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VECINOS CERCANOS

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COLIBRÍZURDO

COLIBRÍZURDO

ESCRIBIR PARA SANAR

Toño SALDAÑA*

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BARCELONA, ESP.-¿Te ha sucedido que cuando pasas por algo desagradable después comienzas a decirte lo que debiste haber hecho o te sientes desesperada, ansiosa, triste o enojada? Y, de repente, todas esas emociones aumentan castigándote aún más y si esto no fuera poco te sientes incapaz de confrontar eso que te lastimó ya sea porque la situación se acabó o la persona que lo causó no está, así que no te queda más remedio que seguir cargando ese peso tú sola. Actualmente, existen muchas formas de poder canalizar las emociones, pero creo que ninguna tan eficaz como la escritura terapéutica que ofrece resultados muy positivos en la vida de quien la practica y lo mejor de todo es que puedes hacerla en el lugar y a la hora que tú quieras dedicándole el tiempo que desees.

Los seres humanos tenemos la necesidad de expresarnos y cuando no lo hacemos debidamente surgen los pensamientos autocríticos junto con las emociones de rabia, ansiedad, tristeza o culpa convirtiéndose estas en un tornado que nos destruye, porque cuando la emoción no se expresa al cuerpo le duele y ya sea en forma de enfermedad o malestar como: insomnio, depresión, amargura, rabia, dolor de cabeza, etc., eso que vamos reteniendo y no verbalizamos por algún lado se manifestará, por ello, la escritura terapéutica es muy eficaz porque su base está en la necesidad de expresión emocional, sobre todo, en aquellos momentos difíciles en los que por cualquier motivo ha sido imposible hacerlo a viva voz, dicho de otra forma, nos sirve para vaciarnos y a la vez nos ayuda a combatir la ansiedad, pero lo mejor es que al hacerla aprendemos mucho sobre nosotros mismos, ya que la introspección previa a la escritura pone en orden nuestras ideas evitando que éstas se desborden tal y como lo harían si sólo nos sentamos a pensar recordando y repasando lo sucedido.

No importa si nunca has escrito nada o que no tengas habilidades narrativas, no te preocupes, no vas a escribir una novela para una editorial, esta herramienta es solo tuya y tú decides cómo expresar aquellas cosas que estás sintiendo. Para comenzar es importante escribir a mano y sabiendo que puedes expresar libremente y sin tabúes todo aquello que sientes, esto sirve para ser conscientes de muchas cosas que desconocemos de nosotros mismos, también es muy importante cuando escribas hacerlo como si estuvieras hablando con alguien y no como si estuvieras tomando notas de forma analítica. El escribir te servirá para “sacar todo”, por eso debes tener en cuenta que no hay límites porque nadie más que tú lo podrá leer, tampoco hace falta que tenga orden ni sentido, pues como te dije antes, no estás haciendo un libro, por ejemplo si estás muy ofendida o alguien fallece puedes escribirle lo que quieras y decirle cómo te sientes, sé que da miedo, pero tienes que saber que es algo que te ayudará a poner en palabras muchas cosas que llevas dentro, además te servirá para poder cuestionarte por qué te sientes así y dar un nuevo encuadre a la situación, mientras más fluya y más lo hagas desde el sentimiento más te servirá para sanar tus heridas y dar orden a tus pensamientos.

Los beneficios que obtendrás son:

• Desahogo emocional. • Alivio de angustia y tristeza. • Reducción de la ansiedad.

Reducción de pensamientos obsesivos y recurrentes. • Reestructuración de eventos traumáticos. • Inteligencia emocional. • Liberación. • Tranquilidad. • Autoconocimiento.

Después de escribir puedes hacer lo que quieras con ello, guardarlo para que puedas volver a leerlo, también puedes romperlo o quemarlo, pues eliminar esa carga que llevas dentro de forma simbólica te favorecerá tanto para no cargar con ese peso como para relacionarte mejor contigo y con los demás.

*Licenciado en Diseño Gráfico con Maestría en PNL e Inteligencia Emocional. Especializado en pintura y expresión gráfica, Restaurador de Arte. Artista Plástico multidisiplinario con más de 25 exposiciones individuales dentro y fuera de México. IG: tonosaldanaartista YouTube.com/c/TonitoBonito

Más allá de la Arteterapia

Guadalupe PÉREZ*

PUEBLA, PUE.- Mi acercamiento al mundo arteterapéutico fue dándose orgánicamente mediante la plástica y su necesidad por ser comprendida, expresada y valorada desde ámbitos psicológicos, neurológicos y hasta geriátricos en mi caso particular. En mi generación de estudios remontándonos al año 2011 las artes plásticas estaban tomando vigor específicamente en Puebla; tuve la fortuna de estudiar la carrera de manera muy práctica, en el que las habilidades, destrezas y talento se desbordan para dar cabida a las artes y oficios, que tenían un peso considerable a la hora de realizar una obra plástica. Posteriormente, los estudios sobre historia del arte y arte contemporáneo toman un papel superior sobre

*Licenciada en Artes Plásticas con Máster en

Arteterapia. Residente de la Ciudad de Puebla de los Ángeles, tiene 29 años de edad y en los últimos 5 años ha explotado ambas profesiones en el ámbito geriátrico. la obra y es así como el arte va modificando su historia, sus avances, sus tendencias y, por su puesto, su praxis. Conforme avanza la carrera, me percato de la falta de introspección de la expresión misma del artista que, sin lugar a duda lo hace, solo que sin un sustento psicológico que logre explicar el entendimiento del sentir. De ahí surgen una serie de cuestionamientos respecto a esas incertidumbres ¿qué me sucede?, ¿Cómo puedo expresar lo que siento?, ¿qué pasa a mi alrededor?, ¿cómo puedo diferenciar las emociones sin confundirlas?, ¿existe algún medio para sobrellevarlo?, y de más asuntos que no tenían respuesta, pero que ahí estaban y necesitaban salir de algún modo, pero sobretodo atenderse, entenderse y valorarse. Si bien terminé mis estudios universitarios aún con ese cosquilleo e inquietud por encontrar estudios relacionados con el arte, la psicología y la psicoterapia. fue ahí, entre la búsqueda donde encontré en la Arteterapia, un mundo completamente nuevo que explorar y que se deslinda de lo estético para centrarse en el proceso creador para la resolución de problemas y búsqueda del reconocimiento, aceptación y aprendizaje del ser. Dichos estudios los tomo en línea al ser en Granada, España, y culmino mi Máster más titulación universitaria en Arteterapia justo como lo imaginaba, especializado en temas psicológicos, explicando su diversificación, tipos, usos, factor gestáltico, su relación con las demás artes como la danzaterapia, la musicoterapia, la escritura creativa, el psicodrama, que me han dejado anonadada de todo este conocimiento que tanto había buscado lo puede efectuar, a tal grado de poner en práctica todos mis conocimientos adquiridos tanto en artes como los recientemente. Fui creciendo laboralmente, he tenido la experiencia de atender todo tipo de públicos, tanto adultos, ancianos y niños, pero que sin lugar a duda mi corazón y mi gusto por trabajar con adultos mayores me rebasó.

Sin duda, es un gran camino que recorrer a mis 29 años, siendo Artista Plástica con especialidad en Arteterapia, me enorgullece mi profesión, que a pesar que no se necesite tener conocimientos de Arte para ser arteterapeuta (según los estudios), para mí ha sido parte fundamental el manejo de las diferentes técnicas y materiales que aportó mi carrera como resultado de un gran bagaje de conocimientos teóricos, históricos y culturales; aunque no sea muy conocida, sus benéficos son indiscutibles, siempre les digo a mis pacientes que dentro de las terapias no farmacológicas ésta es una de las más amigables con nuestro ser, nuestro sentir, el aprender a expresarte para identificar lo que sientes por medio del quehacer de las cosas: es el arte de vivir, de aprender, de escuchar, de aprovechar y amar cada momento de nuestras vidas hasta el final.

El compartir

del futuro

Clara FRANCO*

HAMBURGO, AL.- ¿Recuerdan los “tiempos compartidos” en la playa u otros destinos turísticos?. Probablemente alcanzaron su punto máximo de popularidad a mediados de los noventa, cuando viajar por el mundo comenzaba poco a poco a ser más común (aunque no tanto como hoy) y cuando las posibilidades actuales de “economías compartidas” – por supuesto, gracias a los smartphones e Internet – eran aún impensables. Muchos de nosotros recordamos los tiempos compartidos con una vaga sensación de desdén en lugar de cariño (¿eran una estafa, o una idea legítimamente brillante?) pero eso no viene al caso. Independientemente de si tener un contrato de “tiempo compartido” tenía sentido financiero en aquel entonces o no, el punto es que quizá fueron un primer paso en la cultura de las “economías compartidas”.

Las economías compartidas, ahora, están mejor representadas por marcas que todos conocemos: Uber, Airbnb, etc. El punto de ellas es que, en un mundo cada vez más interconectado vía Internet y con menos recursos espaciales para compartir entre más gente, no necesitamos ser dueños de todo lo que usamos: desde automóviles hasta casas o algunos electrodomésticos. O que incluso las cosas que poseemos pueden estar disponibles para otros, mientras no las estamos usando. Los recursos se aprovechan mucho mejor cuando, en lugar de poseerlo todo y tenerlo “estacionado” gran parte del tiempo, está disponible para que otros lo usen mientras no pasamos tiempo con él; especialmente a medida que las poblaciones crecen y nuestros espacios y recursos se vuelven más estrechos. Viví año y medio en la Ciudad de México y ni siquiera me planteé tener auto propio: para una mujer soltera que se movía sola, no tenía sentido tener auto propio si podía combinar transporte público y Uber cubriendo todas mis necesidades. Por supuesto, que el transporte público es más barato que tener un auto propio, es una obviedad. Lo que no era necesariamente obvio es que la segunda parte de esa ecuación, Uber o una aplicación similar para compartir viajes, tiene casi tanto sentido financiero como tener un automóvil, al menos para alguien que aún no tiene hijos que mover por la ciudad. Sumando costos de mantenimiento de auto, seguro de auto, gasolina, impuestos y estacionamiento, moverme en automóviles que no eran de mi propiedad no solo era conveniente sino quizás, incluso, más barato. Algo similar sucedió con Airbnb (COVID aparte, y está por verse qué sucederá en el futuro): no sólo los tiempos compartidos se volvieron obsoletos rápidamente, sino que la aplicación y la idea abrieron la posibilidad de un “poseer para alquilar” mucho más asequible o, incluso, el abrir partes o la totalidad de nuestra casa para el uso de extraños, mientras estamos fuera, con fines de lucro. La pregunta es: ¿seguirá siendo sostenible en el futuro? Con la pandemia vimos que pueden aparecer condiciones extremadamente inesperadas en el escenario y en las próximas economías. Las preocupaciones sanitarias en todo el mundo pueden (y lo hacen) obligarnos a repensar los espacios y cosas compartidas. Algo similar podría ocurrir con una escasez repentina y aguda de alimentos, una crisis ambiental más grave (que muchos expertos creen que sin duda llegará pronto), nuevas preocupaciones de seguridad o la amenaza de una guerra. Podríamos, entonces, ver retrocesos hacia formas de economías anteriores. Pero por ahora, ante el aumento de la población y la escasez de recursos, todavía parece que, tan simple como una lección escolar infantil, “compartir tiene sentido (económico)”.

*Investigadora doctoral en la Universidad de Hamburgo y el Instituto Alemán de Estudios Globales y de Área (GIGA). Maestra en Asuntos Internacionales por el Instituto de Estudios Internacionales y del Desarrollo (IHEID) en Ginebra, Suiza. Ha concentrado sus investigaciones, así como impartido seminarios en temas de Derechos Humanos en Latinoamérica, Género, Salud y Educación, y Derechos de las Mujeres.

Volver al cuerpo: respirar otra vez

Arturo DIEZ*

LEÓN, GTO.-Cuando levantar el pie para dar un nuevo paso implica un esfuerzo inmenso para los músculos exhaustos de las piernas, el momento en que los brazos permanecen juntos al cuerpo para evitar el cansancio del movimiento y a pesar de usar la nariz y la boca para inhalar profundo y sentir el oxígeno apenas medio rozar los pulmones; basta un ligero soplo del volcán, un paso blando sobre la grava resbalosa o una piedra que de pronto se desprende para exigirle un reflejo rápido a los músculos, y el oxígeno entra de golpe en una inhalación rápida que hace circular la sangre para que brazos y piernas se aferren a cualquier asidero: manos y pies se sumergen en la piel de grava y tierra, se encarnan al volcán.

Mientras anoto esto en el celular en un parque, miro a una niña arriba del pasamanos llorando. Una pierna suya vuela entre un tubo y otro. La otra, permanece flexionada y tensa en el tubo superior, sus manos aferradas a los bordes metálicos. Inmóvil, llora porque se le resbaló un pie y teme que al moverse termine por caerse. Otros niños se acercan para intentar auxiliarla. Ella niega con la cabeza, no confía ese equilibrio logrado para no caer, en ellos. Me acerco, la tomo por los hombros con cierta presión impulsándola ligeramente hacia arriba. Le digo que ponga el pie que vuela sobre el tubo inferior y sin soltarla, le indico que vaya pisando hacia atrás como si bajara una escalera. Contiene el llanto, me hace caso, logra pisar suelo firme otra vez. Me agradece y se va caminando lentamente. Mira al pasamanos en la distancia. Vuelvo a sentarme y continúo:

No somos conscientes de este aire que respiramos, de este equilibrio que damos por descontado. Sí, ya sé, sistema simpático y parasimpático. Nos causa terror perder el equilibrio. Palabra que usaban los economistas y que cada vez se vuelve más de uso común: precariedad. Economía precaria, precariedad laboral. Perder el equilibrio del cuerpo nos hace concentrarnos en el instante y olvidarnos de todo lo demás: problemas, deseos, sueños. Lo importante es sobrevivir. Y el aire que llega otra vez a los pulmones es un alivio, como respirar al amanecer junto a la persona amada. ¿Cuál es el respiro tras la precariedad laboral? Sentir un suelo firme, me imagino, tener un problema menos, lo supongo; hace más fácil no deprimirse, me dijo una amiga. Cumplí 30 años hace un mes y decidí ir al Iztaccíhuatl para celebrarlo. Caí varias veces en las rampas de grava, pues no llevé bastones. Vi los glaciares que quizá en unos años ya no estén. Llegué por primera vez en mi vida a los 5 mil metros de altura. Mirando al Popocatépetl echar una fumarola, aferrando mis pies a la tierra, sentí pasar con resistencia el aire a mis pulmones. Volví a mi cuerpo otra vez, deseo que este instante dure.

*Nací y crecí en Xalapa. Estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y en mi tiempo libre me aficiona leer para vivir otras vidas, así como escribir para contar algo de la mía. Contacto: arturodiezg@outlook.com y arturodiezgutierrez.wordpress.com

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