana representaba, por un lado, la desaprobación de prácticas en torno al género y a la sexualidad contrarias a lo establecido por la ética moderna, lo que se plasmó en una imagen de lo social que marcaba sus fronteras internas y externas por medio de la vigilancia de las sexualidades hetero y la criminalización de aquellos que la infringían. Sin embargo, la transformación de los espacios y las delimitaciones de una ciudad fronteriza, en el momento que aparece el

VIH-sida,

generó una mayor aversión a lo desconocido y

externo, manifestándose en la violación y el aniquilamiento social de aquellos a quienes se asociaron con “el otro” en la ciudad.

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Agresión, violación y muerte de los homosexuales y los llamados “mujercitos” A principios de la década de 1990, la criminalización y los arrestos de los homosexuales y los llamados “mujercitos” —o transformistas— se articularon con un tratamiento especial, en los diarios locales, de la violencia física y de los asesinatos en su contra. Por lo cual, además de los programas políticos —como el ya mencionado “Operación Centro”— que regulaban y legitimaban la asociación de la diversidad sexual con los vicios, la depravación y la criminalidad, se generó, de manera articulada, una vigilancia y aniquilamiento social de los homosexuales y mujercitos, es decir, se criminalizaba y violentaba de manera generalizada, por amplios sectores de la población y no sólo desde las instituciones coercitivas del Estado, a aquellos cuerpos que causaban pánico social en la ciudad. En dicho contexto se dieron actos de barbarie que, parafraseando a Douglas, justificaron la violencia física y la muerte por quebrantar las normas establecidas en un grupo social que reaccionó frente a una moral desestabilizada, que supuestamente atentaba contra “los lugares que ocupan en la naturaleza, hombres y mujeres”, y que convertía a los mujercitos y/o los cuerpos feminizados en un problema para la trasgresión al aparente orden social de la ciudad (Douglas, 1973, p. 326). La violencia hacia los gays que se registró en los diarios locales consistió en agresiones físicas, violaciones y asesinatos. La agresión y el aniquilamiento de los cuerpos femeninos y feminizados se convirtieron en un código que comunicaba socialmente su rechazo, lo cual subyacía en un orden de género que demarcaba abiertamente el orden patriarcal (Segato, 2003, p. 7). Así es como se muestra en la nota “Lo rechazaron. Un ladrón homosexual herido”:

Un individuo de costumbres raras [llamado la Vicky] fue acusado del robo de una fuerte suma de dinero en efectivo, además de haber sido apuñalado por un 106


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parroquiano que no aceptó sus propuestas amorosas […] Sobre la forma en que ocurrieron los hechos, se dijo que el ahora detenido estaba libando en el interior de un bar, y en un momento, la Vicky se le acercó a Rafael, haciéndole propuestas amorosas, quien lo rechazó porque le dijo que ya sea había dado cuenta que era homosexual, por lo que se fue la Vicky del bar mencionado. Pero cuando Rafael quiso pagar la cuenta se enteró que no traía cartera, por lo que salió en busca de la Vicky, a quien encontró y le exigió que le devolviera el dinero, y se armó con un cuchillo para defenderse, pero Rafael sacó una navaja y la hirió gravemente. (El Mexicano, 1992, 23 de febrero)

La nota de periódico sobre “la Vicky” hace referencia, además de la deshonra, a la legitimidad de los actos de agresión contra los individuos considerados un peligro social. El Estado, representado por el cuerpo policiaco, justificaba la agresión física contra “la Vicky” al asociar un “hecho” de criminalidad con una patología, es decir, un transformismo que, incuestionablemente, engañaba al otro, por lo que Rafael era propenso a la contaminación y a actuar en “defensa personal”. Así, la idea de contaminación, en este caso, al considerar a Rafael susceptible de ser “víctima” de la propuesta amorosa de un hombre vestido de mujer, se empleó como analogía para expresar una visión general del orden social que debe preservarse (Douglas, 1973, p. 16). No obstante, la agresión física se conjuga con el aniquilamiento de aquellos cuerpos considerados anómalos, donde existe un impulso agresivo propio y característico del sujeto masculino hacia quien muestra los signos y gestos de la femineidad (Segato, 2003, p. 23). Por tal motivo, el género y la sexualidad fueron parte del ejercicio del poder, como de un orden social que llega a reflejarse en la violación y los asesinatos. En relación con esto, en diciembre de 1991 encontraron muerto a un hombre en la colonia Los Laureles, en la zona periférica de Tijuana; la noticia fue expuesta en los principales diarios de la ciudad (El Mexicano y El Heraldo), donde se mencionó que “lo habían asesinado de manera brutal” (El Mexicano, 1991, 7 de diciembre). En 107


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la descripción del crimen, que se hizo de manera explícita, se dijo que fue violado y que le habían desfigurado el rostro, para después dejar su cuerpo bajo tierra. El cuerpo, como se siguió describiendo en las notas, se encontró con ropa de mujer y se aseveró que se trataba de un homosexual (El Mexicano, 7 de diciembre de 1991). Dos días después fue publicada otra nota sobre el caso, en la que se narró que el asesinado trabajaba como cocinero y era abiertamente homosexual, por lo que se trataba de una “venganza entre degenerados”. La policía declaró, en una entrevista, que buscaría a los responsables, pero el asesinato del joven y el seguimiento del caso no volvieron a ser noticia (El Mexicano, 1991, 9 de diciembre). En un contexto en que la diversidad sexual se convirtió en un asunto político, aunado a la aparición del VIH-sida y a la creciente visibilidad de los gays en los bares, en las calles o en los cines, se generó un descontento y desaprobación por parte de distintos sectores de la población. Como menciona Gómez, las contiendas en torno a la diversidad sexual dieron paso a una multiplicidad de fuerzas en contra de ésta, manifestada en los discursos médicos, los medios de comunicación y en el sistema penal (Gómez, 2004, p. 164). Esos discursos legitimaban o naturalizaban, socialmente, actos de barbarie como los asesinatos en contra de los cuerpos femeninos y feminizados. Las posturas conservadoras, lideradas por amplios sectores de la población, pretendían aniquilar, legítimamente, lo considerado antinatural, al mismo tiempo que comunicaban, a través de los asesinatos y las violaciones, la desaprobación hacia aquello que salía del lugar que “naturalmente” les correspondía dentro de un orden social. En este sentido, siguiendo a Segato, la violación es cometida por personas desconocidas en lugares públicos, donde se expresa un acto realizado a la fuerza o por medio de su amenaza, haciéndose evidente el uso y abuso del cuerpo del otro (Segato,

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2003, pp. 23 y 25). Por lo tanto, el asesinato del otro, además de mostrar el aniquilamiento de lo considerado peligroso y contaminante, también refleja la legitimidad social de un acto que se enmarca dentro de una lógica patriarcal y heteronormada. Un caso más sobre la muerte de los mujercitos se dio en enero de 1992, cuando se localizó el cuerpo de un hombre en una oficina de la zona centro de Tijuana, el cual fue encontrado una semana después de haber fallecido. En los diarios locales se describió que estaba semidesnudo, con una trusa roja a la altura de las rodillas y con signos de tortura. En la identificación del occiso se dijo que trabajaba en un restaurante, y que era “abiertamente homosexual”, por lo cual no se descartaba que “haya sido un crimen pasional” (El Mexicano, 1992, 6 de enero). En notas como la expuesta, el lenguaje sobre las causas del asesinato dejaba de nombrarse “depravación”, para referirse a “crimen pasional”. Sin embargo, el lenguaje continuaba ocultando una violencia de género, aminorando su gravedad. El cambio de nombramiento de “depravación” a “crimen pasional” manifestó cómo lo jurídico estaba inmerso en códigos culturales que normativizan lo social. La normatividad de lo social demarca las fronteras internas de un grupo, y el género y la sexualidad se convierten en un elemento primario de diferenciación que legitima las delimitaciones dentro de la ciudad. Sin embargo, las fronteras internas no son estáticas, homogéneas o atemporales, sino que se contienden y dan paso a acciones políticas y a renovados marcos interpretativos y normativos en lo social.

Las redadas y el surgimiento de organizaciones gays La presencia de gays, lesbianas, transexuales y travestis en las calles, en los bares y en las plazas provocó la desaprobación de los grupos dominantes, quienes, como dice

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Gramsci (2013, p. 453), disponen de distintos capitales (como los medios de comunicación) para que sus creencias y concepciones de la realidad aparezcan como dominantes. Sin embargo, el autoritarismo del gobierno y del cuerpo policiaco por implementar y llevar a la práctica políticas y programas coercitivos, así como la impunidad que prevaleció frente a los asesinatos contra aquellos que expresaban su diversidad sexual, generaron reacciones por parte de los agredidos. En la década de 1990, con la implementación del programa “Operación Centro”, se llevaron a cabo redadas en el centro de la ciudad. Sin embargo, el 30 de noviembre de 1991 se realizó una redada masiva en la plaza Santa Cecilia —y zonas aledañas— y en los bares gays que ahí se ubicaban (Los Equipales, El Noa Noa y El Ranchero). La gente detenida fue trasladada a la comandancia y acusada de diversos delitos como faltas a la moral, hostigamiento a los transeúntes, promoción de la prostitución y consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública. Sin embargo, la redada causó indignación entre quienes fueron detenidos, como lo planteó Fanny, una trans (como se autodenomina), que estuvo presente en aquellos hechos:

[…] nos encerraron, yo tuve que pagar una multa, me molestó mucho, era indignación, frustración. ¿Cuál era el delito? Mi apariencia, o sea, no estaba robando. En muchas ocasiones la policía me había llevado, no sólo en esa ocasión. Claro, a las otras chicas también, pero ese día andaba así, ni siquiera andaba con tanto maquillaje, pero se me notaba la diferencia e iba por la calle, era de noche, iba para la casa, estaba sola y me agarran, me detuvieron y súbete. ¡Pero ¿por qué?! Y no se puede alegar con ellos, y me subieron y con el juez calificador; pues yo alegué, “¿cuál fue el delito?, ¿por qué me subieron?” Pues el cargo era que en la calle yo venía molestando a la gente, pero la calle estaba sola. (Fanny, 4 de junio de 2012)

La redada fue un suceso que llevó a que se matizaran políticamente los temas sobre la homosexualidad en los diarios locales y, por ende, a redefinirse los discursos. El surgimiento de figuras políticas (actualmente emblemáticas en cuanto al

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movimiento gay en Tijuana) se dio a conocer en los medios de comunicación. Entre los líderes que aparecieron destaca Max Mejía, uno de los portavoces y figura política central para la defensa de los derechos de la diversidad sexual en la década de 1990. Para Max, la redada fue una manera de llevar a la práctica el discurso aprendido sobre los derechos de la diversidad sexual que se dieron tanto en México como en Estados Unidos:

[…] llegó un momento en que yo estaba diciéndole al juez calificador que esto iba a ser un escándalo internacional porque había detenidos de San Francisco y de Los Ángeles. Por supuesto que yo le hablé a uno que había sido más o menos víctima, que venía de San Francisco, y le dije “Vente conmigo”[…] pero éramos nada más yo, el que estaba alegando, él y Emilio Velázquez […] y le decía [al juez calificador] que esto iba a ser un escándalo y él me dijo: “Pero si el escándalo lo están haciendo ustedes”, y yo pensé: “Si supiera que estoy aquí solo alegando que esta comunidad no se va a dejar”, y esta comunidad estaba horrorizada porque la detuvieron, horrorizada, no querían declarar; sólo una pareja quiso declarar, e incluso hasta salieron en los medios de comunicación. Pero en ese momento tenía que aparentar mucha fuerza, no sabía cómo dirigirme a los jueces calificadores, y no era que yo fuera más listo que los otros, sino que había mucho miedo, no era fácil, y además yo estaba diciendo puras mentiras, diciendo “Esta comunidad, olvídense”, y en realidad esta comunidad estaba horrorizada […] y de 71 que fueron detenidos, sólo pocos dimos la cara. Ahí fue cuando decidimos hacer un grupo en contra de la redada e incorporamos a más gente de otras organizaciones y activistas que no eran homosexuales. (Conferencia, Max Mejía, 19 de mayo de 2011)

La visibilidad que tuvo el caso de la redada y la organización política que posteriormente surgió fueron una respuesta a la imagen negativa que la homosexualidad había adquirido en los medios de comunicación. Así, la figura del “homosexual” empezó a presentarse como un portavoz político y no sólo como un cuerpo patologizado, como se refleja en la nota del semanario Zeta:

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[…] para el coordinador del grupo ¿Y qué? 3 y los demás miembros de éste, las medidas que el ayuntamiento de Tijuana ha tomado contra la comunidad “gay”, particularmente durante las pasadas semanas, son discriminatorias y con el único afán de hostigar a los homosexuales […] como él planteó: “amenazamos con que la gente homosexual de Tijuana ya no se va a dejar, que ya no estamos como hace 20 años. Ya es tiempo de que se modernice la ciudad. Tenemos el apoyo de grupos de San Diego y Los Ángeles que harán boicot turístico porque piensan que no hay seguridad”. Además, la postura de las autoridades municipales es calificada por los homosexuales y lesbianas como una forma de sacar dinero a los grupos minoritarios, discriminados por la sociedad al aprovechar la fuerza pública con la que cuentan para establecer un código moral de acuerdo a su visión particular. Navarro [coordinador del grupo ¿Y qué?] explicó: “cuando hablamos con el secretario del ayuntamiento, Jesús Alberto Sandoval Franco, éste argumentó que se trataba de redadas correctas utilizadas como una formas de acabar con el sida, en Tijuana, pero para nosotros no es así porque el pasado 30 de noviembre la policía detuvo a más de 30 personas sin orden de aprehensión y sin denuncia alguna […]”. (Zeta, 1991, 23 de diciembre)

El discurso que Navarro utilizó en los medios de comunicación representaba un avance en materia de los derechos de la diversidad sexual en Tijuana, ya que contrarrestaba un sentido común que se había formado sobre la homosexualidad, al mismo tiempo que apelaba por una organización y un apoyo político que traspasaba las fronteras nacionales. En este sentido, implícitamente se retomaba un capital social que la ciudad, como fronteriza, tenía, ya que se apoyaba en organizaciones con una trayectoria política consolidada. Tijuana, como plantearon los activistas, no representaba un lugar progresista por el solo hecho de ser frontera. Por ello, buscaron apoyo de otras organizaciones — tanto gays como de derechos humanos en Tijuana y en California—, ya que en la ciudad prevalecía un conservadurismo que se manifestaba en represiones, hostigamiento e impunidad. Sin embargo, asumir abiertamente la preferencia sexual se convirtió en una limitante para la consolidación de organizaciones políticas en la ciudad, como planteó 3

El grupo ¿Y qué? se formó después de la redada y, años más tarde, fue uno de los más activos en pro de los derechos de la diversidad sexual en Tijuana. 112


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Max Mejía al referirse al miedo de la “comunidad homosexual” cuando fue reprimida y encarcelada, lo que impedía el surgimiento, el fortalecimiento y la continuidad de grupos políticos en pro de los derechos de la diversidad sexual. Esta problemática también se observó en otras ciudades fronterizas de la entidad, como Mexicali, donde no existió una organización política gay, ya que los sujetos homosexuales no mostraron el deseo de manifestarse en contra de la homofobia o para cuestionar la heterosexualidad (Balbuena, 2014, p. 13). Fanny, Max Mejía y Navarro, cuyos discursos hemos recuperado en este artículo, interpretaron la homosexualidad como una “atmósfera negativa” en Tijuana, apareciendo de manera incongruente, ya que la misma cercanía geográfica permitía observar una participación y apertura política en torno a la diversidad sexual en California, que, además, aparentaba una sensación de modernidad, pero en Tijuana no era retomada por la población gay. Contrariamente, en la ciudad, el contexto era de represión excesiva por parte de la policía y los medios de comunicación, además de que no había apoyo por parte de las instituciones públicas para cesar la criminalidad y las muertes por homofobia. En este sentido, la represión ejercida para mantener el control de los espacios públicos de la ciudad dio paso a la construcción de guetos, los cuales mostraban la paradoja de ser zonas de permisividad para la diversidad sexual, pero también lugares donde se manifestaban las agresiones físicas y verbales. Sin embargo, dicha paradoja generó disputas y dio paso a una incipiente organización política que implicó un viraje en las políticas conservadoras que habían imperado en las últimas décadas en la ciudad y en la construcción de las fronteras internas de Tijuana, las cuales subyacieron en la regulación del género y la sexualidad.

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Conclusión En este artículo se analizó la redefinición de las delimitaciones internas de una ciudad fronteriza a través de las contiendas en torno al género y a la sexualidad. Se explicó cómo surgieron las campañas de moralización en la ciudad, desde la primera parte del siglo

XX,

que tuvieron como objetivo dar una buena imagen a la ciudad exaltando la

familia, el trabajo y la honradez. Sin embargo, a mediados del siglo

XX,

los cambios

que se suscitaron por los movimientos sociales —como el feminista y el de la diversidad sexual— en Estados Unidos y en México dieron paso a que en la prensa local se diera amplia cobertura a un ataque en contra de los homosexuales y los mujercitos, donde se les patologizaba, criminalizaba y deshonraba, además de acusar, tajantemente, como prácticas que venían del exterior. Más tarde, con la aparición del sida, surgieron políticas coercitivas que reflejaron mayores grados de violencia “legitimada” en los asesinatos que ocurrieron a principios de la década de 1990. De igual forma, en este texto se enfatizó lo planteado por Rita Segato y Mary Douglas, referente a que la violencia y la muerte de hombres gays fueron códigos de comunicación que, por un lado, feminizaban a los cuerpos de quienes renunciaban a un patrón de masculinidades dominantes y, por otro, también comunicaban socialmente, por medio de la violencia hacia determinados cuerpos, la desaprobación de las prácticas relacionadas con la homosexualidad o el cambio de identidad de género. Por lo tanto, la asociación de la contaminación y el peligro, desde una imagen de lo social, marcaba la posición natural que cada uno ocupaba en el grupo social y quienes se salían de la norma eran legítimamente desechados o aniquilados doblemente, tanto en lo social como en la muerte misma. Asimismo, se señaló la asociación de “los otros” con prácticas sexuales moralizadas, que se materializaron en clasificaciones sociales, como el homosexual y

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el “mujercito”, que fueron espacializadas, delimitando fronteras internas en la ciudad a través del valor social que las clasificaciones adquirían de manera situada. Por lo tanto, las contiendas que se dieron en la ciudad en torno al valor que se materializaba en cuerpos y en las formas en que se les reprimía, reflejaron la posición de sus habitantes y en cómo se hacían visibles, políticamente, en Tijuana. El control policiaco, los asesinatos y la deshonra de quienes eran asociados con la diversidad sexual fueron parte de la redefinición de los espacios en la ciudad a través de renovadas clasificaciones sociales, lo que se hacía evidente en la visibilidad que estos sujetos tenían en Tijuana y en la represión constante por parte del gobierno y la población en general. Sin embargo, los hostigamientos y las muertes dieron paso a contiendas que subyacían en el género y la sexualidad y que, a su vez, demarcaban nuevos espacios, no porque éstos no hayan existido, sino porque se hacían visibles y se reconocían como habitantes de Tijuana.

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Areli Veloz Contreras. Doctora en Ciencias Antropológicas y Maestra en Estudios Laborales por la Universidad Autónoma Metropolitana. Actualmente se desempeña como investigadora y profesora en el Instituto de Investigaciones Culturales-Museo de la UABC. Sus líneas de investigación se centran en los estudios de género, las fronteras y el trabajo. Entre sus publicaciones se encuentran: De la flexibilidad del trabajo en Arantepacua al trabajo flexible en las maquiladoras de Tijuana: mujeres purépechas que laboran en la industria maquiladora en Tijuana, publicado en la revista Frontera Norte; y Veloz, A. (2015). La regulación de “lo íntimo”. En F. Besserer y R. Nieto (eds.), La ciudad trasnacional comparada. Modos de vida, gubernamentalidad y desposesión (Colección Estudios Transnacionales; pp. 51-84). México, D.F.: Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa/Juan Pablos Editor. 120


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La deportación y la separación familiar en la frontera San Diego-Tijuana Deportation and forced family separation at the San Diego-Tijuana Border Olivia Ruiz Marrujo El Colegio de la Frontera Norte oruiz@colef.mx Resumen: Las deportaciones de Estados Unidos han llevado a la separación de miles de padres y madres indocumentados de sus hijos. Basándose en el caso de la zona fronteriza San Diego-Tijuana, el objetivo de este artículo es explorar de qué manera la política migratoria llegó a permitir, y en momentos dictar, la separación familiar. El tema es abordado dentro de un marco analítico multidimensional y contextual centrado en el entrecruce de: la globalización de la expulsión; las fuerzas históricas que propagaron el uso de la deportación como instrumento de control poblacional en la zona; la interconexión de los sistemas legislativos que actualmente rigen la inmigración y el bienestar del menor; y la praxis. Se argumenta que la separación familiar forzada es un fenómeno arraigado en la frontera San Diego-Tijuana, en el tejido de los regímenes legislativos y en la praxis, lo cual ha terminado por “normalizar” su ejercicio en la región. Palabras clave: separación familiar forzada, deportación, migración indocumentada, frontera San Diego-Tijuana. Abstract: Deportations from the United States have led to the separation of thousands of undocumented mothers and fathers from their children. Focusing on the San Diego-Tijuana border, this article explores how immigration policy came to permit, if not prescribe, forced family separation. By employing a multi-dimensional analytical framework, it focuses on the interplay of: the globalization of expulsion; the historical use of deportation as a form of population control in the border area; the interconnections of the immigration and child welfare systems; and the day-to-day praxis of deportation. It is argued that forced family separation has deep roots in the San Diego-Tijuana border, the legislative regimes of immigration and child welfare and their praxis, all of which have led to its “normalization” in the region. Keywords: forced family separation, deportation, undocumented immigration, San DiegoTijuana border. Fecha de recepción: 25 de mayo de 2016 Fecha de aprobación: 31 de agosto de 2016 Fecha de recepción de versión final: 10 de octubre de 2016

e-ISSN 2448-539X 121


Olivia Ruiz Marrujo / La deportación y la separación familiar / pp. 123-149

Introducción Agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés [Immigration and Customs Enforcement]) tocaron la puerta de la casa de Luz un poco antes de que saliera el sol. Luz se había levantado de la cama y esperaba la hora para despertar a sus dos hijos y prepararlos para ir a la escuela. Todavía en piyamas, su hija mayor preparaba el café en la cocina. Cuenta Luz que cuando escuchó los golpes sospechó que sería la migra 1 y que ella, ya con una orden de remoción, sería detenida. “Pero ¿qué podía hacer? Imposible escaparme”, comenta. “Mi hijo menor abrió la puerta y entraron”, dice, refiriéndose a los agentes del

ICE.

“Luego me arrestaron en frente de mis hijos”. Esa misma tarde llamó a su

familia para avisar que se encontraba en la Casa de la Madre Assunta en Tijuana. Se preocupa por su familia, por la falta de dinero para sostenerla. Su hija mayor estudia, pero ahora tendrá que buscar trabajo y, por el momento, encargarse de su hermano. En la Casa del Migrante, en la colonia Postal de Tijuana, Carlos cuenta una historia similar. A él lo deportaron el día anterior, después de ser detenido en un retén de tránsito. Lo paró un agente de la migra y le pidió “sus papeles”. De ahí todo ocurrió con rapidez, y esa misma noche Carlos ya se encontraba en Tijuana. Igual que Luz, habló con su familia para avisarle lo que le pasó y que se encontraba en Tijuana, pero ahora no sabe qué hacer. Dice sentirse abrumado por la preocupación por su familia. Su esposa trabaja de medio tiempo y no gana lo suficiente para mantenerse a sí misma, mucho menos a los dos hijos. Luz y Carlos son dos víctimas de una lucha librada por autoridades de diversas agencias gubernamentales de los Estados Unidos, cada una dedicada a llevar a cabo su rol en un drama migratorio que ha llevado a la separación forzada de miles de padres de sus hijos. No 1

Término empleado para referirse a los agentes del ICE. 122


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es de sorprender que San Diego y Tijuana, ciudades gemelas del puerto internacional más importante entre Estados Unidos y México, sea el escenario de gran parte en esa historia. Aunque hay pocas estadísticas sobre la deportación de padres y madres, así como la consecuente separación forzada de sus hijos, aquellos datos que existen hablan por sí mismos. Entre 1998 y 2007, según un reporte del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en ingles [Department of Homeland Security]), 108 000 padres indocumentados con hijos ciudadanos estadounidenses fueron deportados (González, 2012). Ese número constituyó 8% del total de repatriaciones forzadas para ese periodo. En contraste, en el año 2013, la población de padres indocumentados con al menos un hijo ciudadano conformó 15% de las 438 421 deportaciones, lo que equivale a la expulsión de 72 410 madres y padres del país (Foley, 2014). Un año después, la población de padres removidos llegó a constituir casi 20% del total de las deportaciones, la mayoría detenida en el interior del país (Foley, 2014). En 2015, San Diego contó con 19 603 deportaciones, lo que equivale a 8% del total de las 235 413 remociones llevadas a cabo en ese año (Union Tribune, 2015). Si se toma en cuenta que en los dos años anteriores (2013 y 2014) los adultos con hijos constituyeron entre 15% y 20% del total de la población deportada, es posible que entre 2 940 y 3 920 padres y madres fueran expulsados del condado en 2015. Estas deportaciones afectan a un gran número de niños y niñas. Aproximadamente 5.5 millones de menores viven con un padre o una madre con un estatus migratorio irregular (casi una décima parte de todos los niños en los Estados Unidos); 4.5 millones de estos menores son ciudadanos (Foley, 2014; Women’s Refugee Commission, 2010, p. 4). Además, se estima que por cada dos adultos deportados, un menor se verá afectado. Dada 123


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esa realidad, es posible que entre 1 470 y 1 970 niños en San Diego hayan perdido a su padre o madre en 2015. La desaparición de los padres expone a los hijos a futuros inciertos de cuidados improvisados. En noviembre de 2011, más de 5 000 niños y niñas de padres detenidos o deportados vivían en hogares de cuidado temporal, esto es, casi 1.25% de los aproximadamente 400 000 niños en cuidado temporal en el país (Wessler, 2011, p. 6). Sin embargo, no hay manera de saber qué porcentaje de los casi 3 497 niños en el sistema de cuidado temporal en San Diego y, en particular, de los 1 756 clasificados como hispanos/latinos, llegaron como resultado de la deportación de su padre o madre hoy en día; aun así, dadas las altas tasas de deportaciones en San Diego, es probable que el número sea alto (kidsdata.org, 2016). 2 Lo que sigue parte de las historias de madres, padres y niños atrapados en el entramado de la deportación hoy en día en los Estados Unidos. Como revelan los casos de Luz y Carlos, las familias indocumentadas llevan a cabo sus vidas entre realidades que son tanto excepcionales como familiares. Sus estatus legales como ciudadanos de un país (donde no viven) y residentes indocumentados de otro (donde sí) se entretejen con las cotidianidades de la familia, el hogar, la escuela, el trabajo, entre otros que marcan la vida en general en el país. A la vez, la concurrencia de lo extraordinario (la amenaza constante de la deportación) con lo ordinario (las rutinas del día a día) y el posible deslizamiento de

2

Un reporte de la revista Children and Youth Services Review Journal estima que alrededor de 5% de todos los niños reportados a agencias de bienestar infantil de Estados Unidos tiene a un padre o madre indocumentado (Trevizo, 2015); entre los niños clasificados como “hispanos”, la cantidad sube a 19%. Estos datos no incluyen a niños en Foster Care (Trevizo, 2015). 124


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tantos en el espiral de la aprehensión, detención y deportación, da a ver la precariedad de ese balance. Este artículo está divido en tres partes. La primera revisa algunos momentos críticos en la historia de la deportación y el impacto de la práctica en la población de ascendencia mexicana, particularmente en el área de San Diego-Tijuana. La segunda describe la complicada y muchas veces disfuncional intersección entre la ley migratoria y el sistema de cuidado infantil en Estados Unidos. Tomando como punto de partida la historia y la práctica contemporánea, la tercera hace una reflexión a la luz de la realidad fronteriza entre las dos ciudades. El artículo termina con una reflexión sobre la deportación. Una nota de cautela: no obstante la gravedad del tema, existe poca información. Apenas en 2011, bajo presión de algunos miembros del Congreso de los Estados Unidos, el DHS

empezó a recoger información sobre el impacto de la deportación en las familias. De

manera subsecuente, la organización The Applied Research Center obtuvo datos a través de la Ley de Libertad de Información y publicó un reporte sobre el hecho (Wessler, 2011, p. 11). Por tanto, es una realidad difícil de documentar y una gran parte sólo puede ser reconstruida a través de testimonios personales. Mi esperanza es que una mayor conciencia de esta realidad llevará a la generación de más información y con ello lograr un mayor acceso a la misma, lo cual nos ayudará a entender las dimensiones del asunto y terminar con la práctica.

Una breve historia de la deportación: el caso de San Diego y Tijuana En 1875, el Congreso de la nación declaró que toda ley a nivel estatal concerniente a la migración era ilegal. Desde entonces, la deportación ha sido el resguardo del gobierno 125


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federal, y por ley, debe seguir lineamientos comunes (Ley Federal de Migración) dondequiera que se implemente. Dicho lo anterior, tanto la historia como la práctica actual indican que la deportación fue y sigue siendo un instrumento de múltiples contornos y que su implementación puede ser impredecible. En la ley migratoria estadounidense existen varias categorías de personas que pueden ser sujetos de deportación. No es el propósito aquí definirlas; más bien, en lo que sigue se hace un breve resumen de algunos puntos coyunturales en la historia de la deportación a la luz de los casos de San Diego y Tijuana. Se delinea el surgimiento de una población de personas “deportables” y la implementación de la deportación como política, especialmente en relación con la población indocumentada de México.

Los orígenes de la deportación En las palabras de un historiador de la inmigración, aunque Estados Unidos es “una nación de inmigrantes […] también es una nación que restringe la inmigración” (Schrag, 2010, p. 1). En otras palabras, aunque la inmigración ha sido fundamental en la historia del país, la deportación ha jugado un papel igualmente importante. Dada la magnitud de la población de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos hoy en día, no sorprende que constituya el mayor porcentaje del total de deportados. Por lo mismo, una gran parte de los padres separados de forma forzada de sus hijos son mexicanos. Las demandas por restringir la entrada de extranjeros se han dado por una convergencia de fuerzas centrales al desarrollo del país a lo largo de su historia. Según Schrag (2010), aunque la transformación de Estados Unidos en potencia industrial en los

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siglos XVIII y XIX dependió de la fuerza laboral migrante, esos trabajadores también fueron las primeras víctimas de esa industrialización (Schrag, 2010, p. 7). Otro momento es el presente, distinguido por el crecimiento económico que favorece a unos cuantos y la falta de movilidad social. San Diego, la segunda ciudad más grande de California, y la octava fuerza económica mundial; y Tijuana, la cuarta ciudad más grande de México y una de las economías de mayor empuje económico, han estado en el ojo de ese huracán. Igual que en el resto del país, desde sus comienzos, la economía de San Diego creció aceleradamente debido, en parte, a la migración. La fuerza laboral mexicana fue una pieza clave en el crecimiento de la construcción, la industria ligera y la agricultura (Griswold del Castillo, 2007, p. 74). Los ferrocarriles, la industria de la madera y las fábricas de conservas, a su vez, dependieron tanto de la migración de trabajadores del otro lado de la frontera como de hombres y mujeres de ascendencia mexicana nacidos en Estados Unidos (Griswold del Castillo, 2007, p. 74). Ese crecimiento tuvo un impacto directo en el desarrollo de Tijuana. De hecho, algunas de las familias más preeminentes de San Diego, los Argüello, por ejemplo, aparecen en la lista de los fundadores de Tijuana. Estos primeros lazos transfronterizos fueron proféticos. El turismo —el cimiento económico de la ciudad bajacaliforniana— y la industria maquiladora han estado estrechamente ligados a San Diego y al estado de California. Los sentimientos nativistas surgieron a la par con el crecimiento de la población mexicana en San Diego. Según un experto, “los estereotipos negativos de mexicanos y la cercana asociación de Tijuana con los mexicanos […] contribuyeron a fomentar actitudes 127


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racistas entre los angloamericanos” (Griswold del Castillo, 2007, p. 80). De hecho, esa “cercana asociación” parecía marcar todo lazo con México. Como advertía un mensaje pintado en la década de 1920 en la avenida Nacional, en el sur de San Diego, la carretera rumbo a la frontera era “el camino al infierno” (Schoenherr, 2008, p. 179). A nivel nacional, el prejuicio racial alimentó demandas por deportar a trabajadores mexicanos. Algunos agricultores de pequeña escala en el suroeste, por ejemplo, se quejaban que su permanencia presentaba una competencia injusta y bajaba los salarios (Schrag, 2010, pp. 127-128). A principios de la década de 1920, esos sentimientos resonaron a nivel nacional, y en el Congreso de la nación algunos expresaron su preocupación por “un problema racial” en el suroeste que amenazaba con “revertir el resultado esencial de la guerra con México” (Schrag, 2010, p. 28). Tres advenimientos legislativos llegaron a impactar de forma irrevocable a los trabajadores de origen mexicano, especialmente a los indocumentados y a sus familias. El primero, el Emergency Quota Act of 1921, ató la inmigración a la nacionalidad y estableció topes numéricos para cada nacionalidad; de ahí en adelante el número de inmigrantes (por nacionalidad) no podía exceder 3% de los ya asentados en el país. El segundo, el Quota Act of 1924, redujo el límite a 1% y convirtió la entrada no autorizada en una ofensa que podía terminar en la deportación (Ngai, 2003, p. 9). Las modificaciones que siguieron consolidaron el nuevo giro de la política migratoria. Otro cambio legislativo, también en 1924, fue la creación de la Patrulla Fronteriza. Encargada de reforzar las fronteras de la nación y detener el contrabando y los flujos de trabajadores de México (y Canadá), la formación de la agencia terminó por sujetar la inmigración a todo lo que tuviera que ver con el cumplimiento de la ley (Schrag, 2010, p. 127). De ahí, el número de remociones 128


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subió y la deportación se institucionalizó como política y práctica a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos (Schrag, 2010, p. 129). Adicionalmente, en 1929, la entrada sin autorización se había convertido en un delito menor y el reingreso en una felonía (Ngai, 2003, p. 9). Los años después del estallido de la revolución mexicana vieron la militarización del cruce fronterizo entre San Diego y Tijuana. En un momento, más de 18 000 tropas fueron desplegadas a lo largo de la frontera en los condados de San Diego e Imperial (Griswold del Castillo, 2007, p. 76). Esa movilización se sustentó, en parte, en crecientes rumores de que la violencia de la revolución traspasaría la frontera. Cundió el miedo y fueron apareciendo milicias de corte local; una de ellas surgió en El Cajón, a unas cuantas millas al este de San Diego (Griswold del Castillo, 2007, p. 76). En el desenlace de los sentimientos antimigrantes, los medios jugaron un papel importante. El periódico local de San Diego empezó a registrar las idas y venidas de mexicanos quienes, según algunos reportes, cruzaban la frontera con la intención de participar en la rebelión. En las palabras de un observador, el Departamento de Justicia empleó agentes para monitorear a ciudadanos mexicanos en Estados Unidos. Esa documentación terminó en “cientos de reportes de idas y venidas de empresarios, políticos y trabajadores mexicanos” (Griswold del Castillo, 2007, p. 76). El propósito del nuevo giro legislativo fue reforzar la frontera, encomienda realizada con el primer desplazamiento de la Patrulla Fronteriza en 1929, cuando la agencia repatrió a miles de personas de ascendencia mexicana: más de 415 000, según una estimación (Alarcón, 2011, p. 9). El impacto fue especialmente duro en San Diego que, junto con Los Ángeles, sirvió como programa piloto para el resto del país. La operación 129


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desarraigó a familias enteras y sembró el miedo en las comunidades mexicanas en San Diego. Pocas estadísticas existen para la época; sin embargo, los datos que hay muestran un declive repentino en la población de origen mexicano en San Diego durante los primeros años del programa. En 1928 vivían aproximadamente 20 000 personas de ascendencia mexicana en la ciudad; un par de años después, ese número había descendido a menos de 10 000 (Griswold del Castillo, 2007, p. 92). La repatriación, voluntaria o no, explica una gran parte de ese declive. 3 Según el único estudio reconocido sobre la repatriación de San Diego, la “típica” familia repatriada consistía en tres miembros con un jefe de familia masculino de mediana edad, su esposa e hijo o hija (Guerin-Gonzales, 1994). Dados los lazos tan estrechos entre las comunidades mexicanas en ambos lados de la línea, no es de sorprender que las deportaciones también afectaran el crecimiento de Tijuana. Una de las colonias más antiguas de la ciudad, Libertad, emblemática para la identidad de la ciudad, debe su comienzo a las expulsiones de San Diego y Los Ángeles de la década de 1930. Hoy en día permanece como un recuerdo del papel que han jugado las deportaciones en el desarrollo de la ciudad fronteriza. La repatriación forzada de la década de 1930 también dio a conocer la compleja intersección de la inmigración como política y ley, por un lado, y como experiencia vivida, por otro, así como el impacto de ese empalme en las vidas de las familias. Se hizo manifiesto el fracaso de los términos “ilegal” y “legal” para describir y responder a la realidad de las familias de origen mexicano. Las deportaciones pusieron en blanco “las dificultades para diferenciar entre los inmigrantes ilegales y los residentes legales (incluso 3

Aunque no hay datos exactos, los estudios sobre la época confirman que muchas familias regresaron a México para evitar la aprehensión y consecuente deportación. 130


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ciudadanos) quienes en muchos casos eran los esposos e hijos de personas indocumentadas” (Schrag, 2010, p. 129). Tampoco es de sorprender que la Patrulla Fronteriza haya detenido de manera aleatoria a personas simplemente por su apariencia, esto es, su “finta” de mexicano y por la sospecha de que vivían en el país sin autorización. En el caso de la aprehensión de doce hombres del sur de California, por ejemplo, “el que había ingresado más recientemente tenía ocho meses en el país […] otro fue clasificado como ‘mexicano nacido en

EUA’”

(Hoffman, 1974, p. 56). La inhabilidad y falta de voluntad para diferenciar entre nativo y extranjero reflejaron el creciente atrincheramiento de la racialización de la población mexicana en San Diego. Para un periódico local, los mexicanos y los mexicoamericanos eran lo mismo: “Todos eran ‘mexicanos’”, no obstante que “muchas de las familias repatriadas incluían a hijos mexicano-americanos para quienes México, no los Estados Unidos, era un país extranjero” (Griswold del Castillo, 2007, p. 6; Hoffman, 1974, p. 2). 4 La incapacidad del gobierno federal para implementar su política migratoria de forma pareja a lo largo del país también perjudicó a la población mexicana. Al final, la práctica local se impuso y la “política de deportación fue manejada de forma descentralizada”; así, “los gobiernos estatales y locales fueron permitidos implementar las medidas que quisieran” (Alarcón, 2011, p. 10). La preeminencia de la práctica local estableció un precedente peligroso. En el momento en que las reglas y prácticas concernientes a la inmigración, especialmente la 4

De hecho, la mitad de los deportados de San Diego fueron niños (Griswold del Castillo, 2007, p. 96). 131


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indocumentada, cayeron en manos de autoridades locales, los procesos de la aprehensión, detención y deportación empezaron a reflejar intereses, prácticas y prejuicios locales, lo cual contribuyó a la imprevisibilidad de la implementación de la ley. Hoy en día, en el momento de la aprehensión, por ejemplo, son los agentes del

ICE,

quienes deciden cómo

proceder, esto es, quién se queda y quién será expulsado del país. Así, para la primera parte del siglo

XX,

ya estaban en su lugar las fuerzas básicas

que en años venideros darían forma a la política migratoria en el país. Desde ese momento, la puesta en práctica de la deportación se empezó a ajustar a los vaivenes económicos, los sentimientos nativistas y los prejuicios e idiosincrasias locales. A la par, la inmigración se amarró a cuestiones de origen nacional, etnicidad y raza, lazos que llegarían a ejercer presión sobre toda discusión y práctica de la deportación. Finalmente, con la criminalización de la entrada no autorizada a Estados Unidos y la creación de la Patrulla Fronteriza, el aparato gubernamental migratorio empezó a funcionar más como un instrumento policiaco y no como una agencia dirigida a temas laborales o de reunificación familiar. Con las deportaciones de la década de 1930 surgieron otros problemas, especialmente en relación con el significado del sentido de pertenencia y de la ciudadanía. En San Diego, la presencia de familias de estatus mixto subrayó una vez más los fallos de las categorías de “ilegal” y “legal” para reflejar la realidad de la población de ascendencia mexicana. Arraigada en San Diego (con o sin autorización) e inserta en redes transfronterizas, la población mexicana no sólo estaba acostumbrada a cruzar la frontera, sino que llevaba a cabo su vida en ambos lados. Con los cambios en la ley, un residente de San Diego únicamente tenía que tener el “semblante de mexicano” para llamar la atención 132


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de la Patrulla Fronteriza y correr el riesgo de ser deportado. Ese conjunto de hechos amenazaría la integridad y bienestar de las familias y sus posibilidades para formar comunidades estables con un sentido de arraigo, pertenencia y compromiso con la ciudad y la región.

La deportación y su impacto en las familias de San Diego hoy La deportación, hoy en día, refleja sus complejas raíces históricas. Igual que en tiempos pasados, aumenta en tiempos de estrechez económica y se alimenta de narrativas nativistas y racistas. La criminalización del indocumentado, a su vez, ha impregnado el lenguaje en torno a los deportados y permitido, si no alentado, la participación de cuerpos de seguridad —policías locales, por ejemplo— en la aprehensión de hombres, mujeres y niños. De manera semejante, el desmantelamiento del Servicio de Inmigración y Naturalización en 2003 y la transferencia de sus responsabilidades al Departamento de Seguridad Nacional reforzó la identificación de la inmigración indocumentada con la ilegalidad y el crimen, aunque esta vez con apuestas más graves: el riesgo terrorista. Finalmente, como muestran algunas propuestas legislativas —en estados como Arizona, por ejemplo—, ante la ausencia de un mandato federal claro, los gobiernos locales y estatales han empezado a delimitar e implementar su propia política migratoria. Actualmente, el proceso de deportación suele involucrar a un mayor número de cuerpos administrativos y fuerzas castrenses. Aunque el

DHS

administra todo lo referente a

la inmigración, también trabaja con cuerpos policiacos locales, el sistema de bienestar

133


Olivia Ruiz Marrujo / La deportación y la separación familiar / pp. 123-149

infantil y el Departamento de Justicia. La combinación puede enredar un caso de deportación en laberintos legales de proporciones kafkianas. 5 Como bien sabe cualquier abogado u oficial del

ICE,

cada deportación tiene

características propias, lo cual hace arriesgado hacer generalizaciones. Dicho lo anterior, se adhiere a lineamientos delimitados por las agencias asignadas con hacer cumplir la ley migratoria; así, la descripción que sigue se basa en ellos y en testimonios personales de mujeres y hombres indocumentados que fueron deportados a Tijuana. 6 La deportación empieza con la aprehensión. En el caso de Luz, agentes del

ICE

llegaron a su casa con órdenes de remoción y la aprehendieron. Como muestra el caso de Carlos, una persona también puede ser detenida en la vía pública, ya sea por cometer alguna violación de tránsito, al parar el carro en un retén (no necesariamente para propósitos migratorios) o por “llamar la atención” de agentes del

ICE.

En esto último, el

caso de Leticia es ejemplar. De 30 años de edad y con dos hijas nacidas en Estados Unidos, Leticia fue detenida en un retén de tránsito. Al acercarse intentó dar la vuelta, lo cual llamó la atención del agente de la Aduana y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés [Customs and Border Protection]). El agente la detuvo y preguntó por su licencia de conducir y registro del carro; cuando Leticia no pudo enseñarle ninguno de los dos documentos, el agente averiguó su estatus migratorio y fue detenida. Según un estudio, este

5

Para descripciones detalladas y comentarios sobre la política y la práctica de la deportación hoy en día, ver Wessler (2011), WRC (2010) y Rabin (2011). 6 Los testimonios fueron registrados en dos misiones de Tijuana: la Casa del Migrante y la Casa de la Madre Assunta. Los nombres de las personas han sido cambiados para respetar su privacidad. 134


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tipo de detención se ha convertido en la norma (Women’s Refugee Commission, 2010, p. 7). 7 Los trabajadores indocumentados están particularmente en riesgo en aquellas ciudades donde la policía colabora con agentes del ICE. 8 Con poco más de 30 años de edad, Rosa fue detenida cuando fue a lavar su carro y dos policías que circundaban el negocio la vieron, la detuvieron y preguntaron por sus documentos. Cuando no pudo enseñárselos quedó detenida; su hija, ciudadana de Estados Unidos, fue puesta en cuidado temporal. En las palabras de un experto, “el creciente uso de la policía local para aplicar la ley federal migratoria convierte cualquier encuentro o interacción con la policía en una posible detención y deportación” (Wessler, 2011, p. 7). En Escondido, California, por ejemplo, las detenciones crecieron de forma abrupta en el momento en que la policía local y agentes del ICE

empezaron a trabajar en conjunto (U.S. Immigration and Customs Enforcement, 2012).

La deportación se da por pasos; muchos de ellos son decisivos por el impacto que tienen en las relaciones de los padres con sus hijos. Como indican los casos de Luz y Carlos, la aprehensión puede terminar en la remoción inmediata de la persona de su hogar, incluso sin más que la ropa que lleva puesta. Si las detenciones se llevan a cabo en las casas, los hijos pueden presenciar el arresto de sus padres. 9 En algunos casos, hasta los propios agentes del ICE

han sucumbido ante la violencia de la aprehensión. Sandra, de poco más de 30 años de

edad, describió cómo uno de los agentes, encargado de aprehenderla en una ciudad al norte 7

El señalamiento ha resultado en acusaciones que las autoridades se rigen por perfiles raciales, lo cual refleja la continua racialización de la realidad migratoria. 8 Esto es resultado de la firma de los acuerdos 287 (g) entre el ICE y cuerpos de policías locales. 9 La posibilidad de que esto ocurra es alta. Los agentes del ICE suelen arribar a las casas temprano por la mañana para asegurarse de que encontrarán a las personas de interés. 135


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de San Diego, rehusó arrancar a su aterrorizado hijo de dos años de sus brazos a pesar de la insistencia del otro agente. Es menos probable que los hijos presencien una aprehensión si se lleva a cabo en la calle o los lugares de trabajo, especialmente si ocurre durante el diurno escolar. Sin embargo, aun en esos casos, los hijos regresan a casas de donde ha desaparecido su padre y/o su madre. La política del ICE dicta que los hijos de padres aprehendidos no pueden permanecer solos después de una aprehensión, pero puede ocurrir. Para empezar, los agentes no siempre preguntan si hay menores en casa. Un estudio sobre padres detenidos y deportados concluyó que “solo cuatro de 70 personas detenidas […] entrevistadas en seis centros de detención dijeron que oficiales del ICE habían preguntado si tenían hijos” (Wessler, 2011, p. 30). A la vez, los padres no siempre quieren decir que tienen hijos por temor a lo que les puede pasar si los agentes se enteran de su existencia. Algunos padres intentan asegurarse de que en caso de su aprehensión habrá alguien, un pariente cercano o un amigo, quien se encargue de sus hijos. Diana, de 25 años de edad y madre de dos hijos, el menor de once meses y el mayor de tres años, dejó el cuidado de sus hijos a un familiar. A la vez, los estudios indican que tales arreglos son la excepción, y no es inusual que los niños terminen a cargo de niñeras, vecinos y maestros. Alistar la ayuda de alguien no es suficiente. También hay que cubrir los costos financieros que tendrá que asumir. Carlos no sabía cómo su esposa pagaría la renta del mes, si es que la pagaría. A la vez, los mejores planes pueden fracasar si el sistema de bienestar infantil (CPS, por sus siglas en inglés [Child Protective Services]) entra en el escenario. La

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política del CPS no permite dejar a niños y niñas al cuidado de personas quienes podrían ser detenidos o deportados. Muchos niños y niñas, especialmente si nacieron en Estados Unidos, permanecen en el país. El gobierno no puede deportar a sus ciudadanos. Sin embargo, el

CPS

puede retener

a cualquier menor, aun aquellos nacidos en el extranjero, si decide que es en el mejor interés del menor permanecer en el país. Dado lo impredecible y repentino de las aprehensiones, no es inusual que el

CPS

se involucre si hay niños, y una vez presente, la

agencia puede ejercer un poder considerable sobre los padres y sus descendientes. Los padres aprehendidos son llevados a centros de detención o deportados a México. Desde ahí deben empezar el largo y arduo proceso de reunificarse con sus familias. Algunos, como Luz y Carlos, terminan en Tijuana, y desde ahí empiezan a buscar la manera de reunirse de nuevo con sus familias. Si deciden cruzar y son detenidos, enfrentarán la carga penal de reingreso ilegal (ilegal re-entry), lo cual puede llevar un castigo penal de hasta 14 meses de prisión. 10 Otros padres, abrumados ante los retos y dificultades, intentan traer a sus familias a México. Ana, de 45 años de edad y madre de una hija nacida en Estados Unidos, planeaba regresar a Veracruz y traer a su hija adolescente. Sin embargo, la decisión de volver a México lleva sus propios retos. Muchos padres deportados llevan años en Estados Unidos, algunos hasta veinte o treinta, y sus hijos no han vivido en México; algunos ni siquiera conocen el país. La hija de Ana, por ejemplo, no hablaba bien el español y nunca había vivido fuera de Estados Unidos. 10

También se puede pedir una audiencia para contestar la orden de remoción, pero la persona detenida debe comprobar que tenía autorización para permanecer en el país en el momento de su detención, una opción que pocos tienen. 137


Olivia Ruiz Marrujo / La deportación y la separación familiar / pp. 123-149

Los padres que buscan recuperar la custodia de sus hijos (ya en manos del

CPS)

enfrentan otros retos. Para empezar, junto con el asistente social asignado a su caso, deben armar un “plan de reunificación familiar.” Esto les obliga a visitar a sus hijos de manera regular, tomar clases sobre la crianza y el cuidado de los hijos, y asegurar un lugar dónde vivir. El asistente social supervisa y decide si los padres cumplen con sus obligaciones. Las demandas son difíciles, si no imposibles, de cumplir dentro de los centros de detención. Para empezar, la exigencia de que mantengan contacto con sus hijos sólo se da si los padres e hijos viven cerca y hay quien lleve a los hijos al centro donde están detenidos. Muchos padres son enviados a centros a kilómetros de sus casas y familias —en promedio, 370 millas, según un reporte (Wessler, 2011, p. 12)—. Los centros de detención están, por lo general, mal equipados —sin acceso a teléfonos o computadoras— para que las personas puedan mantener comunicación con sus familias. Tampoco ofrecen clases de la crianza y el cuidado de los hijos. Asegurar una vivienda desde la prisión, por supuesto, es casi imposible. Para los padres deportados a México, los planes de reunificación contienen otras estipulaciones. Deben estar en contacto con su asistente social en Estados Unidos y ver la manera de encontrarse con sus hijos en el otro lado, una demanda difícil de cumplir ante el obstáculo de la frontera. En el caso de Ana, su hijo mayor, ciudadano estadounidense, llevaba a su hermana (hija de Ana) a Tijuana. Igual que en el caso de los detenidos, los padres también deben mantener contacto con sus hijos por teléfono o por correo electrónico (si tienen acceso a teléfonos y computadoras). Otras condiciones son igualmente problemáticas. Los padres deportados deben comprobar que la casa o el departamento donde viven en México es equiparable al que 138


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tenían en Estados Unidos. También deben estar empleados, una demanda que es difícil de cumplir para una persona recientemente instalada en una ciudad y un país donde no ha vivido en mucho tiempo. Finalmente, como en el caso de aquellos recluidos en centros de detención, se les exige tomar clases de la crianza y el cuidado de menores. La lista de requerimientos puede llegar a ser abrumadora. Diana, madre de dos hijos chicos, manifestó de manera repetida que le era muy difícil cumplir con los requisitos de su plan de reunificación. De hecho, todas las mujeres que contaron sus experiencias y que luchaban por la custodia de sus hijos se quejaban de lo laborioso que había sido acatar los requerimientos de su plan. Igual que muchas de sus compañeras migrantes en la misión, Diana dijo que se sentía deprimida y desesperanzada, y había pensado en desistir en su lucha. En más de una ocasión había considerado suicidarse. Los plazos para cumplir con los requisitos imponen una presión constante. No pueden exceder los doce meses. En ese lapso, los asistentes sociales del CPS van registrando el “progreso” de cada madre y/o padre para cumplir con las estipulaciones de su plan. A los doce meses entra en vigor un “plan de permanencia” que puede incluir la reunificación familiar, la tutela (con parientes, por ejemplo) o la eliminación del derecho de potestad de los padres (Wessler, 2011, p. 7). A lo largo del proceso, el peso de la prueba cae sobre los padres, quienes deben convencer al asistente social que ellos pueden proveer por sus hijos de la manera que se les exige.

Entender la deportación A primera vista, la separación forzada de madres y padres de sus hijos es impensable. Con la excepción de casos de abuso, la relación de los padres con sus hijos es concebida como 139


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natural e inalienable. De hecho, al incluir la reunificación familiar como precepto legal, la ley de inmigración, desde sus comienzos, reconoció la importancia de la unidad familiar. En 1965, el Hart-Cellar Act, la base para toda ley y política migratoria contemporánea, dio preferencia a los lazos familiares, admoniciones que aparecieron en el Immigration Act of 1990. De igual forma, la modificación de la ley en 1996 siguió incluyendo la reunificación familiar. De manera semejante, el sistema de bienestar del menor parte de la premisa que un hijo puede ser separado de sus padres solamente cuando se puede comprobar que ha sido víctima de abuso o está en riesgo de sufrir algún daño si permanece con los padres. Sin embargo, como muestra el número de casos de separaciones forzadas en San Diego, si no a lo largo del país, el estatus migratorio y las resoluciones del sistema de bienestar infantil pueden ir por encima de esos lazos. Si esta realidad sabotea los intentos políticos por animar la reunificación familiar y ofende el sentido común y las sensibilidades humanitarias, tiene su razón histórica de ser. Sus raíces yacen en la intersección de fuerzas: desde las leyes y políticas de inmigración y las decisiones en favor del bienestar infantil, hasta la configuración étnico-racial y los ciclos económicos que estructuran la vida cotidiana del país, tanto a nivel local como nacional. A la vez, para entender esta realidad hay también que voltear la mirada hacia al proceso de la deportación en sí, esto es, por un lado, verlo como un instrumento de ingeniería poblacional en el sistema de los Estados nacionales, y por otro, entender su papel en la configuración de las identidades y relaciones intergrupales, en este caso, en Estados Unidos (Walters, 2002, p. 267).

140


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En su análisis de la deportación, Walters (2002) sugiere que, históricamente, la práctica se generalizó en el momento en que los Estados nacionales empezaron a jugar un papel más activo en la regulación y el cálculo de la salud y del bienestar de su población. Esta regulación, o gobernabilidad, en el sentido foucaultiano, abrió el camino para un creciente control sobre la población a través de una variedad de procedimientos, siendo la deportación uno de ellos. En el caso de Estados Unidos, el proceso dio inicio a principios del siglo

XIX,

cuando el Congreso declaró que el gobierno federal sería el único árbitro de

la política migratoria. Entre las acciones tomadas, en 1882 se prohibió la inmigración de China y se llevó a cabo el reclutamiento de trabajadores mexicanos. Así, a través de la política migratoria se empezó a ejercer un papel determinante en la configuración de la fuerza laboral de la nación, especialmente en el oeste y suroeste. Con raíces en el siglo

XIX,

la historia económica de San Diego es emblemática en

este sentido. Desde su comienzo, la ciudad no sólo empleó a trabajadores mexicanos, sino que llegó a depender de ellos para hacer crecer su base industrial. De forma semejante, los periodos de bajo crecimiento económico —la caída de la bolsa en 1929 y la gran recesión de 2008 y 2009, por ejemplo— dieron lugar a algunas de las tasas más altas de deportaciones. El uso de la deportación para expulsar a trabajadores no-nativos (o aquellos entendidos como “extranjeros”) se nutre de y acentúa distinciones binarias de nativoextranjero. Para deportar a una persona es primeramente necesario saber quién es y quién no es ciudadano, distinción que determina quién puede pertenecer (o no) a los Estados Unidos. Ya para finales del siglo

XIX

en San Diego esa distinción giraba en gran medida

alrededor de lo mexicano. Lo mexicano significaba y englobaba la extranjería. Así, lo que 141


Olivia Ruiz Marrujo / La deportación y la separación familiar / pp. 123-149

se entendía como nativo y extranjero, como categorías legales y de adscripción identitaria, se asentaban en oposición a la otredad mexicana. De esta forma, con el tiempo lo mexicano llegó a definir lo inherentemente distinto a lo estadounidense. Esta racialización ayuda a esclarecer un rango de fracasos, desde la inhabilidad de los medios para diferenciar entre residentes de origen mexicano nacidos en Estados Unidos y aquellos nacidos en el extranjero (en la década de 1920), hasta la deportación de ciudadanos estadounidenses de origen mexicano (en la década de 1930). También explica por qué lo mexicano se llegó a identificar tan estrechamente con Tijuana, visto primero como el contagio potencial del desorden (vía la revolución), y luego, desde la óptica del puritanismo, la tentación y el “camino al infierno”. Para la población mexicana la amenaza constante de la deportación, muchas veces sin considerar el estatus legal de la persona, subvirtió todo esfuerzo por forjar un sentido de permanencia y de “los significados asociados con el hogar y con sentirse en casa” (Ballinger, 2012, p. 394). Como tal, permanecía en jaque todo intento por crear y establecer una cotidianeidad en el trabajo, la escuela, el hogar y la ciudad. Disminuida su habilidad para poner raíces y nutrir un sentido de pertenencia, los residentes de origen mexicano yacían desplazados o fuera de lugar. Temerosos de ocupar las esferas públicas y participando en ellas sólo de manera reacia, “contribuían” a su propia enajenación y vulnerabilidad. Peutz sugiere que la deportación emplea y depende de la vigilancia, esto es, el monitoreo de “individuos ya interrogados y la reificación de la categoría de deportado” (Peutz, 2006, p. 219). Los actos de deportación naturalizan el acecho a aquellos considerados deportables. A comienzos del siglo 142

XX,

la población de origen mexicano en


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San Diego, incluso aquella nacida en Estados Unidos, era una población vigilada, y su identidad y adhesión a la ciudad y al país estaban bajo escrutinio y sospecha constantes. La creación de la Patrulla Fronteriza y la criminalización de las entradas sin autorización en la década de 1920 sólo vinieron a legalizar imaginarios y prácticas establecidos desde hace tiempo. El mandato de salvaguardar la frontera contra el cruce de ciudadanos de México marcó la relación entre la Patrulla Fronteriza y la población de ascendencia mexicana en el país, especialmente en ciudades fronterizas como San Diego. En este sentido, la expulsión en masa de la década de 1930 fue una crisis previamente anunciada. La continua aprehensión de grandes números de la población, especialmente en áreas fronterizas como San Diego, también refleja ese pasado y ahonda la huella de la historia. En más de un sentido, las personas de ascendencia mexicana están bajo vigilancia permanente. La deportación, cada ejercicio de ella, a su vez, ratifica la soberanía y los límites del territorio nacional. Al criminalizar a aquellos que cruzan la frontera sin autorización y al asignar a la Patrulla Fronteriza para detenerlos y expulsarlos, el gobierno federal da prioridad a la soberanía nacional. En palabras de Ngai, ese énfasis hace que “la territorialidad —no la necesidad laboral, no la reunificación familiar, no la libertad de la persecución, no la asimilación— sea el motor de la política migratoria” (Ngai, 2003, p. 28). Finalmente, en gran medida, cada deportación es el resultado de decisiones de los agentes —tomadas en el momento de la aprehensión— y, por ende, cada una es, de algún modo, discrecional o arbitraria. Durante la detención, los oficiales deben pesar la ley general que requiere el arresto, la detención misma y la posible expulsión a la luz de las particularidades de cada persona (su llegada al país, los años que tiene residiendo en él, la existencia de 143


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antecedentes criminales, sus particularidades familiares, sus lazos con la comunidad), y con base en ello, hacer un juicio personal. Esas decisiones pueden variar de agente a agente y reflejarán atributos personales, como por ejemplo, los años que tiene el agente en el servicio e incluso su personalidad, como se vio en el caso de Sandra. Hoy en día, los no-nativos, como quiera que se les construya, experimentan un mayor escrutinio, y la deportación se ha convertido en una de las principales maneras de vigilar y asegurar la nación y su población (Walters, 2002, p. 281). A la vez, cualquier acto de violencia al territorio nacional —como amenaza real o potencial— se llega a explicar y procesar dentro del binario nosotros/ellos, lo cual cimienta el aspecto discrecional de los procedimientos y las prácticas de la deportación (Peutz, 2006, p. 220). Históricamente, la primera militarización de la frontera de San Diego y la formación de milicias locales tomó lugar en los años de la revolución mexicana, al propagarse rumores de que la violencia se derramaría a lo largo de la frontera. No es una coincidencia que la fortificación más reciente de la frontera, la presencia de grandes números de deportados y la frecuencia de la separación forzada de familias, siga en los pasos de los acontecimientos del 11 de septiembre.

Nota final Ante el reclamo de grupos humanitarios y de derechos civiles, en noviembre de 2014, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama introdujo el orden ejecutivo Acción Diferida para Padres de Ciudadanos (DAPA, por sus siglas en inglés [Deferred Action for Parents of Americans and Lawful Permanent Residents]) con el fin reducir la deportación

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de miles de madres y padres de familia. 11 Sin embargo, desde que se propuso, el

DAPA

ha

enfrentado resistencia, especialmente en algunos estados —entre ellos Arizona y Texas—, y hasta el momento se encuentra estacionado en el tribunal federal. Así, las deportaciones continúan. Asimismo, no hay que perder de vista que esta historia también es de Tijuana. Igual que en la década de 1930, hoy en día la ciudad recibe a una gran cantidad de personas expulsadas de Estados Unidos, entre ellos madres y padres que han vivido años en ese país. La mayoría, como es de esperarse, busca alguna manera de reencontrarse de nuevo con sus familias en Estados Unidos. Aunque no hay estadísticas confiables acera del rango y de la frecuencia de las decisiones que han tomado para enfrentar y resolver su situación, en general, son pocas las opciones. Pueden traer a sus familias a México, una alternativa que tiene sus propias dificultades, dado el arraigo de los hijos en Estados Unidos; algunos, incluso, no hablan español. La persona deportada también puede intentar cruzar la frontera de nuevo, una aventura riesgosa por las consecuencias legales. Otros pesan la posibilidad de volver a sus tierras de origen o asentarse en Tijuana y buscar trabajo, ahorrar dinero, recuperarse del golpe emocional y volver a intentar cruzar la frontera. Y otros más terminan formando parte de la creciente población de deportados marginados en la pobreza extrema y la anomia social y legislativa (Velasco y Albicker, 2013). Pueden variar los detalles de sus vidas —los trabajos que tenían en Estados Unidos, las particularidades de sus arrestos, detenciones y deportaciones, las decisiones que toman 11

El DAPA, que también otorga permiso para trabajar, se introdujo junto con la ampliación del DACA, la acción ejecutiva que protege de la deportación a jóvenes que llegaron a Estados Unidos antes de 2007; en noviembre de 2014, el presidente Barack Obama amplió los parámetros para incluir a aquellos que ingresaron antes del 2010. Ambas acciones siguen obstaculizadas en la corte. 145


Olivia Ruiz Marrujo / La deportación y la separación familiar / pp. 123-149

para sobrevivir su situación—, pero, al final, comparten retos y traumas comunes. ¿Hasta qué punto puede Tijuana responder a sus necesidades?, ¿De qué manera la ciudad cambiará como resultado de su llegada? y ¿Qué papel jugarán los recursos humanos y financieros de San Diego? son otras de las preguntas que enfrentan ambas ciudades fronterizas.

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Olivia Ruiz Marrujo. Mexicana. Es profesora-investigadora del Departamento de Estudios Culturales en El Colegio de la Frontera Norte. Se especializa en migración, riesgo y fronteras comparadas. Es autora de los artículos: ¿Menores o migrantes? Riesgo y vulnerabilidad en la migración de menores no acompañados indocumentados a Estados Unidos. En Ó. Misael Hernández (2015, en publicación), Riesgos en la migración de menores mexicanos y centroamericanos a Estados Unidos; y La expulsión de migrantes menores no-acompañados: los casos de Escondido y Murrieta, California. En González (2015, en publicación). Guadalajara, Jalisco: ITESO. 149


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Los antecedentes del teatro independiente en Buenos Aires: la importancia de Boedo y Florida The history of independent theater in Buenos Aires: the importance of Boedo and Florida María Fukelman Universidad de Buenos Aires; Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Instituto de Artes del Espectáculo/Universidad Católica Argentina mariafukelman@gmail.com Resumen: En la década de 1920, muchos de los intelectuales de Buenos Aires se dividieron en dos grupos: Boedo y Florida. El primero abogó por un arte social que invitaba a accionar a los obreros. El segundo pretendió renovar la literatura con fines estéticos. Los de Florida expresaban su mirada a través del periódico Martín Fierro; y los de Boedo lo hacían desde las revistas Los Pensadores y Claridad. Tribuna del pensamiento izquierdista. A su vez, el 30 de noviembre de 1930, el boedista Leónidas Barletta creó el Teatro del Pueblo, dando inicio al movimiento de teatros independientes en la ciudad. El propósito de este trabajo es analizar cómo se trató el arte teatral en los medios mencionados, a fin de observar qué vínculo con el teatro propone cada uno y qué rasgos, de los que luego serían promovidos por Barletta y el teatro independiente, ya habían sido diseminados en ellos. Palabras clave: revistas literarias, teatro independiente, historia. Abstract: In the 20s, many of the intellectuals of Buenos Aires were divided into two groups: Boedo and Florida. The first advocated a social art, to invite the workers to act. The second sought to renew the literature for aesthetic purposes. The Florida expressed his gaze through the newspaper Martin Fierro; and Boedo did it from the magazines Los Pensadores and Claridad. Tribuna del pensamiento izquierdista. In turn, on November 30th, 1930, the boedista Leónidas Barletta created the Teatro del Pueblo, with this starting the movement of independent theaters in the city. The purpose of this paper is to analyze how the theatrical art is discussed in the mentioned means to observe what link with the theater proposes each one and what traits, which would then be promoted by Barletta and independent theater, had been scattered in them. Keywords: literary magazines, independent theater, history. Fecha de recepción: 9 de junio de 2016 Fecha de aprobación: 17 de agosto de 2016 Fecha de recepción de versión final: 4 de septiembre de 2016

e-ISSN 2448-539X 151


María Fukelman / Los antecedentes del teatro independiente en Buenos Aires / pp. 151-187

Breve introducción sobre Boedo y Florida En la década de 1920, muchos de los intelectuales de Buenos Aires estaban divididos en dos grupos: Boedo y Florida. El primero, cuyo nombre surgió de la calle donde funcionaba la editorial Claridad (Boedo 837), abogó por un arte social, de temática directa, que fuera accesible a los obreros y que los invitara a accionar. El segundo, que también debió su nombre a la calle, elegante y céntrica, en donde se hacían sus ediciones, pretendía renovar la literatura con fines puramente estéticos. Las trincheras literarias desde las que cada grupo expresaba su mirada fueron el periódico Martín Fierro (1924-1927), dirigido por Evar Méndez, para los de Florida; y las revistas Los Pensadores (1924-1926) y Claridad. Tribuna del Pensamiento Izquierdista (1926-1941), dirigidas por Antonio Zamora, para el grupo Boedo. Durante muchos años, y con razones suficientes para pensarlo, se entendió esta situación como una polémica en la que se enfrentaban dos bandos: los que querían el arte para la revolución y conformaban una vanguardia política (Boedo), y los que querían la revolución para el arte e integraban una vanguardia estética (Florida). Las operaciones de lectura más frecuentes (realizadas, en general, por escritores cercanos al martinfierrismo) pretendieron encasillar al grupo de Boedo, en oposición al de Florida, como el hacedor de una “mala” literatura o el representante de “la derecha literaria” (Sarlo, 1983, p. 161). Sin embargo, el vínculo entre ambos grupos no fue absolutamente dicotómico. Manejamos la hipótesis —de la que sólo haremos un breve desarrollo en este trabajo— de que el teatro independiente se forjó con elementos de las dos corrientes y que éstos, a su vez, fueron, en muchos casos, coincidentes. Al respecto, tenemos en cuenta la contribución de Gabriela García Cedro: “Si se piensa que los martinfierristas apostaron a una renovación de la

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Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

poesía, es preciso constatar que los boedistas no se opusieron a la renovación de la forma sino que cuestionaron una nueva forma desprovista de contenido social” (2013, p. 377).

El teatro independiente El teatro independiente surgió en Buenos Aires de la mano del escritor y periodista Leónidas Barletta (1902-1975), uno de los integrantes más conocidos del grupo Boedo, quien creó el Teatro del Pueblo el 30 de noviembre de 1930. Si bien ya desde mediados de la década de 1920 se habían llevado a cabo algunos intentos por conformar un teatro independiente, a partir de la fundación de los grupos Teatro Libre (1927),

TEA

(Teatro

Experimental de Arte) (1928), La Mosca Blanca (1929) y El Tábano (1930), el Teatro del Pueblo fue la primera tentativa que alcanzó continuidad en el tiempo. De esta manera, la crítica especializada coincide en considerarlo el “primer teatro independiente de Buenos Aires”, frase que, por otra parte, había sido elegida para colocar como subtítulo del nombre del teatro “después de algunos años de labor” (Marial, 1955, p. 17) en los programas de mano y en las entradas, dando cuenta de la pretensión de originalidad del grupo de Leónidas Barletta, quien, no obstante, había sido integrante de algunos de los intentos anteriores. En Argentina, distintos teóricos reconocidos (Luis Ordaz, 1946; 1 José Marial, 1955; Osvaldo Pellettieri, 1990, 1997, 2006; y Jorge Dubatti, 2012; entre otros) se abocaron a caracterizar al teatro independiente. Para nuestro trabajo, optamos por la definición de Jorge Dubatti, quien sostiene que el teatro independiente diseñó, para posicionarse, tres enemigos: el actor cabeza de compañía, el empresario comercial y el Estado, y describe esta práctica como “una nueva modalidad de hacer y conceptualizar el teatro, que implicó 1

En el presente trabajo, citamos la edición de 1957. 153


María Fukelman / Los antecedentes del teatro independiente en Buenos Aires / pp. 151-187

cambios en materia de poéticas, formas de organización grupal, vínculos de gestión con el público, militancia artística y política y teorías estéticas propias” (2012, p. 81). Algunos de estos cambios tuvieron que ver con la pretensión de horizontalidad entre los integrantes de cada grupo, el deseo de realizar un “buen” teatro, la elección de un repertorio compuesto tanto por dramaturgos clásicos universales como por nuevos autores argentinos, y la filiación política afín a la izquierda, entre otros. Sin embargo, no todos los grupos que integraron el movimiento de teatros independientes llevaron a cabo las mismas decisiones. Elegimos seguir la caracterización de Jorge Dubatti tanto por su sintética sistematización de la práctica como por su flexibilidad, ya que entendemos que el teatro independiente no fue homogéneo ni en sus comienzos ni a lo largo de los años. Por el contrario, creemos que el movimiento de teatros independientes se mostró, desde sus inicios, como un enraizado complejo y rico en su diversidad. Los motivos de la iniciación del teatro independiente fueron varios, no hubo una única razón, sino que se dio una combinación de factores. Uno de los más importantes fue constituirse como una reacción frente a la escena del teatro comercial de la década de 1920, cuyas características no agradaban a Barletta ni, como veremos más adelante, a muchos de los escritores de la época. Ese contexto teatral estaba mayormente ocupado por obras del denominado género chico (revistas, sainetes, vodeviles), producidas por empresarios con el principal objetivo de ganar dinero. A su vez, los artistas e intelectuales que conformaron el teatro independiente se encontraban al tanto de las novedades de la vanguardia artística que estaban sucediendo en Europa, lo que también fue un motor para transformar el teatro de Buenos Aires. Leónidas Barletta ofreció su mirada, en 1931, sobre cómo y por qué se gestó el Teatro del Pueblo, puntapié inicial para la conformación del teatro independiente en la 154


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ciudad capital. El director presentó a su teatro como una forma artística nueva que llegaba para otorgar nivel a un contexto teatral que, a su criterio, se hallaba en ruinas. De este modo, en el número 1 de Metrópolis, el órgano difusor del Teatro del Pueblo, afirmó: “[…] no tenemos teatro argentino. Lo poco de bueno que hay aquí, es material de museo, cosa del pasado que sólo puede interesarnos en ese sentido y que huele a sebo de velorio” (Barletta, 1931, párr. 1-2). Al mismo tiempo, advirtió: “Para ese teatro de arte que se ambiciona, hemos contribuido fundando Teatro del Pueblo. Puede ser el peldaño inicial para alcanzar lo que se desea” (Barletta, 1931, párr. 15). El teatro independiente, desde sus inicios, creció y se multiplicó sobremanera. Al Teatro del Pueblo le siguieron, en los primeros años, Teatro Proletario (1932), Teatro Juan B. Justo (1935), Teatro Íntimo (1935), La Cortina (1937), Teatro Popular José González Castillo (1937), Tinglado Libre Teatro (1939), La Máscara (1939), Teatro Universitario de Arquitectura (1939),

IFT

(1937), Teatro Florencio Sánchez (1940), Espondeo (1941) y

Teatro Libre de Buenos Aires (1944), entre otros. Ya en la década de 1950, esta cantidad de grupos se había triplicado. Además, el movimiento se fue expandiendo desde Buenos Aires hacia otras provincias y ciudades populosas del país, como Córdoba, Mendoza, Salta, Santa Fe, Rosario (Provincia de Santa Fe) y La Plata (Provincia de Buenos Aires). De acuerdo con Jorge Dubatti, se fue conformando a través de los años como una “forma de producción y ética artística de relevante proyección en la escena argentina y latinoamericana posterior, que constituirá la aportación más relevante de la Argentina en este periodo a la cartografía del teatro mundial” (2012, p. 62). De modo que el teatro independiente no sólo “se convirtió en columna vertebral del teatro argentino contemporáneo” (Ciurans, 2004, p. 89), sino que también llegó rápidamente a Uruguay y a otros países de Latinoamérica. 155


María Fukelman / Los antecedentes del teatro independiente en Buenos Aires / pp. 151-187

En Uruguay, el teatro independiente arribó junto al grupo La Isla de los Niños, de Atahualpa Del Cioppo, que trabajó en conjunto con el Teatro del Pueblo argentino. Allí también se creó la Federación Uruguaya de Teatros Independientes (FUTI), a partir de la fundación de la Federación Argentina de Teatros Independientes (FATI). En Chile, esta práctica teatral comenzó a gestarse ya entrada la década de 1940, con la creación de los grupos universitarios Teatro Experimental de la Universidad de Chile (Teuch) y Teatro de Ensayo de la Universidad Católica (TEUC) (Rojo, 1984). El investigador Carlos José Reyes da cuenta de transformaciones en la escena teatral de su país —Colombia— a fines de la década de 1950, a partir de los estímulos de Chile y Argentina:

En efecto, la influencia de estos países sobre personas, grupos e instituciones, fue evidente. Las escuelas de teatro en formación, tanto en Bogotá como en Cali, constatan que el avance de la enseñanza y la práctica teatral independiente en Chile y Argentina podía ser tenido en cuenta para un mejor desarrollo de nuestra propia experiencia. (Reyes, 1996, p. 2) Si bien en cada lugar se aportaron elementos originales propios de cada espacio y de cada grupo, la esencia del teatro independiente se ha mantenido vigente hasta hoy. En este sentido, entendemos que es relevante profundizar sobre el conocimiento de la gestación de una práctica que se extendió tanto por Argentina como por Latinoamérica. Asimismo, es atinado pensar que muchas de las ideas que se llevaron a cabo en 1930 se habían estado produciendo en la década anterior. Tradicionalmente, se ha dicho que el teatro independiente es heredero del grupo de Boedo. Sin embargo, creemos que hay elementos de Florida que —pudiendo coincidir o no con los de Boedo— también se pueden considerar como contribuidores al desarrollo de esta práctica teatral. En tal sentido, el propio Leónidas Barletta, muchos años después de la polémica, volvió sobre ella y afirmó

156


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

que en el Teatro del Pueblo confluyeron Boedo y Florida: 2 “Hacia 1930, la creación del primer teatro independiente, el Teatro del Pueblo, fundado por Barletta, mezcla a todos y borra los últimos vestigios de la disputa Boedo-Florida” (1967, p. 63). Esta teoría del teatro independiente como un mar en donde decantaron ambos ríos, también fue planteada por Luis Ordaz:

¿De dónde salía el Teatro del Pueblo? y ¿quién era Leónidas Barletta? Procuraré hilvanar los tramos de historia que desembocan en el “movimiento de teatros independientes” […]. Todo empezó con el grupo llamado de Boedo […] que entró en conflicto, o no, con el denominado grupo Florida […]. Los dos núcleos presentaban actitudes que podían estimarse igualmente como revolucionarias. La diferencia, fundamental para el caso, estribaba en que mientras los de Florida eran rebeldes en estética y se sentían ocupando una avanzada estrictamente literaria, los de Boedo eran disconformes ideológicos y se empeñaban en impulsar la revolución social, ya triunfante, por entonces, en la antigua Rusia de los zares. Las diferencias no desaparecerían nunca, pero algunas aristas cortantes se irían limando con los años, y los integrantes de ambos grupos se encontrarían precisamente compartiendo las carteleras del Teatro del Pueblo. (1992, párr. 14-15)

¿Qué lugar ocupó el teatro en las revistas de Boedo y Florida? Pocos autores hablaron sobre el lugar que el teatro tenía en las revistas de Boedo y Florida. Algunos de ellos fueron Beatriz Sarlo y Horacio Salas. Beatriz Sarlo afirma:

Hay zonas importantes de la producción literaria argentina del momento que Martín Fierro se propone ignorar, porque están relacionadas demasiado directamente con el mercado, y en consecuencia, con un público cuyo gusto “filisteo” la vanguardia repudia […]. La literatura de kiosco y el teatro le parecen a la revista una forma corruptora de la competencia. De allí el reproche elitista que se les formula a los 2

Es interesante que Barletta no sólo sugirió que en el Teatro del Pueblo convergieron Boedo y Florida, sino que también, en los años subsiguientes, se ocupó de distanciarse —al menos desde el discurso— de algunos principios defendidos por su grupo de origen: “Pero los que quieren poner el arte al servicio de la revolución, hacen un flaco favor a la revolución y al arte. […] Si esa fuera la finalidad del arte, el artista digno debería dejar de pintar cuadros, de representar obras o de escribir libros” (1932, párr. 20). 157


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escritores de Boedo: ellos se proponen escribir controlando con un ojo el mercado, lo que es lo mismo: movidos por el lucro. (1983, p. 148) Y luego aclara:

La década de los años veinte será de prosperidad para el teatro argentino y las grandes compañías nacionales (Muiño-Alippi, Gloria Ferrandiz, Camila Quiroga, Parravicini). En 1923 se estrenan Mateo de Armando Discépolo y El ruedo de almas de Eichelbaum; en el 24, La hermana terca también de Eichelbaum; en 1925, Los caminos del mundo de Defilippis Novoa, El organito de A. y E. Discépolo, Babilonia y Giacomo de A. Discépolo y la versión escénica de Nacha Regules de Manuel Gálvez. Martín Fierro no registra este movimiento y solo publica tres o cuatro artículos sobre las compañías extranjeras que visitaban Buenos Aires y una crítica a Eichelbaum y en general a la “pobreza” del teatro nacional. (Sarlo, 1983, p. 148) Por su parte, Horacio Salas sostiene:

La música, la arquitectura y en menor medida el teatro fueron otros campos de preocupación de Martín Fierro […]. Y por contradictorio que pueda parecer, mientras desde las páginas de Martín Fierro, Sergio Piñero elogiaba al fenómeno musical porteño, desde Boedo Leónidas Barletta sostenía que se trataba de “una jeremiada de afeminados […] la música de unos degenerados que se niegan a usar ropas proletarias, cuyas mujeres de grasientos cabellos abandonan la fábrica por los burdeles” (1995, p. XIV).

A partir del análisis de Sarlo se podría inferir que el grupo de Boedo dio mayor importancia al teatro y que se hizo eco de los grandes estrenos del teatro comercial sin manifestar la “pobreza” de la escena nacional. Este hecho daría cuenta de un comportamiento diferente de cada grupo respecto al teatro comercial. No obstante, como veremos más adelante, esto no fue así. A su vez, de las palabras de Salas, se desprende que no todas las opiniones que se vertían en ambas revistas eran “lógicas”, es decir, no respondían siempre a lo que se esperaba de cada una. Coincidimos con esta lectura, ya que, como también se desprenderá del análisis posterior, hubo un lugar en Martín Fierro

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—probablemente inesperado para los estudiosos, debido a la frecuente asociación entre el teatro independiente y el grupo de Boedo— para que se enuncien por primera vez algunos elementos que luego se afianzarían en esta práctica teatral. En este punto, creemos que es fundamental, coincidiendo con García Cedro, volver a las fuentes y analizar cómo se trató el arte teatral en los medios difusores de los grupos de Boedo y Florida, a partir de una nueva lectura de Los Pensadores, Claridad y Martín Fierro. Entendemos que es necesario el análisis del material de primera mano, ya que este procedimiento evita tanto la reiteración de datos que no son ciertos —y que, en su devenir, llegan a constituirse en mitos de la crítica—, como la reproducción de análisis o interpretaciones caracterizados, erróneamente, como fácticos. Nuestro propósito es, en primer lugar, observar qué vínculo con el teatro ofrece cada una de las revistas. Y en este sentido, nuestro aporte será la realización de un foco minucioso sobre un aspecto de la polémica poco destacado por la crítica. En segundo lugar, analizaremos qué rasgos de los que luego serían promovidos por Leónidas Barletta y los demás realizadores del teatro independiente ya habían sido diseminados en las revistas. De este modo, si bien es innegable la contribución de Barletta al teatro de Buenos Aires —e incluso al de Argentina y Latinoamérica—, nuestro aporte será confirmar que esta transformación no se debe exclusivamente a su trabajo ni se dio de un día para otro. Por el contrario, proponemos que las bases de esta práctica teatral se venían gestando desde hacía algunos años. Para la realización de este trabajo, partimos de la idea —ya expresada— de que, aunque ambos grupos se diferenciaron en sus modos de abordar la literatura, la relación entre ellos no fue exclusivamente de opuestos, sino que también contó con muchos puntos en común. 159


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Volviendo a las fuentes Cronológicamente, la primera en aparecer de las tres revistas sobre las que vamos a trabajar es Los Pensadores. No obstante, su primer formato, que existía desde 1922, fue en cuadernillos dedicados exclusivamente al pensamiento y la obra de un autor (cercano al arte o a la política), en los que no había espacio para abordar variados temas. Luego, surgió el periódico Martín Fierro, en febrero de 1924 (que se presentó como continuador de una fugaz experiencia publicada en 1919 con el mismo nombre). A los pocos meses, en diciembre de 1924, apareció el primer número de Los Pensadores como “revista de selección ilustrada. Arte, crítica y literatura”. Y finalmente, en julio de 1926, esta revista cambió de denominación y se publicó por primera vez como Claridad. Tribuna del Pensamiento Izquierdista. Sobre la modificación del nombre hay —al menos— dos versiones: Emilio J. Corbiére sostiene que Antonio Zamora dijo: “Como el nombre de Los Pensadores, para una revista, era un poco pedante, se lo cambié por el de Claridad” (1981, p. 38); mientras que Gabriela García Cedro le atribuye la idea del cambio a Leónidas Barletta: “Renovarse o morir es el planteo. Barletta plantea la renovación para Los Pensadores ya desde el mismo título: pasará a llamarse Claridad” (2013, p. 141). Como Martín Fierro dejó de existir luego de la edición de noviembre de 1927, el periodo en el que las publicaciones de Boedo y Florida fueron contemporáneas se circunscribe entre diciembre de 1924 (con el primer número de Los Pensadores) y principios de 1928, cuando se editó el número 151 de Claridad (dado que Martín Fierro no se despidió de sus lectores —y como no tenía una frecuencia de publicación estricta—, no era posible que el grupo de Boedo dedujera de inmediato que ya no iba a circular más). Empero, más allá de las coincidencias temporales efectivas entre ambas revistas, 160


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entendemos que aunque Los Pensadores (en su versión ampliada) haya salido unos meses después que Martín Fierro, cuando lo hizo, tomó en cuenta el periódico de Florida. De modo que enmarcamos nuestro corpus de análisis entre el número 1 de Martín Fierro y la edición 151 de Claridad. Martín Fierro no fue una revista que haya abordado el teatro en demasía. De sus 37 números (hubo 45, pero 9 fueron dobles), sólo en 11 (menos de 30%) trató está temática. En esas apariciones encontramos una crítica al teatro nacional; otra a la dramaturgia extranjera representada en Buenos Aires; una nota escrita por el autor francés Emile Malespine, donde explica la teoría que utilizaba en su teatro de Donjon; dos artículos que se acercan al teatro de Luigi Pirandello; y varias notas de opinión, en general cuestionadoras a la gestión municipal, sobre la temporada lírica que se presentaba en el Teatro Colón. Sin embargo, hay tres artículos que son fundamentales en la conexión con el teatro independiente: “Para un teatro de arte en Buenos Aires”, de Sandro Piantanida, publicado en el número 17, del 17 de mayo de 1925, en el que se sugieren los pasos a seguir para conformar un teatro de arte basado en la realidad teatral europea; “Fundación del Teatro de Arte” (sin firma), que apareció en la edición 33, del 3 de septiembre de 1926; y una continuación de este último artículo, “Santa Juana, de Shaw, en La Plata”, publicado en el número 35, del 5 de noviembre de 1926. Los Pensadores, a su vez, tuvo 22 ediciones, y, de ellas, en 9 (más de 40%) se habló del teatro —directa o indirectamente—. La preocupación de esta revista por el arte teatral fue más alta que la de Martín Fierro. De hecho, en la primera publicación apareció un apartado titulado “Teatros y conciertos”, en el que no había ninguna información sobre el tema, pero se afirmaba que la iba a haber en futuras ediciones: “No escapará al lector la importancia fundamental que tiene para la orientación del público la crítica teatral y 161


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musical. Desde el próximo número ocupará lugar preferente en nuestras columnas esta sección, imprescindible en una revista del carácter de Los Pensadores” (Anónimo, 1924, párr. 2). Empero, no se hizo efectivo el cumplimiento de esta promesa en la inmediatez, y en el número 106 3 se retomó el compromiso: “No puede faltar en Los Pensadores la crítica de teatro. Revista que se propuso sobre todo servir de difusión literaria y cultura (sic) en beneficio del pueblo, prestará desde el próximo número toda la atención a ese género, de una incuestionable influencia en el ambiente” (Lucas, 1925, párr. 1). Aun así, no todos los números incluyeron estas críticas. Los temas abordados en la revista en relación con el teatro tuvieron que ver con la actualidad de la escena nacional, con el panorama musical, el teatro infantil, y con la dramaturgia de Elías Castelnuovo. Además, hubo dos artículos sobre el arte del pueblo y una reflexión de Roberto Mariani, “De cómo el teatro puede ser arte”, publicada en el número 121, de mayo de 1926, que expresa varios lineamientos a tener en cuenta para su vinculación con el teatro independiente. En Claridad. Tribuna del Pensamiento Izquierdista, el lugar que se le dio al arte teatral fue todavía mayor. De los primeros 29 números (entre el 1 y el 151), 4 que son los que se corresponden en contemporaneidad con la publicación de Martín Fierro, hay, al menos, 19 en los que se menciona al teatro, dando un porcentaje superior a 65%. Este interés por el teatro se observa en múltiples artículos, por ejemplo, en aquellos que cuestionan una encuesta realizada por el diario La Nación a famosos escritores, en la que se les preguntaba por el teatro. La crítica más importante allí plasmada fue que esas personas 3

La nueva edición de Los Pensadores comenzó sus publicaciones con el número 1. Sin embargo, pasadas pocas ediciones, retomó su versión anterior y continuó enumerando las revistas teniendo en cuenta las primeras cien ediciones en el viejo formato de cuadernillo. Así, el número 106 equivaldría a la sexta edición de la revista literaria. 4 Al igual que había sucedido con la segunda edición de Los Pensadores, Claridad comenzó en el n° 1, pero después de la séptima publicación, decidió retomar su tradición (Los Pensadores en sus dos formatos) y la octava edición pasó a ser el n° 130. 162


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podían saber mucho de literatura, pero poco de teatro. Es decir, en Claridad se le otorgó al teatro un carácter específico y no se lo englobó con las otras artes. Además, hubo muchos comentarios sobre las obras que estaban en cartel (¡que en muchos casos incluían develar el final de la pieza!), negativos en general, ya que también abundaban las notas que hablaban de un panorama teatral en crisis. En este sentido, se presentaron nuevas propuestas para la renovación de la escena, basadas en las críticas al contexto porteño y en la permanente mirada al campo teatral de la vanguardia europea. También se destacó, al igual que en Martín Fierro, la figura de Pirandello. En relación con el teatro independiente, como trataremos más adelante, una de las cuestiones más importantes que nos interesa recoger es el planteo directo que se hace en la revista sobre la necesidad de conformar un “teatro independiente”, así, con todas las letras (de hecho, de acuerdo con nuestro propio registro, en esta revista se enunció ese sintagma por primera vez). Además, en las páginas de Claridad se dio el anuncio de la conformación del Teatro Libre, el primer grupo que puede considerarse antecedente del Teatro del Pueblo. Leónidas Barletta firmó con su nombre muchos de los artículos de opinión sobre la situación teatral hasta que abandonó la revista, en octubre de 1927, es decir, entre los números 144 y 146. El testimonio del escritor sobre su alejamiento apuntó hacia su disconformidad con el devenir socialista de la revista:

Juan B. Justo […] quería que Claridad estuviese concretamente al servicio de su partido, Barletta se retira y la revista de los de Boedo, también se malogra, convirtiéndose en una publicación comercial de Antonio Zamora, para la propaganda de su editorial y las candidaturas de su partido. (Barletta, 1967, p. 52)

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Pero otras versiones (García Cedro, 2013) indican que Barletta se fue porque los integrantes de Claridad negaron ante otro medio que él fuera su jefe de redacción. Luego del número 151, con el que finaliza nuestro corpus, y hasta la conformación del Teatro del Pueblo, la revista siguió abordando al teatro con trabajos similares. Lo más destacable fue que allí se publicó la conformación de otro de los grupos —el último— que entendemos como antecedente del Teatro del Pueblo: El Tábano.

Los rasgos del teatro independiente en Martín Fierro, Los Pensadores y Claridad Ciertos elementos que, a partir de 1930, fueron característicos del movimiento de teatros independientes, pueden ser rastreados en las revistas de los grupos literarios Boedo y Florida. Hemos sintetizado algunos de ellos en tres apartados, que desarrollaremos a continuación.

La crítica al panorama teatral Leónidas Barletta, en sus “Consideraciones sobre el Teatro del Pueblo”, publicadas en el primer número de la revista Metrópolis, critica al llamado teatro nacional y afirma:

Los empresarios de este teatro, que atrasa la cultura de nuestro pueblo en cincuenta años, son excelentes comerciantes, sin pizca de amor ni de entendimiento por la escena, que lo mismo hubiesen invertido su dinero en una empresa de pompas fúnebres, si hubiesen calculado que iban a rebañar un buen tanto por ciento. Los que escriben este teatro son casi en su mayoría analfabetos, que miran al teatro como una industria y no como un arte. A éstos no los podemos considerar. Si se les diese dinero para vivir con holgura el teatro los perdería para siempre […]. Desgraciadamente, tanto dinero puesto en juego, ha complicado a la prensa y ha surgido el “crítico”. El “crítico” es casi siempre un autor mediocre o fracasado. Es de la “farándula”. Para juzgar debe tener en cuenta la potencialidad financiera del empresario, sus intereses particulares, su amistad con los autores y su relación con los capocómicos. Si después de esto queda todavía un margen para deslizar una observación, no tiene capacidad crítica para hacerla, (Barletta, 1931, párr. 6-7-10) 164


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Como vemos, la mirada con la que analizaba la actualidad del teatro era muy negativa. Algo similar había sucedido en Martín Fierro, Los Pensadores y Claridad. De esta manera, ambos grupos, “opuestos y complementarios, vuelven a coincidir en la denuncia ante la mediocridad del ambiente (medida también en términos de mercado) y en la necesidad de un nuevo público y un nuevo ambiente” (García Cedro, 2013, p. 68). En el número 3 de la revista del grupo de Florida, publicada el 15 de abril de 1924, H. Carambat escribe “El teatro en Buenos Aires”, y allí cuestiona a la escena nacional por repetitiva e intrascendente:

Todos los teatros están llenos. Todos los espectadores dispuestos a divertirse. Pero el espectáculo es el mismo con que se inauguró la temporada anterior y tras anterior. Obras insignificantes, procedimientos primitivos y manoseadísimos, chatura y vulgaridad en todo. ¡Qué tristeza más grande, en el fondo de las carcajadas que estallan alrededor de uno! No podía ser de otra manera, a pesar de tantas buenas intenciones, siendo los mismos los autores de las obras. Confesamos que ni una de las comedias estrenadas por las diez compañías nacionales que debutaron hasta ahora, merece un comentario. (1995, p. 17) En Los Pensadores, a su vez, también se critica el panorama teatral por su pobreza y su reiteración. Uno de los representantes más importantes de esta estrechez sería el actor cabeza de compañía o “capo-cómico”. En el número 109, del 14 de abril de 1925, Eduardo Morfino publica “El teatro y sus intérpretes”, un artículo en el que enuncia con varias frases cortas e irónicas las características de la escena; algunas de ellas son: “La ignorancia, es un salvo conducto para triunfar en el teatro nacional” y “Un viejo sin barba, un traidor sin bigote, un italiano sin camisa a cuadros, un obrero sin traje azul-mecánico, son algunos imposibles para muchos cómicos” (Morfino, 1925, párr. 13-16). En la misma revista se discute, además, el carácter de entretenimiento del arte. No obstante, aquí la crítica se diferencia de la publicada en Martín Fierro —cuyo cuestionamiento es que, aunque

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divierta al público, no está ofreciendo algo novedoso y de calidad— porque batalla con el concepto del “arte por el arte” y le achaca al teatro nacional el rol de neta distracción, indiferente a los debates sociales. Esta, a su vez, era una de las características que se le atribuían, desde Boedo, al grupo de Florida. Así, en el número 117, de enero de 1926, se publica “El arte y el pueblo”, de Armando Eneas, quien sostiene:

De aquí que el arte sea considerado por ellos como mero pasatiempo, en lugar de concederle su verdadero cometido […]. El arte no es un motivo de entretenimiento, no es un vistoso juego de malabares, y esto lo entiende claramente el pueblo. Téngase por indicio cierto de que toda obra que no conmueva al pueblo, o no subsista a su memoria, no es obra de arte (1926, párr. 14-15). En Claridad, por ser la publicación que más lugar le dio al teatro, hay otros muchos ejemplos que dan cuenta de la insatisfacción de sus escritores por el ambiente teatral de la época. En el número 1, de julio de 1926, Edmundo Caprara habla sobre “El teatro nacional en crisis” y observa: “Un afán desmedido de lucro, y una invasión de analfabetos, han provocado la crisis del teatro nacional” (1926, párr. 9). En la misma línea, en el número 134 (15 de mayo de 1927), es el propio Leónidas Barletta quien escribe “Sobre teatro nacional” y manifiesta que el teatro está hecho por aficionados, y que no hay ni autores ni actores buenos. Lo mismo se afirma en la mayoría de las críticas a obras de la cartelera, realizadas generalmente por Edmundo E. Barthelemy en su columna “Por los teatros”. Por otra parte, en el número 136 (10 de junio de 1927), Álvaro Yunque hace un análisis más extenso y vincula la crisis teatral con el mundo capitalista. Así, en “Nuestro teatro” menciona que no se puede considerar al teatro nacional como una industria porque no produce “objetos útiles” (Yunque, 1927, párr. 2) con la materia prima. En este sentido, sostiene que el teatro sólo es industria para quienes creen que ésta produce ganancias sin importar qué sea lo que se fabrique, y pone como ejemplo a las tabacaleras. Además, afirma: “El teatro, hoy, es una 166


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ingeniosa máquina de distraer, o sea, de idiotizar. ¿Y qué otra cosa buscan los explotadores de la multitud?” (Yunque, 1927, párr. 7). A los críticos no los exime de sus palabras, ya que dice que la crítica padece el mismo mal que el teatro: estar al servicio del capitalismo. Aquí, habida cuenta de las notas que efectivamente se escribían, nos distanciamos de la afirmación de Sarlo —quien acerca al grupo de Boedo al mercado—. Asimismo, aunque la autora haya hecho hincapié en que desde Martín Fierro no se registraba el gran momento que estaba viviendo la escena nacional y que, en sus páginas, sólo se leían críticas, encontramos que las detracciones no eran exclusivas de esa revista, sino que, por el contrario, las tres publicaciones coinciden y —aunque con distintos argumentos— critican el tipo de teatro que las circundaba.

La mirada hacia Europa El teatro independiente es una creación porteña. Empero, para su conformación, fue fundamental conocer lo que estaba sucediendo en la escena del viejo continente, que no era uniforme, sino que también tenía sus matices. Al respecto, Luis Ordaz sostiene:

En 1903, Romain Rolland publicó en París su libro Teatro del Pueblo, cuya segunda edición, también francesa[,] data de 1913. Pero recién en 1927, se tradujo a nuestro idioma y apareció en Buenos Aires. Si bien no se disponía fácilmente, por entonces, de noticias respecto a las experiencias del “nuevo teatro”, que se estaban cumpliendo en los paralelos de la vanguardia europea, no era extraño que a quienes le[s] interesaba el tema supieran de los trabajos que estaba[n] realizando Antoine, Lugné-Poé y Erwin Piscator, 5 Jacques Copeau, en Francia; Bragaglia, en Italia; Otto Brahm en Alemania; J.T.Grein en Inglaterra; Stanislawski y NemérovichDánchenko, en Rusia; Rivas Cherif y Valle-Inclán, en España, entre otros luchadores, a distinto nivel, por un nuevo teatro. De Europa llegaban los rótulos de Teatro Libre, Teatro Independiente, Teatro de Arte, Teatro Político, etc. Sin embargo, y resulta importante destacarlo para que no haya confusión, cuando entre 5

Advertimos como un acto involuntario y producto de la oralidad (el texto que enmarca estas líneas corresponde a una conferencia) el hecho de que Ordaz incluya a Erwin Piscator, alemán, entre los teatristas franceses. 167


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nosotros se intentaba “un teatro distinto” al imperante en nuestro medio, no se partía precisamente de influencias ajenas, aunque los logros podían servir como reflexión y aliciente. (1992, párr. 20) Las revistas de los grupos de Boedo y Florida no fueron la excepción y contribuyeron a que se conocieran las figuras de las que, luego, los artistas del teatro independiente tomarían elementos. La renovación del teatro (producto de la cuestionada situación vigente) vendría de la mano de las vanguardias europeas. Si bien en Los Pensadores no se abarcan demasiado los proyectos europeos, en Martín Fierro y en Claridad, sí. A pesar de que la visión más tradicional sobre la polémica de Boedo y Florida indica que Claridad “se oponía al europeísmo de los martinfierristas” (Wainschenker, 2013, p. 42), no sucedía esto en relación con el teatro. En este punto, aunque se criticaran mutuamente, ambos grupos miraban y admiraban lo que sucedía allí. Al respecto, tomamos las palabras de Beatriz Sarlo, quien sostiene que “la cuestión del cosmopolitismo debe leerse siempre como posiciones variables en un campo en disputa: cosmopolita es siempre el otro. Y, en el caso de las vanguardias del veinte, cosmopolitas son aquellos que traducen otros libros distintos a los que traducen ellos” (1983, p. 158). La nota de Sandro Piantanida en Martín Fierro, publicada el 17 de mayo de 1925 (número 17), es un ejemplo de esto. Así, en “Para un teatro de arte en Buenos Aires”, expresa:

En numerosas ciudades de la vieja Europa, artistas animados por un espíritu innovador y combativo, dedican desde hace años, ingenio y dinero al estudio y la realización de interesantes reformas del espectáculo teatral. […] En cada centro intelectual de algún valor nacieron y tienen vida los teatros de arte. Surgieron siempre bajo los más favorables auspicios y tuvieron éxito de crítica y favor del público. Nada por el estilo existe hoy en Buenos Aires: y debiera existir en esta ciudad siquiera un pequeño núcleo de espectadores que pueda frecuentar y dar vida a un teatro que intente seriamente nuevas vías de arte. Si existe aquí una persona que se disponga a hacer suya una noble idea y que tenga los medios necesarios para 168


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realizarla, para ella busco encuadrar un proyecto y un programa de acción. (Piantanida, 1995, p. 111) Con estas palabras podemos ver que las ideas están siendo pensadas y elaboradas mucho tiempo antes de que se puedan llevar a cabo. Los cambios no se producen de un día para el otro ni suelen ser producto del trabajo de una sola persona, sino que comienzan a vislumbrarse paulatinamente. Es interesante destacar que este primer llamado de atención sobre la necesidad de conformar un teatro novedoso —que se encuadre dentro de las distintas experiencias europeas— proviene de la revista del grupo de Florida y no, como podría esperarse, del de Boedo. Piantanida agrega, luego, que desde hacía treinta años, en Mónaco, Berlín, Ginebra, Moscú y Roma existen apasionados hacedores de teatro que estudian y proponen teorías; y menciona entre ellos a Giorgio Fuchs, Fritz Erler, Max Reinhardt, Meyerhold, Stanislavski, Dantchenko, Jordansky y Pitoëff. A continuación, propone un proyecto concreto para renovar la escena, que abarca desde principios estéticos hasta actorales:

El escenario no debe ser un cuadro tan rico ni recargado como para aplastar el drama. Debe tener los elementos decorativos puramente necesarios, debe contribuir a dar relieve al personaje, no debe ser obra de pintura, pero sí de decoración. […] Debe ser cuidado el estilo de la puesta en escena. Los trajes deben ser ejecutados en armonía con la decoración. Debe ser estudiada la iluminación […]. El director de escena debe ser el único inspirador y creador: debe dictar los tonos, los colores, los ritmos, debe sugerir los trajes y las decoraciones, debe imaginar los juegos de luces. Buscará interpretar la naturaleza, no reproducirla. Debe poner de relieve los personajes principales. (Piantanida, 1995, p. 115) Se refiere, también, a que las localidades del teatro tendrían que ser muchas y no tener distinción de precio ni de categorías. Se manifiesta en contra —como muchos de los 169


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vanguardistas europeos— del teatro realista y habla de una compañía de trabajo permanente. Sobre el repertorio, acota que debe ser variado y cercano a la poesía. Brinda como ejemplo un calendario de producciones que podría realizarse en un año:

2 exhumaciones: Goldoni, Calderón. 3 obras de maestros: Don Ramón del Valle Inclán; Pirandello; Maeterlinck. 1 interpretación clásica: Shakespeare. 2 novedades de jóvenes argentinos o sudamericanos. 2 novedades extranjeras: Crommelink; Ludovici. (Piantanida, 1995, p. 116) Muchos de estos puntos son retomados por el movimiento de teatros independientes que inició el Teatro del Pueblo. Un ejemplo de ello es la falta de diferenciación entre los asientos de los teatros. Otro es la importancia de la figura del director: Leónidas Barletta va a ejecutar este rol con completa autoridad (este hecho generó problemas dentro del grupo). También se puede destacar la necesidad de conformar un grupo permanente, de realizar un repertorio variado y de producir cambios escenográficos. Hay cuestiones en las que se implementaron modificaciones. Respecto del realismo, Barletta se va a comportar de forma mucho más cercana al grupo de Boedo, no así todos los grupos de teatro independiente. También en Martín Fierro, Maître Hippolyte analiza “La moderna dramaturgia extranjera representada en Buenos Aires” (número 25, 14 de noviembre de 1925). De alguna manera, se puede pensar que el eje de la revista está más puesto en dar cuenta de lo que pasa afuera que de lo que ocurre en Buenos Aires. No obstante, algunos números posteriores (29-30, 8 de junio de 1926), cuando Semi-Fusa analiza “La temporada lírica del Teatro Cristóforo Colombo” hay duras críticas contra la comisión artística del teatro por no incorporar artistas argentinos:

Tan graves y serias son las preocupaciones de dicha Comisión, que se ha olvidado casi de un detalle, una fruslería sin mayor importancia: el arte y los artistas 170


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argentinos […]. Sabido es que en todos los países del mundo, los teatros oficiales tienen por finalidad propender al desarrollo del arte nacional. Como la imitación es un don simiesco, acá se hace lo contrario: primero los extranjeros, o, para ser más propio, los italianos, luego, si sobra tiempo y dinero, si los de afuera están hartos de pesos, se conceden algunos centavos a los de casa, sobre todo a los más mediocres, a los que no pueden competir con los protegidos de la península itálica. (1995, p. 215) Este rescate de los artistas argentinos también es algo que se promovió luego desde el teatro independiente. Más allá de que la mirada estuviera posada en Europa, y en los grandes clásicos del teatro, el propósito de promover a los dramaturgos argentinos se explicitó desde los estatutos del Teatro del Pueblo. Así, en el artículo 2º, el Teatro del Pueblo manifestó tener el objetivo de “Experimentar, fomentar y difundir el buen teatro, clásico y moderno, antiguo y contemporáneo, con preferencia al que se produzca en el país, a fin de devolverle este arte al pueblo en su máxima potencia, purificándolo y renovándolo” (Larra, 1978, p. 81). Observamos, entonces, que hay un nuevo punto de contacto entre la práctica teatral independiente y lo expresado en el órgano difusor del grupo de Florida. En Martín Fierro también hubo espacio para que el dramaturgo Émile Malespine explique la teoría utilizada en “El teatro del Donjon”. En este apartado puede verse, bajo las palabras de un artista extranjero, uno de los lineamientos que tomaba la revista respecto del arte en general: “Este teatro es, en cierta forma, un súper idealismo, donde la idea y lo ideal se mezclan íntimamente. […] Aquí no hay tajadas de vida sangrienta, ni estudios realistas. El teatro participa más del ensueño que de un estudio de costumbres. […] Y la pieza de tesis es menos soportable que un sermón” (Malespine, 1995, p. 275). El grupo de Florida se oponía al realismo y eso se traslucía en su revista. El grupo de Boedo lo respaldaba y lo promovía. Sin embargo, el hecho de que los escritores de Florida no propusieran a sus lectores un mensaje o posicionamiento ideológico a través

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de sus obras, no significaba que no creyeran —al igual que los de Boedo— que tenían que educar a su público. En este sentido, García Cedro sostiene que la revista Martín Fierro tuvo un matiz pedagógico. De modo que aunque Boedo y Florida tuvieran una concepción distinta de la literatura y el arte, ambos grupos ubicaban al escritor por encima del público y gesticulaban “con el mismo ademán frente al ojo de este soberano: […] el gesto de superioridad intelectual por sobre los profanos” (Gilman, 1989, p. 54). Tanto boedistas como martinfierristas consideraban que tenían que guiar a sus lectores, es decir, veían “en el escritor a un ser superior, a una élite” (García Cedro, 2013, p. 54). Esta forma se sostendrá después en el teatro independiente, sobre todo en el llevado a cabo por Leónidas Barletta, a quien Jorge Dubatti cataloga como un “artista ilustrado” a raíz de la capacidad de purificar a los espectadores que se autoatribuye en el extracto de los estatutos ya mencionado y de otras declaraciones del autor, como cuando afirmó que el teatro era “la más alta escuela de la humanidad” (Larra, 1978, p. 106). El “artista ilustrado” sería el “creador teatral que considera que su trabajo lo acerca al conocimiento de la verdad, lo hace puro en su ética y le permite saber más que el espectador, al que debe mostrarle el camino correcto” (Dubatti, 2012, p. 83). Por otro lado, en Claridad hay muchos artículos que tratan el tema de las vanguardias europeas y que lo muestran como un modelo a seguir en el teatro porteño. El número 130 (febrero de 1927) ofrece un ejemplo contundente:

Sí, hay que renovar el teatro. No solamente la forma, sino, también, la estructura. Hay que renovar todo: el traje, la escenografía, el maquillaje, las luces. Huelga decir que debemos empezar por la obra. Lo menos que se puede hacer en este sentido es realizar un poco de lo tanto que se lleva a cabo en Europa. Para nadie es una novedad la transformación que ha experimentado la escena en el viejo mundo. El llamado teatro de vanguardia tiene ya carta de ciudadanía en todas partes, menos acá. […] El viento de la renovación sopla para todos, menos para nosotros. La 172


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renovación del teatro vendrá con el teatro de vanguardia. No la producirá uno, sino muchos. […] Necesitamos algo más que un hombre. Necesitamos muchos hombres. Un plantel. Sí, una tanda de muchachos jóvenes y valientes. (Anónimo, 1927c, párr. 1-2) En este comentario vemos también otro elemento que retomará el teatro independiente: el trabajo grupal y la pretensión de horizontalidad. Si bien esta característica se llevó a cabo de maneras disímiles dentro del movimiento —por ejemplo, no estuvo tan clara dentro del Teatro del Pueblo—, formó parte de los principales basamentos del modo de producción independiente. En el número 134 de Claridad (15 de mayo de 1927) hay dos notas que abordan la figura de Antón Giuglio Bragaglia, fundador del Teatro Experimental de los Independientes (Teatro Sperimentale degli Indipendenti) en Italia. La primera se titula “Introducción al teatro de vanguardia”, y allí se recorren los aportes europeos en relación con distintos ejes (maquillaje, decoraciones sintéticas, iluminación, maquinismo, máscara móvil y dirección artística), destacándose la figura de Bragaglia. Algunas páginas más adelante, Edmundo E. Barthelemy, en su habitual columna “Por los teatros”, cita una frase del referente italiano que tiene que ver con los cambios en la forma de actuación: “Hay que arrojar fuera del teatro el convencionalismo y la declamación. Es decir, toda esa farsa psicológica que es el instrumento del actor y sin el cual el actor no toca. Preferimos un actor que no haya recitado nunca al que posea la virtud de recitar” (1927, párr. 41). La pretensión de no declamar —que viene de las influencias extranjeras— ya se había enunciado en alguna edición anterior, concretamente en la 131, bajo el subtítulo “Algo más sobre el teatro”. Otra modificación propuesta en la revista tiene que ver con

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retirar las ganancias por los derechos de autor, a fin de evitar que los dramaturgos se dejaran llevar por los intereses económicos a la hora de escribir una pieza. No obstante, debemos dejar en claro que, a pesar de tener al teatro de vanguardia europeo como faro, el teatro independiente no se creó a imagen y semejanza de éste. En principio, porque tampoco todos los grupos de teatro europeos eran iguales. En este sentido, se tomaron algunos elementos de uno y otros de otro, sin copiar fórmulas estrictas ni importar recetas. Esto mismo ya se había querido dejar en claro a partir de la creación de Teatro Libre, uno de los antecedentes del teatro independiente, cuando en el número 138 de Claridad (10 de julio de 1927) se reprodujo parte de una conferencia dada por Osvaldo Palazzolo sobre los propósitos que motivaron la formación de este grupo. Allí, el autor revistó las diversas tentativas del teatro de vanguardia europeo, aclarando que la diferencia entre ellos y el Teatro Libre radicaba en que, en contraparte a las experiencias del viejo continente, la agrupación porteña no intentaba establecer una supremacía por sobre otra escuela, sino que pretendía abordar todas las corrientes. Esta pretensión de Palazzolo se vería reflejada años después en el movimiento de teatros independientes que, en muchos aspectos, sería amplio e irrestricto. El hecho de que el Teatro del Pueblo tuviera lineamientos marcados no significaba que algún grupo tuviera que quedar fuera del colectivo. Jorge Dubatti sostiene que cuando en la década de 1920 comenzó a haber un rechazo por el teatro comercial y una defensa del “teatro de arte”, esta última fue representada por tres líneas diferentes: 1) “la de los ‘profesionales’, que persiguen, a la par, alta calidad artística y rentabilidad del trabajo teatral”; 2) “la de los ‘experimentales’ que buscan una ‘vanguardia artística’ sincronizada con Europa, sin pensar en los resultados de taquilla, a pura pérdida e investigación por el arte y un público minoritario”, y 3) “[…] la de los ‘experimentales’ de izquierda o 174


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filoizquierdistas, a los que mueve el deseo de una ‘vanguardia política’, también al margen del lucro, pero cuyo teatro busca producir transformaciones en la sociedad y propicia las ideas de progreso y revolución, un teatro que optimiza sus posibilidades pedagógicas para favorecer el advenimiento de la revolución y una sociedad sin clases y para ilustrar al ‘proletariado’ nacional” (Dubatti, 2012, p. 69). Tanto la segunda como la tercera línea estarían integradas por conjuntos pertenecientes al teatro independiente. Agrega Dubatti:

Cabría para los “experimentales” una polarización interna semejante a la de “vanguardia artística” y “vanguardia política” […]. Si bien se puede establecer esta comparación con Boedo y Florida, es importante aclarar que no se trata de un paralelo: no creemos que esta distinción —proveniente de la literatura y hoy revisada […]— haya funcionado en el campo teatral; no hubo un “Boedo y Florida” en las tablas. […] En el teatro no hubo dos grupos ni “bandos” (experimentales) como Boedo y Florida, ni dos tendencias prioritarias de su tipo, ni dos espacios de reunión representativos, ni siquiera dos imaginarios claramente opuestos. […] ¿Cómo traducir, entonces, el vínculo entre Boedo y Florida y las dos líneas internas de los “experimentales”? Algunos teatristas experimentales comparten con Florida únicamente el fundamento de valor puesto en lo artístico en sí, y algunos teatristas de izquierda comparten con Boedo el fundamento de valor en la revolución. Pero es llamativo que los dramaturgos y directores que también producen literatura en Boedo se permiten, en términos de poética teatral, el uso de procedimientos modernizadores (especialmente del expresionismo) a los que no recurren en sus cuentos y novelas (radicalmente realistas […]). (Dubatti, 2012, pp. 73-74)

Dentro del primer grupo de experimentales, el de la vanguardia artística, Dubatti ubica a La Cortina, al Teatro Experimental Renacimiento, al Teatro Experimental Espondeo y al Teatro Experimental Buenos Aires, entre otros. Dentro del segundo grupo, el de la vanguardia política, coloca a los escritores que provenían del grupo Boedo, quienes conformaron los grupos antecedentes del teatro independiente y luego el Teatro del Pueblo. A pesar de las diferencias, todos los grupos integraron el movimiento de teatros independientes. Por lo tanto, tal como anticipó Palazzolo en la conferencia sobre Teatro 175


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Libre, una característica propia del teatro independiente en Buenos Aires será la heterogeneidad y la aceptación de distintas corrientes dentro del mismo movimiento. Otra experiencia europea retomada en las páginas de Claridad fue la de El Mirlo Blanco. En el número 139 (del 25 de julio de 1927) se elogia no sólo el repertorio escogido por el grupo, sino también la capacidad de concretar sus planes pese a las carencias económicas. La falta de recursos y la importancia de la calidad artística serán luego estandartes del teatro independiente.

El deseo de un teatro independiente y las primeras manifestaciones Si bien en mayo de 1925, Sandro Piantanida ya había manifestado la necesidad de la conformación de un teatro de arte, fue el 3 de septiembre de 1926, en el número 33 de Martín Fierro, cuando se anunció la “Fundación del Teatro de Arte” y se lo asoció al “teatro libre”. En esa nota se da cuenta del accionar de la Compañía Renovación, y aunque se dice que su trabajo data de largos años, es la primera vez que se la menciona en este periódico:

La obra que la Compañía Renovación ha venido realizando desde hace varios años, obra meritoria dentro de un medio estéril, ha clarificado su campo de acción con el proyecto desinteresado que realizará en lo que resta de 1926 y en 1927. La Dirección Artística de la Compañía, asesorada por el erudito dominicano, hombre de pensamiento libre, D. Pedro Henríquez Ureña, quiere vincular a los intelectuales, escritores y artistas argentinos en una obra común de emancipación del teatro. Quiere el teatro libre, lejos del mercenario, ambiciona con devolver su hondo y verdadero cauce emocional, desprovisto del lagrimeo y de la dramaticidad afectada. Para hacerlo cuenta, en el momento, con el apoyo de Valoraciones, Martín Fierro y Estudiantina y el patrocinio de la Comis. Prov. de Bellas Artes. En este teatro se dará acogida sincera a las obras de vanguardia de escritores nuevos de la Argentina (¡qué tanta falta hacen!). Los planes ideados por la Compañía comienzan en Santa Juana de Bernard Shaw, obra que ya está en ensayo, cuyos decorados proyectó Adolfo Travascio y que se dará dentro de poco, en los primeros días de septiembre, en La Plata y en Buenos Aires. 176


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[…] Como se ve, la intención de fundar un teatro de vanguardia cobra forma. La dirección de la Compañía espera la ayuda de los artistas, escritores, especialistas en teatro, traductores, etc., para llevar a cabo una empresa tan ardua como la que se ha propuesto. Martín Fierro se atribuye su representación para hacer un llamado a los que tengan interés en el problema del arte teatral. (Anónimo, 1995a, p. 245)

Una de las cuestiones importantes que se desprenden de este apartado tiene que ver con el deseo de un teatro emancipado, libre. Aún no se menciona el sintagma “teatro independiente”, pero sí se deja ver el concepto de la necesidad de un teatro separado del negocio, es decir, de los empresarios teatrales. Además, se habla de dar lugar a los nuevos autores argentinos, hecho que, como vimos, fue otro baluarte del teatro independiente. A su vez, aunque no se retoma explícitamente el artículo de Piantamida, esta nota parece estar advirtiendo que las propuestas enunciadas por él un tiempo antes, están en camino de llevarse a cabo. Tal como se preanuncia, se realiza la obra mencionada y, dos ediciones más adelante, el 5 de noviembre de 1926, se publica “Santa Juana, de Shaw, en La Plata”. Sin embargo, la situación no fue la esperada, porque el escenario fue improvisado, la acústica era mala y se generaron varios inconvenientes. Aun así, el periódico elogia el esfuerzo y la audacia de la compañía, a la vez que agrega:

Pero antes que ese mérito es digno de aplaudir con entero entusiasmo el espectáculo de salud y pureza que nos procura esta manifestación de altos propósitos, en un ambiente de corrupción teatral, junto a un público profundamente intoxicado de suburbio y nacionalismo. Así considerada, la agrupación platense merece no sólo el aplauso nuestro sino también nuestra más encarecida solicitud a su perseverancia. (Anónimo, 1995b, p. 269)

A pesar de las muchas virtudes del emprendimiento, el desarrollo de la obra no alcanzó las expectativas: no se llevó a escena una alta calidad artística, hecho fundamental 177


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para los representantes de Florida. No obstante, el hecho de que esta haya sido reproducida dio cuenta de la posibilidad de existencia de un nuevo teatro. Y a esta posibilidad se la difundió primero en la revista de Florida, espacio, como ya hemos advertido, supuestamente poco vinculado al teatro independiente —a diferencia del grupo de Boedo—. La experiencia del conjunto platense fue la última alusión a un teatro libre que se dio en Martín Fierro. Llama la atención que esta Compañía Renovación no figura para los grandes teóricos del teatro independiente como uno de sus antecedentes. Algunas hipótesis para explicar esto podrían ser que: a) fue un acontecimiento no conocido (aunque la publicación en Martín Fierro desmentiría esta cuestión); b) fue un intento demasiado breve (pero así también se consideró al Teatro Libre, al TEA, a La Mosca Blanca y a El Tábano y, de hecho, ese fue el motivo por el que se toma al Teatro del Pueblo como el primer teatro independiente); c) no se desarrolló en la ciudad de Buenos Aires; o d) se consideró, por alguna razón que desconocemos, que no tiene relación con el comienzo del teatro independiente. Fue en Claridad, por otra parte, donde se utilizó por primera vez el término “teatro independiente”. Así, en marzo de 1927, en el número 131, se expresa en un extenso artículo sin firma titulado “Algo más sobre teatro”:

El golpe sería fundar aquí un teatro independiente. Algo completamente distinto y que no tuviera ningún punto de contacto con el teatro oficial. Lo que arruina al teatro oficial es el negocio. Todo es interesado y burocrático allí. El mercantilismo de los empresarios ahoga las mejores intenciones. Las empresas teatrales no son empresas de arte, sino empresas comerciales. No se mira el aspecto artístico de una obra, sino su aspecto financiero. No hay que esperar nada de las promesas de Carcavallo o de Mertens, nada, absolutamente nada. Éstos quieren, como los otros, ganar plata y si es posible “hacer un poco de arte”. Pero el arte y el negocio son cosas antitéticas. (Anónimo, 1927a, párr. 38) 178


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En la misma nota se toman como ejemplos a los artistas de las vanguardias europeas, y se termina reflexionando:

Ahora preguntamos: ¿por qué aquí no se hace un ensayo semejante? ¿Por qué no se funda un teatro independiente de los demás teatros? ¿No hay aquí un núcleo de autores, pintores, actores, artistas de verdad, que se junten inspirados por el mismo deseo y lleven a cabo la iniciativa? ¿No hay un núcleo desinteresado o por lo menos que posponga sus intereses inmediatos a los intereses artísticos? ¿Cómo es que siendo nosotros un pueblo culto no damos la menor prueba de cultura? (Anónimo, 1927a, párr. 40) En dos ediciones posteriores, la misma revista —que no se hizo eco del estreno de la Compañía Renovación— transcribió la declaración de inicio del ya mencionado Teatro Libre. Lo presentaba como un grupo que tenía el propósito de organizar un teatro independiente en Buenos Aires y se reconocía como parte de esta iniciativa. La declaración —firmada por Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, Guillermo Facio Hébequer, Octavio Palazzolo, Augusto Gandolfi Herrero, A. Vigo, A. Yunque y H. Ugazio— expresaba:

Hasta el presente, el teatro nacional ha vivido casi ajeno a todo propósito de arte y renovación. Los movimientos innovadores que dieron impulso vivificaron al teatro europeo y que ha tenido, en países como Rusia, su más alta expresión […]. El teatro nacional no existe, porque vivió y vive regido por un fin comercial, ajeno a toda manifestación de arte y a todo ideal. Frente a ese estado de indiferencia por cuanto signifique ideas fundamentalmente renovadoras, en presencia de la perversión y relajamiento que caracteriza a nuestro teatro, cuya obra, huérfana de toda intención artística, contribuye a desorientar y envenenar el gusto del público, se impone la creación de un teatro independiente, que desarrolle su acción libre de toda traba, y desvinculado en absoluto de lo que constituye hoy el teatro oficial. Por consiguiente, los que suscriben esta declaración dan por constituida la agrupación Teatro Libre, cuyos fines inmediatos serán: a) Utilizar el concurso de un grupo de escritores, pintores e intérpretes que aspiren a la formación de un nuevo teatro, y a quienes les preocupen más los intereses artísticos que los inmediatos; b) Celebrar periódicamente representaciones teatrales, o temporadas estables cuando lo permitan sus recursos, con obras, intérpretes y material escénico de los que se

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adhieran a los fines del Teatro Libre, incluyendo las obras extranjeras que caractericen un movimiento renovador; c) Proceder de inmediato a una agitación previa, utilizando la tribuna pública para divulgar los principios y propósitos de Teatro Libre; d) Declarar órgano oficial de la institución a la revista CLARIDAD. (Barletta et al., 1927, párr. 2-3-4-5-6-7)

Advertimos que en esta declaración se recogen todos los elementos que se habían estado expresando en la revista en relación con el teatro: la crítica al teatro oficial (hoy conocido como comercial) por comportarse como un negocio y por no tener nivel artístico; la mirada hacia las vanguardias europeas; y la necesidad de constituir un nuevo teatro. También se decide hacer de Claridad el órgano difusor oficial del Teatro Libre. Estas cuestiones son retomadas por Barletta a la hora de crear el Teatro del Pueblo. Incluso la utilización de una revista, ya que él fundó Metrópolis para que cumpliera esa función. Es factible pensar que, como periodista, Barletta entendía la importancia de contar con una herramienta que sirviera para exponer su ideario, con un mensaje claro y sin intermediaciones más complejas, más allá de lo que se pudiera realizar desde la escena. Su redundancia pedagógica también podría entenderse como una falta de confianza en sus propios productos teatrales o como una subestimación al público, bajo la sospecha de que, si no se remarcaba la idea, éste no iba a entender lo que se quería transmitir. Al respecto, podemos tomar las palabras de Patricia Fischer y Grisby Ogás Puga, quienes afirman que “Barletta sostenía que debían ir a buscar al público, un público ‘niño’ al que no se le había brindado la posibilidad de la experiencia artística, sino que se lo había embrutecido por la ‘mediocridad del teatro corriente’ ” (2006, p. 198). Como órgano difusor, Claridad retomó a Teatro Libre en algunas oportunidades más. La primera se da en el mismo número en el que salió la declaración, el 133, donde, bajo el subtítulo “La constitución del grupo Teatro Libre”, se ofrece una explicación sobre 180


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la conformación del grupo, se llama a concurso a todos los elementos que quieran participar y se anticipa que hará teatro de vanguardia. En el siguiente número se lleva a cabo la ya aludida nota “Introducción al teatro de vanguardia” y se aduce el interés en el tema debido a la creación de Teatro Libre y su posible influencia en el campo teatral. En el número 136 se publica un aviso del Teatro Libre que ofrece la adquisición de bonos a quienes quieran colaborar con el emprendimiento. A su vez, en la publicación 138 se transcribe parte de la conferencia dada por Palazzolo con motivo de la fundación del grupo. Un extracto de la misma ya figura en el presente trabajo. Otro párrafo interesante es el siguiente:

Para llevar a buen fin nuestros propósitos —dice Palazzolo— debemos prescindir de todo lo que actualmente está establecido en el teatro oficial. Comenzaremos por la creación de una escuela de arte escénico donde puedan hacer sus primeros pasos aquellas personas que sientan vocación por el teatro. (Anónimo, 1927b, párr. 7) Observamos aquí una diferencia con el accionar que, más adelante, llevaría Leónidas Barletta en su Teatro del Pueblo, ya que, como afirma Osvaldo Pellettieri, Barletta no creía en la formación de actores. Eso no quita, no obstante, que en el Teatro del Pueblo se hayan dictado cursos de distintas disciplinas. Por otra parte, aunque el pionero Barletta no lo haya tenido en cuenta, la formación de actores será fundamental para muchos grupos del teatro independiente. En el siguiente número de Claridad, el 25 de julio de 1927, se alude por última vez a Teatro Libre. Allí se incluyen más palabras de Octavio Palazzolo, esta vez extraídas de un reportaje en la revista Comœdia, donde el autor expresa que el objetivo con el nuevo teatro es provocar un movimiento de vanguardia, con obras que experimenten y tengan profundidad.

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No obstante estas declaraciones, en consonancia con los lineamientos que tendrá el movimiento de teatros independientes, Teatro Libre no prosperó en el ambiente artístico, y en Claridad —a pesar de ser su órgano difusor— no se publica nada más sobre el grupo. A este intento le siguieron

TEA

(1928) y La Mosca Blanca (1929), pero no fue hasta el

surgimiento de El Tábano (1930) que volvieron a dedicarse, en Claridad, unas líneas a un grupo de teatro independiente.

Palabras finales A lo largo de este trabajo hemos observado los elementos del teatro independiente que, previamente, habían sido expuestos en Martín Fierro, Los Pensadores y Claridad. Tribuna del Pensamiento Izquierdista, las revistas que representaban el pensamiento de los intelectuales reunidos en Florida (la primera) y Boedo (la segunda y la tercera). A diferencia de lo que —a raíz del mito crítico que acompaña a cada uno de los grupos— podría suponerse de que el teatro independiente deviene únicamente del grupo Boedo, ya que su integrante Leónidas Barletta fundó el Teatro del Pueblo, hay muchas cuestiones que también aparecen en el grupo Florida. No sólo eso, sino que, en varias oportunidades, aspectos fundamentales del teatro independiente se presentaron antes en la revista martinfierrista. Entendemos que el rescate de esta información, sirviéndonos de los materiales originales, contribuye a la mejor comprensión de la historia de los grupos literarios de Boedo y Florida y su conexión con el teatro independiente. Por otro lado, nos permite interpretar que el hecho de que haya trascendido un mayor vínculo entre el teatro independiente y Boedo se debe, en gran parte, a que los escritores de las revistas boedistas se ubicaron a sí mismos allí, es decir, realizaron las operaciones discursivas que 182


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—explícitamente— pedían por un teatro independiente, y cuando dieron unos pequeños pasos con el surgimiento de Teatro Libre, lo catalogaron como el primer puntapié (desconociendo la experiencia que se había publicado antes en Martín Fierro) y se colocaron como parte del mismo. En este sentido, cuando desde Claridad se pidió por la renovación del campo teatral, su referente concreto estaba en las vanguardias europeas, pero nunca se mencionó que una transformación del campo ya había sido solicitada, en algunas oportunidades, en Martín Fierro, su revista rival. La publicación de Florida, a su vez, no hizo redundante el discurso sobre sus comentarios acerca del teatro, por lo que, quizás, podríamos animarnos a pensar que, de manera deliberada, Martín Fierro eligió no explicitar su vínculo con el teatro independiente. Asimismo, a lo largo de estas páginas, pudimos observar que ambos grupos veían con malos ojos la realidad teatral local y admiraban el panorama de Europa. De los grupos vanguardistas europeos tomaron varios conceptos que promovían en sus revistas, como, por ejemplo, la necesidad de desterrar la declamación. A su vez, tanto los escritores de Boedo como los de Florida se comportaban de manera pedagógica con su público. En sus publicaciones, también aparecieron los primeros pedidos de un “teatro libre” y, fundamentalmente, un “teatro independiente”. No todos los puntos fueron en común para ambos bandos. Entre las disidencias estaba el hecho de los martinfierristas siempre se opusieron al realismo, mientras que los de Boedo lo defendían. Aun así, dentro del teatro independiente —con una presencia e importancia dentro del panorama teatral argentino y latinoamericano que observamos como irreversibles— coexistieron distintos grupos que representaron los dos lineamientos. Para terminar, cabe señalar que —tal como se sostiene en las nuevas lecturas sobre la polémica— Boedo y Florida, al menos en lo que respecta al teatro, tuvieron muchas más 183


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coincidencias que las que trascendieron, y que, en relación con el teatro independiente, ambas corrientes fueron de vital importancia para ayudar a delimitar un cambio que se concretó a partir de 1930, pero que se había estado generando desde varios años antes.

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María Fukelman. Argentina. Licenciada y profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es doctorante en Historia y Teoría de las Artes en la Universidad de Buenos Aires (UBA), bajo la dirección del Dr. Jorge Dubatti, con una beca del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) por su proyecto de investigación “El concepto de ‘teatro independiente’ en Buenos Aires, del Teatro del Pueblo al presente teatral: estudio del periodo 1930-1969”. Es jurado de los Premios Teatro del Mundo y miembro de la comisión directiva de la Asociación Argentina de Investigación y Crítica Teatral (Aincrit). Cocoordina el Área de Investigaciones en Teatro y Artes Escénicas del Instituto de Artes del Espectáculo (Facultad de Filosofía y Letras [UBA]), e integra el Área de Investigaciones en Ciencias del Arte (AICA) del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Es docente en la materia Teoría y Análisis del Teatro en la Universidad Católica Argentina. Sus publicaciones más actuales son: Fukelman, M. (2015). El concepto de “teatro independiente” y su relación con otros términos. Revista Colombiana de las Artes Escénicas, 9; y Fukelman, M. (2015). El vínculo entre Romain Rolland y Leónidas Barletta para el surgimiento del teatro independiente. AdVersuS. Revista de Semiótica, año XII, 29. 187


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

Caracterización sociocultural y demográfica de las personas trans en Cuba. Actitudes discriminatorias hacia ellas Sociocultural and demographic characterization of trans people in Cuba. Discriminatory attitudes towards them Mildred Iglesias Linares Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba mildred@onei.cu Humberto González Galbán El Colegio de la Frontera Norte hggalban@colef.mx Mercedes Mena Martínez Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba mmena@onei.cu Resumen: Los objetivos de este artículo son identificar características socioculturales y demográficas de la población trans en Cuba, y conocer las actitudes de los cubanos hacia estas personas. Como parte del diseño metodológico del trabajo, se consideró un conjunto de preguntas que posibilitaron contar con la información para alcanzar una aproximación fundamentada a los aspectos planteados. El estudio resulta valioso porque, por primera vez, la población trans puede ser analizada de manera diferenciada de acuerdo con sus particularidades. No obstante, se carece de elementos precedentes al respecto que permitan conocer la evolución de sus características y de problemáticas asociadas a la misma. Como hallazgos se encuentran: que el número de trans en Cuba sobrepasa las 3 000 personas; que sus características socioculturales las señalan como un grupo poco favorecido, y que las actitudes discriminatorias que padecen difieren con base en los atributos demográficos de la población que los ejerce. Palabras claves: población trans, caracterización sociocultural, actitudes discriminatorias, Cuba. Abstract: The objectives of this article are to identify sociocultural and demographic characteristics of the trans people in Cuba, and to know the attitudes of Cubans towards these people. As part of the methodological design of the work was included a set of questions that made it possible to have the information to achieve a reasoned approach to the proposed objectives. At the national level, the study is valuable because, for the first time, the trans population can be treated in a differentiated way according to their particularities. Nevertheless, there are no precedents in this respect that allow to know the evolution of the associated characteristics and problems. Results show that the number of trans surpasses three thousand people, whose sociocultural characteristics point to them as a poorly favored group and that the discriminatory attitudes they suffer differ according to the demographic attributes of the population that exerts them. Keywords: transsexuals, social characterization, discriminatory attitudes, Cuba. Fecha de recepción: 8 de septiembre de 2016 Fecha de aprobación: 3 de noviembre de 2016 Fecha de recepción de versión final: 6 de diciembre de 2016

e-ISSN 2448-539X 189


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Introducción La población trans comprende a todas aquellas “personas cuya identidad y/o expresión de género no se corresponde con las normas y expectativas sociales tradicionalmente asociadas con su sexo asignado al nacer” (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2012). Forman parte de este colectivo las personas travestis, transexuales, transgénero y transformistas que han sido, dentro de los grupos claves para la prevención del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), los menos estudiados y, por consiguiente, los menos atendidos, de manera diferenciada, de acuerdo con sus particularidades propias, debido a que internacionalmente —y también en Cuba— eran considerados personas gays y se les intentaba atender como tal (Salazar y Villayzan, 2010). Las personas trans de Cuba, desde comienzos de siglo, realizan actividades bajo el acompañamiento del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), perteneciente al Ministerio de Salud Pública (Minsap), pero en el momento en que se diseñó la Encuesta sobre Indicadores de Prevención de Infección por

VIH-2013

(Centro de Estudios de

Población y Desarrollo/Oficina Nacional de Estadísticas e Información [Cepde/ONEI], 2015) no existía un diagnóstico preciso de su universo, ni elementos para su caracterización. Hoy día se tiene el compromiso nacional, al menos desde el punto de vista de la prevención del VIH, de identificar y visualizar sus particularidades, de manera que sea posible reorientar las acciones para que respondan a sus necesidades como población (Mecanismo de Coordinación del País/Ministerio de Comercio Exterior/Ministerio de Salud Pública/ Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo [MCP/Mincex/Minsap/PNUD], 2014; Minsap, 2014). Con el propósito de apoyar al Programa Nacional de

ITS/VIH/sida,

al Cenesex, y

especialmente a las personas trans, a través de la encuesta se diseñó una metodología que 190


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permite identificar, durante la entrevista, a quienes pertenecen a este grupo, para posteriormente, mediante el empleo de estimaciones estadístico-matemáticas, obtener una aproximación sobre su universo y conocer algunas de sus características demográficas y socioculturales. 1 En este sentido, el presente trabajo incluye, primeramente, antecedentes sobre las personas trans en diferentes contextos a través del tiempo, además de una discusión conceptual, a fin de alcanzar más claridad en torno a la población estudiada. En segundo lugar, se explica la metodología que se siguió para lograr identificar algunos aspectos demográficos y socioculturales de este grupo en Cuba, información con la que no se contaba en el país, y que posibilitó conocer las diferencias de estas personas respecto al resto de la población. Posteriormente, se detalla la metodología diseñada para elaborar y validar un instrumento que permitió conocer las actitudes de la población cubana hacia este grupo, y se presentan resultados de su aplicación, lo que también puede ser empleado por otros países o regiones del mundo. Finalmente, se abordan algunas de las problemáticas que afectan a las personas trans cubanas, como la discriminación de que son objeto por parte de la población, así como los problemas de salud y familiares que experimentan. Estos aspectos ofrecen herramientas que posibilitarán evaluar tendencias —en tanto se le dé un seguimiento— y focalizar acciones a futuro, con el fin de mejorar las condiciones de vida de este grupo poblacional.

1

Por tratarse de una subpoblación pequeña y dispersa a lo largo de todo el país, resulta muy difícil, a través de una encuesta de hogares, obtener resultados precisos sobre su universo, características; comportamientos sexuales, oportunidades-habilidades y motivaciones respecto a la prevención del VIH. Por ello, las estimaciones resultantes deben ser analizadas sin perder de vista el intervalo de confianza en que se mueve el verdadero valor de la estimación. No será posible, además, establecer una tendencia, dado que es la primera ocasión en que se estudia en el país a esta población a través de una encuesta nacional. 191


Iglesias, González y Mena / Caracterización sociocultural y demográfica de las personas trans / pp. 189-216

Antecedentes teóricos y conceptuales de la transexualidad Para hacer más claro el abordaje de la problemática aquí tratada, es necesario reconocer la diferencia entre sexo y género. Por un lado, sexo corresponde a las características biológicas (genéticas, endocrinas y anatómicas) que se emplean para hacer una distinción de los humanos en hombre o mujer, basado, siempre que sea posible, en la apariencia de los genitales al nacer. Y género, por otro lado, se refiere a lo masculino o lo femenino (OPS, 2012). Es decir, mientras el sexo se asigna al nacer la persona y responde a un sistema binario polarizado, el género se vincula a los roles sociales asignados, los cuales son aprendidos, y responden, por lo tanto, a una cultura que puede ser variable en el tiempo y el espacio. Al respecto, tenemos que en la cultura occidental se considera, desde los romanos, que los atributos físicos con que se nace están asociados a algo natural. En igual sentido existe la relación del hombre con la masculinidad y de la mujer con la feminidad, que si bien es algo social, también se le atribuye una relación directa. En este modelo, desde la antigüedad dominaba el hombre con ciertos atributos sexuales y no sexuales (nivel económico, identidad de género, orientación sexual, etcétera), de manera que cada vez que una persona se alejaba más de ser hombre, rico y heterosexual, estaba expuesta en mayor medida a la subvaloración. La relación lineal preestablecida entre el sexo asignado al nacer y el género, en la cual para la mujer se prevé una identidad de género femenina y para el hombre una masculina, hace que al haber una importante contradicción al respecto, se señale a dichas personas como trans. Dicho de otra manera, y como se mencionó al principio, el término trans se utiliza para referirse “a personas cuya identidad y/o expresión de género no se

192


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corresponde con las normas y expectativas sociales tradicionalmente asociadas con su sexo asignado al nacer” (OPS, 2012). Aunque las personas con estas características han existido desde la antigüedad, el término trans apareció hace relativamente poco tiempo, atribuyéndose su introducción a David Cauldwell en el año 1949 en el ámbito médico, lo que pone de manifiesto la visión de padecimiento o enfermedad que se tenía, hasta entonces, en torno a dicho fenómeno; sin embargo, en sociedades contemporáneas, no tiene igual connotación. Así, se pueden citar los casos de poblaciones de América del Norte, Eurasia, África e islas del Pacifico que reconocen la existencia de más de dos identidades de género (Rodríguez, 2002). En cuanto a la manifestación a través del tiempo, se hace referencia a personalidades de la alta jerarquía gubernamental y eclesiástica en la edad media que hacían pública su transexualidad e incluso manifestaban su interés por un cambio de sexo (Cortés, 2009). No obstante la existencia registrada de personas trans a lo largo de la historia, las problemáticas que las han afectado, aunque pueden ser variables, son de gran magnitud, destacándose en la actualidad las vinculadas a la salud. De manera concomitante, la violencia a la que, en gran medida, están expuestas las personas trans, es el aspecto que más puede incidir en su salud debido a las agresiones físicas, psicológicas y sexuales que experimentan y que han conducido a crímenes de odio sustentados en una transfobia extrema, particularmente en América Latina (OPS, 2012). Es importante mencionar que asociado a los elevados índices de transfobia en forma de discriminación, estigmatización, violencia y enjuiciamiento de los que llegan a ser objeto las personas trans, se encuentran en riesgo de experimentar altos y crónicos niveles de estrés, que tienen como consecuencia tasas desproporcionadas de problemas mentales 193


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tales como depresión, ansiedad y tendencia a conductas suicidas, lo que ha ocasionado que en algunos países —como los Estados Unidos— se registren las tasas más elevadas de suicidio dentro de este grupo poblacional (Grant, 2010). En sentido similar y asociado a las dificultades que presentan para practicar sexo seguro y protegido, las personas trans se ven desproporcionadamente afectadas por las infecciones de transmisión sexual y en particular por el VIH, registrándose en algunos países tasas hasta 40 veces más elevadas que las de la población general (OPS, 2012). Otros aspectos que afectan a las identidades trans son los de tipo institucional, entre ellos, los vinculados a los sistemas de salud y educacional. En cuanto a los sistemas de salud, éstos generalmente no se adecuan a las demandas de las poblaciones cuyo sexo asignado al nacer difiere de su identidad de género. Al respecto, un estudio realizado por Barreda e Isnardi (2003) en Argentina (citado en OPS, 2012, p. 48), indicó que las personas trans consideran los hospitales y otros centros de salud como insensibles o excesivamente discriminatorios, y que son lugares adonde debe acudirse sólo en casos de extrema necesidad, ya que, incluso, el personal médico, a menudo, no reconoce la identidad de las travestis. También puede ocurrir que las personas trans sean pasadas de mano en mano entre diferentes miembros del personal que no se sienten cómodos en tratarlas (Loehr, 2007). Los servicios de hospitalización son, con frecuencia, segregados por sexo, y las mujeres trans son asignadas a la sala de los hombres, lo que plantea grandes desafíos y conlleva a que muchas eviten totalmente la atención de la salud y, por lo tanto, no reciban atención preventiva o de intervención temprana. De manera similar, los servicios educativos son inadecuados para esta población, por lo que resulta un campo propicio para la estigmatización y la agresión desmedida por parte de estudiantes y hasta de docentes, esto sin contar la falta de enseñanzas que 194


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contribuyan a entender la diversidad de identidades —incluida la sexual— y a fomentar la tolerancia y el respeto a las mismas, así como lo cuestionable del sexismo y la transfobia. Esta situación provoca una elevada deserción escolar en las personas trans y, por lo tanto, un bajo nivel escolar en este grupo, situación que se evidencia en estudios llevados a cabo en diversos países latinoamericanos como Argentina, México, Colombia y Chile (OPS, 2012). Si bien la familia es la célula base de la sociedad donde se fomenta la convivencia armónica de las personas de acuerdo con los valores culturales existentes, también puede convertirse en una fuente de conflicto al perder sus funciones de apoyo y referencia para algunos de sus miembros cuando éstos no comparten los valores que promueve, como puede ser el caso de las personas trans, teniendo como consecuencia el aislamiento o la expulsión del hogar, y reduciendo, por lo tanto, el circulo de personas en las que puede tener confianza y compartir afecto, lo que, frecuentemente, conduce a la depresión y crisis de autoestima. La inserción laboral es otro de los grandes desafíos que enfrentan las personas trans, por causas similares a las señaladas con anterioridad. Los problemas a los que conduce la legislación existente en la mayoría de los países, por su sustento sexista y otro número importante de obstáculos de apreciable magnitud ante los cuales no está protegida de manera adecuada la población trans, deben ser atendidos con brevedad por la sociedad y el Estado para alcanzar el bienestar, en varios sentidos, de dicho sector y de la sociedad en general.

195


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Aspectos metodológicos del estudio Para identificar algunas características demográficas y socioculturales de las personas trans en Cuba, así como aplicar el instrumento diseñado para conocer las actitudes de la población cubana hacia este grupo, se empleó la Encuesta sobre Indicadores de Prevención de Infección por

VIH-2013.

Este es un estudio de corte transversal que conduce

periódicamente el Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de Cuba (Cepde/ONEI), y que se levantó en esta ocasión en el segundo semestre del año 2013 a una muestra probabilística de alcance nacional de 24 944 personas de 12 a 49 años de edad, residentes en viviendas particulares del país. La encuesta tiene el propósito de identificar conocimientos, comportamientos, actitudes, oportunidades, motivaciones, habilidades y percepciones de la población cubana en torno al VIH y al sida. Además, es la base para estimar el universo de hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH), de las personas que practican sexo transaccional (PPST) y de las personas trans en Cuba; y determinar los logros alcanzados y las brechas que existen desde el punto de vista de la prevención y el respeto a las personas que viven con el

VIH

(PVV), a los hombres que tienen sexo con otros hombres y hacia las personas trans. La investigación recibió la aprobación del equipo técnico nacional de

VIH/sida

del

Ministerio de Salud Pública, así como de la dirección del Cepde/ONEI de Cuba. Asimismo, a cada persona perteneciente a la muestra se le entregó una carta oficial dándole a conocer los objetivos del estudio, el carácter confidencial y anónimo del cuestionario, y el uso estadístico que se le daría a la información aportada. Adicional a ello, se le proporcionó un consentimiento informado que debía firmar si estaba de acuerdo con su participación en el estudio; de esta forma se garantizó que todas las personas que accedieran a ser entrevistadas estuvieran conscientes del uso estadístico que se le daría a la información aportada. 196


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El método empleado para conocer la presencia en la población de actitudes discriminatorias hacia las personas trans, y específicamente hacia travestis y transexuales, 2 es similar al que se ha venido aplicando, a través de estas encuestas, desde el año 2006, para conocer la presencia en la población de actitudes discriminatorias hacia los hacia las

PVV.

HSH

o

Consiste en la operacionalización, medición y validación de un constructo

social mediante la combinación de técnicas cualitativas y cuantitativas, tal y como se presenta en un trabajo de Iglesias, González y Mena (2013) en la Revista Salud Pública de México. Luego de aplicado el instrumento, con la información obtenida a través de esta encuesta, se desarrolla la técnica matemática de análisis factorial para, con base en el comportamiento de los ítems o preguntas empleadas para el constructo, conocer algunas de las dimensiones que alcanza la discriminación hacia las personas trans en el ámbito de la vida social cotidiana. Adicionalmente, se utiliza la técnica de las K-medias para clasificar a la población, según niveles de actitudes discriminatorias. El instrumento fue diseñado de manera colectiva por especialistas de las entidades interesadas en el estudio y representantes de las poblaciones trans. La batería de preguntas inicialmente propuesta se sometió a un dictamen técnico de calidad que involucró un proceso recursivo, de aproximaciones sucesivas. En primer lugar, las preguntas fueron revisadas por expertos, y como resultado de este proceso de validación, algunas fueron 2

De acuerdo con la literatura revisada, la principal diferencia entre una persona travesti y una transexual es que la primera acepta su sexo biológico y su cuerpo, pero adopta un comportamiento de representación, desde el vestuario, de una imagen que se corresponde a la designada socialmente al otro sexo, ya que no se siente satisfecha desempeñando exclusivamente el género asignado a su sexo biológico. En cambio, una persona transexual es aquella que encuentra que su identidad de género está en conflicto con su anatomía sexual, es decir, que sus características sexuales externas no se corresponden con el sexo con el que se siente identificada. 197


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eliminadas y otras reelaboradas. Luego de las correcciones iniciales, aquellas interrogantes resultantes fueron incluidas en el cuestionario que se aplicó sobre una muestra piloto de personas de 12 a 49 años de edad, lo que derivó en un nuevo proceso de correcciones. Depurado el cuestionario, fue insertado como un módulo dentro de la Encuesta sobre Indicadores de Prevención de Infección por

VIH-2013,

y posteriormente se sometió a

un análisis psicométrico de calidad técnica. En una primera etapa se realizó un análisis exploratorio para encontrar evidencias sobre la validez y confiabilidad del instrumento, y utilizando la teoría clásica de los tests se eliminó una pregunta con pobre poder discriminatorio para el constructo general. 3 Posterior a ello, se evaluó nuevamente el poder discriminatorio y la consistencia en las preguntas, logrando una correlación igual o superior a 0.30 entre el puntaje de cada pregunta (transformada a variable binaria) y el puntaje total del instrumento, con lo cual se dio por concluido el proceso. El resultado fue un instrumento compuesto por un total de 16 preguntas (cuadro 1). Para transformar las preguntas originales a variables binarias, se determinó, para cada pregunta, aquellas alternativas de respuesta que indicaban actitudes discriminatorias hacia las personas trans, estableciéndose este criterio como factor de riesgo. En este sentido, el análisis exploratorio de los datos posibilitó conocer las actitudes discriminatorias más frecuentes en la población y también sugirió cierta agrupación entre las preguntas, que se confirmó con la aplicación de la técnica multivariada de análisis factorial sobre las 3

La pregunta ¿Cree que las personas travestis o transexuales pueden influir en el comportamiento de los niños? no pudo ser considerada en el constructo, ya que no quedó redactada correctamente de acuerdo con los fines que se perseguían. Una respuesta afirmativa a la misma no puede interpretarse discriminatoria si se tiene en cuenta que en el comportamiento de los niños puede influir cualquier persona que se relacione con ellos. Para su inclusión futura se sugiere modificar la pregunta de la siguiente manera: ¿Cree que las personas travestis o transexuales pueden influir positiva o negativamente en el comportamiento de las niñas y los niños? 198


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variables binarias creadas. Al aplicar esta técnica pudo reducirse la realidad multidimensional a un menor número de factores que de acuerdo con el peso de las variables originales incluidas en cada uno, permitió conocer las dimensiones que abarca la discriminación hacia las personas trans. Asimismo, mediante el empleo del método matemático de las K-medias fue posible agrupar a la población en tres niveles que fueron identificados: personas con respeto por las personas trans, personas con nivel medio de actitudes discriminatorias, personas con múltiples actitudes discriminatorias.

Cuadro 1. Módulo de preguntas incorporado al cuestionario de la encuesta para medir actitudes discriminatorias hacia las personas trans en la población y criterio empleado para transformar las variables a binarias. Criterio empleado para recodificar las variables para llevarlas a binarias

Cuestionario No. P1

Preguntas ¿Permitiría que una persona travesti o transexual visite su casa?

Opciones de Respuesta 1- Sí 3- No 9- No sabe

1: Si la persona está en disposición de permitir que una persona travesti o transexual visite su casa (Si responde la opción 1-Sí) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe

P2

¿Estaría dispuesto a establecer una amistad con una 1- Sí persona travesti o transexual? 3- No 9- No sabe

1: Si la persona está en disposición a establecer una amistad con una persona travesti o transexual (Si responde la opción 1-Sí) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe

P3

¿Considera que todas las personas travestis o transexuales se prostituyen?

1- Sí 3- No 9- No sabe

1: Si la persona considera que NO todas las personas travestis o transexuales se prostituyen (Si responde la opción 3-No) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 1-Sí o responde la opción 9-No sabe

P4

¿Considera que todas las personas trasvestis o transexuales tienen VIH?

1- Sí 3- No 9- No sabe

1: Si la persona considera que NO todas las personas travestis o transexuales tienen VIH (Si responde la opción 3-No) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 1-Sí o responde la opción 9-No sabe

P5

¿Estaría dispuesto a compartir en actividades recreativas con una persona travesti o transexual?

1- Sí 3- No 9- No sabe

1: Si la persona está en disposición de compartir actividades recreativas con una persona travesti o transexual (Si responde la opción 1-Sí) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe

P6

¿Estaría dispuesto a recibir atención en los servicios 1- Sí de salud por una persona que conozca que es 3- No travesti o transexual? 9- No sabe

1: Si la persona está en disposición recibir atención en los servicios de salud por una persona que conozca que es travesti o transexual (Si responde la opción 1-Sí) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe

199


Iglesias, González y Mena / Caracterización sociocultural y demográfica de las personas trans / pp. 189-216

P7

¿Estaría dispuesto a recibir servicios generales 1- Sí (gastronomía, peluquería, etc.) por una persona que 3- No 9- No sabe conozca que es travesti o transexual?

1: Si la persona está en disposicion de recibir servicios generales (gastronomía, peluquería, etc.) por una persona que conozca que es travesti o transexual (Si responde la opción 1-Sí) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe

P8

Si pudiera decidir, ¿estaría dispuesto a vivir bajo el 1- Sí mismo techo que una persona travesti o transexual? 3- No 9- No sabe

1: Si la persona opina estaría dispuesta a vivir bajo el mismo techo que una persona travesti o transexual (Si responde la opción 1-Sí) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe

P9

P10

¿Cree que las personas travestis o transexuales pueden influir en el comportamiento de los niños?

Si pudiera decidir, ¿permitiría que una persona travesti o transexual fuera su compañero de trabajo?

1- Sí 3- No 9- No sabe

1: Si la persona considera que No (Si responde la opción 3-No)

1- Sí 3- No 9- No sabe

1: Si la persona está en disposición de permitir que una persona travesti o transexual sea su compañero de trabajo (Si responde la opción 1-Sí)

0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 1-Sí o responde la opción 9-No sabe

0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe P11

¿Cree que una persona travesti o transexual puede desempeñar cualquier trabajo?

1- Si 3- No 9- No Sabe

1: Si la persona considera que una persona travesti o transexual puede desempeñar cualquier trabajo (Si responde la opción 1-Sí) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe

P12

P13

¿Se podría permitir que una persona travesti o transexual imparta clases en una escuela?

¿Estaria dispuesto a ingresar en la sala de un hospital con una persona travesti o transexual?

1- Sí 3- No 9- No sabe

1: Si la persona considera que se le debe permitir (Si responde la opción 1-Sí)

1- Sí 3- No 9- No sabe

1: Si la persona está en disposición de ingresar en la sala de un hospital con una persona travesti o transexual (Si responde la opción 1-Sí)

0: En caso contrario. Incluye quienes responden la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe

0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 3-No o responde la opción 9-No sabe 1- Sala de hombre 1: Si la persona considera que una persona travesti o transexual debe ingresar en la sala que más cómodo le resulte (Si responde la opción 4-Como más 2- Sala de mujer cómodo le sea a la persona) 3- Depende del sexo biológico que tenga la 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 1-Sala de hombre, 2persona Sala de mujer, 3-Depende del sexo biológico que tenga la persona o 4- Como más cómodo le sea responde la opción 9-No sabe) a la persona 9- No sabe

P14

¿En qué sala considera que debería ingresar una persona travesti o transexual?

P15

Asumiendo que lleve la ropa adecuada según las 1- Conforme a su sexo normas, ¿cómo considera que una persona travesti biológico o transexual debe ir vestida a su centro de trabajo? 2- Con la imagen que se identifica 3- Como más cómodo le resulte a la persona 4- Depende del centro de trabajo que sea 5- Otra 9- No sabe

P16

1: Si la persona considera que una persona travesti o transexual debe ir vestida a su centro de trabajo como más cómodo le resulte (Si responde la opción 3-Como más cómodo le resulte a la persona) 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 1-Conforme a su sexo biológico, 2-Con la imagen que se identifica, 4-Depende del centro de trabajo que sea, 5-Otra o responde la opción 9-No sabe

¿Considera que las personas travestis o transexuales 1- Nombre legal 1: Si la persona considera que las personas travestis o transexuales deben ser deben ser llamadas por su nombre legal, por el 2- Nombre que se identifica llamadas por el nombre que más cómodo le resulte a la persona (Si nombre que se identifican o como más cómodo le 3- Como más cómodo le responde la opción 3-Como más cómodo le resulte) resulte a la persona resulte a la persona? 9- No sabe 0: En caso contrario. Incluye quien responde la opción 1-Nombre legal, 2Nombre que se identifica o responde la opción 9-No sabe

Sin embargo, al analizar la distancia entre los tres clústeres definidos, se llegó a la conclusión de que eran tan frecuentes las actitudes de rechazo hacia las personas trans, que

200


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debía reagruparse a la población en dos niveles: personas con actitudes de respeto hacia las personas trans, y personas con actitudes discriminatorias. A continuación se presenta una caracterización demográfica y sociocultural de las personas trans en Cuba, y posteriormente los resultados de la aplicación del instrumento antes descrito.

Caracterización demográfica y sociocultural de las personas trans en Cuba A través de la encuesta se estimó que la población trans en Cuba estaba compuesta por 3 512 personas, pero el coeficiente de variación asociado a esta estimación hace que el intervalo de confianza (IC) en que se mueve el verdadero valor del parámetro sea muy amplio [457-6 566]. Sin embargo, la red de personas trans realizó un levantamiento en paralelo a partir de sus representantes en todas las provincias, en el cual fueron registradas 3 002 personas. De ahí que, teniendo en cuenta que este valor se encuentra dentro del intervalo de confianza y muy próximo a su punto central, se consideró pertinente fijar como universo en el año 2013, para planificar las metas en las actividades, a 3 002 personas. Otras características de las poblaciones trans que pudieron conocerse a través de la encuesta fueron: •

Hay un predominio de mujeres trans (95.6%), es decir, de personas que si bien de acuerdo con su sexo biológico (genitales al nacer) clasificarían como hombres, con base en su identidad sexual son mujeres.

Según el color de la piel, 46.7% de las personas trans son blancas, 16.1% son mestizas, y 37.2% son negras, cifras que al compararlas con la estructura por color de la piel de la población cubana de 12 a 49 años de edad (64.2% blanca, 25.8% mestiza y 10.8% negra), revelan que aunque las personas trans blancas 201


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son mayoría, las personas trans son más frecuentes relativamente entre la población de piel negra que entre las mestizas y blancas. •

En cuanto al nivel de instrucción, a diferencia de lo que ocurre en la población cubana, las personas trans son, en su mayoría, de bajo nivel. De ellas, 92.6% tiene enseñanza media a lo sumo, en tanto que 4.6% tiene nivel medio superior vencido, y 2.8% son universitarias, mientras que en la población de 12 a 49 años de edad, las proporciones son del orden de 36.6%, 49.5% y 13.8%, respectivamente.

En lo que se refiere a la situación ante el empleo, también se verifica en este grupo un comportamiento diferenciado al que se registra en la población,4 especialmente en lo corresponde a su participación dentro de la denominada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), población económicamente activa. Sólo algo más de un tercio (39.9%) se encuentra vinculada al estudio o al trabajo, en tanto que 43% está buscando trabajo, 0.8% son pensionadas, 2.4% se dedica a los quehaceres del hogar, 3% no realiza ninguna actividad, y 11% se encuentra en “otra situación” no contemplada en las categorías anteriores.

De acuerdo con su residencia, son más comunes en las zonas urbanas del país que en la rural. Mientras en Cuba 76% de la población de 12 a 49 años de edad reside en la zona urbana y 24% en la rural, en el caso de las trans las proporciones son del orden de 85.3% y 14.7% respectivamente.

4

Según la encuesta, las personas de 12 a 49 años de edad, de acuerdo on la situación ante el empleo, se desagregan de la siguiente manera: 79.1% trabaja o estudia, 1.5% busca trabajo, 1% son personas pensionadas o jubiladas, 14.3% se dedican a los quehaceres del hogar, 2.7% no realizan ninguna actividad, y 1.4% se encuentra en otra situación no contemplada en las categorías anteriores. 202


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

En su mayoría son personas solteras (56.6%), y 33.5% se encuentran unidas o casadas.

Más de la mitad (51.1%) tuvo relaciones sexuales ocasionales durante el pasado año, y son también elevados dentro de este grupo las proporciones de quienes practican sexo transaccional (28.6% del total de personas trans y 83.1% del total de las personas trans que tuvieron parejas ocasionales).

Al revisar cómo se desarrollan las relaciones de pareja en las que se ven involucradas las personas trans, pudo conocerse que, contrario a lo que ocurre en la mayoría de la población de 15 a 49 años de edad, a este grupo de personas les resulta difícil la resolución de conflictos, lo que conlleva a que, por lo general, de una manera u otra, sean víctimas de violencia. Cerca de la mitad (47.8%) recibieron durante el pasado año agresiones físicas por parte de sus parejas, 57.8% fueron víctimas de violencia sexual, y casi la totalidad (96.5%) recibieron el impacto de la violencia psicológica.

De acuerdo con su exposición al riesgo de adquirir el

VIH,

4.8%

IC=

[0.9%-

21.1%] declaran que ya están infectadas, y quienes no lo están, debido a su comportamiento sexual, tienen grandes posibilidades de infectarse. Menos de la mitad (42.6%) usa condón en las relaciones sexuales con parejas ocasionales, 10.6% IC= [2.4%-36.4%] conoce que adquirió una

ITS

durante el pasado año, y

41.8% se ha realizado alguna vez la prueba para conocer su estado serológico respecto al VIH. Los datos presentados corroboran la vulnerabilidad de las personas trans, al tiempo que sugieren revisar si existen barreras sociales que obstaculizan su crecimiento personal y,

203


Iglesias, González y Mena / Caracterización sociocultural y demográfica de las personas trans / pp. 189-216

específicamente, su inserción social, ya que si bien diferenciar las estadísticas sociales en cuanto a sexo desde la concepción binaria hombre-mujer sirvió para visibilizar las desigualdades específicas a las que son expuestas unas y otros, y abrió las posibilidades de diseñar acciones destinadas a revertir las consecuencias de tales diferencias, poder disponer de información desagregada para las personas trans se espera permita una mayor posibilidad del ejercicio de sus derechos “sin estrechar los márgenes de lo que se considera formas posibles de vivir, ser y estar en el mundo”.

Barreras sociales: Actitud de la población hacia las personas trans Atendiendo a la solicitud del Cenesex, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, del Programa Nacional de

ITS/VIH/sida,

de la red de personas trans en Cuba, y

por interés académico de un grupo de especialistas del Cepde/ONEI, se investigó, por primera vez en el país, a escala nacional, sobre la presencia en la población de actitudes discriminatorias que pudieran estar condicionando el irrespeto hacia los hombres y las mujeres con identidades de género diferentes a las construidas e impuestas culturalmente de acuerdo con el sexo biológico de cada uno. La metodología utilizada puede revisarse en el acápite “Aspectos metodológicos del estudio” presentado anteriormente. Vale señalar que aunque se está consciente de que la estigmatización y la discriminación son procesos complejos entrelazados con estructuras más generales de la sociedad, no ha sido objetivo en este estudio considerar la discriminación desde el punto de vista institucional, ni indagar sobre aquellas situaciones que trasciendan el espacio de la vida social. Se es del criterio de que para ayudar a fomentar una cultura de derecho, se requiere primero conocer la opinión de las personas para, a posteriori, poder luchar contra la discriminación que genera la transfobia. 204


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

Como se ilustra en la figura 1, la mayoría de la población (83.7%) está permeada de múltiples actitudes de rechazo hacia las personas trans, lo que posiblemente esté asociado a que, a través de la historia, se ha enseñado y aprendido a pensar desde una concepción binaria en la cual el sexo biológico es lo que define la identidad de las personas y de acuerdo con éste, quien tenga genitales masculinos se clasifica como hombre, y quien tenga órganos sexuales femeninos como mujer. 5

Figura 1. Proporciones de personas de 12 a 49 años de edad según niveles de respeto y aceptación por las personas trans 100 88.7 86.8

90

83.8

83.7

82.7

83.7

86.7 83.2

84.5

84.7

82.7 80.5

78.5 80 73.3 70

60

50

40

26.7

30 21.5 20

16.3

17.3

16.2

16.3

16.8

15.5

13.2

11.3

17.3 15.3

19.5

13.3

10

0

Ambos sexos

Mujeres

Hombres

HSH

PPST

Trans

Jóvenes 15 a 29 años

Adultos de 30 a 49 años

Blanca

Respeto hacia las personas trans

Mestiza

Negra

Enseñanza media a lo sumo

Nivel medio superior

Nivel superior

Múltiples actitudes discriminatorias

Fuente: Encuesta sobre Indicadores de Prevención de Infección por el VIH/sida 2013.

Sin embargo, aun cuando este sea el escenario más frecuente y constituya la base que rige las normas, reglamentos y leyes de la sociedad, como punto de partida para aceptar la diversidad dentro de la especie humana, es necesario reflexionar en la idea de identificar a una persona por su sexo psicológico y no por el biológico, sólo así podrá entenderse que 5

Minjust. Modelo Oficial de Inscripción de Nacimiento en Cuba. 205


Iglesias, González y Mena / Caracterización sociocultural y demográfica de las personas trans / pp. 189-216

las trans son mujeres u hombres exactamente igual que el resto de las mujeres y los hombres, y dejará de verse con rechazo, desprecio o no aceptarse que una mujer transexual viva como la mujer que es o un hombre transexual viva como el hombre que es, pero esta polémica a la fecha no está resuelta. En cuanto al sexo biológico, las mujeres se muestran mucho más comprensivas que los hombres, aun cuando en alrededor de cuatro de cada cinco (78.5%) imperen las actitudes de rechazo. Mientras en 21.5% de ellas predominan las actitudes de aceptación hacia las poblaciones trans, en el caso de los hombres apenas en uno de cada diez (11.3%) no se exteriorizan las manifestaciones de rechazo, con la particularidad de que comparativamente en ellos, como grupo, se evidencia en mayor medida la transfobia. En relación con las poblaciones claves en la prevención del

VIH,

entre los

HSH

los

niveles de aceptación hacia las trans son similares a los que se registra en la población general: 16.2% de ellos manifiesta respeto por las trans, y en 83.8% se advierten múltiples actitudes de rechazo. Entre las

PPST,

el rechazo por las trans es mucho mayor y únicamente superado por

el que se verifica entre los hombres heterosexuales. Apenas 13.2% manifiesta respeto por las trans, en tanto que en 86.8% son múltiples las actitudes rechazo. De igual forma, un análisis desde la perspectiva de las propias personas trans indica que en la mayoría de los casos (73.3%) tampoco ellas mismas se autoaceptan, lo que, asociado a un problema real de autoestima, puede constituirse en un obstáculo adicional para lograr de manera efectiva su inserción social. Un análisis por edad revela que aunque en todos los grupos prevalece el rechazo, las trans son ligeramente más aceptadas por las personas más jóvenes que por las más adultas (17.3% versus 16.3%), lo que resulta un punto de partida favorable si se tiene en cuenta que 206


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

es más fácil cambiar la manera de pensar en los jóvenes que en las personas de mayor edad, cuyas concepciones están más enraizadas. Por color de la piel no se comprobaron diferencias estadísticamente significativas, ni tampoco, aunque no se muestra en el gráfico, por zonas de residencia. Sin embargo, el nivel de instrucción sí impone un diferencial en cuanto al respeto por las personas trans. De acuerdo con la escolaridad, se describe una relación directamente proporcional entre el nivel alcanzado por la persona y su capacidad de aceptar a las personas trans. Así, mientras apenas 13.3% de quienes tienen enseñanza media a lo sumo manifiestan actitudes de aceptación hacia las trans, entre quienes tienen nivel medio superior vencido la proporción es de 17.3%, y llega a ser de 19.5% entre las personas universitarias. Un análisis independiente de las respuestas a las preguntas incluidas en el constructo permitió identificar que las actitudes discriminatorias más frecuentes están relacionadas con la inserción social de la población trans en diferentes medios y con la convivencia. No obstante, en una buena parte de la población imperan manifestaciones de rechazo con bases estigmatizantes y exclusivas (figura 2). Las dos expresiones discriminatorias más frecuentes en la población están relacionadas con las posibilidades de acceso al trabajo de las trans. Casi la totalidad (87.8% de los hombres y 84.7% de las mujeres) considera que ni aun vistiendo con la ropa adecuada según las normas, se le debe permitir a una persona trans que vaya a su centro de trabajo vestida como más cómodo le resulte según el sexo con que se identifica, y alrededor de cuatro de cada cinco personas (81.4% de los hombres y 76% de las mujeres) opinan, además, que las trans no deben ser llamadas por el nombre que más cómodo les resulte. sino por el nombre que aparece en su documento legal.

207


Iglesias, González y Mena / Caracterización sociocultural y demográfica de las personas trans / pp. 189-216

Figura 2. Principales situaciones u opiniones en que se manifiestan actitudes discriminatorias hacia las personas trans, por sexo

84.7 87.8

Opina que ni siquiera asumiendo que lleve la ropa adecuada según las normas, se le debe permitir a una persona trans que vaya vestida a su centro de trabajo como más cómodo le resulte según el sexo con que se identifica.

Considera que las personas trans no deben ser llamadas por el nombre que más cómodo le resulte a la persona

76 81.4

Considera que una persona trans que necesite hospitalización no debería ingresar en la sala que más cómodo le resulte de acuerdo al sexo con que se identifica

77.1 81 57.4

Si pudiera decidir no viviría bajo el mismo techo con una persona travesti o transexual

75.3 56.4 62.4

Piensa que una persona travesti o transexual no puede impartir clases en una escuela

37.5

No establecería una amistad con una persona trans

61.4 39

No permitiría que una persona trans visite su casa

57.5 41.3 47.3

Considera que todas las personas travestis o transexuales se prostituyen

Mujeres

35.6

Opina que una persona travesti o transexual no puede desempeñar cualquier trabajo

Hombres

45.2 28

Si pudiera decidir, no permitiría que una persona travesti o transexual fuera su compañero de trabajo

46.1 28.2

No estaría dispuesto a ingresar en la sala de un hospital con una persona travesti o transexual

40.7 25.7

No admitiría atenderse en los servicios de salud por una persona que se conozca que es travesti o transexual

39.8 18.7

No recibiría servicios generales (gastronomía, peluquería, etc.) de una persona que conozca que es travesti o transexual

34.1

No compartiría en actividades recreativas con una persona travesti o transexual

24.5 27.4

Considera que no todas las personas travestis o transexuales tienen VIH

24.8 26.9 0

10

20

30

40

50

60

70

80

Fuente: Encuesta sobre Indicadores de Prevención de Infección por el VIH/sida 2013.

208

90

100


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

Si bien en el capítulo I, artículo 9, de la Constitución de la República de Cuba se constata que por ley “el Estado garantiza que no haya hombre o mujer, en condiciones de trabajar, que no tenga oportunidad de obtener un empleo con el cual pueda contribuir a los fines de la sociedad y a la satisfacción de sus propias necesidades”, para las trans se complican las gestiones de acceso a un puesto de trabajo debido a que su documento de identidad indica un sexo legal diferente al que muestra su apariencia física. Si a ello se suma que las manifestaciones de rechazo más frecuentes hacia ellas que tiene la población están relacionadas con sus posibilidades de inserción laboral, podrá entenderse entonces por qué si el Estado garantiza el acceso al trabajo y la tasa de desocupación en la población de 12 a 49 años de edad es de 1.5%, en el caso de las trans 43% se encuentra buscando empleo. Si bien hasta la fecha no existe en Cuba y tampoco en la mayoría de los países un marco jurídico que dé cobertura al ejercicio de los derechos de las personas trans, el acceso al trabajo de estas poblaciones es un problema pendiente de resolver que encuentra barreras adicionales en la manera de pensar de no pocas personas. Al respecto, en adición al conflicto entre apariencia y documentos legales, y al rechazo de la población a que una persona trans vista o sea llamada por el nombre que más cómodo le resulte según el sexo con que se identifica, habría que añadir que más de un tercio de las personas (45.2% de los hombres y 35.6% de las mujeres) opina que las trans no pueden desempeñar cualquier trabajo, algo más de la mitad no aprueba que se les permita impartir clases en una escuela (62.4% de los hombres y 56.4% de las mujeres), y que algo más de un tercio de los hombres (34.1%) y cerca de una de cada cinco mujeres (18.7%) ni siquiera aceptaría recibir servicios generales de una persona trans.

209


Iglesias, González y Mena / Caracterización sociocultural y demográfica de las personas trans / pp. 189-216

Al revisar estos datos se pone de manifiesto que las actitudes y manera de pensar de la mayoría de la población cubana constituyen el primer obstáculo a vencer en el largo camino que habrá que recorrer para lograr una cultura del derecho de las poblaciones trans. Otra de las dificultades que enfrentan las poblaciones trans y que también guarda relación con aspectos sociales y legales, radica en decidir la sala en que debe ser ingresada una persona trans en el caso de que requiriera hospitalización. Si bien queda reflejado en la constitución que la atención médica en Cuba es gratuita y universal y el Estado garantiza que no haya enfermo que no tenga atención médica (capítulo I, artículo 9), para las trans, para el personal de salud y para la población se genera un conflicto a la hora de tomar una decisión en este sentido. Al respecto, cuatro de cada cinco personas (81% de los hombres y 77.1% de las mujeres) no están de acuerdo en que se hospitalice a una persona trans en la sala en que más cómodo le resulte de acuerdo con el sexo con que se identifica. La mayoría (48.2%) opina que debe ingresar en la sala que le corresponda según su sexo biológico, sin percatarse que esto no sólo resulta discriminatorio, sino que le generaría un conflicto de acuerdo con su apariencia física y un malestar adicional al que tiene de base y por el cual buscó atención médica. En este sentido, 11.7% considera que tratándose de un trasvesti, tiene genitales masculinos y, por tanto, debe ingresar en la sala de hombres; 2.5% cree que teniendo órganos genitales masculinos y apariencia femenina, debe ingresar en una sala de mujeres; 16.7% no sabría dónde acomodar a la persona, y apenas 20.9% accede a que la persona debe ser ingresada en la sala que más cómodo le resulte según el sexo con que se identifica. De cualquier manera, este es un tema que genera una gran polémica en la actualidad porque ingresar a la persona en la sala que más cómodo le resulte según el sexo con que se identifica, está en correspondencia con el respeto a sus derechos, pero, al parecer, dado los 210


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

prejuicios imperantes que se ponen de manifiesto en las respuestas dadas por la mayoría de la población, se estarían violando los derechos del resto de los pacientes hospitalizados en dicha sala. Toca entonces al personal de salud de las instituciones hospitalarias determinar dónde resultaría más conveniente ubicar a la persona de manera que logre un equilibrio entre los intereses de todos los implicados y pueda ofrecérsele la atención que demanda sin daños psicológicos adicionales. Otro tema que también deriva en la exclusión social de las trans es el relacionado con la convivencia. En este aspecto, aunque en los hombres se verifica una postura mucho más radical que en las mujeres, en ellas prevalecen también las actitudes de rechazo. Mientras cuatro de cada cinco hombres (75.3%) expresa abiertamente su negativa a vivir bajo el mismo techo con una persona trans, en el caso de las mujeres, 57.4% ratifica esta posición. Sin embargo, si bien pudiera pensarse que la convivencia bajo el mismo techo es deseada únicamente, o quizás mayormente, en los casos en que se comparten fuertes vínculos familiares, y esto justificaría que no se desee residir de manera habitual con ninguna otra persona, sea o no trans, la exclusión de las trans de este escenario se hace evidente si se analiza que 57.5% de los hombres y 39% de las mujeres ni siquiera permitirían que una persona trans visite su casa. En adición a las manifestaciones de rechazo señaladas, también se verificaron expresiones estigmatizantes referidas a las trans que refuerzan la discriminación hacia ellas y contribuyen a lacerar su integridad. Una de las creencias más comunes es “que todas las personas trans se prostituyen”. Si bien este criterio fue defendido por cerca de la mitad de los hombres (47.3%) y dos de cada cinco mujeres (41.3%), la realidad es que la proporción de personas trans que practican sexo transaccional está por debajo de 30%.

211


Iglesias, González y Mena / Caracterización sociocultural y demográfica de las personas trans / pp. 189-216

Otro atributo impuesto a las trans por un cuarto de la población (26.9% de los hombres y 24.8% de las mujeres) es que “todas tienen VIH”, cuando, en realidad, si bien a la fecha no se tienen estadísticas robustas sobre la prevalencia del las estimaciones señalan que a nivel nacional, 4.8%

IC=

VIH

en la población trans,

[0.9%-21.1%] son las que están

infectadas. Aunque no se dispone de estadísticas previas que permitan un análisis de la evolución en el tiempo de este fenómeno, la información presentada puede emplearse como insumo para trabajar de conjunto, desde distintas aristas, para fomentar en la población una cultura de aceptación de la diversidad que derive en un respeto por igual a los derechos de todos los ciudadanos.

Conclusiones Este estudio posibilitó una aproximación sobre el universo de las personas trans en Cuba y conocer algunas características generales de este grupo poblacional. También permitió disponer de un constructo social que ofrece información confiable para dictaminar la existencia en la población de actitudes discriminatorias contra las personas trans, clasificar a las personas según niveles de actitudes discriminatorias y conocer algunas de las dimensiones en que éstas resultan más frecuentes. Todo ello permite diseñar acciones focalizadas en esa dirección, con el propósito de ir reduciendo paulatinamente sus formas de expresión y evaluar en el tiempo el comportamiento de este fenómeno. Los altos niveles de actitudes discriminatorias encontrados en la población demandan la necesidad de diseñar y desplegar un plan de acción en aras de, paulatinamente, ir transformando este escenario. La aplicación de las herramientas presentadas en el trabajo ofrecen la posibilidad de disponer de una caracterización de las personas trans e identificar 212


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

un conjunto de determinantes sociales que refuerzan la vulnerabilidad de este grupo, constituyendo insumos para esbozar un marco conceptual que permita diseñar una plataforma de acción encaminada a construir una sociedad cada día más justa, en la que se garantice y respete el derecho de cada persona, más allá de su orientación, preferencia sexual o identidad de género. Es válido señalar que la aplicación de este instrumento y el desarrollo metodológico propuesto es posible más allá del contexto nacional cubano, siempre y cuando se ajusten las preguntas a las particularidades de cada territorio; esta recomendación deriva de las ventajas de su aplicación.

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214


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human

rights,

sex

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215

work,

and

HIV/aids.

Lima,

Perú:


Iglesias, González y Mena / Caracterización sociocultural y demográfica de las personas trans / pp. 189-216

Mildred Iglesias Linares. Cubana. Máster en Estadística Aplicada y Licenciada en Matemática por la Universidad de La Habana. Trabaja en el Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba. Entre sus actividades principales se encuentra el Monitoreo y Evaluación de Proyectos sobre VIH; y como parte de la evaluación de los mismos, se encarga del diseño metodológico, procesamiento y análisis de la información de la Encuesta sobre Indicadores de Prevención de Infección por VIH y la Encuesta a personas con VIH, que se levantan de manera bienal en el país desde el año 2005. Desde entonces, ha coordinado la publicación de resultados de ambos estudios y ha escrito y publicado varios artículos sobre monitoreo y evaluación de proyectos sociales y sobre diferentes temáticas vinculadas al VIH. Humberto González Galbán. Mexicano. Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de la Frontera Norte (El Colef). Actualmente es Investigador titular C del Departamento de Estudios de Población de El Colef. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Entre sus actividades principales, además de la docencia, se encuentra la divulgación de investigaciones en salud reproductiva, particularmente las del tema de fecundidad y diversas problemáticas de poblaciones vulnerables. Ha escrito diversos artículos que tratan sobre los cambios predecibles de la fecundidad en la frontera Norte de México, la salud reproductiva de las jóvenes migrantes, violencia de parejas entre los jóvenes, y actitudes discriminatorias en la población, entre otros temas. Mercedes Mena Martínez. Licenciada en Matemática de la Universidad de La Habana. Trabaja en el Departamento de Estudios Sociales y Matemática Aplicada del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba. Entre sus actividades principales se encuentra el diseño muestral de encuestas a la población y de encuestas de hogares, así como el monitoreo y evaluación de proyectos sobre VIH. Ha realizado el diseño muestral, metodológico, procesamiento, validación y análisis de diferentes estudios nacionales, y entre ellos, el de Encuesta sobre Indicadores de Prevención de Infección por VIH y la Encuesta a personas con VIH que se levantan de manera bienal en el país desde el año 2005. Desde entonces ha formado parte del colectivo de autores de la publicación de resultados de ambos estudios y ha publicado varios artículos sobre muestreo, monitoreo y evaluación de proyectos y sobre diferentes temáticas vinculadas al VIH.

216


Culturales, volumen 1, número 1, enero-junio de 2017

Actitudes lingüísticas hacia la maya por yucatecos bilingües de la Región 90 de Cancún Attitudes toward Yucatec Maya among bilingual speakers in Cancun’s 90th borough Eyder Gabriel Sima Lozano Universidad Autónoma de Baja California eyderg@gmail.com Pedro Antonio Be Ramírez Universidad Autónoma de Baja California pedro.be.ramirez@gmail.com Resumen: Este estudio busca identificar las actitudes lingüísticas hacia la lengua maya en un grupo de yucatecos bilingües de maya y español asentados en un área de la ciudad turística de Cancún conocida como la Región 90. A partir de la aplicación de un cuestionario sociolingüístico se exploran dichas actitudes en los ámbitos familiares, escolares y urbanos, espacios donde la mayor parte de los participantes afirmaron que es importante hablar la maya. Sin embargo, hace falta explorar las causas profundas de las actitudes que los hablantes exponen, pues el instrumento del presente estudio tiene un alcance limitado. Pese a ello, este trabajo es aportativo para comprender la situación del maya yucateco en la ciudad de Cancún, donde predominan actitudes positivas para la lengua maya. Palabras clave: actitudes lingüísticas, lengua maya, yucatecos bilingües, Región 90, Cancún. Abstract: This study attempts to identify the linguistic attitudes toward Yucatec Maya held by a group of bilingual (Maya/Spanish) Yucatecos residing in Cancun’s 90th borough (Región 90). These attitudes were examined using a sociolinguistic questionnaire exploring attitudes within families, schools and urban contexts. The results show that participants thought it is important to speak Yucatec Maya in those spaces. Despite the limitations inherent to the questionnaire as a research method, this paper is a contribution to understanding the situation of Yucatec Maya in the city of Cancun, where positive attitudes for the Mayan language seem to prevail. Keywords: linguistic attitudes, Yucatec Maya, bilingual Yucatecans, 90th borough, Cancun. Fecha de recepción: 12 de mayo de 2016 Fecha de aprobación: 21 de octubre de 2016 Fecha de recepción de versión final: 15 de diciembre de 2016

e-ISSN 2448-539X 217


Sima Lozano y Be Ramírez / Actitudes lingüísticas hacia la maya por yucatecos bilingües / pp. 217-253

Introducción Los estudios de actitudes lingüísticas han cobrado relevancia a partir de que son punto de partida para identificar la situación de una lengua y realizar, a favor de ella, proyectos de revitalización o planificación lingüística (Castillo, 2007; Fishman, 1974, 1979, 1991; Hamel y Muñoz, 1988; McConnell, 1991; Terborg y García, 2011). En el ámbito mexicano, las actitudes hacia las lenguas nativas se producen en contextos contradictorios en los que, por un lado, se dejan ver las bondades de la herencia indígena, y por otro, los hablantes no tienen acceso a los beneficios, por los que son objeto de simbolismo y valoraciones históricas que solamente quedan en la letra de los textos y algunas leyes (Bonfil, 1994; Gutiérrez, 2012). En el contexto de la península de Yucatán, las actitudes hacia la lengua maya 1 dejan ver relaciones también dicotómicas entre la lengua y los hablantes (Sima, 2011, 2012). Existen posturas muy favorables hacia la maya, incluso se han creado diversos proyectos para su continuidad y enseñanza en ámbitos públicos, pero los hablantes mayas siguen sumidos en la pobreza y en situaciones en las que deben migrar para obtener beneficios económicos que sus comunidades de origen nos les permite conseguir (Quintal et al., 2011; Sima, Perales y Be, 2014). Así, desde una postura sociolingüística y usando como instrumento el cuestionario del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) (2008), esta investigación analiza el contexto de la Región 90 de la ciudad de Cancún, como un espacio en el que existen pocas

1

Las formas de referirse a la lengua, según los hablantes, son: “la maya” y “lengua maya”. Algunos monolingües de español usan “el maya”, en tanto que las autoridades como el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), nombran al idioma como “maya yucateco”. En este trabajo nombraremos al idioma según las diversas formas descritas. 218


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investigaciones de carácter sociolingüístico tanto para el área del español, la maya 2 y el inglés, que son las lenguas predominantes en la metrópoli. La primera por ser el idioma de la mayor parte de la población que ha llegado a radicar; la segunda se constituye en la primera o segunda lengua de los yucatecos y mayas quintanarroenses que han migrado a este polo turístico; y la tercera representa una lengua estándar en situaciones especiales como es el ámbito del turismo. Por lo anterior, el objetivo de este trabajo es identificar las actitudes hacia el idioma maya de un grupo de población yucateca bilingüe de maya y español que habita en una zona conocida como la Región 90 en la ciudad de Cancún. Derivado del propósito, las preguntas de investigación que guían este trabajo con una metodología cualitativa son: ¿Cuáles son las actitudes hacia la lengua maya en el ámbito familiar y urbano en yucatecos bilingües de la Región 90 de la ciudad de Cancún? ¿Cuáles son las actitudes hacia la lengua maya en su relación con el español y el inglés en el ámbito escolar desde la postura de los yucatecos bilingües de la Región 90 de la ciudad de Cancún? Por la importancia del tema, revisamos brevemente algunos de los antecedentes más cercanos con nuestro trabajo. Sin embargo, existen pocas investigaciones sobre las actitudes hacia la lengua maya en la ciudad de Cancún, por ello, se hace necesario estudiar otras perspectivas teóricas y metodológicas del concepto de las actitudes lingüísticas en la metrópoli quintanarroense, así como extender el núcleo de población que participa en estos estudios para conocer las posturas de los hablantes, sobre todo porque Cancún es una urbe joven, de reciente creación, que se ha construido a partir de la migración de personas de otros estados del país y de mayas yucatecos que han llegado por la cercanía con el sitio. 2

“Aquí vas a encontrar a los mayas”, según el taxista que nos llevó de la terminal de los autobuses del ADO de Cancún al hotel cuando llegamos. “Eres yucateco y no sabes maya, ¿cómo?”, según el último taxista que nos llevó del hotel a la terminal del ADO de Cancún. 219


Sima Lozano y Be Ramírez / Actitudes lingüísticas hacia la maya por yucatecos bilingües / pp. 217-253

El estudio de Hernández y Sima (2015) analiza las actitudes hacia las tres lenguas en contacto (maya, español e inglés) tanto en Cancún, Mérida y Chetumal. Los autores encuentran que la ciudad de Cancún es la que reporta las actitudes más positivas hacia la lengua maya, en contraste con Chetumal, que tiene actitudes negativas no sólo hacia la maya, sino también hacia el mismo inglés. Álvarez (2008) reporta actitudes negativas hacia la maya en la comunidad de Holcá, Yucatán. Pfeiler (1993) describe en su estudio de actitudes en las comunidades de Cantamayec y Chabihau, usando la técnica del matchedguise, que los sujetos hablantes de español recibieron una evaluación más alta que los hablantes mayas. Mención importante es el trabajo de Durán y Sauma (2003), quienes analizan las actitudes en contextos educativos de la ciudad de Mérida y reportan posturas positivas hacia el idioma maya. Por su parte, Sánchez (2009) evalúa las actitudes y la pérdida de la lengua maya como consecuencia de la situación deprimente en las comunidades del estado de Quintana Roo. En tanto, Sima, Perales y Be (2014) encuentran actitudes positivas hacia la lengua maya de los propios bilingües de maya y español. Asimismo, Sima y Perales (2015) encuentran que los jóvenes monolingües de español de la ciudad de Mérida, aunque aprecian la maya, prefieren el aprendizaje del inglés como segunda lengua. A partir de los antecedentes, nuestro estudio se enfoca en comprender lo que ocurre con los migrantes yucatecos de la Región 90 y las actitudes que construyen con respecto a la lengua maya.

220


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Marco teórico Tres son las perspectivas metodológicas que inciden para la realización de los estudios de actitudes lingüísticas (Bouchard, Giles y Sebastian, 2000). El primer camino es el análisis de contenido del tratamiento societal, que se concentra en las acciones públicas y las políticas del estado hacia el idioma. Un segundo camino tiene que ver con una postura de carácter conductista que explica que las actitudes están en el medio, son visibles, y el acceso hacia ellas se genera a través de técnicas como las entrevistas, las observaciones y los cuestionarios. Un tercer y último camino apela a que las actitudes no son visibles, están en la mente de los hablantes, por lo que se analizan con técnicas como el matched-guise y los diferenciales semánticos. Por nuestra parte, consideramos que los tres senderos son opciones válidas. Actúan como luces que guían hacia las actitudes lingüísticas. Para nuestro estudio, siguiendo a Garret (2010), usamos la segunda postura, la conductista, y aplicamos el cuestionario, lo cual detallaremos en la siguiente sección de la metodología. En esta posición, a los sujetos de estudio se les pregunta sobre sus preferencias hacia una lengua, es decir, se trata de una elicitación directa para obtener las actitudes tal como lo expresa Garret (2010). La definición de actitud lingüística que usaremos como guía de esta investigación será la que propone Lorenzo (2000, p. 3) que dice:

A actitude constitúe un constructo teórico, un mecanismo que media entre un estímulo e una respuesta. O estímulo en cuestión pode ser de calquera tipo, e concentrando nos estímulos lingüísticos, estes poden incluír actitudes ante as linguas, ante os falantes das linguas ou ante calquera tipo de obxecto ou contido lingüístico: ante a promoción da lingua, ante a lingua na publicidade, ante a transmisión das linguas na casa ou nas escolas, etc. (original en gallego). [Una actitud constituye un constructo teórico, un mecanismo que media entre un estímulo y una respuesta. El estímulo en cuestión puede ser de cualquier tipo y centrado en los estímulos lingüísticos; éstos pueden incluir actitudes hacia las 221


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lenguas, hacia los hablantes de lenguas y hacia cualquier tipo de objeto y contenido lingüístico: hacia una promoción de la lengua, hacia la lengua y la publicidad, y hacia una transmisión de lenguas en la casa o en las escuelas, etcétera. (Traducción propia)].

En ese sentido, la definición permite explicar que una actitud lingüística es una representación teórica que contiene un estímulo y una respuesta. El estímulo, pues, es cada lengua, sus variantes y los hablantes de éstas, por lo que en este trabajo analizamos cómo la lengua maya es un estímulo ante la que los hablantes yucatecos bilingües de maya y español de la Región 90 de la ciudad de Cancún responden de alguna forma. Si bien la definición es bastante incluyente en relación con las posturas y caminos que tienen las actitudes lingüísticas, además de que considera aspectos como las políticas lingüísticas, creemos que podría ampliarse a elementos como el tiempo y cuestiones que tienen que ver con la identidad de los grupos, lo cual trataremos al final de este trabajo. Por otra parte, vale la pena mencionar, en consonancia con Baker (1992), que la revisión de las actitudes hacia una lengua es una forma de mostrar el estado de salud en el que se encuentra dentro de su contexto social, por lo que el constructo viene a representar las conductas y los caminos sociolingüísticos hacia los que se orienta la población o un sector donde se encuentra la lengua o la variante en cuestión. Para terminar, las actitudes se constituyen de tres componentes fundamentales (Baker, 1992; Gallois, Watson y Brabant, 2007; Garret, 2010). El primero es el cognitivo, que establece el saber y el conocimiento de los hablantes hacia su lengua. En este nivel existe un conocimiento compartido entre los hablantes hacia el idioma y sus variantes, lo que expresan diferentes voces junto con sus relaciones de identidad, es decir, la lengua como un vehículo que viene a reforzar la cultura y las tradiciones. Al mismo tiempo, la literatura y los imaginarios contribuyen a reforzar lo que se dice y se representa en el 222


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discurso de los hablantes hacia una o varias lenguas y sus variantes en contacto. Ejemplos de este nivel son: “la maya es la lengua de los yucatecos”, “es la lengua de nuestros antepasados”. El segundo componente, el afectivo, explora las evaluaciones y la parte más subjetiva de una lengua desde el punto de vista de los informantes. En este nivel no solamente se ubica un saber compartido, se halla presente una evaluación que se expresa en las palabras de los hablantes o de los que están en contacto con el idioma; un grupo de población califica a una variante lingüística, motivado por circunstancias temporales o definitivas, es decir, la gente opina sobre una lengua a partir de ideas arraigadas o de discursos temporales que aparecen como una moda. Típicamente, las personas dicen que una lengua es bonita, fea, agradable, interesante, internacional, etcétera. En el caso de la maya, los informantes suelen decir: “la maya es muy bonita”. Por la parte del componente conductual, encontramos las acciones que las políticas del lenguaje de las instituciones y los individuos, de forma particular, realizan en pro o en contra de una lengua, como legislar a favor de un idioma o prohibir que se hable. Históricamente, los casos de revitalización como el hebreo o la censura de las lenguas indígenas en las escuelas mexicanas encuentran cobijo en este nivel. En lo individual, las personas, al elegir aprender un idioma, desplazar su lengua nativa o cambiarla por otra, también constituye una forma de reaccionar hacia una variante lingüística. En palabras de un hablante: “yo quiero aprender la maya”, muestra un ejemplo de este componente de las actitudes lingüísticas. Incluimos estas notas sobre las actitudes porque serán elementos teóricos del análisis a presentar en las siguientes líneas. Pero es importante mencionar que los componentes de las actitudes no actúan solos, pueden estar en constante combinación unos 223


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con otros. Por ejemplo, si los hablantes dicen: “la maya es internacional”, constituye un saber predominantemente afectivo, pero, al mismo tiempo, es cognitivo, porque proviene de un discurso que la gente conoce e identifica a partir de diferentes acciones en pro del idioma.

La metodología El desarrollo de este trabajo tuvo como punto de partida la Región 90, una zona de la ciudad de Cancún, escenario que detallaremos en la siguiente sección. Por ser una zona de alta concentración de yucatecos bilingües de maya y español, tanto de primera y segunda generación, fue la motivación para seleccionar este sitio con el fin conocer las actitudes lingüísticas hacia la maya por parte de los portadores étnicos de origen maya yucateco. Como mencionamos líneas arriba, nuestra técnica de aplicación, el cuestionario de tipo sociolingüístico, se ubica dentro de la segunda posición, la conductista, que sostiene que las actitudes están en el medio, y de esta forma quisimos conocer a través de dicho instrumento los aspectos que interesan a la presente investigación. Nuestra muestra abarcó 60 cuestionarios divididos en tres grupos etarios. Las variables que se seleccionaron para el estudio fueron: ser bilingüe de maya y español como la principal, pero incluye a los hablantes pasivos que dicen saber la maya pero no hablarla, características etarias de personas jóvenes de 15 a 30 años de edad, personas adultas entre 30 a 59 años de edad, e individuos de 60 años en adelante. El sexo no fue un determinante para el estudio, pero existe una proporción equilibrada entre los dos géneros. En cuanto a la clase social, los participantes pertenecen a estratos de clase social media y baja. La clase social se dedujo a partir de las visitas en los hogares y la observación de los bienes materiales, aunque es del todo previsible que esto sea subjetivo. 224


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El cuestionario fue diseñado por el Inali (2008) y adaptado para el área maya por Pfeiler, Sánchez y Villegas (2014). El análisis se enmarca dentro de la investigación cualitativa, procurando que sea inductiva, desde la perspectiva de los propios hablantes. Aunque se incluyen datos numéricos como las frecuencias y porcentajes de los hablantes en relación con los temas tratados, no se considera un tratamiento estadístico, pues el fin es proporcionar huellas que lleven a otros caminos y estudios para ampliar las perspectivas de análisis, usando otros instrumentos como la entrevista, para ampliar las perspectivas etnográficas. La aplicación del cuestionario abarcó 29 preguntas con respuestas de opción múltiple y preguntas abiertas. Los tópicos que aborda el cuestionario son: L1 y L2, la función de la maya en la familia y en la comunidad, situaciones de uso del idioma, la relación entre lengua y escuela, actitudes hacia el idioma, lengua y medios de comunicación, trasmisión del idioma a niños y jóvenes, lengua, escritura y enseñanza. Debido a la gran cantidad de temas que aborda el cuestionario, únicamente nos limitamos en este estudio al análisis de las respuestas de tres preguntas de dicho instrumento que tienen que ver con las actitudes lingüísticas. En el cuadro 1 proporcionamos una identificación más generalizada de los 60 participantes del estudio, identificándolos con los rasgos de género, edad, actividad, clase social, escolaridad, lugar de origen y tipo de bilingüismo; 3 prácticamente todos son originarios de algún municipio o comunidad de Yucatán.

3

Entendemos por bilingüe funcional a aquellos que dicen tener como competencia lingüística el hablar la maya y entenderla; no analizamos la lectura y escritura, debido a que la mayoría de los mayahablantes no tienen dominio en estos niveles. Por la parte de los pasivos, son los mayahablantes que dicen entender la maya, pero no la hablan e hilan frases sencillas, pero no tienen fluidez cuando hablan la maya (Sima, 2012). 225


Sima Lozano y Be Ramírez / Actitudes lingüísticas hacia la maya por yucatecos bilingües / pp. 217-253

Cuadro 1. Características de los informantes Género

Edad Actividad

Clase social

Escolaridad Lugar de origen

1. 2. 3. 4.

Masculino Femenino Femenino Masculino

64 76 70 60

Baja Media Baja Media

Primaria Sin estudios Primaria Sin estudios

Tizimín Temozón Hoctún Acanceh

Bilingüe funcional (activo o pasivo) Funcional Funcional Funcional Funcional

5. 6.

Femenino 74 Masculino 62

Baja Baja

Sin estudios Primaria

Izamal Tixkokob

Funcional Funcional

7. 8. 9. 10. 11.

Femenino Masculino Femenino Femenino Masculino

69 66 70 79 77

Baja Media Media Media Media

Primaria Sin estudios Primaria Sin estudios Primaria

Tizimín Peto Motul Panabá Cansahcab

Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional

12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20.

Femenino Masculino Masculino Femenino Femenino Masculino Femenino Masculino Masculino

71 69 60 64 61 63 80 78 77

Media Baja Media Baja Baja Media Media Media Media

Sin estudios Sin estudios Secundaria Primaria Sin estudios Primaria Primaria Sin estudios Primaria

Motul Ixil Peto Tzucacab Akil Homún Tizimín Valladolid Butzcotz

Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional

21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32.

Masculino Masculino Femenino Femenino Masculino Masculino Femenino Femenino Femenino Masculino Femenino Masculino

35 34 32 57 49 59 51 55 55 45 37 52

Media Media Media Media Media Media Baja Media Media Media Media Media

Licenciatura Licenciatura Licenciatura Sin estudios Secundaria Primaria Primaria Secundaria Secundaria Secundaria Secundaria Secundaria

Valladolid Tzucacab Valladolid Tizimín Tizimín Valladolid Tizimín Tizimín Mérida Mérida Homún Mérida

Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Pasivo Pasivo

33.

Femenino

38

Mérida

Funcional

Albañilería Ama de casa Ama de casa Vendedor de comida Ama de casa Vendedor de comida Ama de casa Albañil Ama de casa Ama de casa Vendedor de hamacas Ama de casa Barrendero Taxista Ama de casa Ama de casa Albañil Ama de casa Albañil Vendedor de artesanías Docente Docente Docente Ama de casa Chofer Albañil Ama de casa Ama de casa Ama de casa Policía Cajera Limpieza en hotel Mucama de hotel

Media Secundaria

226


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34. 35.

Femenino 38 Masculino 45

Ama de casa Operador de tour 36. Masculino 46 Chofer 37. Femenino 42 Ama de casa 38. Femenino 35 Ama de casa 39. Femenino 36 Docente 40. Masculino 30 Recepcionista de hotel 41. Femenino 21 Estudiante 42. Femenino 20 Estudiante 43. Femenino 22 Estudiante 44. Masculino 20 Estudiante 45. Masculino 20 Estudiante 46. Masculino 23 Estudiante 47. Femenino 20 Mesera 48. Masculino 28 Contador 49. Masculino 25 Recepcionista de hotel 50. Femenino 15 Estudiante 51. Femenino 21 Estudiante 52. Masculino 26 Estudiante 53. Masculino 22 Estudiante 54. Femenino 18 Cocinera 55. Masculino 26 Carpintero 56. Masculino 18 Despachador en lavandería 57. Masculino 20 Cocinero 58. Masculino 23 Estudiante 59. Femenino 23 Estudiante 60. Masculino 25 Taxista Elaboración propia de los autores.

Media Preparatoria Media Preparatoria

Valladolid Tzucacab

Funcional Funcional

Media Media Baja Media Media

Secundaria Secundaria Preparatoria Licenciatura Preparatoria

Tixpéual Tzucacab Motul Tizimín Izamal

Funcional Funcional Pasivo Pasivo Funcional

Media Media Media Baja Media Media Media Media Media

Licenciatura Licenciatura Licenciatura Licenciatura Licenciatura Licenciatura Preparatoria Licenciatura Preparatoria

Tekantó Mani Motul Motul Celestún Tizimín Chemax Sotuta Hunucmá

Funcional Pasivo Pasivo Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional Funcional

Baja Media Media Media Media Media Media

Preparatoria Licenciatura Licenciatura Licenciatura Preparatoria Secundaria Secundaria

Cancún Mérida Izamal Tizimín Valladolid Tixmehuac Tizimín

Pasivo Funcional Pasivo Pasivo Pasivo Pasivo Funcional

Media Baja Media Media

Secundaria Licenciatura Licenciatura Preparatoria

Umán Panabá Peto Yaxcabá

Funcional Funcional Funcional Funcional

La realización del análisis sigue una metodología de tipo cualitativa, de forma inductiva, considerando los puntos de vista de los informantes, con pautas numéricas, a fin de plantear posibles expectativas estadísticas en otro estudio que sea de tipo representativo. Las categorías de análisis son tres, tomando como punto de partida la significación continua y coincidente de las respuestas que se obtuvieron de los participantes del estudio. Éstas refieren a ámbitos donde interactúan y conviven los informantes, y van desde el entorno 227


Sima Lozano y Be Ramírez / Actitudes lingüísticas hacia la maya por yucatecos bilingües / pp. 217-253

privado hasta lo público. Nos referimos a los escenarios familiar, escolar y urbano. La primera categoría de análisis trata sobre las actitudes hacia la maya en el ámbito familiar; la segunda, actitudes hacia la maya en el ámbito urbano; la tercera categoría es actitudes hacia la lengua maya en el ámbito escolar. Asimismo, usamos los tres componentes de las actitudes lingüísticas que explicamos líneas arriba en el marco teórico: cognitivo, afectivo y conductual, ya que en ellos ubicamos las respuestas de los informantes. Cada uno de los tres componentes viene a representar subcategorías en las tres categorías enunciadas en el anterior párrafo. Por ejemplo, la categoría actitudes hacia la lengua maya en el ámbito escolar tiene tres subcategorías: cognitivo, afectivo y conductual, lo mismo para las otras dos. Justificamos el uso de estos tres componentes como subcategorías de análisis debido a que son elementos discutidos en la literatura del tema y que vale la pena revisar cómo funcionan en un contexto como el de Cancún. Además, no siempre se realizan de forma individual, como veremos en el análisis, sino que las respuestas pueden estar traslapadas unas con otras, es decir, los componentes interactúan entre ellos. La forma en la que se adscriben las respuestas de los informantes en las categorías es: primero se estableció la relación entre las propuestas semánticas de las respuestas, lo cual implica observar que ciertos temas son coincidentes entre las expresiones de los hablantes. Segundo: la adscripción de las subcategorías fue a partir del uso de elementos gramaticales que nos indican un acercamiento a cada uno de los componentes. Para el cognitivo son relevantes las sustantivaciones, todo aquello que refiere a un conocimiento, situación o persona, es decir, funciones referenciales. Para el afectivo es relevante el uso de los adjetivos como los evaluadores de las actitudes. Y para el conductual, lo relevante es el

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uso de los verbos, pues a partir de éstos se notan acciones realizadas o probables actos que los hablantes hacen o harían ante la lengua. Finalmente, cabe señalar que los porcentajes puestos en el análisis son indicadores de tipo descriptivo, mas no representativos de una población, y son expuestos para señalar las frecuencias y porcentaje de los informantes que se inclinan de forma positiva o negativa hacia las dos primeras preguntas del cuestionario, y la tercera pregunta presenta opciones múltiples en las respuestas esperadas. En tanto, en las subcategorías, la adscripción de los participantes hacia las mismas no considera frecuencias de los hablantes, sino más bien se tomaron en cuenta las más llamativas, expresivas y con mejores argumentos del universo total de los participantes para ubicarlas en cada uno de los componentes, a fin de ejemplificar cómo funcionan las actitudes hacia la lengua maya en Cancún por parte de los yucatecos.

El contexto: la ciudad de Cancún y la Región 90 Quintana Roo, territorio considerado ajeno y distante del resto del país, fue habitado por reductos mayas que comerciaron con la copra, 4 el chicle, la agricultura, la pesca y la explotación forestal (César y Arnaiz, 1998; Macías, 2002). Actualmente, su población es de 1 325 578 habitantes, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010 (INEGI, 2011), y cuyo evento transformador, el más importante de la región, ha propiciado la llegada de inmigrantes nacionales y extranjeros: se trata de la economía centrada en el turismo. 4

La copra es el resultado de la desecación de la semilla del coco. Tiene un uso alimentario: sirve como ralladura en los productos de pastelería. Asimismo, se procesa para la elaboración de aceites y jabones. La copra se refiere a la extracción de aceite de coco que durante la década de 1930 tuvo su auge con la presencia de los ranchos copreros que contaban con grandes extensiones para plantar las palmas de coco (Daltabuit, Vázquez, Cisneros y Ruiz, 2006). 229


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Con la puesta en marcha del Plan Maestro Cancún para edificar una ciudad turística, el modelo de “plato roto” figurado para el desarrollo de la zona urbana en sus primeras etapas fue rebasado por la llegada de trabajadores y aventureros atraídos por las maravillas del lugar tanto económicas como ambientales (Be, 2015). Esto produjo un crecimiento anárquico caracterizado por fenómenos como el paracaidismo, la invasión de terrenos, así como el surgimiento de zonas irregulares, junto con el aumento exponencial y continuo de población migrante y flotante, entre otros aspectos (Romero, 2009). Se sabe que los asentamientos irregulares fueron extendiéndose de la hoy conocida avenida Chichen Itzá hacia la avenida López Portillo y que, como menciona Jiménez (2010, p. 68), se edificaron “las primeras cabañas, palapas y casitas a medio hacer”. Previendo estos inconvenientes, el programa Nuevos Horizontes nace en 1982 como una estrategia para regular la tenencia de la tierra así como el mercado de lotes, además de realizar obras de infraestructura básica y, por supuesto, obtener apoyos financieros para llevar a cabo estas acciones en un terreno de aproximadamente 900 ha (Anda, 1986). Si bien este programa estaba dirigido a los habitantes de la zona norte de Cancún, fueron consideradas unas 378 ha de terreno expropiado al ejido Isla Mujeres, donde una de las regiones catastrales corresponde a la Región 90 de la colonia Andrés Quintana Roo, con 48 manzanas y 1 348 lotes (Jiménez, 2010). En la actualidad, la Región 90 está delimitada al norte por la avenida Puerto Juárez, al occidente por la avenida Lombardo Toledano, hacia el oriente por la prolongación avenida Tulum, y hacia el sur por la calle 32 Norte.

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Figura 1. La Región 90 de Cancún.

Fotografía de los autores.

De acuerdo con un estudio elaborado por el Observatorio de la Violencia Social y de Género (s. f.), los habitantes de la región constituyen una población progresivamente joven estimada en poco más de 7 386 personas. Tan sólo en 2008, la Región 90 constituía una de las 20 regiones con mayor número de incidentes delictivos, con 3.4%, según datos arrojados por la Secretaría de Seguridad Pública Municipal de Benito Juárez, y cuyos actos están relacionados con el consumo de alcohol y drogas, existiendo, además, altos índices de violencia y pandillerismo. Esta es una de las regiones, como señala Be (2015), con características consideras como el “segundo Cancún”, en la cual las problemáticas sociales como la delincuencia y la violencia son más que evidentes.

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Figura 2. Entrada a la Región 90 de Cancún.

Fotografía de los autores.

Actitudes hacia la maya en el ámbito familiar Para responder a nuestra primera pregunta de investigación que guía este trabajo: ¿Cuáles son las actitudes hacia la lengua maya en el ámbito familiar y urbano en yucatecos bilingües de la Región 90 de la ciudad de Cancún?, comenzamos por discutir la primera parte de la interrogante, centrada en el ámbito familiar. Resultante del cuestionario que se aplicó, la pregunta 1 que aparece en el anexo nos permitió conocer el porcentaje de los informantes que responden positivamente a la interrogante y qué tipos de respuestas proporcionan para fundamentarlas. Para ello, veamos en el cuadro 2 la frecuencia de la aceptación o no sobre la importancia de usar la maya en el ámbito de la familia. Como se aprecia en dicho cuadro, 96.66% de los 60 informantes que aceptaron responder al cuestionario aseguran que la lengua maya tiene importancia para su ámbito familiar. Solamente dos de los participantes, 3.34%, afirmó que no es relevante la maya para su familia. 232


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Cuadro 2. Frecuencia de aceptación de la maya en el ámbito familiar Respuesta Frecuencia Sí 58 No 2 Elaboración propia de los autores. Para conocer ahora las causas de tales afirmaciones, en el cuadro 3 presentamos algunas de las respuestas más representativas de los participantes de esta muestra. Para ello, retomamos la parte teórica que escribimos líneas arriba, que afirma que las actitudes se organizan en tres componentes: el cognitivo, el afectivo y el conductual. Y posteriormente organizamos las respuestas dependiendo del tipo de componente en el que se ubiquen. En el cuadro sólo presentamos las respuestas que fueron positivas. Como se puede apreciar en el cuadro 3, en el componente cognitivo se constituye el saber de los informantes acerca de la lengua maya. La relación que hacen los hablantes se traslapa con la identidad, la cultura, la herencia de los antepasados, el legado, la lengua materna del pueblo, lengua originaria; mientras que en el componente afectivo se evalúa a la lengua como una herencia y legado de las personas; y desde el componente conductual se espera que la lengua no se pierda, pues los hablantes, en sus propias palabras, dicen que el idioma sirve para: “que aprendan más lenguas y entiendan”. Para finalizar este apartado, las únicas dos respuestas que afirmaron que no era importante la maya para su ámbito familiar fueron las siguientes: “No sé” y “Es indiferente”, acerca de las cuales, la primera es del ámbito cognitivo, mientras que la segunda correspondería al plano del componente afectivo de las actitudes lingüísticas. Terminamos esta sección con la idea de que para los bilingües de maya y español yucatecos, la lengua maya tiene relevancia en el ámbito familiar, pues el idioma es un saber

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Sima Lozano y Be Ramírez / Actitudes lingüísticas hacia la maya por yucatecos bilingües / pp. 217-253

que se organiza temporalmente en el pasado y llega hasta el presente como un legado que vale la pena conservar porque remite a una esencia conectada a las raíces mayas de los yucatecos.

Cuadro 3. Las respuestas positivas de los informantes en relación con la maya en el núcleo familiar Componente cognitivo Componente afectivo Componente conductual -

Es algo trascendental como parte de la identidad de la familia. - Es parte de nuestra cultura y es una herencia que nos dejan nuestros antepasados. - Porque con el tiempo se va perdiendo la lengua. - Pues es tu legado, no todo mundo tiene la dicha de poder hablarlo y entenderlo. - Es una lengua originaria y viene de generación en generación. - Es la primera lengua materna del pueblo. - A través de ello, aprendes a conocer a muchas personas que saben maya. - Porque es una lengua que antiguamente hablaban, aparte porque tengo familiares que la hablan. Elaboración propia de los autores.

-

Se oye muy bonito. Es bonito saber la maya. Es la lengua de nuestra cultura, son nuestras raíces. Pues es tu legado. Lengua originaria. Para no perder las raíces del maya.

234

-

Para que aprendan más lenguas y entiendan. Forma para rescatar la cultura y comunicarse con la familia.


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Actitudes hacia la maya en el ámbito urbano Para continuar la respuesta a la segunda parte de nuestra pregunta de investigación: ¿Cuáles son las actitudes hacia la lengua maya en el ámbito familiar y urbano en yucatecos bilingües de la Región 90 de la ciudad de Cancún?, en particular sobre la parte correspondiente a la urbana, obtuvimos los datos a partir de la pregunta que se aplicó a los participantes (ver pregunta 2 del anexo). De 60 informantes, 22 de ellos (36.66%) dijeron que para vivir en Cancún no es importante hablar la lengua maya, en contraste con 38 (63.34%) de los participantes que respondieron que sí es importante hablar la maya en la ciudad de Cancún. De esta forma, podemos observar y hacer una comparación entre las actitudes del ámbito familiar con las actitudes de tipo urbano, en el que se nota que el hogar es el guardián en donde la maya se desliza como un miembro del grupo, en tanto la urbe va cerrando el paso y la construcción de vialidades hacia el idioma, quizá por el contacto con otros idiomas y las situaciones en las que los hablantes se ven presionados a desplazar su lengua vernácula. Pero aun así, una amplia mayoría todavía cree que el idioma sí es importante para la vida cotidiana de la metrópoli. Desde el punto de vista de los informantes, retomaremos algunas de sus respuestas para identificar las causas que atribuyen a este tema. Nuevamente, las ubicaremos según el componente de las actitudes que corresponda, sea cognitivo, afectivo o conductual. Comenzaremos con las respuestas negativas del porqué los informantes consideran que no es importante hablar la maya en la ciudad de Cancún. Como se aprecia en el cuadro 4, primero sobresale el componente cognitivo, que es el saber y el conocimiento que se tiene sobre una lengua; algunas de estas respuestas están traslapadas con el componente conductual de las actitudes en las que existen coincidencias 235


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discursivas. Una de las respuestas del componente afectivo expresa un valor positivo para la lengua. La cita del informante que dice: “No es importante, porque siempre han discriminado a los que hablan maya, cuando llegó más gente que no es de aquí”, se ubica en los tres componentes porque, primero, representa algo que la gente dice sobre la maya (que ya no tiene importancia) y los migrantes que llegaron a Cancún con sus actitudes hacia los yucatecos hablantes de maya. Por otra parte, es afectivo porque la discriminación hacia la maya implica valores negativos, por lo tanto, existe una evaluación hacia el idioma. Y es conductual porque el hablante dice que no es necesario saber la lengua (realizar una acción hacia el idioma) y los que llegaron a Cancún realizaron un proceso discriminatorio (acción). Desde la posición cognitiva, el primer argumento se relacionan con porcentajes de población maya que existen supuestamente en la ciudad. Uno de los informante asegura que entre 25% y 50% de la población cancunense habla la maya; es una cifra que si es analizada desde la subjetividad del participante, representa una proporción alta y coincide con el hecho que Cancún contiene una fuerte presencia de hablantes de la lengua maya (INEGI, 2011). Posteriormente, uno de los informantes asegura que la discriminación realizada por los que no son originarios de la región hacia los hablantes de la maya es una causa en detrimento para hablar el idioma vernáculo yucateco en Cancún. Así, observamos un choque entre migrantes mayas yucatecos y migrantes provenientes del resto del país; no en balde, la ciudad de Cancún se caracteriza por tener tres grupos marcados y diferenciados, según el lugar de origen: los yucatecos, los veracruzanos (incluidos chiapanecos y tabasqueños) y los de la ciudad de México (INEGI, 2011).

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Cuadro 4. Las respuestas negativas de los informantes en relación con la importancia de hablar maya en Cancún Componente cognitivo Componente afectivo Componente conductual - No muy importante; - No al cien, pero sí es - No sé, cuando vine, 25% o 50% habla importante. nadie hablaba en maya; vinimos de maya. - No es importante, otra región. porque siempre han - No todos hablan, discriminado a los pero es necesario - No todos hablan, pero es necesario que hablan maya, saber. saber. cuando llegó más - Aquí nadie lo habla. gente que no es de - No es importante, - No hay escuelas que aquí. porque siempre han la enseñen. discriminado a los - No es importante, que hablan maya, porque siempre han cuando llegó más discriminado a los gente que no es de que hablan maya, aquí. cuando llegaró más - Aquí nadie lo habla. gente que no es de - A las personas no les aquí. parece importante hablarlo tanto como en Yucatán, que tiene dos lenguas. - Somos una ciudad multicultural y adaptada al español, así que no hay mucha utilización de la lengua maya. - No, pues no es de utilidad, ya que todos hablan español. - Es una ciudad con características migrantes, por lo que casi todos hablan español. - Las sociedades o generaciones actuales usan más el español. Elaboración propia de los autores.

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Las últimas respuestas de los informantes, las de la columna del componente cognitivo, tienen que ver con los procesos de desplazamiento y mantenimiento de la lengua maya. Aunque el objetivo del trabajo no es tratar el desplazamiento de la maya a favor del español, cabe mencionar las presiones por las cuales los hablantes transitan en urbes como Cancún. El español se presenta como la lengua predominante o el idioma al que se le atribuyen características de mayor valor y prestigio, lo cual contribuye para que los hablantes de idiomas autóctonos como la maya empiecen a sufrir desventajas como hablantes de una lengua vernácula. En una ecología de presiones como la que propone Terborg (2006), las lenguas pueden actuar como un tipo de facilidad compartida, concepto que se explica como el agente lingüístico seleccionado porque es comprensible y aceptado por la mayor parte de un grupo. Así, el español y la maya son idiomas de facilidades compartidas para ciertos temas, lo cual es un elemento clave para posteriormente analizar la función, mantenimiento y/o desplazamiento del idioma en Cancún. Ahora revisaremos cuáles son los puntos de vista positivos de los informantes que aseguran que sí es importante hablar la lengua maya en la urbe más grande del estado de Quintana Roo (véase el cuadro 5). En contraste con la posición anterior, los informantes muestran actitudes predominantemente desde el componente conductual, es decir, son las acciones que los hablantes hacen frente a un idioma. Pero estos hechos no son indicadores que se cumplan, pues los hablantes establecen actos desiderativos o deseables hacia la lengua, pero no necesariamente se van a cumplir si dicen “Quiero aprender maya”, Sin embargo, puede notarse como una posibilidad remota que podría realizar (acción). 238


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Cuadro 5. La importancia de hablar maya en la ciudad de Cancún Componente cognitivo Componente afectivo Componente conductual - Son nuestros - Porque somos - Para que no se orígenes. yucatecos. pierdan las costumbres. - Porque es parte del turismo. - Donde trabajo, en el hotel, es como un - Dicen que en las hotel de mayas, escuelas es necesitas saber. importante la maya. - Hay algunos gringos - Es mi lengua, mi que cuando vienen, origen. piden cosas que - Hay mucha gente tenga el nombre de maya. maya. - Pues si no, no entiendes. - Para que los demás sepan hablarla y entenderla. - Las raíces nunca hay que olvidarlas. - Para poder estar mejor comunicada. - Mantiene vivas las tradiciones para que no se pierda la lengua. - Somos personas de Yucatán y se necesita aprender el idioma. - Porque hay personas que sólo hablan en maya, y si no les entendemos, no se le da información bien. - Yo digo que enseñen la lengua. Elaboración propia de los autores. Estas actitudes constituyen indicadores positivos, pues los hablantes plantean en sus argumentos la importancia de conocer el idioma para hablarlo y comunicarse con los mayahablantes, por lo que, nuevamente, la facilidad compartida que describimos en el

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párrafo anterior aparece con fuerza desde el componente conductual de las actitudes lingüísticas. Por el lado de las respuestas que se ubican en el componente cognitivo, éstas tienen relación con el origen, el turismo y la escuela como aspectos en los que la maya está involucrada, lo cual representa una visión amplia de los informantes que respondieron el cuestionario, pues en ellos se simboliza el origen como un rasgo que los caracteriza, el recordar que son migrantes que tuvieron un punto de partida en el estado de Yucatán. Por otro lado, sobresale el turismo como la actividad por excelencia de la ciudad de Cancún, en la que la lengua maya tiene una participación importante, porque hasta los mismos extranjeros o los llamados “gringos” la solicitan. Y, finalmente, la escuela, que si bien es un contexto en el que habrá que explorar las políticas del lenguaje para conocer cómo se enseña y quiénes son los docentes que participan en dichas acciones, es interesante observar que en los informantes de este estudio existe la percepción de que la escuela es un ámbito en el que converge la maya. Por último, en el componente afectivo, la respuesta que dice: “Porque somos yucatecos”, es nuevamente un factor de identidad que permite, en el contexto de Cancún, la unificación de todos los yucatecos que han migrado a este destino y que reconoce en ellos un origen, una historia, un saber, una serie de costumbres; así, la lengua maya teje estas relaciones que hacen que los yucatecos se sigan reconociendo como tales, “yucatecos”, en sus propias palabras.

Actitudes hacia la lengua maya el ámbito escolar Para responder a la segunda pregunta de investigación: ¿Cuáles son las actitudes hacia la lengua maya en su relación con el español y el inglés en el ámbito escolar desde la postura 240


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de los yucatecos bilingües de la Región 90 de la ciudad de Cancún?, el cuestionario sociolingüístico que se aplicó a los informantes con la pregunta 3 que aparece en el anexo, presenta tres opciones para responder, que son: maya, español e inglés. Así, al realizar el conteo para conocer las frecuencias que los informantes asignan a cada lengua, tenemos que 63.3%, con una frecuencia de 38 participantes, creen que es importante aprender las tres lenguas: maya, español e inglés en la escuela, es decir, es deseable para los informantes conocer los tres idiomas y ser trilingüe en tales lenguas. Por el lado contrario, 36.64%, con una frecuencia de 22 participantes, tienen opiniones divergentes que podemos observar en el cuadro 6, ya que algunos creen que solamente es la maya y el inglés o el inglés y el español, o solamente inglés o español los idiomas que se deben enseñar en el aula. Debido a que nuestro trabajo tiene una orientación limitada en cuanto a las causas que atribuyen los hablantes del porqué de sus respuestas, creemos que hace falta complementar con otro instrumento, como la entrevista profunda, la exploración de estos argumentos.

Cuadro 6. Frecuencias y porcentajes de opiniones divergentes sobre el uso de lenguas en el ámbito escolar Tipo de respuesta Frecuencia Porcentaje A. No respondió 6 10 % B. Maya e inglés 1 1.66 % C. Inglés 4 6.66 % D. Maya 1 1.66 % E. Español 4 6.66 % F. Español e inglés 3 5% G. Español 3 5% Elaboración propia de los autores.

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Para conocer las opiniones de los dos grupos, en el cuadro 7 presentamos las casusas por las que los hablantes bilingües yucatecos creen que es importante estudiar las tres lenguas.

Cuadro 7. La importancia de aprender las tres lenguas en el ámbito escolar Componente cognitivo Componente afectivo Componente conductual - Los tres son útiles, - De todo es bonito - Los tres, para que no debido a la zona saber, de todo. pierda la maya, el donde vivimos. inglés porque es - Así aprendes a turístico, y el español - Todos los niños expresarte con es el idioma de aprenden español e cualquiera y es México. inglés, pero dicen bonito aprender de que muchos están todo, es orgullo. - Nuestra cultura se enseñando la maya. enriquece - Los tres, pues - Los tres, pues México, su cultura, México, su cultura, es indígena, y pues es indígena, y pues tener práctica de la tener práctica de la lengua maya es algo lengua maya es algo padre. padre. - Así aprendes a - Los tres porque son expresarte con importantes. cualquiera y es bonito aprender de - Somos huiros, el todo, es orgullo. español es de aquí, zona turística, la maya es la que tenemos nosotros, no se te debe olvidar, y el inglés es lo que hablan los estadounidenses. Elaboración propia de los autores. Vemos, entonces, que los que están a favor de las tres lenguas en contacto, en el ámbito escolar, presentan argumentos desde los tres componentes, defendiendo la utilidad, el aprendizaje, el origen, lo bonito del idioma, el enriquecimiento de la cultura y el trilingüismo, que percibido por los hablantes, saber las tres lenguas implica el poder hablar con cualquiera. 242


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Por el lado opuesto, veamos qué piensan los que dicen que no son las tres lenguas las que se deben enseñar. De ellos, 10% (a) no respondió a la pregunta. El que dijo que maya e inglés (b), alega el hecho de que Cancún es una zona turística y aprender maya es para no perder la cultura. En tanto que los que dicen que solamente inglés (c), su argumento se basa en que dicho idioma es la clave para las oportunidades laborales. El informante que expresa que solamente en maya (d), dice que no todos tienen acceso a la lengua, aunque cree que los tres idiomas son importantes. Los que expusieron que en maya y español (e), suponen que es para preservar y rescatar la cultura autóctona y porque la maya es la lengua de la región. Por la parte de los que dicen que es español e inglés (f), apelan al hecho de que son las únicas lenguas de la educación básica. Y por el lado de los que creen que solamente español (g), dijeron que es la lengua de la escuela, de la mayoría, y la que se habla en la ciudad. Cancún no sólo se ha constituido en un polo turístico en donde la migración ha sido un aspecto palpable que la caracteriza, sino que es un espacio en donde confluyen diversas lenguas en contacto (por ejemplo, español, inglés, maya): las vernáculas de hablantes indígenas que provienen de otros espacios que no pertenecen a la península de Yucatán, y otras lenguas extranjeras (Be, 2015; Sima y Hernández, 2016). Cancún, escenario de oposiciones entre el origen étnico de sus pobladores, es también, en ocasiones, un contexto de confrontación lingüística, pues de acuerdo con la metáfora de la ecología de presiones de Terborg (2006), los hablantes de lenguas nativas como el maya y los de los otros grupos vernáculos, se sienten impulsados a actuar de determinada forma hacia sus lenguas, ya sea para seguirla usando o desplazarla a favor de las lenguas dominantes.

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En el ámbito de los yucatecos bilingües, en los informantes que habitan la Región 90, existe una fuerte cohesión de grupo aunado a su identidad de ser yucatecos, por lo que la lengua se convierte en un motor de fortalecimiento de dicho aspecto identitario. Aunque muchos no hablen la maya, el ser yucateco o de origen yucateco implica una relación estrecha con el ser mayahablante, por lo que la identidad y las actitudes lingüísticas convergen en un polo que permite expresar cómo una actitud lingüística no solamente es la reacción o postura ante las lenguas, sus variantes y sus hablantes, sino que va más allá y trastoca los límites sociales y culturales, como el identitario. Si retomamos la definición que guía el trabajo de Lorenzo (2000) expresada líneas arriba, proponemos la incorporación de aspectos identitarios y temporales, ya que el vínculo entre estos dos conceptos surge a partir de la voz de los propios informantes cuando expresan: “Es la lengua de nuestros orígenes”. Entonces, una forma también de entender una actitud lingüística es que se convierte en una postura de los hablantes hacia la lengua, hacia ellos mismos y las variantes en la que confluyen las identidades, sintiendo una relación particular con su lengua en determinado contexto temporal, ya que las actitudes surgen motivadas por las acciones que suceden a su alrededor.

Conclusiones Para concluir este trabajo, retomaremos nuestras preguntas de investigación. Con la primera, al comparar estos dos ámbitos, observamos que mayoritariamente los informantes le adjudican a este espacio valores positivos cuando se trata de explicar que la lengua maya se sigue hablando en el hogar, se reduce cuando se trata de la vida de la urbe, pero aun así, una amplia mayoría considera que Cancún es una ciudad en donde existe y pervive la maya a través de la voz de los yucatecos bilingües de maya y español que llegaron décadas atrás 244


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para encontrar mejores oportunidades laborales. Además, en su vida cotidiana afirman el orgullo de ser yucatecos y, con ello, el ser mayahablantes, por lo que la lengua maya es un factor que les permite tener una identidad de grupo frente a los otros. En la segunda pregunta nuevamente encontramos opiniones diversas, pero sigue predominando en la voz de los yucatecos radicados en Cancún la idea de que la maya es una lengua en contacto con el español y el inglés y que abre las oportunidades laborales y ahínca las raíces para que la cultura permanezca en la esencia del migrante yucateco de primera, segunda y tercera generación, como un estandarte que se porta con orgullo. Así, entre los hablantes yucatecos bilingües de la Región 90 de la ciudad de Cancún existe una conciencia lingüística de la maya en relación con un pasado que hereda a sus hablantes actuales, un tesoro importante que para ellos es trascendental conservarlo. La identidad cobra relevancia en este punto en el sentido en que las pertenencias expresadas por estos yucatecos bilingües de maya y español están conectadas con un origen cuya carga sociocultural se presenta a través de una herencia compartida mediante costumbres, saberes y prácticas que hoy día dan soporte a la realidad donde se encuentran. Es ahí donde la cultura maya se materializa a través de la lengua como un elemento de cohesión en estos migrantes donde su “ser maya yucateco” converge con las actitudes expresadas sobre la maya. Pese a que el contexto social de Cancún privilegia el uso de otras lenguas como el español o inglés, es el hogar donde adquiere un sentido trascendental de comunicación al interior de la familia, además de fortalecer la identidad como yucatecos. De esta forma, en este trabajo hemos analizado las actitudes lingüísticas de los hablantes de la lengua maya, pero hace falta analizar los procesos de mantenimiento y desplazamiento, a fin de identificar qué tanto orgullo expresan de su lengua los hablantes de maya y si están

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manteniéndola, sobre todo en una trasmisión intergeneracional, por lo que queda pendiente esta tarea para futuras investigaciones. Además del cuestionario que aquí hemos usado, el análisis debe complementarse con un trabajo etnográfico que incluya entrevistas para observar la forma de proceder de los migrantes yucatecos mayas en el contexto donde se sitúa. Es decir, el plus de este trabajo a futuro es ver el tema más allá del cuestionario e involucrarse en otras herramientas de análisis para comprender a profundidad el fenómeno sobre las actitudes hacia la lengua maya por los migrantes yucatecos en la ciudad de Cancún.

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Anexo 1. ¿Considera que para su familia es importante hablar la maya? Sí ___ No ___ ¿Por qué? 2. ¿Para vivir aquí es importante hablar maya?

Sí ______

No _____

¿Por qué? _______________________________________ 3. ¿Qué lengua es importante aprender en la escuela? a. Maya b. Español c. Inglés

_____ _____ _____

¿Por qué?

*Este trabajo es resultado del financiamiento de la Secretaría de Educación Pública, a través del Programa para el Desarrollo Profesional Docente para el Tipo Superior (Prodep) de México.

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Eyder Gabriel Sima Lozano. Mexicano. Doctor en Antropología Lingüística por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus líneas de investigación son: procesos de mantenimiento, desplazamiento y actitudes lingüísticas hacia la lengua maya y el mixteco, así como la argumentación e interrogación de la prensa religiosa jalisciense del siglo XIX. Ha publicado artículos en revistas indexadas y dirigido tesis de licenciatura y participado en comités. Ha sido ponente en congresos nacionales e internacionales. Pertenece al SNI, nivel I. Actualmente se desempeña como coordinador de Investigación y Posgrado de la Facultad de Idiomas Campus Ensenada, de la Universidad Autónoma de Baja California.

Pedro Antonio Be Ramírez. Mexicano. Doctor en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Maestro en Antropología Social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), y Licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Ha sido profesor en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, Unidad Chihuahua, y de la Licenciatura en Psicología en el Campus Mérida de la Universidad Valle del Grijalva (UVG). Actualmente se desempeña como profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Autónoma de Baja California Campus Mexicali. Participó como colaborador en el proyecto “Actitudes, mantenimiento, desplazamiento e identidad de la lengua maya en tres contextos urbanos de la península de Yucatán”. Sus líneas de investigación tratan sobre etnicidad, género, identidad, turismo y migración, tanto a nivel nacional como internacional, desde un abordaje cualitativo como cuantitativo. Entre sus publicaciones se encuentran: Migrantes yucatecos, itinerarios transnacionales y aprendizajes: la experiencia desde un escenario turístico; En comunión con Dios y con el pueblo: un acercamiento etnográfico a la fiesta patronal de Telchac Pueblo, Yucatán; y Actitudes de yucatecos bilingües de maya y español hacia la lengua maya en Mérida, Yucatán, esta última en coautoría.

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Infanticidio y disciplina popular en el sistema judicial de Sonora, México entre 1855 y 1929 Infanticide and popular discipline in Sonora, Mexico’s judicial system between 1855 and 1929 Laura Shelton Franklin and Marshall College lshelton@fandm.edu Resumen: El artículo explora por qué las comunidades locales en el estado de Sonora utilizaron la judicatura estatal en nuevas maneras para disciplinar a mujeres acusadas de infanticidio, aborto provocado y abandono infantil durante el porfiriato. Analiza los procesos penales contra mujeres para descubrir los cambios en los sistemas de género y proponer que éstos contribuyeron al aumento de la vigilancia de la conducta sexual de las mujeres por las identidades masculinas de la época. Los juicios por infanticidio dieron pie a los discursos de inferioridad étnica, económica y de género hacia las mujeres, especialmente con las jóvenes que ocultaban sus embarazos. Concluye que los agentes estatales no se unificaron en su tratamiento de la delincuencia femenina, pero la presión popular desempeñó un papel represivo en la expansión del poder del Estado para imponer el orden moral y asegurar un espacio para la vergüenza pública de la sexualidad femenina. Palabras clave: infanticidio, estudios de género, Sonora, construcción de un orden social Abstract: The objective of this article is to explore why local communities began to use their judiciary in new ways to discipline women accused of infanticide, abortion, and infant abandonment during the Porfiriato. This work uses gender analysis of criminal trials to uncover changes in the local gender order and to argue that disruptions in masculine identities contributed to increased policing of women’s sexual conduct and efforts to use the State to maintain a traditional moral order during a period of rapid change. Infanticide trials provided a space for discourses of ethnic, economic and gender inferiority towards women, especially young single women who hid their pregnancies. This study finds that State agents were not unified in their treatment of female criminality, but popular pressure still played a role in expanding the reach of State power to impose moral order and provide a platform for public shaming of female sexuality. Keywords: infanticide, gender studies, Sonora, construction of social order Fecha de recepción: 13 de junio de 2016 Fecha de aprobación: 18 de agosto de 2016 Fecha de recepción de versión final: 20 de septiembre de 2016

e-ISSN 2448-539X

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Introducción A partir de la década de 1860, los procesos de infanticidio comenzaron a aparecer en los juzgados de Sonora con más frecuencia. Entre 1855 y 1929, los juzgados del estado trataron 63 procesos de infanticidio, aborto y abandono; 41% de estos procesos se produjo entre 1895 y 1905, una cantidad considerable teniendo en cuenta que, en esta misma región, tales casos eran escasos antes de 1880. En los expedientes de los archivos judiciales de Sonora correspondientes entre 1780 y 1850, no hemos encontrado, hasta ahora, documentación alguna sobre ningún proceso de infanticidio. Durante la década de 1890, una oculta realidad de violencia privada se convierte en preocupación pública en el tribunal de justicia. Los estudios académicos que giran en torno a la delincuencia femenina, en particular los relacionados con delitos sexuales que se cometieron a finales del siglo

XIX,

tendieron a preponderar el papel de criminólogos y funcionarios estatales, equiparándolos como regidores del orden moral, así como promotores de políticas favorables a la natalidad y vigilancia de la sexualidad femenina, todo ello conllevado a mantener un orden social en un periodo que se modernizaba rápidamente. Un gran número de trabajos al respecto se han centrado en urbes como la Ciudad de México y Caracas, donde gozaban de más influencia las ideas y prácticas de expertos en justicia y auxiliares en justicia penal (Buffington, 2000; Díaz, 2001; Núñez, 2008). En las investigaciones que muestran los puntos de vista que tienen sobre la delincuencia femenina las autoridades estatales y criminólogos como Carlos Roumagnac, han quedado poco estudiadas las comunidades locales de las regiones más remotas de México, tal es el caso de Sonora. Este trabajo explora lo complicado de las relaciones que se dan entre las comunidades locales como agentes activos en las denuncias de las mujeres sospechosas de

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haber cometido infanticidio y los jueces, quienes, por lo general, fueron reacios a castigar a las mujeres sin una clara evidencia. El aumento en los procesos de infanticidio en Sonora durante el final del siglo

XIX

refleja, en gran medida, la influencia de los esfuerzos populares entre los vecinos y familiares para avergonzar públicamente a las mujeres que intentaron ocultar sus embarazos. Mediante el análisis que inicia estos procesos, se hace evidente, con mayor frecuencia, que los vecinos y amigos de la familia se presentaron ante las autoridades judiciales locales para informar del hallazgo del cadáver de un bebé o para compartir información sobre el comportamiento sospechoso de una joven mujer posiblemente embarazada. Esta no es sólo la historia donde los funcionarios estatales imponen nuevas normas de conducta en las mujeres de la localidad; más bien es una historia donde los vecinos se imponen nuevas normas de conducta entre sí. Estos casos sugieren, incluso, que si los denunciantes conocían las investigaciones de criminólogos y expertos legales, se apoyaban en ello para poder construir los discursos delictivos, ligando así la conducta sexual femenina y la maternidad hacia un orden de conveniencia social y moral. Debido a que las personas que denunciaban a las mujeres en los tribunales, a menudo, eran vecinos varones, es necesario considerar el contexto de género más ampliamente dentro de los contextos. Dado el momento en que las identidades y las prácticas masculinas rurales se encontraban bajo la amenaza de una rápida evolución, la denuncia pública en contra de las mujeres por infanticidio y la revelación de su mala conducta sexual resultaron procedimientos para garantizar la autoridad masculina dentro de la comunidad, independientemente del resultado final de los procesos. Como Ana María Alonso (1995) ha argumentado en el caso de Chihuahua rural, el desplazamiento político y 257


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económico de los hombres rurales marcó una transformación de las identidades masculinas a finales del siglo XIX. En última instancia, estos casos demuestran que los proyectos de construcción del Estado durante el porfiriato en México —un periodo asociado con la centralización y consolidación del poder del Estado—, con frecuencia provenían de la presión popular desde abajo. Más bien, como Elsie Rockwell (1994) ha argumentado en su estudio de la educación pública que algunos programas sociales que se establecieron para someter a las mujeres a escrutinio público en relación con el sexo ilícito pudieron haber influido y promovido la participación del Estado en los asuntos locales. Estos casos abrieron un espacio para que los ciudadanos expresaran sus ansiedades sobre la maternidad secreta y las muertes infantiles, y en el proceso legitimaban una nueva intervención del poder judicial en la vigilancia de la sexualidad femenina y la conducta de las mujeres como madres. Como los estudios de Kristin Ruggiero (1992), Martin J. Wiener (2007) y María del Carmen Baerga-Santini (2009) han demostrado que los procesos de infanticidio proporcionan el momento para disciplinar a las mujeres, tanto por su supuesta promiscuidad sexual y por haber cometido un asesinato. Para algunos de estos estudiosos, el pensamiento de Michel Foucault (1995) sobre las instituciones médicas y judiciales como instrumentos de castigo se ha convertido comprensiblemente en un marco convincente para estudiar el infanticidio como fenómeno histórico y social. 1 Sin embargo, el aumento en los procesos de infanticidio en Sonora, México, entre 1895 y 1905, pone de relieve otro aspecto del pensamiento de Foucault: la capacidad de los 1

El porfiriato se refiere a los años de la presidencia de Porfirio Díaz entre 1876 y 1910. La historiografía sobre la construcción del Estado durante el porfiriato es extensa, especialmente en lo que se refiere a la criminalidad, la policía, la salud pública y el bienestar (Blum, 2010; Buffington, 2000; Garza, 2008; Overmyer-Velázquez, 2006; Piccato, 2001; Rivera-Garza, 2001; Speckman, 2011). 258


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miembros de la comunidad local para utilizar los instrumentos del Estado para disciplinarse entre sí, de modo que se reafirmaban jerarquías y divisiones basadas en género, etnia, clase social y edad. Por otro lado, también refleja un regreso a las nociones tradicionales de la conducta sexual de la mujer. Estos casos demuestran que las herramientas de la disciplina y los esfuerzos para mantener el statu quo recaían en las manos de los vecinos y de la comunidad local, así como en las manos de agentes poderosos del Estado. Durante este periodo de rápidos cambios económicos y culturales, el denunciar a las mujeres jóvenes por cometer el infanticidio reafirmaba un orden social de género que unía la vergüenza pública con la conducta sexual femenina ilícita, en especial entre las mujeres de un nivel socioeconómico bajo. Independientemente del resultado, un juicio de infanticidio socavaba la reputación de honor sexual de la mujer (Caulfied, Chambers y Putnam, 2005; LipsettRivera y Johnson, 1998; Stern, 1997; Twinam, 1999). Estas acciones daban poder a los testigos así como al Estado cuando los notarios judiciales transformaban el chisme y los rumores en testimonio público oficial. 2 ¿Por qué preocupaba a los vecinos la maternidad y conducta sexual de las mujeres de bajo estatus en ese momento? ¿Los informantes, la mayoría hombres de menor estatus que trabajaban como jornaleros y labradores, compartían las mismas preocupaciones sobre el honor y modernización como los criminólogos de la Ciudad de México? En este ensayo se propone que las corrientes culturales que influyeron en los hombres para exponer la conducta sexual de la mujer en los tribunales judiciales estuvieron relacionadas, en parte, con los desplazamientos asociados por el ritmo acelerado de la nueva vida a nivel local de ese entonces y a los cambios que 2

Las personas se acercaban a los tribunales del Estado en lugar de los tribunales eclesiásticos con estos casos, lo que refleja varias décadas de creciente influencia por parte de los tribunales seculares en una amplia gama de delitos contra la moral, una tendencia evidente en toda la región (Caulfield, 2000; Hunefeldt, 1999). 259


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socavan la masculinidad tradicional, fundamentalmente los referentes a la posesión de la tierra, la autonomía política y su posición como cabeza en las redes familiares. Estos casos reflejan la manera en que los hombres de estatus bajo reafirmaron su masculinidad e impusieron un orden moral y sexual sobre las mujeres en sus comunidades justo en el momento en que el papel del hombre estaba en un proceso de cambio social.

8 7 6 5 4 3 2 1 0

Infanticidio Sepultura clandestina El abandono infantil

1855-1860 1860-1865 1865-1870 1870-1875 1875-1880 1880-1885 1885-1890 1890-1895 1895-1900 1900-1905 1905-1910 1910-1915 1915-1920 1920-1925 1925-1930

Número de casos

Figura 1. Tipos de casos lo largo del tiempo

infanticidio intento Aborto

Fuente: Archivo General del Poder Judicial del Estado de Sonora, Fondo Juzgado Penal

El contexto A finales del siglo XIX, los sonorenses vivieron un tiempo de cambio económico y cultural dramático. Estos años representan un momento crucial en la historia de Sonora, en el que este territorio pasó a ser una zona fronteriza dinámica e influyente (Tinker Salas, 1997). En este periodo, nuevos pueblos mineros crecieron, especialmente en los centros de cobre como Cananea, en el norte del estado, a la vez que las nuevas redes ferroviarias conectaron la región por primera vez con Estados Unidos y con el centro de México. Muchos de estos cambios se debieron a la afluencia de capital extranjero, pero los sonorenses estuvieron

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también involucrados en el desarrollo regional. Miembros notables de la región alentaron estas inversiones mientras los habitantes de áreas rurales se mudaban a nuevos puestos de trabajo en la minería y el transporte (Meyer, 1989). La población del estado aumentó más del doble entre 1878 y 1910. De acuerdo con la Secretaría de Fomento, la población de Sonora era de 110 837 en 1878, en tanto que el Censo General de Población de 1910 fue de 265 383 habitantes (Cuevas, 1989). Estas rápidas transformaciones sociales, económicas y políticas tuvieron un profundo efecto en las identidades y roles de género dentro de las familias sonorenses. La masculinidad en Sonora basó su larga tradición en la propiedad de la tierra a pequeña escala, vinculada con la ganadería y la agricultura. Y disfrutó, asimismo, de una autonomía municipal en comunidades regionales. Mientras Sonora tenía familias poderosas, su influencia fue fragmentada; no había una sola familia de la élite como en el caso de los Terrazas-Creel en Chihuahua o los Garza y Sada de Nuevo León. Durante el porfiriato (1876-1910), la afluencia de capital extranjero y la consiguiente expansión de la minería, la urbanización en comunidades como Guaymas y Hermosillo, y la construcción de ferrocarriles proporcionaron nuevas oportunidades y estimularon la movilidad para algunos, pero también desplazaron a otros grupos sociales. Pequeños ganaderos y agricultores, en particular, no podían permitirse el lujo de participar en los mercados comerciales de la tierra, y algunos sufrieron intimidación de los vecinos más poderosos, sobre todo en áreas de crecimiento rápido como Hermosillo. Mientras tanto, las fuerzas policiacas de la región y funcionarios judiciales trataron de hacer cumplir las leyes contra la vagancia en los pequeños pueblos y en las ciudades, persiguiendo a hombres sin buenos empleos. Los hombres indígenas enfrentaron el escrutinio más cercano. La autonomía de los hombres que trabajaron en las minas y en los ferrocarriles se encontraba comprometida, con horarios de 261


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trabajo muy controlados y bajos salarios; las campañas contra la vagancia y la violencia nuevamente se dirigieron hacia los que intentaron organizar sindicatos. Periódicos de todo el estado hicieron un llamado de restricción de consumo de alcohol entre mineros y otros trabajadores de sexo masculino. Los municipios optaron como medida cerrar las cantinas, por ser los lugares en donde la clase trabajadora masculina podría socializar, y se percibían como una amenaza para la vida familiar estable, además de espacios subversivos para la organización de la resistencia obrera. En Guaymas, El Tráfico (1899) publicó una lista de personas detenidas por embriaguez pública con el fin de avergonzar a los acusados y para prevenir la embriaguez pública (Tinker Salas, 1997, p. 251). Desde la perspectiva de los trabajadores varones que tenían bajos recursos y pocas salidas para socializar con los compañeros de trabajo que estuvieran fuera de la mirada vigilante de los patrones, tales medidas de vigilancia para evitar la embriaguez pública probablemente fueron percibidas como una intromisión en la vida social masculina. Además de la vigilancia en el trabajo y el control del tiempo libre de los hombres, los hombres de la clase trabajadora también veían cómo sus hijas, hermanas y esposas aumentaban la fuerza laboral en el servicio doméstico, como lavanderas, trabajadoras al cuidado de niños y prostitutas, especialmente en los centros urbanos del estado. En conjunto, el estatus masculino de los trabajadores agrícolas y obreros se iba erosionando, ya que perdía el control de sus tierras y del gobierno local, y también perdía el control sobre el tiempo y movimiento de las mujeres y los niños dentro de sus familias. Si bien las condiciones de trabajo y las expectativas de la disciplina masculina cambiaron drásticamente, otros aspectos de la vida familiar se mantuvieron constantes, incluyendo las altas tasas de mortalidad entre los niños pequeños menores de cinco años. En los periódicos, estas condiciones difíciles fueron atribuidas más a la "mala conducta" de 262


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los padres, al alcoholismo y a la negligencia, en lugar de tomar en cuenta las condiciones económicas y sociales de la vida y de trabajo (Tinker Salas, 1997). Las tasas de mortalidad entre los niños pequeños se mantuvieron altas, según puede deducirse de los datos censales disponibles. Entre los nacimientos legítimos en 1895, Sonora reportó 1 717 nacimientos y 1 247 defunciones, incluyendo a los niños desde el nacimiento hasta los 5 años. En 1905, de 4 756 nacimientos legítimos, hubo 2 543 muertes en el grupo de niños menores de un año (Secretaría de Economía, 1956). Sólo podemos especular sobre el número de muertes de niños ilegítimos, ya que éstos no aparecen en los datos estadísticos oficiales. Fueron varios los factores que contribuyeron a la mortalidad entre infantes y niños: la fiebre amarilla, la tuberculosis, la disentería, la diarrea y la pleuresía. Al considerar la gran cantidad de enfermedades comunes entre los niños sanos, no sorprendería si la presencia de estas enfermedades hubiera contribuido a enmascarar el infanticidio en algunas ocasiones. Durante este periodo, hubo un cambio en la configuración de los hogares al tiempo que la población crecía y se mudaba de ranchos y granjas hacia los centros urbanos emergentes. Debemos tener en cuenta la posibilidad de que más mujeres optaban por el infanticidio y el abandono en respuesta a nuevas presiones económicas, sociales y culturales al quedar aisladas de sus redes tradicionales de apoyo. Algunos de los casos sugieren un deterioro en los antiguos sistemas de circulación de niños y “adopción informal”, por lo que era más difícil ocultar el nacimiento de un hijo ilegítimo. Sonora era una región sin tradición de conventos, casas de depósito y otras instituciones dedicadas a la protección de la infancia, por lo que las mujeres que no podían cuidar de un bebé o que deseaban ocultar un nacimiento ilegítimo buscaban el apoyo de sus familiares o de los vecinos más ricos, incluso recurrían a los extranjeros para que adoptaran 263


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a los niños como dependientes del hogar. Ya sea que se les llamara sobrinos, hijos, criados o nietos, estos pequeños contribuían a la reproducción económica, social y cultural de las familias en su mayoría rurales de las localidades de Sonora. Un análisis elaborado por Cynthia Radding (1997) sobre los censos en comunidades como Oposura, sugiere la presencia de hijos ilegítimos entre las grandes familias extendidas durante el periodo colonial. Sobre todo, esta historiadora encontró que la adopción informal ocurría especialmente cuando los niños estaban en edad de trabajar. La circulación de niños cruzaba líneas étnicas e incluía tanto familias indígenas como españolas. Radding plantea que estas prácticas crearon lazos sociales entre las familias de diversas identidades étnicas. Los casos civiles del siglo XIX en Sonora sobre la tutela de los niños también sugieren que tales acuerdos ocultaban la ilegitimidad. En otros casos, datos censales así como registros judiciales de la época republicana temprana también indican la existencia y la tolerancia de la ilegitimidad, sobre todo cuando la pareja se comportaba de la forma que se esperaba de un matrimonio (Shelton, 2010). En definitiva, los registros del censo, los testamentos y las causas judiciales penales y civiles revelan que muchos niños crecieron fuera de la tutela de sus padres biológicos. Los niños fueron intercambiados entre los familiares no inmediatos e incluso entre personas no relacionadas por la biología o el compadrazgo. Los huérfanos y los hijos ilegítimos eran más propensos a pasar de un lugar a otro, viviendo con familiares, amigos o incluso desconocidos. En las regiones fronterizas de Latinoamérica como Sonora, esta práctica estaba más asociada con la guerra y la incursión entre las comunidades indígenas y españolas o mestizas (Brooks, 2002; Mateo, 1996; Socolow, 1992). Es evidente, sin embargo, que algunas madres optaron por enviar a sus hijos ilegítimos a vivir con otras familias y no cometer el infanticidio en tiempos de paz.

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Así que la pregunta es: ¿Cometieron las mujeres o no infanticidio antes de 1850, o la sociedad no persiguió los casos de infanticidio hasta después de 1850? La evidencia sugiere que incluso aunque algunas mujeres circulaban hijos no deseados entre extraños y parientes, otras madres, sin duda, cometieron el infanticidio antes de la década de 1850. La mayor parte de la investigación sobre el infanticidio en las zonas fronterizas se ha centrado en las misiones coloniales, y no en las comunidades mestizas que fueron el foco de los tribunales penales estatales de finales del siglo

XIX

(Cramaussel, 1990; Jackson, 1994).

Según Sherburne Cook (1976), las mujeres indígenas practicaban el infanticidio y el aborto en las misiones en respuesta a la desorientación cultural y física, la desnutrición y la represión social. Eran los sacerdotes y no los jueces que trabajaban para el Estado los que castigaban a las mujeres con el uso de azotes y otras humillaciones públicas, tales como obligar a las mujeres que no tenían hijos a que aparecieran en frente de la iglesia de la misión con muñecos infantiles hechos de madera como una representación de los niños que supuestamente mataron o abortaron. Estos casos de infanticidio entre las madres indígenas ocurrieron en un contexto social y cultural muy diferente de los que involucran a criadas, sirvientes domésticas mestizas, e "hijas de familia" durante el final del siglo

XIX.

Las

mujeres jóvenes que aparecen en este estudio provienen de diversos orígenes étnicos y vivieron en comunidades multiétnicas bajo la autoridad de los jueces estatales, y no de sacerdotes. El hecho es que hubo mujeres que, sin duda, cometieron el infanticidio en Sonora durante el periodo colonial, pero las actitudes oficiales hacia la práctica fueron cambiando durante el final del siglo

XIX,

cuando las redes de circulación informal de los niños en las

comunidades mestizas fueron a su vez cambiando. Las obras de Elisa Speckman Guerra (1997) y Nora Jaffary (2012) sobre infanticidios en el sur de México durante la época 265


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colonial y el siglo

XIX

también pueden ofrecer algunas respuestas tentativas. Estas

investigadoras encontraron que, en casos excepcionales, las autoridades sólo trataron casos de infanticidio hasta la segunda mitad del siglo

XIX,

tal como ocurrió en Sonora. De

acuerdo con Jaffary, esto no significa necesariamente que hubo un cambio repentino de comportamiento en las mujeres, sino que se produjo un cambio en los puntos de vista oficiales sobre el infanticidio. Jaffary argumenta que el silencio oficial sobre el infanticidio en el poder judicial pone de manifiesto que sin importar el contenido en los códigos penales coloniales y republicanos, las decisiones de arrestar, investigar y sancionar un delito suponen un cambio cultural en la interpretación de la ley, y no necesariamente un cambio en la propia ley. Los procesos de infanticidio de Sonora tienen que ver con la composición cambiante de las familias a finales del siglo XIX y principios del XX, así como las ideas más amplias acerca de lo que constituía la modernidad en el Estado porfiriano. El tamaño de la familia y las configuraciones familiares estaban cambiando en Sonora durante este período, ya que los hogares pasaron de arreglos multigeneracionales a familias más pequeñas y "modernas", de tal manera que a las mujeres probablemente se les hacía más difícil ocultar un bebé no deseado en comparación con generaciones anteriores. Las empleadas domésticas, que era aún más probable que se separaran de la comunidad y la familia debido a la migración en una economía regional que cambiaba rápidamente, encontraron sus opciones limitadas. Además de la composición de la familia, sin embargo, la modernidad se puso de manifiesto en el cambio de los códigos de derecho y la aparición de nuevas preocupaciones judiciales. El aumento de la denuncia, en combinación con la nueva legislación nacional que establecía la disminución de la severidad del castigo por cometer

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el infanticidio, sugiere una nueva voluntad de hacer de la prevención de la precención del infanticidio una prioridad dentro de la comunidad. Los cambios en la estructura y composición de la familia, la migración y el desplazamiento económico contribuyeron para que las mujeres fueran madres y educadoras de la próxima generación de ciudadanos, y esto se hizo evidente en las páginas editoriales de los periódicos locales. Especialmente durante la década de 1890, la misma década del aumento en los procesos de infanticidio, los periódicos de Sonora publicaron artículos que lamentaban la embriaguez y la prostitución, y se decía cómo la mala conducta de las mujeres dañaba el tejido social y moral de las comunidades, lo que llevaba al abandono infantil y la delincuencia (Granillo y Granillo, 1897). Algunas editoriales promueven, entonces, políticas específicas, tales como la educación pública para las mujeres, con la intención de mejorar la vida de los niños dentro de las familias y la nación (La Razón Social, 1897), mientras que otras se centraron más en la degradación moral y sexual de las mujeres durante un periodo de incertidumbre y rápidos cambios sociales (Gaceta de Cananea, 1908; El Estado de Sonora, 1897). Las campañas de moralidad y artículos de prensa alentaban a una mayor vigilancia de las mujeres jóvenes, así como de su comportamiento sexual, y mostraron su preocupación por el abandono infantil. Para los residentes que no podían leer o comprar periódicos locales, cabía la posibilidad de que vecinos y amigos leyeran los artículos en voz alta y, de esta manera, compartir las noticias por las redes sociales informales. La mayoría de casos de infanticidio y abandono infantil se equiparan con lo sucedido a Celsa Martínez, de Arivechi, Sonora, en 1896. Fue a través de los testimonios de varios vecinos que se encontraban atentos al cuerpo de un bebé abandonado, hijo de Martínez, de quien varias personas sospechaban como el autor de un embarazo secreto. Algunos testigos reconocieron que la ropa interior en que el bebé fue 267


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envuelto pertenecía a la madre de Martínez. Las llamadas de la prensa para la restauración del orden moral, en combinación con la vigilancia de los vecinos y familiares en los pueblos y barrios urbanos en torno a la conducta sexual de las jóvenes mujeres solteras, lograron que la maternidad secreta y los partos ocultos fueran difíciles de realizarse.

El infanticidio en la ley y en la práctica Un cambio importante encontrado de la época colonial a la republicana es la ley que regula el infanticidio. México había heredado leyes muy severas contra el infanticidio desde la época colonial, aunque es claro que las autoridades muy esporádicamente ejecutaron esas leyes. 3 De acuerdo con el Diccionario Escriche —un texto jurídico definitorio para los jueces de Sonora—, el infanticidio se definía como “la matanza de un niño, ya sea en el útero o después de su nacimiento” (Escriche, 1837). Esta definición podría incluir un aborto voluntario, la inducción intencional de un parto prematuro, o el uso de la violencia mortal contra un niño recién nacido, el cual era castigado con la muerte. Esta definición, basada en códigos de las leyes coloniales, nos indica que el concepto de infanticidio había sido codificado mucho antes de que los funcionarios llevaran a las mujeres a juicio por estas causas en Sonora. Las leyes coloniales para el infanticidio y el aborto permanecieron como leyes locales durante la era republicana, pero a mediados del siglo XIX, criminólogos, políticos y otros reformadores abogaron por nuevas

leyes sobre delitos que implicaban

específicamente a las mujeres, incluida la prostitución y el infanticidio. Como ha 3

Teniendo en cuenta los debates contemporáneos sobre la influencia de la Iglesia católica en la condenación de las mujeres por el aborto provocado, es comprensible esperar que la Iglesia sea vocal en su condena de la mujer en el pasado. Sin embargo, en los procesos examinados en este trabajo y en estudios coloniales de infanticidio, funcionarios de la Iglesia fueron notablemente silenciosos (Jaffary, 2012). 268


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argumentado el historiador Robert Buffington (2000), este tipo de reformas reflejan la modernización mediante la promoción de la igualdad ante la ley y el poner fin a los privilegios corporativos, pero, al mismo tiempo, se reproducen las convenciones patriarcales tradicionales. En el caso específico del infanticidio, el Código Penal nacional de 1871, por ejemplo, redujo el castigo del infanticidio de una ofensa capital de cuatro a ocho años de prisión para todas las mujeres, dependiendo de las circunstancias del crimen; además, permitió a los jueces mostrar indulgencia con las mujeres que cometieron infanticidio o abandono para proteger su honor. 4 En la práctica, la indulgencia hacia las mujeres que cometían delitos con el fin de proteger su honor, se daba cuando la inculpada podía mantener la apariencia de pureza sexual, un lujo que ninguna criada o trabajadora podía permitirse. A lo largo del porfiriato, los tribunales no necesariamente favorecían a las mujeres de nivel inferior que habían tratado de ocultar sus embarazos para proteger su honor, aunque los tribunales demostraban un cierto grado de tolerancia hacia las acciones violentas de las mujeres, en función de las razones que éstas daban para explicar o negar sus acciones. Los procesos de infanticidio en Sonora presentan enigmas que otros estudiosos como Nora Jaffary (2012), Elizabeth Rodríguez Raygoza (2004) y Elisa Speckman Guerra (1997) también han encontrado en la Ciudad de México y Guadalajara. Por un lado, en el contexto internacional y nacional durante la mitad del siglo

XIX

, en forma reveladora,

criminólogos y expertos médicos identifican a la delincuencia femenina como una amenaza para proyectos pronatalistas en la construcción de la nación. El criminólogo médico francés Auguste Tardieu, por ejemplo, argumentó que los abortos intencionales entre las mujeres 4

El artículo 581 del Código Penal de 1871 define el infanticidio como causa intencionalmente de la muerte de un bebé dentro de las 72 horas de su nacimiento (Hernández López, 2000). 269


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eran comunes y requerían sanciones más severas. En esencia, defendió la ley para penalizar las capacidades reproductivas femeninas. Sus numerosos trabajos giran en torno al tema de distinguir abortos involuntarios de abortos intencionales e infanticidio, incluyendo su publicación de 1868, Estudio médico-legal sobre el infanticidio, el cual pasó a ser incorporado en el Código Penal de 1871 y en obras clásicas de la criminalidad médica de México , así como el Compendio de medicina legal de 1877. En la década de 1870, los procesos de infanticidio se incrementaron en la Ciudad de México y en los estados de Jalisco, Oaxaca y Sonora. Por otra parte, los jueces locales se mantenían reacios a castigar con todo el peso de la ley a estas mujeres acusadas. En Jalisco, por ejemplo, menos de la mitad de los casos dieron lugar a un castigo, por lo general debido a una defensa basada en el honor o convenientemente a la falta de evidencia. Un patrón similar se presentaba en Sonora: la falta de pruebas fue la razón más común por la cual las mujeres sonorenses no recibieron castigo. En el mismo plano de importancia que los agentes del Estado, policías o jueces, los cuales iniciaban las investigaciones sobre sospecha de infanticidio, estuvieron, en su mayoría, los vecinos varones que descubrieron los cuerpos por los chismes de la comunidad para ayudar a los tribunales a encontrar a las sospechosas. Las contradicciones entre las llamadas renovadas para criminalizar el infanticidio durante el siglo

XIX,

la relativa falta de castigo de la delincuencia por parte de los jueces

locales, y el deseo de las comunidades locales para denunciar a las mujeres ante el Estado, merecen de más investigación. Hay que considerar la posibilidad de que en las personas, más que los discursos nacionales sobre la delincuencia femenina, pudieron haber influido las comunidades locales que denunciaban a las mujeres sospechosas de infanticidio. Los

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motivos que tuvieron los jueces locales y la mayoría de los vecinos varones también tienen sus raíces en la experiencia y la práctica judicial regional. En cuanto a las condiciones regionales de Sonora, nos encontramos con un poder judicial que se expandió con el crecimiento de la población durante el siglo XIX. Aunque se necesita investigar más sobre el sistema judicial de Sonora, la evidencia disponible sugiere que los jueces locales llevaron, en gran medida, casos relacionados con la rebelión indígena, delitos contra la propiedad —como robos y hurtos— y violencia entre los hombres, más que con delincuencia femenina; de hecho, las rebeliones yaqui y mayo de 1890 se tradujeron en campañas militares bien documentadas, pero también aumentaron los juicios penales en el sistema penitenciario de Sonora (Tinker Salas, 1997, pp. 178-183). La urbanización, el aumento de la movilidad gracias a los ferrocarriles, y el malestar que provocó la falta de trabajo fueron factores subyacentes en la preocupación de los sistemas judiciales locales en los casos de asalto, robo, conspiración, vagancia y robo (Meyer, 1989, pp. 4-7). Además de los problemas derivados de la rebelión, robo y asalto en una sociedad que se modernizaba rápidamente, los jueces consideraron también una vena importante en la jurisprudencia hispana —la cual hacía hincapié en el empirismo y el debido proceso— el prescindir los casos de infanticidio. A menos que se tuviera una prueba concluyente de que una madre había causado intencionalmente la muerte de un bebé, se absolvía a la sospechosa (Arnold, 2002, p. 95). El tema que ha recibido menos atención en los estudios del infanticidio es el del papel que jugaron las comunidades locales al informar de un presunto delito y al denunciar a las mujeres. Si las mujeres habían practicado el infanticidio durante mucho tiempo — como los estudios coloniales lo sugieren—, entonces ¿por qué los vecinos conforman parte del Estado para juzgar estas cuestiones particularmente en este momento? Los hombres 271


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tenían más probabilidades de encontrar los cuerpos infantiles en el campo y en los corrales para el ganado, y eran más propensos a llamar la atención de las autoridades con estas muertes sospechosas. Esto pudo haber sido una cuestión de circunstancia, dado que los hombres habitualmente trabajaban en el campo, y por su condición de género, eran más propensos a presentar las quejas en los tribunales. Pero también está claro que podrían haber optado por hacer caso omiso de los cuerpos infantiles en lugar de reportar el crimen a las autoridades. Además, la mayoría de estos hombres estaban dispuestos a compartir los nombres de las mujeres sospechosas de infanticidio, con base en sus propias observaciones de comportamiento inusual y a partir de rumores. Asimismo, se especulaba abiertamente sobre la conducta sexual de las mujeres que reportaban a las autoridades. Al compartir presuntamente el conocimiento de supuestas irregularidades sexuales de una joven mujer, se avergonzaba a la mujer y a su familia, sin importar si un juez la encontraba o no culpable. Hacer una denuncia ante un juez sobre sexo ilícito se consideraba un acto de disciplina y una afirmación de la autoridad masculina en un momento en que la masculinidad de los hombres sonorenses estaba bajo amenaza.

Los procesos Los motivos de las madres dependían en parte de su estatus social, el cual estaba vinculado con su identidad étnica. Varias de las mujeres acusadas de infanticidio eran criadas. En un proceso de 1863, por ejemplo, la partera Ignacia Contreras identificó a Refugio Castillo, una criada joven de la comunidad ganadera de Altar, como la madre de un niño abandonado y muerto. Como he podido advertir, su historia comienza de manera similar a otros casos de infanticidio encontrados en los archivos judiciales de Sonora.

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Una mañana temprano, el amo de Castillo, Félix Rodríguez, se encontró con una pequeña tumba en el patio interior de la casa que contenía el cadáver de un bebé recién nacido. 5 Cuando reportó su descubrimiento al juez local, Rodríguez dijo no conocer la identidad de la madre, pero sospechaba que podía ser alguna de “sus criadas”. A los pocos días, el juez identificó a Castillo como la madre del niño muerto sobre la base de los exámenes físicos que realizó la partera, Ignacia Contreras. Es importante señalar que fue el propio amo de Castillo, Félix Rodríguez, quien llamó la atención de las autoridades por la muerte de un recién nacido. Es decir, llegamos a conocer el caso de Refugio Castillo gracias a la denuncia de su amo Rodríguez, y así hemos podido saber que ella vivía bajo la atenta vigilancia de un patriarca local. La migración, la guerra y las elevadas tasas de mortalidad obligaban a los sonorenses a reconstituir sus hogares y sus familias en una diversidad de formas; de estos esfuerzos resultaron algunas personas, como Refugio Castillo, en un estado servil que las situaban a veces como vecinos, otras como parientes lejanos, y en ocasiones, como completos extraños. Ante la agitación demográfica, política y económica de la época, las nociones de parentesco en Sonora durante el siglo XIX eran flexibles. En los casos de las criadas, uno sólo puede especular sobre cuántas de ellas quedaron embarazadas como consecuencia de violación a manos de sus amos. En el caso particular de Castillo, sabemos que ella no era la única sirvienta en la casa de los Rodríguez, porque cuando éste presentó su denuncia inicial, informó al juez que el niño muerto pertenecía a una de “sus criadas”, pero no sabía a cuál de ellas.

5

“Criminal instruida á Refugio Castillo por delito de infanticidio”, 1863, AGPJ, FJP, Altar, tomo 701. (Nota del editor: debido a la naturaleza de los documentos consultados y a la fecha en que éstos fueron elaborados, se transcriben tal cual). 273


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También cabe señalar que en toda Europa, Estados Unidos y América Latina, las jóvenes empleadas domésticas como Refugio Castillo, fueron a menudo acusadas de infanticidio; este alto porcentaje refleja la carencia de vínculos familiares y la vulnerabilidad de su estatus en varias culturas. Casi todas las acusadas en estos casos eran solteras, como Castillo. La mayoría eran jóvenes y sus edades oscilaban entre los 16 y los 24 años. Mientras que algunas de ellas tenían cómplices, muchas habían pasado sus embarazos de manera aislada. Sus circunstancias nos llevan a plantear preguntas acerca de cuánto sabían sobre la reproducción, el embarazo y el parto. Las mujeres jóvenes como Carlota Chacón, de la localidad de Santo Tomás, en el distrito de Sahuaripa, fueron representadas en los juicios analizados como ignorantes, víctimas de sus propias pasiones. En 1900, Chacón fue acusada de abandonar a un bebé que murió una hora después del parto. En la defensa sobresalía su extrema angustia y confusión en el momento del alumbramiento, y se le describía como “una chica pobre, humilde, y sumamente ignorante”. 6 Según Chacón, en los momentos posteriores a dar a luz, ella puso al niño afuera de su casa, sin darse cuenta de lo que había hecho. Probablemente, el énfasis en la ignorancia y en los orígenes humildes de la acusada eran una estrategia defensiva, la cual resulta legítima y verosímil teniendo en cuenta cuánto sabían las mujeres jóvenes de ese periodo sobre asuntos como el sexo, la reproducción y el parto. Ciertamente es posible que Chacón tuviera poca claridad acerca de cómo había resultado embarazada y lo que estaba ocurriendo en su cuerpo cuando empezó el parto

6

“Criminal contra Carlota Chacón por infanticidio”, 1900, AGPJ, FJP, Hermosillo/Sahuaripa, tomo 1014. 274


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Figura 2. Estado civil

No identificado, 10%

Viuda, 5%

Casada, 10%

Soltera, 75%

Fuente: Archivo General del Poder Judicial del Estado de Sonora, Fondo Juzgado Penal

En otro caso —éste, de abandono infantil—, los testigos y las parteras especularon si Marta Martínez, una mujer soltera de 26 años de edad, de la Hacienda de Pavipa, cerca de Moctezuma, sabía o no que estaba embarazada antes de dar a luz a una niña. Para alarma de su tía, “Martínez había desembarazado sola sin que nadie la asistiera… pero si no avisa, es como ‘las apachas’, hace sus cosas sin que uno lo sepa”. 7 La asociación de Martínez con la condición racial de ser una apache, miembro de un grupo indígena con el que los sonorenses tenían una larga historia amarga y conflictiva, la marcó como sujeto que estaba fuera de la “práctica civilizada”. Ella no había podido recurrir a una partera o a una mujer de la familia para que la ayudara a ocultar su embarazo y parto. Su defensa legal, sobre la

7

“Causa criminal instruida de oficio contra la mujer Marta Martínez por el delito de exposición y abandono de infante”, 1897, AGPJ, FJP, Hermosillo/Villa de Moctezuma, tomo 959. 275


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base de las observaciones de las parteras llamadas para examinar a Martínez por parte del tribunal, atribuyó sus acciones a la ignorancia sobre su embarazo y parto. La pobreza y el aislamiento social caracterizaban la vida de muchas mujeres que se encontraban involucradas en procesos de infanticidio. Las sirvientas provenían por lo general de los pueblos más pequeños y encontraban trabajo en las comunidades más grandes, como Hermosillo y Álamos. Pocos miembros de las familias llegaban a testificar en los juicios, lo que sugiere el aislamiento de sus lugares de origen. Por ejemplo, en un caso de 1902 en contra de Severa López, de 20 años de edad y sirvienta en la ciudad de Hermosillo, ella declaró en la segunda entrevista que era originaria de la localidad de Magdalena, situada aproximadamente a 200 kilómetros de la capital del estado. 8 Incluso cuando las sirvientas vivían cerca de sus familias, con frecuencia daban a luz en secreto, y rara vez buscaban la ayuda de otros agentes o miembros de la familia. Los testimonios de los amos y amas sugieren que el nacimiento ilegítimo de hijos de sirvientas tenía efectos negativos para toda la unidad doméstica. A menudo, las amas afirmaban que interrogaban a sus sirvientas o criadas cuando se sospechaba de un embarazo, y que éstas negaban encontrarse en esta condición. En 1899, cerca de Huatabampo, en el sur de Sonora, la señora María Quiñones de Ajón envió a su sirvienta a la casa de su padre cuando dio señales de los primeros síntomas del parto. Ajón expresó su frustración porque la sirvienta, Juana Mendoza, había negado durante meses estar embarazada. Dio a luz a su hijo en el camino a casa de sus padres y enterró al recién nacido en la arena, diciendo que había nacido muerto. 9 8

“Criminal contra Severa Lopez por el delito de infanticidio”, 1902, AGPJ, FJP, Hermosillo, tomo 701. 9 “Criminal contra Juana Mendoza por infanticidio”, 1899, AGPJ, FJP, Álamos, tomo 2130.

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Si comparamos la situación de Refugio Castillo y otras criadas en Sonora, con sirvientas domésticas de países como Alemania o Argentina durante los siglos

XIX

y

XX,

descubrimos que el contexto histórico de la servidumbre varía mucho de una cultura a otra. La historiadora Regina Schulte (1989) descubrió que las jóvenes sirvientes alemanas pasaban de casa en casa cada año más o menos con el fin de aprender nuevas habilidades domésticas. En Argentina, la historiadora Kristin Ruggiero (1992) encontró que la mayoría de las mujeres en Buenos Aries acusadas de infanticidio habían nacido en el extranjero y tenían pocos vínculos familiares y de amistad en Argentina. También encontró que tanto las madres como los funcionarios de la corte adoptaron la noción de locura en su defensa. Por el contrario, en el caso del noroeste de México, las jóvenes como Refugio Castillo, que fueron llamadas “criadas” y no empleadas domésticas, en su mayoría eran mujeres indígenas que habían sido secuestradas, o bien “adoptadas” en los hogares no indígenas de Sonora. Las “criadas” podían vivir una existencia ambivalente como sirvientas e hijas adoptivas, pero seguían siendo marginadas y vulnerables debido a su origen étnico. La identidad étnica y la situación económica de las acusadas influían en la forma en que los funcionarios judiciales trataban el crimen que habían cometido y el modo en que los discursos de estos mismos funcionarios eran utilizados para hablar de infanticidio. La cuestión de la protección de la honra fue discutida en los juzgados sólo en aquellos procesos en los que las mujeres acusadas provenían de “familias respetables”, es decir, cuando eran hijas de familias notables. En cambio, para criadas como Refugio Castillo o Juana Mendoza, los jueces nunca tomaron en cuenta la posibilidad de que ellas hubieran cometido infanticidio para proteger su honor. Tanto la costumbre como la ley permiten reconocer la complejidad de las relaciones entre amos, sirvientes y criadas, que se manifiesta en los procesos de infanticidio. 277


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Volviendo a la década de 1830, la legislatura de Sonora otorgaba a los amos un tremendo poder sobre la movilidad y la conducta de los sirvientes. Una ley de 1843 permitía que los amos tuvieran autoridad moral y religiosa sobre los sirvientes domésticos en particular, además de controlar sus movimientos físicos y sus asuntos legales. Los amos eran una “figura paterna” a los ojos de la ley. Los sirvientes eran tratados como menores de edad ante los tribunales, por lo que la idea de que una relación ilícita podía reflejar negativamente en toda la unidad doméstica, estaba enraizada en el tejido jurídico y cultural de Sonora. En otro caso ocurrido en 1867 que implica a una criada yaqui llamada Andrea Luna, el notario de la corte describe el intento de Luna para cometer el infanticidio en el hogar de sus amas como un “asunto muy privado”, lo que sugiere que el conocimiento público del evento traería escándalo tanto a la criada como a sus amas, dos hermanas viudas miembros de una de las familias notables de la ciudad de Hermosillo. 10 La falta de un hombre como cabeza de familia parecía intensificar la vergüenza de desorden moral y sexual en el caso de Andrea Luna. Así, mientras que algunos amos voluntariamente acusaron a sus sirvientas como sospechosas de infanticidio, especialmente hacia el final del siglo

XIX,

otros temían

que la ilegitimidad y un posible infanticidio pudieran manchar la reputación del resto de la familia. Por ley, los amos estaban legalmente autorizados a impartir un castigo físico para “corregir” e “instruir” a sus empleados domésticos, reforzando los valores de las criadas como niñas dependientes de la figura paterna. 10

“En Hermosillo, ahora que serán las cinco de la tarde… que ha sabido de una manera muy privada que anoche, en la casa de Doña Sacramento viuda del finado Don Ignacio López, se ha cometido el delito de conato de infanticidio por una de las criadas de la mencionada casa”. En “Contra Andrea Luna por conatos de infanticidio”, 1867, AGPJ, FJP, Hermosillo, tomo 715.

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Las referencias a la etnicidad en testimonios de infanticidio eran marcadores de servidumbre y de inferioridad. En el caso que involucra a Andrea Luna, por ejemplo, los funcionarios judiciales fueron cuidadosos al describir la apariencia física de Luna en su primera reunión, a pesar de que dicha descripción no era una parte rutinaria del proceso judicial. Además de comentar que la acusada parecía enferma, el notario escribió que la encontró descansando sobre un petate, cubierta con un sarape de colores, y que tenía la piel trigueña; por lo tanto, la descripción ofrece un comentario claro sobre su origen étnico, que abarca el color de su piel y sus pertenencias. Durante su testimonio, Luna se identificó a sí misma como una criada yaqui. A lo largo del juicio fue sujeta a una severa serie de preguntas y de frecuentes referencias en relación con su condición de indígena. Dado su intento de abandonar a su bebé recién nacido en la basura fuera de la casa de su ama, el juez llegó a la conclusión de que no sólo fue resultado de la vergüenza, sino también de su ignorancia debido a su origen étnico. 11 Si bien en este caso los funcionarios judiciales hicieron manifiesta una conexión entre la condición étnica y la ignorancia y criminalidad, en todos los demás casos en que las acusadas eran indígenas, la condición étnica ocupó un lugar destacado en los registros de la corte. Algunas mujeres indígenas como Trinidad Valencia, de 16 años de edad, proveniente de un rancho cercano a Pitiquito, escaparon antes de que concluyera el juicio, ya que la posibilidad de recibir un juicio justo era muy poco probable. 12 La cuestión de quién sabía sobre el embarazo y cuándo se había dado a conocer era importante para el juez y el fiscal, y se trataba, obviamente, del ámbito en el que las 11

“[…] tomandose en consideración el temor y la vergüenza que naturalmente debia de tener, asi como su ignorancia por pertenecer a la Tribu Yaqui”. En “Contra Andrea Luna por conatos de infanticidio”, 1867, AGPJ, FJP, Hermosillo, tomo 715. 12 “Infanticidio. Trinidad Valencia”, 1918, AGPJ, FJP, Caborca, tomo 2462. 279


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parteras trabajaban. Como miembros de la comunidad, la información que podían proporcionar era fundamental, sobre todo porque se encontraban entre las primeras personas en reportar la sospecha de delito. El papel de las parteras como testigos y vigilantes de la conducta sexual, así como su experiencia para detectar signos de embarazo y la repetición de rumores sobre el posible estado de gravidez de alguna mujer, eran poderosas herramientas para dar forma a un relato sobre la conducta y el carácter de las mujeres acusadas. En estos casos, parteras y médicos eran utilizados en el papel de "testigo experto" para el poder judicial, y su conocimiento sobre los cuerpos femeninos e infantiles se aceptaba y a menudo determinaba la resolución final de la culpabilidad o inocencia de las mujeres acusadas de infanticidio. Sabemos poco acerca de cómo se veían a sí mismos y su trabajo o sobre lo que otros pensaban acerca de las mujeres que asistieron a los nacimientos en sus comunidades. Entre los empadronadores locales, la obstetricia fue una de las pocas profesiones reconocidas para las mujeres durante el siglo

XIX,

así como la cocina, lavado de ropa, la limpieza, la

tutoría y la prostitución. Mientras que las parteras eran agentes del Estado en su papel como testigos expertos, también eran miembros de las comunidades en las que trabajaban. Poseían un conocimiento íntimo que circuló entre familiares, amigos, vecinos y funcionarios sobre la maternidad secreta y amoríos. Su tendencia a apoyar las historias de las mujeres acusadas en estos procesos probablemente provenía de su profundo conocimiento de las mujeres a las que se les pidió inspeccionar la evidencia de un nacimiento en secreto (Shelton, 2013, p. 12). Por el contrario, cuando los médicos varones vinieron a sustituir a las parteras a principios del siglo XX, el foco de la investigación paso a los cuerpos de los bebés y no al cuerpo de las madres sospechosas de llevar a cabo un parto en forma secreta. Los magistrados que tenían evidencia de daño a los bebés podían 280


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procesar, entonces, a las madres acusadas. La inspección de los cuerpos de las madres en busca de evidencia de un nacimiento secreto se mantuvo en gran medida en el ámbito del trabajo de las parteras. Independientemente de si los médicos o parteras sirvieron como testigos expertos, los jueces de Sonora estaban interesados en la recopilación de información acerca del “conocimiento público” de estos asuntos y de la reputación de “buena conducta” de la mujer acusada en el curso de la investigación. Los procesos daban oportunidad a los testigos más humildes de participar en un sistema de control social y en la producción de la vergüenza pública de las acusadas. El caso de Francisca Ramírez, por ejemplo, muestra que las personas podían tener motivos deshonestos al asistir a un tribunal como testigos para informar del comportamiento y el carácter de una joven. Los testimonios tenían, entre otros, el efecto de revelar la conducta sexual de las acusadas y de sus relaciones románticas, arruinando su reputación de honor sexual, incluso cuando eran declaradas inocentes de haber cometido un delito. Cuando los residentes descubrieron un feto de aproximadamente seis meses a término en un corral cerca de Hermosillo, asumieron que alguien había practicado un aborto intencional. Los tribunales señalaron a Ramírez como sospechosa después de que varios vecinos testificaron que ellos creían que escondía un embarazo no deseado, después de haber terminado mal un noviazgo con un tal Ángel Cruz. Entre los testigos estaba la señora Durán, madre de Ángel Cruz, quien en su testimonio habló abiertamente sobre el dudoso honor sexual de la joven, aludiendo a que ella creía que Ramírez había quedado embarazada de su hijo. También le dijo al juez que Ángel Cruz había ofrecido casarse con Francisca, pero ella había rechazado su oferta, una razón por la cual la familia

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probablemente se sentía avergonzada del muchacho. 13 Es factible imaginar que el testimonio de Durán hubiera sido hecho en venganza por el rechazo público de su hijo. En otros aspectos, el juicio de Ramírez también revela la doble moral sexual en los procesos de infanticidio. Durán no arriesgó nada al revelar la conducta sexual de su hijo. De hecho, la mayoría de los procesos transcurrieron en medio de un completo silencio respecto de la identificación y la conducta de los padres varones, un tema que merece una reflexión más allá del alcance del proyecto actual. Esto refuerza al Estado y a la sociedad del momento como profundamente arraigada en el patriarcado. La mayoría de los procesos no permiten observar el hilo de la venganza, evidente en el juicio contra Ramírez, pero los relatos de los testigos muestran el alto nivel de control que los vecinos ejercían entre ellos mismos, en las pequeñas comunidades sonorenses. Por ejemplo, en 1898, en el pueblo de Tepache, cerca de Moctezuma, los vecinos ayudaron rápidamente a las autoridades al señalar a Ángela Ramírez cuando un bebé fue descubierto en una tumba poco profunda en una milpa, ya que “era de conocimiento público que Ramírez dio a luz a un infante”. 14 En el pueblo de Santa Ana, en 1900, un vecino explicó que vio a un hombre joven, Manuel Barceló, enterrar a un pequeño bulto justo antes del amanecer en una milpa cerca de su casa. En los testimonios, varios vecinos dijeron que todos sabían que Reynalda, la hermana de Barceló, estaba embarazada, y algunos

13

“Causa criminal instruida de oficio contra Ignacio Ramirez, Gregorio Urquijo y Francisca Ramirez por presuntos responsables del delito de infanticidio”, 1897, AGPJ, FJP, Hermosillo, tomo 962. 14 “Por la voz publica supos qe la Ramírez era quien dio a luz la criatura…”, En “Causa criminal de oficio contra las mujeres Barbara Tapia de Ramírez y Angela Ramírez por los delitos de infanticidio e inhumación clandestina de un cadaver humano”, 1898, AGPJ, FJP, Hermosillo, tomo 983. 282


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sugirieron que había sido engañada y seducida por una falsa promesa de matrimonio. 15 Los testigos, entonces, estaban familiarizados con la historia sexual de Reynalda Barceló, así como con los detalles de sus relaciones románticas. Las autoridades usaban los rumores para iniciar procesos judiciales mucho tiempo después de ocurrido un crimen. En 1894, Micaela Andrade, de 18 años de edad, confesó a algunas de sus amigas que ella y su madre, doña Salomé Paredes, habían asfixiado a un bebé hacía un año y lo habían enterrado en el patio para “ocultar su deshonra de los ojos de la familia”. Paredes contradijo el testimonio de su hija y afirmó que el bebé había nacido muerto. Ellas finalmente fueron declaradas inocentes del infanticidio debido a la falta de pruebas, pero se ordenó que el cadáver fuera inhumado en el panteón público. 16 Estaba claro, sin embargo, que la confesión de Micaela sobre su parto a unas amigas comenzó una cadena de rumores entre las mujeres jóvenes que fueron a compartir la historia con algunas de sus madres. Fue precisamente la madre de una de las amigas de Micaela quien reportó el infanticidio a las autoridades. ¿Por qué una vecina, la madre de un amigo cercano, compartiría esta historia con los tribunales? Tal vez el miedo de guardar un secreto a las autoridades tuvo un papel importante, pero los testigos en este caso y en otros hacen referencia a la pretensión de mantener un estado de “buena conducta”. De esta manera se deduce que los testimonios de vecinos y allegados claramente podían destruir la reputación de buena conducta sexual de una familia. Al mirar más de cerca el momento y el lugar de algunos intentos de infanticidio, vale la pena señalar que ciertos casos se agruparon en torno a comunidades específicas 15

“Segun lo que se dice en el publico y segun que el, la madre de esa niña es Reynalda Barcelo”. En “Criminal contra Reynalda y Manuel de Jesus Barcelo por delito de infanticidio”, 1900, AGPJ, FJP, Sahuaripa, tomo 1014. 16 “Contra Dona Salome Paredes y Micaela Andrade por infanticidio y inhumacion clandenstino”, 1894, AGPJ, FJP, Ures, tomo 2579. 283


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dentro de un corto periodo. Es probable, por lo tanto, que el descubrimiento de noticias acerca de un presunto infanticidio estimularan una vigilancia más estrecha de la conducta sexual de otras mujeres en busca de signos de embarazos, partos clandestinos e intentos de infanticidio. En el transcurso de aproximadamente seis meses, por ejemplo, cuatros procesos de infanticidio ocurrieron en Altar entre el 20 de junio de 1903 y el 2 de enero de 1904. 17 En 1894, el municipio de Altar sólo tenía 2 697 habitantes, y todo el distrito tenía poco más de 13 000 habitantes (Velasco, 1889). Dado el pequeño tamaño de la población en la primera década del siglo

XX,

es razonable suponer que los residentes eran muy

conscientes de estos casos, y se examinaron en conjunto. De hecho, los funcionarios hicieron referencias a los otros casos en algunos de sus escritos judiciales. En el primer juicio contra la viuda Carmen Bojórquez, de 25 años de edad, algunos funcionarios de los tribunales utilizaron las sospechas de varios vecinos, todos ellos hombres, para encontrar a Bojórquez para ser interrogada cuando los residentes descubrieron un feto abandonado cerca de la escuela de la ciudad. 18 Menos de dos meses después, otro hombre residente denunció a María Luz Bojórquez, de 16 años de edad, ante las autoridades, no porque él hubiera descubierto un cuerpo como ocurrió en la mayoría de los casos, sino porque se había dado cuenta de que Bojórquez había estado embarazada durante el verano, hasta que de repente vio que estaba más delgada, pero sin ningún bebé. Una investigación formal 17

“Inhumación clandestine contra Carmen Viuda de Bojorquez”, 20 de junio, 1903, AGPJ, FJP, Caborca/Altar/El Tiro, tomo 2446; “Infanticidio, Luz Bojorquez”, 17 de agosto, 1903, AGPJ, FJP, Caborca/Altar, tomo 2446; “Inhumación clandestine contra Diego C. Moreno”, 2 de diciembre, 1903, AGPJ, FJP, Caborca/Altar, tomo 2446; “Infanticidio contra Ramona Peréz,” 2 de enero, 1904, AGPJ, FJP, Caborca/El Plomo, tomo 2447. 18 “Inhumación clandestine contra Carmen Viuda de Bojorquez”, 20 de junio, 1903, AGPJ, FJP, Caborca/El Tiro, tomo 2446.

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reveló que Borjórquez y su madre, Petronila Pino, habían enterrado en secreto un bebé nacido prematuramente que había muerto poco después del parto, y el tribunal condenó tanto a Pino como a Bojórquez por entierro clandestino. El informe del vecino, en este caso, sugiere que por lo menos algunos residentes en Altar estaban ejerciendo una vigilancia considerable sobre las mujeres embarazadas después del primer caso de infanticidio. 19 El juez, específicamente en el tercer caso de Altar, menciona el juicio contra Bojórquez y Pino que se había producido sólo unos meses antes, lo que sugiere que las preocupaciones sobre el infanticidio y los enterramientos clandestinos se habían convertido en un asunto de interés tanto para la comunidad como para los tribunales. A diferencia de los casos anteriores, sin embargo, el tercer juicio involucró a una una pareja casada de un estatus social más elevado, un ingeniero de 43 años de edad, Diego Moreno, y su esposa, Aurelia Salazar, quien declaró la muerte de un bebé a finales de octubre/principios de noviembre. Según el juez Augosto Zeus, Moreno enterró al infante en su jardín y nunca informó de la muerte del bebé a las autoridades civiles. El escrito inicial de Zeus deja claro que este juicio fue parte de un proyecto más amplio en la construcción del estado, en el que se hacía patente a los ciudadanos la necesidad de informar a las autoridades civiles de las muertes de los recién nacidos en la localidad. 20

19

“Infanticidio, Luz Bojorquez”, 17 de agosto, 1903, AGPJ, FJP, Caborca/Altar, tomo 2446. Los registros de la corte no indican si Luz y Carmen Bojórquez Viuda de Bojórquez estaban relacionadas de alguna manera. 20 “Conocido es el celo del funcionario que escucha; y no sea dicho más que por Honor de la Justicia, para que así como fueron castigadas los casos de las mujerers Bojorquez y Pino de los minerales ‘El Firo y La Cuchilla,’ por infanticidio y inhumación clandestina, personas de baja y humilde posición social, lo sea el de los referido Morena y Sra. Salazar, que ante la ley habrá igualidad, supesto estas dos últimas personas son de alta posición social en Altar”. “Inhumación clandestine contra Diego C. Moreno”, 2 de diciembre, 1903, AGPJ, FJP, Caborca/Altar, tomo 2446, f. 7. 285


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Esta nueva preocupación por dar enterramientos “adecuados” e informar a los registros civiles influyó en la trayectoria de varios casos de entierro clandestinos desde principios de la década de 1880. Por ejemplo, una mujer joven yaqui llamada Juliana Buitime, de Guaymas, fue llevada a juicio en 1881 porque ella y su marido no habían informado a las autoridades sobre la muerte de su hijo nacido prematuramente y se habían olvidado de enterrarlo en el cementerio local, un hecho considerado de mal presagio para tener un parto saludable en el futuro. 21 Del mismo modo, en el año 1897, en el pueblo de Tepache, el labrador Isabel Jiménez fue acusado de enterrar clandestinamente un bebé nacido muerto por su esposa Sara Romera. Un vecino de sexo masculino que trabajaba como partero en la comunidad, testificó que asistió a Sara Romero cuando tuvo un aborto involuntario tardío. Cuando se le preguntó por qué él y Jiménez no fueron a las autoridades o contactaron al Registro Civil sobre el asunto, alegaron que no sabían que tenían que informar de un aborto involuntario, pero aseguraron al juez que realizaron un bautismo antes del entierro. En este tipo de casos, los funcionarios estaban más preocupados por tratar de regular el entierro de mortinatos, lo que refleja la preocupación por parte del Estado por regular los enterramientos, lo que tiene raíces en la época borbónica. 22 En el caso de 1903, a cargo de Diego Moreno, el juez Zeus también pareció ver en este juicio una importante demostración del poder del tribunal para decretar la igualdad de todos ante la ley, señalando que si bien Bojórquez y Pino eran gente de “bajo estatus y humilde”, Moreno y Salazar eran ciudadanos prominentes. No queda más que preguntarse por qué el juez Zeus creía que el ejercicio de la justicia era necesario en este momento: 21

“Averiguación sobre la causa de la muerte de una criatura que se encontró insepultada,” 1881, AGPJ, FJP, Guaymas, tomo 1849. 22 “Averiguación sumaria practicada de oficio en esclarecimiento de la inhumación clandestina de un infante verificada en san…. Por Isabel Jimenez”, 1897, AGPJ, FJP, Hermosillo/Moctezuma, tomo 964. 286


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respuesta a la presión popular desde abajo, que si Bojórquez y Pino fueron condenados por el entierro clandestino, entonces por qué no Moreno. Los tribunales locales encontraron a Moreno culpable de entierro clandestino, pero apelaron la decisión ante el Tribunal Supremo del Estado para que se anulara su pena, con el argumento de que había reportado la muerte de su hijo a las autoridades locales, a pesar de que el entierro no se produjo en un lugar aprobado. Aunque la sentencia fue anulada, el informe judicial sugiere que los tribunales locales estaban ejerciendo una demostración pública del poder del Estado con estos casos, incluso por encima de las élites regionales. Por otra parte, las transcripciones de la corte indican que los jueces eran muy conscientes de los casos de infanticidio anteriores y de entierros clandestinos producidos en fechas recientes en las comunidades cercanas. Claramente, el infanticidio estaba en la mente de los residentes locales y de las autoridades judiciales. 23 Sólo unas pocas semanas más tarde, otro caso llegó a la atención de las autoridades en la ciudad de El Plomo, cerca de Altar. Al igual que el caso que involucra a Pino y Bojórquez, este proceso se inició con los rumores de que había ocurrido un infanticidio. Se trataba de una mujer soltera de 22 años de edad, llamada Ramona Pérez, y su amante de 44 años de edad, Fernando Zepeda, además de tres de los hermanos de Ramona Pérez. Al entrevistar a la primera testigo, el hermano menor de Pérez, Manuel, el juez comenzó su línea de preguntas diciendo: "Se sabe públicamente que su hermana estaba embarazada, y que dio a luz en la segunda noche del mes en curso”. 24 Los rumores de un embarazo y un parto secreto, entonces, eran motivo suficiente para iniciar un juicio por infanticidio sin 23

“Inhumación clandestine contra Diego C. Moreno”, 2 de diciembre, 1903, AGPJ, FJP, Caborca/Altar, tomo 2446. 24 “Siendo público y notorio que su hermana Ramona ha desembarazado la misma noche del dos del actual”. “Infanticidio, Ramona Perez”, 2 de enero, 1904, AGPJ, FJP, Caborca/Altar/El Plomo, tomo 2447, fs. 6-7. 287


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evidencia de una tumba o el cuerpo de un bebé. El amante de Ramona, Fernando Zepeda, más tarde admitió que había asistido a Pérez durante el nacimiento de su bebé, que efectivamente lo habían tratado de mantener en secreto para proteger el honor de Pérez, pero que el bebé había nacido muerto, algo que no sabía que necesitaban informar a las autoridades. Aunque los funcionarios judiciales nunca pidieron a Zepeda y Pérez revelar la ubicación del entierro y no tuvieron la evidencia física necesaria para condenar a Zepeda, Pérez y sus hermanos de infanticidio, este caso proporcionó un espacio para una difusión pública de las prácticas sexuales ilícitas de un joven y una mujer soltera, y la posterior destrucción de su reputación pública. Durante este periodo, otras comunidades experimentaron una agrupación similar de infanticidio y los procesos de entierro clandestinos. 25 Juntos sugieren que la noticia de un infanticidio resultó en una mayor conciencia de la sexualidad ilícita y la maternidad secreta dentro de una comunidad, así como el hecho probable de que la vigilancia hiciera más difícil para las mujeres y sus familias ocultar un infanticidio, un entierro clandestino, o un caso de abandono. Las mujeres solteras y jóvenes, tal vez con la esperanza de mejorar su propia condición socioeconómica a través de una reputación honorable, parecían especialmente vulnerables a los chismes durante esta época de cambios marcada por la migración y los nuevos tipos de movilidad económica y física gracias a los ferrocarriles y el empleo en las nuevas industrias. En última instancia, estos procesos se centraron mucho más en la 25

Véase “Criminal contra Carlota Chacón por infanticidio”, 26 junio 1900, AGPJ, FJP, Hermosillo/Distrito de Sahuaripa, tomo 1014; “Criminal contra Reynalda y Manuel de Jesus Barcelo por delito de infanticidio”, 5 de agosto 1900, AGPJ, FJP, Hermosillo/Distrito de Sahuaripa/Santa Ana, tomo 1014; “Criminal contra Rosa Paredes por infanticidio”, 1 septiembre 1900, AGPJ, FJP, Hermosillo/Distrito de Sahuaripa, tomo 1015.

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conducta sexual de las mujeres que en la protección de los niños. Las declaraciones de los jueces y de los fiscales sugieren que los agentes del Estado no estaban preocupados por asegurar el bienestar de los futuros ciudadanos, ni estaban tratando de conectar la reproducción y la maternidad con la modernidad ni el progreso de la nación, al menos no todavía. Los vecinos eran agentes de estos procesos tanto como el Estado, y encontraron su legitimación ante el mismo al actuar como testigos; a la vez, al hacerlo legitimaban el papel estatal de avergonzar públicamente a las mujeres y de honrar la “buena conducta”. En general, los vecinos, familiares y amigos fueron menos tolerantes con las mujeres jóvenes sospechosas de infanticidio. Las parteras y médicos de sexo masculino, sin embargo, tuvieron un papel más ambivalente como agentes del Estado, ya que a menudo estaban dispuestos a dar a las mujeres acusadas el beneficio de la duda sobre la base de sus declaraciones. Sus testimonios desempeñaban un rol vital en la exoneración de la mayoría de las mujeres acusadas de infanticidio. Uno de estos casos, poco común, fue el de una mujer casada llamada Isabel Jiménez, de la localidad de Tepache. Una partera, Ladislao Salsido, insistió en que Jiménez tuvo un parto prematuro y de ninguna manera era responsable de la muerte de su recién nacido. 26 En el caso de 1898 que implica a la joven Ángela Ramírez, también de Tepache, dos parteras, Dolores Madrid de Duarte y Josefa Savecha de Enríquez, estaban convencidas de que Ramírez había dado a luz recientemente, refiriéndose a la forma en que se sospechaba su embarazo en toda la comunidad, pero

26

“Averiguación sumaria practicada de oficio en esclarecimiento de la inhumación clandestina de un infante… por Isabel Jimenez”, 1897, AGPJ, FJP, Hermosillo/Tepache, tomo 964. 289


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también se mantuvieron firmes en que el infante de Ramírez había nacido muerto. Sus testimonios finalmente impidieron que Ramírez fuera castigada por cometer infanticidio. 27 En el caso de Refugio Castillo, la partera Ignacia Contreras desempeñó un papel fundamental. La tarea de Contreras consistió en examinar el cuerpo del niño muerto y obtener información de los miembros de la familia del amo Félix Rodríguez con el único objetivo de descubrir la identidad de la madre. También se llevó a cabo un examen físico de Castillo para determinar si la joven había dado a luz. Esta función, obviamente, hizo a las parteras poderosos agentes en sus comunidades, ya que reunían información de las vidas de sus vecinos y estaban muy bien informadas sobre los secretos más íntimos del pueblo. Su conocimiento de las relaciones de la comunidad, de las rivalidades y la dependencia de las mujeres en su experiencia médica significaba que tenían el respeto —y tal vez el temor— de los vecinos y los jueces. El testimonio de Ignacia Contreras determinó en gran medida el eventual perdón de Castillo, y sugiere que ella jugó un papel importante en la investigación y la confirmación de la misma como la madre. Contreras llegó a la conclusión de que el bebé había nacido muerto, pues poseía defectos graves de nacimiento en la cabeza y el pecho. También se enteró de que Castillo había dado a luz en secreto, temiendo el castigo de su amo al descubrir su embarazo. La descripción detallada de Contreras del cuerpo del bebé hizo que el juez dudara de que Castillo hubiera cometido un asesinato. 28 En el examen físico que Contreras hizo a Castillo también quedó claro que la joven criada había dado a luz a otros dos niños, los cuales murieron antes de cumplir un año de 27

“Causa criminal de oficio contra las mujeres Barbara Tapia de Ramires y Angela Ramirez por los delitos de infanticidio e inhumación clandestina de un cadaver humano”, 1898, AGPJ, FJP, Hermosillo/Tepache, tomo 983. 28 “Criminal instruida á Refugio Castillo por delito de infanticidio”, 1863, AGPJ, FJP, Altar, tomo 701. 290


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edad. Si se toman en cuenta las tasas de mortalidad entre los niños en el Sonora del siglo XIX,

la muerte de tres niños no sugiere necesariamente un crimen, y ninguno de los

involucrados en el caso insinuó esta posibilidad. Es más probable que antes de la década de 1850 fuera más fácil para las mujeres ocultar la muerte de un niño bajo la premisa de alguna enfermedad. Ya sabemos que las tasas de mortalidad en Sonora fueron muy altas durante la época colonial y la republicana temprana (Medina, 1995). Sin embargo, la decisión final también podría sugerir una indulgencia continua hacia el infanticidio bajo ciertas condiciones, tales como dificultades económicas, la violación o el honor. Este patrón de indulgencia hacia algunas mujeres acusadas de infanticidio sigue siendo un enigma si consideramos que en el plano nacional, criminólogos estaban identificando el infanticidio y el aborto intencional como una amenaza para el bienestar del país. Asimismo, es importante recordar que las condiciones locales en la periferia norte de México fueron muy diferentes, donde los jueces perciben rebelión indígena, la agitación laboral y los crímenes violentos entre los hombres con mayor alarma de la delincuencia femenina. Sin embargo, el aumento en los procesos de infanticidio durante los años 1880 y 1890 sugiere que el infanticidio hizo preocupar a los miembros de las comunidades locales, en particular a los hombres rurales que vieron sus propias identidades masculinas bajo amenaza. Incluso si las mujeres se encontraron inocentes de cometer el infanticidio, su misma denuncia ante los tribunales sirvió como una forma de disciplina.

Conclusiones En cualquier caso, la clemencia de los jueces no protegía a las mujeres de la vergüenza pública durante un proceso de infanticidio. Como argumenta Kristin Ruggiero (1992), estos procesos servían para disciplinar a las mujeres que transgredían en su conducta sexual, pero 291


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en el caso de Sonora, esto se extendía a miembros de la comunidad que reportaron crímenes y ofrecieron testimonios que destruían la honra de las mujeres acusadas. Los procesos de infanticidio en el siglo XIX en Sonora revelan el peso de los chismes y la vigilancia para el orden de la práctica sexual y el reconocimiento de “buena conducta”. Aunque el Estado no emitió sentencias rigurosas en la mayoría de los procesos de infanticidio, a través de éstos legitimó un tipo de disciplinamiento al proporcionar espacios para la humillación pública. Los procesos de infanticidio de Sonora reflejan, en su mayoría, que el chisme era un mecanismo para agraviar a “la otra” y socavar a las mujeres que intentaban reclamar su honor (Tebbutt, 1995). Deberemos mirar estas pruebas como parte de un cuestionamiento más amplio sobre quién afirma honor y quién lo define, y observar estos casos en relación con los procesos de rapto y estupro, como, por ejemplo, el trabajo de Sueann Caulfied (2000) sobre el honor en Río de Janeiro. Se necesita más investigación para desenredar las intersecciones entre las demandas populares a la “buena conducta”, el papel de la corte al negar estas afirmaciones, los proyectos de modernización de finales del siglo y el posicionamiento de la sexualidad femenina en estos procesos. Los procesos de infanticidio en Sonora demuestran que la iniciativa de denunciar a las mujeres para ocultar las transgresiones sexuales, embarazos no deseados y las muertes infantiles, vinieron del seno de la comunidad, y principalmente por el Estado. Al llevar estos casos a los tribunales, los ciudadanos de la localidad participaron fortaleciendo la función del Estado en la práctica de la moral pública y la disciplina de la sexualidad femenina, incluso si los tribunales eran reacios a castigar a las mujeres sin suficientes evidencias de haber cometido el infanticidio.

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Si bien es importante, como investigadores, atender los discursos nacionales más competentes que tratan sobre la delincuencia femenina y el apoyo a la natalidad, también lo es examinar el entorno de la localidad que facultaba a los hombres —en su mayoría rurales— para denunciar a las mujeres sospechosas de haber cometido infanticidio. Y es que la preocupación por reglamentar la sexualidad y la reproducción femenina —teniendo en sus raíces parcialmente la acelerada modernización— alteraba las identidades masculinas rurales y producía una angustia local al hacer evidentes la moral pública y la conducta sexual femeninas en los periódicos estatales. La denuncia que se hacía generalmente de mujeres de menor estatus ante el Estado por cometer infanticidio, reafirmaba la autoridad masculina dentro de las comunidades locales, mientras el Estado, con su actuar, debilitaba esas mismas identidades y las prácticas masculinas rurales.

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Agradecimientos Agradezco a los editores de esta revista, a Flor Díaz, Sofía Ruiz-Alfaro, Guadalupe Liceaga, Morgan Gray, Ana Isabel Grijalva, Stephanie McNulty, y a los evaluadores anónimos, por sus útiles comentarios y sugerencias.

Laura Marie Shelton Estadounidense. Doctora en Historia de América Latina por la Universidad de Arizona, y Beca Fulbright; cursó estudios de posgrado en Temple University; Licenciada en Psicología y Alemán por el Colegio de McPherson. Actualmente es profesora de Historia en Franklin and Marshall College en Pennsylvania, Estados Unidos. Su investigación se centra en estudios de género, en particular, enfocados en la obstetricia y partería en regiones provinciales de México durante los siglos XIX y principios del XX. Su trabajo For tranquility and order: Family and community on Mexico's northern frontier, 1800-1850 (University of Arizona, 2010) explora cómo las familias del siglo XIX en el noroeste de México utilizaron el sistema judicial local para expresar sus quejas, ayudar a sus parientes, y presentar sus asuntos personales y financieros ante el Estado. Como resultado de dicho proceso, estos ganaderos, viudas, artesanos, comerciantes, madres, padres y sus hijos participaron decisivamente como sujetos en la construcción de un nuevo orden republicano. Sus publicaciones más recientes son: Shelton, L. M. (2014). Death and dying in the Sonoran borderlands, 1790-1870. New Mexico Historical Review; y Shelton, L. M. (2013). Los indígenas y el imaginario social sobre los indígenas en los procesos de estupro y violación en el juzgado penal de Sonora, 1821-1870. En J. M. Medina Bustos y E. Padilla Calderón, Indios, españoles y mestizos en zonas de frontera, siglos XVII-XX. Hermosillo, México: El Colegio de Sonora/El Colegio de Michoacán.

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Población y nomadismo en el área central de las Californias Mario Alberto Magaña Mancillas Universidad Autónoma de Baja California Mexicali, Baja California, 2015 ISBN 978-607-607-276-9

Patricia Olga Hernández Espinoza Centro INAH Sonora

e-ISSN 2448-539X

Cuando se preguntó en las comunicaciones de la Red de Historia Demográfica quién se ofrecía a presentar y reseñar el libro Población y nomadismo en el área central de las Californias, de Mario Alberto Magaña Mancillas, vi la oportunidad de compartir con un público amplio la utilidad de su trabajo para explicar el comportamiento de los grupos humanos que habitaron el noroeste prehispánico y novohispano. Aunque su obra se centra en las Californias, el noroeste mexicano conforma una sola región cultural, cuya comprensión y estudio representa grandes retos, mismos que se exponen en su trabajo, pero que fueron remontados, uno a uno, diría yo, de una manera espléndida para quienes compartimos, desde la antropología, la preocupación por comprender el comportamiento de los grupos antiguos, su alta movilidad y, al mismo tiempo, el conocimiento sobre la naturaleza agreste en la que sobrevivieron y se adaptaron, sabiduría y estrategias de sobrevivencia transmitidas de generación en generación, aún hoy en día.

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Reseñas

Mostrar los diferentes caminos por lo que el investigador atravesó para poder responder a sus preguntas de investigación no es tan fácil como podría pensarse. Los trabajos que uno va presentando como ponencias, para pulirlos y después publicarlos como artículos hasta que finalmente compilamos en un libro, representa un proceso de madurez intelectual que, a veces, toma toda una vida alcanzarlo. Pero no es el caso que nos ocupa. Este libro representa las diferentes posturas metodológicas que el autor ha adoptado a lo largo de su trayectoria para responder y explicar el proceso de poblamiento de las Californias en distintos momentos en el tiempo. El texto en cuestión es una recopilación de los trabajos que el autor había hecho en diferentes tiempos de su vida académica, teniendo como eje central los movimientos estacionales y el proceso de poblamiento de las Californias, texto importante y útil para aquellos interesados en el proceso de poblamiento del noroeste y quienes quieren entender por qué sus pobladores no fueron totalmente sedentarios. El tema central, entonces, es la trashumancia de los cazadores-recolectores, antes, durante y después de la llegada de los extranjeros a estas tierras, tema en el que me voy a centrar para este comentario. Esta obra es oro molido para los antropólogos como yo, que incursionamos en algunos aspectos históricos, sin ser historiadores, pero que desde nuestras trincheras tratamos de responder preguntas sobre el proceso de poblamiento y los pobladores del agreste noroeste prehispánico y novohispano. Cifras van y vienen, pero no podemos explicar la ausencia de grupos humanos en algunos sectores de este vasto territorio. ¿Dónde estaba la gente? Me voy a permitir introducirlos al mundo que yo estudio para ilustrar por qué este el libro aporta una serie de respuestas a las preguntas que, para mí, como antropóloga, no eran fácil responder. El registro arqueológico de este vasto territorio del noroeste mexicano ha 300


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aportado algunas evidencias para apoyar lo que decimos de que, aunque usted no lo crea ni lo vea, aquí sí vivió gente, con tradiciones e identidad propias, pero que por su modo de vida no dejaron grandes huellas de estancia. La existencia de los grupos cazadoresrecolectores —que se extiende casi diez mil años en el caso del noroeste prehispánico— implica, por sí misma, la ausencia de una cultura compleja y de tradiciones debido a su trashumancia. Pero no es así, tenemos lugares de destazado de caza y fabricación de herramientas, con ocupación intermitente, campamentos de verano y de invierno; también alineamientos de casas habitación con morteros y metates de piedra para preparación de alimentos. Más adelante, en el tiempo, tenemos entierros humanos, con evidencia de complicados rituales funerarios, cerámica y lapidaria, evidencia de desarrollo cultural; sin embargo, la ausencia de agricultura los convierte en nómadas, sin casa ni apegos, sin desarrollo. Pero esta obra que hoy comento otorga los argumentos para defenderlos de las anacrónicas descripciones de la antropología tradicional. La trashumancia y la movilidad estacional es una forma de vida por circunstancias que condiciona el medio ambiente, pero no por eso fuera de patrones culturales bien reconocidos. Obviamente nos mete en problemas si queremos obtener cifras de población para esos tiempos; imposible cualquier estimación. Más adelante, el poblamiento se completa con la llegada de otros grupos que inician un proceso de sedentarización paulatino, y la explicación de crecimiento y decrecimiento poblacional en una misma localidad, la encontramos en las migraciones. Apoyado en fuentes documentales de primera mano, el autor explica por qué los individuos se mueven, buscando alimento y agua, hacia lugares conocidos desde tiempo ancestrales. Los campamentos estacionales son, pues, una estrategia de sobrevivencia.

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Reseñas

En esta obra, el autor explica tres momentos en la historia de las Californias: los nómadas de la prehistoria tardía, los colonos del periodo misional y los rancheros del siglo XIX.

En un primer momento, los individuos son libres de transitar por un territorio que

ofrece los insumos necesarios para su mantenimiento; siglos después, con la llegada de extranjeros que se exhiben como dueños de esos lugares que proporcionaban sustento, tienen que cambiar sus estrategias y adaptarse a las circunstancias, pero vuelven a los mismos lugares, brincando cercas y exponiendo su vida ante la oposición de los nuevos rancheros, sin embargo, siguen estando presentes. Estas historias las narra el autor, y lo que más me gusta es que concuerda con la idea que yo tengo de los nómadas del noroeste. Para cerrar esta reseña, transcribo una de las reflexiones del autor acerca de su propia obra:

Ahora, para mí, es fundamental precisar si estamos ante investigaciones sobre la historia de la movilidad o migración estacional en los grupos indígenas regionales, o en la demostración de los indígenas yumanos son en un sentido de un eterno presente, y que toda evidencia arqueológica e histórica es de ellos y de su “inmutabilidad identitaria”. Es por ello que es importante el trabajo histórico de aspiración transdisciplinario y con una perspectiva de largo plazo en sentido braudeliano, aunque sin olvidar el estudio de las coyunturas, pero no por sí, sino como parte y complemento de las estructuras o de los procesos profundos. (p. 191, cursivas en el original)

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Vida social y vida cotidiana V Patricia Molinar Palma y Mayra Lizzeth Vidales Quintero (Coords.) Gobierno del Estado de Sinaloa/ Instituto Sinaloense de Cultura Culiacán, México, 2015, 253 pp. ISBN 978-607-7756-91-0 Silvestre Hernández Uresti Universidad Autónoma de Sinaloa

e-ISSN 2448-539X

Una de las cosas atractivas de este libro sobre Sinaloa, titulado Vida social y vida cotidiana V, son sus tópicos, que comúnmente se pensaría que estuvieran en otro rubro. Tal es el tema del carnaval que las autoras insertan en la vida cotidiana y no en el del arte, por ejemplo. Para mí es un acierto que así haya sido. En este mismo canal pongo la queja contra las autoras porque no mencionan la cuestión del turismo, a pesar de que en Mazatlán es parte de la vida cotidiana del sinaloense. Es más, puedo asegurar que el carnaval y el turismo nacieron casi al mismo tiempo en el ocaso del porfiriato. Y hasta la década de 1930 se dio forma institucional al crearse una oficina de atención y fomento turístico. Ahora bien, el último texto que contiene la sección “Religiosidad, censura y filantropía”, firmado por Gilberto López Alanís, “De la filantropía a la asistencia reglamentada”, considero que está de más. A pesar de que López Alanís intenta concluir con una reflexión contundente sobre la filantropía en Sinaloa, no atina más que a enaltecer la realidad que suscita la acción filantrópica. Considero que la asistencia social es una

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Reseñas

manera de ocultar el verdadero problema de las sociedades modernas: su persistente desigualdad económica y marginación social. Tal situación de permanente inequidad y polarización es campo propicio para los notables y las élites que quieren remediar la penuria de grandes zonas de la sociedad. Y que a través de esa acción de filantropía no quieren darse cuenta de que, muchas de las veces, son ellos los principales provocadores de tanta pobreza y discriminación. Mientras no haya cambios de fondo en los proyectos neocapitalistas, la llamada filantropía seguirá llenando “estos huecos o insuficiencias sociales” (p. 205). Como se puede ver, el presente volumen está interesante. Enseguida haré una descripción del texto al tiempo que intentaré comentar lo más destacado. El tomo

V

es el

penúltimo libro que compone la colección completa de siete volúmenes de la Historia temática de Sinaloa: tomo I: Región población y salud; tomo II: Vida económica; tomo Sociedad y vida política; tomo

IV:

III:

Cultura y arte; tomo VI: Educación y política educativa.

Me enfocaré en el tomo V, que está compuesto por doce ensayos, incluyendo el comentario de introducción de las compiladoras Molinar y Vidales. Ambas autoras aclaran los orientes teóricos y críticos en que se apoyan. Su definición de vida cotidiana, nos dicen, está compuesta de lo privado y lo público “de las personas que conforman una sociedad determinada” (p. 6). Y explican que existe una interacción entre lo material y lo simbólico, a tal grado que se vuelven condicionantes. Las autoras especifican que tal metodología de la vida cotidiana dicta que se agoten las páginas de diarios, periódicos, cartas, dibujos, anuncios, filmes, además de los medios y fuentes clásicos de las ciencias sociales. Pero donde no convence es cuando verifican que la historia de la vida cotidiana y social sea funcional a la historia económica y política. Para mí, la nueva historia cultural, que es

304


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donde se inserta la historia de la vida cotidiana, a partir de la segunda mitad del siglo

XX,

está creando sus propios derroteros. Considero que el escrito de Carlos Calderón, titulado “Rasgos de la modernidad en Sinaloa”, parece una extensión de la introducción. Calderón arguye que la cultura, hoy en día, se define por la economía y su política liberal, y en la modernidad, los modos de consumir moldean los sentidos de la vida cotidiana. Por mi parte, digo que la cultura como producto social y la historia cultural como punto de análisis, en conjunción con movimientos sociales a lo largo del siglo

XX,

tuvieron cambios en sus métodos y

perspectivas. Así, el punto de vista económico fue cediendo el lugar a un análisis más simbólico, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX. Y en la cotidianidad, la vida material tuvo que compartir espacio con los gustos y la diferenciación social del consumo. En otro momento de su exposición, Calderón asienta que, en México, esa modernidad económica y política liberal creó un país “socialmente injusto, culturalmente dependiente y políticamente autoritario” (p. 18). Esta posición es otra muestra de que ese texto funciona como base teórica e ideológica del tomo V, razón por la cual las autoras decidieron ponerlo al principio. Calderón defiende la trayectoria de un liberalismo político creativo, pero no dialéctico, motivo por el que la modernidad tuvo un “impacto desigual”. A esto le adjudica que en el panorama actual del sinaloense, en concordancia con otros mexicanos, “convivan formas de vida tradicional con la moderna y hasta la posmoderna”. Pero que a diferencia del individuo de otras sociedades del país, “El sinaloense se ha vuelto un ser de frontera, que lo mismo le place vivir en un lado que en otro” (p. 20). El enunciado anterior es acertado porque permite entender a esa región sinaloense como una entidad fronteriza, punto híbrido y de contacto múltiple que a lo largo de la colonia y hasta nuestros días no ha dejado de funcionar como tal. 305


Reseñas

Por otra parte, en el artículo de Patricia Molinar, “La familia sinaloense: una mirada a su cotidianidad”, se diserta sobre los tipos de familia que imperan en la actualidad. De modo que se puede ver entre los sinaloenses la preponderancia de casas de fraccionamientos; dichas construcciones son un signo de los nuevos tiempos donde las familias han dejado de ser numerosas. Otra novedad tiene que ver con el incremento en los divorcios, la unión libre, la nupcialidad reincidente y jefaturas femeninas. La liberalización de la mujer avanzó en su relación con el sistema patriarcal. Ahora ella decide sobre su cuerpo, tiempo libre y laboral. Sin embargo, aún persiste el bajo salario de las mujeres trabajadoras y los famosos techos de cristal en los ascensos laborales. En este escenario contradictorio, comparto la posición de la autora cuando nota “que los actos de violencia, poco a poco y casi sin darnos cuenta, han pasado a formar parte de la vida diaria” (p. 30). Un punto en que discrepo es que algunos grupos de feministas y demás asociaciones similares, en su efectivo rechazo por la no violencia contra la mujer, tomen a personas famosas o de moda con el fin de hacerse oír con más contundencia ante las autoridades sordas. En este sentido ha sido el caso reciente de un cantante de banda sinaloense contra quien un grupo de feministas censuró su trabajo porque, según ellas, uno de sus videos musicales hacía apología del delito contra la mujer. No se trata, desde de mi postura, ver quién la paga, sino de que haya una legítima aplicación de la ley. En otro de los ensayos, la hipótesis con que trabaja Helena Simonett (“la desigual distribución de comodidades marcó la división entre élite y masa”) le sirve para moverse en la densidad cultural de fines del siglo XIX. Ella comprende que en el porfiriato se intensificó la separación de los individuos y grupos sociales, por lo que fue posible aludir y distinguir entre la élite y la masa. Pero Simonett no agrega que también en esa época surgieron los profesionistas y demás trabajadores calificados, ocupantes de puestos medios. A esto hay 306


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que añadir que, a diferencia de Sonora, donde había una capa indígena más visible, en Sinaloa era menor ese conglomerado indígena y, hacia el sur del estado, su mestizaje estaba rayado de pardo. La autora también ignora esa rama africana cuando traza la trayectoria del carnaval. Finca la celebración carnavalesca en la antigüedad grecorromana. La herencia parda es importante en Sinaloa porque ayuda a entender algunas formas de la cultura popular como el carnaval. Tener en cuenta este ingrediente sociológico nos puede hacer comprender los modos de resistencia de esa gente. Simonett destaca bien que la lucha por el poder se dio en varios frentes, en los que destacaron las fiestas de carnaval. Y una de las estrategias que se adoptó fue la negociación. El carnaval fue el gran evento público donde se concentraron las fuerzas de uno y otro bando. Desde mi punto de vista, lo que salió de ese tránsito fue una fiesta de plaza pública para todos, no para unos cuantos. Simonett parece no compartir esa conclusión, pues afirma que “la élite de Mazatlán se adueñó del jolgorio, dándole en 1898 el carácter de oficial” (p. 56). Subrayo que el adjetivo “oficial” aplicado al carnaval es excesivo. El siguiente texto es de Moisés Medina Armenta, “Diversiones, juegos y espectáculos en Sinaloa durante el porfiriato y la revolución”. Aquí encontramos una confirmación de lo que expresé en los párrafos dedicados a Simonett, en el sentido de que la tambora tuvo su reconocimiento en el carnaval como fiesta pública por excelencia. Medina evalúa que en la lucha por distinguirse del montón, el grupito más pudiente de Mazatlán o Culiacán hizo de todo, pero “a pesar de la pertinaz refinación de la élite, en las fiestas privadas y en las del pueblo se acostumbraba escuchar la música de la tambora y el acordeón, y a veces llegaban a convivir en los mismos espacios” (p. 64). Esto es lo que Bajtín llamó la cultura popular de la cual el carnaval, como máxima fiesta pública, era su expresión favorita. 307


Reseñas

El cine llegó a Mazatlán en 1897, esto es, a dos años de haberse descubierto en París. La circunstancia de esas primeras “vistas” es interesante porque confirma la importancia que tenía el puerto mazatleco. También afirma la intensa comunicación que había desatado el régimen porfirista con el exterior. Así, el espacio del cine, su capacidad para convocar gente y su magia de exhibición, abrió la interacción entre los individuos y demás agentes sociales. Esto coadyuvó a la apertura de las élites y a la expresión de las masas. El enojo y la protesta de la masa tuvieron otro foro de expresión. Antes del cine, algo similar pasaba durante las fiestas de carnaval. Los teatros como locales de exhibición y reunión masiva de personas, se habían vuelto elitistas, pero con la llegada del cine, su uso se diversificó. La práctica del beisbol fue otro escenario donde se tendieron canales y entrecruzamientos sociales e individuales. El público que asistía al campo de ese nuevo deporte era diverso. En los partidos de beisbol coexistían lo rural y lo urbano, lo masculino y femenino, el auto y la carreta, el bombín y el sombrero campesino, la ropa de manta y el traje sastre. Lo local y lo extranjero se combinaban en una hibridez nunca vista en el terreno sinaloense. A fines del siglo

XIX,

los ferrocarrileros introdujeron el beisbol a

Mazatlán y Guaymas, y en 1904 ya tenía carta de naturalización entre la juventud de Culiacán. En especial, Medina apunta que los estudiantes del Colegio Rosales y el Americano planearon los primeros encuentros beisboleros. Así pues, los sinaloenses sumaban otro pretexto para reunirse e intensificar la comunicación entre las distintas esferas sociales y personales. El artículo de Mayra Lizzeth Vidales Quintero, “El carnaval de Mazatlán: tradición, fiesta e identidad”, apoya nuestra postura, dicha en los párrafos anteriores, que considera al carnaval como uno de los primeros medios dialógicos entre los varios segmentos sociales 308


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de fines del siglo

XIX

y principios del

XX.

El carnaval puso en circulación a la sociedad

porfiriana y revolucionaria, y de acuerdo con Vidales, una de sus novedades fue la incursión de las mujeres. Su inclusión más notable ocurrió en 1900, cuando se nombró a Winnie Farmer reina del carnaval. Desde ese año, la mujer como reina de la fiesta fue adquiriendo cada vez más importancia e interés social y personal. El éxito de la reina como representante única del carnaval fue en 1929, a partir de entonces, figuró ella sola en el trono. La presencia del varón como pareja de la reina quedó abolida. No obstante el avance, Vidales explica que en la organización del carnaval, así como en la vida cotidiana de la mujer sinaloense, las mujeres seguían encapsuladas, “confinada a la elección de la reina y, por tanto, a la promoción de un tipo de belleza y por ende de una feminidad definida, acotada, en la que la subordinación resulta evidente en la medida en que era objeto más que sujeto de decisión” (p. 109). Por nuestra parte, diremos que en el carnaval de Guaymas la reina obtuvo su independencia varios años después que la de Mazatlán. Este hecho singulariza la historia y la interpretación de ambos carnavales. Al comparar las dos festividades, se puede resumir que mediante su figura y belleza femenina se intenta dominar e imponer ese modelo de mujer y no otro. Esto es un hecho que las grupitos pudientes quisieron imponerse, también, a través del carnaval. En Guaymas y Mazatlán se aprecia la mujer como objeto y adorno. Esto se muestra más en Mazatlán que en Guaymas. En el puerto sonorense, el rey cuenta como pareja real; en cambio, en el puerto sinaloense, como lo certifica Vidales, la reina fue capaz de presentarse sola. Por último, en Mazatlán parece haber más apertura a los estratos medios y empresariales; en Guaymas, por el contrario, hay una prolongación de las antiguas familias en el reinado efímero del carnaval.

309


Reseñas

Por su parte, Marcela Camarena Rodríguez, en su ensayo “Decencia, saber y buenas maneras. Hombres y mujeres en Sinaloa, siglos Colonia hasta el siglo

XX

XIX

y

XX”,

hace un recorrido desde la

de la trayectoria social de hombres y mujeres. Las conclusiones

no parecen muy alentadoras por el poco avance logrado, sobre todo por el lado de las mujeres. La sucesión en el poder público de nuevos grupos (independencia, liberales y conservadores, porfiriato, revolución mexicana, partidos político), lejos de transformarse de un periodo a otro, presentan una continuidad en su conservación de riqueza e influencia, de tal manera que los cambios registrados en los últimos cien años en Sinaloa, y México, apenas si son unas pocas concesiones hacia el adversario. La Constitución de 1917 no le otorgó a la mujer el derecho al voto. El cardenismo promovió la igualdad de oportunidades educativas entre hombres y mujeres. Fue así que en 1953 se aprobó su derecho al voto y a ser votadas. Esta situación convivió con otras situaciones que trajo consigo la vida moderna de la segunda mitad del siglo

XX.

La

Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) vino a sumarse a la diversificación educativa del estado. No obstante, Camarena advierte que no fue fácil su incursión en ese campo universitario. La segregación femenina continuó al interior de la

UAS

porque “todos los

puestos de decisión […] eran dirigidos por varones”. En el siguiente ensayo, el supuesto que mueve a Enrique Vega es que en Sinaloa hubo, desde la Colonia, “un catolicismo endeble en este territorio”. En particular, Vega Ayala puntualiza que en la región sur de Sinaloa hubo “una apatía hacia las prácticas religiosas presentes sobre todo en la principal comunidad, el puerto de Mazatlán” (p. 112). Los pardos decidieron vigilar el puerto mazatleco en 1792, pero fue hasta 1842 cuando se erigió el primer templo llamado San José. Así pues, ante un panorama de escasos referentes religiosos, donde las cosas del credo eran lentas y distantes, se fue creando una sociedad 310


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poco pía e indiferente en tales asuntos. Para Vega Ayala, esa realidad de ambivalencia católica se desarrolló más en Mazatlán que en Culiacán, capital de Sinaloa. Según el autor, de aquí se desprenden al menos dos acciones interesantes: la primera tiene que ver con el surgimiento de un tipo de sociedad tolerante en términos de creencias; y la segunda, se formó un individuo social más proclive a las ideas liberales. Todavía en 1940 se registró la preocupación de la Iglesia católica por la impiedad de los mazatlecos. Esa religiosidad de baja intensidad abonó a favor del carnaval, cuya práctica festiva nació casi desde la fundación del puerto. Y también sería propicia a otros cultos populares del siglo XX, como el de Jesús Malverde, el santo patrón de los narcotraficantes. Por mi parte. diré que cierto carácter de los mazatlecos tiene que ver con una defensa de su individualidad y pertenencia al terruño, y, por supuesto, con esa fe a medias. Hay que decir que no se trata de un respeto hacia las leyes y normas institucionales, pues es sabido que, desde su fundación, el puerto estuvo marcado por el contrabando y la vida placentera de los sentidos más que del intelecto y la legalidad, circunstancia que en el siglo XX

resultó propicia para el narcotráfico. Este deleite de los sentidos y la fe negociada

también explica la existencia de bandoleros carismáticos como Heraclio Bernal y la permanencia del carnaval. El nativo o el residente de Mazatlán se empeñan en diferenciarse del habitante de otras ciudades. Una muestra de esa situación es la famosa rivalidad entre Culiacán y Mazatlán a lo largo del siglo

XIX.

Se trata de una actitud política y cultural, de

amplia resonancia en la vida diaria e histórica del mazatleco. Otro ensayo que integra la sección “Religiosidad, censura y filantropía” es de Liliana Plascencia: “Culiacán en los años sesenta: jóvenes, censura y moralidad”. El documento de Plascencia se ocupa, precisamente, de los años sesenta y setenta. De esta manera, el tomo V se mueve de lo antiguo a la actualidad sinaloense. La idea que permea en 311


Reseñas

el ensayo de Plascencia puede resumirse en que la represión contra los jóvenes de 1968 fue un evento anunciado desde varios frentes. Desde los años cuarenta y cincuenta se empezó a atacar a la juventud del país entero, como consecuencia de un mayor efecto del mundo moderno y urbano entre las familias mexicanas y sinaloenses, pero adquirió una virulencia especial desde los primeros años de la década de los sesenta. Pasamos de esta forma a la última sección, “Comunicación y nuevos mitos”, que contiene un texto de Nery Córdova, “El mito del narco desde la iconografía y la cultura”, y otro de Luis Martín Padilla Ordoñes, “Consumo y tráfico de drogas en Sinaloa: una visión de la prensa de mediados del siglo XX”. Es innegable que desde la segunda mitad del siglo XX

la imagen del sinaloense como una persona dedicada al narcotráfico se fue

sedimentando. Desde que en los años 1925 y 1931 se reglamentó el uso de drogas como actividad ilícita, el gobierno se mostró ambivalente. De esta forma, el comercio y consumo de marihuana, opio y sus derivados se incrementó tanto porque también estaban involucrados las autoridades y demás funcionarios de gobierno. Así se pasó del estigma al emblema. El mundo de la transgresión contaminó los rubros de la sociedad, la política y la cultura. La imagen se consolidó a través de diversos medios de rápido consumo y comprensión. Por ejemplo, en la música regional se comercializó el corrido y el narcocorrido. En la literatura de ficción pasó algo similar. Los nuevos ricos del pueblo y la urbe no eran ya los clásicos notables, sino individuos y grupitos que se dedicaban al negocio de la droga en todas sus facetas. Surgió una geografía sinaloense del narco: Badiraguato, Culiacán, Mazatlán. Y una narcocultura: el uso de camionetas último modelo, residencias tipo griego, leyendas musicales con tambora y acordeón, mujeres bellas, consumo de ropas de marcas reconocidas y exhibición de armas de alto calibre. Desde 1980, Sinaloa representó el epicentro de esa subcultura de la riqueza súbita, la industria del 312


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narcótico, la transgresión y la violencia. Por tanto, coincido en que el mercado del narcotráfico es adecuado a un Estado neoliberal. La Historia temática de Sinaloa en seis tomos fue publicada en octubre del 2015, pero sus ejemplares apenas si han circulado entre unos pocos a partir del año 2016, de ahí que solamente algunos saben de su existencia y, por tanto, no se ha leído y, mucho menos, se ha profundizado en su lectura y propuesta. Mi objetivo no fue examinar la colección completa de los seis tomos, sino comentar el libro dedicado a la Vida social y vida cotidiana V. Excepto lo señalado, sus aspectos analizados identifican con claridad los problemas que han formado a esa entidad del Pacífico norte mexicano: las mujeres, el narcotráfico, la religiosidad, el carnaval, el beisbol, la música de banda, sus puertos. Hacemos una atenta invitación a leer el tomo

V

completo

y, en general, la colección completa, para profundizar y ampliar el diálogo en torno a la sociedad sinaloense y mexicana de ayer y hoy.

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Bert Colima: Relámpago de Whittier Servando Ortoll La Dulce Ciencia/Conaculta Ciudad de México, 2013, 143 pp. ISBN 978-607-516-473-1 Susana Gutiérrez-Portillo Universidad Autónoma de Baja California

e-ISSN 2448-539X

Reconstruir la historia de un ícono

Cuando leí el libro de Servando Ortoll, se anunciaba en los medios la pelea del siglo. La radio, la televisión y el Internet repetían a diario el anuncio del encuentro. “El estadounidense Floyd Mayweather Jr. y el filipino Manny Pacquiao en Las Vegas” retumbaba en mi cabeza una y otra vez. El boxeo es, en la actualidad, un deporte muy popular y altamente mediatizado; congrega a un gran número de aficionados, principalmente a través de la televisión por cable; genera cantidades descomunales de dólares y mantiene al público atento, en espera del gran momento. Pero no siempre fue así. Mientras era víctima de la insistente publicidad sobre el evento, leía el libro de Servando Ortoll: Bert Colima: Relámpago de Whittier. Era una casualidad que en la efervescencia por la pelea del siglo cayera en mis manos un libro histórico sobre el boxeo. Nunca había leído nada sobre el tema y el acoso mediático por la pelea de Mayweather y Pacquiao me

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Reseñas

incomodaba un poco. Sin embargo, decidí dar oportunidad a un texto que, a simple vista, parecía atractivo. El libro era pequeño y ligero. Viajó en mi bolsa de mano durante una semana, mientras lo escudriñaba curiosa. La portada era en blanco y negro; la imagen y la tipografía me recordaron los pósteres antiguos de películas del cine clásico mexicano como Campeón sin corona (1945). 1 Más adelante, me percaté que este era el estilo característico de la editorial del libro de Ortoll: La Dulce Ciencia, que publica libros históricos sobre el boxeo profesional. La fotografía de la portada era impresionante: mostraba una pelea de box entre los pugilistas Bert Colima y Jimmy Duffy en 1923; 2 pero, además, exhibía a una audiencia multitudinaria, apelmazada para observar de cerca el evento. Las primeras páginas prometían que el libro era producto de un trabajo de archivo exhaustivo. Y aunque el asunto del boxeo apenas me interesaba, como aprendiz de historiadora me enfoqué en analizar el aporte metodológico del texto. He aquí algunas de mis observaciones sobre el libro de Servando Ortoll. La obra es didáctica. Ejemplifica cómo reconstruir a un personaje que fue un símbolo cultural: Bert Colima lo fue para el boxeo y para las comunidades mexicanas y estadounidenses de los años veinte (en California y en la Ciudad de México). Ortoll parte explicando los orígenes del seudónimo del boxeador que lo enraíza en ambas naciones. 3 Recorre su infancia; narra cuándo y cómo decide practicar el boxeo de forma profesional;

1

La película narraba la vida del boxeador mexicano Rodolfo Casanova, y era protagonizada por el actor David Silva. 2

La pelea se llevó a cabo en el Oaks Ball Park, en la ciudad de Emeryville, California.

3

El nombre real del boxeador era Epifanio Romero; se agregó Bert por un sobrenombre de su juventud; le decían “bird” porque le gustaba silbar como pajarito. El “Colima” lo usaba en honor a su abuela, que era de esa entidad federativa. 316


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sus primeras experiencias de novato; cómo fue ganando fama; cómo aprendió las minucias del oficio; describe el momento en que alcanzó la fama y cómo la representación de este símbolo cultural fue decayendo a la par de su carrera boxística. La historia de Ortoll muestra a un personaje tan profundo como las fuentes se lo permiten; explota la opinión de la prensa, los testimonios familiares y el conjunto de artefactos personales: “álbumes de recortes, fotografías [antiguas,] un cinturón de campeón de peso medio en que se resumía una vida dedicada al cuadrilátero y que rememoraba a todos los aficionados de Bert Colima, tanto en Estados Unidos como de México” (p. 9). Las fotografías dentro del libro, además de ilustrar, muestran momentos importantes en la trayectoria de Colima y refuerzan la representación que Ortoll reconstruye. La prensa mexicana y estadounidense representó con pasión a Bert Colima. Ortoll, en su análisis, muestra cómo los medios construyeron “a un virtual desconocido, representante de un deporte entonces poco apreciado, en un ídolo del momento” (p. 12). En las fuentes que presenta el historiador es posible observar el ingenio y pasión en la escritura periodística deportiva: “tomó a Bert Colima, el orgullo de Whittier, tan solo round y medio para cubrir el piso con el viejo Perry Lewis […] ‘una bestial trompada en la nariz envió al veterano al tapete’” (p. 37). También es posible imaginar a la afición en la narrativa de Ortoll: “una multitud a capacidad de 10,000 fans se aglomeró en el estadio” (p. 59). En su libro, Ortoll narra detalles inesperados del personaje, pero que son fundamentales para comprender a Bert y al deporte que practicaba. Para él, por ejemplo, las supersticiones eran parte de la vida cotidiana, pero también reflejaban aspectos poco mencionados o cuestionados sobre el boxeo: Colima no saltaba al ring sin persignarse, y atribuía batallas perdidas a dientes cariados o a que no evacuó correctamente antes de la pelea. 317


Reseñas

Bert Colima: Relámpago de Whittier evidencia el impacto de un personaje en la historia de mexicanos pertenecientes a dos culturas distintas, y muestra que, a través de este pugilista y del boxeo, se reforzaban lazos identitarios entre la comunidad mexicana en Estados Unidos y en México: “Colima dirigirá la palabra a sus hermanos de raza, para quienes trae un saludo de todos los boxeadores de California, de origen mexicano” (p. 86). Ortoll no pierde los detalles. Para completar su historia, toma en cuenta la cronología de Bert Colima, el papel de la familia del boxeador, y la influencia de su padre, quien le regaló sus primeros guantes de box. Narra, a la par, la trayectoria de otros boxeadores contemporáneos de Colima; explica la terminología de la práctica deportiva; proporciona imágenes de calidad narrativa que sitúan la mente del lector en el ring. Advierte cómo cambió la disciplina durante la trayectoria de Colima: el precio de la entrada, las expectativas sobre ciertas peleas que afectaban la opinión del público y los cambios en el reglamento de box. Comparte la impresión de las heridas de los boxeadores con descripciones que permiten imaginarlas: “la cortada sangró profusamente durante varios minutos y fue necesario anoche que un médico le pusiera varias puntadas en la capa suelta de la piel que se encuentra por encima del ojo” (p. 46). Detalla las cualidades y manías del boxeador y sus opositores; expone una cronología de las peleas más importantes. En momentos, da la impresión de que Ortoll sigue el estilo de aquellos comentaristas de antaño para crecer la expectativa del lector. El autor no oculta sus pasos como historiador para encontrar o trazar la práctica o la ruta de los sujetos a partir de los documentos. Revela cómo y dónde rastrear los detalles, las finezas y particularidades del oficio para analizar la práctica del boxeo. Su trabajo en este libro es un buen ejemplo para los investigadores interesados en reconstruir la figura de un ícono cultural a través de las fuentes primarias; para los historiadores del deporte y para 318


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aquellos que no saben cómo utilizar los documentos en la escritura de la historia. Es especialmente didáctico para estudiantes de posgrado. En sus primeras páginas brinda los detalles de su pesquisa: cómo llegó a Bert Colima y qué caminos siguió para recopilar sus fuentes. Para 1920, Bert Colima había alcanzado gran popularidad, y la afición al deporte había crecido en Estados Unidos y en México. Su figura fue importante para los medios y la afición, es cierto; también lo es que Plutarco Elías Calles promovió el boxeo y a Bert Colima en México con la esperanza de borrar en la memoria de la gente los avatares de la guerra cristera. La lectura de Bert Colima: Relámpago de Whitier me permitió echar un vistazo a la historia del boxeo como una práctica transnacional y vislumbrar uno de esos momentos en que cobró gran auge; me ayudó a entender cómo un símbolo cultural cobra vida en el imaginario de las masas y cómo es que esta disciplina —que hoy es todo un espectáculo— tiene trascendencia política, económica y mediática. Después de esta cátedra que recibí de Ortoll sobre el boxeo, sus peculiaridades y recovecos, me senté a ver la pelea del siglo: había caído rendida por un nocaut.

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Instituciones, inequidad y sistema de privilegios en México. Un estudio sobre el origen y las causas del atraso, el subdesarrollo y la deficiente democracia Cuauhtémoc López Guzmán Universidad Autónoma de Baja California/ Ediciones Gernika México, 2014 ISBN 978-607-9083-64-9 Ángel Ignacio Escobedo Talamantes Instituto Interamericano de Estudios Superiores de Baja California

e-ISSN 2448-539X

Con esta obra, el doctor Cuauhtémoc López Guzmán introduce a los lectores hacia un interesante recorrido por dos mundos con realidades muy distintas. A través de una serie de contrastes se exponen algunas diferencias entre los países que conforman el tercer mundo —entre ellos México— y los países desarrollados —como los Estados Unidos de América—. El libro encuentra su génesis haciendo referencia a un cuestionamiento muy recurrente y legítimo de las personas que han podido constatar las diferencias que existen entre el vecino país del norte y México. Estos contrastes se visualizan no sólo en el idioma, la moneda, la raza o fisionomía de sus habitantes. Particularmente las que afectan y tienen sumido al país en la nada envidiable categoría de tercermundista, son aquellas que abarcan los aspectos económicos, legales, políticos y culturales, entre otras.

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Reseñas

La principal aportación del autor consiste en analizar estos contrastes desde el enfoque del neoinstitucionalismo. Para ello, se reconoce la influencia y adopción de las ideas centrales de Douglas North —entre otros autores— como proveedoras de los elementos teóricos para entretejer la relación entre economía, derecho y política. En la obra se retoman diversos conceptos como: instituciones formales e instituciones informales, organizaciones, cambio institucional, costos de transacción, derecho de propiedad y comportamiento oportunista, entre otros, los cuales son fundamentales para dichas teorías neoinstitucionales. Se hace énfasis en el concepto de institución como el eslabón fundamental que permitirá unir la variable independiente (sistema de privilegios) con las variables dependientes (desempeño democrático, desarrollo económico y Estado de derecho) que componen esta investigación. Este libro contiene cinco capítulos organizados en 196 páginas, en los que se expone, con un enfoque descriptivo, la construcción histórica del sistema de privilegios, concebido desde la época colonial y adoptado desde el México independiente (herencia). Se insiste en que dicho sistema ha sido y sigue siendo un obstáculo para el avance democrático que existe en México. De igual forma, este sistema de privilegios fue determinante del tipo y calidad de instituciones que imperan hoy en el país y las cuales, a decir del autor, son causantes de la enorme desigualdad económica y social. Se señalan también los contrastes entre los modelos de colonización en Norteamérica con el modelo de Hispanoamérica, y se reconoce que, aunque se han producido cambios relevantes para seguir la pauta de las naciones prósperas del orbe, siguen vigentes diversas conductas y valores relacionados con el sistema de privilegios. Advierte, asimismo, que dichos cambios no han sido suficientes para que se den

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condiciones de igualdad y equidad para impactar en variables como el Estado de derecho, la democracia y el desarrollo en México. En cuanto a las instituciones y su desempeño democrático, al autor argumenta de forma por demás relevadora, que una democracia eficiente debe demostrar resultados en la relación entre gobernabilidad y gobernanza. Se identifican, además, la forma (marco legal y constitucional) y las funciones (estructuras de reglas de competencia partidista, equilibrio entre poderes, representatividad, gobernabilidad, responsabilidad y Estado de derecho) de un sistema político. Es precisamente en este capítulo que el lector podrá hilvanar otra de las causas que se señalan para la ineficiencia e inoperancia de las institucionales en este país: la preeminencia de las instituciones informales (derivada de la herencia colonial). A decir del doctor López Guzmán, este tipo de instituciones se pueden evidenciar en los arreglos, reglas y prácticas que los gobernantes esgrimieron para gobernar, sostenerse en el poder, e incluso violar las leyes. Diversos grupos de poder fueron capturando al Estado, lo que a su vez les permitió la apropiación del poder político, acceder a mayores riquezas, privilegios o rentas, con la complicidad misma del gobierno, lo que ha tenido efectos negativos en un débil Estado de derecho. En algún momento en la historia de esta nación, durante la estructuración de la dinámica institucional de competencia política ocurrió un desvío y se fortaleció una vía informal que el autor nombra como alternativa para mediar entre las disputas por el poder. Ante esto, la idea central es que fue solamente una estructura de recompensas que ofrecía precisamente ese acceso al poder. El comentario del autor se hace más agudo cuando argumenta que la carga histórica más grave para el fortalecimiento de la democracia en México (e incluso para el desarrollo) es que los grupos quieren mantener la captura del Estado. Y también hace la afirmación de 323


Reseñas

que existe una gran complicación para desarticular el sistema de exclusión y de privilegios que ha tomado tanto tiempo y se ha perfeccionado para operar con la misma lógica de saqueo del pasado. Expone, además, que en la medida en que se afiance un respeto al Estado de derecho en México, se podrá fortalecer y consolidar la democracia mexicana. Esto prepara al lector para el siguiente capítulo “Instituciones, inequidad y teoría del Estado mexicano”, en el que se plantea, de forma determinante, que las instituciones que propiciaron la prosperidad de las naciones desarrolladas han sido principalmente el respeto a los derechos de propiedad y la vigencia del Estado de derecho, debido a que éstos garantizaron la confianza, certidumbre y legalidad de los intercambios económicos entre ellos mismos y entre éstos y el Estado; es decir; todo lo contrario a lo sucedido en los países latinoamericanos. Se consideran también diversas etapas en la historia de México en la preeminencia del sistema de privilegios, y una secuencia cíclica entre Estado depredador y Estado capturado. Otro tópico muy revelador es lo que se denomina círculo vicioso del cambio institucional defectuoso, que incluye intercambios políticos asimétricos, nuevos actores políticos, viejas reglas, poder judicial y Estado de derecho deficientes, lo que genera incertidumbre y desconfianza. El autor acepta que si bien la transición democrática en México posibilitó la alternancia en el poder y la pluralidad en el Congreso, también la democratización eliminó el Estado depredador; pero, afirma, el Estado, hoy, todavía, se encuentra capturado. En cuanto a la relación entre instituciones y desarrollo económico, el autor analiza el modelo de sustitución de importaciones como parte del proceso de industrialización de México, el cual nunca se logró cabalmente. Se reconoce, además, la enorme oportunidad que tiene México de aprovechar el aún reciente arribo a la democracia y pluralización, lo 324


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que, en cierta forma, debería estar limitando la captura del Estado por los grupos que desean mantener todavía el sistema de privilegios. La propuesta de esta obra es sustituir ese sistema perjudicial por un sistema económico competitivo basado en la productividad y en la innovación. El planteamiento que el autor hace al amparo de la corriente neoinstitucionalista es, precisamente, lo que llama un nuevo diseño institucional, para lo cual el Estado debe consolidar su rol de árbitro, regulador y conciliador totalmente imparcial. Este nuevo diseño implicará construir instituciones que viabilicen el desarrollo económico y fortalezcan la democracia, al menos desde la teoría neoinstitucionalista; este es el camino recorrido por las hoy naciones más ricas y desarrolladas en el mundo. También, se señala que es precisamente este Estado de derecho la vía al desarrollo para México, ya que se debe garantizar, en todos los ámbitos, la aplicación de la ley para generar esa certidumbre y certeza en la defensa de los derechos de propiedad, inversiones y cumplimiento de contratos. El autor refuerza, al mismo tiempo, sus argumentos con aportaciones de otros autores, como José Ayala Espino, en cuanto a que es precisamente la falta de credibilidad asociada con gobiernos débiles el mayor problema de los países en desarrollo. Por otra parte, se describe el concepto y características del Estado anómico para identificar la falta de normas o reglas claras, consistentes, sancionables y aceptadas por la sociedad, y se exponen algunos tipos de anomia en México, como el incumplimiento, la ilegalidad, la impunidad y la injusticia. Como parte de las aportaciones más importantes en este texto, se puede destacar la propuesta del autor de realizar una realineación institucional del Estado mexicano. Se considera necesario transitar de un Estado anómico a un Estado de derecho; de un Estado 325


Reseñas

depredador a un Estado consensual; de un Estado capturado a un Estado autónomo, y de un sistema de privilegios a un sistema competitivo y equitativo. En conclusión, el autor recurre a un importante cúmulo de conceptos de la teoría económica, particularmente del neoinstitucionalismo, para internar al lector en los orígenes, causas, efectos y todavía retos que enfrenta México en la tarea de establecer instituciones eficientes que permitan que el desarrollo económico de este país sea tal que se eliminen —o al menos se reduzcan— las enormes desigualdades sociales y económicas que existen entre sus habitantes. Asimismo, se plantea la necesidad de pugnar para que exista un verdadero sistema de pesos y contrapesos que permitan un real y efectivo desarrollo democrático en el país, en el que ningún grupo ejerza un pleno y total control del poder y en el que nadie esté por encima de la ley, además de promover una decidida protección de los derechos de propiedad. Sin embargo, para ello, el Estado debe recurrir a ese nuevo diseño institucional que permita a los gobernados acceder a mayores niveles de justicia social. Si bien la terminología podría ser un tanto complicada de comprender para los lectores no expertos, para aquellos que tengan conocimientos de las teorías económicas, resultará por demás interesante y apasionante adentrarse en la lectura de texto y repasar los planteamientos realizados por el autor. Es probable que, con esta aportación, Cuauhtémoc López Guzmán seguirá sumando adeptos y simpatizantes a la corriente del neoinstitucionalismo. El lector puede comprobar que no obstante los años que han transcurrido desde la niñez del autor hasta los tiempos actuales, la mayoría de las situaciones que se describen como variable dependiente, así como en las variables independientes, aún persisten; incluso en momentos de crisis política, económica y social hoy latentes en México, y 326


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particularmente en Baja California, tanto los conceptos aquí acuñados y la hipótesis planteada, podrían estar gozando todavía de plena vigencia, al menos desde la perspectiva de algunos sectores de la sociedad, quienes no están de acuerdo con sus gobernantes por algunas decisiones y acciones tomadas por ellos recientemente. Este libro está llamado a ser un referente obligado en la academia y también en instancias gubernamentales, a fin de orientar sobre las rutas que el Estado mexicano debería recorrer para fortalecer verdaderos esquemas de gobernanza, y para encontrar una salida al atraso y desigualdad que tienen sumido a México en el subdesarrollo.

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