Parabola de Baywatch

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ULTIMO LARGO La parábola de Baywatch Por Vicente Marino

Una reflexión sobre la problemática del riesgo en las actividades de montaña.

carga para los montañistas clásicos y para la comunidad entera.

Me pregunto qué pensaría un bañista que, al querer entrar al océano atlántico, lo pare un inspector municipal y le pida un certificado de curso de natación o, en su defecto, que contrate a un guardavida personal. Parecería una locura esto, ¿no? Guardemos por ahora esta idea.

Parábola de Baywatch

El alpinismo fue siempre un deporte amateur. No en el sentido comercial; los alpinistas no eran activistas full time y pagos, sino que eran entusiastas especialistas que cosechaban cumbres por el placer de enfrentar dichos desafíos. A su vez, la actividad del montañismo en todas sus facetas siempre tuvo un halo de peligrosidad implícito, cuyo aumento se dio principalmente por la evolución natural de la actividad: las normales se fueron acabando para mediados del XX y las no-normales, rutas más técnicas, fueron la respuesta lógica para continuar la exploración. El aumento en el compromiso derivó en un aumento del riesgo.

PAG. SIGUIENTE ARRIBA IZQUIERDA: Tronador PAG. SIGUIENTE ARRIBA DERECHA: Autorretrato

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Actualmente, las actividades de montaña son consideradas actividades de riesgo. Aunque las estadísticas lo contradigan, el imaginario popular las tiene como actividades donde la posibilidad de accidentarse o “ser capturado” por las garras de la naturaleza y necesitar desesperadamente ayuda es grande. Los que las practicamos sabemos que el riesgo depende de muchos más factores que sólo la estadística o el imaginario popular. Técnica, experiencia, criterio, y un poco de suerte son los factores que integran la ecuación en esta actividad. Pese a contemplar todo eso, algo siempre puede salir mal. Ir a atender una emergencia en un lugar agreste supone un costo elevado, dado que el lugar tiende a ser poco accesible y abrupto. Además de esto, la gente que realiza tal atención no sólo debe estar entrenada en medicina sino también en la actividad propia del montañismo. En los últimos años, tanto nacional como internacionalmente se han alzado voces que denuncian costos excesivos en los operativos de rescate, absorbidos mayormente por el Estado, y que así derivan en los contribuyentes. El pedido de profesionalización del deporte debido a esta posibilidad es una ola grande que todavía se mueve lenta pero con firmeza. La contratación obligada de guías para una actividad que todavía perdura en algunos lugares como amateur se convierte en una molesta

Los que viven en una ciudad costera, balnearia, cada verano se bañan en sus aguas, tanto los adultos como los niños. Es una actividad turística, de ocio, pero a la vez, debe ser realizada con técnica, experiencia previa y criterio; sino, puede resultar muy riesgosa. El mar, el río y los lagos son elementos muy dinámicos, altamente cambiantes. El hombre es un ser terrestre pero de gran adaptabilidad y es por eso que encuentra en el agua un elemento que despierta pasión a la hora de verlo como una actividad deportiva. Surge el nadador, el surfista, el windsurfista o los buzos y, como éstos, toda una gama de activistas de la naturaleza acuática que disfrutan del placer de practicar una actividad en este medio. Y esto con los riesgos y placeres derivados de ello. Cada verano, cuando las ciudades balnearias se preparan para la temporada estival, un grupo de personas lo hace de igual manera: los guardavidas. Son los actores fundamentales de cuando en cada playa surge el desafortunado “accidente”. Ellos rescatan personas, imprudentes o no. En la mayor parte del mundo, este selecto grupo de gente, entrenado para rescatar en aguas abiertas, es financiado por el Estado, salvo unas pocas excepciones particulares. ¡Pues claro! Si el turismo es una actividad económicamente importante, el Estado garantiza de alguna manera la seguridad del Turista. Todos recordamos con una sonrisa a Mitch Buchannon en la serie americana Baywatch. Sus trajes de baño naranjas, bellas chicas y las ya clásicas carreras, flotador en mano, yendo a salvar a una potencial víctima. Pero también recordamos los rescates, que eran el corolario de la serie y, un poco, la moraleja de la misma. La pseudo-realidad planteada en la serie televisiva era un reflejo adaptado de la realidad de los grupos de rescate de playas que ponen en funcionamiento todo el año los estados municipales norteamericanos. En la Argentina, el sistema es bastante similar: el Estado provincial pone en funcionamiento un sistema de rescate en las playas cada verano. Ahora, con estos elementos surge la pregunta, la reflexión: ¿en algún momento el Estado pidió que cada bañista entre al agua con un guardavida o un nadador profesional a su lado para que le ayude a encontrar esa corriente traicionera o esos pozones de agua peligrosos?


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