No. 4 • septiembre | octubre
Fragmento de la novela
Garabato por Willivaldo Delgadillo
CrÓnica
Crónica de una humillación por Alberto Salcedo Ramos •
Los Huérfanos de san Fernando por Marcela Turati
Índice
Creación
04
Locos y utopías, un desastre
06
De noche y otros puertos
Editorial
por Adelmar Ramírez
08
Inventario de los escombros • Breves paraísos sobre la tierra • DerrumBar poemas por Édgar Rincón Luna
10
La novela
11
Sistemas finitos • ¿Cuántas...?
por Héctor Miguel Barcenas
poemas por Emmanuel Morales Mora
12
Trasluz • Litigio • Miche • El vigilante • A mi madre calva poemas por Leonardo Alezones Lau
14 20
Garabato (fragmento) por Willivaldo Delgadillo
El apando tercera entrega especial
21
Amor... por Aldo Gress
22
Una pesadilla hecha realidad por Andrés Arriaga
¿Te interesa publicar tu trabajo con nosotros? Puedes hacerlo enviándonos tus textos al correo:
textos.albedrio@gmail.com Contacto: redaccion.albedrio@gmail.com
24
La noche loca por David Duarte Campos
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(Fragmento) por Julio César Valenciano
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Equilibrio por Graviela Olivas Carrillo
27
Más allá de los sentidos por Vanessa Luévano
Crónica
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Crónica de una humillación por Alberto Salcedo Ramos
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Los Huérfanos de San Fernando por Marcela Turati, fotos por Ginnette Riquelme Quezada
Fotografía
38
Apertura espacio de muestra fotográfica por Jorge Cuevas “Minino”
Ensayo
46
Reflexión de lo que envuelve por Mauro Palma
47
Síntesis crítica: Masculinidad y diversidad sexual, por Salvador Cruz Sierra por José Francisco Díaz Castañeda
Editorial
Locos y utopías, un desastre
L
legamos a la cuarta edición de esta utopía que se llama Albedrío. Y no debería ser algo asombroso, de no ser precisamente porque estamos viviendo un sueño. Llegamos aquí sin vender publicidad, sin financiamientos, sin dinero pues. Llegamos hasta aquí sólo gracias a las ganas de publicar buen periodismo y buena literatura. Llegamos hasta aquí tres locos que creyeron que a esta frontera, dolida y olvidada, que a este pedacito de tierra seca, le hacía falta soñar y quisimos poner el ejemplo. Tal vez lo hacemos o tal vez no, pero estos tres locos quieren seguir soñando. Con el tiempo se han sumado otros locos, escritores, periodistas, fotógrafos, despistados de oficio, que nos han ayudado a sacar esto adelante, a todos ellos les agradecemos y admiramos por su colaboración desinteresada y su fe ciega en nosotros y en nuestro trabajo, que al fin de cuentas es el de ellos, de todos. Precisamente uno de esos locos se llama Alberto Salcedo Ramos, cronista colombiano, maestro de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que respondió rápido a nuestro llamado y mandó su colaboración, pidiéndonos a cambio sólo que sigamos con este proyecto y que lo defendamos siempre. Así lo haremos. Disfruten su texto. Sabemos que entre la verdad y la mentira existe una frontera indisoluble e inmovible, una línea, a veces finísima, delgada y frágil, sobre todo frágil: esa línea marca una diferencia inmensa entre literatura y periodismo, esa línea se debe respetar porque no es periodista el que engaña y no es escritor el que sólo dice la verdad. Borges decía que el objetivo de la literatura es contar historias, y en ese punto convergen ambos oficios, la diferencia es con qué recursos se cuentan esas historias, con qué recursos retóricos se arma este discurso hermoso que es la narración. Esa es la diferencia. Un periodista no puede mentir,
Colaboradores Adelmar Ramírez (Ciudad Juárez) • Édgar Rincón Luna (Ciudad Juárez) • Héctor Miguel Barcenas (Tamaulipas) • Emmanuel Morales Mora (Costa Rica) • Leonardo Alezones Lau Mora (Venezuela) • Willivaldo Delgadillo (Ciudad Juárez) • Alberto Salcedo Ramos (Colombia) • Marcela Turati (Chihuahua) • Mauro Palma (Ciudad Juárez) • José Francisco Díaz Castañeda (Ciudad Juárez) (Foto de portada: Jorge Cuevas “Minino”, Ciudad Juárez)
nunca. Un escritor no debe no decir mentiras, debe sujetarse a ciertos principios de coherencia, coherencia no es realidad. Pero que esa sea la única diferencia. Por eso hacemos esta revista. Para demostrar que las técnicas de la narración literaria se pueden emplear para contar historias periodísticas. Porque los lectores se las merecen, alguien que lee tiene el derecho de recibir un texto trabajado. Alguien que escribe una historia tiene la obligación de escribirla de la mejor manera posible, aunque la mejor manera posible también sea una utopía. Alguien de quien se va a contar una historia merece que esa parte de su vida, porque es eso, una parte de su vida hecha oraciones, sea bien contada. Retratemos pues esta realidad tan compleja desde el ángulo que nos parezca más adecuado, ese que nos da repiquetes en el estómago hasta que terminamos el trabajo, ya sea desde la literatura, el periodismo, el ensayo (aunque parte de la literatura, lo apartamos por el perfil académico), la fotografía, la pintura, en general el arte, pero hagámoslo de la mejor manera, la mejor manera es la que más esfuerzo cuesta. Caminemos esta utopía. Redacción Albedrío
Marco A. López Director editorial
Emmanuel Sariñana Director creativo
Daniela Ramírez Editora
Año 1. Número 4 septiembre - octubre 2014. Albedrío es una publicación bimestral editada y publicada digitalmente en Ciudad Juárez, Chihuahua, México. Los textos aquí publicados son en su totalidad responsabilidad del autor. Queda prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización.
Creación
De noche y otros puertos por Adelmar Ramírez
Sé triste pues ella te espera en un rincón de este año que pasa Vicente Huidobro
Adelmar Ramírez • Licenciado en Psicología y en Escritura Creativa.
E
sa sombra enmicada en mi cama arrincona un código Morse 1. del cabello cambiando el horario 2. de un cuerpo-caravana 3. que lee al sol encuadernado en pasta dura 4. la noche sigue siendo río para quien remeda a las piedras 5. durante el insomnio despellejado, el caldo onírico sabe a legrado de letras, a la poesía kamikaze que ella acumulaba 6. entre la caterva del libro, un cáncer apolillado 7. dijiste que el tiempo a veces se desfasa, que se entierra bajo luz lagañosa 8. con tal de atiborrar los mausoleos de las nubes 9. abro un cajón y otro poemario sin publicar huele a maleta vacía 10. él no sabe que ella se ha propagado, que estando lejos se vuelve pozo de deseos y tan solo le falta una moneda y arrojarla como se arroja el follaje de las manecillas 11. ella durmiendo se escucharía como pisadas sobre el pasto, como soplarle a las velitas en su cumpleaños, como aquel atardecer que colgarían junto a la ventana 12. sus cuerpos eran puertos y un buen día el mar decidió desmoronarse 13. hace mucho que ya no zarpan palabras 14. y un barco pirata trae noticias de otros puertos 15. allá al agua no se le llama agua, confiesa, sino año bisiesto 16. vimos volar papalotes hechos con calendarios y atestiguamos tsunamis de silencio 17. una puerta virgen se abre sobre un lago de estiércol 18. aquel lado figura
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una luna que brota a borbotones 19. deja entrever, tras su luz plagiada, una mujer bocabajo, que a la vez es túnel y origami de olvido, géiser de horas, alud pausado 20. tarde tartamuda, me dijo, una ocasión que nos dejábamos empollar por el tren ave 21. era así: toalla manchada de vino, río pelirrojo 22. al uróboros del día 23. cerca de las manchas que no cesan 24. ser sombra de una sombra, dolor hincado 25. repetir el caudal de cerrojos y llaves que aún maúllan 26. para limar la vigilia 27. añadiendo palabras al resquicio del adiós 28. hasta tender otra noche y que se oree de estrellas 29. cuando ya es imposible que amanezca.
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Inventario de los escombros poemas por Édgar Rincón Luna
Ajeno soy al desastre del polvo que arde sobre estas ruinas no están ya mis días en el óxido que devora al sol ni en ese adobe donde el tiempo ha exterminado todo salvo el aroma de la lluvia que regresa habitan pues mi pasos los rescoldos del adiós en cada tramo se me cae una cuadra una calle un árbol todas las ofensas aquí un invierno aquí un verano en esta calle la lluvia me llegó hasta las rodillas desde este bar vi caer la nieve en este otro llegar el sol frente a esta puerta dejé ir a una mujer la ciudad desaparece bajo las máquinas que tranquilas proclaman mi derrumbe
Édgar Rincón Luna• Poeta y diseñador gráfico.
Breves paraísos sobre la tierra He aquí la medusa tatuada en la roca se extiende por toda la curva del puente y no deja de mirar hacia el norte ahí van las viejas criaturas aferradas al concreto flotan en un mar de piedra adormecida ahí quietas bajo nuestros pasos sobreviven al día y a la noche nos contemplan poderosas mientras estallan más allá de nuestra sombra aquí hay un animal tierno sonriendo en la banqueta es un erizo que de espaldas nos muestra sus patas
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mientras con sus espinas dibuja la palabra explosión hay un dragón que se extiende varios metros su espalda cubierta de escamas traza en el aire entumecido del cemento una bella curva que termina en su cabeza negra de dónde surgen estas bestias grises quién dibuja sobre el asfalto este cielo de animales bellamente atroces desde cuándo me habitan la mirada estas manchas en el piso sólo mi espalda recuerda el cielo
DerrumBar I En este lugar cantó mi sombra mientras afuera la lluvia no existía y el invierno siempre amigo me arrojó amable a sus gastadas puertas de madera II Algo buscan mis manos un objeto del tamaño de mi bolsillo algo menos dócil que este pedazo de adobe que lentamente es devorado por la lluvia y por el sol tal vez este trozo de yeso donde descubro todos los colores que han cubierto estas paredes las capas de pintura parecen las páginas de un libro incendiado por el tiempo puedo leer en ellas los años y lo absurdo que es pintar los muros que le pertenecen a la noche III Mejor este pequeño espejo que me regresa mi mano encalada en él sólo soy un vestigio que avanza entre las ruinas alguien que busca los restos de una noche perdida entre los escombros de un bar que ya había olvidado.
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La novela por Héctor Miguel Bárcenas
E
l ojo de un huracán vertiginoso deja girar grandes nubes cargadas alrededor de una antigua torre que en un desierto interminable flotaba en su mar de arena. Desde la distancia la humanidad desnuda se alzaba escalando la gran montaña seca de su destino; uno detrás de otro como bestias tratan de rebasarse, tumbándose en su lucha inalcanzable de ser los primeros en mirar lo desconocido. Ellos escuchan cómo el cielo ruge furioso con sus truenos bíblicos mientras los pájaros de todas las especies se pierden en grandes parvadas que como humo ciegan la poca luz que les queda. Los pocos hombres que llegan a la cima de aquella montaña miran primero abajo y ven lo que pudieron haber sido: entre escombros miles de cuerpos destrozados en un mar de piedras teñidas de rojo caen de aquella montaña y van formando otra de carne.
Héctor Miguel Bárcenas • Guardia de seguridad.
Al terminar, los hombres se quedan quietos sin saber qué sigue y como dormidos, en éxtasis, miran a lo lejos la torre babilónica llena de rayos que como dedos tratan de tirarla. En la cima a los hombres les surge la pregunta: ¿Qué somos?, y entre lágrimas se quedan temblando, mirando y esperando la respuesta perdida casi sin forma. Dentro de la torre en un suelo de fina arena circular, sin puertas y ventanas, una rosa exuberante sobre una piedra irregular deja escapar como lenguas tres grandes rollos de papel. En aquel sitio se escuchan con ecos infinitos los alegatos de tres viejos novelistas que han detenido su pluma y sus ideas discutiendo. Ya no saben cómo terminar la novela llamada Mundo. Afuera Dios lanza sus tempestades, ya está cansado de esperar.
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Sistemas finitos poemas por Emmanuel Morales Mora
Hay quienes exigen ideas más amplias; el cambio da origen a la renovación humana. Sistemas finitos demandan capitales de origen insólito y procedencia cuestionable. Cabe formular prioridades que encierran en lo global rompimiento de pasividades, reestructuración terrenal.
Emmanuel Morales Mora • Poeta y estudiante.
¿Cuántas…? ¿Cuántas veces con detalle se contempla el camino sin temor a reincorporarse, a retomar el hilo? ¿Horas transcurren sin que la sonrisa sea gesto que dibuje ilusiones progresivas? ¿En Ocasiones ignoramos solidarias convivencias; amaneceres, ocasos por temporales de tristeza?
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Trasluz
poemas por Leonardo Alezones Lau
corre el diablo y lleva entre dientes el ángel que fue la montaña de sus pieles el corcel que teme a los lobos disfrazado en seda de trapiche porta en los ojos una negritud que agranda por sobre toda majestad cuando hiede su temblor en los candelabros y la puerta es lo único entre él y los fuegos
Litigio
Leonardo Alezones Lau• Poeta y artista plástico.
te aferras a la soledad de una cruz a vivir flagelado detener el tiempo en alguna parte tendría sentido si reclamamos como nuestra la inmensidad el vacío dará lugar a cosas que otorgarían paz a quien reina dolorosamente
Miche ebrio no encontré los gusanos madre aunque sé que devoran mi cerebro estando a oscuras con el desenfado del caracol la viscosidad del útero la promesa de una foto tomada el día del granizo y el miche
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El vigilante radio mal sintonizada un sándwich a medias barata charcutería dando gusto a las moscas ¿quién lo encontró? el último disparo que él pudo oír quitarle el uniforme revisar signos vitales había pasado media hora desde entonces pronto se apagan las luces del estacionamiento ninguno de los autos valió su ida
A mi madre calva hacerle fiesta a la hija tomar muestras de semen en su boca da lo mismo que quitarle los ojos como barbie con su respectivo proxeneta llamado marceu la cura del ah1n1 la diplomacia en la imagen el miedo en cada palabra lo oculto bajo el manto de una virgen que promete pugnar el plástico olvidando que su rodilla fue para perros de mendigos así te pido perdón madre mía mientras quede cabello algo donde poner rollos al peinar y quitar el polvo de un espejo de bruja
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Garabato (fragmento) por Willivaldo Delgadillo
Willivaldo Delgadillo • Escritor, consultor cultural y antropólogo social.
E
VII l congreso se llevó a cabo en la sede de la polémica Fundación Heckler y Koch, un edificio de muros transparentes ubicado en un vecindario donde también estaban el Teatro Alemán y un bünker propiedad de un magnate griego. La profesora Maya Taylor le contó que el espacio albergaba la colección de arte del dueño. El Estado se lo había vendido con la condición de que los ciudadanos alemanes tuviesen acceso. Podía visitarse previa cita; ella lo había recorrido en un viaje anterior. Basilio comentó que siempre había imaginado los bünker con una fisonomía más austera. Entonces la profesora hizo una breve reseña sobre el remozamiento del inmueble. Le explicó que el arquitecto a cargo del proyecto se había esmerado en mantener la austeridad en las atmósferas interiores. También le contó que se habían construido cinco de esas fortalezas en Berlín, dos de ellas en el Tiergarten, pero que habían sido destruidas poco tiempo después de la guerra. Sobrevivían algunos escombros en un lugar conocido como Bünker Hill donde los berlineses sembraron árboles que con el tiempo crecieron frondosos. Basilio estaba a punto de preguntarle algo más sobre la construcción de los bünker cuando abruptamente ella cambió el tema de la conversación. —Oiga, ¿por qué los poetas de Juárez se la pasan escribiendo acerca de cantinas y prostitutas? —No sé qué decirle. —¿Acaso no se ha percatado de que ése es un tema constante de sus poemas y hasta de los títulos de sus libros? Basilio Muñoz se sintió de inmediato acorralado. Menudo enredo en el que se había metido. Si respondía que no lo había notado, demostraría que era un tonto; si contestaba que no leía a los poetas de su tierra, se estaría mostrando omiso; si decía que no le importaba, quedaría
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como un mezquino, o peor aún, como un misógino. Decidió ponerse en línea de flotación y capear el temporal. Ni adoptaría cabalmente la posición de representante de su región ni se desentendería por completo dejando que hicieran leña de quienes no estaban ahí para defenderse. Su maestro Mario Arnal le había enseñado que era necesario aprender a poner los privilegios al servicio de los que no tienen voz para defenderse. También le había enseñado que había una gran diferencia entre poner al servicio de otros los privilegios en ciertas coyunturas y aprovechar las coyunturas para hacerse de privilegios. En ese momento pensó, no sin cierta ironía, que le correspondía poner al servicio de los poetas ausentes sus privilegios de escritor convidado por el Estado mexicano a ese congreso literario en Berlín. Por lo tanto, lo mejor sería callar. Sin embargo, los comentarios de Maya Taylor le habían hecho advertir que varios de los libros de poemas referidos tenían títulos que evocaban la atmósfera de cantinas y burdeles: Ánforas y caligramas de Augusto Lara, Copita de Haikú y otros poemas breves de Juan Balderas y Versos sin alcohol del poeta abstemio Jonás Fernández. —Oiga, para que en una ciudad haya un poeta reconocido por abstemio es porque los demás andan nadando en alcohol, ¿no cree? Sería el jetlag, o lo agresivo y aparentemente trivial de su contenido, pero Basilio Muñoz no supo por cuál orilla tomar las preguntas de la profesora, y como solamente había leído una de las novelas de Billy Garabato, tampoco estaba en condiciones de cambiar el curso de la conversación. Optó por someterse al interrogatorio que ya llevaba un rumbo por el que hubiera preferido no avanzar. Pensó en recordarle que en Juárez las mujeres también escriben poesía, pero no lo hizo porque seguramente ella lo sabía y ése no era el tema que le interesaba tratar, sino la sigilosa misoginia destilada en el espacio de la idealizada vida nocturna promovida por algunos poetas de la región. Podría haber mencionado algunos versos de féminas noctámbulas que desafiaban toda noción de correción política, pero de inmediato supo que no era una buena idea, a pesar de que se le vino a la mente más de un verso en ese tenor. ¿Conocería el libro Princesa de La Madelón de Virginia Blanco, o Manual de la felatriz plástica de Tiara Corral? En definitiva, no le interesaba que la profesora Taylor pensara que intentaba polemizar sobre la masculinización de la vida nocturna trayendo a cuenta el
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trabajo de sus colegas mujeres. Entonces se le ocurrió que una mejor estrategia sería mencionar versos con otras temáticas. Recordó el Diccionario de imágenes de su amigo Martín Camps: Beso –semilla de administración oral que se planta en el corazón. Ñañaras –mariposas amargas que viajan de la garganta al estómago. Orgasmo –mariposas alegres que viajan del estómago a la garganta. Iba a recitar los versos del poeta a Maya Taylor, pero le ganó la prudencia. No fuera a pensar que la acosaba sexualmente utilizando como vehículo a los versificadores de su tierra. Por otra parte, en ese momento su memoria se acercaba peligrosamente a la verga: Verga – músculo en constantes pláticas con el corazón. —¿En qué piensa? —Estaba tratando de recordar. —¿Qué cosa? —Nada en particular—, contestó como si la profesora Maya Taylor lo hubiese sorprendido con la bragueta abierta y lo mirara con ojos acusatorios. —Pues no entiendo que esté tratando de recordar y no esté tratando de recordar nada en particular—, dijo la profesora con un tono de reproche. Recordó al espokenwordist y pensó que hablar de él podría ser un buen andamiaje para salirse por piernas de la esquina en que estaba arrinconado. —No creo entender bien eso del espokenwordist—, dijo ella cuando Basilio mencionó el tema. —Pues es una manera de asumirse ante la palabra, ante el hecho poético. —No me diga—, dijo la profesora Taylor poniendo cara de quien lo ha visto y oído todo. —Sí, mire, hace unos meses lo vi en una galería de arte. León de la Rosa y Gabriela Durán, dos artistas juarenses, hicieron un performance; él jugó el papel de espokenwordist y ella el de image jokey. —¿Y cómo era eso?—, preguntó distraídamente mientras buscaba algo en su bolso. —Él recitaba palabras que aspiraban a convertirse en ciudad mientras ella proyectaba imágenes de video de una ciudad convertida en texto—respondió Basilio Muñoz en un tono un tanto lírico. —¿Y cómo es eso distinto a un poeta que lee sus poemas mientras su compañera proyecta imágenes de video?—preguntó excéptica la profesora.
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—El autor de los versos dice que el título de poeta le parece demasiado rígido y prefiere adoptar una etiqueta distinta dependiendo del evento o del texto que tenga en puerta. Esa etiqueta debe corresponder a la función que jugará en su construcción y siempre puede reinventarse. —Eso dice, ¡eh!—dijo Maya Taylor con desgano. —A mí me parece que espokenwordist es un término eufónico. —Mmm. Y más allá de lo bonito que pudiera sonar, ¿qué propone?—preguntó la profesora, pero Basilio siguió de largo con su soliloquio. —Y me parece un título adecuado para una voz que se plantea hablar de y a sujetos en transición (individuos desmembrados, asesinados, televisados, criminalizados), una voz, o quizá una multitud de voces que se cruzan y privilegian la contingencia y que apelan a las imágenes, no para fijar supuestos referentes reales, o para ilustrar su sentido, sino para barajarse entre ellas y crear horizontes de comunicación, o tal vez para cancelarlos. —Interesante—, dijo Maya Taylor por primera vez poniendo atención a las palabras de Muñoz. De hecho hizo una breve anotación en una libreta que tenía abierta desde que llegaron al café del Teatro Alemán. —Cuando publicó el libro la experiencia fue similar—agregó él. —¿En qué sentido? —La experiencia de la lectura se rige por los mismos principios de aquel performance. En el espacio textual también se puede escuchar la voz del espokenswordist que pica verticalmente y de manera obsesiva en torno a una serie de imágenes: verbales, plásticas, virtuales. —¿Y la image jockey? —Gui.ra.ga7. —¿Quién es? —Un dibujante. —¡Ah!, ¿entonces es un poemario ilustrado? ¿Con dibujitos? —Bueno, no estamos hablando de poemas y dibujos, sino de palabras y trazos. El autor dice que es un libro poémico, no un libro de poemas. —Qué pretencioso. —De cierta manera lo es; pretende despojar al texto de sus pretenciones literarias y para eso recurre a lo poémico que es como un lenguaje primario, el del espokenwordist. —¿Y cuál es el caso? —Penetrar muros lingüísticos y geográficos. —Para lograr eso tendría que liberar a las palabras de sus propias sujeciones—, sentenció la profesora.
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—Y también tendría que curarse a sí mismo de la imposibilidad de ser héroe, de su nostalgia por una subjetividad que por lo menos en su deseo tuvo alguna vez un sentido épico; intentar hablar en una ciudad sitiada por la paradoja del silencio y el ruido incesante de las balas—dijo Muñoz repitiendo casi al pie de la letra, como lo había venido haciendo desde que empezó a hablar del espokenwordist, el prólogo al libro poémico, que él mismo había redactado a petición del autor. —Empiezo a entender la propensión a la evasión alcóholica de los poetas de su tierra—, dijo la profesora.—Quizá entonces podríamos hablar, ya no de una poética ni de una poémica, sino de una etílica de la implosionada subjetividad masculina juarense—, remató. Basilio Muñoz sonrió divertido por la ocurrencia de Maya Taylor, pero luego observó cómo ella escribía la idea en su libreta con la absoluta convicción de haber encontrado una clave importante para entender a los poetas juarenses. La entrevista con Maya Taylor no duró más de cuarenta y cinco minutos porque a la profesora le urgía regresar al congreso para asistir a la lectura de un grupo de poetas de generación del 50, pero le advirtió que tendrían que verse nuevamente, puesto que no había tenido tiempo de preguntarle acerca de Juárez y las novelas de su colega Billy Garabato. La acera estaba muy resbaladiza, así que cuando cruzaron la calle de regreso a la Fundación, Maya Taylor tomó del brazo a Basilio Muñoz y se fueron caminando con pasos cortitos y cautelosos. La lectura resultó un fiasco, a tal grado que lo único rescatable fue la participación del poeta capitalino Marco Tulio Campomanes quien por enésima vez leyó su poema inspirado en el eidilón de Helena. Polvo de nube se llamaba el texto de Campomanes y contaba la guerra de Troya desde el punto de vista del fantasma de la esposa de Menelao que es raptada por Paris, mientras que la verdadera Helena es llevada a Egipto. El erudito poema antibélico desentonó con una serie de poemínimos acerca de la vida erótica de la Corregidora, recitados a todo pulmón por una compañera de armas de los finolis, lo cual desató risitas y cruce papelitos entre algunos asistentes, entre los que se encontraba su paisano incómodo Joaquín del Bosque, quien se expresó de una manera por demás ordinaria: ¿quién invitaría a esta vieja, charro? Basilio Muñoz le indicó con una seña que debía ir al baño y salió de la sala en la que se llevaba a cabo el evento. En realidad era una treta para evadirse de la situación embarazosa en que lo ponía Joaquín del Bosque al hacerlo cómplice de sus comentarios. Se dirigió al servicio de café que había en un salón VIP. Ahí se topó al recién llegado Vardo Guzmán, el poeta sinaloense que pronto se uniría a las huestes del Frente Literario
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del Norte. Después de darse un abrazo efusivo, Vardo le contó que había perdido un vuelo de conexión en Londres y por eso llegaba un día después. —Es que ése no es un aeropuerto, sino un centro de procesamiento de ganado—, comentó Vardo. Y luego agregó: —oye, me dicen que no viene tu paisano, qué pena hombre, tengo muchas ganas de conocerlo. Leí De alba roja y me dejó muy buen sabor de boca; en cuanto los consiga, me leo los otros dos tomos de la trilogía; ¿no mandó ejemplares contigo? A Basilio Muñoz le sorprendió la pregunta, pero luego pensó que debería empezar a acostumbrarse a que alguna gente del congreso lo tratara como representante de Billy Garabato, o por lo menos como su alma gemela. Tal vez le convendría dejar de resistirse y aceptar de una vez por todas ese vínculo. —Ya supe que Roel Cabrera nos tupió ayer, morro, pero mañana nos ponemos a mano, ya verás. En el avión venía también Cuco Madero, y ya ves que le trae muchas ganas al pérfido ése. Por lo pronto le voy a armar una suite de poemas, como flechas dirigidas al hijo de la chingada, vas a ver, vas a ver … En la planta baja de la Fundación estaban instalados varios módulos de novedades editoriales con los títulos de los escritores participantes en el congreso, algunos de ellos traducidos al alemán. Los libros de Billy Garabato ocupaban un lugar protagónico. No se hubiera atrevido a confesárselo a Vardo Guzmán, pero él tampoco conocía completa la trilogía juarense. Sólo había leído De alba roja, y lo había hecho con gusto porque no todos los días se publicaba una novela en la comarca. Incluso, en un primer momento pensó en escribir una reseña dándole la bienvenida al nuevo colega, pero al final no lo hizo porque le ganó la indolencia, aunque también hubo otros motivos que le impidieron escribir un texto dando cuenta de la aparición de la novela. Sin duda influyó el incidente de La Primera Feria Binacional del Libro y el blog en el que Billy Garabato escribió cosas que lo comprometían. De alba roja contenía episodios a partir de los cuales ciertos lectores suspicaces podrían inferir que Basilio Muñoz había asesorado al autor. Ante eso, prefirió tomar distancia y callar, y no dar mayores indicios de una intimidad que no era tal. Antes de salir hacia el hotel, compró la segunda novela de la trilogía, la más corta de las tres; intentaría leerla de un tirón antes de la sesión nocturna en Kreuzberg.
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El apando Tercera entrega especial Para este número presentamos la tercera entrega especial de textos de internos del Tribunal para Menores de Ciudad Juárez. Apando es una sección especial en la que publicamos a los menores que asistieron a un taller de creación literaria que se les impartió entre 2012 y 2013. Se hicieron tres grupos: uno de mayores de edad, ya que los menores que se hacen mayores en el penal no son trasladados al Cereso, son separados de los menores dentro de las mismas instalaciones. Un grupo de menores. Y un grupo de mujeres, menores y mayores, ellas no son separadas porque no son tantas como para hacerlo. En el taller los asistentes aprendieron de géneros literarios: la estructura del cuento, el cuento fantástico, el cuento de terror, cuestiones de gramática y sintaxis, figuras retóricas, el discurso narrativo y autores del canon de occidente. De la teoría pasaron a la práctica y comenzaron a escribir sus historias que se fueron trabajando a manera de taller. Ellos criticaban el trabajo de los demás para mejorar cada texto. El trabajo se vio reflejado en la publicación de un libro que se tituló La libertad agazapada, que acaba de salir este mes de septiembre. No se puso a la venta porque el tiraje fue pequeño y se le entregaron 3 libros a cada autor. Para difundir el trabajo de los internos Albedrío sacó una entrega especial que hemos añadido a partir del número dos. Seguiremos publicando este apartado al menos un número más. Esto lo hacemos porque creemos que cualquiera tiene el derecho a leer y a escribir, a vivir el proceso creativo. Creemos que la literatura y en general el arte contribuyen no sólo de manera estética sino de manera práctica. Un buen libro que se entrega a tiempo puede salvar una vida.
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Amor... por Aldo Gress
Eres la chispa en el fuego intenso que está dentro de mi pecho LUEGO Con una mirada, con una sonrisa, mi corazón se acelera, mi piel se eriza ESTAREMOS Haciendo presencia con tu belleza, por tu inocencia no tengo maldad JUNTOS Para la eternidad muestro amor como una complicidad nunca se detendrá AMÁNDONOS El tiempo se detiene y no quiero despedirme NADIE En mi mente, en mi cuerpo, en mi alma, en mi ser DESTRUIRÁ NUESTRO Amor te extraño, te necesito a mi lado RADIANTE Tu belleza, presencia, inocencia, existencia AMOR Eres aire, porque a donde vaya estás conmigo
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Una pesadilla hecha realidad por Andrés Arriaga
H
acía un calor insoportable, la arena que sentía sobre mis pies parecía lava fluyendo y el poco aire que sentía era como si estuviera adentro de un horno, seguí caminando por las dunas que me rodeaban mientras que el sol consumía mis energías, pensaba que si caminaba sin rumbo y sin parar encontraría una salida, pero no, mi mente empezaba a jugar conmigo, llevaba más de medio día sin beber agua y eso me estaba haciendo alucinar un poco. De pronto empecé a ver cómo una especie de víbora fosforescente se empezaba a enroscar con una fuerza increíble en mi pierna derecha, empecé a sentir también que me hundía, tenía que zafarme de ese reptil antes de que me llevara al fondo de ese inmenso mar de arena. Desperté y me encontraba encima de una mesa metálica amarrado de los pies con las mismas cosas que me habían arrastrado al fondo de aquel mar de arena y me habían traído hasta aquí, me traté de zafar pero cuando empecé a forcejear me dieron unas descargas eléctricas, tenía que liberarme de cualquier modo, sólo que ya no quería sentir esas descargas que sacudían todo mi cuerpo cada vez que lo tocaban, tenía que tranquilizarme y pensar en una forma de salir, sin que eso implicara dolor. Me volví a recostar y cerré los ojos. Cuando desperté observé a mi alrededor, todo había vuelto a la normalidad, estaba de nuevo en mi casa recostado en el sofá, pero sentía que algo no era normal, aún tenía esas cosas amarradas a mis pies, “rayos”, pensé que todo había sido un sueño, luego escuché que alguien gritaba, una y otra vez y cada vez con más fuerza, llamándome. -Edwin, ¿en dónde estás?- y luego la misma voz repetía con el grito terrible. –Te encuentras en casa.
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No sabía quién gritaba, miré hacia enfrente y noté algo en mis pies… ya no estaban las cosas que me impedían levantarme, estiré cada músculo y me puse de pie. Busqué por toda la casa y no se encontraba persona alguna. Sentí un mareo y una sed insaciable, me dirigí a la cocina, abrí el refrigerador y tome una jarra de agua fresca que parecía Cool Aid pero no me importó averiguar más, sentí cómo fluía la cascada desbocada por mi garganta, una sensación de alivio terminar de un trago esa jarra. Fui a mi recámara, mientras subía las escaleras el panorama dejó de ser claro para ser más bien bastante confuso y borroso, dejé de coordinar mis movimientos, era como si estuviera en automático y un fusible no me funcionara, estaba a punto de llegar arriba cuando me sentí caer por todas las escaleras, no sabía qué era lo que me estaba pasando pero suponía que mi tiempo se estaba acabando. Traté de luchar pero mis esfuerzos eran inútiles, poco a poco mis ojos se iban cerrando. De lo poco que alcanzaba a ver, sólo siluetas, alcancé a distinguir a unos seres desconocidos, tenían una gran cabeza, unos ojos brillantes del tamaño de unas gafas de sol y en los extremos de sus largos brazos, había algo parecido a taladros pero con tijeras y bisturí en las puntas, mis ojos se cerraron y sólo quedó este silencio tranquilizador.
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La noche loca por David Duarte Campos
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ué obscuridad, qué silencio, pareciese que es de noche, sólo se alcanzan a distinguir unas enfocadas luces brillantes de alógeno a lo largo del pasillo, me levanto de la Camilla, enciendo la luz de la lámpara que se encuentra sujeta en la mesa de noche. Me observo y llevo puesta una bata blanca y no traigo ropa interior, luego de meditar un tiempo me miro los brazos y se encuentran pegadas unas zondas de suero en mi piel pálida, pasan unos cuantos segundos y comienzo a marearme, de seguro es por la falta de sangre que hay en mi cuerpo amarillento por ingerir demasiada cerveza hasta perder la razón y agarrarme a golpes hasta que me pusieron una paliza y me fracturaron el tabique de un puñetazo provocándome una hemorragia fatal. Mi cerebro comienza a estallar por unas fuertes punzadas que parecen unas potentes corrientes de electroshock que giran alrededor de mi cuerpo como un tornado en plena acción, destruyendo cada neurona de mi cabeza, me revuelco como la cola de una lagartija recién cortada, tirando todo lo que está a mi alrededor del cuarto donde me encuentro en reposo, miro hacia la puerta y comienzan a entrar las enfermeras y doctores para calmarme con una gran jeringa en la mano, asustado por no saber lo que me está sucediendo empiezo a gritar demasiado fuerte hasta que me desperté y dije “que pesadilla tan terrible”.
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(Fragmento) por Julio César Valenciano
…Mis manos pasan lentamente acariciándole la espalda, mientras su lengua jugaba con la mía, mis manos pasaron a sus piernas y poco a poco quitándole el pantalón. Ella responde quitándome la camisa, mientras yo me deshago del pantalón. Una vez en la cama, envuelto por el deseo y la pasión, hacemos el amor. De pronto escuchamos pasos y enseguida la voz de la madre llamándola…
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Equilibrio por Graciela Olivas Carrillo
Hoy mi pecho está reseco como una estrella apagada, lloro porque las lágrimas de una hija son algo que vale la pena derramar. Éramos tres hermanas, dijo una: “Vendrá el amor con la primera estrella”, vino la muerte y nos dejó sin ella. Cuando mires las estrellas acuérdate de mí, porque en cada una hay un beso para ti. Los primeros serán los primeros, las cosas son como son. El mejor movimiento es el del agua en reposo que se mueve tranquilamente. El eco tiene siempre la última palabra. Muévete cielo y no morirán las estrellas.
Más allá de los sentidos por Vanessa Luévano
Escúchame, pero no sólo con tus oídos sino con tu mente. Mírame, pero no sólo con tus ojos sino con el fondo de tu alma. Siénteme, pero no con tus manos sino con tu espíritu. Entiéndeme, pero no con palabras sino con miradas. Y si me amas… ámame con el corazón como lo hago yo.
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Crónica
Crónica de una humillación por Alberto Salcedo Ramos
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enía veintidós años cuando me enfrenté por primera vez a la necesidad de encontrar un trabajo como periodista. Estaba muerto del susto, me sentía solo y, para colmo de males, di entonces con un tipo de malas pulgas que convirtió aquella experiencia en una pesadilla.
Alberto Salcedo Ramos • Cronista colombiano y maestro de la FNPI.
Fue en 1985. Acababa de terminar mi carrera de periodismo en la universidad. Como me había casado unos meses atrás – a los veintiún años – y pronto me iba a convertir en padre, necesitaba con urgencia un trabajo remunerado. Hasta ese momento yo había publicado artículos breves en un pequeño periódico de Barranquilla. Escribía por el simple gusto de ver mi nombre impreso en letras de molde. Mi madre decía con sarcasmo que yo no actuaba como profesional sino como penitente. Ni siquiera les pedía a los dueños del periódico que cubrieran los gastos de transporte en que incurría durante el trabajo de campo. Mientras fui soltero pude permitirme tamaño idealismo, pues no afectaba a nadie. Al estar casado y a la espera de un bebé, partirme el lomo sin cobrar ya no habría sido visto como un acto romántico sino como un gesto indolente. De modo que me tocaba conseguir empleo. En Barranquilla no se abrió ninguna de las puertas que toqué. Los dueños del pequeño periódico donde publicaba, quienes me habían tratado con mucha amabilidad mientras escribía gratis, empezaron a mostrarse distantes cuando les dije que necesitaba remuneración. Decidí probar suerte en Cartagena. Allí se acababa de fundar el periódico “Calamarí”. Calamarí era el nombre que tenía el lugar antes de la llegada de los conquistadores españoles. En lengua indígena significa “tierra de cangrejos”. Todavía en los atardeceres, cuando uno recorre a pie los barrios adyacen-
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tes al mar, se topa con cangrejos desorientados que abandonan la cómoda arena de la playa y salen a morir en el duro asfalto de la calle. Varios amigos cartageneros me avisaron que en ese periódico de circulación semanal estaban necesitando redactores. Había posibilidades para un muchacho sin experiencia como yo, porque se trataba de un proyecto nuevo que no contaba con presupuesto suficiente para contratar a periodistas veteranos. Así que desde Barranquilla, por teléfono, solicité una cita con el gerente, José María Martínez Aparicio. El encuentro fue programado para un martes a las diez de la mañana. Asistí puntual. Después de una espera de tres horas la secretaria me informó que la reunión se corría una semana.
El hombre no me dejó terminar. Mirándome con una dureza inesperada me soltó aquella andanada terrible: -- ¿Y qué culpa tengo yo de que usted sea un muerto de hambre? Yo tengo mi comida segura en la casa. Usted es el que necesita y usted es el que tiene que volver cuantas veces sea necesario. Sentí que su brutalidad era innecesaria.
La segunda vez fue un calco de la primera: la misma antesala, la misma espera, la misma desesperanza. De nuevo la mujer volvió a decir que la reunión se aplazaba. Le conté que vivía en Barranquilla y que para cumplir cada cita debía hacer un viaje de tres horas – ida y vuelta – y gastarme un dinero que no tenía. Además le dije que me quedaría allí esperando al señor, pues me resultaba imposible volver por tercera ocasión. Ella se encogió de hombros y me pidió, con una seña de la mano, que aguardara un momento. A continuación entró en la oficina de su jefe. Minutos después regresó acompañada por un hombre regordete. Vestía de blanco desde los zapatos hasta la camisa, y olía a colonia Jean Marie Farina. El hombre miró altivamente a todos los visitantes, y preguntó quién era el insolente que lo seguía esperando en contra de su voluntad. Sentí el clásico nudo de la angustia en la garganta. -- Lo que pasa – dije con la voz temblorosa – es que yo vivo en Barranquilla, doctor, y para
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venir acá me toca incurrir en unos gastos que ahora mismo no puedo cubrir… El hombre no me dejó terminar. Mirándome con una dureza inesperada me soltó aquella andanada terrible: -- ¿Y qué culpa tengo yo de que usted sea un muerto de hambre? Yo tengo mi comida segura en la casa. Usted es el que necesita y usted es el que tiene que volver cuantas veces sea necesario. Sentí que su brutalidad era innecesaria. Nunca he sabido cómo actuar en tales casos. Por lo general las palabras se me extravían y quedo paralizado. Lo único que atiné a pronunciar fue un “disculpe” seguido de un “hasta luego”. Decidí cubrir a pie la distancia entre el Centro Histórico de Cartagena, donde quedaba el semanario “Calamarí”, y la casa de mi tío Gonzalo en el barrio Crespo. Me fui caminando por la Avenida Santander, que bordea el mar. A ratos el agua salada me salpicaba la cara y se mezclaba con mis lágrimas. Me sentía humillado. Al poco tiempo conseguí un trabajo, y luego otro, y desde entonces, por fortuna, nunca me ha faltado qué hacer. He tenido oportunidades, he viajado por ríos y montañas, he atravesado selvas y desiertos.
Me enseñó que siempre hay alguien dispuesto a tirarnos la puerta en la cara, me permitió ver de qué material estaba hecho para resistir y defender mi pasión por el periodismo
Como reportero he sido testigo de excepción de ciertos acontecimientos importantes que un ciudadano común solo puede ver a través de la televisión; he conocido a personas que me han enseñado mucho sobre la condición humana. Hace poco recordé el episodio. Al verlo en perspectiva me pareció muy útil: me fortaleció de manera oportuna, me enseñó que siempre hay alguien dispuesto a tirarnos la puerta en la cara, me permitió ver de qué material estaba hecho para resistir y defender mi pasión por el periodismo. Me enseñó, sobre todo, que quien quiere ser reportero será reportero aunque lo saquen a patadas de todos los periódicos. Me parece una lección útil para estos tiempos en que todo el mundo anda con su queja a cuestas. ¿Qué hacer para sobrevivir? Resistir, seguir en la brega. Convendría también empezar a entender que lo que está en crisis no es el periodismo sino los periódicos, porque no supieron reaccionar ante ciertos cambios en el negocio. A veces me pregunto qué será de la vida del señor Martínez Aparicio. Por una especie de curiosidad que pudiéramos llamar profesional, quisiera encontrármelo para ver cómo luce hoy. No importa que siga siendo un tipo de malas pulgas.
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Los Huérfanos de San Fernando* por Marcela Turati
Marcela Turati • Periodista freelance, fundadora de la Red de Periodistas de a Pie.
Cuatro años después de la masacre de migrantes en San Fernando, Tamaulipas, pareciera haber un esfuerzo oficial por borrar la tragedia, pero el crimen sigue vivo
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moa, Honduras.- J. corre a la casita de block donde vive con su abuela y regresa con una foto enmarcada de Misael, su papá, a quien dejó de ver hace cuatro años aquella madrugada cuando se despidieron con un beso porque se iba a Estados Unidos. “No se vaya, papito”, le dijo entonces, adormilado. Cada tanto, al recordar el adiós, dice a su abuela Ángela: “Si me hubiera hecho caso no lo hubieran matado”. Misael Castro Bardales, además de ser padre de J. es uno de los 72 migrantes asesinados por Los Zetas en agosto de 2010, en San Fernando, Tamaulipas. Es un muerto vivo, ya que aunque su cadáver fue identificado por sus familiares las autoridades mexicanas no lo reconocen entre los muertos. Las autoridades mexicanas lo identificaron mal, enviaron su cuerpo a Honduras bajo el nombre de otra de las víctimas de la masacre y nunca corrigieron su acta de defunción. Nunca certificaron su muerte.
* Texto publicado como parte del proyecto En el Camino, de la Red de Periodistas de a Pie, con el apoyo de Open Society Foundations
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Esa omisión ha hecho que la abuela de J., la dulce mujer que quedó a cargo de él, batalle para todo. Hasta para conseguirle la beca escolar a la que el niño tiene derecho. “Me habían ofrecido un bono de 10 mil lempiras (500 dólares al año) y no podemos lograr porque no hay difunción”, dice doña Ángela. Su nieto, flaquillo, larguirucho y cariñoso, la abraza por la espalda mientras escucha atento, debajo de un árbol de mango, el relato del asesinato de su padre. No dice nada. Sólo mira la foto de su papá. A ratos mordisquea una empanada. Se sienta sobre el tronco de un árbol. “Mire, aquí está él, 27 años tenía. Pobrecito. Ese día está en Omoa, en las playas, le gustaba comer en ese restaurante”, dice la joven abuela al mostrar el cuadrito de madera que enmarca la imagen de Misael –delgado, larguirucho– sentado sobre una tabla plana, en un changarro playero. “Iba a Houston, Tecsas”, agrega J. El niño tiene nueve años, estudia en cuarto grado. Es flaco por naturaleza, pero ahora está más delgado porque el dengue le rebajó la talla. Tiene manchitas de tinta negra en la nariz por un trabajo que acaba de hacer en la escuela. Este mediodía necesitará materiales para las clases. Ella le pregunta atenta para qué clases. “Él estaba de cinco años, no asimilaba. Ahora sí pregunta y cuando mira que otros cipotes tienen a su papá sí le afecta”, dice sobre su nieto la abuela cuando el niño se aleja a jugar con sus sobrinos y tíos que se amontonan en una hamaca descocida que cuelga de los árboles del terreno donde viven, cerca de la carretera. J. es un niño estudioso que salió bueno para las matemáticas. Cuando termina los ejercicios que el profesor pone en el pizarrón se levanta a explicar a los compañeros más atrasados. Miriam, otra hija de Ángela, hermana de Misael, quien arrima otra silla para meterse a la entrevista, contará después que tras la tragedia Ángela se volcó a atender al nieto, le da a él los cariños que no puede
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dar a su hijo, se la pasan juntos y no quiere pensar que quizás algún día la madre de J., que vive sin papeles en Estados Unidos, mande por él. J. es uno de los niños y niñas que quedaron huérfanos cuando pasaron por San Fernando. Las víctimas eran de Honduras, Guatemala, El Salvador, Brasil, Ecuador e India. El gobierno mexicano no se responsabiliza por su suerte. A pesar de que era público que en esa zona secuestraban migrantes. “Él está regular, a él le está dañando”, dice la abuela cuando J. se aleja. “A veces se pone a pensar. El día 10 me dijo: ‘Mi papá se fue hace cuatro años’ y yo le digo: ‘sí, pero lo mataron el 22’”. Misael era ayudante de albañil, reparador de cosas y milusos. Jugaba futbol, eso lo recuerdan todos: lancheros, mototaxistas, vendedores playeros que se dicen sus amigos. Parece que todos conocían a “Pepel”, como le decían. En su entierro estuvo todo el pueblo. “El 18 mi hijo me llamó, fue la última vez que le escuche la voz, me dijo: ‘Mamá, voy con un coyote bueno, me dan de comer’. Dijo que estaba en Veracruz. Que le depositáramos dinero en un número. No me gustó que dijo que iban 40 con él. Cortaron la llamada, yo sentí algo como que estaba secuestrado”, recuerda Ángela, quien asegura que escuchó la voz de un hombre que lo presionó para que diera el número de cuenta a donde había que depositarle.
“Usted disculpe, pero en nuestro territorio matan migrantes y no hacemos nada para evitarlo”
Como presintió algo, Ángela le dijo: “‘Pórtate bien, agárrate a Dios’. Me cortaron la llamada pero sé que sí escuchó y el hombre también. Lo dejaron vivir cuatro días más”. Después agrega lo que no le dijo en el teléfono: “Pórtese bien, hijo… Para que no lo maten”. El 25 de agosto de 2010 los Castro Bardales escucharon la noticia de la infame masacre contra 72 personas desarmadas, inocentes, cuyo único error fue haber querido migrar por rutas controladas por Los Zetas. Como el nombre de Misael no salía en la lista de cadáveres identificados decidieron no preocuparse. Aunque sabían que Misael ya no llevaba cédula de identidad. Se la habían quitado en el primer asalto que sufrió cuando había cruzado de Guatemala a México.
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“Me decían que no me preocupara, que él estaba bien. Que si salió el día 10 (de Omoa) y pasó el 22 no podía estar tan pronto en Tamaulipas porque es lejos. Pero una como madre el corazón no se engaña y me preocupé, me preocupé”, dice Ángela.
Un pollo pelón corre por la tierra
J. cursaba el kínder cuando mataron a su papá. Tenía cinco años. Misael regresó en un ataúd a casa de pura casualidad. Llevaba tres días varado en la morgue de Tegucigalpa, como no identificado.
Misael quedó en el limbo, junto al cadáver de otro brasileño y otros dos desconocidos enviados desde Tamaulipas con nombres de hondureños asesinados y colocados erróneamente en ataúdes
Estuvo a punto de ser enterrado por la familia de Carlos Alejandro Espinoza que tuvo la precaución de abrir la caja que le entregaron en una ceremonia a la que acudió el presidente de Honduras. Desafiaron la prohibición del gobierno mexicano de que no se abriera por cuestiones sanitarias y se toparon con el cadáver de un hombre distinto a su familiar. El desconocido tenía tatuajes en la piel. Era Misael. Pero en ese entonces nadie lo sabía. Misael quedó en el limbo, junto al cadáver de otro brasileño y otros dos desconocidos enviados desde Tamaulipas con nombres de hondureños asesinados y colocados erróneamente en ataúdes –por negligencia la PGR no intervino en el levantamiento de cadáveres y las primeras identificaciones, seis días después de la masacre se involucró al caso.
La primera semana de septiembre la familia Castro Bardales escuchó en la televisión al canciller pidiendo a las personas que tuvieran a un familiar migrante desaparecido que se comunicaran a cancillería. Ellos decidieron hacerlo. La última llamada de “Pepel” los había dejado nerviosos y tampoco se había vuelto a comunicar, ni siquiera para darles el número de la cuenta a donde debían depositar. El desconocido que permanecía en la morgue llevaba en los dedos de las manos varias letras: “P-E-P-E-L”. Otra de sus marcas en la piel eran unas iniciales: MCB. Su nombre: Misael Castro Bardales. En la pantorrilla tenía grabado un corazón con una flecha y el nombre de una novia.
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“De casualidad encontramos el cuerpo de mi hermano porque venía confundido con el de Carlos. También tenía el lunar del mismo que tengo yo”, dice Miriam, y muestra su lunar. Pareciera que Misael se marcó la piel con tinta como si hubiera presentido algo, como si se hubiera marcado para no perderse. Para regresar con J., que –dicen las mujeres– era su adoración. “Probando la tinta de una maquinita que hicieron se tatuó el nombre. Sin esos tatuajes se hubiera perdido y esa es la mejor ventaja porque pudimos enterrarlo. Otros nunca lo hallaron”, dice Miriam. Enseguida de los cuartos de block donde viven Ángela y J., está la casa donde vive su hija Daysi: es de madera, de dos pisos; el de abajo es como una estancia abierta. La vida se hace en la planta alta para evitar las inundaciones. En el jardín, amontonados en la hamaca, en un camastro y en sillas improvisadas, los familiares hablan de la masacre de nueve personas este día en la morgue de San Pedro Sula. Uno de los yernos de Ángela lleva una cachucha que dice “MEXICO”. Doña Ángela pregunta a las recién llegadas qué tan lindo es México, como si fuera un lugar añorado. Luego lamentan que en Honduras no hay trabajo por lo que todos tienen que migrar.
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Pórtese bien, hijo… para que no lo maten” Ángela, madre de Misael, uno de los 72 migrantes asesinados por Los Zetas Desde su casa miran pasar los autobuses llenos de hondureños repatriados de México. También de los paisanos que insisten en huir a probar suerte cruzando fronteras. El gobierno hondureño les entregó a Misael el día 7 de septiembre, lo enterraron el día 9 en el cementerio que está a dos kilómetros de su casa. Por parte del presidente Porfirio Lobo les regalaron 20 mil lempiras para el entierro. Nada del mexicano. Ni siquiera un “usted disculpe pero en nuestro territorio matan migrantes y no hacemos nada para evitarlo”. En la constancia de muerte que le entregó el gobierno de Honduras aparece que la causa de muerte fue por traumatismo craneal provocada por herida PAF, por arma de fuego. Tiro en la frente, tiro de (des)gracia, como todos sus compañeros de viaje. “Si es triste enterrar a la familia, peor al hijo. Yo nunca había sentido un dolor así. Todavía fuera que murió de enfermedad, ¿pero que lo maten? Yo pienso que por eso lo de los nervios, lo del dolor del colon”, dice Ángela, quien no pierde la paz. Durante el primer aniversario de la masacre, cuando ya había enterrado a Misael, ella aseguraba que su hijo estaba vivo, que seguramente enterró un cuerpo confundido. Eso quería creer. Ahora lamenta que México aún no rectifica que Misael es Misael, y no es Carlos. Y aunque el cuerpo de Carlos apareció después nadie ha rectificado el error. “Fue un error por haber venido él con un papel que no era de él. Pero no aceptan que sí es él, sigue con el nombre del otro muerto. La difunción de él está como vivo porque los papeles no llegaron de México. Hasta el alcalde me quiso ayudar pero no pudo”. Luego muestra la plegaria firmada por el presidente Lobo en condolencia por la muerte de su hijo: “¿Qué más seguridad se puede tener si ese papel lo firma el Presidente?”.
Pero en México no lo validan
“No puedo demandar por indemnización porque no tengo la difunción. 50 mil les dieron a los padres porque las demandas todos la firmamos en cancillería, fui con el alcalde de Omoa y me ayudó, hasta mandó La
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Prensa (los recortes de periódico), mandó mis papeles por fax pero no pudimos identificarlo porque venía con el nombre de Carlos Espinoza porque su cédula de mi hijo la botaron”. La familia Castro va al cementerio de Chivana, a dos kilómetros de casa. Cuando lo hacen rentan un mototaxi que los lleva. El día de la visita van Miriam y J. Pasan por la llave a la casa del cuidador, aunque el panteón está abierto. Es un campo arbolado, con la maleza del monte y del trópico. J. camina a la tumba de su papá, la observa sentado sobre la lápida de enseguida. La tumba de Misael llama la atención porque es alta, demasiado larga porque no sabían de qué tamaño era el cajón llegado de México. Se le han despegado los mosaicos. La hermana dice que pronto van a remodelarla. “Seguido venimos a visitarlo y recordarlo”, dice la hermana. “Cuando lo visito le limpio”, dice el niño con una tranquilidad que irradia. La tumba lleva una placa de metal en forma de Biblia –a la que acompaña una paloma– en la que se lee: “Misael Castro Bardales *14 marzo 1983 + 22 agosto 2010 Recuerdo de sus padres, hermanos, esposa e hijos y demás familiares. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí: aunque esté muerto, vivirá”. San Juan 11:26 Al pie de la tumba un laurel comienza a crecer.
Fotos: Ginnette Riquelme Quezada. Fotógrafa independiente chilena. Ha trabajado en varios periódicos en Santiago. Fue también corresponsal para AP en Honduras; fotógrafa para Xinhua en Madrid y fotógrafa para las colecciones del Archivo Histórico, Museo Nacional de Antropología, México. Ha publicado en The New York Times; Greenpeace Internacional; Reuters y Revista Qué Pasa, Chile.
Apertura
Minino: Conociendo vidas a través del retrato
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Redacción Albedrío Jorge Cuevas le gusta retratar personas. Tiene 34 años y más de la mitad de ellos los ha relacionado con su pasión. Cuando tenía apenas 15 descubrió lo que quería. Jorge Cuevas, “Minino” como lo conocen sus amigos, quería ser fotógrafo y lo logró. Hace nueve años empezó a trabajar en El Diario de Juárez, ahí ha cubierto distintas fuentes, pero él sabe que lo suyo es retratar personas porque le gusta conocer gente, acercarse a su vida a través de la lente de su cámara. Te invitamos a ver una muestra del trabajo de este fotógrafo fronterizo.
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Ensayo
Reflexión de lo que envuelve por Mauro Palma
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a arquitectura es una actividad arraigada al ser humano, tanto en lo particular como en lo general (sociedad), ya sea sedentario o no, siempre le será necesario el configurar espacios donde pueda desempeñar actividades de acuerdo a sus necesidades, desde el techo de una casa para conformar y desarrollar una familia o simplemente vivir, hasta grandes edificios dónde laborar o parques de recreación, esto mediante la construcción de envolventes, de crear contextos inmediatos. El envolvente siempre le será necesario para abrigarlo y protegerlo de aspectos hostiles del medio natural, como el frío, el calor, los fuertes vientos, etc. O simplemente para tener un espacio personal. La arquitectura realiza esta tarea de envolver, y desempeña una función similar a la de la piel, para ser más concreto, la arquitectura sería como la tercera piel del ser humano -en este caso la segunda sería el ropaje-. Lo interesante de esta piel arquitectónica, aparte de cubrirlo y protegerlo, es que ésta va cargada de ideas, expresiones y formas de vida del contexto social y natural de donde se realizó la construcción, es como un sello ideológico-cultural el que acompaña a cada obra arquitectónica, y ese sello se puede leer por medio de la indagación en la obra arquitectónica: en su funcionamiento, sus espacios, las tecnologías que se usaron, los materiales empleados, el diseño y la estética.
Mauro Palma • Arquitecto
Mediante este análisis nos podemos dar una idea de cómo se vivía y se pensaba en el momento en que se desarrolló la obra, esto aplica también a las construcciones actuales. Si la vida se compone de escenas y la arquitectura innatamente brinda escenarios, es importante también tener en cuenta qué hechos suceden o sucedieron en estos espacios, qué personajes lo habitaron, esto nos puede ayudar a la comprensión de algún contexto: ciudad, pueblo, colonia. Porque por medio de un envolvente o contexto es de donde nacen todas nuestras sensaciones, es interesante tener en cuenta el potencial que tiene éste para incidir en la vida humana, ya que a través de él se pueden controlar las actividades y percepciones.
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Síntesis crítica:
Masculinidad y diversidad sexual, por Salvador Cruz Sierra por José Francisco Díaz Castañeda
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Ciudad Juárez, Chihuahua. Martes, 04 de febrero del 2014. continuación expondré una crítica hacia el trabajo realizado por el doctor Salvador Cruz Sierra en su artículo Masculinidad y diversidad sexual, a modo de extraer lo esencial del mismo y caracterizar por medio de este texto la idea principal y el objetivo del escritor.
José Francisco Díaz Castañeda • Estudiante de Sociología en la UACJ.
Género y masculinidad
La siguiente exposición de ideas mantiene una línea de análisis que refiere a tres grandes pensamientos: los estudios sobre masculinidad, los estudios de género y los estudios lésbico-gay, poniendo de este modo en la mesa las diversas posturas referentes a la construcción de un sistema patriarcal que legitima el empoderamiento histórico de cierta masculinidad, en el cual se subsume a la mujer y a las masculinidades no hegemónicas, estas ideas están estructuradas sobre las relaciones interpersonales que emanan poder en su postura y su conducta hacia con el Otro, con este preámbulo abordaré progresivamente el artículo tratando de escudriñar la articulación del mismo y poder abordar lo que aquí se plantea. De acuerdo a la perspectiva de género —de la cual se habla últimamente y que el doctor Sierra aborda en el artículo— se nos dice que en cuestión de política se ha erradicado el sistema patriarcal que históricamente ha sido parte de nuestra vida cotidiana, si bien es cierto que existen avances al respecto, es evidente que no se ha erradicado por completo, a ello refiere el doctor: “…las estadísticas muestran un incremento en los índices de violencia: la ejercida hacia las mujeres, el abuso sexual y físico contra menores, la pornografía dura, la pornografía infantil, la prostitución, los asesinatos a mujeres y homosexua-
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les por condiciones de género” (Cruz: 2006, 22), tomando en consideración esto, se plantea que los hombres y mujeres vivimos enraizados capital, cultural y políticamente en relaciones binarias de género de acuerdo a un sistema patriarcal, estas relaciones no producen una postura encontrada entre el hombre y la mujer necesariamente, en este sentido la construcción del patriarca juega un papel que edifica una masculinidad hegemónica, son prácticas del hombre y la mujer que se vierten en la experiencia corporal, la personalidad y la cultura, enraizadas éstas en el poder de las relaciones interpersonales, en las estructuras y las organizaciones sociales, en la cual la mujer y las masculinidades no hegemónicas seden poder en la misma lógica del sistema imperante. Por esto, es importante distinguir que no es lo mismo hombre que masculinidad, y que a su vez, se debe contemplar la existencia de otras aristas que ejercen poder en la conformación de estas relaciones, es decir, entre otras categorías podríamos distinguir la raza, orientación sexual, etc., que permean las diversas situaciones de resistencia o negociación constantes. El marco teórico que respalda la argumentación del doctor Cruz abre la brecha para instruirnos en el conocimiento sobre diferentes posturas en torno a este tema que a veces parece confuso por su diversidad de categorías, entre otros autores se mencionan a: Izquierdo (1998), Connell (2003), Núñez (2003), Seidler (2003), lo cual hace que la bibliografía sea rica para ahondar más en el tema. Para abordar los dominios simbólicos, hace referencia a Núñez (2003), quien retoma a Bourdieu al mencionar que las políticas de sentido, luchas sociales y la herencia cultural nos remontan a representaciones y significados que no son ajenas a las estructuras de poder, que de hecho existen tecnologías de poder que recrean estas conductas. Citando a Seidler (2003), argumenta que no está bien centrarse sólo en el poder para interpretar la masculinidad, pues menciona: “…se debe trabajar tanto en lo personal terapéutico
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como en lo político público” (Cruz: 2006, 23), de esta manera motivar el cambio, un cambio integral tanto en lo personal como en lo colectivo, en lo público y lo privado, en la construcción histórica sobre ser hombre y ser mujer. Considerando lo antes mencionado, se comienza a comprender esta diferenciación de poder existente entre hombres y mujeres, además de pensar en masculinidad en plural y no en singular, entendiendo que la existencia de la masculinidad gira en torno a un sistema patriarcal que condiciona al sexo masculino a una serie de conductas que estereotipan su ser como una persona fuerte, agresiva, de pocos sentimientos, entre otras características, lo cual además se encuentra enmarcado por el factor espacio/tiempo, es decir, el contexto: “…en un determinado tipo de espacio podemos estar ejerciendo un cierto rol y ciertas cuotas de poder” (Cruz: 2006, 24), considerando estos ejes, se puede reflexionar sobre la lógica de lo que se puede abordar como dominación masculina, ésta no sólo es reproducida por la masculinidad dominante, también la mujer adopta esta postura al permitir y reproducir estos roles, los cuales la condicionan a la sumisión y abnegación, a la idea impuesta sobre su rol el cual está inferiorizado por el mismo sistema patriarcal.
Masculinidad y diversidad sexual
Los estudios de género y los de la diversidad sexual van de la mano para la interpretación de la realidad, sólo que estos últimos acuñan el término sexo y sexualidad para la explicación hacia la politización de los cuerpos. De tal forma, los estudios lésbico-gays parten de estas categorías para la comprensión de las lógicas interrelacionales de los sujetos, los grupos sociales, hasta la misma producción cultural que parte del sexo, es su forma de ejercer resistencia ante el sistema, lo que se puede entender como luchas políticas para su inclu-
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sión, comprensión y respeto. En este sentido, sus investigaciones están referidas a evidenciar el heterosexismo, esta hegemonía que reproducen las instituciones y que se traducen en fobias y violencia hacia la diversidad de formas del ejercicio de la sexualidad, las no heterosexuadas. El doctor Cruz hace mención de lo que él considera los puntos más destacados en los estudios lésbico-gays, sin ahondar mucho en ellos los reconoce como los ejes claves para la interpretación de su lógica de análisis. Ahora bien, partiendo de la discusión sobre el deseo —que, como bien se menciona— éste forma la parte básica para presentar la conducta normada heterosexual, de acuerdo a Oscar Wilde, esto ha generado que “salir del clóset” sea una lucha constante, en este sentido Foucault argumenta que a través del deseo homosexual ha nacido un nuevo personaje y la posibilidad de otras formas de amar. Posteriormente se aborda la ubicación del deseo, es decir, la triada sexo-género-sexualidad la cual, de acuerdo a la referencia que se hace de Butler, un cuerpo de hombre debe ser masculino, es decir, heterosexual, y la hembra, definida como mujer, se espera que sea femenina y heterosexual, esta coherencia reproduce la heterosexualidad del deseo, de la mano de las instituciones heteronormadas, fomentar la performatividad del género, por medio de la estilización del cuerpo basado en el género supone identidades. Para Butler el travestismo es la teatralización y representa lo mundano de la apropiación de los géneros, ya que imita lo que ya está establecido sobre él. Igualmente, el transexualismo cuestiona la postura normada ente la triada: sexo biológico, identidad de género y la de orientación sexual. La bisexualidad abre el debate a la pareja monogámica, al significado del matrimonio y la moralidad enraizada en las prácticas sexuales. Esto conlleva a evidenciar la violencia estructural que fomenta la heterosexualidad y la hegemonía de una masculinidad dominante, pero como bien menciona el autor, estas prácticas de identidad sexual diferentes han promovido nuevas formas creativas de relación. Retomando a Pierre Bourdieu (2000), añade las categorías pasivo/activo, prácticas que se adjudican a la identidad gay masculina, son roles sexuales: penetrador y penetrado, de acuerdo a Bourdieu esta representación sigue reproduciendo la distinción de poder: “esta dicotomía actividad/pasividad como el principio estructural de la dominación masculina sobre las mujeres” (Cruz: 2006, 29), en este orden de ideas, la penetración simboliza la dominación, proyección que se hace visible en los roles estereotipados sobre lo masculino y lo femenino. Al respecto, se aclara que esto simplifica las complejas prácticas homoeróticas, dejando de lado la ideología y vertiendo su lógica en esta sintonía.
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Ahora bien, siguiendo esta misma línea, el autor retoma la construcción simbólica que representa para un varón heterosexual el ser observado por un hombre homosexual, para ello cita a Leo Bersani (1998) “…el potencial atacante gay se convierte en el intruso masculino en la privacidad femenina, y el hombre heterosexual, al imaginarse deseado sexualmente por otro hombre se metamorfosea en la mujer ofendida, acosada e incluso violada” (Cruz: 2006, 30), como se menciona más adelante, los hombres homosexuales en una escala de valores son menos que una mujer por representar a los traidores del patriarcado, esto se puede distinguir además en las conductas recurrentes que hombres homosexuales adoptan de los heterosexuales, es decir, al fomentar la discriminación y su separación de los que son considerados más afeminados, lo que se traduce en hostigamiento, discriminación por homofobia, rechazo, entre otros ejercicios que se han construido culturalmente, lo que nos lleva a una lógica institucionalizada en normas excluyentes y heterosexuadas. A manera de conclusión, el análisis del doctor Cruz es panorámico, si queremos abordar los estudios que aquí se muestran sobre género, en este mismo sentido, se aborda la idea —a veces difusa— sobre la construcción del patriarcado, aquí se deja claro que el análisis no sólo se debe centrar en los ejercicios de poder del hombre, se debe pensar más allá de esta idea y partir de la diferenciación entre las distintas masculinidades y la llamada masculinidad dominante, aunado a las relaciones de poder estereotipadas hacia lo femenino y hacia la mujer. Se debe pensar —entonces— en una práctica estructural, una práctica que está inmersa en las instituciones que nos van normando y generan conductas que recrean nuestra cultura, una cultura que coloquialmente es llamada “machista”, la cual está tan interiorizada en nosotros mismos que a veces no somos conscientes del daño que se genera con su reproducción, de tal forma y en esta sintonía, la lectura del doctor Cruz ayuda a (re)pensar nuestra interacción y comprensión hacia las otras personas.
Bibliografía: • Cruz, Salvador. (2006) Masculinidad y diversidad sexual. Revista Internacional de Estudios sobre Masculinidades. La Manzana. Vol. 1. Núm. 1, ene-may 2006. Pp. 21-35.
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